EL ALUMNADO COMO SER HISTÓRICO. LA DIMENSIÓN PERSONAL Y LA EXPERIENCIA HISTÓRICA EN EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO HISTÓRICO

 

(THE STUDENT AS A HISTORICAL BEING. THE PERSONAL DIMENSION AND HISTORICAL EXPERIENCE IN THE DEVELOPMENT OF HISTORICAL THINKING)

 

(O ALUNO COMO SER HISTÓRICO. A DIMENSAO E A EXPERIENCIA HISTÓRICA NO DESENVOLVIMIENTO DO PENSAMIENTO HISTORICO)

 

Carolina Chávez Preisler

carolina.chavez@pucv.cl - Instituto de Historia - Pontificia Universidad Católica de Valparaíso - , Pasaje Valle 396, Viña del Mar (Chile), , https://orcid.org/0000-0003-1345-5023

 

Belén Meneses Varas

belen.meneses@uautonoma.cl - Facultad de Educación - Universidad Autónoma de Chile,Cinco Pte. N°1670, Talca, Maule (Chile),  https://orcid.org/0000-0002-3705-4059,

 

 

Resumen: La enseñanza y el aprendizaje de la historia debe contribuir al desarrollo del pensamiento histórico, a la formación ciudadana y a la transformación social. No obstante, todo el poder de la historia ha quedado relegado a la transmisión y memorización de hechos del pasado, donde el alumnado pareciera no tener nada que aportar como sujeto histórico. Desvincularlos de la construcción de sus saberes puede provocar desinterés por la disciplina y a una falta de practicidad de su aprendizaje. Ante esta situación, el artículo aborda las siguientes interrogantes: ¿De qué manera influye la dimensión personal en la formación del pensamiento histórico? ¿Cómo se vincula la experiencia histórica en el desarrollo del aprendizaje histórico escolar? La investigación se sitúa desde la didáctica de las ciencias sociales y profundiza en el modelo de pensamiento histórico propuesto por Chávez y en el modelo de experiencia histórica de Meneses. Los resultados permiten afirmar que, para lograr aprendizajes significativos se debe considerar la dimensión personal, validando al alumnado como ser histórico que tiene historicidad, ya que la experiencia, la identidad, las emociones y la o las memorias influyen en la comprensión. Estos elementos personales se vinculan con la dimensión vivencial, considerada fundamental en la apropiación del conocimiento y en la interpretación e intervención de la realidad. Su inclusión en la enseñanza puede enriquecer la experiencia histórica de los y las estudiantes. La enseñanza de la historia debe humanizar los contenidos, considerar las experiencias personales al interpretar la realidad y favorecer la agencia social. De esta manera se democratiza la enseñanza y se favorece a una educación ciudadana.

 

Abstract: The teaching and learning of history must contribute to the development of historical thinking, citizen education and social transformation. However, all the power of history has been relegated to the transmission and memorization of events from the past, where the students seem to have nothing to contribute as a historical subject. Disconnecting them from the construction of their knowledge can cause a lack of interest in the discipline and a lack of practicality in their learning. Faced with this situation, the article addresses the following questions: How does the personal dimension influence the formation of historical thought? How is the historical experience linked to the development of school historical learning? The research is located from the didactics of the social sciences and delves into the model of historical thought proposed by Chávez and the model of historical experience of Meneses. The results allow us to affirm that, in order to achieve significant learning, the personal dimension must be considered, validating the students as a historical being that has historicity, since experience, identity, emotions and memories influence understanding. These personal elements are linked to the experiential dimension, considered fundamental in the appropriation of knowledge and in the interpretation and intervention of reality. Its inclusion in teaching can enrich the historical experience of the students. The teaching of history must humanize the contents, consider personal experiences when interpreting reality and favor social agency. In this way, education is democratized, and a civic education is favored.

 

Resumo: O ensino e a aprendizagem da história devem contribuir para o desenvolvimento do pensamento histórico, da formação cidadã e da transformação social. Porém, todo o poder da história tem sido relegado à transmissão e memorização de acontecimentos do passado, onde os alunos parecem não ter nada a contribuir como sujeito histórico. Desligá-los da construção de seu conhecimento pode ocasionar desinteresse pela disciplina e falta de praticidade em seu aprendizado. Diante dessa situação, o artigo aborda as seguintes questões: Como a dimensão pessoal influencia a formação do pensamento histórico? Como a experiência histórica está ligada ao desenvolvimento da aprendizagem histórica escolar? A pesquisa se situa a partir da didática das ciências sociais e se aprofunda no modelo de pensamento histórico proposto por Chávez e no modelo de experiência histórica de Meneses. Os resultados permitem afirmar que, para alcançar uma aprendizagem significativa, a dimensão pessoal deve ser considerada, validando o aluno como um ser histórico que possui historicidade, pois a experiência, a identidade, as emoções e as memórias influenciam a compreensão. Estes elementos pessoais estão ligados à dimensão experiencial, considerada fundamental na apropriação do conhecimento e na interpretação e intervenção da realidade. Sua inclusão no ensino pode enriquecer a experiência histórica dos alunos. O ensino de história deve humanizar os conteúdos, considerar as experiências pessoais na interpretação da realidade e favorecer o agenciamento social. Desta forma, democratiza-se a educação e favorece-se uma formação cívica.

