Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 1, Nº 30, Enero-Junio 2019

    

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676

 

 

PAISAJE CULTURAL Y PATRIMONIO EN LA CONSTRUCCION

DEL HABITAT RURAL EN TIERRAS SECAS NO IRRIGADAS

DEL NORESTE DE MENDOZA (ARGENTINA).

EL CASO DE LAGUNAS DEL ROSARIO

 

CULTURAL LANDSCAPE AND HERITAGE IN THE CONSTRUCTION

OF THE RURAL HABITAT IN NON-IRRIGATED DRY LANDS

OF THE NORTHEAST OF MENDOZA (ARGENTINA).

CASE STUDY OF LAGUNAS DEL ROSARIO

 

 

Matías José Esteves

Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y técnicas (CONICET)

Argentina

mesteves@mendoza-conicet.gob.ar

 

 

Fecha de ingreso: 27/07/2017

Fecha de aceptación: 20/04/2018

 

 

Resumen

El trabajo indaga en el paisaje cultural de tierras secas no irrigadas del noreste de la provincia de Mendoza (Argentina) haciendo foco en la construcción del hábitat rural. El abordaje del paisaje involucra no solo la realidad material de un determinado territorio sino que también comprende los aspectos intangibles, que inciden diferencialmente en la comprensión del hábitat. El objetivo radica en analizar al paisaje cultural en la construcción del hábitat rural y su consideración como patrimonio de tierras secas no irrigadas. Para ello se recurrió a un estudio de caso y se utilizó metodología cualitativa desde la observación directa y entrevistas semiestructuradas. Los resultados muestran que el paisaje presenta cambios, donde quedan en evidencia las estrategias que despliegan los pobladores para adaptarse a la dinámica territorial y los diversos elementos materiales e intangibles que conforman al paisaje. Finalmente, se da cuenta del paisaje de Lagunas del Rosario como patrimonio cultural en tierras secas no irrigadas, donde se conjugan aspectos históricos y actuales, materiales e intangibles.

 

Palabras claves: Paisaje cultural, Patrimonio, Hábitat rural, Tierras secas no irrigadas

Abstract

The research studies the cultural landscape of non-irrigated dry lands of northeastern Mendoza (Argentina) focusing on the construction of the rural habitat. The approach to the landscape involves not only the material reality of a territory but also includes the intangible aspects that differentially influence the understanding of the habitat. The objective is to analyze the landscape in the construction of the rural habitat and its consideration as cultural heritage of non-irrigated dry lands. For this purpose, we used a case study and qualitative methodology mainly from direct observation and semi-structured interviews. The results show that the landscape presents changes, where the strategies deployed by the inhabitants to adapt to the territorial dynamics and the diverse material and intangible elements that make up the landscape are evident. Finally, the landscape of Lagunas del Rosario is presented as cultural heritage in dry, non-irrigated lands, where historical and present aspects, both tangible and intangible ones, are combined.

 

Key Words: Cultural landscape, Heritage, Rural Habitat, Non-irrigated dry lands

 

 

 

 

Introducción

 

Diversos trabajos se encuentran en relación al estudio del territorio del noreste de la provincia de Mendoza (Argentina), tanto desde disciplinas físico-biológicas como desde las ciencias sociales. Por un lado, se encuentran estudios respecto a las transformaciones territoriales, que se vinculan de forma directa con los cambios en la disponibilidad de agua superficial desde mediados del siglo XX y su relación con los actuales procesos de desertificación y su impacto en la biodiversidad[1]. Por otro lado, se encuentran investigaciones en torno a las características sociales de la comunidad Huarpe que habita dicho territorio[2]. Se recurre al concepto de paisaje cultural como expresión de la interacción dinámica entre naturaleza y cultura que a su vez, involucra a las percepciones que le imprimen los pobladores al territorio donde habitan[3]. Varios autores sostienen que el paisaje se comporta como un documento que explica la historia y la cultura de un territorio, donde se conjugan aspectos materiales e intangibles de forma articulada. Martínez de Pisón y Ortega afirman que

 

El paisaje cuenta con unos valores obvios, visibles, explícitos en la geografía de los lugares en los que se fundamentan los paisajes, pero también cuenta con algunos valores ocultos, invisibles, no menos reales y a menudo más significativos, que requieren una inserción al trasmundo, hacia aquello que no está a la vista pero que compone y califica al mundo[4].

 

Se adopta el concepto de paisaje de acuerdo a la definición del Convenio Europeo del Paisaje (en adelante CEP), el cual designa como tal a “cualquier parte del territorio, tal como es percibida por las poblaciones, cuyo carácter resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones[5]”. Al considerar como paisaje a “cualquier parte del territorio” se manifiesta que este concepto no se reserva para ciertas porciones territoriales de determinado valor artístico o monumental[6], sino que también implica prestar atención a aquellos paisajes cargados de significados para la comunidad local, es decir paisajes construidos desde la cotidianeidad. En concordancia, Zusman afirma que “el paisaje sería una noción adecuada para captar la forma en que todas las personas comprenden y se insertan en el mundo material que las rodea”[7]. Ciertamente, los pobladores imprimen “marcas” en el territorio que tienen que ver con su cultura y con su forma de intervenirlo y por ello cuando Giménez analiza las relaciones entre cultura y territorio, propone enfocar al paisaje “como símbolo metonímico del territorio no visible en su totalidad que funciona como referente privilegiado de la identidad socio-territorial”[8].En el abordaje histórico del paisaje se accede a las transformaciones del territorio, donde en el paisaje actual quedan marcas respecto al pasado y por ello diversos autores coinciden en señalar al paisaje como un palimpsesto[9] que revela la intervención de distintos grupos humanos en el tiempo. Ciertamente, a través del paisaje resulta factible indagar en las dinámicas relaciones entre naturaleza y cultura[10], ya que los individuos y grupos sociales se encuentran en permanente relación con sus paisajes.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en el marco la Convención del Patrimonio Mundial reconoció al paisaje como una categoría factible de ser considerada como patrimonio cultural y lo define como

 

Bienes culturales que representan las obras conjuntas del hombre y de la naturaleza. Ilustran la evolución de la sociedad humana y sus asentamientos a lo largo del tiempo, condicionados por las limitaciones y/o oportunidades físicas que presenta su entorno natural y por las sucesivas fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas como internas[11].

 

La consideración del paisaje como patrimonio implica adoptar un enfoque integral y territorial evitando sesgar el análisis de forma exclusiva a los monumentos o bienes materiales como elementos aislados. Siguiendo a Utrera, los bienes patrimoniales “se entienden no solo como parte del territorio en el cual se suscriben y viven, sino como elementos íntimamente relacionados cultural e históricamente a los espacios en los que se expresan[12]”.

A su vez, la definición del CEP expresa que el paisaje involucra las percepciones que la población posee del territorio que habita. Esto se vincularía también con los aspectos intangibles, que en un primer momento fueron rotulados de “folclóricos”, como “manifestaciones culturales que eran consideradas como las menos evolucionadas dentro de la sociedad, una mezcla de originalidad y atraso[13], pero que actualmente las creaciones colectivas y valores de una comunidad son consideradas componentes de identidad y de diversidad frente a la globalización y como posibles factores de desarrollo local[14]. Por ello, varias instituciones y autores[15]sostienen que los paisajes son bienes culturales factibles de ser considerados patrimonio, ya que pueden ser documentados e interpretados y que permitirían poner en valor de forma articulada los diversos elementos materiales e intangibles que lo componen.

No obstante lo expresado anteriormente, interesa señalar que no todo paisaje es patrimonio y que a su vez el carácter patrimonial no implica necesariamente el desarrollo de instrumentos de protección que tiendan a su conservación de forma inmutable sino que, comprendiendo el dinamismo del paisaje, recabar en los aspectos identitarios que presenta para su comprensión y valorización. Por ello, se rescata la clasificación de los tipos de paisaje que realiza la UNESCO, que resulta acertado para el reconocimiento de la diversidad de paisajes y su posible vinculación con el patrimonio. De esta clasificación interesa hacer foco en el denominado “paisaje vivo”, que se define como

 

Aquel que conserva una función social activa en la sociedad contemporánea, estrechamente vinculada al modo de vida tradicional, y en el cual prosigue el proceso evolutivo. Al mismo tiempo, presenta pruebas materiales manifiestas de su evolución en el transcurso del tiempo[16].

