Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol.
34, Nº 2, Julio – Diciembre 2023
Esta
obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC
BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
AGRICULTURA
Y PASTOREO EN EL VALLE CALCHAQUÍ NORTE (SALTA, ARGENTINA). HACIA UNA VISIÓN
INTEGRADA DE LAS PRÁCTICAS PRODUCTIVAS DEL PRESENTE Y DEL PASADO
AGRICULTURE AND PASTORALISM IN
THE NORTHERN CALCHAQUI VALLEY (SALTA, ARGENTINA). TOWARDS AN INTEGRATED VIEW OF
PAST AND PRESENT PRODUCTIVE PRACTICES
Jakel, Andrés
Museo de La Plata –UNLP
Argentina
andresjakel@gmail.com
Páez, Maria Cecilia
CONICET / Museo de La Plata –UNLP
Argentina
ceciliapaez@gmail.com
Fecha de ingreso: 27/12/2022
Fecha de aceptación: 11/09/2023
Resumen
Las
investigaciones realizadas en los últimos años en el sector norte del Valle
Calchaquí nos han llevado a repensar la importancia de prácticas pastoriles en
áreas tradicionalmente asociadas con la agricultura. Las observaciones actuales
indican que ambas actividades habrían guardado un estrecho vínculo, tanto
espacial como logístico, particularmente en aquellos sectores menos impactados
por las lógicas de mercado. Esto parece corresponderse con los datos obtenidos
a partir del análisis preliminar del registro arqueológico, en donde los sitios
agrícolas presentan evidencia de interacción con camélidos, ya sea dentro de su
perímetro o bien en clara proximidad. En función de ello, en este trabajo nos
propusimos abordar, desde la etnografía, el lugar que ocupa la cría/pastoreo de
animales dentro de la vida cotidiana de los pobladores y los requerimientos en
términos del presupuesto temporal de las diversas actividades que suponen vínculos
con la agricultura. Entendemos que el estudio contemporáneo de estas prácticas
nos puede ayudar en la comprensión de la materialidad del pasado, a la vez que
contribuir a una lectura de la historia del valle a partir del manejo de una
noción de tiempo largo, de forma tal que este articulo expone los resultados
del abordaje etnográfico sobre tres casos de estudio en la región.
Palabras clave: agropastoralismo, etnografía y arqueología, área Andina, paisaje
Abstract
Research conducted in recent years
in the northern sector of the Calchaquí Valley has led us to rethink the
importance of pastoral practices in areas traditionally associated with
agriculture. Observations indicate that both activities would have been closely
linked, both spatially and logistically, particularly in those sectors less
impacted by market logics. This seems to correspond with the data obtained from
the preliminary analysis of the archaeological record in which the agricultural
sites show evidence of interaction with camelids, either within their perimeter
or in close proximity. Accordingly, in this paper we proposed to address, from
an ethnographic perspective, the place of animal husbandry/grazing in the daily
life of the settlers and time budget requests of several activities implying links
with agriculture. We believe that the contemporary study of these practices can
help us to understand the materiality of the past, as well as contribute to a
reading of the history of the valley based on the management of a notion of
long time. This article
presents the results of the ethnographic approach of three case studies in the
region.
Key words: agropastoralism,
ethnography and archaeology, Andean area, landscape
Introducción
En el sector norte del Valle Calchaquí
tradicionalmente se ha puesto el acento en las prácticas agrícolas por sobre
las pastoriles en virtud de la importancia que adquiere actualmente en este
tipo de geografías, el cultivo de productos de la tierra por sobre aquellas
actividades que involucran el manejo de animales[1].
El estudio de las prácticas pastoriles desde una mirada etnográfica, en cambio,
ha estado relegada a la realidad de la puna. Los estudios acerca de la
circulación de productos a partir de las caravanas de llamas[2],
han sido incorporados por nuestras investigaciones en el valle, pero
fundamentalmente para explicar la relación entre agricultura y pastoreo, mayormente
en los términos de su complementación.
