EXPLORACIÓN,
INVASIÓN Y ENFRENTAMIENTOS ENTRE HUESTES. LENTA Y CONFLICTIVA CONFORMACIÓN
DE LA GOBERNACIÓN DEL TUCUMÁN (1535-1563)[1]
EXPLORATION, INVASION AND CONFRONTATION BETWEEN
HUESTES. SLOW AND CONFLICTING CONFORMATION OF
THE GOVERNMENT OF TUCUMÁN (1535-1563)
Leticia Daniela Carmignani
Universidad
Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades.
Escuela
de Historia: Cátedras de Historia de América I y Etnohistoria Andina.
Becaria de
CONICET (IDH, CONICET-UNC).
leticiacarmignani@gmail.com
Fecha de ingreso: 15/03/18
Fecha
de aceptación: 02/09/18
Resumen
Analizaremos
la etapa de la invasión y fundación de las primeras ciudades al sur del Collasuyu, en el espacio que se conformará como Gobernación
de Tucumán, teniendo en cuenta los conflictos limítrofes y de huestes y las
relaciones con las sociedades indígenas, considerando las disputas por la
inclusión de estos territorios como parte de la gobernación de Chile o la
intención de separarla gobernación independiente, dependiente judicialmente de
la Real Audiencia (1535-1563).
Palabras Claves: Invasión, Gobernación del Tucumán, Fundación de ciudades, Siglo XVI
Abstract
We will analyze the stage of the invasion and founding
of the first cities south of the Collasuyu, in the
space that will be established as Gobernación del
Tucumán in 1563, taking into account the jurisdictional conflicts, hostilities
between conquerors and the relations with the indigenous societies, considering
the disputes over the inclusion of these territories as part of the Gobernación de Chile or the intention of separating
independent governance, judicially dependent on the Real Audience (1535-1563).
Key
Words: Invasion, Government of Tucumán, Citizens
foundation, Century XVI
Introducción
El objetivo del presente artículo es analizar
el proceso de conformación del Tucumán como Gobernación entre 1535 y 1563, es
decir, durante la etapa de invasión, conflictos entre las huestes, fundación y
traslados de las primeras ciudades. Para ello nos proponemos considerar las
disputas por la inclusión de estos territorios en la jurisdicción de la
gobernación de Chile[2]
o por su constitución como gobernación independiente dentro del virreinato del Perú.
Si bien el tema ya fue analizado por diversos
autores, entendemos que puede ser revisado nuevamente, evitando miradas
nacionalistas y considerando además de la situación general del virreinato y
los proyectos de sistema colonial en disputa, los conflictos entre las
distintas huestes y las actuaciones de las sociedades indígenas, lo que implica
tener en cuenta también procesos y coyunturas de alianzas, negociaciones y
conflictos entre autoridades coloniales, entre huestes, autoridades indígenas y
españolas, o entre indígenas y españoles a nivel individual. En esta búsqueda,
deberemos además desmontar y comprender cómo estos procesos históricos fueron
leídos y explicados por las diferentes líneas historiográficas.
El recorte temporal propuesto para nuestro análisis se inicia con las primeras
incursiones españolas al sur del Collasuyu al mando
de Diego de Almagro en 1535 y se cierra en 1563, con la definición
jurisdiccional de la “Gobernación de Tucumán, Juríes
y Diaguitas”, dependiente judicialmente de la Audiencia de Charcas, dentro del
virreinato peruano. Analizaremos el conflicto jurisdiccional a partir
del enfrentamiento entre las aspiraciones del gobernador de Chile Pedro de
Valdivia y sus partidarios Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre por incorporar
al espacio del Tucumán en su jurisdicción, y las aspiraciones del capitán Juan
Núñez del Prado y otros sectores para lograr el reconocimiento separado de
dicha jurisdicción.
Durante este período comienza el proceso de la invasión militar[3] a la región (1535-1536), el avance y
ocupación por medio de la “conquista privada”[4],
y la pacificación de la red de caminos
que vinculaban Charcas, Chile y el Atlántico[5].
Esta etapa incluye para el Tucumán, el momento inicial de reconocimiento
del territorio y de sus sociedades y posteriormente el proceso conflictivo del
asentamiento español y de la fundación de precarias ciudades fuertes[6],
desde 1550, que son rápidamente trasladadas, abandonadas o destruidas por la
resistencia de las sociedades indígenas, al mismo tiempo que se desarrollan conflictos
entre los conquistadores. A la inestabilidad se suma la poca claridad o
definición respecto de los títulos de nombramientos y del alcance de las
jurisdicciones asignadas a los capitanes de las huestes, al menos durante los
primeros años. Este proceso se interrumpirá con la gran sublevación indígena de
1562-1563 que sólo deja en pie y cercada la ciudad de Santiago del Estero y
luego de la cual continúa la fuerte resistencia indígena en puna y valles
Calchaquíes, mientras en las “tierras bajas” se reanuda el proceso fundacional
de ciudades[7].
Para analizar dicho proceso realizamos un
primer apartado con una revisión general de la historiografía tradicional que
ha estudiado el tema, buscando conocer y analizar el contexto de producción de
las obras, sus perspectivas y desmontar sus principales hipótesis.
En los apartados siguientes nos centramos en
el análisis del proceso histórico de invasión española al Tawantinsuyu
y luego a la región del Tucumán, preguntándonos por la existencia de distintas
“corrientes fundadoras” (huestes que las conforman, divisiones internas,
accionar y sus vínculos con las Audiencias Reales de Lima y Charcas) y sus
diversas relaciones con las sociedades indígenas. Este análisis nos permite
identificar estrategias o enfrentamientos y fidelidades personales e
institucionales, que pudieron luego incidir en las características de la
fundación de las ciudades y en la conformación de la gobernación del Tucumán y
posterior consolidación del sistema colonial en la región. La lectura e
integración de los estudios realizados por los historiadores de fines del siglo
XIX y principios del XX, de corte tradicional y en clave de historia militar y
política sobre la Gobernación del Tucumán durante el siglo XVI, se complementa
y contrasta con la consulta de fuentes documentales éditas
incluidas como parte de las compilaciones de transcripciones realizadas por
autores como Roberto Levillier, José Toribio Medina y
Ricardo Jaime Freire.
El análisis de los antecedentes historiográficos y sus aportes en torno
al conflicto
En este apartado, recuperamos obras de
diferentes autores que trataron el proceso de la conquista del Tucumán,
específicamente articulado con el conflicto jurisdiccional con Chile entre Juan
Núñez del Prado y Francisco de Villagrán y Francisco de Aguirre, y la posterior
definición de la región como “Gobernación del Tucumán, juríes
y diaguitas” sujeta judicialmente a la Real Audiencia de Charcas desde
1563.Entendemos que para analizar el tema debemos revisar con una mirada crítica
la historiografía que lo abordó, teniendo en cuenta los objetivos de los
autores y el contexto de producción de cada obra, ya que desmontar estas
investigaciones, sus hipótesis e identificar las fuentes utilizadas en sus
argumentos, nos permitirá acercarnos a la complejidad del problema.
Partimos de los aportes de Raúl Molina[8],
por su gran erudición y conocimiento de la historiografía argentina sobre el
periodo colonial y porque en su análisis, ubica en su contexto de producción a
cada una de las obras historiográficas y las relaciona con los objetivos
políticos de los historiadores que las produjeron y con los documentos que
consultaron. Para él, los estudios sobre el período colonial provienen primero
de historiadores que eran parte de órdenes religiosas, contemporáneos al
período analizado, entre ellos Reginaldo de Lizárraga, Pablo Pastells, Nicolás Del Techo, Pedro Lozano y José Guevara.
Luego continúan los autores y corrientes a quienes Molina ubica dentro de la
historiografía argentina sobre el periodo colonial. La primera corriente surge
en el contexto de 1810 y se extiende a segunda parte del siglo XIX, denominada
como “Escuela Afilosofada”[9],
partidaria de una “Leyenda Negra” o “leyenda del odio” hacia los españoles y
“detractora” del pasado colonial, que permitía la legitimación de la Revolución
de Mayo y la independencia. Entre estos autores, por ejemplo, se encuentra el
Deán Gregorio Funes[10],
quien narra los sucesos coloniales enfrentando en su relato a “patriotas” con
“antipatriotas”, ubicando en el último grupo a Francisco de Aguirre y Francisco
de Villagra.
Posteriormente, otro grupo de historiadores
comienza a gestarse (leyendo crónicas como la de Ruy Díaz de Guzmán, Martín del
Barco y Centenera o del Padre Guevara) a quienes Molina identifica como la “Escuela Científica” y que progresivamente van apoyando sus
trabajos en la búsqueda de una “la investigación objetiva
de los repositorios nacionales y extranjeros que luchará por el estudio del
pasado remoto” [11].
Entre ellos ubica a Pedro de Ángelis[12],
Manuel Ricardo Trelles[13],
Vicente Quesada, Paul Groussac[14].
Se trata de trabajos de historia política y positivista que empiezan a tener
lugar en la historiografía argentina entre fines de siglo XIX y comienzos del
siglo XX, y cuyo paralelo hemos ubicado en la historiografía chilena, como por ejemplo
los textos del argentino Vicente Quesada[15]
quien responde y se enfrenta al autor chileno Miguel Luis Amuñátegui[16].
Entre estos trabajos, nos interesan especialmente los que a partir de crónicas
y de documentos coloniales analizan el periodo objeto de nuestro artículo ya
que aportan valiosos datos, que deben ser leídos con muchos resguardos
metodológicos.
Estos estudios, caracterizados por la
minuciosa lectura y selección de fuentes, según consideramos, se producían al
servicio de la construcción de las historias nacionales de los respectivos
países e intentaban sustentar documentalmente los derechos jurisdiccionales y
territoriales que las nuevas repúblicas se estaban disputando, basándose para
ello en los antiguos derechos coloniales[17].
Recordemos que durante las últimas décadas del siglo XIX, con las expansiones
de los países sudamericanos como Argentina y sus países vecinos que reclaman para
sí los derechos territoriales de sus antiguas jurisdicciones coloniales, se
suscita una serie de conflictos y tratados en torno a las definiciones
limítrofes. Entre 1879 y 1883 se dio el enfrentamiento armado entre Chile y
Bolivia y Perú en el marco de la “Guerra del Pacifico” o Guerra del “Guano y la
Salitre” -productos en cuya explotación estaban interesados capitales
europeos-, donde Chile expandió su territorio hacia el norte sobre zonas
ubicadas al oeste de Bolivia y Perú, dejando a Bolivia sin salida al mar[18].
En ese contexto regional, Argentina y Chile
disputan sus límites jurisdiccionales respecto por un lado, de un corto sector
occidental de la región de Atacama[19]
y por el otro de la Patagonia[20]
–incluyendo al estrecho de Magallanes-, siendo este sector el que mayor interés
y movilidad de recursos concentró. Para saldar esos roces y dirimir los
conflictos, los intelectuales políticos, juristas, e historiadores de cada país
presentaron documentos coloniales como elementos probatorios. El contexto es
analizado por Delia Otero, quien enmarca el conflicto por la región de Atacama
entre Chile y Argentina dentro de un problema mayor que involucraba también a
Bolivia (que junto con Perú había sido derrotado en la guerra del Pacífico) y
al sistema de relaciones de toda esa enorme área[21].
En este marco, a principio de siglo tenemos
las historias nacionales y provinciales de Ricardo Jaimes
Freire, Roberto Levillier[22],
y las contrapartes chilenas de Tomas Thayer Ojeda[23],
Diego Barros Arana[24]
y José Toribio Medina[25],
entre otros. En general autores como Levillier,
Thayer Ojeda, y Barros Arana y Medina dedican muchas páginas a la construcción
de las historias nacionales positivas y fácticas basadas en documentos, buscando
interpretar los títulos o nombramientos de los conquistadores, reconstruir
geográficamente el recorrido de las expediciones y fundaciones de ciudades o
demarcar límites jurisdiccionales. Tienden a pensar la historia colonial como
parte de la construcción de los espacios nacionales y políticos. Respecto al
conflicto que indagamos de nuestro artículo, los autores presentan un gran
acervo documental, pero generan muchas disputas entre sí por las diferentes
interpretaciones de los mismos documentos. Por ejemplo, entre los citados Levillier y Thayer Ojeda, se da un debate donde sus obras
se responden mutuamente, discutiendo referencias documentales e
interpretaciones de las mismas[26].
Entre los textos de principio de siglo aunque
con otra perspectiva –más cercana a la nuestra- destacamos a Ricardo Jaimes Freire[27]
quien realizó una compilación documental y un análisis de la invasión española
a la gobernación del Tucumán, desde una mirada regional, buscando reconstruir
los recorridos de conquistadores, dando cuenta de diferencias étnicas y
sociales de los habitantes prehispánicos. En su obra busca mostrar que antes de
las fundaciones de ciudades españolas en esta región, el “Tucumán” era un
espacio conocido en el Perú, al menos por las entradas al territorio y que no
se pensaba como parte de Chile. Además, entiende que esta denominación del
“Tucumán” está más vinculada a un espacio étnico que a límites territoriales
precisos, y se va construyendo y llenando de contenido mientras avanzan las
invasiones y fundaciones. Su discípulo Manuel Lizondo
Borda continúa esta perspectiva.
En este contexto de producción, también
destaca para nuestro análisis la obra de Juan Christensen[28],
ya que sus argumentos no parecen estar en función de las disputas territoriales
nacionales contemporáneas, aunque sí compara a Francisco de Aguirre con Juan
Núñez del Prado en torno a su “tiranía”, “fidelidad” o “buen gobierno” y
alianzas, etc. Esta perspectiva menos ligada a cuestiones nacionalistas, le
permite cruzar diferentes fuentes en su análisis. Nos arriesgamos a pensar que,
por no ser sus obras funcionales a los intereses políticos de la época, no
tuvieron en su momento la transcendencia ni la difusión que lograron las obras
de otros autores contemporáneos que se ubican hoy como clásicos nacionales
sobre la historia colonial como por ejemplo Levillier.
Entendemos que estas historias sobre el
período colonial que se escribieron a principios de siglo XX, en el contexto de
definiciones nacionales que oponían a Chile y Argentina, dejaron una huella en
la forma de explicar el proceso de descubrimiento e invasión de la región. Unas
décadas después, encontramos obras historiográficas que mantienen estas perspectivas
tradicionales de historia política, sobre todo centradas en estudios biográficos
o de las instituciones religiosas como el de Cayetano Bruno[29].
Estas obras no analizan en profundidad los conflictos políticos que nos
interesan, pero si retoman las miradas dicotómicas para explicar la invasión
española de las sociedades indígenas y el territorio que luego será la
gobernación del Tucumán, refiriendo a “corrientes pobladoras” que estarían
representadas por Núñez del Prado por un lado y por Valdivia por otro. Así, diferencian
la corriente procedente “del Perú/Alto Perú” de la “de Chile”[30],
o también las oponen como “corriente del norte” y “del oeste”. En otras obras
incluye a ambas del “norte” y del “oeste” en la corriente conquistadora “del
Pacífico” [31].