 

Esta categoría de paisaje permite reconocer, en el marco de la cotidianeidad de las poblaciones, los diversos elementos materiales e intangibles que identifican a una comunidad y que podrían ser de utilidad para el desarrollo de políticas públicas o intervenciones en el territorio para el desarrollo local que consideren su dinamismo y características. El reconocimiento y valoración del paisaje como patrimonio cultural implica diversas escalas que van desde lo internacional –paisajes que integran la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO– hasta lo local, donde se encuentran bienes o paisajes que adquieren relevancia en el marco de un determinado lugar, ya que “están ligados con su historia y con significados que solo quienes pertenecen a ese lugar pueden atribuirle y reconocerle[17]”. En el reconocimiento de un bien como patrimonio, Prats reconoce como criterios de legitimación a la naturaleza, la historia, la inspiración creativa y el significado[18]. En la misma línea, Cirvini considera los valores históricos, creativos y simbólicos[19]. No obstante, ambos autores consideran que la valoración social es clave ya que implica considerar a las personas por encima de los objetos, es decir que el significado que le otorga la comunidad a un determinado objeto, práctica o paisaje cobra especial importancia como criterio de legitimación del patrimonio. Por ello, se considera que mediante la categoría de “paisaje vivo” resulta posible vincular al paisaje como patrimonio atendiendo a la cotidianeidad de su construcción y su significado para la comunidad local.

Pero el paisaje como expresión de la interacción dinámica entre naturaleza y cultura, que además involucra a la percepción de los pobladores, no ha alcanzado a constituirse aún en objeto de conocimiento o incluso de gestión en nuestro medio. Aunque la legislación vigente en la provincia vinculada con el patrimonio contempla al paisaje como objeto de protección, ésta se centra en mayor medida en la protección de áreas de valor ecológico o en el reconocimiento de algunos elementos construidos aislados principalmente de carácter monumental y estético.

La provincia de Mendoza se enmarca dentro de las tierras secas, donde el 3% del territorio es tierras secas irrigadas –oasis- mientras que el 97% de la superficie es tierras secas no irrigadas. Los oasis se constituyen como los sectores más dinámicos de la provincia, donde se asienta el 95% de la población, donde resaltan actividades agrícolas con predominio de la vitivinícola. Las tierras secas no irrigadas se caracterizan por la presencia de procesos de desertificación, población dispersa y economías de subsistencia. En efecto, en el documento Directrices para el Plan Provincial de Ordenamiento Territorial Rural se considera a las zonas no irrigadas como

 

Espacios conformados por una población dispersa organizada principalmente bajo unidades familiares de autosubsistencia llamados puestos. La principal actividad económica de sus pobladores está constituida por la cría extensiva de ganado caprino y bovino[20].

 

Mediante esta definición se considera a todo el territorio no irrigado como homogéneo y enfocado principalmente a la cría de ganado como actividad productiva y a la dispersión del hábitat para dar cuenta de sus características. A su vez, este documento expone que el hábitat de tierras secas no irrigadas se encuentra signado por procesos de pobreza, pérdida de identidad cultural, afectado ambientalmente por el avance de la desertificación, carencia de servicios e infraestructura, entre otros. Ciertamente, mientras el oasis se asoció a la idea de progreso de la mano de la vitivinicultura y el uso intensivo y apropiación del agua superficial, las tierras secas no irrigadas fueron rotuladas de “desierto” y asociadas a la pobreza y al atraso cultural[21]. Incluso se encuentran textos que abogan por la “resignación” de los pobladores de tierras secas frente a las transformaciones del territorio y a los cambios en su calidad de vida, donde se menciona que actualmente en estos territorios “no se advierten estrategias adaptativas sino más bien resignación, tras lo cual un subsidio ocasional por parte del Estado podrá salvar la urgencia[22]”. Pero a partir del trabajo de campo, se observa que el hábitat rural de tierras secas presenta adecuaciones a las transformaciones del territorio, donde los pobladores despliegan diversas estrategias para adaptarse a los cambios. Por ello, el análisis del paisaje cultural se presenta como un contexto de oportunidad para comprender las actuales formas de construcción del hábitat en tierras secas no irrigadas.

En estos territorios destacan asentamientos que son a la vez unidad de habitación y de producción en donde se vinculan aspectos familiares con el trabajo. Estos asentamientos se denominan “puestos”. Se coincide con Pastor cuando define al hábitat rural de tierras secas no irrigadas como

 

El conjunto de construcciones y espacios yuxtapuestos con funciones diversas en base a la combinatoria formal de espacios cerrados destinados a habitación, edificaciones de usos complementarios a los anteriores y los productivos, espacios intermedios como enramadas o galerías y corrales de distinto tamaño ubicados en el mismo conjunto o en las cercanías, además de los pozos de acceso al agua…los pozos, tanques, cisternas y aguadas son al puesto, lo mismo que la vivienda, los corrales o los galpones. Constituyen elementos inherentes a su definición[23].

 

En la construcción del hábitat predomina el uso de materiales naturales, aunque también se observa la incorporación de materiales industrializados en menor medida y resalta la autoconstrucción. A partir de la definición anterior, se indaga en los elementos materiales (unidad de habitación, corrales y dispositivos de acceso al agua y de almacenamiento de agua) y en aquellos intangibles (saberes tradicionales, técnicas constructivas) asociados al hábitat que modelan el paisaje cultural de tierras secas no irrigadas y su posible relación con el patrimonio.

Dentro de las tierras secas no irrigadas se ha seleccionado como caso de estudio al distrito de Lagunas del Rosario en el Departamento de Lavalle, Mendoza. Este sector resulta relevante ya que se trata de un territorio habitado por la comunidad indígena Huarpe y el sitio despliega grandes transformaciones territoriales devenidas, en gran parte, por su localización periférica respecto al oasis norte -principal zona irrigada en la provincia de Mendoza- y desde la vinculación histórica entre zonas no irrigadas y oasis. Por ello se comienza el análisis del sitio exponiendo un marco temporal que abarca desde fines del siglo XIX a la actualidad, ya que varios autores[24] señalan que desde esa época se produce un marcado cambio socioeconómico que influyó en la fisonomía y el paisaje resultante en toda la región.

 

Metodología

 

Para la construcción de datos se emplearon métodos desde el enfoque cualitativo. Se utilizó observación directa para examinar los materiales empleados y las técnicas constructivas de la unidad de habitación, los corrales y los dispositivos de acceso al agua. También se emplearon entrevistas semiestructuradas con la finalidad de obtener datos sobre la memoria oral de los pobladores y sus percepciones sobre el paisaje y las transformaciones del territorio. Se definió la muestra de los asentamientos a analizar y los informantes claves a través de la técnica “bola de nieve”. Se seleccionaron las unidades más representativas y relevantes según la trayectoria temporal del asentamiento y su mayor funcionamiento en la actualidad. Los pobladores entrevistados fueron principalmente aquellos que son reconocidos por la comunidad en cuanto al conocimiento de la historia del sitio. Aunque se visitaron todos los asentamientos con las características antes mencionadas, se trabajó con aquellos en donde fue posible acceder a los usuarios para entrevistar (ya que muchos migran por trabajos temporales), y donde se mostraron interesados en colaborar con datos respecto a su cotidianeidad.

A su vez, se recurrió a diversas fuentes de información como relatos de viajeros del siglo XIX[25], cartografía y análisis de textos desde diversas disciplinas, tanto físico-biológicas como sociales, para comprender los procesos de construcción del territorio que han incidido en el hábitat. Mediante el análisis de la cartografía, tanto histórica como actual, se da cuenta de los procesos investigados en un espacio determinado para comprender las transformaciones del territorio desde diversas escalas espaciales. A partir del análisis de contenido se han comparado los discursos orales y escritos, teóricos y empíricos para asegurar la aproximación más comprensiva al estudio del paisaje y su consideración como patrimonio.

