Revista Andes, Antropología e Historia
Vol. 1, Nº 30, Enero-Junio 2019
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obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676
EL “TETAZO”:
LA ARBITRARIEDAD POLÍTICA DE LAS CLASIFICACIONES
EL TETAZO:
THE POLITICAL ARBITRARINESS OF CLASSIFICATIONS
Alfonso Barquín Cendejas
Dirección de Etnología
y Antropología Social
Instituto Nacional
de Antropología e Historia, México
Argentina
albarcen@gmail.com
Fecha de ingreso: 15/11/2017
Fecha de aceptación: 24/09/2018
Resumen
En el presenta artículo se resalta la utilidad que
tiene el uso de los estudios antropológicos sobre los sistemas clasificatorios
para comprender algunos aspectos medulares de las marchas conocidas como “El Tetazo”, desarrolladas en algunas ciudades argentinas. Se
aborda la lógica intrínseca en los sistemas clasificatorios y al mismo tiempo,
su resignificación a la luz de la actividad política.
En este fenómeno se observa de manera nítida, en uno de los ejes centrales de
las manifestaciones, que consiste en cuestionar la distinción entre los torsos
desnudos de hombres y mujeres, y el orden normativo que implica. Se reflexiona
así mismo, sobre las posibilidades que tiene la investigación a través de
internet y sus límites.
Palabras
claves: Clasificaciones, naturalización,
política, Tetazo, ciudadanía, antagonismo
Abstract
The present article highlights the usefulness of the
anthropological studies about the classificatory systems to understand some
core aspects of the demonstrations known as El Tetazo,
that have taken place in some Argentine cities. It addresses the
intrinsic logic of the classificatory systems and, at the same time, its
resignification in political activity. In these events, it is clearly seen that
one of the central axes of the demonstrations consists in questioning the
distinction between the naked torsos of men and women, and the normative order
that it implies. It reflects on the possibilities of research through Internet
and its limits.
Key words: Classifications, naturalization, politics, Tetazo,
citizenship, antagonism
Que
la Antropología es una disciplina preparada para lidiar con el dilema existente
entre naturaleza y cultura es indudable. Su sólido cuerpo teórico y etnográfico
da cuenta de un número notable de estudios dedicados a la relación
consubstancial entre lo que podríamos llamar lo propiamente humano y lo
correspondiente a la naturaleza. Sin embargo desde un punto de vista holista no
existen fronteras claras y es evidente que en el seno de cada sistema cultural,
se clasifica de manera distinta lo que pertenece a cada mundo. Adicionalmente
existen intersecciones que conceptualizan ciertas entidades o fenómenos como naturalizados según cada cultura, es decir, que son
inevitables de cumplir o en todo caso que su violación o rechazo constituye un
comportamiento contra natura.
Esta
consideración fundamental de lo que le corresponde a cada porción del cosmos,
genera presiones para el establecimiento de códigos normativos que introduzcan
un orden que resulte obligatorio para los miembros de un grupo. Sin embargo
este orden presuntivo no está libre de presiones o interpretaciones, generando
un movimiento en donde surge el antagonismo y de ahí se detona un proceso
político: para zanjar el dilema; para definir como prohibidos algunos hechos o
comportamientos; para permanecer en un estado de tensión entre dos o más
facetas; o finalmente, para culminar en una ruptura de las visiones
antagónicas.
Este
es justo el núcleo de lo que surge en algunos de los temas más emblemáticos de
las marchas conocidas como el Tetazo.
Ante la tensión generada por unas bañistas que tomaban el sol en la playa con
el torso superior descubierto, es decir mostrando las “tetas”, la policía actuó
para disuadir el comportamiento y hacer que las mujeres se cubrieran como las
demás bañistas. La polémica surge precisamente porque no todos los presentes
tenían el torso cubierto: los hombres mostraban el pecho y los pezones sin
mayor conflicto a diferencia de las mujeres que se presumió deberían evitarlo
en ese contexto. La indignación por la acción policial, conocida ampliamente al
ser puesta a disposición de cualquiera vía internet, generó una convocatoria
para protestar por esta diferencia en la clasificación social, que limita a las
mujeres a exhibir públicamente dicha parte del cuerpo. El cuestionamiento a la
norma social se enfocó sobre una clasificación que va en línea con el evidente
dimorfismo sexual entre hombres y mujeres, argumentando que no aplica para
prohibir que las mujeres muestren las glándulas mamarias ni tampoco para que
otros individuos, sin distinción de edad o sexo, puedan verlas.
Así
una diferenciación que está en la naturaleza, es cuestionada políticamente para
dejar de ser de una vez por todas, un marcador sexual y de género prohibido en
la sociedad argentina. Es evidente que el inequitativo proceso histórico de
ciudadanización de las mujeres en todo el mundo, ha transcurrido a diferentes
velocidades en los distintos temas que constituyen la gran división social a
través del sexo. El Tetazo se encuadra en un contexto en el que se reivindica el fin
de toda exclusión de las mujeres en términos de acceso a los bienes públicos y
privados, al mismo tiempo que se exige el fin de la violencia que sufren en
términos de género.
En
este trabajo se van a delinear algunos aspectos relevantes para la comprensión
de los fenómenos sociales que involucran a los sistemas clasificatorios, a la
naturaleza y a la política. Desde luego que se trata de mostrar la vigencia de
la Antropología Política como un campo de gran potencia heurística en el
abordaje de aspectos fundamentales de la política contemporánea, pues los
órdenes clasificatorios que encuadran las conductas y los marcos de significado
son introyectados por los individuos, definiendo lo
prohibido y lo permitido, lo bueno y lo malo, lo viejo y lo nuevo. Más allá de
su existencia en la costumbre o el derecho positivo, los sujetos cumplen,
cuestionan y desdeñan los distintos niveles de las clasificaciones sociales,
confrontándose con otros sujetos, ya sea porque no empatan con sus
clasificaciones, por sus partes, por su jerarquización o por sus omisiones. El
proceso político se detona allí donde se busca acordar una clasificación,
imponerla a otros o descartarla como inoperante. El Tetazo muestra
actores sociales luchando por establecer la improcedencia de clasificar la
desnudez del torso como un marcador público entre hombres y mujeres, porque los
pechos de hombres y mujeres “son iguales”; el énfasis en esta supuesta
igualdad, se da con la aseveración naturalista, en la misma plaza pública, de
que “las tetas no son genitales”.
Adicionalmente
se quiere reseñar brevemente, tanto las posibilidades como los límites al
aproximarse a un fenómeno a través de la información obtenida vía el internet.
Si bien no es lo sustantivo en el trabajo antropológico no deja de sorprender
la gran cantidad de interrogantes que se pueden aclarar en torno a este
fenómeno en específico, pues están documentadas ampliamente diversas fases del
fenómeno por distintos actores y con distintas perspectivas.
La lógica
clasificatoria
Existe
un amplio debate en la literatura antropológica respecto a los orígenes,
construcción y desarrollo de los sistemas clasificatorios en el contexto de una
cultura específica y desde luego en el contexto humano. Dada la escala de lo
que se está abordando aquí, surgen interrogantes en torno al origen social de
la organización del cosmos y al mismo tiempo, sobre los condicionamientos que
impone el órgano que procesa el mundo de lo sensible para la ordenación de los
datos de la realidad: el cerebro. En los últimos 20 años se ha observado una
gran expansión en el campo de los
estudios sobre el cerebro y sus consecuencias en la estructuración del
conocimiento humano. Sin embargo el debate por plantear se orienta sólo en la
segunda fase de la experiencia humana sobre la realidad a saber, su
estructuración compartida con otros congéneres. A pesar de orientarnos sobre
esa perspectiva, las especulaciones biológicas sobre el origen del sistema
clasificatorio humano siempre estarán ahí para ser debatidas en foros más amplios.
Para
la discusión presente se van a tomar dos extremos como ejes del desarrollo del
planteamiento. Por un lado se encuentra la veta seguida por Victor
Turner en los trabajos publicados sobre los Ndembu, en particular “La clasificación de los colores
en el ritual ndembu: un problema de clasificación
primitiva” en donde postula que tres colores básicos -blanco, negro y rojo-
resumen la experiencia humana de lo orgánico y entonces enuncia “que el organismo y sus
experiencias cruciales son la fons et origo de toda clasificación”[1].
Por otro lado frente a esta veta naturalista aparece la estrictamente social
seguida por Marcel Mauss y Emile Durkheim en “De
ciertas formas de clasificación primitiva” donde rechazan la posibilidad de que
los humanos primitivos tuvieran condiciones para generar de manera natural, un
sistema clasificatorio basado en conexiones lógicas observables en la
naturaleza. Su conclusión frente a Turner es antagónica: “La sociedad
no ha sido simplemente un modelo sobre el cual haya trabajado el pensamiento
clasificador; sus propios cuadros han servido de cuadros al sistema. Las
primeras categorías lógicas han sido las categorías sociales”[2].
¿Qué podemos extraer de estos dos extremos para encontrar una salida productiva
y generar mecanismos de aproximación a las clasificaciones de lo ubicado en la
intersección entre lo natural y lo social?
En
el planteamiento de Victor Turner destacan de manera
general algunos aspectos. En primer lugar subraya la primacía de lo somático en
la estructuración de la lógica de lo clasificatorio. Esto quiere decir que en
el conocimiento y análisis de la realidad, la primera referencia de orden para
los humanos primitivos estaría necesariamente atada a percepciones sobre lo
corporal y de manera específica, a los colores de los líquidos que existen en
el cuerpo: leche, semen, sangre, excremento, etcétera. Estos colores
estructuran, por la lógica de sus mismos procesos, conexiones con el mundo
exterior: la leche materna y el semen producen fertilidad por lo tanto, el
blanco será el color de la fertilidad lo mismo que la lluvia o el color blanco
de las nubes. Caso parecido al rojo de la sangre materna y paterna que se
fusionan para engendrar la vida. Por otro lado, la oposición a blanco o rojo,
es decir, el negro, se asocia a la infertilidad o la muerte[3].
Esta conexión entre procesos corporales y su lógica funcional, asigna según
Turner colores a procesos sociales y a su dinámica, de tal manera que entre los ndembu se establece una
homología del blanco con la autoridad por su utilidad en la conducción del
grupo hacia condiciones de bonanza y una homología entre el negro y la brujería
por su facultad de producir daño y muerte. La conexión entre el color de los
líquidos corporales y su vinculación con las clasificaciones, presenta pues un
nexo de carácter somático que no es trivial y que debe ser profundizado[4].
La
innegable importancia de los procesos biológicos y los colores de los líquidos
asociados, toman en Turner un papel expandido a todo el sistema pues su
afirmación:
Entre los
símbolos primordiales producidos por el hombre, están los tres colores, que
representan productos del cuerpo humano (…) En otras palabras, la cultura, lo super orgánico, tiene una íntima conexión con lo orgánico
en sus estadios más tempranos[5]
es factible, pero parcial para todo su
argumento. Me explico: El hecho de que los líquidos corporales y su color estén
atados a la biología humana, no los define como exclusivos a la hora de ser
elegidos como únicos organizadores de la estructura de sentido; Turner aporta
pruebas de su papel importante pero no único. Deja de lado muchos otros
elementos constitutivos de la experiencia humana inmediata y que también juegan
un papel en la estructuración inicial de los sistemas clasificatorios. Turner
no aporta argumentos para la exclusión de fenómenos como el día y la noche, lo
lejano y lo cercano, lo sonoro y lo silencioso, lo humano y lo no humano, o las
formas geométricas básicas como el circulo solar y la línea del horizonte.
