Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol. 34, Nº 2, Julio – Diciembre 2023
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Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
LAS PIEDRAS
LARGAS DEL VALLE DE TAFÍ, TUCUMÁN:
ANCESTRALIDAD
Y TERRITORIALIDADES
THE LONG STONES OF TAFÍ DEL VALLEY, TUCUMÁN: ANCESTRALITY
AND TERRITORIALITIES
Bárbara Manasse
Instituto de Arqueología y Museo,
Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán
bamanasse@gmail.com
Fecha de ingreso: 27/12/2022 Fecha de aceptación: 29/07/2023
Resumen
Las “Piedras
Largas” (para algunos aún conocidas como “menhires”) del valle de Tafí han sido
(y son) protagonistas en el devenir histórico, cultural, social y político de
tiempos que anteceden, pero también son contemporáneos al Estado nacional. En
este artículo me propongo avanzar en el análisis de algunos procesos de
resistencia e interpelación que, desde sectores sociales indígenas en el valle
de Tafí, ponen en tensión lógicas de interpretación científica y de gestión
patrimonial de aquellas manifestaciones líticas muy antiguas. Para ello,
primero expongo estos abordajes, que parten del supuesto de la inexistencia de
pueblos indígenas contemporáneos, para recién confrontarlos con la perspectiva
que se avizora en nuestros estudios y prácticas profesionales y personales.
Desde esa mirada, estas materialidades ancestrales fueron (y siguen siendo)
parte sustancial del territorio y se nos presentan como elementos culturales
residuales, plenamente activos, desde los cuales los pueblos originarios
fortalecen sus reclamos por su territorio ancestral y el libre ejercicio a su
autodeterminación, desafiando paradigmas impuestos por el Estado.
Palabras Clave:
materialidades ancestrales, resistencia
cultural, re-territorialización, despatrimonialización, Valle de Tafí.
Abstract
The
"Piedras Largas" (for some people still known as "menhirs")
of the Tafí valley have been (and still are) protagonists in the historical,
cultural, social and political development of times that precede, but are also
contemporary to the national State. In this article I propose to advance in the
analysis of some processes of resistance and interpellation that, from
indigenous social sectors in the Tafí valley, put in tension logics of
scientific interpretation and patrimonial management of those very old lithic
manifestations. To do so, I first present these approaches, which start from
the assumption of the non-existence of contemporary indigenous peoples, and
then confront them with the perspective that can be seen in our studies and in
our professional and personal practices. From this perspective, these ancestral
materialities were (and still are) a substantial part of the territory and are
presented to us as “residual cultural elements” fully active, from which native
peoples strengthen their claims for their ancestral territory and the free
exercise of their self-determination, challenging paradigms imposed by the
State.
Key words: Ancestral materialities, cultural resistance, re-territorialization, depatrimonialization,
Valle de Tafí
Introducción
En este
artículo[1]
me propongo avanzar en el análisis de algunos procesos de resistencia e
interpelación que, desde sectores sociales indígenas en el valle de Tafí (oeste
de la provincia de Tucumán) ponen en tensión lógicas de interpretación
científica y de gestión patrimonial de unas
manifestaciones líticas muy antiguas. Me refiero a los “menhires”- nombre con
el que los bautizó a fines del siglo XIX don Juan B. Ambrosetti (1898)[2]-,
piezas monolíticas que han dotado al valle de un lugar destacado en la
arqueología regional.
Estas “Piedras Largas”[3]
- dispersas en gran parte del valle - han tenido, como lo expongo más adelante,
un fuerte protagonismo en tempranas definiciones territoriales en el valle de
los comienzos del siglo XX, y, más recientemente, en la proyección de la
explotación patrimonial / turística en el noroeste argentino. De hecho, forman parte de una compleja historia local, siendo
representantes conspicuos de lo que se suele interpretar como un pasado
distante, de sociedades ya extintas. Más de una centuria de patrimonialización
y casi tres lustros de lucha constante por su gestión por parte de quienes se
consideran sus herederos y naturales gestores de esos, “sus” bienes culturales
(la población local nativa), los ubican en un escenario que ha sido solo
parcialmente analizado y discutido en el ámbito de las ciencias sociales de
nuestro país. Como campo de disputas, entran en juego distintos actores
sociales con roles diferentes, capacidades y poder de gestión y definición sin
lugar a dudas, desiguales. El análisis de las definiciones
de políticas culturales desde el Estado permite avizorar, comprender y
desenmascarar intereses encontrados. Las investigaciones llevadas adelante por autoras y
autores, como Mastrángelo, Endere, Slavutzky, Manasse y Carrizo, han expuesto
algunas de esas tramas develando el rol de las políticas públicas y de los
procesos de patrimonialización como dispositivos de ordenamiento,
disciplinamiento y control de la sociedad, en particular de la población nativa
de los valles tucumanos[4].
Solo
recientemente los pueblos originarios están pudiendo trabajar algunas de las
profundas tensiones generadas a partir de la renovación de reclamos y demandas
por la gestión socio-cultural y política de sus territorios ancestrales[5].
En pos de lograr cambios
sustanciales en el dominio y la administración de los espacios y de las
evidencias ancestrales, se viene exhortando al Estado tucumano la apertura para
participar en las decisiones que los implican y se exige el consentimiento
requerido en leyes nacionales como la 25.510, el Convenio 169 de la OIT y la
propia Constitución[6].
Me interesa trabajar los procesos que interpelan - desde lo cultural -
discursos hegemónicos (“tradicionales”) que, de un modo u otro, generaron una
profunda alienación con estas Piedras Largas, dejándoles tan solo un sentido de
meras reliquias de lejanos pasados. Como expondré más adelante, ello está
conllevando la construcción de narrativas distintas (incluso desde lo
científico – arqueológico), así como de lo que interpreto como una alternativa
en tensión ontológica.
En Tafí
son miles las personas nativas que actualmente se reconocen a sí mismas como
parte de los pueblos originarios locales, de los diaguitas[7].
Su historia es compleja, y ha sido difícil de delinear en un contexto de
profunda negación cultural, étnica y política por parte de la oligarquía
tucumana, de los sectores hegemónicos de la región[8].
La reconfiguración jurídica en nuestro país - que derivó en el reconocimiento
de nuevos derechos y responsabilidades[9]
-, el desarrollo de perspectivas de-coloniales y contra-hegemónicas en las
ciencias sociales, vienen promoviendo la revisión de toda serie de pautas y
ordenamientos en la gestión cultural y territorial.
Mi
aspiración es poder evaluar entonces, siquiera de manera tentativa, los efectos
que cierta interpelación de carácter histórico y ontológico puede tener en el
modo de pensar y abordar la gestión de esas evidencias ancestrales y, con ello
en las formas de hacer y experimentar esos pasados-presentes que las
caracterizan. Busco poner en juego la tensión y la diferencia con enfoques
ontológicos no-antropocéntricos, que fueron y son fundamento para la definición
/ configuración de los territorios[10], ancladas en las concepciones propias de la población
nativa de la región (como el de la ancestralidad, por ejemplo). Sin desatender
la profunda asimetría en las posibilidades concretas de crear y de tomar la
palabra y las decisiones políticas en las sociedades contemporáneas[11],
me interesa identificar y evaluar ciertas prácticas disidentes, de resistencia
e incluso de confrontación. Me propongo, en fin, ahondar en
particular en la investigación del/los roles que estas entidades – las Piedras Largas - tienen (y han
tenido) en el presente de las sociedades que habitan el valle de Tafí en las
últimas décadas, en particular las que se reconocen indígenas y, atendiendo a ciertas propuestas de miembros de
Comunidades Indígenas locales, mirarlas como elementos residuales en términos
de Raymond Williams[12].
El presente trabajo reúne
información e ideas resultantes del habitar, actuar profesionalmente e
investigar en el valle de Tafí en los últimos treinta años. Las reflexiones que
vuelco aquí se apoyan en la lectura y análisis de textos científicos y de
documentación diversa en varios casos pertenecientes a informes, demandas a
diferentes estamentos del Estado provincial y actas de reuniones de Comunidades
Indígenas de Tafí del Valle, así como también, en registros de reuniones,
talleres y comisiones de trabajo en los que participé en calidad de
investigadora, pero también como docente, pobladora y comunera[13].
Una parte importante de los testimonios que expongo aquí corresponden a
distintos tipos de eventos a lo largo de las últimas dos décadas[14].
Lo que refiero como respaldo de la información que brindo en este trabajo y/o
de mis aseveraciones es exclusivamente aquello, para lo que obtuve
consentimiento, luego de las correspondientes consultas previas. Mi mirada
inicial es arqueológica, por ello es que mis reflexiones se centran
particularmente en los paisajes y las materialidades que solemos investigar
desde esta disciplina[15].
En primer
término desarrollaré algunos aspectos socio-culturales, políticos y
territoriales que caracterizan actualmente al valle de Tafí y regiones aledañas
a fin de dar cuenta de contextos que interesan a los efectos de mis objetivos. Seguidamente
me detengo en estos particulares sujetos: las Piedras Largas tal como se
conocieron en Tafí, y lo que podemos sumar por los saberes de otras regiones
andinas. En los próximos dos acápites me dedico a las Piedras Largas de Tafí
que, en su “arqueologización” y “patrimonialización” fueron instrumento de
negación y alienación de los pueblos nativos locales. En contraste, en el siguiente
punto abordo a estas piezas desde una apreciación que no solo les devuelve su
entidad ancestral sino que, fundamentalmente, reconoce su agencia en procesos
de (re)territorialización indígenas contemporáneos (elementos culturales
residuales). Para concluir retomo brevemente el rol y/o la agencia
de las Piedras Largas que, en su carácter de
elementos del pasado, abren nuevas perspectivas de re-territorialización en el
reclamo de su restitución, y nos interpelan científica y profesionalmente.
Contextualizando los objetivos
Escribo
este trabajo en un momento en que el valle de Tafí y otros tantos lugares en el
NOA sufren nuevos embates sobre sus territorios: el extractivismo -tanto minero
como inmobiliario- avanza impunemente en áreas pobladas por muchas generaciones[16].
La presión del avance de explotaciones masivas de recursos que, en el caso de
Tafí se centra hoy mayoritariamente en la tierra y aquellos vinculados, como el
agua y la energía, arremete contra derechos básicos como los de una vida
digna.
La
legitimación para la ejecución de emprendimientos extractivistas, como en
general cualquier otro, requiere de respaldo jurídico, pero también de
discursos que aporten fundamentos (históricos y culturales, por ejemplo) para
validarlos. Como lo discutía Raymond Williams tiempo atrás, la cultura conforma
una trama constitutiva para la producción y reproducción de estilos de vida;
anudando pasados, sostiene este miembro fundador de la Escuela de Birmingham,
la cultura juega un rol significativo en estructuración de los presentes,
pudiendo ocupar lugares centrales en las tensiones entre mecanismos de
dominación y resistencia. Y en esta línea es que queda expuesta la vinculación
entre lo cultural y lo político, y
por ende, su relación mutuamente constitutiva con el poder[17].
La arqueología –y en menor medida, la
historia- juegan un papel importante en la elaboración de discursos y
narrativas que, a lo largo del tiempo, fueron (y son) funcionales a los
propósitos del estado nacional y de los sectores hegemónicos de la sociedad,
hoy integrados en corporaciones extractivistas. Se fueron construyendo subjetividades, con particular incidencia en la
percepción identitaria e histórica de la población tafinista. El discurso del
carácter foráneo de la gente que habitaba el valle en tiempos de la invasión y
colonización del siglo XVI, sosteniendo que quienes habían levantado las
magníficas Piedras Largas se habrían extinguido mucho tiempo atrás, tuvo un claro
impacto político y territorial. Lo expuse anteriormente: las interpretaciones
arqueológicas de los monolitos de Tafí han propendido a la alienación de la población local con las
manifestaciones arqueológicas de sus ancestros, así como también crearon bases
para una (equívoca) legitimación de la apropiación de
las tierras y sus recursos[18].
Las
Piedras Largas tienen dos milenios de historia/s, cada una de éstas, con un
complejo entramado de sentidos e intereses, compartidas en algún punto con
otras evidencias de tiempos previos a la invasión y conquista españolas, como
pueden ser la ciudad sagrada de Quilmes, o más recientemente, el santuario inca
del Llullaillaco. Como ellas, conformaron elementos culturales plenamente
incorporados a la cultura propugnada desde el Estado – en calidad de patrimonio
cultural, por ejemplo - o en otros casos, como reserva de oposición e impugnación
a lo dominante (los discursos y las políticas de los sectores hegemónicos),
constituyendo una alternativa de acción que habilite el derecho a la gestión
cultural y territorial de la población nativa, originaria[19].