 

Descripción del caso de estudio

 

El distrito de Lagunas del Rosario se emplaza en el noreste de Mendoza dentro de las tierras secas no irrigadas de la provincia (Figura 1).Geológicamente es una gran llanura árida levemente inclinada hacia el este, donde se ubican algunos de los lugares más áridos de la Argentina[26], de agrestes condiciones climáticas. Las temperaturas máximas en verano alcanzan los 42°C y se registran mínimas en invierno de hasta ˗8°C[27]mostrando una gran amplitud térmica tanto diaria como anual. El régimen de precipitaciones se caracteriza por la presencia de tormentas convectivas de verano, aunque se registran entre 80mm a 150mm anuales de lluvia. En la actualidad, el sector carece de escorrentía superficial de agua o sólo presenta desagües ocasionales[28]. Pero a pesar de la sequía superficial, la llanura dispone en el subsuelo de un considerable reservorio de agua a poca profundidad (entre 6,00 a 10,00m) que contribuye a mantener la vida en la zona[29].

 

 

 

 

Figura 1: A. Ubicación de Lagunas del Rosario en el contexto regional, donde se observa su localización periférica respecto al oasis Norte de Mendoza. B. Fotografía aérea donde se aprecian las condiciones de aridez del sector[30]. En amarillo se señala la porción territorial correspondiente a la comunidad de Lagunas del Rosario.

 

 


El sector se localiza dentro de la Provincia Fitogeográfica del Monte, donde predominan distintas comunidades arbustivas xerófilas de hoja perenne[31]. La única especie que llega a formar bosques aislados es el algarrobo acompañado por otros árboles como el chañar y el retamo. Entre las especies arbustivas sobresalen jarillas, atamisque, piquillin y zampa[32].

Actualmente, en Lagunas del Rosario predomina una economía de subsistencia donde la principal actividad productiva es la cría de ganado caprino a escala familiar. En menor medida se registran otras actividades como la venta de guano, recolección de junquillo y la elaboración de artesanías. También poseen especial relevancia las actividades extraprediales temporales en los poblados urbanos o fincas cercanas.

Al interior del caso de estudio la población se localiza de tres maneras: en asentamientos dispersos conformados por la presencia de dos a cinco viviendas agrupadas, que se han denominado “asentamientos familiares”; en asentamientos dispersos conformados por una única vivienda y finalmente, en asentamientos de más de 40 viviendas que conforman pequeños poblados. En el sector de estudio destaca el denominado “poblado de Lagunas del Rosario”, donde se concentran los servicios e infraestructuras estatales. En el año 1999 se inaugura la red eléctrica monofilar y en el 2010 se extiende el denominado acueducto del desierto, que abastece de red de agua a la zona del poblado, donde también se encuentran el centro de salud, escuela primaria y secundaria y registro civil.

Para esta investigación se ha optado por trabajar con los “asentamientos familiares”, ya que son los asentamientos más antiguos existentes en la zona. Indagar en la historia del sitio permitirá luego comprender y contextualizar las formas de asentamiento y las estrategias que despliegan los pobladores para adaptarse a los cambios territoriales y poder reconocer esas marcas en el paisaje.

 

Lagunas del Rosario: de la abundancia a la escasez

 

Históricamente los cauces de agua superficial generaron en la zona un extenso sistema hidrográfico, que posibilitó la ocupación humana a pesar de las condiciones de aridez. La zona de Lagunas del Rosario formaba parte de un complejo lagunar mayor denominado Lagunas de Guanacache, el cual se extendía por todo el noreste provincial[33].

En Lagunas de Rosario los cuerpos de agua se conformaban por el aporte de los ríos Mendoza y San Juan, a lo que se sumaban los arroyos Leyes y Tulumaya en la provincia de Mendoza, que constituían junto con las escasas lluvias locales las fuentes principales de agua hacia las lagunas. Existen registros históricos que evidencian el tamaño de las lagunas (Figura 2) que se comportaban como grandes espejos de agua[34], contenedoras de abundante biodiversidad[35], mostrando que la realidad histórica del ecosistema natural era diferente a la actual.

 

 

 

Figura 2: Distribución de cauces y espejos de agua en Carta de 1798[36]. Sobre el mapa original se remarcan los cursos y cuerpos de agua y se señala el sector aproximado que actualmente ocupa la Comunidad Huarpe de Lagunas del Rosario.

 

 

 

 

 

Los cambios en el ecosistema natural comenzaron a sentirse con las actividades económicas desarrolladas a escala provincial desde mediados del siglo XIX. Primero tuvo lugar la actividad mercantil centrada en el engorde de ganado para su comercialización a pie a Chile. Este modelo económico implicó mayor consumo de agua en la parte media de la cuenca del rio Mendoza[37] –donde se localiza el oasis y la ciudad–, con la consecuente reducción del caudal de agua que llegaba hasta las lagunas. En esta época las lagunas se conformaron en pequeños bañados separados entre sí[38].

Posteriormente, desde finales del siglo XIX se desarrolló a escala provincial un nuevo modelo económico basado en el monocultivo de la vid, que adquirió cada vez más auge y dominó el paisaje del oasis. En esta época, los cambios en el ecosistema de Lagunas del Rosario se intensificaron desde una doble vertiente: por un lado desde el clima con periodos de sequía que caracterizaron la región desde 1901 hasta 1915[39] y por otro lado, con las acciones antrópicas desde el mayor aprovechamiento del caudal del río Mendoza en el oasis para satisfacer la mayor demanda de agua para el desarrollo del nuevo modelo económico[40]. Esto implicó menores caudales hacia las lagunas provocando su rápido descenso[41]. Diversos autores apuntan a señalar que las lagunas se secaron en la década de 1940 aunque recibían aportes de agua de manera ocasional, principalmente en épocas estivales por el mayor caudal de los ríos a causa del deshielo, pero cada vez en menor cantidad[42].

A lo anterior se suma que el crecimiento y progreso económico del oasis se complementó con bienes naturales extraídos desde la periferia, puntualmente la vegetación. Desde finales del siglo XIX se aprovechó el bosque nativo de las zonas no irrigadas para responder a una triple demanda desde el oasis: el rápido aumento de la cantidad de superficie cultivada por la industria vitivinícola, el uso del ferrocarril y la población urbana en aumento[43]. En este sentido destaca la explotación del algarrobo y en menor medida del retamo y del atamisque[44]. Por ello, en las tierras secas no irrigadas del este de Mendoza comenzó a registrarse un rápido incremento de las actividades extractivas. Según Abraham y Prieto, la apropiación del bosque provocó la desaparición de importantes masas forestales, donde se consigna que “entre 1901 y 1935 se talaron 200.000ha de bosques”[45]. La tala indiscriminada sumada a la falta de agua superficial cada vez más evidente, desencadenaron procesos de desertificación en todo el noreste provincial.

A continuación se exponen las actividades productivas, que históricamente han estado vinculadas de forma directa con la disponibilidad de agua. En efecto, la presencia de las lagunas favoreció la pesca y la práctica de la agricultura (Figura 3). Los productos obtenidos de la pesca eran comercializados en las capitales de Mendoza y San Juan[46]. Además, en varios relatos de cronistas y viajeros se encuentran menciones respecto al tipo de peces, la cantidad y su buena calidad[47]. Respecto a la agricultura, se encuentran hacia la década de 1940 grandes campos cultivados con trigo y diversas hortalizas, donde los pobladores aprovechaban las diferencias de la cota de agua entre estaciones para realizar esta práctica[48].

 

 

Figura 3: A. Fotografía de campos cultivados con trigo. B. Fotografía de campo con maíz y la cosecha durante una crecida de la cota de agua[49]. C. Pintura del artista Roig Matons[50] retratando a pescador, donde resalta la masa de agua.

