LAS
ENCOMIENDAS DE SALTA
(GOBERNACIÓN DEL
TUCUMAN, SIGLO XVII)
THE SALTA ENCOMIENDAS
(GOVERNANCE
OF TUCUMAN, XVIITH CENTURY)
Isabel Castro Olañeta *
Universidad Nacional de Córdoba
Facultad de Filosofía y Humanidades
Escuela de Historia: Cátedras de Historia
de América I y Etnohistoria Andina
CIFFyH/IDH-CONICET: Programa de
Historia Regional Andina (Córdoba, Argentina)
isabelcastrox@gmail.com
Fecha de ingreso: 09/04/18
Fecha de aceptación: 12/08/18
Resumen
El
artículo se propone en primer lugar, ordenar
y sistematizar información que proviene de fuentes diversas con la
intención de aproximarse a una reconstrucción del universo de las encomiendas y
pueblos de indios de la jurisdicción de la ciudad de San Felipe de Lerma, en el valle de Salta a lo largo del siglo
XVII considerando un corpus documental variado que incluye: la Visita de Luján
de Vargas, los expedientes de confirmación de encomiendas remitidos al Consejo
de Indias, padrones y pleitos por encomiendas. Como segundo objetivo se propone
presentar la historización de las ubicaciones y traslados de los pueblos de
indios y encomiendas, proponiendo que en Salta estuvieron asentados en dos
espacios cercanos a la ciudad: Pulares y Guachipas, donde se asentaban varios pueblos de indios colindantes entre sí,
cuyos habitantes estaban encomendados a diferentes vecinos. Finalmente, se
concluye analizando la Visita de Luján de Vargas para mostrar cómo los grupos
que conservaban sus tierras en pueblos de indios en estas macro-reducciones, en la mayoría de los
casos dividían su residencia entre su pueblo y las tierras privadas de sus
encomenderos asistiendo en sus chacras y estancias, a veces de manera más o
menos definitiva y otras veces estacionalmente; proponiendo como hipótesis que
a fines del siglo XVII se hace manifiesta una tendencia por la cual, los indios de encomienda iban residiendo
cada vez menos en las tierras de las reducciones y más tiempo en las tierras de
su encomendero, pero sin abandonar totalmente las primeras.
Palabras claves: Encomiendas, Gobernación del Tucumán, Salta, Siglo XVII
Abstract
In first place,
the article proposes to organize and systematize information that comes from
different sources for reconstructing of the universe of the encomiendas and indigenous peoples in the jurisdiction of
the city of San Felipe de Lerma, in the Salta Valley, throughout the
seventeenth century. It considers a varied documentary corpus that includes:
the Visit of Luján de Vargas, the Confirmation Files of encomiendas
sent to the Council of the Indies, census registers and lawsuits for encomiendas .The second objective is to present the
historicization of the locations and transfers of the indigenous peoples and encomiendas, proposing that in Salta they were settled in
two spaces near the city: Pulares and Guachipas, where there exist several
indigenous villages adjoining each other, whose inhabitants were entrusted to
different neighbors. Finally, it
analyzes the visit of Luján de Vargas to show how the groups having lands in
indigenous villages, in macro-reducciones,
in most cases divided their residence between their town and the private lands
of their encomenderos attending in their farms
and ranches, sometimes, more or less definitively, and other times, seasonally.
The paper proposes as hypothesis that at the end of the seventeenth century
there was a tendency by which, the encomienda Indians
were residing less in the reducciones and
more time in the lands of their encomendero,
but without totally abandoning the former.
Key words: Encomiendas, Government of Tucumán, Salta,
Century XVI
Presentación
A
fines del siglo XVII, a 30 años de la derrota militar y desnaturalización de
las últimas poblaciones rebeldes del valle Calchaquí, en la Gobernación del
Tucumán el sistema colonial se encontraba consolidado. Las encomiendas en manos
privadas habían sobrevivido y, sin pasar a Reales Cajas, los indios
encomendados continuaban pagando sus tributos de manera directa a sus
encomenderos. Estos tributos, establecidos por las Ordenanzas 1612 en 5 pesos,
se conmutaban por especies monetizadas o por tiempo de trabajo; encontrando los
encomenderos una forma -enmarcada en las normas legales vigentes, pero
controlada en ocasiones de Visita- de sostener el antiguo sistema de servicios
personales bajo diferentes formas.
Lejos
de transformarse en tributarios de la Corona, a fines del siglo XVII los
indígenas del Tucumán continuaron adscriptos a un sistema de encomiendas en
manos privadas, revitalizado con las guerras calchaquíes en la década de 1660 y
con las primeras entradas al Chaco unos años después. El avance guerrero sobre
la frontera calchaquí y chaqueña les permitió a los militares y soldados
españoles convertirse en encomenderos gracias al otorgamiento que hicieron los
gobernadores de nuevas mercedes y a la composición de familias y piezas de
desnaturalizados; y a los antiguos encomenderos, les permitió extender sus
vidas y acrecentar el número de tributarios[1].
Entre
1692 y 1694, el oidor de la Audiencia de Charcas don Antonio Martínez Luján de
Vargas visitó y registró la población indígena que estaba sujeta al régimen de encomienda en la
gobernación del Tucumán. Sin embargo, sabemos que esta Visita no sólo no
incorporó toda la población indígena del Tucumán, sino que, dentro del universo
de indios encomendados y registrados por el oidor, es posible
identificar ciertas diferencias. Los repartimientos podían estar compuestos por
grupos indígenas tempranamente encomendados que residían en pueblos de indios,
indios trasladados luego de las desnaturalizaciones del valle Calchaquí y
reasentados en nuevos pueblos de indios, o indios residentes en unidades
productivas españolas como estancias y chacras trasladados en diferentes
momentos por sus encomenderos, sin derechos reconocidos a la tierra.
Estas
diferencias al interior del mundo indígena encomendado fueron el resultado de
procesos que enlazaron las historias específicas de cada grupo indígena con los
procesos de otorgamientos y re-otorgamientos de mercedes de encomienda que
favorecieron a los integrantes de la elite española local desde fines del siglo
XVI y, especialmente, a lo largo del siglo XVII. Procesos que, en el caso de
Salta, se encuentran marcados por las coyunturas políticas de las dos últimas
grandes rebeliones vallistas y que conllevaron, por parte de los gobernadores,
en primer lugar la estrategia de alentar la participación militar ofreciendo en
encomienda los grupos que fueran sometiéndose, y en segundo lugar, la política
de las desnaturalizaciones como solución final contra los rebeldes. De estos
procesos históricos particulares poco puede decirnos una fuente como la Visita
a las encomiendas de Salta de 1693 y éstos no pueden ser conocidos ni
reconstruidos, si no es contrastándola con otros documentos.
Gastón
Doucet en un trabajo detallado sobre una de las encomiendas salteñas, la de
pulares y tonocotés de la familia Diez Gómez e Isasmendi, reconstruyó la
historia de una de las pocas encomiendas que -a diferencia de la tendencia de
disgregación que fue general para el Tucumán-, se caracterizó por haber sido un
feudo que se vio incrementado por agregación
(anexando a la encomienda original de indios pulares, una
parcialidad de tonocotés) y que manifestó un aumento en el número de
tributarios a lo largo del siglo XVII y especialmente en el siglo XVIII[2].
Precisamente, en el mencionado estudio de caso, el autor señalaba que
el estudio del régimen de encomienda en una provincia o reino indiano,
si pretende penetrar adecuadamente, más allá de superficiales generalizaciones,
en la vida íntima de la institución, comprender su funcionamiento y apreciar su
significación histórica, exige reconstruir la historia particular, si no de
todos, cuando menos de una proporción considerable de los repartimientos que
existieron en el ámbito examinado; sólo el análisis sistemático de una multitud
de casos individuales suministrará los elementos necesarios para alcanzar los
objetivos[3].
En
este sentido, este artículo se propone en primer lugar, ordenar y sistematizar información que proviene de fuentes
diversas con la intención de aproximarse a una reconstrucción de las
encomiendas y pueblos de indios de la jurisdicción de la ciudad de San Felipe de Lerma, en el valle de Salta
a lo largo del siglo XVII considerando un corpus documental variado que
incluye: la Visita de Luján de Vargas[4],
los expedientes de confirmación de encomiendas remitidos al Consejo de Indias a
lo largo del siglo XVII que se conservan en el Archivo General de Indias,
Sevilla (en adelante, AGI)[5],
los padrones levantados por orden del gobernador Ángel de Peredo en 1673-1674[6]
y pleitos por encomiendas ubicados en el Archivo y Biblioteca Nacionales de
Bolivia (en adelante, ABNB), además de otros documentos éditos.
Cualquier
intento de reconstrucción de las historias de las encomiendas y los
encomendados en Salta, debe tener en cuenta no sólo toda la tradición académica
aportada por la etnohistoria andina para el análisis de pueblos indígenas, sino
también los aportes de trabajos fundamentales, el primero de Ana María Lorandi
y Roxana Boixadós sobre la etnohistoria de los valles calchaquíes durante los
siglos XVI y XVII[7],
así como sus posteriores síntesis y revisiones[8];
la ya mencionada investigación de Gastón Doucet sobre la historia de la
encomienda de la familia Díez Gómez e Isasmendi de los indios pulares y
tonocotés[9];
el trabajo sobre la Visita de Luján de Vargas en clave comparativa de Judith
Farberman y Roxana Boixadós[10];
y desde la perspectiva de una historia económica-social de Salta en la segunda
mitad del siglo XVIII, la investigación de Sara Mata[11].
Finalmente, a estos trabajos podemos agregar los estudios sobre la condición de
frontera del valle Calchaquí[12]
y dos recientes investigaciones que dialogan con la nuestra por sus
preocupaciones y fuentes analizadas pero que se focalizan en el período temprano
de la dominación sobre los indios pulares y andiafacos que quedaron en la
jurisdicción de Salta y bajo el control de sus vecinos encomenderos[13].
Las
fuentes incorporadas y los aportes de los investigadores antes mencionados nos
permitirán reconstruir las historias particulares de los grupos que fueron
encomendados y reducidos en la jurisdicción de Salta a lo largo del siglo XVII
cuya imagen cristalizada
conocemos gracias a la Visita de 1693, así como identificar algunos grupos que
en dicha fuente fueron registrados de manera indiferenciada como pulares o calchaquíes, inscribiendo sus
características y su relación con el sistema colonial con mayor profundidad
temporal.
Paralelamente,
como segundo objetivo se propone presentar la historización de las ubicaciones
y traslados de los pueblos de indios y encomiendas en la jurisdicción colonial
de Salta. Para ello, debemos aclarar que dentro de nuestro universo de
análisis, nos referiremos a grupos encomendados y asentados en pueblos de indios cuando hablemos de
aquellos que fueron reducidos y a los que se les señalaron tierras comunales
para residencia y producción, mantuvieron sus autoridades (caciques, mandones
y/o la figura colonial del alcalde) y estaban adscriptos a un régimen
tributario (que para esta región se mantenía bajo la forma directa de
conmutación del tributo en servicios personales)[14].
Proponemos que en el caso de Salta, éstos -con excepción del pueblo de Luracatao que fue reducido en el valle de Perico, en el
límite de la jurisdicción entre Salta y Jujuy- estuvieron asentados en dos
espacios diferentes que presentan la particularidad de funcionar como dos
grandes espacios reduccionales, conjuntos de pueblos de indios o macro-reducciones en Pulares
y Guachipas, territorios donde se
asentaban varios pueblos de indios
colindantes entre sí, cuyos habitantes estaban encomendados a diferentes vecinos. A este universo de indios
de encomienda reducidos en pueblos, la visita de Luján nos permitirá agregar
otras de corto número formadas
por familias o piezas sueltas -de indios calchaquíes desnaturalizados en la
última campaña contra los rebeldes- que fueron entregados a particulares sin
habérseles señalado tierras para su reducción.
Finalmente,
este trabajo concluirá analizando la Visita de Luján de Vargas para mostrar
cómo los grupos que conservaban sus tierras en pueblos de indios en estas macro-reducciones, en la mayoría de los
casos dividían su residencia entre su pueblo y las tierras privadas de sus
encomenderos asistiendo en sus chacras y estancias, a veces de manera más o
menos definitiva y otras veces estacionalmente; proponiendo como hipótesis que
a fines del siglo XVII se hace manifiesta una tendencia por la cual, los indios de encomienda iban residiendo
cada vez menos en las tierras de las reducciones y más tiempo en las tierras de
su encomendero, pero sin abandonar totalmente las primeras. En este sentido,
proponemos como hipótesis que -para fines del siglo XVII-, cuando este proceso
aún estaba en marcha, aún no encontramos una división tajante entre indios de pueblo e indios sin pueblo, excepto para el caso de
aquellos que nunca estuvieron residiendo en pueblos de indios coloniales como
son las piezas o familias entregadas sueltas luego de las guerras calchaquíes.
Pulares
y calchaquíes encomendados y reducidos en la jurisdicción de Salta
Dos
quebradas comunican el valle de Lerma con el valle Calchaquí: la quebrada de
Escoipe (formada por el río del mismo nombre) que permite la comunicación entre
Chicoana en el valle de Lerma y Cachi en el valle Calchaquí; y la quebrada de
las Conchas (formada por el río Guachipas) que comunica el valle de Lerma con
Cafayate en el Calchaquí. Asimismo, desde el valle Calchaquí la comunicación
con la Puna es posible por la quebrada del río Luracatao (afluente occidental
del río Calchaquí) y desde el valle de Lerma por la Quebrada del Toro.
Precisamente
en estos espacios de comunicación y en las cercanías del valle de Lerma fueron
reducidos y asentados los grupos indígenas de las encomiendas que fueron
tributarios de la ciudad de Salta. Sin embargo, no se trataba en todos los
casos de indios originarios o naturales de dichos asientos -Pulares y
Guachipas- y los mismos, desde fines del siglo XVI y a lo largo de todo el
siglo sufrieron desmembraciones, agregaciones y traslados que dificultan los
intentos de dilucidar sus adscripciones étnicas o geográficas y las relaciones
que mantenían entre ellos, debido a que sus historias comienzan muy
tempranamente a mezclarse y confundirse con las historias de las encomiendas
que, en el caso de la jurisdicción de Salta a su vez, no puede ser entendida
fuera del proceso de conquista, resistencia y desnaturalizaciones de los valles
calchaquíes en sus sucesivas etapas.
Lorandi
y Boixadós en su trabajo pionero sobre la etnohistoria de los valles
calchaquíes plantearon como objetivo lograr tanto la definición de las unidades
sociales, políticas y culturales como la distribución espacial de los grupos
que estaban asentados en el valle Calchaquí a partir de un análisis exhaustivo
de fuentes de los siglos XVI y XVII, reflexionando acerca de las categorías
usadas en los documentos y entrecruzando la información etnohistórica con los
aportes de la arqueología sobre la región, convirtiéndose en un estudio de
ineludible lectura tanto por sus aportes como por las sugerentes hipótesis
planteadas. Las autoras proponen una segmentación étnico-política del área
calchaquí que tendría su correlato en la distribución espacial de los grupos en
tres sectores: al norte el valle de los Pulares, el área central del valle
Calchaquí y al sur el valle Yocavil. El valle de los pulares se extendía entre
la actual localidad de La Poma y el pueblo de Atapsi (cercano al actual
Seclantás), recorrido por el río Calchaquí y bordeado por las sierras
subandinas al este y las estribaciones de la puna al occidente[15].
Las
referencias a los pulares en los documentos coloniales son de tres órdenes,
como habitantes del valle homónimo, como habitantes de un pueblo específico
(Escoipe, Chicoana, Cachi, Atapsi, Payogasta) y como una nación diferente a la de los
calchaquíes o diaguitas asentados en de los sectores medio y sur del valle
Calchaquí. Asimismo, Lorandi ha señalado la posible existencia de un grupo
pular propiamente dicho
asentado en la quebrada de Escoipe que controlaba ambas vertientes de la sierra[16].
En este sentido, en 1659, Alonso de Mercado señalaba que:
Su naturaleza son las tierras del Valle de los Pulares,
de que toman el nombre, el qual esta en lo alto de la cordillera mas vecina a
esta ciudad a veinte leguas de distancia en donde por tierra llana y con un
mismo rio confinan con los indios del Valle de Calchaquí y con su primera
poblacion llamada Pompoma[17].