En la actualidad, vemos trabajos contemporáneos
de difusión que retoman estas oposiciones poniendo énfasis en los aparentes lugares
de procedencia de las huestes o en las rutas llevadas adelante y las describen también
como “corrientes colonizadoras” o “de poblamiento”, que diferencian la
“corriente del Alto Perú” de la “corriente de cuyo/Chile”, sin indagar
demasiado las características de las mismas, en la movilidad y estrategias de
los miembros de las huestes[32].
Antes de desarrollar nuestro análisis sobre
el proceso histórico de invasión española al sur del Collasuyu,
especialmente a la región del Tucumán, presentaremos una síntesis general del
proceso de invasión al Perú y de los primeros años de transición hacia el
sistema de dominación colonial, en donde se enmarcará.
La invasión del Perú y sus conflictos
La
etapa de “descubrimiento” del continente Americano se extiende, para Carlos S. Assadourian, desde 1492 hasta 1516 cuando las puertas de
las Indias son abiertas para la
exploración y explotación desenfrenada y donde el carácter de la conquista va a
provenir de la incorporación de la empresa privada como soporte económico y
humano, mientras el Rey se reserva una parte de los beneficios y por medio del
otorgamiento de capitulaciones dirige y controla dichas expediciones privadas[33].
En la siguiente etapa, la
“expansión” española se extiende desde las Antillas como su base de
irradiación, y a partir de 1518-1520 cobra un ritmo acelerado por medio del ataque e
invasión de las civilizaciones de las altas mesetas y de la conquista de los
cuatro quintos de la población indígena: partiendo de Cuba se realiza la
conquista de la confederación azteca, mientras que desde Tierra Firme se
conquista el Tawantinsuyu. La expedición de Cortés
(1517) y la de Pizarro (1531) significaron la incorporación de los dos grandes
ejes de presencia española, con sociedades con estructuras complejas de
dominación, acostumbradas a un sistema colectivo de producción mediante la
organización del trabajo[34].
Los
españoles habían llegado al Perú en medio de la guerra civil de sucesión entre
los Incas Huáscar (gobernador del Cuzco) y Atahualpa (a cargo de Quito) y sus
facciones, ambos hijos del fallecido Inca Huayna Capac.
En 1532, estando prisionero de los españoles, Atahualpa manda a matar a Huáscar
y sus parientes, pero después Atahualpa es ejecutado en Cajamarca por Francisco
Pizzaro, en 1533[35].
Luego de la ejecución, Pizarro y Almagro para facilitar su control sobre el
Imperio nombran a Tupac Huallpa
como monarca “títere” quien a los meses fallece en Jauja. A media que iba
desestructurándose el control incaico, iban resurgiendo los poderes de los
señoríos étnicos que estaban bajo su sujeción[36].
Los invasores avanzan como liberadores
hacia el Cusco que estaba tomado por la facción quiteña, entran a la
ciudad junto con Manco Inca y luego de
saquearla nombran como Inca títere a Manco que en un comienzo les responde como
aliado para enfrentar a los quiteños[37].
En 1535, Francisco de Pizarro funda la ciudad de Los Reyes (Lima) y se inician
las tensiones con su socio Diego de Almagro por la jurisdicción del Cusco[38],
quien después de un concierto[39]
o acuerdo con Pizarro, realiza una expedición al sur del Collasuyu
con Paullu Inca (hermano de Manco[40]),
el Villaoma (autoridad religiosa inca), 500 españoles
y miles de indios, esperando descubrir riquezas similares a las del Cusco.
Para
este momento en 1535, el proceso de expansión en Sudamérica se modifica con los
intentos de incursión sobre territorios con poblaciones cazadoras-recolectoras
o agricultoras rudimentarias de débil densidad y de estructuras políticas poco
complejas, con capacidad para confederarse ocasionalmente[41].
El avance más allá de los Andes centrales comienza a través de dos ejes: uno “se extiende a lo largo de la costa del Pacífico (Chile) y el otro se
interna en la incierta masa territorial conocida como el Tucumán, y a través de
tanteos, detenciones y marchas divergentes va expandiéndose hacia el sur en
búsqueda del puerto atlántico”
[42].
Estos dos ejes de avance nos interesan en tanto entendemos que es en el punto
de contacto de ambos, donde se va a
centrar el conflicto jurisdiccional que abordaremos.
La
expedición de Diego de Almagro fue trágica. Regresa al Perú y en 1537 toma la
ciudad de Cusco considerando que pertenecía a su gobernación, apresando a
Hernando y Gonzalo Pizarro y coronando a Paullu como
Inca. En este momento se agudiza el antagonismo entre Almagro y Pizarro, y
éstos se enfrentan apoyados por sectores conquistadores (que se denominados
como “almagristas” y “pizarristas”).
En la batalla de las Salinas (1538) Almagro es ejecutado por Hernando Pizarro,
pero a pesar de este hecho los enfrentamientos continúan con la lucha de las
facciones a cargo de los hijos o hermanos de ambos conquistadores. En 1541 un
grupo de almagristas mata a Francisco Pizarro en Lima
y Diego Almagro el Mozo (h) se proclama gobernador y capitán general del Perú,
nombra a tenientes, organiza un ejército y realiza ejecuciones, pero será
derrotado junto los rebeldes en 1542, por el gobernador Cristóbal Vaca de
Castro en la Batalla de Chupas[43].
Ante las denuncias de religiosos encabezados
por fray Bartolomé de las Casas por la explotación que venían sufriendo los
indígenas por parte de los encomenderos, en 1544 el primer virrey del Perú
Blasco Núñez Vela llega a Lima para imponer las Leyes Nuevas, promulgadas por
Carlos V con el objetivo de moderar la explotación de los indios encomendados
y, en el mediano plazo, abolir las encomiendas. Estas leyes fueron abiertamente
rechazadas por los encomenderos quienes, liderados por Gonzalo Pizarro, se
levantan en rebelión y en 1546, en la Batalla de Añaquito,
matan al Virrey. Al año siguiente, en la Batalla de Huarina,
cerca del Titicaca, la gente de Pizarro triunfa contra los realistas.
Es el presidente de la Audiencia de Lima
Pedro de La Gasca (el “pacificador”) quien derrota a Gonzalo Pizarro y a los
rebeldes en la batalla de Jaquijahuana, gracias a una
política de captación de los encomenderos sublevados por la que iba reuniendo
gradualmente un ejército real. Luego, redistribuye las encomiendas y realiza
las primeras tasaciones del tributo que los indios debían entregar[44].
Entre 1551 y 1552 gobierna el virrey Antonio de Mendoza y en el año 1556 llega
a Lima el nuevo virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza y Cabrera (Marqués de
Cañete), mientras en España abdicaba el Rey Carlos V, tomando su lugar Felipe
II. Nombrado por el nuevo Rey, Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva
asume Virrey en 1560 reemplazando a Cañete.
Assadourian, recupera y analiza lo
acontecido durante esos años en torno a lo que denomina como un proceso de transición al sistema de dominación colonial en el Perú[45],
diferenciando dos coyunturas políticas: entre 1550-1560 la “década de la
política moral” durante el reinado de Carlos V (hasta 1556), caracterizada por
el accionar del “Partido de los indios”, es decir, por la alianza entre
funcionarios reales (como el presidente La Gasca, los oidores de la Audiencia
de Lima y los virreyes Mendoza y Cañete[46]),
los religiosos lascacianos (como el arzobispo Loayza
y fray Domingo de Santo Tomás) y Señores étnicos o caciques principales de
diferentes parcialidades indígenas, que conjuntamente llevan adelante
denuncias, medidas y políticas favorables a las sociedades indígenas, en pos de
su evangelización y la reducción de su sobreexplotación en manos de los
encomenderos. Paralelamente y a causa de la aplicación de tasas y retasas para
reducir el tributo y la explotación de los indios, y de las provisiones de
funcionarios para “amparar y defender a los naturales” [47],
los encomenderos van perdiendo sus atributos señoriales sobre los pueblos
indígenas. En ese contexto, los encomenderos presentan al rey una propuesta de
compra a perpetuidad de las encomiendas, incluyendo la jurisdicción civil y
criminal sobre las sociedades indígenas. Esta propuesta, y especialmente el
aspecto de la Jurisdicción civil y criminal, comienza a ser analizada por el
Consejo de Indias, juristas y teólogos con preocupación de los daños que podría
traer a la Corona y a las sociedades indígenas, y por las contradicciones que
generaría con el proyecto evangelizador[48].
Frente a esto, adelantamos que los Señores étnicos de la mano de los religiosos
lascasianos, elaborarán un proyecto propio de sistema
colonial en donde pudieran conservar sus señoríos, y se dejara afuera a los
encomenderos.
Como segunda coyuntura, Assadourian
caracteriza desde 1560 la década “ofensiva contra las sociedades indígenas”, en
donde las preocupaciones de la Corona, ahora con Felipe II (y de la mano del
nuevo virrey Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva), se centran en
aumentar la rentabilidad de los territorios conquistados y para ello analizan
económicamente los diferentes proyectos y se ensayan políticas, que postergan
el fin evangelizador de la conquista. El “Partido de los indios” ahora deja de
contar con el apoyo de funcionarios reales y se conformará por los religiosos
de origen lascaciano y las autoridades étnicas,
quienes ante el ofrecimiento de los encomenderos presentan una contrapropuesta
al Rey[49].
El Rey y sus funcionarios evalúan ambos proyectos y el Virrey presenta uno
nuevo que implicaba la repartición de las encomiendas en tercios[50]
y atacaba el poder de los Señores étnicos. Este periodo, de la ofensiva a las
sociedades indígenas y planteo de proyectos posibles, continúa de la mano del
gobernador García de Castro hasta 1569-1570 cuando con la llegada del Virrey
Toledo y sus reformas, se termina por atacar tanto al poder encomendero como al
poder de las autoridades étnicas, en pos de una mayor rentabilidad para la
corona y de un control y aumento de la explotación minera.
La invasión española del Tucumán y sus conflictos
Sociedades indígenas y primeras “entradas al
Tucumán”
Para comprender el proceso de invasión de la
gobernación del Tucumán es fundamental caracterizar a las sociedades indígenas
que habitaban este espacio y conocer la vinculación que tuvieron con el Tawantinsuyu durante el periodo prehispánico, para lo cual
se deben cruzar los datos políticos y militares con los análisis
etnohistóricos. Como actores, las sociedades indígenas colaboraron o
resistieron el avance de las huestes españolas. Además, sabemos que el trabajo
de los grupos indígenas dominados bajo el sistema de encomienda de indios fue
la principal fuente de riqueza a la que aspiraban las huestes conquistadoras y
el principal premio en espacios como el Tucumán, donde escaseaban los metales
preciosos[51].
Como explica Silvia Palomeque,
las tierras ubicadas al sur del Collasuyo eran un
mundo “descubierto” y en parte sometido a los Incas, ya que había sectores
donde el sistema vial de caminos denominado qhapaq-ñan funcionaba, mientras otras zonas (como en
las tierras bajas que iban desde los Xuries hasta el
Río de la Plata y de allí a la cordillera) les eran conocidas, pero no estaban
incorporadas al Imperio Incaico. Este dominio se habría consolidado en dos
sectores, uno en las tierras altas y el piedemonte en donde se había establecido
con las habituales estructuras estatales como caminos, autoridades, etc., y
otro hacia la franja de tierras bajas cercanas al piedemonte, donde se
establecieron alianzas defensivas flexibles, basadas en buenas relaciones con
los grupos indígenas locales (que podían incluir la instalación de mitimaes y
la construcción de fuertes).[52] En estas relaciones, las autoridades étnicas
tenía un papel central:
El sistema de adhesión entre
incas y curacas locales andinos, basado en el parentesco y que requería que
cada inca reconfirmara su autoridad, no funcionaba bien en sistemas sociales
diferentes, de rudimentaria organización política, donde los señores locales
tenían escasa autoridad. La conquista militar inca era rápida y basada en la
fundación de asentamientos en sociedades semejantes, que no estaban en la
‘frontera’ ni debían protegerla, sino que eran puntos de apoyo a partir de los
cuales desarrollaban avances pacíficos hacia estas zonas nuevas, de sociedades
diferentes, en base a ‘dones prestigiosos’ y ‘lazos de adhesión[53].
Así, el avance del Tawantinsuyu
fue constituyendo en estas áreas, relaciones étnicas particulares que se vieron
sacudidas por la llegada de los españoles. Para Ana María Lorandi,
los cambios impuestos por el dominio inca y por las presiones de las poblaciones
que avanzaban desde el este dibujaron un perfil multiétnico en el área, que
condicionó las estrategias frente al nuevo invasor español y originó conflictos
territoriales internos al desaparecer la pax incaica. Además,
las permanentes luchas internas en las que vivían grupos del valle Calchaquí,
según señalan las fuentes de los siglos XVI y XVII, pueden entenderse como la
competencia por el control de recursos agravada por la permanencia de mitimaes
en las antiguas tierras estatales. Pero estas fricciones interétnicas podían
ser superadas para impedir los reiterados intentos de los conquistadores para
someterlos a servidumbre. La cohesión era posible “gracias al
liderazgo regional de algunos caciques, cada uno de los cuales dejará su
impronta en los métodos que adopta la resistencia, pero en la cual todos
obtienen igual éxito en conservar la independencia a la que no estaban
dispuestos a renunciar[54]”.
Estas sociedades indígenas serán las que interactúen con los
españoles en su avance hacia el sur del Tawantinsuyu
y del nuevo virreinato del Perú.
Sabemos que las primeras “entradas” de
conquistadores españoles al sur del Collasuyo no
realizaron fundaciones de ciudades, principalmente a causa de la fuerte resistencia
indígena, sin embargo, los ingresos al territorio sirvieron de antecedente y
exploración para la invasión y posterior el asentamiento, ya sea para los
españoles como para las sociedades indígenas. Este proceso de avance español
sobre las regiones que luego irían conformando las gobernaciones de Chile y de
Tucumán no se dio de manera uniforme y continua, estando sus disputas ligadas a
las diferentes coyunturas políticas a las que ya hemos referido.
Como habíamos adelantado, la primera entrada
a la región es encabezada por Diego de Almagro[55]
-socio de Francisco Pizarro en la conquista del Perú- entre 1535-1536. Almagro
(con sus soldados y yanaconas) avanza en compañía de Paullo
Inca y del Villaoma siguiendo el camino del Inca por
las altas tierras andinas, pero enfrenta una fuerte resistencia en el valle de
Jujuy y en los valles Calchaquíes. Debe atravesar la cordillera nevada de los
Andes dirigiéndose hacia Chile[56],
con muchas pérdidas en el camino, y desde allí los sobrevivientes regresan por
la costa pacífica hacia el Cusco, donde se agravan las tensiones entre las
facciones invasoras. Lorandi va a remarcar el
recorrido de Almagro que abarca ambos lados de la cordillera
Su expedición estaba compuesta
por 500 españoles y miles de indios que condujeron en collera a través del
Altiplano, los valles calchaquíes y el durísimo cruce de la cordillera. En su
ruta, Almagro sufrió diversos ataques de los nativos, pero, al mismo tiempo,
logró abastecerse en los depósitos incaicos que los acogían como aliados de los
reyes incas. El camino de regreso, con sus huestes ya muy diezmadas, se
emprendió a través del desierto de Atacama[57].