 

 

 

Desde registros de la memoria oral, los pobladores también dan cuenta de las actividades que se desarrollaban en la primera mitad del siglo XX según las historias de sus antepasados como de recuerdos personales cercanos a la década de 1970:

 

Mi abuelo decía que cuando pescaban había campo bueno y podían sembrar. Yo alcancé a ver algunas chacras y algo de las lagunas y era muy bonito. Yo le converso a mi sobrinos pero no se lo pueden imaginar porque no lo han visto nunca…cuando corría viento, los campos de trigo se movían como el agua, como una especie de oleaje, pero con un color dorado[51].

Yo venía en bote hasta aquí cada tres o cuatro días cuando era una laguna esto. Venía a ver a las cabras. Yo dejaba el bote atado ahí donde esta aquel algarrobo. Y de aquí era muy alta al agua[52].

Venían a cosechar, corte y trilla…iban cortando y trillando…sacaban una chorrera de bolsas. Ahí en la casa de mi hermano está el carro que lo atábamos con tres mulas y dale de cargar y tirarlos y los amontonábamos hasta el camión e iba directo al molino de San Juan en la Capital[53]

En la zona de las libres sembraban así todo un cerco. Y teníamos lo que era trigo, acelga, zapallo, maíz, sandias, pero vieras que sandias, ¡tremendas sandias, pero así de tamaño[54]!

Tanto en las diversas fuentes de información escrita como en las entrevistas realizadas a los pobladores resalta el peso que tenía la pesca y la agricultura en comparación con la cría de cabra, por lo que se supone que esta última actividad en esta época de agua superficial era una actividad presente, aunque secundaria.

De acuerdo a Prieto, la configuración del hábitat a finales del siglo XVII en el sector de estudio respondía a la óptima adaptación a las condicionantes ecológicas, donde “el modelo seleccionado para la mejor utilización de los recursos requería la dispersión; la agricultura no era posible en gran escala por la naturaleza del terreno”[55]. Las viviendas se localizaban de manera que el esfuerzo para el mejor aprovechamiento del medio natural fuera mínimo. La cercanía a cursos de agua y tierras cultivables eran los factores determinantes para el emplazamiento humano. En este sentido y de acuerdo a las características de aridez en la zona se trataba de asentamientos ribereños o costeros y dispersos[56].

Desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX los datos dan cuenta de diversas percepciones respecto a la “abundancia de bienes naturales”, donde a partir de la memoria oral los pobladores de avanzada edad recuerdan tanto las historias de sus antepasados como su propia experiencia, donde el agua superficial fue la protagonista en las historias que se entretejen en su uso y aprovechamiento. No obstante, también se suman a esta época datos desde los relatos de viajeros que vinculan al territorio con aspectos hostiles:

 

Allí donde ellos habitan, no puede un español estar quince días, por tantos animalitos que hay en aquellos parajes…las aguas malas, sin tener aún donde sembrar legumbres, porque son médanos y tierras áridas; pero los indios tan hallados que no sienten las incomodidades[57].

 

Pero también se rescatan percepciones positivas desde diversos relatos sobre los pobladores hacia el territorio: “se han hecho uno con el paisaje y esto hace que el miedo no esté presente. El invierno es la mejor época. En el verano uno se da cuenta que esa gente quiere realmente vivir ahí[58]. En esta misma línea, Roig agrega que “era muy hermoso ver frente al rancho las redes tendidas secándose y meciéndose con el viento, espectáculo que era sinónimo de trabajo, bienestar y alegría[59].

Desde mediados del siglo XX, con la disminución en la disponibilidad de agua superficial y con el proceso de desertificación en auge, se afectó a las principales actividades productivas que de manera histórica se desarrollaban en la zona –agricultura y pesca–y se propició una economía de subsistencia basada en la cría de ganado caprino. Esta actividad fue posible y adquirió cada vez mayor protagonismo debido a los pastos duros y características del agua subterránea[60]. La menor disponibilidad de bienes naturales y la limitante en la producción implicó migraciones[61] hacia la ciudad o sectores más favorables –oasis–.Los pobladores recurrieron al agua subterránea frente a la carencia de agua superficial, donde actualmente su acceso resulta clave para asegurar el desenvolvimiento de la vida diaria.

 

Los asentamientos familiares: cronistas de las transformaciones territoriales

 

En este apartado se presentan los elementos materiales que caracterizan al hábitat rural de tierras secas no irrigadas –la unidad de habitación, los corrales y los dispositivos de acceso al agua subterránea y de almacenaje del agua. Desde el análisis de estos elementos y su articulación con aquellos intangibles –saberes tradicionales y técnicas constructivas- resulta factible indagar en el paisaje cultural, prestando atención también a las percepciones y valoraciones de los pobladores sobre el territorio.

Los asentamientos familiares en el sector de estudio se localizan de forma dispersa en el territorio y distan entre 4000m a 8000m entre sí. Se localizan en los bordes de las lagunas, hoy extintas. Se accede a los mismos a través de huellas sobre el suelo arenoso que se desprenden de la ruta principal (Figura 4), donde en algunos tramos se atraviesan cauces naturales secos que evidencian la presencia pasada de agua. Estos asentamientos se caracterizan por una ocupación histórica del territorio. Los relatos de los ocupantes permitieron estimar su antigüedad entre los 80 a 100 años. En las entrevistas resalta que los asentamientos se vinculan a un legado familiar:         

 

Nos quedamos acá porque estas eran las tierras de mi abuelo. El construyó esta vivienda y ahora nosotros la mantenemos[62]

Por acá siempre ha vivido mi familia. Durante la época de las lagunas todo por acá se inundaba y quedaba como una isla y quedábamos aislados en las crecidas, era muy lindo todo[63]

 

 

 

 

Figura 4: En rojo se marca la localización de los asentamientos familiares existentes en el área de estudio. Obsérvese su dispersión y las huellas que los comunican con la ruta principal. Se señalan aproximadamente los bordes de las lagunas extintas para mostrar la cercanía a las fuentes superficiales de agua y la distancia a la infraestructura estatal y el poblado[64].

 

 

 

Estos asentamientos se caracterizan por la agrupación de dos a cinco unidades de habitación en el mismo predio. Se encuentra una unidad de mayor trayectoria temporal que resalta por presentar mayores dimensiones (de 120m2 a 150m2 cubiertos) y por los usuarios que la ocupan, que se corresponde con adultos avanzados en edad. Esta unidad de habitación es la que se ha mantenido a lo largo del tiempo, donde luego a modo satelital desde mediados del siglo XX se fueron ubicando otras unidades de menor tamaño, que se corresponde con los hijos o hijas y/o familiares directos (Figura 5). Estas presentan menores dimensiones en cuanto a superficie cubierta y son ocupadas por diferentes grupos etarios. Debido a esta forma de organización familiar del asentamiento es que se los ha denominado como “asentamientos familiares”.

 

 

 

Figura 5: A. Fotografía aérea de uno de los asentamientos familiares relevados– Asentamiento Isla Con Jume[65]. B. Esquema del asentamiento según la fotografía aérea, donde se señalan los elementos que lo componen: 1- Unidad de habitación principal; 2- Unidades de habitación menores con pozo balde; 3- Corrales; 4- Pozo Jagüel.

 

 

 

La organización familiar resulta clave para disponer de mano de obra en el desarrollo de las actividades productivas como en el acceso a los bienes naturales, principalmente agua subterránea. De esta manera se tejen redes a partirla reciprocidad entre familiares.

La unidad de habitación se define por ser de forma rectangular compacta, delimitada por pared, piso y cubierta y se organiza a través de una secuencia de habitaciones contiguas, sin espacios destinados a circulación directa y con escasos vínculos entre el interior y el exterior[66]. Además, presenta un espacio de transición que actúa como vínculo entre el interior de la vivienda y el exterior y se resuelve de forma funcional a modo de una gran galería abierta o enramada.