Las investigaciones realizadas en los
últimos años, tanto desde la perspectiva etnográfica, como con relación a la
materialidad del pasado, nos han llevado a replantear la utilidad de seguir
sosteniendo la agricultura como el fundamento productivo de estos paisajes,
para empezar a considerar un modo de relación con el entorno en donde tanto los
cultivos como los animales forman parte del habitar de sus pobladores. En la
mayor parte de los sistemas productivos modernos, la actividad ganadera compite con la agricultura por el uso del suelo.
En estas latitudes, desde mediados de la década de 1990, los cultivos agrícolas
tienen mayor rentabilidad al hacer un uso más extensivo del mismo, por lo que,
en muchos casos, la actividad ganadera es relocalizada hacia aquellos
territorios con menor rendimiento relativo[3].
Esto ha ido definiendo estructuras de producción, circulación y consumo que
pocas veces se intersectan, configurando industrias especializadas y
diferentes. Así, estas formas de concebir los espacios productivos se han ido
gestando con relación al establecimiento del modelo agroexportador no sólo en
Argentina, sino también en gran parte de Latinoamérica[4],
que también definió destinos diferentes para cada una de las producciones.
En este marco, cabe preguntarnos si estas formas de pensar
lo productivo bajo la óptica moderna también condicionan la manera en que es
estudiado, tanto a partir del análisis contemporáneo como de las sentidos del
pasado que subyacen al registro material. De esta manera, es importante un
acercamiento a estas problemáticas alertados de que puedan existir sesgos
epistémicos “en los cuales se llevan a efecto mecanismos cognoscitivos (una
inferencia, una representación), lo que
orienta al sujeto a la hora de producir mecanismos cognoscitivos justificados o
aceptables”[5].
Por esto, en este trabajo nos proponemos dos objetivos centrales: por un lado, profundizar
en las dinámicas contemporáneas de cría/pastoreo
de los animales en un área de valle como es el sector norte del Valle Calchaquí,
y su relación espacial y temporal con las prácticas agrícolas. Por otro, abordar el impacto que puedan tener
dichas configuraciones en la conformación del paisaje local, a partir de la
correlación de los datos surgidos con un análisis preliminar del registro
material prehispánico, atendiendo -y explicando-, las regularidades y
disrupciones a los que da lugar una noción de tiempo largo. Para ello,
apelaremos a los conceptos de paisaje y de memoria como diacríticos en el enlace
entre el pasado y el presente, invocando su potencialidad para trascender las
tipologías cronológicas.
Vale aclarar que este trabajo se
encuentra enmarcado en la investigación doctoral del primer autor, por lo que
el recorte definido para este trabajo representa sólo una parte de una
problemática compleja que viene siendo explorada desde diferentes vías
analíticas[6],
con un anclaje en el paisaje del pasado mucho más amplio que el aquí presentado
liminarmente.
Acerca de las nociones de paisaje y tiempo
La idea de tiempo ha sido fundamental en los esquemas de organización
de las sociedades, ya sea para actuar sobre ellas o para proclamar su autonomía[7]. Las rupturas que la modernidad proclamó
para apropiarse de la noción de tiempo histórico en América[8]
lograron ocultar las grandes continuidades que, desde entonces, y con
diferentes grados de protagonismo y visibilidad, han estado presentes en las
configuraciones contemporáneas de las sociedades andinas[9].
En la importancia del calendario agrícola para el ordenamiento de la vida
social y biológica, tanto en el área andina[10] como en otros territorios no-Occidentales[11],
por ejemplo, es posible identificar la vigencia de los sistemas de organización
indígena para la medición del tiempo.
Los motivos de esto último tal vez respondan a que los paisajes (y sus temporalidades)
requieren ser comprendidos en el marco de los modos de entender y aprehender el
mundo y a su acontecer en el tiempo, con una mensura sostenida más bien en el
terreno de la memoria, que en la métrica implacable de la historia[12].
