Alianzas sociales y tendencias políticas en Salta entre 1972 y 1976 en
el marco de las tendencias de cambio en su estructura económico social
(1960-1980)
[Social alliances and political trends in Salta
between 1972 and 1976 within the framework of change tendencies in its social
economic structure (1960-1980)]
[Alianças sociais e tendências políticas em
Salta entre 1972 e 1976 no âmbito das tendências de mudança de sua estrutura
social econômica (1960-1980)]
Alejandra Soler
alejandrasolerc@gmail.com,Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Salta, Avenida Bolivia
5051, Salta, República Argentina, https://orcid.org/0009-0003-4058-4418
Resumen: En este artículo se reproduce de forma sintética la metodología y los
resultados de la tesis de doctorado “Alianzas sociales y tendencias políticas
en tiempos de agudización de las luchas sociales. Una aproximación al análisis
de la interacción entre política e intereses sectoriales. Salta, 1972 – 1976”.
Entre otras perspectivas, el período de estudio ha sido explicado como
resultado del conflicto entre la “derecha y la izquierda”, o la puja entre
ramas del Partido Justicialista (juvenil, sindical y política) sin acercarse a
conocer el tipo de sociedad en la que ocurren los procesos Partimos de
investigar los cambios en la estructura económico-social de la provincia entre
1960-1980, para conocer la situación de las clases sociales y fracciones que
intervinieron en alianzas de clase durante el tercer peronismo en Salta. Por
otro lado, analizamos las tendencias políticas de agrupaciones y coaliciones, y
el conflictivo proceso de enfrentamiento y realineamiento entre ellas. La
hipótesis que orientó la investigación es que la dictadura de 1972 propició la
constitución de una alianza de clases reformista (en todas sus variantes)
formada por una mayoría de la clase obrera y pequeña burguesía de la provincia,
bajo la dirección de capas de la burguesía agraria e industrial. Al calor de la
crisis mundial, la descomposición del peronismo y las luchas de la clase
obrera, esta alianza sufrió sucesivas rupturas. Como contrapartida, se fue
articulando una fuerza social conservadora liberal-reaccionaria con
protagonismo de la mayoría de las capas y fracciones de la burguesía salteña,
que tomó la iniciativa a lo largo de 1975 y realizó el golpe de estado en marzo
de 1976.
Abstract: This article synthetically reproduces the methodology and results of
the doctoral thesis “Social alliances and political tendencies in times of
sharpening of social struggles. An approach to the analysis of the interaction
between politics and sectoral interests. Salta, 1972 – 1976”. Among other
perspectives, the study period has been explained as a result of the conflict
between the "right and the left", or the bidding between branches of
the Justicialista Party (youth, union and politics) without approaching to know
the type of society in which The processes take place We started by investigating
the changes in the socio-economic structure of the province between 1960-1980,
to know the situation of the social classes and fractions that intervened in
class alliances during the third Peronism in Salta. On the other hand, we
analyze the political tendencies of groups and coalitions, and the conflictive
process of confrontation and realignment between them. The hypothesis that
guided the investigation is that the dictatorship of 1972 led to the
constitution of a reformist class alliance (in all its variants) formed by a
majority of the working class and petty bourgeoisie of the province, under the
leadership of layers of the bourgeoisie agricultural and industrial. In the
heat of the world crisis, the decomposition of Peronism and the struggles of
the working class, this alliance suffered successive ruptures. As a
counterpart, a liberal-reactionary conservative social force was formed with
the leading role of the majority of the layers and fractions of the Salta
bourgeoisie, which took the initiative throughout 1975 and carried out the coup
d'état in March 1976.
Resumo: Este artigo reproduz sinteticamente a metodologia e os resultados da
tese de doutorado “Alianças sociais e tendências políticas em tempos de
agudização das lutas sociais. Uma abordagem para a análise da interação entre
política e interesses setoriais. Salto, 1972 – 1976”. Entre outras
perspectivas, o período estudado tem sido explicado como resultado do conflito
entre "direita e esquerda", ou a licitação entre ramos do Partido Justicialista
(juventude, sindicato e política) sem se aproximar para conhecer o tipo de
sociedade em que que Os processos acontecem Começamos investigando as mudanças
na estrutura socioeconômica da província entre 1960-1980, para conhecer a
situação das classes e frações sociais que intervieram nas alianças de classe
durante o terceiro peronismo em Salta. Por outro lado, analisamos as tendências
políticas de grupos e coalizões, e o processo conflituoso de enfrentamento e
realinhamento entre eles. A hipótese que norteou a investigação é a de que a
ditadura de 1972 levou à constituição de uma aliança de classes reformista (em
todas as suas variantes) formada por uma maioria da classe trabalhadora e
pequena burguesia da província, sob a liderança de camadas da burguesia .agrícola
e industrial. No calor da crise mundial, da decomposição do peronismo e das
lutas da classe trabalhadora, essa aliança sofreu rupturas sucessivas. Em
contrapartida, formou-se uma força social conservadora liberal-reacionária com
protagonismo da maioria das camadas e frações da burguesia de Salta, que tomou
a iniciativa ao longo de 1975 e realizou o golpe de Estado em março de 1976.
Palabras claves: Tercer peronismo, Salta, Ragone
Keywords: Third Peronism, Salta, Ragone
Palavras-chave: Terceiro peronismo, Salta, Ragone
Planteo del problema y objetivos
El contenido
de este artículo se basa en la tesis de doctorado presentada en la Universidad
Nacional de Córdoba en 2020, “Alianzas sociales y tendencias políticas en
tiempos de agudización de las luchas sociales. una aproximación al análisis de
la interacción entre política e intereses sectoriales. Salta, 1971 – 1976”.[1]
La inquietud general de la investigación es el proceso político y social
que antecedió al golpe de estado de 1976, es decir el que se inicia con la
reapertura política de 1971/72 y el llamado “tercer peronismo”, que finaliza
con el golpe de estado de marzo de 1976. Cinco años de una densidad particular,
que requirió tener en cuenta procesos de los años sesenta y el estudio de la
estructura económica social de Salta de 1960 a 1980. El problema de
investigación se enlaza a uno más general, que es el de las formas en que se
desarrollan las luchas y alianzas entre clases sociales y tendencias políticas
en la periferia de un país dependiente.
En el sentido común actual, se había vivido la época de la “primavera
camporista” y valga la extensión, “ragonista”, cuando las masas populares
movilizadas de los años sesenta y setenta supuestamente llegaron al poder
enarbolando el “socialismo nacional” y dando lugar a un gobierno “popular” o
“revolucionario”, con Miguel Ragone como protagonista central. El exgobernador
fue la figura central a la hora de explicar el período, en muchas ocasiones en
tono biográfico por parte de los autores.[2]
La producción científica sobre la época es muy amplia a nivel nacional y
local.[3]
Si se pudieran sintetizar los aportes generales de estas investigaciones en
pocas palabras, diría que giran alrededor de ciertos ejes explicativos, entre
los que llaman la atención los siguientes: 1- idea de que en Salta se
enfrentaron los “sectores populares” contra la “oligarquía”, 2- que se habían
sucedido enfrentamientos entre duplas o dualidades: derecha e izquierda
(peronista en particular) en el marco de un “gobierno popular”; tendencias
revolucionaria y verticalismo; ortodoxia y heterodoxia, 3- o enfrentamiento
entre ramas del PJ (juvenil, sindical, política). Una cuarta perspectiva
plantea que son años que deben entenderse en el marco de un período
revolucionario de enfrentamiento entre fuerzas sociales
reformistas-revolucionarias– contrarrevolucionarias, con composición de clases
y fracciones diferenciadas, en un proceso no lineal (a escala nacional).[4]
El
planteo del problema de investigación se construyó a partir de notar que la mayoría
de esas explicaciones dificultan o simplifican el análisis de la época, y a
partir de conceptos y supuestos que para el caso de Salta no están explicados.
Es decir, no sabemos quiénes formaban parte de aquella “izquierda o derecha” en
Salta, qué decían, qué se proponían, cómo actuaron, quiénes se aliaron. Tampoco
se sabía quiénes son los grupos de trabajadores a los que se hace referencia, o
la burguesía local o la “oligarquía”. En definitiva, son estudios elaborados
sobre un vacío en lo que hace a las características de la estructura
económico-social salteña de aquellos años.
Además, en las mismas fuentes y declaraciones de
la época se reproducen algunas de estas dualidades, o se explican los
conflictos de la época en esos términos. Entonces, desde la perspectiva que la
historia no se nos aparece de forma transparente en las fuentes, y en la
necesidad de indagar en el contenido concreto de esos conceptos que se utilizan
para explicar, asumiendo que vivimos en sociedades de clases que se organizan,
defienden intereses e ideologías y se enfrentan, me introduje en la cuarta
perspectiva: la del enfrentamiento entre fuerzas sociales, pero considerando
que es una hipótesis para otras regiones del país y no para la situación
concreta de la provincia.
Algunas preguntas iniciales y necesarias para
desarrollar la investigación fueron: Salta, ¿de qué tipo de sociedad se trata?,
¿cuál es el peso y características objetivas de las clases sociales en Salta?,
¿quiénes forman parte de la «izquierda y derecha»?, ¿son unidades compactas y
homogéneas o en cambio existieron variantes a las que podríamos llamar
tendencias políticas?, ¿qué se plantean efectivamente?, ¿cómo actúan?, ¿qué
otras organizaciones participan?, ¿quiénes se coaligan?, ¿qué representan?,
¿qué relación puede trazarse entre alianzas de clase y tendencias políticas?
En ese sentido, los objetivos de la
investigación son: caracterizar en qué tipo de sociedad-estructura se
desarrolló el proceso político; identificar las tendencias políticas que se
configuraron, coaligaron y entraron en conflicto en el proceso político salteño
de 1971 a 1976, y desentrañar orientaciones ideológicas e intereses materiales
concretos con los que aquellas tendencias políticas pueden haber tener
relación. Por otro lado, se trató de reconstruir el cambiante proceso de
alianzas de clases, coaliciones y rupturas a través del análisis de los
enfrentamientos sociales y confrontaciones políticas del período que pueden
haber impactado en las coaliciones establecidas.
Planteo teórico-metodológico
El abordaje
metodológico se realizó desde el materialismo histórico, preocupado por
capturar la unidad entre lo material-estructural y lo político, posibilitando
analizar la realidad como un todo articulado por relaciones sociales de todo
tipo, no sólo económico-productivas, sino también político - ideológicas. Es
decir, conjurar ideas de la política como totalmente emancipada de lo material,
o al contrario, como “reflejo” de lo estructural.[5]
Como síntesis de lo planteando acerca de la relación política-estructura,
seguimos a Gramsci en la idea de que “la historia de un partido (…) no podrá
dejar de ser la historia de un grupo social determinado”.[6]
Grupos sociales relacionados que conforman una estructura social y condicionan/determinan/posibilitan el
devenir histórico, aunque no predetermina la dinámica política que se
desenvuelve.
Considerando a la sociedad como un todo, se realizó, en primer lugar,
una descomposición de las dimensiones a analizar tanto a nivel conceptual como
empírico: estructura económica social y clases sociales, alianzas de clases y
tendencias políticas. En segundo lugar, se analizó el proceso social concreto
de constitución y reconstitución de alianzas privilegiando el análisis de
momentos conflictivos durante el período.
En cuanto a lo conceptual, entendemos una estructura social como la
trama de relaciones sociales cuyos términos no pueden explicarse de forma
aislada e independiente, y que son “necesarias e independientes de la voluntad
de los hombres, que estos contraen en la producción de su existencia y que se
corresponden con un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas
de la sociedad”.[7]
La investigación sobre la estructura económica se realizó a partir de
una diversidad de fuentes estadísticas y cualitativas que se citarán en la
sección correspondiente. Más que una fotografía, nos interesó indagar en las
tendencias de cambio a mediano plazo de la estructura, por lo que consideramos
los veinte años que van de 1960 a 1980. Su estudio permite caracterizar la
situación objetiva de las clases sociales, capas y fracciones de clase en
Salta, definidas éstas como conjuntos de población “que
viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo
de vivir, por su lugar en un sistema de explotación, la propiedad, por sus
intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo
hostil”.[8] Es decir, permite conocer
las condiciones a partir de las
cuales capas y fracciones de clases se articularon en alianzas en función de
intereses objetivos o políticos que son observables en el plano de las luchas y
enfrentamientos.
