Alianzas sociales y tendencias políticas en Salta entre 1972 y 1976 en el marco de las tendencias de cambio en su estructura económico social (1960-1980)

 

[Social alliances and political trends in Salta between 1972 and 1976 within the framework of change tendencies in its social economic structure (1960-1980)]

 

[Alianças sociais e tendências políticas em Salta entre 1972 e 1976 no âmbito das tendências de mudança de sua estrutura social econômica (1960-1980)]

 

   Alejandra Soler

 

alejandrasolerc@gmail.com,Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Salta, Avenida Bolivia 5051, Salta, República Argentina,  https://orcid.org/0009-0003-4058-4418

 

Resumen: En este artículo se reproduce de forma sintética la metodología y los resultados de la tesis de doctorado “Alianzas sociales y tendencias políticas en tiempos de agudización de las luchas sociales. Una aproximación al análisis de la interacción entre política e intereses sectoriales. Salta, 1972 – 1976”. Entre otras perspectivas, el período de estudio ha sido explicado como resultado del conflicto entre la “derecha y la izquierda”, o la puja entre ramas del Partido Justicialista (juvenil, sindical y política) sin acercarse a conocer el tipo de sociedad en la que ocurren los procesos Partimos de investigar los cambios en la estructura económico-social de la provincia entre 1960-1980, para conocer la situación de las clases sociales y fracciones que intervinieron en alianzas de clase durante el tercer peronismo en Salta. Por otro lado, analizamos las tendencias políticas de agrupaciones y coaliciones, y el conflictivo proceso de enfrentamiento y realineamiento entre ellas. La hipótesis que orientó la investigación es que la dictadura de 1972 propició la constitución de una alianza de clases reformista (en todas sus variantes) formada por una mayoría de la clase obrera y pequeña burguesía de la provincia, bajo la dirección de capas de la burguesía agraria e industrial. Al calor de la crisis mundial, la descomposición del peronismo y las luchas de la clase obrera, esta alianza sufrió sucesivas rupturas. Como contrapartida, se fue articulando una fuerza social conservadora liberal-reaccionaria con protagonismo de la mayoría de las capas y fracciones de la burguesía salteña, que tomó la iniciativa a lo largo de 1975 y realizó el golpe de estado en marzo de 1976.

 

Abstract: This article synthetically reproduces the methodology and results of the doctoral thesis “Social alliances and political tendencies in times of sharpening of social struggles. An approach to the analysis of the interaction between politics and sectoral interests. Salta, 1972 – 1976”. Among other perspectives, the study period has been explained as a result of the conflict between the "right and the left", or the bidding between branches of the Justicialista Party (youth, union and politics) without approaching to know the type of society in which The processes take place We started by investigating the changes in the socio-economic structure of the province between 1960-1980, to know the situation of the social classes and fractions that intervened in class alliances during the third Peronism in Salta. On the other hand, we analyze the political tendencies of groups and coalitions, and the conflictive process of confrontation and realignment between them. The hypothesis that guided the investigation is that the dictatorship of 1972 led to the constitution of a reformist class alliance (in all its variants) formed by a majority of the working class and petty bourgeoisie of the province, under the leadership of layers of the bourgeoisie agricultural and industrial. In the heat of the world crisis, the decomposition of Peronism and the struggles of the working class, this alliance suffered successive ruptures. As a counterpart, a liberal-reactionary conservative social force was formed with the leading role of the majority of the layers and fractions of the Salta bourgeoisie, which took the initiative throughout 1975 and carried out the coup d'état in March 1976.

 

Resumo: Este artigo reproduz sinteticamente a metodologia e os resultados da tese de doutorado “Alianças sociais e tendências políticas em tempos de agudização das lutas sociais. Uma abordagem para a análise da interação entre política e interesses setoriais. Salto, 1972 – 1976”. Entre outras perspectivas, o período estudado tem sido explicado como resultado do conflito entre "direita e esquerda", ou a licitação entre ramos do Partido Justicialista (juventude, sindicato e política) sem se aproximar para conhecer o tipo de sociedade em que que Os processos acontecem Começamos investigando as mudanças na estrutura socioeconômica da província entre 1960-1980, para conhecer a situação das classes e frações sociais que intervieram nas alianças de classe durante o terceiro peronismo em Salta. Por outro lado, analisamos as tendências políticas de grupos e coalizões, e o processo conflituoso de enfrentamento e realinhamento entre eles. A hipótese que norteou a investigação é a de que a ditadura de 1972 levou à constituição de uma aliança de classes reformista (em todas as suas variantes) formada por uma maioria da classe trabalhadora e pequena burguesia da província, sob a liderança de camadas da burguesia .agrícola e industrial. No calor da crise mundial, da decomposição do peronismo e das lutas da classe trabalhadora, essa aliança sofreu rupturas sucessivas. Em contrapartida, formou-se uma força social conservadora liberal-reacionária com protagonismo da maioria das camadas e frações da burguesia de Salta, que tomou a iniciativa ao longo de 1975 e realizou o golpe de Estado em março de 1976.

 

Palabras claves: Tercer peronismo, Salta, Ragone

Keywords: Third Peronism, Salta, Ragone

Palavras-chave: Terceiro peronismo, Salta, Ragone

 

Planteo del problema y objetivos

El contenido de este artículo se basa en la tesis de doctorado presentada en la Universidad Nacional de Córdoba en 2020, “Alianzas sociales y tendencias políticas en tiempos de agudización de las luchas sociales. una aproximación al análisis de la interacción entre política e intereses sectoriales. Salta, 1971 – 1976”.[1]

La inquietud general de la investigación es el proceso político y social que antecedió al golpe de estado de 1976, es decir el que se inicia con la reapertura política de 1971/72 y el llamado “tercer peronismo”, que finaliza con el golpe de estado de marzo de 1976. Cinco años de una densidad particular, que requirió tener en cuenta procesos de los años sesenta y el estudio de la estructura económica social de Salta de 1960 a 1980. El problema de investigación se enlaza a uno más general, que es el de las formas en que se desarrollan las luchas y alianzas entre clases sociales y tendencias políticas en la periferia de un país dependiente.

En el sentido común actual, se había vivido la época de la “primavera camporista” y valga la extensión, “ragonista”, cuando las masas populares movilizadas de los años sesenta y setenta supuestamente llegaron al poder enarbolando el “socialismo nacional” y dando lugar a un gobierno “popular” o “revolucionario”, con Miguel Ragone como protagonista central. El exgobernador fue la figura central a la hora de explicar el período, en muchas ocasiones en tono biográfico por parte de los autores.[2]

La producción científica sobre la época es muy amplia a nivel nacional y local.[3] Si se pudieran sintetizar los aportes generales de estas investigaciones en pocas palabras, diría que giran alrededor de ciertos ejes explicativos, entre los que llaman la atención los siguientes: 1- idea de que en Salta se enfrentaron los “sectores populares” contra la “oligarquía”, 2- que se habían sucedido enfrentamientos entre duplas o dualidades: derecha e izquierda (peronista en particular) en el marco de un “gobierno popular”; tendencias revolucionaria y verticalismo; ortodoxia y heterodoxia, 3- o enfrentamiento entre ramas del PJ (juvenil, sindical, política). Una cuarta perspectiva plantea que son años que deben entenderse en el marco de un período revolucionario de enfrentamiento entre fuerzas sociales reformistas-revolucionarias– contrarrevolucionarias, con composición de clases y fracciones diferenciadas, en un proceso no lineal (a escala nacional).[4]

 El planteo del problema de investigación se construyó a partir de notar que la mayoría de esas explicaciones dificultan o simplifican el análisis de la época, y a partir de conceptos y supuestos que para el caso de Salta no están explicados. Es decir, no sabemos quiénes formaban parte de aquella “izquierda o derecha” en Salta, qué decían, qué se proponían, cómo actuaron, quiénes se aliaron. Tampoco se sabía quiénes son los grupos de trabajadores a los que se hace referencia, o la burguesía local o la “oligarquía”. En definitiva, son estudios elaborados sobre un vacío en lo que hace a las características de la estructura económico-social salteña de aquellos años.

Además, en las mismas fuentes y declaraciones de la época se reproducen algunas de estas dualidades, o se explican los conflictos de la época en esos términos. Entonces, desde la perspectiva que la historia no se nos aparece de forma transparente en las fuentes, y en la necesidad de indagar en el contenido concreto de esos conceptos que se utilizan para explicar, asumiendo que vivimos en sociedades de clases que se organizan, defienden intereses e ideologías y se enfrentan, me introduje en la cuarta perspectiva: la del enfrentamiento entre fuerzas sociales, pero considerando que es una hipótesis para otras regiones del país y no para la situación concreta de la provincia.

Algunas preguntas iniciales y necesarias para desarrollar la investigación fueron: Salta, ¿de qué tipo de sociedad se trata?, ¿cuál es el peso y características objetivas de las clases sociales en Salta?, ¿quiénes forman parte de la «izquierda y derecha»?, ¿son unidades compactas y homogéneas o en cambio existieron variantes a las que podríamos llamar tendencias políticas?, ¿qué se plantean efectivamente?, ¿cómo actúan?, ¿qué otras organizaciones participan?, ¿quiénes se coaligan?, ¿qué representan?, ¿qué relación puede trazarse entre alianzas de clase y tendencias políticas?

En ese sentido, los objetivos de la investigación son: caracterizar en qué tipo de sociedad-estructura se desarrolló el proceso político; identificar las tendencias políticas que se configuraron, coaligaron y entraron en conflicto en el proceso político salteño de 1971 a 1976, y desentrañar orientaciones ideológicas e intereses materiales concretos con los que aquellas tendencias políticas pueden haber tener relación. Por otro lado, se trató de reconstruir el cambiante proceso de alianzas de clases, coaliciones y rupturas a través del análisis de los enfrentamientos sociales y confrontaciones políticas del período que pueden haber impactado en las coaliciones establecidas.

 

Planteo teórico-metodológico

El abordaje metodológico se realizó desde el materialismo histórico, preocupado por capturar la unidad entre lo material-estructural y lo político, posibilitando analizar la realidad como un todo articulado por relaciones sociales de todo tipo, no sólo económico-productivas, sino también político - ideológicas. Es decir, conjurar ideas de la política como totalmente emancipada de lo material, o al contrario, como “reflejo” de lo estructural.[5] Como síntesis de lo planteando acerca de la relación política-estructura, seguimos a Gramsci en la idea de que “la historia de un partido (…) no podrá dejar de ser la historia de un grupo social determinado”.[6] Grupos sociales relacionados que conforman una estructura social y condicionan/determinan/posibilitan el devenir histórico, aunque no predetermina la dinámica política que se desenvuelve.

Considerando a la sociedad como un todo, se realizó, en primer lugar, una descomposición de las dimensiones a analizar tanto a nivel conceptual como empírico: estructura económica social y clases sociales, alianzas de clases y tendencias políticas. En segundo lugar, se analizó el proceso social concreto de constitución y reconstitución de alianzas privilegiando el análisis de momentos conflictivos durante el período.

En cuanto a lo conceptual, entendemos una estructura social como la trama de relaciones sociales cuyos términos no pueden explicarse de forma aislada e independiente, y que son “necesarias e independientes de la voluntad de los hombres, que estos contraen en la producción de su existencia y que se corresponden con un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad”.[7]

La investigación sobre la estructura económica se realizó a partir de una diversidad de fuentes estadísticas y cualitativas que se citarán en la sección correspondiente. Más que una fotografía, nos interesó indagar en las tendencias de cambio a mediano plazo de la estructura, por lo que consideramos los veinte años que van de 1960 a 1980. Su estudio permite caracterizar la situación objetiva de las clases sociales, capas y fracciones de clase en Salta, definidas éstas como conjuntos de población “que viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por su lugar en un sistema de explotación, la propiedad, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil”.[8] Es decir, permite conocer las condiciones a partir de las cuales capas y fracciones de clases se articularon en alianzas en función de intereses objetivos o políticos que son observables en el plano de las luchas y enfrentamientos.