 

Palabras clave: Enseñanza de la Historia, Aprendizaje de la Historia, Pensamiento Histórico, Experiencia Histórica

Keywords: History Thinking, History Learning, Historical Thinking, Historical Experience

Palavras-chave: Ensino de História, Aprendizagem de História, Pensamento Histórico, Experiência Histórica

 

Introducción

 

La institucionalización y la escolarización de la historia enseñada se remonta a fines del siglo XIX. Durante este periodo, el propósito de la enseñanza de la historia se centró en que los niños y las niñas aprendieran la disciplina para forjar su identidad, respondiendo a un contexto histórico donde se consolidan los Estados Nacionales[1]. Esta forma de concebir, hacer y enseñar la historia va a permanecer inalterable hasta principios del siglo XX, cuando se produce una revolución disciplinar, respondiendo a la historiografía marxista, al surgimiento de la escuela de los annales y más recientemente al giro lingüístico[2]. Desde entonces se generan importantes cambios en el campo histórico, lo que se traduce en el tránsito de una vieja (o tradicional) historia hacia una nueva historia, el cual se esperaría que haya impactado a la enseñanza de la historia. La vieja historia es descriptiva y predomina el recuento y la concatenación de hechos, el tiempo breve y el relato precipitado[3]. El tiempo histórico es considerado lineal y los protagonistas son casi siempre hombres que actúan individualmente, de clases acomodadas y de ascendencia política, militar y/o religiosa[4]. Esta historia es además acrítica, es decir, sin cabida a la interpretación ni

 

el análisis[5]. Por el contrario, la nueva historia es analítica y busca problematizar y otorgar una significación de la realidad social. Hay una interacción de tiempos de corta, mediana y larga duración[6], un entramado temporal multidireccional entre el pasado, el presente y el futuro, se diversifican las fuentes y cobra relevancia el testimonio y la oralidad. Además, se incorpora la idea de historia desde abajo, historiando protagonistas como subalternos, mujeres y niños[7]. La nueva historia es crítica porque la investigación, la labor del historiador y la enseñanza de la historia, está orientada a comprender el presente a la luz de lo que ha ocurrido y lo que puede ocurrir.

Pareciera ser preocupante que la revolución historiográfica no ha impactado en la enseñanza de la historia. Desde la didáctica se entiende que la enseñanza de la historia escolar es permitir avanzar hacia la formación ciudadana y democrática de niños, niñas y jóvenes[8]. Investigaciones recientes dan cuenta que el estudiantado no aprende una historia que le permita desarrollar el pensamiento y conciencia histórica. Por el contrario, la enseñanza de la disciplina tiende a replicar las características de la vieja historia. González y Gárate[9] llevan a cabo una investigación con 180 estudiantes de secundaria en Santiago de Chile y les preguntan ¿qué ocurre generalmente en la clase de historia? El alumnado señala que las prácticas habituales se centran en leer libros de texto y escuchar al profesor sobre lo bueno o malo en la historia. Otro ejemplo lo proporciona Vansledright[10] quien, al observar aulas escolares en Estados Unidos o Canadá, reconoce que el profesorado tiende a estar de pie explicando los contenidos, mientras que los estudiantes escuchan de forma pasiva. En ocasiones recurre al libro de texto u observan material audiovisual. Por lo tanto, la enseñanza de la historia escolar ha tendido a perpetuar modelos tradicionales como, por ejemplo, el de narrador de historia definido por Evans[11]. El estudio de Saiz y Fuster[12] dan cuenta que la historia enseñada se encuentra disgregada de la realidad del alumnado. Esto provoca desmotivación por aprender y que le otorguen poco valor al saber histórico como un aporte fundamental para su desarrollo personal y social. En este sentido cabe preguntarse ¿Cómo podemos lograr que nuestros estudiantes consideren que pensar históricamente es importante para sus vidas? Como indica Meneses “el aprendizaje histórico debería ser trascendental para que el alumnado se reconozca como sujeto histórico y social, y comprenda su rol fundamental en la transformación social”[13].