Partimos de que las clases sociales no se enfrentan
directamente, sino que quienes se enfrentan son
fuerzas sociales, que expresan alianzas
de clases[9].
El concepto de enfrentamiento es clave, ya que son los momentos en que se
articulan las relaciones sociales de la base material con relaciones sociales
de la superestructura, es decir, es allí donde se hace observable la mutua
relación entre las dos dimensiones de lo social (estructura – superestructura)[10], sin caer en lo dicotómico
de corrientes estructuralistas.
En las luchas y confrontaciones las diferentes fracciones
producen alianzas “cuya lógica es
particular, histórica, independiente de la situación estructural de cada
fracción considerada”[11] y en donde intervienen
“creencias, expectativas, lealtades”. Siguiendo a Nievas, estas
alianzas/fuerzas sociales funcionan o se constituyen por una “lógica
agregativa”, es decir, la articulación en torno a un programa de objetivos
mediatos o inmediatos, o tensiones políticas, en oposición a otra. Dentro de
una fuerza/alianza social, pueden convivir diferentes intereses y orientaciones
políticas, pero será dirigente aquella fracción de clase que presente su
interés como interés del conjunto que articula. Las alianzas pueden traducirse
en coaliciones de carácter volátil o inestable por variación aleatoria de las
condiciones externas, o logro del objetivo propuesto, lo que habilita la
reconstitución de alianzas con otra composición y abre nuevos enfrentamientos.
Esta dinámica no es lineal, al contrario, hay ciclos de ascenso, en donde
dominan fuerzas centrípetas agregativas, o descenso de las luchas, cuando
fuerzas centrífugas descomponen o fraccionan con más o menos potencia
regresiva.
Arriba se hizo referencia a “creencias, expectativas,
lealtades”, “programas políticos” y “tensiones políticas” que funcionan en las
lógicas agregativas de las alianzas. Es a lo que llamamos “tendencias
políticas”, encarnadas en partidos o agrupaciones susceptibles de formar
fuerzas y coaliciones.
En cuanto a la relación con las clases sociales, es interesante destacar que para Engels, redactor del prólogo de Las luchas de clases en Francia los partidos políticos “son la expresión más o menos adecuada de estas mismas clases y fracciones de clase”.[12] El planteo está atravesado por el problema de fondo acerca de la representación. En el Mensaje del Comité central a la Liga de los comunistas, Marx y Engels sostenían:
No vaya nadie a formarse la idea limitada de que
la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de
clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su
emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser
salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse
que los representantes democráticos son todos tenderos… pueden estar a un mundo
de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los
hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a
mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por
tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas
soluciones a que impulsan a aquellos, prácticamente, el interés material y la
situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los
representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos
representada.[13]
Coincidimos
con Nievas en que no hay vinculación directa entre clase social y
representantes políticos de la clase, cualquiera sea esta. La identidad ocurre
entre la “mentalidad” de unos y el “modo de vida” de los otros, de lo que se
sigue que los agentes representantes pueden no pertenecer a la clase que
representan, o pueden no representar a la clase de la que surgen. El nexo entre
ambos está dado por la ideología, entendida como la “argamasa que vincula
conceptos con valores, fundada en – y guía en la producción de - la práctica”
(que llamaremos tendencias políticas).
La investigación empírica acerca de las tendencias políticas
requirió la elaboración propia de un marco de categorías y un modelo de
análisis a fin de trabajar las fuentes. Alcántara Sáez propone ciertas
herramientas para el estudio de los partidos que nos han servido de guía.[14] El autor persigue un modelo
de análisis de los partidos políticos, considerando, entre otras dimensiones,
el origen y el programa. Para acercarse a la dimensión “origen”, analiza la
“naturaleza originaria y carácter del partido”, que atiende a la relación de
los mismos con el régimen político. Pueden ser de tipo colaboracionista (nacen como parte constitutiva, amistosa del
sistema) o contestatarios
(enfrentados al status quo), y dentro de estos últimos, revolucionarios o reactivos. Los revolucionarios nacen con el
propósito de llevar adelante transformaciones profundas, como establecer una
nueva relación entre estado y sociedad o “reemplazar la elite dirigente”. Los
reactivos en cambio, salen en defensa de un orden anterior que ven en peligro.
En cuanto a la dimensión “programa”, el autor propone el
estudio de los documentos fundacionales; los programas de carácter coyuntural
emanados en situaciones particulares; las acciones de los partidos; y
finalmente, las posiciones de los militantes. Aunque nuestro objetivo no fue
elaborar una taxonomía como la que construye el autor, en esta investigación
esa propuesta para caracterizar las tendencias políticas. La consideración de
la “autopercepción de los militantes” se realiza aquí de forma indirecta ya que
analizamos declaraciones de los dirigentes políticos, pero procedentes de la
época que estudiamos, no de la actualidad.
Las grandes tendencias políticas con respecto a los posicionamientos
frente al orden social vigente que identificamos en esta investigación son:
reformistas, revolucionarias, conservadoras–liberales y reactivas. Ahora bien,
al interior de las cuatro pueden aparecer matices como resultados de las
matrices histórico-ideológicas con las que se articulan y los métodos/formas de
intervención política que llevan adelante.
Veamos primero las grandes tendencias políticas. En el campo
de la izquierda pueden diferenciarse dos grandes tendencias.[15] Una atiende a los intereses
particulares o secundarios de las clases explotadas, dirigida a mejorar las
condiciones de venta de la fuerza de trabajo, redistribución de la riqueza, y
en lo político, participación en el gobierno en alianza con otras fracciones de
clase, particularmente la burguesía nacional. Es la “izquierda reformista”, la
“izquierda en el sistema”, es decir, la que no plantea su eliminación. La
segunda atiende a los intereses generales de las clases explotadas: es la
“izquierda revolucionaria”, la “izquierda del sistema”, dirigida contra el
sistema en su conjunto y por la eliminación de las relaciones asalariadas.
Agreguemos que, desde nuestra perspectiva, las tendencias revolucionarias
promueven la independencia política de la clase obrera (clasismo), esto es, la construcción
de organizaciones y alianzas bajo su dirección con la perspectiva de toma del
poder.
En cuanto a la corriente liberal – conservadora ha sido
ampliamente estudiada por la ciencia política y la historia político -
intelectual.[16] Siguiendo la definición de
Norberto Bobbio, Sergio Morresi entiende por liberalismo un sistema de ideas y
prácticas que tiende, en la economía, a la libertad de mercado, y en política,
a la presencia de un Estado con poderes limitados. Para el autor, el contenido
específico del “liberalismo conservador” es: moderación en cuanto al cambio
social; oposición a las redistribuciones progresivas de los bienes y recursos,
pero no a la acción estatal que garantiza un orden; se muestra temerosa de la
democracia y respetuosa de las tradiciones e instituciones heredadas.[17] Distanciándose del
liberalismo clásico, el liberalismo-conservador “cree en la importancia de un
orden social de tipo jerárquico y, aunque comparte la idea liberal de libertad,
cree que sus límites deberían ser fijados mucho más estrechamente que lo que
habían sostenido los liberales”. Mario Lattuada ha definido lo que llama
“formación/tendencias político – ideológica liberal - conservadora”, como una
“constelación” de proyectos y políticas cuyos ejes son “la seguridad jurídica
sobre la propiedad privada del patrimonio, su libre disponibilidad, y el
funcionamiento de una economía abierta donde se expresen libremente las fuerzas
del mercado”, pero además ligado a una vertiente profundamente “antipopular” –
oligárquico en el manejo del poder.[18]
Con “reactivas”, nos referimos a tendencias que también son
conservadoras, pero al contrario de los conservadores liberales, adhieren a
proyectos de sociedad no liberal individualista, y se presentan como defensores
de un orden social pasado, anterior, en donde el Estado puede tener un rol
importante en todos los ámbitos.
En el análisis empírico observamos que estas grandes
tendencias se articularon, con mayor o menor énfasis, con diversas matrices o
formaciones ideológica, en primer lugar en cuanto a sus programas:
nacionalismo, catolicismo, corporativismo, integralismo, liberalismo,
socialismo[19], y en segundo lugar, en
cuanto a sus métodos/formas de lucha: legales-institucionalistas
(parlamentarismo, participación electoral), no legales–radicalizados (lucha
armada, ocupación de empresas y lugares de trabajo, movilización callejera,
lucha económica – huelgas), o reaccionarios (represión, restricción de la
participación), susceptibles de articularse, rearticularse.
Hacemos una distinción entre tendencias políticas
revolucionarias en cuanto a los principios políticos que sostienen, y formas de
lucha e intervención, debido a que, por ejemplo, pueden existir revolucionarios
desarrollando el parlamentarismo, y tendencias reformistas con métodos
políticos radicalizados.
Para acercarse a una caracterización de las tendencias
políticas, se trabajaron las fuentes observando: 1- trayectoria política de
dirigentes, 2- tradiciones ideológicas que aparecen relacionadas en declaraciones
y solicitadas de los grupos políticos, 3- concepciones sobre el estado, la
sociedad, clases sociales, propiedad privada, democracia y el marco
constitucional, 4- posicionamiento en relación a la situación internacional, el
peronismo, las fuerzas armadas, y otros.
Las fuentes escritas trabajadas son de tipo oficial,
periodística y documentos de organizaciones revolucionarias. En cuanto a la
prensa, se ha relevado la información diaria (no se ha construido una muestra)
correspondiente a tres diarios provinciales (El Tribuno, El Intransigente, y en
algunos casos, Norte), y uno nacional (La Nación) del período enero de 1968 –
mayo de 1976. Ambos diarios locales pertenecían a diferentes sectores
políticos, por lo que se pudo contrastar la información, reconstruir los
procesos conflictivos y de enfrentamientos que nos interesa, y analizar
solicitadas y declaraciones de diferentes organizaciones políticas, a las que
no se hubiese podido acceder de otra manera. Se integró al análisis los pocos
documentos escritos de algunas organizaciones política que no suelen tener
acceso a la gran prensa local. Se trata de los boletines del Frente
Revolucionario Peronista y JP–Descamisados.
En cuanto a las fuentes orales y sobre todo memorias
escritas, su uso tuvo como objetivo obtener datos referidos a las tendencias
políticas y ciertos conflictos de la época. Han sido tratadas como otros
documentos históricos, sometidos al análisis y contrastación con
otros tipos de fuentes y materiales bibliográficos.[20]
Sobre las memorias escritas por algunos protagonistas, partimos de que la
memoria se nutre más directamente de la identidad de un grupo, de lo cotidiano,
de la mitificación y de un pasado común[21]
por lo que no es extraño ni debe sorprendernos que la memoria busque culpas y
responsabilidades. Por esas razones, se tuvo especial cuidado con los datos
aportados allí, y fundamentalmente con las calificaciones y pertenencias
aportadas acerca de grupos o personas.
Los enfrentamientos y confrontaciones fueron estudiadas a
partir de la prensa escrita y Actas de debates legislativos, observando:
conflictos que se desataron en espacios públicos o ámbito legislativo acerca de
medidas de gobierno o proyectos de ley, posicionamientos generales, entre
quiénes y cómo se desarrollaron las tensiones y enfrentamientos, a partir de
qué reclamos, intereses y metas, quienes se alinean y realinean, quienes
adhieren, a quienes se oponen, que salida plantean y su resolución.
