INTRODUCCIÓN AL DOSSIER
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO ALUDIMOS
A LA “FAMILIA” EN LOS ANDES COLONIALES?[1]
INTRODUCTION TO THE DOSSIER
“WHAT ARE WE TALKING ABOUT WHEN WE REFER
TO “FAMILY” IN THE COLONIAL ANDES?”
Ana María Presta
Universidad de Buenos Aires, CONICET,
amprestaar@yahoo.com
ampresta@filo.uba.ar
Karoline Noack
Universidad de Bonn, Alemania
knoack@uni-bonn.de
Fecha de
ingreso: 06/03/2018
Fecha de
aceptación: 13/03/2018
Resumen
La conquista española del Perú fue una empresa masculina
que, definitivamente, influyó en las entidades socio parentales que llamamos
“familia” en los Andes coloniales. La familia colonial en los Andes se fundó
sobre bases diferentes que la mediterránea e indígena, más allá del respeto por
el matrimonio tridentino. Así, “familia” constituye una entidad que debe
someterse al debate, ponderando variantes locales, regionales, urbanas y
rurales, sin perder de vista el mestizaje y la diversidad cultural y religiosa
propias del “hecho colonial” y sus múltiples actores.
Este dossier problematiza la existencia de una “familia
andina colonial” y advierte que en un mundo de mezclas biológicas y culturales
existieron modelos familiares que contuvieron y reprodujeron, licuaron y
resaltaron, rechazaron o negociaron, favorecieron o sortearon la unión
cristiana la cual, indígenas, españoles y aún otros migrantes europeos
combinaron junto a transgresiones y mestizajes. Este grupo de trabajos
constituye un aporte al complejo mundo de las relaciones familiares coloniales
a fin de develar la constitución de las unidades domésticas en el espacio rural
y en el urbano, instancias en que las estadísticas y, sobre todo, las fuentes
cualitativas pueden mostrar construcciones y porcentajes de uniones únicas o
múltiples, edades y ratio de reproducción, a la vez que detectar redes
relacionales y territoriales, re-encadenamiento de alianzas y toda clase de
transgresión a las impuestas normas de monogamia y unión única e indisoluble
entre las partes.
Palabras clave: familia, Andes coloniales, matrimonio,
transgresiones, alianzas
Abstract
The Spanish conquest of the Andes
was a male enterprise which, definitely, influenced the socio parental entity
called “family”. The colonial Andean family was grounded on different
foundations if compared with the Mediterranean or the Indigenous counterpart,
regardless their respect of Tridentine marriage laws. No doubt “family” is a
subject on debate which should take in account local, regional, urban, and
rural differences and contexts without leaving aside issues such as mestizaje and cultural and religious diversity immersed
within the “colonial fait” and its multiple actors.
This dossier questions the very
existence of an “Andean colonial family” and calls the attention on a mixed
biological and cultural colonial universe of practices that enclosed and
reproduced, melted and stressed, rejected or negotiated, favored or avoided
Christian marriage that Indians, Spaniards, and other European immigrants
combined with transgressions and mestizajes. The following articles are remarkable
contributions to the complex colonial family relations and allow to unveiling
domestic unit formations at rural and urban milieus. Along both settings, statistic data and,
especially, qualitative sources can show different constructions and the
average of single or multiple unions, the ages and reproduction ratio to detect
social and territorial networks, the reinforcement of alliances and all sorts
of transgressions to monogamy and the mandatory unique and indissoluble bond
between spouses as well.
Key words: family,
colonial Andes, marriage, transgression, alliances
Esta pregunta simple, y provocadora a la vez, concentra los
múltiples interrogantes que se ciernen sobre la construcción familiar y lo que
entendemos por familia en los Andes meridionales en situación colonial.
Si tomamos la voz en su etimología asociada a la modernidad,
tal como en sus introducciones al tema lo hacen los antropólogos, sociólogos,
demógrafos e historiadores, familia resulta ser el conjunto de personas que conviven
en un mismo techo y se alimentan en la misma casa, sostenidos por un pater familias.
De esa simple definición y de acuerdo a los estudios situados en los siglos
coloniales, la familia integra y alude a personas vinculadas por parentesco real
o simbólico que en ocasiones comparten un espacio de convivencia, casa u hogar,
denotando pertenencia grupal y acceso a bienes materiales. De estas
consideraciones primigenias surgen nociones asociadas a la familia, cuales son
la propiedad, la herencia, los derechos, deberes y jerarquías de y entre sus
miembros. Sobre estas variables se asienta una relación jurídica formalizada,
desde mediados del siglo XVI y en el orbe cristiano, por la implantación del matrimonio
sacramentalizado. Con sólo esas características, ¿Podemos
aproximarnos, no diríamos definir, a la familia en el contexto colonial? Además,
¿Por qué la necesidad y la constitución de la familia en la colonia?