Concatenada a la noción de tiempo está la de paisaje, sobre
la cual numerosos autores aportan una discusión valiosa para trascender la idea
de un espacio contenedor de la acción humana, e incorporar el valor de la
práctica o la experiencia[13],
algo similar a lo que en el mundo andino se define como el ser o el habitar[14].
Esto representa algo más que una lógica de interrelación, en tanto apunta a
confluir lo que se define en los términos de la concepción occidental como el
espacio y el tiempo, a través de una categoría que incorpora a los sujetos,
sean estos humanos o no-humanos, como agentes intervinientes en la producción y
reproducción de los sentidos sociales. Esta noción de paisaje se conecta con
abordajes disciplinares menos atomizados en cuanto a la conexión entre lo actual
y lo pretérito[15],
que apuntan a rescatar el hilo conductor de las temporalidades y materialidades
poniendo el acento no sólo en las rupturas devenidas con la modernidad, sino
también en las continuidades que sobrevivieron a ella. En este proyecto
epistemológico, la noción de memoria se constituye en el centro de la noción de
paisaje e invita a (re)pensar de qué manera aquellos procesos elaborados
colectivamente en torno a la experiencia se resignifican en lo cotidiano,
creando a su vez, nuevos sentidos[16].
Rastrear su devenir representa el interés de este trabajo.
El sector norte del Valle
Calchaquí
La región de los Valles Calchaquíes
atraviesa parte de las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca en el Noroeste
Argentino y forma parte de una subregión ecológica en torno al río Calchaquí,
el cual corre entre los 2000 y los 3000 msnm adyacente al margen oriental de
las Sierras Subandinas[17].
Comparte características geomorfológicas y climáticas, lo que le da un sentido
de unidad en términos ambientales, así como cierta unidad a nivel sociocultural
en función de los procesos históricos que operaron a nivel regional. Estas y
otras particularidades permiten definir el sector norte del Valle Calchaquí
como una “región” en términos analíticos[18],
criterio en el cual se basa el recorte del área de estudio para este trabajo
(Figura 1).
Figura 1: Área de
estudio
Fuente:
tomado de Páez et al. 2016a, adaptado de Raffino 2007[19].
Este sector incluye el departamento de
Cachi, con su cabecera homónima y localidades aledañas, en particular
Payogasta, Cachi Adentro, Piul, Punta de Agua, Palermo Oeste, Río Blanco, Las
Pailas, entre otras. Diversas condiciones ambientales del valle resultan
acordes para el desarrollo de actividades agrícolas, con ayuda de sistemas de
riego, las cuales están acompañadas por actividades pecuarias[20].
Predomina la producción a pequeña escala para consumo familiar, y
ocasionalmente intercambio y comercialización[21].
La producción agrícola a gran escala se limita a las fincas de vid, las cuales
en muchos casos son propiedad privada de capitales extranjeros. En cuanto a la
producción local a mediana escala, se encuentra el pimiento para pimentón,
cereales para grano, legumbres, principalmente el poroto pallar, hortalizas y
aromáticas, muchas de ellas para el mercado extra-regional además del consumo
local[22].
Se encuentran también importantes áreas de forraje vinculadas a la producción
ganadera[23].
En lo que respecta a la ganadería, gran
parte de los productores posee una reducida hacienda, conformada por ovejas y
cabras, y minoritariamente vacas, encontrándose, en proporciones muy menores,
camélidos en las zonas más elevadas[24].
La alimentación de los animales se realiza durante parte del año en campos
comunales o privados, con el pago de un canon por pastaje[25],
siendo el primero, el caso para todos los ejemplos abordados en este trabajo.
Metodología de trabajo
El abordaje de las formas de integración y organización
agrícola y pastoril requirió una metodología etnográfica basada en la observación
participante y directa[26],
así como entrevistas en movimiento[27]
y entrevistas semi-estructuradas[28].