Todos estos elementos forman parte de la experiencia sensible inmediata y
también pueden vincularse con procesos biológicos para darles sentido. Más aun
evade problematizar dos grandes rubros que son básicos en la Antropología y que
también están vinculados constitutivamente a la humanidad: la edad y el sexo.
No explica Turner porqué estos dos ejes no constituirían según sus palabras,
símbolos primordiales con una conexión orgánica con los estadios más tempranos
de la especie y no aborda bajo ningún ángulo la famosa sentencia levi-straussiana de que el tabú del incesto constituye el
nexo entre lo natural y lo cultural[6].
Así la aseveración turneriana de que los tres colores
son la génesis de los sistemas clasificatorios deja cabos sueltos, pues depende
de que un solo elemento ajeno ingrese al sistema para desvirtuar su hipótesis.
Lo importante a rescatar en Turner, es su planteamiento de que existen símbolos
primordiales necesarios para la estructuración de los sistemas clasificatorios
y que éstos tienen una profunda relación con lo orgánico, pero habría que
agregar, también con lo sensible inmediato
independientemente de su procedencia, ya sea somática o extrasomática[7].
El
propio Victor Turner tiene claro el otro extremo
generador de los sistemas clasificatorios. De hecho su propuesta es un
planteamiento frontal contra el argumento que Marcel Mauss
y Emile Durkheim realizaron. Para estos últimos las fuentes primordiales del
sentido no deben ir a buscarse en un mundo preexistente a lo social y extraíble
de la naturaleza y sus conexiones lógicas. Es decir, rechazan tajantemente en
los humanos primitivos la posibilidad de establecer conexiones lógicas entre
los fenómenos naturales que observan, quedándoles como único mecanismo lógico
el de traslapar sobre lo natural la lógica intrínseca de la sociedad. El núcleo
principal del argumento es que la naturaleza como tal, no aporta elementos o
estructuras para discriminar lo principal de lo secundario; lo que es
importante de lo que no; lo que domina sobre lo dominado. “Toda
clasificación implica un orden jerárquico, del que ni el mundo de lo sensible,
ni nuestra conciencia nos ofrece modelo alguno”[8].
Suponen
en dicho trabajo que en el origen del sistema clasificatorio, no hay
condiciones ni conocimientos para estructurar órdenes y jerarquías basadas en
relaciones lógicas o en conocimientos técnicos sobre los hechos del mundo. Es
decir, el único referente en el cual pudo basarse la humanidad para iniciar la
clasificación de los datos de lo sensible es en ella misma, esto es, en las
jerarquías puramente sociales.
La sociedad no
ha sido simplemente un modelo sobre el cual haya trabajado el pensamiento
clasificador; sus propios cuadros han servido de cuadros al sistema. Las
primeras categorías lógicas han sido las categorías sociales; las primeras
clases de cosas han sido clases de hombres en las que se integraban dichas
cosas. Los hombres han agrupado idealmente a los otros seres porque previamente
estaban ellos agrupados y se veían a sí mismos bajo la forma de grupos; los dos
modos de agrupaciones han empezado confundiéndose para terminar siendo
indistinguibles[9]
Aseveran
pues, que el proceso sólo es posible a partir de lo que se ve en la sociedad,
que el impulso clasificatorio del cosmos mana de las conexiones que los humanos
establecen entre ellos mismos como pueden ser las clasificaciones entre padres
e hijos, hombres y mujeres, parientes y no parientes, grupos lejanos y grupos
cercanos, etcétera. Es esta “lógica” y no la lógica formal, la que declaran,
dio el impulso para establecer órdenes clasificatorios en el cosmos no humano.
No es necesario explicar con detalle el proceso por el cual la idea de norte y
sur, según su visión, existe solo por la presencia de grupos humanos “hacia el
norte o el sur” del grupo de referencia. Lo mismo se puede decir respecto de
los caracteres de bravura o astucia asociados con los diferentes animales del
entorno o la dureza y suavidad de los materiales. Esta posición teórica expresa
pues de manera clara, su decantación por hacer de lo social el centro de todo
proceso humano. No es trivial la veta ya que tiene consecuencias profundas en
la comprensión de los grupos y su cultura, y supone de manera clara que el
núcleo generador de las clasificaciones humanas y sus jerarquías es una
construcción social[10].
¿A
dónde lleva toda esta discusión? Vista desde una posición interna nos llevaría
a la parálisis, pues por un lado las clasificaciones en las sociedades humanas
tendrían un germen estrictamente social mientras que por el otro, nuestra
herencia biológica sería la semilla de donde mana todo orden. Resulta fuera de
los alcances y objetivos de este trabajo establecer cuál es, como plantea
Turner, la fuente y origen de toda clasificación.
Lo que es evidente entre ambos planteamientos extremos, es la presencia de un
antagonismo insoluble de manera inmediata, pues no es fácil trabajar con datos
provenientes del origen de la humanidad para encontrar una salida concluyente[11]. De hecho, un debate contemporáneo sobre la
clasificación sexual y de género abierto por Judith Butler, ataca la raíz misma
de los marcadores naturales inmutables, postulando que previamente a la
construcción de género hay un mecanismo de reiteración normativa para la
materialización de la categoría “sexo”. Dicha reiteración es necesaria pues:
es una señal de
que la materialización nunca es completa, de que los cuerpos nunca acatan
enteramente las normas mediante las cuales se impone su materialización […y por
tanto pueden] producir rearticulaciones que pongan en tela de juicio la fuerza
hegemónica de esas mismas leyes regulatorias”[12]
Este
tratamiento de lo natural a partir de un criterio de normatividad social
independientemente de sus variantes novedosas, coloca a Butler en el sector que
definieron previamente Mauss y Durkheim, pues también
busca comprender el origen social
de esta marca clasificatoria.
Expuestos entonces los extremos analíticos y
como no se trata aquí de resolver cuál posición es la acertada o que magnitud
tendría lo natural o lo social en la construcción humana de la realidad ¿por
qué se les dedicó un espacio tan significativo? La respuesta apunta a que en la
polémica desatada sobre si es correcta, incorrecta o irrelevante, la exposición
pública del torso desnudo de las mujeres, las dos posiciones descritas engloban
los extremos de la discusión no sólo desde un punto de vista antropológico,
sino desde luego, político.
La lógica
política
La
descripción sobre lo que contiene y caracteriza el mundo de la política y lo
político, es pertinente para hacer el “salto” del mundo cotidiano al de las
clasificaciones entre la naturaleza y la sociedad. Se va a establecer un punto
de vista y algunos apoyos con un objetivo: describir y entender el dilema
surgido en una playa argentina como un conflicto político sobre los límites
entre la naturaleza y la sociedad.
Mucho
se ha discutido sobre si la política y lo político surge en la mediación entre
el gobierno y la sociedad y si su elemento articulador es el ejercicio de poder
político por parte del Estado[13].
Sin ser un defecto, esta génesis estatal resulta deficiente en algunas
dimensiones cuando se aborda la comprensión y el desarrollo de universos no
formales. Desde la óptica antropológica, la idea de tener al Estado como el
único horizonte de referencia resulta profundamente ajena. En este sentido,
trabajos fundamentales de la Antropología Política del siglo XX, expusieron
lógicas políticas no estatales funcionando al margen del Estado y también
funcionado dentro de sistemas estatales, delineando un amplio universo de
fenómenos políticos y con ello dando una pauta para aproximarse a los hechos
sociales que se desarrollan de manera estatal, de manera no estatal y en sus
distintas intersecciones[14].
Lo
anterior significa que desde tal aproximación, un gran cuerpo de
acontecimientos políticos contemporáneos no tienen necesariamente al Estado
como su génesis y organizador sino únicamente como una referencia contextual es
decir, como un real “tercero excluido”. Así, es posible abordar los procesos
sociales desde una lógica más amplia, diríase de larga duración cultural, y
comprender que es en la propia sociedad donde se dinamizan tales procesos para
concretar en el Estado sus soluciones o antagonismos insolubles.
Una
cuestión importante sería definir lo que caracteriza esa raíz de lo político
que pueda ser operativa tanto en el marco de lo estatal como de lo no estatal,
para superar la supuesta tutela del Estado en toda la vida social y cultural de
los grupos humanos. Es decir, con qué parámetros sobre lo político se pueden
juzgar las tensiones que surgen respecto de las partes del cuerpo que son
licitas de mostrar en público y las que no, percibidas subjetivamente como la
sensación de pudor sobre lo propio y lo ajeno que experimentan los individuos[15].
Una conocida aproximación es la que dan Swartz, Turner y Tuden, aseverando que la esencia de la
política son “los procesos implicados en la determinación
e instrumentación de las metas públicas y en el logro diferenciado y el uso del
poder por los miembros del grupo respecto de estas metas”[16].
Otra propuesta la brinda Elman Service
al referir que la política “se refiere simplemente a
las cuestiones de regulación, a la preservación del orden social por medio de
alguna clase de autoridad[17]”. La que presenta Lucy Mair tiene
una visión centrada en la lucha por el poder:
Aun cuando uno
se niegue a aceptar que el poder sea el único objetivo de las pugnas humanas,
es preciso admitir que en toda sociedad se suscitan conflictos que deben
dirimirse de alguna manera, pues de lo contrario la sociedad se desintegrará en
partes independientes[18].
Destacan
algunos elementos útiles para el debate: a) la creación y el mantenimiento del
orden social; b) la estructuración de metas colectivas y su consecución en
función de la capacidad de los actores, es decir de la correlación de poder
existente y c) lo anterior ocurre en un contexto de conflicto que si no se
procesa avanza en la posibilidad siempre existente, de la desintegración. Lo
resaltado en los incisos anteriores es el producto de la abstracción que
realizaron antropólogos que trabajaron en sociedades no estatales. Buscan darle
un carácter antropológico, de tal manera que funcione para englobar los
fenómenos políticos tanto fuera del Estado como dentro, ya que si las
herramientas antropológicas no son capaces de una validez más amplia, su
pertinencia está en continuo riesgo. La eficacia de lo reseñado adolece de un
aspecto para consolidar su validez. Las visiones anteriores están centradas en
los fenómenos de estabilidad social al límite, es decir, no dan entrada a un
elemento constante en la política y lo político: la ruptura como un hecho normal. Esto quiere decir que la búsqueda de las metas que
se dan en un orden social y que se imponen vía el ejercicio del poder, generan
situaciones en las que es imposible aceptar la visión impositiva y por ende, la
ruptura es un elemento presente en las crisis y al mismo tiempo, un elemento de
reinvención social. Si un esfuerzo antropológico hizo alarde de comprender esta
situación, es el realizado en el clásico Los Nuer[19].
En este trabajo, Evans–Pritchard expone el
funcionamiento de mecanismos de fusión y fisión en atención a necesidades de
las partes o de una de las partes. Si bien un elemento externo puede ser motivo
para la fusión de dos secciones, dentro de la propia sección es motivo orgánico
de la ruptura.
