EL
PARTIDO COMO TERRENO DE DISPUTAS: LA UNIÓN CÍVICA RADICAL INTRANSIGENTE DE
TUCUMÁN (1957-1962)
THE PARTY AS A FIELD OF DISPUTES: THE INTRANSIGENT RADICAL CIVIC UNION
OF TUCUMÁN (1957-1962)
Leandro Ary Lichtmajer
Instituto
Superior de Estudios Sociales (UNT/CONICET)
Facultad de
Filosofía y Letras (UNT).
leandrolichtmajer@gmail.com
Fecha de ingreso: 18/10/17
Fecha de aceptación: 26/12/17
Resumen
Los interrogantes sobre el derrotero
del radicalismo en la etapa de inestabilidad política y conflictividad social
comprendida entre los golpes de Estado de 1955 y 1962 se vinculan a la
necesidad de desentrañar la trayectoria de los partidos en una etapa clave de
la historia argentina contemporánea. En ese contexto, el análisis del
surgimiento y trayectoria de la Unión Cívica Radical Intransigente en la
provincia de Tucumán (Argentina) procura poner en debate las interpretaciones
estructuradas alrededor de la noción de partido instrumental. Este rasgo habría
derivado del liderazgo centralizado de Arturo Frondizi, fundador de la UCRI y
presidente de la nación entre 1958 y 1962, y de una debilidad intrínseca del
partido desde el punto de vista organizativo. Desde nuestro punto de vista,
dicha noción obstaculizó los análisis centrados en la fisonomía de la
organización y sus conflictos internos. En virtud de dichas consideraciones, el
artículo tiene como objetivo reconstruir la trayectoria del partido en la
provincia de Tucumán, iluminando las tensiones y disputas que estructuraron la
relación entre sus diferentes instancias (departamental, provincial, nacional),
la densidad de su entramado interno y el dinamismo de su vida partidaria a
nivel de las bases.
Palabras clave: partidos políticos; Unión Cívica Radical; frondizismo; dirigencia
intermedia, escala provincial.
Abstract
The questions about the course of radicalism in the stage of
political instability and social conflict between the coups of 1955 and 1962
are linked to the need to understand the trajectory of the parties in a key
stage in Argentina´s contemporary history. In this context, the analysis of the
emergence and trajectory of the Intransigent Radical Civic Union in the
province of Tucuman (Argentina) seeks to put on debate the interpretations
structured around the notion of instrumental party. This feature would have
derived from the centralized leadership of Arturo Frondizi, founder of the UCRI and president of the nation between 1958 and 1962, and
an inherent weakness of the party from the organizational point of view. From
our point of view, that notion has obstructed the analysis focused on the
features of the organization and its internal conflicts. In virtue of such
considerations, this paper aims to rebuild the trajectory of the party in the
province of Tucumán, illuminating the tensions and disputes that structured the
relationship between their various levels (departmental, provincial, national),
the density of its internal framework and the dynamism of its party life at the
grassroots level.
Keywords: political parties, Radical Civic
Union, Frondizism; intermediate leadership,
provincial scale.
Introducción
Las investigaciones sobre el
radicalismo durante la etapa de inestabilidad política y conflictividad social comprendida
entre los golpes de Estado de 1955 y 1962 respondieron al interés por desentrañar
la trayectoria de los partidos en un período clave de la historia argentina
contemporánea. A comienzos de la década de 1970, las primeras investigaciones
sobre este tópico, provenientes de la sociología y la ciencia política, se
focalizaron en la crisis del sistema de partidos y el fenómeno de la
“militarización” de la política, visibles a partir del derrocamiento de Perón.
Un trabajo pionero en tal sentido fue el de Guillermo O´Donnell, cuya
definición de la dinámica política en términos de un “juego imposible” en el
que los partidos compitieron por el poder bajo el arbitrio de las Fuerzas
Armadas tuvo fuerte influencia en las investigaciones sobre el período
1955-1962[1].
La trayectoria específica del radicalismo se abordó tangencialmente en estos
estudios. Así, salvo algunas excepciones[2],
la Unión Cívica Radical recibió una atención dispar de la historiografía hasta
su retorno al poder en 1983, coyuntura que apuntaló el interés de la
historiografía en torno a su derrotero previo[3].
Aunque la preocupación por la crisis
del sistema de partidos no fue abandonada, las investigaciones sobre el
radicalismo que florecieron desde entonces hasta la fecha cambiaron la escala
de observación, desmarcándose de los esquemas teóricos generales para abonar a problemas
y recortes temporales más acotados. En ese marco cobraron impulso los estudios
sobre la Unión Cívica Radical Intransigente (en adelante UCRI), entidad que
emergió de la escisión partidaria de comienzos de 1957 y llegó al poder de la
mano de Arturo Frondizi (1958-1962).
En su carácter de partido gobernante,
liderado por el presidente de la nación, uno de los problemas que estructuraron
su análisis fue la conflictiva relación entre el gobierno y la organización
partidaria. En líneas generales, los estudios atribuyeron a las esferas
nacionales del partido un margen estrecho de autonomía frente a la figura
presidencial, así como un grado limitado de influencia en la marcha del
gobierno y la relación con los sectores extrapartidarios. La ausencia de un
horizonte ideológico compartido y el marcado sesgo tecnocrático que modeló la
gestión frondizista ubicaron al partido en un plano marginal. Así se desprendió
del giro presidencial en la política energética y educativa, hitos del debate
público durante el primer año de su presidencia. También de la escasa
relevancia de la UCRI en la definición de la estrategia frondizista de integración
del peronismo y en la incorporación de figuras extrapartidarias, tales como Rogelio
Frigerio y Álvaro Alsogaray, en lugares clave de la gestión. Su relegamiento a
un rol secundario tuvo como correlato un férreo control de la entidad por parte
de Frondizi, cuya trayectoria estuvo signada por las necesidades y los
objetivos de una gestión presidencial acechada por las presiones corporativas y
una oposición partidaria virulenta[4].
En términos de Ana Virginia Persello, “todos los analistas coinciden en que [la
UCRI] se trataba de un partido débil”[5].
En lo que respecta a las relaciones
entre las esferas nacionales y provinciales de la UCRI, el concepto de “partido
instrumental” acuñado por César Tcach sintetizó con precisión las vinculaciones
que entabló la filial cordobesa con la conducción central[6].
La accidentada trayectoria de la UCRI de Córdoba, jalonada por las disputas
recurrentes entre el gobernador y el presidente de la Nación, hasta culminar en
la intervención federal a la provincia en 1960, reveló los estrechos márgenes
de autonomía del partido frente a las directrices nacionales. Desde la
perspectiva de Tcach, en esta configuración fueron determinantes algunos rasgos
que modelaron la organización partidaria cordobesa desde sus orígenes, tales
como el lugar minoritario que ocupó en el mapa radical, dominado por la Unión
Cívica Radical del Pueblo (en adelante UCRP) y su endeble entramado organizativo,
así como la debilidad de sus lazos con el electorado y su carácter de partido
de funcionarios, atado a los vaivenes de la administración.[7]
Aparte de iluminar una faceta poco conocida de la trayectoria ucrista, la
reconstrucción de la filial cordobesa abrió camino en la indagación del partido
desde las escalas provinciales, vector que, sin embargo, ocupa todavía un lugar
marginal en la producción sobre el tema.[8]
En virtud de dichas consideraciones,
el presente artículo tiene como objetivo analizar la trayectoria de la UCRI de
Tucumán en la etapa comprendida entre su surgimiento y su desplazamiento del gobierno
provincial mediante una intervención federal (1957-1962). A diferencia de provincias
como Córdoba o Buenos Aires, la UCRI de Tucumán emergió de la división de 1957
en una posición dominante dentro del radicalismo. En ese marco heredó la estructura
partidaria proveniente del ciclo peronista, dotada de un sólido entramado
organizativo, una dirigencia intermedia activa y un lugar de preeminencia sobre
los sectores nucleados en la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Asimismo,
la conducción provincial del partido, liderada por Celestino Gelsi, ocupó desde
comienzos de los años cincuenta un lugar relevante en el esquema de poder
frondizista a nivel nacional, posición refrendada por la UCRI de Tucumán tras
la división de 1957. Tomando en cuenta dichas especificidades, el texto prioriza
un enfoque centrado en la organización partidaria, analizando el derrotero de
los organismos directivos y las escalas intermedias (departamental, local). La
reconstrucción de su derrotero en el espacio tucumano permite interrogarse si
la debilidad intrínseca que la historiografía atribuyó a las esferas nacionales
de la UCRI se observó en la filial tucumana. Asimismo, si el concepto de
“partido instrumental”, pertinente a la hora de iluminar la dinámica de las
relaciones entre la conducción central y las provincias, ofrece un horizonte
interpretativo adecuado para dar cuenta de las tensiones y realineamientos que
modelaron la trayectoria del entramado partidario en el referido espacio.
La centralidad de la UCRI en
el mapa político tucumano
La división del radicalismo, puesta
en escena en la Convención Nacional de noviembre de 1956 y rubricada tres meses
más tarde, constituyó el punto de llegada de un ciclo de conflictividad iniciado
durante la década peronista[9].
En el seno del Movimiento de Intransigencia y Renovación (en adelante MIR) pugnaron
los sectores liderados por Arturo Frondizi (Capital Federal), presidente del partido
desde 1954, y Ricardo Balbín (Buenos Aires). En la oposición a la conducción
partidaria se alistaron dos sectores aliados entre sí: el Movimiento de
Intransigencia Nacional –liderado por el cordobés Amadeo Sabattini- y el Núcleo
Unidad, cuyos principales dirigentes fueron Ernesto Sanmartino (Buenos Aires) y
Miguel Ángel Zavala Ortiz (Córdoba). Tras mantener una precaria unidad durante el
primer año del régimen militar, el frondizismo y el balbinismo se enfrentaron de
cara al proceso de selección de candidatos para las elecciones de convencionales
constituyentes y de presidente, anunciadas por el gobierno para mediados y
finales de 1957, respectivamente. Reunida en San Miguel de Tucumán, la
Convención rechazó la modalidad de selección impulsada por el balbinismo -voto
directo de los afiliados- y ungió con el apoyo de los convencionales de su
sector la fórmula presidencial Frondizi-Alejandro Gómez.