Como
elementos culturales fundadores/fundantes para los pueblos de los inicios de la
Era Cristiana (en adelante EC) de Tafí, con clara trascendencia en procesos
contemporáneos, las Piedras Largas pueden ser pensadas en términos de la teoría cultural propuestos por Raymond
Williams[20].
Su protagonismo en la esfera de las políticas públicas (desde hace más de un
siglo atrás) con importantes disputas por parte de distintos sectores sociales
a más de su rol en el pasado-presente de los pueblos nativos, ya no corresponderían
a los “elementos arcaicos” (sensu Williams
1977:144) - es decir como unos que se colocan plenamente en el pasado-, sino antes
bien como “elementos residuales” (sensu Williams,
Ob.Cit.) que se van actualizando
constantemente, adquiriendo también sentidos de resistencia e incluso de
oposición a las pautas trazadas (impuestas) por el Estado. Atendiendo a lo
sostenido por la población nativa del valle de Tafí las Piedras Largas siguen en actividad,
dentro de procesos culturales contemporáneos, como parte del presente de esta
región.
Las Piedras
Largas en el Valle de Tafí.
Con el apelativo “Piedra Larga” las y los pobladores de Tafí
del Valle identifican unos monolitos de altura variable (entre 0,60 y 5m de
altura) de forma oblonga; algunos habían sido labrados parcialmente - siempre
aprovechando la morfología del soporte -, otros han sido grabados en una de sus
caras. Son imponentes, de alta visibilidad, destacándose en medio de los
tolares, de los pastizales y pedregales del fondo del valle, dotando de un
fuerte sentido de ancestralidad a los paisajes del valle. Son muchos. Los hay
por en todo el Valle; pero posiblemente es en el Sur del mismo, junto al río El
Mollar (o El Rincón), adonde antiguamente
estaban las mayores concentraciones, en terrenos cubiertos de andenerías,
corrales y áreas de vivienda construidas con grandes rocas. Algunos se fueron
cayendo -yaciendo entre piedras y flores – otros, tal vez se han roto, pero
varios seguían erguidos tiempo atrás y los menos, aún hasta el día de hoy.
El paisaje de Tafí es cambiante de acuerdo a las estaciones
del año: verde pleno, en distintas tonalidades en época estival, y una mezcla
de grises y marrones hacia mediados del año, dando cuenta del frío y la
sequedad reinantes. Los ríos y arroyos siempre fueron importantes; sus aguas
también cambian de color mostrando la fiereza de las crecientes en verano, y la
transparencia y mansedumbre de la época seca invernal. Desde hace unos 2000 años atrás se suma la
piedra trabajada; la que fue usada para las viviendas, los corrales y los
huertos, y también aquella, que se usó para levantar montículos. Desde entonces
la gente del valle habita, camina y significa la piedra. Los algarrobos, las queñoas,
los alisos y cardones se fueron mezclando con los maizales, con las chacras.
Más arriba, en los cerros, las llamas se suman a guanacos y a toda serie de
animales silvestres; en las cumbres, sobrevuela el cóndor.
En cada uno de esos lugares estaban las Piedras Paradas,
antes de que las arrancaran de la tierra con su patrimonialización. Hasta
entonces, ellas eran referencia territorial[21]
y, según algunos habitantes tafinistos actuales, se las vinculaba con el cielo
nocturno y el sol de las primeras horas del día, así como al ciclo de la vida[22].
Bruch[23],
relataba que, en particular las grabadas eran consideradas de “buen agüero”. Para
la región del valle de Tafí, García Azcárate[24]
destacó su sentido ancestral, ordenando el espacio y el tiempo de las
sociedades.
En los Andes son
conocidas como huancas o también chichic – ancestros fundadores litomorfizados -, que estaban
en los campos (huanca chacrayoc), en las aldeas
(huanca marcayoc), cerca de las fuentes
de agua y de algunos santuarios en ámbitos montañosos, valles y puna. Quiroga
señala que estas “piedras fetiches” eran protectoras del valle, de la tribu, de
la nacionalidad o del jefe, resguardaban los rebaños y otras riquezas; eran los
grandes e indomables guerreros que combaten por la tribu y vuelven a tomar su
forma primitiva después de la batalla[25].
Duviols[26]
las identifica como ancestros fundadores, que tutelan y protegen las siembras,
el ganado y los hogares. Constituyen el enlace entre las tres partes que
configuran el mundo en la cosmovisión andina: la tierra, sus profundidades y el
cielo. En el acto primordial de ocupación y creación del espacio habitado y vivido,
son imagen materializada e incorruptible de esa posesión; legitiman los
derechos territoriales, que son legado de esos ancestros. El huanca es, por ende, al mismo tiempo, poder político de
carácter simbólico.
El culto a estos
ancestros articula pasado y presente y, por otro lado, a lo natural (el territorio) con lo social y el cosmos;
constituye, sostiene Duviols, una bisagra entre la vitalidad humana, creativa y
reproductiva y la tierra. La piedra - en ese continuum ontológico que sustenta
la cosmología andina de esa compleja vinculación entre todo lo existente -es
tan solo una de las formas del antepasado, es su carnadura[27].
Estas piedras-huancas -al igual que las máscaras de piedra y los
suplicantes - eran (son) entidades vivas, fundamentales en el sostenimiento y
la renovación del ciclo de la vida; son sagradas. María Alba Boivisio[28]
remarca que no “representan” al ancestro, sino que “son” el ancestro mismo (en
otro de sus múltiples modos de existir)[29].
Es estructural la relación entre el “cuerpo” del ancestro y su espacio, en la
continuidad de esta red de relaciones espacio-tiempo (pacha).
Para “ser” en el tiempo, hay que “estar” en el espacio; tiempo y espacio
conforman una unidad indisoluble.
Estas Piedras Largas eran (son) presencia ancestral, con el
poder de sostener el nexo pasado - presente, de trascenderlo en la interacción
de su agencia, dotando de territorialidad y ancestralidad a los paisajes del valle. Me
refiero a prácticas de territorialización que abrevan en las memorias y los
saberes antiguos de los pueblos y que buscan significarse en la construcción de
paisajes plenos de la cosmovisión andina, en la cosmovivencia de su gente,
creando, como expongo algo más adelante, sentido de pertenencia[30] (Manasse 2017 y
2021).
Las Piedras
Largas como entidades arqueológicas / de pueblos desaparecidos
Los nombres
La arqueología, como disciplina de carácter científico,
tiene tempranos acercamientos al territorio de los valles calchaquíes. En
trabajos anteriores enfatizamos el esfuerzo realizado por la oligarquía norteña
por demostrar que para los tiempos del cambio de siglo no había población
indígena, sino básicamente criolla[31].
En la última parte del siglo XIX los científicos e
intelectuales empezaron a aventurarse a
esas largas y difíciles travesías que les permitirían conocer estos lugares
ignotos. Ellos se convertirán en las voces autorizadas para construir la imagen
de esos lugares y arriesgar (e imponer) interpretaciones sobre su pasado e
historias[32].
La exclusión sistemática - completamente
naturalizada – de las voces nativas obliteró perspectivas que pudieran entrar
en debate con el positivismo y el racionalismo de la época. La arqueología no
solo asume cierta exclusividad de la construcción de las narrativas de los
pasados –junto a la historia y las ciencias naturales -, sino que a su vez fue
quitando entidad, como sujeto, a sus materialidades y expresiones en el paisaje.
Un ejemplo que compete específicamente a las Piedras Largas
es el efecto generado a partir de la conferencia “Por
el valle Calchaquí”, brindada a finales del siglo XIX[33], en la
cual Juan B. Ambrosetti da cuenta del descubrimiento científico de unos “menhires” que aparecen en todo el valle de Tafí. A partir de
entonces, y aún hasta el día de hoy, esos monolitos serán nombrados de ese
modo: “menhires”, palabra de origen celta con
la que el arqueólogo asoció a las Piedras Largas[34].
El carácter histórica y culturalmente performativo que adquirió esa designación
cobra relevancia, en tanto los modos de concepción pre-existentes culminaron
perdiendo entidad. Es la reiteración de esa forma de nombrar las piezas
monolíticas por parte del mundo intelectual-científico y algo después, en la
referencia patrimonial-turística, la que dio lugar a la sedimentación de una
concepción ajena, de un sentido de otredad y de distancia histórica y cultural[35].
En los ’90 García Azcárate[36] abrió
una nueva línea en la trama de esta narrativa sobre el pasado local; esta
autora sugirió re-conceptualizar estas piezas monolíticas proponiendo
reemplazar la palabra “menhir” por la
de “huanca”. Estos elementos del
espacio-tiempo sagrado y expresión tangible del acto primordial de ocupación y
construcción, propios de la cosmovisión andina, son fundantes de prácticas de
ancestralidad, destacándose su importancia como guardianes y potenciadores de
sus tradiciones[37].
El concepto de huanca se acerca más a la
historia, costumbres y concepción vallista de esta zona de los Andes; así lo
fuimos comprendiendo varios de las y los profesionales que investigamos en el
valle, y así también lo van percibiendo algunas de las autoridades de
Comunidades Indígenas como la Diaguita El Mollar y la de Casas Viejas[38].
Como dato complementario, cabe agregar
la denominación que se impone al “gran menhir” de la Loma del Algarrobo en el
Mollar como “menhir Ambrosetti”, cuando a
comienzos del siglo XX se lo instala en el Parque Centenario (hoy, Parque 9 de
julio) de la capital tucumana. Es así como se lo refiere aún en la actualidad. Y
de este modo también se fueron identificando varias otras piezas con los
nombres de sus “descubridores”: Zavaleta Pueyrredón, Zavalía Matienzo, Heredia,
Chenaut, por ejemplo. Ninguna Piedra Larga, dicen don M. Pastrana, o don E. Díaz.
y doña M. Fernández, es conocida como “menhir Mamaní”
o “menhir Aybar”, por referir a las
personas nativas en cuyas viviendas se ubicaban algunas de estas piezas.
Discontinuidad
Así es que, con algunas diferencias que no dejan de ser
interesantes, la arqueología fue construyendo el pasado nativo de la región,
dado que se partía del supuesto de la inexistencia de sujetos con su memoria. El
trabajo de investigación de la documentación colonial aún estaba en sus inicios,
era bastante poco lo que se conocía de regiones como el valle de Tafí. Su
configuración como conjunto de estancias ganaderas en manos de unas pocas
familias que pudieron aprovechar el desorden institucional en tiempos
coloniales tardíos y de la construcción del Estado nación para hacerse de
importantes fracciones de tierra en la región, centró la mirada a la historia
de ese sector de la población. La peonada y sus familias no constituían sujetos
históricos del valle[39].
Ambrosetti, Lafone Quevedo y Quiroga fueron dibujando (a
tientas) una historia que no contemplaba los saberes locales, imponiendo, por
el contrario, sus propias perspectivas e interpretaciones basadas en los
escasos conocimientos científicos que se disponían en la época. Con Sergio
Carrizo comentamos años atrás el impacto cultural y político que tuvo la
interpretación realizada a fines de siglo por Ambrosetti sobre el origen y la
vigencia ritual que habrían tenido las Piedras Largas en tiempos de la
conquista y del domino jesuita de este valle. Su argumento se constituyó en un significativo
dispositivo discursivo que fue replicado luego por otros investigadores,
fundamentando la escisión entre pasado y presente[40]
y constituyéndose en herramienta útil desde lo político para la apropiación de
las tierras del valle[41].
El paradigma de la discontinuidad poblacional se observa
hasta bien entrado el siglo XX. En textos como los de Berberián y Nielsen o de
Núñez Regueiro y García Azcárate, por ejemplo, se sigue sosteniendo que promediando el primer milenio de la EC las Piedras Largas perderían
relevancia en las prácticas culturales de los habitantes del valle[42]. Se da por
culminada la que desde la arqueología se denominará la “Cultura Tafí”, aquella
que elaboraba y veneraba a las Piedras Largas. La gente que habría habitado
estas tierras siglos después, ya no les prestó mayor importancia y fue construyendo
un paisaje sustancialmente diferente. Parte fundamental de los argumentos que
dan soporte aún hoy a la supuesta legitimidad en la tenencia de las tierras por
las familias estancieras de la oligarquía tucumana, se apoya en esta negación
de contemporaneidad de los ancestros de la población nativa actual con esas
evidencias materiales[43].