Partimos de que las clases sociales no se enfrentan directamente, sino que quienes se enfrentan son fuerzas sociales, que expresan alianzas de clases[9]. El concepto de enfrentamiento es clave, ya que son los momentos en que se articulan las relaciones sociales de la base material con relaciones sociales de la superestructura, es decir, es allí donde se hace observable la mutua relación entre las dos dimensiones de lo social (estructura – superestructura)[10], sin caer en lo dicotómico de corrientes estructuralistas.

En las luchas y confrontaciones las diferentes fracciones producen alianzas “cuya lógica es particular, histórica, independiente de la situación estructural de cada fracción considerada[11] y en donde intervienen “creencias, expectativas, lealtades”. Siguiendo a Nievas, estas alianzas/fuerzas sociales funcionan o se constituyen por una “lógica agregativa”, es decir, la articulación en torno a un programa de objetivos mediatos o inmediatos, o tensiones políticas, en oposición a otra. Dentro de una fuerza/alianza social, pueden convivir diferentes intereses y orientaciones políticas, pero será dirigente aquella fracción de clase que presente su interés como interés del conjunto que articula. Las alianzas pueden traducirse en coaliciones de carácter volátil o inestable por variación aleatoria de las condiciones externas, o logro del objetivo propuesto, lo que habilita la reconstitución de alianzas con otra composición y abre nuevos enfrentamientos. Esta dinámica no es lineal, al contrario, hay ciclos de ascenso, en donde dominan fuerzas centrípetas agregativas, o descenso de las luchas, cuando fuerzas centrífugas descomponen o fraccionan con más o menos potencia regresiva.

Arriba se hizo referencia a “creencias, expectativas, lealtades”, “programas políticos” y “tensiones políticas” que funcionan en las lógicas agregativas de las alianzas. Es a lo que llamamos “tendencias políticas”, encarnadas en partidos o agrupaciones susceptibles de formar fuerzas y coaliciones.

En cuanto a la relación con las clases sociales, es interesante destacar que para Engels, redactor del prólogo de Las luchas de clases en Francia los partidos políticos “son la expresión más o menos adecuada de estas mismas clases y fracciones de clase”.[12] El planteo está atravesado por el problema de fondo acerca de la representación. En el Mensaje del Comité central a la Liga de los comunistas, Marx y Engels sostenían:

No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos tenderos… pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que los hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquellos, prácticamente, el interés material y la situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada.[13]

 

Coincidimos con Nievas en que no hay vinculación directa entre clase social y representantes políticos de la clase, cualquiera sea esta. La identidad ocurre entre la “mentalidad” de unos y el “modo de vida” de los otros, de lo que se sigue que los agentes representantes pueden no pertenecer a la clase que representan, o pueden no representar a la clase de la que surgen. El nexo entre ambos está dado por la ideología, entendida como la “argamasa que vincula conceptos con valores, fundada en – y guía en la producción de - la práctica” (que llamaremos tendencias políticas).

La investigación empírica acerca de las tendencias políticas requirió la elaboración propia de un marco de categorías y un modelo de análisis a fin de trabajar las fuentes. Alcántara Sáez propone ciertas herramientas para el estudio de los partidos que nos han servido de guía.[14] El autor persigue un modelo de análisis de los partidos políticos, considerando, entre otras dimensiones, el origen y el programa. Para acercarse a la dimensión “origen”, analiza la “naturaleza originaria y carácter del partido”, que atiende a la relación de los mismos con el régimen político. Pueden ser de tipo colaboracionista (nacen como parte constitutiva, amistosa del sistema) o contestatarios (enfrentados al status quo), y dentro de estos últimos, revolucionarios o reactivos. Los revolucionarios nacen con el propósito de llevar adelante transformaciones profundas, como establecer una nueva relación entre estado y sociedad o “reemplazar la elite dirigente”. Los reactivos en cambio, salen en defensa de un orden anterior que ven en peligro.

En cuanto a la dimensión “programa”, el autor propone el estudio de los documentos fundacionales; los programas de carácter coyuntural emanados en situaciones particulares; las acciones de los partidos; y finalmente, las posiciones de los militantes. Aunque nuestro objetivo no fue elaborar una taxonomía como la que construye el autor, en esta investigación esa propuesta para caracterizar las tendencias políticas. La consideración de la “autopercepción de los militantes” se realiza aquí de forma indirecta ya que analizamos declaraciones de los dirigentes políticos, pero procedentes de la época que estudiamos, no de la actualidad.

Las grandes tendencias políticas con respecto a los posicionamientos frente al orden social vigente que identificamos en esta investigación son: reformistas, revolucionarias, conservadoras–liberales y reactivas. Ahora bien, al interior de las cuatro pueden aparecer matices como resultados de las matrices histórico-ideológicas con las que se articulan y los métodos/formas de intervención política que llevan adelante.

Veamos primero las grandes tendencias políticas. En el campo de la izquierda pueden diferenciarse dos grandes tendencias.[15] Una atiende a los intereses particulares o secundarios de las clases explotadas, dirigida a mejorar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo, redistribución de la riqueza, y en lo político, participación en el gobierno en alianza con otras fracciones de clase, particularmente la burguesía nacional. Es la “izquierda reformista”, la “izquierda en el sistema”, es decir, la que no plantea su eliminación. La segunda atiende a los intereses generales de las clases explotadas: es la “izquierda revolucionaria”, la “izquierda del sistema”, dirigida contra el sistema en su conjunto y por la eliminación de las relaciones asalariadas. Agreguemos que, desde nuestra perspectiva, las tendencias revolucionarias promueven la independencia política de la clase obrera (clasismo), esto es, la construcción de organizaciones y alianzas bajo su dirección con la perspectiva de toma del poder.

En cuanto a la corriente liberal – conservadora ha sido ampliamente estudiada por la ciencia política y la historia político - intelectual.[16] Siguiendo la definición de Norberto Bobbio, Sergio Morresi entiende por liberalismo un sistema de ideas y prácticas que tiende, en la economía, a la libertad de mercado, y en política, a la presencia de un Estado con poderes limitados. Para el autor, el contenido específico del “liberalismo conservador” es: moderación en cuanto al cambio social; oposición a las redistribuciones progresivas de los bienes y recursos, pero no a la acción estatal que garantiza un orden; se muestra temerosa de la democracia y respetuosa de las tradiciones e instituciones heredadas.[17] Distanciándose del liberalismo clásico, el liberalismo-conservador “cree en la importancia de un orden social de tipo jerárquico y, aunque comparte la idea liberal de libertad, cree que sus límites deberían ser fijados mucho más estrechamente que lo que habían sostenido los liberales”. Mario Lattuada ha definido lo que llama “formación/tendencias político – ideológica liberal - conservadora”, como una “constelación” de proyectos y políticas cuyos ejes son “la seguridad jurídica sobre la propiedad privada del patrimonio, su libre disponibilidad, y el funcionamiento de una economía abierta donde se expresen libremente las fuerzas del mercado”, pero además ligado a una vertiente profundamente “antipopular” – oligárquico en el manejo del poder.[18]

Con “reactivas”, nos referimos a tendencias que también son conservadoras, pero al contrario de los conservadores liberales, adhieren a proyectos de sociedad no liberal individualista, y se presentan como defensores de un orden social pasado, anterior, en donde el Estado puede tener un rol importante en todos los ámbitos.

En el análisis empírico observamos que estas grandes tendencias se articularon, con mayor o menor énfasis, con diversas matrices o formaciones ideológica, en primer lugar en cuanto a sus programas: nacionalismo, catolicismo, corporativismo, integralismo, liberalismo, socialismo[19], y en segundo lugar, en cuanto a sus métodos/formas de lucha: legales-institucionalistas (parlamentarismo, participación electoral), no legales–radicalizados (lucha armada, ocupación de empresas y lugares de trabajo, movilización callejera, lucha económica – huelgas), o reaccionarios (represión, restricción de la participación), susceptibles de articularse, rearticularse.

Hacemos una distinción entre tendencias políticas revolucionarias en cuanto a los principios políticos que sostienen, y formas de lucha e intervención, debido a que, por ejemplo, pueden existir revolucionarios desarrollando el parlamentarismo, y tendencias reformistas con métodos políticos radicalizados.

Para acercarse a una caracterización de las tendencias políticas, se trabajaron las fuentes observando: 1- trayectoria política de dirigentes, 2- tradiciones ideológicas que aparecen relacionadas en declaraciones y solicitadas de los grupos políticos, 3- concepciones sobre el estado, la sociedad, clases sociales, propiedad privada, democracia y el marco constitucional, 4- posicionamiento en relación a la situación internacional, el peronismo, las fuerzas armadas, y otros.

Las fuentes escritas trabajadas son de tipo oficial, periodística y documentos de organizaciones revolucionarias. En cuanto a la prensa, se ha relevado la información diaria (no se ha construido una muestra) correspondiente a tres diarios provinciales (El Tribuno, El Intransigente, y en algunos casos, Norte), y uno nacional (La Nación) del período enero de 1968 – mayo de 1976. Ambos diarios locales pertenecían a diferentes sectores políticos, por lo que se pudo contrastar la información, reconstruir los procesos conflictivos y de enfrentamientos que nos interesa, y analizar solicitadas y declaraciones de diferentes organizaciones políticas, a las que no se hubiese podido acceder de otra manera. Se integró al análisis los pocos documentos escritos de algunas organizaciones política que no suelen tener acceso a la gran prensa local. Se trata de los boletines del Frente Revolucionario Peronista y JP–Descamisados.

En cuanto a las fuentes orales y sobre todo memorias escritas, su uso tuvo como objetivo obtener datos referidos a las tendencias políticas y ciertos conflictos de la época. Han sido tratadas como otros documentos históricos, sometidos al análisis y contrastación con otros tipos de fuentes y materiales bibliográficos.[20] Sobre las memorias escritas por algunos protagonistas, partimos de que la memoria se nutre más directamente de la identidad de un grupo, de lo cotidiano, de la mitificación y de un pasado común[21] por lo que no es extraño ni debe sorprendernos que la memoria busque culpas y responsabilidades. Por esas razones, se tuvo especial cuidado con los datos aportados allí, y fundamentalmente con las calificaciones y pertenencias aportadas acerca de grupos o personas.

Los enfrentamientos y confrontaciones fueron estudiadas a partir de la prensa escrita y Actas de debates legislativos, observando: conflictos que se desataron en espacios públicos o ámbito legislativo acerca de medidas de gobierno o proyectos de ley, posicionamientos generales, entre quiénes y cómo se desarrollaron las tensiones y enfrentamientos, a partir de qué reclamos, intereses y metas, quienes se alinean y realinean, quienes adhieren, a quienes se oponen, que salida plantean y su resolución.

