FAMILIAS INDÍGENAS EN LOS VALLES ORIENTALES DEL
SUR DE TARIJA. UNA EXPLORACIÓN A PARTIR DE DOS MEMORIAS Y VISITAS DE INDIOS DEL
SIGLO XVII
INDIGENOUS FAMILIES IN THE ORIENTAL VALLEYS OF SOUTH
TARIJA. AN EXPLORATION FROM TWO MEMORIES AND VISITS OF INDIANS OF THE XVIITH
CENTURY
Lía Guillermina Oliveto
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas
Universidad de Buenos Aires,
Facultad de Filosofía y Letras
Instituto de Historia Argentina y Americana
“Dr. Emilio Ravignani”.
Programa de Historia de América Latina.
olivetoguillermina@gmail.com
Fecha de ingreso: 23/06/2017
Fecha de aceptación: 19/02/2018
Resumen
Este artículo
contribuye a repensar a la familia indígena durante los primeros siglos de
dominación colonial en un sector del territorio bajo jurisdicción de la
Audiencia de Charcas: la Villa de Tarija y los valles orientales al sur de la
nueva población. A partir de dos Visitas Generales de indios realizadas en el
siglo XVII se indaga en la configuración familiar de los indígenas, en su gran
mayoría inscriptos como yanaconas de chacras y haciendas. Estas fuentes de
información demográfica presentan a la población indígena organizada a partir
de unidades censales que no pueden ser inequívocamente homologadas a familias
pues fueron los visitadores españoles los que componían y anotaban esas
unidades, muchas veces fracturando unidades familiares. Se propone una lectura
atenta y un análisis de la información provista por las visitas considerando la
dinámica historia poblacional de la región y trascendiendo los silencios de las
fuentes en la búsqueda de las características de los grupos sociales que
permitieron la reproducción de los indígenas.
Palabras clave: Tarija – familia
– indígenas – visitas – yanaconas
Abstract
This article revisits the Indian family during the first centuries of
colonial domination in a section of the territories under jurisdiction of the
Audiencia of Charcas—the village of Tarija and the Western valleys south of it.
The family configuration of the Indians -most of them registered as yanaconas
in farms and haciendas- is examined on the basis of two 17th-century General
Inspections (visitas). Both demographic sources present population organized
into census units which do not directly match family units since they were
created and recorded by the Spanish inspectors, which often break them. We
propose a careful reading and an analysis of the data provided by the
inspections taking into consideration the dynamic population history in that region
and going beyond the gaps in the sources in search of the characteristics of
the social groups that favoured Indian reproduction.
Key words: Tarija – family
– indigenous – visitas – yanaconas
Tarija y las Visitas Generales de
indios en el siglo XVII
En el siglo XVII
se realizaron en gran parte del virreinato del Perú dos Visitas Generales de la
población indígena, la primera en 1645 y la segunda entre 1683 y 1685.El
Archivo General de la Nación Argentina (en adelante AGNA) es el único repositorio
que conserva estas Visitas. En este artículo se indaga en la información que ambas
proveen sobre un sector del corregimiento de Tarija, esto es, la ciudad de
Tarija y el espacio que se abre al sur de ella. La zona analizada abarca la villa
de San Bernardo de la Frontera de Tarija y sus inmediaciones pero también otros
sectores meridionales de los valles orientales. Siempre considerando a la
ciudad como punto de referencia, este recorte incluye a La Tablada y a Tolomosa
(inmediatamente al suroeste de la ciudad), mientras al sureste a San Jerónimo,
San Luis y Santa Ana. Todavía más al sur, a unos 25 kilómetros de la villa, se
encuentra el amplio Valle de La Concepción.(Mapa 1)Es decir que se trata de un
espacio urbano y un área rural más amplia que se consideraron como un todo. Ambas
visitas también contienen información sobre los valles orientales al norte de
la villa (San Mateo, San Lorenzo, Calama, Canasmoro, Sella, Tomatas), sin
embargo, no han sido incluidos en este estudio y se espera hacerlo en futuras
investigaciones a partir del procesamiento de la totalidad de las Visitas.
Desde la fundación
de la Villa de Tarija (1574) en adelante, los valles orientales del sur se
distinguieron por el establecimiento de haciendas, estancias y chacras de
españoles y por la carencia de ocupación indígena con la posesión comunal de
las tierras[1].
Este aspecto contrasta con la situación del sector norte de los valles
orientales donde existió población indígena que sí contaba con dicha posesión. Considerando
por un lado, la dinámica historia poblacional de este espacio de intensa
circulación de personas y de disputas por la ocupación territorial desde
tiempos pre hispánicos[2]
y, por el otro, el tipo de información registrada en estas valiosas fuentes, se
investiga sobre las características que pudo haber tenido lo que conocemos como
familia entre los indígenas que residían en el espacio de estudio. Cabe
remarcar que este es un primer estudio exploratorio de la documentación partiendo
de la pregunta por la familia y que se recortó del universo de las visitas, ya
que solo se analizó la ciudad de Tarija y los espacios registrados hacia el
sur. Por eso, este artículo se presenta como un primer paso en una indagación
que espera profundizarse. No obstante, es un aporte a la aún bastante
desconocida historia en el siglo XVII de los valles orientales de Tarija, focalizando
en su porción meridional[3].
Este artículo no
pretende identificar un modelo de familia ya establecido ni generar uno nuevo a
partir de los datos obtenidos. Tampoco es un estudio abordado desde la
antropología del parentesco ola demografía histórica, sino desde la historia
social. Desde la década de 1970 se han realizado estudios sobre las
características de las familias tanto en Europa como en América y África en
distintos momentos de la historia, fruto de las cuales se definieron modelos.
Sin embargo, el desarrollo de investigaciones posteriores ha sugerido lo
inapropiado que resulta la identificación de una matriz de familia aplicable a
vastas regiones y la necesidad de realizar estudios de casos que den cuenta de
la organización familiar de las poblaciones conquistadas. En ese sentido, no se
formula aquí un esquema o definición a priori sobre
la familia indígena y se la entiende básicamente como la organización social primaria
en el marco de la cual los indígenas desarrollaron la reproducción social de su
existencia en el marco de relaciones de parentesco.
La fundación
exitosa de San Bernardo de la Frontera de Tarija en 1574,luego de intentos
fallidos y entradas desoladoras, permitió la estructuración de un esquema socioeconómico
basado en una ciudad y un entorno rural ocupado por propietarios peninsulares que
enfocaron sus mercedes a la producción agropecuaria con particular énfasis en
la ganadería para el abastecimiento del mercado local y regional(particularmente
Potosí) con una consiguiente marginación de los indígenas de la propiedad de la
tierra. Los emprendimientos productivos se asentaron, conforme se fueron
otorgando mercedes de tierras a los primeros pobladores, de forma dispersa para
aprovechar tanto parcelas de pasturas como para sementeras[4].Así
tuvieron asegurada la provisión de tierras productivas. Pero los propietarios
españoles debieron afrontar el problema del abastecimiento de mano de obra
derivado de la falta de trabajadores indígenas locales. Esta situación de
carencia de mano de obra indígena se explica por procesos que hunden sus raíces
en los tiempos del dominio del Tawantinsuyu sobre la región. Los incas establecieron
en los valles orientales de Tarija un enclave multiétnico productivo que
contaba, además, con un dispositivo defensivo por tratarse de un espacio de
frontera. En la reingeniería social que llevaron a cabo establecieron
poblaciones provenientes de otros espacios (carangas, apatamas o moyos moyos
entre otros) junto a grupos que ya lo ocupaban (chichas) y reorganizaron la
ocupación y utilización del espacio. Cuando se produjo la invasión castellana,
el enclave se desestructuró y gran parte de la población mitmaqkuna
migró. Algunos grupos volvieron a sus cabeceras étnicas y otros migraron para ponerse
a salvo de las poblaciones del Este, que lograron ingresar y asentarse en los
valles orientales de Tarija. Estos grupos, que fueron identificados por los
españoles con el nombre genérico chiriguanos,
hacía tiempo que presionaban desde el Este, pero el esquema defensivo incaico evitaba
que penetraran desde el piedemonte[5].
Hay que tener en
cuenta que solo un colectivo indígena notablemente reducido en su número de
tributarios, los llamados tomatas, fueron
distinguidos como habitantes originarios de los valles orientales y, en función
de ello, quedaron obligados a la mita de plaza y
se los solía identificar como tendarunas o tindarunas[6].Sin embargo, lejos estaban de ser originarios ya que se
trataba en su mayoría de migrantes, reasentados, huidos o relocalizados en este
espacio. No obstante, recibieron el reconocimiento como “originarios” a modo de
recompensa por haber contribuido a la entrada fundadora de Tarija liderada por
Luis de Fuentes y Vargas[7].
El pertenecer a la categoría de originarios les permitió obtener tierras
legalmente reconocidas en los valles orientales del Norte de Tarija, es decir
en un espacio que excede el presente análisis. Este sector, se conoce desde fin
del siglo XVI como Tarija la Vieja por ser el espacio que albergó los primeros
y frustrados intentos de ocupación castellana[8].
(Mapa 1) Como quedó dicho, este espacio no está contenido en el análisis ofrecido
en este artículo, sin embargo, resulta interesante para pensar en próximas
investigaciones de modo comparativo los valles orientales del Norte y el Sur de
la villa de Tarija.
Los primeros pobladores
peninsulares de Tarija no pertenecían a las primeras olas de conquistadores,
con lo cual encontraron un Perú repartido. Hasta donde sabemos, no hubo
encomenderos entre los vecinos fundadores de la villa y, por ende, no disponían
de recursos humanos propios como soporte laboral. Para enfrentar el problema de
la falta de mano de obra aportada por población local tarijeña, el virrey Francisco
de Toledo (1569 - 1581) dispuso que los chichas que
habían acompañado a la hueste fundadora continuaran brindando mano de obra. Los
chichas eran habitantes de territorios occidentales vecinos a los valles
orientales tarijeños y con una larga historia de ocupación de los valles que se
denominaban, justamente, “valles de Chichas” y habían sido reducidos en tres
pueblos: Talina, Cotagaita y Calcha[9].
Aún en el siglo XVII, su mano de obra continuaba existiendo en la Villa bajo la
forma de tendarunaso mitayos de plaza[10].
