pulares: ENTRE LA guerra yLA ENCOMIENDAen las tierras altas del tucumán
colonial, virreinato del peru (1577-1630)
PULARES: BETWEEN THE WAR AND THE ENCOMIENDA IN THE HIGH LANDS OF THE COLONIAL TUCUMÁN,
VICEROYALTY OF PERU (1577-1630)
Laura
Quiroga
PROHAL. Programa de
Historia de América Latina
Instituto de
Historia Argentina y Americana.
Prof. E. Ravignani.
FFYL. UBA
CONICET, Carrera de
Historia, FFYL, UBA
cotagua@yahoo.com.ar
Miguel Nicolás Hopkins Cardozo
Carrera de
Historia, Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de
Buenos Aires
charangonicolas@gmail.com
Ana
Emilse Alvarado
Carrera de
Historia, Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
bebo91191@hotmail.com
Fecha de ingreso: 24/03/18
Fecha de aceptación: 20/09/18
Resumen
La
historiografía del Tucumán aborda el estudio de los pulares basado en el
supuesto de que la alianza con el dominio colonial es resultado de una
continuidad en la estrategia de sus líderes frente a organizaciones políticas
de mayor escala como el Tawantinsuyu. A través
de información proveniente de actos de posesión de encomiendas, cartas de
gobernadores y probanzas de méritos y servicios de los siglos XVI y XVII,
complementada con el análisis lingüístico de los nombres indígenas y
referencias geográficas, se propone reconstruir la agencia del colectivo
indígena denominado pulares en las fuentes coloniales. La documentación
analizada nos permite reconstruir sus redes territoriales y autoridades en el
contexto ambivalente de indios de guerra e indios de encomienda. Como resultado
podemos sostener que la territorialidad de pulares trasciende el sector
valliserrano norte para vincularse a una red vinculada al área circumpuneña en
su conjunto. Planteamos que la condición de frontera atribuida a un área cultural
pular responde a la conformación de entramados y redes visibilizada tanto en
los relatos de la guerra como en el ordenamiento de las encomiendas, los grupos
que lo integran y sus autoridades.
Palabras Claves: Pulares, Encomienda, Entramados rebeldes, Alianzas, Territorialidad.
Abstract
The historiography of Tucumán undertakes the
study of the Pulares based on the assumption that the alliance with the
colonial rule is the result of continuity in the strategy of its leaders
against larger political organizations such as the Tawantinsuyu. Through
information coming from the acts of possession of encomiendas,
letters of governors and probanzas of
merits and services in the XVIth and XVIIth centuries, complemented with
lingüistic analysis of indigenous names and geographical references, we propose
to reconstruct the power of resistance of the so called Pulares
in the colonial historical sources. The documentation analyzed allows us to
reconstruct their territorial networks and authorities in the ambivalent context
of Indians engaged in war and Indians of encomienda. As
a result, we consider that the territoriality of the Pulares goes beyond the
northern area of valleys and mountains to establish a
network related to the area around the Puna in its whole. We consider that the
border attributed to a cultural Pular area is the result of a number of
alliances and visible networks that are reflected in war accounts, as well as
in the organization of encomiendas,
the groups that integrate them and their authorities.
Key words: Pulares,
Encomienda, Rebellious networks, Alliances, Territoriality
Introducción
En un
escenario de rebeldías, alianzas y resistencias de gran escala, como fueron los
Valles calchaquíes en los siglos XVI y XVII, un grupo de indios pulares se alió
a los españoles en el alzamiento de 1630. Argumentando que debía protegerlos de
posibles represalias, el Gobernador Felipe de Albornoz ordenó su traslado desde
el valle calchaquí al valle de Lerma. A partir de estos hechos, la
historiografía del Tucumán aborda el estudio de los pulares basado en el
supuesto de que la alianza con el dominio colonial es resultado de una
continuidad en la estrategia de sus líderes frente a organizaciones políticas
de mayor escala como el Tawantinsuyu[1].
Diversos
autores definen a los pulares como un grupo multiétnico conformado por
mitmakuna incaicos y población local[2].
Su territorio, entendido como un espacio continuo y delimitado, se ubicaría en
la región comprendida por el norte del valle Calchaquí -entre las actuales localidades
de Seclantás y La Poma- y la Quebrada de Escoipe mientras que Mignone[3]
los ubica en el valle calchaquí norte, lindante con las estribaciones de la
puna.
Un análisis diacrónico y micro histórico de las
fuentes coloniales nos permite rever estos supuestos de la historiografía.
Nuestro objetivo será reconstruir
las relaciones ambivalentes entre las autoridades coloniales y el colectivo
pular -entendido como un conjunto heterogéneo- como indios de guerra y de
encomienda. Al mismo tiempo, buscamos reconstruir las redes regionales y
entramados socio-políticos de alianza y resistencia en los que se menciona la
participación de pulares entre 1577 y 1630. Este recorte cronológico se inicia
con la fundación de San Clemente de la Nueva Sevilla en el norte del valle
calchaquí en 1577, hasta el alzamiento general de 1630.
En este
periodo, se producen rebeliones y resistencias en los que se menciona a los
pulares como parte de un entramado que resiste a los intentos de fundaciones
urbanas en el interior del valle calchaquí. Esta línea de investigación se basa
en la lectura de las cartas de Gobernadores junto a las Probanzas de méritos y
servicios publicadas por Roberto Levillier[4],
en las que buscamos recuperar referencias a las estrategias de la guerra, sus
escenarios y características del asentamiento calchaquí, sin embargo, sus redes
y alianzas trasciendan los valles y demuestran vinculaciones macroregionales
que alcanzan el área de Atacama, la puna y quebrada Jujeña.
A lo largo
de estos años (1577-1630) la fragmentación de la encomienda de pulares y la
descripción de los actos de posesión de cada segmento revelan la participación
de autoridades indígenas de distinta jerarquía, pero también, una red
heterogénea de nombres cristianos e indígenas y referencias geográficas. Esto
nos permite entrever la complejidad de la composición de la encomienda de
pulares, que se suma a la complejidad de la composición del colectivo pular,
tal como sostiene la historiografía regional. Para ello tomaremos la
información que provee la lectura del documento catalogado como EC1631.9 del
ABNB (Sucre)[5].
Se trata de un pleito generado por el derecho de sucesión en tercera vida de la
encomienda de Bartolomé Valero, frente a los derechos obtenidos a través de
dejaciones y oposiciones de los vecinos feudatarios del Fuerte de Nuestra
Señora de Guadalupe (1631).
De su
lectura vamos a recuperar cuáles son las autoridades indígenas que se mencionan
en la documentación y su relación con los agentes coloniales. Nos referimos a
caciques principales y segundas personas, por un lado, y al cabildo, gobernador
y encomenderos, por el otro. Nuestro objetivo será analizar comparativamente, y
en la diacronía, las vinculaciones macroregionales y las representaciones del
poder político de las autoridades indígenas en el contexto ambivalente de la
guerra y la encomienda.
Acerca de los pulares: cartografías y
fronteras
La
historiografía andina debate por el significado de las denominaciones indígenas
contenidas en las fuentes históricas[6].