Del cisma emergieron dos partidos dotados
de núcleos internos y proyecciones regionales divergentes: la UCRP -que
aglutinó al balbinismo, al sabattinismo y al unionismo- y la UCRI, dominada por
el frondizismo. La primera concentró sus apoyos en las provincias de Buenos
Aires y Córdoba, que reunían alrededor del 50% de los afiliados radicales del
país. Contó también con una presencia importante en Capital Federal y el dominio
de provincias más pequeños como Catamarca, Santiago del Estero y Jujuy. Por su
parte, la UCRI controló las provincias de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos,
Tucumán y San Juan; sumadas a un fuerte peso en Capital Federal y Buenos Aires y
el control de numerosas provincias de menor relevancia cuantitativa tales como Chaco,
La Pampa, Misiones, Salta y Jujuy[10].
La división del partido alentó una
fuerte disputa por el control de los resortes partidarios (redes de organismos
de base, información sobre los afiliados, recursos financieros, inmuebles,
material de propaganda), tema crucial a la hora de dar vida a sendas organizaciones
tras la escisión. En ese marco, el predominio de la UCRP en las principales provincias
y su creciente influencia en los planteles del gobierno militar le otorgaron una
luz de ventaja sobre la UCRI, puesta de manifiesto en las elecciones de
convencionales constituyentes de julio de 1957, primer test electoral de las
noveles organizaciones radicales y del peronismo proscripto.
En dicha oportunidad, el partido
liderado por Balbín superó a sus ex correligionarios por tres puntos
porcentuales a lo largo del país y se impuso en Buenos Aires, Capital Federal y
Córdoba. Sin embargo, se ubicó levemente por debajo del voto en blanco, que
desarrolló una sólida performance
electoral en las provincias más importantes y logró una diferencia holgada en
Santa Fe y Tucumán. La UCRI, por su parte, logró el primer lugar en un conjunto
importante de provincias (Corrientes, Chubut, Entre Ríos, Formosa, La Pampa,
Misiones, Rio Negro) y el segundo lugar en electorados de peso (Tucumán,
Capital Federal), aunque en la suma global quedó relegada al tercer lugar, por
detrás del voto blanco y el de la UCRP[11].
La provincia de Tucumán, séptima en
importancia electoral del país[12],
constituyó un engranaje clave en la estructura nacional de la UCRI al
representar una de las provincias de mayor peso cuantitativo en manos del
frondizismo. La filiación frondizista del radicalismo tucumano databa de finales
del ciclo peronista. Tras militar en el sabattinismo a lo largo de los años
cuarenta, la conducción radical tucumana mudó sus apoyos al MIR en la
Convención Nacional de 1953, la cual definió el rechazo a la abstención
electoral proclamada por la delegación cordobesa. Los votos de los delegados
tucumanos en la Convención tuvieron un peso clave en el fracaso del
sabattinismo y fortalecieron al sector liderado por Balbín y Frondizi, proceso
cuyo corolario fue la elección del segundo como presidente del CN en febrero de
1954[13].
Al calor del cambio en las alianzas, la filial tucumana de la UCR ganó un creciente
protagonismo en los organismos nacionales del partido, al ocupar la Secretaría primera
del CN, y se erigió en un baluarte del liderazgo de Frondizi frente a los
embates de los opositores, potenciados entre comienzos de 1955 y la división
del partido[14].
El líder del radicalismo tucumano fue
Celestino Gelsi, diputado provincial durante el ciclo peronista (1946-1955) y
presidente de la UCR desde 1949 hasta la división de 1957. Gelsi fue el
principal emergente del proceso de recambio dirigencial acaecido en el
radicalismo de esa provincia tras la irrupción del peronismo. Al igual que
numerosos representantes de dicha camada, Gelsi provenía de la arena política
universitaria –fue presidente de la Federación Universitaria de Córdoba a
finales de los años treinta–. Su figura creció en paralelo a la consolidación
de la intransigencia en el plano interno, sector al cual representó en los
sucesivos órganos directivos constituidos a lo largo de 1945. Su elección como
diputado provincial por el departamento Capital en los comicios de febrero de
1946 lo ubicó en una posición clave para encabezar la oposición al gobierno en
el ámbito legislativo y jugó un rol central en la consolidación de su liderazgo
dentro del partido, al que presidió desde 1948 hasta el cisma de 1957[15].
En la gestión de Gelsi al mando de
la UCR se reconstituyó el entramado partidario desmembrado tras la derrota
electoral de 1946: se reorganizaron los organismos departamentales, se
recuperaron los niveles de afiliación y se afianzó la labor proselitista a
través de la difusión creciente de organismos de base. Este proceso se aceleró
luego de 1955, coyuntura de ensanchamiento de las bases territoriales del
partido y crecimiento sostenido en los niveles de afiliación. Asimismo, bajo el
mandato de Gelsi se puso en marcha un proceso de centralización a través de una
reducción de la autonomía de los organismos intermedios (juntas
departamentales, organismos de base) y el establecimiento de mecanismos
disciplinarios para minimizar los focos de disidencia interna. Estos procesos,
junto a la cooptación y desplazamiento de dirigentes opositores, constituyeron
pilares clave en la consolidación del liderazgo gelsista en la provincia y su
proyección al plano nacional, refrendada con su unción como vicepresidente del
CN en marzo de 1956[16].
De ese modo, al momento de la
división podían reconocerse dos rasgos centrales en el radicalismo tucumano.
Por un lado, éste atravesaba una fase ascendente en términos organizativos, al afianzarse
el entramado partidario tras su desmembramiento durante los años peronistas.
Por el otro, los sectores opositores a la conducción carecían de espacios
relevantes en los cuadros directivos y de una presencia significativa en el
territorio provincial. En ese marco, la puja por la herencia de los resortes
partidarios, desatada a nivel nacional tras la división, resultó favorable a la
UCRI en Tucumán.
El partido reeditó el mapa de poder
y los lineamientos políticos previos al cisma: los mandos directivos fueron
ocupados por el mismo sector que dominaba el partido antes de la división y el
discurso público de la novel entidad mantuvo el tono opositor a la intervención
federal sustentado por la UCR desde 1955[17].
La conducción partidaria fue asumida por quien ejercía la autoridad de la UCR
hasta esa fecha, el vicepresidente de la Junta de Gobierno José G. Juárez. En
abril de ese año el CN designó interventor a Pascual Tarulli, presidente de la
Convención Provincial de la UCR al momento de la división. Las autoridades
definitivas se formalizaron en junio de 1957, previa suspensión de las
elecciones internas por la presentación de una sola lista, asumiendo la
presidencia Gelsi y la vicepresidencia Tarulli[18].
La UCRP, por su parte, se nutrió de los sectores minoritarios que ejercieron la
oposición al gelsismo desde los años finales del ciclo peronista. La nueva
organización fue controlada por unionistas y sabattinistas, mientras que los
balbinistas ocuparon un lugar tangencial, merced a su debilidad en la
provincia. A tono con sus pares a nivel nacional, los radicales del pueblo de
Tucumán participaron activamente en los planteles del gobierno militar[19].
El protagonismo de la UCRI dentro
del radicalismo tucumano fue ratificado en los comicios para convencionales
constituyentes de julio de 1957, en los que venció a la UCRP en la totalidad de
los departamentos, alcanzando una ventaja global de siete puntos porcentuales[20].
Sin embargo, el contundente triunfo del voto en blanco, expresión electoral del
peronismo, ratificó el carácter mayoritario del movimiento proscripto. El voto
en blanco alcanzó en Tucumán un 40% del padrón, cifra que ubicaba a la
provincia en el segundo puesto a lo largo del país, por detrás de Santa Cruz,
superando ampliamente la media nacional (24%).[21]
En su afán de constituir una organización política de bases populares, con
perspectivas de alcanzar el poder, la tarea de captar apoyos entre los
dirigentes y simpatizantes del peronismo se convirtió en un tema crucial. En
ese marco, la incorporación de peronistas al partido devino un eje central en la
agenda de la UCRI, convirtiendo a Tucumán en una de las filiales en las que la
estrategia integracionista alcanzó mayor impulso.
La búsqueda de captar apoyos entre
la dirigencia y el electorado peronistas, acompañada de gestos de marcada
oposición al gobierno nacional y la intervención federal[22],
impactó de lleno en la trayectoria de la organización partidaria ucrista. En
diciembre de 1957 la Convención Provincial del partido definió una modalidad de
selección de los candidatos con un criterio centralizador que socavó las
prerrogativas de la dirigencia departamental y local. Amparada en la estrechez
de los plazos establecidos por el gobierno para oficializar los candidatos, la
Convención rechazó el llamado a elecciones internas. La Carta Orgánica
establecía este mecanismo en primera instancia, habiendo sido utilizado en
diferentes oportunidades en el pasado: entre 1945 y 1956 se realizaron
elecciones internas en seis oportunidades[23].
Tras el rechazo a la instancia
electoral, la Convención delegó su potestad para armar las listas en una
comisión integrada por los miembros de la Mesa Directiva de dicho organismo y
de la Junta de Gobierno (en adelante JG), a cargo de las candidaturas de
diputados y senadores provinciales y concejales municipales. Los electores de
gobernador, por su parte, quedaron en manos de Celestino Gelsi, candidato que el
máximo organismo partidario ungió para la primera magistratura provincial. La renuncia
de la Convención a formar las listas generó ruidosas protestas entre un grupo
de convencionales y autoridades departamentales, que reclamaron,
infructuosamente, una mayor influencia en la confección de las nóminas[24].