 

Características destacables de la estructura económico social de Salta. 1960-1980

En este apartado interesa aportar sintéticamente, ciertas características objetivas sobre la población de Salta en general, la división del trabajo, la situación de los grupos sociales, como también conjeturas acerca de las contradicciones latentes a lo largo de 1960-1980.[22]

Durante los veinte años analizados, la provincia se transformó rápidamente de predominantemente rural, a claramente urbana. De 1960 a 1980, la población urbana pasa de constituir el 54% (226.899 hab.) al 72% (476153 hab.), y la rural cae del 45% (185.955) al 28% (186.171 hab.) de la Población Económicamente Activa.[23]

Esto se vio acompañado por un proceso de concentración de la población en pocas ciudades, en particular en la ciudad de Salta, que en 1960 aglutinaba al 29,8% (123.172) de los habitantes y en 1980 al 40% (265.995). Los datos nos indican una tendencia esperable en el desarrollo del capitalismo según la cual un porcentaje cada vez mayor de población pasó a vivir en las ciudades y de las actividades propias de ese espacio (industria, comercio y servicios).

Si analizamos la dimensión “división del trabajo”, que permite determinar la cantidad de población que pasa de la agricultura a la industria, es decir, las fuerzas que una sociedad está destinando a ciertos tipos de producción[24], observamos una profunda transformación. La población agrícola (aquella que realiza actividades vinculadas a la agricultura y la ganadería, es decir que puede no coincidir con la población rural, que es la que reside en el campo), cae significativamente: “ambas poblaciones tienden a coincidir a medida que se desarrolla la tendencia a la transformación de la agricultura en rama de la industria. El desarrollo del capitalismo transforma la agricultura en el sentido de descomponer las relaciones productivas preexistentes e impone la relación capital – trabajo asalariado como dominante y una organización capitalista de la producción”.

 

Cuadro 1. Distribución de la población según División Social del trabajo en la provincia de Salta

 

 

1960

%

1980

%

1980 PIMSA

 

%

Población Agrícola

42089

28

46894

20

46894

20,6

Población Industrial y Comercial

75489

50

101204

45

 

113838

 

50,1

No Productiva

33498

22

79330

35

66696

29,3

Total

151076

100

227428

100

27.428

100

Fuentes: Cuadro elaborado a partir de los datos de los censos nacionales de población de 1960, 1980. Para 1980, se colocan los datos de elaboración propia y los del PIMSA, que varían levemente.

 

La población agrícola disminuyó en términos relativos a un ritmo acelerado entre 1960 y 1980, mientras que en términos absolutos prácticamente se estancó. Esta tendencia a la disminución de la población agrícola coincide con el desarrollo general del capitalismo en Argentina de 1960 a 1980, que estaría marcando la preeminencia de un desarrollo capitalista más en profundidad que en extensión tanto en Argentina como en el espacio de la provincia de Salta. Es decir, ya descompuestas las relaciones sociales de tipo precapitalista, se pasa al crecimiento de la agricultura y la industria capitalista donde el tipo de relaciones de esta forma de producción ya eran dominantes.[25]

Como contrapartida, en términos absolutos se incrementó la población industrial y comercial. El dato que también se destaca es el aumento de la población “no productiva”, (aquellos que perciben un ingreso sin participar de la actividad económica: jubilados y pensionados, trabajadores no especificados, personal de las fuerzas armadas, profesionales, y trabajadores de servicios personales y afines).[26]

En la provincia de Salta dominan las relaciones de producción capitalistas, asalariadas, donde el peso del proletariado es claro a lo largo de los veinte años analizados:

 

Cuadro 2. Distribución de la población en grupos sociales fundamentales en Salta[27]

 

1960

%

1970

%

1980

%

1980**

%

GB

1815

1.4

1400

0.8

1362

0.6

1362

0.7

PBA

13520

10.4

17000

10.4

19017

9.4

20408

10.4

PBP

16882

13

24050

14.8

31860

15.7

34955

17.8

P Y SP*

98071

75.2

121800

74

151224

74.3

139744

71.1

Total

130288

100

164250

100

203463

100

196469

100

Fuente: Elaboración propia a partir de los Censos Nacionales de población de 1960, 1970 y 1980. Dirección General de Estadísticas y Censos de Salta. (Ver cuadro 1, 2 y 3 del Anexo). * Se han incluido los desocupados. ** Estos datos sobre 1980 son elaborados por Nicolás Iñigo Carrera y Jorge Podestá.

 

Los datos elaborados muestran un proceso de concentración de la gran burguesía (GB) a lo largo de estos veinte años. La pequeña burguesía en su conjunto creció en proporción (25 a 28%), pero sobre todo las capas más pobres (PBP), lo que puede obedecer al aumento del cuentapropismo por pérdida de puestos de trabajo asalariado.

El incremento de la riqueza producida se puede observar en el constante crecimiento del Producto Bruto Geográfico (PBG): con base 100 en 1970, en 1971 es de 96, en 1975 es de 118, y en 1980, de 153.[28] Según ese mismo indicador, de 1970 a 1985 prevaleció el crecimiento de un único sector de la economía: el terciario (comercio, transporte, finanzas, seguros, inmuebles, servicios comunales, sociales y personales), en particular el renglón “servicios”, que abarca la administración pública, y “finanzas”.  Además, era el sector de mayor peso en la economía en términos relativos. El segundo sector en participación del PBG de la provincia era el secundario (industria manufacturera, construcción, electricidad y gas). El renglón más importante era la industria manufacturera, aunque a mediados de 1975, los diarios de la provincia describían una grave crisis de la mediana y pequeña industria metal mecánica orientada a la agricultura.[29] En cambio, se registra el crecimiento de la construcción, la electricidad, gas y agua. Por diversas fuentes puede afirmarse el peso numérico de la pequeña y mediana industria[30], salvo en el caso de la elaboración y refinamiento de azúcar, petróleo y minería con rasgos de gran industria.

Una hipótesis que surge de la indagación, es que la debilidad de la burguesía industrial propiamente dicha, el tipo de industria desarrollado en la provincia (vinculada a la fracción agraria) y el proceso de concentración de la riqueza que caracterizó el período, tendió a favorecer alianzas entre capas medias de la burguesía agraria, industrial y comercial. Es más, muy probablemente, esa debilidad de la burguesía local, llevó a que los intereses agrícolas, industriales y comerciales no fuesen contradictorios en este momento, ya que la burguesía había diversificado sus inversiones, por lo que los antagonismos intraclase podrían haberse producido entre capas de la burguesía más o menos concentradas.

El conjunto de actividades del sector primario (agricultura-silvicultura-ganadería y explotación de minas y canteras), tercera actividad económica en cuanto a participación en el PBG, registran un notable retroceso, pero sobre todo por la crisis sostenida de la ganadería. Sólo la agricultura crece incesantemente de la mano de cultivos de exportación como el tabaco, la soja, el poroto, y otros como la vid, y la caña de azúcar.

En la mayoría de estos cultivos, predominaba la gran propiedad. La concentración de la tierra en menos manos es un proceso notable según los datos de los censos agropecuarios de 1969 y 1974. En este último año, el 4% de las explotaciones tenían más de 2500 hectáreas y concentraban el 81,5% de la tierra, mientras que las restantes explotaciones sólo disponían del 18,5%. El porcentaje de tierra explotada por sus propietarios había ascendido al 88,7%, los arrendatarios sólo ocupaban el 7,7, los aparceros el 0,8, y el 2,8 estaba bajo otras formas de tenencia.

Ciertas capas medias de la burguesía agraria, amenazada por el proceso de concentración de la propiedad, la entrada de capitales externos[31] y el tener que vérsela con “monopolios” (ya sea relacionados al tabaco, o comercializadoras de poroto y soja), puede hacerla proclive a alineamientos con otras fracciones de clases sociales.

 El proletariado es el componente mayoritario de la estructura social salteña y recorría una tendencia al crecimiento en términos absolutos. La misma estructura puede imponerle dificultades en su organización debido a su baja concentración en lugares de trabajo (tanto en el campo como en la ciudad, con la excepción de ramas concentradas de la industria ya señaladas), la existencia de la pequeña y mediana industria en la capital, y su dispersión geográfica.

Hasta la década del setenta una fracción considerable del proletariado estaba constituida por obreros rurales.[32] Su disminución hacia 1980 se debió al proceso de urbanización, al cambio en los procesos de trabajo y a la mecanización masiva en curso, es decir, el conjunto de modificaciones en el campo salteño que manifiestan la transformación de la agricultura en rama de la industria. Tanto para el tabaco, el poroto y la caña, diversas fuentes afirman “una tecnificación total, que se tradujo en grandes inversiones en maquinaria, tractores y herramientas”.[33] 

La fracción industrial del proletariado, tiene el mismo peso numérico que la fracción agraria, aunque el vinculado a la industria manufacturera estrictamente hablando, constituye la tercera parte. El 65% del proletariado industrial salteño se agrupaba en tres tipos de industria: producción de alimentos, bebidas y tabaco, industria de la madera y fabricación de maquinaria. Son las tres ramas en las que se ocupan mayor cantidad de trabajadores, y de las que más establecimientos industriales existen.

Las refinerías de azúcar y la “industria del tabaco” (preparación de hojas) eran las que mayor número de trabajadores centralizaba por establecimiento (la primera tenía un promedio de 1050 trabajadores en dos establecimientos y la segunda, un promedio de 102 en cada uno de los 6 existentes). Entre el proletariado inserto en la industria vinculada a la producción de maquinaria y equipos, puede verificarse un promedio de 20 y 40 trabajadores por establecimiento. Es necesario establecer si el peso de la pequeña y mediana propiedad en la industria salteña de la época, contribuía al surgimiento de contradicciones secundarias en la clase obrera industrial.

A mediados de la década del setenta, el peso de los trabajadores del comercio y servicios lo ubica como la fracción más importante del conjunto de la clase obrera de la provincia. Es necesario aclarar que, según el censo de población de 1980, el 60% de estos trabajadores eran empleados u obreros del sector público de los servicios (28.970). Otros datos confirman las dimensiones de este sector: según la prensa, una huelga de agosto de 1974, había obtenido una adhesión del 99%, lo que comprometía a 15.000 trabajadores del Estado.

Aunque no es posible determinar su número en 1960, los docentes y profesionales asalariados sumaban entre 11000 y 14000 personas en 1980 según la fuente[34], es decir, por lo menos el 20% de la pequeña burguesía estaba inserta en relaciones salariales. Docentes y profesionales asalariados del sector público adquirieron un peso relevante en la estructura social de Salta. Concentrados en lugares de trabajo ligados a través de fuertes sindicatos, y la existencia de un único patrón (el Estado), potencia sus capacidades de organización y unificación de intereses.

Podríamos señalar que, considerando como “masa trabajadora y explotada” tanto al proletariado, los desocupados y la pequeña burguesía pobre (en proceso de pauperización y proletarización), su porcentaje en la población total creció de 88% en 1960 a 90% en 1980 (a nivel nacional constituía el 86% el mismo año).

Para complementar la imagen sobre el peso de las relaciones capitalistas en la provincia, agreguemos que investigaciones sobre la misma temática muestran que en 1960 en República Dominicana, menos de la mitad de la población económicamente activa estaba inserta en relaciones asalariadas (44%), mientras que los trabajadores por cuenta propia, aproximación a la pequeña burguesía pobre, se elevaba a otro 44%.[35]

No es posible extendernos en las condiciones de vida en relación a salud, vivienda y alimentación, pero las fuentes muestran un panorama de pauperización. En cuanto a la desocupación, según la UDEES (Unión de Entidades Empresarias Salteñas) en 1972 llegaba a un 17,5% en la provincia.[36] Estas son algunas hipótesis acerca de los antagonismos sociales objetivos que caracterizan el escenario salteño de la década del setenta, y el marco en el que se mueven, enfrentan y alinean los actores sociales que se tratarán más adelante.