Características destacables de la
estructura económico social de Salta. 1960-1980
En
este apartado interesa aportar sintéticamente, ciertas características
objetivas sobre la población de Salta en general, la división del trabajo, la
situación de los grupos sociales, como también conjeturas acerca de las
contradicciones latentes a lo largo de 1960-1980.[22]
Durante los veinte años analizados, la provincia se transformó
rápidamente de predominantemente rural, a claramente urbana. De 1960 a 1980, la
población urbana pasa de constituir el 54% (226.899 hab.) al 72% (476153 hab.),
y la rural cae del 45% (185.955) al 28% (186.171 hab.) de la Población
Económicamente Activa.[23]
Esto se vio acompañado por un proceso de concentración de la población
en pocas ciudades, en particular en la ciudad de Salta, que en 1960 aglutinaba
al 29,8% (123.172) de los habitantes y en 1980 al 40% (265.995). Los datos nos
indican una tendencia esperable en el desarrollo del capitalismo según la cual
un porcentaje cada vez mayor de población pasó a vivir en las ciudades y de las
actividades propias de ese espacio (industria, comercio y servicios).
Si analizamos la dimensión “división del trabajo”, que permite
determinar la cantidad de población que pasa de la
agricultura a la industria, es decir, las fuerzas que una sociedad está
destinando a ciertos tipos de producción[24],
observamos una profunda transformación. La población agrícola (aquella que
realiza actividades vinculadas a la agricultura y la ganadería, es decir que
puede no coincidir con la población rural, que es la que reside en el campo),
cae significativamente: “ambas poblaciones tienden a coincidir a medida que se
desarrolla la tendencia a la transformación de la agricultura en rama de la
industria. El desarrollo del capitalismo transforma la agricultura en el
sentido de descomponer las relaciones productivas preexistentes e impone la
relación capital – trabajo asalariado como dominante y una organización capitalista
de la producción”.
Cuadro 1.
Distribución de la población según División Social del trabajo en la provincia
de Salta
|
1960 |
% |
1980 |
% |
1980
PIMSA |
% |
Población
Agrícola |
42089 |
28 |
46894 |
20 |
46894 |
20,6 |
Población
Industrial y Comercial |
75489 |
50 |
101204 |
45 |
113838 |
50,1 |
No
Productiva |
33498 |
22 |
79330 |
35 |
66696 |
29,3 |
Total |
151076 |
100 |
227428 |
100 |
27.428 |
100 |
Fuentes: Cuadro elaborado a partir de los datos
de los censos nacionales de población de 1960, 1980. Para 1980, se colocan los
datos de elaboración propia y los del PIMSA, que varían levemente.
La
población agrícola disminuyó en términos relativos a un ritmo acelerado entre
1960 y 1980, mientras que en términos absolutos prácticamente se estancó. Esta
tendencia a la disminución de la población agrícola coincide con el desarrollo
general del capitalismo en Argentina de 1960 a 1980, que estaría marcando la preeminencia
de un desarrollo capitalista más en profundidad que en extensión tanto en
Argentina como en el espacio de la provincia de Salta. Es decir, ya descompuestas las relaciones
sociales de tipo precapitalista, se pasa al crecimiento de la agricultura y la
industria capitalista donde el tipo de relaciones de esta forma de producción
ya eran dominantes.[25]
Como contrapartida, en términos absolutos se incrementó la población
industrial y comercial. El dato que también se destaca es el aumento de la
población “no productiva”, (aquellos que perciben un ingreso sin participar de
la actividad económica: jubilados y pensionados, trabajadores no especificados,
personal de las fuerzas armadas, profesionales, y trabajadores de servicios
personales y afines).[26]
En la provincia de Salta dominan las relaciones de producción
capitalistas, asalariadas, donde el peso del proletariado es claro a lo largo
de los veinte años analizados:
Cuadro 2. Distribución de la población
en grupos sociales fundamentales en Salta[27]
|
1960 |
% |
1970 |
% |
1980 |
% |
1980** |
% |
GB |
1815 |
1.4 |
1400 |
0.8 |
1362 |
0.6 |
1362 |
0.7 |
PBA |
13520 |
10.4 |
17000 |
10.4 |
19017 |
9.4 |
20408 |
10.4 |
PBP |
16882 |
13 |
24050 |
14.8 |
31860 |
15.7 |
34955 |
17.8 |
P Y SP* |
98071 |
75.2 |
121800 |
74 |
151224 |
74.3 |
139744 |
71.1 |
Total |
130288 |
100 |
164250 |
100 |
203463 |
100 |
196469 |
100 |
Fuente: Elaboración propia a partir
de los Censos Nacionales de población de 1960, 1970 y 1980. Dirección General
de Estadísticas y Censos de Salta. (Ver cuadro 1, 2 y 3 del Anexo). * Se han
incluido los desocupados. ** Estos datos sobre 1980 son elaborados por Nicolás
Iñigo Carrera y Jorge Podestá.
Los datos
elaborados muestran un proceso de concentración de la gran burguesía (GB) a lo
largo de estos veinte años. La pequeña burguesía en su conjunto creció en
proporción (25 a 28%), pero sobre todo las capas más pobres (PBP), lo que puede
obedecer al aumento del cuentapropismo por pérdida de puestos de trabajo
asalariado.
El incremento de la riqueza producida se puede observar en el constante
crecimiento del Producto Bruto Geográfico (PBG): con base 100 en 1970, en 1971
es de 96, en 1975 es de 118, y en 1980, de 153.[28]
Según ese mismo indicador, de 1970 a 1985 prevaleció el crecimiento de un único
sector de la economía: el terciario (comercio, transporte, finanzas, seguros,
inmuebles, servicios comunales, sociales y personales), en particular el
renglón “servicios”, que abarca la administración pública, y “finanzas”. Además, era el sector de mayor peso en la
economía en términos relativos. El segundo sector en participación del PBG de
la provincia era el secundario (industria manufacturera, construcción,
electricidad y gas). El renglón más importante era la industria manufacturera,
aunque a mediados de 1975, los diarios de la provincia describían una grave
crisis de la mediana y pequeña industria metal mecánica orientada a la
agricultura.[29]
En cambio, se registra el crecimiento de la construcción, la electricidad, gas
y agua. Por diversas fuentes puede afirmarse el peso numérico de la pequeña y
mediana industria[30],
salvo en el caso de la elaboración y refinamiento de azúcar, petróleo y minería
con rasgos de gran industria.
Una hipótesis que surge de la indagación, es que la debilidad de la
burguesía industrial propiamente dicha, el tipo de industria desarrollado en la
provincia (vinculada a la fracción agraria) y el proceso de concentración de la
riqueza que caracterizó el período, tendió a favorecer alianzas entre capas
medias de la burguesía agraria, industrial y comercial. Es más, muy
probablemente, esa debilidad de la burguesía local, llevó a que los intereses
agrícolas, industriales y comerciales no fuesen contradictorios en este
momento, ya que la burguesía había diversificado sus inversiones, por lo que
los antagonismos intraclase podrían haberse producido entre capas de la
burguesía más o menos concentradas.
El conjunto de actividades del sector primario
(agricultura-silvicultura-ganadería y explotación de minas y canteras), tercera
actividad económica en cuanto a participación en el PBG, registran un notable
retroceso, pero sobre todo por la crisis sostenida de la ganadería. Sólo la
agricultura crece incesantemente de la mano de cultivos de exportación como el
tabaco, la soja, el poroto, y otros como la vid, y la caña de azúcar.
En la mayoría de estos cultivos, predominaba la gran propiedad. La
concentración de la tierra en menos manos es un proceso notable según los datos
de los censos agropecuarios de 1969 y 1974. En este último año, el 4% de las
explotaciones tenían más de 2500 hectáreas y concentraban el 81,5% de la
tierra, mientras que las restantes explotaciones sólo disponían del 18,5%. El
porcentaje de tierra explotada por sus propietarios había ascendido al 88,7%,
los arrendatarios sólo ocupaban el 7,7, los aparceros el 0,8, y el 2,8 estaba
bajo otras formas de tenencia.
Ciertas capas medias de la burguesía agraria, amenazada por el proceso
de concentración de la propiedad, la entrada de capitales externos[31]
y el tener que vérsela con “monopolios” (ya sea relacionados al tabaco, o
comercializadoras de poroto y soja), puede hacerla proclive a alineamientos con
otras fracciones de clases sociales.
El proletariado es el componente
mayoritario de la estructura social salteña y recorría una tendencia al
crecimiento en términos absolutos. La misma estructura puede imponerle
dificultades en su organización debido a su baja concentración en lugares de trabajo
(tanto en el campo como en la ciudad, con la excepción de ramas concentradas de
la industria ya señaladas), la existencia de la pequeña y mediana industria en
la capital, y su dispersión geográfica.
Hasta la década del setenta una fracción considerable del proletariado
estaba constituida por obreros rurales.[32]
Su disminución hacia 1980 se debió al proceso de urbanización, al cambio en los
procesos de trabajo y a la mecanización masiva en curso, es decir, el conjunto
de modificaciones en el campo salteño que manifiestan la transformación de la
agricultura en rama de la industria. Tanto para el tabaco, el poroto y la caña,
diversas fuentes afirman “una tecnificación total, que se tradujo en grandes
inversiones en maquinaria, tractores y herramientas”.[33]
La fracción industrial del proletariado, tiene el mismo peso numérico
que la fracción agraria, aunque el vinculado a la industria manufacturera
estrictamente hablando, constituye la tercera parte. El 65% del proletariado
industrial salteño se agrupaba en tres tipos de industria: producción de
alimentos, bebidas y tabaco, industria de la madera y fabricación de
maquinaria. Son las tres ramas en las que se ocupan mayor cantidad de
trabajadores, y de las que más establecimientos industriales existen.
Las refinerías de azúcar y la “industria del tabaco” (preparación de
hojas) eran las que mayor número de trabajadores centralizaba por
establecimiento (la primera tenía un promedio de 1050 trabajadores en dos
establecimientos y la segunda, un promedio de 102 en cada uno de los 6
existentes). Entre el proletariado inserto en la industria vinculada a la
producción de maquinaria y equipos, puede verificarse un promedio de 20 y 40
trabajadores por establecimiento. Es necesario establecer si el peso de la
pequeña y mediana propiedad en la industria salteña de la época, contribuía al
surgimiento de contradicciones secundarias en la clase obrera industrial.
A mediados de la década del setenta, el peso de los trabajadores del
comercio y servicios lo ubica como la fracción más importante del conjunto de
la clase obrera de la provincia. Es necesario aclarar que, según el censo de
población de 1980, el 60% de estos trabajadores eran empleados u obreros del
sector público de los servicios (28.970). Otros datos confirman las dimensiones
de este sector: según la prensa, una huelga de agosto de 1974, había obtenido
una adhesión del 99%, lo que comprometía a 15.000 trabajadores del Estado.
Aunque no es posible determinar su número en 1960, los docentes y
profesionales asalariados sumaban entre 11000 y 14000 personas en 1980 según la
fuente[34],
es decir, por lo menos el 20% de la pequeña burguesía estaba inserta en
relaciones salariales. Docentes y profesionales asalariados del sector público
adquirieron un peso relevante en la estructura social de Salta. Concentrados en
lugares de trabajo ligados a través de fuertes sindicatos, y la existencia de
un único patrón (el Estado), potencia sus capacidades de organización y
unificación de intereses.
Podríamos señalar que, considerando como “masa trabajadora y explotada”
tanto al proletariado, los desocupados y la pequeña burguesía pobre (en proceso
de pauperización y proletarización), su porcentaje en la población total creció
de 88% en 1960 a 90% en 1980 (a nivel nacional constituía el 86% el mismo año).
Para complementar la imagen sobre el peso de las relaciones capitalistas
en la provincia, agreguemos que investigaciones sobre la misma temática
muestran que en 1960 en República Dominicana, menos de la mitad de la población
económicamente activa estaba inserta en relaciones asalariadas (44%), mientras
que los trabajadores por cuenta propia, aproximación a la pequeña burguesía
pobre, se elevaba a otro 44%.[35]
No es posible extendernos en las condiciones de vida en relación a
salud, vivienda y alimentación, pero las fuentes muestran un panorama de
pauperización. En cuanto a la desocupación, según la UDEES (Unión de Entidades
Empresarias Salteñas) en 1972 llegaba a un 17,5% en la provincia.[36]
Estas son algunas hipótesis acerca de los antagonismos sociales objetivos que
caracterizan el escenario salteño de la década del setenta, y el marco en el
que se mueven, enfrentan y alinean los actores sociales que se tratarán más
adelante.