Intentando despejar los interrogantes, destaquemos que a
partir de la conquista castellana del Tawantinsuyu se
derrumbaron las complejas organizaciones políticas que lo integraban, se trastocaron
las jerarquías sociales, se implantó otro sistema de dominación y, entre los
tantos cambios cualitativos operados, se lesionaron y alteraron las uniones y
vínculos personales, todo lo cual derivó en contradicciones y adecuaciones, incomprensiones
y negociaciones observables en las relaciones humanas de, entre y con los
indígenas, antes y luego de establecerse la evangelización y el matrimonio
cristiano único e indisoluble legalizado por el Concilio de Trento y su decreto
Tametsi de 1563. Con la colonización se extendió e
implantó un nuevo sistema ideológico e institucional en las relaciones humanas
productoras y reproductoras de los vínculos primarios que, asimismo, contenía
un nuevo sistema de propiedad y herencia material.
La conquista española de las Américas fue una empresa
privada, basada en las estructuras familiares, pero llevada a cabo mayormente
por varones de distinta condición social que arribaban a los Andes junto a
parientes, compañeros y paisanos. La migración, con escasa presencia de mujeres
peninsulares, sobre todo en la primera generación de los conquistadores,
también en la península ibérica alienó las relaciones familiares que tuvieron
que ser reconstituidas de manera diferente en el dominio americano. La dinámica
migratoria y reproductora introdujo otros actores sociales en el contexto colonial
caracterizados y nombrados, según los diferentes agentes e interesados, por género
y procedencia social, cultural, étnica, religiosa, regional y, más tarde,
fiscal, variables que no necesariamente operaban en un única dirección
identitaria y diferenciación excluyente al rotular o definir la naturaleza de
un individuo. Españoles, indígenas, sus mestizos, legítimos o ilegítimos,
negros, castas, y extranjeros europeos que migraban bajo identidades ficticias
o de sospechosa filiación, influyeron en la configuración de las entidades
socio parentales que llamamos “familia”, cuya existencia da lugar a la visualización
de modelos diferentes de construcción y convivencia.
En ese sentido, la voz familia trasciende la unión
cristiana, constituyendo una entidad que puede ser entendida dentro de un
espectro amplio: desde “unidad doméstica” hasta “casa poblada”, asociada con la
vecindad, y que debe someterse al debate y a un acercamiento distante de las
generalizaciones exhibiendo, según la casuística, variantes locales,
regionales, urbanas y rurales, religiosas, profesionales y socialmente
estratégicas. A estas variantes deben adicionarse los mestizajes y las diversidades
culturales propias del hecho colonial y sus múltiples actores. Dadas las
mutantes relaciones sociales, sexuales, generacionales, políticas y laborales
mezcladas y confundidas que se extendieron sobre el vasto espacio andino y que
se nutrieron de otra u otras variantes vinculares procedentes del mundo europeo
y el indígena, partimos de estimar que la familia fue una institución en
construcción permanente y, según los casos, objeto de notable negociación, más
allá de su existencia, reproducción y estabilidad ofrecida por estadísticas
demográficas, etarias, generaciones y reproductivas leídas y profesionalmente
cuantificadas mediante la lectura y análisis de padrones, registros
eclesiásticos o notariales. Esas diversidades alcanzan, colisionan y se
complementan con los estudios cualitativos que dan cuenta, por ejemplo, de la
descendencia de los incas y otros colectivos indígenas de nombre y jerarquía
regional, la de los conquistadores Francisco Pizarro y Diego de Almagro, o la
ponderación del matrimonio mestizo tras la unión de doña Beatriz Clara Coya con
don Martín García de Loyola. A ello se adicionan las convivencias de
encomenderos y funcionarios con mujeres indígenas y el reconocimiento de proles
ilegítimas, sin soslayar la poliginia abierta o encubierta tanto cacical como
de los indios del común, junto a los vínculos legales y extralegales que
exhiben las unidades censales dentro de los ayllus, por citar algunos ejemplos
que palmariamente surgen de las páginas de este recorrido sobre casos
específicos y espacios definidos en los siglos XVI y XVII. Si bien las
modalidades de construcción familiar distaron de constituir una forma única y
definida, la situación colonial derivó en múltiples maneras constructivas,
novedosas y hasta diferentes de las nativas y las colonizadoras.