 

Tendencias políticas en Salta. 1972-1976

Como se afirmó en la sección metodológica, en las luchas y confrontaciones las diferentes fracciones producen alianzas “cuya lógica es particular, histórica, independiente de la situación estructural de cada fracción considerada”[37] y en donde intervienen “creencias, expectativas y lealtades”. Analizadas las condiciones materiales generales, estudiamos el proceso político en el que, quienes actúan, “pierden la fijación” con la que aparecen en la estructura.

Luego de la conmoción producida por el ascenso de las luchas obrero - estudiantiles durante 1968 a 1971 en todo el país, el régimen encabezado por Agustín Lanusse lanzó una estrategia de “institucionalización” del país[38], dirigido a legalizar los partidos de la burguesía y recomponer la profunda crisis del Estado. Aunque no corresponde al período de estudio de esta investigación, cabe recordar que en la provincia de Salta se desarrollaron movilizaciones y enfrentamientos callejeros de diversa envergadura entre una fuerza social constituida por la clase obrera y la pequeña burguesía que contenía tendencias reformistas y revolucionarias, contra las fuerzas represivas del estado a lo largo de 1969 – 1972.[39] En todos los enfrentamientos, las metas expresadas por sus protagonistas terminaron trascendiendo y articulándose con denuncias al régimen. Se desarrollaron las formas de lucha y organización clásica del período consistentes en la acción directa que supera las instituciones y organizaciones particulares: asambleas obrero - estudiantiles, movilizaciones, piquetes, actos relámpago, ocupación de calles y zonas de la ciudad, uso de dinamita para atentados sin bajas humanas en estaciones de trenes o empresas, barricadas y enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la policía y ejército. Hasta 1972 inclusive, se trató de un período de ascenso de las luchas sociales en Salta, y de un proceso de formación de una fuerza social revolucionaria que se desprendía de la fuerza social movilizada contra el régimen.

Desde 1972 los partidos políticos comenzaron su reorganización previa a la nominación de los candidatos para las elecciones generales del 11 de marzo de 1973. El proceso fue muy conflictivo en la mayoría de los partidos[40], atravesados por la lucha entre tendencias internas. El análisis de diferentes fuentes y las herramientas conceptuales explicadas en la primera parte, permitió construir un “mapa” de tendencias, sin pretensiones de abarcar la totalidad del panorama político salteño.

Al interior del peronismo provincial, encontramos diversos agrupamientos con tendencias políticas más o menos definidas. Del estudio del conjunto, podemos decir que existe: una tendencia revolucionaria socialista, abiertos a la participación política legal sin abandonar la lucha armada y la organización militar clandestina. Vemos al Frente Revolucionario Peronista (FRP) como impulsor de esa tendencia, con contradicciones al sostener el liderazgo de Perón y una eventual alianza entre las clases explotadas (obreros, campesinos y pequeña burguesía urbana) con la burguesía nacional. Ello, “hasta lograr el desarrollo de una conciencia socialista” que permitiera llevar adelante un proceso de transformación social que ponga fin a relaciones de explotación. Reconocían la existencia de la lucha de clases y valoraban positivamente experiencias socialistas en el mundo.[41]

Una tendencia reformista, con el común denominador de sostener la necesidad de una alianza dirigida por capas medias de la burguesía industrial y agraria, incorporando a la clase obrera, bajo el principio de la “justicia social” a partir de un cambio “moral”, cristiano y nacionalista. No cuestionaban las relaciones de explotación y se distanciaban de experiencias socialistas en el mundo. Las variantes que observamos en este arco reformista son: una tendencia legal institucionalista, encarnada en la Lista Verde del PJ y en la figura de Miguel Ragone, abierto a integrar e institucionalizar a tendencias revolucionarias y radicalizadas (Montoneros, FRP) lo que le otorgaba un cariz democrático distintivo, y a encarar transformaciones en el capitalismo en el marco de la ley.[42] Otra que denominamos reformismo radicalizado, en el caso de JP – Montoneros, dispuesto al desarrollo de la lucha armada para consolidar un capitalismo de estado garantizando la propiedad privada de la burguesía, para luego, según ellos, pasar a una etapa “socialista”.[43] Y finalmente lo que llamamos reformismo “verticalista”, a falta de un mejor nombre. Esa última tendencia era la que se expresaba en la Agrupación Reconquista, su rama juvenil y un sector gremial en su mayoría estatales, que si bien compartía muchas de aquellas ideas, no sólo rechazaban la lucha armada, sino también la integración de sectores radicalizados y a toda confrontación con Perón.[44] Esto último, para delimitarse de los ex vandoristas y del neoperonismo de los años sesenta, del “montonerismo”, y en defensa del programa histórico del peronismo sin alteraciones.

Por último, encontramos tendencias reactivas-reaccionarias, que van del nacionalismo católico corporativista, antiliberal, impulsado por la lista Celeste y Blanca del PJ y un representante de la burguesía agroindustrial, Juan Carlos Cornejo Linares[45], hasta el nacionalismo con tintes corporativistas y herederos del vandorismo, encarnado en la Lista Azul y Blanca del PJ y fracciones del movimiento obrero ligados a la UOM.[46]

En el caso de Salta, la reorganización del Partido Justicialista, organización y desarrollo del congreso partidario y las listas de candidatos, quedó en manos de Juan Carlos Cornejo Linares, es decir, el líder de la tendencia reactiva–reaccionaria nacionalista católica.[47] El proceso que culminó con la nominación de Ragone – Ríos como candidatos a gobernador y vice, se desarrolló en un congreso partidario de diciembre de 1972, y resultó en una coalición entre agrupamientos del PJ de tendencia reformista y sus variantes (Lista verde, Reconquista, parte de Montoneros y JP), organizada por el nacionalismo reactivo- reaccionario contra la tendencia corporativista-vandorista (Lista Azul y Blanca y su sector sindical).

Habiendo caracterizado cada agrupación/tendencia, y mostrado que eran transversales al PJ, es decir, cada una contaba con políticos, gremialistas y sector juvenil, los enfrentamientos descritos no pueden ser explicados como la puja entre las “ramas” del peronismo. Por lo menos en Salta y en la etapa que analizamos, no observamos el choque entre esos tres bloques como unidades homogéneas. Además, al haber elaborado una primera caracterización de cada tendencia, observamos que la fórmula “lucha entre izquierda y derecha peronista”, oculta una diversidad de posicionamientos y concepciones que no pueden pasarse por alto. Insistimos, ¿cómo puede ser considerada de “izquierda” la coalición representada por Ragone donde fue evidente el peso que adquirió en la misma el nacionalismo más reaccionario y el reformismo histórico – verticalista y anti montonero de Reconquista?

Por fuera del PJ, también sostuvieron tendencias reformistas institucionalistas: el Partido Revolucionario Cristiano (PRC), Frente de Izquierda Popular (FIP), Movimiento de Integración y desarrollo (MID), y parte de la UCR. Tanto en sus declaraciones como en las acciones resueltas en relación a la posible proscripción electoral de Perón y el FREJULI, consideramos que estos partidos fueron expresiones de una tendencia reformista de pequeña burguesía y burguesía industrial.[48] Si bien podríamos colocar al FIP como el más claro en relación a sus ideas sobre la propiedad privada y más cercano al socialismo, o señalar un cierto utopismo cooperativo comunitario en el caso del PRC, estos partidos coincidían con las tendencias reformistas que se expresaron al interior del peronismo. Principalmente, con la vertiente institucionalista democrática representada por Ragone: centralidad de un régimen dirigido por Perón, industrialización y distribución de la riqueza a partir de la formación de un frente aglutinado en “lo nacional” como opuesto a lo “oligárquico – dependiente” pero también opuesto al “socialismo internacional” e, implícitamente, a la dirección obrera del proceso (como sí lo planteó el Frente Revolucionario Peronista). Formaron en conjunto una fuerza social reformista. A lo largo del proceso histórico que analizaremos, la mayoría de estos partidos no tuvieron una intervención notable, ni en la acción concreta ni en la exposición de sus posicionamientos respecto a los conflictos y luchas del período 1973 – 1976, o por lo menos las fuentes no alcanzan para caracterizar esa intervención.

En cuanto a los partidos plenamente o afines a tenencias liberal-conservadoras, según el análisis realizado[49], el rasgo compartido por la mayoría es el haber tenido estrechas vinculaciones con regímenes dictatoriales anteriores (fracciones de la UCR, Nueva Fuerza y Movimiento Federal, estaban directamente señalados como “partidos de la dictadura”), y contar entre sus dirigentes y candidatos a directivos de corporaciones empresarias vinculadas al sector agrícola y agroindustrial: Cámara del Tabaco, Cámara Regional de la producción, de Comercio Exterior, de Comercio e Industria, Sociedad Rural. Es decir, parece ser estrecha la relación entre los representantes de las clases (en lo corporativo), y sus representantes ideológicos.

En general compartían la prioridad del “orden y la paz social”, la estabilidad jurídica e institucional, ante un panorama que algunos de ellos califican como de enfrentamientos sociales agudos. Si bien son elementos presentes en ciertas tendencias dentro del peronismo, en los partidos liberales se enlazaban a la fuerte defensa del capital privado y el rol positivo del capital extranjero, la economía de mercado y la libre competencia. Defendían un Estado con funciones limitadas, y en el caso de Nueva Fuerza, un fuerte antiestatismo y anti intervencionismo. En estos partidos encontramos los lineamientos característicos de las tendencias liberal – conservadoras señaladas por Mario Lattuada[50], en particular, que se auto consideran por encima de la polarización radicalismo – peronismo.

En relación a diferencias de principios entre estos partidos, podríamos señalar que, además de los matices en cuanto al rol del Estado y el capital extranjero, el peronismo constituye uno de aquellos principios que dividen a la burguesía local, y fundamentalmente el qué hacer con las tendencias más radicalizadas del mismo. Unión Provincial y Nueva Fuerza, expresan una posición abierta y rotundamente negativa de la experiencia peronista, que no es el caso del Movimiento Federal, Partido Conservador Popular, Movimiento Popular Salteño o UCR, y además comparten un feroz anticomunismo que tiñe a aquellos dos partidos de tintes potencialmente reaccionarios.

El proceso abierto luego de las elecciones no dejaría al jugador en el mismo lugar de 1972-1973. Algunas tendencias se definieron con mayor claridad, se realinearon o disolvieron al calor de las tensiones que analizaremos más adelante.

 

Alianzas y coaliciones entre 1972 y 1976

Teniendo en cuenta algunas de las condiciones objetivas materiales de la estructura económica del período y las tendencias políticas que se expresaron y delinearon, pasamos a estudiar el proceso histórico concreto de articulación/coalición, ruptura y realineamientos políticos y sociales según un ensayo de periodización. Optamos por exponer los rasgos generales de la misma, señalando sólo algunos procesos y fuentes que llevaron a la construcción de la misma.

La reorganización partidaria del PJ local para las elecciones de marzo de 1973 precipitó una coalición entre una diversidad de tendencias reformistas y reaccionarias – reactivas, que sostuvieron la fórmula Miguel Ragone-Olivio Ríos para la gobernación. Coalición amalgamada bajo el signo del reformismo institucionalista democrático representado por Miguel Ragone y la Lista Verde, pero donde anidaban tendencias reaccionarias-reactivas. En el curso de los primeros meses de gobierno, a esta coalición se agregaron otros partidos (PRC, FIP, MID) y corporaciones empresarias (CGE-UDEES), por lo que podemos hablar de una amplia coalición que involucró una diversidad de partidos cuyas tendencias reformistas confluyeron con el peronismo. Organizaciones con tendencias revolucionarias (FRP, militantes o ex militantes del PRT)[51], no llegaron a integrarse plenamente y mantuvieron una tensa relación.

