RESEÑA

Heinrich, Michael. Karl Marx y el nacimiento de la sociedad moderna. Biografía y desarrollo de su obra. Volumen 1: 1818–1841. Buenos Aires: Akal, 2021. 504 pp.

Por Nicolás Hernández Aparicio

 

Durante muchas décadas se han escrito innumerables biografías de Karl Marx. Las primigenias de Spargo de 1909 y la de Mehring de 1918, se vieron limitadas por las mismas circunstancias temporales en que fueron escritas. Un texto que hoy nadie descartaría de la producción marxista, como La ideología alemana, no fue conocido hasta 1932. Por otro lado, Auguste Cornu encaró un intento similar, pero se detuvo en 1846, por lo que solo implicaba la vida temprana de Marx, sumado a que su publicación fue anterior a 1975, en que se inició el proyecto de las obras completas de Marx y Engels, la famosa MEGA[1].

       La segunda publicación de MEGA, es la que abrió sendos debates sobre textos prácticamente desconocidos de Marx, al dar cuenta de que la mayoría de su obra no había sido publicada durante su lapso de vida. Con estos elementos, la propuesta de Heinrich retoma un viejo planteo, desarrollado por el filósofo estructuralista francés, Louis Althusser: la idea de una ruptura epistemológica en Marx. Según esta, habría existido un joven Marx (filósofo, humanista) y el viejo (economista, científico), y el punto de quiebre se habría dado en 1845, prácticamente descartando por “idealistas” todas las obras tempranas. Quedarnos con las segundas, acorde a Althusser, nos brindaría a un Marx elaborador de leyes y estructuras, en donde la historia misma se perdería a no ser como mero epifenómeno de las tendencias estructurales (todo esto derivado de la extrema centralidad dada a la Introducción General a la economía política de 1857, un plan de obra de Marx que no refleja sus posteriores derroteros).

      El libro de Heinrich creemos que sortea satisfactoriamente esta tesis. Graduado del bachillerato en 1835, Marx escribió una serie de trabajos y monografías finales que constituyen el primer reservorio archivístico que poseemos sobre su obra. El texto no solo realiza un recorrido interno sobre estos manuscritos, sino que los sitúa en su medio. La familia de Marx se presenta, así como una primera línea de indagación, sin embargo, la figura del padre, Heinrich Marx, es casi desconocida. Se han encontrado documentos de su ejercicio como abogado en la ciudad de Tréveris, donde nació Marx, en 1818. Sin embargo, para 1825, el padre figura como un importante letrado, al punto de formar parte de las familias más acaudaladas de la ciudad. Su madre vislumbra una imagen más polémica, ya que algunos la han descrito como una ama de casa inculta. Sin embargo, la revisión que realiza el autor del epistolario de Karl Marx muestran una “mujer de carácter imperturbable”, y distanciada de su hijo por su vocación a la agitación socialista. Aun así, durante la década de 1860 parece haberlo ayudado financieramente.

       Volviendo sobre la trayectoria intelectual de Marx, las reformas educativas prusianas parecen haber ejercido un influjo importante en el clima de época. En la Alemania de finales del siglo XVIII aun predominaban las escuelas de latinidad, donde se estudiaba más gramática latina que alemana. No se exigía estar debidamente calificado para dar clases. Esto cambió en 1810, en donde se instauró un examen para el cuerpo docente. Ya para 1837 se promulgó un plan de estudios general, que prohibió los propios de cada institución.

        Cuando el joven Karl ingresa en 1835, todo este contexto de cambio moldea su educación. Allí aparece el primer texto considerado en su obra, “Reflexiones de un joven en la elección de una profesión”. Aunque todos sus compañeros de clase debían escribir algo similar, las marcas propias son notorias. Al parecer Marx aún conserva su fe religiosa, pero habla de una “divinidad” y no de “dios”, lo cual podría indicar una relación más distante. Por otro lado, Karl señala las dificultades materiales a la hora de elegir un oficio, lo cual ha sido señalado por Mehring como el primer indicio de un “materialismo” en el joven. Heinrich busca una explicación más sencilla. El texto quizás refleje la experiencia del padre, que debió abandonar el judaísmo para ejercer como letrado.

        Aquí aparecen algunos contrastes interesantes. Karl Löwith ha afirmado que el judaísmo de Marx impregna su concepción materialista, al punto de constituir un mesianismo manifiesto. Esto está lejos de ser demostrado, y Heinrich da cuenta de ello al examinar sus trabajos de bachillerato, que recorren ideas del humanismo y la ilustración. Aunque el único documento conservado, su examen final de alemán, rechaza “la sumisión servil” y habla de que las clases bajas están abocadas a vivir sin dignidad, Heinrich diciente con Cornu, quien afirma que el autor ya formaba parte de la lucha entre reacción y democracia.

