UNA
APROXIMACIÓN PROSOPOGRÁFICA A LOS CONQUISTADORES ESPAÑOLES DEL TUCUMÁN
(1535-1600)
A PROSOPOGRAPHIC APPROACH TO THE SPANISH
CONQUERORS OF TUCUMAN (1535-1600)
Florencia
Plomer
Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de
Filosofía y Humanidades.
Escuela de Historia: Cátedras de Historia de
América I y Etnohistoria Andina. CIFFyH: Programa de
Historia Regional Andina. (Córdoba, Argentina).
florenciaplomer@gmail.com
Fecha de ingreso: 10/03/2018
Fecha de aceptación: 31/08/2018
Resumen
En el marco del proceso histórico de las primeras entradas y jornadas al
Tucumán, y del posterior proceso de invasión y fundación de ciudades durante la
segunda mitad del siglo XVI, definimos nuestro problema general de
investigación como el proceso de transformación de los miembros de la hueste
conquistadora en vecinos encomenderos. Estos conquistadores presentan en
algunos casos una peculiar movilidad territorial en el derrotero de la
conquista e invasión. Utilizando el método prosopográfico
proponemos reconstruir las trayectorias de quienes una vez instalados en el
Tucumán continúan en movimiento –participando de diferentes campañas a pesar de
haber conseguido una encomienda de indios y vecindad-, tomando los casos
principalmente de las Probanzas de Méritos y Servicios publicadas por Roberto Levillier. En esta oportunidad nos centraremos en tres
casos de extrema movilidad: Hernán Mejía Miraval,
Alonso Díaz Caballero y Gonzalo Sánchez Garzón. Esperamos con ello demostrar
que el proceso de transformación de “soldados en vecinos” no fue lineal ni
directo, lo que primó en dicho proceso fue la constante movilización de
recursos humanos, económicos y políticos antes -y después, incluso- de
asentarse definitivamente en una ciudad.
Palabras claves: Conquista Tucumán, Prosopografía,
Vecino encomendero, Probanzas, Conquistadores
Abstract
In the historical process of the first entrances and military
expeditions to Tucumán, and the subsequent process of invasion and foundation
of cities during the second half of the 16th century, we defined our general
research problem as the process of transformation of the members of the army
into vecinos encomenderos. In some cases,
these conquerors have a peculiar territorial mobility in the course of the
conquest and invasion. Using the prosopographic
method, we propose to reconstruct the trajectories of those who, once settled
in Tucumán, continue to move -participating in different campaigns despite
having achieved an encomienda of
Indians and neighborhood-, taking the cases mainly from the Probanzas de Méritos
y Servicios published by Roberto Levillier.
In this opportunity we will focus on three cases of extreme mobility: Hernán Mejía Miraval,
Alonso Díaz Caballero and Gonzalo Sánchez Garzón. Our aim is to show that the process of transformation
of soldiers into vecinos
was not linear or direct, and what prevailed in this process was the constant
mobilization of human, economic and political resources before - and even
after- settling definitively in a city.
Key Words: Conquest Tucumán, Prosopography, Vecino encomendero, Probanzas, Conquerors
Presentación
A
mediados del siglo XVI se inició el proceso de invasión y conquista a la región
al sur del Collasuyo, que luego se constituirá
jurisdiccional y administrativamente como la Gobernación del Tucumán, Juríes, Diaguitas y Comechingones. Al igual que en el resto
del territorio americano, quienes llevaron a cabo esta labor conquistadora no son
ejércitos regulares, dirigidos y solventados por la Corona, sino que son
individuos motivados por sus propios intereses y con sus propios recursos, los
encargados de conquistar y poblar el territorio tucumanense.
En
el marco de las primeras entradas y jornadas al Tucumán y del posterior proceso
de fundación de ciudades durante la segunda mitad del siglo XVI, es que definimos
como problema general el proceso de transformación de los miembros de la hueste
conquistadora en vecinos encomenderos de las ciudades de la gobernación,
rastreando para ello, sus actividades y acciones en el proceso de invasión, su
participación en jornadas, guerras y fundación de ciudades; y su asentamiento
definitivo –o no- como vecinos en las ciudades conformando los cuerpos
capitulares. De esta forma, abordamos el proceso de conformación de este sector
de la sociedad colonial en su etapa inicial y formadora; particularmente el
proceso de transformación de soldados a vecinos y de invasores a colonizadores;
con el objetivo a largo plazo de comprender y reflexionar sobre la importancia
del sector privado en la conformación de la sociedad colonial en el Tucumán, su
constitución como elite encomendera y la consolidación de su poder político.
El
autor que ha conceptualizado el problema de la conquista privada en el Nuevo
Mundo es Álvaro Jara, quien señala que “los intereses privados de
los conquistadores (...) fueron el verdadero motor expansivo del amplio
movimiento de ocupación del continente americano” [1],
es decir, son las “huestes indianas” las que avanzan y ocupan el territorio para la Corona. El autor contrapone este concepto de “hueste
indiana” con el de los ejércitos “estatales”, afirmando que las mismas se
conformaron en base a la inversión privada de los conquistadores. Así, ante la
particular situación en la cual se encontraba la Corona en Europa, Jara nos
explica que el Estado español “comprobó en la práctica
que la mejor forma de resguardar sus intereses era ceder a los particulares la
posibilidad de descubrir y someter a los nuevos territorios por incorporar a la
corona” [2].
Si el marco del avance fue la conquista
privada, ésta no puede entenderse si no es a través de la conformación de
sociedades y empresas por particulares que invirtieron capital con la esperanza
de ser recompensados. La conformación de empresas de conquista entre
particulares fue una constante en todo el proceso de invasión en América, y por
lo tanto, también en el Tucumán. En el proceso de avance, “la conquista provendrá de la incorporación de la
empresa privada como soporte económico y humano”
[3].La
inversión deriva de los recursos provistos por los jefes de las huestes, a
quienes puede entenderse como empresarios,
que a cambio de este esfuerzo esperaban ser premiados por la Corona con mercedes. Para el caso del Tucumán, es el mismo medio
conquistado el que brindó el deseado premio: tierra e indios. En palabras de Assadourian la conquista privada se caracterizaba por “imponer la totalidad de las cargas económicas de la
expedición a la iniciativa privada que acepta un convenio de esta naturaleza
animada por la esperanza de resarcirse, de inmediato y con exceso, de los
desembolsos realizado”[4].
Desde los inicios mismos de la conquista en el Perú, con
Francisco Pizarro, la merced de encomienda se convirtió en la recompensa más
preciada ala que un conquistador podía aspirar:
la encomienda podía definirse como una merced obtenida en recompensa
por los servicios militares, o su valor equivalente, prestados por un
conquistador. Mediante ella se confería al beneficiario el derecho de gozar del
tributo de un conjunto determinado de población indígena, a quien se
comprometía a proteger y brindar instrucción religiosa[5].
El avance hacia la frontera sur de
Charcas, se dio en función de los conflictos acontecidos en las regiones
centrales del Perú y a la necesidad de “descargar la tierra”. La continua efervescencia
política que se vivía en el Perú luego de los primeros años de las guerras de
conquista: el conflicto armado entre almagristas y pizarristas entre 1538 y 1541, la sublevación de
encomenderos encabezados por Gonzalo Pizarro en rechazo de las Leyes Nuevas y a
su aplicación por parte del primer virrey Blasco Núñez Vela entre 1544 y 1548;
y las sendas intervenciones de Cristóbal Vaca de Castro y Pedro de La Gasca,
dieron como resultado la necesidad de descomprimir
el espacio, expulsando a españoles que aún no habían sido
recompensados y podrían protagonizar nuevas agitaciones sociales y políticas[6].
Las autoridades decidieron “alejar a la
gente de guerra (…) que quedaba sin empleo en el antiguo imperio de los Incas,
gente inquieta y peligrosa, aventureros de tan áspero gobierno en las ciudades
como de fácil impulso para las expediciones más arduas y más fantásticas”[7].A su vez, esta “descarga de
tierra” pretendía extender los límites del territorio conquistado hasta el
momento. Esta combinación otorgó a los personajes más “inquietos” una
alternativa de ascenso social y promesa de riqueza que les era negada en el
Perú.
Las empresas
conquistadoras se basaban “en la libre iniciativa de
caudillos y hombres de dinero, que se hacen reconocer y sancionar por
organismos estatales, y logran así implantar el dominio de la Corona en nuevos
territorios”[8].Socios capitalistas invertían su propio peculio, formando
empresas de conquista sustentadas en sus fondos privados. Por lo general, eran dos o tres socios los que ponían la mayor inversión, a los que se les sumaban individuos con
menor capacidad que aportaban bienes de menor valor y, finalmente, los soldados
de a pie[9].
Estas huestes se componían por españoles de diferente origen social, con
experiencias propias personales, disímil capacidad inversora, en fin, huestes
con una composición social y una capacidad de inversión heterogénea. En el caso
de los conquistadores del Tucumán, Jaimes Freyre
destaca su heterogeneidad:
algunos habían guerreado en Europa a las órdenes de los generales de
Carlos V, todos figurado en descubrimientos y conquistas en América y servido
en los ejércitos de Pizarro y Almagro, en las guerras civiles. Había
encomenderos y vecinos ricos de las ciudades peruanas e hidalgos de solar
conocido en España, otros eran de origen humilde o ignorado, pero todos iguales
en la ambición[10].
Un rasgo sobresaliente de estas huestes
indianas fue el individualismo. Álvaro Jara[11]
y James Lockhart[12]
nos advierten que el botín de estas expediciones era siempre individual, y para
llegar a él era necesario agruparse por facciones. Este individualismo “es muy propio del sistema de conquista de financiamiento privado”[13]. De este hecho se desprenden las varias fricciones que se
generan entre españoles, tanto al interior de las huestes[14],
como al exterior de ellas con autoridades españolas. Estos conflictos no cesan
una vez asentadas las ciudades, sino que son una constante durante todo el
período, y en algunos casos delinearán el futuro mismo de los asentamientos.
Ahora bien, estos individuos no se
movilizaron a tierras desconocidas únicamente por el afán de conseguir
riquezas, sino que fueron varias las motivaciones que los llevaron adelante. Es
Steve Stern quien propone la tríada riqueza,
preeminencia social y conversión cristiana como modelo explicativo de las
motivaciones de los actores que se aventuran a tierras desconocidas
Los conquistadores
trajeron, junto con sus afanes y proezas de conquista, tres postulados básicos,
a la vez relacionados entre sí y en mutua competencia. Podemos pensar en cada
postulado como un objetivo, una búsqueda cuya máxima expresión era una utopía[15].
Estos tres objetivos, alcanzables en el
Nuevo Mundo, fueron el principal empuje de las soldadescas, estando los tres relacionados. Tanto la riqueza, como el anhelo de la conversión
cristiana y la intención de ascender socialmente, actuaron como motores de la
conquista española. En el mismo sentido, Assadourian
nos dice que el objetivo de las huestes es “el
de lanzarse al asalto de las zonas marginales y las fronteras móviles que ofrecían
un blanco inmejorable para quienes apuntaban a la riqueza y el ascenso social”[16].
A estos tres factores, entendemos que
puede agregarse uno más de carácter político. Una
vez que se invade el territorio, la Corona reparte premios con la intención que
las huestes se asienten. Con el fin de transformar estos soldados en pobladores de
las recientes ciudades, es preciso convertirlos en una comunidad política. Acto
seguido, “no basta crear el aparato gubernativo. Es necesario
también dotar a la nueva población de medios de vida, y darle ciertas
esperanzas que la animen a permanecer y a producir”[17]. Zorraquín Becú
explica que los premios otorgados fueron: participación en el gobierno,
encomiendas, mercedes de tierras, y nombramientos en cargos administrativos o
eclesiásticos.