Tendencias políticas en Salta.
1972-1976
Como se afirmó en la sección metodológica, en
las luchas y confrontaciones las diferentes fracciones producen alianzas “cuya
lógica es particular, histórica, independiente de la situación estructural de
cada fracción considerada”[37] y en donde intervienen “creencias,
expectativas y lealtades”. Analizadas las condiciones materiales generales,
estudiamos el proceso político en el que, quienes actúan, “pierden la fijación”
con la que aparecen en la estructura.
Luego de la conmoción producida por el ascenso
de las luchas obrero - estudiantiles durante 1968 a 1971 en todo el país, el
régimen encabezado por Agustín Lanusse lanzó una estrategia de
“institucionalización” del país[38],
dirigido a legalizar los partidos de la burguesía y recomponer la profunda
crisis del Estado. Aunque no corresponde al período de estudio de esta
investigación, cabe recordar que en la provincia de Salta se desarrollaron
movilizaciones y enfrentamientos callejeros de diversa envergadura entre una
fuerza social constituida por la clase obrera y la pequeña burguesía que
contenía tendencias reformistas y revolucionarias, contra las fuerzas
represivas del estado a lo largo de 1969 – 1972.[39]
En todos los enfrentamientos, las metas expresadas por sus protagonistas
terminaron trascendiendo y articulándose con denuncias al régimen. Se
desarrollaron las formas de lucha y organización clásica del período
consistentes en la acción directa que supera las instituciones y organizaciones
particulares: asambleas obrero - estudiantiles, movilizaciones, piquetes, actos
relámpago, ocupación de calles y zonas de la ciudad, uso de dinamita para
atentados sin bajas humanas en estaciones de trenes o empresas, barricadas y
enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la policía y ejército. Hasta 1972 inclusive,
se trató de un período de ascenso de las luchas sociales en Salta, y de un
proceso de formación de una fuerza social revolucionaria que se desprendía de
la fuerza social movilizada contra el régimen.
Desde 1972 los partidos políticos comenzaron su reorganización previa a
la nominación de los candidatos para las elecciones generales del 11 de marzo
de 1973. El proceso fue muy conflictivo en la mayoría de los partidos[40],
atravesados por la lucha entre tendencias internas. El análisis de diferentes
fuentes y las herramientas conceptuales explicadas en la primera parte,
permitió construir un “mapa” de tendencias, sin pretensiones de abarcar la
totalidad del panorama político salteño.
Al interior del peronismo provincial, encontramos diversos agrupamientos
con tendencias políticas más o menos definidas. Del estudio del conjunto,
podemos decir que existe: una tendencia
revolucionaria socialista, abiertos a la participación política legal sin
abandonar la lucha armada y la organización militar clandestina. Vemos al
Frente Revolucionario Peronista (FRP) como impulsor de esa tendencia, con
contradicciones al sostener el liderazgo de Perón y una eventual alianza entre
las clases explotadas (obreros, campesinos y pequeña burguesía urbana) con la
burguesía nacional. Ello, “hasta lograr el desarrollo de una conciencia
socialista” que permitiera llevar adelante un proceso de transformación social
que ponga fin a relaciones de explotación. Reconocían la existencia de la lucha
de clases y valoraban positivamente experiencias socialistas en el mundo.[41]
Una tendencia reformista, con
el común denominador de sostener la necesidad de una alianza dirigida por capas
medias de la burguesía industrial y agraria, incorporando a la clase obrera,
bajo el principio de la “justicia social” a partir de un cambio “moral”,
cristiano y nacionalista. No cuestionaban las relaciones de explotación y se
distanciaban de experiencias socialistas en el mundo. Las variantes que
observamos en este arco reformista son: una
tendencia legal institucionalista, encarnada en la Lista Verde del PJ y en
la figura de Miguel Ragone, abierto a integrar e institucionalizar a tendencias
revolucionarias y radicalizadas (Montoneros, FRP) lo que le otorgaba un cariz
democrático distintivo, y a encarar transformaciones en el capitalismo en el
marco de la ley.[42]
Otra que denominamos reformismo
radicalizado, en el caso de JP – Montoneros, dispuesto al desarrollo de la
lucha armada para consolidar un capitalismo de estado garantizando la propiedad
privada de la burguesía, para luego, según ellos, pasar a una etapa
“socialista”.[43]
Y finalmente lo que llamamos reformismo
“verticalista”, a falta de un mejor nombre. Esa última tendencia era la que se expresaba en la Agrupación
Reconquista, su rama juvenil y un sector gremial en su mayoría estatales, que
si bien compartía muchas de aquellas ideas, no sólo rechazaban la lucha armada,
sino también la integración de sectores radicalizados y a toda confrontación
con Perón.[44]
Esto último, para delimitarse de los ex vandoristas y del neoperonismo de los
años sesenta, del “montonerismo”, y en defensa del programa histórico del
peronismo sin alteraciones.
Por último, encontramos tendencias
reactivas-reaccionarias, que van del nacionalismo católico corporativista,
antiliberal, impulsado por la lista Celeste y Blanca del PJ y un representante
de la burguesía agroindustrial, Juan Carlos Cornejo Linares[45],
hasta el nacionalismo con tintes corporativistas y herederos del vandorismo,
encarnado en la Lista Azul y Blanca del PJ y fracciones del movimiento obrero
ligados a la UOM.[46]
En el caso de Salta, la reorganización del Partido Justicialista,
organización y desarrollo del congreso partidario y las listas de candidatos,
quedó en manos de Juan Carlos Cornejo Linares, es decir, el líder de la
tendencia reactiva–reaccionaria nacionalista católica.[47]
El proceso que culminó con la nominación de Ragone – Ríos como candidatos a
gobernador y vice, se desarrolló en un congreso partidario de diciembre de
1972, y resultó en una coalición entre agrupamientos del PJ de tendencia
reformista y sus variantes (Lista verde, Reconquista, parte de Montoneros y
JP), organizada por el nacionalismo reactivo- reaccionario contra la tendencia
corporativista-vandorista (Lista Azul y Blanca y su sector sindical).
Habiendo caracterizado cada agrupación/tendencia, y mostrado que eran
transversales al PJ, es decir, cada una contaba con políticos, gremialistas y
sector juvenil, los enfrentamientos descritos no pueden ser explicados como la
puja entre las “ramas” del peronismo. Por lo menos en Salta y en la etapa que
analizamos, no observamos el choque entre esos tres bloques como unidades
homogéneas. Además, al haber elaborado una primera caracterización de cada
tendencia, observamos que la fórmula “lucha entre izquierda y derecha
peronista”, oculta una diversidad de posicionamientos y concepciones que no
pueden pasarse por alto. Insistimos, ¿cómo puede ser considerada de “izquierda”
la coalición representada por Ragone donde fue evidente el peso que adquirió en
la misma el nacionalismo más reaccionario y el reformismo histórico –
verticalista y anti montonero de Reconquista?
Por fuera del PJ, también sostuvieron tendencias reformistas
institucionalistas: el Partido Revolucionario Cristiano (PRC), Frente de
Izquierda Popular (FIP), Movimiento de Integración y desarrollo (MID), y parte
de la UCR. Tanto en sus declaraciones como en las acciones resueltas en
relación a la posible proscripción electoral de Perón y el FREJULI,
consideramos que estos partidos fueron expresiones de una tendencia reformista
de pequeña burguesía y burguesía industrial.[48]
Si bien podríamos colocar al FIP como el más claro en relación a sus ideas
sobre la propiedad privada y más cercano al socialismo, o señalar un cierto
utopismo cooperativo comunitario en el caso del PRC, estos partidos coincidían
con las tendencias reformistas que se expresaron al interior del peronismo.
Principalmente, con la vertiente institucionalista democrática representada por
Ragone: centralidad de un régimen dirigido por Perón, industrialización y
distribución de la riqueza a partir de la formación de un frente aglutinado en
“lo nacional” como opuesto a lo “oligárquico – dependiente” pero también
opuesto al “socialismo internacional” e, implícitamente, a la dirección obrera
del proceso (como sí lo planteó el Frente Revolucionario Peronista). Formaron
en conjunto una fuerza social reformista. A lo largo del proceso histórico que
analizaremos, la mayoría de estos partidos no tuvieron una intervención
notable, ni en la acción concreta ni en la exposición de sus posicionamientos
respecto a los conflictos y luchas del período 1973 – 1976, o por lo menos las
fuentes no alcanzan para caracterizar esa intervención.
En cuanto a los partidos plenamente o afines a tenencias
liberal-conservadoras, según el análisis realizado[49],
el rasgo compartido por la mayoría es el haber tenido estrechas vinculaciones
con regímenes dictatoriales anteriores (fracciones de la UCR, Nueva Fuerza y
Movimiento Federal, estaban directamente señalados como “partidos de la
dictadura”), y contar entre sus dirigentes y candidatos a directivos de
corporaciones empresarias vinculadas al sector agrícola y agroindustrial:
Cámara del Tabaco, Cámara Regional de la producción, de Comercio Exterior, de
Comercio e Industria, Sociedad Rural. Es decir, parece ser estrecha la relación
entre los representantes de las clases (en lo corporativo), y sus
representantes ideológicos.
En general compartían la prioridad del “orden y la paz social”, la
estabilidad jurídica e institucional, ante un panorama que algunos de ellos
califican como de enfrentamientos sociales agudos. Si bien son elementos
presentes en ciertas tendencias dentro del peronismo, en los partidos liberales
se enlazaban a la fuerte defensa del capital privado y el rol positivo del
capital extranjero, la economía de mercado y la libre competencia. Defendían un
Estado con funciones limitadas, y en el caso de Nueva Fuerza, un fuerte
antiestatismo y anti intervencionismo. En estos partidos encontramos los
lineamientos característicos de las tendencias liberal – conservadoras
señaladas por Mario Lattuada[50],
en particular, que se auto consideran por encima de la polarización radicalismo
– peronismo.
En relación a diferencias de principios entre estos partidos, podríamos
señalar que, además de los matices en cuanto al rol del Estado y el capital
extranjero, el peronismo constituye uno de aquellos principios que dividen a la
burguesía local, y fundamentalmente el qué hacer con las tendencias más
radicalizadas del mismo. Unión Provincial y Nueva Fuerza, expresan una posición
abierta y rotundamente negativa de la experiencia peronista, que no es el caso
del Movimiento Federal, Partido Conservador Popular, Movimiento Popular Salteño
o UCR, y además comparten un feroz anticomunismo que tiñe a aquellos dos
partidos de tintes potencialmente reaccionarios.
El proceso abierto luego de las elecciones no dejaría al jugador en el
mismo lugar de 1972-1973. Algunas tendencias se definieron con mayor claridad,
se realinearon o disolvieron al calor de las tensiones que analizaremos más
adelante.
Alianzas y coaliciones entre 1972 y 1976
Teniendo en
cuenta algunas de las condiciones objetivas materiales de la estructura
económica del período y las tendencias políticas que se expresaron y
delinearon, pasamos a estudiar el proceso histórico concreto de
articulación/coalición, ruptura y realineamientos políticos y sociales según un
ensayo de periodización. Optamos por exponer los rasgos generales de la misma,
señalando sólo algunos procesos y fuentes que llevaron a la construcción de la
misma.
La reorganización partidaria del PJ local para
las elecciones de marzo de 1973 precipitó una coalición entre una diversidad de
tendencias reformistas y reaccionarias – reactivas, que sostuvieron la fórmula
Miguel Ragone-Olivio Ríos para la gobernación. Coalición amalgamada bajo el
signo del reformismo institucionalista democrático representado por Miguel
Ragone y la Lista Verde, pero donde anidaban tendencias
reaccionarias-reactivas. En el curso de los primeros meses de gobierno, a esta
coalición se agregaron otros partidos (PRC, FIP, MID) y corporaciones
empresarias (CGE-UDEES), por lo que podemos hablar de una amplia coalición que
involucró una diversidad de partidos cuyas tendencias reformistas confluyeron
con el peronismo. Organizaciones con tendencias revolucionarias (FRP,
militantes o ex militantes del PRT)[51],
no llegaron a integrarse plenamente y mantuvieron una tensa relación.