Luego del retorno de los expedicionarios al
Perú, las luchas entre Almagristas y Pizarristas y la derrota y asesinato de Diego de Almagro en
1538 demoran una nueva entrada a estos territorios. Posteriormente se sumó la
derrota de Almagro el Mozo en 1542 en manos del ejército del gobernador del
Perú Vaca de Castro y los pizarristas leales a la
Corona, implicando un cambio en el otorgamiento de títulos para conquistar las
regiones del sur y un nuevo impulso.
Casi una década después del primer ingreso,
en 1543 se realiza la expedición de Diego de Rojas, vecino de La Plata. Vaca de
Castrolo nombra como capitán y justicia mayor por los
méritos de la guerra contra los almagristas, nombra además
a Felipe Gutiérrez como capitán general de la conquista y a Nicolás de Heredia
como maestre de campo[58]. Esta entrada es conocida tanto por las
disputas al interior de la hueste[59]
como por la resistencia presentada por las sociedades indígenas. Si bien se
dirigía hacia el oeste por el “el río de Arauco”[60],
en Chicoana la expedición cambia de rumbo y se dirige
a la región “de los Juríes” y en el sitio de Salavina[61],
los indios matan a Diego de Rojas con una flecha envenenada. Posteriormente, la
expedición continúa hasta el fuerte de Sancti Spiritu,
a orillas del Río Paraná y regresa en 1546 al Perú. Esta hueste no logra
asentarse en ningún lugar -salvo por un endeble fuerte- por la resistencia
indígena general que toma más fuerza en las tierras altas de Puna y Valles
Calchaquíes y Valle de Jujuy[62],
sin embargo logra explorar la zona durante tres años y hace un reconocimiento y
evaluación de la zona, observando al menos la capacidad tributaria y la
predisposición de las sociedades indígenas hacía el español. Estas
características se vinculaban al tipo de relación que habían mantenido con el Tawantinsuyu[63].
Aunque el avance definitivo sobre “el
Tucumán” parece demorarse, otros conquistadores de estas regiones “al sur del Collasuyo” buscaban apoyo en los diferentes bandos
enfrentados en el Perú para legitimar el avance de sus empresas conquistadoras.
En este sentido, las disputas por las fundaciones de ciudades deben ser
comprendidas como parte de estrategias regionales de diferentes actores, que
comienzan a desplegarse en el contexto anteriormente descripto, dando lugar a
las primeras entradas tanto a la región chilena como a la del Tucumán.
Conquista de Chile y estrategias de Pedro de
Valdivia
En este apartado recuperamos el accionar de
Pedro de Valdivia, principal conquistador y gobernador de Chile, con el
objetivo de analizar el
conflicto entre Francisco de Aguirre y Francisco de
Villagrán (partidarios Valdivia) y Juan Núñez de Prado quien fundó las primeras
ciudades en la región del Tucumán, como parte del proceso de conformación de
la Gobernación del Tucumán.
Pedro de Valdivia, nacido en
Extremadura,
es parte de la hueste de Francisco Pizarro y lo acompaña como maestro de campo
en su enfrentamiento con Diego de Almagro (batalla de Salinas 1538) y luego de
la ejecución de este último, solicita a Pizarro autorización para conquistar y
poblar parte de las provincias que había dejado la muerte de Almagro,
pretendiendo además el dominio de la región asignada por el rey a Pedro de
Mendoza[64].
Estas aspiraciones lo llevan a aplicar diferentes estrategias por ejemplo,
conseguir el traspaso a su nombre de las concesiones hechas a Pedro Sancho de
Hoz (secretario de Pizarro) por las que ambos deberían compartir la conquista
de las tierras del Pacifico[65]. En 1541 como Teniente de Pizarro, funda la
ciudad de Santiago en el país de “Nueva Extremadura” que pocos años después
pasará a llamarse Reino de Chile y, contando con el apoyo de Francisco de
Aguirre[66],
se hace aclamar “Gobernador y Capitán General” por el Cabildo como forma de
legitimar su conquista. Inmediatamente, solicita refuerzos al Perú para
continuarla, pero las guerras civiles complicaban este envío.
Mientras los encomenderos liderados por
Gonzalo Pizarro se oponían a la aplicación de las Leyes Nuevas y se sublevaban,
Valdivia sigue buscando títulos para ampliar y legitimar sus conquistas y
marcha al Perú para tomar parte en la contienda. Llega a Arica en 1547 y,
aunque pertenecía inicialmente a la hueste de Pizarro, ve probable el triunfo
realista sobre los sublevados y apoya a la Corona, siendo uno de los capitanes
del presidente La Gasca en la “pacificación” de los encomenderos. En dicha
disputa, del lado de Gonzalo Pizarro se encontraba Juan Núñez de Prado, pero
ante el fracaso de su capitán se pasa a las filas reales. Paralelamente en
Chile, Francisco de Villagrán (nombrado gobernador interino por Valdivia
durante su ausencia) y Francisco de Aguirre quedan a cargo del gobierno[67].
Con el triunfo de La Gasca, Valdivia consigue título de gobernador y capitán
general de Chile[68],
sin embargo comenzará el proceso de conflictos por la inclusión dentro de sus
límites jurisdiccionales de los territorios al este de la Cordillera de los
Andes que estaban siendo conquistados por Núñez del Prado, también con títulos
de La Gasca[69].
Aunque el título otorgado por el Presidente
de la Audiencia de Lima La Gasca en 1548 era el único válido que tenía
Valdivia, hacía algunos años que había conquistado Chile, estaban fundadas las
ciudades de Santiago (1541) y La Serena (1544) y se había avanzado en el
descubrimiento y conquista del valle de Copiapó. El nombramiento define el
límite Norte en “Copiapó” ubicado en el paralelo 27°, el límite Sur a los 41° y
hacia el Este se debían medir 100 leguas desde la costa del Pacífico, que
cruzaban la cordillera y llegaban hasta la región conocida como “del Tucumán”.
Sobre esta última región van a suscitarse los conflictos, ya que será
comisionada por La Gasca a Núñez del Prado que ingresa en 1550. (VER MAPA) La
delimitación no conformó al Gobernador que “siempre tuvo la pretensión
de que su gobernación se extendía mucho más al sur y al oriente que los límites
fijados posteriormente en el decreto de Gasca”[70].
En estas pretensiones, contaba con el apoyo de Francisco de Aguirre y Francisco
de Villagra.
Por todo ello, vemos como Valdivia en el Perú
no demuestra fidelidad a la hueste con la que había ingresado, sino que
permanece a la expectativa de los triunfos que van sucediendo y los usa para
legitimar su conquista, mientras que en Chile sus aliados sostienen la
conquista contra posibles rivales. Sin embargo, podemos complejizar este
análisis si incorporamos lo propuesto por Lorandi,
quien plantea que la búsqueda de avance de Valdivia hacia el otro lado de la
cordillera no responde sólo a una ambición de dominio jurisdiccional, sino que
también se explica por la conformación prehispánica étnica y política de la
región, donde la estructura impuesta por el Tawantinsuyu
siguió vigente por dos siglos.
Esta concepción del espacio que
abarca ambas vertientes de la cordillera fue reproducida en la temprana
distribución jurisdiccional del hispánico Reino de Chile, hecho que provocó
conflictos con los conquistadores del Tucumán. Chile se adjudicó toda esta zona
hasta que en 1563 se instituyó la provincia de Tucumán, pero se reservó el
sector cuyano bajo su jurisdicción hasta que en 1776 pasó a formar parte del
virreinato del Río-de la Plata[71].
Además, la autora alerta sobre la necesidad
de no pensar a la cordillera de los Andes como una línea divisoria de regiones,
como la verán los historiadores de comienzo del siglo XX, cuando sobre sus
alturas máximas trazarán en el eje divisor de las nuevas jurisdicciones
nacionales, tal como hemos adelantado en el primer apartado.
El Capitán Juan Núñez del Prado, las primeras
ciudades de Barco en el Tucumán y el comienzo de los conflictos
Diego
de Rojas fue comisionado por Vaca de Castro en 1543 para entrar en una región no ocupada por
españoles, pero que era conocida en el Perú ya que había “notiçia que entre esta provinçia de Chile y el nasçimiento
del río grande que llaman de la Plata, ay una provinçia
que se llama [en blanco en el documento original]”. Al respecto, los
documentos dan referencias sobre un espacio regional “que la
cordillera de las sierras nevadas que atraviesa estas provinçias
hacia el Estrecho, queda entre las provincias de Chili y esta tierra” [72],
y con esta entrada se lograría su exploración y
conocimiento.
En 1549, el nombramiento otorgado por La Gasca a Núñez del
Prado expresa con claridad la intención de fundar y hacer poblaciones españolas
en el territorio. Es decir que la región que posteriormente se iría
conformando como el Tucumán estuvo presente en los objetivos de la expansión,
pero es luego de la derrota de la sublevación de los encomenderos cuando la
invasión hacia las regiones marginales es vista -por los funcionarios- como una
salida efectiva para “descargar la tierra” del Perú de los soldados a los que
debían reconocerles su lealtad. Así, como premio se le otorgaba al capitán de
la hueste la comisión de descubrir y fundar y la atribución de repartir nuevas
mercedes de encomiendas de indios. Paralelamente, esta expansión responde a una
preocupación firme de los principales funcionarios para que se pueblen estas
regiones y se proteja la provincia de Charcas del avance de las sociedades
indígenas chiriguanas[73].
Estas nuevas condiciones y posibilidades, generan movimientos entre los
españoles que se preparan para alistarse y que a partir de vínculos o redes
sociales y políticas van conformando las huestes que marcharán hacia las nuevas
regiones.
La Gasca nombra a Juan Núñez de Prado
–extremeño, que había sido alcalde de minas de Potosí y que se había pasado al
bando realista de La Gasca-, como “capitán y justicia mayor” y le otorga
comisión para fundar un pueblo en la Provincia del
Tucumán, traer a los indios de paz y la atribución para otorgar encomiendas,
nombrar tenientes, etc.
Don Carlos […] por quanto somos informados que adelante de la villa de la
plata provincia de los charcas de los nuestros reinos del piru
esta una provincia que se llama en lengua de indios Tucumán […] que vos Juan
Núñez do Prado[…] mandamos que vais con gente que
para ello fuere necesaria a la dicha provincia del
Tucumán y en la parte y sitio que os pareciere mas
conveniente para poblar pobleis un pueblo y desde el
procuréis de traer en paz a nuestra obediencia y a que oyan
predicación […]criamos y fazemos capitan
e justicia mayor en el dicho pueblo que asipoblaredes
y sus términos a nuestro beneplácito[74]
Por este documento vemos que a Núñez del
Prado no selo nombra como “gobernador” ni se le señalan límites territoriales
precisos, sino que se le ordena “fundar un pueblo” y se dan atribuciones sobre
éste y su jurisdicción, en lo que se denomina la “Provincia del
Tucumán”.
Ese año el conquistador comienza a reunir
soldados para partir hacia el Tucumán mientras paralelamente, Valdivia envía a
Francisco de Villagra a alistar gente al Perú, según Christensen
“ostensiblemente para proseguir la conquista de
Chile, pero en realidad [era] para oponerse a la
expedición de Juan Núñez de Prado al Tucumán”[75]
y formar una propia hueste de avance. Por lo que entendemos a partir de la
lectura de los documentos, el reclutamiento de hombres para las huestes no
tenía carácter definitivo ni homogéneo, ya que por ejemplo vemos entre los
integrantes de la expedición de Núñez del Prado a algunos soldados de confianza
o cercanos a Valdivia, Villagra y Aguirre[76]
y también sabemos que muchos soldados de la hueste de Núñez se pasaron a la de
Villagra. Barros Arana refiere a estos movimientos de soldados de una hueste a otra:
“Juan Núñez del Prado reunía gente para marchar a la
conquista del Tucumán […] pero muchos de ellos desertaron de sus banderas, y se
juntaron en el camino con las fuerzas de Villagra”[77].
Son varios los autores que sostienen que Villagra “sedujo” o convenció a
algunos soldados que estaban en Charcas ya alistados en la hueste de Núñez del
Prado para que la abandonaran y se sumaran a la suya. Es decir que en este año
de 1549 están saliendo dos expediciones hacia el sur, y todos parecían conocer
que iban hacia el mismo territorio, generándose difusas y oscilantes lealtades
de la hueste hacia sus jefes.
Habiendo reunido la gente, Núñez del Prado
parte en 1550 hacia el Tucumán desde Potosí, dejando allí a su maestre de campo
Juan de Santa Cruz[78],
que lo seguiría más tarde llevando hombres y socorros y se encontrarían en Chicoana. Sin embargo, el encuentro entre las dos partes de
la hueste se demora más de lo previsto y el primer grupo continúa su marcha
antes de poder reunirse. Con la provisión referida, en 1550 Juan Núñez del
Prado funda la ciudad de Barco (I) en el piedemonte oriental de la sierra de
Aconquija, en la cuenca superior del rio Dulce, donde pasaba el camino del inca[79].
Desde allí otorga las primeras encomiendas de indios a los vecinos[80].
Mientras Núñez del Prado se hallaba en la
ciudad fundada, la otra parte de la hueste, que había partido más tarde a cargo
de Juan de Santa Cruz y venia bajando hacia la ciudad del Barco (I), es atacada
en Cotagaita por soldados enviados por Francisco de Villagra -entre ellos su
tío Gabriel de Villagra-, quitándoles caballos, provisiones y 28 soldados. Pero
se destaca que algunos miembros de la hueste, como Juan Gregorio de Bazán
(primo de Francisco de Aguirre), no fueron atacados y conservaron sus
bastimentos y caballos, por lo que se deduce que algún vínculo previo con los
asaltantes[81].
Núñez del Prado se enterará de este enfrentamiento más tarde, cuando este grupo
arribe a Barco.
Antes de que llegara el refuerzo de Santa
Cruz con las novedades a la ciudad, Núñez del Prado sale a recorrer la tierra y
en este movimiento, gracias a la información de los indios, se topa y toma por
asalto un asiento donde se encontraban españoles enviados por Valdivia como el
teniente Francisco de Villagra. Núñez del Prado y su gente “desbaratan” dicho
asentamiento y ante la resistencia de los soldados se retiran volviendo a Barco
(I). Posteriormente y como represalia, Francisco de Villagra llega a Barco (I),
apresa a Núñez y lo obliga a renunciar al título de capitán y justicia mayor recibido
del presidente La Gasca, para aceptar el título de teniente de Valdivia y
asumir el sometimiento al Gobernador chileno, que se atribuía la jurisdicción
sobre la ciudad.
Sin embargo, al mes de haber regresado
Villagra a Chile, Núñez del Prado convoca al Cabildo de la ciudad de Barco (I)
y renuncia al título de teniente de Valdivia, publicando el nombramiento previo
que había recibido de La Gasca. En esta decisión no tiene el apoyo de toda la
hueste[82],
e incluso algunos vecinos lo contradicen e intentan una sublevación por la que
son ejecutados[83].
En 1551 traslada la ciudad al valle Calchaquí o Quiriquiri,
como Barco (II), al norte del paralelo 27° y en su información al Rey justifica
el traslado por la incapacidad de abastecimiento, dado que las sociedades
indígenas habrían dejado de responderles frente a las crueldades perpetradas
por Villagra y su hueste en su ingreso a la región[84].