Desde la perspectiva de la pedagogía crítica, Freire[14] alerta la preocupación de que se generen prácticas deshumanizadoras en la educación escolar, donde se ignora la autonomía y dignidad de los propios estudiantes. Por ejemplo, que no se consideren sus experiencias de vida y por lo tanto no se les valide como sujetos históricos. Desde la didáctica se ha mencionado la relevancia de la experiencia en la construcción del conocimiento. Se afirma que el pasado personal, familiar y el contexto social del alumnado son fundamentales en la elaboración de significados históricos, ya que todos percibimos el mundo en función de nuestras experiencias de vida[15].

Es en base a estos argumentos, se puede señalar que la experiencia histórica es fundamental en los procesos de enseñanza y aprendizaje, ya que permite transitar hacia una nueva historia enseñada. Así dan cuenta las distintas corrientes de la filosofía de la historia. Desde la hermenéutica se afirma que existen estructuras apriorísticas del conocimiento que provienen de la experiencia de vida de los sujetos. Todo proceso interpretativo se inicia con las ideas previas provenientes de la “experiencia vital y de la vida histórica”[16]. Dilthey plantea que “somos en primer lugar seres históricos antes de ser contempladores de la historia y sólo porque somos lo primero podemos ser lo segundo”[17]. Así, el contexto histórico de los individuos genera códigos culturales que influyen al momento de interpretar la realidad y dar sentido histórico. Desde la teoría de la historia, se indica que la experiencia debe ser utilizada como punto de partida en la comprensión histórica, porque genera un contacto directo con el pasado y autenticidad del saber[18]. La experiencia histórica actúa como una sensación o percepción en la interpretación. Ankersmit la define como una “sensation effects a fissure in the temporal order so that the past and the present are momentarily united in a way that is familiar to us all in the experience of ‛déjà vu’”[19]. Desde la fenomenología se menciona la estrecha relación entre la experiencia y la historia. El pensamiento histórico incluye tanto la experiencia histórica de los individuos como el proceso cognitivo e interpretativo, ya que “los conceptos históricos y el conocimiento histórico están fundados en la experiencia histórica”[20]. La utilidad de incluir la experiencia histórica en la construcción del conocimiento es que permitiría resolver la distancia entre el observador que analiza el pasado y su interpretación, incluso para realizar proyecciones hacia el futuro a través de la prospección. Es el inicio del camino de construcción del conocimiento, ya que es el “primer e inocente encuentro con el mundo”[21], el cual genera sensaciones inmediatas al representar la realidad.

Desde la didáctica de las ciencias sociales, el pensamiento histórico se entiende como un proceso cognitivo y creativo en el que interactúan conceptos de primer y de segundo orden[22]. Pensar históricamente permite significar la realidad en clave histórica. No obstante, no se pueden desconocer factores personales del alumnado, como la perspectiva cultural e ideológica, el posicionamiento y su realidad. Esta dimensión no había sido incluida en los modelos de pensamiento histórico precedentes. Recientemente es conceptualizada por el modelo que se presenta en esta investigación, donde la experiencia histórica es parte fundamental de la dimensión personal. El pensamiento histórico también se entiende “cómo internalizamos el pasado en nuestros mecanismos cognitivos y experienciales”[23]. No se puede desvincular las vivencias y saberes construidos a lo largo de la vida. Esta dimensión se pone en evidencia al interpretar fuentes de información, ya que los y las estudiantes utilizan otras fuentes como la familia, los medios de comunicación o sus experiencias personales[24]. Como indica Santisteban, el trabajo con fuentes históricas “favorece el desarrollo de la competencia de la interpretación histórica, pero también la incorporación de la experiencia histórica”[25].

En función de estas perspectivas se plantean las siguientes preguntas que guían este estudio ¿De qué manera influye la dimensión personal en la formación del pensamiento histórico? ¿Cómo se vincula la experiencia histórica en el desarrollo del aprendizaje histórico escolar? Para dar respuesta a las preguntas, se desarrolla un análisis documental sustentado en los hallazgos que proporcionan las investigaciones doctorales de Chávez y Meneses[26]. A pesar de que se ha mencionado la importancia de validar al alumnado como sujeto histórico, no se ha considerado en los modelos pensamiento histórico y en la misma enseñanza de la disciplina. Los niños, las niñas y los jóvenes son personas históricas que poseen historicidad y al comprender el pasado y la realidad social, es inevitable que influya su experiencia, identidad, emociones o sus memorias.