La
conclusión a la que arriban las autoras en relación a las adscripciones étnicas
de estos grupos es que sólo los pulares y los escoipes encomendados en 1582 se
reconocieron como pulares y que el resto de los pueblos del sector norte del
valle se reconocen con el nombre del pueblo que habitaban antes de su traslado
(Cachi, Chicoana, Atapsi y Payogasta): “la generalización de la designación
pular para este sector del valle no se corresponde con la homogeneidad étnica
de los grupos que lo habitaban. Sin embargo, la interacción entre los mismos
pudo tender a recomponer una nueva identidad. La pregunta es ahora: ¿el grupo
pular ejerció algún tipo de hegemonía política sobre los otros durante los
siglos XVI y XVII?[18]
Esta pregunta es importante en tanto que la generalización de la designación
pular para todos los grupos del valle ha llevado a pensar que el área pular era
un señorío organizado en torno a la hegemonía del grupo homónimo. Contra esto,
las autoras llaman la atención acerca de la ausencia de referencias a señoríos
en las fuentes, todo lo contrario, en la mayoría de los casos cada pueblo
reconoce un cacique sin señalar relaciones de sujeción o jerarquía entre ellos.
Por otra parte, los indios de Payogasta, Cachi y Chicoana a diferencia del
resto de los pulares, hablaban el quechua. El problema de la identificación de
los grupos pulares resulta complicado en tanto muchas veces las fuentes
homogenizan el apelativo pular al conjunto de grupos de indios amigos de los españoles durante la
rebelión iniciada en 1630[19].
Existe
un acuerdo en que los pulares fueron los primeros grupos que los conquistadores
encomendaron luego de la fundación de la ciudad de San Felipe de Salta en 1582[20],
sin embargo, hemos consultado algunos documentos que nos permiten hipotetizar
que algunos grupos podrían haber sido encomendados previamente, por Gonzalo de
Abreu desde su segunda malograda fundación de San Clemente en el valle de Salta
en 1577 y, probablemente se re-otorgaron y/o se hicieron efectivas recién luego
de la fundación de San Felipe por Hernando de Lerma[21].
Posteriormente,
a estos grupos se fueron agregando y trasladando otros, luego de las campañas
militares de Felipe de Albornoz (1630-1643) y de Alonso de Mercado y Villacorta
(1658-1666), terminando todos adscriptos a encomiendas diferentes, pero
reducidos en conjuntos. La relación del gobernador Mercado describe que los
pulares eran vecinos de los calchaquíes rebeldes y que en la década de 1630
bajaron a poblarse “voluntariamente” cerca de la ciudad, permitiéndoles
regresar a sus tierras el gobernador Acosta y Padilla (cerca de 1645) donde
permanecieron hasta que se incorporaron al ejército liderado por Pedro
Bohórquez, siendo muy cercanos a él debido a ser indios ladinos y a haber
permanecido tantos años cerca de la ciudad, lo que les brindaba un conocimiento
excepcional para ser usado contra los españoles.
Esta vecindad de Calchaqui en el levantamiento passado de aquellos
barvaros, obligo, a estos indios pulares, temerosos de no ser invadidos de
ellos y de su creçido numero a bajarse voluntariamente con sus mugeres y
familias a poblarse en lo llano desta jurisdiçion y al abrigo de los españoles
en donde se conservaron los onçe años que duro la guerra y algunos mas hasta
que en tiempo del governador don Gutierre de Acosta y Padilla y con orden suia,
se les permitió la buelta a sus tierras y poblar de nuevo el Valle de los
Pulares que avian desamparado, resolucion que entonces pareçio conveniente, oy,
a mostrado la experiençia bien a nuestra costa, lo contrario.
[...]
En este estado les hallo la novedad de don Pedro
Bohorques a quien acudieron [...] por ser tan ladinos y por
la comunicacion que tenian con las ciudades, los admitio con diferente
estimacion a su lado, valiendosse de su consejo y industria desde que rompio la
guerra, en la qual le guiaron. bajando los primeros a la batalla del dia 23 de
septemre del año pasado [1658][22]
En
esa misma carta del 6 de diciembre de 1659, el gobernador Mercado decía que 300
familias de pulares habían sido indultadas por el oidor don Juan de Retuerta de
haber “bajado con don Pedro Bohorques” y repartidas en siete encomenderos a
quienes “pagan tassa y reconoçen servidumbre”. Entendemos que este indulto fue
el origen de la conformación de este asentamiento colectivo en la boca de la
Quebrada de Escoipe denominado Pulares y donde estaban congregados, junto con el pueblo de los Pulares, los pueblos de indios de Chicoana,
Cachi, Atapsi
y Payogasta, trasladados después de su
derrota.
El
segundo espacio de reducción cercano a la ciudad de Salta fue Guachipas, donde se ubicaron los
pueblos de Animaná, Bombolán, Anguingasta,
Pompoma, Gualfin, Ampascachi, en su mayoría compuestos por grupos
del sector medio del valle Calchaquí desnaturalizados luego de las campañas del
gobernador Mercado y Villacorta después de 1659. Este sector del valle, el
llamado Calchaquí propiamente dicho (y diferenciado de la región pular al norte
y de la región diaguita-Yocavil al sur) del cual eran originarios los indios
reducidos luego en Guachipas, se extendía desde Pompoma al norte, hasta Colalao
al sur y estaba recorrido por el tramo sur del río Calchaquí y por el tramo
norte del río Santa María[23].
Los grupos que habitaban este sector del valle y que participaron activamente
de la rebelión de 1630-43 y especialmente en la de 1659-66[24],
serán mayoritariamente asentados en el valle de Guachipas, sin embargo algunos
de ellos serán reducidos junto con los grupos pulares y en las cercanías de
Chicoana como los indios de Taquigasta,
Sicha y Cafayate.
En
el padrón levantado por Francisco de Olea en 1673 por orden del gobernador
Ángel de Peredo, se declaraba que “Hasta aquí son las
encomiendas que hay en esta dicha ciudad y su jurisdicción de indios ladinos
que pagan tributo y las que siguen son de nación calchaquí recién reducidos”[25].
Esta línea divisoria ubicaba como indios
ladinos a las encomiendas de Pulares, Escoipe, Cachi, Pulares de
Lara, Milicay Pulares, Chicoana y Atapsi, Tilian, Locloc y Payogasta, todos
asentados y reducidos en los Pulares. Luego, le siguen los de nacion
calchaqui recien reducidos, Sicha y Taquigasta, también en los
Pulares y el resto en Guachipas: Bombolan y Animana, Anguingasta, Ampascachi,
Pompoma y Gualfin. A este esquema se sumaban tres capitanes beneficiados por
Alonso de Mercado y Villacorta con una cantidad tenue de familias
compuestas de desnaturalizados del valle Calchaquí y que no tenían
pueblo o tierras de reducción y, por lo tanto, no se les hizo padrón[26].
El
gobernador Esteban de Urízar remitía una carta al Rey desde Salta en noviembre
de 1719, en la cual advertía que los indios calchaquíes desnaturalizados por
las armas y asentados por el gobernador Mercado y Villacorta en reducciones en
el valle de Guachipas, a 20 leguas de la ciudad, “aborresen sus curas
doctrineros” y resistían la evangelización. Por cuya causa, propone “que se
muden las reduciones a mayor sercania” de la ciudad de Salta[27].
Recuperamos esta carta porque nos brinda información acerca de la clara
diferenciación que mantenían las reducciones de calchaquíes desnaturalizados en
el sitio de Guachipas (de las de Pulares), incluso luego de 40 años de su
extrañamiento definitivo.
Mapa
Encomiendas y pueblos de la jurisdicción de Salta, siglo XVII
Macro-reducción
de los Pulares. Encomiendas de indios pulares
en la boca de la Quebrada de Escoipe
A
continuación, presentamos aportes para la reconstrucción de la historia de cada
uno de los grupos encomendados y reducidos en pueblos en la boca quebrada del
Escoipe en lo que hemos denominado, macro-reducción de los Pulares.
El
asentamiento de los pulares en la boca de la Quebrada fue de larga data,
incluso, en el conocido documento del cacique de los pulares, Calibay, de 1582
éste solicita que les sean otorgadas en merced las tierras que
corran hasta la
poblazón del dicho governador Gonzalo de Abrego en una legua de ancho por
cualquier parte [...]
[...]
cerca de la boca de la quebrada por donde va el camino
del Perú y por sima della yendo por la dicha cordillera y falda della en
derecho de la parte donde estuvo poblado el gobernador [San
Clemente] [28]
Su
encomendero en funciones de teniente de gobernador dio por
presentada la
dicha petición el señor capitán [Bartolomé Valero] teniente de gob. y justicia
mayor en esta ciudad y jurisdicción dijo que su md está informado como persona
antigua de treynta años a esta parte como los dichos casiques e yndios pulares
en tiempos pasados estuvieron poblados en la parte y lugar questa petición
refiere y al presente sabe y está ynformado asimismo que algunos de los dichos
yndios tienen chacaras en las dichas tierras por lo qual dijo que en nombre de
su magestad y por virtud del poder que para ello tiene y si necessario es como
justicia desta ciudad declarava y declaro las dichas tierras asi deslindadas y
declaradas ser y perteneser a los dichos yndios[29]
Ya
presentamos los movimientos de los pulares y escoipes relacionados con las
guerras calchaquíes en las décadas de 1640 y 1660, hasta quedar confinados en
la boca de la Quebrada de Escoipe hasta el siglo XIX.
Si
bien la primera cédula de encomienda de los pulares a favor de Bartolomé Valero
en 1582 no aclara su ubicación precisa, se sabe que ocupaban las tierras cercanas
a la ciudad de Lerma y documentos posteriores indican que se habrían asentado
en la boca de la quebrada de Escoipe[30].
Lorandi y Boixadós señalan que los indios asentados en ese sitio adoptaron el
nombre homónimo de Escoipe, pero lo que no pueden determinar es si se trataba
de un grupo que ya vivía anteriormente en la mencionada quebrada, en 1582 o si
fueron los mismos pulares encomendados los que adoptaron el nombre de su nuevo
asentamiento[31].
La encomienda de Pulares, Escoipes (y Guachipas) de Bartolomé Valero
Bartolomé
Valero tuvo la encomienda de pulares, escoipes y guachipas junto con la
fundación de la ciudad de San Felipe de Salta, el 8-IV-1583 de mano del
gobernador Hernando de Lerma[32].
Hizo dejación de la encomienda ante el gobernador Ramírez de Velasco, quien la
encomendó por mitades al hijo natural de Bartolomé, Pedro Valero y a su sobrino
Román Valero en 1586,[33]
siguiendo un pleito desde 1589 entre Román contra Pedro y Bartolomé para que le
entregaran la mitad de los indios que correspondían a su merced.
Pedro
Valero murió sin dejar sucesión y la encomienda fue re-otorgada nuevamente y en
primer vida, a su padre Bartolomé Valero y, esta vez, luego de su muerte,
heredó en segunda vida a Ana Valero, su hija mayor[34] Desconocemos
el año de la muerte de Pedro, pero ya en 1590 la encomienda de esta mitad
estaba nuevamente en manos de Bartolomé, a quien Román Valero pidió a través
del gobernador y con un mandamiento, cumpliera y le diera la mitad de los
indios de mita y de servicio personal[35].
Luego
de la muerte de Ana Valero, el gobernador Felipe de Albornoz dividió esta mitad
otorgándola en merced a Miguel de Elizondo, Álvaro Vélez de Alcocer y Pedro de
Aguirre[36],
quiénes recibieron respectivamente los indios escoipes, pulares y guachipas en
1629[37].
De la otra mitad de los pulares y conservando ese nombre, sabemos que luego de
la muerte de Román Valero, pasó a manos de su hijo, Francisco Valdenebro,
siendo luego de su muerte encomendada a Andrés de Frías Sandoval en 1631[38].
A
continuación incorporaremos nuevos datos que permitirán revisar y profundizar
el proceso de divisiones, agregaciones y traslados de los grupos encomendados
originalmente en
Pulares escoipes: el
tercio de escoipes de la mitad de Pedro Valero, Bartolomé Valero y Ana Valero
La
parte de esta encomienda que correspondía al pueblo de Escoipe fue otorgada por
el gobernador Felipe de Albornoz en 1629, luego de la muerte de Ana Valero, a
Miguel de Elizondo, recibiendo su confirmación real en 1631:
encomiendo en vos el dicho Miguel de Elisondo los indios del
dicho pueblo de Escoype contenidos en el dicho auto ques uno de los tres
pueblos [pulares,
escoipes y guachipas] del dicho repartimiento de los pulares que asi baco
por fin y muerte de la dicha doña Ana Valero[39].
El
pueblo en 1629 contaba con su cacique principal don Domingo Quiache y con un alcalde, don Lorenzo Ansuele, a quienes le siguen 45
indios tributarios. Es significativo el número de indios ausentes que, en todos
los casos se encuentran concertados o trabajando en distintas estancias de
españoles. Un detalle a señalar que ayuda a diferenciar el pueblo y encomienda
de Escoipe del de los Pulares propiamente dicho (a pesar que las
fuentes señalen su pertenencia a una misma
nación) es que tres de los ausentes se encuentran en el pueblo grande de los Pulares visitando a
su familia. Esta referencia estaría indicando no sólo la diferencia entre los
lugares de asentamiento de los pulares y los escoipes, sino también que
continúan manteniendo relaciones entre ellos.
La
encomienda de Escoipe otorgada a Elizondo también fue sujeta a un litigio. En
1687 el cacique de la encomienda, Fernando Aquinchai, recurrió a la Real
Audiencia denunciando que Juan de Elizondo usurpaba el título de encomendero en
tercera vida y que además sufrían de malos tratos y alquileres a terceros.
Finalmente, se demostró que Juan de Elizondo tenía investidura en segunda vida
y no en tercera, debido a que cuando el gobernador Joseph de Garro visitó el
pueblo inhibió a su padre -Andrés Félix de Elizondo- de heredar la encomienda
de su abuelo, Miguel de Elizondo, encomendero en primera vida:
le condeno en
privasion de la subcesion que le pertenese de dicha encomienda en segunda vida
por muerte del dicho su padre y en que
no entre en dichos pueblos pena de quinientos pesos corrientes [...] y pasara la subcesion de la segunda vida de la dicha encomienda a otro
eredero lexitimo del dicho maestre de campo Miguel de Lisondo conforme a la ley
de la subcesion[40]
Este
resquicio legal permitido por la sentencia de Joseph de Garro en 1676 permitió
que Juan de Elizondo, nieto de Miguel de Elizondo heredada la encomienda de
Escoipe (y tercio de Sicha) en segunda vida y, por supuesto, alargara la vida
de la merced en manos de esta familia.
Pulares grandes: el
tercio de pulares de la mitad de Pedro Valero, Bartolomé Valero y Ana Valero
Como
adelantamos, luego de la muerte de Ana Valero a fines de la década de 1620, el
gobernador Albornoz dividió el repartimiento de indios pulares entre distintos
titulares, los escoipes fueron otorgados a Elizondo y los pulares a Álvaro
Vélez de Alcocer en 1629.
El
expediente de confirmación iniciado en 1637[41] incluye una relación e información ad perpetuam rey memoriam sobre la
historia del grupo de los pulares elevada por Vélez de Alcocer y ratificada por
testigos españoles. Esta relación señala que los indios pulares y otros
circunvecinos que tenian sus asientos,
reducciones y naturales en el valle Calchaquí al principio de la guerra
no se declararon a favor de los españoles, sin embargo un año y medio después
se declararon como indios amigos y huyeron de su natural y se redujeron a cinco
leguas de la ciudad de Salta “adonde al
presente estan y todo el dicho tiempo que a durado la guerra los dichos indios
an servido en ella por amigos de los españoles por cuya caussa se an venido a
conseguir las pases que ay ahora”[42].