Los tendaruna serán indígenas de repartimiento cuya mano de obra se alquilaba a
través de sus curacas, quienes cobraban de los particulares el dinero
correspondiente a las jornadas trabajadas. En teoría, los tendarunas
permanecían junto a sus familias medio año en el lugar asignado pero, previo
acuerdo con el curaca, su estancia podía extenderse hasta completar el año[11].
La falta de mano de obra fue una constante que apenas se consiguió superar con
el aporte de tomatas y chichas con el mecanismo recién explicado. Además, se
utilizó otro sistema descripto por Carlos Zanolli. El virrey Toledo autorizó a
los pobladores a recoger “indios fugitivos y cimarrones”, la mayoría de los
cuales eran “de la cordillera chiriguana” que servían como yanaconas. Esta
práctica continuó vigente durante todo el siglo XVII[12].Faltan
estudios que profundicen esta cuestión y analicen en qué medida los tarijeños,
amparados en esta provisión, capturaron también a otros indígenas de la
cordillera chiriguana y los incorporaron como yanaconas o en condiciones más
cercanas a la esclavitud (situación que se evidenciaría el que muchas veces se
describía a estos indígenas recogidos como “piezas”).
Un último elemento
a considerar en este panorama general es el que, dentro de la política toledana
de control y organización de la tributación indígena y de abastecimiento de
mano de obra para Potosí a través de la prestación rotativa de trabajo indígena
o mita, los valles orientales tarijeños estaban exentos de aportar mitayos a la
Villa Imperial. Por lo cual, a partir de la fundación deTarija, estos valles se
configuraron como un área que captó migrantes de espacios obligados a la mita y
que huían de las imposiciones coloniales ya sea individualmente o como parte de
estrategias asumidas colectivamente por los ayllus[13].
Los valles tarijeños contaron también con la mano de obra de mestizos y
esclavos o libertos que, muchas veces, habitaban entre los indígenas de los
emprendimientos españoles. Así la configuración de la población de los valles
orientales de Tarija en el siglo XVII fue la expresión deuno de los procesos
que caracterizó la centuria en el Perú: las migraciones producto de lo cual se
transformaron tanto los centros urbanos como las áreas rurales. Las que habían
sido exceptuadas de aportar mitayos a Potosí se convirtieron en receptoras de
mano de obra y, a la inversa, los corregimientos obligados mermaron su
población[14].
Dado el contexto
descripto, surge que los indígenas de los valles orientales del sur de Tarija eran
fundamentalmente la mano de obra de chacras, haciendas y estancias. En menor
proporción, pero de una importancia fundamental, fueron también trabajadores en
la villa, tanto en tareas domésticas en las casas de los castellanos como
desarrollando oficios diversos en iglesias y conventos, viviendas particulares,
en el hospital y en el mercado local. Surgen, entonces, las preguntas ¿qué
clase de organización social constituyeron los indígenas de la villa de Tarija
y su entorno rural?, ¿primarían los vínculos de parentesco?, ¿podría
determinarse la o las modalidades que adquirió la familia entre ellos? Y si constituyeron
familias, ¿de qué familia hablamos? Por último, pero con una centralidad
innegable ¿era el ayllu una estructura vigente? Y si lo era, ¿bajo qué condiciones?
Cabe aclarar que en este artículo no se reseñarán las normativas vigentes en
relación a las determinaciones de la Iglesia Católica para la vida familiar
indígena para luego indagar sobre el grado de cumplimiento sino identificar en
un tipo particular de fuentes demográficas, como son las visitas, elementos de
la configuración familiar indígena.
Steve Stern y
Enrique Mayer identificaron para el caso de Huamanga y de Huánuco respectivamente
(y siguiendo los postulados de John Murra[15]),
la importancia de los hogares y grupos de parientes que colectivamente
producían todos los productos agrícolas, pecuarios, minerales y manufacturados
necesarios a su reproducción. Del mismo modo, dieron cuenta del modo en que fue
afectada la vida comunal indígena por las imposiciones coloniales de los
europeos[16].
Así identificaron como la clave de funcionamiento de este sistema a la
reciprocidad motorizada dentro de las familias agrupadas en ayllus, que
permitía el acceso a mano de obra y, con ello, a todos los recursos necesarios.
La pertenencia a un ayllu y a una familia posibilitaba la existencia material
tanto como la identidad dentro de una red de lazos con parientes vivos y también
con antepasados. Los hogares nuevos se constituían cuando una pareja se
separaba del hogar de sus padres para iniciar la vida en común en una nueva
unidad doméstica. Surge la pregunta por la factibilidad de aplicar este esquema
clásico al entorno meridional rural tarijeño del siglo XVII, espacio que
difiere de Huamanga y de Huánuco no solo por su ubicación geográfica sino,
sobre todo, por lahistoria de su ocupación y las características de las
poblaciones indígenas que lo habitaban. A pesar de las distancias entre las
historias y los registros de ellas, este artículo indaga en la posibilidad de
identificar la organización familiar indígena. Es lógico suponer que dentro de
la familia conformada en Tarija y sus valles orientales existieron principios
de solidaridad y ayuda mutua, tal vez no definidos por la fuerza de la
ancestralidad sino por la capacidad de crear y recrear vínculos de parentesco
reales y ficticios que permitieran a los indígenas, a través de relaciones con
otros grupos dominados y subalternos, mejorar las condiciones de vida o, por lo
menos, garantizar su reproducción.
Mapa 1: Ubicación
Para comenzar a indagar sobre los ejes
propuestos, se utilizan las dos Visitas Generales realizadas durante el siglo
XVII que son las fuentes con información demográfica y de alcance regional más
tempranas con las que contamos para los valles de Tarija[17].
A pesar de su potencial, se trata de visitas caracterizadas por la escasez informativa,
tanto si las comparamos con las del siglo XVI que se efectuaron en otros
espacios (por ejemplo la de Huánuco de 1562 o la de Chucuito de 1567)como si lo
hacemos con los padrones de otras regiones censadas durante los mismos
procedimientos del XVII aquí considerados (por ejemplo, la Visita de 1684 a Larecaja
o a Sicasica). Algo a destacar es que no se trata de visitas “casa por casa”
como caracterizaron a las del siglo XVI y aún a otras jurisdicciones durante la
visita de 1683-85, como por caso, la ciudad de La Paz. La numeración de 1645 en
Tarija se hizo a partir de la declaración de los dueños de las propiedades en
lasque trabajaban los indígenas que estaban obligados a presentarse ante el
cura de la villa de Tarija o el que residía en el valle de la Concepción[18].En
cuanto a la de 1684, el visitador se presentó, acompañado, por lo general, por
un cura, en las propiedades de los españoles y tomó declaración bajo juramento
a sus dueños o mayordomos acerca de la población indígena concurrente.
No obstante el carácter sintético de
los padrones tarijeños, es válido realizar una primera mirada guiada por las
preguntas acerca de la organización familiar indígena ya planteadas. A partir
de la exploración de los registros y de su tratamiento tanto cuanti como
cualitativo, se ensayan interpretaciones y reflexiones preliminares que podrán
ser reformuladas a partir de la profundización del análisis en otras fuentes. Por
otra parte, los silencios de la documentación también pueden ser interpretados
y ofrecen tanto pistas como nuevos interrogantes respecto de la adopción del
modelo de familia, de la construcción familiar, de la fortaleza o laxitud de
los vínculos de parentesco.
Ambas Visitas o Numeraciones
fueron Generales, es decir que los virreyes que las ordenaron tuvieron la
pretensión de que se realizaran en todo el virreinato del Perú, más allá de la
calidad resultante de la inspección o de que algunos distritos fueran ignorados
o la visita fuera extremadamente sintética[19].
La primera fue efectivizada en 1645 por el virrey don Pedro Álvarez de Toledo y
Leiva, Marqués de Mancera (1639 - 1648) a pesar de haber sido ordenada en 1631
por su antecesor, don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, conde de Chinchón.
Esta visita, a la que se denominó “Memoria o memoria y padrón” fue efectuada
por los sacerdotes de cada una de las parroquias de las jurisdicciones
visitadas. Como ya explicaron Castro Olañeta y Palomeque, cada cura aplicó su
criterio dando lugar a un conteo muy dispar de unidades censales, pues en
algunos casos anotaron solo a los tributarios y en otros a éstos y sus familias[20].El
objetivo de esta numeración fue registrar a la población indígena en tres
categorías fiscales principales en relación al control del cumplimiento de la
mita potosina en los corregimientos obligados a ella. Así, se anotaron
originarios, yanaconas y forasteros, quedando obligados a la prestación
rotativa los inscriptos en la primera categoría[21].En
definitiva, esta visita buscaba, sobre todo, reasignar la obligación de la
contribución a la mita de Potosí, habida cuenta de la magnitud de las
migraciones producidas y el consecuente desajuste de la estructura que las
reformas del virrey Francisco de Toledo habían pretendido imponer[22].A
pesar de que el original de la visita se guarda en el AGNA, utilizo la versión transcripta
y publicada por Zanolli[23].Tal
como señala el mismo autor, la población censada que aquí se analiza es la que
registraron el bachiller Andrés Martínez de Vergara, cura y vicario de la villa
de Tarija y el padre fray Gregorio Millán, cura en la parroquia del Valle de la
Concepción. La memoria y padrón de Tarija guarda dos particularidades, según
muestra Zanolli. Por un lado, hay indígenas identificados como tributarios
desde los 12 años (en algunos casos, siendo mujeres). Esto resulta contrario a
las instrucciones, pero en la visita no se justifican estos registros. Por otro
lado, la categoría de reservado no se aplica con un criterio uniforme e
identificable ya que hay hombres mayores de setenta años que se inscribieron
como reservados pero otros de la misma edad no[24].