Aparte de reforzar las prerrogativas
de las autoridades en la elección de los candidatos con el fin de conformar un
plantel leal, la centralización en el armado de las listas habilitó la
negociación con los dirigentes peronistas receptivos de la política de
integración, tesitura que se impuso en algunas zonas de la provincia. En efecto,
la inclusión de reconocidos miembros del movimiento derrocado en 1955 generó el
rechazo de representantes del partido en las escalas departamental y local, que
reivindicaron la pertenencia radical como el vector que debía pautar la
conformación de las listas[25].
Sin embargo, estas protestas no modificaron la posición de la conducción
partidaria, que priorizó el ensanchamiento de las bases electorales, mediante
una apelación al voto peronista, por sobre la satisfacción de las demandas de
la dirigencia intermedia. Delineado en la antesala de los comicios de 1958,
este conflicto se reeditó durante el mandato de Gelsi.
El Movimiento Popular
Intransigente y la impugnación a la conducción partidaria
En las elecciones de febrero de 1958
la UCRI de Tucumán obtuvo un triunfo contundente que le permitió conquistar la
gobernación, la mayoría absoluta en la Legislatura y el control de ocho de las
nueve municipalidades, incluida la capital San Miguel de Tucumán[26].
Los frutos de la política de integración se revelaron al incrementarse
sensiblemente el caudal de votos en relación a julio de 1957. En efecto, los
votos para la UCRI pasaron de los 73.699 (23%) a 130.532 (41%), mientras que
los sufragios en blanco se redujeron a un 15% del total[27].
Los claroscuros de la estrategia integracionista y de la centralización de las
decisiones en las autoridades partidarias florecieron, sin embargo, en forma
constante tras la conquista del gobierno, al potenciarse la conflictividad
interna visibilizada durante el tramo final de la campaña electoral.
En ese sentido, si la competencia en
torno a las listas había marcado el pulso partidario antes de los comicios, la
conformación de los planteles gubernamentales en los niveles provincial y municipal
atizó los conflictos, que atravesaron el entramado partidario de las bases
hasta las cúpulas. El tránsito de la UCRI tucumana al gobierno tensionó el mapa
interno, proceso similar al que se observó en las esferas nacionales del
partido[28].
Los reclamos de la dirigencia intermedia
se manifestaron desde la asunción de Gelsi en mayo de 1958. La designación de un
ex funcionario peronista a cargo del Ministerio de Hacienda, “audaz maniobra”
destinada a afianzar la política de integración, generó hostilidad dentro de la
UCRI[29].
El malestar en las filas partidarias se potenció con motivo del lanzamiento, en
julio de 1958, del Movimiento Popular de Apoyo a Gelsi (en adelante MOPAG), entidad
que nucleó a dirigentes peronistas impulsores de la integración. La entidad fue
liderada por Waldino Díaz, ex diputado provincial (1952-1955) y presidente de
la Cámara de Diputados (1953), y la dirigente del Partido Peronista Femenino
Mafalda Zucchi[30].
Su creación se enmarcó en el proceso
de apertura del frondizismo hacia el movimiento derrocado, plasmada en el
levantamiento de la prohibición de las actividades de su dirigencia y de las
inhibiciones a los activistas gremiales, definiciones que impulsaron a los
sectores integracionistas a reforzar su acercamiento al gobierno[31].
Si bien se trataba de un organismo ajeno a la estructura formal de la UCRI, el
MOPAG intervino en la escena provincial a través de diferentes vías, que
abarcaron la creación de entidades de base en diferentes puntos del territorio,
la publicación de declaraciones de apoyo al gobernador y la elevación de
demandas locales hacia el Estado.
La aparición del MOPAG fue leída
como una afrenta por la dirigencia ucrista crítica de la política de
integración. La nueva entidad no sólo formalizaba y potenciaba el acercamiento
entre el gobernador y algunos cuadros del peronismo; también desafiaba las
prerrogativas del partido a la hora de proveer planteles de gobierno, canalizar
recursos públicos e intermediar en la solución de los problemas de los
ciudadanos. Esta situación se agravaba por reunir el MOPAG a ex funcionarios y dirigentes
peronistas, a quienes los dirigentes ucristas achacaban un carácter oportunista
en su defensa de Gelsi.
Así se lo hizo saber el presidente
de un comité barrial de San Miguel de Tucumán al vicegobernador al señalar que
“serán los radicales y no los peronistas quienes defenderán al gobierno en caso
de ser necesario”[32].
En vista de dicho panorama, los dirigentes ucristas presionaron a la JG con el
fin de que aclarara si el MOPAG tenía un vínculo formal con la UCRI. Caso
contrario, le exigieron que emitiera una desautorización pública[33].
Estos intentos no fructificaron, lo cual se explica tanto por la búsqueda del gelsismo
por mantener una actitud conciliadora frente a los peronistas como por el
cuadro de parálisis que atravesaba el órgano ejecutivo del partido desde las
elecciones de febrero de 1958. En efecto, la JG no desarrollaba actividades desde
el cierre de la campaña electoral y se encontraba en una situación irregular
por las renuncias del presidente Gelsi y el vicepresidente Pascual Tarulli. La
paralización del órgano ejecutivo de la UCRI impactaba en las demás instancias
partidarias (Juntas Departamentales, Comité de la Juventud, Movimiento
Femenino), que atravesaron los primeros meses de gobierno en un estado de
quietud semejante.
Como respuesta a esta situación, un
grupo de dirigentes ucristas críticos de la política de integración y del rumbo
general del gobierno gelsista formaron en julio de 1958 el Movimiento Popular
Intransigente (en adelante MPI). Al nutrirse de legisladores y dirigentes con
representación en los órganos directivos y las entidades a nivel de las bases, el
MPI alcanzó una importante difusión territorial. En efecto, lideró el
movimiento el secretario de la Convención Provincial de la UCRI, Arnoldo
Suasnábar, mientras que adhirieron diputados y senadores provinciales,
dirigentes del movimiento femenino y de la juventud de la UCRI. Asimismo,
enviaron delegaciones los principales centros urbanos del interior provincial
(Tafí Viejo, Concepción, Monteros, Aguilares, Villa Alberdi)[34].
Las demandas del MPI trascendieron
el tema de la integración para entrar de lleno en el debate sobre la relación entre
el partido y el gobierno, conflicto que signó la trayectoria de la gestión
ucrista a nivel provincial y nacional. En su declaración fundacional el MPI
planteó una mayor consideración hacia los diputados y senadores por parte del
gobernador. Esta demanda circulaba con fuerza entre los legisladores de la UCRI
reacios al estilo personalista y centralizado del que hizo gala Gelsi. Con
respecto a la relación con el peronismo, si bien plantearon su apoyo a la
política de integración, reclamaron que esta se realizara sin perder de vista “los
principios y la estructura orgánica del partido”. Finalmente, exigieron la puesta
en funcionamiento de los órganos directivos y el respeto del programa de la
UCRI ante el peligro de “desviación doctrinaria” que, desde su perspectiva,
subyacía a las medidas del gobierno nacional en materia educativa y energética,
temas que marcaron el pulso del conflicto político en los primeros meses de
gestión[35].
La JG retomó las actividades en
agosto de 1958, como respuesta a la organización de los disidentes. Con el fin
de regularizar su situación designó a dos de sus miembros como presidentes
provisorios, decisión que fue impugnada por el MPI, que proclamó la ilegalidad de
dicho mecanismo y exigió la reorganización partidaria a través de elecciones
directas[36].
Asentados en una cuestión formal, sus reclamos procuraron un reordenamiento del
mapa interno de poder. Sus líderes consideraban, en vista de la presencia
territorial del MPI, que los comicios internos lo fortalecerían en desmedro de
los sectores identificados más rotundamente con la conducción gelsista. El
primer acto de las autoridades provisorias de la Junta fue emitir una
declaración de solidaridad con el Poder Ejecutivo provincial en el marco de un conflicto
salarial con el sindicato de docentes primarios[37].
En un claro gesto de diferenciación respecto a las autoridades partidarias y el
gobernador, el MPI manifestó su solidaridad con las protestas docentes y
calificó al texto de “comunicado de gobierno”, deslizando que el organismo
directivo de la UCRI se había convertido en una suerte de apéndice de la
gestión gelsista[38].
Sobre ese telón de fondo se convocó
en octubre de 1958 a elecciones internas para definir los delegados de la
filial al CN de la UCRI. Para el MPI los comicios representaban una oportunidad
inmejorable para testear sus bases de sustento entre los afiliados y canalizar
el descontento frente al gobierno provincial, jaqueado por las protestas
gremiales y estudiantiles en el marco de la disputa entre laicos y libres, que
alcanzaron una importante magnitud en Tucumán[39].
Sin embargo, la no aceptación de sus listas por parte de la Junta Electoral de
la UCRI, que adujo errores formales en la presentación, obstaculizó esta
posibilidad; las elecciones se suspendieron y se proclamó la lista oficial,
evitando a las autoridades partidarias la necesidad de validar su posición
mediante el voto de los afiliados[40].
Como es de suponerse, este desenlace generó airadas reacciones de los
dirigentes del MPI, que elevaron una presentación formal ante la Convención
Nacional de la UCRI[41].