Hasta aquí nos centramos en lo que fue
la conquista privada en todo el territorio americano conquistado por la Corona
española. Para el caso del proceso de invasión al territorio tucumanense Diego de Almagro fue el primer español en
ingresar en el año 1535, en compañía del Inca Paullo.
Esta hueste se conformaba con “quinientos setenta
soldados a pie y a caballo, excelentemente equipados y acompañados por una
muchedumbre de cargadores indígenas”[18]. El motivo de esta expedición radicaba en la intención de
Diego de Almagro de conocer la región a fin de incorporarla a lo que sería su
gobernación meridional, de acuerdo a las noticias de la creación de la
Gobernación de la Nueva Toledo por las cuales le correspondía la parte sur del
Imperio Incaico. Al mismo tiempo, la entrada tiene la impronta de una visita
real por parte del Inca Paullo[19].
La compañía formada por los españoles Diego de
Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia, protagonizó la siguiente
expedición que, al mismo tiempo que ayudó a “descargar la tierra”, obedeció a
los intereses de la corona de avanzar sobre el territorio al Sur de Charcas, y
se desarrolló entre los años 1543 y 1546. A partir de esta entrada, la Corona
española demostró un evidente interés en invadir, conquistar y ocupar esta
región y la del litoral paranaense, pretensión que se extiende hasta 1600, año
en el que se considera que merma el impulso fundador sobre el Tucumán, y ya se
encuentran habitadas las principales ciudades de manera estable[20].Las jornadas –tanto desde Charcas, Chile, o el mismo
interior de la Gobernación del Tucumán-, son distintivas en cuanto a la
composición de sus huestes, el contexto en el que se desarrollen, sus móviles y
objetivos.
Con
la autorización de Pedro de la Gasca, en 1549, se organiza una nueva jornada “en busca de una gran tierra situada entre la cordillera nevada y el río
de la Plata”[21].
Esta vez el encargado de la expedición será el capitán Juan Núñez de Prado,
quien recibió la orden específica del Licenciado La Gasca de fundar un pueblo
en Tucumán, y será el primero en hacerlo. Nuevamente, funcionarios de la Corona
encomendaron en privados el conquistar y poblar. En 1550, el Capitán Juan Núñez
de Prado cumplió con la orden que se le dio fundando la primera y efímera
ciudad en tierras bajas: Barco (I).
De
acuerdo con Silvia Palomeque[22],
a partir de ese momento se dan numerosos intentos de fundaciones que finalmente
logran concretarse con Santiago del Estero en 1553, con la presencia de indios
amigos, a la vez que se mantenían hostiles los indios de las llamadas tierras
altas -Valles Calchaquíes y de Puna-.A partir de este momento, Santiago del
Estero funcionará como cabecera de la futura Gobernación, y desde ella partirán
gran parte de las jornadas que mantendrán a nuestros casos de análisis en
constante movimiento. Estos intentos
fundacionales no se vieron exentos de conflictos entre las huestes provenientes
tanto desde Charcas como desde Chile[23].
Sobre la
participación de conquistadores en todas estas expediciones Silvia Palomeque nos explica que
esta constante actividad
militar implicó la necesidad de la colaboración de los antiguos conquistadores,
luego devengados en encomenderos, y fue la base sobre la cual se consolidó un
poder privado que siempre logró negociar –desde una sólida posición- la aplicación
de las políticas de la corona[24].
A su vez,
estas huestes, los que serán los primeros conquistadores del Tucumán, distan mucho de ser
una aristocracia ociosa. Estos españoles supieron ver la capacidad productiva
de estas mercedes (de tierras y de encomiendas) y se consolidan tempranamente como
un grupo “empresarial”. Logran poner en producción rápidamente sus encomiendas,
y en función a ello, consiguen insertarse y participar
dentro de los circuitos mercantiles regionales articulados en torno al centro
minero potosinos[25].
A pesar de haberse asentado en el territorio mediante
diferentes fundaciones, las jornadas expedicionarias y de conquista no cesan.
Con Santiago del Estero como cabecera de la Gobernación, diferentes huestes se mantienen
en constante movimiento y actividad. En este sentido, consideraremos el período
de fundaciones hasta el gobierno de Juan Ramírez de Velasco en 1586-1593,
gobernador con el cual se cierra el ciclo, quien “fue el
primer gobernador-administrador del Tucumán, y en realidad, su último
gobernador-conquistador (…) los que siguen a Velasco sólo serán administradores”[26].
Las jornadas hispanas fueron muy
habituales a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, y como dijimos,
mantuvieron en permanente movimiento a las huestes que ya se habían asentado en
el Tucumán. Es aquí donde justamente la recurrencia de nombres en las sucesivas
expediciones y fundaciones llama la atención, pues individuos que uno creería
ya se asentarían en una ciudad estable -como Santiago del Estero-, continúan su
derrotero. A partir de esta constatación es que proponemos trabajar la hipótesis
de que la transformación de soldados a vecinos en el proceso de invasión y
conquista al Tucumán no será necesariamente rápido ni directo, sino más bien,
en algunos casos la obtención de este nuevo status dependerá de la actuación
del mismo conquistador, su capacidad de desembolso, las redes que logre
entretejer, etc. Estos conquistadores presentan en algunos casos una peculiar
movilidad territorial en el derrotero de la conquista. Una vez en el Tucumán,
muchos de estos individuos continuarían participando de campañas –de fundación,
reconocimiento, castigo, etc.-, a pesar de haber conseguido la añorada
encomienda de indios y vecindad, moviéndose por el Tucumán en
las constantes fundaciones y jornadas.
Proponemos para este artículo reconstruir las trayectorias de
tres conquistadores que constituyen casos particulares de extrema movilidad en
el territorio: Hernán Mejía Miraval, Alonso Díaz
Caballero y Gonzalo Sánchez Garzón, quienes, a pesar de haber sido vecinos
encomenderos de una ciudad de la gobernación, decidieron seguir participando de
nuevas campañas y jornadas, e incluso debieron cambiar el sitio de su vecindad
y obtener nuevas encomiendas. Lo que presentaremos a continuación, es la
reconstrucción de tres casos que ejemplifican este derrotero a partir de una
fuente documental específica, las Probanzas de méritos y servicios, las cuales
metodológicamente serán analizadas desde la propuesta de la prosopografía. Esto
implica que no se trata de biografías individuales de corte tradicional, donde
el foco estaba puesto en la reproducción fáctica de los principales hitos en la
vida del conquistador, sino que son parte de un estudio prosopográfico
que busca estudiar un grupo definido para analizar variables y rasgos comunes,
y no simplemente destacar figuras personales.
Fuentes y metodología
Los
tres casos que se presentan en este estudio, forman parte de una matriz mayor
de 28 conquistadores que se analizan prosopográficamente.
En este marco, el análisis de estas tres trayectorias tiene por objetivo
ilustrar y profundizar el análisis de las tendencias generales del proceso
histórico objeto de la investigación.
La
investigación general -marco de estos casos-, reconstruye las trayectorias de
28 conquistadores que ingresaron tempranamente al Tucumán, trabajando principalmente
con el corpus documental de las “Probanzas de Méritos y Servicios” editadas y publicadas
por Roberto Levillier[27],
al cual se le agregaron algunos documentos inéditos existentes en el Archivo
General de Indias (AGI), disponibles gracias al Portal de Archivos Españoles
(PARES)[28].
Las Probanzas de Méritos y Servicios son “documentos elaborados por
los conquistadores para demostrar sus servicios en nombre del Rey, con el
objetivo de solicitar mercedes reales, o para reclamar por alguna situación
particular”[29]. De esta forma, las probanzas fueron confeccionadas a
pedido de los mismos conquistadores, o sus familiares, y dirigidas a la Corona
con el fin de exaltar su misión conquistadora para ser remunerados. Sobre
ellas, James Lockhart afirma la importancia de
estudiarlas como textos o discursos que hacen parte de unas prácticas
simbólicas más amplias encaminadas a la construcción de una identidad de grupo,
que fundamente y otorgue legitimidad a la hegemonía que ejercen sobre otros
sectores sociales[30].
Lía Quarleri revalorizó estos documentos para analizarlas desde una
perspectiva actual, tomando como eje central de su estudio un análisis del
discurso que los conquistadores mantenían ante la corona[31].El
objetivo de su trabajo fue realizar una nueva lectura sobre estos documentos, y
analizarlos desde una perspectiva apoyada en la etnohistoria y en la historia
antropológica. Ella se interrogó sobre los valores e ideales de estos
conquistadores del siglo XVI, y las expectativas depositadas en la conquista y
colonización de una región marginal. Para ello, la
autora reconstruyó el modelo que el mismo conquistador se hacía de sí mismo,
modelo que se plasmó en sus probanzas. Quarleri buscó
“desmitificar las imágenes construidas por los
propios conquistadores sobre sí mismos, al incorporar sus enunciados dentro de
un contexto sociopolítico determinado y de un imaginario colectivo en
particular”[32],
rompiendo con los historiadores clásicos y su perfil de un conquistador.
Las probanzas son documentos del tipo probatorios, centrados
en la demostración de la legitimidad de su discurso, a fin de realizar un
reclamo o un pedido. Con el objetivo de convencer a sus destinatarios
estructuraron su discurso en base a tres aspectos: el honor, el heroísmo y la
“pobreza de la tierra”. Quarleri sintetizó el
contenido argumentativo de las fuentes afirmando que los protagonistas de las
probanzas buscaban mostrarse como guerreros heroicos en una lamentosa situación
de pobreza para, finalmente, afirmar que no había sido recomenzado[33]. La autora se propuso que los invasores no desconocían del
todo cuáles eran las posibilidades que el Tucumán les presentaba, y que, por lo
tanto, se movían en búsqueda de la preeminencia que este lugar podía
otorgarles. El comportamiento de estos personajes en función del perfil
aristocrático español, devela que la búsqueda estaba direccionada a un ascenso
que no puede reducirse al plano económico.
Son dos, entonces, los principales aportes del trabajo de
Lía Quarleri. En primer lugar, nos brinda ciertos
recaudos metodológicos específicos para leer estos documentos tan reiterativos.
Gracias a su estudio, sabemos cómo leer hoy en día las Probanzas sin caer en
las estrategias discursivas elaboradas por sus protagonistas, reconociendo en
qué exageran, qué cosas obvian, etc. En segundo lugar, la autora se preguntó
qué llevó a estos españoles a asentarse en un territorio que consideraban “tan
pobre” en relación a sus expectativas, como se puede leer en sus afirmaciones.
Reflexionando sobre los ideales y valores de estos conquistadores, Quarleri explicó que, las constantes lamentaciones en los
documentos responden a estrategias discursivas para ser reconocidos por la
Corona, argumentando su honor, heroísmo y la pobreza de la tierra. Finalmente,
la autora cuestionó respecto a los elementos de arraigo que pudieran tener
estos conquistadores para quedarse asentados en el Tucumán. Sobre esto afirma
que no sólo se mostraron cautivados por la recompensa en “tierras e indios”,
sino que también la particularidad de ser primeros conquistadores y pobladores,
y la conciencia de la potencial fuente de riqueza y arraigo que esto les daría,
los interesó en igual manera. El prestigio social que les otorgaba la vecindad
sólo les servía en el Tucumán, no podían trasladar su condición de “primeros
pobladores” al Perú o a España, siendo éste un condicionamiento para asentarse
de manera definitiva en la región. En otros casos, explica, que el asentamiento
transitorio era con el objeto de organizar futuras expediciones que les
permitiese lograr un cambio rápido en su situación, y regresar luego a sus
ciudades natales o al Perú. En estos casos, el asentamiento definitivo pudo
definirse en virtud que el deseo de retornar a su tierra logró disiparse a lo
largo de los años.