La segunda Visita se
llevó adelante entre 1683 y 1685por orden del virrey don Melchor de Navarra
Rocafull, Duque de la Palata (1683 - 1688). Esta visita fue realizada por los
corregidores, cumpliendo el objetivo de registrar a la población indígena en su
lugar de residencia. Esta medida buscaba, como ya lo había hecho la Visita
General de 1645, reordenar la situación tributaria y la provisión de mano de
obra mitaya para Potosí. Las autoridades coloniales constataban la continuidad
de las masivas migraciones producidas desde la aplicación de las reformas
toledanas en el siglo anterior, con la consecuente despoblación de las tierras
altas y la repoblación de los valles. Además, los recursos fiscales
provenientes dela tributación indígena eran paupérrimos y se pretendía reorganizar
el cobro y asegurar su cumplimiento[25].De
hecho el cumplimiento con el pago de tributos registrado en esta visita para la
jurisdicción de Tarija era de solo un 5%. De manera tal que, al igual que en la
visita de 1645, el objetivo era controlar las migraciones que llevaban al
incumplimiento de las obligaciones tributarias pero se añadía la intención de
forzar a los forasteros y a los yanaconas a cumplir con las mismas obligaciones
y erogaciones que los originarios. Para ello, los corregidores debían seguir
precisas instrucciones que indicaban el orden de los cuadernos o padrones en los
que se debían registrar a los indígenas según su categoría como originarios,
forasteros y yanaconas (determinando si eran de haciendas, chacras, obrajes o
del rey). Dentro de cada padrón, debía distinguirse si se hallaban presentes o
ausentes y en este caso, manifestar si se conocía o no el lugar donde estaban y
si su ausencia era temporal o definitiva[26].Sería
interesante realizar un estudio comparativo entre las instrucciones de las dos
visitas pero las de la de 1645 se conocen solo por menciones indirectas en
otros documentos. En ese sentido, se verifica que en la de 1645 interesaba
particularmente identificar a originarios y forasteros mientras que en la de 1684
se hace hincapié también en el registro de yanaconas[27].Utilizo
las imágenes digitalizadas de la visita que se encuentra en el AGNA[28].
En Tarija se realizó durante 1684, el visitador fue el corregidor Francisco de
Castejón y Belvis. En todos los padrones se distinguen tributarios (se marcan
los ausentes), mujeres y reservados y los dueños de las propiedades. Como en
todas las visitas, los visitadores interpretaron las instrucciones al registrar
a la población y no necesariamente cumplieron al detalle las indicaciones.
Dentro del conjunto de la visita ordenada por el Virrey duque de La Palata, la
jurisdicción de Tarija es una de las que menos información detallada registra.
Por ejemplo, los visitadores debían anotar el origen de los indígenas que podía
coincidir o no con el lugar de nacimiento. Así se buscaba determinar la
procedencia de los forasteros y obligarlos a pagar el tributo. En el caso de
Tarija, el origen suele anotarse sin detalles es decir, solo identificando el
corregimiento pero sin otras menciones más específicas.
Si comparamos el
registro de Tarija en ambas visitas, la primera es mucho más parca en la
información que la segunda, por ejemplo, prácticamente no se registran más
edades que las de los tributarios o la de los hombres que pronto llegarían a serlo.
Al mismo tiempo, la falta de datos para las mujeres es abrumadora, en general no
se consignan ni edad ni origen e incluso el nombre, en ciertos casos. No se
descarta el subregistro de las mujeres en esta Visita, habida cuenta del
interés por anotar a los hombres que eran los sujetos responsables de cumplir
las obligaciones coloniales. Tampoco se registran para todos los tributarios
las referencias al lugar de origen ni nacimiento. Por lo demás, hay situaciones
anotadas con criterios ad hoc o
contrarios a las instrucciones para la realización de las visitas (algunas ya
mencionadas como los inscriptos como jefes de unidad censal siendo menores de
18 años). De todos modos, esta parquedad no impide realizar interpretaciones ya
que es posible reconstruir las unidades censales con la información disponible
y siguiendo los criterios de las instrucciones. Así por ejemplo, si se
inscribían mujeres como jefas de unidad censal pero se aportaba el dato del
marido ausente, en la base de datos se ingresó al hombre como jefe en condición
de ausente, quitando a la mujer del lugar de jefa. Sin embargo, hay otros casos
en que las mujeres parecen ser efectivamente las cabezas de la unidad censal
pues no hay ningún dato sobre un cónyuge.
Respecto de las
visitas en general, varios autores han puesto de manifiesto el gran valor y riqueza
que tienen para conocer las prácticas sociales cotidianas de los indígenas y
para la reconstrucción de las estructuras económicas, políticas y sociales así
como para detectar los conflictos intra e interétnicos y los variados vínculos
construidos y reconstruidos con las instituciones coloniales[29].
Pero además, las visitas de indios tienen un gran potencial al proveer insumos
cuantitativos para analizar variados temas aunque con la dificultad
metodológica de realizar una contabilización precisa pues tratándose de una
cantidad de censados tan importante es probable que se cometan errores. Sin
embargo, el procesamiento digital de la información permite sortear ese escollo
al permitir determinar la cantidad de personas que se anotaron en cada una de
las categorías propuestas por los visitadores. Del mismo modo, es posible
agrupar y contar sin margen de error a partir de criterios como las edades, el
estado civil, el sexo, el lugar de nacimiento o de residencia, la cantidad de
hijos registrados en cada unidad censal. Para poder realizar el procesamiento
digital aludido se confeccionó una base de datos en la que se cargó la
información de cada uno de los indígenas que fueron inscriptos[30].
Esta manera de considerar la información para cada uno de los registrados en
ambas visitas en la base de datos es lo que permite ordenar y homogeneizar la
información para realizar las comparaciones que se presentan en los siguientes
apartados.
Más allá de las
limitaciones señaladas para ambas visitas, estos documentos constituyen hitos
del siglo XVII en cuanto a condensación de información dentro de la gran
incógnita para la historia de Tarija que implica este siglo. Se espera que
otras fuentes permitan poner en relación lo aquí presentado para enriquecer el
conocimiento del periodo y aportar nuevos datos hasta ahora desconocidos como
tendencias generales en la población rural y urbana, tasas de tributo y
tributación efectiva de la población tarijeña o la organización de la vida en
la ciudad por parte de los miembros de los diferentes estamentos que la
habitaban.
Elementos para pensar la organización
familiar indígena desde las Visitas Generales: clasificación fiscal, autoridades
y unidades censales.
Como ha quedado
explicado, y dado el tipo de información que registran las visitas, en este
artículo se realiza un trabajo de reconstrucción a partir de rastros
indirectos. No es el objetivo ofrecer un modelo de familia sino elementos para
pensar posibles organizaciones familiares de los trabajadores de las
propiedades y de la ciudad de Tarija en un contexto multiétnico.
Tal vez el primer
dato que emerge de las visitas es que tanto en la ciudad de Tarija como en los
valles orientales hacia el sur, existió una abrumadora presencia de yanaconas[31].
Si bien, la cuestión de las categorías fiscales bajo las cuales se anotó a la
población no es el tema central en este escrito, es importante realizar algunas
observaciones al respecto para pensar la organización familiar indígena. Castro
Olañeta y Palomeque definen y precisan los alcances de las categorías fiscales
originario, forastero, yanacona (distinguiendo agrarios y del rey) y tendaruna
en la visita de 1645. A partir de esa problematización modificaron la adscripción
de algunos censados. Así, tomaron como forasteros a los inscriptos como
yanaconas del rey[32].
En este artículo, se toma la categoría fiscal de cada sujeto anotado de acuerdo
al padrón en el que se encontraba. Tal vez, cuando se profundice la
investigación y se pueda considerar el total de los censados en los valles
orientales al norte y al sur de Tarija se revise está cuestión. No obstante,
cabe aclarar que en la visita de 1684 no parece posible realizar la distinción
propuesta por las autoras para 1645. En las instrucciones de la numeración
ordenada por La Palata hay indicación de inscribir a dos clases de yanaconas
del rey[33].
En un caso, se trata de quienes podrían ser homologados a los forasteros como
lo hacen Castro Olañeta y Palomeque. Estas autoras retoman así la propuesta de
Assadourian para el caso de los yanaconas del rey a los que identifica como forasteros
de origen desconocido[34].Pero
en el otro caso, se trata de otro conjunto poblacional indígena sobre el que no
se especifica demasiado.
En concreto, en la
visita de 1645 el 66,31% de los registrados en la villa de Tarija y sus valles
meridionales fueron censados como yanaconas y en la de 1684 alcanzaban el
71,15%, el resto se inscribió en el padrón de forasteros[35].Estas
visitas nos muestran el proceso de yanaconización de la población indígena de
Tarija, proceso que redundó en la progresiva fijación de los indios a las
chacras y haciendas y, consecuentemente, a la voluntad de los dueños de la
tierra. En ese sentido, es interesante analizar la información que provee la segunda
visita sobre el tiempo que llevaban como yanaconas. Lamentablemente estos datos
no se registran en la primera. En la Visita de La Palata, de un total de 401
jefes de unidades censales que se inscribieron como yanaconas, consta la
cantidad de años que llevaban como tales para 310, que iban entre 1 y 30 años. El
registro de la cantidad de años que llevaban como yanaconas está especificado
en las instrucciones de la Visita. Si desglosamos esos datos tenemos que la
gran mayoría llevaba 10 años (209), 49 llevaban menos de 10 años y 38 indígenas
llevaban entre 12 y 30 años revistiendo la categoría de yanaconas.
El siguiente
aspecto que resalta en la población visitada es que las poblaciones del espacio
estudiado no vivían organizadas en ayllus o parcialidades. No obstante, en la
de 1645 hay registro de algunas autoridades indígenas. Se trata de 6 curacas,
cuatro de ellos inscriptos en diferentes propiedades dentro del padrón de
yanaconas del valle de la Concepción. Uno de estos curacas se inscribió como
originario de la cordillera Chiriguana, otro del valle de la Concepción y no
hay información sobre los restantes. Los otros dos curacas eran una autoridad
de los chichas tendarunasy originario de Talina, mientras que el último curaca
se identifica como tomata. En 1684 no hay ninguna referencia a curacas ni a
otro tipo de autoridad indígena, excepto por la referencia de los indios
chichas que pagan su tributo al gobernador de alguno de los tres pueblos de
reducción (Talina, Calcha o Cotagaita). Esperamos que en el futuro se puedan
formular las razones de estas ausencias y responder a la pregunta de si es que
ya no existían las autoridades étnicas o si por alguna razón no se registraron
en la Visita.