Por otra parte, diversos trabajos desde los cuales se ha abordado la temática [29]dejan
ver la relevancia de estudiar la integración entre prácticas agrícolas y pastoriles
en lo que respecta al presupuesto temporal implicado en los compromisos que
plantea cada actividad y su dimensión espacial asociada. Las variables contempladas
en el estudio incluyeron: las características de la actividad y organización de
la misma, el grado de movilidad, la relación con otros elementos del paisaje, el
grado de integración/agregación social, el vínculo espacial con el cultivo, la relación
con las necesidades sociales y económicas locales, entre otras.
Las diferentes técnicas mencionadas se aplicaron de forma tal
de abordar etnográficamente diferentes parajes dentro del área de estudio,
ubicados hacia los sectores intermedios de piedemonte y laderas de los cerros.
En lo que respecta a las entrevistas semi estructuradas, se incluyeron para
este trabajo una muestra de seis relatos, de entre 40 y 60 minutos de duración,
realizadas entre los años 2018 y 2019 con participantes clave (pastores y
pequeños productores locales). A esto se sumaron tres instancias de mapeo
participativo que complementan lo informado en las entrevistas para cada uno de
los escenarios planteados. Por último, se incluyó un gran volumen de
información registrado mediante notas de campo, audios, fotografías, videos e
información geoespacial, apuntando a lograr instancias de validación y una
buena saturación teórica.
En función de variables analizadas mediante las técnicas
descriptas, se plantearon tres escenarios correspondientes a distintos sectores
del valle, uno de ellos ubicado al sudoeste del área de estudio, en la zona de
acceso al Nevado de Cachi, incluyendo los parajes de Las Pailas, Las Arcas y
Las Trancas, homónimos de los cursos de agua que bajan desde el Nevado por ese
sector. El segundo se sitúa en el Noroeste del área de estudio, donde se
encuentra el paraje de Palermo Oeste, en tanto el restante corresponde al
sector del piedemonte y laderas orientales (centro-este del área de estudio)
donde se encuentra el paraje de Piul (Figura 2).
Figura 2. Detalle
del sector norte del Valle Calchaquí, indicando los lugares donde se realizaron
las observaciones etnográficas y los sitios arqueológicos con evidencias de
agricultura y pastoreo.
Fuente: elaboración propia: autor Andrés
Jakel
La información obtenida acera de los distintos escenarios,
fue integrada al corpus de datos arqueológicos, cronológicamente ubicado en el
último milenio de ocupación prehispánica del área. Estos corresponden a diferentes
pesquisas realizadas particularmente en la localidad arqueológica de Las Pailas[30]
y en el ámbito del Valle Calchaquí Norte, así como también se consideraron las
investigaciones de colegas en el área más inmediata, particularmente hacia el
sur del departamento de Cachi[31].
La importancia actual del pastoreo y el vínculo
con la agricultura
Los espacios observados conciernen a parajes de las zonas
intermedias, asociadas al piedemonte y laderas de
los cerros que circunscriben el valle. Si bien existe una gran variedad de estrategias
que se llevan adelante en diferentes sectores, se ha podido observar una
tendencia en favor de la dicotomía entre las dinámicas del fondo de valle,
orientadas hacia la producción de excedentes para satisfacer las demandas del
mercado, y las áreas intermedias, en las cuales se desarrollan programas de
pequeña escala, tendientes al consumo e intercambio. La composición de los
grupos familiares, en estos últimos casos, es variable. Puede estar integrado
por padres e hijos, y hermanos o sobrinos de forma pasajera o permanente,
compartiendo la residencia con más de una generación. Todos los miembros participan en las
actividades, y la división de las tareas resulta muy variable por lo que no se
ha podido identificar un patrón con relación al género. Hay casos en los que
las tareas de pastoreo y extracción de leche están a cargo de las mujeres,
mientras que las tareas agrícolas, así como la esquila o la faena, son
masculinas, y otros casos en los que se observa todo lo contrario. Los niños
ayudan en todas las faenas, pero suelen tener un rol más relevante en las
actividades de cría y cuidado de los animales.