Por este traslado hacia el Noroeste, la ciudad resulta distanciada de la
jurisdicción reclamada por Valdivia, es decir que queda al norte y por fuera
del paralelo 27° (latitud asignada a Copiapó, según La Gasca), límite Norte de
la gobernación de Chile. A pesar de su cercanía, esta nueva ubicación marca una
diferencia con la primera ciudad de Barco (I) que había sido instalada, por
error de cálculo o por la importancia del lugar en el camino del inca, justo al
Sur de dicho paralelo y por lo tanto quedaba incluida en jurisdicción de
Valdivia (VER MAPA).
Este segundo emplazamiento de Barco (II) no
dura demasiado ya que en 1552 volverá a trasladarse saliendo del Valle,
instalándose Barco (III) al borde del Río Dulce, aproximadamente un kilómetro
al sudeste de donde se encuentra actualmente Santiago del Estero. Para autores
como Jaimes Freyre, Christensen[85]
y Levillier[86],
este nuevo traslado responde a la orden del virrey de volver a “los llanos”,
aunque no hemos ubicado dicha orden en documentos. Para Lorandi
son los Calchaquíes quienes expulsan a los españoles y hacen inminente el
traslado de la ciudad[87].
Probablemente la explicación pueda nutrirse de ambas razones.
Recordemos que tanto Valdivia como Núñez del
Prado dependían de las autoridades políticas y judiciales que residían en Lima,
donde estaban el Virrey y la Real Audiencia, y a estas autoridades los
conquistadores van enviando informes para justificar y legitimar su accionar. A
partir de los documentos de las informaciones, Jaimes
Freyre entiende que los traslados de la ciudad del Barco, serían estrategias de
Núñez del Prado para evadir la superposición jurisdiccional y el sometimiento
con Chile:
Cuando salió de ella [Barco I] Núñez
de Prado para trasladar a los valles la ciudad del Barco[II], un año después de
la primera fundación, el gobierno del Perú desaprobó su conducta y le ordenó
que se volviera a los llanos. El conquistador, obligado a obedecer, repasó las
sierras y levantó la ciudad [Barco III] sobre el río Dulce. La indecisión
de los datos geográficos y topográficos dió lugar a
las querellas de jurisdicción con los gobernantes de Chile. No podían éstos
desconocer la legalidad del gobierno de Prado que tenía el mismo origen que el
coetáneo de don Pedro de Valdivia, una provisión de La Gasca; disputaban al
principio los términos de jurisdicción. Para salir de las cien leguas de
Valdivia, según parece, desamparó Prado por primera vez su ciudad y 1a llevó a
Calchaquí [88]
Muchos de los autores chilenos como Silva Lazaeta[89]
y Thomas Thayer Ojeda[90]
también sostienen que el primer traslado es una estrategia para salir de la
jurisdicción de Valdivia. Leviller en cambio afirma que
la primera ciudad del Barco se hallaba fuera de la jurisdicción de Chile, pero
que igualmente Núñez del Prado se traslada para evitar los conflictos de una
jurisdicción “erróneamente” pretendida por Valdivia[91].
Ante las estrategias de traslado de Núñez del
Prado, en octubre de 1551Pedro de Valdivia extiende
a favor de su aliado Francisco de Aguirre un título de Lugarteniente en la
ciudad La Serena en Chile (que Aguirre había refundado en 1549)[92]
y de Barco en Tucumán, nombrándolo
Don pedro de Valdiuia gouernador y capitan general por
su magestad […] por el tiempo que mi voluntad fuere,
os proveo por mi lugar teniente de capitán general y gobernador de la dicha
ciudad del Barco y la Serena e sus términos e de las demás ciudades que
estuvieren pobladas e vos pobláredes en aquel paraje
dentro de los límites de la mi demarcación e fuera dellos
e vos doy poder para que como tal vais en persona a la dicha ciudad del barco y
en ella y en las demás podas hacer y hagais todo
aquello que conviniere […] como tal mi teniente de
gobernador [93]
Por este nombramiento, Francisco de Aguirre
queda a cargo de dos ciudades, una a cada lado de la cordillera y sus
jurisdicciones, superponiéndose en la Ciudad de Barco (III) con el nombrado
Núñez del Prado. En estas ciudades y las que fundara, podría encomendar indios,
repartir solares e impartir justicia civil y criminal en primera y segunda
instancia. A fines del 1552, llega desde Chile a la ciudad de Barco (III) en el
Tucumán, apresa a Núñez del Prado y algunos de sus partidarios enviándolos a
Chile para ser juzgados. En marzo de 1553, nombra nuevos alcaldes y muda la
ciudad un kilómetro y medio al noroeste refundándola con el nombre de Santiago
del Estero también sobre el Río Dulce. Además, trae abastecimiento de hombres y
armas desde La Serena y de plantas frutales y alimentos desde el Valle de
Copiapó, donde tenía encomiendas[94].
En diciembre de 1553 escribe al Rey procurando un nombramiento directo de la
Corona para enfrentar las gestiones de Núñez del Prado ante la Audiencia de
Lima.
Respecto a los intentos de fundación de la
ciudad, sus traslados y su final concreción como Santiago del Estero, Palomeque considera que durante este período los españoles
enfrentan la resistencia política indígena en las tierras altas de los valles
Calchaquíes y de la Puna, mientras que el pie de monte del Aconquija y la
Mesopotamia santiagueña se caracteriza por la presencia de "indios
amigos" que permiten la fundación de 1553. Como una tendencia general, los
grupos indígenas que se aliaron a los españoles habrían sido los mismos que
anteriormente eran aliados de los incas, y estos habrían participado de la
“conquista” de los que prestaban resistencia al Tawantinsuyu[95].
Recordemos que en estas tierras bajas en la Mesopotamia santiagueña se daba un
sistema de cultivo intensivo basado en inundaciones y fertilizaciones
periódicas y una adaptación al ambiente que implicaba el uso de mucha energía
en cortos períodos de siembra y cosecha y que se complementaba con el acceso a
los recursos del bosque, caza y recolección[96].
Por esto había estaciones del año donde las sociedades indígenas no podían
sostener la demanda de alimentos de dicho asentamiento español y se necesitaba el
aporte de recursos alimenticios provenientes de otras regiones como el valle de
Copiapó.
Hasta aquí vemos la necesidad de repensar las
ideas de la historiografía tradicional sobre diferentes “corrientes fundadoras”
o colonizadoras que diferencian a Chile, Perú o Charcas, o de diferentes
“huestes” enfrentadas. Por un lado, porque no se puede distinguir una línea de
conquistadores identificados como “residentes” o provenientes de Chile, Charcas
o del Perú exclusivamente, ya que tanto Valdivia como Núñez del Prado dependen
de las autoridades de la Audiencia de Lima. Por otro lado, la provincia de
Charcas que cobra cada vez más importancia por la ciudad de La Plata y sus
ricos vecinos vinculados a la minería potosina (con la constitución de la
Audiencia de Charcas en el año 1561, con jurisdicción acotada), aparece como un
espacio en donde ambas huestes buscan soldados para conformar sus filas antes
de salir a las jornadas de exploración, conquista o fundación. Tampoco estas
“corrientes” coinciden con rutas específicas elegidas por las huestes. Además,
desde que La Gasca activa la política para “descargar la tierra”, se movilizan
muchas personas desde el centro de Perú. Si bien los soldados que se alistan en
las huestes pueden tener redes y vínculos previos, no responden necesariamente
a “fidelidades” definidas y van a participar de distintas empresas
conquistadoras buscando un botín o resarcimiento. Así, por ejemplo, vemos a
personas cercanas a Valdivia que inicialmente ingresan al territorio de la mano
de Núñez del Prado, o que se alistan en las filas de éste último, pero se
cambian luego a las de Villagra.
En este marco, muchas estrategias de los
conquistadores consisten en conocer y esperar las coyunturas políticas donde
las autoridades pueden otorgarles títulos, e incluso en ir construyendo
alianzas provisionales o redes de apoyo con los cabildos de vecinos para que
estos los reconozcan como legítimos y ayuden como intermediarios con
autoridades mayores en la gestión de los nombramientos. El traslado de ciudades
para evadir jurisdicciones de otros también resulta una estrategia importante.
Luego de revisar este punto sobre el cual
tanto se ha debatido a principios del siglo XIX, entendemos además que para
explicar el interés de los españoles asentados en Chile sobre los territorios
ubicados al este de la cordillera deben considerarse no sólo las lógicas de
expansión de las huestes (con su sistema de conquista privada), sino también
las preexistentes relaciones entre las sociedades indígenas prehispánicas y la
nueva necesidad mercantil de comunicarse con Charcas y su nuevo centro minero
potosino (existente desde 1545) por una ruta que -durante la mitad del año- era
más transitable que la árida costa pacífica.
Disputas en Chile por la sucesión de Pedro de
Valdivia, mientras llega Juan Pérez de Zurita al Tucumán
En 1553, Francisco Aguirre en Santiago de
Estero pide al Rey que fuera servido de “hacer merced de la
gobernación de esta tierra” y el Cabildo de Santiago del Estero
también solicita al rey “sea servido dárnosle por
gobernador”. En la justificación los vecinos entienden que es “razón para ello que el gobernador don Pedro de Valdivia así lo quiere
y por caer acá en parte tan remota y apartada de la gobernación de Chile,
habiendo tantas cordilleras de nieve en el medio”[97],
en ninguno de los pedidos se hace referencia a Barco ni a Núñez del Prado. Hipotetizamos que el apoyo del cabildo hacia Aguirre
estaría sustentado, entre otros factores, en su capacidad para abastecer la
ciudad desde la Serena y Copiapó y en sus experiencias previas de represión a
los levantamientos indígenas del otro lado de la cordillera.
Con la muerte de Pedro Valdivia en la guerra
contra los araucanos en 1554, Aguirre parte hacia Chile para disputarle a
Villagra la sucesión, dejando a cargo de Santiago del Estero a su primo Juan
Gregorio Bazán (a quien habíamos referido por no haber sido atacado por la
gente de Villagrán) con nombramiento de lugarteniente de gobernador, reconocido
por el cabildo. Además, en 1555 previene a Bazán que “aunque llegase
algún pretendiente a ese gobierno con provisiones de la Audiencia de Lima,
se negase a entregar el mando para dar tiempo a
entablar las gestiones y protestas”[98]
ya que Aguirre sabía que dejar su lugar era peligroso, ante la posibilidad de
regreso de Núñez del Prado que estaba pleiteando en Lima. Recordemos que
Aguirre con título de teniente de Pedro de Valdivia, se había instalado por la
fuerza en el gobierno de Santiago del Estero y se había mantenido gracias al
apoyo de gran parte de los vecinos, pero no había logrado reconocimiento como
gobernador y por eso intenta que nadie ocupe su lugar de mando mientras se enfrenta
a Villagra por la Gobernación Chile.
Ante este panorama, Juan Núñez del Prado
habiendo sido juzgado en 1554 en Chile, apela en la Audiencia de Lima
intentando recuperar su cargo en la ciudad de Barco, ahora trasladada y
refundada como Santiago del Estero. Esta audiencia en 1555 confirma su anterior
nombramiento y amplía la definición de la provincia del
Tucumán, aunque sin demarcar límites precisos. En la confirmación se mantiene
el nombramiento de Capitán y Justicia Mayor a Núñez del Prado sobre las
provincias de “Tucumán, juríes y
diaguitas”, advirtiéndole que no avanzara en la conquista hasta
recibir nuevas órdenes, “sino que administre la
dicha ciudad del barco e las demás tierras e termino que tenia
como dicho es poblado…” y se ordena también que nadie “impidan ni estorben ni pongan enbargo al
dicho capitán […] en el usar y exercer los dichos cargos
y oficios” y además “manda al cabildo de Barco
que lo reciba como tal”[99].
De esta manera la Audiencia reconoce al espacio del Tucumán como jurisdicción
de Núñez del Prado-y no de Valdivia ni sus tenientes-, aunque no le otorga
título de gobernador[100].
Mientras Villagra y Aguirre se ocupan de sus
asuntos internos, Núñez del Prado pregona esta resolución en Chile con
intenciones de retomar su cargo en el Tucumán, sin embargo, luego éste
desaparece de la escena política sin asumir su título en el Tucumán, aunque
algunos documentos posteriores referencian a su muerte, no hemos podido
corroborar fehacientemente que haya sucedido en este ínterin[101].
Al año siguiente, 1556, Lorenzo Maldonado procurador del cabildo de 1a ciudad
de Santiago del Estero realiza una información contra Juan Núñez de Prado[102]
dirigida al alcalde ordinario Martín de Rentería, donde acusa a este fundador de Barco de “mal
gobierno” por las perturbaciones que generaban los traslados, entre otras
cosas, y enaltece a Aguirre por su capacidad de socorrer la ciudad, por su experiencia
de gobierno, etc. Presenta como testigos[103]
a los vecinos, muchos de los cuales habían ingresado al Tucumán con Núñez del
Prado, aunque parece realizar una presentación selectiva de las declaraciones.
Juan Pérez de Zurita... hacia una diferenciación de
las gobernaciones
Como describimos anteriormente, durante el
período de “la década de la política moral” los funcionarios reales iban
aplicando, en las regiones centrales del virreinato, medidas favorables a las
sociedades indígenas que aumentaban el descontento de los encomenderos. En
1553, ante un decreto que limitaba el servicio personal, los encomenderos del
Cusco encabezados por Francisco Hernández Girón se sublevaron y se le unieron a
la rebelión ciudades como Huamanga y Arequipa. Durante más de un año se mantuvo
la sublevación hasta que en 1554 es derrotada con apoyo indígena y es
decapitado Hernández Girón[104].
Este clima de enfrentamientos demandaba todos los esfuerzos de la Audiencia de
Lima que demoraba una definición en la sucesión de Valdivia, mientras que en
Chile se acentúan las disputas entre Aguirre y Villagra ya que ambos esperaban
que la Audiencia los nombrara sucesores.
La ciudad de Santiago del Estero había
quedado al mando de Rodrigo de Aguirre[105],
pero éste es apresado por algunos partidarios de Núñez del Prado que conociendo
la confirmación como Capitán y Justicia Mayor emitida por la Audiencia de Lima
en 1555, y a pesar de que éste no se había presentado en la ciudad, se sublevan
e invocan la resolución a favor de Núñez del Prado. Sin embargo, el cabildo de
la ciudad apoya a Aguirre y desconoce el
reclamo[106].
En Chile, luego de las disputas por la
sucesión, Francisco de Villagra es reconocido como Corregidor y Justicia Mayor[107]
quedando provisionalmente a cargo de Chile y designa como su teniente a Miguel
de Ardiles para el mando del Tucumán. En Santiago del Estero, Ardiles –que
había ingresado al Tucumán con Núñez del Prado-, es reconocido tanto por los
partidarios de Aguirre como por los de Núñez del Prado.
En este marco, y como parte de los
funcionarios del partido de los indios que describíamos en el período de la
década de la política moral, el rey Carlos V antes de abdicar nombra como
virrey del Perú a don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. Éste llega
en 1556 y al año siguiente designa a su hijo don García Hurtado de Mendoza como
Gobernador de Chile[108],
resolviendo de manera directa las disputas por la sucesión de Valdivia. El
nuevo Gobernador, asume y apresa a Francisco de Aguirre y a Francisco de
Villagra remitiéndolos a Lima, posiblemente por sus actuaciones hostiles a los
indígenas de Coquimbo y Copiapó y las causas llevadas adelante contra
funcionarios rivales a Valdivia[109].