En cualquier caso,
¿cómo interpretar la existencia de las autoridades en la Visita de 1645 habida
cuenta de la inexistencia de ayllus? Zanolli, al considerar conjuntamente la
visita de 1645 y la revisita de 1659 (cuyo análisis no hemos incluido aquí),
sostiene que en la gran mayoría de las chacras el visitador era recibido por
curacas. La existencia de estos curacas respondía, según analiza el autor, a
los efectos de las políticas toledanas implementadas el siglo anterior a
propósito de la organización de la población de yanaconas (que como hemos
expresado constituía la mayoría en estos valles de Tarija) a la manera de los
pueblos de reducción, lo cual implicaba la designación de autoridades[36].Es
decir que respondía las consecuencias de una política fiscal más que a la perdurabilidad
de una organización indígena comunitaria y ancestral. Ahora bien, el autor no
explica si las afirmaciones son válidas por igual para las dos visitas así como
tampoco cuantifica la cantidad de propiedades en las que los visitadores eran
recibidos por los curacas. De acuerdo al análisis que aquí se presenta, no se
verifica que en la gran mayoría de las chacras hubiera un curaca. Tal vez la
diferencia en la perspectiva se relacione con el universo analizado, ya que
Zanolli considera dos visitas completas y aquí se trabaja con una selección de
una de ellas, que además involucra el espacio en el que no se asentaba la población
calificada como originaria. En cualquier caso, resulta útil la comparación en
orden de individualizar la diversidad de situaciones en los distintos espacios
dentro del mismo corregimiento. Por ahora, no se cuenta con mayor información
que explique su existencia o las funciones que podrían desarrollar en estos
emprendimientos productivos rurales. ¿Será factible que en algunas propiedades
se reprodujeran ciertos elementos de la organización que se daba en los pueblos
de reducción? Si así fuera, habría que preguntarse si eso fue motivado por los
corregidores u otros agentes de poder colonial o si fue una forma organizativa
adoptada por los indígenas.
A continuación se
ofrece una serie de informaciones obtenidas delas dos visitas que presentan de
forma general el universo indígena sobre el que se indaga su composición
familiar. Luego, se exponen una serie de cuestiones en relación a dos tipos
particulares de unidades censales, por un lado, se realizan algunas apreciaciones
respecto delas unipersonales y, por otro, sobre las que tenían a mujeres como
jefas o cabezas de la unidad censal. Estos dos tipos de unidades censales no
son muy significativas numéricamente, sin embargo, su análisis despierta
interesantes preguntas respecto de la estructuración familiar indígena como
forma de organizar la reproducción de la vida.
Cuadro 1: La
población de Tarija y valles surorientales[37]
|
Visita 1645 |
Porcentaje |
Visita 1684 |
Porcentaje |
Población Total |
2298 |
100
% |
2600 |
100% |
Unidades Censales |
955 |
100
% |
1024 |
100
% |
Hombres (todas las edades) |
1386 |
60,31
% |
1357 |
52,19
% |
Mujeres (todas las edades) |
912 |
39,68
% |
1243 |
47,80
% |
Unidades Censales Unipersonales |
299 |
13,05% |
552 |
21,15% |
Total de jefas mujeres |
43 |
4,47% |
329 |
31,11 % |
Es importante
señalar, como ya dieron cuenta diferentes investigadores abocados a estudios sobre
la familia indígena con fuentes demográficas en América entre los siglos XVII y
XIX, que las unidades censales no reflejan necesariamente a las familias[38].Incluso
es necesario distinguirlas de las unidades domésticas ya que no siempre
resultan coincidentes. De acuerdo con las características de la documentación
(y de la posibilidad de relacionar su información con otras fuentes) se podrá
conocer en cada caso la relación entre las unidades censales, las familias y las
unidades domésticas. Las unidades censales son las que delimita el visitador a
partir de identificar al sujeto tributario, es decir, un hombre mayor de 18
años. A su vez, el tributario suele estar acompañado de personas a las que se
referencia en relación a él. Generalmente se trata de vínculos de parentesco,
lo cual no es excluyente pues en las visitas a distintos espacios de América se
han registrado entenados, allegados, agregados e incluso, esclavos. Así, los
autores han constatado que los visitadores separan en unidades censales
diferentes (a veces constituyendo unidades censales unipersonales) a personas que,
en realidad, formaban parte de las mismas unidades domésticas y/o familias. Para
el caso de Tarija, sobre todo a partir de la Visita de 1645, esta operación del
visitador resulta evidente, pues indica explícitamente los casos en que el jefe
de una unidad censal era hijo del jefe de otra. Como se aprecia en el cuadro 1,
se contabilizaron 955 unidades censales, pero si agrupamos a los jefes que
declaran tener vínculos de parentesco con otros jefes que residían en las
mismas propiedades, ese número baja a 724.Esta información resulta insuficiente
para afirmar que esa era la cantidad de familias pero, permite pensar de otra
manera el universo de análisis al evidenciar el parentesco entre los miembros
unidades censales separadas pero que forman parte de familias extensas.
Respecto de la Visita de 1684, es otro el dato que permite reconocer algunas
familias extensas. A diferencia de lo explicado para la visita de 1645, se
trata de familias extensas incluidas en la misma unidad censal. Así se
registran unidades en las que además de las esposas e hijos del jefe, se anotan
las nueras, muchas veces con sus hijos. Se contabilizan 19 unidades en esta
situación. Esta clasificación no se halla en la Visita de 1645.
Del cuadro 1 se
desprende que hay mayor cantidad de población registrada en la segunda visita.
Llama la atención que el incremento poblacional no se distribuye uniformemente
sino que se concentra en las mujeres mientras se registra un leve descenso de
población masculina. No hay demasiadas pistas acerca de la disparidad en el
registro. ¿Podría deberse a un subregistro de mujeres en la primera? Es
probable ya que, a juzgar por los escuetos padrones de 1645, el visitador
parece haberse enfocado en anotar a los tributarios o a quienes estaban
próximos a serlo en desmedro de la inscripción de las mujeres. La posibilidad de
que haya existido un subregistro debido a la exclusión de espacios cuyos dueños
no se presentaron a declarar ante el visitador no puede cotejarse. Lamentablemente
no pueden compararse los lugres visitados en ambas numeraciones por el modo en
que se llevó a cabo la de 1645. La población indígena se fue registrando por
parroquias y de acuerdo a las declaraciones de los dueños de las chacras,
haciendas y estancias. Estas propiedades se hallaban dispersas en distintos
espacios que no aparecen especificados. Es decir que con la información que se
dispone no es posible saber si en 1645 constan los datos de los mismos lugares
que aparecen especificados en 1684. Por ejemplo, en la segunda visita se mencionan
algunos parajes como Las Barrancas, Asnapuquio, Rujero, Colón, Charaja, las
Juntas o San Cristóbalpero no hay referencias a ellos en 1645.Evidentemente, el
hecho de que no aparezcan estas menciones concretas no equivale a que no haya
información sobre su población en la visita.
Otro dato que
sobresale del cuadro 1 es la recurrencia de unidades unipersonales, ¿cómo
interpretar la existencia de lo que se registra como indígenas solos? En primer
lugar, deben entenderse en el contexto de la aplicación de los criterios
fiscales y no como reflejo de una realidad, por lo demás inviable en los Andes
del siglo XVII, y más aún en contextos rurales. La visita de Tarija de 1645
presenta un 13,05% de unidades censales unipersonales mientras que en la de
1684 alcanza un 21,15% del total. Estas cifras son menores a las registradas
por Tandeter en Sacaca y Acasio (Chayanta) donde este tipo de unidades censales
alcanzaban el 35,3% de total[39].
Retomo aquí las propuestas de Tandeter acerca de la necesidad de ampliar las
informaciones de las fuentes demográficas con otro tipo de documentos que
permitan reconstruir un análisis cualitativo de la información cuantitativa de
las visitas[40].
Pero cabe destacar que las propias visitas contienen informaciones anexas que
podrían aportar al análisis cualitativo de las unidades unipersonales. Por
ejemplo, al considerar el origen de los hombres y mujeres de estas unidades
unipersonales se obtienen los siguientes resultados:
Cuadro 2: Origen de unidades censales
unipersonales de hombres
Origen |
Visita
de 1645 |
Visita
de 1684 |
Sin
datos |
82 |
60 |
Chichas |
54[41] |
8 |
Tarija |
54 |
150 |
Cordillera Chiriguana |
23 |
23 |
Potosí |
10 |
22 |
Tucumán |
5 |
29 |
Porco |
- |
20 |
Otros |
36 |
43 |
Total |
272 |
355 |
Cuadro 3: Origen de unidades censales
unipersonales de mujeres
Origen |
Visita
de 1645 |
Visita
de 1684 |
Sin
datos |
13 |
37 |
Tarija |
6 |
89 |
Cordillera Chiriguana |
6 |
24 |
Chichas |
2[42] |
2 |
Tucumán |
- |
8 |
Porco |
- |
8 |
Potosí |
- |
6 |
Otros |
- |
16 |
Total |
27 |
190 |
Más allá de las
diferencias entre las visitas y del evidente subregistro del origen, las
tendencias halladas son coherentes con el hecho de que Tarija fue, como se
expresó, un corregimiento receptor de población proveniente de espacios
obligados a la mita potosina así como de los pueblos de chichas que debían
contribuir (además de a la mita de Potosí) con tendarunas en Tarija y que, como
muestran Castro Olañeta y Palomeque, en el siglo XVII muchos de ellos permanecían
en Tarija por no contar con el dinero suficiente para afrontar el pago del
tributo en sus cabeceras étnicas (aumentando la despoblación de sus pueblos de
reducción)[43].Por
otro lado, es significativa la referencia al origen en la cordillera chiriguana,
espacio con el que los tarijeños tuvieron una relación ambivalente. El Este
tarijeño era tanto la representación del temor hacia los indígenas no
conquistados tanto como, tal como se expresó con anterioridad, la fuente de
recursos y mano de obra obtenida a través de diversos mecanismos, algunos
incluso, forzados (situación registrada desde los tiempos de la fundación de
Tarija y durante todo el siglo XVII). Ciertos testimonios en las visitas se
orientarían en ese sentido. En la visita de 1645, una india, cuya edad no se
consigna y que trabajaba en una hacienda del Valle de la Concepción, dice que
es “natural de la cordillera pero criada en este valle”[44].
En la visita de 1684, un indio de 11 años dice que no sabe de dónde es
originario porque fue hurtado cuando era muy pequeño[45].