A partir del análisis de la formación del gabinete, medidas de gobierno
y manifestaciones de sindicatos, en el plano de las alianzas de clase, aquella
coalición involucró a amplias franjas de la burguesía (principalmente mediana y
pequeña burguesía agraria e industrial) pequeña burguesía proletarizada y
fracciones de la clase obrera agraria e industrial como ceramistas y del
tabaco), bajo la dirección de capas medias de la burguesía agroindustrial e
industrial, vinculada al agro o al Estado en el caso de la construcción. En el
análisis de la estructura se observa que capas de la burguesía agraria
(frutihortícola, vitivinicultura) estaba orientada al mercado interno, y en
otros casos (tabaco, poroto) al externo, pero dependía de monopolios instalados
para la exportación, con los que antagoniza. Además, depende del apoyo estatal
para la política de subsidios, de aranceles y de crédito.
La composición social de la alianza se manifestó en la designación de
profesionales y empresarios industriales en el gabinete de Miguel Ragone, en el
apoyo otorgado por sindicatos de trabajadores del Estado (municipales, de la
provincia, bancarios, docentes) y organizaciones estudiantiles. Gran parte de
las cámaras empresarias, representación de diversas capas y fracciones de la
burguesía salteña, formó parte de la alianza reformista con expectativas en la
estabilidad social e institucional, participación en organismos de crédito
(Banco Provincial), el proteccionismo hacia su producción agrícola y
agroindustrial orientada al mercado interno, o en “tensión” por la intervención
del capital extranjero y desarrollo de procesos de concentración. ¿Contra
quién? Contra fuerzas que en esta primera etapa aparecen dispersas, pero que
eran potenciales integrantes de otra fuerza social: por un lado, capas
acomodadas de la burguesía o gran burguesía (Sociedad Rural, Cámara Regional de
la Producción), por otro, grupos de tendencia reactiva y reaccionaria dentro
del peronismo, y finalmente, contra potenciales directores de una fuerza social
revolucionaria.
Las alianzas ni son homogéneas en cuanto a los intereses que defienden,
ni se mantienen inmutables en su composición. Afirmamos que, ya sea por el
logro de los objetivos propuestos, por variación de las condiciones generales o
por formación de otras fuerzas, pueden descomponerse, y reconstituirse tras
otros objetivos. Para el análisis de este movimiento, es clave la observación
de momentos de confrontación política y de enfrentamientos sociales que pueden
determinar el traspaso de la iniciativa política de uno a otro sector y así
cambiar el carácter del período.
En el caso del período de estudio en esta investigación (1972-1976),
hemos identificado cuatro etapas.
La primera abarca desde la formación de la coalición político – social
que triunfó en las elecciones provinciales de marzo de 1973 hasta
septiembre/octubre de 1973, cuando apareció en escena una fuerza social
peronista de carácter reactivo y reaccionario durante el intento de ocupación
de la Casa de Gobierno provincial.
Durante esta primera etapa la coalición ragonista asumió en los hechos
una orientación reformista, dirigida a desarrollar una colonización capitalista
en el campo y una industria vinculada al agro sin afectar los intereses de la
gran propiedad.[52]
En esta primera etapa, empeñado en su ideal de abrir la participación, el
gobierno peronista local se vio envuelto en la contradicción de querer
conciliar tendencias de difícil articulación. En palabras de Bonavena:
Las luchas democráticas de carácter burgués
agotan la democracia en la simple formalidad, en la representación formal de
las distintas expresiones sociales, políticas o ideológicas (…) En tanto, las
luchas democráticas de carácter obrero, son luchas democráticas de contenido
real, de “centralismo democrático” (…) de un carácter horizontal, sin
delegaciones o concentración de poder en unos pocos. [53]
Las luchas
políticas de la clase obrera encontraron su punto de mayor ascenso con la
ocupación del edificio de la CGT en junio de 1973 por parte de sindicatos
antiburocráticos y organizaciones revolucionarias que disputaban la dirección
política de esa clase. El gobierno peronista local logró neutralizarlas, y a
partir de allí, las luchas comenzaron a sufrir un descenso, aunque no a
desaparecer. A la vez, el FRP intensificó su distancia política con la
coalición reformista, se propuso como un “partido obrero en construcción”[54],
y se acercó a organizaciones de tendencia revolucionaria socialista como el
PRT.[55]
Junto a la variación en la situación nacional marcada por la masacre de
Ezeiza de junio de 1973[56]
y el desplazamiento del presidente Héctor Cámpora, la derrota en el control de
la central obrera salteña por parte de tendencias revolucionarias marcó el
inicio de la descomposición de la coalición que reunía a reformistas (tanto
moderados como radicalizados) y revolucionarios bajo la figura de Ragone.
Matizando una afirmación de Pablo Bonavena sobre el tema, el gobierno de
Ragone no tuvo el apoyo de los grupos revolucionarios del peronismo.[57]
Más bien, se hallaba en permanente tensión con ellos (siempre que sólo
consideremos como “peronismo revolucionario” en Salta sólo al FRP), alternando
entre la colaboración y el conflicto. El gobierno peronista salteño encaró el
objetivo de institucionalizarlos, actuando como barrera de contención de
cualquier impulso al proceso revolucionario que se vivía desde 1969. Aunque
logró esa contención, la aparición de este actor generó fricciones al interior
del peronismo (hasta marzo de 1973 sus principales dirigentes habían estado
detenidos).
En un relativo estado de latencia desde su derrota en el congreso del PJ
de diciembre de 1972, los agrupamientos políticos – sindicales peronistas
opositores al reformismo institucionalista del gobernador, se hicieron presentes
como una fuerza social en formación mediante el intento de ocupación de la casa
de gobierno en septiembre de 1973.[58]
Este enfrentamiento, y luego las “ordenes reservadas” de Perón el 1 de octubre[59],
fueron hitos que anticipaban el cambio en las coaliciones y alianzas en la
provincia. Si bien puede afirmarse que del enfrentamiento resultó formalmente
triunfante Miguel Ragone ya que permaneció en el gobierno y se expulsó a los
asaltantes de la sede gubernamental, determinó un realineamiento de su gobierno.
Desde aquí vemos una segunda
etapa. Se produjo la ruptura con sectores que habían sido un fuerte sostén (los
“verticalistas” de Reconquista), se dio curso a la “depuración” a través del
desplazamientos de buena cantidad de funcionarios cuestionados por izquierdistas,
se dictaron medidas represivas[60],
y se perfiló una coalición con partidos de tendencia “semi liberal –
conservadora”, como hemos definido a sectores de la UCR y el MPS. La primera
etapa en la que se hablaba de un “revolución en paz”, derivó hacia otra donde
primó la “búsqueda del orden” y la estabilidad institucional.
De estos enfrentamientos, otros procesos que se desencadenaron fue la
unificación y acuerdo entre corporaciones de la burguesía salteña (unión CGT –
UDEES), y, por otro lado, entre fracciones del movimiento obrero.
La segunda etapa (fines de 1973 a noviembre de 1974, fecha de la
intervención federal) se caracterizó por la confrontación y negociación
permanente entre agrupamientos de tendencias reformistas institucionalistas en
el gobierno provincial en búsqueda de afirmar una coalición con otros partidos,
y una fuerza social opositora al mismo con el objetivo inmediato de destituir
al gobernador.
La condena del peronismo salteño al hecho protagonizado por el Ejército
Revolucionario del Pueblo en la ciudad de Azul en enero de 1974 fue unánime[61],
y se convirtió en una circunstancia que permitió al gobierno provincial
remarcar su distancia respecto de la izquierda revolucionaria. Al mismo tiempo,
fue explotado por la oposición a Ragone para reanimar el enfrentamiento
organizando dos paros contra el gobierno. El grupo Reconquista se enfrentó
abiertamente a la coalición de la que había formado parte, logró controlar al
PJ y coincidió en acciones con la llamada “derecha peronista” (Lista Azul y
Blanca, CGT), coincidencia de corta duración.
Los paros de la CGT contra Ragone[62]
fracasaron desde el punto de vista de la adhesión, pero igualmente el gobierno
provincial cedió a la “depuración”, por lo que el fracaso fue relativo. Por
otro lado, desde aquí fue más claro el intento de fortalecer su alianza con
organizaciones de la burguesía acomodada agraria e industrial, coaligándose con
sus expresiones políticas: Unión Provincial, Movimiento Popular Salteño y Unión
Cívica Radical[63],
para enfrentar la intervención federal y el cierre de los espacios de
representación que eso significaba.
A la distancia que Ragone estableció con el FRP, se sumó su contribución
a la desmovilización de quienes salían en defensa de su gobierno como era el
caso de algunos sindicatos de trabajadores estatales, del tabaco y otras
organizaciones políticas. La clase obrera hizo cada vez más intensa su
movilización contra el Pacto Social[64]
y por reivindicaciones inmediatas, estableciéndose una situación de tensión con
el gobierno peronista provincial al que habían respaldado. Desde fines de 1973
y todo 1974, se desarrollaron las huelgas locales contra el Pacto Social: paros
por aumento salarial o equiparación de haberes de bancarios, docentes,
panaderos, obreros del tabaco, municipales de toda la provincia, cerveceros,
ceramistas, del cemento, gas del estado, Sindicato Argentino de Prensa, CEOAP
(empleados y obreros de la administración pública), municipales y obreros del
azúcar de El Tabacal, en medio del acuartelamiento de la policía por mejoras
salariales y equiparación con el resto de la administración pública. Estos
paros formaron parte de planes de lucha con paros progresivo por varios meses,
paros por tiempo indeterminado y olla popular (ceramistas y cemento), y sólo en
un caso derivó en una movilización (CEOAP). En algunos casos (bancarios y
municipales) rechazaron el apoyo ofrecido por la CGT local, considerando que
“nunca había apoyado su lucha reivindicativa”, y los reclamos desembocaron en
la expulsión de dirigentes (bancarios, municipales y cemento) y repudio al
secretario de trabajo de la provincia, Benito Moya (UOM). Por lo que se sabe,
ninguno derivó en enfrentamientos callejeros característicos de 1969/72.
Desde octubre de 1974 se aceleraron los operativos represivos, tendientes
a asegurar la llegada de una intervención federal sin sobresaltos. El ex
gobernador facilitó su renuncia y asistió a la asunción del gobierno que lo
derrocó en noviembre de 1974. La ausencia de resistencia (más allá de las
gestiones realizadas por los partidos liberal – conservadores en apoyo de
Ragone y en contra de la intervención) y los posicionamientos adoptados por los
actores políticos, muestra por un lado que la circunstancial coalición
opositora se había impuesto en el peronismo, y por otro, que la mayoría de la
pequeña burguesía pobre representada en algunos gremios de trabajadores
estatales, parecían haber abandonado la alianza a la que había pertenecido
desde 1973. No encontramos movilizaciones estudiantiles durante el período,
actor protagonista de las luchas de 1969-1972.
Más allá de la figura de Miguel Ragone, lo que el régimen inaugurado en
marzo de 1973 pretendía era reconstruir la legitimidad del Estado burgués
convocando a una amplitud de sectores, luego del período de crisis abierto en
1969. Ese fue el intento del reformismo institucionalista salteño. ¿Por qué se
produjo la intervención a Ragone? Si bien esta investigación no tiene fines
comparativos, sabemos que existieron provincias que no fueron intervenidas a
pesar de que se trató de casos más urgentes que el de Salta, por ejemplo, San
Luis. Allí, el gobernador Elías Adre, a diferencia de Miguel Ragone, rechazó
explícitamente la “caza de Brujas” desatada, se opuso abiertamente a la
candidatura de Isabel Perón como vicepresidente para las elecciones de
septiembre de 1973 y tomó medidas de apoyo a la JP – Montoneros.[65]
En el caso de Ragone, a la crisis política y económica nacional y la
agudización de la protesta local contra el pacto social, no puede descartarse
desde las motivaciones personales del propio gobernador quien simplemente
claudicó en sus objetivos políticos como líder, hasta la unidad cada vez mayor
del PJ provincial contra el gobernador, y la misma tesitura adoptada por los
senadores nacionales que habían promovido su candidatura (Armando Caro y Juan
Carlos Cornejo Linares).