¿Por
qué insistir en añadir el elemento de ruptura al de la coordinación si la
sociedad funciona como colectivo y no como una hobbesiana
guerra permanente? Porque en la dinámica política los antagonismos insolubles
son un insumo constante de la negociación para mantener el orden social, pero
además, porque si dicha negociación fracasa la ruptura ocurre sin ser un
fenómeno patológico pues no resulta en la disgregación de la sociedad como tal,
sino únicamente de una sección inconforme frente a la otra. Este es el proceso
que pone en evidencia Evans-Pritchard pero sobre
todo, es un hecho constante en la historia política de la humanidad. En
resonancia con lo anterior parece útil abordar la definición de lo político que
realizó Carl Schmitt[20].
Si bien su trabajo está lejos del quehacer y los métodos antropológicos, llevó
a cabo un esfuerzo interesante al buscar la esencia de lo político más allá de
su definición respecto del Estado, lo que coincide productivamente con nuestro
planteamiento inicial.
Si
cada campo de la actividad humana: lo cultural, lo económico, lo jurídico, lo
religioso o lo científico que no coincide con lo estatal, se delinea como
opuesto a lo político, entonces tales oposiciones no tienen ninguna
característica que sea distintiva de lopolítico. De ahí que trascendiendo el peso del Estado y los temas
con los que se vincula a la sociedad, Carl Schmitt va a la raíz y enuncia:
la distinción
política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y
motivos políticos es la distinción de amigo y enemigo. Lo que ésta proporciona
no es desde luego una definición exhaustiva de lo político ni una descripción
de su contenido, pero si una determinación de su concepto en el sentido de un
criterio[21].
Como
Schmitt aclara, no se busca delinear procedimientos o mecanismos sino
simplemente exponer la raíz que moviliza todo el sentido del adjetivo
“político” y no el contenido del sustantivo “política”. Asimismo libera la
esencia de lo político de su nexo con el Estado; siempre que se encuentre esta
oposición existirá lo político, ya que aun cesando lo estatal mantendrá su
capacidad de generación de relaciones antagónicas que son su núcleo. Para
delimitarlo de manera más precisa, enuncia que los conceptos amigo y enemigo no
deben tomarse de manera metafórica o simbólica, es decir, los enemigos no son
los adversarios o los competidores sino un grupo de hombres que se opone
combativamente a otro[22].
Sin embargo para superar el dilema de culminar entonces en una teoría de la
guerra en vez de una de lo político, Schmitt define gradaciones en el camino
que lleva al antagonismo puro:
La oposición o
el antagonismo constituye la más intensa y extrema de todas las oposiciones, y
cualquier antagonismo concreto se aproximará tanto más a lo político cuanto
mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, a la distinción entre amigo y
enemigo[23].
La
complementariedad que aporta Schmitt a las definiciones sobre la política y lo
político presentadas arriba, estriba en cómo esta oposición, amigo-enemigo, resulta útil al observar los esfuerzos para
establecer y mantener un orden social y cómo la instrumentación de metas
publicas requiere del ejercicio de poder para disminuir o quebrantar las
resistencias de los actores. Asimismo aporta sentido al funcionamiento de las
fisiones y escisiones sociales, pues existen puntos en donde el antagonismo al
ser pleno, deriva en la ruptura de los grupos en tensión para evitar la guerra.
La
“mezcla” entre Antropología y visiones externas resulta tanto relevante como
pertinente. En primer lugar porque si se mira bien, hay ciertos temas
implícitos en las definiciones antropológicas de la política que revelan largas
trayectorias históricas y presunciones teóricas más allá de los objetos de
estudios locales. Referencias a la autoridad, el poder, lo público, el
territorio, el orden social, el conflicto, resultan de sobra conocidas en la
literatura y en los autores más emblemáticos de la Filosofía, el Derecho o la
Ciencia Política. En segundo lugar porque hay una voluntad holista,
antropológica, por comprender las dinámicas de ese mundo que llamamos
“político” y que se tensiona entre los temas regulares en toda cultura, en todo
lugar y en todo tiempo, frente a las especificidades y características
particulares de cada cosmos cultural. Y en tercer lugar porque existe un
impulso irresistible y justificable por hacer que los logros de nuestra
disciplina estén al servicio de la comprensión de la realidad contemporánea
teniendo en cuenta lo particular de los fenómenos y al mismo tiempo, porque las
herramientas de la Antropología resultan fascinantemente pertinentes. Asimismo
es obligatorio reconocer sus límites y apoyarse o complementarse en las
disciplinas hermanas.
Los
argumentos anteriores dan pie a la reflexión política sobre las disputas y
conflictos relativos a la pertinencia de las clasificaciones sociales y en
particular, sobre un tema que tiene una vigencia inusitada: la impugnación y
cuestionamiento de las relaciones entre las regularidades naturales y las
prescripciones sociales. Aquí vemos un universo de conflictos que en el
presente han generado disputas, reivindicaciones y reconfiguraciones sociales
de gran escala. La evidente continuidad entre nuestra esencia natural y nuestro
ser social, generó bases para la estructuración de clasificaciones sociales que
dieron forma y contenido a la incipiente capacidad humana de atribuir
significados a los hechos del mundo. Resultaría tedioso hacer una lista de los
temas en los que la naturaleza aportó estructuras para “estructurar” el
contenido de las culturas humanas; no obstante por el tema a tratar se debe
señalar que sexo, edad y parentesco resultan categorías particularmente
eficaces para generar clasificaciones sociales, pues de manera mecánica
organizan a los colectivos humanos en fracciones: hombres y mujeres, chicos y
grandes, parientes y no parientes.
En
este punto hay que señalar que en la supuesta separación humana de lo natural,
hay un fenómeno social de gran significado: La obligatoriedad
de lo natural. Es decir, frente a los hechos o procesos naturales
que ocurren en los distintos seres, los humanos determinaron para sí la
obligatoriedad normativa de esos procesos, por lo tanto no solo es que suceden,
sino que deben de suceder; esto es la naturalización[24].
Esta aseveración de inspiración claramente levi-straussiana
implica el salto de lo material a lo ideal, de la ley natural a la norma
social, de lo perene a lo contingente[25].
Así pues en el tratamiento social de lo natural existirían dos extremos: por un
lado, que lo natural va determinando la construcción de ciertos significados y
comportamientos sociales que son postulados como obligatorios e inmutables por
ser naturales y por otro lado, la creación de estructuras humanas puras que en
su dinámica generan valores no existentes en la naturaleza y por lo tanto
mutables, contingentes y sobre todo, cuestionables que dependen de las luchas
hegemónicas y del balance de poder y que se utilizan para comprender y
clasificar a la naturaleza. Estos dos extremos son los que representan las
posturas teóricas que defienden por un lado Victor
Turner y por otro Marcel Mauss y Emile Durkheim.
Vuelvo a recordar que estos autores abordan la mecánica de origen del sistema
de clasificación humana y no la dinámica social contemporánea, resultando que
para abordar esta última los cuadros iniciales del sistema no corresponden con
los actuales y desde luego, que la normatividad social presente dista mucho de
la génesis primitiva. Pero el debate sobre las clasificaciones sociales y su
anclaje natural, es totalmente vigente en muchas disputas políticas
contemporáneas y no requiere en los actores en disputa de pruebas
antropológicas para abanderarse sino únicamente, como ocurrió al inicio de los
tiempos, la utilización de evidencias de lo sensible inmediato.
Por
un lado existen clasificaciones que los sujetos ven ancladas en la naturaleza y
por lo mismo, o deben ser inviolables para la sociedad o en caso contrario,
sancionadas como fuera de lo social pues
según esa postura, únicamente ocurren en la naturaleza. Es decir que las
clasificaciones naturalistas en la
sociedad prescriben comportamientos que están a tono con el orden natural o los
proscriben, pues su ocurrencia es un regreso a la naturaleza. Por otro lado las
clasificaciones ancladas en lo social delinean un mundo antagónico y diríase
“de cabeza” frente al anterior, pues lo social supera las incidencias naturales
estableciendo un orden humano y distinto a lo que se presenta como inmutable,
con lo que se definen normas antagónicas a
la naturaleza por ser propiamente humanas. Al mismo tiempo se puede buscar en
lo natural un refuerzo a las conductas claramente humanas, pero cuya supuesta
raíz estaría presente antes de lo humano. Para efecto de los temas que se están
tratando, ciertas clasificaciones de germen social prescriben o proscriben
comportamientos que son reforzados de manera naturalista, pues hasta en la naturaleza se observan[26].
Por todo lo anterior se puede aseverar que la naturalización de una categoría
clasificatoria, es el proceso o mecanismo por el cual se toma un elemento o
proceso de la naturaleza y se decreta su obligatoriedad de manera social para
uno o varios componentes de la sociedad. Desde luego que la lógica política del
proceso es clara, pues la institución de estas clasificaciones naturalizadas
ocurre en el seno de pugnas sociales para definir lo que es “naturalmente”
obligatorio.
Ya
se habrán atisbado ejemplos y contraejemplos de este denso entramado. La
vestimenta y la desnudez; la violencia y la convivencia; el sexo y el género;
la justicia y el crimen; la dominación y la subordinación; la individualidad y
la colectividad; el egoísmo y la generosidad; el asesinato y el sacrificio; la
vida y la muerte. Frente al horizonte de encontrar un relato que enhebre de
manera coherente las clasificaciones generales de una sociedad y las ubique
claramente en uno de los perfiles clasificatorios anteriores, es decir, que
sostenga de manera políticamente consistente la preeminencia de lo social
frente a lo natural o viceversa se debe declarar un profundo fracaso. Tal vez
porque somos seres tanto sociales como biológicos pero acaso también, por la
notable creatividad, especificidad y contingencia de lo social frente a la
naturaleza, que nos lleva como especie a no poder estructurar un universo
definitivo de una vez y para siempre y tal vez por eso, regresamos
constantemente a la naturaleza en busca de un orden inmutable[27].
Pero
ese orden inmutable y libre de conflictos normativos y clasificatorios, que se
desprendería del orden natural, choca con el mundo social que toma su carácter
más dramático en el universo de lo político. Un mundo caracterizado por la
búsqueda incesante y permanente de un balance entre las visiones antagónicas de
los miembros de una sociedad y su permanencia como grupo. Esto quiere decir que
aun teniendo a la naturaleza como eje de las clasificaciones sociales se
generan visiones antagónicas, pues en el ejemplo más demostrativo, la
definición “natural” de un grupo individuos como subordinados, los llevaría a
la decisión política de rebelarse cuando esa subordinación rebasara los
intereses que los definen como grupo. Su inconformidad no sería para ellos contra natura, pero sí contra lo que los superordinados
suponen que son sus obligaciones o conductas “naturales[28]”.
Como consecuencia ocurre el surgimiento de un antagonismo político insoluble,
que sólo es superable mediante la conciliación, la imposición o la ruptura;
hechos estos en los que el orden natural no tiene nada que decir.
La
evidente artificialidad del ejercicio anterior busca resaltar un punto: en la
relación que los humanos establecen con los elementos de la naturaleza para
construir un orden clasificatorio, se ven presionados por determinaciones
propiamente humanas que los lleva a adecuar, transformar o cuestionar dicha
clasificación; no para desconocerla sino para darle un estatus político de
acuerdo a las necesidades de cada grupo. Es decir que la definición política de
los sistemas clasificatorios de origen natural, no es congruente con los
modelos de la naturaleza, sino con las exigencias de toda índole que un grupo
humano requiere. Al mismo tiempo mostrará consistencia en todas sus partes
porque éstas no obedecen a circunstancias de carácter ontológico sino
claramente ideológico[29].