Otra información a
señalar es que la cantidad de hombres que se identifican en el cuadro 2 como
originarios de la villa de Potosí aumentó en la segunda visita (y es mayor en
hombres que en mujeres). Esto podría referir a la migración de hombres que pretendían
evitar la mita en el Cerro Rico. Pero, considerando que el origen no indica
necesariamente el lugar de nacimiento, podría tratarse de originarios de Potosí
pero nacidos en Tarija, es decir, hijos de migrantes(pero ese dato no se
consigna en la visita). Por último, hay un incremento en los originarios de
Tarija en los cuadros 3 y 4.El aumento de hombres y mujeres nacidos en la
jurisdicción (la mayoría nacidos en la hacienda donde fueron visitados) es una
manifestación del proceso de fijación de los indígenas y sus descendientes al
espacio rural tarijeño y la aparente pérdida de vinculación con los lugares de
origen de sus antepasados. Cabe señalar que para ambas visitas, los registros
de los lugares de origen y su distribución porcentual entre los jefes
expresados para las unidades censales unipersonales es coincidente si se tiene
en cuenta al conjunto de las unidades censales.
Algo que sobresale
en la visita de 1645 es que las edades de los varones sólo aparecen en caso de
ser menores de 18 años. De allí que salten a la vista los casos de las unidades
censales unipersonales en que se inscribió varones que no respondían con las
características del sujeto tributario (varón de más de 18 años). En esta visita
son 101 las unidades unipersonales de varones menores de 18 años. Dentro de
ellas, hay 75 que tienen hasta 13 años. En la de 1684 son 132 los que tienen
hasta 13 años de un total de 152 menores de 18 años. Es de esperar que estos
vivieran integrados en un hogar y/o familia con más miembros. Tal vez se
tratara de “huérfanos” (menores de 18 años y sin padres vivos) a la manera de
los que Tandeter encontró en la visita de Sacaca y Acasio (Chayanta) de 1614.
En el caso analizado por Tandeter, “huérfano” era una categoría censal y así se
enumeraban al final de cada ayllu, sin explicitar con quiénes vivían y anotados
como unidad censal aparte. Para Tarija la indicación de “huérfano” está
presente sólo en 12 casos en la visita de 1645 mientras en la visita de 1684 no
aparece esa clasificación. En esta tampoco existe la de “muchacho” que solía
identificar a los que tenían una edad cercana a la de la tributación. Esta
clasificación no obstante, está presente en 20 casos de la visita de 1645.
¿Cómo interpretar
esta presencia incontrastable de indígenas menores de 18 años inscriptos en
ambas visitas? ¿De qué manera es correcto nombrarlos? En la actualidad diríamos
que son niños, pero ¿cómo se consideraban en el siglo XVII estos indígenas en
un entorno fronterizo colonial mayormente rural? En principio, y siguiendo el
clásico estudio de Philipphe Aries y Georges Duby[46],
no fue sino hasta el siglo XVIII que se afirmó un “sentimiento de la infancia”
en el sentido en que lo percibimos hoy, fruto de una enorme transformación de
las creencias y estructuras mentales. Pero estos autores formulan esa propuesta
en relación a la cultura europea que es, obviamente, la de los conquistadores y
no la de los indígenas conquistados. Siguiendo la lógica propuesta por
Tandeter, estos indios que estaban “teóricamente solos” pero evidentemente
contenidos en un grupo mayor cuya conformación desconocemos, ¿se encontrarían
integrados a una familia indígena o tal vez familia interétnica de trabajadores
de las propiedades de españoles? Probablemente esta pregunta no tenga una única
respuesta y pudieran existir múltiples realidades. En principio, y basándonos
en los estudios etnohistóricos sobre el sur andino, presupondríamos que si
estos indígenas carecían de padres, serían acogidos por parientes miembros de
sus ayllus. Pero, ¿qué sucedía en el contexto tarijeño donde la población
habitaba propiedades de españoles y donde no había una organización en ayllus
ni pertenencia étnica compartida necesariamente? Esta es, de hecho, otra
diferencia destacable entre las visitas tarijeñas y de, por ejemplo, los
corregimientos puneños donde la realidad indígena se estructuraba fuertemente a
partir de la pertenencia al ayllu.
Se considera ahora
el otro tipo de unidad censal que llamó la atención, es decir, los casos de mujeres
que fueron incorporadas como jefas de unidad censal. Lo primero que llama la
atención es un incremento muy significativo en su cantidad de una visita a otra.
En la Visita de 1645eran 43 las unidades censales encabezadas por mujeres
mientras en la visita de 1684 las jefas de unidad censal eran 329. Dentro de
estas últimas, un 57,75 % se anotaron como unidades unipersonales de mujeres (190
de 329). En 1645 las unidades con jefas mujeres (unipersonales o no)
constituían el 4,47% de las unidades censales, mientras que en 1684, alcanzan
el 31,11%. Tandeter analizó los casos de mujeres que eran cabeza de unidad
censal, (ya fueran “teóricamente solas” o inscriptas con “hijos bastardos”
asociados a ellas) adjudicando su existencia, en parte, a la manera en que
inscribió a unidades censales que separaban familias poligínicas. En ese caso,
las mujeres solas eran, para el autor, marcadores de poliginia encubierta. Por
eso en su trabajo adquirieron importancia las mujeres solas anotadas como
viudas, solteras y viejas. En las visitas de Tarija, sin embargo, no
encontramos hijos registrados como bastardos, ni otros marcadores de poliginia.
Medinaceli observó particularmente la situación de las viudas afirmando que la
familia era “un subsistema que definía las reglas de vida dentro del cual
florecían los lazos de solidaridad y constituía el reaseguro de la subsistencia”[47].En
particular, encuentra que muchas mujeres viudas tenían a su cargo a otros
miembros del ayllu a los que llama dependientes, situación también reconocida
en las vistas de Tarija aunque con una magnitud menor. Así en la primera visita
hay 8 viudas que viven con sus hijos, en la segunda, hay 42 que lo hacen con
sus hijos y/o nietos. No obstante, los visitadores también anotaron viudas en
unidades unipersonales. En la visita de 1645, son 3 mujeres y en la de 1684, se
trata de 8. En esta visita contamos con las edades de las mujeres y comprobamos
que 3 de ellas tendrían 90 años. Más allá de que tuvieran efectivamente esa
edad o solo la aparentaban a ojos de los visitadores, es probable que no
vivieran realmente solas sino como parte un grupo social que garantizaba su
supervivencia. En definitiva, sería un caso análogo al que se describió cuando
se hizo referencia a los huérfanos. En lo que respecta a estas mujeres viudas,
es probable que ellas, en la medida de sus posibilidades, también aportaran con
su mano de obra a los grupos en que sustentaban su vida.
Por último, dentro
del universo de las unidades censales (unipersonales o no) cuyas jefas eran
mujeres, visualizamos los casos de las mujeres solteras y menores de 18 años.
En la Visita de 1645 hay 6 de 43 casos en que son menores de 18 años, mientras
que en la de 1684 las menores son 84 de 329. Respecto de ellas subsisten los
interrogantes que marcamos en ocasión de visibilizar a los varones con estas
características. En la visita de 1645, 3 de las mujeres tenían 13 años y las
otras 3, menos de 4. Tampoco es dable pensar que vivieran solas. La visita de
1684 ofrece algún detalle mayor ya que identifica 24 indias de hasta 7 años (incluyendo
una “de pechos”), 32 que tenían entre 8 y 10 años y 28 indias de entre 12 y 16
años. Al revisar el lugar donde se encuentran, hay 2 que vivían en la casa de
un propietario castellano. Tal vez cumplieran tareas de servicio doméstico o se
las criaba con el fin de que lo cumplieran en cuanto pudieran hacerlo. Estas
indias menores de 18 años no serían las únicas que formaban parte del servicio
de esas casas. Eso lleva a pensar que probablemente la mano de obra de las residencias
españolas fuera multiétnico y por eso no se registran en estas visitas que competen
solo a la población indígena. De hecho, la multietnicidad era un componente
característico de la realidad tarijeña y no solo de las casas emplazadas en la
ciudad sino también de las propiedades rurales. Hay que destacar que una mirada
superficial de las visitas de indios puede opacar esa realidad multiétnica y
diversa, incluso impedirverla de forma directa, pero al rastrear el problema se
vislumbran sus huellas. Así en la Visita de 1684 hay 12 mujeres registradas
como jefas de unidades censales, es decir, “teóricamente solas”, asociadas a
hijos o no. Sin embargo, el visitador consignó qué estaban casadas con esclavos
negros de la misma chacra donde residían. Del mismo modo, hay 4 mujeres casadas
“con un mulato de la propiedad”. Adicionalmente, se registró una india casada
con un mestizo y un indio que vivía con una “negra libre”. De ahí la
importancia de las preguntas e inquietudes, en esta oportunidad acerca de la
multietnicidad, que permiten descubrir capas de información relevante para
conformar una mirada sobre una realidad compleja y variada que influyó en la
formación de las familias.
Sin dudas, el
diálogo con otras fuentes ampliará el panorama de esa realidad multiétnica y diversa
que intuimos pero que las visitas tienden a opacar o incluso, silenciar. En
otra oportunidad realicé una somera exploración en los libros parroquiales
microfilmados del siglo XVII de la iglesia Inmaculada Concepción de la villa de
Tarija (bautismos, matrimonios y defunciones entre 1624 y 1636)[48].
Esa documentación permite hipotetizar sobre las relaciones interétnicas
desarrolladas en las propiedades que se visitaron en las numeraciones de 1645 y
1684. En las actas parroquiales se anotan vinculaciones entre personas
categorizadas como “indios”, “negros”, “españoles” y “mestizos”. En la lectura
de los registros comprobamos que los africanos y afrodescendientes se anotaron
con la población indígena y las pocas menciones a mestizos también se registran
con ellos. Esto resulta coherente con la cercanía en la condición social de
estos mestizos de Tarija con los sectores más desfavorecidos de la sociedad. El
análisis de los bautismos es interesante porque el registro de este sacramento
incluye el nombre de los padrinos de quien recibía el sacramento. El agregado
de esta información
permite vislumbrar
las relaciones sociales en las que vivía inmersa la familia del bautizado. Hay
frecuentes menciones a parejas de indios (casados o no) que inscriben a su hijo
o hija, cuyos padrinos comparten la condición de la familia indígena como por
ejemplo tendarunas o yanaconas en las tierras de un castellano, pero también
hay menciones de negros o mulatos como padrinos que eran habitantes de la misma
propiedad rural.