El rechazo de la lista del MPI permitió
a la conducción partidaria provincial asegurarse el control de los principales
cargos directivos y afianzar sus proyecciones nacionales, ratificadas con la
elección del tucumano Alfredo García, estrechamente relacionado con Gelsi, como
presidente del CN. García formó parte del plantel de jóvenes radicales que
tomaron las riendas del partido a finales de la década de 1940. Proveniente de
la militancia estudiantil universitaria, durante la década peronista ocupó
diversos cargos partidarios y fue convencional constituyente en representación
de Tucumán (1949). Su carrera se afianzó con la llegada del frondizismo al
poder: en febrero de 1958 fue electo senador nacional, presidiendo el bloque de
la UCRI en el Congreso, y en noviembre de ese año fue electo presidente del CN
de la UCRI, cargo que ejerció hasta 1962.
El faccionalismo y el descontento encarnados
por las disidencias del MPI conllevaban la amenaza de un cisma partidario que
afectaría la unidad del bloque legislativo y minaría los apoyos del gobierno en
un contexto político plagado de dificultades. Cabe recordar, en ese sentido,
que entre diciembre de 1958 y enero de 1959 el gobierno central puso en marcha
el Plan de Estabilización Económica y enfrentó la huelga general de la
Confederación General del Trabajo, con motivo de la represión a los trabajadores
del Frigorífico Lisandro de la Torre, medida que tuvo un alto impacto político[42].
De allí que el diagnóstico de la
conducción partidaria tendiera, en enero de 1959, hacia el ensayo de gestos de
apertura hacia los disidentes. Las autoridades provisorias de la JG convocaron
a una reunión al líder del MPI, Arnoldo Suasnábar, en la que se comprometieron a
reorganizar el partido y a otorgar a la UCRI una mayor influencia en la gestión;
Suasnábar, por su parte, reconoció en el cambio de actitud de las autoridades
un punto de partida para recuperar la cordialidad perdida, y se expresó a favor
de la reorganización, no sin antes protestar por su tardanza[43].
La posición de la JG fue ratificada por García, máxima autoridad del partido a
nivel nacional, quien señaló que fue un error haber “olvidado a los
correligionarios” en la gestión de gobierno, situación que, según prometió, se
subsanaría desde entonces en adelante[44].
Sin embargo, la falta de avances en
la reorganización obstaculizaron los acercamientos entre las autoridades y los
sectores disidentes, provocando una nueva escalada en el conflicto. En febrero de
1959 el MPI publicó una declaración en la que calificó a la JG de inoperante, proclamó
el fracaso de la política de integración del peronismo y acusó a García de atentar
contra el afianzamiento del partido en la provincia.[45].
En respuesta, la Junta suspendió la afiliación de los firmantes, acusándolos de
alzamiento contra las autoridades partidarias, y elevó los antecedentes del
caso al Tribunal de Conducta de la UCRI, organismo encargado de definir las
sanciones disciplinarias de los afiliados[46].
A contramano de lo proyectado por
las autoridades, la decisión de la Junta robusteció a los disidentes. Los miembros
del MPI recibieron el apoyo de un grupo influyente de dirigentes partidarios,
entre los que se destacaban el presidente de la Cámara de Senadores de Tucumán,
Arnaldo Ahumada, primero en la línea de sucesión del gobernador, y los
diputados nacionales Pascual Tarulli, ex vicepresidente del partido, y Juan
Carlos Cárdenas. El primero manifestó algunos gestos de rebeldía frente a las
directivas nacionales a lo largo de 1958, tales como su ausencia del recinto en
la votación por la ley de educación.[47]
A través de un documento elevado a Gelsi repudiaron las sanciones a los
disidentes y mostraron su disconformidad por la “falta de conexión entre el
gobierno y la masa partidaria”, situación que, según ellos, se resolvería con
la “jerarquización” de los cuadros dirigentes del partido, afirmación que aludía
tangencialmente al reclamo de reorganización esgrimido desde el MPI. Desde su
perspectiva, el rumbo errático del gobierno provincial, plasmado en una pérdida
de popularidad que se palpaba “día a día en la calle” estaba motivada por la
prescindencia de los hombres del partido en la gestión, visible en la falta de
injerencia de la UCRI en la marcha del gobierno. En pos de graficar esta
situación, un dirigente del MPI planteó que los hombres del partido “ni
siquiera podían llegar hasta los despachos oficiales a plantear los problemas”.
La disyuntiva que subyacía a la política de integración emergía, en ese marco,
como un tema vertebral en la trayectoria del radicalismo. En términos de los
disidentes, era imperioso “saber, en suma, si para ser integracionistas
deberemos dejar de ser radicales” o si el partido “se fortalecerá” a partir de
una integración “sin desmedro de nuestros afiliados”[48].
Las críticas también abarcaron al
gobierno nacional, cuyo abandono del programa partidario en pos de un
“liberalismo económico” contrario a los principios de la UCRI reflejaba una
situación equivalente a la descrita en la provincia. Los disidentes tocaban así
un punto sensible en el derrotero de la UCRI en la provincia. El anuncio del
plan de Estabilización a fines de 1958 y el paulatino giro frondizista hacia un
programa económico centrado en el ajuste fiscal y la estabilización del tipo de
cambio, a costa de una caída en el salario real de los trabajadores y una
reducción del gasto público, dirección afianzada a mediados de 1959 con la
designación de Álvaro Alsogaray en el Ministerio de Hacienda, impactaban de
lleno en Tucumán[49].
La liberalización del mercado azucarero y la restricción crediticia para los
ingenios tucumanos profundizaron la crisis que la agroindustria tucumana
arrastraba desde finales de la década de 1940[50],
situación que afectó sobremanera a la marcha de la gestión gelsista. La
política frondizista en materia azucarera generó fuertes rechazos en la bancada
de diputados nacionales de la UCRI de Tucumán, como lo revelaron las
trayectorias de Cárdenas, quién era a la vez agricultor cañero, y de Tarulli.[51]
La declaración de los disidentes generó
un fuerte impacto político. Esto derivó tanto de su capacidad de sintetizar un
cúmulo de demandas que circulaban con fuerza dentro del partido como de la
relevancia de los dirigentes que suscribieron a la misma. El gobernador
atribuyó al texto una finalidad desestabilizante, posición replicada por el
MOPAG, y ordenó la detención de uno de los impulsores de la declaración, que lo
había acusado públicamente de malversación de fondos y peculado[52].
García, por su parte, rechazó los términos de la declaración y señaló, como
contrapartida, que el gobernador necesitaba “mejores colaboradores para atender
los problemas provinciales”. Esta definición provocó la renuncia de numerosos
funcionarios, incluidos los tres ministros, generando una crisis política de
magnitud en Tucumán[53].
Finalmente, ante los rumores de
intervención federal a la provincia, los firmantes de la declaración bajaron el
tono de las críticas y manifestaron su solidaridad con el gobernador[54].
En ese contexto, Gelsi acercó posiciones con los sectores disidentes del partido
al nombrar a afiliados de la UCRI en las vacantes que se produjeron en el
Estado, por las renuncias de funcionarios en el marco de la crisis, y apoyó a Ahumada
para su reelección como presidente de la Cámara de Senadores[55].
Asimismo, se reunió con un grupo de dirigentes del MPI, a los que prometió reducir
la influencia de los peronistas en la gestión provincial, gesto esgrimido en el
marco del deterioro que sufrió la política de integración hacia mediados de 1959[56].
Como es sabido, en junio de 1959 se dio a conocer desde las filas peronistas el
pacto suscripto con Frondizi un año antes. A pesar de ser desmentido por
Frondizi, este hecho marcó el quiebre definitivo del acuerdo y provocó
importantes repercusiones políticas a nivel nacional. Sobre ese telón de fondo,
la política de integración se debilitó en la provincia; el MOPAG declaró el
cese de su colaboración al gobernador y disolvió los 151 centros “Celestino
Gelsi” fundados por su dirigencia. El diputado Segundo B. Vega, de filiación
peronista, presentó la renuncia a su banca[57].
El acercamiento al gobernador de un sector del MPI dividió las aguas dentro de
dicha tendencia, generando protestas por parte del sector más fervientemente
opositor, que no cejó en su impugnación al gobernador y en su reclamo de
reorganización de la UCRI.
El vencimiento del mandato de los
organismos partidarios, en julio de 1959, aceleró el desenlace del crónico
enfrentamiento entre las fracciones ucristas provinciales. Amparados en la
situación de acefalía generada por el cese de las autoridades partidarias,
representantes del sector más fervientemente antigelsista del MPI, entre los
que se contabilizaban algunos legisladores y miembros de los órganos partidarios,
ocuparon la sede de la UCRI y realizaron una presentación ante la justicia
federal con el fin de reclamar por la situación de la entidad[58].
Ante este panorama, el órgano máximo del partido decretó la intervención de la
filial provincial, designando al gelsista Ernesto R. Bertella al mando de esta[59].
Con su llegada se abrió una nueva etapa en la vida partidaria de la UCRI
tucumana.
La intervención al partido:
desarticulación de la oposición y reactivación de la dirigencia intermedia
En octubre de 1959 el columnista político
del principal diario provincial llamó la atención sobre la crisis de la UCRI. Desde
su punto de vista, existía una gran disconformidad de los afiliados respecto a sus
“hombres dirigentes”, especialmente aquellos dedicados a la función pública.
Este “divorcio”, estimaba dicho observador, sería difícil de superar ya que la
decepción de quienes “sentían que formaban parte del gobierno pero no eran
escuchados a la hora de tomar decisiones” era lo suficientemente profunda como
para alimentar una lucha sostenida contra las autoridades[60].
El diagnóstico sintetizó el conflicto
que estructuró el derrotero de la UCRI desde su acceso al poder. En primer
lugar, la disyuntiva entre relegar al partido o empoderarlo dándole influencia
en el proceso de toma de decisiones relativas a la gestión y a la relación con el
peronismo. Hasta ese momento, la balanza se había volcado hacia la primera opción,
definición que, al centralizar la toma de decisiones en la figura del
gobernador, generó una fuerte oposición desde diferentes sectores partidarios.