Un modelo para el desarrollo del pensamiento histórico que incluye la dimensión personal

 

Desde la didáctica se entiende que el pensamiento histórico es un proceso cognitivo para comprender, interpretar y analizar la realidad social. Este proceso se desarrolla a través de la interacción de conceptos de primer y de segundo orden, es decir, mediante el flujo permanente entre la información histórica y los elementos propios del análisis histórico. Las características que distinguen a este tipo de pensamiento son: individual, contextual, articulado y jerarquizable, preferentemente hipotético deductivo, reflexivo, crítico, interpretativo, antinatural y progresivo[27]. El desarrollo del pensamiento histórico en el estudiantado es uno de los propósitos de la enseñanza de la nueva historia. Para ello, desde la didáctica se han creado estructuras conceptuales que permiten decodificar en un lenguaje pedagógico el proceso creativo de los y las historiadoras cuando interpretan el pasado y escriben la historia[28].  

Los modelos de pensamiento histórico son de gran importancia para el desarrollo de la enseñanza de la historia, sin embargo, no consideran la complejidad de enseñar historia en la escuela[29]. En este estudio interesa poner en relevancia al estudiantado como un ser histórico y su implicancia en la construcción de su propio conocimiento. Este aspecto tiene un rol protagónico en el modelo de Chávez y se considera como el punto de partida de la enseñanza de la disciplina[30]. En la Figura 1 se expone la síntesis conceptual de este modelo.

Figura 1: Modelo para el desarrollo del pensamiento histórico

Fuente: Chávez, 2020, p.79.

 

Se propone una nueva estructura conceptual, puesto que los modelos anteriores no contemplan la dimensión personal del pensamiento histórico. Sin embargo, y a pesar de que las categorías conceptuales que forman parte de la dimensión personal no han sido incorporadas explícitamente en los modelos precedentes, han sido teorizadas desde disciplinas como la historiografía, la filosofía de la historia, la psicología y más recientemente la didáctica. Se considera que cuando se piensa históricamente, el alumnado debe conjugar operaciones cognitivas y procedimientos metodológicos, pero también involucrar otros elementos como por ejemplo su perspectiva cultural o su posicionamiento[31]. Estos otros elementos, están presentes y son valorados desde la dimensión personal.

El modelo está pensado para contribuir al desarrollo del pensamiento histórico en el profesorado en formación y en ejercicio. Se presenta una secuencia didáctica para favorecer la comprensión sobre cómo se articulan las cuatro dimensiones y sus respectivos componentes cuando se enseña historia. Las dimensiones emergen a partir de la pregunta ¿qué ámbitos hay que considerar cuando se quiere desarrollar el pensamiento histórico a través de la enseñanza de la historia? Los resultados de la investigación permiten afirmar que se deben desarrollar cuatro grandes dimensiones: personal, cognitiva, metodológica y social. Cada una de estas dimensiones posee componentes que las distinguen con finalidades específicas. Para los propósitos de este estudio se desarrolla con mayor profundidad la dimensión personal que se vincula con la dimensión vivencial de la experiencia histórica. También, las dimensiones cognitiva y aplicada de la experiencia histórica del modelo de Meneses[32] se vinculan con las demás dimensiones del pensamiento histórico.

La dimensión personal del pensamiento histórico se justifica porque la enseñanza de la historia es un proceso en el que interactúan diversos elementos que condicionan, complejizan e influyen en el aprendizaje de la disciplina y en la comprensión de la realidad social. Estos elementos se encuentran en el aula, pero también fuera de ella. Por un lado, dentro de las aulas intervienen la historia como el saber científico, el currículum que delimita lo que se ha de enseñar, el docente como mediador entre el saber histórico y el saber escolar y el estudiantado que conflictúa y aprende estos saberes escolares. Por otro lado, fuera del aula, la sociedad influye directamente en el aprendizaje. Se reconoce la relevancia que ejerce la familia, las interacciones sociales, los grupos e instituciones con las que el estudiantado se vincula, como las religiosas, organizaciones políticas, grupos musicales, los medios de comunicación y las redes sociales o las diferentes formas de expresión cultural. Estos elementos que están presente dentro y fuera del aula, han de ser considerados en el proceso de enseñanza y aprendizaje de la disciplina, porque son claves en la negociación entre el saber científico y el saber escolar, por añadidura, en la comprensión del acontecer social[33]. Reconocer que en la enseñanza de la historia intervienen todos estos elementos, permite justificar la importancia de la dimensión personal en el modelo del desarrollo del pensamiento histórico. Cuando el estudiantado entra en la sala de clases y aprende historia, los lleva consigo y condicionan su comprensión y explicación de la realidad. 