La propuesta del “discontinuismo” se constituyó en un
dispositivo reelevante para la apropiación y el dominio de espacios,
materialidades y territorios de los antiguos[44].
Esta línea discursiva es interpelada o,
al menos, puesta en cuestión por científicos sociales como Alfredo Bolsi y el
equipo del Centro de Recuperación del Patrimonio Cultural de la UNT[45],
dejando expresa la duda sobre esas poblaciones que podrían haber habitado en el
Valle de Tafí en el segundo milenio de la EC.
En ese rumbo, cabe atender a las
propuestas de Gentile (2003), quien refiriéndose a lo que denomina
“paisaje de acontecimientos” vinculados a prácticas rituales andinas del siglo
XV en adelante, señala la resistencia de los pueblos frente a las imposiciones
de la conquista. En áreas como el río Doncellas en Jujuy se siguió venerando a
los monolito-huanca, varios de los cuales eran reutilizados. Gentile sugiere
que para Tafí también hay evidencias de la persistencia del uso de estas piezas
monolíticas a lo largo del tiempo, contemplando el tipo de contextos alfareros
asociados a las Piedras Largas en las excavaciones llevadas a cabo por el
equipo de A. R. González[46].
A estas evidencias podemos sumarle
datos expuestos por Gancedo a comienzos del siglo XX[47]. Es
bajo su dirección de campo que se lleva a cabo la 8ª Expedición de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires organizada por J. B.
Ambrosetti para efectuar lo que serán las primeras excavaciones arqueológicas
realizadas en Tafí, con el fin de estudiar de modo más específico la naturaleza
de este “campo de menhires” del Mollar. La información no es muy detallada
pero, como lo resalto en mi tesis doctoral, permitió reforzar la necesidad de
revisar las interpretaciones sobre los últimos siglos previos a la conquista
española en estos territorios. La excavación realizada en una pequeña
estructura circular vinculada por un vano a otra de mayor tamaño, expuso un
contexto que actualmente podemos asignar cronológicamente al Tardío local. Los
datos empíricos de las investigaciones más recientes ponen en cuestión aseveraciones
profundamente ancladas en los discursos sobre el pasado regional y brindan, en
contraposición, información que da soporte a las demandas de los Pueblos
Originarios de esta región.
Las Piedras
Largas como entidades patrimonializadas / de pueblos desaparecidos
Los discursos científicos (desde la
arqueología, pero también la geografía, los estudios históricos) fueron soporte
y acompañaron las políticas públicas que el Estado nacional fue imponiendo en
la región. En el caso que nos interesa, los monolitos son un ejemplo casi
icónico de los procesos de patrimonialización en el noroeste argentino,
denotando un campo de disputas en el que no quedaron excluidos el autoritarismo
y la violencia simbólica, territorial y política. Sujetos a voluntades encontradas, solo recientemente se observan
intenciones de “recuperarlos” en su agencia ancestral.
Las Piedras Largas han sufrido la
alienación, enajenación, deshistorización y desterritorialización de muchas
–demasiadas– otras materialidades ancestrales de los pueblos originarios en
nuestro país, incluso de sus cuerpos. Su particular historia de
patrimonialización ha sido muy bien retratada en trabajos como los de Mastrángelo, Endere y Slavutzky[48]. En
ellos queda claramente expuesto el peso de los intereses políticos que en cada
época fueron guiando las acciones sobre estas materialidades ancestrales. Otros
estudios, como los efectuados por Racedo y el equipo del Centro de Recuperación
del Patrimonio Cultural de la UNT, se enfocaron más en las implicancias
identitarias de la gestión patrimonial del Estado[49].
Lo que queda claro es la gran
relevancia que adquirieron estas Piedras Largas en las políticas culturales de
la provincia de Tucumán y en la Nación. Desde la remoción inicial del “Gran
Menhir” para instalarlo en el Parque Centenario de la capital tucumana a
comienzos del siglo XX, se convirtieron en emblemas, en recursos políticos ad hoc. Con valores y funciones inferidos desde perspectivas
científicas eurocéntricas y positivistas, se las despojó, se las desgajó de sus
contextos de sentido.
Aunque los estudios arqueológicos hayan
dedicado un tiempo considerable para describirlas, detallar algunos aspectos de
su entorno y construir croquis con sus mutuas relaciones, el “rescate” y la
“puesta en valor” de aquel “más hermoso y mejor conservado monumento megalítico levantado en tierra
argentina” (sensu Buffo 1940)[50]
implicó su destierro y su aislamiento. Mientras tanto, su carácter indígena fue
manipulado hasta cosificarlo, idealizarlo y exotizarlo; siempre negando
cualquier vínculo con los pueblos nativos de los tiempos coloniales o
contemporáneos.
Como estrategia política que, anclando en lo cultural,
señalaba el rumbo de los inicios del segundo centenario de la nación, este
traslado institucionalizó la apropiación y el dominio de esos mundos que era
necesario clausurar, para dar lugar al Estado Moderno en toda su plenitud. Es el inicio de un proceso aparentemente inacabado de avasallamiento de la
población oriunda de la región de los valles a través de sus bienes culturales.
En las próximas décadas el valle de
Tafí es organizado para brindar mano de obra barata, prácticamente compulsiva,
para el despegue de la industria azucarera en Tucumán. Sus tierras y su gente
están en manos de los dueños de importantes fincas e ingenios de la provincia.
Son los intereses de estos últimos, los que priman en las definiciones de
políticas sociales y económicas en el valle y, en ese marco, también en la
construcción de las narrativas históricas. Cualquier posible nexo indígena con
el territorio fue clausurado. La oligarquía tucumana había tenido éxito al
menos de este lado oriental de la sierra del Aconquija[51] y se
fue abriendo camino en nuevas estrategias de manejo de estas tierras.
Apenas a unos años de que se abriera la
ruta provincial Nº 307 (1943) que permitió el acceso vehicular al valle, se
observan los severos impactos generados tanto en lo ambiental como en lo social[52]. Se
produjo una transformación drástica que, más allá de valorizar exageradamente
el precio de la tierra, configuró su destino hacia su explotación intensiva.
Primero, hacia la producción de papa semilla y, poco tiempo después, hacia lo que
definimos como extractivismo inmobiliario[53]. Un “paisaje de derroche”, dirían Bolsi, Madariaga y Batista.
Es el contexto que alerta a científicos
como González y Gómez, que señalaron la
imperiosa necesidad de salir al salvataje de algunos de los “restos materiales”
que hacían tan particular el paisaje de este valle. Diseñaron lo que serían los
primeros proyectos de Reserva, y los monolitos fueron el objetivo central[54]. Este,
como otros proyectos desarrollados en el transcurso del tiempo, respondieron (o
se ajustaron) a requerimientos de políticas alternativas de fundamento
económico, apuntando cada vez más claramente a la explotación turística en la
provincia[55].
El valle de Tafí podía aportar con esos
“menhires”, que ya era urgente preservar, y de paso crear un espacio de
atracción para futuros visitantes al valle[56]. Si
bien hubo una propuesta de donación para realizar esa Reserva en la localidad
de Casas Viejas, adonde se encuentra el montículo excavado por González, el
gobierno termina sacando unos cuantos monolitos de diferentes lugares para
plantarlos en la plaza central del Mollar. Allí se vieron por un tiempo huancas que eran del otro lado del río, como “la Vieja” y el
“Gallipoli”, otro, con grabado retratado fotográficamente por Schreiter (Nº8 de
su registro), y también la pieza obtenida de la casa de la familia Mamaní, del
Rincón, junto a otras tantas Piedras Largas.
En 1977 el gobierno de facto en Tucumán
promulga la Ley Nº 4733 declarando como áreas de interés turístico una serie de
localidades de la provincia entre las cuales se incluye a Tafí del Valle[57],
consolidando la explotación económica de bienes culturales y naturales[58]. Ese
año, de hecho, se lleva a cabo el proyecto de creación de un Parque[59] como
atractivo turístico de un fallido proyecto de federalización del campeonato
mundial de fútbol de 1978. El Parque se conformó con más de un centenar de Piedras
Largas que se quitaron de todos lados del valle de Tafí. Su obtención y
traslado son definidos como situaciones de profunda vergüenza, dolor e
impotencia vividos por la gente nativa[60].
A punta de fusil los hombres tafinistos tuvieron que entrar en la casa de
familias vecinas para arrancar los monolitos y llevarlos a peso o en camiones a
la loma.
El “Parque de los Menhires” no fue
acompañado de un relato histórico, dejando expreso su sentido y finalidad
exclusivamente turísticos[61]. Las
Piedras Largas constituyeron parte del proceso de desterritorialización[62] al que
fue sometido el valle, siendo quebrados los lazos ancestrales y violentados los
territorios hasta destruir el tejido social y relacional de las ontologías
nativas[63]. Por
entonces, el ejército había colocado un monolito alto y grueso en la entrada del
pueblo del Mollar, en el local de la Federación del Empleado de la Industria
Azucarera (F.E.I.A.) que funcionaba como centro de detención clandestina de
víctimas de la persecución militar, para usarlo como picota o palo de escarmiento
público y castigo[64].
A pesar de ello, la población local llevó a cabo algunos actos de resistencia,
enterrando y ocultando varias piezas[65].
Algunas de ellas fueron paulatinamente “(re)apareciendo” hace una o dos décadas
atrás (Ver Figura Nº 1).
Todas estas Piedras Largas sufrieron el
mismo devenir del Gran Menhir cuando estuvo en la capital tucumana: una
desatención completa por parte del Estado, el maltrato y la falta de respeto de
varias personas que subían por esa loma, llegando incluso a denunciarse el robo
de algunas de ellas. Son esas condiciones las que motivaron la queja y el reclamo
de la población del valle que, articulando esfuerzos con instituciones
universitarias y distintos sectores del gobierno provincial, logrando la
promulgación de una Ley (24.262/93) por la cual se declara “lugar histórico nacional los asentamientos de ‘menhires’ en
áreas arqueológicas del valle de Tafí en la Provincia de Tucumán”,
y que cada menhir forma parte del patrimonio cultural del Estado Nacional.
Finalmente, después de una década se firma el
Decreto provincial (435/1) que dispuso el traslado progresivo al predio de la
Sala (casco de la antigua estancia del Mollar) y hacia los sitios donde
estuvieron emplazados originalmente como ser: Casas Viejas, El Potrerillo, El
Rincón, etc. (Artículo 1º). Este nuevo traslado, de carácter explícitamente
político[66],
no fue sencillo ni libre de conflictos: sectores del gobierno y de la
Universidad se disputaron los espacios de intervención dando lugar a una
organización desprolija, malogrando algunos de los objetivos centrales de este
nuevo etraslado.
El criterio de su instalación en el predio respondió a intereses confusos,
sin haber aprovechado siquiera la más básica información disponible sobre la
procedencia de algunas de esas piezas. Bastaba mirar - como lo concluimos en
una de las reuniones realizadas en territorio de Casas Viejas con las
comunidades del Mollar y de Tafí[67] - los
textos de Bruch o de Schreiter para saber que los monolitos que aparecen
nombrados como “Los Brush” (haciendo referencia al primero de los autores) son
de Casas Viejas, cerca de lo que era la casa de don José Mamaní en los
comienzos del siglo XX. Lo mismo, con el que se conoce como “La Vieja” - que
presenta lo que se interpreta como una cara de llama en su parte superior – y
el “Gallipoli”, que fuera hallado en las excavaciones de González en
proximidades del montículo. Se podría
haber colocado juntas también las de la orilla del río Mollar, recreando la
posición que ilustran de las fotos antiguas y de nuestras propias excavaciones[68] y
reunirlas con algunas otras de esta localidad, como el Gran Menhir (o
Ambrosetti). Como si fuera poco, a pesar de contarse con
claros registros fotográficos, se colocó en forma invertida uno de los
monolitos rescatados a orillas del río, dejando en riesgo su integridad. Ahora,
las toneladas de esta pieza de casi 5 metros de altura deben ser soportadas por
un extremo en punta muy aguzada de roca esquistosa[69].
El proyecto del Museo Arqueológico a
Cielo Abierto Los Menhires (ya ejecutado) tiene una nueva proyección en el del
“Observatorio Cultural Los Menhires” (OCUMEN), que actualmente se está
proponiendo desde el Ente Cultural Tucumán. El primero recibió un contundente
rechazo de parte de la población y, en particular, por parte de las Comunidades
Indígenas[70].