Si
bien hemos podido corroborar que la encomienda de Álvaro Vélez de Alcocer fue
confirmada en
Milipicay pulares: los pulares de la
mitad de Román Valero y Francisco de Valdenebro
Habíamos
señalado que luego de la muerte de Román Valero, una de las mitades, esta
encomienda pasó a manos de su hijo Francisco de Valdenebro en segunda vida.
Quedando vaca luego de su
fallecimiento, el gobernador Felipe de Albornoz otorgó en 1631 la merced de
encomienda sobre estos pulares a Andrés de Frías Sandoval[44].
En
1632 se realizaba el padrón en el sitio de los pulares donde se an poblado los que salieron de su pueblo a
valerse de los españoles (se trata del establecimiento de los indios amigos cerca de la ciudad de Salta
en la época del gran levantamiento de 1630). En este padrón se registran los
nombres indígenas de todo el grupo, varones, mujeres, niñas y niños. El pueblo
de los pulares cuenta con su cacique don Pedro
Millipicay[45]
y el fiscal Domingo Valacnay, a
los que se sujetaban 66 indios tributarios más sus mujeres, hijos y reservados.
Por otra parte, al final del padrón se dice que participó en su confección otro
cacique de mayor jerarquía, don Felipe
Colca, cacique principal y gobernador de los indios (quien hizo a su vez
de intérprete en su lengua y la del inca)[46].
En 1638 otra referencia presenta a don Felipe
Colca como cacique y gobernador de los indios pulares, chicoanas,
escoipe, cachi y payogasta (y probablemente luracatao), lo que nos hace
suponer, junto a Lorandi y Boixadós[47],
la existencia de cierta unidad de estos grupos, pudiendo comprobar que esta
unidad que se mantuvo durante los primeros años del siglo XVII a pesar de las
encomiendas y las divisiones que éstas implicaron.
El
extenso padrón de 1632 nos brinda información acerca de un conflicto por la
adscripción de ciertos tributarios a esta encomienda o al pueblo de Locloc,
conflicto que enfrenta a los encomenderos y caciques de cada uno de los
pueblos. Por otra parte, un número significativo de tributarios llevan como
nombre indígena Tilian, lo que
nos lleva a preguntarnos acerca de las relaciones entre los indios de esta
encomienda y la encomienda sobre los indios de Tilian, lo cual desarrollaremos
en un próximo apartado[48].
En
1673 la encomienda de Andrés Frías de Sandoval se referencia específicamente como
“el pueblo de Milicay Pulares”[49]
y, en 1693, bajo la titularidad de Juan Frías de Sandoval, el oidor Luján de
Vargas sólo señala que se encuentra en la reducción de los pulares.
Tilian
Contamos
con referencias muy tempranas sobre los indios de Tilian, originarios de la
quebrada de Humahuaca y encomendados por Gonzalo de Abreu y por Hernando de
Lerma[50].
Hasta el momento sabíamos que en 1596 los tilianes estaban encomendados a Román
Valero, quien otorgó un poder a don Francisco Guamán para que “… tengays en administracion los indios de mi encomienda que tengo…que son los yndios
del pueblo de tilian”[51]
Un
dato novedoso sobre esta encomienda es que Bartolomé Valero, su anterior
encomendero, en un pleito sustanciado en Salta en 1588 dice que otro
encomendero de Salta, Antonio Núñez, alega tener
algun
derecho a la encomienda que Gonçalo de Abrego me hiso en
cuyo derecho susedieron mis partes [Román
Valero y Pedro Valero] por ser primera que la
del dicho Antonio Nuñes satisfago que en virtud della tome posesion en esta
çiudad y si alguna hizo el licenciado Ernando de Lerma no me pudo perjudicar
como no me perjudico pues siempre en birtud della que me iso
Gonçalo de Abrego e estado y estan los dichos mis partes sin
contradicion de ninguna persona y jamas la an tenido[52]
A
esto agrega que él hizo dejación de su encomienda efectivamente ante Ramírez de
Velasco y que, por lo tanto, solicita que “meta a los dichos mis
partes en su primera posesion”[53].
Por
otra parte, sabemos que se desarrolló este pleito en Salta (antes de la fundación de Jujuy)
entre Bartolomé Valero -en representación y con poder de Pedro y Román- contra
Pedro Marcos y contra Antonio Núñez “sobre el despojo que han
echo a los dichos mis partes del casique Tilian e indios
pulares a él sujetos” [54].
En
este punto, no podemos aclarar por ahora la relación entre Tilian y Pulares
previa a la encomienda, si existía alguna relación o sujeción entre el cacique
Tilian y los pulares, si la misma era prehispánica, si respondía a movimientos
de población anteriores a la llegada de los españoles por intervención incaica,
o si fue el sistema de encomiendas español posterior a las entradas de Lerma y
Abreu al valle de Salta y a la fundación de la ciudad lo que unió la historia
de estos pueblos, o si en realidad fue un ardid de Valero para unificar bajo
una única encomienda a todos sus indios dispersos en el valle de los pulares y
en la quebrada de Humahuaca; así que nos limitaremos a suponer lo que por el
momento nos permiten las fuentes: que Marcos y Núñez probablemente habían
recibido encomiendas en la quebrada de Humahuaca al igual de Bartolomé Valero y
que una vez fundada Jujuy, en incluso antes, trasladaron compulsivamente a los
indios de Tilian originarios de Tumbaya y Volcán, a la jurisdicción de Salta,
incluyendo aquellos que eran de Bartolomé Valero[55].
Entonces,
estas líneas del pleito nos permiten suponer que la primera encomienda sobre
los pulares y sobre los tilianes probablemente fue otorgada desde la fundación
de San Clemente por Gonzalo de Abreu y que luego, Hernando de Lerma en 1582,
otorgó nuevas encomiendas y re-otorgó otras sobre los mismos grupos, pudiendo
generarse así el conflicto por los indios Tilian. El traslado compulsivo de los
indios de Tilian se realizó a fines del siglo XVI de la mano de Pedro Marcos y
de Antonio Núñez, vecinos de Salta, desde la Quebrada de Humahuaca a la boca de
la Quebrada de Escoipe, lo que puede haber sido el origen de su reducción junto
con los pueblos pulares.
Gabriela
Sica recupera fuentes producidas en la reciente fundada ciudad de Jujuy, por
las cuales en 1595 se solicita que: “los yndios de tilian que pedro marcos vezino
de salta llevo de su pueblo y natural sin orden de gobernador estando como
estaban en la jurisdiccion desta ciudad [...] y se an quedado asta
agora en la jurisdiccion de salta”[56]. Y
en 1601, se lo vuelve a denunciar a
pedro
Marcos vecino de la ciudad de Salta de su propia autoridad sin orden de ninguna
justicia desnaturalizo y saco de su pueblo llamado Tumbaia todos los indios que estaban en el y residian
a cinco leguas de esta ciudad camino de Piru en la jurisdicción de ella y
llevados con fuerza y violencia con poder absoluto como encomendero de ellos[57]
Sica
demuestra que esta “desnaturalización” privada de los tilianes se explica en el
marco de las tensiones políticas y jurisdiccionales generadas luego de la
fundación de Jujuy, ya que ésta recortaba o subsumía parte del territorio que
había sido del distrito de Salta fundada 10 años antes: “En este contexto, el
encomendero de Tilián trató de evitar que su encomienda cambiara de
jurisdicción con el correspondiente cambio de vecindad que ello le implicaba”[58].
Sin embargo, podemos suponer por las referencias documentales sobre el pleito
entre los Valero por una parte y Núñez y Marcos por la otra, que el traslado de
los indios de Tilian comenzó incluso antes de la fundación de Jujuy,
probablemente con el objetivo de tenerlos más cerca de la ciudad de Salta y
gozar más cómodamente de sus servicios personales, sin negar la posibilidad de
que hubieran existido relaciones entre Tilian y Pulares previas a la invasión y
a las encomiendas españolas.
Sobre
el pueblo y encomienda de Tilian reducido en la boca de la quebrada de Escoipe,
Sica propone que “una hipótesis probable es que el mismo [pueblo de Tilian] haya
tenido su origen en el grupo desnaturalizado por Pedro Marcos, mientras que los
de Román Valero fueron reasentados con los pulares y terminaran confundiéndose
con ellos”[59].
Los avances que se presentan en este artículo nos permiten reafirmar esa
hipótesis y precisarla un poco más, en tanto podemos comprobar que mientras los
tilianes que originalmente habían sido encomendados a Valero se subsumieron y
confundieron con los escoipes Milipicay, en cuyo padrón de 1632 aparecen muchos
nombres indígenas Tilian[60].
En esta misma dirección, en la década de 1640 existía otro pueblo reducido en
los Pulares, denominado Tilian que tenía por encomendero a Antonio Marcos,
probablemente hijo de Pedro Marcos (?) ya que la gozaba en segunda vida[61].
El pueblo de Tilian, luego de la muerte
del capitán Antonio Marcos, fue encomendado al capitán Diego de Leguisamo por
el gobernador Gutierre de Acosta y Padilla y luego pasó en segunda vida a su
hijo, Bernardo de Leguizamo[62].
Luego de su muerte en 1686 el gobernador Tomas Félix de Argandoña encomendó a
Juan de Córdoba los indios de Tilian[63],
en quien estaban encomendados cuando fueron visitados por Luján de Vargas en
1693.[64]
Locloc
Muy
poco hemos podido reconstruir de este pueblo y encomienda. Locloc no fue
visitado por el oidor Luján a fines del siglo, lo que no podemos establecer si
se habían transformado en indios domésticos al servicio de casas, chacras o
estancias, si habían sido trasladados, o si fueron registrados con otro nombre
tal como ocurre en el caso del pueblo de Tilian que, en 1693, sólo se
referencia como pulares de Juan de Córdoba.
Un indicio de su proceso de desaparición en el registro colonial lo brinda el
padrón de 1673, en el cual se registra a Diego de Trejo como encomendero de
Locloc y se señala “no pareció el susodicho por asistir en la ciudad de
Santiago del Estero ni tampoco pareció administrador y solo por noticias se
sabe poseerla” [65].
Atapsi y Chicoana
Una
referencia señala que el gobernador Juan Ramírez de Velasco entregó una extensa
encomienda que integraba los pueblos de Payogasta, Atapsi y Chicoana a Gonzalo
Duarte de Meneses (c.1588)[66].
Si bien no hemos encontrado referencias documentales sobre esta entrega
inicial, fuentes de años posteriores continúan asociando esos tres sitios y
grupos, a los que se suma Cachi.
Atapsi se
ubica en el límite sur del valle de los Pulares, ocupando precisamente el punto
de comunicación entre este valle y el Calchaquí[67].
Esta situación lo expuso a los avances de los calchaquíes alzados en 1630 de
quienes sufrieron sus ataques por ser indios
amigos de los españoles.
Sobre
Chicoana, solo contamos con la referencia de que fue encomendada por el
gobernador Alonso de Vera y Zárate en
Atapsi
fue encomendado en
Preguntado si los dichos indios tienen pueblo y reducsion y si en él ay
capilla y que numero es y con que titulo los posee, dijo que tienen pueblo y
reducsion que se llama Atasis y que estan devajo de la doctrina y curato de San
Pedro de los Pulares [72].
Payogasta
Luego de la
muerte de Hernando Arias de Velásquez quien la poseía en tercera vida, su hijo
Luis Arias Velásquez se opuso
como benemérito a la vacante de la encomienda de los indios de Payogasta,
obteniéndola en 1642 por el gobernador Miguel de Sesse y, a pesar de una
primera denegación del Consejo por esta irregularidad (encubierta prorrogación
de vidas), su confirmación en 1646[73].
Este expediente poco dice acerca de la composición y características de estos
grupos, sin embargo se intuye una relación mantenida entre los indios de
Payogasta y los de Chicoana; ya que probablemente la dejación que hizo Hernando
Arias de Velásquez de Chicoana en 1619, hizo que separándose de la de
Payogasta, se uniera la encomienda de Chicoana a la de Atapsi[74].
A fines del siglo XVII estaban
situados, junto con otros grupos, en la macro-reducción de los Pulares y la encomienda de Payogasta estaba bajo la
titularidad de Luis Arias de Navamuel cuando fue visitada por Luján de Vargas y
su cacique era don Felipe Colque de 35 años[75].
Cachi
En la
época del gran levantamiento de 1630 el pueblo de Cachi y los grupos pulares
participaron como indios amigos de los españoles. Esta participación será el
motivo de un conflicto posterior por la exención tributaria de los indios de
Cachi como derecho a perpetuidad, lo que finalmente no pudieron conseguir[76].
Con motivo de la rebelión del valle incentivada por Bohórquez sabemos que el
cacique del pueblo de Cachi, don Bartolomé
Banastar tuvo participación, e incluso sirvió como testigo, en la
causa que se inició contra el gobernador Alonso de Mercado Villacorta. Este
cacique principal del pueblo de Cachi -ladino en lengua española- declaró en
1660 que Pedro Bohórquez le encomendó que entrase a los pueblos de los pulares
para que los caciques le acompañaran a su encuentro con el gobernador[77].
En
1689 el gobernador Tomás Félix de Argandoña luego de la muerte de Margarita de
Chávez del Sueldo, encomendera en tercera vida de los indios del pueblo de
Cachi, declaró vacante y en cabeza real dicha encomienda y la otorgó en
depósito y administración a Diego Díez Gómez para que enterara los tributos
durante el período de la vacante en las reales cajas. Luego de la oposición de
tres beneméritos de Salta, el gobernador benefició con la encomienda de Cachi a
Pascual de Elizondo y Buitrón quien se opuso a los indios domesticos de Cachi de nacion
pular asitiados en los llanos de la ciudad de Salta. La
posesión en 1689 la tomaba sobre el cacique don Marcos Calante,
ladino en lengua española y del Cuzco[78].
En
1693, al contestar la acusación del visitador Luján de Vargas, Pascual de
Elizondo dirá que los indios de Cachi eran calchaquíes reducidos al pueblo de San
Pedro de los Pulares, encontrando en este caso la misma doble referencia
pular-calchaquí que señaláramos para los indios de Atapsi.
Pulares de Lara
Por
otra parte, otro repartimiento también denominado "de pulares" fue
encomendado a Diego de Lara Manxarrés en 1617 por Luis de Quiñones Osorio y
gozada desde 1620 por su hijo Pedro de Lara Manxarrés, por lo menos hasta 1673[79],
los cuales comenzaron a ser identificados posteriormente como “pulares de
Lara”, pero desconocemos al momento, la relación de este grupos con los pulares
encomendados a Valero.
En
1617 el gobernador Quiñones Osorio encomendó en Pedro de Lara Manjarrés tomando
la investidura del mismo a su sucesor en 1620[80].
Este repartimiento vacó por su muerte y el gobernador Tomás Félix de Argandoña
lo otorgó en merced a Diego Díez Gómez (h), produciéndose la vacancia del feudo
luego de su muerte en 1694 sin sucesión y siendo otorgado nuevamente por el
gobernador Martín de Jáuregui en
Gastón
Doucet se dedicó a investigar este caso con gran detalle, en tanto se trata
“del que quizá sea el más conocido de los feudos o encomiendas de la ciudad de
Lerma: la encomienda de pulares y tonocotés, que en la siguiente centuria tuvo
por sucesivos titulares a Domingo y a Nicolás Severo de Isasmendi”[82].
Para el autor, esta encomienda transitó por el camino inverso al de la mayoría,
de orígenes modestos (es decir, repartimientos de corto número) y gracias a las
estrategias de algunos de sus titulares, pasó a convertirse en la más
importante de la jurisdicción de Salta en el siglo XVIII y una de las que
subsistió hasta el siglo XIX.
La encomienda
de pulares y tonocotés constituye un caso notable de integración de un
repartimiento de indios a una hacienda y de perpetuación de un feudo dentro de
una misma línea de sucesión familiar a través de varias generaciones, aspectos
ambos que en el Tucumán a despecho de las leyes que regulaban la institución,
tuvieron destacada presencia en el funcionamiento de ésta[83]
En 1695, el mismo año en que le fue
otorgada a Diego Díez Gómez (p) la encomienda de pulares, recibió una nueva
merced de indios tonocotés vacantes por la muerte de María Martínez de
Pastrana, y, de la mano del gobernador Zamudio se aplicó la ordenanza 113 de
las Ordenanzas de Alfaro por la cual se “agregaron” los indios tonocotés
(encomienda denominada así por primera vez y seguramente compuesta por
yanaconas)[84]
a los pulares.