La composición de los rebaños generalmente incluye una
mayoría de pequeños rumiantes, en particular cabras (Capra hircus) y ovejas (Ovis
aries). Asimismo, con dinámicas marcadamente diferentes, algunos
grupos familiares poseen vacas (Bos Taurus),
y también hay registros de llamas (Lama
glama). Los nacimientos se producen con mayor frecuencia al final
del verano y comienzos del otoño, coincidiendo con el momento en que las
hembras están mejor alimentadas y en mejores condiciones para gestar y
alimentar a sus crías. Cuando hay crías en los corrales, se dedica un tiempo,
por la mañana, previo a liberar la hacienda, para cuidar que se alimenten de
forma adecuada y que ninguna quede sin lactar. Luego de eso, en el caso de las
cabras, se extrae un excedente de leche que se utilizará para hacer queso. Esta
actividad suele llevar aproximadamente entre una y dos horas, dependiendo de la
cantidad de animales adultos, de crías, y de las personas que intervienen en la
tarea (Figura 3).
Figura 3. Extracción de leche en el corral
(izquierda), y escena de pastoreo asociado a la zona de restrojos (derecha)
Fuente: fotografía tomada por Andrés Jakel
En lo que respecta a los camélidos, existen actualmente muy
pocos ejemplos en el área de rebaños de llamas, algunos de los cuales forman
parte de emprendimientos textiles privados. Sin embargo, en términos generales
se observa que la mayor parte del año se encuentran separados de las huertas.
En el caso de que deban ser alimentados con productos agrícolas durante el
invierno, ante la eventual escasez de pastos naturales, estos productos
provienen de zonas más bajas. En la
región de la Puna los camélidos no duermen en corrales, sino que se agrupan
para formar un dormidero y es el propio guano el que define la zona en la que
se reúnen. Al caer la tarde se recuestan y salen a pastar a la mañana sin
necesidad de intervención[32].
Sin embargo, en el área abordada en este trabajo se encuentran llamas
encerradas en corrales, las cuales son alimentadas con excedentes agrícolas. La
función del corral en este caso tendría que ver con la necesidad de mantenerlas
agrupadas durante el día, lo cual se hace necesario para alimentarlas en
momentos invernales, cuando no hay disponibilidad de pastos.
Esta situación se observa con claridad en el paraje de Las Cuevas,
que está en la vía de acceso sur a la cima del Nevado de Cachi, hacia las
laderas occidentales del Valle. Allí se encuentra una estancia y una serie de
puestos de pastoreo distribuidos según radios de movilidad estacional,
asociadas a tropas (rebaños uniespecificos) de un par de cientos de llamas.
Este parece ser el único ejemplo significativo del área en lo que respecta a la
presencia de lo que podría ser definido como pastoreo trashumante de camélidos.
La actividad pastoril es exclusiva para el grupo familiar, demandando un gran
compromiso en términos temporales. Sólo los ancianos permanecen todo el año en
la altura, bajando al pueblo de Cachi para realizar compras de mercadería, o
completar algún trámite administrativo, en tanto sus hijos y nietos, que poseen
trabajos asociados a la actividad turística o los cultivos del fondo de valle,
suben frecuentemente para ayudar en tareas específicas en momentos clave del
ciclo anual.
Sobre la base de lo observado, se pueden diferenciar dos
tipos de movilidad asociada a las estrategias de manejo de animales en los
casos particulares abordados. Por un lado, una movilidad de tipo estacional de
gran alcance que consiste en el traslado a estaciones o puestos de pastoreo
ubicados a unos 15 o 20 km uno del otro. El tiempo de permanencia en cada
puesto varía de acuerdo con la disponibilidad de las pasturas, promediando dos
semanas a un mes. El otro tipo de movilidad constituye el radio alcanzado en la
jornada diaria de pastoreo en las inmediaciones del puesto, este puede alcanzar
unos 5 km desde las primeras horas de la mañana hasta el atardecer. En invierno
la movilidad se reduce considerablemente, permaneciendo los animales en los
corrales próximos a la estancia donde son alimentados con productos forrajeros.