En 1557, considerando que el Tucumán dependía
de Chile, García Hurtado de Mendoza nombra al capitán Juan Pérez de Zurita (que
había llegado con él a Chile) como Teniente para hacerse cargo de la provincia del Tucumán. Separándose de las disputas anteriores, Pérez
de Zurita llega a Santiago del Estero en 1558 con una nueva hueste y emprende
acciones que responden a la política moral y protectora de indios
característica de esta década. El nuevo teniente de gobernador, en un accionar
que se complementaba con las políticas del nuevo virrey[110],
entabla relaciones negociadoras con las sociedades indígenas y sus autoridades
étnicas que le permiten la fundación de tres ciudades en el piedemonte y en las
tierras altas, garantizando el paso hacia Chile. En 1558 funda Londres, en el
valle de Quinmivil (actual provincia de Catamarca),
en 1559 funda Córdoba de Calchaquí en las cercanías de la trasladada Barco II
(probablemente en San Carlos, en el sector del valle Calchaquí de la actual
Salta) y en 1560 funda Cañete, en el mismo lugar o cerca de Barco (I), donde
después se asentó la primitiva ciudad de San Miguel de Tucumán, en Ibatín (cercanías de la actual Monteros). En estas
ciudades, Zurita instalará a los soldados que trae consigo, que van a
constituir el cabildo y a transformarse en vecinos[111].
Con el cambio de coyuntura, el virrey Hurtado
de Mendoza supo que él y su hijo serían reemplazados, probablemente por
personas acordes a las nuevas políticas del rey Felipe II que resultaban más
hostiles a las sociedades indígenas, porque en España “cobraba cada
vez más fuerza la tendencia dispuesta a elevar la rentabilidad de los
territorios conquistados”, dejando en un segundo plano el fin
evangelizador de la conquista[112].
Imaginaba que Villagra o Aguirre podrían volver al gobierno de Chile y por ello
a principios de 1560, dicta un decreto que expresaba que “convernía que las dichas provincias
[Chile y Tucumán] se proveyesen en gobernación por sí” separadas la
una de la otra, ordenando que no hubiese novedades en el Tucumán y que
continuase al mando Pérez de Zurita, hasta que el Virrey otra cosa proveyese[113].
De esta manera, aconseja separar la jurisdicción de Tucumán de la de Chile,
ante el inminente cambio de autoridades. Consideramos que si bien no puede
nombrar a Pérez de Zurita como gobernador (por no estar constituido el Tucumán
como gobernación), sí le otorga una herramienta legal para actuar con
independencia y no ser reemplazado desde Chile.
A mediados de 1560, Juan Pérez de Zurita respondiendo
al propósito de separar a Tucumán de Chile, consigue que los cabildos de las
ciudades de Londres y Córdoba del Calchaquí den poder a su hermano Alonso Pérez
de Zurita para gestionar en la Audiencia de Lima la separación de la
jurisdicción. En el documento, los testigos acusan la “tiranía” de Aguirre y
defienden el accionar de Núñez del Prado, mientras describen una buena
vinculación de Zurita con las sociedades indígenas:
Por ser [Juan Pérez de Zurita] la persona
que es y de calidad y gobernarnos con tanta rectitud y cristiandad, y de los
naturales ser tan amado y querido, por tratarlos como los trata porque si otros
capitanes entrasen de nuevo, tenemos entendido que los naturales no servirían,
sino que se alzarían temiendo ser maltratados como lo han sido[114]
En este documento, los cabildantes de las
ciudades fundadas en “tierras altas” refieren al primer período de paz generalizada
con las sociedades indígenas que allí se asentaban[115].
Es notable cómo advierten que la paz y sometimiento de los indios se había
logrado gracias a la negociación con Pérez de Zurita, pero no se podría
sostener y las sociedades indígenas se levantarían y dejarían de servir si
cambiaban los gobernantes y no mantenían la política de alianza. Esta coyuntura
da cuenta de cómo las autoridades españolas necesitaban el apoyo de sus
cabildantes y de las sociedades indígenas y sus autoridades étnicas para
mantener la relativa tranquilidad y garantizara las vías de comunicación con
otras regiones.
El cambio de coyuntura política general que
hemos referido donde las autoridades reales dejan de lado la defensa de las
sociedades indígenas, priorizando la búsqueda de elevar la rentabilidad de las
colonias, tiene así su impacto en la región. En 1560 asume el virrey del Perú Diego
López de Zúñiga y Velasco (Conde de Nieva) y Francisco de Villagra es nombrado
Gobernador de Chile[116], tal como había supuesto el virrey Cañete.
Luego de asumir, Villagra designa a Gregorio de Castañeda[117]
como su teniente para el Tucumán[118]
quien llega en 1561. Castañeda, luego de varios conflictos, captura a Pérez de
Zurita y lo pasea apresado por las ciudades del Tucumán. Tal como lo habían
advertido los cabildos de las recientes ciudades, esta situación genera el
rechazo de las sociedades indígenas e hizo que la paz se rompiera
desencadenando la gran rebelión de “toda la tierra” (tierras altas y bajas) que
redujo el asentamiento y control español a la ciudad de Santiago del Estero. Con
la sublevación y las dificultades en el gobierno, Castañeda regresa a Chile.
En agosto de 1563, el rey Felipe II y su
Consejo de Indias recuperan la propuesta del virrey Hurtado de Mendoza, los
informes de los funcionarios de la Audiencia de Charcas y posiblemente las informaciones
de Alonso Pérez de Zurita y expiden una cédula diciendo que “habemos acordado apartar la gobernación de
Tucumán, Juries y Diaguitas de la gobernación de
Chile incluirla en el distrito de la Audiencia de Charcas”[119].
Constituyendo a Tucumán como Gobernación independiente y separada de la
jurisdicción de Chile. Ese mismo año el virrey Nieva designó a Francisco de
Aguirre como su primer Gobernador y la Audiencia de Charcas, que había sido creada en 1561 pero que en
1563 amplío sus límites jurisdiccionales, incluyó a esta nueva gobernación[120].
Así, en 1563 se define el
espacio jurisdiccional de la Audiencia de Charcas y también a la Gobernación
del Tucumán como tal y como dependiente de la Audiencia. Por esta provisión, se
deja a la Audiencia de Lima y a la Gobernación de Chile sin alcances
jurisdiccionales sobre la Gobernación del Tucumán.
En esta separación, posiblemente haya
influido el accionar de las sociedades indígenas con su gran “sublevación de la
tierra”, que hacía visible necesidad de disponer funcionarios locales que
pudieran mantener la paz y proveer de socorros destinados a estos asuntos
militares y al sustento de las ciudades en pie.
Además, esta definición territorial se da en
un contexto de creciente producción del Cerro Rico “descubierto” en 1545, donde
la ciudad del Potosí -al igual que Lima-, actuó como polo de crecimiento
inicial y su minería de plata tuvo una gravitación decisiva en la conformación
de un vasto espacio económico y de un complejo mercado interno en el virreinato
peruano, en el que la región del Tucumán se incorporó paulatinamente[121].
De allí en adelante la Gobernación del
Tucumán como espacio jurisdiccional estará a cargo de Gobernadores, y ya no de
tenientes ni capitanes de justicia mayor y judicialmente quedará sujeta a la
Real Audiencia de La Plata o Charcas.
A modo de cierre
En este artículo nos
propusimos analizar el proceso de conformación del Tucumán como Gobernación
entre 1535 y 1563, durante la etapa de invasión, conflictos entre las huestes,
fundación y traslados de las primeras ciudades. Para ello consideramos las
disputas por la inclusión de estos territorios en la jurisdicción de la
gobernación de Chile o por su constitución como gobernación independiente dentro
del virreinato del Perú.
El análisis nos permitió pensar a la región
del Tucumán dentro de un proceso de conformación y definición dinámica, donde
se conjugaron las coyunturas políticas generales del virreinato –más o menos hostiles
a las sociedades indígenas-, los sucesos militares, los marcos legales, las
estrategias, alianzas y aspiraciones o proyectos regionales de los diferentes
sectores de la sociedad colonial -como los conquistadores y encomenderos, los
funcionarios y las sociedades indígenas-, así como las estrategias y
posibilidades individuales, los procesos económicos, entre otros factores.
Todos esos aspectos, a su vez, se encuentran condicionados y habilitados por
las características y posibilidades del territorio y el diseño que los actores
van realizando como parte del proceso de especialización, sobre los ejes de la
comunicación y las condiciones de accesibilidad[122].
En un primer momento, realizamos una lectura
de los antecedentes y los documentos relativos a este proceso, donde hemos
recuperado obras clásicas de la historiografía argentina y chilena que analizan
desde diferentes perspectivas los conflictos jurisdiccionales coloniales. Hemos
ubicado dichas obras historiográficas en su contexto de producción, y fuimos
reconociendo los objetivos políticos de sus autores, desmontando hipótesis,
entendiendo las interpretaciones y las selecciones de documentos que presentan,
para poder realizar su contrastación y una lectura crítica de las mismas. Así,
pudimos recuperar los aportes consideramos esenciales de cada obra y trascender
las miradas nacionalistas y provinciales que habían teñido
el estudio del período y al respecto, podemos adelantar algunas líneas de
indagación.
En
primer lugar, durante el siglo XVI desde los espacios centrales del virreinato,
se van a otorgar títulos y comisiones a conquistadores para la exploración e
invasión del estos los espacios y las sociedades que luego conformaran la
gobernación del Tucumán -así como la de Chile-. A medida que se avanza en estas
empresas y en el conocimiento de la región, los títulos y definiciones de las
jurisdicciones se precisan, se ajustan, se recortan. Es decir que estos
espacios jurisdiccionales no pueden ser vistos como algo preexistente a su
conquista, sino que su conformación fue un proceso complejo en el que además
las coyunturas políticas y económicas, los conflictos y las estrategias de los
actores –tanto españoles como indígenas-, así como las características del
territorio, fueron factores determinantes.
Las sociedades indígenas que habitaban el
territorio que luego se iría definiendo como la gobernación del Tucumán, ya
habían sido “descubiertas”[123]
por el Tawantinsuyu y mantenían con éste diferentes
tipos de vinculaciones y alianzas. Para algunas sociedades, el tipo de vínculo
significaba su incorporación al imperio con la instalación de instituciones y
redes de caminos; para otras, las negociaciones implicaron su participación en
la defensa de la frontera imperial, mientras que con otras sociedades existía
sólo un conocimiento mutuo y se mantenían relaciones en buenos términos. En
este marco, el “descubrimiento” español y las primeras entradas de huestes ala región, tuvieron consecuencias en la sociedad española
del Perú permitiéndole el conocimiento de este espacio y sociedades que lo
habitaban, a su vez que las entradas generaron en las sociedades indígenas
algunas experiencias de invasión que les obligaron a la elaboración de nuevas
estrategias, donde parecieran haber diferenciado muy bien quienes eran sus “amigos”
y quienes no lo eran.
Asimismo,
ubicamos luego de 1535 los primeros intentos de incursión al sur del Collasuyu,
cuando al calor de los conflictos políticos en las regiones centrales del
virreinato, se trazan lo largo de lo que Assadourian denomina como nuevos ejes del avance español en
Sudamérica: uno a lo largo de la costa del Pacífico (Chile) y el otro en la
región conocida como el Tucumán, la cual se va a buscar expandir hacia el
Atlántico[124].
Entendemos que estos ejes explican solamente las lógicas de circulación
iniciales, y a los destinos de las comisiones conquistadoras, sin referir a los grupos sociales diferentes
que avanzaran por ellos. Luego de 1549, funcionarios como el presidente La
Gasca, preocupados por la conservación de las sociedades indígenas, incentivan
la exploración y el poblamiento de dichas regiones al Sur para “descargar la
tierra” del Perú, aunque para estos años a diferencia del Tucumán, la
Gobernación de Chile ya tenía algunas poblaciones españolas estables –vulnerables
a ataques indígenas-.
Es a partir las primeras “entradas” de
huestes a la región del Tucumán, y de las pretensiones de algunos
conquistadores de chile por incorporar las fundaciones de esta región en su
jurisdicción que la historiografía tiende a identificar y homogenizar como dos
“corrientes fundadoras” uniformes a su interior y contrapuestas entre sí, como
pueden ser “desde Perú o Charcas vs. desde Chile”. Al respecto, debemos primero
destacar que los nombramientos de Pedro de Valdivia como gobernador y capitán
general de Chile y de Juan Núñez del Prado Capitán y Justicia Mayor para fundar
un pueblo en el Tucumán, de 1548 y 1549, fueron dados ambos por el presidente
de la Audiencia de Lima ya que la Audiencia de Charcas todavía no estaba creada
(su creación y definición comprende los años 1561-1563); aunque sí existía la
provincia de Charcas, al igual que la de Chile, y junto con la del Tucumán,
dependían judicialmente de la Audiencia de Lima. En este contexto, Lima, Cusco,
Charcas, Potosí, Santiago de Chile, como otras ciudades del Perú podían
funcionar como espacios de reclutamiento de soldados que buscaban en una
empresa conquistadora avanzar hacia tierras no controladas por el español, en
pos de un botín o resarcimiento, independientemente del destino de la expedición.
Los caminos o rutas que eligen los conquistadores en su avance tampoco se
oponen, sino que dependen de las comisiones recibidas por autoridades, de los
conocimientos y experiencias regionales, la existencia de caminos
prehispánicos, las estrategias de exploración, las resistencias de las
sociedades indígenas y de las posibilidades de circulación que el espacio y el
clima habiliten.
Si bien en el alistamiento o reclutamiento se
ponían en juego redes o vínculos personales, familiares, sociales, capacidades
económicas, experticia militar, conocimiento del territorio, disposiciones
personales, entre otros factores, la conformación de las huestes no resultaba
siempre definitiva y las personas podían moverse según sus estrategias, de la
misma manera que se ven movimientos de personas en los enfrentamientos del Perú
entre almagristas y pizarristas
o entre encomenderos y realistas. También al interior de los grupos
conquistadores existieron pugnas que ponían de manifiesto diferentes proyectos
políticos o estrategias que lejos estaban de presentarlos como un bloque social
homogéneo.
Así, no se puede entender al conflicto desde
una lucha de huestes que acompañan a Núñez del Prado desde Charcas, contra las
que vienen desde Chile. Podemos sugerir por ejemplo, que la hueste de Núñez del
Prado no es un grupo homogéneo e incluye soldados cercanos a Valdivia o
partidarios de la incorporación del Tucumán a la jurisdicción de Chile, aunque
no podemos afirmar que sean “infiltrados” ni que las desarticulaciones al
interior de los grupos respondan a estrategias planificadas por los líderes, pero
al menos, nos permiten desmontar la idea de las huestes como algo homogéneo en
su interior o como parte de “corrientes conquistadoras o fundadoras”
diferenciadas entre sí. Entendemos que, en este contexto de conquista privada,
de alianzas y enfrentamientos susceptibles de ser modificados (como sucedió con
las guerras del Perú) y de búsquedas de “resarcir” económicamente lo invertido,
si bien podían existir cercanías personales, los conquistadores iban
resolviendo fidelidades o diferencias según las posibilidades que se les iban
presentando.
