LAS COMUNIDADES RELIGIOSAS: ENTRE LA POLÍTICA Y LA
SOCIEDAD
Santos Lepera, Lucía y Cynthia Folquer (coordinadoras).
Imago Mundi, Buenos Aires, 2017, 246 páginas
La obra aquí
reseñada integra la colección Historias Temáticas de Tucumán, como parte del
conjunto de actividades impulsadas por el gobierno tucumano, a través del Ente
del Bicentenario, en ocasión del festejo del Bicentenario de la Independencia
argentina. Para este tomo las coordinadoras se propusieron el desafío de un
estudio de larga duración “de las instituciones religiosas en tanto
organizaciones complejas y heterogéneas, cuyos actores entablaron relaciones
atravesadas por conflictos, desencuentros y rupturas”. La tarea de síntesis
sobre la temática, sin precedentes en Tucumán, es llevada a buen puerto por un
grupo de reconocidos historiadores especializados en distintos períodos y problemas
de la historia religiosa local, miembros del Instituto de Investigaciones
Históricas “Prof. Manuel García Soriano”, de la Universidad del Norte Santo Tomás
de Aquino, y del Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET).
Por razones obvias, en el texto predomina el análisis de la
historia de la Iglesia Católica y de su relación con el Estado, aunque en el
tramo final se reconocen los aportes de las confesiones con mayor presencia en
la provincia. Para analizar este extenso y complejo mundo de las comunidades
religiosas, la obra se dividió en una introducción y seis capítulos precedidos
de su propia introducción, más un anexo con datos cuantitativos. Si bien cada
uno de los autores convocados para esta ardua tarea aporta parte de sus propios
trabajos académicos, el estudio se nutre de la producción historiográfica
nacional y provincial de las últimas décadas, permitiéndoles mostrar la
complejidad del objeto de estudio y la polifonía resultante de la profusión de
voces de los diferentes actores abordados. A ello también contribuyen las
fotografías, mapas, cuadros y tablas intercaladas a lo largo de sus doscientas
cuarenta y seis páginas.
“El problema religioso durante el orden posindependentista
(1810-1853), es el título del primer capítulo,
a cargo de Sara Amenta y Cynthia Folquer, quienes luego de repasar los
aspectos más salientes de la Iglesia colonial, analizan la primera mitad del
siglo XIX, centrándose en el rol que tuvieron los curas durante el proceso
independentista. Cerrada la revolución, la inestabilidad política y las luchas
facciosas darían el tono a la autonomía provincial, conformando un escenario
propicio para el protagonismo público de algunos hombres consagrados. Las
autoras destacan que en la década de 1830 “una nueva mentalidad en materia
religiosa comenzó a vislumbrarse en Tucumán”, durante el gobierno de Alejandro
Heredia, cambios que generaron roces con las autoridades eclesiásticas.
En el capítulo “La Iglesia Católica ante la construcción del
Estado provincial: entre la colaboración y el conflicto (1853- 1920)”, Cynthia
Folquer y Estaban Ábalo, abordan el proceso de la consolidación institucional
de la Iglesia Católica, su vertiginosa expansión y los arduos debates por las “leyes
laicas” que definirían los ámbitos de competencia del Estado provincial y de la
Iglesia tucumana, pero también se detienen en el contexto de eclosión de la
cuestión obrera y los avances del asociacionismo laico. Aunque revisan varios
temas que incidieron en la relación Estado-Iglesia, se analizan especialmente la
participación política del clero, el destino del presupuesto dado al culto
católico y las iniciativas de los feligreses a través de las comisiones
pro-templo. Para los autores, la secularización en Tucumán no fue “un ataque de
las instituciones públicas a la religión o el desplazamiento de la religión del
espacio público al ámbito privado, sino la conformación de estos espacios
autónomos, pero interrelacionados”. Además, en 1897 se erigió la diócesis de
Tucumán y en ese marco -de la mano de algunos religiosos- afloraron principios
del catolicismo social divulgados por la encíclica Rerum
Novarum, que impulsaron la creación de círculos obreros. En este
tramo de la obra se destacan los cambios en la fisonomía diocesana que
propiciaron la configuración de una cultura y un espacio urbanos, y la
construcción de “redes humanas y sociales”.
En el capítulo 3, “La Iglesia Católica entre la
consolidación institucional y la politización (1930-1955), Lucía Santos Lepera
se ocupa de las profundas transformaciones políticas de un período en el que la
institución eclesiástica cobró centralidad, procurando poner en diálogo a los
actores eclesiásticos, teniendo en cuenta las trayectorias, los roles asumidos
por cada uno y su inserción en procesos de profundas transformaciones. Primeramente,
repasa la década del ´30 marcada por la expansión institucional, el fortalecimiento
de la Iglesia provincial y de la figura obispal que impuso un severo disciplinamiento, que encontró
resistencia en un clero secular comprometido con la dinámica política y social.
Además, el nacimiento de la Acción Católica, fue una apuesta a la “reconquista”
de la sociedad y la articulación con el Estado, por lo que la asociación influiría
en la agenda pública. Sin embargo, para la autora, la Iglesia tucumana asumió
parcialmente el discurso del catolicismo integral con el ideario de la “Nación
Católica”, al tiempo que los gobiernos radicales opusieron límites a la
“cristianización” emprendida por el laicado.