Tuvo la marca de una “comunicación” vestida de consulta (libre, previa e
informada). Sin mover ni una sola pieza de su
actual lugar, el proyecto OCUMEN pretende integrar ese espacio a la
remodelación del entorno urbano para, así, crear un paisaje armónico desde el
punto de vista estilístico. En el entorno de edificios públicos como la Escuela
Primaria local, la radio de la Comuna y el propio edificio administrativo de la
Comuna Rural y sus talleres, se propone crear un gran parque que reúna el
actual Museo a Cielo Abierto Los Menhires (y tierras aledañas cuya gestión
actualmente está a cargo del Ente Cultural Tucumán) con la plaza principal del
Mollar[71]. Según el análisis
realizado por la CIDEM, propuestas como las de este “OCUMEN” vuelven a
desestimar la identificación nativa de los monolitos. Se hizo énfasis en el
riesgo que significa la integración de las Piedras Largas a un conjunto
arquitectónico de mayor alcance (espacial y funcional), que haría aún mucho más
dificultoso cualquier proyecto de restitución a sus localidades de origen[72].
Las Piedras
Largas como entidades ancestrales; re-territorialización.
Pensar las Piedras Largas como entidades ancestrales
vigentes en la actualidad abre la
necesidad de corrernos de las miradas tradicionales de la arqueología y la
gestión patrimonial del Estado. Su/s sentido/s actualizado/s en un
reconocimiento de su valor como elemento cultural residual que reúne
ancestralidad y territorialización, destaca/n el protagonismo de nuevos sujetos
en el escenario de estos paisajes.
Los pueblos
originarios como sujetos de derecho
En Tucumán las organizaciones indígenas
se fueron articulando tempranamente con movimientos sindicales y con otros, de
fundamento indígena regional y nacional en la segunda mitad de los 60, en un
contexto histórico, social y político muy conflictivo[73]. Su
lucha tradicionalmente se ha centrado en los derechos al acceso y a la gestión
de sus territorios y de su fuerza de trabajo pero, como quedará públicamente
manifiesto desde el Primer Parlamento Regional Indígena Juan Calchaquí”
realizado en 1973 en Amaicha del Valle, interesa señalar el creciente desafío a
los discursos hegemónicos sobre los asuntos que les incumben, disputando la
autoridad de enunciación[74].
Redescubrirse y aceptarse indígenas, rebatiendo los discursos de su extinción como pueblos o los del carácter de
su derrota histórica y de su condición de diferencia cultural (siempre
desvalorada) fue constituyendo, según lo plantea Lenton[75], un importante
capital político que no solo preparó el terreno para la militancia y política
indígena pos-dictadura en sí, sino también al empoderamiento generado con la
construcción discursos históricos creados desde un nuevo (viejo) lugar, su cosmovisión
y cosmovivencia[76].
Un hito histórico fue la propuesta refrendada
por unas veinte comunidades indígenas de la provincia ante la Convención
Constituyente de la provincia de Tucumán en el año 2006[77]. Entre
otros asuntos, cabe destacar su requerimiento de que el estado provincial asuma
su realidad multicultural y la responsabilidad de garantizar el desarrollo de
sus culturas en igualdad de condiciones, tanto en términos jurídicos como de la
educación; por otro lado, también exigen “la posesión y
propiedad comunitaria de su patrimonio arqueológico, histórico y cultural, así
como el derecho al consentimiento previo, libre e informado respecto a su
gestión.”
En este mismo rumbo las comunidades lograron que la
Dirección de Patrimonio del Ente Cultural Tucumán – órgano de aplicación de la
Ley Provincial Nº 7500 de protección del Patrimonio Cultural – adhiera a lo
estipulado en el artículo 3º de la Ley Nacional Nº 25.517 en relación al
expreso consentimiento para la realización de investigaciones científicas en
territorio indígena. Actualmente se está trabajando para que este requerimiento
se extienda a la autorización de ejecución de Estudios de Impacto. Ambas son
conquistas importantes por su carácter imperativo y su alcance e injerencia
sobre decisiones de diversa índole. Entre ellas, está también la demanda de
participación activa y vinculante en proyectos que de uno u otro modo implican
evidencias y/o paisajes ancestrales[78].
Que no se sigan
exhibiendo cuerpos humanos de los ancestros de los Pueblos Originarios salvo
expreso consentimiento, que el Estado y sus instituciones se vean exigidos a “restituirlos”, que se deba tener un expreso consenso para la realización
de investigaciones en los territorios indígenas, significa un cambio sustancial
en el rol de las comunidades indígenas en la actualidad. La inscripción de
entidades ancestrales, de paisajes comunitarios en el registro de patrimonio cultural
de la provincia, pero bajo condiciones y lineamientos específicos de la comunidad[79] que
enfatizan la gestión comunitaria y, finalmente, la demanda del reconocimiento
de que lo no-humano y aquello que no es necesariamente de constitución orgánica
tiene igual relevancia dentro de las ontologías relacionales
no-antropocéntricas. De allí que se exija la restitución de objetos asociados a
los restos humanos ancestrales y, también, de entidades ancestrales como los huancas; ya no se trata de “restos u objetos arqueológicos”.
Así es que las
demandas no se reducen a tener
el dominio del usufructo de estas Piedras Largas milenarias en lo turístico,
sino fundamentalmente de lograr su restitución con un claro sentido territorial
de ancestralidad. Se está trabajando en requerimientos de des-patrimonialización.
Esto es lo que se sigue exigiendo en el marco del Artículo 1º del Decreto 435/2001,
que propone el traslado de los “MENHIRES DEL VALLE DE TAFÍ” hacia los sitios
donde estuvieron emplazados originalmente[80].
Más allá de los derechos territoriales y culturales
reclamados, interesa atender a los procesos reflexivos que fueron y van dando
lugar al cuestionamiento de premisas y narrativas construidas e impuestas desde
la academia y los distintos organismos del estado, y la búsqueda de estrategias
de resistencia y negociación.
Las Piedras
Largas como sujetos (de derecho)
Que las Piedras Largas no son
“menhires” y, por ende, no deben ser identificadas como tales en el ámbito
educativo ni de la actividad turística, por ejemplo, es una interpelación de
los pueblos originarios a los discursos hegemónicos, que se vio reforzada con
argumentos como los esgrimidos por García Azcárate y su propuesta de
identificarlas como huancas[81]. No se
trata, obviamente, solo de un nombre; es también un modo de pensarlas
nuevamente como “entidades ancestrales”, en pos de descolonizarles, despegándoles
de su concepción como “materialidades arqueológicas” o “patrimonio arqueológico
cultural del Estado”[82].
Que las Piedras Largas siguen
conformando hasta el día de hoy parte del paisaje que denota ancestralidad en
el valle de Tafí -y, con ello, territorialidad - es testimoniado en voz alta con
el accionar de los pobladores nativos que, por ejemplo, las escondieron a
riesgo de ser severamente castigados durante los rastrillajes militares de los ’70
(Ver Figura Nº 1).
Así lo aseveraron M. Sequeira o J. Costilla
de Casas Viejas, E. Moreno de Los Cuartos o I. Cruz del Mollar, por ejemplo.
Así es susurrado por quienes se animan a mostrar esas “sus” Piedras Largas, que
hasta aquí no fueron registradas científicamente (casos como los de doña R.
Nieva o de don E. Crux, de La Angostura y El Mollar respectivamente). Son sus
Piedras, las deben cuidar porque ellas los cuidaron; ellas tienen su carácter y
pueden generar armonía o situaciones difíciles, como las descriptas en viejos
testimonios de quienes debieron trasladar el Gran Menhir hacia el llano
tucumano a comienzos de siglo y también a los que llevaron varias Piedras a la
plaza del Mollar a mediados del siglo pasado[83].
Figura Nº 1. A la izquierda,
el frente del casco de la Estancia de Los Cuartos con la exposición de conanas
y dos estelas; la que aparece en el centro, adelante, recién se “desenterró” en
los comienzos de la década de los 90 (Fotografía que la Estancia expone en
internet). A la derecha, sector de pirca (muro de piedra) adonde los pobladores
locales escondieron una Piedra Larga (marcada con un punto rojo) en tiempos de
la dictadura cívico-militar de los 70, localidad de Casas Viejas (Fotografía
cedida por A. G. Sánchez).
Avanzando unos pasos más, que las Piedras Largas fueron (y siguen
siendo) parte sustancial del territorio - articulado también con la gente y
todo lo “no-humano” de cada época que compartieron- fue haciéndose cada vez más
claro y elocuente en nuestro trabajo[84]. La
Piedra Larga debe ser respetada, como se respeta a todos los seres del
territorio. Así, según refiere doña R. Nieva, de La Angostura, “La Piedra Larga es del territorio. No debemos molestarla, ni aunque
esté tumbada en el suelo, porque allí en su sueño atiende a las simientes.”
Seguidamente nos comenta que la que se halla cerca de su puesto no está
grabada, “…pero todos sabemos que es de allí”
(menciona el nombre del lugar), “…cada lugar tenía su Piedra,
grande o más petisa…dicen que cada una era diferente, que las grabadas daban suerte, no sé.”
Don M. Sequeira de Casas Viejas -
mostrándonos una Piedra que ocultó por décadas[85]- nos
narraba sobre las noches que pasó sentado junto a ella consultándole cómo
abordar los problemas de la vida diaria con su familia, con sus animales, con
el patrón. Al levantarse le dejaba cigarro, hojitas de coca y alguna vez,
alcohol; pero solo si ella le “respondía”. Según don M. Cruz, allí mismo, en
Casas Viejas había una Piedra Larga que la gente de ahora llamó “La Vieja”, “…no sé por qué! De noche se aparecía como un llamo, que se enojaba con
algunos hombres. Nos contaban de chicos que era el Yastay.” Este
personaje tutela a los animales en estas regiones y suele adoptar distintas
formas, en particular, la de un gran llamo o guanaco[86]. Este
tipo de narraciones son compartidas por pobladores y familias comuneras de toda
la región[87].
Esta forma “otra” de reconocer las
Piedras Largas es hoy fundamento de las comunidades indígenas para abordar y
exigir una profunda evaluación de las actuaciones en las que ellas quedaron
implicadas a lo largo del tiempo, así como también para diseñar estrategias que
den lugar a su re-territorialización.
Resguardar las huancas en donde están y cómo están, aún
lejos de los tiempos en los que fueran inicialmente plantados, siempre ha sido
(y es) un acto político; uno que, entrelazando pasado y presente, va forjando y
fortaleciendo memorias y territorio. Así lo fue antes de la invasión española y
lo es ahora. Cada monolito erguido junto a un corral les brinda protección a
los animales, aunque éstos ya no sean las llamas y que al corral lo hayan
construido solo hace unos cuantos años atrás.
Restituir las huancas de su destierro, pensamos,
significa un profundo acto político, que retoma esta noción ontológica andina
ya referida antes, de que “para existir,
para ser en el tiempo, es imprescindible estar en el espacio”.
Esbozos de un paisaje ancestral,
hacia la re-territorialización
El desplazamiento forzado de los monolitos - huancas significó una profunda alteración
de los anclajes a esas experiencias particulares, históricas y culturalmente
definidas, constitutivas de la idiosincrasia vallista. Los ancestros no estaban
en condiciones de continuar cumpliendo sus funciones, de ser guía y memoria.
Particularmente durante la última dictadura cívico-militar se destruyeron los
nexos necesarios entre ancestro y
la pacha, dando lugar a profundos
procesos de desestructuración territorial. Se crearon e instalaron subjetividades
plenas de terror y vergüenza que involucraron todo resquicio de la vida de las
personas. Las Piedras Largas fueron sistemáticamente utilizadas y hasta
violentadas en el marco de la producción de nuevas territorialidades de
exclusión de la población nativa, y de
privilegios para unos cuantos. “Nuestras piedras paradas
se fueron muriendo” asegura doña N. Sequeira, de Casas Viejas.
Plantear su re-territorialización, es decir colocarlos en un
lugar en el cada Piedra Larga vuelva a configurarse en esa parte de la pacha que constituye el territorio de los pueblos nativos de
esa región, se venía planteando como una fantasía irrealizable. En distintos
foros se esgrime que ya nadie sabe de donde era cada uno de esos monolitos; y
con esta argumentación se inhibe la posibilidad de dar curso a la demanda de
las comunidades de restituirlos a sus lugares originales. Pero aquella es solo
una verdad a medias. El trabajo que venimos efectuando con gente de Casas
Viejas y distintas localidades del Mollar - cruzando datos cartográficos, fichas
descriptivas de las piezas que están en el Museo, fotos antiguas y la memoria e
interpretación de las y los mayores - va teniendo sus resultados: la gente está
“identificando” varios de sus huancas y
algunas de sus localizaciones originales[88].