Nos animamos a pensar que ante la fragilidad
en la que se encontraban estas ciudades durante sus primeros años, a merced de
la resistencia indígena y con poca capacidad de producción, las posibilidades
de socorro desde Chile que ofrecían conquistadores poderosos como Francisco de
Aguirre, hacen que muchos cabildantes de las precarias ciudades el Tucumán
pensaran la sujeción a esta gobernación como una opción más conveniente que la
dependencia directa de Lima.
Respecto a las estrategias adoptadas por los
conquistadores, vemos por ejemplo que Pedro de Valdivia, realiza diferentes
esfuerzos para ser nombrado como gobernador de Chile de mano de Pizarro, y
posteriormente de manos del ejército realista vencedor, y que en estas
estrategias y esfuerzos por legitimar y expandir su alcance (nombramientos otorgados
por el Cabildo, procesos judiciales, eliminación de rivales, etc.), se va
aliando con diferentes figuras que serán clave como Francisco de Villagra y
Francisco de Aguirre. El carácter expansivo hacia el este puede haber
respondido a la ambición de conquistar territorios, tanto como a la percepción
del territorio y de las sociedades indígenas como una región en donde la
cordillera de los Andes no resultaba un obstáculo ni una línea divisoria. Entendemos
también que para explicar el interés de los españoles asentados en Chile sobre
los territorios ubicados al este de la cordillera debemos considerar las
lógicas de expansión de las huestes con su sistema de conquista privada con su
necesidad de resarcimientos y también las preexistentes relaciones entre las
sociedades indígenas prehispánicas y desde 1545 la necesidad mercantil de
comunicarse con Charcas y su centro minero potosino por una ruta que, al menos
durante una parte del año, resultaba más transitable que la costa pacífica.
En este marco, muchas estrategias de los
conquistadores consisten en conocer y esperar las coyunturas políticas en las
cuales las autoridades puedan otorgarles títulos e incluso en ir construyendo
alianzas o redes de apoyo con los cabildos de vecinos los para que estos los reconozcan
como legítimos y ayuden como intermediarios con las autoridades superiores. El
traslado de ciudades para evadir jurisdicciones de otros también resulta una
estrategia importante, como lo vemos en el accionar de Núñez del Prado.
En esta región, como parte de los
funcionarios pro indígenas de la década de la política moral, aliado con el virrey
del Perú Hurtado de Mendoza (marqués de Cañete), destacamos la intervención del
teniente Juan Pérez de Zurita que llega al Tucumán en 1557, nombrado y enviado desde
Chile por el nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza (hijo del virrey).Estos
nuevos funcionarios, aunque pertenecen y responden a la jurisdicción de Chile,
no pueden ser vinculados a Villagra ni a Aguirre. Por el contrario, al arribar desplazan
a estos conquistadores que tanto poder venían acumulando en la región, y los
envían a Perú posiblemente repudiando su accionar violento hacia las sociedades
indígenas que se habían sublevado en los valles de Coquimbo y de Copiapó.
En el Tucumán Pérez de Zurita mantiene
alianzas con las sociedades indígenas de valles que le permiten instalar
ciudades, trae consigo a los vecinos que conformarán los nuevos cabildos -que
lo defienden frente a la audiencia-, e incluso cuenta con el apoyo del virrey
que va buscar protegerlo en su gobierno del Tucumán sentando las bases legales
para el posterior reconocimiento como una Gobernación independiente de Chile.
Estas alianzas con las sociedades indígenas se rompen cuando cambia el Virrey,
volviendo Villagra a gobernar Chile, quien nombra a Castañeda como Teniente a
cargo del Tucumán. Aquí también se muestra la capacidad de las sociedades
indígenas de diferenciar coyunturas políticas, de reconocer a los nuevos
vecinos que llegan con Zurita y llevar adelante estrategias como permitir la
fundación de ciudades, o bien, las despoblarlas y atacarlas cuando cambian los
funcionarios y las negociaciones se rompen.
Posteriormente, en sintonía con el reinado de
Felipe II y su interés por hacer más rentables las colonias, el virrey nombra
en 1563 a Aguirre como Gobernador ya entendiendo al Tucumán como una
gobernación separada de Chile y dependiente judicialmente de la recientemente
definida Audiencia de Charcas. Ante el contexto de levantamientos indígenas, la
experiencia de Aguirre en la represión de las sublevaciones chilenas puede
haber sido significativa para unas autoridades más preocupadas en mantener
habilitadas las vías comerciales y proteger el cerro de Potosí, que en la
supervivencia y buenos tratamientos de las sociedades indígenas.
Con este artículo intentamos aportar algunas
líneas de investigación que permitan pensar el proceso de conformación de la
gobernación del Tucumán como un proceso conflictivo y dinámico, en el que se
están disputando diferentes proyectos a nivel virreinal y regional, entre la
Corona, los distintos sectores de españoles y las sociedades indígenas y donde
se van delineando sus características como espacio jurisdiccional, social,
político y económico con lógicas propias. En este proceso, la sujeción del
espacio del Tucumán a la Gobernación de Chile fue uno de los proyectos posibles
e influyó en la posterior definición del Tucumán como gobernación a cargo de
Aguirre, junto con otros factores.
*coyuntura (según Assadourian,
Carlos Sempat, 1994,Ob. Cit.) |
AÑOS |
AUTORIDAD |
CARGO/ TÍTULO |
OTORGANTE |
BAJO JURISDICCIÓN |
FUNDACIÓN DE
CIUDADES |
1535-1536 |
Diego
de Almagro |
Gobernador,
adelantado y capitán general de Nueva Toledo |
Rey
Carlos V |
Gobernación
de Nueva Toledo |
|
|
1543-1546 |
Diego
de Rojas |
Lugarteniente
y Justicia Mayor |
Gobernador
del Perú: Vaca de Castro |
Gobierno
del Perú |
|
|
DÉCADA DE LA
POLÍTICA MORAL |
1549-1550 |
Juan
Ñúñez del Prado |
Capitán
y Justicia Mayor (comisión para poblar un pueblo) |
Gobernador
del Perú: Lic. Pedro La Gasca |
Audiencia
de Lima |
Barco
I (1550) |
1550 hasta 03/1551 |
Teniente
de Gobernador |
Gobernador
de Chile: Pedro de Valdivia (renuncia para recuperar su titulo
anterior) |
Gobernación
de Chile |
|
||
1550-1552 |
Capitán
y Justicia Mayor |
Gobernador
del Perú: Lic. Pedro La Gasca |
Audiencia
de Lima |
Barco
II (1551) |
||
Barco
III (1552) |
||||||
1552-1554 |
Francisco
de Aguirre |
Lugarteniente
de Gobernador |
Gobernador
de Chile: Pedro de Valdivia |
Gobernación
de Chile |
Santiago
del Estero (1553) |
|
1554-1557 |
Juan
Gregorio de Bazán |
Teniente
de Gobernador |
Teniente
de Gobernador de Chile: Francisco de Aguirre |
Gobernación
de Chile |
|
|
[1555] |
Juan
Núñez del Prado (NO ASUME) |
[reconocimiento]
Capitán y Justicia Mayor |
Audiencia
de Lima |
Audiencia
de Lima |
|
|
1557 |
Rodrigo
de Aguirre |
Teniente
de Gobernador |
Teniente
de Gobernador de Chile: Francisco de Aguirre |
Gobernación
de Chile |
|
|
1557-1558 |
Miguel
de Adiles |
Teniente
de corregidor |
Corregidor
y Justicia Mayor de Chile: Francisco de Villagra |
Gobernación
de Chile |
|
|
1558-1561 |
Juan
Pérez de Zurita |
Teniente
de Gobernador |
Gobernador
de Chile: García Hurtado de Mendoza |
Gobernación
de Chile |
Londres
(1558) |
|
Córdoba
del Calchaquí (1559) |
||||||
Cañete
(1560) |
||||||
OFENSIVA A LAS
SOCIEDADES INDÍGENAS |
1561-1562 |
Gregorio
de Castañeda |
Teniente
de Gobernador |
Gobernador
de Chile: Francisco de Villagra |
Gobernación
de Chile |
Nieva
(1562) |
1563-1569 |
Francisco
de Aguirre |
Gobernador
del Tucumán Juríes y
Diaguitas |
Virrey
del Perú: Conde de Nieva |
Audiencia
de Charcas |
San
Miguel del Tucumán (1565) Talavera (1567) |
[1]
Recuperamos la ponencia Carmignani, L. “Exploración,
invasión y conflictos entre huestes. La definición de la jurisdicción y de las
autoridades políticas y administrativas (Gobernación del Tucumán, siglo XVI)” XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia.
UNMdP, agosto de 2017. Agradecemos a Judith Farberman por la cuidadosa lectura y generosas sugerencias.
[2] Los
Gobernadores y Capitanes Generales fueron las autoridades del espacio colonial
de Chile (que se mencionaba como Reino de Chile, Capitanía General o
Gobernación), el cual formaba parte del virreinato del Perú y dependía
judicialmente de la Audiencia de Lima hasta 1565.
[3]Aunque
no nos explayaremos, sabemos que previo a las entradas españolas a la región
que será la Gobernación del Tucumán, el litoral (que sería la Gobernación del
Paraguay y la de Buenos Aires) ya había sido explorado por Juan Díaz de Solís
en búsqueda de la confluencia interoceánica. Luego, Hernando de Magallanes
continúa esa empresa, reconoce el Rio de la Plata, recorre hacia el sur el
Atlántico y halla el paso por canales fueguinos. La expedición de García Jofre de Loayza bordea Tierra del Fuego (1526). Sebastián
Gaboto y Diego de Morguer intentan redescubrir la
zona del Plata, Gaboto remonta el Paraná y en el Carcarañá yergue el fuerte de
Sancti Spititus (1527). Luego, Gaboto y Morguer navegan aguas arriba el Paraná y el Paraguay. Assadourian, Carlos Sempat, “La
conquista”, en Assadourian, C. S. y Chiaramonte, J. C: Argentina: De la conquista
a la independencia, Hyspamerica, Buenos
Aires, 1972, pp. 21-27.
[4] Jara,
Álvaro, Guerra y sociedad en Chile, Editorial
Universitaria, Chile, 1981 [1961], pp. 18; 113.
[5] Palomeque, Silvia, “Los caminos del sur de Charcas y de la
Gobernación el Tucumán durante la expansión inca y la invasión española (siglos
XV-XVII)”, Tedeschi, Sonia [et al], XIV Encuentro de Historia Regional Comparada Siglos XVI a Mediados
del XIX, FHC-UNL, UNL, Santa Fe, 2013a, pp. 13-14.
[6] Assadourian, Carlos Sempat, 1972, Ob. Cit., pp.
39-41.
[7] Palomeque, Silvia, “El Tucumán durante los siglos XVI y
XVII. La destrucción de las ‘Tierras Bajas’ en aras de la conquista de las
‘Tierras Altas’”, en Yoli Martini, Graciana Pérez Zavala y Yanina Aguilar
(compiladoras), Las Sociedades de los paisajes áridos y
semiáridos del centro oeste argentino, UNRC, Río Cuarto, 2009, pp.
173-206.
[8]
Molina, Raúl, Misiones Argentinas en los Archivos
Europeos, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comisión
Historia 65, VII, N° 167, México. D.F, 1955.
[9]
Molina, Raúl, 1955, Ob. Cit., pp.
13-15.
[10] Funes, (Deán) Gregorio, Ensayo de la
historia civil de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay, T. I, Imp.
Bonaerense, Buenos Aires, [1816] 1858.
[11]
Molina, Raúl, 1955, Ob. Cit., p.15.
[12] De Angelis, Pedro, Colección de obras y
documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río
de la Plata, Imprenta del Estado, Buenos Aires, 1836.
[13] Trelles, Manuel Ricardo, Cuestión de límites entre la República Argentina y el gobierno de
Chile, 1865. y Anexos a la memoria sobre
cuestión de límites entre la república argentina y el Paraguay,
1867.
[14] Paul Groussac director de la Biblioteca Nacional, por medio del
Ministro de Instrucción Pública destina a Gaspar García Viñas a Sevilla para
dirigir la transcripción de documentos coloniales del AGI.
[15] Quesada, Vicente, Historia
Colonial Argentina, La Cultura Argentina, Buenos Aires, 1915
[1881-1885].
[16] Amunátegui, Miguel Luis, La cuestión
de límites entre Chile y la República Argentina, Santiago de Chile,
1879.
[17] En investigaciones reciente sobre conflictos
entre jurisdicciones civiles y eclesiásticas de la gobernación de Tucumán con
Charcas, se observó que en esos años la masiva recolección de documentación
colonial en el Archivo General de Indias se basó en el trabajo previo de
funcionarios de la cancillería argentina que localizaron y catalogaron documentos
favorables a su posición política. Desconocemos si un proceso similar se dio
por la cancillería chilena. Palomeque, Silvia, “Casabindos, cochinocas y chichas
en el siglo XVI. Avances de investigación” en M.E. Albeck,
M. Ruiz y B. Cremonte (Ed.). Las Tierras
Altas del Área Centro Sur Andina entre el 1000 y el 1600 D.C. TANOA
II, EDIUNJU, Jujuy. 2013b, pp. 234-235.
[18]
Otero, Delia del Pilar, El Cono Sur y el sistema
latinoamericano de naciones a comienzos del Siglo XX, Tesis Doctoral
de Historia inédita, FFyH, Universidad Nacional de
Córdoba, 1998.
[19] Cabe
mencionar que Atacama La Alta y La Baja, a fines del período colonial, formaba
parte de la Intendencia de Potosí y fue ocupada por Chile durante su avance
militar. Entendemos que luego del mismo Argentina reclamaba un corto espacio
ubicado al occidente de las altas cumbre de la cordillera, línea que se venía
aceptando como la delimitadora de las jurisdicciones.
[20] Este
conflicto se daba en la zona donde desaparecía la línea de las “altas cumbres”
que iba de norte a sur (desde el sur de Mendoza) y las cadenas montañosas
corren de este a oeste, formando valles transversales.
[21] Las tensiones en las relaciones
argentino-chilenas respecto de la Puna alcanzaron su punto más álgido en 1898,
pero ambos países buscaron un acuerdo que no incluyera el arbitraje externo.
Chile no contaba con firmes títulos de dominio y Argentina, por su parte,
estaba concentrando fuerzas y recursos en las fronteras patagónicas del Sur.
Para Otero las posiciones de ambos países muestran cómo este espacio de la Puna
era considerado de valor secundario respecto a la Patagonia y se utilizaba como
“elemento de canje”, en función del conflicto central en sus perspectivas
problemáticas territoriales.” Otero, Delia, 1998, Ob. Cit.
pp. 86-88.
[22] Levillier,
Roberto, Nueva Crónica de la Conquista del
Tucumán, T.I. 1542-1563.
Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1926. Levillier, Roberto, Chile y Tucumán en el
siglo XVI: (el conflicto Villagra-Núñez de Prado) Refutación de las
inexactitudes del senior don T. Thayer Ojeda en su análisis crítico de la Nueva
crónica de la conquista del Tucumán, Le Livre
libre, 1927.