Por fuera de este ejemplo particular no hay grandes
variaciones entre los distintos sectores del valle observados donde se encuentran
rebaños conformados por pequeños rumiantes. Sin embargo, es posible encontrar
particularidades que derivan del propio vínculo con los animales, por ejemplo,
en cuanto a la organización y la movilidad pastoril[33],
así como la relación con el cuidado de la chacra. La descripción de cada uno
nos permitirá avanzar después en su análisis posterior.
Sector Sudoeste:
zona de acceso al nevado de Cachi
En lo que respecta al paraje de Las Pailas (Figura 2), los
datos provienen del trabajo con tres grupos de participantes, con quienes se
han puesto en práctica las técnicas etnográficas ya mencionadas. En primer
lugar, un grupo familiar en la margen norte del río Las Pailas, que cuenta con
una “tropa”, o rebaño de unas 50 cabras (Capra hircus),
quienes se encuentran todo el año en el mismo lugar, aunque variando
estacionalmente las dinámicas, en términos de los espacios a los que se acude y
el tiempo invertido en ellos. En segundo lugar, uno que ocupa la margen sur del
río mencionado, quienes cuentan con unas 40 cabras y 20 vacas, y se asientan en
una chacra emplazada a menor altura durante el invierno y en un puesto de mayor
altura durante el verano, ambos asociados a rastrojos (campos agrícolas de
pequeña escala). La tercera familia está emplazada en un sector próximo llamado
Las Arcas, quienes poseen una hacienda conformada de unas 30 cabras, y 15 ovejas,
y permanecen todo el año en la misma chacra, aunque, como en el primer caso,
variando las dinámicas implicadas.
Durante este tiempo, las cabras y ovejas tienden a
permanecer en la cercanía del rastrojo, debido a la presencia de pastos
naturales dentro del radio de 6 a 8 km desde la chacra. Las Pailas representa
un ejemplo singular por la mayor disponibilidad de pasturas en la cercanía,
debido a que se trata de un paraje emplazado a una altura elevada (2500 a 3000
msnm), en relación con otros sectores del Valle (Figura 4). El forrajeo de los
animales suele desarrollarse dentro de ese rango espacial durante toda la
jornada, en los meses en que los pastos se encuentran disponibles, quedando la
posibilidad de alimentarlos dentro del corral cuando las pasturas escasean.
Esto se da en la temporada seca, tanto para los casos en que las familias
permanecen en el ámbito de la chacra durante todo el año, como en aquellos en
los que se desplazan a puestos más elevados. Las diferencias en tal sentido no
se relacionan directamente con las diferentes dinámicas mencionadas, ya que la
alimentación en el corral puede ser necesaria tanto en una situación de
proximidad al barbecho, como a los pastos naturales. De esta forma tal práctica
queda librada a la posibilidad o imposibilidad de acudir a puestos de altura,
tanto como a la disponibilidad de los mismos en términos de estacionalidad y de
acuerdo con la posición de la chacra en el paisaje en cada caso.
De esta forma, el primer ejemplo es un caso claro en el cual
la chacra se encuentra muy próxima a las pasturas naturales, de forma tal que
no se requiere una movilidad estacional marcada. Por otra parte, en el segundo ejemplo,
la alternancia de dos emplazamientos diferentes responde a diversas cuestiones:
la presencia del barbecho en una zona de menor altitud, la disponibilidad de
una chacra con mayores comodidades y espacios diversos, etc., mientras que las ventajas
de acceder a un puesto de altura en verano se asocian con dos variables
combinadas: la proximidad a las pasturas estivales, y la disponibilidad de
espacio en tierras comunales.
Figura 4. Ovejas pastando en áreas con
pasturas naturales de Las Pailas
Fuente: fotografía tomada por Andrés Jakel
Siguiendo esta lógica, en el primero de los casos
registrados (margen norte del río Las Pailas), los animales son liberados por
la mañana a una zona que se encuentra a unos 50 m de la chacra. Desde ahí las
cabras hacen un recorrido por encima y por detrás del cerro al pie del cual se
encuentra la misma, de unos 7 Km, para volver por la tarde hacia el corral.