En 1709 murió Díez Gómez y la
encomienda pasó en segunda vida a su hija María Magdalena Díez Gómez, casada
primero con José de Aguiriano y luego de enviudar, en 1726 con Domingo de
Isasmendi. Lo importante es que Domingo de Isasmendi en 1737 presentó una
petición solicitando que se le otorgara la encomienda por dos vidas, para
garantizar luego de la muerte su esposa, la producción de la Hacienda de San
Pedro Nolasco en Molinos, sustentada con el trabajo de los indios de la
encomienda. Aceptada la petición, Isasmendi pasó de encomendero consorte a
titular del repartimiento[85].
Sin embargo, en España fue denegada la confirmación y, una vez muerta la
encomendera y vacante el feudo, Isasmendi fue el único opositor y a él se le
otorgó en 1742 “legalmente” la encomienda de pulares y tonocotés, asentada en
la hacienda de San Pedro Nolasco por dos vidas -la propia y la de su hijo
Nicolás Severo de Isasmendi- y confirmada por la Corona en 1744[86].
Cafayate
Contamos con poco información sobre
la encomienda y pueblo de Cafayate. Esto se debe, probablemente a que se trata
de una encomienda que se mantuvo en una misma familia, sin cargo de llevar
confirmación y sin pleitos a lo largo del siglo XVII, lo que explica la
ausencia de la misma en el registro colonial.
Otorgada tempranamente y por tres
vidas, fue gozada primero por Pedro Díaz (padre), luego por Pedro Díaz de Loria
(hijo) quien fue investido por Felipe de Albornoz en 1629 y que seguía siendo
su titular en 1673. Podemos afirmar que la primera vida de esta encomienda fue
otorgada antes de las Ordenanzas de Francisco de Alfaro de 1612, debido a que
los indios aun tienen una obligación tributaria de 10 pesos[87].
Antonio Martínez Luján de Vargas la
visitó en 1693, la cual estaba reducida en los Pulares y su encomendero era
Pedro Díaz de Loria (nieto), el cual los poseía en tercera vida[88].
Taquigasta
Taquigasta
y Sicha son los únicos de los pueblos reducidos en los Pulares que íntegramente
están compuesto por indios desnaturalizados del valle Calchaquí por el
gobernador Alonso de Mercado y Villacorta (la mayoría de los indios calchaquíes
fueron asentados y reducidos en la región de Guachipas más que en la región de
los Pulares, tal como veremos en el apartado siguiente).
El
pueblo de Taquigasta fue encomendado luego de la muerte de Francisco García de
Rojas, a Alonso de Salcedo Poblete, vecino de Jujuy, en 1626 por el gobernador
Alonso de Vera y Zárate y confirmada la merced por el Consejo en 1628[89].
Luego de esta temprana encomienda, sabemos que pocos años después Taquigasta y
Sicha participaron activamente en la gran rebelión[90]
y lo volverán a hacer en la siguiente y última, por lo que no sabemos hasta
donde esta encomienda fue gozada efectivamente.
Luego
de su derrota, la mayoría de los indios de Taquigasta fueron desnaturalizados
del valle Calchaquí y poblados en la boca de la quebrada de Escoipe, y sabemos
que otras 80 familias fueron llevadas a la jurisdicción de Jujuy.
Lo
importante es que tanto las familias que quedaron asentadas en la de Salta como
las de Jujuy, se mantuvieron en manos de los Salcedo Poblete. Las 80 familias
fueron asentadas por orden de Mercado y Villacorta en la hacienda de Los Alisos
en tierras de la familia Salcedo Poblete. Gabriela Sica señala que a pesar que
en 1671 se le ordenó dejarlos en libertad para que se mudaran a la jurisdicción
de Salta, en 1677 aun se encontraban en Jujuy[91]
y, de hecho, en 1673 en los padrones levantados por orden del gobernador Angel
de Peredo, 8 tributarios taquigastas se encontraban en segunda vida bajo la
titularidad de doña Maria de Salcedo Poblete desde 1662, mujer de Juan Costilla
Gallinato[92].
En
los padrones de 1673 los taquigastas fueron registrados en Salta y en Jujuy y,
en este último caso, se los referencia como “el tercio” de los indios
taquigastas. Sin embargo, hasta el momento solo hemos podido verificar su
división en dos partes y a miembros de la misma familia, es decir, a los dos
sucesores de Alonso de Salcedo y Poblete, tocándole a una parte a María de
Salcedo y Poblete en la estancia de Los Alisos (Jujuy) y la otra, a su hermano,
Jorge de Salcedo y Poblete en el pueblo de Taquigasta (Salta). Ya veremos que
finalmente Jorge Salcedo y el cacique de los taquigastas lograrán reunir los
taquigastas en una única encomienda.
Tres
expedientes se refieren a esta encomienda y sus solicitudes de confirmación. La
primera, de 1681, de Francisco de Arias Gaitán -denegada por el Consejo de
Indias-, la segunda de 1689 del encomendero cuya merced fue confirmada y será
su titular al momento de la Visita de Luján de Vargas, Francisco Vélez de
Alcocer; y el tercer documento es una solicitud del cacique don Lorenzo Guaichava pidiendo que se unieran dos de las partes en las que
se había dividido la encomienda[93].
Don Lorenzo Guaichava[94]
remitió una relación al Consejo de Indias en la cual indicaba que los indios de
Taquigasta habían sido divididos en dos encomiendas: la de Juan Costilla
Gallinato (marido de Maria Salcedo Poblete) y Jorge Salcedo Poblete. Al morir
Costilla Gallinato y haciendo dejación de la encomienda su viuda, el cacique
solicitó que los 5 tributarios y un reservado de esta parte asentada en la
estancia de Los Alisos, fueran agregados a la otra parte de la encomienda sin
que el gobernador la otorgara a un nuevo encomendero[95].
Fue así como Jorge Salcedo Poblete se vio beneficiado con la agregación de los
indios de su tía a su encomienda, lo que asimismo significó la unión en una
misma encomienda de grupos que habían sido divididos y asentados en
jurisdicciones diferentes, quizá gracias a un arreglo entre el encomendero
Jorge Salcedo con el cacique Guaichava,
incorporando 5 indios tributarios a los 25 de la encomienda principal de
Taquigasta.
Luego
de la muerte de Jorge Salcedo Poblete, en 1685 se le otorgó la merced sobre los
indios de Taquigasta a Francisco Vélez de Alcocer[96],
la cual incorporaba ya la encomienda dejada por María de Salcedo Poblete que le
habían denegado a Arias Gaitán. Cuando Luján de Vargas visitó las encomiendas
de Salta, los taquigastas seguían bajo el mismo encomendero Francisco Vélez de
Alcocer.
Sicha
Al igual que el caso de Taquigasta, los indios de Sicha
reducidos en los pulares, habían sido desnaturalizados del Calchaquí luego de
la primera campaña de Alonso de Mercado y Villacorta en 1659.
En 1670 el gobernador Mercado, luego de la muerte de María
de Tapia y Loaysa que la gozaba en tercera vida, concedió la merced de
encomienda sobre los indios de Sicha, a Leonardo Rodrigo de Valdés. Este
expediente consta de un detallado padrón realizado en 1670 donde se registra en
primer lugar el cacique don Pablo Francisco, indio principal que ha hecho oficio de cacique de este tercio de
indios desde que fueron separados por orden de dicho gobernador hasta hoy,
registrando 15 indios de tasa y 3 reservados pertenecientes a este tercio,
número que se ve reducido en la visita de Luján a 10 tributarios[97].
El único indicio con el que contamos para reconstruir la
división en tercios de este grupo en tres encomiendas nos la brinda el padrón
de 1673, donde se menciona que
el pueblo de Sicha de nación calchaquí [...] cuando se desnaturalizó de dicho valle de
Calchaquí, la dividió el gobernador don Alonso de Mercado y Villacorta en tres
tercios dejando el uno a la dicha doña María de
Tapia como encomendera de dichos indios y del segundo hizo merced al
maestre de campo Miguel de Lisondo y del tercero,
al teniente de maestre de campo don Diego de Caravajal.
Al tiempo que se acabo la conquista y habiendo muerto la dicha doña María de
Tapia, y quedando vaco el tercio que poseía, don Alonso de Mercado y
Villacorta, hizo merced por encomienda real al capitán Leonardo Rodrigo de Valdés”
[en 1670][98].
El tercio de
los indios de Sicha encomendados a Diego de Caravajal, fue heredado por su hija, Margarita de Caravajal y bajo su
titularidad fueron visitados por Luján en 1693 y, al igual que los indios Sicha
de Leonardo Rodrigo de Valdés, ambos estaban reducidos en los Pulares.
Suponemos
que el tercio de la encomienda que había quedado bajo la titularidad de Miguel
de Elizondo, fue agregado de hecho a la encomienda grande de Pulares de la cual
también era encomendero. Sabemos que en 1672, Sicha aun se encontraba
diferenciada de la de Pulares[99]
pero que en 1676, la Visita del gobernador Joseph de Garro ya fue realizada
sobre “los indios del pueblo de Escoipe y del tercio de los del pueblo de
Sicha, encomienda del maestre de campo Miguel de Elisondo”[100].
A partir de este dato es que podemos suponer que posteriormente a esa fecha el
tercio de Sicha de la encomienda en manos de los Elizondo quedó subsumida
dentro de la de Escoipe y, por lo tanto, desapareció del registro colonial de
manera diferenciada.
El cacique
del pueblo de Sicha, de la encomienda de Leonardo Rodrigo de Valdés, declaraba
ante el visitador Luján de Vargas en 1693 que
como emos sido y somos recien reducidos y sacados del valle de
Calchaqui a este de Salta donde actualmente estoi poblado en un pedaso de
tierras que se me señalo por pueblo y compro mi encomendero y en ellas no tengo
yo ni mis sugetos comodidad ninguna asi por el corto sitio como por la mala
calidad de dichas tierras y estar sercado dicho mi pueblo por la parte de arriva
y de distancia dos o tres quadras los pueblos de Atacsi y Chacuana [sic] y por la de avajo otras quatro quadras de Cafayate
y el de Tilian y por el de un costado la estancia y almona del capitan Fernando
Arias y otra de Diego de Herrera y por el otro costado la chacra y estancia de
los padres de la Compañia y acimesmo otra chacra del dicho Fernando Arias [...] no tenemos donde sembrar para nuestro sustento si no nos balieramos
por prestamo de las tierras de los dichos tileanes y lo que mas es de nuestro
daño es no poder tener bueies y cabalgaduras ni otro genero de ganados para
nuestro ministerio por cuia causa y de su propia bolumtad algunos de dichos mis
sugetos se an retirado a la estansia y chacra de mi encomendero como lo tenemos
declarado en la vicita que Vuestra Señoria a hecho de nosotros y ser materia
imposible el conservarnos en el dicho pedaso de tierras[101].
Se desprende de su denuncia la
configuración de la macro-reducción Pulares que estamos reconstruyendo, por la
cual los indios de cada encomienda tienen asignadas sus tierras de reducción,
probablemente compradas para poder asentarlos en la boca de la quebrada del
Escoipe; al mismo tiempo que se vislumbran dos procesos que generarán
conflictos de larga data por los derechos a las tierras: que los pueblos están
cercados por las estancias y propiedades privadas de particulares, incluyendo
la Compañía de Jesús, y que los tributarios se trasladan a trabajar a otras
unidades productivas de sus encomenderos[102].
Encomiendas
y reducciones de indios calchaquíes en
Guachipas
Tal
como adelantamos la mayoría de los grupos desnaturalizados del Calchaquí a las
tierras bajas de la jurisdicción de Salta fueron reducidos y sitiados en la
zona de Guachipas, al sur del valle de Lerma. Los grupos de calchaquíes
reducidos allí fueron los de Animaná, Bombolán, Anguingasta, Pompoma, Gualfin[103],
Ampascachi, de los cuales desarrollaremos a continuación algunos detalles de
sus procesos de traslados, separaciones y agregaciones, y cómo sus historias se
enlazaron con las de sus encomenderos.
Bombolán y Animaná
Pedro de
Abreu (nieto de Gonzalo de Abreu) recibió de manos del gobernador Luis de
Quiñones Osorio en diciembre de 1611, la encomienda de Palinda, Animaná,
Bombolán, Bilte, Calian y Famayas o Famayux, que había pertenecido a su padre
Juan de Abreu. La política del gobernador Quiñones se destacaba tanto por ser
favorable al sector encomendero, como por su habilidad por enmarcar dentro de
la normativa, beneficios a dicho sector[104].
En este caso, Quiñones, luego de que Juan de Abreu, padre del beneficiado, hizo
dejación de la encomienda de dichos pueblos y de los yanaconas que tenía por
otorgamientos de los primeros gobernadores del Tucumán, en lugar de otorgarle
la investidura en segunda vida de la encomienda, se la otorgó en primera vida
con el gravamen de casarse con Catalina Valero, hija del capitán Bartolomé
Valero[105].
La
misma estrategia realizó el gobernador Felipe de Albornoz luego de la muerte de
Pedro de Abreu y Figueroa, cuando en 1635, re-otorgó nuevamente en primera vida
la encomienda a su hijo Juan, a pesar de las prohibiciones de la Corona al
respecto, legalizando de hecho una tercera y cuarta vida de goce de esta
encomienda en la misma familia[106].
El expediente de confirmación señala que se trata de los indios calchaquíes de
los pueblos de Animaná, Bombolán, Polinda, Vilti con su cacique don Pedro Vilti, Calian y Famayux, asentados en
el Río Segundo y en las chacras de Abreu.
Cuando avanzamos en el siglo XVII, la encomienda sigue remitiendo solo a
Animaná y Bombolán, desapareciendo del registro las otras denominaciones.
En
1673 la encomienda continuaba bajo la titularidad de Juan de Abreu y en 1719 de
su hija Josefa de Abreu y Figueroa, teniendo 66 tributarios[107].
Encomienda de indios de Ampascachi
Los
indios de Ambacache o Ampascachi fueron desnaturalizados a los valles de Salta
luego de su derrota por Mercado y Villacorta en la campaña de 1659. El
gobernador dividió en tercios la encomienda y los otorgó a Fernandez de Santa
Cruz, Mateo de Frias y Sandoval y Antonio de Ubierna y Sandoval.
El
expediente de confirmación de la merced[108]
reseña la historia de esta encomienda de indios calchaquíes rebeldes con su
cacique don Diego Capajax que
fueron desnaturalizados y otorgados en merced en 1659 por Alonso Mercado y Villacorta
a Mateo de Frías Sandoval (hijo de Andrés Frías de Sandoval) y en un hijo de
Antonio de Ubierna Sandoval, considerando el gobernador que debido a ser indios
alzados y que se ganaron por las armas convenía darles dos encomenderos
por mitad y partes yguales en el numero asi de yndios
tributtarios como reservados muchachos y muchachas guerfanas sin que se
entienda que esta parte de yndios que a cada uno tocare ayan de ser divididos y
destroncados ni apartados en diferentes reduçiones sino que ayan de estar todos
juntos en un cuerpo y reduçion[109].
Sin
embargo, la composición de esta encomienda es aun más complicada de lo que
reseña el documento que acabamos de citar. Sabemos por una fuente posterior que
existió una tercera parte del pueblo de Ampascachi que vacó casi al mismo
tiempo que las otras dos. Habiendo fallecido Agustín Fernández de la Cruz en
1667, quien poseía un tercio en segunda vida; muerto también el titular del
segundo tercio, Mateo de Frías Sandoval, en manos de los indios durante la campaña
del valle Calchaquí en 1665, y fallecido en el Perú el hijo de Antonio de
Ubierna Sandoval, poseedor del último tercio con
que redondamente a quedado baco este feudo, el gobernador Mercado y
Villacorta publicó los edictos de la vacante para que se opusieran los
beneméritos.