La dimensión personal es la antesala del modelo de pensamiento histórico, porque se piensa que las personas aprenden la historia y el mundo desde sus representaciones sociales y en ellas intervienen las emociones, la memoria, la identidad y la experiencia. Son seres históricos con historicidad y no solo espectadores del acontecer histórico. Son protagonistas y agentes que piensan y actúan para cambiar o mantener el mundo en el que viven. Cada persona, niños, niñas y jóvenes son seres históricos porque son individuales, pero al mismo tiempo viven en sociedad, en un tiempo y un espacio histórico, ideológico y cultural[34]. En este sentido cobra relevancia el principio de historicidad porque nos conecta con un legado, con una continuidad temporal que antecede a nuestra propia existencia y que se extiende hasta nuestros sucesores. Esto genera que la comprensión que las personas tienen del mundo y de la realidad social está moldeada por sus herencias del pasado y del presente, que transitan entre lo individual y lo colectivo, porque “no podemos dejar de situarnos dentro del continuo de nuestras vidas, de las familias y del grupo al que pertenecemos”[35].

La enseñanza de la historia debería considerar e incorporar la historicidad y la valoración del ser histórico, reconociendo cómo los y las estudiantes negocian su pasado con la historia. El profesorado debe reconocer y resignificar las representaciones sociales, ya que permiten dialogar con la historicidad, con el pasado y con el presente individual y colectivo de sus estudiantes. Las representaciones sociales son creencias colectivas, influenciadas por un contexto histórico y temporal que permiten construir e interpretar la realidad[36]. Estas representaciones no necesariamente son interpretaciones correctas del mundo, también pueden ser engañosas[37]. Es por ello que, a través de la enseñanza de la historia, se deberían generar procesos de resignificación de sus representaciones iniciales. Es una tarea compleja porque las concepciones iniciales son más perdurables al resistirse al cambio[38].

Algunos elementos que intervienen en la construcción de las representaciones sociales son: las emociones, la identidad, la memoria y la experiencia. Pueden ser consideradas como el equipaje con que el estudiantado emprende el viaje hacia el desarrollo del pensamiento histórico. Las emociones, la identidad, la memoria y la experiencia interactúan simultánea y permanentemente y, a veces, pueden entrar en conflicto con los saberes escolares. Por este motivo, se piensa que las representaciones sociales son el punto de partida de la enseñanza de la historia y resignificarlas la etapa final.

Un modelo de Experiencia Histórica para la enseñanza de las Ciencias sociales

 

El modelo didáctico conceptual de experiencia histórica proviene de la investigación doctoral realizada por Meneses[39]. Los resultados obtenidos permiten afirmar que, para lograr aprendizajes significativos en el alumnado, es fundamental humanizar el contenido histórico considerando las vivencias humanas incluidas las del propio alumnado. Además, se debe analizar críticamente la historia vivida a partir del desarrollo de distintas habilidades del pensamiento histórico. Por último, la elaboración de significados de la realidad se orienta a la acción social, la cual puede favorecer el protagonismo del alumnado como agente social. De esta manera es posible enriquecer la experiencia de los y las estudiantes como sujeto histórico.

 

 

Figura 2: Modelo Conceptual de Experiencia Histórica

 

Fuente: Meneses, 2020, p. 41

 

La dimensión vivencial se vincula a la realidad vivida del alumnado que influye en la construcción de sus representaciones sociales, percepciones, recuerdos y emociones sobre los distintos temas históricos o sociales. Estos aspectos personales son considerados fundamentales en el aprendizaje histórico. Cada individuo tiene experiencias directas e indirectas con la realidad. Este primer acercamiento genera una mirada personal, única y diversa como se plantea desde la filosofía. Es la primera etapa en la construcción cognitiva y el primer contacto con la realidad, desde el cual emergen las representaciones sociales, consideradas como la capacidad de los individuos de utilizar sus propios marcos de referencia para explicar la realidad[40]. En términos didácticos, los y las estudiantes tienen presaberes que son fundamentales al generar un sentido propio del nuevo conocimiento y evocan emociones que influyen al momento de comprender la realidad histórica. Por lo tanto, la experiencia del alumnado puede ser considerada educativa cuando se utiliza para pensar críticamente, tomar decisiones y actuar en la realidad[41].

Además, se considera necesario humanizar la enseñanza de la historia, dando relevancia a todos los protagonistas históricos y a las distintas realidades humanas[42]. Esto implica entender que el centro de interés de la disciplina son las personas y que “toda historia trata, directa o indirectamente, de experiencias propias o de otros”[43]. Las experiencias personales deben ser sometidas a un proceso metódico e intelectual entendido como historización de la experiencia[44]. De esta manera se puede lograr democratizar la educación histórica potenciando un estudio desde, con y para las personas. Si los contenidos visibilizan las formas de vivir, actuar y entender de los seres humanos en el devenir histórico, el alumnado sería capaz de auto reconocerse como sujeto histórico y entender que “cada persona puede desempeñar un papel en la dirección del curso de la historia, que cada persona puede ser responsable, en parte, del bien común”[45]. A través de la memoria histórica es posible traer al presente las experiencias del pasado, por lo que se considera una valiosa herramienta educativa para abordar diversas vivencias humanas accediendo al pasado recordado[46]. Para que sean utilizadas en función del desarrollo del pensamiento histórico, deben ser sometidas a un análisis crítico, distinguiendo hechos y opiniones, intencionalidades y contrastando distintas perspectivas. Las emociones son construcciones sociales válidas que influyen en el análisis de la realidad social e histórica y no se pueden separar de la razón. No obstante, debe existir un equilibrio entre lo emocional y lo racional, ya que podría interferir en el análisis crítico de la información[47].