En esa línea, el artículo de Ariel Morrone
explora y devela las prácticas matrimoniales de los caciques del espacio circunlacustre, sobre todo entre los pacaxa, kolla
y lupaqa,
quienes maniobran en torno al cruce planificado de las preferencias intraétnicas con las alianzas exogámicas en las que las
mujeres de los ayllus dadores de autoridades resultan ser actoras de fuste para
el diseño de las familias cacicales. No exentas de relaciones poligínicas en paralelo, las uniones legítimas de la elite
cacical proveían a cimentar y resguardar el patrimonio, asegurar la herencia
entre los herederos legítimos, expandir las redes relacionales y, asimismo,
incorporar a las ramas bastardas preferidas y cercanas en un continuo
movimiento de reencadenamiento de uniones a fin de
licuar a los adulterinos en un solo tronco familiar. Los matrimonios intraélite yexogámicos, inclusive
incorporando españoles, surgieron en contextos de estabilidad o crisis,
demostrando que las estrategias se fundaban en variables que trascendían el
mero parentesco o las inhibiciones canónicas. En las familias de la elite
indígena, las estrategias remiten a las conocidas para los estratos nobiliarios
castellanos, denotando que el parentesco y las jerarquías sociales se amparaban
en la propiedad y su incremento, la soldadura de la herencia y el
reconocimiento público y las excepciones a determinados lazos matrimoniales.
Parentesco/s, matrimonio, propiedad, prestigio y herencia denotaban la
absorción castellana de ideología y valores que coexistían con las prácticas poligínicas previas, algunas estratégicamente diseñadas
para plasmar clientelas y reciprocidades asimétricas, otras para exhibir el
poder cacical y el de sus familias.
Las relaciones endogámicas que caracterizaron a las familias
de origen portugués en los Andes hallan en la presentación de Ignacio Chuecas Saldías
una exposición original y necesaria a los efectos de exhibir las estrategias
matrimoniales de quienes intentaban sortear el estigma de ser conversos o “cristianos
nuevos”, rótulo que alcanzaba a los numerosos lusitanos cuya pertenencia a la
corona castellana entre 1580 y 1640 facilitó su instalación en las colonias
americanas. La construcción familiar está atravesada por el prejuicio, la
estigmatización popular y la desconfianza inquisitorial. En ese contexto, la
endogamia se constituye en la estrategia de preservación de la memoria, el
pasado, el ritual y las prácticas religiosas. De los testimonios de los
penitenciados, surgen las mujeres como actoras principalísimas de la
continuidad judaizante y de la construcción de la familia. Es en esta
investigación que la endogamia aparece desplegada en su polisemia, destacando su
faceta de reproducción religiosa de conversos y judaizantes bajo el paraguas
familiar. Así, la endogamia religiosa representa una suerte de parentesco
simbólico que se expresa en la fortaleza de los vínculos primarios. En esa
senda, Chuecas procede a tejer los casos de familias y, sobre todo, de mujeres
paradigmáticas a la vez que presenta estadísticas de los extranjeros
judaizantes en los que reconstruye la identidad de las esposas enumeradas en el
Auto de Fe de 1639 en Lima o en la Matrícula de Portugueses de Buenos Aires en
1643. Los itinerarios de mujeres judaizantes o de esposas y familiares de
judaizantes permiten reconstruir las tramas migratorias, las redes familiares y
acercarse a objetivos claros como la preservación del linaje, el sostenimiento
cultural y social al amparo de prácticas endogámicas reales y simbólicas, según
los grados de consanguinidad y de salvaguarda del ritual, la memoria y del
mismo colectivo.
Los restantes artículos del dossier dan cuenta de la
estrecha relación de las familias y las unidades censales con la tierra, como
si en el espacio rural el parentesco, real o ficticio, la corresidencia
y el trabajo común estuvieran indisolublemente ligados y potenciados por la
tierra. En esa línea, María Carolina Jurado, al exponer sobre un par de viudas
y su acceso a la tierra, nos convoca al debate sobre la propiedad indígena, la
herencia y, sobre todo, a cuestionar la vigencia de la tenencia colectiva y a
observar el reconocimiento de parcelas individuales. Es justamente sobre estas
últimas que, en contextos excepcionales como el fallecimiento de la
usufructuaria, la autoridad cacical podía reclamarlas y disponerlas para incrementar
las parcelas de su ayllu y comunidad. Artificioso y discrecional, el reparto
territorial de parte de funcionarios coloniales exhibe los latentes conflictos por
la tierra a la vez que la intrusión de agentes que por fuera del mundo rural operaban
en lo que denominamos la paulatina y discrecional “desestructuración” de las
tenencias colectivas. Se observan en esta investigación no sólo el avance de
los oficiales coloniales sobre las territorialidades indígenas sino su
intervención en las formas y la selección de los beneficiarios del usufructo. Estos
casos rescatados por Jurado, en que la viudez y la tierra resultan ser
principales protagonistas, invitan asimismo a reflexionar sobre el recorte de
la autoridad cacical y la representatividad de los caciques frente a ciertos
problemas tan centrales como la tierra a la vez que a repensar la viudez en el
contexto de la fiscalidad colonial y de la construcción de otra forma de
familia tras la que se atisban las relaciones poligínicas.