Si consideramos este problema desde la perspectiva del territorio podemos
retomar el planteo de Saignes acerca del desarrollo de cartografías de la
identidad colectiva. La elaboración de mapas étnicos en los que se incluye una
dimensión diacrónica expresa la “herencia de la
intervención inca en el sur andino, los desórdenes posteriores a la caída del
Tawantinsuyu y las primeras modificaciones impuestas por las autoridades
hispánicas”[7].
En el área
del Tucumán la discusión plantea que los mapas étnicos se construyen sobre la
percepción colonial de identidades colectivas y, en ciertos casos, con su
contrastación arqueológica[8].
Otra perspectiva aborda las taxonomías coloniales simplemente como la expresión
de ordenamientos fiscales de la población tributaria bajo el sistema de
encomiendas, aunque sin problematizar la variable territorial[9].
El trabajo
pionero de Roberto Levillier Nueva Crónica de la
Conquista del Tucumán[10]
presenta una de las primeras representaciones gráficas de las identidades
indígenas en contexto temprano colonial elaborada a partir de la documentación
histórica compilada por el autor. La edición incluía un gráfico de las
poblaciones indígenas del Tucumán superpuesto a un mapa de las fundaciones
hispanas en el mismo territorio. De esta forma el autor vinculaba la
visibilidad de las poblaciones indígenas con el proceso territorial y
fundacional de la conquista (Ver figura 1). Los pulares -junto a Guachipas y
Chicoanas- formaban el conjunto “diaguitas de calchaquí” diferenciados de los
diaguitas de Londres y La Rioja[11].
Figura 1
Cartografía de las
poblaciones indígenas de la
Gobernacion del Tucumán
Fuente: Reproducido de Levillier, Roberto (1931: 221)
Esta
diversidad tempranamente observada por Levillier, se reitera en el trabajo de
Lorandi y Boixadós. La elaboración de un mapa étnico del valle calchaquí, -a
partir de las denominaciones encontradas en las probanzas de méritos y
servicios- se comparó con la variabilidad de estilos alfareros prehispánicos.
Sobre esta base se delimitó un área cultural pular en el valle calchaquí norte
desde la actual localidad de la Poma hasta el pueblo de Atapsi[12].
El área de los pulares se estableció como frontera cultural con la población
calchaquí ubicada hacia el Sur. Los trabajos de Giudicelli y Quintian analizan
el Tucumán - y el área de pulares en particular-como una doble frontera: la
exterior está marcada por la guerra frente al dominio colonial, mientras que la
interna marca una diferencia en las relaciones hispano calchaquí entre los
indios domésticos y los de guerra[13].
Los mapas
étnicos elaborados en los años 80, basados en la noción antropológica de
unidades culturales delimitadas, dieron paso a territorialidades dispersas,
conforme las nociones de verticalidad e interdigitación que permitían
reinterpretar el modo de habitar andino[14].
Según esta perspectiva, la etnicidad adquiere una expresión geográfica basada
en las redes de interacción entre grupos, no solo para acceder a recursos
distantes y diversos, sino para hacer posible su reproducción social y
política.
Por lo
tanto, seguiremos las líneas de investigación que proponen trabajos como los de
Martínez para el área circumpuneña, Sánchez y Sicaen relación con liderazgos de
la resistencia en la figura de Viltipoco y Palomeque para la puna y quebrada
jujeñas[15].
En ellos encontramos no sólo la territorialidad discontinua establecida
mediante relaciones de parentesco, intercambios de bienes, control político,
trashumancia o movimientos giratorios sino, especialmente, la interdigitación
de territorios y poblaciones en el área circumpuneña en su conjunto.
Junto con
esta escala regional de observación utilizaremos como marcas en el espacio, las
referencias geográficas a través de las lenguas tomando en consideración
topónimos y antropónimos[16],
una línea de análisis especialmente trabajada por Albeck y Palomeque en la puna
de Jujuy[17]. De esta forma, vamos a considerar paisajes,
territorio y etnicidad como componentes de un proceso histórico regional de
redes, alianzas y resistencia que expresan una dinámica identitaria y política
en permanente reelaboración.
Los pulares como indios de guerra
En este
apartado vamos a reconstruir la participación de los pulares en la conformación
de entramados rebeldes, considerando como recorte temporal las entradas
iniciales de la hueste conquistadora hasta el alzamiento general de 1630. Este
período recoge las tensiones entre indígenas y españoles generadas por los
intentos fundacionales en territorios de calchaquí, la conformación de un
estamento encomendero regional y las alianzas políticas para la resistencia
indígena.La conformación
de un espacio colonial requería el control de poblaciones junto a un sistema
económico que, entre otros aspectos, permitiera la comunicación de la región
andina con el Tucumán y el Río de La Plata[18].
Desde mediados del siglo
XVI, treinta años antes que fueran efectivamente encomendados, las probanzas de
méritos y cartas de gobernadores mencionan a los pularescomo parte de
un entramado rebelde articulado entre los calchaquíes del norte -chicoanas y
pulares- con las poblaciones de puna. La
primera mención se encuentra en la probanza de méritos de Juan Bautista
Alcántara presentada en la ciudad del Barco en 1552. Allí declara que ingresó
al Tucumán con Juan Núñez de Prado, donde los pulares les dieron una guazabara
en el valle de Chicoana[19]. El testimonio de Santos Blázquez ubica estos
hechos en el valle de los pulares abriendo el interrogante acerca de su
ubicación y si se trata de dos lugares diferentes:
al
tiempo que el dicho Juan Núñez de Prado entró en esta tierra entraron con el
dos frailes de la orden del Señor Santo Domingo e un clérigo el cual murió y su
muerte fue en el valle de los pulares[20]
Buscando la
consolidación del dominio territorial del Tucumán Juan Pérez de Zurita
establece la fundación de cuatro ciudades: Londres en los diaguitas 1558,
Cañete en Tucumán, Nieva en Jujuy yCórdoba
de la Nueva Andalucía en el sector norte del valle calchaquí (1559). Levillier sostiene que la fundación de Córdoba tenía
como objetivo específico frenar los ataques de los pulares sobre Chicoana[21].
Con la rebelión de los calchaquíes de 1561 se abandonan las ciudades de Zurita
-entre ellas la de Córdoba- aunque no hemos encontrado referencias específicas
sobre la participación de los pulares en estos hechos.
Por decisión de Virrey Toledo, Gonzalo de Abreu funda en
1577, San Clemente de la Nueva Ciudad de Sevilla en cercanías del actual San
Carlos[22]. En
carta dirigida al virrey del Perú, el gobernador describe su ingreso al valle y
la consiguiente conformación de alianzas, negociaciones y resistencias entre
los calchaquíes[23]. El 25 de enero parte de San Miguel de Tucumán con una
hueste formada por noventa integrantes, ingresa al valle hasta un lugar llamado
Guadaqueni donde se produce un primer enfrentamiento con los indígenas. Los apresados confiesan que Calchaquí sabía
de su ingreso y había hecho una junta general de “toda la tierra”.