Un ejemplo de cara al análisis del Tetazo,
lo constituye el dilema político que en muchas sociedades contemporáneas
representa la posibilidad del aborto como derecho de las mujeres frente a las
reglas de la reproducción social. Es decir tenemos un fenómeno eminentemente
natural en el que la sociedad mediante la ciencia y la tecnología, puede
intervenir para suspender el acontecimiento “natural”. Por un lado con una
visión totalmente social, los que están contra el aborto abanderan la posición
de que el aborto como tal, es un asesinato, es decir un acto normativamente
sancionable y contrario al orden social humano, independientemente del tiempo
de gestación; asimismo consideran que la mujer no tiene el derecho de decidir
unilateralmente sobre su cuerpo, pues el producto “pertenece” a toda la sociedad
y constituye la base de la familia. Paradójicamente asumen que esta familia
necesariamente tiene que ser heterosexual, influidos por evidencias del mundo
natural. Por el otro con una visión naturalista, los que están a favor del
aborto declaran que no es un asesinato, pues según las evidencias científicas
el feto no es un ser humano como tal, es decir, que en términos naturales no se
está matando a una criatura. Además defienden el derecho de abortar porque el
feto es parte del cuerpo de la mujer y por ello, como cualquier otro proceso
biológico interno, no es un tema que corresponda a la sociedad regular.
Paradójicamente, rechazan el modelo naturalista de familia sostenido por sus
antagonistas, que subsume a la mujer sólo en ese rol, pues la formación de una
familia es una elección de sus integrantes y no tiene porqué ser obligadamente
heterosexual, pues modelo familiar y género “son una construcción social”.
Si
bien es cierto que se forzaron los argumentos por la eliminación de
elementos y matices para encuadrarlos en
la discusión presente, también es cierto que la disputa política tiende a
polarizar las posiciones y las ajusta frecuentemente al formato de trabajo
presentado[30].
No sorprende que el debate sobre la interrupción de la vida tienda a construirse
de esta manera: eligiendo elementos del orden natural y social que coinciden
con la ideología de referencia y desdeñando aquellos que son antagónicos con
sus valores. De manera anecdótica hay que mencionar que el debate sobre el
aborto aglutina a muchos de los mismos actores que se confrontan respecto del
fenómeno del Tetazo.
Expuesto
lo anterior se han establecido bases sólidas para realizar un análisis de los
hechos y los significados del Tetazoa
la luz de los sistemas clasificatorios en su nexo con lo natural y lo social.
Como ejes centrales de la disputa están por un lado la defensa de la igualdad
de derechos ciudadanos de las mujeres frente a los hombres y por el otro, las
consecuencias sociales del dimorfismo sexual entre los machos y las hembras de nuestra
especie. Como se ve, delinean un conjunto de antagonismos de origen social y
natural que se materializan en el hecho de unas mujeres mostrando, como los
hombres, las “tetas”.
Necochea
Desde
el preciso momento en el que “la Comisaría Tercera es alertada
por una persona del sexo masculino, muy ofuscada, porque en el sector de la
playa publica se encontraban unas mujeres haciendo topless”[31]
en el balneario argentino de Necochea, comenzaron a
surgir de manera nítida todos los elementos del debate planteado anteriormente[32].
La intervención de la policía pone en evidencia que la desnudez pública en una
playa es factible pero tiene límites, y por ende deben cubrirse algunos
elementos anatómicos. Aunque no es relevante para el suceso, hay que mencionar
la dimensión histórica de esta clasificación social, la desnudez
permitida, que tiene como eje central definir qué tanto de las
diferencias físicas hombre/mujer es lícito mostrar según el contexto y la época[33].
Aun así, no importa el conocimiento de cuánta superficie del cuerpo o ajuste de
las prendas de ropa se haya permitido mostrar en anteriores épocas de una
sociedad para reclamar lo que al presente en la playa se considera lícito. De
la lectura del expediente no es claro si para el denunciante “de apellido González[34]” el problema se refiere a la desnudez en sí misma o al
contexto en el que se da. Lo que sí se puede inferir es que considera que los
pechos y los pezones de las mujeres tienen que cubrirse para esa playa por ser
marcadores del dimorfismo sexual. La llamada de atención puede provenir tanto
por una sensación de pudor propio o ajeno frente a la vista de las tetas, una molestia por la ruptura de la norma o una
combinación de ambas.
En
las imágenes del video se observa cómo algunos oficiales de la policía que
exhortan a las mujeres a cubrirse las tetas, manifiestan
no experimentar molestia alguna, sin embargo valoran estas percepciones
normativas en los otros y por ende su actuación se dirige a eliminar el
elemento de tensión social pidiendo a las mujeres cubrirse, al no ser el lugar
“playa nudista”.
A
continuación algunos momentos del dialogo entre las bañistas y los policías[35]:
Policías (P).
–Póngase la playera…esto no es playa nudista 0’ 07”
Bañistas (B).
–No es nudismo. Tengo tantas tetas como [los] tipos que hay acá 0’ 12”
B. –Es machismo
chico 0’ 50”
P. –Tienen que
ser más educadas 0’ 53”
P. -…no la
culpa la tienen ustedes que llamaron la atención 1’ 25”
B. -…es una
fantasía tuya. Los chicos tienen tetas y no les importa 1’ 54”
B. -¿Cuál es la
diferencia? (Señalando a hombres que muestran los pezones) 4’ 36”
P. –Yo te
entiendo […] No estoy en contra de eso, me parece bárbaro, es algo natural. 5’
20”
B. –Parece que
esta gente (Policías y bañistas en contra) no hubiese sido amamantada por una
mujer 5’ 44”
B. –¡Ponete corpiño!…¡se te ven las tetas! (gritos a un varón
inconforme por la exhibición) 6’ 50”
Ya
hay algunos elementos interesantes y surgen de manera no planeada respecto del
hecho. Es importante remarcar lo anterior pues en el caso del Tetazo, las consignas y
dichos expresados durante la marcha son estructurados reflexivamente de cara a
un evento público de naturaleza política. En oposición, lo dicho en la playa de
Necochea revela lo que consideran válido o no los
distintos actores sobre el sistema clasificatorio según el sexo y en su
expresión verbal o corporal en la playa, surgen los antagonismos que al tratar
de imponerse los unos a los otros, toman naturaleza política. Es tan político
el hecho según lo expuesto arriba, que en un momento -como lo define Schmitt-
la situación tomó un grado de intensidad tal, que estuvieron a punto de
golpearse entre actores antagónicos[36].
A
pesar de no ser planeada, la posición de las bañistas respecto a la ruptura
publica que representa la exhibición de las tetas y su
relación con el sistema clasificatorio es muy clara. Consideran tener derecho
como cualquier ciudadano de exhibir partes de su anatomía en una playa pública.
Sin embargo las condiciones en las que opera ese derecho tienen un ligero
matiz: no todos asumen que pecho y pezón femenino puedan mostrarse sin alterar
el orden y la presencia policiaca evidencia la perturbación. Como está
registrado, las bañistas manifiestan su inconformidad con dicha clasificación
por la imposibilidad de ejercer un derecho ciudadano, pues de los ciudadanos
con tetas únicamente los hombres pueden
exhibirlas libremente. Este desacuerdo sobre el tratamiento no igualitario a un
ciudadano, que vulnera un principio democrático, es lo que lleva a las bañistas
y a algunos de los presentes a cuestionar dicha separación clasificatoria, pues
hombres y mujeres tienen tetas y por
ende pueden mostrarlas por igual[37].
Este
discurso es justo el núcleo político del cuestionamiento al orden
clasificatorio existente: de acuerdo con la visión de ciudadanía de las
bañistas, las tetas de todos los ciudadanos son
iguales independientemente del sexo del que las muestra y de sus
características morfológicas particulares como forma o tamaño. Es de tal
coherencia el cuestionamiento que como se reseñó, una de las bañistas reta al
policía a explicarle cuál es la diferencia entre los pechos y pezones de
hombres y mujeres. El papel de tal distinción como marcador sexual choca con
los derechos ciudadanos en la playa, por lo que políticamente reivindican la
igualdad política del órgano independientemente del sexo, para alcanzar la
igualdad ciudadana. Una muestra muy interesante de este hecho involucró a un
sector de la sociedad estadounidense, cuando apareció a fines de 2016 la cuenta
“Genderless Nipples” como
protesta ante el administrador del sitio Instagram, al
cuestionarle que censuraran fotos de mujeres con el torso desnudo pero no así
las de los hombres. Con un argumento similar al de Necochea,
se convocó a subir a dicha cuenta fotografías únicamente de pezones, con tales
características que fuera imposible discernir si pertenecían a hombres o
mujeres y por lo tanto romper la censura. Para lograrlo se solicitó que la
fotografía fuera de frente, sin sombras, estando el pezón relajado y sin vello
corporal[38].
Resalta entonces que siendo fácil distinguir las diferencias de pechos y
pezones masculinos o femeninos, para lograr la reconfiguración política de este
elemento de la clasificación social, se buscó aislarlo de su contexto para que
fuera lícito y permitido mostrarlo, en virtud de que a nivel ciudadano deben
ser iguales y por ello, poder mostrarse libremente.
Resulta
notable también la posición antagónica en tal clasificación, pues para muchos
lugares del mundo y muchas culturas, los pechos masculinos y femeninos “no son
iguales” y por ello su exposición no está normada bajo los mismos criterios[39].
En este sentido para alguna parte de la sociedad argentina y estadounidense, la
clasificación de estos elementos de la morfología humana está diferenciada y se
agrupan con otros tantos para conformar la noción de género, que implica
elementos, formas, actitudes y conductas. Desde luego es evidente que hay
sectores antagónicos que colisionan respecto de la exposición pública del torso
humano y cuyos supuestos no implican la consideración o desdén de uno solo
elemento en tal orden, sino que engloban conjuntos y contextos, conformando la
gran división social por sexo. Sin embargo no todos los elementos son iguales
ni funcionan normativamente igual: resulta claramente distinta una situación
pública en la que una mujer habla “con voz de hombre”, a una en donde muestra
el pecho descubierto “igual que un hombre”, aunque ambas suponen una subversión
de roles frente a elementos biológicos distintos. Así pues esta confrontación
de los actores encierra posiciones políticas antagónicas y como se expone en
los ejemplos de Argentina y Estados Unidos, la desnudez tiene un papel
ordenador y normativo dramático y por ende su dilución en el espacio público,
resulta compleja y polémica.
La
arbitrariedad de las clasificaciones sociales que conforman la noción de género
tiene algunos elementos álgidos, diríase primarios, que
están atados a la biología y por ende al dimorfismo sexual, de tal suerte que
su dilución política como diferenciadores sociales atraviesa por tensiones
mucho más grandes[40].
Hay que destacar que en esta discusión la existencia de sólo dos sexos se puede
dar por sentada, es decir como inescapable en la naturaleza, pero si se mira
más de cerca, presenta formas transicionales que darían un abanico más amplio
en la clasificación de los sexos[41].