En los dos tomos de las Probanzas de Méritos y Servicios, Roberto Levillier seleccionó meticulosamente documentos que le
permitieran sustentar sus estudios y dar cuenta de dos cuestiones: la historia
política de las primeras jornadas a la Gobernación del Tucumán, y por otro lado
las características geográficas, culturales y climáticas del territorio. Estas Probanzas de Méritos y Servicios seleccionadas, transcriptas y editadas, son las más
tempranas para el período y le permiten reconstruir las descripciones del
espacio del Tucumán percibidas por los conquistadores.
Este tipo de documentos nos es útil ya que, si bien son documentos
estandarizados por la forma de presentación de los datos, nos brindan rica
información sobre el asentamiento, tipo de conquista y el rol que luego
desempeñarán estos conquistadores en las nuevas ciudades de la Gobernación,
además de permitirnos reconstruir el accionar de cada de los participantes en
el proceso de conquista. En algunos trabajos, Ana María Lorandi[34]
propuso que, mediante una mirada etnográfica que rescate la lectura crítica de los
documentos, podemos trabajar con estas fuentes. Para ello, es necesario retomar
los aportes generados desde la etnohistoria y la antropología histórica, que
nos permitirán realizar una lectura crítica de documentos como las Probanzas de Méritos y Servicios y otros documentos de tipo probatorio. Es
por esto que tomaremos ciertos recaudos metodológicos, pero, sobre todo,
abordaremos a las fuentes con nuevas preguntas más allá del discurso que de sí
mismos y de su propio grupo dan los soldados, vecinos, encomenderos, y miembros
de la elite española que elaboraron las Probanzas
de Méritos y Servicios.
Los dos tomos, en conjunto, contienen treinta y cuatro documentos, entre
los cuales pudimos identificar que sólo veinticinco son Probanzas de Méritos y Servicios elaboradas entre 1548 y 1600, referidas a veintitrés
conquistadores[35].
El resto de los documentos incluidos en la publicación son: una instrucción,
tres cartas, un poder, tres comisiones, y demás papeles varios, que ayudan a
dar cuenta sobre las trayectorias de los primeros conquistadores, y nos brindan
información sobre el Tucumán temprano[36].
Cabe destacar que lo publicado en los dos tomos es sólo un recorte realizado
por el autor, y no conforma el total de probanzas elaboradas en el período. A
pesar de la pertinente recopilación de Levillier, no
podemos limitarnos simplemente a la utilización de las Probanzas de Méritos y Servicios como únicas fuentes de análisis[37].
Hemos decidido trabajar con el método prosopográfico
para avanzar en el estudio del paso de soldados invasores a vecinos feudatarios
en las diferentes ciudades de la Gobernación del Tucumán, pues el mismo nos
permite elaborar una biografía colectiva de estos grupos, a través de la cual
se recaban las características comunes que hacen al background de un grupo de individuos, con el objeto
de hacer un estudio de sus vidas en tanto colectivo[38].
Como afirma Lawrance Stone, “la
prosopografía es la investigación retrospectiva de las características comunes
a un grupo de protagonistas históricos, mediante un estudio colectivo de sus
vidas”[39]. El método que se emplea en la prosopografía consta, en
primera instancia, en establecer el universo de análisis. Una vez definido
este, se formularon una serie de preguntas con el fin de develar características
comunes, o excepcionalidades, de cada miembro del grupo. Posteriormente, se
combinan y yuxtaponen los diferentes tipos de información recaudados, buscando
generalidades y variables significativas.
Al aplicar este
método, recuperamos las variables
de análisis de Mario Góngora y James Lockhart sobre
las huestes conquistadoras, constituyéndolas en nuestras preguntas y variables
para la prosopografía y el estudio de los casos. Mario
Góngora[40]trabajó
con los grupos de conquistadores que actuaron entre 1509 y 1530. Su estudio nos
brinda la metodología, el modelo de un
estudio social de la conquista, tomando como caso de análisis las huestes
invasoras de Panamá. Sobre ellos, se cuestiona sobre su procedencia regional,
rasgos y oficios, relaciones al interior de las huestes, de éstos con el
entorno a conquistar y con la Corona, etc. De otra forma, James Lockhart trabajó con la hueste conquistadora del Perú, Los de Cajamarca[41].En este caso, el autor se pregunta sobre los orígenes
sociales y las trayectorias personales de estos conquistadores. A su vez,
indaga respecto a su actuación previa, sus edades, orígenes sociales, orígenes
regionales, y sus ocupaciones. Sin embargo, el “cuestionario” de Lockhart no termina allí, sino que también indaga sobre
habilidades si se trataba de soldados
profesionales, o simplemente personas con diferentes oficios que empuñaban un
arma en el proceso de conquista e invasión, cuáles eran las motivaciones de las
huestes para aventurarse a regiones desconocidas, etc.
Nosotros indagamos
acerca del origen social y geográfico de los conquistadores, es decir, dónde
nacieron y cuáles eran las condiciones de su familia. Nos interesó también
conocer sus edades, y cuándo y cómo arriban a las Indias, específicamente en
qué momento ingresan al Perú –si es en compañía de Francisco Pizarro, Diego de
Almagro, el virrey Blasco Núñez Vela, Cristobal Vaca
de Castro, Pedro de La Gasca, etc.-. En relación al contexto político de
inicios del siglo XVI en el Perú, nos preguntamos si participaron en alguno/s
de los conflictos acontecidos. Finalmente, y como parte de esta indagación
sobre su actuación previa, vimos si participaron o no en otras expediciones
conquistadoras además de la del Tucumán, y de ser así, en cuáles[42].
Esta información nos será útil para comprender los antecedentes de nuestros
casos de estudio, para así saber si poseen o no experiencia previa, vínculos y
redes con otros conquistadores, etc.
En cuanto a su
actuación en el Tucumán, en primer lugar, nos cuestionamos sobre cuándo
ingresan y con quién –en la hueste Diego de Almagro en 1535-1536, en la de
Diego de Rojas en 1543-1546, con Juan Núñez de Prado en 1549, etc.-. Nos
interesa saber en qué expediciones al Tucumán participaron los conquistadores[43]
y, sobre todo, en calidad de qué participaban en la hueste, es decir, que
puesto o lugar ocuparon. En relación a lo anterior, especificamos qué cargos
tenían. También indagamos respecto a en qué fundaciones, refundaciones,
jornadas de fundación, de reconocimiento, o punitivas participaron, indicando
puntualmente cada una de ellas. Asimismo, nos preguntamos cuánto capital aportó cada uno a las
expediciones. Conocimos también las relaciones entabladas entre nuestros
conquistadores, queriendo saber si entre ellos forjaron lazos familiares, si
pertenecían a las mismas facciones políticas, si formaron lazos de solidaridad
como vecinos[44].
En este artículo en especial nos enfocaremos en una de las
variables de análisis construida prosopográficamente
y analizada en profundidad a partir de los tres casos seleccionados: la
movilidad en el territorio. El objetivo de profundizar en esta variable a
partir de casos apunta a proponer hipótesis explicativas sobre un fenómeno poco
estudiado. Para estudiar la movilidad en el territorio de los conquistadores
hemos decidido tomar como indicadores principales su participación en jornadas,
expediciones, o fundaciones en el Tucumán[45].
En primer lugar, tendremos en
consideración las primeras entradas a la Gobernación del Tucumán provenientes
desde Charcas y Chile, cada una de ellas con propósitos y motores distintos.
Estas son las encabezadas por Diego de Almagro en 1535, Diego de Rojas y otros capitanes
entre 1543-1546 y Juan Núñez de Prado en 1549; y las de Francisco Villagra en
1549, Francisco de Aguirre en 1553y la de Juan Pérez de Zurita en 1558[46].
En segundo lugar, tendremos en cuenta las jornadas que llamaremos “internas”,
nos referimos a aquellas que se realizaron desde las recientes ciudades
fundadas -particularmente desde Santiago del Estero como cabecera de la
Gobernación- y que mantuvieron a las huestes y a los flamantes vecinos
encomenderos en permanente actividad y movimiento: nuevas fundaciones, jornadas
de reconocimiento, de castigo, malocas a los indios, etc[47].
Estas entradas y
jornadas (de las cuales contamos con registro escrito para no menos de 30)
fueron muy habituales a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y como
dijimos, mantuvieron en permanente movimiento a las huestes que ya se habían
asentado en el Tucumán.
Respecto a cuándo ingresan por primera vez al Tucumán
logramos constatar que, de los veintiocho casos considerados con la
documentación disponible, trece ingresaron por primera vez en 1543 en la
compañía de Diego de Rojas y cuatro ingresaron por primera vez con Juan Núñez
de Prado en 1549. En total entonces, dieciocho entraron tempranamente, ya sea
con Rojas o con Núñez de Prado, y son diez los que llegan en otras
expediciones. Ahora bien, una vez que conocen el Tucumán 11 de ellos deciden
retirarse tras su primera participación, y 17 optaron por concurrir a
diferentes expediciones hacia el Tucumán o dentro de este. Es decir, más de la
mitad de nuestros casos ingresaron tempranamente y toman la decisión de quedarse -ya sea porque mueren en la región, continúan
participando de expediciones, ocupan cargos, etc[48]-.En
el caso de Gonzalo Sánchez Garzón arribó por primera vez al Tucumán con 21
años, junto a la compañía de Diego de Rojas en 1543; en tanto, Hernán Mejía Miraval llegó por primera vez al Tucumán con 18 años junto
a Alonso Díaz Caballero -de 29 años- en compañía de Juan Núñez del Prado en
1549.
Podemos asegurar que se desarrollaron no menos de
veintinueve jornadas entre 1535 y 1600 -de diferente naturaleza cada una- hacia
el Tucumán y dentro del Tucumán. Ahora bien, de los 17 conquistadores que se
quedaron en la región vemos que tres cuartos -13 casos- participaron de entre 4
y 10 jornadas, y el cuarto restante -4 casos- asistieron entre 10 y 20
jornadas. Teniendo en cuenta que la mayoría de estos conquistadores entraron
tempranamente al Tucumán y lograron hacerse de un título de vecindad, la
movilidad y continua participación en estas constantes expediciones se vuelve
una nota distintiva. De este marco, decidimos trabajar con tres casos que nos
resultan excepcionalmente representativos de esta variable, pues se trata de
tres conquistadores que participaron prácticamente de toda expedición que se
presente, asunto que nos proponemos analizar con detalle a continuación.
Los
casos: Hernán Mejía Miraval, Alonso Díaz Caballero y
Gonzalo Sánchez Garzón
Escogimos trabajar con tres de los
conquistadores que presentaron una extrema movilidad por el territorio, a pesar
de haber logrado hacerse de tierras e indios. Lejos de querer reproducir
biografías fácticas, lo que haremos a continuación es aplicar a cada uno de los
casos las preguntas generales que guían nuestra prosopografía, que ya fueron
mencionadas anteriormente y focalizar y profundizar en la pregunta acerca de la
movilidad.
En la mentalidad española del siglo
XVI, el modelo del guerrero como héroe abundaba en la literatura caballeresca.
El conquistador, de acuerdo al planteo de Quarleri,
se construye como un héroe medieval, ambicioso y valiente, que no hacían más
que obtener prestigio y poder. Debía ser un buen soldado, audaz y valiente, a
la vez que cortés y prudente. Este modelo responde, entonces, a un estereotipo
construido para comprender ciertos elementos puestos en juego (valores,
utopías, motivaciones, acciones) en el proceso de conquista[49].
Siguiendo los planteos de Steve Stern[50]
sabemos que, si bien en el Tucumán los anhelos perseguidos por los conquistadores
estaban relacionados con la búsqueda de metales y otros tipos de riquezas, el
ideal de preeminencia social se constituyó como una variable fundamental. Será
su condición de primeros conquistadores y pobladores lo que les otorgará
determinado privilegio, que cumplirá un papel elemental en su radicación definitiva
en la región del Tucumán. La concesión de las primeras mercedes a estos
invasores creó una “clase superior”: la de conquistadores y primeros
pobladores. Estarán a cargo de gobierno político, municipal y
rentístico.