Cabe
destacar que, quien fue el beneficiario de la merced, Francisco de Villagra y
Aguilera se había casado con Josefa de Frías Sandoval, hermana de Mateo de
Frías Sandoval, uno de los anteriores encomenderos del tercio de Ampascachi y
asimismo pariente de Antonio Ubierna de Frías Sandoval, quedando nuevamente -y
esta vez de manera completa- los
dos tercios de la encomienda en manos de la familia. Se señala expresamente en
el expediente que al ser indios desnaturalizados en el año 1659, gozan de la
exención del pago de tributos por diez años, es decir hasta el año 1669.
Contamos con un padrón realizado en 1667 que incluye tanto los indios
desnaturalizados y encomendados en 1659, como otra parcialidad incorporada y
agregada en 1665 que se encontraba en depósito y bajo la administración de
Diego Ruiz de Alarcón Villaseñor[110].
La
vacancia de la encomienda de Ampascachi se produjo en el año 1667 y fue
otorgada por Alonso de Mercado y Villacorta definitivamente en
La
parte principal de la encomienda mantuvo su mismo titular, Francisco de
Villagra y Aguilera en primera vida, manteniéndose en 1673 y 1694. En 1694,
Luján de Vargas realizó el padrón de los indios de esta encomienda que
continuaba con el mismo encomendero (también llamado Francisco de Olmos y
Aguilera). Recién en 1719 se encuentra gozando la segunda vida de la encomienda
su hijo Agustín de Olmos y Aguilera[112].
La
parcialidad que tenía bajo administración y luego titularidad Diego Ruiz de
Alarcón y Villaseñor, también fue empadronada en 1673 y visitada en 1693 por
Luján, lo que nos permite comprobar que la división del pueblo se mantuvo por
lo menos hasta fin del siglo y continuaban reducidos todos en el pueblo de
Guachipas según la condición de unidad impuesta por Mercado luego de su
desnaturalización.
Encomienda de calchaquíes de Anguingasta
Contamos
con dos expedientes referidos al pueblo de Anguingasta lo que nos permite
identificar con mayor claridad las historias de las encomiendas de esta
reducción visitada a fines del siglo XVII por el oidor Luján de Vargas. Así
como en el caso anterior de los indios de Ampascachi puede observarse que un
mismo grupo fue dividido en tres partes, luego unificado en una sola encomienda
e incorporando en la reducción otra parcialidad. En el caso de Anguingasta la
Visita de Luján tampoco nos permitiría saber que el pueblo fue reducido en
conjunto, pero fue otorgado en momentos diferentes a dos encomenderos.
Anguingasta
Los “indios de los pueblos Anguingasta,
Guachipas y Yacampis, calchaquies” formaron parte de una encomienda otorgada a
Francisco de Aguirre en 1583-84 como uno de los primeros pobladores de la
ciudad de Salta, por lo que la merced fue otorgada por tres vidas, tal como lo
permitía una Real Cédula para primeros pobladores de ciudades recién fundadas.
Luego fue investido en segunda vida Pedro de Aguirre y, Ventura de Aguirre, su
nieto, solicitó y recibió la investidura de la tercera vida ante el gobernador
Lucas de Figueroa en 1663[113].
La cédula de encomienda original[114]
otorgada por Hernando de Lerma a Francisco de Aguirre en Salta el 8-IV-1583, es
sobre
el pueblo y
repartimiento de Anguingasta con el cassique
Payauca con todos sus indios y prinssipales a el subjeto y mas os encomiendo
los Guachipas quarenta indios de vissita” [...] “Otro ssi con las dichas condiçiones teniendo conssideraçion a lo
mucho que le importa al serviçio de Su Magestad el sustento de esta nueba
çiudad y poblaçion os encomiendo en nombre de Su Magestad los dichos indios y repartmiento por terçera vida con que dentro de quatro años
traigais aprovaçion y confirmaczion de Su Magestad [115]
Luego, en otra cedula, Lerma le
encomienda también el pueblo de Yacampis con el cacique Cauto y el pueblo
Culeaqua con el cacique Yaute Mayre y 100 indios de visita de los primeros que
vacaren o descubrieren en los términos de la ciudad de Salta. Al igual que la
cedula anterior, la encomienda es por tres vidas con cargo de “traer
validación” en 4 años, otorgada en Salta el 17-XII-1584[116].
Sin embargo, los anguingastas
participaron de la rebelión y el gobernador Alonso de Mercado y Villacorta, al
ser uno de los grupos rebelados, declaró un tercio de la encomienda vacante. En
Sicha dictó el “Auto General de Vacantes” en 1659, por el cual declaró por
vacos los pueblos rebelados en el alzamiento general con el objeto de remunerar
a los beneméritos y militares que acudieran con las armas “a su castigo,
conquista y pacificación”, con una estrategia similar a la usada por Alonso de
Ribera en 1609 y Felipe de Albornoz en 1630[117],
Mercado declaraba vacante un tercio de las encomiendas de los rebelados, los
cuales quedaban a su disposición para remunerar servicios militares[118]
siendo justo
que lo que su balor a granjeado reduciendo a la pas tantas familias de barbaros
y infieles no sea solo premio de los que no aviendo tenido a mas servidumbre
destos indios ni hecho caso dellos pretendan oi a titulo de encomendados suios
y poco justificados derechos gosar desta combeniencia que las heridas y sudor
ajeno, [...]
dexando a los encomenderos de dichos pueblos reducidos, su derecho a salvo de las contradiciones
que an echo y pretendieren haser en las dos partes de
dichos yndios, a paresido al señor governador conbeniente y del
servicio de su majestad assi para que todas las ciudadaes se arrimen a lo que
falta de la conquista como para el remunerar los servicios hechos en tan
sangrientas ocasones repartir y encomendar un
tercio de cada uno de dichos pueblos de indios calchaquies desnaturalisados[119].
Entre los pueblos declarados vacantes
estaba el de Anguingasta y a la vacante de su tercio se opuso Alonso de Ribera
Villagrán, recibiéndola de mano de Mercado y Villacorta en febrero de 1660,
mientras que los dos tercios restantes quedaron en manos de los Aguirre[120].
Esta división se hizo efectiva en el 17 de mayo de 1674 cuando se hizo “padrón
y repartición de la parte que toca de dicho pueblo a don Alonso de Ribera y
Billagran”, quedando los indios sujetos al don Pablo Aballai “curaca que se
nombra para este tercio” pero “sin destroncarle dejandole unido con el resto”[121].
En
1694 el gobernador Martín de Jáuregui otorgaba la merced de encomienda sobre el
pueblo de Anguingasta a Pedro Quijano Velasco, luego que vacara en 1692 por la
muerte de Ventura de Aguirre quien gozaba la encomienda de dos tercios en
tercera vida y que quedaran durante la vacante en cabeza del rey y en depósito
bajo la administración de Pedro Arias Rengel[122].
Debemos
aclarar que el padrón realizado en 1692 con motivo de la vacante de la
encomienda incorporaba también y por separado el tercio y parcialidad de
Anguingasta perteneciente a Alonso de Villagra deste
mismo pueblo y naturaleza como se hallan todos juntos. La existencia
de esta parcialidad y tercio de Anguingasta discriminada en el padrón de 1692,
explica que en 1694 se visitara la encomienda de Manuel de Villagra del pueblo
de Anguingasta, separada y diferente de la que estaba en el año de vacante y
bajo la administración de Pedro Arias Rengel, la cual sería otorgada el año
siguiente a Pedro Quijano Velasco.
En
1719 el tercio de Anguingasta seguía en manos de Pedro de Quijano y Velasco,
mientras que la otra parte de la encomienda se encontraba re-otorgada en
primera vida a Juan Gregorio Sáenz pero con una novedad, la encomienda se
componía de tres parcialidades: la primera, de indios anguingastas, la segunda agregada: de indios motechiris; y la tercera agregada: de indios pompomas[123].
Parcialidad de Casminchango o Caspinchango reducida en el pueblo de
Anguingasta[124]
En
1671 el gobernador Ángel de Peredo encomendaba a Domingo Pérez de Quintana unas familias de indios calchaquíes de la parcialidad
del pueblo de Anguingasta que desnaturalizaron del valle las armas el año
passado de seisçientos y çinco y por este govierno se mandaron poner separados
del dicho pueblo. Es decir, esta parcialidad de Capinchao o
Casmichango de desnaturalizados y puestos
separados del pueblo y encomienda de Anguingasta por cuerpo aparte y distinto en
1665 cuando fueron derrotados, se había separado del pueblo y se mantenía en
cabeza real para encomendar a beneméritos, tal como se hizo en 1671 con Domingo
Pérez de Quintana cuyo título de merced indicaba que se ponía perpetuo silencio a qualquier derecho y acsion que
intentare tener el encomendero de Anguingasta por aver sido como fue esta dicha
parcialidad revelde y conquistada de mas tiempo de cinquenta años que fueron
alzados y fieros enemigos, a lo que se agrega la exención del pago
de tributo durante los 10 años siguientes a su desnaturalización y la necesidad
de que su encomendero les dé tierras para asentarse y hacer sus sementeras[125].
En
resumen, los indios de la parcialidad de Casmichango, calchaquíes rebeldes[126],
fueron desnaturalizados en 1665 y reducidos en el pueblo de Anguingasta de
indios y encomendados anteriormente a Ventura de Aguirre -y a Alonso de Ribera
Villagrán-, pero como parcialidad separada e independiente de éstas, bajo
cabeza real y bajo la administración de Francisco de Villagra y Aguilera hasta
tanto se encomendaran a los beneméritos que hubiesen servido en las guerras
contra los calchaquíes, lo que se hizo en
De
esta parcialidad de Casmichango o Campichao reducida en el pueblo de
Anguingasta se hizo un padrón en 1667, las autoridades que realizan el padrón
nombran por mandón a Juan Vallcumay indio de más de 50 años por
ser el más respetado por todos para que
tengan quien los gobierne. En 1673 fue empadronada por Peredo,
estando aun encomendada a Domingo Pérez Quintana[127].
Pompoma
La
encomienda de Pompoma de indios diaguitas[128],
también conocida como Guajil, junto a un grupo de indios lules de Yarame,
vacaron por la muerte de Diego de Tapia, encomendándose nuevamente a Diego
Granero de Alarcón. Sin embargo, la mujer de Granero de Alarcón era la titular
de la encomienda de Laqueme, Silipica y Paquiligasta en la jurisdicción de San
Miguel, haciendo escogencia por esta última para quedar vacante nuevamente la
encomienda de la ciudad de Salta. En 1617 el gobernador Luis de Quiñones Osorio
la otorgó en merced a Juan Bravo de Zamora con el gravamen expreso que se
casara con Luisa de Villarroel[129].
Se
indica en el auto de merced que por cuanto los indios an servido ordinariamente de estancieros y chacareros y en trajines.
Luego de la muerte de Juan Bravo de Zamora y que su sucesor hiciera escogencia
por otra encomienda en Santiago del Estero, se declaró nuevamente vaca la
encomienda de Pompoma, otorgándose a Francisco Arias de Velásquez y luego de su muerte a su hijo Lorenzo en
1672, que era su encomendero al momento del empadronamiento de Peredo y de la
visita de Luján de Vargas[130]
En
1719 los pompomas aparecen registrados como una parcialidad agregada a anguingastas y motechiris.
Luracatao
Los luracataos, originarios del valle
Calchaquí y con relaciones tanto con grupos calchaquíes como con pulares,
participaron de manera pertinaz tanto en la gran rebelión de la década de 1630
como en la última guerra calchaquí, cuando fueron derrotados por Mercado y
Villacorta y trasladados a la región de Perico, en el límite con la
jurisdicción de Jujuy.
sin parar paso
a Jujuy [el
gobernador Alonso de Mercado y Villacorta] donde condujo el pueblo
de luracathao que hizo sentar en Perico y que se señalasen tierras a los
taquigastas, que dio en encomienda al capitan Alonso de Salcedo[131]
Los luracataos habían sido encomendados
en 1654 por el gobernador Roque Nestares Aguado a Agustín Martínez de Iriarte,
vecino de Salta[132].
La desnaturalización de los luracataos fue un acuerdo entre Alonso de Mercado y
su encomendero Martínez de Iriarte, vecino de Salta que tenía una hacienda en
Perico y con el traslado logró instalar la mano de obra necesaria para su
hacienda y efectivizar su explotación. “Al ser desnaturalizados estos indios
recibieron de Iriarte la promesa de que les daría tierras para establecerse
ellos y sus descendientes”, las cuales compró “desde las Tres Cruces hasta el
Río de Buena Voluntad, poniéndoles el nombre de Luracatau, por traerlo desde su
origen los dichos indios”[133].
En 1673 los luracataos seguían
encomendados a Agustín Martínez de Iriarte en primera vida y, luego de su
muerte (c.1686), los heredó en segunda vida Agustín Martínez de Iriarte (h),
siendo visitados por el oidor Luján en 1693[134].
Para 1719 la encomienda había pasado en segunda vida a Bárbara Martínez de
Iriarte[135].
El proceso de apropiación y disputa por
las tierras de Luracatao comenzó muy tempranamente. En 1643 Casilda de Barrios
pide licencia para vender dos estancias que tiene en Salta por ausencia de tres
años de su marido “y que en la ciudad de Salta tiene la susodicha dos estancias
cuyas tierras están situados los indios pulares y luracatao de mas de diez años
a esta parte sin haberlos podido echar de allí… que no le son de ningún
provecho”[136]
Y finalmente, en 1800 se desarrolló un pleito ante la Audiencia de Buenos
Aires entre María Luisa Aguirre,
propietaria de las tierras de Río Blanco,[137]
y el pueblo de indios Huracataos, por el cual se apeló la “sentencia contra
dichos indios declarando pertenecerle a la referida doña María las tierras del
mismo pueblo, sin embargo de que hasen serca de dos siglos poseen los indios de
esta nacion este terreno”, pidiendo la restitución ante el despojo[138].
Fines
del siglo XVII: los indios encomendados visitados y registrados por el oidor
Luján de Vargas
En el
mapa realizado en 1800 por Nicolás León Ojeda con motivo de un litigio por las
tierras de los pueblos de indios y las que habían sido de los jesuitas, se
representaban en el mismo asentamiento, las reducciones de los pueblos de las
antiguas encomiendas de Pulares Grandes,
Pulares Chicos, Pulares de Lara, Escoipe, Payogasta, Taquigasta, Chicoana,
Sichas, Cafayate, Atapsi y Tilian; incluyendo también un arroyo
llamado Locloc que remite al
nombre del grupo homónimo encomendado en el siglo XVII. Muchos de estos pueblos
conservaban a principios del siglo XIX sólo la denominación que remitía a las
encomiendas o a los lugares originarios de los pueblos antes de su
desnaturalización y reducción colonial, ya que habían sido abandonados[139].
Cien
años antes, el oidor Luján de Vargas visitaba las 30 encomiendas de la
jurisdicción de Salta, la mayoría asentadas en los dos espacios que
concentraban los pueblos muy cerca unos de otros y, en el caso de Pulares, unos
contiguos a los otros. Las características y composición de las
macro-reducciones de pueblos de encomienda de esta jurisdicción en Pulares y
Guachipas fueron resultado del asentamiento de las primeras encomiendas del
siglo XVI, de las desnaturalizaciones y traslados posteriores a las rebeliones
calchaquíes de 1630-43 y de 1659-66 y los posteriores otorgamientos, divisiones
y agregaciones de encomiendas a lo largo de todo el siglo XVII. La composición
de estos espacios de reducción puede verse como una imagen tomada por el
visitador en 1693 que omite en algunos casos y en otros desdibuja, los procesos
seculares precedentes.
Gracias
al trabajo pionero y detallado que Lorandi y Boixadós, conocemos los grupos
indígenas, sus asentamientos originales, sus relaciones políticas y étnicas en
el sector norte o pular y en el sector medio del valle calchaquí y, gracias a
la Visita de Luján de Vargas podemos avanzar en el estudio de las
características de los grupos que continuaban bajo el régimen de encomienda a
fines del siglo XVII. En este artículo nos propusimos reconstruir los procesos
de asentamiento, reducción, separación y agregación de cada uno de los grupos,
discriminando los originarios del valle de los Pulares y los del valle
Calchaquí y los sitios de reducción, Pulares o Guachipas, valiéndonos de una
amplia variedad de fuentes que incluyen la Visita de 1693, pero también los
expedientes de confirmación de encomienda (AGI), pleitos por la titularidad de
las encomiendas (ABNB), los empadronamientos de los gobernadores Angel de
Peredo y Esteban de Urizar (AGI) y otros documentos que nos brindaron
información e indicios sobre las encomiendas y sus titulares y que hemos ido
detallando.