Luego de la Intervención federal de noviembre de 1974, se impusieron las
tendencias verticalistas, reactivas y corporativas del peronismo. Tendencia
bien reflejada en la nota de apoyo enviada por el delegado regional de la CGT
local (Raúl López) con motivo de la inauguración de la Feria Internacional Agro
– industrial del NOA, al titular de la Comisión Ejecutiva, Daniel Patrón
Costas, donde decía:
Es nuestro convencimiento que para lograr el
éxito que ansía nuestro pueblo siempre permanezcan unidos los argentinos y esto
implica que la trilogía gobierno, empresarios y obreros mantengan una total y
activa participación en el diálogo y las utilidades (…) nos sentimos parte de
lo que la feria internacional exhiba porque de nuestras manos salen y con
nuestro trabajo se moldean las máquinas que hacen caminar el progreso del
pueblo argentino.[66]
Días antes,
la CGT incorporaba a las fuerzas armadas en esta “trilogía”. Sólo quedaba el
llamamiento a la iglesia para completar la convocatoria a las corporaciones del
orden. En una misa de homenaje al ejército, el líder de la CGT distinguió a los
“hombres caídos por defender el porvenir y la grandeza de la nación” (…) el
pueblo y las fuerzas armadas son los pilares indestructibles en los que se
asienta el futuro de nuestra nación (…) las fuerzas del trabajo y las fuerzas
armadas están unidas con un solo fin que es el de la reconstrucción y
liberación nacional.[67]
En términos generales, la etapa
que se abrió de noviembre de 1974 hasta la siguiente intervención federal de
fines de 1975, se inició con la llegada al gobierno de una coalición entre toda
la oposición político – sindical peronista a Ragone, que una vez logró el
objetivo de destituirlo, se disgregó nuevamente. Esta primera intervención
federal encabezada por el cordobés Alejandro Mosquera, comenzó con la
aprobación de la CGT, 62 Organizaciones, Juventud Sindical Peronista, Lista
Azul y Blanca y algunos integrantes de la Agrupación Reconquista. Pero la
supuesta unidad alcanzada contra el gobierno anterior, se vio afectada por
diversos hechos de alcance nacional y provincial. Las pugnas nacionales en
torno al control del PJ y la orientación de la política económica que
enfrentaba a los sectores cercanos a López Rega contra el movimiento obrero
alineado a la UOM, impactaron a nivel local. Sectores de la CGT y la Lista Azul
y Blanca se retiraron de la coalición gobernante en la provincia, y se produjo
la ruptura de la CGT, las 62 Organizaciones y de todas las agrupaciones
peronistas. A mediados de 1975, la clase obrera y pequeña burguesía se
movilizaron por reivindicaciones salariales, pero en Salta no se desarrollaron
con la agudeza de otras zonas del país.[68]
Mientras las tendencias reformistas institucionalistas dejaron de intervenir
públicamente en el escenario político.
Contrastando con el proceso de disgregación del peronismo y sus
organizaciones, las diversas fracciones de la burguesía (poroto, tabaco,
tambos, construcción) desarrollaron un proceso de movilización y unificación
corporativa durante 1975, como no se había visto en la etapa anterior. Había
finalizado la “tregua” que había permitido el interín democrático de 1973, y
crecía la formación de una fuerza social con dirección del empresariado local,
y apoyo de los partidos de tendencia liberal – conservadora, al calor de la
pronunciada crisis económica y el rechazo generalizado a la reforma fiscal de
Mosquera, quien debió renunciar en septiembre de 1975 por el repliegue del
lopezreguismo a nivel nacional.
La última etapa, de fines de 1975 a marzo de 1976, se podría simplificar
aquí en dos procesos ya marcados por un clima de golpe de estado.[69]
Por un lado, dos intervenciones federales que expresaron dos frágiles
realineamientos dentro del peronismo nacional y local. El primero, encabezado
por Ferdinando Pedrini, con el apoyo y participación de una parte de la Lista
Azul y Blanca y la fracción que le correspondía del movimiento obrero
(detractores del ministro López Rega). No sólo se mostraron tolerantes hacia lo
que antes habían llamado la “izquierda peronista” y a la que tanto habían
combatido, sino que nadie negó el acuerdo entre ellos, al que se sumaba el
partido de la llamada “oligarquía” liberal conservadora (MPS). La segunda
intervención (fines de febrero de 1976), encabezada por René Orsi, apoyada por
los ex miembros de la agrupación Reconquista, alineados nacionalmente al
“verticalismo” isabelista y lo que quedaba del círculo de López Rega.
El segundo proceso fue el de movilización creciente y toma de iniciativa
por parte de la burguesía local. Ya no se trataba sólo de reclamos económicos.
El carácter político de las movilizaciones se fue haciendo cada vez más
explícito. El 16 de febrero de 1976 se produjo un lock out patronal, que obtuvo
el apoyo de las principales fuerzas liberal - conservadoras de la provincia
reunidas en la Alianza Provincial (Unión Provincial, Nueva Fuerza y Movimiento
Federal) que calificaron la actitud del “genuino empresariado nacional” de
“valiente y patriótica”.
En el marco de las protestas obreras de marzo contra el plan de
emergencia del Ministro de economía Emilio Mondelli, de la planificación de un
segundo lock out por parte del empresariado, y la desaparición del ex
gobernador Miguel Ragone, el 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe de estado.
Conclusiones
La
investigación desarrollada sobre el proceso político por el que transitó la
sociedad de Salta y el peronismo en términos de las tendencias políticas
concretas que intervinieron, las coaliciones - alianzas y enfrentamientos
sociales, permite superar visiones dicotómicas como las referidas a la
izquierda–derecha, u ortodoxia–heterodoxia. Ofrece una alternativa de análisis
que permite aprehender el contenido material de aquellas acepciones, lo que
resultó en la identificación de una diversidad de tendencias políticas dentro
del peronismo y más allá de él, referidas a sus concepciones sobre el estado,
el cambio social, la economía, el desarrollo de la provincia y la
institucionalidad. En ese sentido, pudimos desarrollar con mayor precisión los
“proyectos políticos” que cada sector se planteaba y por los cuales se
enfrentaban.
Nuestro tema – problema particular de investigación se enlaza a uno más
general, que es el de las formas en que se desarrollan las luchas y alianzas
entre clases sociales y tendencias políticas en la periferia de un país
dependiente y, según algunos autores, al borde de la guerra civil.[70]
En relación a este problema, Balvé afirma que el desarrollo desigual, combinado
e inarmónico del capitalismo a nivel
mundial y en la Argentina, genera contradicciones entre “diferentes
formas funcionales de capital; entre ramas y/o sectores; entre unidades
económicas pequeñas, medianas o grandes; monopólicas o no monopólicas,
extranjeras y nacionales, etc”.[71]
El carácter no homogéneo de la burguesía resulta en que la puesta en cuestión
de las bases de dominación burguesa por parte del proletariado se desenvuelve
en el contexto de las contradicciones secundarias a que esa diferenciación da
lugar: “cuando no hay unidad de clase, cuando se quiebra la unidad de la
burguesía, sus fracciones pueden intentar organizar frentes policlasistas que,
en tanto lucha interburguesa, tiñen la lucha de clases, aunque esta no deja de
ser la fundamental”. En cambio, en
momentos de unidad, “la lucha se realiza de forma privilegiada a lo largo del
enfrentamiento entre burgueses y obreros”.[72]
La misma autora señala que:
Nacionalismo y
Liberalismo son formas ideológicas que refieren a dos policlasismos (alianzas
de clase) bajo las que se organiza y enfrenta la burguesía. A la vez cada
fracción de burguesía, está siempre en lucha contra fracciones coaligadas de
burguesías de otras nacionalidades. Una de ellas, el nacionalismo, requiere,
para librar el enfrentamiento en condiciones favorables, de la incorporación de
los sectores populares y en particular el movimiento obrero.
¿Qué
particularidades se desarrollan en nuestro espacio en cuanto a la estructura de
clases sociales y la constitución de alianzas de clase? Un aporte de esta
investigación refiere a esos problemas. La provincia de Salta es parte de la
periferia de un país dependiente con desarrollo desigual y combinado, es decir,
con una combinación de rasgos de avance y atraso económico y social. Es predominantemente
agroindustrial, y como vimos en el capítulo sobre su estructura económico –
social, rigen las mismas tendencias de cambio que afectan al movimiento de la
estructura del país durante la década del setenta (urbanización,
industrialización de la agricultura, concentración de la riqueza,
proletarización, etc.). Tiene grandes industrias, pero aisladas
geográficamente, al modo de enclaves. Tiene alto porcentaje de proletariado,
pero disperso en la irrelevante pequeña y mediana industria de la ciudad capital,
en crisis y ligada al mundo agrícola.
En el caso concreto de Salta, las alianzas entre
clases se hallan condicionadas: por la debilidad y tamaño de la industria
propiamente dicha ligada a actividades agrícolas, por el peso de la agricultura
y la agroindustria con una relación de complementariedad entre esos sectores,
de relativa contradicción con el capital extranjero, competencia con capitales
extra provinciales y tensiones con el mismo estado nacional en lo relativo a la
protección de su producción agrícola, destino de la tierra y distribución del
escaso haber crediticio.
En la
provincia no identificamos contradicciones entre fracciones de la burguesía
local. La situación más bien se acerca a contradicciones entre capas de esa
clase en el sentido siguiente: por un lado, el sector tabacalero y porotero
entró en conflicto con intereses azucareros y sectores asociados de gran
concentración de capital, por la promoción estatal a cada una de sus
actividades, ambos agroindustriales. Por otro lado, se desarrolló una burguesía
con actividades diversificadas cuyo interés de abrir los mercados hacia
Latinoamérica, entra en conflicto con un sector de la burguesía agroindustrial
ligada al mercado interno (madereros, vid, frutihortícola, pimentón) que
necesita protección estatal a su producción para frenar la entrada de productos
latinoamericanos. De ahí la integración de estas capas medias y acomodadas de
la burguesía agraria, industrial y comercial a la alianza peronista, con fines
de protección ante capas superiores de su misma clase.
En cuanto a la clase obrera, valen otros
condicionantes: peso del proletariado rural, pero disperso geográficamente y
sometido a relaciones capitalistas quizás combinadas con otras más antiguas en
desaparición, un proletariado industrial, concentrado lejos de centros de poder
(azúcar, madera, minería), y disperso en las ciudades donde predomina la
pequeña y mediana industria, y los trabajadores estatales, sector determinante
de lo que llamamos “masa de explotados”, tanto numéricamente hablando como en
su protagonismo político.
Retomando la afirmación de Balvé citada arriba:
“El carácter no homogéneo de la burguesía resulta en que la puesta en cuestión
de las bases de dominación burguesa por parte del proletariado se desenvuelve
en el contexto de las contradicciones secundarias”. En el proceso estudiado
para Salta de 1972 – 1976, hallamos esa situación, de forma agravada por la
situación periférica, atrasada y en crisis.
Nuestra investigación constituye un aporte en
torno a las capas y fracciones de clase concreta que intervinieron en el
proceso político, realizaron alianzas, rompieron y reconstituyeron. La
perspectiva que seguimos permite aprehender el proceso en su cambio y
movimiento concreto, desde la formación de una alianza reformista
institucionalista del ímpetu revolucionario que se vivía en el país y la
provincia desde 1969, hasta la reconstitución de fuerzas reactivas y
reaccionarias que cerrarían ese ciclo histórico iniciado con el Cordobazo.