El aprendizaje implica un proceso de construcción de conocimiento en donde los preconceptos son sustituidos por saberes más adecuados a través de un proceso de análisis crítico, reflexión e interpretación[48]. La experiencia histórica no es estática, ya que se va transformando en función de nuevas experiencias como, por ejemplo, a través de experiencias educativas. El aprendizaje histórico escolar puede ser considerado como otra forma de experimentar el mundo. La dimensión cognitiva se asocia al saber intelectual y racional en donde, a través de ejercicios de interpretación, contextualización y construcción de significados, el estudiantado hace suyo el conocimiento, aprende conceptos históricos y transforma sus representaciones sociales mediante un proceso de disonancia cognitiva. Además, favorece el desarrollo de la empatía histórica cuando se generan sentimientos empáticos con los sujetos del pasado y cuando las situaciones, evidencias y vivencias se entienden dentro de su propio contexto.

Ejercitar la interpretación crítica en las clases de ciencias sociales implica un proceso experiencial que requiere de voluntad, autonomía e implicación personal[49]. Es una operación intelectual que no puede evitar estar impregnada de subjetividades, ya que cada estudiante interpreta en función de su propio marco de referencia, posición ideológica, intelectual y cultural. Sin embargo, es fundamental que se construyan significados históricos a partir del análisis crítico y contextualizado. El aprendizaje debe ser explicado para poder ser comprendido. Las narrativas son una herramienta cognitiva y práctica de la experiencia histórica[50] . El alumnado se sitúa en el presente al representar la realidad y su experiencia pasada es determinante para argumentar y justificar su explicación[51]. El carácter personal del saber se explica porque el alumnado procesa “un conocimiento a su manera, lo reconstruye y lo hace suyo”[52]. El profesorado debe crear las condiciones necesarias que permitan desarrollar un proceso metacognitivo y tomar conciencia de los nuevos saberes.

La experiencia histórica no solo implica observación pasiva del pasado, sino que también se construye mediante acciones presentes o como sostiene Carr “la experiencia humana se puede caracterizar apropiadamente como una existencia activa y práctica”[53]. En otras palabras, la experimentación de la realidad no es sólo producto del azar, sino que los seres históricos realizamos acciones deliberadas para intervenir en ella. En el ámbito educativo, la dimensión aplicada de la experiencia histórica se vincula con el saber práctico que se intenciona a través de acciones de aprendizaje y experimentación de la disciplina. Por ejemplo, mediante el uso de procedimientos historiográficos o ejercicios de intervención y de participación en el entorno. El conocimiento histórico y social se construye “a partir de actividades de todo tipo y su aprendizaje estará condicionado por las experiencias personales de cada individuo”[54].

Hacer historia en el aula es aplicar procedimientos de investigación propios de las y los historiadores. Favorece el aprendizaje por descubrimiento y el aprender a aprender, mediante el uso del “método científico como modelo de exploración y explotación inteligente de las potencialidades inherentes en la experiencia[55]”. También, las salidas pedagógicas al entorno, museos o espacios patrimoniales permiten aprender a través contacto directo con la realidad, lo cual se convierte en una experiencia de vida para el alumnado. Sin embargo, para favorecer la perspectiva crítica, deben tener una finalidad mayor y generar “experimentaciones de actividades a partir de problemas sociales relevantes o cuestiones socialmente vivas”[56] a partir de lo cual se fomente la educación ciudadana. Todos los contenidos históricos deberían trabajarse problematizadamente, para que el alumnado pueda reflexionar, valorar, realizar juicios y proponer alternativas de cambio. Con ello, se puede favorecer el desarrollo de la conciencia histórica, considerada como una de las habilidades más complejas en la enseñanza de la historia. Como sostiene Meneses “el alumnado debe experimentar decisiones y juicios morales, poniendo en práctica su condición de sujeto histórico constructor de futuro”[57].