Sin embargo en el debate político abierto en Necochea, se asume necesariamente el dimorfismo sexual como dado,
pues de lo que se trata es de dar derechos iguales a las personas clasificadas
como “mujeres” y no cuestionar la construcción naturalista o social de la
etiqueta. Por ello la inconformidad de que el acceso a los derechos ciudadanos
esté regido por la biología, ya que la pretensión de igualdad ciudadana busca
imperar de manera general. En ese sentido las regulaciones sobre la desnudez
pública del torso femenino son contradictorias, pues por un lado constituye un
derecho tomar el sol “como cualquiera” en una playa pública, pero por otro,
resulta clasificatoriamente contraintuitivo que un
elemento anatómico diferente tenga un tratamiento igual. Estas dos ideas
arraigadas en distintos grupos de la sociedad, los lleva a chocar
constantemente en torno al sistema de clasificaciones arguyendo por un lado lo diferente y por otro lo igual. Una
muestra de lo contradictorio del debate, es el tratamiento menos polémico por
la exhibición pública de la de la desnudez femenina en portadas de revistas o
en anuncios publicitarios en televisión y que detonan una menor alteración del
orden[42].
Estos fenómenos de contradicción normativa dan pie con razón a que durante el Tetazo se reclamara en
consignas que: “La única teta que molesta es la que no se
vende”. Esta consigna callejera y política, resuena con la
declaración analítica de Susan Bordo en el sentido de
“el profundo significado político de que las mujeres
nos rehusáramos a ‘disciplinar’ nuestros senos[43]”.
Desde
luego esto atañe a un orden clasificatorio que emana pasado, en el que la
condición ciudadana de la mujer era diferente es decir, más cercana del orden
privado que del público; lejana del ámbito laboral formal; ausente de la arena
política y sin capacidad de votar o ser votada; con baja preparación
profesional; atada a la familia y con un rol productor y reproductor de ésta.
Estas desigualdades frecuentemente estaban expresadas en términos formales,
pero casi siempre ocurrían en la dimensión informal. Es decir, la mujer vivía
en un mundo en el que el acceso a los derechos ciudadanos estaba claramente
diferenciado por el sexo. La transformación que este orden clasificatorio
informal ha ido teniendo desde hace 100 años es lenta y aún insuficiente, pero
se ha acelerado notablemente los últimos 40 años. Este cambio ocurre de manera
global y específica para cada caso particular, pero es evidente su dirección
tendencial hacia la dilución de las clasificaciones sexuales que condicionan el
acceso a la ciudadanía plena[44].
Es todo este contexto lo que permite y anima la organización de marchas en
distintas ciudades argentinas, para reclamar no solamente el derecho a mostrar
las tetas en las playas sino sobre todo,
utilizar esta forma particular de diferenciación, para enfatizar que la
discriminación de las mujeres como ciudadanas, subsiste en distintos grados y
por ende, deben diluirse las nociones clasificatorias que segregan el acceso
ciudadano a los miembros que tienen por sexo, el femenino.
El Tetazo
El
7 de febrero de 2017 diversas organizaciones lograron convocar a muchos
ciudadanos en un evento público para protestar por el conflicto ocurrido en Necochea y con el objetivo central de realizar un acto en
el que mujeres expusieran el torso desnudo, mostrando públicamente pechos y
pezones. La atención de diversos sectores a esta convocatoria, logró que
hubiera manifestaciones de consideración en distintas ciudades como Córdoba,
Mar del Plata, Rosario y desde luego en Buenos Aires. Existe un vasto entramado
de trabajo político cotidiano por el que las organizaciones convocantes
lograron detonar este movimiento que resultó en un impacto público de carácter
nacional y mundial, por la dimensión de la cobertura y el debate posterior que
se detonó. Este espacio sociopolítico es importante pero resulta marginal para
toda la línea argumental y por ello no se le prestará mayor atención[45].
Sí
resulta del mayor interés, la similitud de los pronunciamientos a propósito de
la diferencia en el acceso ciudadano al goce de la desnudez del torso superior
indistintamente del sexo. Lo que se expresó en las manifestaciones tiene como
se dijo anteriormente, una gran diferencia respecto a lo que se reveló en la
playa, pues en esta última, el debate político en torno a la igualdad ciudadana
resultaba de defender concretamente la permanencia en el lugar mostrando las tetas al igual que los hombres y nada más. En
contraposición, las marchas del Tetazo
buscaban:
un
aprovechamiento de lo que había sucedido en Necochea,
como para visibilizar en qué situación estamos las mujeres ¿Cuál es la
construcción cultural de esta sociedad con respecto a la mujer? Es una
construcción violenta acerca del cuerpo[46].
Es
decir hay una expansión política de lo sucedido en la playa para encuadrarlo en
el sistema clasificatorio mayor que como mencioné arriba, está constituido por
múltiples elementos y cuya consecuencia es el acceso desigual de las mujeres a
los derechos ciudadanos. La dimensión política se expone con toda su densidad,
al utilizar un conflicto sobre un elemento del sistema clasificatorio para
expandirlo a toda la red de significados conectados que definen la situación
ciudadana del género. Como refirió una de las convocantes de la marcha, se está
aprovechando el ejemplo de las tetas para
evidenciar cómo por cuestiones de su condición física, las mujeres se
encuentran en múltiples circunstancias en desventaja frente a los hombres,
tanto en el ejercicio de derechos como en el acceso a la justicia. Las mujeres
frente al ejercicio de la ciudadanía detectan una evidente contradicción
surgida de tener derechos como cualquiera pero por cuestiones biológicas, verse
limitadas a ejercerlos plenamente; esta contradicción es la que detona el
reclamo de igualdad para la desnudez femenina.
Se
mencionó que el argumento central en Necochea era la
pretendida igualdad de las tetas o los
pezones de los hombres y las mujeres para darle sentido al hecho de su
exposición pública y también, que el objetivo político era el derecho de
permanencia en la playa. En los distintos escenarios del Tetazo, se refuerza este cuestionamiento al orden
clasificatorio al argumentarse en pancartas, pintas corporales, coros o
declaraciones, que las tetas femeninas
y las masculinas son iguales[47].
La solidaridad masculina se hizo presente cuestionando por qué los hombres
pueden hacer topless sin sanción pero además,
algunos lo manifestaron de manera irónica al concurrir a la manifestación
portando corpiños femeninos para evidenciar la ridiculez de la prohibición en
mujeres pero no en hombres.
La
búsqueda de la dilución política entre tetas
masculinas y femeninas, desemboca de manera evidente en la posibilidad de la
desaparición de la normatividad pública sobre los marcadores biológicos del
dimorfismo sexual. Es decir, que exigir el derecho a mostrar el cuerpo
públicamente podría desencadenar la posibilidad de exhibir también los órganos
sexuales externos. Este “riesgo” aparece como consecuencia de la introducción
de argumentos naturalistas en el debate. Por un lado se apela a que todos
tienen pezones y por ende, su ocultamiento es profundamente artificial; “una construcción violenta del cuerpo”. Por otro lado, como
se reseñó del debate en Necochea, el hecho de que
todos hayan sido “amamantados por una mujer” hace
supuestamente natural la exhibición de los senos femeninos al grado que hasta
el oficial de la policía reconoce lo “natural” de la práctica; en este sentido
la desnudez total también se podría argumentar como algo muy “natural”[48].
La proyección lógica de la tesis naturalista fue bien captada por las
participantes, que anticipándose a las probables críticas sobre un futuro de
desnudez pública total, mostraban escrito –con humor, en pancartas o sobre el
cuerpo la leyenda: “Las tetas no son genitales
son geniales”[49].
Sin
embargo, como para un sector de la sociedad argentina el ocultamiento público
de los senos femeninos está clasificado dentro del mismo grupo que el de los
genitales, se detonó un debate muy intenso a propósito de la factible
equiparación de la marcha para exhibir las tetas, con una
parodia realizada por los hombres para exhibir las pijas[50]. Este sector parece plantear de manera política, que debe
existir un límite en la progresión que ha ocurrido en los últimos 40 años en
donde se han relajado las libertades relativas al sexo y por ende, sobre la
normatividad social de cuánta forma o superficie corporal se puede exhibir y
qué elementos del dimorfismo sexual es posible mostrar y en qué contextos[51].
Al mismo tiempo como la exhibición de las tetas está
encadenada a la dilución de las diferencias sexuales en términos del acceso a
la ciudadanía, para este último sector es una forma crítica de llevar al
absurdo los aspectos no estatales del tema. Me refiero de manera muy sucinta a
la dimensión subjetiva, personal, del hecho de la exhibición condensada en el
sentimiento interno de “pudor”. El pudor, definido como la sensación de
vergüenza o incomodidad relativa a la exhibición algo que el sujeto considera
no público o puramente personal y la consecuente opinión en los demás por la
revelación, engloba desde el punto de vista de la clasificación social, elementos,
actitudes o conductas que deben incomodar al sujeto si se conocen o se realizan
frente al grupo social. El pudor como todo mecanismo de ordenación y sanción
social, tiene gran utilidad en la regulación de ciertas conductas sociales que
al ser profundamente disruptivas, necesitan ser controladas desde la fuente
misma del comportamiento: la persona. Para el sector que se opone a la
exhibición pública de las tetas en las
playas, es factible suponer que no solamente considera o desdeña criterios
políticos o ciudadanos en su rechazo a dicha práctica, sino también de índole
personal y por ende su incomodidad emana de que al reivindicarse como lícita la
exhibición pública de elementos que deberían dar pudor, intentan diluir
también, un mecanismo valioso de regulación social[52].
Estas
consideraciones de carácter no ciudadano tienen tal penetración en la sociedad
argentina que surgieron en el debate público para cuestionar tanto la
credibilidad política de los argumentos expuestos en el Tetazo, como que el intento por diluir la diferencia
entre los torsos masculinos y femeninos, es la reivindicación de un sector
minoritario de las mujeres. Así, se le preguntó en un debate público a una de
las organizadoras: “¿Por qué las líderes
políticas estaban con ropa y por qué las militantes no?[53]”. Más allá de que no fue contestada la pregunta, lo
anterior expone una dimensión ajena al debate público detonado, ya que pone en
evidencia que la reivindicación de igualdad ciudadana no es suficiente para
agotar el tema de las regulaciones sociales. El pudor que se experimenta de
manera interna en la exhibición pública de partes de la anatomía personal tiene
tal peso, que interpela la dimensión puramente naturalista de la dilución
política. Es factible sostener el argumento de la igualdad en la desnudez
pública sin embargo, puede no materializarse de manera correspondiente, es
decir, la sensación de pudor es de tal magnitud que orilla a los sujetos a una
aparente contradicción política, al ser incapaces de implementar corporalmente en
público, sus opiniones clasificatorias[54].
La referencia es desde luego al hecho de que un sector importante de
manifestantes que apoyaban los argumentos del Tetazo, lo hacían de manera declarativa y no activa.
Resulta comprensible el dilema en aquellas manifestantes que, exigiendo el
derecho de las mujeres a mostrar las tetas en
público igual que los hombres, no lo hagan ellas mismas por cuestiones de pudor
o vergüenza[55].