Figura Nº 2. Mapa elaborado por la autora en base a
una imagen satelital (Google Earth) del valle de Tafí con identificación
numérica de las localidades referidas en el texto.
Tomando como base investigaciones científicas previas,
algunas excavaciones recientes nuestras, así como innumerables conversaciones
con la población nativa, arriesgamos una especie de boceto de lo que podría ser
el paisaje ancestral previo a la irrupción de conquistadores europeos en la
región, atendiendo particularmente al que se vincula especialmente a las
Piedras Largas, dejando expreso que su complejidad seguramente es mayor, y
temporal y coyunturalmente diverso[89].
La información que exponemos seguidamente es parte de un
proyecto[90]
que contempla distintos pasos: el primero comprende la identificación de piezas
en el Museo a Cielo Abierto y registro de otras que no fueron incorporadas al
mismo; el segundo, colocar cartelería que identifique su procedencia con la
mayor exactitud posible; y el tercero, reunir la información necesaria para
lograr al menos su “restitución virtual”.
Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX se podía observar un
conjunto de Piedras Largas hacia el Esta del río El Mollar con el Ñuñorco (o
Panaqhao, en lengua cacán) de fondo (Nº 1 en la Figura Nº2); serían unos doce
monolitos. Esas Piedras Largas se hallaban presididas por un gran monolito
grabado, emplazado a mayor altura, sobre el faldeo, a unos 900m al Sudeste, en
lo que hoy se conoce como Bº El Porvenir de la localidad de El Mollar.
Figura Nº 3. El “Gran Menhir” (o “menhir
Ambrosetti) en la Loma del Algarrobo. Arriba a la izquierda la Piedra Larga en
el actual Museo a Cielo Abierto en El Mollar; abajo a la izquierda, una piedra-huanca en el contexto arquitectónico ancestral. Arriba a la
derecha, el entorno del emplazamiento original, y abajo a la derecha, una
superposición fotográfica con una de las imágenes de comienzos del siglo XX, de
Carlos Bruch. Las fotos son de mi autoría.
Ambrosetti refirió
a este lugar como la “loma del algarrobo” (Figura Nº 3 y Nº2 en la Figura Nº 2)[91].
Ese precioso menhir, sostenía el autor, se elevaba en otro tiempo con su faz
esculpida mirando al soberbio Ñuñorco. Desde este lugar se tiene una excelente
vista de toda el área próxima al río, adonde se concentraban los monolitos de
la orilla oriental y, aún más lejos, hacia la zona de Casas Viejas y El
Rinconcito - al Oeste y Sudoeste respectivamente - y hacia el inicio de la quebrada del río Los
Sosa, al Noreste.
Aproximadamente a
la misma altura, en el mismo pero algo más al Sur (Rincón de las Micunas), se
encuentran aun actualmente - según lo referido por vecinas/os de allí - algunas
Piedras Largas sin grabados, de unos 1,50m de altura aproximadamente. Lo que
nos permite imaginar la relevancia de este sector de altura.
Del otro lado del
río El Mollar, al Oeste, en la localidad de Casas Viejas, se localizaban más de
quince monolitos (Nº 3 de la Figura Nº 2), varios de ellos, grabados. Algunas
de estas piedras - huancas se
hallaban ubicadas en proximidad de un importante montículo de forma oval (30 x
18m) y unos 3m de altura. Aunque no fuera referido inicialmente por Ambrosetti
o Bruch, es un rasgo del paisaje que aún hoy se distingue claramente y llama la
atención. A lo largo del tiempo concentraba prácticas de carácter ritual[92].
Otros tantos
monolitos se asociaban a espacios de actividad agrícola y unidades de vivienda.
González y Núñez Regueiro refieren a dos de ellos hallados en posición
horizontal en una de las excavaciones realizadas en una estructura aledaña al
montículo; son de gran tamaño y dejan abierta la pregunta de cómo es que
estaban enterrados a más de un metro de profundidad[93].
Con el paso de tiempo, la gente de Casas Viejas fue registrando varias piezas
más, tanto como producto de excavaciones en obras de viviendas como de apertura
de calles (una, muy grande, en proximidades del faldeo del Cº Pelao). Estos
datos permiten presuponer la existencia de otras tantas piedras - huancas más, que aún se encuentran “escondidas” en la tierra[94],
con lo cual podemos imaginar un paisaje aún más complejo y dinámico.
Una foto tomada en
época de los estudios de Schreiter, unos 1000 metros al Sur los conjuntos
mencionados, muestra dos Piedras Largas tumbadas; corresponde a la localidad
del Rinconcito, junto al Cº Pelao (Nº 4 de la Figura Nº2). Es un lugar que no
fue incorporado claramente en los croquis de cambio de siglo. Otro registro
fotográfico da cuenta de monolitos huancas hacia
el Norte de la actual población de El Rincón, en donde la familia de don
Nazario Mamaní hace unos 100 años atrás había empotrado - para buen agüero -
una pieza con un grabado antropomorfo en una de sus caras, en la pared de su
casa, (Nº 5 de la Figura Nº 2). La zona ha contado también con otras piezas, de
acuerdo a lo que recuerdan los rinconistos.
En el Cº Pelao se
observan algunos monolitos de menor altura, asociados a estructuras domésticas
y de producción. En la parte baja de su ladera oriental, en el actual
cementerio, en la localidad de Ojo de Agua (Nº 6 de la Figura Nº 2), se excavó
un monolito de morfología fálica a menos de un metro de profundidad[95]
(Figura Nº 4). Extendiendo notablemente su área de incidencia.
Para la mitad
Norte del valle de Tafí contamos con mucha menos información; hacia el Este se
registraron algunos monolitos de menor altura, localizados en campos de cultivo
en el sector Norte del cono del río La Puerta (Nº 7 de la Figura Nº 3). El cono
del Río Blanco (Nº 8 de la Figura Nº 2) cuenta con el registro de una pieza
grabada que fue colocada en la esquina de uno de los corrales de la estancia de
Lucas Zavaleta. No hay información precisa de su procedencia. En la zona de Las
Tacanas y Carapunco (Nº 9 de la Figura Nº 2) el equipo de González excavó una
pieza de morfología algo atípica con planos rectilíneos. Para el valle de Las
Carreras, al oeste del Cº Pelao, tampoco contamos con mucha información, pero
en la zona del Rodeo y La Ovejería (Nº 10 de la Figura Nº 2) la gente de la
Comunidad Indígena registró varios monolitos de baja talla, siempre entre
campos de cultivo.
Hacia el Este, el
valle de Tafí se abre a las yungas orientales desde las quebradas Diaguita
Calchaquí (o del Portugués), al Sur, y del río Los Sosa, más al Norte. En ambas
los y las pobladoras dan cuenta de la presencia de monolitos en distintas
condiciones (en pie, enteros, fracturados o caídos) en pequeños grupos o
aislados[96]
(Nº11 de la Figura Nº2).
Figura Nº 4. Monolito hallado al excavar una fosa en el cementerio del
Ojo de Agua. Fotografía de la autora.
Al presente no
contamos con elementos suficientes para evaluar la contemporaneidad en la
instalación de estas Piedras Largas en los distintos sectores del Valle de Tafí.
Sin embargo, dada su perdurabilidad y visibilidad estos monolitos fueron
formando parte y configurando paisajes con un profundo sentido de
ancestralidad, denotando una concepción del territorio que se hunde en los
tiempos y se va refundando permanentemente. Las nuevas arquitecturas y los
nuevos espacios construidos de cada momento se integran en esos paisajes
previos, reconfigurándose como territorio. Tanto en Casas
Viejas y El Mollar, como más al Norte,
en el Cº Pelao o los conos del río La Puerta o el del Blanquito las
investigaciones van dando cuenta de que la gente fue habitando espacios ya
habitados, construyendo sus territorios a partir de lo pre-existente[97].
Los pueblos que fueron (fuimos)
habitando el Valle de Tafí en los últimos dos milenios vivimos estos paisajes
ancestrales de acuerdo a nuestras propias pautas. No somos ajenos/as a los
mismos, aunque haya costado tiempo ampliar nuestras miradas[98]. A
pesar de importantes trasformaciones socioculturales recientes y más allá de
renovados sentidos y modos de actuar, los pobladores nativos mantienen y/o van
recuperando los vínculos ancestrales con su entorno. La continuidad del
respeto, la veneración y el culto se expresa en actividades colectivas como las
yerras, las corpachadas y el levantamiento y mantenimiento de apachetas,
sugiriendo y, tal vez, dejando expuesta, cierta agencia de la pacha, como trama fundante de las relaciones en la
cosmología andina.
De acuerdo a lo que hoy conocemos, el huanca, el ancestro - en su múltiple corporalidad – está
íntimamente ligado a los espacios de sociabilidad, dando sentido a su vínculo con el territorio
y la gente. Sus funciones se relacionan con la marca territorial, como
amojonamiento que identifica y define la posesión del territorio en su
permanente dinámica (dentro del pueblo y entre comunidades). Es sujeto en las
memorias siempre actualizadas. Ahora,
Los ancestros,
al estar fuera del territorio de su grupo de pertenencia, eran sustraídos del
ámbito de sus relaciones sociales, anulándose así la posibilidad de continuar
cumpliendo sus funciones como fuente de fertilidad propiciatoria de la
continuidad vital[99]
De allí que
acciones como la extracción, destrucción o el traslado de estas entidades
sagradas significan una profunda desestructuración de los pueblos, de su y sus
territorios de vida. Su patrimonialización constituye un claro problema de
orden socio-político y cultural.
En un ejercicio que estamos llevando a cabo en estos dos
últimos años hemos avanzado en lo que sería una restitución virtual de algunas
Piedras Largas cuya localización precisa conocemos actualmente. Se trata del
“Levantamiento de las Huancas. Un movimiento decolonial”[100],
una práctica que se puede observar en el link www.levantamientodelashuancas.ar. Aunque aún requiere ser perfeccionado, hemos
logrado instalar virtualmente en su lugar original (territorio de la CIDEM) a
cuatro Piedras Largas: el “Gran Menhir” o “menhir Ambrosetti (Figura Nº 3), dos
monolitos-huancas que fueran rescatados a finales
del año 2000 en la ribera oriental del río El Mollar y la Piedra Larga que
fuera encontrada en la localidad de Ojo de Agua (Figura Nº 3). Cada placa
permite contar con información más detallada de esas piezas, a más de poder ver
en detalle a la totalidad de la misma. Mediante una aplicación para
dispositivos celulares, realidad aumentada mediante, los usuarios podrían ver
las huancas emplazadas en sus locaciones
originarias al apuntar las cámaras de sus dispositivos móviles a lo que se
llama imagen-objetivo (una especie de código similar a los QR). El ejercicio se
manifiesta como un “levantamiento”, un
relato de rebeldía, de restitución simbólica reconstruyendo virtualmente
siquiera fragmentos del paisaje ancestral[101]. Constituye
un paso más en la (re)construcción de memorias, en la creación de narrativas
que (re)integren la piedra a la tierra, “…el lugar que no debieran
haber dejado jamás…”, según lo destacaba doña H. Cruz del Mollar.
Para finalizar
Abrir la reflexión sobre la concepción
de la vida y el lugar en el mundo, atendiendo a esas prácticas y esos modos que
siguen formando parte del hacer y ser como parte del territorio y del cosmos en
el valle de Tafí - desafiando ontologías antropocéntricas impuestas con la
conquista y colonización europea - fue revelando la importancia de ese mundo de
seres múltiples, con agencia propia y profundamente entrelazados en vínculos de
reciprocidad y complementariedad, en un ir y venir en los tiempos y el espacio.
Recuperar la trama de esa cosmovisión, que fue tan bastardeada desde el
racionalismo y la visión católica y capitalista, es una de las luchas trascendentes
que afrontan los pueblos indígenas de nuestro país, tomando en cuenta que ello
interpela profundamente la estructura tanto jurídica como educativa del Estado.