A partir del análisis de la formación del gabinete, medidas de gobierno y manifestaciones de sindicatos, en el plano de las alianzas de clase, aquella coalición involucró a amplias franjas de la burguesía (principalmente mediana y pequeña burguesía agraria e industrial) pequeña burguesía proletarizada y fracciones de la clase obrera agraria e industrial como ceramistas y del tabaco), bajo la dirección de capas medias de la burguesía agroindustrial e industrial, vinculada al agro o al Estado en el caso de la construcción. En el análisis de la estructura se observa que capas de la burguesía agraria (frutihortícola, vitivinicultura) estaba orientada al mercado interno, y en otros casos (tabaco, poroto) al externo, pero dependía de monopolios instalados para la exportación, con los que antagoniza. Además, depende del apoyo estatal para la política de subsidios, de aranceles y de crédito.

La composición social de la alianza se manifestó en la designación de profesionales y empresarios industriales en el gabinete de Miguel Ragone, en el apoyo otorgado por sindicatos de trabajadores del Estado (municipales, de la provincia, bancarios, docentes) y organizaciones estudiantiles. Gran parte de las cámaras empresarias, representación de diversas capas y fracciones de la burguesía salteña, formó parte de la alianza reformista con expectativas en la estabilidad social e institucional, participación en organismos de crédito (Banco Provincial), el proteccionismo hacia su producción agrícola y agroindustrial orientada al mercado interno, o en “tensión” por la intervención del capital extranjero y desarrollo de procesos de concentración. ¿Contra quién? Contra fuerzas que en esta primera etapa aparecen dispersas, pero que eran potenciales integrantes de otra fuerza social: por un lado, capas acomodadas de la burguesía o gran burguesía (Sociedad Rural, Cámara Regional de la Producción), por otro, grupos de tendencia reactiva y reaccionaria dentro del peronismo, y finalmente, contra potenciales directores de una fuerza social revolucionaria.     

Las alianzas ni son homogéneas en cuanto a los intereses que defienden, ni se mantienen inmutables en su composición. Afirmamos que, ya sea por el logro de los objetivos propuestos, por variación de las condiciones generales o por formación de otras fuerzas, pueden descomponerse, y reconstituirse tras otros objetivos. Para el análisis de este movimiento, es clave la observación de momentos de confrontación política y de enfrentamientos sociales que pueden determinar el traspaso de la iniciativa política de uno a otro sector y así cambiar el carácter del período.

En el caso del período de estudio en esta investigación (1972-1976), hemos identificado cuatro etapas.

La primera abarca desde la formación de la coalición político – social que triunfó en las elecciones provinciales de marzo de 1973 hasta septiembre/octubre de 1973, cuando apareció en escena una fuerza social peronista de carácter reactivo y reaccionario durante el intento de ocupación de la Casa de Gobierno provincial.

Durante esta primera etapa la coalición ragonista asumió en los hechos una orientación reformista, dirigida a desarrollar una colonización capitalista en el campo y una industria vinculada al agro sin afectar los intereses de la gran propiedad.[52] En esta primera etapa, empeñado en su ideal de abrir la participación, el gobierno peronista local se vio envuelto en la contradicción de querer conciliar tendencias de difícil articulación. En palabras de Bonavena:

Las luchas democráticas de carácter burgués agotan la democracia en la simple formalidad, en la representación formal de las distintas expresiones sociales, políticas o ideológicas (…) En tanto, las luchas democráticas de carácter obrero, son luchas democráticas de contenido real, de “centralismo democrático” (…) de un carácter horizontal, sin delegaciones o concentración de poder en unos pocos. [53]

Las luchas políticas de la clase obrera encontraron su punto de mayor ascenso con la ocupación del edificio de la CGT en junio de 1973 por parte de sindicatos antiburocráticos y organizaciones revolucionarias que disputaban la dirección política de esa clase. El gobierno peronista local logró neutralizarlas, y a partir de allí, las luchas comenzaron a sufrir un descenso, aunque no a desaparecer. A la vez, el FRP intensificó su distancia política con la coalición reformista, se propuso como un “partido obrero en construcción”[54], y se acercó a organizaciones de tendencia revolucionaria socialista como el PRT.[55]

Junto a la variación en la situación nacional marcada por la masacre de Ezeiza de junio de 1973[56] y el desplazamiento del presidente Héctor Cámpora, la derrota en el control de la central obrera salteña por parte de tendencias revolucionarias marcó el inicio de la descomposición de la coalición que reunía a reformistas (tanto moderados como radicalizados) y revolucionarios bajo la figura de Ragone.

Matizando una afirmación de Pablo Bonavena sobre el tema, el gobierno de Ragone no tuvo el apoyo de los grupos revolucionarios del peronismo.[57] Más bien, se hallaba en permanente tensión con ellos (siempre que sólo consideremos como “peronismo revolucionario” en Salta sólo al FRP), alternando entre la colaboración y el conflicto. El gobierno peronista salteño encaró el objetivo de institucionalizarlos, actuando como barrera de contención de cualquier impulso al proceso revolucionario que se vivía desde 1969. Aunque logró esa contención, la aparición de este actor generó fricciones al interior del peronismo (hasta marzo de 1973 sus principales dirigentes habían estado detenidos).

En un relativo estado de latencia desde su derrota en el congreso del PJ de diciembre de 1972, los agrupamientos políticos – sindicales peronistas opositores al reformismo institucionalista del gobernador, se hicieron presentes como una fuerza social en formación mediante el intento de ocupación de la casa de gobierno en septiembre de 1973.[58] Este enfrentamiento, y luego las “ordenes reservadas” de Perón el 1 de octubre[59], fueron hitos que anticipaban el cambio en las coaliciones y alianzas en la provincia. Si bien puede afirmarse que del enfrentamiento resultó formalmente triunfante Miguel Ragone ya que permaneció en el gobierno y se expulsó a los asaltantes de la sede gubernamental, determinó un realineamiento de su gobierno.

 Desde aquí vemos una segunda etapa. Se produjo la ruptura con sectores que habían sido un fuerte sostén (los “verticalistas” de Reconquista), se dio curso a la “depuración” a través del desplazamientos de buena cantidad de funcionarios cuestionados por izquierdistas, se dictaron medidas represivas[60], y se perfiló una coalición con partidos de tendencia “semi liberal – conservadora”, como hemos definido a sectores de la UCR y el MPS. La primera etapa en la que se hablaba de un “revolución en paz”, derivó hacia otra donde primó la “búsqueda del orden” y la estabilidad institucional.

De estos enfrentamientos, otros procesos que se desencadenaron fue la unificación y acuerdo entre corporaciones de la burguesía salteña (unión CGT – UDEES), y, por otro lado, entre fracciones del movimiento obrero.

La segunda etapa (fines de 1973 a noviembre de 1974, fecha de la intervención federal) se caracterizó por la confrontación y negociación permanente entre agrupamientos de tendencias reformistas institucionalistas en el gobierno provincial en búsqueda de afirmar una coalición con otros partidos, y una fuerza social opositora al mismo con el objetivo inmediato de destituir al gobernador.

La condena del peronismo salteño al hecho protagonizado por el Ejército Revolucionario del Pueblo en la ciudad de Azul en enero de 1974 fue unánime[61], y se convirtió en una circunstancia que permitió al gobierno provincial remarcar su distancia respecto de la izquierda revolucionaria. Al mismo tiempo, fue explotado por la oposición a Ragone para reanimar el enfrentamiento organizando dos paros contra el gobierno. El grupo Reconquista se enfrentó abiertamente a la coalición de la que había formado parte, logró controlar al PJ y coincidió en acciones con la llamada “derecha peronista” (Lista Azul y Blanca, CGT), coincidencia de corta duración.

Los paros de la CGT contra Ragone[62] fracasaron desde el punto de vista de la adhesión, pero igualmente el gobierno provincial cedió a la “depuración”, por lo que el fracaso fue relativo. Por otro lado, desde aquí fue más claro el intento de fortalecer su alianza con organizaciones de la burguesía acomodada agraria e industrial, coaligándose con sus expresiones políticas: Unión Provincial, Movimiento Popular Salteño y Unión Cívica Radical[63], para enfrentar la intervención federal y el cierre de los espacios de representación que eso significaba.

A la distancia que Ragone estableció con el FRP, se sumó su contribución a la desmovilización de quienes salían en defensa de su gobierno como era el caso de algunos sindicatos de trabajadores estatales, del tabaco y otras organizaciones políticas. La clase obrera hizo cada vez más intensa su movilización contra el Pacto Social[64] y por reivindicaciones inmediatas, estableciéndose una situación de tensión con el gobierno peronista provincial al que habían respaldado. Desde fines de 1973 y todo 1974, se desarrollaron las huelgas locales contra el Pacto Social: paros por aumento salarial o equiparación de haberes de bancarios, docentes, panaderos, obreros del tabaco, municipales de toda la provincia, cerveceros, ceramistas, del cemento, gas del estado, Sindicato Argentino de Prensa, CEOAP (empleados y obreros de la administración pública), municipales y obreros del azúcar de El Tabacal, en medio del acuartelamiento de la policía por mejoras salariales y equiparación con el resto de la administración pública. Estos paros formaron parte de planes de lucha con paros progresivo por varios meses, paros por tiempo indeterminado y olla popular (ceramistas y cemento), y sólo en un caso derivó en una movilización (CEOAP). En algunos casos (bancarios y municipales) rechazaron el apoyo ofrecido por la CGT local, considerando que “nunca había apoyado su lucha reivindicativa”, y los reclamos desembocaron en la expulsión de dirigentes (bancarios, municipales y cemento) y repudio al secretario de trabajo de la provincia, Benito Moya (UOM). Por lo que se sabe, ninguno derivó en enfrentamientos callejeros característicos de 1969/72.

Desde octubre de 1974 se aceleraron los operativos represivos, tendientes a asegurar la llegada de una intervención federal sin sobresaltos. El ex gobernador facilitó su renuncia y asistió a la asunción del gobierno que lo derrocó en noviembre de 1974. La ausencia de resistencia (más allá de las gestiones realizadas por los partidos liberal – conservadores en apoyo de Ragone y en contra de la intervención) y los posicionamientos adoptados por los actores políticos, muestra por un lado que la circunstancial coalición opositora se había impuesto en el peronismo, y por otro, que la mayoría de la pequeña burguesía pobre representada en algunos gremios de trabajadores estatales, parecían haber abandonado la alianza a la que había pertenecido desde 1973. No encontramos movilizaciones estudiantiles durante el período, actor protagonista de las luchas de 1969-1972.

Más allá de la figura de Miguel Ragone, lo que el régimen inaugurado en marzo de 1973 pretendía era reconstruir la legitimidad del Estado burgués convocando a una amplitud de sectores, luego del período de crisis abierto en 1969. Ese fue el intento del reformismo institucionalista salteño. ¿Por qué se produjo la intervención a Ragone? Si bien esta investigación no tiene fines comparativos, sabemos que existieron provincias que no fueron intervenidas a pesar de que se trató de casos más urgentes que el de Salta, por ejemplo, San Luis. Allí, el gobernador Elías Adre, a diferencia de Miguel Ragone, rechazó explícitamente la “caza de Brujas” desatada, se opuso abiertamente a la candidatura de Isabel Perón como vicepresidente para las elecciones de septiembre de 1973 y tomó medidas de apoyo a la JP – Montoneros.[65] En el caso de Ragone, a la crisis política y económica nacional y la agudización de la protesta local contra el pacto social, no puede descartarse desde las motivaciones personales del propio gobernador quien simplemente claudicó en sus objetivos políticos como líder, hasta la unidad cada vez mayor del PJ provincial contra el gobernador, y la misma tesitura adoptada por los senadores nacionales que habían promovido su candidatura (Armando Caro y Juan Carlos Cornejo Linares).