Este dilema plantea romper una disciplina imbricada en la sociedad que modela
las sensaciones corporales en la exhibición del cuerpo desnudo, por lo que no
resulta inmediato el paso de la idea política a la ruptura de tal disciplina
construida sobre el cuerpo de la mujer. Esta contradicción entre idea y
sensación, evidencia la foucaultiana idea de la
“docilidad” de los cuerpos que aparecen ejercitados para generar pudor en la
desnudez y por tanto, en el interior mismo del individuo parece haber una
contradicción entre pensamiento y acción política. Sin embargo esta
contradicción en apariencia no lo es
tanto, pues justo busca además de la aceptación de la igualdad política de la
desnudez, la ruptura del criterio del pudor corporal como un mecanismo de
control social sobre las mujeres. Este es uno de los puntos más problemáticos
del fenómeno, pues va más allá del derecho ciudadano a la igualdad y su sanción
por el Estado. Atañe a la búsqueda de la dilución de la vergüenza sobre el
cuerpo como criterio de control social, que sin embargo aparece como un
antagonismo profundo, pues el Tetazo
busca tal dilución, pero fundamentalmente en los otros, en los pudorosos, en
los que limitan el acceso a las playas como resultado de sus sensaciones frente
a otros cuerpos o que buscan la reproducción generacional de dicho pudor.
Es
evidente que muchos de los aspectos que impiden la ciudadanización plena de la
mujer, están encorsetados en sensaciones personales como el caso del pudor y
que están más en la región de lo interno que de lo público. Si ante la
posibilidad de cierta conducta prohibida por causa de su sexo, una mujer
experimenta no sólo la conciencia de la violación de una norma, sino la
sensación de la violación de un precepto interno, resulta de gran dificultad
cambiar esa regulación social desigual. Claramente, la plena igualdad frente a
un hombre resultará cuando la persona no solo esté liberada de las normas y
sanciones públicas relativas al dimorfismo sexual, sino liberada de la
sensación interna de agravio que experimenta. De ahí que actos públicos que
demuelen el pudor propio o retan el pudor de los demás, posean una dimensión
política máxima, pues cuestionan el orden existente desde la raíz misma: la
persona[56].
También se sigue de ahí que el conflicto llegue a tal grado de intensidad, pues
lo que se exige al demandar el derecho a la exhibición pública de pechos y
pezones es no sólo la desaparición de una norma de carácter público, sino la
desaparición de una sensación sobre ese orden normativo que para el dimorfismo
sexual, que está arraigado de manera natural sobre nuestros cuerpos sociales,
genera una tensión insoluble en la práctica, pues como en el caso de cualquier
elemento primario de las clasificaciones sociales, su dilución
natural es imposible y por ello, cuando surgen movimientos para una dilución política, se generan constantes antagonismos
sociales.
Las
demandas de igualdad ciudadana entre mujeres y hombres son un tema lícito y
necesario en las democracias contemporáneas. Resulta inconcebible que el acceso
a los derechos o la justicia de la mitad de la sociedad esté diferenciado por
el sexo. Por ello el Tetazo
como acto político, cuestionó no solo la regulación pública de la desnudez sino
muchas de las desigualdades que ocurren en la sociedad argentina por causa del
género. La trama clasificatoria del género no está definida por ninguno de sus
elementos en particular y su dilución, donde sea deseable, se logrará término a
término pero considerando todo el complejo general y por ello, la dimensión
legitima del Tetazo
es independiente de las contradicciones que todo acto político lleva en su
interior. Sin embargo, cualquier normatividad humana que tenga por origen
clasificatorio elementos atados a nuestra biología, experimentará grandes
tensiones políticas para el establecimiento, reforma o dilución de sus consecuencias
normativas, pues la transformación abordará como hemos visto, el debate sobre
un cambio no solo social sino dramáticamente, “natural”.
Conclusiones
Como
quedó claro después de todo el desarrollo, las reconfiguraciones sociales que
han ocurrido en los últimos 40 años para igualar a las mujeres con los hombres
en lo que respecta al acceso igualitario de los derechos ciudadanos, suponen
una gran convulsión social. No sólo porque cuestionan un orden social
hegemónico y masculino sino también, porque confrontan una lógica
clasificatoria que está instituida en elementos de carácter natural y
consecuentemente, la hegemonía masculina y el control de la dimensión femenina,
quedan subsumidos en un orden social naturalizado.
Desde
luego que como cualquier orden social, la división y jerarquización
hombre/mujer es una construcción netamente humana y es únicamente en la
dimensión cultural de los grupos humanos en donde se sancionará su validez o
irrelevancia. Sin embargo, la existencia de diferencias biológicas entre
hombres y mujeres es un profundo acicate para construir clasificaciones
humanas, porque las diferencias están ahí y son constantes. Por ello su
incorporación siempre problemática al orden social humano, que decreta los
fenómenos naturales que deben ser naturalizados,
es decir, definidos normativamente. No deja de ser evidente que lo arbitrario
de la selección social de elementos presentes en la naturaleza, es una
condición resultante de las opciones que toma un grupo humano, pues se adoptan
y desdeñan conjuntos en atención a valores y necesidades particulares. También,
que si los elementos de cierto orden clasificatorio benefician a una parte de
la sociedad, instituyen una asimetría que otorga poder político para ampliar y
consolidar tal hegemonía[57].
Lo anterior resulta en un orden que pretende ser inmutable, no solamente por
ser políticamente dominante sino además por ser un orden naturalizado,
ya que los elementos del orden clasificatorio en los que se basa, están
arraigados en la naturaleza y por ello su pretendida inmutabilidad.
La
disputa que se observa a propósito de los hechos en Necochea
y la acción política que desembocó en las marchas del Tetazo, representan una muestra de cómo el orden
social establecido a causa del dimorfismo sexual, genera una traba para acceder
a los derechos ciudadanos que se ven limitados al prohibir en algunos
individuos mostrar el torso desnudo es decir: todos los ciudadanos tienen
derechos iguales, excepto en el de mostrar las tetas. Resultan
de gran utilidad en la comprensión de las políticas clasificatorias los dos
extremos que presentamos. Por un lado la visión naturalista de Turner en donde
los ejes del sistema manan de la naturaleza y por otro lado, la visión de Mauss y Durkheim desde la cual todas las categorías naturales,
están antecedidas y procesadas a partir de las categorías sociales.
Es
irrelevante como argumenté, indagar cuál posición es la correcta para delimitar
cómo se originó el sistema clasificatorio humano. Lo relevante para este tema
es la funcionalidad política de ambos extremos para abordar el debate y la
confrontación de normas sociales ancladas en clasificaciones de origen natural,
pues tanto la naturalización como la socialización de sus elementos, es válida y pertinente para
defender un orden social establecido o por establecer. Resulta central observar
cómo el ámbito en el que se ubican los pechos femeninos, los criterios
relativos a lo oculto o lo visible, tienen el potencial de dividir a una
sociedad en antagonismos activos y por ende, precipitar el surgimiento de
tensiones políticas, en el que los órdenes clasificatorios juegan un papel
central.
Para
finalizar vale la pena reflexionar sobre las posibilidades actuales que brindan
no sólo el internet como medio de acceso a la información, sino la existencia
de dispositivos de registro que poseen un número muy considerable de individuos
en todo el mundo. Estas dos circunstancias permiten, tanto acceder a la
información en cualquier parte del mundo, como acceder a los registros de
sucesos que resultan notables para los individuos que los levantan y ponen a
disposición de cualquiera. El haberme enterado del Tetazo a través de mi revisión cotidiana en medios
digitales, me permitió profundizar en el fenómeno, porque unían notablemente
prácticas políticas y sistemas clasificatorios. Tener acceso al hecho inicial
de Necochea que generó todo el movimiento, ubica al
antropólogo en una dimensión privilegiada, pues conoce los hechos a través de
los registros de los que observan o participan en el fenómeno. Hay que tener la
precaución de considerar que el registro se da desde un punto de vista
interesado y por lo tanto condicionado por esa visión. También es de destacar
que por ser un fenómeno profundamente mediático, el gran caudal de opiniones en
medios y redes sociales sobre tal registro primario, es completamente
accesible.
Falta
no obstante la dimensión intersubjetiva mediante la cual se puede interrogar a
los sujetos sobre las hipótesis o conjeturas formuladas a propósito de los
hechos y que son imposibles de llevar a cabo a distancia, porque los
participantes únicamente expresan sus posiciones de manera interesada. Esta
circunstancia lleva a ponderar el gran potencial que tiene la Antropología para
comprender y explicar fenómenos sociales en cualquier lugar del mundo como
consecuencia de sus herramientas teóricas, pero lleva también a tomar
conciencia de los límites que existen a nivel metodológico por la imposibilidad
del contacto directo. Teoría y método son pues herramientas que deben
reinterpretarse a la luz de las circunstancias contemporáneas, en donde se
puede “casi” estar, “sin” estar.
[1] Turner, Victor,
La selva de los símbolos, Siglo XXI, México,
1999, p. 100.
[2] Mauss, Marcel y Emile Durkheim. “De ciertas formas de
clasificación primitiva”, en: Marcel Mauss, Instituciones y culto. Obras II, Barral Editores, Barcelona, 1971, p. 69.
[3] Turner, Victor,
1999, Ob. Cit., pp. 66-82.
[4] Berlin y Kay presentan un
importante trabajo sobre la clasificación de los colores en donde sorprende la
regularidad de la presencia del blanco, el negro y el rojo, como términos
básicos de color en contextos culturales sin ningún tipo de contacto. Su consistencia
nos habla de la fuerte conexión entre los términos de color y los colores de
los líquidos corporales. No se sigue de ahí, de manera necesaria y suficiente,
su presencia obligada como fuente originaria del sistema de clasificaciones. Berlin, Brent y
Paul Kay, Basic Color Terms. Their Universality and
Evolution, University of California Press, Berkeley, 1969.
[5] Turner, Victor, 1999, Ob. Cit., p. 98.
[6] Lévi-Strauss, Claude, Las estructuras
elementales del parentesco, Paidós, Barcelona, 1969.
[7] Brent Berlin
asevera que las regularidades en los sistemas clasificatorios etnobiológicos de las sociedades tradicionales de distintas
partes del mundo, pueden ser mejor explicadas en términos de las afinidades
preceptivas de los humanos y de las afinidades naturales entre los animales y
las plantas de su ambiente. Berlin, Brent, Ethnobiological Classifications, Princeton University Press, Princeton,
1992, p. XI.
[8] Mauss, Marcel y Durkheim, Emile, 1971, Ob. Cit., p.
17.
[9] Mauss, Marcel y Durkheim, Emilem,
1971, Ob. Cit.,
p. 69.
[10] Sin ser el único
trabajo que camina por esta vía, La construcción social de
la realidad de Peter Berger y Thomas Luckmann
expone también que la realidad es una construcción social y desde luego que las
piezas de dicha construcción lo serán también. Es bien cierto que estos autores
no tienen preocupaciones tan profundas como el origen de la cultura aunque si
lo suponen, a diferencia de Mauss y Durkheim que lo
tienen como un fundamento. Sin embargo el marco es el mismo: no existe un núcleo
duro biológico que condicione las jerarquías clasificatorias que construyen los
humanos. Berger, Peter y Thomas Luckmann, La construcción social de
la realidad, Amorrortu, Buenos Aires,
1968.