Las Piedras Largas del valle de Tafí han sido (y son)
protagonistas en el devenir histórico, cultural, social y político de tiempos
que anteceden, pero también son contemporáneos al Estado nacional. Su rol, su
agencia, se constituye en su contexto, en el territorio, como
parte de una sucesión de paisajes que terminan conformando el que vivimos en la
actualidad. Es en éstos que afloran y se manifiestan las tensiones, rupturas y
cicatrices, así como también los actos de resistencia y restauración. Las
Piedras Largas vuelven a tener protagonismo territorial en el valle de Tafí en
el requerimiento de su restitución, de su despatrimonialización. Son luchas
simbólicas que, como elementos culturales “residuales”, capitalizan “pasados”
para demandar el presente.
Ello, sin lugar a dudas, nos interpela
teórica y epistemológicamente como profesionales trabajando en territorio indígena,
que nuevamente afronta una fuerte embestida del capital, ahora en forma del
extractivismo inmobiliario.
El Mollar, Casas Viejas, El Rincón y La
Angostura son comunidades indígenas que están reclamando que se restituyan los
monolitos al territorio. Están investigando, buscando información para ubicar
aquellos que pueden ser identificados en su localización y exigir su
devolución. Como acto patrimonial - atendiendo a un concepto de patrimonio como
derecho humano que propugna la integridad cultural como criterio y reconozca la
soberanía de los pueblos originarios -, se fundamenta en el derecho comunitario
al territorio ancestral.
Desde los huancas los pueblos originarios exigen el dominio sobre su territorio
ancestral y el libre ejercicio a su autodeterminación, son parte de procesos de
empoderamiento.
[1] Una versión preliminar de este trabajo
fue presentada en 2021 en el 12º Congreso Nacional de Antropología (La Plata),
en el Grupo de Trabajo “Diálogos entre Arqueología y Antropología Social:
tensiones ontológicas, pluralismo epistemológico y transdisciplinariedad”. Ver también
Manasse, Bárbara (2021a), “Repensando sentidos: las Huancas y el
territorio” . http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/133531/Documento_completo.pdf?sequence=1 El presente artículo avanza
sobre ideas preliminares que fuimos proponiendo en ese Congreso.
[2] Ambrosetti, Juan B. (1897),
“Los monumentos megalíticos del Valle de Tafí (Tucumán)”, Boletín del
Instituto Geográfico Argentino,
tomo XVIII, pp. 105 – 114
[3] El nombre “menhires” es claramente
foráneo; a nivel local siempre se designó a estos grandes monolitos columnares
como Piedras Largas; así es que uso la mayúscula inicial para referirlos.
También utilizaré otros apelativos en uso en distintos espacios discursivos,
como por ejemplo, “piedras-huancas”,
“piedras paradas” o, sencillamente, monolitos.
[4] Endere, María Luz (2007), Managment of
archgaeological sites and the public in Argentina, BAR International
Series 1708, Oxford, Archaeopress; Manasse, Bárbara (2014), “Testigos de
pasados, presente de memorias: los “monolitos” del valle de Tafí”, Aportes Científicos desde Humanidades, 11 TOMO II, II Jornadas Latinoamericanas de Humanidades y Ciencias Sociales
XI Jornadas de Ciencia y Tecnología de la Facultad de Humanidades; Manasse, Bárbara
y Carrizo, Sergio (2016) “Relatos disciplinares que cercenaron presentes:
interpretaciones sobre el pasado indígena del valle de Tafí”, Publicar, Año XIV N° XX, pp. 29 – 52; Mastrángelo, Andrea (2001), “Arqueología,
tradición e identidad. La acción cultural sobre los menhires de la cultura Tafí
– Tafí del Valle – Tucumán – Argentina”, Mundo
de Antes, nº 2, pp. 119 – 135; Slavutzky, Ariel (2013), Patrimonio y Dictadura. Los procesos de
patrimonialización en el Departamento de Tafí del Valle durante la última
dictadura militar. Argentina (1976 – 1983). Los procesos identitarios en
contextos represivos. Tesis doctoral inédita. Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad Nacional de Tucumán.
[5] Manasse, Bárbara y Arenas, Patricia
(2015), “Antropología y
arqueología en contextos de nuevas luchas por la tierra”. En Manasse, Bárbara y
Arenas, Patricia (comps.), Arqueología,
tierra y territorios: conflictos e intereses, Santiago del Estero, Barco Edita, pp.13-59.
[6] Ver “Por una Constitución que incorpore y garantice el
derecho de los Pueblos Indígenas. Por la igualdad del derecho de los pueblos”
(2006), Documento en posesión de la autora. Hay un sinnúmero de notas recibidas
por el Ente Cultural Tucumán y su Dirección de Patrimonio desde comienzos de
este milenio presentadas en particular por las Comunidades Indígenas del Valle
de Tafí.
[7] En el valle de Tafí son cinco las Comunidades Indígenas
que actualmente cuentan con Personería Jurídica Nacional (Instituto Nacional de
Asuntos Indígenas), más allá de otros colectivos indígenas que aún no logran
una definición al respecto. Salvo uno de éstos, que se reconoce tonocoté, el
resto se adscribe como diaguita. En total, implican un porcentaje alto de la
población estable del valle, que se completa con residentes provenientes de
otras regiones que no se consideran parte de los pueblos originarios. Para una
buena descripción de la población indígena en Tucumán se puede ver el libro de
Arenas, Patricia y Ataliva, Víctor (2017), Las comunidades indígenas:
etnoterritorios, prácticas y saberes ancestrales, Buenos Aires,
Ediciones Imago Mundi.
[8] Mastrángelo, Andrea, 2001, Ob. Cit. y Manasse,
Bárbara, 2012, Ob.Cit; Manzanelli, Macarena del Pilar (2018), “Procesos de territorialización y subjetivación indígena en los
Chuschagasta. Una mirada desde las lógicas de la diferencia emocional”, Cardinalis, nº
11, pp. 36-64. De carácter más regional, ver también Chamosa, Oscar (2008), “Indigenous
or Criollo: The Myth of White Argentina in Tucumán’s Calchaquí Valley”, Hispanic American Historical Review, 88 (1), pp. 71 – 106.
[9] Ley 23.302/1985, Ley 24.071 (adhesión al Convenio 169
OIT); Constitución Nacional, 1994 y Constitución de la provincia de Tucumán,
2006, Declaración ONU sobre Derechos de Pueblos Indígenas (2007) y Declaración
Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2016) y la Ley Nacional
Nº 25.517, por ejemplo.
[10] En este caso me
refiero a “territorio” con un sentido fuertemente simbólico, con ese componente
de pertenencia y re-encuentro con lo propio, con su unidad social, política y
cultural de acuerdo a su cosmovisión y cosmovivencia, en articulación con las y
los ancestros. Ver Arenas Patricia; Manasse, Bárbara; y Noli, Estela (2007), “Paisajes y procesos sociales en Tafí del Valle”. En Arenas, Patricia,
Manasse, Bárbara; y Noli, Estela (comps.), Paisajes
y procesos sociales en Tafí. Una mirada interdisciplinaria. Tafí del Valle.
Argentina, San Miguel
de Tucumán, Imprenta de la Universidad Nacional de
Tucumán. pp. 9–44.
[11] Ver una evaluación y propuestas
teórico-metodológicas sobre la articulación entre prácticas profesionales /
científicas con pueblos y comunidades indígenas en Manasse, Bárbara y Arenas, Patricia,
2015, Ob. Cit.
[12] Williams, Raymond (2000),
Marxismo y Literatura. Barcelona,
Ediciones Península. Más adelante (Página 229) detallo el sentido que este autor
atribuye a estos conceptos.
[13] He sido parte de la comunidad
educativa local por casi dos décadas. Desde el año 2005 formo parte activamente
como comunera (por matrimonio) de la Comunidad Indígena Diaguita El Mollar (en
adelante, CIDEM) y participo en diferentes instancias en la Unión de los
Pueblos de la Nación Diaguita de Tucumán.
[14] Algunos
de los eventos son: a) Reunión de CIDEM y Comunidad Indígena Casas Viejas para
Audiencia Pública ante proyecto de Observatorio Cultural “Los Menhires” (mayo
de 2022); b) Reunión y taller con CIDEM y pobladores nativos del Sur del Valle
de Tafí en relación al proyecto “El libro de piedra. Archivos
fotográficos de antiguas expediciones.” Escuela de Cine, Tucumán, P. Rossi
(octubre de 2022); c) Talleres y trabajo en campo
con CIDEM y pobladores nativos del Sur del Valle de Tafí en relación al
proyecto ante Fondo Nacional de las Artes “El Levantamiento de las Huancas. Un
movimiento decolonial” (CIE – CIDEM) (abril y octubre de 2021; febrero, marzo y julio de 2022); d)
reuniones de Comunidades indígenas de Tafí del Valle en relación al proyecto de
O. Bravo de creación de un calendario solar en Casas Viejas (julio, agosto,
noviembre de 2005). Participé en los eventos referidos en mi calidad de
comunera de la CIDEM, y utilizo exclusivamente la información que me fuera
debidamente autorizada.
[15] Trabajamos en una compleja composición que, desde una permanente militancia
social y cultural/política, se apoya en pautas trazadas desde la Investigación
Participativa - de acuerdo a los lineamientos trazados, entre otros, por Hall
(1981), o el mismo Fals Borda (1978) - de la Educación Popular, como fuera
pensada por Freire (1985) y Núñez (1986), abrevando de los Estudios Culturales,
Antropología Reflexiva y la Arqueología Social Latinoamericana. Ver también Fals Borda,
Orlando (1978), “Por la praxis: el problema de cómo investigar la realidad para
transformarla. En Crítica y Política en Ciencias Sociales
I, Bogotá; Freire, Paulo (1985) Pedagogía del Oprimido, Buenos
Aires, Siglo XXI Editores; Hall, Budd L.
(1981), “El conocimiento como mercancía y la investigación participativa”. En
Vio Grossi, Francisco; Gianotten, Vera; y de Wit, Ton (eds.), Investigación participativa y praxis rural, nuevos conceptos en
educación y desarrollo rural, Lima, Mosca Azul, pp. 48–68; Núñez,
Carlos (1986), Educar para transformar, transformar para
educar, Lima, Tarea.
[16] Cf. Manasse, Bárbara (2021b), “Paisajes ancestrales invisibles/invisibilizados.
Un Valle de Tafí en pugna”, 12º Congreso Argentino de Antropología Social, La
Plata. SEDICI, Repositorio Institucional de la UNLP. http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/132742/Documento_completo.pdf?sequence=1 Última consulta: 11.08.2023
[17] Atendiendo a Restrepo, la cultura
supone un particular terreno de relaciones de poder y de disputas, de
sedimentaciones y visibilidades. Restrepo, Eduardo (2019) “Artilugios de la
cultura: apuntes para una teoría postcultural”. En Hall, Stuart; Restrepo, Eduardo;
y Del Cairo, Carlos, Cultura: centralidad,
artilugios, etnografía, Bogotá, Edición de Asociación Colombiana de
Antropología, pp. 67–105. Son varias/os les autores que abordan esta propuesta.
Como una importante parte de ellos son tratados en el trabajo del autor
referido, no abundaré en mayor cantidad de citas.
[18] Manasse, Bárbara, 2012, Ob.Cit.
y 2014, Ob. Cit. Manasse, Bárbara y Carrizo, Sergio,
2016, Ob. Cit.
[19] Ver al respecto, por ejemplo, Becerra, María Florencia; Pierini, María
Victoria; Rodríguez, Lorena; Sidy, Bettina; y Tolosa, Sandra (2012), “De
ollitas y paredes volteadas a urnas y monumento patrimonial. La Comunidad India
de Quilmes y las resignificaciones del sitio arqueológico a partir de la
reconstrucción”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos. http://nuevomundo.revues.org/64017;doi:0.4000/nuevomundo.64017;
Consulta: 11.08.2023; Longo, Agustina
(2022), “Sentidos múltiples y disputas
acerca de los niños de Llullaillaco. Yuyay Yaku Wawakuna (Salta, Argentina)”, Arqueología, 28 (3).
[20] Williams, Raymond, 2000, Ob. Cit.
[21] Testimonios de pobladores de la localidad de Casas
Viejas, El Rincón y El Mollar, años 1998 - 2021.
[22] Testimonios como los de don S.
Pastrana, doña R. Bazán o don A. Castro.
[23] Bruch, Carlos (1911), “Capítulo 1. Tafí”. En Bruch, Carlos, Exploración arqueológica en las provincias de Tucumán y Catamarca,
Biblioteca Centenaria. Tomo V. Universidad Nacional de La
Plata, pp. 1-18. Información recabada en la zona, durante sus trabajos de
campo.
[24] García Azcárate, Jorgelina (1996),
“Monolitos-huancas: un intento de explicación de las piedras de Tafí (Rep.