En la construcción de las unidades de habitación predominan materiales del lugar: barro sin cocer tanto en la caja muraría (adobe y quincha) como en las cubiertas (torta de barro). El uso de estos materiales responde a que resultan más económicos ya que se encuentran en el medio, a la vez de que son los mismos pobladores los que construyen las unidades de habitación, traspasando conocimientos entre generaciones respecto al uso de materiales naturales y técnicas constructivas. Aunque también en menor medida se advierte la incorporación de materiales industrializados que los pobladores adquieren en poblados urbanos cercanos o que son donados por el municipio. Su incorporación tiene que ver con los cambios en el ecosistema en cuanto a la disponibilidad de materiales naturales para la construcción y con facilitar o disminuir las tareas de mantenimiento que demandan los materiales naturales, como es el caso de la lámina de polietileno, que colocada sobre la torta de barro, disminuye la acción de la lluvia sobre la cubierta[67]. Si bien los entrevistados reconocen que el uso de materiales industrializados muchas veces se asocia a una imagen de “modernidad”, aquellos pobladores que cuentan con habitaciones realizadas en ladrillo comentan los problemas asociados a las temperaturas que se alcanzan en los recintos interiores en comparación con aquellas habitaciones realizadas con adobe. Interesa resaltar que el municipio reparte ladrillos para que los pobladores realicen mejoras en sus viviendas, pero desde el conocimiento a través de prueba y error, los entrevistados reconocen las ventajas térmicas en el uso de materiales naturales. Además, se encuentran saberes constructivos vinculados a la adaptación al clima, como son las protecciones solares, el uso de galerías al norte, pequeñas dimensiones de las aberturas en contacto con el exterior, entre otros[68].

Respecto a las actividades productivas al interior de estos asentamientos, resalta la cría de ganado caprino como actividad principal y en sólo dos asentamientos se observó cría de ganado mayor –vacuno (máximo 10 cabezas) y equino (máximo 5 cabezas)–. Los corrales dan cuenta del peso de la actividad pecuaria, desde la cantidad y tamaño que presentan. En el trabajo de campo se constató al menos dos corrales por familia (que, considerando un promedio de tres unidades de habitación por asentamiento, sumarían seis corrales). Las dimensiones son variables, oscilando aproximadamente entre 150m2 a 250m2. Los corrales se localizan a una distancia que varía entre 100m a 300m de las unidades habitacionales. Los productos obtenidos se repliegan para autoconsumo y en menor medida para la venta. También se registran al interior del asentamiento ingresos esporádicos con la venta de guano, que es utilizado en las zonas irrigadas como abono y algunos pobladores realizan artesanías, utilizando como materia prima cuero y lana.

Diversos integrantes de las familias encuentran en las actividades extraprediales un fuerte ingreso monetario para la economía familiar. Esto implica que se lleven a cabo migraciones temporales, ya que estas actividades se centran en las cosechas estacionales en fincas cercanas. Por ello, la estrategia del agrupamiento familiar resulta clave, ya que al menos uno o dos jefes por familia se encuentran de forma permanente en el asentamiento y son quienes se encargan de cuidar la majada de aquellos familiares que migran de forma temporal. Junto con la mínima presencia de mano de obra garantizada, la cría de cabra se realiza de forma extensiva y se apoya con énfasis en la dispersión de los asentamientos, lo que asegura cierta cantidad de pasturas para el desarrollo del ganado, evitando la competencia directa por los bienes naturales con sus vecinos[69].Interesa aclarar que, si bien resalta la agrupación de varias unidades de habitación, las familias se caracterizan por contar con poca mano de obra joven para la práctica de las actividades productivas. Generalmente se encuentran los jefes y jefas de familia y algún joven que esporádicamente ha decidido quedarse en el asentamiento, ya que es común que migren a la ciudad o a fincas ubicadas en las zonas irrigadas en busca de mejores condiciones laborales y educativas.

A continuación, se exponen los dispositivos de acceso al agua subterránea que se encuentran en estos asentamientos, sus características y vinculación con la unidad de habitación y las actividades productivas. En los asentamientos familiares se encuentran dos tipos de dispositivos de acceso al agua: el pozo jagüel o aguada y el pozo balde. Además se encuentran diversos elementos para el almacenamiento del agua que se extrae. Tanto los dispositivos de acceso al agua como los elementos de almacenamiento resultan claves en estos asentamientos por su localización dispersa en el territorio y la distancia hasta el acueducto que se ubica en el poblado de Lagunas del Rosario, distante entre 3000 a 10000m dependiendo de la ubicación de cada asentamiento.

Los dispositivos de acceso al agua subterránea son construidos y mantenidos por los usuarios con ayuda de los familiares, lo que moviliza redes de reciprocidad y reúnen diversas técnicas y saberes locales. Resulta importante su descripción ya que en zonas con restricción hídrica el acceso al agua resulta central a los fines de producción y reproducción social[70]. Pastor introduce la dimensión patrimonial que poseen estos dispositivos de acceso al agua

 

Una tradición basada en los saberes asociados a los condicionantes estructurales y dinámicos del medio natural y cultural que se han transmitido y aún lo siguen haciendo, dentro de esquemas de intercambio a través del empirismo del hacer en la construcción del hábitat[71].

 

El pozo jagüel o aguada consiste en una rampa excavada hasta alcanzar la primera napa de agua subterránea, que se encuentra entre los 6,00m a 10,00m de profundidad. Este dispositivo se utiliza principalmente para el abrevado del ganado (Figura 6). Por las características arenosas del suelo, sumado al pisoteo de los animales, su mantenimiento es continuo (alrededor de una o dos veces al mes) para evitar que se obstruya el acceso al agua. Su construcción demanda el movimiento de aproximadamente 300m3 de tierra y por ello las relaciones de reciprocidad entre familias son clave para disponer de mano de obra en su construcción[72].

De acuerdo a los relevamientos realizados, se encontraron al menos tres jagüeles por asentamiento ubicados de forma dispersa por el territorio. En sintonía con la forma de pastoreo extensiva, el acceso al agua mediante pozo jagüel permite que la majada de cualquier familia pueda hacer uso del dispositivo.

 

 

Figura 6: A y B. Fotografías de pozos jagüel o aguada sobre el fondo de un brazo del río Mendoza. C y D. Fotografías de pozo balde en el fondo de la laguna.

 

 

 

 


El pozo balde es una excavación de sección rectangular (aprox. 0,80m x 0,80m) empalizados con madera de algarrobo para evitar el desmoronamiento, aunque también se encuentran de sección circular (diámetro aproximado de 0,80m a 1,00m) mediante el uso de tubos de hormigón o ladrillo (Figura 6). La elección del material depende de la situación económica familiar. Su profundidad oscila entre los 6,00m a 10,00m hasta alcanzar la primera napa de agua. En el extremo superior del pozo se encuentra una estructura de madera con un balde, el cual se introduce para sacar agua[73]. Este dispositivo tiene como función principal la extracción de agua para las tareas domésticas y en menor medida se utiliza para el consumo, ya que de acuerdo a los pobladores es muy salina. La mayoría de las unidades de habitación posee su propio pozo balde, que se localiza entre 150m a 300m de distancia de la unidad de habitación. Si bien hasta mediados del siglo XX la localización de los asentamientos familiares en los bordes de las lagunas resultó estratégico frente a la presencia de agua superficial, hoy su localización continúa siendo estratégica frente a la posibilidad de contar con agua subterránea a escasa profundidad, ya que los dispositivos de acceso al agua se construyen sobre el fondo de las lagunas o sobre los brazos secos del río, facilitando las tareas de excavación.

Los elementos para el almacenamiento del agua también son relevantes en el paisaje, ya que se utilizan para reservar parte del agua extraída de los dispositivos para su uso durante todo el día en las tareas domésticas y para abastecer al ganado cuando se encuentra en los corrales. Entre los elementos de almacenamiento se encuentran baldes, tachos de 200lts y bidones (Figura 7), aunque destacan tanques de PVC de 1100lts repartidos en el año 2009 para el abastecimiento de agua potable por parte del Municipio mediante camión cisterna[74], aunque este servicio no es constante y demoran entre 30 a 60 días en trasladar el agua hasta el punto de consumo. El almacenamiento de agua también responde a la dispersión de los asentamientos y la lejanía hasta la red eléctrica (distante entre 3000m a 8000m) que posibilitaría a los pobladores contar con una bomba para la extracción de agua en cualquier momento del día. Cabe resaltar que estos asentamientos cuentan con un panel fotovoltaico para el abastecimiento de energía eléctrica desde el año 2008. Todos los asentamientos familiares de la zona se vieron beneficiados de esta intervención estatal y contaron con electricidad para el funcionamiento de dos lámparas por unidad habitación y en algunos casos TV o radio. Sin embargo, la potencia eléctrica de los paneles no resulta suficiente para el funcionamiento de bombas eléctricas que permitirían hacer más eficiente la extracción de agua para su uso diario.