De
los indios originarios del valle de Lerma sabemos que fueron los primeros en
ser encomendados junto con los grupos de nación
pular como los pulares propiamente dichos, escoipes, atapsis,
payogastas y cachis, todos tempranamente encomendados y reducidos en la boca de
la quebrada de Escoipe -asentamiento original de uno de estos grupos- y zonas
aledañas a Chicoana y al valle de Lerma. Los pulares, en la rebelión iniciada
en 1630, optaron por actuar como indios
amigos[140]
ayudando a los españoles contra los calchaquíes del sector medio del valle y,
por eso mismo, varios de ellos fueron trasladados a los llanos de Salta para protegerlos de la
amenaza de los levantados, para luego de una década, permitirles el regreso a
sus tierras, de las cuales volvieron a bajar en el contexto de la última guerra
calchaquí.
Asimismo,
el mapa de estas reducciones de indios de encomienda se vio transformado
cuando, luego de las campañas de Felipe de Albornoz, se encomendaron y
agregaron indios calchaquíes a estos asentamientos; lo que ocurrió nuevamente
luego de 1659 con el inicio de las campañas de Mercado y Villacorta. Los nuevos
grupos de calchaquíes desnaturalizados (sichas,
taquigastas, cafayates y gualfines) fueron asentados en las mismas
reducciones de las encomiendas más tempranas (pulares
escoipes, atapsis, payogastas y cachis), transformándose en pueblos
colindantes e incluso compartiendo su capilla.
El
grupo pular más grande fue dividido muy tempranamente entre varios
encomenderos, escindiéndose cada parcialidad y siguiendo una historia
particular ligada a la encomienda y a sus sucesivos titulares; hasta el siglo
XIX seguimos encontrando referencias a los Pulares
Grandes, Pulares Chicos, Pulares de Lara o Escoipes como pueblos y
encomiendas distintas que compartían una misma reducción. Otros desaparecieron
o fueron agregados a encomiendas y pueblos que los subsumieron, perdiendo sus
identificaciones originales, tal como ocurrió con los indios de Locloc. Finalmente, otros grupos como los
de Taquigasta fueron primero
escindidos y luego reagrupados (quizá gracias al modelo alfariano de reducción
y la previsión de la ordenanza 113, quizá por interés de los encomenderos o
arreglos con los caciques), todo lo cual significó nuevos procesos de
reconfiguraciones identitarias al interior de cada grupo y de estas
macro-reducciones.
Lo
primero que surge a partir de esta dificultosa reconstrucción es que Luján de
Vargas con su Visita registró en 1693 un estado, una fotografía, que poco nos
dice sobre los procesos previos de la sociedad indígena encomendada en la
jurisdicción de Salta, que es lo que hemos intentado reconstruir. Pero, por otra
parte, lo que proponemos es una estrategia metodológica que “lea” y analice la
Visita de manera diacrónica o procesal, ya que “ésta no solo muestra una imagen
estática o fotográfica de las sociedades indígenas al momento de su registro,
sino también muestra un conjunto muy variado de situaciones o momentos de
procesos diferenciados de las poblaciones encomendadas”[141].
Desde esta perspectiva la Visita nos permite identificar situaciones diferentes
de los grupos encomendados: pueblos de indios constituidos y que conservan
derechos a las tierras en común y sus autoridades; pueblos en proceso de
abandono, población que mantiene su vivienda en los pueblos pero que
estacionalmente se instala en las tierras privadas de sus encomenderos para
trabajar, indios sin derechos a tierras de comunidad asentados en unidades
productivas o en chacras de sus encomenderos. Esta variedad permite rescatar
una serie de situaciones que complejizan la simple separación entre pueblos
de indios e indios sin pueblo. La hipótesis que presentamos es que a fines del
siglo XVII lo que se manifiesta en Salta es el inicio de un proceso, de una tendencia al asentamiento de la
población indígena encomendada en tierras privadas pero sin abandonar aún ni
definitivamente las tierras de los pueblos en las reducciones.
En
noviembre de 1693, Luján de Vargas se apersonó en la ciudad de San Felipe de
Salta, ordenando que los encomenderos se presentasen con sus indios con motivo
de la Visita. Claramente, el visitador había sido informado acerca de la distribución
de las encomiendas del distrito salteño:
mando que dicha cedula se publique para que llegue a noticia de todos y
los encomenderos recojan los indios de sus encomiendas y los traygan a esta
ciudad, los de la reducsion del valle de Guachipas
dentro de quatro dias, y dentro de dos dias los de los
pueblos de San Pedro de los Pulares, y los de
compocicion que estan en las haciendas de los encomenderos dentro
del mismo termino de dos dias, y dentro del termino asignado que señalo por
ultimo y perentorio compareseran personalmente en esta dicha ciudad los dichos
encomenderos [142]
Luján
de Vargas convocó a los encomenderos en tres grupos: aquellos cuyos indios
estaban reducidos en Guachipas, aquellos reducidos en Pulares o San Pedro de
los Pulares y, finalmente, “los de composición”, aquellos sin derechos
reconocidos a la tierra que se asentaban en propiedades de sus encomenderos y
cuyo origen se rastrea a las entregas de familias desnaturalizadas por el
gobernador Mercado y Villacorta después de la última campaña contra los
rebeldes del Calchaquí.
Una vez
pregonada la orden, se detalló el Interrogatorio o Memorial de cinco preguntas,
que era igual al que el visitador venía aplicando en La Rioja, Catamarca,
Santiago del Estero y San Miguel de Tucumán y que se centraba en averiguar si
tenían pueblo de reducción, tierras y capilla[143];
qué tributo pagaban, en qué especie, si trabajaban bajo la forma de servicios
personales o se les retribuía con un jornal fijo; si las indias y muchachos
pagaban tributo o entregaban trabajo; si recibían malos tratos; y, finalmente,
si el encomendero los alquilaba o sacaba en viajes[144]. Nos centraremos en la cuestión de las
tierras y los traslados compulsivos o acordados desde la reducción a las
chacras, estancias o haciendas de sus encomenderos, traslados que para el
momento de la Visita no necesariamente eran definitivos, sino que darían cuenta
de una doble residencia.
Los
testigos interrogados por el visitador señalan que el padre de Bernardo Vélez
de Alcocer, el encomendero anterior, sacó
algunos indios del pueblo y los llevó a su chacra y estancia de Guachipas,
declarando los indios al visitador sus deseos
de regresar al pueblo de Taquigasta en los Pulares. Esta primera referencia,
que se repetirá en otros casos, nos permite señalar que los indios provenientes
de un pueblo y trasladados a estancias mantienen su intención de reintegrarse a
su pueblo e, indirectamente, la persistencia del pueblo con sus antiguas
relaciones.
Dentro
de los Pulares, los grupos encomendados con doble residencia eran los de la
encomienda de Atapsi y Chicoana
de Escobar Castellanos, los de Francisco Vélez de Alcocer del pueblo de Taquigasta de indios calchaquíes desnaturalizados,
los de Escoipe de Juan de
Elizondo, los de Tilian de Juan
de Córdoba, los de Cachi de
Pascual de Elizondo, los de Sicha
de Leonardo Rodríguez de Valdés y los de los Milipicay
Pulares de Juan Frías de Sandoval. De este conjunto de pueblos en
los Pulares en los que hemos constatado la doble residencia, dos casos
presentan diferencias: el de Sicha
y el de Milipicay Pulares, ya que
en ambos casos se solicitó al visitador el traslado definitivo a tierras
privadas y la consecuente asignación y señalamiento de nuevas tierras. En el
primer de los casos se trata de un pedido conjunto entre el cacique y el
encomendero, en el segundo, del encomendero, pero en ambos, Luján accede con
orden de que el encomendero les señalase
tierras suficienttes [...] para que las tengan por propias para tener su
reducsion y haser sus sementeras para sus aprovechamientos y paga del tributo y
que esto se haga en instrumento autentico.[145]
La
visita a los indios de Sicha de
la encomienda de Leonardo Rodríguez de Valdés nos brinda una serie de indicios
para comprender la composición y las relaciones de los pueblos de la macro-reducción
de los Pulares que encontrábamos representada gráficamente en el mapa de 1800
al que hemos hecho referencia.
El
cacique don Francisco Chumbicha, con anuencia con el encomendero solicitó al
visitador
que como emos sido y somos recien reducidos y sacados del
valle de Calchaqui a este de Salta donde actualmente estoi poblado en un pedaso
de tierras que se me señalo por pueblo y compro mi encomendero y en ellas no
tengo yo ni mis sugetos comodidad ninguna asi por el corto sitio como por la
mala calidad de dichas tierras y estar sercado dicho mi pueblo por la parte de arriva y de distancia dos o tres
quadras los pueblos de Atacsi y Chacuana [sic] y por la de avajo otras quatro
quadras de Cafayate y el de Tilian y por el de un costado la estancia y almona
del capitan Fernando Arias y otra de Diego de Herrera y por el otro costado la
chacra y estancia de los padres de la Compañia y acimesmo otra chacra del dicho
Fernando Arias [...] sin que io ni mis sugetos tengamos como no tenemos donde sembrar para
nuestro sustento si no nos balieramos por prestamo de las tierras de los dichos
tileanes [...] por cuia
causa y de su propia bolumtad algunos de dichos mis sugetos se an retirado a la
estansia y chacra de mi encomendero [...] por lo qual a Vuestra Señoria pido y suplico con el rendimiento que
devo en nombre de todos mis indios me mande dar tierras comodas para mi
conservasion [...] y que de no aver modo de ensancharnos en
dicho paraje se nos conseda licencia y facultad para poner mi pueblo en la
estancia de dicho mi encomendero mandandole me señale tierras y agua y que
ninguna persona eclesiastica ni secular me impida toda el agua que io ubiere
menester para dicho mi pueblo del rio de la quebrada que es realengo[146].
Lo
interesante del caso, más allá que podamos suponer cierta conveniencia del
encomendero en el traslado de los indios, es que se describe cómo la reducción
de los Pulares alberga los pueblos de indios con tierras y agua señaladas de
distintas encomiendas, así como algunas tierras privadas.
Si
entrecruzamos distintas referencias de la Visita de Luján sobre la conmutación
del tributo en servicio personal, que los indios que residen en las haciendas
quieren volver a sus tierras del pueblo donde mantienen sus autoridades, e
incluso mención sobre la rotación anual de los indios del pueblo para trabajar
estacionalmente en la hacienda (indios de Cafayate,
encomendados a Pedro Díaz de Loria),
bien podemos desprender que sólo una parte de la población de los
pueblos se traslada a la unidad de producción del encomendero para entregar su
tributo en trabajo, que probablemente ese traslado es rotativo anualmente, que
el encomendero despliega los habituales mecanismos de coacción, seducción y
endeudamiento para lograr el asentamiento definitivo de estos trabajadores
estacionales y, sobre todo, que la visita de Luján sólo nos está informando
sobre la actividad económica de los indígenas que entregan tributo en servicios
por todo el pueblo y no sobre el conjunto de la población reducida en el
pueblo.
En
este sentido, a partir de las fuentes que hemos analizado en esta oportunidad
poco podemos hipotetizar acerca de quiénes o qué sector de la sociedad indígena
se asentaba o asistía en las estancias y chacras y cuál era el grado de
decisión comunitaria sobre estos traslados definitivos o temporarios y el rol
de los caciques en esta decisión, sin embargo creemos que la pregunta debe
mantenerse abierta. En relación con esto, sabemos que las autoridades,
caciques, mandones y alcaldes, en todos los casos en que se comprueba la
residencia compartida entre pueblo y estancia o chacra, continuaban viviendo en
el pueblo de la reducción.
Lo
anterior nos estaría indicando que el proceso de abandono y traslado de los
indios encomendados a las tierras privadas de los encomenderos, si bien comenzó
muy pocos años después de las desnaturalizaciones, fue gradual y desparejo y
que debe distinguirse entre aquellas familias y piezas que, una vez
desnaturalizados, fueron asentados en las chacras de sus nuevos encomenderos,
con los grupos de calchaquíes que fueron reducidos en pueblo o los pulares de
tempranas encomiendas que para fines del siglo XVII mantenían sus tierras
comunales al mismo tiempo que se habían trasladado o asistían en las haciendas.
Paralelamente
a este proceso por el cual los indios de los pueblos de reducción se habían descarriados destroncados en distintas chacaras y
estançias hordinariamente separados por no querer ellos redusirse a junta como
por no tener la combeniençia neçessaria para sus sementeras y cabalgaduras[147],
puede comprobarse la existencia de otros grupos de indios que residen en
conjunto en las tierras privadas de los encomenderos sin tener pueblo ni
reducción. En todos estos casos se trata de pocas familias de calchaquíes
asentados en chacras o estancias, como es el caso de los indios de Juan Hidalgo
Montemayor que estan desde que fueron
conquistados en la chacara de su encomendero nombrada Los Serrillos.
Son las familias de desnaturalizados que el visitador agrupó como “de
composición”.
Alonso
de Mercado y Villacorta, a medida que avanzaba la guerra calchaquí y se volvía
cada vez más necesario conseguir recursos económicos, diseñó una serie de
estrategias para conseguirlos y entre ellos estableció el mecanismo de la
composición de las piezas capturadas o familias, “como forma de obtener aportes
económicos a cambio de entregar, luego de la derrota militar, indios
calchaquíes desnaturalizados, como retribución a dicha entrega económica”[148],
en La Rioja se tomaban adelantos en concepto de composición de 50 pesos por
familia, alentados por la promesa de ser recompensados con los desnaturalizados
una vez concluida la guerra. Este mecanismo permitió una importante recaudación
destinada a las campañas militares[149].
Contamos con el Auto del gobernador Mercado por
el cual se definieron las condiciones del otorgamiento y del goce de estas
encomiendas por composición para las ciudades de La Rioja y de Catamarca
(parcialidades yocavil, yngamana y tucumangasta), sin embargo, podríamos
sugerir que no deben haber variado mucho las de Salta y otras jurisdicciones.
En este sentido, Mercado y Vilacorta estableció que estas familias compuestas
“an de quedar naturalisados en dichas sus haziendas y chacras tierras y agua de
comodidad sufissientte para su poblassion y en que sembrar y con que poder
sustentarse”, “aplicado y señalado desde luego a dichas chacras y haziendas la
mita que conforme a hordenanças podia perteneçer por la sexta partte a las
plaças”, quedando bajo este regimen de servidumbre por 10 años[150].
En 1674 se dictó una Real Cédula por la cual se extendía el plazo a 20 años,
estableciendo que luego de cumplido los indios debían ser considerados como
tributarios de encomienda[151].
En
el caso de estas encomiendas de corto número, de familias y piezas compuestas,
no fue registrada la presencia de caciques, mandones o alcaldes, pero en estos
casos, el visitador ordena a los encomenderos a señalarles tierras aptas para
el cultivo, considerándolos como el resto de los visitados, indios de
encomienda que, debían tener tierras de reducción. Sin embargo, a diferencia de
Córdoba donde se realizó un proceso de ejecución de las sentencias de Luján por
el cual se asignaron tierras con instrumento legal y, por lo tanto, se crearon
“nuevos pueblos de indios” con desnaturalizados[152],
en el caso de Salta desconocemos hasta el momento que se haya ejecutado un
proceso similar posterior a la visita, que ejecutase o controlase la ejecución
de las sentencias.
En la
región de Guachipas donde fueron instalados los indios calchaquíes rebeldes
desnaturalizados de Ampascachi, Anguingasta,
Pompoma, Bombolán y Animaná, con respecto a la relación con la
tierra, la situación es similar a la de los Pulares pero contamos con menos
información acerca de la composición y relaciones de los pueblos reducidos
allí.