Tomando las Visitas Generales de los Virreyes Mancera (1645)
y La Palata (1683-84) desarrolladas al corregimiento
de Tarija, Lia Guillermina Oliveto
destaca el entorno de San Bernardo de la Frontera y los valles de Tolomosa, La Tablada, San Jerónimo, San Luis, Santa Ana y
la Concepción para debatir la inadecuación de la voz “familia” para describir
la organización ocupacional, laboral y fiscal de los habitantes de un espacio
de frontera. Si en los pueblos de reducción resulta controversial abordar,
definir y destacar las formas que adopta la variable familia; en el ámbito
fronterizo, donde las migraciones y los vínculos primarios son más lábiles, la
pregunta apunta a develar la organización doméstica, social y personal que
construyen los indígenas. En el peculiar contexto tarijeño, Oliveto
hasta se pregunta sobre la existencia y el real rol del ayllu en contraste con
el Altiplano y los valles mesotérmicos norteños, donde aplica la vitalidad del
hogar y los parientes en clave de reproducción social. Así, la autora reflexiona
acerca de las posibles organizaciones familiares en un contexto multiétnico,
con una enorme proporción de yanaconas de chacras y haciendas. Nuevamente,
aparecen las mujeres solas como jefas de unidades censales aunque, en ocasiones,
el rótulo de jefa queda limitado y hasta contradicho por la existencia de
maridos ausentes, mientras que a veces son las “solas” las que titularizan la
unidad. En esta investigación es notable observar peculiaridades de los
nombrados “tributarios” y de las unidades unipersonales cuya cabeza guarda
vínculos parentales directos con el jefe de otra unidad, hallándose sugerentes
formas de separación e integración familiar.
En síntesis, detrás de lo que se estima como familia resalta
el disciplinamiento social y laboral y la definición fiscal de los indígenas,
siendo las unidades domésticas una verdadera caja de Pandora en la que fluyen
los roles de género, las clases de edad y el parentesco en los que la
cooperación y la reciprocidad existen más allá de las imposiciones de la tasa y
las obligaciones laborales. En las unidades domésticas puede anidar la familia
que, en el contexto fiscal colonial, se constituye en pieza de la reproducción
del sistema y en espacio de la implantación del matrimonio y la religión cristiana,
que hacen a su encuadre sexual, laboral y social.
El modelo familiar colonizador es más ajustado entre las
elites indígenas, que persiguen estrategias de reproducción patrimonial y
jerárquico acorde a sus reconocidos privilegios. Allí ocurren vínculos que
necesitarían dispensas, o matrimonios cruzados y reencadenamiento
de alianzas para reforzar los linajes. Y si de linajes se trata, en su faceta
de supervivencia religiosa, también los construyeron y atesoraron los
cristianos nuevos y judaizantes.
Los cuatro trabajos rescatan, en distintas instancias y
contextos, las diferencias de género y la centralidad de la mujer en la
construcción familiar. Son las mujeres las que garantizan la continuidad de los
linajes cacicales y la reproducción de los judaizantes y sus identidades. Son
las mujeres las que titularizan parcelas en la viudez, adquieren derechos de
usufructo y encabezan unidades censales.
La sangre, la descendencia, la herencia y la propiedad se
concentraron en la entidad “familia” dando lugar a modelados diversos que de
modo alguno se agotan en este dossier, cuyas contribuciones avanzan en el
conocimiento de los vínculos primarios en situación colonial.
[1] Este dossier se ensambló a partir de
un grupo de ponencias presentadas en la Mesa “De qué hablamos cuando aludimos a
la “familia” en los Andes coloniales” organizada por Karoline
Noack, Universität Bonn, y
Ana María Presta, Universidad de Buenos Aires-CONICET, en el marco del II Congreso Internacional Familias y Redes Sociales: Estrategias de
identidad pluriétnicas y exclusión social en el Mundo Atlántico,
celebrado en Córdoba, Argentina, entre el 16 y el 18 de Agosto de 2016.