La intervención decretada por las autoridades nacionales de la UCRI abrió un
nuevo capítulo en esta disputa. Aunque Bertella provenía del riñón gelsista, su
designación por parte del CN con el fin de normalizar la situación del partido
en la provincia planteó la posibilidad de desandar el camino previo, dotando de
mayores cuotas de influencia a los cuadros partidarios e imprimiendo a la UCRI
un dinamismo que revirtiera la quietud de los primeros quince meses de
gobierno.
El llamado del interventor Bertella a
depurar los padrones y lograr la reorganización total del partido abrió moderadas
expectativas entre los sectores opositores a la conducción[61].
El primer paso del interventor fue la designación de un grupo amplio de colaboradores
en representación de los diferentes actores partidarios (juventud, movimiento femenino,
legisladores) y de un plantel de delegados interventores, a razón de dos por departamento[62].
Desde el punto de vista formal, la función de los delegados era preparar los
padrones y ponerse en contacto con los dirigentes locales con el fin de reorganizar
el partido y garantizar la pureza de los comicios internos. Sin embargo, tácitamente
esta tarea habilitaba la construcción de un entramado de alianzas entre el
interventor y la dirigencia departamental.
A fines de 1959 Bertella ensayó
algunos avances en pos de la reorganización partidaria al convocar a elecciones
internas, mediante el voto directo de los afiliados, para elegir autoridades del
Comité de la Juventud. La modalidad adoptada permitía aventurar un cierto
optimismo entre los opositores; en efecto, el MPI presentó listas en ocho de
los once departamentos de la provincia y obtuvo algunos asientos en el
organismo juvenil[63].
El interventor anunció que el paso siguiente para normalizar el partido sería
el llamado a elecciones para confeccionar los órganos directivos del partido[64].
Este movimiento, que parecía
encaminar definitivamente al partido hacia una reorganización por la vía de una
elección interna, generó un impasse en la
disputa partidaria, cuadro que se mantuvo hasta febrero de 1960. Ante la
inminencia de los comicios legislativos provinciales y nacionales el MPI
exigió, a través de una presentación en la justicia federal, que las listas de
diputados al Congreso se definieran mediante el voto de los afiliados[65].
La amenaza de una medida judicial llevó a la intervención a efectivizar el
llamado a los comicios internos para definir los candidatos a legisladores
provinciales, excluyendo a los diputados nacionales, cuya selección quedó en
manos del interventor[66].
En efecto, Bertella elevó a la justicia electoral una lista de candidatos
confeccionada por el CN, excluyendo a los afiliados locales en la toma de
decisiones. La lista reforzó la correlación de fuerzas previa al promover la
reelección de tres diputados nacionales de la UCRI en funciones (Juan Carlos
Cárdenas, Pascual Tarulli y Pedro Alzabé)[67].
Este mecanismo generó una airada
reacción dentro del partido; el MPI solicitó al juzgado federal la nulidad de
la lista y reivindicó el “derecho inalienable” de elegir y ser elegido que la
reglamentación confería a los afiliados, presentación que fue desestimada por
la justicia[68].
Por su parte, el Comité de la Juventud también se pronunció en contra de la
modalidad de selección de los candidatos, a la que calificó de retroceso lamentable
en la vida democrática del radicalismo[69].
Aunque contaba con mayoría gelsista, el organismo juvenil surgido del voto
directo tomó postura en la reivindicación del derecho de los afiliados a
intervenir en la selección de los candidatos.
Finalmente, a contramano de la
convocatoria a elecciones internas realizada por la intervención, la confección
de las listas de legisladores provinciales tampoco se realizó mediante el voto
directo. Con el argumento de que existía una imposibilidad material de
organizar el acto eleccionario con el tiempo suficiente para cumplir con el
cronograma electoral, la intervención decidió, en acuerdo con el amplio grupo
de colaboradores que lo secundaban, suspender los comicios y delegar en la figura
de Bertella la potestad de definir las listas. Esta determinación provocó,
nuevamente, la reacción contraria del MPI y del Comité de la Juventud[70].
A primera vista, se replicaba la modalidad adoptada respecto a los diputados
nacionales, al quedar la confección de las listas en manos del interventor
designado por el CN. En la práctica, sin embargo, este desenlace abrió un
singular proceso de movilización protagonizado por la dirigencia intermedia y
los afiliados de los departamentos, que buscaron influir en la conformación de
las listas.
Las disputas entre los comités
locales por apoyar un candidato determinado se visibilizaron; delegaciones de
los departamentos Chicligasta, Rio Chico, Monteros, Leales y Famaillá se dirigieron
hacia la sede partidaria para presionar a las autoridades[71],
mientras que los comités locales que pululaban a lo largo del territorio
provincial, como era habitual en etapas preelectorales, emitieron un sinnúmero
de pronunciamientos sobre las listas, proclamando públicamente los apoyos a
determinados dirigentes. En la ciudad de Tafí Viejo, 3500 afiliados y
simpatizantes de la UCRI presentaron un petitorio en apoyo a la candidatura a
legislador de un concejal local[72].
Las manifestaciones abarcaban desde actos masivos, como el señalado, hasta
reuniones localizadas en las que grupos de vecinos sentaban postura en la
disputa por las listas. Por ejemplo, en el barrio Villa Nueva de la localidad
de Lules un grupo de individuos “solicitaron a las autoridades partidarias la
inclusión del señor Julio César Rodríguez”, a la sazón intendente de dicha
ciudad, en la lista de candidatos por el departamento”[73].
Dotado de un cierto tinte plebiscitario,
este proceso de elevación de demandas por parte de vecinos de diferentes puntos
de la provincia provocó algunas marchas y contramarchas en la conformación de
las listas. En efecto, los rumores, las deserciones y las impugnaciones
estuvieron a la orden del día hasta la fecha de presentación. Esto forzó la
intervención del gobernador Gelsi en las negociaciones con los delegados
departamentales y los dirigentes locales, dilatando la presentación de las
nóminas hasta el filo del plazo legal. La decisión final sobre las listas quedó
en manos del CN, que envió una nota al interventor para que la “comunicara” a
los afiliados de Tucumán[74].
Como es de suponerse, su confección definitiva no logró acallar las
disidencias. Estas expresiones tuvieron en la presentación de listas paralelas,
motorizada por los dirigentes del MPI de los departamentos Tafí y Rio Chico, su
faceta más elocuente[75].
Los resultados de los comicios afianzaron
al gelsismo. Aunque los votos en blanco se impusieron en la provincia con un
26% del total, la UCRI obtuvo dos puntos por debajo de aquellos, superando el
promedio nacional y erigiendo a Tucumán en una de las filiales de mejor
desempeño electoral ucrista. Esto le permitió, asimismo, vencer por nueve
puntos al tercer contendiente, Bandera Blanca, y obtener una ventaja de doce
puntos con respecto a la UCRP, relegada al cuarto lugar en la provincia. El Partido
Blanco, principal organización neoperonista en Tucumán, alcanzó un 9% de los
sufragios[76].
De ese modo, a pesar del importante descenso de votos en relación a 1958 –ruptura
del pacto con el peronismo mediante-, de las disputas intestinas y de los
diversos conflictos que enfrentó la gestión provincial, la UCRI de Tucumán
mantuvo un lugar preeminente entre los partidos, revirtiendo la ventaja de la
UCRP a nivel nacional, y quedó a una distancia estrecha respecto al voto en
blanco[77].
Esto le permitió conquistar las tres bancas de diputados nacionales por la
mayoría y preservar el control de las cámaras legislativas provinciales[78].
Asimismo, si bien la defección de las listas del MPI en Rio Chico y Tafí redujo
el caudal de votos de la UCRI, estas divisiones no enajenaron al oficialismo el
primer lugar en ambos departamentos[79].
Fortalecida por los resultados
electorales, la intervención partidaria tomó una medida ejemplificadora para desarticular
al MPI. Definió expulsiones y suspensiones para los dirigentes que habían
solicitado la anulación de las listas en el juzgado federal y para aquellos que
habían participado en las listas legislativas disidentes. Esta determinación abarcó
a alrededor de cuarenta afiliados entre los que se contaban algunos ex
legisladores provinciales, concejales municipales y el intendente de Tafí
Viejo, segundo centro urbano de la provincia[80].
Con este doble movimiento, la conducción neutralizó, tras dos años de ruidosa
lucha interna, al MPI, que mantuvo una presencia formal pero carente de
influencia en el mapa de poder interno.
La reorganización de los
órganos directivos y los límites a la autonomía provincial
El debilitamiento del MPI aquietó las
aguas en el seno de la UCRI. En ese marco, el interventor avanzó en la
regularización de los organismos directivos, demanda que circulaba entre diferentes
sectores partidarios tras los comicios, como lo expresó el presidente del
bloque de diputados de la UCRI[81].
Luego de una ronda de encuentros con los dirigentes departamentales, los
legisladores y los concejales de la UCRI, Bertella programó las elecciones
internas para el 12 de junio de 1960; sin embargo, el gelsismo acordó una fórmula
de unidad que hizo innecesaria la compulsa electoral. De ese modo, tras un año
de intervención asumió el mando del partido Salvador Prados, senador por la
Capital y miembro del grupo de colaboradores de Bertella[82].
Tras la asunción de las nuevas
autoridades, la filial provincial de la UCRI entró en una etapa de renovado
dinamismo. En primera instancia, la JG intermedió en una disputa entre el
bloque de diputados provinciales y el gobernador. En septiembre de 1960 un
grupo de diputados expresaron su desacuerdo con “la forma de trabajar” de Gelsi
y sus ministros, en alusión a la falta de participación de los legisladores en
la toma de decisiones y el carácter centralizado de su autoridad. Esto generó
una disputa pública con el mandatario, diferendo que se saldó a partir de la
intervención de la JG, que intercedió para evitar una ruptura del bloque de
legisladores[83].