El caso
de los indios de Ampascachi de
Diego de Alarcón, es similar al caso de los Milipicay
Pulares, en tanto su encomendero solicitó al visitador que les
señalara tierras en su estancia, otorgándolo Luján. La otra parte del grupo
original de Ampascachi perteneciente
a la encomienda de Francisco de Villagra y Aguilera, presenta al visitador la
declaración de que desde hacía diez años algunos habían sido trasladados a la
estancia de su encomendero a cinco leguas de la ciudad, mientras que otros
continuaban residiendo en el pueblo de la reducción donde había quedado el
cacique.
Los
indios de la encomienda de Anguingasta
de Manuel de Villagra y los de Bombolán y
Animaná reflejan la misma situación, mantienen sus tierras en el
pueblo y asisten con su servicio personal en la chacra de su encomendero,
funcionando aquí también esta suerte de doble residencia. El caso de los indios
de la parcialidad de Casmichango
de Domingo Pérez de Quintana, es un ejemplo similar al de Cafayate, en tanto declaran ante el
visitador que asisten con sus servicios personales en la hacienda del
encomendero sólo estacionalmente, durante el período de la siembra y siega del
trigo, regresando a su pueblo el resto del año.
El
resto de las encomiendas visitadas, tal como adelantáramos, son de corto número
y formadas por familias o piezas de calchaquíes desnaturalizados obtenidos por
el mecanismo de la composición y no reducidos en pueblo por Mercado y
Villacorta u otro gobernador, estando todos asentados en estancias y chacras
privadas sin tierras propias señaladas. Son las encomiendas de Luis de Pedroza,
Bernardina Díaz Rodríguez, Juan Arias Rengel, Juana Gutiérrez, Francisco
González, Pedro Pacheco, Agustina de Silva, y no exceden los cuatro
tributarios.
Boixadós
y Farberman han abordado el universo de encomiendas de fines del siglo XVII con
una mirada macrorregional y comparativa a partir de un corte sincrónico dado
por la Visita de Luján de Vargas. Es así proponen como hipótesis que ambas
rebeliones hicieron posible la aplicación gradual del modelo alfariano de
reducciones en pueblos de indios, causando una transformación del mapa étnico
de la región, proceso del cual la Visita podría aportar algunas “pistas”[153].
En este sentido, para la jurisdicción de Salta creemos que el presente estudio
ha aportado una mirada diacrónica a la vez que permite precisar, gracias a la
incorporación de otras fuentes, algunas líneas e hipótesis acerca de los
procesos de transformación y diferenciación al interior de los indios
encomendados y asentados en pueblos o en tierras privadas.
Esperamos
que este artículo haya podido sentar las bases para un futuro estudio e
investigación específica sobre el derrotero de los pueblos de indios de Salta,
el proceso de expropiación y las luchas por la conservación de sus tierras de
comunidad durante los siglos XVIII y XIX.
*Agradezco especialmente a Gabriela Sica los comentarios y
referencias que me ayudaron a completar este artículo.
[1] Contamos con recientes
estudios sobre la coyuntura de fines del siglo XVII, el sistema de encomiendas
y las formas que adoptó la integración de los desnaturalizados del valle
Calchaquí al sistema colonial. Algunos de ellos: Gonzalez Navarro, Constanza, “La incorporación de los
indios desnaturalizados del valle Calchaquí y de la región del Chaco a la
jurisdicción de Córdoba del Tucumán. Una mirada desde la visita del oidor
Antonio Martines Luxan de Vargas, 1692-
[2] Doucet, Gastón, "Un
Feudo Salteño: La encomienda de Pulares y Tonocotes de los Diez Gómez e
Isasmendi", en Publicaciones del
Instituto de Estudios Iberoamericanos, Buenos Aires, III/IV, 1984,
pp.183-220.
[3] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., pp. 183-184.
[4] El documento ha sido recientemente
publicado: “Visita del Oidor don
Antonio Martínez Luján de Vargas a las encomiendas de la jurisdicción de la
ciudad de San Felipe de Lerma en el valle de Salta”, en Castro Olañeta, Isabel:
La Visita del Oidor Antonio Martínez Luján De
Vargas a las encomiendas de Catamarca, Santiago del Estero y Salta.
(Gobernación Del Tucumán, 1693-1694), Programa de Historia Regional
Andina (CIFFyH-UNC) Ferreyra Editor, Córdoba, pp. 567-713.
[5] En este acercamiento, el análisis de
dichos expedientes intenta lograr un aporte -más bien descriptivo- que
sistematice y organice la información que sobre estos pueblos de indios y
encomiendas contamos para el siglo XVII a partir de estas fuentes. De un conjunto
compuesto por más de 120 expedientes de confirmaciones de encomiendas de la
gobernación del Tucumán durante el siglo XVII (AGI, Charcas, 101-111), se
conservan 19 remitidos al Consejo de Indias por los encomenderos de la
jurisdicción de Salta (el primero en 1617 y el último en 1689). Dentro de este
subconjunto, 11 de estos expedientes incorporan padrones de la población
tributaria realizados con el objeto de establecer la renta de la encomienda,
valor sobre el cual debían pagarse las cargas impositivas y otras pensiones
(media anata, corridos del período de vacante), así como señalar claramente
quiénes eran los caciques, alcaldes y mandones, los indios tributarios y sus
familias, los reservados, huérfanos y viudas, que quedaban bajo la merced de la
encomienda otorgada por el gobernador de turno.
[6] Archivo General de Indias (AGI),
Contaduría, 1876.
[7] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana, “Etnohistoria de los valles calchaquíes
en los siglos XVI y XVII”, en Runa,
XVII-XVIII, 1987-1988, pp. 263-419.
[8] Lorandi, Ana María, “Los valles calchaquíes revisitados”, en Anales Nueva Época, N°. 6, Universidad de Göteborg, 2003, pp.
273-285. Lorandi, Ana María; Boixadós,
Roxana; Bunster, Cora y Palermo, Miguel Ángel, “El valle Calchaquí”, en
Lorandi, Ana María (Comp.): El Tucumán Colonial y Charcas, Vol.1,
Buenos Aires, 1997, pp. 205-251. Lorandi,
Ana María y Boixadós, Roxana, “Sobre clasificaciones y descalificaciones. Una revisión crítica de Etnohistoria de los valles Calchaquíes,
veinte años después” en, Anuario IEHS, N° 24, 2009, pp. 15-38.
[9] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit.
[10] Farberman, Judith y Boixadós, Roxana, “Sociedades indígenas y
encomienda en el Tucumán Colonial: un análisis comparado de la visita de
Luján de Vargas”, en Revista de Indias,
Vol. 66, Nº 238, 2006, pp. 601-628.
[11] Mata de López, Sara, Tierra y poder en Salta. El Noroeste
argentino en vísperas de la independencia, Diputación de Sevilla, Sevilla, 2000.
[12] Giudicelli,
Christophe, “Encasillar la frontera
clasificaciones coloniales y disciplinamiento del espacio en el área
diaguito-calchaqui, Siglos XVI-XVII”, en Anuario IEHS,
N° 22, 2007, pp. 161-211. Quintián, Juan Ignacio, “Articulación política y etnogénesis
en los Valles Calchaquíes: Los Pulares durante los siglos XVII y XVIII”, en Andes, Nº 19, Salta, 2008, pp. 299-325.
[13] Quiroga, Laura;
Alvarado, Ana Emilse y Hopkins Cardoso, Nicolás, “Andiafacos: geografía y resistencia (Gobernación del Tucumán, Siglos XVI-
XVII)”, en Mundo de Antes, Nº 11, 2017, pp.1-32. [En línea] http://www.mundodeantes.org.ar//pdf/revista11/07-Quiroga.pdf
(Consultado el 20 de diciembre de 2017) Quiroga,
Laura, Hopkins Cardozo, Miguel Nicolás, Alvarado, Ana Emilse, “Pulares: entre
la guerra y la encomienda en las tierras altas del Tucumán
colonial, virreinato del Perú (1577-1630)”,
en
este mismo Dossier.
[14] Tomamos la definición de “pueblo de
indios” colonial para la provincia del Tucumán, de Castro Olañeta, Isabel,
“Pueblos de indios en el espacio del Tucumán colonial”, en Mata de López, Sara
y Areces, Nidia (Coords.), Historia regional.
Estudios de casos y reflexiones teóricas, Edunsa y CEPIHA Editorial,
Salta, 2006, pp. 37-49. Tell, Sonia y Castro Olañeta, Isabel, "Los pueblos
de indios de Córdoba del Tucumán y el pacto colonial (Siglos XVII a XIX)",
en Revista del Museo de Antropología, FFyH-UNC, Vol. 9-2, Córdoba, 2016 pp. 209-220
[En línea] https://revistas.unc.edu.ar/index.php/
antropologia/article/view/15894/16047 (Consultado el 05/10/2017).
[15] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob.Cit., pp. 273-282.
[16] Lorandi, Ana María, 1997, Ob. Cit. Nuevos estudios sobre los pulares en Quintian, Juan
Ignacio, 2008, Ob. Cit. y Quiroga, Laura, et. al,
2017 y en este Dossier, Ob. Cit.
[17] AGI, Charcas,
[18] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., pp. 304-306.
[19] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., p. 306. Lorandi, Ana María
et.al., 1997, Ob. Cit., pp. 223-224. La
supuesta homogeneidad de los grupos que habitaban el sector norte del valle
Calchaquí adquiere mayor complejidad al incorporar los aportes de la
arqueología que han demostrado la presencia incaica en los sitios y
asentamientos originarios de estos grupos antes de ser encomendados e
incorporados al sistema colonial, sugiriendo las autoras una serie de preguntas
acerca de la integración de estos grupos al sistema estatal incaico, la
presencia de mitmakunas y su impacto sobre las poblaciones locales, poco puede
recuperarse de estas hipótesis y preguntas a partir de la documentación que en
esta oportunidad trabajamos, pero creemos que es relevante marcar este problema
antes de comenzar, especialmente debido a su posterior opción por participar
como indios amigos en la rebelión
de 1630-43 y su reasentamiento temprano cerca de la ciudad de Salta y su rápida
rendición (en los casos de los grupos que se acercaron a Bohórquez) luego de
1659. En contraposición, C. Giuducelli ha propuesto que en realidad, la
designación pular (al igual que la diaguita y la calchaquí) no refiere a una
distinción étnica sino al proceso de definición de la frontera y la evolución
de la misma en el discurso colonial. Para el autor, asimismo, la “separación
[pular] del polo calchaquí es
claramente la consecuencia de su posición dentro de la economía de vigilancia
de la provincia, y nada indica que se deba a razones culturales, ni tampoco a
una vieja rivalidad nacida a la sombra de la intervención incaica.” Giudicelli,
Christophe, 2007, Ob. Cit., p. 189.
[20] Los autores coinciden en señalar que
la fundación de Lerma se realizó en el valle de Salta, merced a un acuerdo con
los grupos pulares que permitía la protección de la frontera norte del valle
Calchaquí. Quintian, Juan Ignacio, 2008, Ob. Cit., p.
301. Un estudio novedoso sobre los pulares: Quiroga,
Laura, Hopkins Cardozo, Miguel Nicolás, Alvarado, Ana Emilse, “Pulares: entre
la guerra y la encomienda en las tierras altas del Tucumán
colonial, virreinato del Perú (1577-1630)”,
en
este mismo Dossier. En documentos más tempranos referidos a las acciones de
Núñez de Prado, los pulares aparecerán ligados a los indios de guerra de
Chicoana, probablemente implicados en la destrucción de la ciudad de Córdoba
del Calchaquí y a las fundaciones de Gonzalo de Abreu. Giudicelli, Christophe, 2007, Ob. Cit., pp.189-192.
[21] Desarrollaremos esta hipótesis cuando
tratemos la historia de la encomienda de
pulares de Bartolomé Valero.
[22] AGI, Charcas,
[23] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., p. 313.
[24] Hemos considerado aquí los grupos y
parcialidades que fueron encomendados a los vecinos de la ciudad de Salta,
dejando de lado el caso de los tolombones que fueron desnaturalizados al valle
de Choromoros y encomendados en la jurisdicción de San Miguel.
[25] AGI, Contaduría,
[26] AGI, Contaduría, 1876. En el caso de
Salta, los padrones de Peredo tienen la particularidad de que el criterio de
Francisco de Olea fue registrar solamente aquellas encomiendas que estuviesen
asentadas en tierras de reducción, en pueblos de indios. Este no fue un
criterio compartido por otros empadronadores en otras jurisdicciones. Esta
fuente, que fue sintetizada por Ravignani en 1932, espera un estudio
sistemático. Ravignani, Emilio, “La población indígena de las regiones del Río
de la Plata y Tucumán en la segunda mitad del siglo XVII”, en XXVº Congreso Internacional de
Americanistas. Separata de las Actas, Tomo II, Universidad Nacional
de La Plata, La Plata, 1932, pp. 287-305.
[27] AGI, Charcas, 210.
[28]
En Giudicelli, Christophe, “Calibay
o la tempestad. Debate en torno a un documento “indígena” de la Salta
primitiva”, en Corpus. Archivos virtuales
de la alteridad americana, Vol. 3,
N°1, 1er. semestre 2013, pp. 2-3 [En línea] https://corpusarchivos.revues.org/336 (Consultado el 10 de diciembre de 2017).
[29]
En Giudicelli, Christophe, 2013, Ob. Cit., pp. 2-3.
[30] Ver Quiroga, Laura; Alvarado, Ana
Emilse y Hopkins Cardoso, Nicolás, en este mismo Dossier.
[31] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., pp. 288-290.
[32] Sin embargo, es posible
sospechar que la primera merced sobre estos indios la haya recibido
anteriormente, del gobernador Gonzalo de Abreu al momento de la malograda
fundación de San Clemente.
[33] ABNB, EC. 1631, 9, fs.118v-119r.
Título de merced de encomienda de Román Valero, Salta, 14-VI-1586.
[34] ABNB, EC.
1631, 9, fs. 112r-112v.
[35] ABNB, EC.
1631, 9, fs. 120r-120v.
[36] Sobre el tercio de la encomienda sobre
los indios de Guachipas a Pedro de Aguirre, remitimos al apartado sobre
Anguingasta, en Guachipas.
[37] ABNB, EC. 1631, 9 y Quiroga, Laura;
Alvarado, Ana Emilse y Hopkins Cardoso, Nicolás, en este mismo Dossier.
[38] AGI, Charcas, 101, N. 54
[39] ABNB, EC. 1688, 31. AGI, Charcas, 101,
N. 51. Recordemos que luego de la muerte de Ana Valero, se encomendaron en
tercios: el tercio de los pulares a Miguel de Elizondo, el tercio de Escoipe a
Álvaro Vélez de Alcocer y el tercio de Guachipas (Anguingasta) a Pedro de
Aguirre. Este otorgamiento por tercios generó un litigio importante por la
sucesión de la encomienda que ha sido analizado por Quiroga, Laura, Alvarado,
Ana y Hopkins Cardoso, Nicolás, en este mismo Dossier.
[40] ABNB, EC.1688,
[41] AGI, Charcas, 102, N.9.
[42] AGI, Charcas, 102, N.9.
[43] Al hacerse la oposición luego de
declararla vacante fue beneficiado el mismo a quien le hubiera correspondido en
segunda vida, el Consejo de Indias confirmó esta nueva encomienda en 1661 luego
de imponerle el pago de una multa de 80 pesos por las irregularidades del caso.
AGI, Charcas, 102, N. 22.
[44] AGI, Charcas, 101, N. 54
[45] Sabemos que en el padrón de 1673 esta
encomienda era denominada de Milipicay
Pulares, lo que nos permite afirmar que el pueblo y la encomienda
habían tomado el nombre indígena del cacique don Pedro Millipicay. En la visita
de Luján el pueblo no cuenta con autoridad de cacique ni tampoco se registran
los nombres indígenas en el padrón lo que nos impide conocer si se mantuvo la
línea del cacicazgo en los Millipicay o Milipica.
[46] AGI, Charcas, 101, N. 54
[47] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob.Cit., pp. 286-287. Sobre luracataos,
las autoras dudan de su adscripción a los grupos pulares o calchaquíes.