Una vez avanzado el tiempo luego de
las primeras fundaciones, estos individuos desempeñarán nuevas actividades
dependiendo las oportunidades que se les presenten, los premios ya recibidos,
las relaciones establecidas entre ellos, el capital económico con el que
cuenten, lo que poco a poco los irán desligando de sus responsabilidades únicamente militares. Con ello y todo, nos seguimos
interrogando sobre la incapacidad de algunos de establecerse con residencia
estable.
Hernán Mejía Miraval
Tal vez el caso de Mejía Miraval haya sido el que más cautivó a la producción
histórica, pues se trata de un conquistador que se inició en esta tarea a
temprana edad, para terminar siendo una persona y autoridad sumamente
reconocida en la ciudad de Santiago del Estero en los años cercanos a su deceso
(c.1593). Por ello, Roberto Levillier lo define en
sus biografías como “el más activo y
descollante por sus servicios de cuantos participaron en los trabajos de
descubrimiento y de población del Tucumán”[51].
Sabemos que este español nació
aproximadamente en el año 1531, y se inició en las actividades bélicas con muy
corta edad en Panamá, luego en Perú participando de las guerras civiles con el licenciado
Pedro de La Gasca, y con tan sólo 18 años en el Tucumán. Allí, luego de haber
ingresado con Juan Núñez del Prado en 1549, no dejó de ser parte de
prácticamente todas las jornadas de fundación, reconocimiento, pacificación,
captura de indios y auxilio hasta aproximadamente 1580 –año que fue expulsado
del Tucumán por el gobernador Hernando de Lerma-, hasta su regreso a la
Gobernación en 1586 con el gobernador Ramírez de Velasco. Él mismo afirma en
una de sus Probanzas de Méritos
y Servicios, fechada en 1583, estar en el
Tucumán “desde su entrada con Juan Nuñez
del Prado, hasta entonces[52]”.
La primera fundación de la que forma
parte, es la de la efímera y tres veces trasladad ciudad de Barco[53].
“Entro[54] en las dichas provincias de tucuman con el
gobernado juan nuñez de prado quando
las entro a poblar (…) y se hallo ayudar a poblar la
ciudad del barco”[55]. Luque Colombres nos indica que
fue “vecino poblador”[56] de las tres
ciudades del Barco. El Capitán Hernán
Mejía Miraval describe en una de sus Probanza de
Méritos y Servicios su primer traslado, sin dejar de señalar su participación
en ello y las malas condiciones que atravesaron:
ciudad del barco a un año y mas tiempo en el dicho asiento de tucuman
el dicho general juan nuñez de prado la despobló e
paso al valle que llaman de calchaquí por necesidad que tuvo (…) y la sustento
un año y el dicho hernanmexiaMiraval la ayudo a
sustentar con grandes trabajos de hambres sustentando los natuales
a pie y a cavallo hallándose en muchas refriegas
vestidos de cueros de leones[57].
No debemos perder de
vista que estos relatos fueron una estrategia, pues en algunos casos las Probanzas
de Méritos y Servicios se labraron con el fin de ser recompensados. El lamento
por las malas condiciones y la constante referencia a sus “heroicos” actos son
parte de la construcción discursiva de las probanzas. De igual forma en otra de
sus probanzas, donde Mejía Miraval enaltece su figura
diciendo “siempre estar presto y aparejado para servir con su
persona armas y cavallos y sus amigos y criados a su
costa y misión a su magestad assi
en guerra como en castigos y poblazones como en todas
las demás ocasiones”[58], deja en claro que una vez asentada la ciudad de Barco desde allí salen campañas con objetivos diferentes de las
cuales estos incipientes pobladores deben prestar servicios.
Con la llegada de
Francisco de Aguirre desde Chile[59]
en 1553 se dará cuarto traslado a la ciudad de Barco, para fundar la primera
ciudad estable: Santiago del Estero. A partir de este momento, Santiago del
Estero funcionará como cabecera de la futura Gobernación, y desde ella partirán
gran parte de las jornadas que mantendrán a nuestros casos de análisis en
constante movimiento. Mejía Miraval formó parte de
esta fundación, y detentará el título de vecino[60]
en adelante. A pesar de estar en constante
movimiento, por sus obligaciones militares como vecino feudatario y su
derrotero por cuanta expedición-jornada se organizaba, Miraval
no abandonó su encomienda de Santiago del Estero. Aunque obtenga futuras
vecindades, protege su condición en la ciudad madre, dejando “casa poblada”
siempre. En una de sus Probanzas él mismo afirma
que tras los repartos de la ciudad de Córdoba en 1573 –de los cuales recibe una
encomienda-, “bolvio a su casa y vecindad”[61]
haciendo referencia a Santiago del Estero.
Las primeras jornadas
que nacen desde Santiago del Estero con afán de fundar, fueron las lideradas
por el Teniente de gobernador
Juan Pérez de Zorita enviado por el Virrey García de Mendoza al Tucumán.
Nuevamente, Mejía Miraval participa: “tenia pobladas en
esta gouernacion y en mucha quietud y sosiego tres
ciudades que se llamauan londres
cordoua en calchaquí y la ciudad de cañete en tucuman”[62]. De acuerdo a su Probanzas
de Méritos y Servicios, ambos salieron “de la ciudad de Santiago
del estero aderecado de armas y cauallos
y otros pertrechos de guerra y mucho seruicio y
ganados y fue a ayudar a poblar vna ciudad en el valle
de calchaquí”[63].
Muchos integrantes de estas huestes de “veinte
soldados cada una escasamente”[64]
no eran novatos, sino que ya habían participado de, por ejemplo, la fundación y
traslado de la ciudad de Barco –como el caso de Alonso Díaz Caballero-. A pesar
de ello, estas tres ciudades del Valle Calchaquí fueron rápidamente despobladas
por el asedio de los pobladores nativos. Nuevamente
consigue vecindad en la ciudad de Córdoba del Calchaquí[65],
que es rápidamente despoblada. En estos episodios fue responsable de la captura
del hermano del cacique Juan Calchaquí, Chumbicha,
con lo que va adquiriendo méritos que se reflejarán en su reconocimiento como
militar y autoridad en la nueva sociedad colonial. Acto seguido, asiste a
varias jornadas de pacificación de indios, por ejemplo, la de Nicolás Carrizo a
los indios diaguitas y juríes.
Años más tarde, y sin desconocer su
actuación en expediciones de distinta índole que lo llevan incluso a irse del
Tucumán –por cuestiones de espacio no trataremos en esta oportunidad-, nos
encontramos con la fundación de Córdoba de los Comechingones en 1573: forma
parte de la fundación, donde nuevamente logra vecindad, siendo primer Alcalde
de esta ciudad[66].En
su Probanza de Méritos y
Servicios se describe: “Don Geronimo Luis de Cabrera y el dicho gobernador traxo consigo por capitan
de su campo al dicho capitán Hernan Mejía Miraval, (…), le nombro por su capitan
y enbio delante (…) a dar aviso de la venida del
dicho gobernador y su entrada[67]”.
Resulta interesante que es nombrado
como Capitán, pues si recordamos su primera actuación en 1549 era apenas un
soldado raso. Con los años, gracias a las redes de alianzas –establece
parentesco con otros conquistadores, siendo suegro de Tristán de Tejeda, Francisco
de Argañarás, y Alonso de Cámara- y los méritos
recolectados, no sólo será reconocido como una figura importante, sino que es
capitán de sus próximas expediciones. Salvo la función de gobernador, Mejía Miraval ocupó casi todos los cargos administrativos,
inclusive teniente de gobernador, regidor y capitán general[68].
Una vez fundada la ciudad, era necesario distribuir la
tierra y asegurarse que quede poblada. Este nuevo sector de la sociedad tucumanense, los vecinos encomenderos, detentará un fuerte
peso en la política y se caracterizará por ser un sector privilegiado. Esto se
desprende, en parte, de la necesidad de la Corona de arraigar a estos nuevos
pobladores a la tierra.
Luque Colombres, explica que el
primer repartimiento de tierras en Córdoba fue efectuado por Cabrera el 7 de
diciembre de 1573. Tomando como centro la chacra de la Iglesia Mayor, los
restantes solares se escalonaban aguas abajo, siento el octavo solar asignado a
Mejía Miraval[69].
Años más tarde, cuando llegue un nuevo Gobernador llamado Gonzalo Abreu, se
decidirá un nuevo reparto de las tierras. Lorenzo Suárez de Figueroa fue el
encargado, y comenzó por excluir de los solares centrales a quienes hayan
abandonado la jurisdicción. Uno de estos casos fue Mejía Miraval,
quien a pesar de haber sido recomenzado decide mantener su vecindad con casa
poblada en Santiago[70].
En este caso, Suárez de Figueroa expresó que sus esfuerzos estuvieron dirigidos
a evitar el despoblamiento de Córdoba, ya que se vieron “en mucho
aprieto con necesidad de gente y de comida y con guerra que nos hazia los naturales”[71].Hernán Mejía Miraval, a pesar de
haber perdido su encomienda en Córdoba, también hace gala en sus informes de
haber conseguido sustento para los moradores de esta ciudad, saliendo repetidas
veces con gente de guerra, por orden del gobernador, y juntando "tres mil fanegas de maiz, frijoles y zapallos[72]”.Con las provisiones que sustraen en esas incursiones a los
poblados indígenas, "se mantenía la ciudad[73]”.
La buena posición de Mejía Miraval -favorecida por sus gobernadores amigos: Cabrera y
Abreu- cambiará cuando cambia el gobernador. Abreu es destituido, y en su
nombre se asigna como gobernador a Hernando Lerma. La cercana amistad con el
primero le costará la enemistad del segundo[74],
pues ni bien llega el nuevo gobernador, Hernán Mejía Miraval
es desterrado junto con su esposa doña Ana de Córdoba, viéndose despojado de
todos sus bienes. Reside en La Plata, donde eleva sus probanzas de méritos y
servicios. Zorraquín Becú
problematiza al respecto que
las empresas de conquista se llevan a cabo
gracias al acatamiento espontáneo que los capitanes y soldados prestan al
cabildo que los guía, y a la inversa muchas expediciones y gobiernos fracasan
cuando falta esa adhesión personal que es el nervio de la empresa[75].
La estabilidad política deriva de
las relaciones que el Gobernador entable, sino ocurren motines o revueltas
–como ya ocurrió en la llegada de Francisco de Aguirre en 1553-, o en este caso
con la expulsión de un personaje tan reconocido en la época como lo era Mejía Miraval. En el trabajo de Oscar Trujillo[76]
podemos ver bien analizado cómo la cercanía a las autoridades –gobernadores en
este caso-, podría garantizar una posición favorecida a los vecinos. Las elites
locales veían en la llegada de nuevos funcionarios la posibilidad de hacer
buenos negocios, al mismo tiempo que temían que el recambio cambiara la balanza
negativamente para ellos.
Siempre vuelve. Una vez finalizado
el gobierno de Hernando de Lerma, Mejía Miraval reingresó
al Tucumán bajo el mando del nuevo gobernador Ramírez de Velasco en 1586. En
esta ocasión, logró agregar un nuevo cargo a su experiencia, siendo nombrado
Maestre de Campo, título bajo el cual conquistará y pacificará a los indios de
los valles de Calchaquí, Jujuy, Humahuaca y Casabindo.
Viajó a España en 1589 como procurador general de la gobernación, con la misión
de presentar al Rey súplicas, informes y demandas contra el depuesto gobernador
Lerma. Estando en el viejo continente, encuentra la muerte a la edad de 62
años, en 1596.