 

 

Figura 7: Elementos para el almacenaje de agua de diversos tamaños: A. Baldes plásticos, B. tachos de PVC de 200 litros y C. Tanque de PVC de 1100 litros.

 


Según lo expuesto, en el paisaje cultural de tierras secas no irrigadas se observa la interacción entre los componentes físicos-biológicos y los componentes antrópicos. En efecto, el medio provee la mayor parte de los materiales constructivos y marca los condicionantes respecto al tipo y envergadura de las actividades productivas, las técnicas constructivas que se utilizan y brinda el marco en el cual se comprenden las estrategias de acceso al agua. Continuar con la localización dispersa del asentamiento históricamente registrado es la estrategia principal para el desarrollo de la cría de ganado caprino de forma extensiva, por la disponibilidad de pasturas. A su vez, la organización familiar asegura presencia de mano de obra permanente en el asentamiento, que permite a algunos integrantes del asentamiento realizar migraciones temporales dejando su majada a cargo de un familiar. Por ello las redes de reciprocidad que son claves en el desenvolvimiento de la vida diaria. También se suman saberes tradicionales y su transmisión entre generaciones que implican la mejor forma de vincularse con el medio según el conocimiento generado a partir del ensayo por “prueba y error”.

Al ser asentamientos de gran trayectoria temporal, a lo anterior se suman valoraciones y percepciones de los pobladores sobre las transformaciones del territorio que ayudan a contextualizar su visión respecto al paisaje actual.

 

Acá había mucha agua, venia la laguna por allá y daba vuelta así, por eso el puesto se llama isla las liebres, porque quedábamos aislados a veces cuando venía mucha agua. Teníamos un bote grande que lo usábamos para ir a comprar cuando nos quedábamos aislados[75]

Antes era más fácil vivir acá, cuando había agua. Ahora no se puede cultivar nada. Pero me acuerdo que el agua llegaba hasta aquel algarrobo donde dejaba el bote y aquellos bajos estaban todos cultivados[76]

¡Mira que verdes eran antes los campos! Esa que aparece ahí [en una fotografía de campos de trigo] es mi hermana que ahora vive en Guaymallén. Se fue cuando dejó de venir agua porque no le gustan las cabras. Ella prefiere cultivar[77]

 

Discusión

 

En las tareas de construcción y mantenimiento de la unidad de habitación y los dispositivos de acceso al agua, a la vez que en el desarrollo de las actividades productivas, los pobladores de mayor edad traspasan los saberes a los jóvenes y niños y de esta manera se asegura una transmisión de valores que inciden en la identidad colectiva y que ayudan a mantener la tradición constructiva y las estrategias vinculadas a las actividades que se desarrollan en el sitio. A su vez, se enfatiza la participación activa de la población en la construcción de su hábitat.

Por ello, se disiente con los textos donde al referirse a las zonas no irrigadas de Mendoza las tildan como signadas por atraso cultural, pérdida de identidad y resignación frente a las actuales condiciones de vida. Si bien resultan economías de subsistencia a pequeña escala y sin posibilidad de inserción en la economía preponderante a nivel provincial, se advierte cómo los pobladores invierten su potencial disponible (mano de obra, técnicas y saberes tradicionales y capital económico) en el ejercicio de sus actividades cotidianas, a pesar de que muchas veces en su discurso parece encontrarse “resignación” frente a posibles mejoras en su modo de vida. Desde el análisis histórico se observan los cambios en el paisaje de Lagunas del Rosario y las estrategias que despliegan los pobladores para adaptarse a esos cambios y asegurar el funcionamiento del asentamiento. Por ello, se enfatiza el carácter dinámico del paisaje y que no se trata de un paisaje “culturalmente atrasado” sino que por el contrario, a partir del análisis de los diversos elementos que conforman el hábitat de los asentamientos familiares se da cuenta que se trata de un paisaje vivo construido en el marco de la cotidianeidad de los pobladores.

La consideración del paisaje cultural para la gestión del territorio permitiría poner en valor los diversos elementos materiales e intangibles que identifican al hábitat de los asentamientos familiares y las formas en que los pobladores se desenvuelven, con vistas a potenciar estas características y acciones evitando considerar a todo el territorio no irrigado como homogéneo.

 

Conclusiones

 

El concepto de paisaje cultural permitió indagar en la articulación entre los diferentes elementos materiales e intangibles en la construcción del hábitat de tierras secas no irrigadas. El paisaje cultural como construcción social implica considerar a la población local como elemento clave, donde intervienen las diversas miradas y percepciones de los pobladores que enriquecen la comprensión de las formas de configuración del hábitat.

El paisaje cultural de tierras secas no irrigadas se construye desde la cotidianeidad, donde los diversos elementos materiales e intangibles poseen sentido y significado en el seno de la cultura local. En el paisaje de Lagunas del Rosario se encuentran valores históricos por su carácter documental, como testimonio del pasado, además de brindar información sobre cómo se llevó a cabo la construcción del territorio según los cambios en el tiempo. También se encuentran valores creativos vinculados con aspectos constructivos y espaciales que se vinculan con los bienes naturales disponibles y la cultura de la población. Finalmente, se hace referencia a valores simbólicos desde las percepciones de la población local y los saberes tradicionales vinculados al desarrollo de la vida diaria. Por ello, interesa remarcar al paisaje de Lagunas del Rosario como patrimonio cultural, ya que en el paisaje queda de manifiesto la superposición entre el pasado y el presente, además de la articulación entre aspectos materiales e intangibles, desde donde se comprenden y enmarcan las diversas acciones que realiza la población, en sintonía con las características culturales y ecológicas del territorio. La consideración del paisaje como patrimonio permitiría poner en valor los elementos propios de la cultura local y ser un instrumento de gestión del territorio.

 

Agradecimientos

Este trabajo fue elaborado a partir de las investigaciones realizadas en el marco de la tesis doctoral “La interacción vivienda vernácula rural-territorio en tierras secas no irrigadas. El caso de Lagunas del Rosario, Mendoza, Argentina”, financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y bajo la dirección de la Dra. Gabriela Pastor y codirección del Dr. Alejandro Mesa.

 

 

 



[1] Algunos textos son: Abraham, Elena y Prieto, Rosario, “Enfoque diacrónico de los cambios ecológicos y de las adaptaciones humanas en el noreste árido mendocino”, en Cuadernos del CEIFAR, N°8, Mendoza, 1981, pp. 109-139 y Rubio, Cecilia, “Desertificación en el área no irrigada del departamento de Lavalle, tesis doctoral inédita, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, 2015.

[2] Algunas investigaciones son: Torres, Laura, “Hilos de agua, lazos de sangre: enfrentando la escasez en el desierto de Lavalle (Mendoza, Argentina)”, en Ecosistemas, Vol. 17 (1), España, 2008, pp. 46-59 y Saldi, Leticia, “Procesos de comunalización y territorialización indígena: disputas, rupturas y alianzas en el caso Huarpe (centro-oeste argentino)”, en Cuadernos Interculturales, 10 (19), Chile, 2012, pp.137-171.

[3] Giménez, Gilberto, “Cultura, territorio y migraciones. Aproximaciones teóricas”, en Alteridades, Vol. 11 (22), México, 2001, pp. 5-14.

[4] Martínez de Pisón, Eduardo y Ortega, Nicolás, citados en Noguer, Ester, “¿Paisaje o paisajes?”, en Revista Iberoamericana de Turismo, Vol. 2, N° 2, Alagoas, 2012, p. 26.