Luego de la Intervención federal de noviembre de 1974, se impusieron las tendencias verticalistas, reactivas y corporativas del peronismo. Tendencia bien reflejada en la nota de apoyo enviada por el delegado regional de la CGT local (Raúl López) con motivo de la inauguración de la Feria Internacional Agro – industrial del NOA, al titular de la Comisión Ejecutiva, Daniel Patrón Costas, donde decía:

Es nuestro convencimiento que para lograr el éxito que ansía nuestro pueblo siempre permanezcan unidos los argentinos y esto implica que la trilogía gobierno, empresarios y obreros mantengan una total y activa participación en el diálogo y las utilidades (…) nos sentimos parte de lo que la feria internacional exhiba porque de nuestras manos salen y con nuestro trabajo se moldean las máquinas que hacen caminar el progreso del pueblo argentino.[66]

Días antes, la CGT incorporaba a las fuerzas armadas en esta “trilogía”. Sólo quedaba el llamamiento a la iglesia para completar la convocatoria a las corporaciones del orden. En una misa de homenaje al ejército, el líder de la CGT distinguió a los “hombres caídos por defender el porvenir y la grandeza de la nación” (…) el pueblo y las fuerzas armadas son los pilares indestructibles en los que se asienta el futuro de nuestra nación (…) las fuerzas del trabajo y las fuerzas armadas están unidas con un solo fin que es el de la reconstrucción y liberación nacional.[67]         En términos generales, la etapa que se abrió de noviembre de 1974 hasta la siguiente intervención federal de fines de 1975, se inició con la llegada al gobierno de una coalición entre toda la oposición político – sindical peronista a Ragone, que una vez logró el objetivo de destituirlo, se disgregó nuevamente. Esta primera intervención federal encabezada por el cordobés Alejandro Mosquera, comenzó con la aprobación de la CGT, 62 Organizaciones, Juventud Sindical Peronista, Lista Azul y Blanca y algunos integrantes de la Agrupación Reconquista. Pero la supuesta unidad alcanzada contra el gobierno anterior, se vio afectada por diversos hechos de alcance nacional y provincial. Las pugnas nacionales en torno al control del PJ y la orientación de la política económica que enfrentaba a los sectores cercanos a López Rega contra el movimiento obrero alineado a la UOM, impactaron a nivel local. Sectores de la CGT y la Lista Azul y Blanca se retiraron de la coalición gobernante en la provincia, y se produjo la ruptura de la CGT, las 62 Organizaciones y de todas las agrupaciones peronistas. A mediados de 1975, la clase obrera y pequeña burguesía se movilizaron por reivindicaciones salariales, pero en Salta no se desarrollaron con la agudeza de otras zonas del país.[68] Mientras las tendencias reformistas institucionalistas dejaron de intervenir públicamente en el escenario político.

Contrastando con el proceso de disgregación del peronismo y sus organizaciones, las diversas fracciones de la burguesía (poroto, tabaco, tambos, construcción) desarrollaron un proceso de movilización y unificación corporativa durante 1975, como no se había visto en la etapa anterior. Había finalizado la “tregua” que había permitido el interín democrático de 1973, y crecía la formación de una fuerza social con dirección del empresariado local, y apoyo de los partidos de tendencia liberal – conservadora, al calor de la pronunciada crisis económica y el rechazo generalizado a la reforma fiscal de Mosquera, quien debió renunciar en septiembre de 1975 por el repliegue del lopezreguismo a nivel nacional.

La última etapa, de fines de 1975 a marzo de 1976, se podría simplificar aquí en dos procesos ya marcados por un clima de golpe de estado.[69] Por un lado, dos intervenciones federales que expresaron dos frágiles realineamientos dentro del peronismo nacional y local. El primero, encabezado por Ferdinando Pedrini, con el apoyo y participación de una parte de la Lista Azul y Blanca y la fracción que le correspondía del movimiento obrero (detractores del ministro López Rega). No sólo se mostraron tolerantes hacia lo que antes habían llamado la “izquierda peronista” y a la que tanto habían combatido, sino que nadie negó el acuerdo entre ellos, al que se sumaba el partido de la llamada “oligarquía” liberal conservadora (MPS). La segunda intervención (fines de febrero de 1976), encabezada por René Orsi, apoyada por los ex miembros de la agrupación Reconquista, alineados nacionalmente al “verticalismo” isabelista y lo que quedaba del círculo de López Rega.

El segundo proceso fue el de movilización creciente y toma de iniciativa por parte de la burguesía local. Ya no se trataba sólo de reclamos económicos. El carácter político de las movilizaciones se fue haciendo cada vez más explícito. El 16 de febrero de 1976 se produjo un lock out patronal, que obtuvo el apoyo de las principales fuerzas liberal - conservadoras de la provincia reunidas en la Alianza Provincial (Unión Provincial, Nueva Fuerza y Movimiento Federal) que calificaron la actitud del “genuino empresariado nacional” de “valiente y patriótica”.

En el marco de las protestas obreras de marzo contra el plan de emergencia del Ministro de economía Emilio Mondelli, de la planificación de un segundo lock out por parte del empresariado, y la desaparición del ex gobernador Miguel Ragone, el 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe de estado.

 

Conclusiones

La investigación desarrollada sobre el proceso político por el que transitó la sociedad de Salta y el peronismo en términos de las tendencias políticas concretas que intervinieron, las coaliciones - alianzas y enfrentamientos sociales, permite superar visiones dicotómicas como las referidas a la izquierda–derecha, u ortodoxia–heterodoxia. Ofrece una alternativa de análisis que permite aprehender el contenido material de aquellas acepciones, lo que resultó en la identificación de una diversidad de tendencias políticas dentro del peronismo y más allá de él, referidas a sus concepciones sobre el estado, el cambio social, la economía, el desarrollo de la provincia y la institucionalidad. En ese sentido, pudimos desarrollar con mayor precisión los “proyectos políticos” que cada sector se planteaba y por los cuales se enfrentaban.

Nuestro tema – problema particular de investigación se enlaza a uno más general, que es el de las formas en que se desarrollan las luchas y alianzas entre clases sociales y tendencias políticas en la periferia de un país dependiente y, según algunos autores, al borde de la guerra civil.[70] En relación a este problema, Balvé afirma que el desarrollo desigual, combinado e inarmónico del capitalismo a nivel  mundial y en la Argentina, genera contradicciones entre “diferentes formas funcionales de capital; entre ramas y/o sectores; entre unidades económicas pequeñas, medianas o grandes; monopólicas o no monopólicas, extranjeras y nacionales, etc”.[71] El carácter no homogéneo de la burguesía resulta en que la puesta en cuestión de las bases de dominación burguesa por parte del proletariado se desenvuelve en el contexto de las contradicciones secundarias a que esa diferenciación da lugar: “cuando no hay unidad de clase, cuando se quiebra la unidad de la burguesía, sus fracciones pueden intentar organizar frentes policlasistas que, en tanto lucha interburguesa, tiñen la lucha de clases, aunque esta no deja de ser la fundamental”. En cambio, en momentos de unidad, “la lucha se realiza de forma privilegiada a lo largo del enfrentamiento entre burgueses y obreros”.[72] La misma autora señala que:

Nacionalismo y Liberalismo son formas ideológicas que refieren a dos policlasismos (alianzas de clase) bajo las que se organiza y enfrenta la burguesía. A la vez cada fracción de burguesía, está siempre en lucha contra fracciones coaligadas de burguesías de otras nacionalidades. Una de ellas, el nacionalismo, requiere, para librar el enfrentamiento en condiciones favorables, de la incorporación de los sectores populares y en particular el movimiento obrero.

 

¿Qué particularidades se desarrollan en nuestro espacio en cuanto a la estructura de clases sociales y la constitución de alianzas de clase? Un aporte de esta investigación refiere a esos problemas. La provincia de Salta es parte de la periferia de un país dependiente con desarrollo desigual y combinado, es decir, con una combinación de rasgos de avance y atraso económico y social. Es predominantemente agroindustrial, y como vimos en el capítulo sobre su estructura económico – social, rigen las mismas tendencias de cambio que afectan al movimiento de la estructura del país durante la década del setenta (urbanización, industrialización de la agricultura, concentración de la riqueza, proletarización, etc.). Tiene grandes industrias, pero aisladas geográficamente, al modo de enclaves. Tiene alto porcentaje de proletariado, pero disperso en la irrelevante pequeña y mediana industria de la ciudad capital, en crisis y ligada al mundo agrícola.

En el caso concreto de Salta, las alianzas entre clases se hallan condicionadas: por la debilidad y tamaño de la industria propiamente dicha ligada a actividades agrícolas, por el peso de la agricultura y la agroindustria con una relación de complementariedad entre esos sectores, de relativa contradicción con el capital extranjero, competencia con capitales extra provinciales y tensiones con el mismo estado nacional en lo relativo a la protección de su producción agrícola, destino de la tierra y distribución del escaso haber crediticio.

En la provincia no identificamos contradicciones entre fracciones de la burguesía local. La situación más bien se acerca a contradicciones entre capas de esa clase en el sentido siguiente: por un lado, el sector tabacalero y porotero entró en conflicto con intereses azucareros y sectores asociados de gran concentración de capital, por la promoción estatal a cada una de sus actividades, ambos agroindustriales. Por otro lado, se desarrolló una burguesía con actividades diversificadas cuyo interés de abrir los mercados hacia Latinoamérica, entra en conflicto con un sector de la burguesía agroindustrial ligada al mercado interno (madereros, vid, frutihortícola, pimentón) que necesita protección estatal a su producción para frenar la entrada de productos latinoamericanos. De ahí la integración de estas capas medias y acomodadas de la burguesía agraria, industrial y comercial a la alianza peronista, con fines de protección ante capas superiores de su misma clase.

En cuanto a la clase obrera, valen otros condicionantes: peso del proletariado rural, pero disperso geográficamente y sometido a relaciones capitalistas quizás combinadas con otras más antiguas en desaparición, un proletariado industrial, concentrado lejos de centros de poder (azúcar, madera, minería), y disperso en las ciudades donde predomina la pequeña y mediana industria, y los trabajadores estatales, sector determinante de lo que llamamos “masa de explotados”, tanto numéricamente hablando como en su protagonismo político. 

Retomando la afirmación de Balvé citada arriba: “El carácter no homogéneo de la burguesía resulta en que la puesta en cuestión de las bases de dominación burguesa por parte del proletariado se desenvuelve en el contexto de las contradicciones secundarias”. En el proceso estudiado para Salta de 1972 – 1976, hallamos esa situación, de forma agravada por la situación periférica, atrasada y en crisis.

Nuestra investigación constituye un aporte en torno a las capas y fracciones de clase concreta que intervinieron en el proceso político, realizaron alianzas, rompieron y reconstituyeron. La perspectiva que seguimos permite aprehender el proceso en su cambio y movimiento concreto, desde la formación de una alianza reformista institucionalista del ímpetu revolucionario que se vivía en el país y la provincia desde 1969, hasta la reconstitución de fuerzas reactivas y reaccionarias que cerrarían ese ciclo histórico iniciado con el Cordobazo.  

 



[1] Director de tesis: Javier Moyano, Co-directora: Alicia Servetto. Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades. Jurado de la tesis: Adriana Kindgard, Ana Laura Noguera, María Laura Ortíz.