En la enseñanza histórica escolar se deberían generar instancias donde puedan actuar de forma democrática. Por ejemplo, realizando ejercicios reales de participación ciudadana, interviniendo en la localidad o respondiendo a problemáticas cotidianas y sociales con alternativas de mejora. De esta manera el aprendizaje escolar se convierte en una experiencia social y se conecta íntimamente con la vida. La enseñanza desde la perspectiva de la nueva historia debería permitirle al alumnado pensar en los problemas del pasado, del presente y del futuro. Así es posible favorecer el desarrollo de su pensamiento histórico y social. Abordar los contenidos desde problemas sociales o históricos ayuda a fomentar una actitud política participativa mediante la toma de decisiones y la generación de propuestas. Para ello, es necesario promover en las aulas el debate, la discusión, el estudio de casos, las simulaciones o la construcción de ensayos escritos. También es necesario permitirles expresar sus puntos de vista, pero al mismo tiempo, deben aprender a escuchar otras opiniones e interpretaciones de la realidad[58]. Una experiencia es educativa cuando el alumnado realiza un análisis crítico de la sociedad o cuando tiene un sentido práctico para la vida.

Conclusiones: promover la dimensión personal para favorecer la experiencia y el pensamiento histórico

 

El estudio abordó la influencia de la dimensión personal en la formación del pensamiento histórico y su vinculación con la experiencia histórica del alumnado. Se considera relevante que la historia escolar transite, al igual que la historiografía, hacia una nueva enseñanza de la disciplina. No obstante, en las aulas se sigue perpetuando el legado de la vieja historia. Una de las razones puede responder a que no se le ha otorgado valor a la dimensión personal como parte fundamental en la construcción del conocimiento histórico. En otras palabras, no se ha reconocido que los niños, las niñas y los jóvenes son seres históricos con historicidad. Para poder lograr aprendizajes significativos, se sugiere considerar el desarrollo de las dimensiones que se proponen en el modelo de pensamiento histórico de Chávez y de la experiencia histórica de Meneses[59], pero sobre todo intencionar la dimensión personal y particularmente en el componente de la experiencia. Si bien, en este trabajo se expone una discusión teórica, ambos modelos provienen de estudios empíricos.  Es por ello, que se piensa que inciden en una nueva enseñanza histórica y en el desarrollo del pensamiento histórico.

Al enseñar historia en las aulas, el profesorado debe tener presente la dimensión personal para promover prácticas de enseñanza humanizadoras, progresistas y democráticas. Con ello es posible hacer conscientes al alumnado que son sujetos históricos y de conocimiento. Interesa responder en las prácticas de enseñanza a la inquietud que plantea Freire: “¿por qué no establecer una “intimidad” necesaria relación entre los saberes curriculares fundamentales para los alumnos y la experiencia social que ellos tienen como individuos?”[60]. Para ello, se sugiere al profesorado valorar las experiencias históricas del alumnado, construidas en sus prácticas personales y sociales, ya que influyen de forma importante en el entendimiento del mundo y en su interés por la historia. Y en este sentido, el aprendizaje no debe pretender excluir los saberes que surgen de la experiencia y solo dar prioridad a los saberes que provienen de los procedimientos metodológicos y cognitivos. Los modelos de pensamiento y de experiencia histórica que se abordan en este artículo podrían contribuir a esta nueva forma de enseñar la historia. Ambos coinciden en que es fundamental valorar la dimensión personal del estudiante, en donde las representaciones sociales son el punto de partida, que provienen de su experiencia, memoria, identidad y que condicionan sus intereses sobre lo que aprenden y el cómo aplican aquello que aprenden en la clase de historia en la vida cotidiana. Estas influyen en su forma de comprender el mundo, en sus relaciones sociales, en su forma de actuar individual o colectivamente y en su proyección como personas y ciudadanos.

En el modelo de pensamiento histórico que se presenta en el artículo, la experiencia histórica se incluye en la dimensión personal y se vincula con la dimensión vivencial. Sin embargo, no solo se reduce a este vínculo, sino que se reconoce la importancia de las dimensiones cognitiva y aplicada cuyos componentes también están inmersos en el modelo de pensamiento histórico. Para la articulación de ambos modelos y su desarrollo en aula, es importante comprender que una de las características del pensamiento histórico es que sus dimensiones y componentes se pueden jerarquizar en función de los propósitos de la enseñanza. En consecuencia, sí el propósito del profesorado es desarrollar experiencia histórica en sus estudiantes, debe propiciar todas las dimensiones que se proponen en el modelo de pensamiento histórico. Desarrollar experiencia histórica a partir de las prácticas de enseñanza y aprendizaje escolares, implica tomar decisiones didácticas efectivas donde se interrelacionan la cognición y la aplicación de los conocimientos adquiridos, pero sobre todo considerar los aspectos personales o vivenciales. De esta manera es posible promover aprendizajes significativos en el alumnado y por ende enriquecer su condición de sujeto histórico.