        A partir del capítulo II, se plantean quizás las tesis centrales de Heinrich. Denominado “Ruptura y primera crisis”, enmarca el contexto de persecución desatado en Prusia tras las Revolución de 1830, que prohibió las asociaciones estudiantiles. Instalado en la Universidad de Berlín en 1836, esta venía sufriendo transformaciones evidentes. En 1814, Georg Wilhelm Hegel ocupó la cátedra de Fitche, fallecido en ese año. Para 1827, la escuela hegeliana poseía hasta su propia revista, aunque la muerte encontró temprano al pensador idealista, víctima de una epidemia de cólera en 1831.

         Mencionamos esto porque aun hasta hoy se debate el grado de influjo de Hegel sobre Marx. Normalmente se menciona a Hegel como el introductor de la idea de “evolución dialéctica” de la naturaleza, la historia y la sociedad. Aquí Heinrich toma distancia de las posturas de marxistas como Toni Negri, quién considera al gran filósofo alemán como “el filósofo de la burguesía y la organización capitalista del trabajo”. En 1837, un joven Marx que pasaba su tiempo entre el estudio del derecho y la literatura, comenta en carta a su padre que sus escritos “pecaban de idealismo”. Aquí la Estética de Hegel claramente es repetida en el argumento de Marx, quien postula una contraposición entre la realidad y un deber ser abstracto, lo cual puede dar cuenta de una lectura temprana.

        Los años 1837-1841, es decir aquellos entre los cuales Marx preparó su tesis doctoral, suelen obviarse en sus biografías. Sin embargo, para el núcleo interpretativo de Heinrich, estos son centrales. En el verano de 1837, se une al llamado Club de los Doctores. En ese semestre (1837-1838), solo asiste al curso de Derecho común prusiano, impartido por Eduard Gans. Representante del liberalismo hegeliano, su muerte en 1839 posibilitó la imposición del conservadurismo en la ciencia del derecho.

         Los lazos de Marx son algo más que un dato de color en la biografía comentada. Bruno Bauer desempeñó un papel importante en los debates de aquellos años, no solo por sus escritos, sino también porque el ministro de Cultura prusiano le retiró la licencia para enseñar teología, un gran escándalo público en el momento. La relación religión/filosofía se presentaba como una cuestión central en la década de 1830: Hegel quería superar la escisión entre fe y saber provocada por la Ilustración sin eliminar la posibilidad de un conocimiento racional, también en el ámbito de la religión.

          No tenemos espacio suficiente para dar cuenta de la complejidad del pensamiento hegeliano. Pero básicamente, para Hegel, Dios y el hombre no son dos sujetos independientes que puedan establecer o no una relación. Son mutuamente dependientes. El amigo de Marx, Bruno Bauer, intervino en esta discusión planteando que la naturaleza humana de Jesús, por sí misma, no pudo haber dado lugar a la unidad aparente en Cristo de la naturaleza humana y divina, solo aportó “receptividad”. Por lo tanto, Dios se manifestaría en sucesos concretos que los seres humanos, receptores de esta revelación, captan de modo sensorial y traducen a representaciones religiosas.

          En 1842, Marx anunció en diversas cartas a Arnold Rouge que estaba trabajando en un estudio sobre arte y religión, con el que pretendía contribuir a la crítica de Bauer. En ese medio, la tesis doctoral del joven distaba mucho de las que conocemos en el día de hoy. A diferencia de las voluminosas que actualmente se redactan, y que constituyen un aporte valioso a los debates que se libran en los distintos campos de investigación, hasta la década de 1950 uno podía doctorarse con un trabajo no muy vinculado a un problema concreto. La literatura especializada se ha ocupado muy poco de la tesis sobre Demócrito y Epicuro de Marx, aunque aquí Heinrich obvia el muy interesante análisis de John Bellamy Foster[2].

        Estos años van a iniciar una tradición que Marx nunca abandona hasta el final de su vida: la redacción de cuadernos de extractos en donde intercala sus ideas con la de los autores que va leyendo[3]. En 1840, se encuentran al menos tres bocetos de tesis:1) una comparación entre la filosofía de Epicuro y la de Aristóteles de la que se conservaban extractos; 2) una investigación sobre las diferencias entre la filosofía natural de Epicuro y la de Demócrito que Marx finalmente integró como tesis; y 3) el estudio de la relación de estoicismo, epicureísmo y escepticismo con el conjunto de la filosofía griega.