Desde allí la hueste
sigue el río hasta dar con la fortaleza de Anguinahao donde se produce un
enfrentamiento con sus pobladores. Debido a su derrota establecen un acuerdo
por el que aceptan servir al español[24].
Habiendo apresado a su cacique, de nombre Chumay casado con una hija de
Calchaquí, Abreu decide instalar un fuerte para asentarse en el valle en el
asiento de Camalamao por ser “el mas comodo y aparejado
del valle por estar junto a la fuerza de los naturales de un cabo calchaquí
chumbicha y otros y chicuanapulares[25].
A través de los nombres de grupos y caciques mencionados en la cita, observamos
la conformación del siguiente entramado rebelde que volcamos en el gráfico 1.
Gráfico 1: Entramado
rebelde según la carta de carta del Gobernador Abreu el 20 de marzo de 1577
Grupos rebeldes ·
Pulares
Caciques mencionados
|
Sujetos a los españoles
|
Fuente: Elaboración propia sobre datos tomados de la carta
de carta del Gobernador Abreu el 20 de marzo de 1577[26].
A pesar de las alianzas
y sujeciones logradas por el Gobernador, la resistencia constante de los
indígenas marcó la breve existencia de San Clemente desde “el día de cenizas
hasta el día de ramos” del mismo año. Sobre la estrategia de la guerra seguida
por el entramado de los pulares contamos con la información proveniente de las
probanzas y méritos de Juan Pedrero de Trejo y Hernán Mejía de Mirabal[27].
Los testigos aportados
por Juan Pedrero de Trejo señalan que en cercanías de Tolombón los indios de
guerra cavaban pozos en el suelo con estacas en su interior para derribar a los
caballos y jinetes. La estrategia de mayor efectividad, que obligó finalmente a
su despoblamiento, fue la inundación del fuerte por el desvío de las acequias,
quitando “de sus madres dos ríos en medio de los cuales estaban poblados en el
dicho fuerte”[28]. Mejía
de Mirabal acude en socorro del gobernador con treinta vecinos de Santiago del
Estero apoyados por un número indefinido de indios amigos y así logra trasladar
la población de San Clemente al valle de Salta.
Con la fundación de
Salta en 1582, a cargo de Hernando de Lerma los pulares se mencionan en la
documentación como indios de encomienda y solicitantes de una merced de tierras
en el valle de Lerma y la quebrada de Escoype, aspecto que desarrollaremos en
el punto siguiente. Sin embargo, los pulares, como parte de un colectivo
calchaquí, vuelven a rebelarse dando lugar a una nueva entrada a sus
territorios.
El Gobernador siguiente,
Juan Ramírez de Velasco (1586- 1593) consolida las fundaciones de sus
antecesores, asegurando la
vía de comunicación entre Tucumán y Charcas.Las fuentes que nos permiten reconstruir el entramado
rebelde provienen de las probanzas de méritos de González de Villaroel, el
propio gobernador Ramírez de Velasco y dos cartas dirigidas al rey con fecha
6-4-1587 y 20-4-1588[29].
En el primer caso el
testigo sostiene que:
se halló en compañía del dicho
gobernador en el castigo de los indios del valle de Calchaquí chicoanas y
pulares que se habían rebelado y muerto un fraile y seis españoles y en siete
batallas y reencuentros que se tuvieron en los dichos indios hasta que quedaron
pacíficos[30].
En el segundo se
describe un entramado conformado por los pulares “confederados con los de calchaqui junto a omaguaca,
chicoanacasabindo y cochinoca”[31].
Estas Probanzas nos presentan una red similar a la que encontramos en la carta
del Gobernador Abreu (ver gráfico 1). A
esta sesuman poblaciones de la puna y quebrada jujeñas sin mencionar a los
aliados de los españoles (ver gráfico 2).
Gráfico 2:
Entramado rebelde según la carta del
Gobernador Ramírez de Velazco
Grupos rebeldes
Caciques mencionados ·
Silpitorle, cacique
principal, hijo de calchaquí (Carta 19-4-1588) |
Aliados a los españoles
|
Fuente: Elaboración propia sobre datos tomados de cartas del
Gobernador Ramírez de Velazco[32].
Las cartas describen un
aspecto peculiar de la negociación con el gobernador. Los calchaquíes salen a
darla paz “y dieron señal de ella maíz y yerba”[33].
Esta práctica se reitera en Angastaco, mencionado como fuerte del Inca, mientras
que en el asiento de Tolombones los caciques entregan flechas al gobernador. Un
cacique principal, de nombre Silpitorle, le ofrece la paz y, al mismo tiempo,
le solicita su alianza para enfrentarse a los indios de Anguinaho.
La entrega de distintos
presentes nos permite ver formas de acuerdo marcadas por la entrega de objetos
significantes que, a modo de señales, nos describen el tenor de las relaciones
hispano calchaquíes. La entrega de maíz y yerba expresaría alguna forma de
aceptación del poder colonial, en tanto la flecha marcaría una alianza para la
guerra, como se aprecia en otras situaciones similares de resistencia[34].
Durante el gobierno de
Pedro de Mercado y Peñaloza (1595- 1600) se produce un nuevo levantamiento
Calchaquí. La probanza de Lope Bravo de Zamora llama a esta jornada de Mercado
la entrada “a los valles de calchaqui, pulares y chicoanas”[35]. La probanza de Toledo y Pimentel
agrega a este entramado los indios de luracatao(ver gráfico 3)[36].
Gráfico
3
Entramado rebelde según la Probanza de méritos
de Lope Bravo de Zamora
Grupos rebeldes
|
Aliados a los españoles No se mencionan |
Fuente: Elaboración propia sobre datos tomados de AGI,
Charcas 101, N16 y AGI, Charcas 18, N4.
La represión del levantamiento
se describe en la probanza de Bravo de Zamora:
Ahorque al dchoanacona,
presente los enemigos, desgarroné a su hermano y di garrote al dcho cacique
Chumbicha como cómplice principal de la dicha alteración, tan obstinado y envejecido
tirano q. despobló dos veces la ciudad que fundó el gobernador Gonzalo de Abreu
por frontera dellos, prendí de camino en el dcho valle y saqué al cacique D.
juan Colcas q mató al dcho fraile con once compañeros[37]
Entre los rebeldes
enfrentados al gobernador Mercado se mencionan de forma constante a los pulares
y calchaquíes. En otros casos, se enumeran con más detalle los componentes de la
alianza. Otro testimonio describe la red del área de Jujuy en la que se
mencionan grupos previamente nombrados como aliados de los pulares “Jujuy, sitiada por los indios omaguacas, casavindos, cochimocas,
ocloyas, tilianes, viltipocos y otras naciones”[38].
Con estos elementos de
análisis nos preguntamos cómo se conforman los entramados rebeldes, teniendo en
cuenta que nos encontramos con dos escenarios diferenciados - Calchaquí y
Jujuy- en los que buscaremos saber si existe alguna forma de coordinación y
liderazgo entre ellos o se trata de levantamientos autónomos de distinta escala
pero sincrónicos.