[11] Hay otras
posiciones teóricas respecto a donde se encuentra el núcleo generador de los
órdenes humanos. Como muestra podemos mencionar los trabajos de Mary Douglas y
su referencia a las nociones de pureza y contaminación como núcleos de orden
social. Douglas, Mary, Pureza y peligro. Un
análisis sobre los conceptos de contaminación y tabú, Siglo XXI
Editores, Madrid, 1973; Claude Levi-Strauss y la
diferenciación naturaleza/cultura centrada en el tabú del incesto, Levi-Strauss,
Claude, 1969, Ob. Cit.; Karl Marx y la
diferenciación basada en la posesión de los medios de producción. Marx, Karl, El Capital. Crítica de la Economía Política, Fondo de Cultura Económica, México, 1999; y Juan Jacobo
Rousseau cuyo patrón de diferenciación
estaba basado en la idea pura de la propiedad. Rousseau, Juan Jacobo, “Discurso
sobre el origen de la desigualdad”, en: El contrato social o
principios de derecho político, Editorial Porrúa, México, 2002.
[12] Butler, Judith, Cuerpos que
importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”,
Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 18.
[13] Como muestra se puede citar: Sabine,
George, Historia de la teoría política, FCE,
México, 1963, que inicia con el capítulo “La ciudad-Estado”; o la entrada
“Política” en Bobbio, Norberto et al.,
Diccionario de Política , Siglo XXI,
México, 2002, y Weber, Max, Economía y Sociedad,
FCE, México, 1964, donde ambos definen al elemento “política” centrado en un
medio específico, el poder, y su organización en la forma de un Estado
territorial.
[14] Me refiero de
manera general a algunos trabajos significativos como son: Fortes,
Meyer y E. E.
Evans-Pritchard (Eds.), African Political
Sistems (1940), Oxford University
Press, London, 1940; Gluckman,
Max, Analysis of a Social Situation in Modern Zululand. , Manchester University
Press, Manchester, 1968; Swartz,
Marc, Victor Turner y Arthur Tuden,
“Introduccion a Political Anthropology”,
en Alteridades, Vol. 4, num.
8, 1994, pp. 101-126; Turner, Victor, 1999, Ob. Cit.; Leach, Edmund, Sistemas políticos de la Alta Birmania, Anagrama, Barcelona,
1976; y Godelier, Maurice, La produccion de los grandes hombres, Akal, Madrid, 1986.
[15] El pudor se entiende aquí como un
sentimiento de vergüenza relativo a la exposición pública de ciertos elementos
o procesos físicos o inmateriales que se consideran privativos de cada persona.
Estas percepciones subjetivas serán fundamentales al describir algunos
fenómenos ocurridos durante el Tetazo.
[16] Swartz et al, 1994, Ob. Cit., p.
105.
[17] Service, Elman, Los cazadores, Editorial
Labor, Barcelona, 1984, p. 61.
[18] Mair, Lucy, El gobierno primitivo,
Amorrortu, Buenos Aires, 1970, p. 15.
[19] Evans-Pritchard,
E. E.
Los Nuer, Anagrama,
Barcelona, 1977.
[20] Schmitt, Carl, El concepto
de lo político, Alianza Editorial,Madrid,
2009.
[21] Schmitt, Carl, 2009, Ob. Cit., p. 56.
[22] Schmitt, Carl, 2009, Ob. Cit., p. 58.
[23] Schmitt, Carl, 2009, Ob. Cit., p. 59.
[24] En adelante, todas las referencias a
“naturalización”, “naturalista”, “naturalizado”, “desnaturalizado” o
“naturalmente”, se referirán a la interpretación humana de lo natural que
ideológicamente impone inclusiones o exclusiones según los criterios de cada
cultura.
[25] Hay que señalar la potente influencia
que generó en la Antropología esta idea de Levi-Strauss surgida de la
normatividad del tabú del incesto. Es decir que la prohibición del incesto es
una norma que representa una intervención de lo cultural en lo natural, al
sancionar como obligatorio un proceso vinculado a lo natural: Levi-Strauss,
Claude,1969,Ob. Cit.,p.68. Sin embargo ha sido muy criticado en su
posición monista respecto a que únicamente en ese tabú se instituyó la
obligatoriedad normativa de los procesos naturales que ocurren sin intervención
humana. Para este trabajo se tomará esa idea, la de la “intervención”, dejando
de lado su simiente en el tabú y privilegiando que los sistemas
clasificatorios, los ritos y los mitos, establecen intervenciones simbólicas en
lo natural que definen la obligatoriedad de cumplir con esas leyes pero
decretando sanciones para aquellos que “violan” las leyes inmutables de la
naturaleza. Una muestra de la pertinencia de esta discusión la expone Hans
Kelsen desde el campo del Derecho al profundizar en las diferencias entre orden
natural y orden normativo es decir, entre ley natural y norma social. El punto
básico es que las leyes naturales son inviolables a diferencia de las normas
sociales que necesariamente deben poder
romperse, pues su núcleo no es la imposibilidad de ocurrir de la conducta
prohibida, sino la aplicación de la sanción por su violación. Kelsen, Hans, Compendio de Teoría General del Estado, Colofón, México,
2007, pp. 117-120.
[26] En un trabajo
anterior abordé de manera más extensa las oposiciones clasificatorias entre los
modelos naturales y los sociales como referencia a la conducta y la
normatividad humana. Se modeló describiendo las denominadas fabulas “normales”,
en donde un relato que prescribe o proscribe acciones o personalidades humanas
busca un refuerzo en la naturaleza. Pero también se abordan las fabulas “de
cabeza” es decir, aquellas en donde el relato mana como surgiendo de la
naturaleza para ir hacia el mundo humano privilegiando lo inmutable de lo
natural en la sociedad. En ambos casos imperan las lógicas teóricas que Turner
y Mauss y Durkheim perfilaron. Barquin, Alfonso, “Entre Esopo y cuatro caballeros modernos. De la relación
entre los relatos naturales y los sociales en la obra de Charles Darwin”, en José Luis Vera
Cortez, Aura Ponce de León y Xabier Lizarraga (Coords.)
Escenarios evolucionistas. Encuentros, contextos y
soliloquio, INAH, México, 2012.
[27] Aquí hay que reseñar que en los
análisis sobre la similitud y estabilidad de lo natural frente a lo social,
claramente las Ciencias Naturales nos han mostrado un entorno complejo y de
comportamientos antagónicos en los que difícilmente podríamos encontrar
referencias estables y concluyentes; pero ese tema está fuera de los alcances del
argumento principal.
[28] Tengo en mente dos casos presentes y
dramáticos en la historia humana: la subordinación por sexo y por raza.
[29] Un trabajo muy
interesante sobre el dilema que representa el lugar de lo humano en el contexto
de la naturaleza es decir la dimensión política de su significado, lo presenta
Carmen Susana Tornquist, con respecto a la dimensión
natural y humana del parto. A partir de un proceso en Brasil sobre la
humanización del parto, menciona cómo en algunas discusiones se ve dicha “humanización”
como un regreso a lo “natural” o “instintivo” del humano en oposición a lo
“artificial” de lo técnico contemporáneo, visto como “deshumanizado”. Tornquist, Carmen S, “Armadilhas
da nova era: natureza e maternidade
no ideário da humanização
do parto”, en: Revista Estudos
Feministas. Año 10, 2/2002. pp.
483-492. Otro caso de disputa política sobre lo natural y lo social se
encuentra en: Sabrina Soledad Yáñez, “El seno de la paradoja: Un recorrido por
los inconstantes discursos de las políticas del amamantamiento”, en: Temas de mujeres. Año 6, No. 6, 2010. pp. 116-127.
[30] No es relevante aquí “descubrir” quién
tiene la razón en esta discusión pues es claro que la mecánica clasificatoria
que tejen ambos extremos acude a lo natural o lo social de acuerdo a sus
necesidades ideológicas. También es cierto que en el fondo de los argumentos,
están proyectos sociales de amplio espectro que en el debate político, utilizan
“lo que se tiene a mano” para fundamentarlo. Destaca sobre todo para nuestros
fines que ninguno de los dos extremos rechaza las clasificaciones naturales y
centran todo su debate en lo social, lo que expone nuevamente el uso
discrecional de las dos perspectivas que se delinearon para la comprensión del
fenómeno.
[31] Poder Judicial,
Provincia de Buenos Aires, Causa 10585. 2017,p.
1,[En línea]http://www.pensamientopenal.com.ar/fallos/44820-actos-obscenos-decencia-publica-topless-atipicidad-reforma-del-codigo-faltas
[Consulta: 8
de septiembre de 2017].
[32]El registro
audiovisual del hecho ocurrido el 28 de enero de 2017 se publicó en YouTube
tres días después. YouTube. “OPERATIVO TETAS SIN SOL La policía de los cuerpos” [En línea] https://www.youtube.com/watch?v=BbMssENxT-8
[Consulta: 2 de octubre de 2017].
[33] Los caracteres sexuales primarios son
aquellos que definen el sexo de la persona desde el momento del nacimiento a
diferencia de los secundarios que van apareciendo en la adolescencia al
consolidarse la capacidad reproductiva. Por consiguiente las clasificaciones
sociales permiten o prohíben exhibir caracteres sexuales primarios o
secundarios de acuerdo a las especificidades normativas de cada cultura. Es
factible entonces que se estructure una disputa política sobre el límite de lo
permitido elemento a elemento; desde las formas conductuales socialmente
determinadas para cada sexo, pasando por la exhibición de los distintos
elementos de la morfología humana, hasta el límite último, que supone exhibir
públicamente los órganos sexuales de manera plena tanto en su morfología como
en su funcionamiento.
[34] Poder Judicial, Ob. Cit., p.
1.
[35] Se indican los segundos aproximados en
los que aparecen las declaraciones en el video.
[36] YouTube,Ob. Cit., 6’ 30”.
[37] Embona esta circunstancia
adecuadamente con la definición de lo que es la Política para Jacques Ranciere que surge justo cuando unos ciudadanos apartados
específicamente de “algo”, a pesar de formar parte de la comunidad política, lo
manifiestan públicamente mediante un desacuerdo. En
este caso el desacuerdo es respecto a la imposibilidad que tienen los
ciudadanos de sexo femenino a mostrar las tetas como
“cualquier” ciudadano. Ranciere, Jacques, El desacuerdo. Política y Filosofía, Nueva Visión, Buenos
Aires, 1996.
[38] Las imágenes y las condiciones de las
fotografías pueden
verse en: [En línea] https://www.instagram.com/genderless_nipples/ [Consulta: 17 de septiembre de
2017]
[39] Es muy demostrativo de la hondura del
debate que el diario La Nación
publicó un artículo de comparación cultural cinco días después de los hechos de
Necochea, donde buscó exponer las normatividades en
distintas sociedades contemporáneas del mundo para indagar si los pechos
femeninos son permitidos o prohibidos en las playas [En línea]http://www.lanacion.com.ar/1981156-que-pasa-con-el-topless-en-el-mundo
[Consulta: 13
de septiembre de 2017].
[40] Esta condición de los elementos
primarios de las clasificaciones sociales se refiere a fenómenos que no son
renunciables ni eliminables de manera inmediata o puramente simbólica como son
los elementos externos del dimorfismo sexual, la edad, el color de la piel, la
talla, la forma de los ojos, el tipo de cabello, el parentesco sanguíneo, la
lengua materna. Son elementos que no se eligen sino que le ocurren o le son
impuestos de manera exógena al individuo. Solamente a través de complejos
procesos físicos, tecnológicos o temporales, se pueden alterar algunos de ellos
y de ahí su carácter primario. De manera recursiva en las distintas culturas
humanas, estos elementos primarios son utilizados clasificatoriamente para
estructurar las grandes divisiones sociales: hombres y mujeres, niños y
adultos, parientes y no parientes, diversidad racial, condición nacional,
etcétera. En sus formas más extremas generan fenómenos aberrantes como el
machismo, el racismo y el nacionalismo. La idea de lo primario del dimorfismo
sexual es tan fuerte que la propia Judith Butler reconoce que: “El concepto de sexo es en sí mismo un terreno conflictivo, formado
mediante una serie de disputas sobre cuál debería ser el criterio para
distinguir entre los dos sexos”. Butler. Judit, 2002, Ob. Cit., p. 22. La disputa es pues sobre los criterios alrededor de los dos sexos.