En sus casi cuarenta años de
actuación en las Indias este conquistador logró entretejer provechosas alianzas
familiares, pues tres de sus yernos serán reconocidos vecinos encomenderos,
poseedores de riquezas y altos cargos. De acuerdo a Levillier[77],
él mismo estaba casado con la hermana de la mujer del famoso capitán Juan Pérez
Moreno. Lía Quarleri[78]
llamó la atención sobre el hecho que estos conquistadores llegan, en la mayoría
de los casos, como parte del séquito de algún gobernador, un
capitán importante, o al frente de una empresa propia. Para Mejía Miraval conocemos que, en sus primeras actuaciones, sólo
era un joven al mando de un capitán mayor –Juan Núñez del Prado, Francisco de
Aguirre, etc-, que supo sacar provecho a su estadía
en el Tucumán. En los años que vive en el Tucumán se mueve constantemente, y
participa en cuanta acción se le permita, para así poder ascender socialmente y
generar recursos necesarios para abastecer su labor militar. Con el paso del
tiempo, vemos cómo este soldado escaló en la jerarquía social y militar,
adquiriendo títulos militares de Capitán y Maestre de Campo, y siendo nombrado
Teniente de Gobernador.
Alonso Díaz Caballero
Nuestro segundo caso de análisis es
el capitán Alonso Díaz Caballero. Roberto Levillier
le dedica un apartado completo en su trabajo Biografía de
conquistadores de la Argentina en el Siglo XVI[79],
por ejemplificar el modelo de conquistador que quiso resaltar.
De acuerdo a los datos brindados por
los estudios de Roberto Levillier, y la carta al Rey
y Relación completas elaboradas por Díaz Caballero[80],
concluimos que este conquistador nace aproximadamente en 1520, e inicia su
historia en las Indias al arribar a ellas en 1539. Sobre su historia como
conquistador del Tucumán no hay acuerdos, pues Levillier
afirma en sus crónicas[81]
que entró con Diego de Rojas en 1543 –mostrándolo en la lista de integrantes de
esta jornada-, pero no consta en los registros de Pedro Lozano[82]
ni en sus propios dichos[83]
haber participado en ella.
Fue uno de los primeros encomenderos
y pobladores del Tucumán, al haber entrado con Juan Núñez del Prado en 1549, y
obtenido la condición de vecino en la efímera ciudad de Barco I –fue el primer
Regidor de esta ciudad-, para luego ayudar a sus posteriores traslados. Él
mismo declara: “fui a tucuman con
juan nuñez de prado capitan
por vuestra magestad”[84],
allí “poblo en la provincia de tucuman ciento y quarenta leguas de la ciudad de la plata del piru una ciudad y pusole nombre la
ciudad del barco[85]”.
Es notorio que su morada en Barco era una de las mejores casas, tanto que ahí
se alojó Francisco Villagra[86].
Este particular hecho nos está diciendo algo sobre su capacidad de inversión y
riquezas: no era un soldado raso sin nada que ofrecer.
Participó de los traslados de la
ciudad de Barco y fue consciente de los conflictos que se desataron a raíz de
ellos. Sobre los problemas jurisdiccionales con Chile acontecidos por el primer
traslado de la ciudad de Barco, hace mención a la llegada de Francisco de
Villagra:
y despues desde a
tres meses el capitan juan nuñez
de prado mudo la ciudad de donde estaba al valle de quiriquiri
veinticinco leguas mashazia la parte del piru y la puso como el la tenia de antes saliéndose de
la jurisdicion que tenia
dada al gobernador pedro de Valdivia[87].
Finalmente, asistió al traslado
final y a la fundación de Santiago del Estero, donde se asentó como vecino:
estando poblada la ciudad de barco [en los juries]pasados seis meses llego francisco de aguirre
que vino por teniente del gobernador pedro de baldivia
y prendio a juan nuñez de
prado (…) y mudo la ciudad y pusole de nombre la
ciudad de Santiago del estero[88].
Desde su vecindad en Barco
protagonizó una expedición al río Tucumán, junto con un experimentado minero. Tiempo
después, acompañó a Francisco de Aguirre al Río Salado, a visitar y conquistar
indios.
Juan Pérez Zurita lo contó entre sus
líneas en las fundaciones de Londres, Córdoba del Calchaquí y Cañete, ciudad
última donde se le otorga el cargo de Justicia Mayor como vecino que fue de la
misma. Finalmente establecido como vecino[89]
de la ciudad de Santiago del Estero[90],
fue reconocido por haber enviado una carta y una relación al Rey desde la
ciudad de Potosí en 1564, poniendo en conocimiento a éste sobre la situación
que atravesaba el Tucumán.
En el censo realizado en la ciudad de Santiago del Estero en
1608, su hijo Juan Díaz Caballero afirmó haber nacido en Santiago del Estero y
poseer un repartimiento en “Calabala”[91]:
“donde asimesmo tiene rreducidos los demás yndios de su
encomienda y que serán todos los de ella ciento y cinquentayndios
pocos más o menos y que tiene en segunda bida la
dicha su encomienda”[92].
En el mismo documento, además de mencionar sus demás
posesiones, Juan Díaz Caballero mencionaba que era vecino hace veinte años, “ques el tienpo que a que murió el capitan
Alonso Días Caballero, su padre, a quien subcedió en
la dicha su encomienda”[93].
De ser correcta la información, podemos deducir que Alonso Díaz Caballero
falleció aproximadamente en 1590, con 70 años. Entendemos que Alonso Díaz
Caballero se convertirá en uno de los fundadores de linaje en Santiago del
Estero.
Don Hernando de
Zárate; refiriéndose a este conquistador, dice en 2 de julio de 1594, al
otorgar una encomienda a su nieto de igual nombre: "Alonso Díaz de
Caballero, vecino que fue de Santiago del Estero, que sirvió mucho a su Majestad
en estas provincias del Tucumán y en las del Perú, con mucho lustre de su
persona[94].
Diferente es su situación si lo
comparamos con Hernán Mejía Miraval. Alonso Díaz
Caballero entró al Tucumán con alrededor de veintinueve años, y una vasta
trayectoria en el Perú. A la vez conjeturamos que tampoco era relativamente
pobre, pues afirma haber invertido “más de quinze
mil pesos que me auian quedado”[95], haciendo referencia de lo que ya había gastado en el Perú
y le quedó para esta empresa tucumanense. Contaba ya
con capital que invertir –en una respetable casa en Barco I por ejemplo-.
Tampoco conformó las filas de las huestes como un simple soldado, pues aparte
de contar con recursos económicos, gozó de cargos superiores. Él mismo lo
afirma: “sirvo a vuestra magestad catorze años a de caudillo y capitan
todas las vezes que se ha ofrecido en aquella me lo an encargado los capitanes que la an
gobernado”[96].
No se trata simplemente de una
actitud beneplácita hacia él mismo, sino que puede
corroborarse al ver su participación en jornadas –por ejemplo, cuando se le
encarga la búsqueda de oro-. Si bien no demuestra una actitud tan inquieta como
otros casos, sí se aventura en varias jornadas luego de perder la vecindad en
las destruidas ciudades de Barco I y Cañete, no quedándose asentado
primariamente en Santiago del Estero -al menos hasta 1564-.
Gonzalo Sánchez Garzón
Si de invasores que están presentes
en casi todas las jornadas de la época hablamos es menester reconocer a este
individuo, quien probablemente esté a la par de Mejía Miraval
en cuanto a cantidad de expediciones llevadas a cabo, pues ingresa al Tucumán
teniendo 21 años con la entrada de Diego de Rojas en 1543, para seguir actuando
hasta la fundación de la ciudad de Salta en 1583. Cuarenta años de fundar,
conquistar, reconocer, y habitar.
Si bien no hemos encontrado una
probanza propia de Gonzalo Sánchez Garzón, ni en la compilación de Roberto Levillier ni luego de revisar exhaustivamente los
documentos disponibles en el AGI, consideramos que se trata de un caso
representativo y un claro ejemplo de nuestra hipótesis principal, por lo que
decidimos incluirlo en el análisis a partir de la consulta de otras fuentes que
nos brindan información indirecta sobre su trayectoria, como probanzas ajenas
que lo incluyen en sus relatos o en las cuales aparece como testigo, como es la
elevada en nombre del difunto Juan Gregorio Bazán por su esposa[97].
Podemos reconstruir que Sánchez
Garzón nació por el año 1512 en España –desconocemos la región-, y luego de
participar en las guerras civiles del Perú se encaminó en su prolongada
historia en el Tucumán en la llamada entrada de Diego de Rojas de 1543, participando de la
hueste liderada por Felipe Gutiérrez. Reingresa al Tucumán por 1549 junto con
Juan Núñez del Prado, ya específicamente a fundar y habitar el lugar. Una vez
allí, su derrotero por el Tucumán será constante, viajando en algunas ocasiones
al Perú en busca de socorros y esfuerzos, pero siempre regresando. Siendo
vecino de Santiago del Estero afirma:“vezino ques
desta ziudad y fue uno de
los primeros que en ella entraron con el capitan
diego de rojas a descubrir y conquistad y después con el general juan nuñez de prado a la poblar y pacificar”[98].
Él mismo admite
en la probanza de Juan Gregorio de Bazán de 1585, “que este
testigo se hallo en las poblaciones de las ziudades que se an poblado en
esta gobernacion eceto la
ciudad de cordova”[99],
haciendo referencia a Córdoba de los Comechingones, a pesar de aparecer en el
acta de fundación de la misma. Es decir, participó de cuanta oportunidad expeditiva se le presentó[100].
Estuvo presente en la fundación de
las ciudades a cargo de Pérez Zurita –Londres, Córdoba del Calchaquí y Cañete-
en compañía de Hernán Mejía Miraval y Alonso Díaz
Caballero, y al respecto declara en una información
levantada entre los vecinos de Santiago del Estero destinada a demostrar los
servicios prestados por la ciudad en la conquista del Tucumán:
loz vecinos de esta dicha ziudad de Santiago del
estero fueron con sus armas e cavallos a su costa
e mincion como lo tienen de costumbre como zelosos del servicio de su magestad
a socorrer a los vecinos de las dichas ciudades que estaban sercados
de los dichos yndios[101].
En consonancia con sus anteriores
dichos, en una Carta dirigida al Rey por parte de la ciudad de Santiago del
Estero en 1587, Sánchez Garzón nuevamente hace referencia a los esfuerzos que
deben hacerse para mantener pobladas y en pie las ciudades:
este testigo se a
hallado en poblar cinco ciudades desta gobernación e save e ha visto que todas las ciudades que están pobladas e
se an despoblado, se an
poblado e sustentado a costa de lozvezinosdesta
ciudad y save este testigo que esta ciudad fue la
primera que se poblo y por esto es cabecera desta governacion e en las
dichas poblaciones se a hallado los mas bezinos de esta ciudad y los
que no se hallavan ayudavan
con socorros[102].
La constante actividad militar no
era algo fuera de lo común para los vecinos de Santiago del Estero. Sus
obligaciones como vecinos feudatarios los mantenían ocupados participando en
las campañas que ya eran regulares, teniendo que invertir
armas y caballos para la defensa de las vulnerables ciudades. A veces, la
permanente participación en jornadas y campañas no era producto de intereses
individuales, sino que era una obligación más que se desprendía de la condición
jurídica de “vecino”.
Sin embargo, casos como los aquí
expuestos superan a estas obligaciones y demuestran una actitud activa frente a
cualquier campaña que se les presente. Darío Barriera[103]
reflexiona frente a este constante derrotero, y nos invita a pensar que el
movimiento es algo más que una simple movilidad geográfica, y excede a “pautas
migratorias”. Tal vez, este derrotero responda a otros objetivos –ascenso
social, buscar vecindad en tierras más prometedoras, etc.-. Al mismo tiempo, no
debemos perder de vista que la forma de avance predilecta llevada a cabo por la
Corona era lo que se denomina “conquista privada”.