Argentina)”, Chungara, vol. 28, nº 1 y 2. pp.
159–174.
[25] Quiroga, Adán (1929), Folklore Calchaquí, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Fundación de Historia Natural Félix de Azara. Información recabada por el autor
en conversaciones con gente de Amaicha del Valle y el valle de Santa María.
Ambos son espacios estrechamente ligados geográfica, cultural e históricamente
con el de Tafí.
[26] Duviols, Pierre
(1979), “Un symbolisme de l’occupation, de l’aménagement et de l’exploitation
de l’espace. Le monolithe “huanca” et sa fonction dans les Andes
préhispaniques”, L’Homme 19 (2). pp 7- 31.
[27] Bovisio, María Alba (2019), “Acerca de la naturaleza de
la noción de wak’a: objetos y conceptos”. En
Bugallo, Lucía y Vilca, Mario (comps.), Wakás, diablos y muertos,
alteridades significantes en el mundo andino. Editorial de la UNJu,
Instituto Francés de Estudios Andinos, pp. 73 – 109.
[28] Bovisio, María
Alba (2011), “Las huacas andinas: lo
sobrenatural vigente”. En Krieger, Peter (ed.), La imagen
sagrada y sacralizada, México, Instituto de Investigaciones
Estéticas. Vol. I, UNAM, pp. 1-24.
[29] Ver también
Dean, Carolyn (2010), A Culture of Stone:
Inka Perspectives on Rock, Duke University Press. Durham; y Urbano, Henrique (1993), Wiracocha y Ayar. Héroes y
funciones en las sociedades andinas, Cusco, Centro de estudios
rurales andinos “Bartolomé de las Casas”.
[30] Comprendo al
paisaje, entonces, como esas configuraciones que se producen desde la práctica
y las políticas espaciales, significando en el entorno y reproduciendo /
construyendo procesos culturales y políticos.
[31] Manasse, Bárbara, 2012, Ob.Cit., y,
particularmente, Manasse, Bárbara y Carrizo, Sergio, 2016, Ob. Cit.
Ver también al respecto, Lenton, Diana (1997), "Los
indígenas y el Congreso de la nación Argentina: 1880-1976", Noticias de Antropología y Arqueología, nº
13. NAYA, CdRom.
[32] Podgorny, Irina (2004),
“’Tocar Para Creer’. La Arqueología en la Argentina, 1910-1940”, Anales del Museo de América, nº 12, pp. 147-182; Nastri,
Javier (2004), “Los primeros americanistas (1876 – 1900) y
la construcción arqueológica del pasado de los Valles Calchaquíes (noroeste
argentino)”. En Haber, Alejandro (ed.), Hacia una arqueología de
las arqueologías sudamericanas, Bogotá, Universidad de los Andes,
Facultad de Ciencias Sociales, pp. 91–114.
[33] Ambrosetti, Juan B. (1897), "Por
el Valle Calchaquí", Anales
de la Sociedad Científica, [XLIV],
pp. 297-298.
[34] Bruch, Carlos, 2011, Ob. Cit. señalaba el uso del apelativo Piedras Largas entre los
pobladores nativos locales.
[35] “Son cosas de antiguos, con
los que nosotros nada tenemos que ver”, nos decían alumnos de los
primeros cursos de la secundaria de Tafí del Valle; años 1999 y 2001.
[36] García Azcárate, Jorgelina, 1996, Ob. Cit., p.164.
[37] Cf. García Azcárate, Jorgelina; Lazzari, Marisa; y Scattolin, Cristina (2012),
“Imágenes y memoria: las
presencias ancestrales en el Formativo”. En Korstanje, María A.; Lazzari, Marisa;
Basile, Mara; y Bugliani, Fabiana, Crónicas materiales
precolombinas. Arqueología de los primeros poblados del Noroeste Argentino,
Buenos Aires, Editorial Sociedad Argentina de Antropología, pp. 603–634.
[38] Reuniones realizadas en función de
distintos proyectos de patrimonialización: años 2003, 2020 y 2021.
[39] Bolsi, Alfredo; Madariaga, Marta C. y Batista, Ana E. (1992), “Sociedad y naturaleza en el borde andino: El caso de
Tafí del Valle”, Estudios Geográficos,
vol. 53, nº 208, pp. 383-417.
[40] Manasse, Bárbara y Sergio Carrizo, 2016, Ob. Cit.
[41] Manasse, Bárbara, 2012, Ob. Cit.
En esta tesis también se puede ver en detalle cómo desde la arqueología se
discute la filiación diaguita de la población nativa del valle de Tafí de la
época colonial, en discusión con algunas propuestas de científicas y
científicos de otras disciplinas.
[42]
Berberián, Eduardo y Nielsen, Axel (1988), “Sistemas de asentamiento
prehispánicos en la Etapa Formativa del Valle de Tafí”. En Berberián, Eduardo
(ed.), Sistemas de asentamiento prehispánicos en el Valle
de Tafí, Córdoba,
Comechingonia, pp. 21–51; Núñez Regueiro, Víctor y García Azcárat, Jorgelina
(1996), “Investigaciones arqueológicas en El Mollar, Dto. Tafí del Valle, Pcia.
de Tucumán”, Actas y Memorias del IX Congreso
Nacional de Arqueología Argentina. Revista del Museo de Historia Natural de San
Rafael (Mendoza), Tomo XXV, (1/4), pp. 87–97. Ver también Núñez Regueiro,
Víctor y Tartusi, Marta (1990), “Aproximación al estudio del Área Pedemontana”, Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, nº 12, pp
125–160.
[43] Manasse. Bárbara, 2014, Ob. Cit.
[44] En Manasse, Bárbara,
2012. Ob. Cit. se puede ver un desarrollo más
amplio y profundo, tanto teórico como fáctico.
[45] Bolsi, Alfredo; Madariaga, Marta C. y; Batista, Ana
E., 1992, Ob.Cit.; Racedo, Josefina (1989), Crítica
de la vida cotidiana en comunidades campesinas. Doña rosa una mujer del norte
argentino, Buenos
Aires, Ediciones Cinco; Requejo,
Isabel (1991), “Aportes para la historia del valle de Tafí”, CERPACU Colección:
Patrimonio Serie, Documentos de Trabajo
Nº 1. Tucumán.
[46] Gentile, Margarita, 2003, Ob. Cit. pp. 226-228.
[47] Gancedo, Alejandro, 1912, Ob. Cit. El
texto, bastante poco referido en la literatura científica de la región, es
trascripción de una Conferencia brindada en 1912 en la Universidad de Londres
(Imperial Institute). Agradezco a Alejandro Haber el haberme puesto en
conocimiento del mismo.
[48]
Mastrángelo, Andrea, 2001, Ob. Cit.;
Endere, María Luz, 2007, Ob. Cit.;
Slavutzky, Ariel, 2013, Ob. Cit.
También se puede ver el trabajo de Chambeaud, Ana María (2007, “Políticas patrimoniales:
los menhires de Tafí”, Cuadernos
FHyCS-UNJu, nº 32, pp. 73-89
[49] Racedo, Josefina (2007), “La investigación
del patrimonio cultural en el Valle de Tafí”. En Arenas, Manase y Noli, Estela (comps.),
Paisajes y procesos sociales en Tafí. Una mirada
interdisciplinaria desde el Valle (Tucumán, Argentina), Universidad
Nacional de Catamarca, pp. 425 - 447
[50] Buffo da cuenta que el gobernador Padilla vio necesario
quitar ese monolito del lugar en donde se hallaba tirado para evitar su
definitiva destrucción brindándole un lugar de honor en el parque más
importante de la ciudad de Tucumán. Buffo, Guido (1940), El Menhir de la
Figura Coronada de “El Mollar”, Talleres gráficos de la Compañía impresora argentina,
p. 58.
[51] Al Oeste del Aconquija les siguieron peleando
históricamente los pueblos Quilmes y Amaicha.
[52] Bolsi, Alfredo; Madariaga
Marta C.; y Batista, Ana E., 1992, Ob. Cit.
[53] Manasse, Bárbara (2019), “Territorios indígenas en disputa: El avance del
extractivismo inmobiliario”, Libro de Resúmenes
del XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Córdoba, pp. 872–875.
[54] González, Alberto R. (2000), Tiestos dispersos. Voluntad y azar en la vida de un arqueólogo.
Voluntad y azar en la vida de un arqueólogo, Buenos Aires, Emecé
Edit, p. 258.
[55] Cf. Mastrángelo, Andrea, 2001, Ob. Cit.;
Endere, María Luz, 2007, Ob. Cit. y,
también, Manasse, Bárbara y Korstanje, Alejandra (2010), “Articulación
Academia-Sociedad: el IAM en la gestión de los recursos culturales”. En Arenas,
Patricia; Taboada, Constanza; y Aschero, Carlos (eds.), Rastros en
el Camino... Trayectos e Identidades de una Institución. Instituto de
Arqueología y Museo IAM. EDUNT, pp. 125-145.
[56] Diario de Sesiones Cámara de
Diputados, Dictamen de Comisión, 14.09.64, citado en Endere, María Luz, 2007, Ob. Cit. p. 104.
[57] “Proyecto NOA Turístico”, financiado por el Banco Nacional de Desarrollo.
Comprendía además de Tafí del Valle, a San Pedro de Colalao, El Cadillal, San
Javier y Raco, Villa Nougués y Escaba.
[58] Manasse, Bárbara (2016), “Diaguitas,
tafíes, tafinistos y tafinistas: un mundo abigarrado de identidades, historias
y territorios”. En Noli, Estela, Historia del Municipio de
Tafí del Valle. Buenos Aires,
Ediciones Imago Mundi, pp. 1–63.
[59] Decreto 1913 SH, 05.05.1977 firmado
por el gobernador de facto D. Bussi.
[60] En Manasse, Bárbara, 2014, Ob. Cit. y 2021, Ob. Cit. y en
Slavutzky, Ariel, 2013, Ob. Cit. se
presentan algunos testimonios de la población vallista.
[61] Se desarrollaron
toda serie de proyectos, como los del físico O. Bravo quien basado en una
interpretación astronómica diseñó un Calendario Solar Pétreo a construirse en
la localidad de Casas Viejas. Toledo, Jorge C. (2001) “Proyecto integral de
Desarrollo de los Valles Calchaquíes.” Revista 545. Publicación
de la Universidad Tecnológica Regional Tucumán. Págs: 21 – 23. O,
también, el Proyecto Rumi (Fundación
Ecos de la Patria Grande), con un circuito que parte del Museo de Alta Montaña
en Salta, para culminar con los “menhires” del Valle de Tafí como parte de una
ruta del Tawantinsuyu. Presentado en el año 2010 en Tucumán con aval de la
Legislatura y del Ente Cultural de Turismo.
http://fundacionecosdelapatriagrande.blogspot.com/2010/05/charla-debate-sobre-los-menhires-de.html
Ninguno de los dos proyectos obtuvo la aprobación por parte de los miembros de
los pueblos originarios y del ámbito científico.
[62] Refiero a la des-territorialización en
este caso, en términos como el que propone de Oslender, Ulrich. (2006)
“Des-territorialización y desplazamiento forzado en el pacífico colombiano: la
construcción de “geografías del terror”. En: Herrera,
Diego. y Carlo.E. Piazzini (eds) (Des)territorialidades
y (no)lugares: procesos de configuración y transformación social del espacio.
Medellín: INER, p.155-172.
[63] El gobierno de facto y sus cómplices civiles y religiosos se apropian de
importantes superficies de tierra en el valle de Tafí. En la parte baja, en las
laderas de los cerros y sus cumbres van avanzando alambrados, en algunos casos
incluso en medio de los cercos de familias nativas (ver relatos al respecto en
Slavutzkyi Ob.Cit.). Tal vez, el caso emblemático
ha sido la (auto) donación de más de 13.000 hectáreas en el faldeo y parte baja
del cerro Ñuñorco (la zona implicada, estaba habitada y era campo de pastoreo).
O, también, luego de toda una etapa de evaluaciones fallidas, se procedió a
implicar otras 800 hectáreas para concretar la obra del Embalse La Angostura.
Las familias que vivían y usaban el área implicada fueron severamente
afectadas.
[64] Slavutzky, Ariel, 2013, Ob. Cit. En este CCD estuvieron en cautiverio a importantes
dirigentes indígenas de esa época como
J. Costilla y P. Santana Campos y también su compañera.
[65] Contamos con registros orales de las
localidades de La Costa, La Angostura, El Mollar y Casas Viejas.