[41] Tengo en mente aquí el interesante
trabajo de Anne Fausto-Sterling
que de manera documentada cuestiona el dualismo sexual que empuja a la sociedad
a considerar como naturales sólo dos sexos y se ignoran las formas
transicionales que son orilladas por la sociedad vía la cirugía o la cultura, a
incorporarse a cualquiera de los dos moldes aceptados. Anne
Fausto-Sterling, Cuerpos sexuados. La
política de género y la construcción de la sexualida,
Melusina, Barcelona, 2006.
[42] Si bien no conozco directamente la
situación en Argentina, en la sociedad mexicana no ha ocurrido un debate sobre
la exhibición pública en las playas de las tetas femeninas
y sin embargo son totalmente visibles en cualquier puesto de revistas callejero
o en mensajes comerciales televisivos que muestran de manera pública y en
horarios diurnos a mujeres semidesnudas en situaciones consideradas privadas.
[43] Susan Bordo.
“El feminismo, la cultura occidental y el cuerpo”, en La ventana. Nº
14, 2001. p. 41.
[44] Un análisis de la diferencia existente
en las condiciones informales de discriminación se presenta en Claudia Azorena, “Estado y división sexual del trabajo: las
relaciones de género en las nuevas condiciones del mercado laboral”, en Utopía y praxis latinoamericana, Vol. 13, Nº 41,
abril-junio, 2008.
[45] Además de la cobertura de medios
argentinos y mundiales, factibles de localizar vía el internet, resulta muy
ilustrador del debate el conjunto de opiniones e informaciones disponibles
tanto en Facebook como en Twitter.
En particular en este último, bajo el rubro “#tetazo”,
se engloban muchas de las posiciones antagónicas que detona este diferendo
público acerca de las clasificaciones sociales de la desnudez.
[46] Lola Cufre
en el programa “ATT A toda tarde” del 10 de febrero del 2017, bajo el título
“Agustín Laje debate contra la organizadora del #tetazo. Disponible en YouTube: [En línea]https://www.youtube.com/watch?v=dXGFqoPNPgM
(0’ 28”)
[Consulta: 9 de septiembre de 2017]
[47] Las referencias genéricas a declaraciones
verbales o escritas, y la descripción de
escenas ocurridas durante el Tetazo,
no tendrán mayor referencia pues son ampliamente accesibles vía internet en las
múltiples entradas que aparecen bajo los rubros de “tetazo”
o “#tetazo”. Únicamente cuando es un caso
específicamente descriptivo se han citado las fuentes.
[48] Dado el papel que desempeñan los senos femeninos en las
relaciones eróticas, en el amamantamiento y en la identificación sexual, existe
cierta presión social para ser cubiertos pues exponen de manera paradójica funciones
que ocurren en lo público y en lo privado y por ende, su ocultamiento social
resuelve esta paradoja. De ahí que la protesta busca desvincular estas
relaciones clasificatorias en torno a los senos y “liberarlos” de tales
significados cuando una mujer desea únicamente asolearse las tetas. Como lo refiere Bordo a propósito del papel binario
que los senos juegan en una sociedad hegemónicamente masculina en donde son
“culturalmente requeridos a ser exclusivamente ‘para’ el otro, ya sea como
instrumento y símbolo del amor alimentador o como fetiche erótico”. Bordo, Susan, 2002, Ob. Cit., p.
41. Un análisis detallado de estas ideas en torno al papel social de los senos
femeninos como clasificadores del papel social de la mujer, se encuentran en:
Iris Marion Young, On Female Body Experience. Throwing
like a Girl and other Essays, Oxford University Press, New York, 2005; Alison
Barret, Breastwork. Rethinking Breastfeeding, University of New South Wales,
Sidney, 2005.
[49] El 1 de febrero, días antes del Tetazo, el juez de la
causa levantada por la denuncia a la Policía de Necochea
decidió archivarla por no haber un objetivo claro para proceder a una sanción
pues la ley bajo la que se ejerció la acción policial, establece que la falta
deriva de la ofensa a la decencia pública, lo que el juez consideró “notoriamente inconstitucional [ya que…] imposibilita a las personas
conocer los límites de lo punible y lo impune”. Poder Judicial, Ob. Cit., p. 2.
[50] “Pija” es un nombre coloquial para el
pene. Llama profundamente la atención que de entre los debates posteriores al
evento destacó la declaración en Twitter del actor Antonio Birabent:
“lo del #tetazo es una manera de protesta bastante
fea. Igual que si mañana se hace un #pijazo”. Ahí se
generó un debate de magnitud considerable que fue referido en diversos sitios
de internet destacando la polémica sobre si es lo mismo tocar el pecho de un
hombre que el de una mujer y si la oposición correcta es entre tetazo/pijazo o
como corrige una respuesta en el mismo Twitter conchazo/pijazo. [En línea] https://twitter.com/antoniobirabent
/status/82976402108
3656192?lang=es [Consulta:
3 de septiembre de 2017].
[51] En un brevísimo
artículo Marvin Harris aborda la interrogante sobre porqué tienen las mujeres
los pechos permanentemente hinchados. El argumento central es el nexo entre
grasa corporal y éxito reproductivo “La razón de que el busto
rebosante adquiera la facultad de excitar a los machos humanos se debe a que
existe una relación entre éste y el éxito reproductor”. Harris,
Marvin, “¿Por qué tienen las mujeres los pechos permanentemente hinchados?”,
en: Nuestra especie, Alianza Editorial,
Madrid, 1997, pp. 173. Es claro entonces el vínculo adaptativo entre el busto
femenino y la práctica de la sexualidad, pues a mayor tamaño del busto femenino
mayor éxito reproductivo es decir, que el placer sexual está conectado
biológicamente no sólo con las sensaciones en los órganos sexuales como tal
sino al éxito reproductivo que es su razón de ser y en ello las tetas femeninas son completamente distintas de las
masculinas. Por lo tanto el argumento de que “las tetas
no son genitales” es correcto en un sentido pero en otro no, pues la sexualidad
humana intersecta genitales y senos femeninos. De ahí la práctica de encadenar clasificatoriamente el ocultamiento de los senos al parejo
de los genitales. Harris también llama la atención sobre la arbitrariedad de la
atracción masculina a la vista del torso femenino citando que en la Micronesia
“los senos femeninos desnudos no son excitantes al
decir de los varones y que estos se extrañan de que los extranjeros armen tanto
alboroto a cuenta de ellos. Evidentemente, la fuerza de atracción del pecho
femenino tiene un fuerte componente cultural”. Harris, Marvin,1997,Ob. Cit.,p. 175. Desde luego que
la potencia de los antagonismos clasificatorios puede a través de un proceso
político, desnaturalizar esta relación o naturalizarla de manera extrema; ambos extremos son
arbitrarios.
[52] Durante el periodo de redacción de
este trabajo acudí a las playas de Isla Mujeres en el caribe mexicano como
vacación. Durante 4 días observé a dos mujeres jóvenes que invariablemente se
asolearon en el mismo sitio con el torso desnudo, en una playa que no era
nudista y en donde únicamente ellas dos
se asoleaban así. Sin haberlas entrevistado llamaron mi atención dos aspectos
del hecho: Uno, la convicción de su derecho al acto, pues no estaban en una
zona alejada o de baja concurrencia sino a unos cuantos metros de la orilla del
mar y que tenía bastante tránsito por ser un lugar de paso. Dos, que cada vez
que se levantaban para meterse al mar o retirarse a la sombra cubrían sus senos
con su traje de baño, imagino que por saber su condición disruptiva en esa
playa mexicana de carácter familiar. A pesar de estar rodeadas de personas si
estaban acostadas boca arriba, no mostraban ninguna señal de pudor o de buscar
cubrirse, pero a tal grado llegaba su conciencia y cuidado, que al sentarse o
pararse cubrían su pecho y pezones con el brazo y la mano para colocarse el
corpiño. Desde mi punto de vista y con las herramientas teóricas presentadas,
creo que su conducta obedecía a un claro conocimiento de que las tetas de las mujeres y de los hombres no son
iguales. Al estar acostadas la relajación del seno no hace tan
evidente su volumen, situación que cambia notablemente al levantarse, revelando
su distinta naturaleza morfológica. Es decir, reivindicando su derecho a
asolearse sin hacer de su presencia un acto político, tuvieron cuidado no por
su sensación de vergüenza sino por el pudor que pudieran experimentar los demás
bañistas. No habiendo condiciones para entrevistarlas, considero factible esta
interpretación debido a lo regular del fenómeno.
[53] Agustín Laje
en: “ATT…” Ob. Cit., (3’ 00”).
[54] El apoyo de los argumentos de Michel
Foucault es aquí imprescindible. Presenta el argumento de ser el cuerpo un
objeto y blanco del poder y por ende se le imponen coacciones, interdicciones y
obligaciones. Es lo que llama procedimientos disciplinarios sobre el cuerpo. “Fórmase entonces una política de las coerciones que constituyen un trabajo
sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus elementos, de sus gestos, de
sus comportamientos […] Una anatomía política, que es igualmente una mecánica
de poder […] La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos
dóciles”. Foucault, Michel, Vigilar y castigar.
Nacimiento de la prisión, Siglo XXI, Buenos Aires, 1976, p. 126.
[55] Son del mayor interés las imágenes de
mujeres que no pudiendo vencer el pudor de mostrar las tetas
en público, exponen moldes de plástico sobrepuestos a la ropa o como en la
imagen del enlace siguiente, dibujan sobre la playera la forma del pecho y el
pezón. Disponible en: [En línea]http://www.eldiario.ec/centro/noticias-santodomingo-ecuador/422135-convocan-a-te
tazo-por-accion-policial-contra-mujeres-en-topless-en-playa-argentina/ [Consulta: 27 de
agosto del 2017].
[56] Aquí se tiene en
mente el sólido trabajo de Victor Turner relativo a
la condición performativa de actos disruptivos
considerados como “dramas sociales”, en donde el significado que proyectan no
ocurre únicamente en la dimensión cognitiva del hecho sino en la emotiva.
Turner, Victor, “Dramas sociales y metáforas
rituales, en: Ingrid Geist (Comp.), Antropología del ritual. Victor Turner,
ENAH, México, 2002a; y “La antropología del performance”,
en: Ingrid Geist (Comp.), Antropología
del ritual. Victor Turner, ENAH, México,
2002b.
[57] En un texto
anterior trabajé de manera extensa el mecanismo por el que diferencias
clasificatorias se transforman en asimetrías como consecuencia de algún
procedimiento que otorga ventajas por dicha diferencia. El aprovechamiento de
las asimetrías resultantes para ordenar la conducta de los demás, es el paso
necesario para consolidar el ejercicio del poder. Barquín, Alfonso, Antropología y poder político. El ejercicio de poder en las políticas
de educación intercultural, INAH, México, 2015, Capítulos I y II.