[23]
Thayer Ojeda, Tomas, Puntos controvertibles,
novedades e inexactitudes de la “Nueva
Crónica de la Conquista del Tucumán” que escribió Don Roberto Levillier,
Imp. Cervantes, Santiago de Chile, 1927.
[24]
Barros Arana, Diego, Historia de América,
T. I, Ed. Futuro, Buenos Aires, 1960 [1865].
Barros
Arana, Diego, Historia General de Chile, T. I,
Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Editorial Universitaria, Santiago
de Chile, 2000a [1884].
[25]
Medina, José Toribio, Juan Núñez del Prado y
Francisco de Villagrán en la ciudad del Barco. Un documento interesante para la
historia argentina, Imp. Elzeviriana, Santiago de Chile, 1896a.
Medina,
José Toribio, Francisco de Aguirre en Tucumán. Un
documento interesante para la historia argentina, Imp. Elzeviriana,
Santiago de Chile, 1896b.
[26] Al
texto de Levillier, Roberto, 1926, Ob. Cit. le responde Thayer Ojeda, Tomás, 1927, Ob. Cit. A quien Levillier, Roberto,
1927,
Ob. Cit. replica
en una nueva obra. En estos enfrentamientos se discuten principalmente el
alcance de los títulos de los tenientes y gobernadores y el punto limítrofe de
Copiapó.
[27] Jaimes Freyre,
Ricardo, Historia del descubrimiento del Tucumán. Seguida de
investigaciones históricas, Universidad de Tucumán, Buenos Aires,
1916.
[28] Christensen, Juan, “Fundación de Santiago del Estero”, Revista de la Universidad Nacional del Córdoba, Año 5, Nº 1,
1918; Christensen, Juan, “Juan Núñez de Prado y
Francisco de Aguirre. Capítulo I”, Revista de la Universidad
Nacional del Córdoba, Año 9, Nº 5-6-7,1922; Christensen,
Juan, “Las primeras ciudades del
Tucumán”, Revista de la Universidad Nacional del Córdoba,
Año 10, Nº 4-5-6, 1923.
[29]
Bruno, Cayetano, Historia de la Iglesia en la Argentina. Vol. I, 1966, Don Bosco, Buenos Aires, p. 323.
[30]
Andrés, Carlos N., Córdoba la Llana.
Descubrimiento, conquista, fundación. Córdoba, 1945, p. 34.
[31]
Caballero Martín, Ángel, Las corrientes
conquistadoras en el Río de la Plata, Santa Fe, 1938. p. 100.
[32] Jaimes Freyre,
Ricardo, 1916, Ob. Cit., p. 119.; Rofman, Alejandro y Romero, Luis A., Sistema
socioeconómico y estructura regional en la Argentina. Amorrortu editores, 1990 [1973]; Lobato, Mirta Zaida y
Suriano, Juan, Nueva Historia Argentina Atlas Histórico,
Sudamericana, Madrid, 2000, pp. 48-49; Romero, José Luis, Breve
historia de la Argentina, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
2004, pp. 26-27.
[33] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., p. 16.
[34] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., p. 17.
[35] Hemming, John, La conquista de los incas,
FCE, México, 1982 [1970], pp. 19-95
[36] Hemming, John, 1982 [1970], Ob. Cit.,
pp. 97-113.
[37] Hemming, John, 1982 [1970], Ob. Cit.,
pp. 124-145.
[38]
Aunque Francisco Pizarro y Diego de Almagro habían realizado la conquista en
sociedad, estaban enfrentados en el Perú. En 1534 el Rey firma cuatro
capitulaciones con Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Pedro de Mendoza y
Diego de Alcazaba otorgando al primero 270 leguas y a cada uno de los restantes
200, una a continuación de la otra, sobre la costa del Pacífico y extendiéndose
en longitud hasta la línea de Tordesillas. (Assadourian,
Carlos Sempat, 1972, Ob Cit., p. 23) La gobernación de “Nueva Toledo” de Almagro
habría terminado en latitud 25° 31’ sur, la de Mendoza cerca del paralelo 36°
57’ sur, y la de Alcazaba como a los 48° 22’. Por
muerte de Mendoza su gobernación pasó a Ayolas y
después a Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Barros Arana, Diego, 2000a [1884], Ob. Cit., p. 124. La
línea divisoria entre las jurisdicciones de Pizarro y Almagro pasaba por la
ciudad del Cusco y el conflicto residirá en las aspiraciones de ambos a
incorporarla ciudad en su dominio. En un principio para dilatar el
enfrentamiento, Almagro, que había recibido los territorios al sur del Collasuyu como la “Gobernación de Nueva Toledo”, organiza
una expedición en 1535, esperando satisfacer sus ambiciones de riquezas, aunque
no encontró el oro y plata que esperaba. Hemming,
John, 1982 [1970], Ob. Cit.,
260-270.
[39]
“Concierto celebrado en el pueblo de Pachacamac entre Francisco Pizarro y Diego
de Almagro. 14 de enero de 1535”. Medina, José Toribio, Colección de
Documentos Inéditos para la Historia de Chile, IV. Santiago de
Chile, 1889, pp. 315-318.
[40] Sin embargo, Manco desconforme, organiza
varias insurrecciones contra los españoles y realiza un Sitio o cerco a la
ciudad del Cusco en 1536-1537. Los españoles desde Lima movilizan fuerzas
indígenas para romper el cerco y Manco Inca se refugia en Vilcabamaba
donde sostiene su resistencia. Hemming,
John, 1982 [1970], Ob. Cit., pp. 219-301.
[41] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., p. 17.
[42] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., pp. 13-17.
[43] Hemming, John, 1982
[1970], Ob. Cit., pp. 97-113.
[44] Hemming, John, 1982 [1970], Ob. Cit.,
pp. 319-322.
[45] Que comienza con las intervenciones de La
Gasca y concluiría con la llegada del Virrey Toledo en 1569, quien implementará
el conjunto de reformas que definirán el sistema de dominación. Assadourian,
Carlos Sempat, “Los señores étnicos y los
corregidores de indios en la conformación del estado colonial”, en Transiciones hacia el sistema colonial andino, El Colegio de
México/IEP, Lima, 1994, pp. 209-279.
[46] En
1555 el rey señalaba al virrey Cañete que la evangelización era el fin
principal para las colonias y sus instrucciones se reducían a dos mandatos:
apoyar a la iglesia y desagraviar a los indígenas. En Assadourian,
Carlos Sempat, 1994, Ob. Cit., p.
229.
[47] Assadourian, Carlos Sempat, 1994,
Ob. Cit., p. 220.
[48] “El justo título del dominio sobre las
Indias dependía de una política específica: cumplir la comisión evangélica a
que se había obligado el rey de Castilla ante la cristiandad.” Assadourian, Carlos Sempat, 1994,
Ob. Cit., p. 213.
[49] El
Partido de los Indios Las Casas, Domingo de Santo Tomás, en nombre de los
caciques advierte al Rey sobre los daños que la concreción del proyecto de
perpetuidad de los encomenderos implicaría, a su vez, buscan superar la oferta
económica de los encomenderos, para que las encomiendas no fueran vendidas a
españoles, sino que, a medida que vacaran, fueran quedando bajo la corona y que
se redujeran los tributos y devolvieran las tierras usurpadas. Para los
religiosos, esta estructura sin encomenderos permitiría la evangelización y
para los señores étnicos conllevaría la reconstrucción de las organizaciones
étnicas y el reconocimiento de sus privilegios como caballeros españoles. Assadourian, Carlos Sempat, 1994,
Ob. Cit., pp. 225-229, 239-243.
[50] El proyecto del Virrey Nieva implica la
división de las encomiendas en tres tercios, el primero para la venta a
perpetuidad, el segundo para incorporar a la corona a medida que vacara, y el
tercero para nuevos conquistadores. En este proyecto, los Señores étnicos no tenían
lugar y eran considerados explotadores de los indios y los frailes como
usurpadores del poder estatal. Assadourian,
Carlos Sempat, 1994, Ob. Cit., p.
231
[51] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., pp. 28-38.
[52] Palomeque, Silvia,
2013a, Ob. Cit., pp. 1-31, 4-5.
[53] Parssinen,
Marti, Tawantinsuyu. El estado inca y su organización política, IFEA, 2003
[1992], Lima pp. 73; 92; 115; citado por Palomeque, Silvia, “El Tucumán durante los siglos XVI
y XVII. La destrucción de las ‘Tierras Bajas’ en aras de la conquista de las
‘Tierras Altas’, en Yoli Martini, Graciana Pérez Zavala y Yanina Aguilar (Comps.), Las Sociedades de los
paisajes áridos y semiáridos del centro oeste argentino, UNRC, Río
Cuarto, 2009, nota 26, p. 203.
[54] Lorandi, Ana
María, “La frontera Oriental del Tawantinsuyu: El Umasuyu y el Tucumán. Una hipótesis de trabajo” Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, T.
XIV, N° 1, 1980, p. 229.
[55]Para
ver éste y todos los conquistadores con jurisdicción sobre el Tucumán ver
cuadro al final.
[56] Para Lorandi, es
posible que el espacio incaico de lo que luego será Chile, comprendiera también
las actuales provincias argentinas de San Juan y Mendoza (reconocida como la
región de Cuyo) e incluso también a La Rioja, basándose en la mención sobre que
la existencia de un tambo llamado Chilecito que sugeriría ser la puerta
oriental de la entrada a Chile. (Lorandi, Ana María, 1980. Ob. Cit.).
[57] Lorandi, Ana María, “Sudamérica Oriental”, Franklin Pease García-Yrigoyen y Frank
Moya Pons, Historia General de América latina. El primer
contacto y la formación de nuevas sociedades, Vol. II. Ediciones
UNESCO, 2000, pp. 213-236.
[58]
Freyre, Ricardo, 1916, Ob. Cit., p. 174-176.
Agregamos que Rojas y Gutiérrez habían acompañado a los Pizarro y peleando en
la batalla de Salinas, mientras que Heredia, había ingresado al Perú con la
gente de Almagro.
[59] Para
más información sobre esta entrada, las intrigas y las luchas a su interior ver
Levillier, Roberto, 1926, Ob. Cit.,
pp.84-115 y Jaimes Freyre, Ricardo, 1916, Ob. Cit., pp.175-209.
[60] Jaimes Freyre, Ricardo, 1916, Ob. Cit.,
pp. 199-205. para este autor no quedan dudas de que los expedicionarios se
dirigían a Chile.
[61] La jornada dura casi
cuatro años, sale Cusco en 1543 y los sobrevivientes regresan en l546. La
expedición se divide en tres: Rojas se adelantó con un grupo, lo siguió
Gutiérrez y por último Heredia, con un itinerario diferente. En Chicoana, la expedición de Rojas encuentra indios con
“gallinas de Castilla” que les indican que había hombres blancos y oro del otro
lado de los “Antis”. Cambian de ruta y abandonan la de Chile. Se dirigen al sur
este, sufriendo “escaramuzas” en Chicoana y en Quiri-Quiri, hacia el Tucumán. Desde Capayán
van hacia el este y en Maquijata o Salavina (Mocacaj) muere Diego de
Rojas. La expedición continúa. En las regiones de Santiago del Estero, se
acercan a pueblos sedentarios y les quitan sus reservas de maíz. La hueste de
Gutiérrez se dirige a Soconcho y se encuentra con
Heredia. Continúan hasta el Río de La Plata, atraviesan las sierras de Calamuchita y parte de la hueste llega a la fortaleza de
Gaboto. Los últimos sobrevivientes bordean las sierras subandinas,
hasta el Bermejo y vuelven a Tupiza. Ottonello, María
Marta y Lorandi, Ana María, Introducción
a la Arqueología y Etnología. Diez mil años de Historia Argentina,
Ed. Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1987, pp. 147-149.
[62] Palomeque, Silvia,
2009, Ob. Cit., p.178.
[63] Lorandi, Ana
María, 2000, Ob. Cit., p. 228.
[64] Barros Arana, Diego, 2000a [1884], Ob. Cit., pp. 165-176. Ver nota al pie número 38.
[65]
Paralelo al nombramiento de Valdivia, el Rey había nombrado al secretario de
Pizarro, Pedro Sancho de Hoz para descubrir el sur del Estrecho de Magallanes y
los territorios que no pertenecieran a otras gobernaciones. Sancho de Hoz,
celebró un convenio con Valdivia en 1539, para realizar la conquista en
compañía, sin embargo, luego de disputas por el control de la expedición, en
1540 Valdivia arrestó a Sancho de Hoz y lo obligó a firmar la disolución del
convenio, devolviéndole el dinero invertido por éste último. Para conocer bien
el conflicto entre Valdivia y Sancho de Hoz ver: Barros Arana, Diego, 2000a [1884], Ob. Cit.,
pp. 170-176; Silva Lezaeta,
Luis, El conquistador Francisco de Aguirre, La
Revista católica, Santiago de Chile, 1904, pp. 31-76; Christensen,
Juan, 1922, Ob. Cit., pp. 26-27.
[66]
Francisco de Aguirre había llegado al Perú en 1534, poniéndose al servicio de
Pizarro. En la península había conocido a Pedro de Valdivia en las guerras de
Italia. Estando en Lima, decidió acompañarlo en su expedición de conquista
hacia Chile en 1540 y va a resultar uno de los más grandes apoyos de Valdivia.
Silva Lazaeta, Luis, 1904, Ob. Cit., pp.
12-56.
[67] Entre
otras acciones condenan a muerte a Pedro Sánchez de Hoz, el antiguo rival de
Valdivia.
[68] La Gasca a Valdivia “os doy e asyno por gobernación e conquista dendecapiano [Copiapó] que esta
en veynte y siete grados de altura de la línea
equinoccial, a la parte del sur hasta quarenta y uno
de la dicha parte procediendo norte sur derecho por meridiano e de ancho
entrado de la mar a la tierra ueste leste cien leguas
y os crio e constituyo en la dicha gobernación y espacio de tierra ya dicho
gobernador e capitan general de su magestad” Christensen,
Juan, 1922, Ob. Cit., p. 26. Para autores como Levillier y Christensen Copiapó
se ubica en la latitud 27° 20´ y estaría “erróneamente” ubicado en el título de
La Gasca y este punto es una de las disputas que mantiene Levillier
con Thayer Ojeda, para quien Copiapó es un valle amplio y no necesariamente ubicado
en la latitud de la ciudad actual. Aquí no definiremos esta disputa, sino que
nos centramos en los títulos y las interpretaciones de los documentos.
[69] Barros Arana, Diego, 2000a [1884], Ob. Cit., pp. 240-346.
[70] Christensen, Juan,
1922, Ob. Cit., p. 26.
[71] Lorandi, Ana
María, 2000, Ob. Cit. p. 222.
[72]
“Carta del Licenciado Cristóbal al Emperador. 24.12.1512”. en: Levillier, Roberto, Gobernantes del Perú.
cartas y Papeles. Siglo XVI, Sucesores de Rivadeneyra,
Madrid, 1921, p. 67.