Estas mismas
fuentes nos llevan a otras posibles interpretaciones sobre aquellas indias
menores de 18 años y anotadas como jefas de unidad censal. El libro de
bautismos, contiene registros de indias nacidas en la cordillera chiriguana
cuyo padrino es un español y la madrina no se registra. Estas situaciones,
¿podrían encubrir una inscripción de indias cautivas destinadas al servicio
personal y doméstico?, ¿podría, además, esconder una realidad que advertían las
cédulas reales en tanto las indias de servicio eran, en muchos casos, mancebas
de los españoles?, ¿podía ocurrir que los niños varones, identificados con el
apelativo de “muchachos chiriguanos o de la cordillera” cumplieran también
tareas en servicio doméstico o como criados? En estos casos, ¿Qué particularidades
tendrían las familias constituidas en los contextos descriptos?
Otro aspecto que
se consideró fue la composición del conjunto de las unidades censales en
relación a la cantidad de hijos inscriptos en cada una. En promedio en la
visita de 1645 había 0,73 hijos por cada jefe mientras en la de 1684 el
promedio era de 0,91 hijos por jefe. Es decir, que aumenta levemente en la
segunda. Si agrupamos las unidades censales de acuerdo a la cantidad de hijos, se
verán los datos de los que se desprende ese promedio. En esta información no
consideramos todas las unidades censales porque ello habría implicado contar
también a aquellas unidades censales unipersonales con jefes y jefas que ni
siquiera estaban en condiciones biológicas de tener hijos. Arbitrariamente se
consideró a las unidades censales que estuvieran encabezadas por mayores de 13
años. Los resultados son los siguientes:
Cuadro 4. Cantidad
de hijos por unidad censal en visita de 1645 y 1684
Cantidad
de hijos por unidad censal |
Unidades
censales en 1645 |
Unidades
censales en 1684 |
Sin
hijos |
242 |
432 |
1
hijo |
125 |
144 |
2
hijos |
96 |
88 |
3hijos |
52 |
60 |
4hijos |
36 |
42 |
5hijos |
8 |
26 |
6hijos |
6 |
18 |
7hijos |
0 |
7 |
8hijos |
0 |
3 |
9hijos |
0 |
2 |
En la primera
visita, por un lado, si bien la cantidad de unidades con hijos supera a las que
no tienen, estas representan una cantidad importante. Por otro lado, las que
tienen hijos registran entre 1 y 6. En la Visita de 1645, el total de hijos
registrados en las unidades censales es 693. De ellos, 407 son varones y
representa un 58,7%, mientras las hijas mujeres son 286. En esta disparidad hay
que considerar el posible y ya mencionado subregistro de las mujeres. En la
visita de 1684 se anotaron 997 hijos. De ellos, 504 eran varones y 493 mujeres,
es decir que los porcentajes son más parejos en esta visita.La mayoría de las
unidades censales tenía 1 hijo mientras a medida que se contabilizan más hijos
baja la cantidad de unidades en esa situación. Esta característica se encuentra
también en la visita de 1684. En ella, lo primero que llama la atención es que
la mayoría de las unidades estaban constituidas por matrimonios que no tenían
hijos viviendo con ellos. Lo cual, lógicamente, no quiere decir que no los
tuvieran pues podrían tener hijos que ya constituyeran unidades censales
escindidas a pesar de formar parte de la misma familia extensa. De todos modos,
el registro de la baja cantidad de hijos (o su inexistencia) por unidad censal
en la gran mayoría de los casos, podría ser también indicador de las altas
tasas de mortalidad infantil debido a la muerte durante el embarazo, el parto o
en los primeros años de vida[49].
Por otro lado, es
interesante relacionar la información de las unidades censales que presentan
hijos integrados a ellas con la del lugar de residencia de los censados. En la
visita de 1645 de un total de 955, son 323 las unidades censales con hijos,
pero sólo 19 de ellas se encuentran en la ciudad. Dicho de otra manera, en la
ciudad se contabilizaron 176 unidades censales pero había hijos en 19 de ellas,
es decir que era una mínima proporción de unidades censales urbanas con hijos. Lamentablemente
la falta de información acerca de los espacios concretos en los que se
encontraban estas unidades en las que se registra proleen la Visita de 1645, impide
profundizar este análisis. Hay un único registro de un matrimonio con dos hijos
que formaban parte de la mano de obra en la casa de un español. No obstante, algunos
datos contextuales indirectos proveen datos sobre estos indígenas de la ciudad.
En primer lugar, ya se manifestó que eran parte del padrón de yanaconas. En
segundo lugar, algunos de ellos fueron inscriptos dentro del padrón de
yanaconas como oficiales y, de hecho, figuran los oficios que desarrollaban:
sastre (gran mayoría de los casos), zapatero, albañil, sedero o pintor.
En cuanto a la Visita
de 1684, de un total de 1024, son 406 las unidades censales con hijos. De ellas
son 15 las que corresponden a la ciudad, todas se encontraban en las casas de
españoles, incluido la del corregidor. A diferencia de la Visita de anterior,
en la de 1684 los anotados como oficiales de la villa estaban inscriptos en el
padrón de forasteros y no en el de yanaconas. Sin embargo, no se distinguen
concretamente los oficios que realizaban. Por supuesto, la información relevada
en las dos Visitas coincide con la vertida en el cuadro 4 en que se manifiesta
que la mayoría de las unidades censales no tenían hijos inscriptos en ellas. Cabe
preguntarse por las razones por las cuales parece haber existido tan baja
proporción de unidades censales con hijos en la ciudad (a su vez, muy mermada
si la comparamos con las de las áreas rurales), ya que en ambas visitas el
porcentaje de unidades censales con hijos no alcanza siquiera el 10% del total
que tienen hijos. ¿Por qué razón en la villa de Tarija había una cantidad
significativamente menor de unidades con hijos? ¿Es que existieron mayores
dificultades que en el campo para los indígenas en relación a la formación de familias?
¿O se trata de un sesgo de la documentación?
Recapitulando la
información vertida hasta aquí, los indígenas que formaban parte de la mano de
obra del espacio estudiado constituyeron, sobre todo, familias nucleares y
extensas de yanaconas y en menor medida de forasteros, no registrándose
originarios en estos espacios. En consonancia con esta caracterización, no se
halló identificación de ayllus o parcialidades. Sin embargo, en la visita de
1645 se registraron autoridades (cuyos alcances no resultan evidentes) pero
están ausentes en la segunda visita. En función del análisis de las cifras de
población se corrobora un aumento de población en la segunda visita y una
distribución de la población entre hombres y mujeres bastante pareja (sobre
todo en la segunda visita en la que el porcentaje de varones fue del 52,19% y
el de mujeres de 47,80).
A partir del
análisis de las unidades censales se señala la existencia de familias nucleares
formadas por un matrimonio y sus hijos. Pero también se pudo vislumbrar la
existencia de familias extensas a partir de dos situaciones diferentes. Por un
lado, en la Visita de 1645 se registran los casos de jefes (en muchos casos con
su esposa e hijos) que eran hijos del jefe de la unidad censal anterior. Si
bien no se puede identificar si eran corresidentes, sin dudas, habitaban las
mismas unidades productivas de propietarios españoles. Por otro lado, en la
visita de 1684, se anotaron unidades censales (con lo cual se presupone la corresidencia)
compuestas por jefes, sus esposas e hijos pero también con la presencia de la
esposa del hijo y nietos. Si bien son pocos casos, resulta importante
señalarlos. Además, en ambas visitas se identificaron aunque en una proporción
minoritaria unidades censales con nietos, entenados y otras personas que no
tenían vínculo parental con el jefe y a los que no se los clasifica más
precisamente, tal como se manifiesta en el cuadro 5. En esos casos, la familia
indígena no estaba compuesta solo por los progenitores y sus hijos.
Cuadro 5: Unidades
censales con agregados
|
Visita
de 1645 |
Visita
de 1684 |
Unidades
censales con nietos |
6 |
32 |
Unidades
censales con entenados |
9 |
0 |
Unidades
censales con personas sin relación de parentesco con el jefe |
12 |
0 |
Unidades
censales con bisnieto |
0 |
1 |
Esposa
del hijo |
0 |
20 |
Por último, se
indicó que la recurrencia de unidades censales unipersonales en ambas Visitas se
debe más a la anotación fiscal que a la existencia de personas que
desarrollaron su vida individualmente y prescindiendo de un grupo parental. Aunque
no es posible constatar cómo se habría dado, presuponemos que esas personas se
hallaban integradas en grupos familiares que garantizaron su reproducción y a
las que ellos también aportaban de acuerdo a sus edades y posibilidades.
En función del
análisis del lugar en que fueron visitados los indígenas surge la pregunta de si
el hecho de vivir en la ciudad o en un entorno rural podría haber modificado la
organización familiar o incluso determinado su existencia. Al considerar el
origen de todos los jefes de unidad censal, resulta relevante el que gran parte
de los indígenas se identifican como originarios de la propiedad, lo cual
indicaría que el visitado era descendiente de indígenas que llevarían una
cantidad de años importante allí y/o la pérdida de la referencia al lugar de
origen, lo cual es compatible con el proceso de yanaconización propio del siglo
XVII. Al mismo tiempo, hay una cantidad significativa de originarios de
espacios colindantes (los valles de los chichas o la Cordillera Chiriguana al
este). Estas informaciones son coincidentes con los procesos ya explicados de
vinculación entre los valles orientales de Tarija con el espacio chicha por un
lado y con la Cordillera Chiriguana por otro. Del mismo modo, el registro de
originarios de espacios obligados a mita (Potosí y Porco) resulta esperable por
la condición de estos valles de zona exenta de mita y, por lo tanto, receptora
de quienes escapaban de las obligaciones coloniales. Por el momento no se
cuenta con información para responder la pregunta acerca de la posibilidad del
mantenimiento de lazos de algún tipo con los lugares de origen. Por último,
existen indicios de una configuración familiar multiétnica (indígenas y
afrodescendientes) probablemente derivada de la situación concreta de corresidencia
en los emprendimientos productivos españoles.