El órgano directivo de la UCR concretó, asimismo, la adquisición de una sede
propia, iniciativa partidaria de larga data materializada en diciembre de 1960[84].
El creciente protagonismo de los
organismos partidarios de la UCRI se reeditó en abril de 1961, cuando el
intendente de San Miguel de Tucumán, Ramón Isauro Martínez, solicitó a la JG que
arbitrara en el conflicto que entabló con el gobernador Gelsi respecto a la
distribución de fondos para el municipio. La disputa entre los mandatarios
provincial y comunal constituía el punto de llegada de un cúmulo de
enfrentamientos que jalonaron su relación desde el acceso al gobierno en 1958. En
esta oportunidad, el intendente formuló un planteo al organismo ejecutivo del
partido con el fin de que dictaminara sobre lo que, según Martínez, constituía
una falta de “apoyo financiero” y de “solidaridad política” por parte del
gobierno provincial a raíz de la demora en el envío de fondos para obras
públicas[85].
El pedido del intendente motivó una
reunión especial de la Junta, cerrada al público, de la que participaron los
dos implicados en el conflicto. Sendas presencias concitaron el interés de los
afiliados, que concurrieron en gran número a las inmediaciones de la sede
partidaria, y de la prensa, que dio amplia cobertura al hecho. Luego de
escuchar el contrapunto, por momentos virulento, entre ambos dirigentes, la Junta
solicitó informes financieros a la Casa de Gobierno para dictaminar sobre la
cuestión planteada. Adoptada por un margen estrecho de 8 votos contra 6, la
resolución de la Junta favoreció al gobernador, al señalar las autoridades
partidarias que no existía falta de colaboración para con el municipio, ya que
el Poder Ejecutivo había dado cumplimiento a la legislación vigente. El
dictamen defendido por la minoría, por su parte, eludía un pronunciamiento
sobre la cuestión y llamaba a un “entendimiento” entre Gelsi y Martínez para
conservar la unidad del partido[86].
El dictamen del máximo órgano
partidario constituyó una sonada derrota al intendente capitalino. Al no lograr
que la Junta se hiciera eco de su reclamo, Martínez quedó en una situación de
fuerte debilidad política. Ciertamente, la disputa entre los mandatarios
comunal y provincial abrió una coyuntura de convulsiones políticas; en
solidaridad con el gobernador, los concejales ucristas contrarios al intendente
solicitaron su renuncia al cargo, tesitura similar a la asumida, días más
tarde, por la JG[87].
Como contrapartida, numerosos clubes barriales y centros vecinales, comandados
por dirigentes de la UCRI, a quienes se plegaron los dirigentes del MPI
expulsados del partido, manifestaron en las calles de la Capital su apoyo a
Martínez[88].
Tras varias semanas de disputa, la pulseada entre los mandatarios comunal y
provincial culminó en septiembre de 1961[89].
Independientemente de este
desenlace, cabe resaltar la centralidad que tuvo la Junta en la disputa
señalada. El arbitraje constituía, como resaltó un cronista local, un hecho
inédito en la trayectoria de la UCRI, al dar protagonismo a una instancia que
había estado “poco menos que olvidada” durante los años previos. Desde su
perspectiva, la cuestión planteada sirvió para demostrar que los órganos
directivos de la UCRI preservaban, tanto desde el punto de vista reglamentario
como práctico, capacidad de encauzar “el planteo de los problemas de los
afiliados que desempeñan tareas de gobierno” e intervenir en los conflictos
entre los dirigentes partidarios. Este antecedente constituía, según su
análisis, un hecho auspicioso desde el punto de vista del partido[90].
La prueba de fuego para las
autoridades provinciales del partido fue la definición de las candidaturas para
gobernador y legisladores de cara a los comicios de marzo de 1962. Como era
habitual en las etapas preelectorales, la selección de candidatos abrió una
etapa de fuertes tensiones y presiones cruzadas en el seno de la organización
partidaria. En septiembre de 1961 el presidente del CN envió una advertencia a
sus correligionarios tucumanos, señalando que en caso de que no llegaran a un
acuerdo, el máximo organismo partidario podría intervenir la filial para decidir
las listas[91].
Las declaraciones de García provocaron la reacción de la JG provincial, que
reivindicó el derecho de los tucumanos a definir las listas y exigió una mayor
colaboración entre los organismos partidarios nacionales y provinciales[92].
En la misma línea, el presidente del partido en Tucumán manifestó su desagrado
por la actitud de García[93].
Tempranamente visibilizada por las declaraciones del presidente del CN, las
tensiones entre una JG surgida del acuerdo entre los sectores internos del
partido en Tucumán, que venía encabezando un proceso de reactivación, y el
ánimo centralizador de la conducción central marcaron la trayectoria de la UCRI
en el tramo final del gobierno de Gelsi.
En ese marco, la JG procuró la
conformación de una lista de candidatos que condensara las expectativas de amplios
sectores de la dirigencia provincial. En diciembre de 1961 llamó a elecciones
internas para definir la fórmula gubernamental y las nóminas de legisladores
provinciales. La búsqueda de una lista de unidad, no obstante, llevó a la dilación
de los comicios[94].
La conformación de una nómina surgida del consenso entre las partes se
constituyó en una tarea a todas luces compleja.
En efecto, a comienzos de 1961 cinco
dirigentes ucristas de diversos sectores internos anunciaron sus precandidaturas
a gobernador. Entre los más cercanos al gelsismo cabe mencionar al ministro de
salud provincial Napoleón Baaclini, al senador nacional José G. Juárez y al
diputado nacional Pascual Tarulli, reconciliado con el gelsismo tras su
alejamiento. Por su parte, las candidaturas del senador provincial Guillermo Curia
y del intendente de San Miguel de Tucumán Ramón I. Martínez encarnaron las
posiciones críticas al gobernador que se habían desplegado, con intensidad
variable, a lo largo de su gestión[95].
Los lugares en las listas de legisladores y concejales, por su parte, cifraron
fuertes disputas a lo ancho del territorio provincial, como lo atestigua el
intenso ciclo de movilización de la dirigencia departamental y local del
partido en pos de influir en el armado de las nóminas. El mismo reeditó, en
mayor escala, el proceso de activación visible en 1960. En efecto, la
movilización de dirigentes se observó intensamente desde enero de 1962,
informándose en marzo de ese año la existencia de alrededor de 300 centros
partidarios sólo en el departamento Capital[96].
Sobre ese telón de fondo, la
conducción partidaria provincial procuró, en primera instancia, construir
consensos en torno a la candidatura gubernamental. Este objetivo fue logrado en
enero de 1961. Tras una reunión entre delegados de los cinco precandidatos se
acordó la proclamación de Napoleón Baaclini, ministro de Salud de la provincia,
quién contaba con el apoyo del gobernador saliente[97].
A fines de enero, sin embargo, se concretó la advertencia esgrimida por García
cinco meses antes; amparado en la necesidad de evitar los enfrentamientos
internos y neutralizar “la crisis planteada en torno a las candidaturas”, el CN
intervino la filial[98].
Tal determinación provocó el rechazo de un amplio abanico de actores
partidarios, incluido el presidente, quién protestó públicamente por lo que
consideraba una medida injusta por cuanto la UCRI estaba “con todos los cuadros
organizados en la provincia”[99].
La intervención, en manos de Lucio Racedo, senador por la Capital Federal,
anuló el llamado a elecciones internas, a las que atribuyó una fuente potencial
de divisiones, y se arrogó el derecho de conformar las listas, lógica
equivalente a la que se siguió en 1960. Al igual que en aquella oportunidad, la
centralización del armado de las listas en manos del interventor no neutralizó las
presiones de la dirigencia intermedia. En efecto, la definición de las nóminas
fue un proceso lento y complejo, que incluyó el retiro de varias candidaturas a
raíz de las protestas de un sector de la dirigencia departamental. En los departamentos
Cruz Alta y Monteros, por ejemplo, las listas se definieron a sólo cinco días
de los comicios, tras una serie de marchas y contramarchas de las autoridades
partidarias[100].
El amplio triunfo del peronismo en
las elecciones de marzo de 1962, en las que se impuso con un 46% de los votos
sobre el 28% del partido gobernante, desencadenó la intervención federal y el
final anticipado de la gestión de Gelsi[101].
Desalojada del poder y doblegada en las urnas, la UCRI enfrentó un nuevo
desafío: la pervivencia de su organización partidaria desde el llano, coyuntura
que puso a prueba los legados del ciclo aquí analizado.
Consideraciones finales
El objetivo del artículo fue
analizar la trayectoria de la UCRI de Tucumán desde su surgimiento a comienzos
de 1957 hasta su desalojo del poder en marzo de 1962. El enfoque adoptado priorizó
el derrotero del partido en tanto organización, poniendo de relieve la sucesión
de conflictos y reacomodamientos entre sus sectores internos y el sinuoso
recorrido de sus organismos directivos. Dicho recorte llevó a atender, desde un
punto de vista complementario, la dinámica de las relaciones entre las
diferentes escalas de la estructura partidaria (departamental, provincial y nacional).
De ese modo, el texto se interrogó si la debilidad intrínseca que la
historiografía atribuyó a las esferas nacionales de la UCRI y el carácter
instrumental que modeló las relaciones entre estas y la filial cordobesa ofrece
un marco interpretativo pertinente para dar cuenta de su trayectoria en el
escenario tucumano.