Respecto a la fundación de la ciudad
de Salta llevada a cabo por el gobernador Hernando de Lerma, Sánchez Garzón
cumplió un rol importante a pesar de no formar parte. Previo a su partida, en
instancias de organización de esta jornada, Lerma consultó a los vecinos más
antiguos sobre la conveniencia de fundar una ciudad en el Valle de Calchaquí o
en el de Salta. Allí aconsejó al gobernador sobre lo que consideraba su ubicación
más idónea, optando que la fundación se haga en Calchaquí por considerarla más
apta. Para este caso, fueron sus hijos –Bartolomé Garzón y Diego Garzón
“Mozo”-, invirtiendo todo “a su costa y misión”. Sobre este hecho en especial
el Padre Lozano afirma que estuvo en la fundación y es mencionado en la
probanza de Juan Gregorio Bazán[104],
pero su nombre no figura en las listas. En fin, haya participado o no, el hecho
es que fue consultado para una fundación tan importante y deseada como lo es la
ciudad de Salta, pues por considerarse uno de los más antiguos
conquistadores se espera que conozca la zona a la perfección.
Es interesante que en esta expedición falten nombres
importantes, como Hernán Mejía Miraval, Francisco de
Carvajal, entre otros. Ocurre nuevamente que las fricciones personales entre
vecinos y gobernadores influyen a la hora planear nuevas partidas. Levillier llama la atención respecto al hecho que el
Gobernador Hernando de Lerma no fuera bien recibido por los más antiguos
conquistadores, por su facilidad para cometer agravios contra ellos. Al mismo
tiempo, explica que
en su época abundaban los conquistadores que como Gonzalo Sánchez
Garzón, Alonso de Cepeda, Miguel de Ardiles, etc,
contaban ya cerca de sesenta años de edad y más de 30 en las Indias. Esos
hombres habían formado hogares, tenían hijos y nietos, cultivaban sus chacras,
labraban sus minas, dirigían sus obrajes y telares. Poco entusiasmo había de
encontrar ente ellos para nuevas fundaciones, que significaban no sólo la
entrega de tiempo y el peligro de las personas, sino también recursos y
alimentos que involucraban a veces sacrificios considerables[105].
Ya sea por faccionalismos o por agotamiento, la fundación de
Salta se dio en total soledad de los viejos conquistadores. El problema para
este caso, era que la mayoría de los conquistadores ya eran vecinos de las
principales ciudades de la Gobernación, y no les resultaba atractivo abandonar
sus encomiendas para mudarse a una ciudad que no se sabía si iba a perdurar.
Para evitar que Salta sea despoblada como otras ciudades del Tucumán, el
Gobernador Lerma tomó cartas en el asunto, y en primer lugar decidió dar el
ejemplo y avecindarse en el Valle. En palabras de Levillier
“No bastaba con fundar, era menester que los
conquistadores se avecinasen”[106].
Hasta donde sabemos, Gonzalo Sánchez
Garzón no contó con ostentosas riquezas, ni vínculos familiares con otros
invasores que le permitieran un rápido ascenso social. Más bien, fue haciéndose
de estas relaciones en los cuarenta años que presta servicios en el Tucumán,
entablando amistosas relaciones con los sucesivos Gobernadores que llegan. Pareciera
ser que ha servido sin quejas a las órdenes de los Gobernadores, a pesar de no
estar de acuerdo con sus órdenes:
los vezinos e
conquistadores de ella an servido a su magestad en todo lo que se a
ofrecido e les asydo mandado como sus leales vasallos
sin rehusar en cosa que se les a mandado aunque por
algunos gobernadores an sido maltratados[107].
En el censo realizado en las ciudades de la ciudad de
Santiago del Estero, San Juan Bautista de la Ribera, y Nuestra Señora de
Talavera, en 1608, queda registro de los dichos de uno de sus hijos, que
terminan de cerrar el cuadro general que ya hemos relatado sobre este conquistador:
Que se llama Hernando Garcón, de edad de treynta y quatro años, y es
natural desta ciudad, hijo lixítimo
del capitán Goncalo Sanchez Garcón, primero descubridor y
conquistador y poblador destas prouincias
de Tucumán y de las ciudad [sic] que en ellas están fundadas, como son la
ciudad de San Migel de Tucumán, San Gerónimo de Córdoua,
Nuestra Señora de Talavera, Salta[108].
Consideraciones finales
Más de la mitad de nuestros veintiocho casos de conquistadores –diecisiete
de hecho-, una vez que ingresan al Tucumán siguen ahí, rondando y participando
en gran parte de las fundaciones, jornadas y campañas que se les presentan. No
se contentan con la vecindad, tierras e indios ya conseguidas, y continúan su
derrotero. De los diecisiete casos que afirmamos siguen en movimiento, doce
logran vecindad en Santiago del Estero, Córdoba o Salta, y no por ello agotan
su participación activa en jornadas. Tanto Hernán Mejía Miraval,
como Alonso Díaz Caballero, y Gonzalo Sánchez Garzón, presentan esta
particularidad, y son un ejemplo de este rasgo común.
Para los casos de Hernán Mejía Miraval y Alonso
Díaz Caballero, vemos que ambos dos actúan como jefes de huestes -caudillos- en algún momento de su campaña, y cuentan con -o
van adquiriendo- un peculio suficiente para afrontar ellos mismos –al menos en
parte- el desembolso que requiere una empresa conquistadora. Gonzalo Sánchez
Garzón, en cambio, actúa más bien como un soldado que logró ascender más
lentamente en la jerarquía de esta nueva sociedad mediante estratégicas
relaciones –las cuales en algunos casos le ocasionaron conflictos[109]-,
y la insistencia en su participación en fundaciones.
Gracias a la sistematización y procesamiento de información mediante la
prosopografía, nos fue posible ajustar el foco de la lupa en esta ocasión, y
vislumbramos con casos concretos la variable movilidad territorial, que se
aplica a la mayoría de nuestros casos de estudio. La movilidad fue un rasgo
distintivo de la gran mayoría, más no en la totalidad. Pretendemos que
analizando en extenso tres casos que ejemplifican rasgos del conjunto, podamos
comprender mejor el proceso de asentamiento como vecinos feudatarios
entendiendo que este no fue lineal, directo, ni igual para todos. Lo que primó
en dicho proceso fue la constante movilización de recursos humanos, económicos
y políticos antes de asentarse definitivamente en una ciudad.
¿Qué motiva este constante
movimiento? En varias ocasiones, el movimiento continuaba más allá del hecho de
poseer o no vecindad y encomienda en una ciudad. Más allá de la obligación
militar como vecinos encomenderos de aportar sus recursos a las nuevas campañas
de conquista, no se termina de explicar este derrotero y lógica guerrera y
fundadora. En algunos de nuestros casos, como el de Hernán Mejía Miraval, la participación en diferentes jornadas no es sólo
con el objetivo de fundar u ocupar el territorio, sino que es parte de campañas de
reconocimiento y de otra índole, empresas a las cuales se une de manera voluntaria.
Esta actitud no es casual, sino como ya mencionamos anteriormente, responde en
parte a la necesidad de formar vínculos y lazos que les permitan ascender
social y militarmente, a la par que les permite acumular recursos y,
especialmente, consolidarse como caudillos capaces
de mantener el control sobre una hueste de soldados (y de partidarios).
A esta altura surge un interrogante que abre la puerta a próximos avances
de la investigación. Hemos visto, en los tres casos de
análisis enmarcados en la matriz prosopográfica, que
el derrotero no culmina con la obtención de la condición jurídica de vecino. Tanto en España como en América,
como explica Tamar Herzog[110],
lo que convertía la tierra en valiosa era la formación de una población formal,
del tipo europeo. Podía cambiarse la residencia o la vecindad de una comunidad
a otra, pero siempre los individuos se mantenían dentro de una vida socialmente
organizada. Este deseo de pertenecer a una comunidad se ve frecuentemente en
nuestros casos, pues más allá de cambiar su residencia o no logarla, el
objetivo de “ser vecino” no se pierde. De esta manera
pensamos que debería ponerse en discusión el tradicional término de “vecino” y
la categoría de “vecindad”, pues creemos que su estado y características en el
Tucumán del siglo XVI deben ser revisadas.
[1] Jara,
Álvaro, Guerra y sociedad en Chile, Editorial
Universitaria, Chile, 1981 [1961], p.17.
[2] Jara,
Álvaro, 1981 [1961], Ob. Cit., pp.
17-18.
[3] Assadourian, Carlos Sempat, “La
conquista”, en
Assadourian, C.S., Beato, G., Chiaramonte,
J.C., Historia Argentina. De la conquista a la
independencia, Paidós, Buenos Aires, 1972, p. 16.
[4] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., p. 23.
[5]
Presta, Ana María, Encomienda, familia y
negocios en Charcas colonial (Bolivia). Los encomenderos en La Plata
(1550-1600), Institutos de Estudios Peruanos, Perú, 2000, p. 21.
[6] Hemming, John, La conquista de los Incas,
Fondo de cultura económica, México, 1982 [1970].
[7] Jaimes Freyre, Ricardo, Historia del
Descubrimiento del Tucumán. Seguida de investigaciones históricas,
Universidad del Tucumán, Buenos Aires, 1916, p. 23.
[8]
Góngora, Mario, Los grupos de conquista en tierra firme
(1509-1530). Fisonomía histórico-social de un tipo de conquista,
Universidad de Chile, Centro de Historia Colonial, Chile, 1962, p. 9.
[9] Tomamos
como ejemplo el registro de la Jornada al Valle de Salta encabezada por el
Gobernador Hernando de Lerma en 1583. En el documento se detalla con precisión
qué y cuánto invirtió cada uno de sus participantes. Tenemos al Gobernador
Lerma que, entre otras cosas, invirtió “ocho cavallos
(...), cinco cotas y coracinas. Ocho arcabuzes. Seis
lanzas. Dos celadas de azero y quatro
de anta. Dos pistones (...)” Por otro lado, está Lorenzo Correa, que
solo invierte “una lanza celada armas de cavallo”. En: Levillier,
Roberto, Nueva Crónica de la Conquista del Tucumán,
Tomo III, Editorial Nosotros, Buenos Aires, 1931, pp. 300-311.
[10] Jaimes Freyre, Ricardo, 1916, Ob. Cit.,
p. 33.
[11] Jara,
Álvaro, 1981 [1961], Ob. Cit.
[12] Lockhart, James, Los de Cajamarca: un
estudio social y biográfico de los primeros conquistadores del Perú,
Vol. 1 y 2, Editorial Milla Batres, Lima, 1986.
[13]
Jara, Álvaro, 1981 [1961], Ob. Cit., p.
104.
[14]Como
se dio en la jornada comúnmente denominada “entrada de Diego de Rojas”, donde
ante la muerte de Rojas se generaron fuertes conflictos entre quienes se disputaban
el liderazgo vacante sobre las huestes.
[15] Stern, Steve, “Paradigmas de la conquista: historia,
historiografía y política”, en Boletín del Instituto de
Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani,
Nº 6, Buenos Aires, 1992, p. 13.
[16] Assadourian, Carlos Sempat, 1972,
Ob. Cit., p. 27.
[17] Zorraquín Becú, 1959. La organización política argentina en el período Hispánico, Emecé Editores, Buenos Aires, 1959, p. 104.
[18] Hemming, 1982 [1970], Ob. Cit., p.
204.
[19] Hemming, 1982 [1970], Ob. Cit.
[20] Levillier, Roberto, Probanzas de Méritos y
Servicios de los Conquistadores, Tomo I (1548-1583), Sucesores de Rivadeneyra, Colección de publicaciones históricas de la
biblioteca del Congreso Argentino, Madrid, 1919, pp. 1-68.
[21] Levillier, Roberto, “Conquista y organización del Tucumán”;
en Levene, Ricardo (Dir.), Historia de
la Nación Argentina, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1939, p.