Durante el gobierno de
Abreu, el levantamiento de Calchaquí se relata como un movimiento autónomo
articulado por caciques de la región, a los que se describe en términos del
parentesco que los enlaza a Calchaquí. Se trata de aquellos líderes que
resisten desde sus poblados al ingreso de la hueste y la instalación de fuertes
en sus territorios. Durante los Gobiernos de Ramírez de Velazco y Mercado,
calchaquí norte se articula con la resistencia de Jujuy como lo evidencia los
gráficos 2 y3. Al mismo tiempo, si observamos hacia el sur vemos que el
enfrentamiento de pulares con Anguinahao se reitera en ambos períodos.
La documentación
describe las alianzas y la posición de autoridades en términos de parentesco.
Al respecto podemos preguntarnos si se trata de parientes en términos
sanguíneos o se refiere a términos políticos revestidos de un lenguaje de
parentesco. Este aspecto no es de menor importancia. En referencia a las formas
que adquiere la política en sociedades sin estado pero en interacción con
estructuras de mayor centralidad, como lo eran las sociedades vallistas del
siglo XVI, Balandier sostiene que “el parentesco provee a lo
político de un modelo y de un lenguaje (…) las relaciones políticas se expresan
en términos de parentesco y las manipulaciones del parentesco son unos de los
medios de la estrategia política”[39].
Por esto, es posible
plantear que los nombres de las autoridades no fueran una extensión del nombre
del líder a su pueblo, sino a la inversa, que el líder fuera denominado en
términos del entramado social que su figura sintetiza. Con estos elementos de
análisis sobre territorios, articulaciones políticas e identidades en el
contexto de la rebelión vamos a reconstruir los ordenamientos coloniales, bajo
la forma de la encomienda, en relación con el alcance territorial de las autoridades
indígenas[40].
Fundación de Salta y encomienda de pulares
La ciudad de San Felipe
de Lerma fue fundada el 16 de abril de 1582 por orden del virrey del Perú, con
el fin de consolidar el dominio territorial de la región. La selección del
lugar de emplazamiento de la nueva fundación se decidió por votación entre los
vecinos de Esteco a elegir entre el valle de Lerma y el Valle Calchaquí. El 14
de abril se establece, junto con la ubicación de la ciudad, su jurisdicción,
que abarcaba, según el acta fundacional, el territorio en que se encontraban
los indios de Calchaquí, Salta, Tafí, Chicoana, Pulares, Cochinocas,
Casabindos, Humahuacas, Choromoros y Jujuy[41].
(Ver gráfico 4).
Gráfico
4:
Grupos indígenas
mencionados en el acto de fundación de la ciudad de Salta
Grupos rebeldes
|
Otros grupos mencionados en el acta
|
|
|
Fuente: Elaboración propia a partir de datos tomados del
Auto del Gobernador de Hernando de Lerma fijando los límites de la nueva ciudad
de Lerma en el valle de Salta[42].
El documento catalogado
como EC 1631.9 A.B.N.B provee la información que nos permite reconstruir el
devenir de la encomienda de pulares entre los años 1582 y 1630, es decir, desde
la entrega de la encomienda a Bartolomé Valero en primera vida hasta la muerte
de Ana Valero, su hija, y el reclamo por tercera vida de su hermana, Catalina
Valero. El reclamo se basó en la ordenanza del gobernador Hernando de Lerma que
reconocía, en caso de nuevas fundaciones, el derecho a recibir la encomienda en
tercera vida. Con fecha de julio de 1631, Marcos González, en nombre de su
esposa, Catalina Valero, demanda a los vecinos de Salta: Miguel de Elizondo,
Álvaro Vélez de Alcocer y Pedro de Aguirre, por la posesión de la encomienda de
indios pulares.
En forma de traslados el
documento deja constancia de los méritos y servicios de los Valero y el acto de
posesión de los indios de encomienda entregada por el Gobernador Hernando de
Lerma a Bartolomé Valero, quien recibió la encomienda de pulares y al
Licenciado Cristóbal Bocanegra beneficiado con la encomienda de Colalao.
Saignes sostiene que las cédulas de encomienda constituyen fuentes
significativas para analizar la relación entre autoridades indígenas y
territorios en el contexto de un ordenamiento de la estructuración tributaria
de la población y su asentamiento[43].
El texto incorpora los
nombres de sus caciques y algunas referencias de lugares y/o topónimos, lo que
nos permite problematizar la composición de los colectivos de referencia. Veamos ambos casos. El licenciado
Cristóbal de Bocanegra recibía:
el pueblo de Colalaho con el
cacique Don Juan Calcha y ranchería y pueblo de camahlao con el cacique aymara
o sus sucesores con todos los demás casiques y principales e indios naturales
de los dichos pueblos y a ellos sujetos con más quarenta indios de visita en la
provincia de los Guachipas[44]
En el mismo acto
fundacional, la encomienda de pulares fue dividida en mitades: una en favor de
Francisco de Benavente y la otra para Bartolomé Valero, junto con diez
yanaconas provenientes de Talavera, ciudad en la que contaba con una
encomienda. El acuerdo establecía que si a los dos años decidía quedarse en la
ciudad de Salta haría dejación de su encomienda de Talavera en favor de
Francisco Benavente y recibiría, a cambio, la totalidad de los pulares[45].
Se desconoce el motivo de la fragmentación inicial. Podría deberse a un acuerdo
fundado en la conveniencia de vecinos feudatarios que generaba una segmentación
interna producida por el dominio colonial o bien, que respondiera a una
estructuración en mitades, propia de los pularespero que la documentación
recogió bajo la forma de la encomienda (Ver
gráfico 5).
Gráfico
5: Cuadro de síntesis sobre la sucesión de la encomienda de pulares, y autoridades
indígenas mencionadas
|
Encomienda de Pulares |
Acto
de la Toma de posesión |
1582-Fundación de Salta. Hernando de Lerma |
Encomienda por mitades:
Dejación de ambas
partes |
·
Juan Lipi. Intérprete |
1586-Ramírez de Velazco |
Encomienda por mitades:
Fallecimiento de
ambas personas |
Autoridad indígena:
Interprete Juan
Lipi (Román Valero)
|
1589-Ramírez de Velazco |
Sucesión de la encomienda:
|
·
No hay mención. |
1630- Gran Rebelión Diaguita-Calchaquí |
1 ) Pleito Sucesorio por
Tercera Vida:
2) Fragmentación de la
encomienda:
|
Autoridades indígenas:
|
Fuente: Elaboración propia de datos tomados de ABNB, E.C,
1631. 9 y E. C
1631.5.
La encomienda por mitades
Asentado ya como vecino de la ciudad
de Salta, Bartolomé Valero recibe la totalidad de los indios pulares y,
posteriormente, hace dejación en 1586. La encomienda es, entonces, fragmentada
en dos mitades, beneficiando a su sobrino, Román Valero y su hijo natural,
Pedro Valero. El acuerdo familiar en torno a la encomienda de pulares no estuvo
exento de tensiones y fue motivo de reclamos frente al gobernador. Román exigía
que Pedro cumpliese con el beneficio de la mitad de la encomienda. Una vez
presentados los títulos que acreditaban los derechos de ambos beneficiarios, se
dio lugar a un nuevo acto de posesión que también resulta de interés para
nuestro trabajo:
el dicho roman Valero trajo
ante el señor alcalde un indio el cual por lengua de Juan Lipi yanacona del
servicio del capitan. Bartolome Valero dijo confeso llamarse chaquia ser
natural pular y bisto por el señor alcalde ser pular y de los contenidos en la
dicha cedula tomo al dicho indio por la mano y se lo dio y entrego al dicho
roman Valero[46].