[2] Algunos de esos trabajos son: Secretaría de Justicia y Derechos Humanos. Gobierno de la Provincia de Salta, Ragone. Mártir de la Democracia (Salta: Editorial América, 2006).; Armando Caro Figueroa, Política y Violencia en la Salta de los años ´70. Memorias de una década trágica (1966/1976) (Salta: Cosmosalta, 2016). Gregorio Caro Figueroa, “A propósito del crimen del Dr. Miguel Ragone. De la politización del crimen a la criminalización de la política”, Política y cultura de Salta 6 (2005).; Jesús Pérez, El terco Miguel (Salta: Arte Impreso, 1994).; Rubén Octavio Arenas, No se irán sin Castigo. Testimonio de un juicio histórico. Condenados por el magnicidio del ex gobernador Miguel Ragone (Salta: Milor, 2011).

[3] Por razones de espacio, menciono sólo los aportes de historiadores locales o de otras provincias pero que trabajaron sobre Salta: María Elina Tejerina y Myriam Rosa Corbacho, “Gobierno de Miguel Ragone en Salta: entre el ideal y la realidad, 1973-1974.”, Revista Escuela de Historia 6 (2007): 253–77.; María Elina Tejerina y Myriam Corbacho, “Contradicciones y Conflictos en la reorganización del peronismo salteño, después de 18 años de proscripción”, en Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, 13 San Juan 28-30 de septiembre de 2005 (Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 2005).; Daniel Escotorin, Salta Montonera, CTA (Buenos Aires, 2007).; Beba Balvé, El 69: Huelga política de masas. Rosariazo/Cordobazo/Rosariazo (Buenos Aires: Contrapunto, 2005); Beba Balvé, Lucha de calles, lucha de clases. Elementos para su análisis: Córdoba 1971–1969 (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2006); Pablo Bonavena, Orígenes y desarrollo de la guerra civil en la Argentina, 1966–1976 (Buenos Aires: EUDEBA, 1998); Eduardo Sartelli, La plaza es nuestra, Ediciones RyR (Buenos Aires, s. f.); María Celia Cotarelo y Fabián Fernández, “Lucha del movimiento obrero y crisis de la alianza peronista. Argentina, junio y julio de 1975 y marzo de 1976”, en Documentos y Publicaciones del PIMSA, PIMSA (Buenos Aires, 2007).; Alicia Servetto, 73/76: el gobierno peronista contra las" provincias montoneras" (Buenos Aires: Siglo XXI, 2010).; Damián Horacio Antúnez, Caras extrañas. La Tendencia Revolucionaria del peronismo en los Gobiernos Provinciales (Rosario: Prehistoria, 2015).

[4] Entre otros: Beba Balvé et al., El 69: Huelga política de masas. Rosariazo/Cordobazo/Rosariazo (Buenos Aires: Contrapunto, 1989); Beba Balvé et al., Lucha de calles, lucha de clases. Elementos para su análisis: Córdoba 1971–1969 (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2006); Pablo Bonavena et al., Orígenes y desarrollo de la guerra civil en la Argentina, 1966–1976 (Buenos Aires: Eudeba, 1998). Inés Izaguirre, comp., Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina, 1973–1983 (Buenos Aires: Eudeba, 2009); Eduardo Sartelli, La plaza es nuestra (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2005); María Celia Cotarelo y F. Fernández, “Lucha del movimiento obrero y crisis de la alianza peronista. Argentina, junio y julio de 1975 y marzo de 1976,” en Documentos y Publicaciones del PIMSA (Buenos Aires: PIMSA, 1997).

 

[5] Algunos autores que han servido de referencia para realizar una elaboración acerca del problema política-estructura, en orden alfabético, son: Humberto Cerroni, Para una teoría del Partido Político (Córdoba: Teoría marxista del partido político, Cuadernos de Pasado y Presente, 1973); Antonio Gramsci, Escritos políticos (1917–1933) (México: Siglo XXI, 1990); Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Nueva Visión (Buenos Aires, 2008); Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista: Hacia una radicalización de la democracia (Madrid, 1987); Karl Marx, Las luchas de clases en Francia (Buenos Aires: Claridad, 1973); Ellen Meiksins Wood, ¿Una política sin clases? El posmarxismo y su legado, Ediciones Razón y Revolución (Buenos Aires, 2013).; Flabián Héctor José Nievas, Lucha de clases: Una perspectiva teórica-epistemológica (Imago Mundi, 2016).

[6] Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno.

 

[7] Karl Marx, “Prefacio”, en Contribución a la crítica de la economía política (Madrid: Aldus, 1970); Nicolás Iñigo Carrera y Jorge Podestá, “Análisis de una relación de fuerzas sociales objetiva: caracterización de los grupos sociales fundamentales en la Argentina actual”, 1985, 1.

[8] Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Buenos Aires: Ediciones Libertador, 2004). Para leer un extenso ensayo sobre la validez del uso del concepto “clase social” y una crítica al de “sectores populares” y “elites”, ver Alberto Pla, “Apuntes para una discusión metodológica. Clases sociales o sectores populares. Pertinencia de las categorías analíticas de ‘clase social’y ‘clase obrera’”, Anuario de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Rosario 14 (1989): 7–40.

[9] Eric Olin Wright, Clases (Siglo XXI, 1994); Juan Carlos Marín, “La noción de polaridad en los procesos de formación y realización de poder (selección)”, Razón y Revolución, no 6 (2014).

[10] Programa de Investigación del CICSO, 1966 – 2010. Centro de investigaciones en Ciencias Sociales. Balvé, Beba, “Proceso de construcción del conocimiento”, Ponencia “Primeras Jornadas Filosofías y Ciencias: a 100 años de Materialismo y Empiriocriticismo de Lenin”, septiembre, 2008. 

[11] Nievas, Lucha de clases, 268.

[12] Friedrich Engels, “Prólogo”, en Las luchas de clases en Francia (Claridad, 1968), 8. Sobre la relación partidos-clases se realizó una elaboración en la que no nos extenderemos por razones de espacio, pero puede consultarse la tesis en la que se basa este artículo, y bibliografía como: Maurice Duverger, Los Partidos Políticos (Fondo de Cultura Económica, 1957); Rossana Rossanda, “De Marx a Marx: clase y partido”, Teoría Marxista del Partido Político 3 (1973); Flabián Héctor José Nievas, “De las clases sociales al Partido, en Marx: una perspectiva”, Entramados y perspectivas, no 3 (2013); Nievas, Lucha de clases; Alejandra Soler Carmona, “La relación clase social-partido político en Marx”, e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos 9, no 36 (2010).

 

[13] Karl Marx y Friedrich Engels, “Mensaje del Comité central a la Liga de los comunistas”, en Obras Escogidas de Karl Marx y Friedrich Engels (Cartago, 1984); Engels, “Prólogo”, 46. En la misma línea, ver Marx, Karl y Engels, Federico (1984). “Mensaje del Comité central a la Liga de los comunistas”. En Obras escogidas. Editorial Cartago. 

[14] Manuel Alcántara Sáez, ¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos políticos latinoamericanos (Barcelona: Institut de Ciències Polítiques i Socials, 2004), 91, https://gredos.usal.es/handle/10366/18546.

[15] Alejandro Barton et al., “Izquierda. Apuntes para una definición de las identidades políticas”, Razón y Revolución 5 (1999).

[16] Además de los clásicos manuales de ciencias políticas como Norberto Bobbio, Nicola Matteucci, y Gianfranco Pasquino, Diccionario de Política (Siglo XXI, 1982)., se encuentran otros aportes como Joaquim Lleixá, “Conservadurismo”, en Manual de Ciencia Política (España: Tecnos, 2005). También existe bibliografía específica sobre la historia de esta corriente en la Argentina: Iván Llamazares Valduvieco, “Periferias conservadores: un análisis comparativo de la evolución del conservadurismo argentina: tesis doctoral” (PhD Thesis, La Universidad, 1994).; Martín Alejandro Vicente, De la refundación al ocaso: los intelectuales liberal-conservadores ante la última dictadura (Universidad Nacional de General Sarmiento, 2015).

[17] Sergio Morresi, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional”, Sociohistórica, no 27 (2010): 2.

[18] Mario J. Lattuada, Política agraria del liberalismo-conservador 1946-1985 (CEAL, 1987), 12.

[19] Para la definición de Nacionalismo en relación con las clases sociales: Juan Carlos Marín, Los hechos armados: Argentina 1973-1976 (La Rosa Blindada/PI CA. So., 2003), 69. Sobre catolicismo, integralismo y corporativismo, han sido de utilidad los aportes de Fortunato Mallimaci, Humberto Cucchetti, y Luis Miguel Donatello, “Caminos sinuosos. Nacionalismo y catolicismo en la Argentina contemporánea”, en El altar y el trono: ensayos sobre el catolicismo político iberoamericano (Anthropos, 2006), 155–90, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2204646; Daniel James, Resistencia e integración 1946-1976, vol. 1 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2010)., Arturo Fernández, Ideología de los grupos dirigentes sindicales, vol. 2 (Buenos Aires: CEAL, 1986), https://cedinpe.unsam.edu.ar/content/fernandez-arturo-ideolog%C3%ADas-de-los-grupos-dirigentes-sindicales-1966-1973..

[20] Dean Hammer y Aaron Wildavsky, “La entrevista semi-estructurada de final abierto. Aproximación a una guía operativa”, Historia y fuente oral, 1990, 23 a 61.

[21] Jelin Elizabeth, Los trabajos de la memoria (Siglo XXI, 2002), 10 a 25.

[22] En la tesis de doctorado nos extendemos en muchos aspectos y datos. Aquí sólo aportamos algunos datos relevantes y conclusiones.

[23] Censos Nacionales de población de 1960, 1970 y 1980.

[24] Vladimir Lenin, Desarrollo del capitalismo en Rusia (Buenos Aires: Estudio, 1973), 29 a 62.

[25] Nicolás Iñigo Carrera, Génesis, formación y crisis del capitalismo en el Chaco, 1870-1970 (EUNSA-Editorial de la Universidad Nacional de Salta, 2010), 14.

[26]  Alejandra Soler Carmona y Carlos Abrahan, “Tendencia en el movimiento de la estructura económico-social de la provincia de Salta, 1960-1980”, s. f., 8 y 9, accedido 18 de enero de 2025..

[27] La Gran Burguesía: cúpula de la burguesía, propietarios del gran capital o funcionarios que representan dichos intereses (terratenientes, rentistas, grandes industriales, gerentes, etc). Pequeña Burguesía Acomodada: propietarios de sus medios de existencia, no venden su fuerza de trabajo, explotan un número considerable de obreros y realizan algún tipo de acumulación. Pequeña Burguesía Pobre: mismas características, pero no logra realizar ningún tipo de acumulación ni explota fuerza de trabajo. Proletariado y Semiproletariado: expropiados total o parcialmente de sus condiciones vida y trabajo, viven principal o parcialmente de la venta de su fuerza de trabajo (la logren vender o no). Ricardo Martin Donaire y Germán Federico Rosati, “Evolución de la distribución de la población según grupos sociales fundamentales: Argentina, 1960-2001”, 2010, https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/191571.-.

El acercamiento a cada grupo se elaboró cruzando datos de categoría ocupacional y grupo de ocupación: la primera registra: asalariado, trabajador por cuenta propia, empleador o patrón. Como no todo asalariado es clase obrera, y no todo patrón es gran burguesía, cruzamos los datos con grupo ocupacional, que registra: profesionales, técnicos, directores y gerentes, personal administrativo, vendedores, trabajadores de los servicios, trabajadores especializados, etc, es decir, nos permite determinar no sólo la posición respecto a la propiedad, sino la función frente al capital.