251.
[22] Palomeque, Silvia, "El mundo indígena. Siglos XVI-XVIII",
en Tandeter, Enrique (Dir.): Nueva
Historia Argentina, Tomo II: La sociedad colonia, Ed. Sudamericana,
Buenos Aires, 2000, pp.87-143; Palomeque, Silvia, “El
Tucumán durante los siglos XVI y XVII. La destrucción de las 'Tierras Bajas' en
aras de la conquista de las 'Tierras Altas”, en Aguilar, Y., Martini, Y., y Perez Zavala, G. (Comps.), Las sociedades de los paisajes áridos y semiáridos del centro oeste
argentino, Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina, 2009, pp.
173-206.
[23]
Un nuevo abordaje sobre el proceso inicial de la invasión y los conflictos con
Chile, Carmignani, Leticia, “Exploración, invasión y
conflictos entre huestes. Lenta y conflictiva conformación de la Gobernación
del Tucumán (1535-1563)”, en este mismo Dossier.
[24] Palomeque, Silvia, "El mundo indígena. Siglos XVI-XVIII",
en Tandeter, Enrique (Dir.), Nueva
Historia Argentina, Tomo II: La sociedad colonial, Ed. Sudamericana,
Buenos Aires, 2000, p. 103.
[25] Assadourian, Carlos Sempat, 1982
[1968], Ob. Cit., pp. 18-49.
[26] Levillier, Roberto, Probanzas de Méritos y
Servicios de los Conquistadores, Tomo II (1583-1600), Sucesores de Rivadeneyra, Colección de publicaciones históricas de la
biblioteca del Congreso Argentino, Madrid,1920, p. 69.
[27] Levillier, Roberto, 1919, Ob. Cit.
y Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit.
[28]
"Información de los méritos y servicios del capitán Alonso Díaz Caballero
en el Nuevo Reino de Granada y provincia de Tucumán con Blasco Núñez Vela y el
presidente Gasca", 1564 (AGI.PATRONATO, 153, N.6, R.1).
[29] Quarleri, Lía, “Los conquistadores del Tucumán a través de
las probanzas de méritos y servicios del siglo XVI” en Memoria
americana Cuadernos de Etnohistoria, N° 6, Instituto de Ciencias
Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1997, p. 94.
[30] Lockhart, James, 1986, Ob. Cit.
[31] Quarleri, Lía, Guerreros, señores y
cabildantes. Conquistadores y Colonizadores del Tucumán Colonial. 1550-1600,
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires.
Inédita, 1996; Quarleri, Lía, 1997, Ob. Cit.
[32] Quarleri, Lía; 1997, Ob. Cit., p.
95.
[34] Lorandi, Ana María, “Introducción” en Lorandi,
Ana María (Comp.), El Tucumán Colonial y
Charcas. Vol.1. FFyL-UBA, Buenos Aires,
1997, pp.15-71.; Lorandi, Ana María, “Las rebeliones indígenas”,
en Tandeter, E. (Dir.), La sociedad
colonial. Nueva Historia Argentina, Tomo 2, Ed. Sudamericana, Buenos
Aires, 2000, pp. 285-329.
[35] Pedro
González de Prado, Juan Núñez de Prado, Gonzalo de Bardales, Nicolás de
Heredia, Francisco de Aguirre, Alonso Domínguez, D. García de Mendoza y
Manrique, Bartolomé Díaz, Juan Bautista de Alcántara, Rodrigo de Cantos, Alonso
Díaz Caballero, Lorenzo Suárez de Figueroa, Hernando de Retamoso,
Juan Pérez de Zorita, Francisco Rengifo, Hernán Mejía Miraval,
Juan Gregorio de Bazán, Francisco de Cárdenas, Nicolás de Garnica, Alonso de la
Cámara, Juan Ramírez de Velasco, Francisco de Argañarás
y Juan Pedrero de Trejo. El orden en el que se mencionan es el mismo en el cual
aparecen en los tomos de Levillier, siguiendo el
orden cronológico de los documentos.
[36]
Estos documentos complementan la información de las probanzas de Alonso
Domínguez, Alonso Díaz Caballero, Hernando de Retamoso
y Hernán Mejía Miraval.
[37]
Consultaremos también la Correspondencia de Cabildos y Gobernadores en: Levillier, Roberto, Correspondencia de los
Cabildos en el Siglo XVI, Sucesores de Rivadeneyra,
Colección de publicaciones históricas de la biblioteca del Congreso Argentino,
Madrid, 1918; y las Actas del Cabildo de Córdoba en Luque Colombres,
Carlos. (Dir.), Actas Capitulares de la Ciudad de Córdoba,
Libro Primero, Archivo Municipal de Córdoba, Córdoba, 1974. Por otra parte,
contamos con los tres tomos de la Nueva Crónica de la
Conquista del Tucumán que nos brindan la historia tradicional de la
conquista del Tucumán, elaborada por Levillier a
principios del siglo XX, que sigue siendo de ineludible consulta, junto con los
trabajos de Lizondo Borda y Jaimes
Freyre, los cuales serán consultados para la reconstrucción de la historia
política, y como marco de reconstrucción de las trayectorias individuales de
los invasores. Así mismo, consultamos los trabajos de Toribio Medina para
Chile, trabajos que nos brindan información sobre la actuación en territorio
chileno de nuestros conquistadores. En sus treinta tomos de la Colección de
Documentos Inéditos para la Historia de Chile, este autor recopila Probanzas de
Méritos y Servicios para Chile, donde podemos identificar como participantes o
testigos a algunos de nuestros casos de análisis. Finalmente, en el PARES se encuentran completas
algunas de las probanzas tomadas por Levillier, a la
vez que pueden consultarse otros documentos referentes a nuestros invasores.
[38]
Ferrari, Marcela, “Prosopografía e historia política. Algunas aproximaciones”,
en Antítesis, Vol. III, N° 5, pp. 529-550.
[39]
Stone, Lawrance, “Prosopografía”, en El pasado y el presente, FCE, México, 1986 [1971], p. 61.
[40] En
Góngora, Mario, Los grupos de conquista en tierra firme
(1509-1530). Fisonomía histórico-social de un tipo de conquista, Universidad
de Chile, Centro de Historia Colonial, Chile, 1962
[41] En
Lockhart, James, 1986, Ob. Cit.
[42]
En función de la información relevada hasta el momento, entendemos que la gran
mayoría provienen de España, siendo 14 los casos. Sólo sabemos de uno que nació
en las Indias en 1540: Hernando de Retamoso. De igual
forma, conocemos las edades de 15 invasores, naciendo estos entre el año 1510 y
1560. Del total de 28, son 15 los que participan en los conflictos del Perú,
luchando todos contra la sublevación de Gonzalo Pizarro.
[43] Avances
parciales sobre esta investigación en: Plomer,
Florencia, “Derrotero de las huestes invasoras en Tucumán, 1535-1600. Una
prosopografía del movimiento”, incluido en Actas IV Jornadas Taller
de Trabajo Final de Licenciatura (TFL)/Seminarios. Cuestiones
teórico-metodológicas y procesos de investigación, FFyH-UNC, Córdoba, 2016, pp. 41-52 [En línea] https://ffyh.unc.edu.ar/editorial/wpcontent/uploads/sites/5/2013/05/EBOOK_JORNADAS_2016.pdf
(Consultado el 17/11/2017).
[44]
De los veintiocho casos seleccionados, sabemos que no todos son grandes
capitanes o jefes de hueste, como Hernán Mejía Miraval,
sino que contamos con Probanzas de Méritos y Servicios de individuos que
podrían clasificarse como “soldados” o “segundones”, tal es el caso de Rodrigo
de Cantos entre otros. A su vez, contamos con conquistadores de renombre,
herederos de familias importantes y reconocidas, dones, como Francisco de Argañarás. De los veintiocho casos considerados con la
documentación disponible, constatamos que trece ingresaron por primera vez en
1543 en la compañía de Diego de Rojas, cuatro ingresaron por primera vez con
Juan Núñez de Prado en 1549. En total entonces, dieciocho –considerable número-
ingresaron tempranamente, ya sea con Rojas o con Núñez de Prado, y son diez los
que llegan en otras expediciones. Como ya dijimos, la misma se compuso de
aproximadamente 70 soldados, entre los cuales veintiocho -como mínimo- ya
conocen el territorio, como por ejemplo tres casos de nuestra prosopografía:
Gonzalo Sánchez Garzón, Martín de Rentería y Juan Pérez Moreno. De los cuatro
que ingresan en 1549 con Núñez de Prado, se destacan las trayectorias de Hernán
Mejía Miraval y Alonso Díaz Caballero que tienen una
lógica de movilidad extrema
[45] No
desconocemos que algunos de estos conquistadores, especialmente Hernán Mejía Miraval, también proyectaron su movilidad al litoral. Por
cuestiones analíticas, dejaremos de lado en esta oportunidad esto y remitimos a:
Barriera, Darío, “Conjura de mancebos. Justicia, equipamiento político del
territorio e identidades. Santa Fe del Río de la Plata, 1580”, en Justicias y Fronteras. Estudios sobre historia de la justicia en el Río
de la Plata. (Siglos XVI-XIX), Servicio de Publicaciones Red
Columnaria, Universidad de Murcia, Murcia, 2009, pp. 11-50. Y Barriera, Darío,
"Un rostro local de la Monarquía Hispánica: justicia y equipamiento
político del territorio al sureste de Charcas, siglos XVI y XVII”, en Colonial Latin American Historical
Review, Vol. 15, University
of New Mexico, Albuquerque, 2010, pp. 377 – 418.
[46] Levillier, Roberto, Nueva Crónica de la
Conquista del Tucumán, Tomo I, Sucesores de Rivadeneyra,
Madrid, 1926; Levillier, Roberto, Biografías
de Conquistadores de la Argentina en el Siglo XVI. Tucumán, Imprenta
de Juan Pueyo, Madrid, 1933.
[47] Las
jornadas “internas” de las cuales hablamos y que fueron muy habituales durante
la segunda mitad del siglo XVI fueron, entre otras: la jornada de fundación
encabezada por Juan Pérez de Zorita en los años 1558, 1559 y 1560, que dio
lugar a las luego destruidas ciudades de Londres, Córdoba del Calchaquí y
Cañete; Jornada de fundación de la ciudad de Nieva en 1562, asentada en Jujuy,
que sería despoblada rápidamente; Jornada de fundación de San Miguel en Ibatín, encabezada por Diego de Villarroel, en el año 1565;
expedición de reconocimiento de Francisco de Aguirre a “Los Comechingones” en
1566; jornada encabezada por Diego Pacheco, con la orden de repoblar la ciudad
de Córdoba de Calchaquí en 1567, que termina fundando de manera ilegal la
ciudad de Talavera de Esteco; jornada de
reconocimiento al Bermejo por Juan Gregorio Bazán en 1568; jornada de
reconocimiento encabezada por Lorenzo Suárez de Figueroa, en 1572, a los
Comechingones; expedición de reconocimiento y empadronamiento a cargo de Hernán
Mejía Miraval, en 1573, al Valle de Soto; Jornada de
fundación de San Francisco de Alava en 1574,
encabezada por Pedro de Zárate; Jornada del Gobernador Abreu en 1577 cuyo fin
es fundar Salta, ciudad que no se emplaza, y en su lugar se funda San Clemente
(trasladada y re fundada tres veces); Jornada del Gobernador Lerma en 1583,
encargada de la fundación de la ciudad de Salta; Campaña en 1588, encabezada
por el Gobernador Ramírez de Velasco, con el fin de reconocer y persuadir a los
indios del Valle Calchaquí; Jornada del Gobernador Ramírez de Velasco en el año
1590 , que logra fundar la ciudad de La Rioja y en 1593 manda a Francisco de Argañarás a fundar la ciudad de San Salvador de Velazco en
el Valle de Jujuy; entre otras jornadas de castigo.