[5] Convenio Europeo del Paisaje, “Disposiciones generales”, Florencia, 2001, p. 107 [En línea] http://ipce.mcu.es/pdfs/convencion-florencia.pdf [Consulta: 20/04/2014]

[6] Zoido Naranjo, Florencio, “El paisaje. Patrimonio público y recurso para la mejora de la democracia”, en Revista PH, N° 50, Sevilla, 2004, pp. 66-73.

[7] Zusman, Perla, “Epílogo. Perspectivas críticas del paisaje en la cultura Contemporánea”, en Nogué, Joan (Ed.), El paisaje en la cultura contemporánea, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008, p. 287.

[8] Giménez, Gilberto, 2001, Ob. Cit., p. 9.

[9] Navarro Bello, Galit, “Una aproximación al paisaje como patrimonio cultural, identidad y constructo mental de una sociedad”, en Revista de diseño urbano y paisaje, Vol. 1, N° 1, Chile, 2003, pp. 2-16; Nogue, Joan, La construcción social del paisaje, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.

[10] Antrop, Marc, “Why landscape of the past are important for the future”, en Landscape and Urban Planning, Vol. 70 (1-2), Amsterdam, 2004, pp. 21–34.

[11] UNESCO, Directrices prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio mundial, Centro del patrimonio mundial de la UNESCO, París, 2005, p. 32 [en línea] http://whc.unesco.org/archive/opguide05-es.pdf [Consulta: 11/02/2015].

[12]Utrera, Sergio, “El paisaje como patrimonio cultural.  Desde una visión monumental del patrimonio a una territorial”, en Cambios y Permanencias, N° 7, España, 2016, p. 455.

[13] Díaz, Luis, “Conceptos de la literatura popular y conceptos conexos”, en Anthropos, N°166-167, Barcelona, 1995, pp. 17.

[14] Observatorio de la sostenibilidad en España, Patrimonio natural, cultural y paisajístico. Claves para la sostenibilidad territorial, Artes gráficas Cuesta S.A., España, 2009, pp. 385.

[15] UNESCO, 2005, Ob. Cit.; Gómez Álzate, Adriana, “El paisaje como patrimonio cultural, ambiental y productivo. Análisis e intervención para su sostenibilidad”, en Kepes, N° 10, Barcelona, 2010, pp. 91-106 y Nogué, Joan, La construcción social del paisaje, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.

[16] UNESCO, 2005, Ob. Cit., p. 133.

[17] Cirvini, Silvia, “la valoración como base para la patrimonialización”, Ponencia presentada en Jornadas nacionales de ICOMOS 2012: rutas e itinerarios culturales, Mendoza, Argentina, 2012.

[18] Prats, Llorenç, Antropología y patrimonio, Editorial Ariel, Barcelona, 1997.

[19] Cirvini, Silvia, 2012, Ob. Cit.

[20] Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Directrices para el Ordenamiento Territorial de las áreas rurales de Mendoza, Programa de fortalecimiento institucional de la Subsecretaría de Planificación Territorial de la Inversión Pública, Mendoza, 2014, p. 42 [En línea] https://www.mininterior.gov.ar/planificacion/pdf/planes-prov/MENDOZA/Directrices para-el-Ordenamiento-Territorial-de-las-areas-rurales-de-Mendoza.pdf [Consulta: 08/01/2018].

[21] Saldi, Leticia, “«Huarpes no tan Huarpes» y «hombres modernos»: interpelaciones étnicas y disputas por las últimas tierras irrigadas en Mendoza (Argentina)”, en Revista de antropología iberoamericana, Vol. 10, N° 2, España, 2015, pp. 203-229.

[22] Montaña, Elma, Escenarios de cambio ambiental global, escenarios de pobreza rural, CLACSO, Buenos Aires, 2013, p. 189.

[23] Pastor, Gabriela, “Patrimonio, vivienda y agua en el paisaje del noreste mendocino”, en Fernández Cirelli, Alicia y Abraham, Elena (Eds.), El agua en Iberoamérica. Uso y gestión del agua en tierras secas, CYTED, Mendoza, 2005, pp. 79-92.

[24] Destacan los trabajos de Richard Jorba, Rodolfo, “Modelos vitivinícolas en Mendoza (Argentina). Desarrollo y transformaciones en un período secular, 1870-2000”, en Historia Económica & Historia de Empresas, Vol.3, N°1, Brasil, 2000, pp.111-148 y los trabajos de Cerda, Juan, “Mercado de trabajo y condiciones de vida en Mendoza a comienzos del siglo XX”, en Mundo Agrario, Vol. 6, N° 12, Buenos Aires, 2006 [En línea] http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/v06n12a02/1229 [Consulta: 10/17/ 2013].

[25] Los relatos de viajeros son documentos históricos escritos. Se coincide con Giamportone (2006) cuando explica que “los relatos de viajeros representan para la cultura regional una fuente muy importante de consulta, ya que contienen descripciones testimoniales de un determinado momento de nuestro pasado”. Giamportone, Teresa, “Relatos y recuerdos sobre las ciudades de Mendoza y Santiago en la memoria de los viajeros del siglo XIX”, en Piedra y Canto, N°11-12, Argentina, 2006, p. 231.

[26] Abraham, Elena y Prieto, Rosario, “Guanacache, la travesía de los profundos cambios”, en Gotthelf, René (Dir.), Guanacache, Fidel Roig Matons, pintor del desierto, EDIUNC, Mendoza, 1999, pp. 107-125.

[27] Estrella, Humberto, Heras, Víctor y Guzzeta, Víctor, “Registro de elementos climáticos en áreas críticas de la provincia de Mendoza”, en Cuaderno Técnico, 1, Mendoza, 1979, pp. 49-71.

[28] Abraham, Elena y Prieto, Rosario, 1981, Ob. Cit., pp. 109-139.

[29] Abraham, Elena y Prieto, Rosario, 1999, Ob. Cit., p. 108.

[30] IADIZA, [Consulta: 03/10/2015], disponible en: http://www.cricyt.edu.ar/ladyot/lava_car to/index.htm

[31] Chiavazza, Horacio, Cambios ambientales y sistemas de asentamiento en el árido normendocino. Arqueología en los paleocauces del Río Mendoza, Tesis doctoral inédita, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, 2008.

[32] Prieto, Rosario; Villagra, Pablo; Lana, Nerina y Abraham, Elena, “Utilización de documentos históricos en la reconstrucción de la vegetación de la Llanura de Travesía (Argentina) a principios del siglo XIX”, en Revista chilena de historia natural, Vol. 76, N° 4, Chile, 2003,pp. 613-622.

[33] La confluencia de los ríos Mendoza, San Juan y Desaguadero constituía el complejo hídrico integrado por diversas lagunas encadenadas. El humedal de Lagunas de Guanacache es el de mayor relevancia a nivel regional por su valor histórico, arqueológico y cultural. Por ello, fue declarado como sitio RAMSAR (Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional) en 1999, aunque en la actualidad se encuentra extinto. Interesa remarcar que de forma natural este complejo cambiaba de dimensiones y de forma durante el año, de acuerdo a las estaciones, las lluvias y el caudal de los ríos, aprovechándose las variaciones en la cota de las lagunas para la agricultura. Para más datos puede consultarse: Lobos, Nicolás, “Para pensar la identidad cultural en el desierto de Lavalle”, en Revista Confluencia, N°4, Mendoza, 2004, pp. 199-221.

[34] Chiavazza, Horacio, 2008, Ob. Cit., p. 550.

[35] Datos extraídos de textos que dan cuenta de la realidad histórica del sitio: Roig, Fidel; Roig, Arturo; Roig, Mario; Roig, Virgilio y Roig, Enrique, Guanacache. Fidel Roig Matóns, pintor del desierto, EDIUNC, Mendoza, 1999 y De Rosales, Diego, Historia General del Reyno de Chile, Flandes Indiano, Imprenta del Mercurio, Valparaíso, 1877.