Consideraciones finales: la familia
indígena detrás de los criterios fiscales
En este artículo
se propuso analizar las dos Visitas Generales (también llamadas Memoria o
Numeración) realizadas durante el siglo XVII en Tarija y sus valles surorientales
con el objetivo de identificar la organización familiar indígena pero sin la
intención de elaborar un modelo general. Dada la escasez de información
imperante en ambas fuentes no fue posible conocer (por ejemplo a la manera de
lo que pudo investigar Enrique Mayer entre los yacha
en el siglo XVI[50])
la trama de obligaciones y solidaridades en el marco de la cual las familias
indígenas garantizaron su reproducción. A pesar de que los datos disponibles no
permitieron determinar fehacientemente la cantidad o las características de las
familias indígenas, se avanzó en la complejización del panorama que brinda la
mera enumeración de las unidades censales y la población al interpretar los
datos a partir de ciertas preguntas eje y al considerar otras fuentes, como los
registros parroquiales. Es evidente que hay limitaciones importantes para el
tipo de análisis planteado. Sobre todo, límites derivados de la imposibilidad
de reponer las informaciones ausentes o interpretar los criterios de los
visitadores. A pesar de eso, el procesamiento de lo provisto por los
visitadores a partir de una base de datos permitió obtener información cuantitativafiable.
Aun cuando se ha contemplado que haya existido subregistro (sobre todo en la
Visita de 1645 y particularmente en las mujeres), se postula la validez de este
tipo de análisis interpretativos para conocer ciertos aspectos de la realidad
poblacional del siglo XVII.
No obstante las
dificultades señaladas, con el auxilio de procedimientos digitales se pudieron rastrear
algunas variables que permitieron identificar a un amplio abanico de unidades
censales estructuradas a partir de criterios fiscales. Así las Visitas desdibujaron,
en principio, a las familias indígenas, sin embargo, se pudieron proponer
algunas posibilidades a partir del análisis de las características que
presentaron las unidades censales. De este modo, se consideraron a los indígenas
inscriptos como jefes y jefas de las unidades censales, a los que se observó en
su asociación o no aotros (sobre todo parientes pero no solo). También se
identificó y analizó a los y las “teóricamente solos” en el contexto de otras
informaciones provistas por las propias Visitas que permitieron pensar la
incorporación de niños huérfanos y ancianas en grupos y vínculos sociales que
aseguraron su reproducción. Luego, la atenta lectura de todos los registros de
las Visitas permitió identificar vínculos de parentesco entre indígenas de unidades
censales separadas. Esto derivó en el reconocimiento de familias extensas
dentro de las propiedades españolas. La información aportada por la Visita de
1684 sobre la cantidad de años que los yanaconas llevaban en las propiedades
donde residían apuntaría a la fijación de la mano de obra indígena a los
lugares donde trabajaba y vivía. Lógicamente, los trabajadores tuvieron
descendencia que permaneció habitando en los mismos espacios incorporándose a
la mano de obra de las chacras, estancias y haciendas. En el mismo sentido, el aumento
de hombres y mujeres nacidos en la jurisdicción (la mayoría incluso en la
hacienda donde fueron visitados) sería otra muestra del proceso de fijación de
los indígenas y sus descendientes al espacio rural tarijeño. En los casos en
que se registró el nacimiento y no el origen, podría tomarse como muestra de la
pérdida de vinculación con los lugares de procedencia de sus antepasados.
El análisis realizado
pone a disposición una serie de informaciones que resultan coherentes con las
dinámicas históricas que se verificaron en el espacio de los valles orientales
de Tarija entre los siglos XVI y XVII. Así resulta determinante de lo
registrado en las Visitas del siglo XVII las circunstancias asociadas a la
fundación de la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija a fin del siglo
XVI cuando los primeros pobladores españoles se asentaron marginando a la vez a
los indígenas de la propiedad de la tierra. Así, se generó un patrón de
asentamiento con una multiplicidad de propietarios españoles que debieron
resolver el problema de la falta de mano de obra en sus emprendimientos. Las
Visitas registran sobre todo, presencia de yanaconas y forasteros así como
mitayos de plaza o tendarunas como mano de obra de haciendas, chacras y ciudad.El
otro elemento que influyó en moldear las características de la población
indígena tarijeña, y por lo tanto de su organización familiar, fue el que los
valles orientales de Tarija fueron una jurisdicción exenta de mita y por lo
tanto receptora de mano de obra. Además, indígenas oriundos de las dos regiones
vecinas hacia este y oeste también contribuyeron a poblar las propiedades
rurales del área. Pero los indígenas no fueron los únicos trabajadores sino que
había esclavos y otros trabajadores libres identificados como negros, mulatos y
mestizos. Es dable pensar que los que formaron parte de la mano de obra de una
propiedad rural pudieron haberse agrupado a partir de uniones consensuales de
tipo familiar. De manera tal que se encuentran familias formadas por indígenas
de diferente procedencia pero también por afrodescendientes y mestizos. Esta
característica que se percibe sutilmente en las visitas es confirmada por otras
fuentes como los registros parroquiales en los que se inscriben a niños cuyos progenitores
y testigos de nacimiento y bautismo son parte de la mano de obra de las
propiedades. Si las Visitas muestran algunos casos de mujeres casadas con
mulatos o mestizos y un caso de un hombre casado con una negra libre, las
inscripciones de las parroquias ofrecen la evidencia de padrinos no indígenas
(pero de grupos igualmente subalternos) de los niños de los yanaconas y
forasteros de las haciendas y chacras. Evidentemente, los trabajadores
indígenas, mestizos, esclavos o libertos tejían entre sí vínculos consensuados que
les permitían sobrellevar la dura vida que compartían. Al mismo tiempo, los
padrinazgos de los dueños españoles hacia los niños indígenas no hacen sino mostrar
una forma de la sumisión en el contexto doméstico.
Este artículo
constituye una primera exploración que, sobre todo, plantea preguntas y detecta
problemas que deben ser estudiados ampliamente en relación con la organización
familiar pero también con el formato de la información provista por las
fuentes. Así la cuestión de las categorías fiscales, que en este trabajo se
tomaron como se presentaron en las Visitas, requiere ser problematizada en el
futuro. A partir de esta primera aproximación, se espera profundizar el
análisis incorporando la información completa de las tres Visitas disponibles
para Tarija (1645, 1659 y 1684) y, además, otras fuentes para continuar con la
reconstrucción de la organización familiar en un entorno multiétnico que
incluyó a los indígenas pero también a sujetos de otras pertenencias y que eran
parte del mundo laboral rural y urbano de Tarija en el siglo XVII,
caracterizado por las migraciones. La multietnicidad que la realidad imponía,
la atomización y la fijación de los trabajadores de diverso origen a las
propiedades españolas pudo haber posibilitado que se tejieran entre ellos relaciones
sociales de unión y de compadrazgo para llevar adelante la vida en común,
talvez reproduciendo ciertas prácticas a la manera que se hacía en los ayllus
puneños pero prescindiendo de ese apelativo y tal vez por eso, no registradas
en las visitas.
[1]
Haciendas, estancias y chacras son las denominaciones que reciben las
propiedades españolas en las fuentes consultadas para este trabajo. Aún no es
posible brindar una definición o mayor caracterización acerca de las
implicancias de cada una de ellas. Zanolli sugiere que en la Visita de 1645 la
palabra chacra se usa muchas veces como sinónimo de hacienda. Zanolli, Carlos, Dos visitas coloniales a la jurisdicción de San Bernardo de la frontera
de Tarija. 1645 y 1659, Instituto de Ciencias Antropológicas, Universidad
de Buenos Aires, Buenos Aires, 2008, pp. 36.
[2]Oliveto,
Lía Guillermina y Beatriz N. Ventura. “Dinámicas poblacionales de los valles
orientales del sur de Bolivia y Norte de Argentina, siglos XV – XVII. Aportes
arqueológicos y etnohistóricos” en Población & Sociedad
16, Tucumán, 2009, pp. 117-154.
[3]
Una versión preliminar de este artículo fue presentada en el II Congreso
Internacional Familias y redes sociales: Estrategias de identidad pluriétnicas
y exclusión social en el Mundo Atlántico en Córdoba, en agosto de 2016. Esta
investigación se realizó gracias al aporte de los proyectos “Mining, Haciendas
and Migration in the Andes in the 17th Century” financiado por la Fundación
alemana Gerda Henkel (AZ 07/V/13) y “El sur andino en la encrucijada temprano
colonial: prácticas, materialidades y representaciones. Continuidad y
resignificación en Charcas y Tucumán. Siglos XVI y XVII” UBACyT 724 (2014-2017)
financiado por la Universidad de Buenos Aires.
[4]Presta,
Ana María, “Una hacienda tarijeña en el siglo XVII: la viña de la Angostura”,
en Historia y Cultura, 14, La Paz, 1988,
pp. 35-57.
[5]Presta,
Ana María, “La población de los valles de Tarija, siglo XVI. Aportes para la
solución de un enigma etnohistórico en la frontera incaica”, en Presta, Ana
María (Ed.) Espacio, etnías, frontera. Atenuaciones políticas
en el sur del Tawantinsuyu, siglos XVI – XVIII, Sucre, ASUR, pp.
319–344.
[6]
Luis Capoche describe este tipo de mita que debían cumplir los indígenas
originarios. “Llaman de plaza, porque en ella se reparten el lunes de cada
semana, entre personas necesitadas para el servicio ordinario de sus casas, y
monasterios, y hospitales, y regidores”. Luis Capoche, Relación
General de la Villa Imperial de Potosí, 1° edición, Biblioteca de
Autores Españoles, Tomo CXXII, Madrid, Atlas, [1585] 1959, pp. 142.
[7]Oliveto,
Lía Guillermina, “La estructura económica colonial de la frontera de Tarija:
población, propiedad de la tierra y mano de obra, fin del siglo XVI”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Debates, Puesto en
línea el 08 noviembre 2012, consultado el 06 septiembre de 2017. URL:
http://journals.openedition.org/nuevomundo/64295; DOI :
10.4000/nuevomundo.642955
[8]Oliveto,
Lía Guillermina, Ocupación territorial y relaciones interétnicas en los Andes
Meridionales. Los valles de Tarija entre los desafíos prehispánicos y temprano
coloniales, Tesis doctoral Inédita, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
de Buenos Aires, 2011.
[9] Palomeque,
Silvia, “Los chichas y las visitas toledanas. Las tierras de los chichas de
Talina (1573-1595)”, en Surandino Monográfico,
segunda sección del Prohal Monográfico, Vol. 1, Nro. 2, [En línea],
2010, http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/ravignani/prohal/mono.html.
Consultado el 15 de septiembre de 2016.
[10]Julien,
Catherine, Kristina Angelis, Zulema Bass Werner de Ruiz, Historia de
Tarija. Tomo VI, Imprenta Guadalquivir, Tarija, 1997, pp. 219;
Castro Olañeta, Isabel y Silvia Palomeque, “Originarios y forasteros del sur
andino en el período colonial” en América Latina en la
Historia Económica, 23 (3) México, 2016, pp 45.