El pleito se resuelve en favor de Román, quien recibe el acto de posesión
de los pulares que antiguamente había realizado Pedro Valero:
don Juan Guaycama cacique de
los dichos indios pulares y asi el
dichocapitan se leyó y entrego al dicho Roman Valero en conformidad de
la dicha cedula de encomienda y en cumplimiento del dicho auto le dio entrego a
un muchacho llamado Don juan cacique principal de los pulares hijo de don
Bartolomé cacique principal que fue de los dicho pulares y le mando al dicho
don Juan por un lengua sirviese al dicho Roman Valero como a su amo[47].
A este
beneficio se sumaba un pueblo del que no se tenía certeza sobre su nombre “…un pueblo llamado pique hazia casabindo con todos sus caciques y
principales por este nombre e por otro cualquiera que tuviere”[48].
Lo cierto es que se declara que al fallecimiento de ambos beneficiaros,
Bartolomé recupera la encomienda de pulares que logra transmitir
a su hija Ana, en segunda vida, de quienes recibió benefició[49].
Los
pulares y las dejaciones de 1631
Con el
alzamiento de 1630 el Gobernador Felipe de Albornoz apela a la política de
dejación de encomiendas consistente en fragmentar los repartimientos y
entregarlos a quienes poblaran las fundaciones españolas en los valles rebeldes[50].
El Archivo Histórico de Tucumán guarda los actos de dejación firmados ante
escribano de Cabildo en marzo de 1631. Los encomenderos hacían dejación de una
parte de sus encomiendas en cabeza de su majestad para que el gobernador las
entregara a quienes poblaran el Fuerte de Nuestra Señora de Guadalupe,
instalado en el valle calchaquí con el fin de reprimir el alzamiento de los
indígenas.
Entre ellos
se encontraba la dejación realizada por Francisco de Valdenebro, hijo de Román
Valero, “del pueblo de Escoype, de nación pular”[51].En un trabajo previo hemos
registrado y analizado otro pueblo vinculado a la encomienda de pulares que no
se menciona en este documento, es el caso de la encomienda de los Andiafacos
registrada recién a partir de la documentación de 1630[52].
Con la
muerte de la beneficiaria en segunda vida, Ana Valero sin dejar sucesor, el
Gobernador Felipe de Albornoz en 1630 declara vacante la encomienda de los
pulares y entrega los pueblos que, se afirmaba, habían integrado su encomienda:
pulares, escoype y guachipas. Sus beneficiarios fueron los protagonistas de
nuestro expediente enfrentados a Catalina Valero: Álvaro Vélez de Alcocer,
Miguel Elizondo y Pedro de Aguirre respectivamente, sin embargo, los
beneficiarios omitieron declarar que habían recibido estas encomiendas como
resultado de las dejaciones y fragmentaciones anteriores[53].
Los
actos de posesión, nombres, territorios y autoridades
En este
apartado vamos a analizar la relación entre autoridad y territorio, mediada por
la documentación colonial. Saignes sostiene que las cédulas de encomienda
constituyen fuentes significativas para analizar la relación entre autoridades
indígenas y territorios, en el contexto de un ordenamiento de la estructuración
tributaria de la población y su forma de asentamiento[54].
La toma de
posesión de una encomienda era un acto ritual de carácter performativo
realizado en el marco de instituciones del gobierno hispano-colonial[55].Como
acto final de posesión, la figura de jerarquía -el encomendero en este caso-
tomaba las manos del indígena que, como individuo, representaba al conjunto del
colectivo encomendado. Este acto, realizado en espacios públicos y a vista de todos,
tenía la capacidad de expresar y producir la posesión[56].
Los actos de
la encomienda de 1582 y de 1630 contenidas en nuestro documento, hacen visibles
nuevas referencias sobre caciques, nombres y lugares respecto de las redes que
describen las guerras que hemos sistematizado en el punto anterior. Las
autoridades pulares se hacen presentes como intermediarios entre el encomendero
y el colectivo encomendado, con el fin de garantizar el cumplimiento de las
prestaciones. En nuestra fuente se menciona tanto el cacique principal como la
figura de la segunda persona.
Platt
sostiene que esta autoridad de menor jerarquía -vigente en contexto colonial-
es de origen prehispánico basado en el principio de la dualidad andina[57].
La presencia de estas autoridades, según la perspectiva de Jurado para el área
de Charcas, responde a la política toledana de simplificar y estandarizar las
jerarquías de poder al interior de cada repartimiento[58].
En el área de Jujuy los trabajos de Palomeque sobre Casabindo y Cochinoca
registran la presencia de esta autoridad, así como el trabajo de Oyarzábal en
la encomienda de Paipaya[59]. El registro de segundas personas
en la encomienda de pulares constituye un ejemplo documentado de la extensión más
meridional de esta forma de autoridad.
En nuestro
caso, se destaca la diversidad de actores y referencias geográficas que
encierra la encomienda de pulares expresada a través de los actos de posesión.
Vamos a comenzar con aquellos casos que se caracterizan como indios pulares
para, a partir de allí, establecer las redes de relaciones que se visibilizan a
través de nombres y referencias geográficas, siguiendo como línea de análisis
las similitudes fónicas entre las lenguas habladas en la región. Aun
considerando las dificultades que suponía la transcripción de los sonidos de
una lengua desconocida al alfabeto latino, consideramos pertinente adentrarnos
en este terreno.
Si seguimos
en esta línea, el concepto de interdigitación admite una reconstrucción de su
contenido en términos de diacronía, pero también en términos de los indicadores
materiales o culturales que, a modo de trazas, señalan vías de circulación,
áreas de interacción y presencias[60]. En nuestro trabajo nos referimos al análisis de
vocablos - topónimos y antropónimos- que evocan lugares, actores y enunciados,
capaces de crear espacios imaginados y materializados en la interacción de sus
habitantes.
El
territorio que se construye a partir de las menciones del documento alcanza la
región de Atacama y el sector valliserrano colindante. Esta área se caracteriza
por su multilingüismo que incluye la lengua kunza y kakan, sumados al quechua y
aymara[61]. Cabe señalar, sin embargo, que ni el quechua ni el
aymara son lenguas originarias de este territorio. Las marcas de estas lenguas
se observan en los topónimos y en su vigencia en el habla cotidiana - como
lenguas vivas o sustrato lingüístico- resultado de un largo proceso histórico
que se inicia en tiempos prehispánicos y tiene una fuerte incidencia en tiempos
coloniales[62].