Para favorecer la dimensión personal del pensamiento histórico y la dimensión vivencial de la experiencia histórica, se sugiere que el profesorado reconozca, valore y resignifique las representaciones sociales de sus estudiantes. Para ello, es importante generar nexos con sus experiencias, con su identidad y con sus memorias.  Que desarrolle la capacidad de reconocerse a sí mismos como seres históricos y que evite difundir una visión de la historia estereotipada, en donde pareciera que su construcción depende solo de los protagonistas inalcanzables y alejados de su realidad. Además, se deben generar instancias educativas en donde el estudiantado sienta la libertad de verbalizar sus opiniones, reflexiones, contradicciones, dudas, prejuicios y que puedan proponer mejoras o generar acciones para intervenir en el acontecer histórico.

Para intencionar la dimensión cognitiva de la experiencia histórica, se sugiere al profesorado que diseñe ejercicios de interpretación crítica en donde favorezca el razonamiento inductivo, deductivo, el cuestionamiento, la selección, evaluación y el contraste de diversas fuentes y perspectivas históricas, que son operadores cognitivos fundamentales para pensar históricamente. El alumnado debe ser capaz de construir narrativas para elaborar explicaciones causales e intencionales, expresando sus propias perspectivas y emociones experimentadas sobre la realidad histórica o social estudiada. De esta manera, se propician experiencias intelectuales obtenidas del aprendizaje escolar que enriquecen su condición de sujeto cognoscente.

Para generar experiencias históricas desde la dimensión aplicada, se sugiere al profesorado diseñar experiencias educativas que generen desafíos intelectuales de acción en las aulas y en el entorno social, para que el alumnado aplique sus saberes en resolver problemas  y pueda intervenir en la realidad. Implica realizar prácticas concretas de aprender haciendo, de descubrir la realidad y de experimentar su condición de sujeto histórico. Es realizar actividades de aprendizaje donde efectivamente se pueda hacer historia, no solo desde el ámbito metodológico, sino que desde la condición de protagonistas de la historia. Se deben generar desafíos donde puedan ejercitar su pensamiento crítico y creativo, fomentando la reflexión, la toma de posiciones y la aplicación del conocimiento adquirido en propuestas de mejora y de cambio hacia el futuro.

           Para concluir, los modelos didácticos presentados pretenden favorecer prácticas de enseñanza y aprendizaje significativas, propiciando una historia humanizada y que permita desarrollar pensamiento histórico y social en el alumnado. La educación debe transformar pero no anular las inquietudes que provienen de la experiencia personal- vinculadas a la dimensión personal o vivencial- y deben ser utilizadas para desarrollar el pensamiento histórico. El proceso cognitivo que se fomenta en los procesos de enseñanza y aprendizaje también enriquecen la experiencia histórica del alumnado, mediante ejercicios de interpretación y de producción de conocimientos- relacionados a la dimensión cognitiva- y de intervención o acción social- asociada a la dimensión aplicada-. De esta manera es posible “reconocer la historicidad del saber y el carácter histórico de su curiosidad, combatir la arrogancia cientificista y positivista, y evitar prácticas educativas que son completamente antidemocráticas”[61].

 

 

 

 

 



[1] José Bermejo, ¿Qué es la historia teórica? (España: Ediciones Akal, 2004)

[2] Jaime Aurell y  Peter Burke, “Las tendencias recientes: del giro lingüístico a las historias alternativas”, en Comprender el pasado, una historia de la escritura y el pensamiento histórico, ed. por Jaime Aurell, Catalina Balmaceda, Peter Burke y Felipe Soza (Madrid: Editorial Akal, 2015)

[3] Marc Bloch, Introducción a la Historia, 5a. ed. (México: Fondo de cultura económica,1967)

[4] Eric Hobsbawn, Sobre la Historia (Barcelona: Editorial Crítica, 1998)

[5] Josep Fontana, Historia: Análisis del pasado y proyecto social (Barcelona: Editorial Austral, 2013)

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[7] Jim Sharpe, “Historia desde abajo”, en Formas de hacer Historia, ed. por Peter Burke (Madrid: Editorial Alianza, 1993).

[8] Sebastián Plá, Ciudadanía y competitividad en la enseñanza de la historia. Los casos de México, Argentina y Uruguay (México: Universidad Iberoamericana, 2014)

[9] Fabián González y Camila Gárate, “El aprendizaje histórico en la educación secundaria. Jóvenes chilenos y conciencia histórica”, Revista Diálogo Andino, 53 (2017)

[10] Bruce Vansledright, “Thinking Hitorically”, Journal of Curriculum Studies, 41 (3) (2009)

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