[11]
Presta, Ana María, 1988, Ob. Cit., pp.
44; Oliveto, Lía Guillermina, “La estructura económica colonial de la frontera
de Tarija: población, propiedad de la tierra y mano de obra, fin del siglo
XVI”, en Nuevo Mundo. Mundos Nuevos, París, 2012,
disponible en http://nuevomundo.revues.org/642952012
[12]Zanolli,
Carlos, 2008, Ob. Cit., pp. 31-32.
[13]Saignes,
Thierry, “Ayllus, mercado y coacción colonial: el reto de las migraciones
internas en Charcas (siglo XVII)”, en O. Harris, B. Larson y E. Tandeter
(comps.), La participación indígena en los mercados
surandinos. Estrategias y reproducción social, siglos XVI-XX, La
Paz, CERES, 1987, pp. 111-158.
[14] Evans, Brian, “Migration process in Upper Peru in the seventeenth
century”, en David Robinson (ed.), Migration in colonial
Spanish America, Cambridge University Press, Cambridge, 1990, pp.
62-85; Sánchez Albornoz, Nicolás, Indios y tributos en el
Alto Perú, Lima, IEP, 1978.
[15]Murra,
John V., La
organización económica del estado inca, Buenos Aires, Siglo XXI
Editores, 1982. [1978].
[16]Murra,
John V. (Comp.), Visita de la provincia de León de Huánuco en
1562, Iñigo Ortiz de Zúñiga, visitador. 2 vols., Universidad
Nacional Hermilio Valdizán, Huánuco, 1967; Stern, Steve, Los pueblos
indígenas del Perú y el desafío de la conquista española. Huamanga hasta 1640,
Alianza editorial, Madrid, 1982; Enrique Mayer, “Los atributos del hogar:
economía doméstica y encomienda en el Perú colonial” en Revista
Andina, Año 2, Número 2, Cusco, 1984, pp. 557 – 590.
[17]
Existe una revisita de 1659 que no forma parte de una visita general. Fue
publicada junto con la visita de 1645 en Zanolli, Carlos, 2008, Ob. Cit.
[18]Zanolli,
Carlos, 2008, Ob. Cit., pp. 36.
[19]
De acuerdo con lo relevado por Zavala y citado en Castro Olañeta y Palomeque,
la visita de 1645 se realizó en la Villa de Potosí, Larecaja, Cochabamba,
Pacajes, Sicasica, Chucuito, Asángaro y Assilo, Canas y Canches, Cabana y
Cabanilla, Paria, Quispicanches, ciudad de la Paz, Omasuyo, Paucarcolla, Pilaya
y Paspaya, Frontera de Tomina, Chichas, Carangas, ciudad del Cusco, Misque y
Santa Cruz, Porco. Tarija quedaba contenida
en la visita de chichas. Castro Olañeta, Isabel y Silvia Palomeque, 2016, Ob. Cit., pp. 42; Zavala, Silvio. El servicio personal de
indios en el Perú (extractos del siglo XVI) (tomo 2), México, El Colegio de
México, 1979, pp. 109.
En cuanto a la visita de 1683-85, en el AGNA hay padrones
de los corregimientos de Atacama, Omasuyos, Larecaja, Sicasica (también llamada
Caracollo), Cochabamba, Pacajes, Tomina, Paria, Carangas, Porco, Chayanta,
Tarija y Chichas, Lipez, ciudad de La Plata y Yamparaez, ciudad de La Paz,
Conchucos (Huánuco) y Huarochirí.
[20]
Castro Olañeta, Isabel y Silvia Palomeque, 2016, Ob. Cit., pp. 42.
[21] Cole, Jeffrey, The Potosí Mita, 1573 –
1700, Stanford University Press, Stanford, 1985.
[22]Castro
Olañeta, Isabel y Silvia Palomeque, 2016, Ob. Cit., pp.
43.
[23]AGNA,
Sala IX. 20-4-4. “Memoria de los indios que pertenecen a los curatos de la
villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija la Nueva. Año 1645”; Zanolli,
Carlos, 2008, Ob. Cit., pp. 47 - 98.
[24]Zanolli,
Carlos, 2008, Ob. Cit., pp. 36.
[25]Zagalsky,
Paula, “La mita de Potosí: una imposición colonial invariable en un contexto de
múltiples trasformaciones (siglos XVI-XVII; Charcas, Virreinato del Perú)”, en Chungara 46(3), 2014, pp. 375-395.
[26]
AGNA. Sala IX 14-8-10. “Instrucción que han de guardar los Corregidores en la
numeración general que se ha de hacer de los indios, cada uno en su
jurisdicción”, ff. 252 – 256v.
[27]
Zavala, Silvio, 1979, Ob. Cit., pp.
109. También hay referencias indirectas en la introducción a la visita, es
decir en el decreto y autos que preceden a la inscripción de la población.
Zanolli, Carlos, 2008, Ob. Cit., pp.
99 – 100.
[28]
AGNA, Sala XIII. 18-6-5. “Visita de la provincia de Tarija”.
[29]Murra, John V., 1967, Ob. Cit.; Stern,
Steve, 1982, Ob. Cit.; Mayer, Enrique, 1984,Ob. Cit.; Gordillo, José M. y Mercedes Del Río, La visita de Tiquipaya (1573). Análisis etno demográfico de un padrón
Toledano, Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, 1993; Guevara
Gil, Armando y Frank Salomon, “A 'Personal Visit': Colonial Political Ritual
and the Making of Indians in the Andes”, en Colonial Latin American
Review, 3, 1-2, New York, 1994, pp. 3-35;óLa visita
personal de indios: ritual político y creación del "indio" en los
Andes coloniales, en Cuadernos de investigación, Instituto Riva
Agüero, PUCP, Lima, 1996;Tandeter, Enrique, “Teóricamente ausentes,
teóricamente solas. Mujeres y hogares en los Andes coloniales (Sacaca y Acasio
en 1614)”, en Andes, 8, Salta, 1997, pp. 11 –
25; Zagalsky, Paula,“Huellas en las revisitas: imposiciones coloniales y
tensión social”, en Memoria Americana,
17-2; Buenos Aires, 2009, pp. 241-279.
[30]
Se utilizó una base confeccionada en el programa Access, en la que cada
registro contiene toda la información disponible para cada persona censada.
[31]
Gil Montero, Raquel, Lía Guillermina Oliveto y Fernando Longhi, “Mano de obra y
fiscalidad a fin del siglo XVII: dispersión y variabilidad de la categoría
yanaconas en el sur andino”, en Boletín del Instituto de
Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera
serie, núm. 43, segundo semestre, Buenos Aires, 2015, pp. 59-93.
[32]
Castro Olañeta, Isabel y Silvia Palomeque, 2006, Ob. Cit.,
pp. 43.
[33]
AGNA. Sala IX 14-8-10, Ob. Cit. ff.
253 – 253v.
[34]Assadourian,
Carlos S., 1982, “La organización económica espacial del sistema colonial”, en
Assadourian, Carlos S., El sistema de la economía
colonial, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, pp. 277 – 321,307.
[35]
En la visita de 1645, los yanaconas eran 1524, los forasteros 27, los tomatas
206, los chichas tendarunas 478 y 63 churumatas. En la visita de1684, los
yanaconas eran 1850 (que incluía a 356 “de encomienda”, categoría opaca sobre
la que es preciso realizar un estudio) mientras había 704 forasteros (y dentro
de ellos 97 arrenderos).
[36]Zanolli,
Carlos, 2008, Ob. Cit., pp. 42 – 43.
[37]
En las cantidades presentadas están incluidos los ausentes. Aunque de acuerdo
con las instrucciones, debían elaborarse padrones separados para los ausentes
(incluso separando los que se sabía dónde se hallaban y los que no) en estas
visitas las ausencias se fueron indicando en el mismo padrón en el que se anotaron
los indios efectivamente presentes. En cualquier caso y para ambas visitas, el
porcentaje de ausentes es realmente bajo: de 2,5% en la de 1645 y de 2% en la
de 1684, con lo cual su inclusión no modifica las tendencias generales.
[38]
Más allá de tratarse de estudios sobre diferentes espacios y temporalidades,
conviene tener presente las propuestas que al respecto plantean Enrique
Tandeter, David Robicheaux, Raquel Gil Montero y Sonia Tellen: Boleda Mario y
María Cecilia Mercado Herrera (Comp.), Seminario sobre población
y sociedad en América Latina (SEPOSAL), Universidad Nacional de
Salta, Salta, 2000; Tandeter Enrique, 1997, Ob. Cit.; Gil
Montero, Raquel, “Unidades domésticas con residencias múltiples: puna de Jujuy
(Argentina), fines del siglo XVIII”, en Andes, 8,
Salta, 1997, pp. 47 – 76.
[39]Tandeter,
Enrique, 1997, Ob. Cit.
[40]Tandeter,
Enrique, 1997, Ob. Cit.; Gil Montero, Raquel,
1997, Ob. Cit.
[41]
32 son de Calcha, 13 de Cotagaita, 9 de Talina.
[42]
1 de Calcha y 1 de Talina.
[43]Castro
Olañeta, Isabel y Silvia Palomeque, 2016, Ob. Cit.
[44]Zanolli,
Carlos, 2008, Ob. Cit., pp. 49.
[45]
AGNA, Sala XIII. 18-6-5, Ob. Cit.
[46]Aries
Philipphe y Georges Duby, Historia de la vida
privada, 5, Madrid, Taurus, 1990 [1987]), pp. 328.
[47]Medinacelli,
Ximena, “Y la noche carece de género. Las indias viejas: una categoría cultural
en transición” en Anuario del Archivo y Biblioteca Nacionales
de Bolivia, Sucre, 2001, pp. 183-196.
[48]Oliveto,
Lía Guillermina, 2011, Ob. Cit.
[49]
Sobre la cuestión del bajo promedio de hijos, ver Inostroza Ponce,Xochitl, “Matrimonio
y familia en sociedades andinas: propuestas desde la reconstitución de familias
de Santiago de Tacrama o Belén. Altos de Arica, Virreinato del Perú
(1763-1820)”, en Historia 47,I,enero-junio 2014,
pp. 65-90.
[50] Mayer, Enrique, 1984, Ob. Cit.