[48] AGI, Charcas, 101, N. 54
[49] AGI, Contaduría,
[50]
Sabemos que los tilianes eran naturales de la Quebrada de Humahuaca, cercanos a
Purmamarca (probablemente, actual Volcán). Una declaración de 1596, refiere al
“valle de Purumamarca y Tilian” (Doucet, Gastón, “Acerca de los churumatas con
especial referencia a los de Tucumán”, en Revista
Histórica N° 17, PUCP, Lima, 1993, p. 65).
Vergara señala que los tilianes fueron encomendados a Román Valero y que eran
originarios del actual Volcán (Vergara, Miguel Ángel, Compendio de
la Historia de Jujuy, Jujuy, 1968, p. 37). Gabriela Sica aclara que
el gobernador Lerma otorgó varias encomiendas en 1582 desde la ciudad de Salta
a sus vecinos: Tilian, Purmamarca, Ocloya, Churumatas, Yala y Paipaya. (Sica,
Gabriela, “Procesos comunes y trayectorias diferentes en torno a las tierras de
los pueblos de indios de Jujuy. Siglo XVI al XIX”, en Revista del
Museo de Antropología, FFyH-UNC, Córdoba, 2016, p. 172).
[51] En Sica, Gabriela, en prensa, Ob. Cit., Cap. 4.
[52] ABNB, EC.
1688, 31, fs. 123v-124r.
[53] ABNB, EC.1688,
[54] ABNB, EC.1688,
[55] Que Antonio Núñez tenía una encomienda
litigiosa y pleitos sobre los indios de la quebrada entre Tumbaya y Volcán, no
solo contra Valero sino también con Bartolomé Miguel Quintana se desprende de
Sica, Gabriela, en prensa, Ob. Cit., Cap. 4.
[56] En Sica, Gabriela, Del pukara al pueblo de indios. El proceso de construcción de la
sociedad indígena colonial en Jujuy, siglo XVII. PHRA y Ferreyra
Ediciones, Córdoba, en prensa. Cap. 4.
[57] En Sica, Gabriela, en prensa. Cap. 4.
[58]
Sica, Gabriela, “Forasteros,
originarios y propietarios en la quebrada de Humahuaca, Jujuy (siglos XVII y
XVIII)”, en Estudios Sociales del
NOA, N° 14, 2014, pp. 19, 30.
[59] En Sica, Gabriela, en prensa. Cap. 4.
[60] AGI, Charcas, 101, N. 54
[61] Archivo y Biblioteca Históricos de
Salta (ABHS), EJ, Carpeta 1, Legajo 5,
[62] AGI, Contaduría, 1876. La encomienda
era de “tilianes y biniaquas” y su encomendero Diego de Leguizamo, en 1650,
solicitó merced sobre las tierras vacas de los biniaquas por “aversse
consumido”. ABHS, EJ, Carpeta 1, Legajo 5, 1652. No contamos al momento con
ninguna referencia sobre este grupo de biniaquas, ausencia que sumamos a las
dudas sobre los tilianes que hemos venido presentando.
[63] AGI, Charcas, 107, N. 13
[64] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 666 y ss.
[65] AGI, Contaduría,
[66] Fortuny, Pablo, Nuevos
descubrimientos en el norte argentino. Históricos: Salta, Chicoana, etc., Ediciones
Paulinas, Buenos Aires, 1972, p. 40.
[67] Los atapsis hablaban el
quechua lo que, sumado a las evidencias arqueológicas del sitio, de origen
incaico, pueden ser tomados como indicadores de multietnicidad y de integración
al sistema estatal incaico, ocurriendo lo mismo en el caso de Chicoana.
Chicoana presenta mayores problemas debido a que ha sido identificada como una
de las provincias incaicas al mismo tiempo que como la cabecera de la misma,
generando este hecho la hipótesis de que se trataría de un asentamiento
multiétnico de mitimaes incaicos en el sitio de La Paya, así como un centro de
almacenamiento de alimentos y productos. Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., pp. 291-293; 296-299.
[68] AGI, Charcas, 101, N. 26.
[69] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., p. 292.
[70] AGI, Contaduría,
[71] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 572 y ss.
[72] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p.576.
[73] AGI, Charcas, 102, N. 10. AGI,
Contaduría,
[74] Aunque también es posible que tanto la
de Atapsi como la de Payogasta tuvieran indios de Chicoana.
[75] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 594 y ss.
[76] Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana,
1987-1988, Ob. Cit., pp. 299-303.
[77] AGI, Charcas, 122.
[78] AGI, Charcas, 110, N.8, fs.4r-4v.
[79] AGI, Contaduría, 1876, f-1247r.
[80] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., pp. 188-189.
[81] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., pp. 185-186.
[82] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., p. 183.
[83] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., p. 184.
[84] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., p. 193.
[85] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., p. 202.
[86] Doucet, Gastón, 1984, Ob. Cit., pp. 204-205.
[87] AGI, Contaduría,
[88] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p.635 y ss.
[89] AGI, Charcas, 101, N. 41. La cédula de
1626 dice expresamente “los indios pueblos y repartimiento del balle de
Tagaygasta y Ambaquixo” y la posesión fue tomada a través del cacique don
Lorenzo Sichagua.
[90] Boixadós, Roxana, “Rebeldes, soldados
y cautivos. Etnografía de un episodio en la frontera del valle Calchaquí
(1634)”, en Rodríguez, Lorena (Comp.): Resistencias, conflictos y
negociaciones. El valle Calchaquí desde el período prehispánico hasta la
actualidad, Prohistoria ediciones, Rosario, 2011, pp. 93-121.
[91] Sica, Gabriela, en prensa. Cap. 4.
[92] AGI, Contaduría, 1876.
[93] AGI, Charcas,
104, N.7; Charcas, 105, N. 1 y Charcas, 105, N. 4.
[94] En el Auto y Memoria de los pueblos y
caciques del valle Calchaquí de 1657 de Bohórquez el mismo don Lorenzo
Guaychaua aparece como cacique de los taquigastas. (Lorandi, Ana María y
Boixadós, Roxana, 1987-1988, Ob. Cit., pp.
315)
[95] En 1681 Francisco Arias Gaitán
solicitaba la merced sobre el tercio de la encomienda de Taquigasta que había
quedado vacante por la dejación de María de Salcedo Poblete, otorgada el mismo
año que el cacique Guaichava remitía su pedido al Consejo y quizá, por ese
motivo, le fuera denegado, a pesar que el fiscal no señale la causa.
[96] Encomienda confirmada en 1687 por el
Rey. ABNB, RC-534.
[97] AGI, Charcas, 103, N. 9
[98] AGI, Contaduría,
[99] González Rodríguez,
Adolfo, “Notas sobre el traslado de los indígenas en la jurisdicción de Salta”,
Temas Americanistas, N° 1, 1982, p. 54.
[100] ABNB, EC.1688, 31, fs. 29v.
[101] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., pp. 599-600.
[102] Desnaturalizados del
valle Calchaquí, el gobernador Mercado y Villacorta negoció con los
encomenderos que les vendieran las tierras a los indios. En 1669 los hermanos
Diego y Álvaro Vélez de Alcocer vendieron tierras en la boca de la quebrada de
Escoipe a los indios para que quedaron como tierras de reducción (pago que se
hizo efectivo como adelanto a cubrir con servicios. Mata de
López, Sara, "La propiedad de la tierra en el valle de Lerma, valle
Calchaquí y frontera este (1750-1800). Andes. Antropología e Historia, N° 1, Salta, 1990, pp.
53-55.
[103] No contamos con ningún expediente de
solicitud de confirmación de encomienda de los indios de Gualfin, sólo sabemos
que fueron empadronados en 1673 y visitados en 1693, mientras tenían como
encomendero a Hernando Arias de Velásquez. Por otra parte, otra parcialidad
indios Gualfín en 1693 se correspondía a la encomienda de Pedro Ruiz
de Villegas.
[104] Castro Olañeta, Isabel, “Vuestra
Magestad se sirva de ordenar al Governador, que no apriete en las ordenanzas
del Visitador. Gobierno colonial y poder local en la Gobernación del Tucumán
(1603-1619)” en. Bibliographica Americana. Revista
Interdisciplinaria de Estudios Coloniales, N° 9, 2013, pp. 23-48 [En línea] https://www.bn.gov.ar/micrositios/revistas/bibliog
raphica/bibliographica-americana-1
(Consultado el 10 de diciembre de 2017).
[105] ABNB, EC.1671, 25.
[106] AGI, Charcas, 102, N.2. ABNB, EC.1671,
25. En 1630 y 1631 se registraron una serie de dejaciones de encomiendas del
valle Calchaquí en favor del gobernador Felipe de Albornoz, a los fines de
poner a disposición del mismo el capital necesario para convencer a nuevos
españoles, no encomenderos, de participar en la guerra contra los rebeldes,
motivados por el premio de las encomiendas. Por otra parte, muchas de esas
dejaciones eran sobre encomiendas que nunca habían tributado o servido a sus titulares,
o habían dejado de hacerlo luego de la gran rebelión, lo que hacía que sus
encomenderos buscaran conseguir que efectivamente le rindieran sus frutos. En
general, la dejación era de “un tercio” de las encomiendas, lo que permitía al
mismo tiempo garantizar un premio para futuros encomenderos mientras que el
antiguo encomendero reservaba dos tercios de la misma mediante la promesa de
que, después de la derrota, podría lograr que esos indios le tributaran. Entre
esas encomiendas estaba la de Pedro Abreu y Figueroa, quien en 1630 y 1631,
dejó un tercio de la misma a favor del gobernador a los fines de fundar una
ciudad en el valle Calchaquí. (En Lizondo Borda, Manuel, Documentos
Coloniales. Relativos a San Miguel de Tucumán y a la Gobernación de Tucumán.
Siglo XVI, Vol. 1, Publicaciones de la Junta Conservadora del AHT,
1936, pp. 243-244) Probablemente, la ilegalidad de Albornoz se relacionaba con
este contrato previo.
[107] AGI, Contaduría,
[108] AGI, Charcas, 103, N. 7
[109] AGI, Charcas, 110, N. 8, f.52r.
[110] La información brindada por los
expedientes de confirmación es bastante confusa en este punto, sin embargo,
podríamos preguntarnos si el tercio que tenía primero en administración y luego
en encomienda Diego Ruiz de Alarcón y Villaseñor no era en realidad aquel
perteneciente a Agustín Fernández de la Cruz, parcialidad reducida en 1665
separada de los indios reducidos en 1659 y divididos en las mitades antes
señaladas.
[111] AGI, Charcas, 103, N. 7
[112] AGI, Contaduría, 1876; AGI, Charcas,
210; en Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p.
654 y ss.
[113] ABNB, EC, 1680, 1.
[114] ABNB, EC, 1680,
[115] ABNB, EC, 1680, 1, fs.
7r y ss.
[116] ABNB, EC, 1680,
[117] Ver nota 108.
[118]
Quiroga, Laura “Las granjerías de la tierra: actores y escenarios del conflicto
colonial en el valle de Londres (gobernación del Tucumán, 1607-1611)”, en Surandino Monográfico, Vol. II, N°. 2,
Buenos Aires, 2012 [En línea] http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos
/ravignani/prohal/surandino2/dossier/Surandino_Monografico_II_2_Laura_Quiroga.pdf
(Consultado el 10 de diciembre de 2017).
[119] ABNB, EC 1680,
[120] Esta encomienda ocasionó un conflicto
que llegó a la Audiencia entre Ventura de Aguirre y Alonso de Ribera, por el
tercio de la encomienda de Anguingasta. ABNB, EC 1680, 1.
[121] ABNB, EC, 1680,
[122] AGI, Charcas, 111, N. 19
[123] AGI, Charcas, 210.
[124] AGI, Charcas, 108, N. 11
[125] AGI, Charcas, 108, N. 11
[126] Probablemente se trata de la
parcialidad de Caspinchango relacionada con los cafayates y quilmes que fue
analizada por Lorandi, Ana María y Boixadós, Roxana, Ob. Cit.,
1987-1988, pp. 327-329.
[127] En
[128] Este es el único caso que hemos
encontrado para la jurisdicción de Salta en el cual se menciona la adscripción
diaguita de los encomendados.
[129] AGI, Charcas, 101, N. 16 y Charcas,
106, N. 12
[130] AGI, Contaduría, 1876. Castro Olañeta,
Isabel, 2017, Ob. Cit., pp. 702-703.
[131] En Sica, Gabriela, en prensa, Ob. Cit., Cap.4.
[132] AGI, Contaduría,
[133] Vergara, Miguel Ángel, Estudios sobre historia eclesiástica de Jujuy, UNT, Tucumán, 1942, p. 106-107. Lo que se
correspondería con la margen sur del Río Perico, en la jurisdicción de Salta.
[134] Visita a la encomienda y pueblo de Uracatan,
en Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob.Cit., p. 675
y ss.
[135] AGI, Charcas, 210.
[136] Archivo de Tribunales de Jujuy (ATJ),
Legajo 228, año 1643. Referencia de Gabriela Sica.
[137] Agustín Martínez de Iriarte, encomendero de los luracataos era el propietario de la hacienda de San Juan de Perico, pero además, la familia también poseía la estancia de Río Blanco, colindante de la anterior y del pueblo de indios. Vergara, Miguel Angel, 1942, Ob. Cit., p.106-108.
[138] Archivo General de la Nación (AGN),
Sala 9, Legajo 3, Expediente 89, 1800.
[139] Remitimos a la imagen digital del
“Paño de pintura, suplemento del Mapa de foxas [...] por la Junta Municipal de
Temporalidades de Salta; y este por el Protector [...] de Indios, para que se
vea el despojo que se ha hecho [...] de los Indios, situados entre los Ríos de
Chicuana y Pulares. Año de
[140] Recuperando la hipótesis de Lorandi y
Boixadós, podríamos inscribir la tradición de colaboración y de rápida
inserción en el sistema colonial (como indios encomendados e indios de mita) en
las relaciones que estos grupos mantenían con el Incario antes de la invasión.
[141] Castro Olañeta, Isabel, 2015, Ob. Cit., p. 86.
[142] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 571.
[143] La existencia de una capilla -derruida
para 1693- para la macro-reducción de los Pulares, compartida por todos los
pueblos de indios allí asentados, se comprueba también gracias a los descargos
realizados por los encomenderos por la parte
que les toca de responsabilidad para su reconstrucción. La
existencia de una única capilla a la que concurriesen todos los indios de la
macro-reducción de los Pulares podría ser un elemento importante para pensar
las relaciones trabadas entre ellos al compartir estos espacios comunes, sin
embargo, por la visita sabemos que debido a su caída los indios no asistían a
misa ni a las fiestas o lo hacían en las capillas de las tierras privadas de
sus encomenderos. Desconocernos por el momento si dicha iglesia fue
reconstruida siguiendo las órdenes del visitador y en qué momento.
[144] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., pp. 571-572.
[145] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 602.
[146] En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 599.
[147] Declaración del encomendero Juan de
Córdoba de los indios de Tilian. En Castro Olañeta, Isabel, 2017, Ob. Cit., p. 669.
[148] Zelada, Virginia y Castro Olañeta,
Isabel, “Documentos sobre la guerra y la desnaturalización calchaquí. Los autos
del gobernador Alonso de Mercado y Villacorta”, en Revista TEFROS, Vol.
15, N° 1, 2017, p. 190. [En línea]
http://www.hum.unrc.edu.ar/ojs/index.php/tefros/article/view/492/467
(Consultado el 10 de diciembre de 2017).
[149] Boixadós, Roxana, “El fin de las
guerras calchaquíes. La desnaturalización de la nación yocavil a La Rioja
(1667)”, en Corpus, Archivos
virtuales de la alteridad americana, 1-1, 2011. [En línea]
http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus/article/view/250/95 (Consultado el
03 de febrero de 2017).
[150] “Auto de Gobierno dictado por el gobernador del
Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta, en La Rioja el 17 de mayo de
[151] AGN. Biblioteca Nacional. Manuscritos,
Tomo 181, N° 870.
[152] Sobre las ejecuciones de las
sentencias en Córdoba, ver Castro Olañeta, Isabel, 2015. Ob. Cit. y
Tell, Sonia, 2017, Ob. Cit.
[153] Farberman, Judith y
Boixadós, Roxana, 2006, Ob. Cit.