[28] Secretaría de Planeamiento y Censo de población de 1980, “Salta en cifras” (Salta: Dirección General de Estadísticas y Censos, 1980), 12.

[29] Diario El Tribuno, 6 de septiembre de 1975.

[30] Dirección General de Estadísticas e Investigaciones de la Provincia de Salta, “Censo Nacional Económico” (Salta: INDEC, 1974).

[31] Secretaría de Estado de Planeamiento. Gobierno de la Provincia de Salta, “Diagnóstico de la provincia” (Salta, 1981), 22.

[32] El Censo Nacional Agropecuario de 1969, el único que disponemos con datos desagregados, registra el siguiente total de asalariados: 14.232 de tipo transitorio, 11.281 fijos y 1.195 familiares. Las tres categorías suman 26.708 trabajadores.

[33]  Diario El Tribuno, 10 de agosto de 1975; Diario El Tribuno, 11 de agosto de 1975; Diario El Tribuno, 19 de agosto de 1975.

[34] Secretaría de Planeamiento y Censo de población de 1980, “Salta en cifras”.

[35] Miguel Murmis y Carlos Ramil Cepeda, Tipos de capitalismo y estructura de clases: elementos para el análisis de la estructura social de la Argentina, vol. 1 (Ediciones La Rosa Blindada, 1974), 6; Pablo Bonavena, “Guerra contra el campo popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”, en Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. 1973–1976, (Buenos Aires: EUDEBA, 2009).

[36] Gregorio Caro Figueroa, “Situación Social de Salta”, Ediciones Acción Popular, 1973.

[37] Nievas, Lucha de clases, 268.

[38] Marín, Los hechos armados.

[39] Ver por ejemplo: Alejandra Soler y Abrahan Abrahan, “El proceso de ascenso y descenso de la lucha de clases en Salta”, en Soplando la potente fragua (La Plata: Extramuros ediciones, 2022).

[40] En la tesis que sirve de fuente para este artículo, se reconstruye parte de la reorganización de los partidos y se realiza un análisis exhaustivo de las tendencias políticas.

[41] Sergio Bufano y Gabriel Rot, “Entrevista a Armando Jaime”, Revista Lucha Armada, 2005; “Documento interno del FRP a sus militantes”, Vocero popular, diciembre de 1973; Sergio Bufano y Gabriel Rot, “Entrevista a un miembro de ELN”, Revista Lucha Armada, 2005; Lisandro Silva Mariños, Frente Antiimperialista y por el Socialismo. Un ejército político de masas impulsado por el PRT (Buenos Aires: La llamarada, 2017).

[42] Asamblea Legislativa de la Provincia de Salta, “Mensaje del Gobernador Miguel Ragone ante la Asamblea Legislativa”, 25 de mayo de 1973; Tejerina y Corbacho, “Contradicciones y Conflictos en la reorganización del peronismo salteño, después de 18 años de proscripción”; Escotorin, Salta Montonera; Gerardo Bavio y Alicia Servetto, Huellas de la memoria: historia, vivencias y reflexiones sobre el siglo pasado (Universidad Nacional de Salta, 2010); El Otro País, 1973; Diario El Intransigente, 23 de junio de 1968.; Diario El Tribuno, 16 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 18 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 24 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 28 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 2 de mayo de 1973; Diario El Tribuno, 15 de agosto de 1973.

[43] Roberto Baschetti, De Cámpora a la ruptura: documentos 1973-1976, vol. 1 (Editorial de la Campana, 1974).; Diario El Tribuno, 20 de diciembre de 1972; Diario El Tribuno, 19 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 28 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 2 de mayo de 1973; Diario El Tribuno, agosto de 1973.

[44] Caro Figueroa, Política y Violencia en la Salta de los años ´70. Memorias de una década trágica (1966/1976); Humberto Cuchetti, “Combatientes de Perón, herederos de Cristo”, Peronismo, religión secular y organizaciones de cuadros. Buenos Aires: Prometeo, 2010; Humberto Cucchetti, “Guardia de Hierro vs Vandor. Memoria y cultura política en el peronismo”, Actas Publicadas del VIII Congreso Nacional de Ciencias Polìticas (Buenos Aires: Universidad del Salvador, 2007); Pablo Pozzi y Ariel Pérez, “Entrevista a Guardia de Hierro”, Revista Taller 8, no 23 (2006); Diario Norte, 8 de julio de 1972; Diario Norte, 5 de noviembre de 1972; Diario El Tribuno, 15 de marzo de 1973.

[45] Loris Zanatta, Perón y el mito de la nación católica (Eduntref, 2013), https://cris.unibo.it/handle/11585/182701; Juan Carlos Cornejo Linares, El nuevo orden sionista en la Argentina: proyecto de investigación de actividades antiargentinas (Ediciones Tacuari, 1964); Juan Carlos Cornejo Linares, Política, nacionalismo (Cruz y Fierro Editores, 1966); Mallimaci, Cucchetti, y Donatello, “Caminos sinuosos. Nacionalismo y catolicismo en la Argentina contemporánea”; El Otro País, 1971.

[46] Fernández, Ideología de los grupos dirigentes sindicales; James, Resistencia e integración 1946-1976; Nicolás Iñigo Carrera, María Isabel Grau, y Analía Martí, Agustín Tosco. La clase revolucionaria (Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2006); Diario Norte, 19 de enero de 1969; Diario Norte, 25 de mayo de 1969; Diario Norte, de febrero a diciembre de 1972; Diario Norte, de marzo a abril de 1973.

[47] Expte. Nº 1308/71, “Partido Justicialista s/personería”, fs. 424 a 426. Juzgado Federal de Salta. En la tesis se explica extensamente el proceso de reorganización y elección de candidatos del PJ local.

[48] Diario Norte, 14 de mayo de 1972; Diario Norte, 20 de mayo de 1972; Diario Norte, 4 de julio de 1972; Diario Norte, 24 de julio de 1972; Diario Norte, 12 de agosto de 1972; Diario Norte, 22 de noviembre de 1972; Diario Norte, 12 de diciembre de 1972; Diario El Tribuno, 22 de noviembre de 1972; Diario El Tribuno; Diario El Tribuno, 5 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 27 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 8 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 11 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 23 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 12 de julio de 1973.

[49] Ana Virginia Persello, Historia del radicalismo (Buenos Aires: Edhasa, 2007); Marcelo A. Rodríguez Faraldo y Hugo Orestes Zilocchi, “Historia del cultivo del tabaco en Salta”, 2012, https://www.sidalc.net/search/Record/KOHA-OAI-AGRO:21620/Description; Valduvieco, “Periferias conservadores”;  Diario El Tribuno, 4 de noviembre de 1972; Diario El Tribuno, 19 de noviembre de 1972; Diario El Tribuno, 3 de diciembre de 1972; Diario El Tribuno, 5 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 18 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 29 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 31 de enero de 1973; Diario El Tribuno, 8 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 19 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 23 de febrero de 1973; Diario El Tribuno, 10 de marzo de 1973; Diario El Tribuno, 17 de noviembre de 1973; Diario El Tribuno, Diario Norte, 30 de marzo de 1972; Diario Norte, 26 de junio de 1972; Diario Norte, 5 de diciembre de 1972; Diario El Intransigente, 23 de julio de 1973; El Otro País Nº 5, 1970; El Otro País Nº 4, 1970; El Otro País Nº 7, 1971; El Otro País Nº 13, 1972.

[50] Lattuada, Política agraria del liberalismo-conservador 1946-1985, 32.

[51] Rechazaron cargos de gobierno, pero expresaron apoyo a Ragone en una primera etapa.

[52] Ver nota al pie nº 43.

[53] Bonavena, Orígenes y desarrollo de la guerra civil en la Argentina, 1966–1976, 19 a 20.

[54] “Documento interno del FRP a sus militantes" .Vocero Popular Nº 36, diciembre de 1973.

[55] En septiembre de 1973 el FRP, el PRT y otras organizaciones formaron el Frente Antiimperialista y por el Socialismo. Para las elecciones de ese mes anunciaron la fórmula presidencial Tosco – Jaime. Aunque no se proclamó por la renuncia de Tosco, se planteó como alternativa a la fórmula Perón-Perón. 

[56] El 21 de junio de 1973 volvió Perón al país. La burocracia sindical y sectores reaccionarios del peronismo produjeron el ataque armado a las organizaciones de izquierda presentes en Ezeiza. Días después, Perón acusó a la izquierda de los incidentes, anunciando el proceso que sobrevendrá.

[57] Bonavena, “Guerra contra el campo popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”, 198.

[58] El 26 de septiembre, día declarado de duelo nacional por el asesinato de José Rucci, cabeza de la CGT, el peronismo opositor a Ragone se movilizó hasta la casa de gobierno, ocupó el primer piso y reclamó su renuncia.

[59] Ordenaba librar una “guerra contra el marxismo”.  Beba Balvé, “La razón de la fuerza ó la fuerza de la razón. La Tercer República”, en XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (Departamento de Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, 2007), 7.

[60] El 5 de octubre, el gobierno reprimió con gases lacrimógenos, chorros de agua y balas de plástico, un acto del FAS en conmemoración de la muerte del “Che” Guevara. Como consecuencia de los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, quedaron detenidas gran cantidad de personas, entre ellos Aníbal Puiggioni (FRP). El 28 de octubre de 1973, la jefatura de policía encabezada por el Tnte. Cnel. retirado René Sánchez, prohibió la realización de “toda reunión política, gremial u otro en lugares públicos sin previa autorización policial”.

[61] El 19 de enero de 1974 se produjo el ataque al cuartel militar de la ciudad bonaerense de Azul por parte del ERP.

[62] Fueron dos intentos fracasados de huelgas generales contra Miguel Ragone por parte de la CGT local en febrero y mayo de 1974.

[63] Ver por ejemplo: Diario El Tribuno, 18 de diciembre de 1973; Diario El Tribuno, 13 de febrero de 1974.

[64] El Pacto Social se firmó entre el gobierno nacional, la CGE y la CGT. Desde su firma en junio de 1973 hasta febrero de 1974, los salarios reales habían caído un 7%, y la inflación alcanzaba al 40%. Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto (Buenos Aires: Ariel, 1998), 346.

[65] Bonavena, Pablo (2009). Op. cit. p. 174.Bonavena, “Guerra contra el campo popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”, 174.

[66] Diario El Tribuno, 22 de octubre de 1974.

[67] Diario El Tribuno, 12 de noviembre de 1974 y Diario El Tribuno, 15 de febrero de 1975.

[68] En Buenos Aires las huelgas de junio y julio de 1975 adquirieron un carácter insurreccional, en el marco del rechazo generalizado a las medidas económicas del Ministro Celestino Rodrigo. Cotarelo y Fernández, “Lucha del movimiento obrero y crisis de la alianza peronista. Argentina, junio y julio de 1975 y marzo de 1976”.

[69] En diciembre de 1975 se desarrolló el fracasado alzamiento militar del nacionalista de derecha Jesús Capellini contra el gobierno de Isabel Martínez, y la continuidad de la represión clandestina.

[70] Ver por ejemplo, Bonavena, “Guerra contra el campo popular en los setenta: Juan Domingo Perón, la depuración ideológica y la ofensiva contra los gobernadores”; Inés Izaguirre, Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina, 1973–1983 (Buenos Aires, 2009).

[71] Balvé, Lucha de calles, lucha de clases. Elementos para su análisis: Córdoba 1971–1969, 261.

[72] Ídem.