[73] Así
lo explicaba La Gasca en una carta de 1549: “que se debia dar esta población por la gran necesidad que hay
de sacar gente de los Charcas, que tan demasiadamente está cargada della aquella provincia; y porque con poblar aquel
pueblo se pacifica lo postrero hacia aquella parte de los términos de
los Charcas adonde no han estado ahora bien de paz, ni servido, y hecho allí
aquel pueblo no pueden sino estarlo, por quedar en medio ya de dos pueblos de
cristianos. Y también con este pueblo se defienden los indios de los Charcas
de los Chiriguanaes, que hacia aquella parte
confinan con ellos, y procuran continuamente captivarlos...”Levillier, Roberto, 1921, Ob. Cit.,
pp. 205-206. El subrayado es nuestro.
[74]
“[traslado de] Provisión de Juan Núñez” 19.06.1549 y “Confirmación de Juan
Núñez” 15.02.1555. en: Levillier, Roberto, Correspondencia de los Cabildos en el Siglo XVI. Sucesores
de Rivadeneyra, Madrid 1918a, pp. 28-35. El subrayado
es nuestro.
[75] Chistensen, Juan, 1922, Ob. Cit., p. 54
[76] Como
Juan de Lazarte, Gaspar Pérez, Gonzalo Hernández, Antón de Luna, Alonso del
Arco, Hernán Cortés Caravajal, y más tarde se
agregaron Juan Gregorio Bazán (primo de Francisco de Aguirre), Juan Cano, el
procurador Lorenzo de Maldonado, entre otros. Christensen,
Juan, 1922, Ob. Cit., pp. 55-56.
[77] Barros Arana, Diego, 2000a
[1884], Ob. Cit., p. 308.
[78] Para
Santa Cruz el reclutamiento también se veía amenazado ya que Villagra “y sus tenientes, los capitanes Reinoso y Gabriel de Villagra, fueron
sonsacando los hombres ya comprometidos con Santa Cruz. […] en La Plata y en
Potosí, con promesas […] consiguieron, según denuncias posteriores de Núñez,
que sesenta pasaran a sus filas”. Levillier,
Roberto, 1926, Ob. Cit., p. 178.
[79] Palomeque explica que para Jaimes
Freyre, en Gualan se fundó primero Barco 1°, luego
Cañete y finalmente Tucumán en su primer asentamiento, más al sur que la actual
ciudad, y que originariamente denominaban San Miguel o/y Ibatín.
Palomeque, Silvia, 2013, Ob. Cit., p.
18.
[80] Blas de Rosales y Rodrigo de Palos son dos
testigos que declaran que en esta ciudad Núñez del Prado había otorgado
encomiendas, en: Medina, José Toribio, 1896b, Ob. Cit., pp.
13-16; En otro documento Juan Núñez de Guevara y Martín de Rentería testimonian
que “hizo sembrar á todos los
españoles éá cada uno daba de los indios que venían
de paz para ayudarle á sembrar, é qe
se sembró” Medina, Juan, 1896a, Ob. Cit., pp. 16;
46. Además contamos con la cédula de encomienda dada por Juan Núñez de Prado a
Juan Bautista de Alcántara en Levillier, Roberto, Gobernación
del Tucumán: Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores. Documentos
del Archivo de Indias. Tomo I Sucesores de Rivadeneyra,
Madrid 1919, pp. 350-351.
[81] Christensen, Juan, 1922, Ob. Cit., p. 38.
[82] En el
Barco había soldados que se oponían a renunciar al sometimiento a Valdivia, tal
como declara Blas de Rosales que “vió poner al escalera en el rollo á manera de
amenaza, la cual puso al tiempo que tornó á alzarse
por sí [Núñez del Prado] y no querer estar al
dominio é juridición de la provincia de Chile, y
sobre ello atormentó á Andrés de Herrera éá Antón de Luna, porque decían que venía gente de
Chile, é por tener, como los tenía, por hombres aficionados á las cosas tocantes á la
gobernación de Chile;” En Medina, José, 1896b, Ob. Cit., pp. 10-11.
[83] Los vecinos Alonso del Arco y Antón de Luna
desconocen la renuncia hecha ante el Cabildo e intentan la sublevación, según
los testigos que responden afirmativamente a la pregunta “si saben
[..]Juan Núñez de Prado renunció los poderes que por S. M. tenía ó se sometió al distrito juridición
de Chile, y por estar como está esta cibdad en
aquella demarcación, [...]decía inducir á los vecinos
que firmasen se sacase de allí esta cibdad [...] y
porque se lo contradijeron Antón de Luna é Alonso del Arco, los mandó matar”.
Los testigos fueron Blas de Rosales, Rodrigo Palos, Lorenzo Maldonado, el
viejo, Andrés de Herrera, Rodrigo Fernández En Medina, José, 1986a, Ob. Cit., pp. 3, 10, 17, 22, 30, 40.
[84] En
1551 Núñez del Prado envía informe al Rey diciendo “como el dicho
Francisco de Villagrán después que entró en esta tierra hizo malos tratamientos
él y su gente á los naturales, de manera que se
alzaron, que hasta hoy día no les he podido tornar al servicio como de antes, é
han dejado de sembrar é hoy día están de guerra”. Esto es ratificado
por testigos. Medina, José, 1986a, Ob. Cit., p. 7.
[85] Christensen, Juan, 1922, Ob. Cit., p.
79.
[86] Levillier, Roberto, 1926, Ob Cit., p. 183.
[87] Loradi, Ana María, 1999. Ob. Cit., p.
229.
[88] Jaimes Freyre,
Ricardo, 1915, Ob. Cit., p. 13. El subrayado es
nuestro.
[89] “Aprovechó enseguida admirablemente la
coyuntura que se le presentaba para trasladar la ciudad de Barco mucho más al
Oriente, a fin de quedar fuera de las cien leguas de ancho de la Gobernación de
Chile.” Silva Lazaeta, Luis, 1904, Ob. Cit., p. 113.
[90] Thayer
Ojeda, Thomas, 1927, Ob. Cit., p. 29.
[91] Levillier, Roberto, 1926, Ob. Cit., pp. 178-182.
[92] Si
bien en 1544 el capitán Juan Bohón, enviado por Pedro
de Valdivia funda Villanueva de la Serena, en el Valle de Coquimbo, en 1549,
los indios se levantaron y la despoblaron asesinando a muchos españoles, entre
ellos a Bohón. Ese año Valdivia envió a Francisco de
Aguirre (que había recientemente reprimido exitosamente una sublevación
indígena en Copiapó) a refundar la ciudad, ahora bajo el nombre de San
Bartolomé de La Serena. Barros Arana, Diego, 2000a [1884]. Ob. Cit., pp.
206- 262
[93] Nombramiento de Francisco de Aguirre por
Pedro de Valdivia, 1551.Morla Vicuña, Carlos. 1903. Estudio histórico sobre el descubrimiento y conquista de la Patagonia y
Tierra del Fuego. Leipzig, F.A. Brockhaus. pp. 80-82. El subrayado es nuestro
[94] Silva
Lazaeta, Luis, 1904, Ob Cit., p. 61.
[95] Palomeque, Silvia, 2000, Ob. Cit., pp.
106-107.
[96] Palomeque, Silvia, 2009, Ob. Cit.,
p. 196.
[97] Christensen, Juan, 1922, Ob. Cit., p.
94.
[98] Barros Arana, Diego, Historia
General de Chile, T.II, Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 2000b [1884], p. 146.
[99]
Confirmación de Juan Núñez de 15.02.1555. Levillier,
Roberto, 1918a, Ob. Cit., pp. 32-35.
[100] Para Jaimes Freyre, en el título, la definición de esta
provincia estaría separada de Chile y la Audiencia manifiesta límites étnicos
–y no geográficos- para el Tucumán. “previniendo a los de Chile
que no estorbaran á aquel general en el uso y
ejercicio de sus cargos, y como ya tenía datos ciertos sobre estas regiones y
sabía lo que significaba en lengua de indios provincia de Tucumán, le agregó juries y diaguitas […]con límites étnicos, más precisos en
aquella época que los geográficos, pero que ocasionaron nuevos conflictos
andando los tiempos.” Jaimes Freyre,
Ricardo, 1915, Ob. Cit., pp. 13-14.
[101] Silva
Lazaeta, Luis, 1904, Ob Cit., p. 61.Christensen, Juan, 1922, Ob. Cit., p. 111; Levillier,
Roberto, Papeles de Gobernadores. 1553-160, Tomo
I, Imprenta Juan Pueyo. Madrid, 1920, pp. XX-XXI
[102]
Información contra Juan Núñez de Prado en el Barco. 1556. No se sabe si esta
información se presentó o cual fue su curso, ya que sólo se conoce un traslado
al rey de 1581 hecho por Aguirre. En Medina, José, 1896b. Ob. Cit.
[103] Presenta a Blas de Rosales, Miguel de
Ardiles, Nicolás Carrizo, Julián Sedeño, Juan González, Rodrigo Palos, Alonso
de Orduña, Gonzalo Sánchez Grazon, Andrés de Herrera,
Rodrigo Fernández, Lorenzo Maldonado, Nicolás de Dios y Baltasar Hernández. Aunque
se omiten luego las declaraciones de Miguel de Ardiles, Nicolás Carrizo y Juan
González. Medina, José Toribio, Colección de Documentos
Inéditos para la Historia de Chile. T. XXIX, Imp. Elzeviriana.
Santiago de Chile, 1901a, p. 68.
[104] Hemming, John, 1982 [1970], Ob. Cit., pp.
448-449.
[105] Desde
Chile, Francisco de Aguirre había comisionado de su sobrino Rodrigo de Aguirre
para que fuese con un grupo de soldados y con socorros y después reemplazara a
Bazán en su mando. Barros
Arana, Diego, 2000b [1884], Ob
Cit., p. 146.
[106] Christensen, Juan,
1922, Ob. Cit., pp. 117-118.
[107]
Medina, José Toribio, Diccionario biográfico
colonial de Chile, Imp. Elzeviriana, Santiago de Chile, 1906, p.
950.
[108]
Medina, José Toribio, 1906, Ob. Cit., p.
950.
[109] Tanto Christensen, Juan (1922, Ob.Cit., pp. 115-117) como
Silva Lazaeta, Luis (1904, Ob Cit., p. 157)
refieren al apresamiento de Villagra y Aguirre como parte de una estrategia del
recién llegado gobernador para alejarlos de Chile. Sabemos que ambos habían
liderado las represiones de los indígenas levantados durante 1548-1549 en los
valles de Coquimbo y Copiapó y que en 1547 habían decapitado a Pedro Sánchez de
Hoz, acusándolo de confabulación.
[110] En
1557 el Virrey Hurtado de Mendoza, amnistió a muchos caciques atacameños
perdonándolos de los ataques que les habían propiciado a los españoles, en una
ceremonia, los indígenas entregaron sus armas, oficializando la conquista,
aunque no por ello quedaba afianzada. Silva Galdames,
Osvaldo y Téllez Lúgaro, Eduardo, “Atacama en el
siglo XVI. La conquista hispana en la periferia de los Andes Meridionales”, Cuadernos de Historia, N° 9,Universidad de Chile,1989, p. 60
[111] Ver en este mismo Dossier: Plomer, Florencia “Una
aproximación prosopográfica a los conquistadores
españoles del Tucumán (1535-1600)”.
[112] Assadourian, Carlos Sempat, 1994,
Ob. Cit., p. 229.
[113]Firmado
por El Marqués, 22.2.1560 en “Fragmentos de la Información de servicios de Juan
Pérez de Zurita”, Medina, José Toribio, Colección de Documentos
Inéditos para la Historia de Chile, T. XXVIb,
1901, pp. 87-88.
[114] En
“Pleito seguido por Juan Pérez de Zurita, como gobernador de la provincia de
Tucumán, para eximirse de la Jurisdicción de Francisco de Villagra que ejercía
igual cargo en Chile”. Medina, José Toribio. 1901a, Ob. Cit., p. 42.
[115] Palomeque, Silvia,
2009, Ob. Cit., p. 179
[116]
Barros Arana, Diego, 2000b [1884], Ob. Cit., pp. 229-331.
[117]
Gregorio de Castañeda había acompañado y defendido a Valdivia en Lima y ya en
Chile había sido con Villagra vecino fundador y regidor de La Imperial, en
1551-1552.
[118] Villagra se ampara en una provisión de la
Audiencia de Lima, que lo habilitaría a dictar órdenes para el
Tucumán, desconociendo el decreto del virrey Hurtado de Mendoza y aun cuando el
procurador Alonso Pérez de Zurita había conseguido que la Audiencia
contradijera esa provisión de Villagra. Medina, José Toribio, Ob. Cit., 1901a, p. 85.
[119] Silva
Lazaeta, Luis, 1904, Ob Cit,
.p.176.
[120]
Muchas veces se refiere huestes provenientes de “Charcas”, sin embargo, no se
suele explicar qué se entiende por Charcas, ya sea la provincia, Audiencia,
Obispado o las sociedades indígenas de donde proviene su nombre. Según Levillier, la Audiencia de Charcas fue establecida con un
distrito reducido en septiembre de 1561, siendo Juan de Matienzo su oidor: “la ciudad de La Paz y cien leguas a la redonda. la audiencia dio
relación del establecimiento y distrito quejándose de la desigualdad […] en
comparación con la de Lima.” Es decir que, como Audiencia, Charcas
se constituye solo dos años antes que la Gobernación del Tucumán. El distrito
de la Audiencia de Charcas fue ampliado y fijado en 1563 por Real Provisión que
ordenaba que los límites “sean la gobernación de tucuman y juries y diaguitas y la
provincia de mojos y chunchos y las tierras y pueblos que tienen poblados andres manso y nuflo de chaues con los demás que se poblare en aquellas partes en
la tierra que hay dende la dicha ciudad de la plata
hasta la ciudad del cuzco” (Levillier,
Roberto. Audiencia de Charcas. Correspondencia de
Presidentes y Oidores. T.I. 1561-1579; 1918b. T.XXVII) A su vez la
Real Provisión, separa definitivamente al espacio de Tucumán de Chile al “proueer y ordenar asi y apartar la dicha gouernacion de tucumanjuries y
diaguitas de la dicha gouernacion de chile e
incluirla en el distrito de la dicha audiencia de los charcas … y mandamos al
nuestro presidente e oidores de la dicha nuestra audiencia real de la ciudad de
los Reies y al nuestro gobernador de la dicha
provincia de chile que de aquí en adelante no usen de jurisdicion
alguna” (Real provisión ampliando los límites y distritos de la
Audiencia de Charcas e incluyendo entre otras tierras las de Tucumán, Juríes y diaguitas que se apartan de la Gobernación de
Chile.” 29.08.1563. Levillier, Roberto, 1926, Ob Cit., pp.
257-258.
[121] Tell, Sonia, “Una economía regional en el espacio peruano.
Circuitos, producción y participación de indígenas y campesinos en los mercados
(Córdoba, período colonial)”, Bandieri, Susana y
Fernández, Sandra (coord) La historia
argentina en perspectiva local y regional. Nuevas miradas para viejos
problemas. Tomo 1. Teseo, Buenos Aires, 2017. p. 152.
[122]
Barriera, Darío, Abrir puertas a la tierra. Microanálisis de
la construcción de un espacio político, Santa Fe, 1573-1640.
Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, 2013, pp. 32-36.
[123] Palomeque, Silvia, 2013a, Ob. Cit.,
pp. 4-5.
[124] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., pp. 13-17.