[66] Ver con mayor detalle Endere, María Luz, 2007, Ob. Cit. pp.109–112.
[67] Reunión realizada en el año 2012, para
debatir sobre el proyecto de creación del Museo Arqueológico a Cielo Abierto
Los Menhires, propuesto por el Ente Cultural Tucumán.
[68] Manasse, Bárbara
(2000), “Rescate arqueológico, orilla oriental del río El Mollar”. Informe
Inédito, entregado a la Comuna Rural de El Mollar y a la Dirección de
patrimonio de la provincia de Tucumán.
[69] La CIDEM envió sendas notas a la
Dirección de Patrimonio de la provincia, a espacios universitarios
inmediatamente implicadas en el trabajo en el predio como el INTERDEA
denunciando este tremendo error (Nota del 07.08.2002 de la Comunidad Indígena
del Valle de Tafí). Nunca obtuvieron respuesta.
[70] Notas presentadas por las Comunidades Indígenas Diaguita El
Mollar y de Casas Viejas a la Dirección de Patrimonio del Ente Cultural Tucumán
entre 2012 y 2021.
[71] Cf. https://aycrevista.com.ar/noticias/ocumen-observatorio-cultural-los-menhires/.
Cabe aclarar que
si bien en el artículo referido se muestra una foto de la jornada de consulta
con la comunidad, no se explicita en la nota el resultado de la misma. De todos
modos, ésta fue tan solo una reunión con un sector disidente de la comunidad de
El Mollar.
[72] Actas de junio de 2020 de la CIDEM.
[73] Manasse, Bárbara, 2017, Ob. Cit.
[74] Lenton, Diana (2015), “Notas para una recuperación de la memoria de las organizaciones de
militancia indígena”, Identidades, nº
8, pp. 117–154. Para informarse en mayor
detalle sobre este Primer Parlamento realizado en el NOA, su contexto y
conformación de las demandas que se hicieron públicas, ver Tolosa,
Sandra (2020), "La agencia indígena en contexto. El primer parlamento
indígena de los valles calchaquíes (Tucumán) 1973”, Revista
Andes, Antropología e Historia, vol. 1,
n° 31, pp. 1-46. Periódicos locales y de alcance nacional han seguido con cierto detalle
este encuentro.
[75] Lenton, Diana, 2015, Ob. Cit. p. 147;
también, Briones, Claudia (1998), La alteridad del
“Cuarto Mundo”. Una reconstrucción antropológica de la diferencia, Buenos Aires,
Ediciones del Sol.
[76] De carácter más puntual, pero simbólicamente muy
relevantes, se puede referir a textos elaborados por las Comunidades de Quilmes
y de Amaicha del Valle: CIQ.
Cf. Comunidad India Quilmes (2006), Los
Quilmes contamos nuestra Historia, Argentina, Obra colectiva; y,
Arenas, Patricia y Morandi, Jorge (comps). (2021), Comunidad
Indígena Amaicha del Valle: gobernanza comunitaria y Buen Vivir, Edición para Comunidad Indígena Amaicha del
Valle.
[77] “Por una
Constitución…, 2006, Ob. Cit.
[78] Algunos casos son los del cono del río
La Puerta (proyecto de Reserva Bº Malvinas), de las cumbres del Cº Pelao (o
Ampuqhatao), del montículo de Casas Viejas o, también la Cañada del Muñoz en El
Rodeo. La documentación fue recibida por la Dirección de Patrimonio del Ente
Cultural Tucumán.
[79] Orlandi, Franceso, 2021, Ob. Cit.; Sosa,
Jorge y Nieva, Eduardo (s/f) Ob. Cit. y
también Manasse, Bárbara y Vaqué, Lorena (2014), “Relevamiento Arqueológico en
territorio de la Comunidad Indígena Diaguita de El Mollar, Tucumán, Argentina”, Arqueología, 20
(2), pp. 183-205 Instituto de Arqueología FFyL. UBA
[80] En reunión de la CIDEM (Acta del 8 de octubre de 2021) la
gente concluyó que no es necesario que las Piedras Largas que se recuperen, se
coloquen exactamente en lugar original, ya que de hecho hace mucho que ése ya “tampoco lo es”; lo importante es que se lo pueda colocar en
algún lugar próximo y de relevancia actual para la Comunidad. Debe sacárselas
de ese museo adonde están “desparramados sin ningún
sentido“, y con nula injerencia en la vida de las familias
comuneras.
[81] Manasse, Bárbara, 2021a, Ob. Cit.
[82] Este es uno de los argumentos que las
Comunidades Indígenas del Mollar y de Casas Viejas presentaron en oposición al
proyecto “OCUMEN”, que nomina equívocamente a las Piedras Largas. Documento
presentado a la Dirección de Patrimonio del Ente Cultural de Tucumán, una vez realizada
una primer Consulta, exigida por los pueblos originarios de Tafí.
[83] Respecto a los problemas con el
traslado del Gran Menhir contamos con relatos de familia de don Segundo Ríos
Bravo, quien dirigió la travesía, y el relato expuesto en el diario La Gaceta de junio de 2016: https://www.lagaceta.com.ar/nota/621649/sociedad/odisea-menhir-mas-famoso.html.
Respecto al traslado de monolitos a la plaza, contamos con fragmentos de
relatos de vecinos del Mollar y se pueden ver los relatos
expuestos en La Gaceta, 24.09.2006. https://www.lagaceta.com.ar/nota/
175961/información general/pueblo-al-que-la-quietud-abandona-solamente-en-enero.html
[84] Trabajos que venimos realizando junto
a nuestra colega Soledad Ibáñez, miembros de las Comunidades Indígenas del
Mollar, de Casas Viejas y El Rodeo, el Centro de Interpretación Espacial (Cap.
Fed.), estudiantes y graduados de la Escuela de Cine de la UNT, entre otros.
Expuse varios testimonios de la población nativa local en Manasse, Bárbara,
2014, Ob. Cit. y particularmente en Manasse,
Bárbara, 2021 a, Ob. Cit.
[85] Su imagen es la que corona mi tesis de
posgrado (Manasse, Bárbara 2012, Ob.Cit.).
[86] También se lo conoce como “coquena”,
aunque su forma es más como un duende.
[87] En reunión con
Comunidades Indígenas del Pueblo Diaguita de Tucumán se expusieron toda serie
de relatos y “casos” que justamente denotan la relación con distintas entidades
ancestrales; más allá de las Piedras Largas se refirió a la Ciudad Sagrada de
Quilmes, a la Piedra Pintada de Colalao (Trancas) o, también el huaca de la Apacheta y el petroglifo del Chiqui y el zorro, por ejemplo, de Amaicha. Existe un
registro al respecto en un Acta de la CIDEM de comienzos de este año. Ver
también, Sosa, Jorge y Nieva, Eduardo (2018), “El huaca
de la Apacheta. Biografía de un despojo”, MS; y Orlandi, Francesco (2021), “Patrimonio,
territorio y gobernanza indígena: la inscripción del petroglifo de El Chiqui
como patrimonio comunitario”. En Arenas, Patricia y Morandi, Jorge (comps.), 2021, Ob. Cit., pp. 363-385.
[88] Con S. Ibáñez
venimos trabajando con la CICV desde 2018 en dos proyectos alternativos para
colocar las Piedras Largas que se logaron identificar como procedentes de Casas
Viejas: uno las ubicaría en un contexto ancestral aislado y poco conocido en El
Rinconcito; el otro, en cambio, lo haría en el predio adonde está el montículo
ceremonial. Hace dos años sumamos al Mollar. Cf. Ibañez, Soledad y
Manasse, Bárbara (2017), “Arqueología con la Comunidad Indígena de Casas Viejas:
espacios de resistencia”, Actas de las
Primeras Jornadas Nacionales. Perspectivas e Intervenciones en las Ciencias
Sociales del NOA. Sociedad, Economía y Salud a debate, Facultad de
Humanidades, Ciencias. Sociales y de la Salud. Universidad Nacional de Santiago
del Estero. En línea http://jornadasnoafh.unse.edu.ar/memorias/73re.pdf ; Manasse, Bárbara y
Ibañez, Soledad (2019), “Arqueología en
territorio indígena. Historias de "El Mollar" (Valle de Tafí,
Tucumán)”, Práctica
Arqueológica, 2 (1), pp.
1-13.
[89] El paisaje que buscamos relatar es el
producto siempre dinámico y la sumatoria de los distintos tiempos en esta
región. En este paisaje imaginado la arquitectura doméstica y productiva de las
distintas épocas se imbricaba de un modo que, al menos hoy, no estamos en
condiciones de reconstruir.
[90] Proyecto delineado bajo dirección de
la autora en el marco de los trabajos de fortalecimiento comunitario en la
CIDEM , con proyección a la
Comunidad Indígena de Casas Viejas con la colaboración de Soledad Ibáñez en
primer término.
[91] Su localización (hoy conocida también
como Loma del árbol o del arbolito) se pudo ubicar trabajando con la
información brindada por Ambrosetti y Bruch y los conocimientos de E. Cruz., C.
Bazán y R. Monteros, pobladores/as nativos del Mollar y miembros de la CIDEM.
[92] Podría
corresponder a lo que Schreiter, Rodolfo. (1928) “Monumentos megalíticos y
pictográficos en los altivalles de la provincia de Tucumán. Boletín del Museo de Historia Natural. UNT. Tomo II Nº 1: 1
– 9, denomina como “Divisadero”. Este montículo fue excavado por el equipo
dirigido por A.R. González a mediados del siglo XX y, posteriormente, en los
90, por el equipo dirigido por V. A. Núñez Regueiro.
[93] González, Alberto R. y Víctor A. Núñez
Regueiro, 1960, Ob. Cit.
[94] Ello motivó la ejecución de cuidadosos
seguimientos por parte de miembros de la comunidad indígena según lo expresado
por E. Salazar, cacique de la Comunidad Indígena Casas Viejas (CICV) 2019-2021.
[95] Manasse, Bárbara (2003), “Informe e
inventario, rescate en el Sitio Cementerio de Ojo de Agua”. Inédito, presentado al Ente Cultural Tucumán.
[96]
García Azcárate Jorgelina; Taboada, Constanza y Angiorama, Carlos (2002),
“Estudio de Impacto Arqueológico en la Quebrada del Portugués (Tucumán)”, Mundo de Antes, nº 3, pp. 25-40; y Manasse, Bárbara (2008),
“Revalorizando nuestras raíces. Informe Final, Comunidad Indígena La
Angostura”. Inédito, en posesión de las autoridades de esta Comunidad.
[97] Ver Gancedo,
Alejandro (1912), “Hallazgo Arqueológico.
Contribución al estudio de la Arqueología Argentina”, Buenos Aires, García
y Dasso Edit.; González, Alberto R. y Núñez Regueiro, Víctor A., 1960, Ob. Cit.; Gómez Cardoso, Claudia E.; Chocobar, María F.; y
Piñero, Carlos A. (2007), “El montículo de Casas Viejas: un espacio sagrado”.
En Arenas, Patricia; Manasse, Bárbara; y
Noli, Estela (comps.), Paisajes y procesos sociales en Tafí. Una mirada interdisciplinaria. Tafí del Valle.
Argentina, Tucumán, Imprenta de la Universidad Nacional de
Tucumán, pp. 111–133; para referir en particular a esta zona Sur del
Valle; Manasse, Bárbara, 2012, Ob.Cit. y (2019), “Arqueología en el Valle de Tafí
(provincia de Tucumán): algunas miradas sobre el pasado-presente de su gente”, Revista del Museo de la Plata, vol. 4, nº 1, pp.121-143, para más al Norte.
[98] En Manasse, Bárbara y Carrizo, Sergio,
2016, Ob. Cit. se expone el significativo
interés que surge entre la población nativa por abrirse a sus propias maneras
de ver el mundo, a partir de su reconocimiento como pueblos originarios por
parte del estado argentino. Ahora, varios años después de esa publicación, el
mismo se ve aún más fortalecido.
[99] Bovisio, María A., 2019, Ob. Cit. p. 91.
[100] Centro de Interpretación Espacial
(María Jacinta Racedo y Rodrigo Alcon Quintanilha), LudaLab (Sebastián Barros,
Martín Rodríguez y Marisa Rossini) , C.I.D.E.M. y asesoría científica de
Soledad Ibañez y la autora.
[101] CIE (2023), “Memoria descriptiva del
levantamiento de las Huancas. Narrativa colectiva de un destierro“. MS.