         En 1841 Marx envía finalmente su trabajo, del cual, señala Heinrich, Mehring publicó en partes en 1902, en una edición sobre el legado literario de Marx, Engels y Lasalle. David Riázanov publicó el manuscrito que se conserva en la primera MEGA de 1927. El ejemplar enviado por Marx a Jena en 1841 ha desaparecido. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial se han encontrado en esta ciudad las actas que confirman su doctorado.

         Finalmente, el libro se adentra en el debate sobre si Marx seguía defendiendo en su tesis el idealismo filosófico o “ya” había adoptado el materialismo. Lo que subyace a estas preguntas, es la concepción de que existe un continente del idealismo perfectamente definido y un continente del materialismo igualmente determinado, de modo que el joven Marx debería encontrarse en uno u otro. Heinrich claramente complejiza esta cuestión.

         Marx nació demasiado tarde al debate. No puedo ser un hegeliano ortodoxo, ya que lo empezó a estudiar en 1837, cuando ya se lo debatía críticamente. Los jóvenes hegelianos cuestionaban la “acomodación subjetiva” a Hegel en la situación política, para Marx, esta observación era insuficiente. Iba mucho más allá, buscando en el sistema mismo la posibilidad de una acomodación y acercándose un poco a otro pensador del momento, Feuerbach, a quién, sin embargo, nunca copió.

         La importancia del concepto de autoconciencia era central en los jóvenes hegelianos, sobre todo en Bauer. Desplazaba de su lugar de honor a un espíritu absoluto repleto de ambivalencias teológicas y permitía captar lo individual, no sólo en su calidad de individualidad, sino también en tanto parte de la generalidad. Esto sería un punto central en la crítica demoledora que Marx encararía años después, en 1845, al redactar junto a Engels La Sagrada familia. Sin embargo, este período aguarda por el segundo volumen prometido por Heinrich.

         De manera general creemos que el libro comentado posee varios méritos. Su autor forma parte de las llamadas Neue Marx-Lektüre (Nuevas Lecturas de Marx), que destacan los puntos de inconsistencias o ambivalencias en las obras. Esto desafía las ideas de un sistema cerrado o las narrativas teleológicas sobre esta tradición. Marx es un autor complejo y cambiante a lo largo del tiempo. Una lectura arqueológica del mismo, necesariamente encuentra puntos en donde se contradice o revisa planteos pretéritos.

         Marx no pensó una filosofía de la historia que se explica por sí misma. Tampoco constituye una sucesión lineal de procesos a través de la absolutización de categorías como “modo de producción” o “fuerzas productivas”. Este tipo de análisis creemos que han simplificado en demasía a un pensamiento complejo que Heinrich trata de reconstruir. De esto modo, se une a una rica revisión que ha aflorado en las primeras décadas del siglo XXI, en donde ha sido central el redescubrimiento de trabajos que pasaron desapercibidos al momento de su primera publicación, por la eclipsante mirada del marxismo de cuño althusseriano o las versiones oficiales soviéticas[4].

       

     

 

 

 

 

 

 



[1] La primera MEGA fue un cometido del Instituto Marx-Engels de Moscú bajo la dirección de David Riazánov (1870-1938). El primer volumen se publicó en 1927. El proyecto se interrumpió a mediados de 1930 a causa de las purgas de Stalin. Riazánov fue fusilado en 1938.

[2] John Bellamy Foster, Marx’s ecology: materialism and nature (Monthly Review Press, 2000).

[3] Muy lejos del planteo althusseriano que descartaba los textos tempranos de Marx, estos cuadernos develan su método de trabajo: él autor resumía los libros que le prestaba la gente: leer y resumir lo que le llamaba la atención, constituye su laboratorio. Al respecto podemos mencionar el Cuaderno Spinoza de 1841, los Cuadernos de Manchester de 1845, el Cuaderno XIV de 1851, los Cuadernos tecnológico-históricos del mismo año. Solo por considerar algunos. Álvaro García Linera, “Marx y la visión multilineal de la historia”, en Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro, ed. Enrique Dussel et. al. (Buenos Aires: CLACSO, 2020), 67.

[4] Solo por considerar algunos de estos importantes textos, se debe tener en cuenta la publicación de los “Cuadernos etnológicos” por el antropólogo estadounidense Lawrence Krader en 1972, The Ethnological Notebooks of Karl Marx (Assen: Van Gorcum). Posteriormente, el historiador alemán Hans Peter Harstick realizó una publicación completa de todos estos manuscritos, y que incluían el “Cuaderno Kovalevsky”, no considerado en la publicación de Krader. Hans Peter Harstick, Karl Marx Über Formen vorkapitalistischer Produktion (Franfurt: Campus Verlag, 1977).