Para algunos
autores la presencia del quechua llevó a la gradual desaparición de lenguas
originarias como el kunza o el kakán[63]. Tarcaya Gallardo-quien se encuentra realizando un
trabajo de rescate de la lengua kunza, identificada con las poblaciones
atacameñas- destaca su influencia en el castellano y quechua hablado en el área
circumpuneña. Por otro lado, Nardi sostiene que en los topónimos actuales del
Noroeste Argentino se registra la presencia de lenguas que convivieron con el
quechua o aymara[64]. Por lo tanto, la observación de vocabulario
adjudicado al kakán o kunza en los etnónimos, topónimos y nombres propios nos
pueden dar indicios acerca de su territorialidad inferida a través de marcas
superpuestas en el paisaje.
A partir del
análisis de sus nombres vamos a problematizar la relación entre autoridad,
nombres propios, las lenguas indígenas habladas en la región y su vinculación
con el territorio. Con este fin, graficaremos las redes que surgen de la
lectura del documento en el mapa de la figura 3.
Si
observamos las redes mencionadas en los actos de posesión de 1582 vemos que el
nombre del pueblo de Colalao presenta la desinencia ao muy frecuente en el
sector valliserrano, referida en lengua kakana a un asentamiento o poblado[65]. En esta encomienda del pueblo de Colalao, junto
con la presencia de un cacique aymara, se hace mención a otro llamado Juan
Calcha. La interpretación de la voz calcha ha seguido diversos derroteros que
reflejan las relaciones territoriales que estamos reconstruyendo. Diversos
autores encuentran su origen en el quechua[66], en el aymara[67]y kunza[68].
Lo cierto es que la voz calcha se relaciona tanto con la actividad agrícola
como con la guerra. Esto probablemente sintetice las dimensiones del poder
político entre las autoridades calchaquíes[69].
Los actos de
posesión de Román y Pedro Valero de 1586 cuyos pueblos estaban “hacia
Casabindo” -es decir hacia el norte de Salta- mencionan a los pulares y sus
intérpretes, un indio llamado Juan Lipi, cuyo nombre podría vincularse con el
área o poblaciones identificadas como lipes[70].
Con las
dejaciones de 1631 encontramos otros nombres y referencias mencionadas en los
actos de posesión. La figura del cacique principal se acompaña de figuras de
menor jerarquía cuyos vínculos se describen en términos de parentesco, como
padres e hijos, igual que los relatos de las probanzas de méritos y servicios.
En el segmento pular que recibió Álvaro Vélez de Alcocer se menciona a Don Juan
Chunil, hijo del cacique principal pular y Don Juan Topolas como segunda
persona, sin aclarar si este último es de nación pular. El mismo apellido se
menciona como pular en el padrón de indios pulares de 1634[71]. Carecemos de datos que nos permitan afirmar una
relación de parentesco entre Chunil, hijo del cacique principal pular y Juan
Topolas, segunda persona. La similitud entre las voces Topolas y Toconas nos
permite registrar trazas de su distribución en el área de puna. Toconas es un
apellido habitual registrado en Casabindo, la puna de Atacama y zonas aledañas[72], mientras que el topónimo Toconao refiere a un
poblado ubicado al sur de San Pedro de Atacama, fundado por Juan Velásquez
Altamirano en 1557[73]. Encontramos también, el topónimo Toconquis en una
serranía ubicada al norte de Antofagasta de la Sierra. El análisis de
toponimias cunza en Catamarca realizado por Federico Pais identifica la raíz
tocqo como piedra[74].
Si bien en
el documento no se menciona el nombre del cacique principal de los pulares, sí
se nombra a su hijo, de nombre Chunil en el momento del pleito, cuya desinencia
es muy frecuente en el área de habla kakana. La autoridad en esta fuente se
menciona como una figura individualizada, como un nombre propio, pero este
puede adquirir otros significados. Es posible que el nombre Chunil pueda
también tener alguna connotación sagrada. Emilio Vaïsse registra una palabra
similar en kunza, “tchimir”, que traduce como nieve. La relación de la nieve
con las mayores alturas andinas podría indicar un vínculo con un cerrowaka[75].
Viviana
Manríquez y Sandra Sánchez destacan la importancia de la toponimia en la
construcción de identidad en estrecha relación con elementos de la naturaleza
sacralizados, señalando el vínculo entre kuraka, deidad y un hito natural[76]. Otro ejemplo se encuentra en el caso de Socomba,
registrado como nombre de un kuraka de Omaguaca del siglo XVII que, además
denomina un cerro waka para los habitantes de Atacama. Sánchez y Sica[77]destacan la presencia de Viltipoco -o tal vez la de
otros kurakas con el mismo nombre- en el valle Calchaquí, Talina, Atacama y la
Quebrada de Humahuaca. Teniendo en cuenta la raíz kunza “vilti”, que hace
referencia a un ave, las autoras destacan las connotaciones simbólicas y
sagradas de los nombres de las autoridades indígenas en el área circumpuneña.
En períodos
prehispánicos Nielsen destaca -siguiendo a Blanton- la presencia de un poder
corporativo en el área circumpuneña al destacar el rol de los antepasados en
las jerarquías de los diferentes ayllus, haciendo notar cómo los guerreros, en
la edad del awka runa a partir de sus méritos en las batallas, fundan linajes
identificados por el nombre del animal que encarnaron en la batalla[78].
Los trabajos
de Vitryacerca de los santuarios de altura como práctica incaica de
sacralización del espacio demuestran la mayor frecuencia de estos marcadores en
el paisaje surandino respecto de otras áreas del Tawantinsuyu[79]. En el mismo sentido, los trabajos de Williams y
Castellanos en el valle calchaquí norte demuestran las redes prehispánicas de
las poblaciones vallistas con el entorno puneño[80]. Los pukara se distribuyen en las quebradas transversales
que vinculan el entorno de valle con la Puna. Al mismo tiempo, las evidencias
arqueológicas muestran la presencia de alfarerías de estilos identificados con
colectivos provenientes del norte (pacajes) tendencia que confirma las
observaciones realizadas en ajuares funerarios hallados en los entierros de
Cachi adentro[81].
Siguiendo
este planteo, la toponimia regional guarda una marca en el territorio de gran
valor para nuestro trabajo cuando registra desde -al menos 1791- hasta la
actualidad, un cerro nevado llamado Pular en el área de Atacama. Allí se
registra un enterratorio de altura[82]y otros rasgos del paisaje como una vega y salar del
mismo nombre[83].
Con estos
elementos es necesario revisar el problema de la territorialidad de los
pulares. Complementando, entonces, la lectura de fuentes coloniales con
elementos de análisis lingüísticos, es posible pensar en una población cuya
territorialidad no se limitaba a un único ambiente geográfico, tal como sugiere
la noción de territorialidades discontinuas[84]. Si la historiografía ubicó a los pulares en el
Valle de Lerma o en las sierras occidentales podemos retomar la afirmación del
Padre Lozano y los planteos de Cornejo y Mignone quienes coinciden en señalar
el cerro y área del Acay como eje de su territorio[85].