[36] Chiavazza, Horacio, Cambios ambientales y sistemas de asentamiento en el árido normendocino. Arqueología en los paleocauces del Río Mendoza, Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, 2008.

[37] Los campos en el oasis se centraban en el cultivo de la alfalfa, que entre “1860 y 1870 representaban entre el 90 y 95% de las superficies cultivadas” y para ello fue clave disponer de agua para el riego de los potreros: Richard Joba, 2000, Ob. Cit., p. 113.

[38] Abraham, Elena y Prieto, Rosario, 1999, Ob. Cit., pp. 107-125.

[39] Abraham, Elena y Prieto, Rosario, 1999, Ob. Cit., p. 124.

[40] Richard Jorba, 2000, Ob. Cit., pp. 111-148.

[41] Interesa resaltar que el cultivo de la vid necesita entre 600 a 800 mm para su desarrollo, con lo cual, si se considera que las precipitaciones en la zona irrigada del oasis norte de la provincia de Mendoza no superan los 240 mm anuales, la actividad vitivinícola es altamente dependiente del agua proveniente de los ríos. Información referida en Torres, Laura; Abraham, Elena; Torres, Eduardo y Montaña, Elma, “Acceso a los recursos y distribución de la población en tierras secas de Argentina: el caso de Mendoza. Aportes hacia la equidad territorial”, en Scripta Nova, Vol. VII, N°148, Barcelona, 2003 [En línea] http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-148.htm[Consulta: 08/01/2018]

[42] Rusconi, Carlos, Poblaciones pre y post hispánicas de Mendoza. Volumen I: etnografía, Imprenta Oficial, Mendoza, 1961 y Roig et al., 1999, Ob. Cit.

[43] La vitivinicultura utilizó el bosque nativo para obtener tutores para guiar las plantas colocadas en los surcos. Según Abraham y Prieto, la superficie cultivada con vid se aumentó considerablemente entre 1900 y 1915, donde se incrementa la producción en casi el 93%. A partir de estos datos se deduce el mayor incremento en el aprovechamiento del bosque nativo. Además, en esta época se registra una explosión demográfica que implicó mayor demanda de leña y carbón tanto para la vida cotidiana como para los talleres y empresas relacionadas con la industria vitivinícola: Abraham, Elena y Prieto, Rosario, “Vitivinicultura y desertificación en Mendoza” en García Martínez, Bernardo y González Jácome, Alba (Comp.). Estudios sobre historia y ambiente en América I, El Colegio de México e IPGH, México, 1999, pp. 109-135.

[44] Lemos, Abraham, Mendoza. Memoria descriptiva de la provincia, Los Andes, Mendoza, 1888.

[45] Abraham, Elena y Prieto, Rosario, 1999, Ob. Cit., p.122.

[46] Masa, Isidro, Toponimia, tradiciones y leyendas mendocinas, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1990.

[47] Lemos, Abraham, 1999, Ob. Cit., p. 32; Rosales, Diego, 1877, Ob. Cit., p. 321.

[48] Roig et al., 1999, Ob. Cit., pp. 1-137; Lobos, Nicolás, 2004, Ob. Cit., pp. 199-221.

[49] Fotografías proporcionadas por los entrevistados

[50] Roig, Fidel; Roig, Arturo; Roig, Mario; Roig, Virgilio y Roig, Enrique, Guanacache. Fidel Roig Matóns, pintor del desierto. EDIUNC, Mendoza, 1999, p.71

[51] Entrevista a poblador de 54 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[52] Entrevista a poblador de 58 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[53] Entrevista a poblador de 60 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[54] Entrevista a pobladora de 65 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[55] Prieto, Rosario, 1998, Ob. Cit., p.34

[56] Prieto, Rosario, “Formación y consolidación de una sociedad en un área marginal del Reino de Chile: la provincia de Cuyo en el Siglo XVII”, en Anales de Arqueología y Etnología, N° 52 y 53, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1998.

[57] Palabras del obispo González de Melgarejo en 1746, citado en Verdaguer, José, Historia Eclesiástica de Cuyo, Premiata scuola tipográfica salesiana, Milán, 1932, p. 355.

[58] Entrevista a Gregorio Manzur, 2007, en Castellino, Marta y Hurtado Silvia, Lavalle: Tierra de presencias inquietantes. Historia y leyenda de los arenales, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2010, pp. 198.

[59] Roig et al., 1999, Ob. Cit., p.61.

[60] En diversos sectores del noreste de Mendoza, el agua subterránea presenta altos niveles de salinidad.  Grosso Cepparo, Virginia, “Entre las políticas por el agua y los esfuerzos por calmar la sed. El “acueducto del desierto” en las tierras secas no irrigadas de Lavalle, Mendoza”, en América Latina Hoy, Vol. 69, pp. 17-33.

[61] Montaña comenta que los miembros del hogar más propensos a emigrar son los jóvenes, que se encuentran en mejores condiciones de emplearse y proveer al sustento familiar, además de poder adquirir educación que no puede ser provista en el lugar de origen y por el deseo de cambiar de vida hacia uno más “moderno”. Montaña, Elma, 2013, Ob. Cit., pp. 1-329.

[62]Entrevista a poblador de 54 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[63]Entrevista a pobladora de 60 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[64] Elaboración propia en base a IADIZA, [Consulta: 03/05/2015], disponible en: http://www.cricyt.edu.ar/ladyot/lava_carto/index.htm) y Microsoft Bingmaps [Consulta: 14/03/2015], disponible en https://www.bing.com/maps.

[65] Google, Mapa de Lagunas del Rosario en Google Maps. [Consulta: 03/10/2014] , disponible en: https://www.google.com.co/maps/search/lagunas+del+rosario,+mendoza/@-32.1244415, -68.2433731,529m/data=!3m1!1e3?hl=en

[66] Pastor, Gabriela, 2005, Ob. Cit., pp. 79-92.

[67] Esteves, Matías, “Territorio y arquitectura: la vivienda vernácula del noreste de Mendoza (Argentina)”, en Zonas Áridas, Vol. 15, N° 2, Perú, 2014, pp. 244-259.

[68] Esteves, Matias, “Revitizing traditional knowledge: the sustainability of the vernacular house in the northeast of Mendoza (Argentina)”, Ponencia presentada en Passive Low Energy Architecture, Edimburgo, Escocia, 2017.

[69] La práctica extensiva es posible debido a la tenencia comunitaria de la tierra. En el año 2010 la Comunidad Huarpe de Lagunas del Rosario recibe la titularización de 72.000 hectáreas como bien comunitario.

[70] Torres, Laura y Pastor, Gabriela, “Tiempos de sequía, tiempos de escasez. Las dimensiones materiales, simbólicas y rituales en el aprovisionamiento y uso del agua en tierras secas, Mendoza, Argentina”, en Zonas Áridas, Vol. 4, N° 1, Perú, 2010, pp. 50-70.

[71] Pastor, Gabriela, 2005, Ob. Cit., p.84.

[72] Torres, Laura; Pastor, Gabriela; Esteves, Matías y Accorinti, Carla, “Agua, ambiente y reproducción social: Las aguadas del norte de Mendoza como sistemas tecnológicos (Argentina)”, Ponencia presentada en Congreso Ambiental, San Juan, Argentina, 2012.

[73] Pietragalla, Vanina y Corso, Laura, “Prácticas de manejo sustentable de tierras secas: su importancia para el desarrollo”, en Ravelo, Andrés; Planchuelo, Ana María; Abraham, Elena y Navone, Stella Maris (Eds.), Evaluación de la desertificación en Argentina: resultados del proyecto LADA/FAO, Buenos Aires, 1994, pp. 337-342.

[74] En sintonía con los niveles naturales de arsénico registrado en el agua subterránea, el municipio traslada agua potable para el consumo humano mediante camiones cisternas.

[75] Entrevista a poblador de 60 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[76] Entrevista a pobladora de 58 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.

[77] Entrevista a pobladora de 65 años, realizada en el marco de una beca doctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), entre 2011 y 2016.