[1] Director de tesis: Javier Moyano, Co-directora: Alicia Servetto.
Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Jurado de
la tesis: Adriana Kindgard, Ana Laura Noguera, María Laura Ortíz.
[2] Algunos de esos trabajos son: Secretaría de Justicia y Derechos
Humanos. Gobierno de la Provincia de Salta, Ragone.
Mártir de la Democracia (Salta: Editorial América, 2006).;
Armando Caro Figueroa, Política y Violencia en la Salta de
los años ´70. Memorias de una década trágica (1966/1976) (Salta: Cosmosalta, 2016).
Gregorio Caro Figueroa, “A propósito
del crimen del Dr. Miguel Ragone. De la politización del crimen a la
criminalización de la política”, Política y cultura de Salta 6 (2005).; Jesús Pérez, El terco Miguel (Salta: Arte Impreso, 1994).;
Rubén Octavio Arenas, No se irán sin Castigo. Testimonio de
un juicio histórico. Condenados por el magnicidio del ex gobernador Miguel
Ragone (Salta:
Milor, 2011).
[3] Por razones de espacio, menciono sólo los aportes de
historiadores locales o de otras provincias pero que trabajaron sobre Salta: María Elina
Tejerina y Myriam Rosa Corbacho, “Gobierno de Miguel Ragone en Salta: entre el
ideal y la realidad, 1973-1974.”, Revista
Escuela de Historia 6 (2007): 253–77.; María Elina Tejerina y Myriam
Corbacho, “Contradicciones y Conflictos en la reorganización del peronismo
salteño, después de 18 años de proscripción”, en Congreso Nacional y Regional de
Historia Argentina, 13 San Juan 28-30 de septiembre de 2005 (Buenos Aires: Academia Nacional de
la Historia, 2005).; Daniel Escotorin, Salta Montonera, CTA (Buenos Aires, 2007).;
Beba Balvé, El 69: Huelga política de masas.
Rosariazo/Cordobazo/Rosariazo (Buenos Aires: Contrapunto, 2005);
Beba Balvé, Lucha de calles, lucha de clases.
Elementos para su análisis: Córdoba 1971–1969 (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2006);
Pablo Bonavena, Orígenes y desarrollo de la guerra
civil en la Argentina, 1966–1976 (Buenos Aires: EUDEBA, 1998);
Eduardo Sartelli, La plaza es nuestra, Ediciones RyR (Buenos Aires,
s. f.); María Celia Cotarelo y Fabián Fernández, “Lucha del movimiento
obrero y crisis de la alianza peronista. Argentina, junio y julio de 1975 y
marzo de 1976”, en Documentos y Publicaciones del PIMSA, PIMSA (Buenos Aires, 2007).;
Alicia Servetto, 73/76: el gobierno peronista contra
las" provincias montoneras" (Buenos Aires: Siglo XXI, 2010).; Damián Horacio Antúnez, Caras extrañas. La Tendencia
Revolucionaria del peronismo en los Gobiernos Provinciales (Rosario: Prehistoria, 2015).
[4] Entre otros: Beba Balvé et
al., El 69: Huelga política de masas.
Rosariazo/Cordobazo/Rosariazo (Buenos Aires: Contrapunto, 1989); Beba Balvé
et al., Lucha de calles, lucha de clases.
Elementos para su análisis: Córdoba 1971–1969 (Buenos Aires: Ediciones RyR,
2006); Pablo Bonavena et al., Orígenes y
desarrollo de la guerra civil en la Argentina, 1966–1976 (Buenos Aires:
Eudeba, 1998). Inés Izaguirre, comp., Lucha
de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina, 1973–1983 (Buenos
Aires: Eudeba, 2009); Eduardo Sartelli, La
plaza es nuestra (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2005); María Celia Cotarelo
y F. Fernández, “Lucha del movimiento obrero y crisis de la alianza peronista.
Argentina, junio y julio de 1975 y marzo de 1976,” en Documentos y Publicaciones del PIMSA (Buenos Aires: PIMSA, 1997).
[5] Algunos autores que han servido de referencia para realizar una
elaboración acerca del problema política-estructura, en orden alfabético, son: Humberto Cerroni, Para una teoría del Partido Político (Córdoba: Teoría marxista del
partido político, Cuadernos de Pasado y Presente, 1973); Antonio Gramsci, Escritos políticos (1917–1933) (México: Siglo XXI, 1990); Antonio
Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la
política y sobre el Estado moderno, Nueva Visión (Buenos Aires, 2008);
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista:
Hacia una radicalización de la democracia (Madrid, 1987); Karl Marx, Las luchas de clases en Francia (Buenos Aires: Claridad, 1973);
Ellen Meiksins Wood, ¿Una política sin clases? El
posmarxismo y su legado, Ediciones Razón y Revolución
(Buenos Aires, 2013).; Flabián Héctor José Nievas, Lucha de clases: Una perspectiva
teórica-epistemológica (Imago Mundi, 2016).
[7] Karl Marx,
“Prefacio”, en Contribución a la crítica de la
economía política (Madrid: Aldus, 1970); Nicolás Iñigo
Carrera y Jorge Podestá, “Análisis de una relación de fuerzas sociales
objetiva: caracterización de los grupos sociales fundamentales en la Argentina
actual”, 1985, 1.
[8] Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Buenos Aires: Ediciones Libertador,
2004). Para leer un extenso
ensayo sobre la validez del uso del concepto “clase social” y una crítica al de
“sectores populares” y “elites”, ver Alberto Pla, “Apuntes para una
discusión metodológica. Clases sociales o sectores populares. Pertinencia de
las categorías analíticas de ‘clase social’y ‘clase obrera’”, Anuario de la Escuela de Historia de
la Universidad Nacional de Rosario 14 (1989): 7–40.
[9] Eric Olin Wright, Clases (Siglo XXI, 1994); Juan Carlos
Marín, “La noción de polaridad en los procesos de formación y realización de
poder (selección)”, Razón y Revolución, no 6 (2014).
[10] Programa de Investigación del CICSO, 1966 – 2010. Centro de
investigaciones en Ciencias Sociales. Balvé, Beba, “Proceso de construcción del
conocimiento”, Ponencia “Primeras Jornadas Filosofías y Ciencias: a 100 años de
Materialismo y Empiriocriticismo de Lenin”, septiembre, 2008.
[12] Friedrich Engels,
“Prólogo”, en Las luchas de clases en Francia (Claridad, 1968), 8. Sobre la relación partidos-clases se realizó
una elaboración en la que no nos extenderemos por razones de espacio, pero
puede consultarse la tesis en la que se basa este artículo, y bibliografía
como: Maurice
Duverger, Los Partidos Políticos (Fondo de Cultura Económica, 1957);
Rossana Rossanda, “De Marx a Marx: clase y partido”, Teoría Marxista del Partido Político 3 (1973); Flabián Héctor José
Nievas, “De las clases sociales al Partido, en Marx: una perspectiva”, Entramados y perspectivas, no 3 (2013); Nievas, Lucha de clases; Alejandra Soler Carmona, “La
relación clase social-partido político en Marx”, e-l@tina. Revista electrónica de
estudios latinoamericanos 9, no 36 (2010).
[13] Karl Marx y
Friedrich Engels, “Mensaje del Comité central a la Liga de los comunistas”, en Obras Escogidas de Karl Marx y
Friedrich Engels (Cartago, 1984); Engels, “Prólogo”,
46. En la misma línea, ver Marx, Karl y
Engels, Federico (1984). “Mensaje del Comité central a la Liga de los
comunistas”. En Obras escogidas.
Editorial Cartago.
[14] Manuel Alcántara
Sáez, ¿Instituciones o máquinas
ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos políticos
latinoamericanos (Barcelona: Institut de Ciències
Polítiques i Socials, 2004), 91, https://gredos.usal.es/handle/10366/18546.
[15] Alejandro
Barton et al., “Izquierda. Apuntes para una definición de las identidades
políticas”, Razón y Revolución 5 (1999).
[16] Además de los clásicos manuales de ciencias políticas como Norberto
Bobbio, Nicola Matteucci, y Gianfranco Pasquino, Diccionario de Política (Siglo XXI, 1982)., se
encuentran otros aportes como Joaquim Lleixá, “Conservadurismo”, en
Manual de Ciencia Política (España: Tecnos, 2005).
También existe bibliografía específica sobre la
historia de esta corriente en la Argentina: Iván Llamazares Valduvieco,
“Periferias conservadores: un análisis comparativo de la evolución del
conservadurismo argentina: tesis doctoral” (PhD Thesis, La Universidad, 1994).;
Martín Alejandro Vicente, De la refundación al ocaso: los
intelectuales liberal-conservadores ante la última dictadura (Universidad Nacional de General
Sarmiento, 2015).
[17] Sergio Morresi, “El liberalismo
conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional”, Sociohistórica, no 27 (2010): 2.
[19] Para la definición de Nacionalismo en relación con las
clases sociales: Juan Carlos Marín,
Los hechos armados: Argentina
1973-1976 (La Rosa
Blindada/PI CA. So., 2003), 69. Sobre catolicismo, integralismo y
corporativismo, han sido de utilidad los aportes de Fortunato
Mallimaci, Humberto Cucchetti, y Luis Miguel Donatello, “Caminos sinuosos.
Nacionalismo y catolicismo en la Argentina contemporánea”, en El altar y el trono: ensayos sobre el
catolicismo político iberoamericano (Anthropos, 2006), 155–90,
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2204646; Daniel James, Resistencia e integración 1946-1976, vol. 1 (Buenos Aires: Siglo XXI,
2010)., Arturo Fernández, Ideología de los grupos dirigentes
sindicales, vol. 2
(Buenos Aires: CEAL, 1986),
https://cedinpe.unsam.edu.ar/content/fernandez-arturo-ideolog%C3%ADas-de-los-grupos-dirigentes-sindicales-1966-1973..
[20] Dean Hammer y Aaron Wildavsky, “La
entrevista semi-estructurada de final abierto. Aproximación a una guía
operativa”, Historia y fuente oral, 1990, 23 a 61.
[22] En la tesis de doctorado nos extendemos en muchos aspectos
y datos. Aquí sólo aportamos algunos datos relevantes y conclusiones.
[23] Censos Nacionales de población de 1960, 1970 y 1980.
[25] Nicolás Iñigo
Carrera, Génesis, formación y crisis del
capitalismo en el Chaco, 1870-1970 (EUNSA-Editorial de la Universidad
Nacional de Salta, 2010), 14.
[26] Alejandra
Soler Carmona y Carlos Abrahan, “Tendencia en el movimiento de la estructura
económico-social de la provincia de Salta, 1960-1980”, s. f., 8 y 9,
accedido 18 de enero de 2025..
[27] La Gran Burguesía: cúpula de la burguesía, propietarios del
gran capital o funcionarios que representan dichos intereses (terratenientes,
rentistas, grandes industriales, gerentes, etc). Pequeña Burguesía Acomodada:
propietarios de sus medios de existencia, no venden su fuerza de trabajo,
explotan un número considerable de obreros y realizan algún tipo de
acumulación. Pequeña Burguesía Pobre: mismas características, pero no logra
realizar ningún tipo de acumulación ni explota fuerza de trabajo. Proletariado
y Semiproletariado: expropiados total o parcialmente de sus condiciones vida y
trabajo, viven principal o parcialmente de la venta de su fuerza de trabajo (la
logren vender o no). Ricardo Martin Donaire y Germán
Federico Rosati, “Evolución de la distribución de la población según grupos
sociales fundamentales: Argentina, 1960-2001”, 2010,
https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/191571.-.
El acercamiento a cada grupo se
elaboró cruzando datos de categoría ocupacional y grupo de ocupación: la
primera registra: asalariado, trabajador por cuenta propia, empleador o patrón.
Como no todo asalariado es clase obrera, y no todo patrón es gran burguesía,
cruzamos los datos con grupo ocupacional, que registra: profesionales,
técnicos, directores y gerentes, personal administrativo, vendedores,
trabajadores de los servicios, trabajadores especializados, etc, es decir, nos
permite determinar no sólo la posición
respecto a la propiedad, sino la función
frente al capital.