A partir de
elementos lingüísticos y toponimias, sostenemos el vínculo de los pulares tanto
con los valles como con punas, ya que se trata de un vocablo que, al igual que
los nombres de kurakas surgidos de la documentación, no admite una traducción
quechua ni kakana. Creemos, entonces, que se trata de una palabra de origen
kunza, ya que su desinencia en ar -muy poco frecuente en quechua- se encuentra
presente en ciertos nombres indígenas de este origen registrados para
Casabindo. Entre estos nombres se encuentran Abichocoar, Alavar, Chocobar y
Yonar[86].La misma desinencia se encuentra en topónimos de la
puna de Atacama. Entre ellos encontramos, Aracar, Arizar, Caspar, Chapar,
Chibinar, Huancar, Mucar, Tecar, Tocomar entre otros[87].
De modo que
junto a las relaciones coloniales de indios de guerra o indios amigos que
marcaron su lugar de asentamiento en el siglo XVII, la documentación nos
permite plantear,en forma preliminar, otra construcción del espacio
visibilizada en los textos coloniales que dialoga con las evidencias
arqueológicas regionales.
Aportes para un debate
Si bien la
historiografía del Tucumán colonial caracterizó a los pulares como "indios
amigos" y los ancló en el norte del valle Calchaquí, la búsqueda de las primeras
menciones a este colectivo indígena y las referencias geográficas presentes en
los actos de posesión nos permitieron problematizar este planteo. Efectivamente, las probanzas de méritos y
servicios, así como las cartas de gobernadores, nombran a los pulares ya en el
siglo XVI, desde las primeras entradas de la hueste conquistadora, treinta años
antes de ser efectivamente encomendados. Su visibilidad en la documentación no
sería entonces el resultado de una dinámica de relaciones hispano calchaquíes,
tal como se observa en otros casos de la región -antofagasta, andiafacos o
malfines- sino una temprana identificación observada por los actores
coloniales.
Estas
menciones nos permitieron problematizar su territorialidad en términos de redes
de alianzas más que una frontera cultural de límites precisos y una integración
unívoca bajo el nombre de pulares. Al mismo tiempo, hemos establecido un
diálogo entre la historiografía del área calchaquí norte y la puna jujeña,
buscando dar cuenta de su accionar como indios rebeldes, cuando bajo el
liderazgo de Viltipoco se enlazan con las poblaciones del área circumpuneña.
A partir de
la problematización de su territorialidad, la reconstrucción de sus redes y las
formas de autoridad indígena es posible, además de visibilizar un colectivo
heterogéneo, aportar al registro de las formas de autoridad indígena en
contexto colonial, evitando las dicotomías entre indios de encomienda-indios de
guerra, puneños o vallistos. Las referencias al área puneña y la lengua kunsa
que hemos citado no excluyen su presencia y vínculos con el área valliserrana.
Con estos
elementos podemos retomar la pregunta sobre un área cultural pular considerada
en términos de frontera. A la homogeneidad esperada de un área cultural hemos
buscado recuperar la diversidad, observando las redes de interacción. Nuestro análisis que partió de lo lingüístico
nos permitió problematizar lo territorial tanto en contexto de guerra como de
indios de encomienda. En forma preliminar podríamos plantear que en ambas casos
las redes en las que se involucran los pulares se establecen con el área
circumpuneña más que con las poblaciones específicamente valliserranas.
La condición
de rebeldía o de indios de encomienda, que en forma intermitente atraviesan los
pulares, nos permiten plantear en forma comparativa y también preliminar, las
dimensiones del poder político en diferentes contextos. Podemos, de esta forma,
visualizar en sus autoridades formas de individualización que, al mismo tiempo,
en contextos de resistencia asumen las formas de un poder colectivo. En tal
sentido, el análisis comparativo de sus nombres y el contexto en el que se
mencionan nos lleva a problematizar la relación entre el nombre propio y su
lugar de autoridad.
Al respecto,
problematizar el sentido de las palabras volcadas en las fuentes coloniales nos
ha permitido observar los sentidos que encierran sus denominaciones en
referencia a la guerra y la producción agrícola, junto con las referencias a
los cerros wakas como sacralización del espacio habitado, una línea de
investigación abordada desde los estudios arqueológicos regionales. Las marcas
en el paisaje como cerros, topónimos y nombres propios conforman una
territorialidad discontinua que responde a formas de habitar el paisaje en el
área circumpuneña.
[1] Lorandi, Ana María, “El mestizaje interétnico en el
noroeste argentino”, en Hirosoyau Tomoeda y Luis Millones (editores) 500 años de mestizaje en los Andes, Biblioteca peruana de
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[2] Acuto, Félix y Chad Gifford, “Lugar, arquitectura y narrativas de poder: relaciones
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(Consultado el 20-11-2016). Lorandi, Ana María y Boixados, Roxana,
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[3] Mignone Pablo, “Fuentes y documentos para la
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[4] Levillier, Roberto, Gobernación
del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios, Rivadeneyra, Tomo I,
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[5] Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia (en
adelante ABNB). Expedientes Coloniales 1631.9. Doucet publica una transcripción
parcial de este documento para reconstruir aspectos biográficos de Bartolomé
Valero y su relación con la Audiencia de Charcas En: Doucet, Gastón, “Salta, la
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[6] Saignes, Therry, “En Busca del poblamiento étnico
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investigación. Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Bolivia), Nº
3, Bolivia, 1986. Martínez, José Luis, Pueblos del Chañar y el
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1998. Salomón, Frank, “Superman es más ¿súper cuando se quita la malla”, en Chungara, Vol. 45, N° 4, Chile, 2013, pp. 515- 522. Quiroga,
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Siglos XVI- XVII)”, en Mundo de Antes, N° 11, IAM, Universidad Nacional de Tucumán, 2017, pp.
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[7] Saignes, Therry, 1986, Ob. Cit.
[8] Boman, Eric, Antiquités de la región
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Missionscientifque G. de Crequi-Montfort et E. Senechal de la Grange, 1908. Márquez Miranda, Fernando, “Los Diaguitas.
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III, La Plata, 1946. Serrano, Antonio, Los aborígenes
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Ana María y Boixados, Roxana, 1987-1988, Ob. Cit., pp.
263-419.
[9] Giudicelli, Christophe, “Encasillar la frontera.
Clasificaciones coloniales y disciplinamiento del espacio en el área
diaguito-calchaquí (S. XVI-XVII)”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
BAC - Biblioteca de Autores del Centro, 2009. [En línea]
http://nuevomundo.revues.org/index56802.html (Consultado el 20-11-2016).
[10] Levillier, Roberto, Nueva
Crónica de la Conquista de Tucumán, Tomo
III, Editorial Nosotros, Buenos Aires, 1931.
[11] Levillier, Roberto, 1931, Ob. Cit.,
p. 221
[12] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana, 1987-1988, Ob. Cit., p. 282.
[13] Giudicelli,
Christophe, 2009, Ob. Cit. Giudicelli Christophe, “La raya de los Pulares.
Institution d’une frontière indienne coloniale au sein du Valle Calchaquí
(1582-1630)”, in Luc Capdevila, Jimena Obregón Iturra y Nicolás Richard, Les
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Ignacio, 2008, Ob. Cit.