Al condensar en su seno la
estructura del radicalismo tras la escisión de 1957, la UCRI de Tucumán heredó un
partido en franca expansión. En la disputa por la sucesión del gobierno de
facto, que jalonó la competencia política durante la segunda mitad de 1957, la
conducción ucrista liderada por Celestino Gelsi intentó construir una
organización popular con el afán de acceder al poder. En ese marco, la búsqueda
de integrar dirigentes y afiliados peronistas constituyó uno de sus objetivos
centrales. La concreción de este acercamiento en la campaña electoral de comienzos
de 1958 delineó uno de los rasgos del conflicto que marcó el pulso de la UCRI a
lo largo de la etapa analizada: la tensión constante entre la centralización de
la autoridad, en la figura del gobernador y las autoridades partidarias, y las
demandas de participación de la dirigencia intermedia en el proceso de toma de
decisiones. Con el acceso al poder esta tensión se potenció al ponerse en juego
cuestiones cruciales en su cotidianeidad, tales como la integración efectiva de
la dirigencia peronista al gobierno, el rol de la UCRI como proveedora de
cuadros para la administración pública y la potestad de los afiliados para
influir en el proceso de selección de candidatos. La tensión entre la
centralización de la autoridad y las demandas de la dirigencia intermedia se estructuró
alrededor de esos tres vectores.
En consonancia con la tradición
cimentada por el gelsismo durante los años peronistas, de la que también hizo
gala el frondizismo en su control de las esferas nacionales, la trayectoria de
la UCRI de Tucumán estuvo teñida por una impronta centralizadora. Una constante
de la conducción partidaria provincial, independientemente de la fisonomía
cambiante que tuvo esa figura durante el período -autoridades permanentes o
provisorias, interventores autóctonos o foráneos-, fue el recelo ante las
formas de participación de los afiliados y el escaso concurso de la dirigencia intermedia
en el proceso de toma de decisiones. Así lo patentizó el fracaso sistemático de
las convocatorias a elecciones internas, desenlace que obedeció, en el grueso
de los casos, a los frenos de la conducción. La centralización en la toma de
decisiones también se manifestó en la relación entre la filial tucumana y el CN,
que buscó mediante las intervenciones guiar los destinos de la filial y,
fundamentalmente, controlar la confección de las listas de candidatos a cargos
nacionales partidarios y electivos. Estos rasgos permiten afirmar que, con
algunos matices, la instrumentalidad que Tcach atribuyó a la relación entre la
filial cordobesa del partido y la conducción central también encontró asidero
en Tucumán, hipótesis que, sin embargo, puede profundizarse en futuras indagaciones.
Si bien la conducción nacional
consiguió volcar a su favor decisiones cruciales, tales como la definición de
las candidaturas, la impronta centralizadora de las cúpulas provinciales respecto
a la dirigencia intermedia encontró fuertes obstáculos en la práctica. En
efecto, diversos actores dentro del partido ensayaron formas de oposición que
introdujeron marchas y contramarchas a las iniciativas de la conducción
provincial. Esta tendencia encontró en el Movimiento Popular Intransigente su
expresión más elocuente. Embanderado en la defensa de las prerrogativas de los
afiliados, este logró condensar entre 1958 y 1960 las resistencias de una
porción influyente de la dirigencia ucrista tucumana, que rechazó las
modalidades centralizadoras ensayadas por la conducción partidaria e impugnó la
marcha del gobierno gelsista. En efecto, el Movimiento Popular Intransigente canalizó
el descontento de una diversidad de sectores que abarcaron desde los
representantes nacionales del partido hasta la dirigencia departamental y
local. La centralización de las decisiones, por lo tanto, no invalidó los
procesos de activación y movilización de la dirigencia intermedia,
materializada a través del MPI o, inorgánicamente, en las instancias
precomiciales. A pesar de que la confección de las listas de candidatos se
concentró en un círculo reducido, arrogándose el CN la intervención directa o
el poder de veto, la dirigencia departamental no cejó en su esfuerzo por
influir en las nóminas, alcanzando influencia efectiva en algunos casos.
A través de cauces formales o
informales, estos mecanismos revelaron una vida partidaria compleja,
contrapunto que introduce algunos matices a la noción de debilidad estructural
que la historiografía atribuyó a las esferas nacionales de la UCRI. Se trató,
en todo caso, de un proceso de centralización de las decisiones que no obturó
la existencia de tensiones y disputas en el seno del entramado partidario. El
análisis de los vaivenes que atravesó el organismo directivo del partido en la
provincia puede interpretarse en un sentido equivalente. En el recorrido de la
Junta de Gobierno a lo largo de la gestión ucrista se identificaron dos etapas.
La primera, signada por el estancamiento, abarcó desde el triunfo en las
elecciones de 1958 hasta mediados de 1960, cuando la neutralización del Movimiento
Popular Intransigente dio paso a la reorganización partidaria. Se abrió entonces
un ciclo de dinamismo en el que el organismo directivo cobró renovada centralidad
en los conflictos partidarios. Este proceso reconoció un caso paradigmático en la
intervención de la Junta de Gobierno en la disputa entre el intendente de San
Miguel de Tucumán y el gobernador. Aunque el desenlace favoreció a Gelsi, por
un margen estrecho de votos, el desafío a su figura que implicó la denuncia del
intendente y el rol arbitral que se otorgó al organismo ejecutivo desdibujan las
definiciones unívocas sobre la relación entre el gobernador y el partido y
demuestran una cierta dosis de incertidumbre en el seno de la organización. En
definitiva, de la reconstrucción de la trayectoria de la UCRI de Tucumán se
desprende la configuración de un terreno de disputas constante, cimentando una
trayectoria plagada de conflictos, marchas y contramarchas.
[1] O´Donnell, Guillermo, “Un juego imposible: competición y coaliciones
entre partidos políticos en Argentina, 1955-1966”, en Revista Latinoamericana
de Sociología, Vol. 7, Buenos Aires, 1971, pp.103-131. Véase al
respecto Botana,
Natalio, El orden político en la Argentina moderna,
Instituto Di Tella, Buenos Aires, 1977; Kvaternik, Eugenio, “Sobre partidos y
democracia en la Argentina entre 1955 y 1966”, en Desarrollo
Económico, núm. 71, Buenos Aires, pp. 414-415; Cavarozzi, Marcelo, Autoritarismo y democracia
(1955-1983), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1987;
Smulovitz, Catalina, "En Busca de la Fórmula Perdida. Argentina 1955-1966",
en Desarrollo Económico, núm. 121, Buenos
Aires, pp. 113-124.
[2] Pla, Alberto
J., “Nuevos fracasos radicales: división y presidencias (1955-1966)”, en AA.VV,
El radicalismo, Carlos Pérez editor,
Buenos Aires, 1969, pp. 249-278; Snow, Peter, Radicalismo
argentino. Historia y doctrina de la Unión Cívica Radical, Ed.
Francisco de Aguirre, Buenos Aires, 1972; Rouquié, Alain, Radicales y
desarrollistas en la Argentina, Schapire, Buenos Aires, 1975.
[3] Spinelli,
María Estela, “La impronta de la "transición democrática" en la
historiografía sobre la segunda mitad del siglo XX argentino”, en Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas, v.10
núm. 2, Mendoza, 2008, pp. 11-28.
[4] Véase Halperin
Donghi, Tulio, La democracia de masas, Paidós,
Buenos Aires, 1983 y “El frondizismo en el espejo de la historia”, en Argentina en el callejón, Ariel, Buenos Aires, 1995, pp.
57-87; Babini, Nicolás, Frondizi. De la oposición
al gobierno, Celtia, Buenos Aires, 1984; Smulovitz, Catalina, Oposición y gobierno. Los años de Frondizi, Centro Editor de
América Latina, Buenos Aires, 1988; Szusterman, Celia, Frondizi. La
política del desconcierto, Emecé, Buenos Aires, 1998. Esta
perspectiva también estaba presente en los trabajos anteriores a 1983, tales
como Snow, Peter, 1972, Ob. Cit.;
Rouquié, Alain, 1975, Ob. Cit.
[5] Persello, Ana
Virginia, Historia del radicalismo, EDHASA, Buenos
Aires, 2007.
[6] Este concepto
fue delineado en Tcach, César “La UCRI: ¿Identidad débil y partido
instrumental? La experiencia Mediterránea”, en Spinelli, María Estela, Alicia
Servetto, Marcela Ferrari y Gabriela Closa (Comps.), La
conformación de las identidades políticas en la Argentina del siglo XX,
Ferreyra Editor, Córdoba, 2000 y recuperado en Tcach, César, De la
Revolución Libertadora al Cordobazo. Córdoba, el rostro anticipado del país, Siglo XXI,
Buenos Aires, 2012.
[7] Tcach, César, 2012,
Ob. Cit., pp. 120.
[8] El proceso de surgimiento y
declive de la UCRI en Neuquén se caracterizó por un veloz descenso en sus apoyos
electorales como consecuencia de la política petrolera frondizista, las
divisiones dentro del partido y el crecimiento del Movimiento Popular Neuquino,
que lo doblegó en las elecciones de 1962. Mases, Enrique y López Cuminao,
Mariano, “La luz de un fósforo fue. Auge y decadencia de la
Unión Cívica Radical Intransigente neuquina (1957-1962)”, en Camino Vela,
Francisco (Comp.), El mundo de la política en
la Patagonia norte, Editorial de la Universidad Nacional del
Comahue, Neuquén, 2012. Sobre la trayectoria de la UCRI en Bahía Blanca véase
Eberle, Adriana, “La Unión Cívica Radical Intransigente: un nuevo modo de ser y
hacer política en el sudoeste bonaerense (1954-1958)”, en Bustos Cara, Roberto
y Cernadas de Bulnes, Mabel, Estudios
interdisciplinarios II, EDIUNS, Bahía Blanca, 2000, pp. 261-284.