[28] Secretaría de Planeamiento y Censo de
población de 1980, “Salta en cifras” (Salta: Dirección General de Estadísticas
y Censos, 1980), 12.
[29] Diario El Tribuno, 6 de
septiembre de 1975.
[30] Dirección
General de Estadísticas e Investigaciones de la Provincia de Salta, “Censo
Nacional Económico” (Salta: INDEC, 1974).
[31] Secretaría de Estado de Planeamiento.
Gobierno de la Provincia de Salta, “Diagnóstico de la provincia” (Salta, 1981),
22.
[32] El Censo Nacional Agropecuario de 1969, el único que
disponemos con datos desagregados, registra el siguiente total de asalariados:
14.232 de tipo transitorio, 11.281 fijos y 1.195 familiares. Las tres
categorías suman 26.708 trabajadores.
[33] Diario El Tribuno, 10 de agosto de 1975;
Diario El Tribuno, 11 de agosto de
1975; Diario El Tribuno, 19 de agosto
de 1975.
[35] Miguel Murmis y
Carlos Ramil Cepeda, Tipos de capitalismo y estructura de
clases: elementos para el análisis de la estructura social de la Argentina, vol. 1 (Ediciones La Rosa Blindada,
1974), 6; Pablo Bonavena, “Guerra contra el campo popular en los setenta: Juan
Domingo Perón, la depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”,
en Lucha de clases, guerra civil y
genocidio en la Argentina. 1973–1976, (Buenos Aires: EUDEBA, 2009).
[39] Ver por ejemplo: Alejandra Soler y Abrahan Abrahan,
“El proceso de ascenso y descenso de la lucha de clases en Salta”, en Soplando la potente fragua (La Plata: Extramuros ediciones,
2022).
[40] En la tesis que sirve de fuente para este artículo, se
reconstruye parte de la reorganización de los partidos y se realiza un análisis
exhaustivo de las tendencias políticas.
[41] Sergio Bufano
y Gabriel Rot, “Entrevista a Armando Jaime”, Revista Lucha
Armada, 2005;
“Documento interno del FRP a sus militantes”, Vocero
popular, diciembre
de 1973; Sergio Bufano y Gabriel Rot, “Entrevista a un miembro de ELN”, Revista Lucha Armada, 2005; Lisandro Silva Mariños, Frente Antiimperialista y por el
Socialismo. Un ejército político de masas impulsado por el PRT (Buenos Aires: La llamarada, 2017).
[42] Asamblea Legislativa de la Provincia
de Salta, “Mensaje del Gobernador Miguel Ragone ante la Asamblea Legislativa”,
25 de mayo de 1973; Tejerina y Corbacho, “Contradicciones y Conflictos en la
reorganización del peronismo salteño, después de 18 años de proscripción”;
Escotorin, Salta Montonera; Gerardo Bavio y Alicia Servetto, Huellas de la memoria: historia,
vivencias y reflexiones sobre el siglo pasado (Universidad Nacional de Salta,
2010); El Otro País, 1973; Diario El Intransigente, 23 de junio de 1968.; Diario El Tribuno, 16 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 18 de febrero de
1973; Diario El Tribuno, 24 de
febrero de 1973; Diario El Tribuno,
28 de febrero de 1973; Diario El Tribuno,
2 de mayo de 1973; Diario El Tribuno,
15 de agosto de 1973.
[43] Roberto Baschetti, De Cámpora a la ruptura: documentos
1973-1976, vol. 1
(Editorial de la Campana, 1974).; Diario El Tribuno, 20 de diciembre de 1972; Diario El Tribuno, 19 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 28 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 2 de mayo de 1973; Diario El Tribuno, agosto de 1973.
[44] Caro Figueroa, Política y Violencia en la Salta de
los años ´70. Memorias de una década trágica (1966/1976); Humberto Cuchetti, “Combatientes de
Perón, herederos de Cristo”, Peronismo, religión secular y
organizaciones de cuadros. Buenos Aires: Prometeo, 2010; Humberto Cucchetti, “Guardia de
Hierro vs Vandor. Memoria y cultura política en el peronismo”, Actas Publicadas del VIII Congreso Nacional de
Ciencias Polìticas (Buenos Aires: Universidad del Salvador, 2007); Pablo Pozzi
y Ariel Pérez, “Entrevista a Guardia de Hierro”, Revista Taller 8, no 23 (2006); Diario Norte, 8 de julio de 1972; Diario Norte, 5 de noviembre de 1972; Diario El Tribuno, 15 de marzo de 1973.
[45] Loris
Zanatta, Perón y el mito de la nación católica (Eduntref, 2013),
https://cris.unibo.it/handle/11585/182701; Juan Carlos Cornejo Linares, El nuevo orden sionista en la
Argentina: proyecto de investigación de actividades antiargentinas (Ediciones Tacuari, 1964); Juan
Carlos Cornejo Linares, Política, nacionalismo (Cruz y Fierro Editores, 1966);
Mallimaci, Cucchetti, y Donatello, “Caminos sinuosos. Nacionalismo y
catolicismo en la Argentina contemporánea”; El Otro País, 1971.
[46] Fernández, Ideología de los grupos dirigentes
sindicales; James, Resistencia e integración 1946-1976; Nicolás Iñigo Carrera, María Isabel
Grau, y Analía Martí, Agustín Tosco. La clase revolucionaria (Buenos Aires: Ediciones Madres de
Plaza de Mayo, 2006); Diario Norte, 19 de enero de 1969; Diario Norte, 25 de mayo de 1969; Diario Norte, de febrero a diciembre de
1972; Diario Norte, de marzo a abril
de 1973.
[47] Expte. Nº 1308/71, “Partido Justicialista s/personería”,
fs. 424 a 426. Juzgado Federal de Salta. En la tesis se explica extensamente el
proceso de reorganización y elección de candidatos del PJ local.
[48] Diario Norte, 14 de mayo de 1972; Diario Norte, 20 de mayo de 1972; Diario Norte, 4 de julio de 1972; Diario Norte, 24 de julio de 1972; Diario Norte, 12 de agosto de 1972; Diario Norte, 22 de noviembre de 1972; Diario Norte, 12 de diciembre de 1972; Diario El Tribuno, 22 de noviembre de
1972; Diario El Tribuno; Diario El Tribuno, 5 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 27 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 8 de febrero de 1973;
Diario El Tribuno, 11 de febrero de
1973; Diario El Tribuno, 23 de
febrero de 1973; Diario El Tribuno,
12 de julio de 1973.
[49] Ana Virginia Persello, Historia del radicalismo (Buenos Aires: Edhasa, 2007);
Marcelo A. Rodríguez Faraldo y Hugo Orestes Zilocchi, “Historia del cultivo del
tabaco en Salta”, 2012, https://www.sidalc.net/search/Record/KOHA-OAI-AGRO:21620/Description;
Valduvieco, “Periferias
conservadores”; Diario El Tribuno, 4 de noviembre de
1972; Diario El Tribuno, 19 de
noviembre de 1972; Diario El Tribuno,
3 de diciembre de 1972; Diario El Tribuno,
5 de enero de 1973; Diario El Tribuno,
18 de enero de 1973; Diario El Tribuno,
29 de enero de 1973; Diario El Tribuno,
31 de enero de 1973; Diario El Tribuno,
8 de febrero de 1973; Diario El Tribuno,
19 de febrero de 1973; Diario El Tribuno,
23 de febrero de 1973; Diario El Tribuno,
10 de marzo de 1973; Diario El Tribuno,
17 de noviembre de 1973; Diario El
Tribuno, Diario Norte, 30 de
marzo de 1972; Diario Norte, 26 de
junio de 1972; Diario Norte, 5 de
diciembre de 1972; Diario El
Intransigente, 23 de julio de 1973; El
Otro País Nº 5, 1970; El Otro País Nº
4, 1970; El Otro País Nº 7, 1971;
El Otro País Nº 13, 1972.
[51] Rechazaron cargos de gobierno, pero expresaron apoyo a
Ragone en una primera etapa.
[52] Ver nota al pie nº 43.
[54] “Documento interno del FRP a sus militantes" .Vocero Popular Nº 36, diciembre de 1973.
[55] En septiembre de 1973 el FRP, el PRT y otras organizaciones
formaron el Frente Antiimperialista y por el Socialismo. Para las elecciones de
ese mes anunciaron la fórmula presidencial Tosco – Jaime. Aunque no se proclamó
por la renuncia de Tosco, se planteó como alternativa a la fórmula
Perón-Perón.
[56] El 21 de junio de 1973 volvió Perón al país. La burocracia
sindical y sectores reaccionarios del peronismo produjeron el ataque armado a
las organizaciones de izquierda presentes en Ezeiza. Días después, Perón acusó
a la izquierda de los incidentes, anunciando el proceso que sobrevendrá.
[57] Bonavena, “Guerra
contra el campo popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la depuración
ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”, 198.
[58] El 26 de septiembre, día declarado de duelo nacional por el
asesinato de José Rucci, cabeza de la CGT, el peronismo opositor a Ragone se
movilizó hasta la casa de gobierno, ocupó el primer piso y reclamó su renuncia.
[59] Ordenaba librar una “guerra contra el marxismo”. Beba Balvé, “La razón de la fuerza ó
la fuerza de la razón. La Tercer República”, en XI Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia (Departamento de Historia. Facultad
de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, 2007), 7.
[60] El 5 de octubre, el gobierno reprimió con gases
lacrimógenos, chorros de agua y balas de plástico, un acto del FAS en
conmemoración de la muerte del “Che” Guevara. Como consecuencia de los
enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, quedaron detenidas gran
cantidad de personas, entre ellos Aníbal Puiggioni (FRP). El 28 de octubre de
1973, la jefatura de policía encabezada por el Tnte. Cnel. retirado René
Sánchez, prohibió la realización de “toda reunión política, gremial u otro en
lugares públicos sin previa autorización policial”.
[61] El 19 de enero de 1974 se produjo el ataque al cuartel
militar de la ciudad bonaerense de Azul por parte del ERP.
[62] Fueron dos intentos fracasados de huelgas generales contra
Miguel Ragone por parte de la CGT local en febrero y mayo de 1974.
[63] Ver por ejemplo: Diario El Tribuno, 18 de diciembre
de 1973; Diario El Tribuno, 13 de
febrero de 1974.
[64] El Pacto Social se firmó entre el gobierno nacional, la CGE
y la CGT. Desde su firma en junio de 1973 hasta febrero de 1974, los salarios
reales habían caído un 7%, y la inflación alcanzaba al 40%. Pablo
Gerchunoff y Lucas Llach, El ciclo de la ilusión y el
desencanto (Buenos
Aires: Ariel, 1998), 346.
[65] Bonavena, Pablo (2009). Op. cit. p. 174.Bonavena,
“Guerra contra el campo popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la
depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”, 174.
[66] Diario El Tribuno, 22 de
octubre de 1974.
[67] Diario El Tribuno, 12 de noviembre
de 1974 y Diario El Tribuno, 15 de
febrero de 1975.
[68] En Buenos Aires las huelgas de junio y julio de 1975
adquirieron un carácter insurreccional, en el marco del rechazo generalizado a
las medidas económicas del Ministro Celestino Rodrigo. Cotarelo y
Fernández, “Lucha del movimiento obrero y crisis de la alianza peronista.
Argentina, junio y julio de 1975 y marzo de 1976”.
[69] En diciembre de 1975 se desarrolló el fracasado alzamiento
militar del nacionalista de derecha Jesús Capellini contra el gobierno de
Isabel Martínez, y la continuidad de la represión clandestina.
[70] Ver por ejemplo, Bonavena, “Guerra contra el campo
popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la depuración ideológica y la
ofensiva contra los gobernadores”; Inés Izaguirre, Lucha de clases, guerra civil y
genocidio en la Argentina, 1973–1983 (Buenos Aires, 2009).
[72] Ídem.