[14] Martínez, José Luis, 1998, Ob. Cit.
[15] Martínez, José Luis, 1998, Ob. Cit. Sánchez,
Sandra y Sica, Gabriela, “Entre águilas y halcones. Relaciones y
representaciones del poder en los Andes Centro-Sur”, en Estudios Atacameños, N° 11,
Universidad Católica del Norte, Chile, 1994,
pp. 165-177 Palomeque,
Silvia, “La “Historia” de los señores étnicos de Casabindo y Cochinoca
(1540-1662)”, en Andes, N° 17, Salta, 2006, pp.
139-194.
[16] Saignes, Therry, 1986, Ob. Cit.
[17] Albeck, María Ester y Palomeque Silvia, “Ocupación
española de las tierras indígenas de la puna “raya del Tucumán” durante el
temprano periodo colonial”, en Memoria Americana,
Vol. 17 (2), Buenos Aires, 2009, pp. 173-212.
[18] Cornejo, Atilio, “El
virrey Toledo y la fundación de Salta por Hernando de Lerma”, en Investigaciones y Ensayos, N° 4, 1983,
pp. 69-87. Levillier, Roberto, 1931, Ob. Cit.
Palomeque, Silvia, 2006, Ob. Cit., pp.
139-194.
[19] Levillier, Roberto, “Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y
servicios de los conquistadores. Documentos del archivo de indias 1583-1600”, Colección de publicaciones históricas del Congreso Argentino,
Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, Tomo II, 1920, p. 351.
[20]“Méritos de la ciudad de Santiago del Estero 5 de
octubre de 1585”, en: Toribio Medina, Colección de documentos
inéditos para la Historia de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico
J. T. Medina, Santiago de Chile, 1963, Tomo VI, Segunda serie, p. 292
[21] Levillier, Roberto, Ob. Cit., 1931,
p. 214
[22] Cornejo, Atilio, 1983, Ob. Cit., pp. 69-87. Sola, Miguel, “La ciudad de San Clemente
de la Nueva Sevilla”, en Contribuciones para el
estudio de la Historia de América. Homenaje al Doctor Emilio Ravignani, Peuser,
Buenos Aires, 1941, pp. 443-451.
[23] “Carta del Gobernador Abreu 20-03-1577, en Levillier, Roberto, Gobernación
del
Tucumán: papeles de gobernadores en el siglo XVI, Documentos del Archivo de
Indias, Imprenta de Juan Pueyo, Tomo I,
1920, pp. 52-61.
[24] La fortaleza de Anguinahao se encuentra en el Valle de
Santa María, identificado con el sitio arqueológico nombrado como “Rincón
chico”. en Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana, 1987-1988, Ob. Cit., pp. 263-419.
[25] Levillier, Roberto, Gobernación
del
Tucumán: papeles de gobernadores en el siglo XVI, Documentos del Archivo de
Indias, Imprenta de Juan Pueyo, Tomo I,
1920, pp. 52-61.
[26] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., pp. 59-61.
[27] Levillier, Roberto, Gobernación del Tucumán.
Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores. Documentos del archivo
de indias 1583-1600, Colección de publicaciones históricas del
Congreso Argentino, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, Tomo II, 1920, p. 560.
[28] Levillier, Roberto, Gobernación del Tucumán. Probanzas
de méritos y servicios de los conquistadores. Documentos del archivo de indias
1583-1600, Colección de publicaciones históricas del Congreso
Argentino, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, Tomo I, 1920, p.577.
[29] Levillier, Roberto, Gobernación
del Tucumán:
papeles de gobernadores en el siglo XVI, Documentos del Archivo de Indias, Imprenta
de Juan Pueyo, Tomo I, 1920, pp. 209-213.
[30] Archivo General de las Indias (en adelante AGI),
Indiferente General 483, lib.8, folio 222v.
[31] Probanza de
méritos Ramírez de Velazco. En: Levillier, Roberto, Gobernación
del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores. Documentos
del archivo de indias 1583 – 1600, Colección de publicaciones
históricas del Congreso Argentino, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, Tomo I, 1919, p. 433
[32] Levillier, Roberto, Gobernación
del
Tucumán: papeles de gobernadores en el siglo XVI, Documentos del Archivo de
Indias, Imprenta de Juan Pueyo, Tomo I,
1920, pp. 240-246.
[33] Levillier, Roberto, Gobernación
del
Tucumán: papeles de gobernadores en el siglo XVI, Documentos del Archivo de
Indias, Imprenta de Juan Pueyo, Tomo I,
1920, p. 244
[34] Giudicelli,
Christophe, 2009, Ob. Cit. Quiroga Laura,
2017,”Entramados rebeldes de puna y valles en el Tucumán (Siglo XVII). Valle de
Londres, provincia de los diaguitas. Una perspectiva cartográfica”, en Estudios Atacameños, N°.55, pp. 203-218.
[35] AGI, Charcas 101, N 16. Folio 2.
[36]AGI, Charcas 18, N 4.
[37] AGI, Charcas 101, N16. Folio 2. R.
[38] AGI, Charcas 101, N16. Folio 2. R.
[39] Balandier, Georges, Antropología Política, Ediciones del Sol, Buenos Aires,
2004, p. 124.
[40] Saignes, Therry, 1986, Ob. Cit.
[41] Levillier, Roberto, Nueva
Crónica de la Conquista del Tucumán, Editorial Nosotros, Buenos Aires, 1931, p. 221.
Palomeque,
Silvia, 2006, Ob. Cit., pp. 139-194.
[42] Levillier,
Roberto, 1931, Ob. Cit., p. 321
[43] Saignes,
Therry, 1986, Ob. Cit.
[44] ABNB EC 1631.9: Folio 5.
[45] ABNB EC 1631.9: Folio 6.
[46] ABNB, EC, 1631.9, Folio 115.
[47] ABNB, EC, 1631.9, Folio 119.
[48] ABNB, EC, 1631.9, Folio 119.
[49] ABNB, EC, 1631.9, Folio 90.
[50] Las causas del levantamiento indígena de 1629 se
atribuyen al descubrimiento de minas por parte de Juan Urbina. Ver en: Montes,
Aníbal, “El gran alzamiento diaguita (1630-1643)”, en Revista del Instituto de Antropología, Tomo I, Universidad Nacional del
Litoral, Rosario,1961, pp.
89-159. Ver en: Schaposchnik, Ana María, “Aliados y parientes. Los diaguitas
rebeldes de Catamarca durante el gran alzamiento. En: Ana María Lorandi (ed.),El Tucumán Colonial y Charcas, Tomo I, FF y L, UBA, Buenos
Aires,1997, pp. 309-340.
[51] Lizondo Borda, Manuel, Historia de la Gobernación
del Tucumán (Siglo XVI), Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 1948, p. 186.
[52] Quiroga, Laura; Alvarado Ana y Cardoso, Nicolás,
2017, Ob. Cit., pp. 225-245.
[53] ABNB, EC,
1631.9, Folio 30.
[54] Saignes,
Therry, 1986, Ob. Cit.
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