[9] Spinelli,
María Estela, Los vencedores vencidos: el antiperonismo y
la “Revolución Libertadora”, Biblos, Buenos Aires, 2005.
[10] Babini,
Nicolás, 1984, Ob. Cit., pp. 165-167.
[11] Melón Pirro,
Julio César, El peronismo después del peronismo.
Resistencia, sindicalismo y política luego del ´55, Siglo XXI,
Buenos Aires, 2009, pp. 195.
[12] Dirección
Nacional de Estadísticas y Censos, Censo Nacional de
población 1960, T. 1, Poder Ejecutivo Nacional, Buenos Aires, 1960,
pp. 2-3.
[13] Babini,
Nicolás, 1984, Ob. Cit., p. 83.
[14] Lichtmajer,
Leandro, “Confrontar al peronismo. Dinámica partidaria y prácticas políticas de
la Unión Cívica Radical (Tucumán, 1946-1958)”, en HiSTOReLo.
Revista de Historia Regional y Local, Vol. 8, núm. 15, Medellín,
enero-junio de 2016a, pp. 369-412.
[15] Lichtmajer,
Leandro, Derrota y reconstrucción. El radicalismo tucumano
frente al peronismo, 1943-1955, Editorial de la Universidad Nacional
de Tres de Febrero, Sáenz Peña, 2016b, pp. 125.
[16] Lichtmajer,
Leandro, 2016a, Ob. Cit.
[17] La Gaceta, Hemeroteca, Biblioteca Nacional Mariano Moreno (en adelante HBN),
6/2/1957. El diario referido constituye la única publicación periodística de
Tucumán que abarca la totalidad del período analizado, por lo cual se priorizó
su consulta a la hora de confeccionar el texto. Las demás publicaciones
analizadas (Noticias y Libertad)
comprenden algunos meses de 1957, 1958 y 1961.
[18] La Gaceta, HBN, 14/4/1957; 28/6/1957.
[19] Lichtmajer,
2016a, Ob. Cit.
[20] Noticias, Biblioteca del Museo Casa Histórica de la Independencia, 30/7/1957.
[21] Melón Pirro,
Julio César, 2009, Ob. Cit., pp.
195.
[22] País Unido, HBN, núm. 3, 10/12/1957. El semanario País Unido,
dirigido por Gelsi, se publicó en la Capital Federal desde noviembre de 1957,
en la antesala de los comicios presidenciales. Se preservan sólo algunos
ejemplares del período noviembre de 1957-enero de 1958.
[23] Los comicios
se desarrollaron en 1945, 1946, 1948, 1951, 1955 y 1956. 2016. Lichtmajer,
Leandro, 2016b, Ob. Cit., pp. 181; 219.
[24] La Gaceta, HBN, 23/12/1957.
[25] La Gaceta, HBN, 4/2/1958.
[26] La Gaceta, HBN, 26/2/1958.
[27] Atlas
Electoral de Andy Tow. Elecciones en Argentina [en línea] http://www.andytow.com/atlas/totalpais/tucuman/1958g.html [consulta
el 22 de octubre de 2016].
[28] Babini,
Nicolás, 1984, Ob. Cit., pp. 210-215; Persello,
Ana Virginia, 2007, Ob. Cit., pp.
195.
[29] La Gaceta, HBN, 10/5/1958.
[30] La Gaceta, HBN, 30/7/1958.
[31] Babini,
Nicolás, 1984, Ob. Cit., pp. 312.
[32] La Gaceta, HBN, 19/7/1958.
[33] La Gaceta, HBN, 22/7/1959.
[34] La Gaceta, HBN, 30/9/1958.
[35] Altamirano,
Carlos, Bajo el signo de las masas 1943-1973,
Sudamericana, Buenos Aires, 2001. La Gaceta, HBN, 30/7/1958.
[36] Designó en la
presidencia a Antonio Moreno y José Domingo Medina. La Gaceta, 18/8/1958.
[37] La Gaceta, HBN, 13/8/1958.
[38] La Gaceta, HBN, 14/8/1958.
[39] Califa, Juan
Sebastián, “Laica o libre. El combate social en torno a los títulos
habilitantes. Septiembre de 1958”, en Actas del XXVII Congreso
de la Asociación Latinoamericana de Sociología/VIII Jornadas de Sociología de
la Universidad de Buenos Aires, Asociación Latinoamericana de
Sociología, Buenos Aires, 2009, pp. 7.
[40] La Gaceta, HBN, 19/10/1958.
[41] La Gaceta, HBN, 20/10/1958.
[42] James, Daniel,
Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora
argentina (1946-1976), Sudamericana, Buenos Aires, 1990, pp. 168.
[43] La Gaceta, HBN, 18/1/1959
[44] La Gaceta, HBN, 14/2/1959.
[45] La Gaceta, HBN, 22/2/1959.
[46] La Gaceta, HBN, 2/3/1959.
[47] La Gaceta, HBN, 2/10/1958.
[48] La Gaceta, HBN, 16/3/1959.
[49] García Heras,
Raúl, “El Plan de Estabilización Económica de 1958 en la Argentina”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol.
XI, núm. 2, Tel Avis, Julio-Diciembre 2000, pp. 137-149.
[50] Campi, Daniel
y Bravo, María Celia, “Aproximación a la
historia tucumana en el siglo XX. Una propuesta de interpretación”, en Orquera,
Fabiola (Coord.), Ese ardiente jardín de la República.
Formación y desarticulación de un campo cultural: Tucumán, 1880-1975,
Alción, Córdoba, 2010, pp. 13-44.
[51] La Gaceta, HBN, 11/8/1959.
[52] La Gaceta, HBN, 17/3/1959. Se trataba de Carlos Blanche, dirigente que acusó a
Gelsi de peculado en la reunión de los disidentes.
[53] La Gaceta, HBN, 19/3/1959.
[54] La Gaceta, HBN, 25/3/1959.
[55] La Gaceta, HBN, 20/3/1959.
[56] La Gaceta, HBN, 25/6/1959
[57] La Gaceta, HBN, 30/6/1959.
[58] La Gaceta, HBN, 24/7/1959.
[59] La Gaceta, HBN, 25/7/1959.
[60] La Gaceta, HBN, 8/10/1959.
[61] La Gaceta, HBN, 4/8/1959.
[62] La Gaceta, HBN, 16/8/1959.
[63] La Gaceta, HBN, 23/11/1959.
[64] La Gaceta, HBN, 16/12/1959.
[65] La Gaceta, HBN, 5/2/1960.
[66] La Gaceta, HBN, 6/2/1960.
[67] La Gaceta, HBN, 9/2/1960.
[68] La Gaceta, HBN, 12/2/1960.
[69] La Gaceta, HBN, 17/2/1960.
[70] La Gaceta, HBN, 16/2/1960.
[71] La Gaceta, HBN, 15/2/1960.
[72] La Gaceta, HBN, 27/2/1960.
[73] La Gaceta, HBN, 25/2/1960.
[74] La Gaceta, HBN, 17/3/1960.
[75] La Gaceta, HBN, 20/3/1960.
[76] La Gaceta, HBN, 7/4/1960.
[77] La Gaceta, HBN, 7/4/1960.
[78] La Gaceta, HBN, 29/3/1960.
[79] La Gaceta, HBN, 6/4/1960.
[80] La Gaceta, HBN, 5/4/1960.
[81] La Gaceta, HBN, 14/5/1960.
[82] La Gaceta, HBN, 5/6/1960. Durante el mandato de Prados se concretó la reforma
de la plataforma nacional de la UCRI con el fin de adaptarla a los lineamientos
que puso en marcha el frondizismo desde el gobierno. Esta reforma,
materializada en la Convención Nacional de Chascomús (diciembre de 1960), fue
apoyada por las autoridades provinciales de la UCRI. La Gaceta,
22/12/1960. Sobre las implicancias de la reforma de la plataforma ucrista véase
Persello, Ana Virginia, 2007, Ob. Cit., pp.
203; Lázzaro, Silvia, “Inequidad rural, desarrollismo y políticas de reforma
agraria. El caso de la provincia de Buenos Aires en la década de 1950”, en Revista de Historia Americana y Argentina, Vol.48, núm. 2,
Buenos Aires, 2013; Nicoletti, María José, “Conflictos políticos, agencias
estatales e implementación de políticas. Una aproximación al problema de la
racionalización del Estado propuesta por el gobierno de Frondizi”, en Actas de las V Jornadas Nacionales Espacio, Memoria e Identidad, Universidad
Nacional de Rosario, Rosario, 2008 [en línea] http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/nicoletti.pdf [consulta
el 16 de septiembre de 2016].
[83] La Gaceta, HBN, 31/12/1960.
[84] La Gaceta, HBN, 2/12/1960.
[85] La Gaceta, HBN, 5/4/1961.
[86] La Gaceta, HBN, 16/4/1961.
[87] La Gaceta, HBN, 19/4/1961.
[88] La Gaceta, HBN, 21/4/1961.
[89] La Gaceta, HBN, 28/9/1961.
[90] La Gaceta, HBN, 16/4/1961.
[91] La Gaceta, HBN, 16/9/1961.
[92] La Gaceta, HBN, 22/9/1961.
[93] La Gaceta, HBN, 23/9/1961.
[94] La Gaceta, HBN, 15/1/1962.
[95] La Gaceta, HBN, 20/1/1962.
[96] La Gaceta, HBN, 2/3/1962.
[97] La Gaceta, HBN, 30/1/1962.
[98] La Gaceta, HBN, 29/1/1962.
[99] La Gaceta, HBN, 6/2/1962.
[100] La Gaceta, HBN, 2/3/1962.
[101] La Gaceta, HBN, 19/3/1962.