Estudiosa de las relaciones entre el peronismo y la Iglesia
provincial, Santos Lepera desarrolla extensamente el tema apoyándose en su
prolífica producción. Aquí analiza la polarización política e ideológica en el
seno de la Iglesia ante el ascenso del peronismo, y de
qué manera los cuadros laicos y los curas párrocos se politizaron, mientras el
obispo llamaba a la prudencia, pero a la vez tomaba partido por Juan Domingo
Perón como heredero de la “Revolución de Junio” y sus postulados. En Tucumán,
la compleja relación entre la Iglesia y el gobierno tuvo sus primeras fisuras
cuando el orden social se vio amenazado por la movilización de los
trabajadores. Desde 1952, la diócesis adquiere otra impronta, pero si en el
escenario nacional la Iglesia tomaba cada vez mayor distancia del poder
político, en la provincia las autoridades estrecharon vínculos con la jerarquía
diocesana, aunque la actividad de la Acción Católica se reactivó desde una
posición crítica y desafiante ante la gobernación provincial. Durante los
últimos meses del gobierno peronista, fue el clero parroquial el punto de
encuentro entre catolicismo y peronismo, continuando con la tradición de la
doctrina social de la Iglesia.
En el cuarto capítulo, “Las fracturas en el mundo católico:
religión y radicalización política (1955-1976) Santos Lepera y Folquer explican
cómo tras la caída del peronismo una parte del laicado buscó una vía para el
“ideario católico y democrático” y la encontró en el Partido Demócrata
Cristiano, y de qué manera un sector del clero diocesano revisó sus vínculos
con la clase obrera. Ambos grupos conformaron el “campo renovador”. En 1957 la diócesis es
elevada al rango de arzobispado y se crea el obispado de Concepción en el sur
de la provincia, que nacía con un particular dinamismo al calor de las reformas
teológicas en momentos que había que hacer frente a la crisis social de los
´60. Se analiza, además, la recepción de los postulados del Concilio Vaticano
II: la prudencia y resistencia del arzobispado que fue a contrapelo de la
acogida que tuvieron entre varios párrocos que más tarde engrosarían el MSTM; el
apoyo a los cambios en la diócesis del sur, corroída por la crisis social y
donde surgieron grupos de laicado comprometidos con la realidad. A raíz de la crisis
política y social de fines de los ´60, aparecieron nuevos organismos de
gobierno diocesano, nuevos movimientos católicos de laicos y una “pastoral
orgánica” con la que el laicado adquirió más protagonismo.
El quinto capítulo “De la dictadura a la recuperación
democrática: la relación Iglesia-Estado (1976-2001) está a cargo de Lucía
Santos Lepera y Esteban Ábalo. En él, si bien se reconoce la complejidad que
implica el abordaje de la polémica vinculación de la Iglesia Católica con el
gobierno de facto, los autores se apoyan en trabajos logrados por la
historiografía nacional para animarse a emprender el examen de estas relaciones
a nivel provincial. Aquí se buscó –y en gran medida se logró- reconstruir esta
etapa, casi inexplorada del pasado de Tucumán, mostrando que también la Iglesia
provincial presentaba un panorama heterogéneo, con conflictos y contradicciones
que obligan a prestar atención a matices e itinerarios diversos de los
involucrados. Se revisa especialmente el accionar de los actores eclesiales
durante el llamado “Operativo Independencia: capellanes militares, miembros de la jerarquía eclesiástica, los militantes
católicos, seminaristas y curas tercermundistas que continuaron con su
ministerio durante los años dictatoriales y fueron víctimas del terrorismo de
Estado y del disciplinamiento impuesto por las más altas autoridades de la
Iglesia, lo que condujo a una fractura en el seno de la institución. En
consonancia con lo que ocurrió a nivel nacional, desde 1983 la Iglesia tucumana
fue portadora de un discurso conciliador, ubicándose por encima de los
conflictos y apoyando la recuperación de la vida democrática, aunque en Tucumán
la reconciliación implicó el “perdón” y no la revisión del pasado reciente, reavivándose
de este modo los roces y los distanciamientos. El carácter conservador,
centralizado e intransigente del gobierno diocesano llevó a un conflicto con el
clero, entre los que todavía actuaban hombres vinculados al movimiento
tercermundista, quienes cuestionaron abiertamente a la jerarquía. Durante la
década menemista, la prédica condenatoria de las políticas neoliberales, una
mayor presencia de eclesiásticos, del laicado y de diferentes instituciones católicas
en zonas vulnerables de la provincia le permitieron a la Iglesia recuperar su posición
privilegiada como referente social.
El libro cierra con un capítulo consagrado al estudio de las
comunidades religiosas de mayor arraigo en Tucumán, hasta ahora también, una
labor pendiente de la historiografía tucumana, a pesar de la existencia de
algunos trabajos referidos a ciertas confesiones religiosas que son parte del
sustento de esta investigación. En “La diversidad religiosa: entre la intolerancia
y el diálogo”, Cynthia Folquer rescata los aportes de judíos, protestantes, de
cristianos ortodoxos y musulmanes al desarrollo social y cultural de la
provincia, mediante la historia oral con la que apela a la memoria de distintos
miembros de las comunidades. Es un viaje a los orígenes de las mismas, un
repaso de los hitos de las historias comunitarias, de las fechas entrañables,
remembranzas de fracasos, de desmembramientos, y del padecimiento de la
intolerancia hasta la instalación de un clima de diálogo interreligioso y
ecuménico desde la segunda mitad del siglo XX.
El libro viene a llenar con creces un vacío notorio en la
historiografía provincial, a la vez que deja planteados interrogantes a futuro.
Se trata de un esfuerzo de recoger más de dos siglos de historia y hacerla
accesible a un público amplio desde perspectivas actualizadas, aunando una
serie de tesis propias, otras ajenas y las clásicas para construir un relato
que es, finalmente, una gran contribución al conocimiento de una arista poco
conocida, pero de enorme trascendencia en el pasado provincial.
Estela Calvente
Instituto de Investigaciones Históricas
“Prof. Manuel García Soriano”
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