[48]
Si nos focalizamos en aquellos que ingresaron por primera o segunda vez al
Tucumán con Juan Núñez de Prado -en tanto esta es la primera expedición
fundadora-, podemos observar que todos participan en la fundación de Barco I y
sus posteriores traslados; asisten a la de Santiago del Estero en la década de
1550, e incluso algunos continúan acompañando a la hueste en las siguientes
fundaciones de Pérez de Zorita -como Córdoba de Calchaquí, Cañete o Londres a
fines de la década y a principios de la de 1560-. Más aún, en dos de los casos,
una vez asentados como vecinos feudatarios en Santiago del Estero, podemos
observar la decisión de continuar con esta lógica de movimiento de las huestes
al participar por ejemplo en la jornada y fundación de la ciudad de Córdoba con
Jerónimo Luis de Cabrera ya en la década de 1570, consolidándose como vecinos
encomenderos y fundadores de linaje en esta última jurisdicción.
[49] Quarleri, Lía, 1996, Ob. Cit., pp.
37-61.
[50] Stern, Steve, 1992, Ob. Cit.
[51] Levillier, Roberto, 1933, Ob. Cit., p. 117.
[52] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit.,
p. 20.
[53]
Este efímero emplazamiento se realizará en el valle
de Tucumán (piedemonte oriental del Aconquija), donde luego se erigirán las
ciudades de Cañete y posteriormente la de San Miguel en Ibatín.
Esta primera fundación generará conflictos con las huestes del capitán
Francisco de Villagra, que tenían apostada una ranchería a unas veinticinco
leguas de Barco. Así se iniciará un conflicto jurisdiccional con la Gobernación
de Chile que se extiende hasta 1563 con la creación de la Gobernación del
Tucumán. Fruto de estos tempranos enfrentamientos entre huestes y a la
hostilidad indígena, es que la ciudad de Barco en el Valle de Tucumán queda
desprovista de recursos, y en Junio-Julio de 1551 se decide darle traslado a un
punto lejos de los límites chilenos. A pesar del reciente asentamiento de Barco
II, pasado un año, sus primeros pobladores se quedarán sin víveres ni
bastimentos, decidiendo nuevamente darle traslado, esta vez a la zona de los Juríes, a media legua de donde se ubicará la próxima ciudad
de Santiago del Estero. En: Levillier, Roberto, 1926,
Ob. Cit.
[54]
En todos los casos el subrayado es nuestro.
[55] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit.,
p. 23.
[56]
Luque Colombres, Carlos, Para la
Historia de Córdoba. Monografías, artículos y otros escritos, Biffignandi Editorial, Córdoba, Argentina, 1973, p. 330.
[57] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 23.
[58] Levillier, Roberto,
1919, Ob. Cit.,
p. 144.
[59] Pedro
de Valdivia, con la intención de encontrar una salida al Atlántico para Chile,
envía a su Teniente de Gobernador Francisco de Aguirre a que tome posesión de
la ciudad de Barco III y destituya a Núñez de Prado. Un análisis sobre este
conflicto en Carmignani, Leticia, en este mismo
Dossier. Aguirre presenta en esta instancia una peculiaridad: él fue uno de los
primeros en entrar al Tucumán, pues formó parte de aquella primera entrada en
1535 liderada por Diego de Almagro. En: Levillier,
Roberto, 1926, Ob. Cit.
[60]
El resaltado nos pertenece en todos los casos.
[61] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 32.
[62] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 102.
[63] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 25.
[64] Levillier, Roberto;
1926, Ob. Cit., p. 233.
[65] Levillier, Roberto; 1933, Ob. Cit., p.
119.
[66] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 31.
[67] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit.,
p. 40.
[68] Este
hecho consta en los numerosos nombramientos que se le asignan: Comisión de
Jerónimo Luis de Cabrera para visitar pueblos de indios en Córdoba en 1573;
Instrucción por el mismo Gobernador para la jornada al valle de Soto en 1573;
Título de lugarteniente de Gobernador de Santiago del Estero otorgado por el
Gobernador Abreu en 1578; Comisión de Abreu para que saliera al encuentro de
Juan de Garay y lo ayudase en 1578; Comisión del Gobernador Ramírez de Velasco
para prender a Juan Bautista Muñoz en 1586; y un poder del mismo gobernador
para que se ofreciese seguro de vida a Juan Bautista Muñoz en 1586. En: Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit.,
pp. 593-605.
[69] Luque
Colombres, Carlos, Para la Historia
de Córdoba. Monografías, artículos y otros escritos, Biffignandi Editorial, Córdoba, Argentina, 1971, p. 25.
[70] Luque
Colombres, Carlos, 1971, Ob. Cit.,
p. 129.
[71] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., p. 555.
[72] Levillier, Roberto,
1919, Ob. Cit.,
p. 582.
[73]
Lozano, Pedro, Historia de la conquista del Paraguay, Río
de la Plata y Uruguay. Escrita por el P. Pedro Lozano de la Compañía de Jesús,
Tomo III, Imprenta Popular, Buenos Aires, 1874, p. 284.
[74] El
nuevo gobernador Lerma, entró al Tucumán con el objetivo de aprender y castigar
al depuesto gobernador y a sus aliados por las frases agraviantes propiciadas
contra él, el 17 de junio de 1580. Al llegar los soldados a la casa de Abreu,
lo encontraron solo, sin guardia. Le informaron al ex gobernador que el Hernando
de Lerma estaba en camino, y que era de urgencia convocar al Cabildo para
recibirlo como nuevo gobernador. En ese mismo momento, Mejía Miraval (partidario de Abreu) entró al recinto, y luego de
confusos mensajes, se entablaron en lucha. Ante esta insurrección, Abreu fue
puesto presto, y Mejía Miraval castigado a destierro.
En: Levillier, Roberto, 1933, Ob. Cit. Estos
acontecimientos y conflictos entre Cabrera, Abreu y Lerma, junto con sus respectivos
partidarios, se relacionan con procesos de mayor alcance regional que incluyen
a la ciudad de Santa Fe de la Veracruz y que permiten, por lo menos, plantear
la necesidad de reflexionar sobre la extensión de los vínculos y de la
movilidad de los conquistadores y, especialmente, de Hernán Mejía Miraval.
[75] Zorraquín Becú, 1959. Ob. Cit., p. 100.
[76]
Trujillo, Oscar, “Fiadores, confidentes, amigos y paniaguados: élite local y
gobierno en el Buenos Aires colonial temprano”, en Anuario del
Programa de Estudios Históricos Antropológicos Americanos-UNLu.,
Año 2, N° 2, Buenos Aires, 2017, pp. 19-45.
[77] Levillier, Roberto, 1933, Ob. Cit.
[78] Quarleri, Lía, 1996, Ob. Cit.
[79] Levillier, Roberto, 1933, Ob. Cit.,
pp. 71-79.
[80]
"Información de los méritos y servicios del capitán Alonso Díaz Caballero
en el Nuevo Reino de Granada y provincia de Tucumán con Blasco Núñez Vela y el
presidente Gasca", 1564, Ob. Cit.
[81] Levillier, Roberto, 1926, Ob. Cit.,
p 103.
[82]
En Lozano, Pedro, 1874, Ob. Cit.
[83] Levillier, Roberto,
1919, Ob. Cit., pp. 427-432.
[84] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., pp. 427-428.
[85] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., pp. 428-429.
[86] Levillier, Roberto; 1933,
Ob. Cit., pp. 71-79.
[87] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 430.
[88] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., p. 430.
[89]
En los trabajos de Luque Colombres figura también
como vecino de la ciudad de Córdoba, pero creemos que se hace referencia a su
nieto homónimo.
[90] Levillier, Roberto, 1919, Ob. Cit.,
pp. 431-432.
[91] Calabalax era uno de los repartimientos de indios en el
partido del Río Salado, la importancia de las encomiendas en el Salado en términos
de caudal demográfico, y como empresas productivas en el periodo colonial
temprano, ha sido señalada por: Castro Olañeta,
Isabel, “Donde estan situados los mas
yndios de la jurisdicción desta
ciudad”. Un acercamiento etnohistórico a las encomiendas y pueblos de indios
del Río Salado. Santiago del Estero entre fines del siglo XVI y principios del
siglo XVII”, en Revista Surandino
Monográfico, Vol. 3, N° 2, Programa de Historia de América Latina
(PROHAL), Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Buenos Aires, 2013, pp. 1-23.
[92]
Pérez, Vicente Juan y Pérez, María Fanny, El Español de la Argentina.
Documentos para su Historia, Vol. I, Universidad Nacional de Salta,
Argentina, 1997, p. 36.
[93]
Pérez, Vicente Juan y Pérez, María Fanny, 1997, Ob. Cit.,
p. 37.
[94]
Luque Colombres, Carlos, 1973, Ob. Cit., p. 325.
[95] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 427.
[96] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., p. 432.
[97] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., pp. 220-335.
[98] Levillier, Roberto, 1920, Ob. Cit., p. 245.
[99] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., p. 243.
[100]
Formó parte de la fundación de Barco I, y sus mudanzas., para luego irse
acompañando a Miguel de Ardiles y a Nicolás Carrizo a Potosí en busca de
socorros. A su regreso, tomó parte de la fundación de Santiago del Estero,
donde consigue su vecindad, y se encamina con Juan Gregorio Bazán a la
expedición al Río Salado, ayudando al desbarate de indios. Junto con Hernán
Mejía Miraval y Alonso Díaz Caballero, participó de
las huestes de Pérez Zurita, que dieron origen a Londres, Córdoba del Calchaquí
y Cañete, y acudió al auxilio a estas. Permaneció en la capital de la
gobernación, con el propósito de defenderla de los ataques de naturales, hasta
que Aguirre retorna en 1564. Acto seguido, participó de la fundación de San
Miguel de Tucumán, y tomó parte de la Jornada de Aguirre a los Comechingones en
1566. Se halló en la fundación de Talavera en 1567, y al poco tiempo vuelve al
Perú con Pedro de Arana, escoltando al depuesto Aguirre. Es probable que
regresada al Tucumán con el capitán Mejía Miraval,
escoltando al nuevo gobernador Jerónimo Luis de Cabrera. Durante el gobierno de
Gonzalo de Abreu no se sabe mucho, sólo que viajó dos veces al valle Calchaquí,
probablemente en los dos fallidos intentos de fundar San Clemente de la Nueva
Sevilla. En: Levillier, Roberto; 1933,
Ob. Cit., pp. 183-186.
[101] Levillier, Roberto, Correspondencia de los
Cabildos en el Siglo XVI, en Sucesores de Rivadeneyra,
Colección de publicaciones históricas de la biblioteca del Congreso Argentino,
Madrid, 1918, p. 136.
[102] Levillier, Roberto, 1918, Op. Cit., p. 286.
[103]
Barriera, Darío G., Abrir puertas a la tierra.
Microanálisis de la construcción de un espacio político. Santa Fe, 1573-1640,
Museo Histórico Provincial de Santa Fe, Santa Fe, Argentina, 2013.
[104] Levillier, Roberto,
1920, Ob. Cit., pp. 220-335.
[105] Levillier, Roberto,
1931, Ob. Cit., p. 97.
[106] Levillier, Roberto,
1931, Ob. Cit., p. 100.
[107] Levillier, Roberto,
1918, Ob. Ci.t, p.139.
[108] Pérez,
Vicente Juan y Pérez, María Fanny, 1997,Ob. Cit., p.
72.
[109] Nos
referimos a las disputas en las cuales se ve enredado entre Francisco Aguirre y
Juan Núñez del Prado.
[110] Herzog, Tamar, “Ciudad y ciudadanía
en el mundo hispano y atlántico”, en Anuario IEHS,
Vol. 25, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires,
Buenos Aires, 2010, pp. 167-177.