Estos circuitos generan huellas que tienden a seguir día a día repitiendo la
ruta, los cuales son muy visibles en el territorio. Algunas veces los pastores
acompañan la hacienda, otras se limitan a supervisar su regreso, lo que es
especialmente cuidado frente a los peligros que implica que los animales pasen
la noche en el cerro, por la presencia de pumas y otros carnívoros. Si los
pastos naturales no son suficientes en la temporada seca, pueden ser confinados
al corral y alimentados con fardos de alfalfa, o bien conducidos a los campos
en barbecho dentro del rastrojo. Según los entrevistados, en el pasado, las
tierras de pastaje de altura eran privadas y había que pagar por el forraje, lo
cual fue revertido con el acceso comunitario a los territorios (Ley 26160). De
acuerdo con esto, son las mismas familias quienes van trazando sus circuitos de
forma tal que todas las haciendas puedan acceder de forma equitativa a las
pasturas.
En lo que respecta a las vacas (Bos taurus),
solo presentes en el segundo de los casos mencionados, son liberadas en cierto
punto dirigiéndose luego por sí mismas a las zonas más altas, próximas a las
rutas de acceso al Nevado de Cachi. A causa de esto, sus corrales están más
arriba con respecto a la chacra. El confinamiento se produce sólo durante la
temporada seca de forma tal de mantenerlas cerca y vigiladas, alimentadas con
alfalfa, ya sea en los campos, o bien con fardos que compran a otros
productores o que intercambian por productos con sus vecinos. Previo a la
llegada de la época húmeda, generalmente en octubre, las vacas “van para
arriba” al ser liberadas del corral, y se dirigen al mismo lugar que lleva el
nombre de La Herradura. Para mayo, cuando está comenzando la temporada seca se
las baja, actividad que requiere de gran logística y el trabajo coordinado de
varios participantes. En varios sectores de los Valles Calchaquíes, esta tarea
recibe el nombre de “corridas de ganado”[34].
Sector Noroeste:
Palermo Oeste
El paraje de Palermo Oeste se encuentra en el cuadrante
Noroeste del área de estudio, sobre el margen Oeste del río Calchaquí o “río Grande”
en la zona de convergencia con el Río Pucara, que desciende desde la cara Norte
del Nevado de Cachi (Figura 2). Allí viven y realizan sus actividades unas 150
familias. Presenta ciertas peculiaridades con respecto a otros lugares del valle
debido a que estas tierras pertenecieron, hasta el año 1987, a una finca
privada llamada Finca Palermo, cuya propiedad fue cedida a sus habitantes,
situación que se mantiene hasta la actualidad[35].
Esta circunstancia ha condicionado las dinámica de las actividades y la forma
de organización que mantienen los pobladores en torno a la producción.
Las observaciones y entrevistas indican que, durante la
temporada seca, los animales son alimentados con fardos de alfalfa dentro de
corrales próximos al rastrojo (en el ámbito de la chacra) y se realizan, en
este mismo contexto, tareas de pastoreo dentro del perímetro de los campos de
alfalfa (Figura 5). La hacienda incluye ovejas, cabras y vacas, aunque estas
últimas no siempre están presentes. La disponibilidad de alfalfa en los campos
colectivos es administrada de forma tal que la totalidad de los miembros de la
comunidad tengan un acceso adecuado para alimentar a sus animales.
Figura 5. Ovejas y cabras pastando en los
campos de Palermo Oeste
Fuente: fotografía tomada por Andrés Jakel
Durante el verano, cuando reverdecen los cerros a causa de
las lluvias, los animales son conducidos a los puestos de mayor altura, donde
describen radios de pastoreo diario de aproximadamente 3 km, y rotación entre
uno y otro cada 15 o 20 días, dependiendo de la disponibilidad de pasturas.
Dado que existen compromisos que se establecen en virtud de las actividades
asociadas al rastrojo, se plantea una organización en turnos según la cual los
diversos miembros de la comunidad permanecen aproximadamente una semana cuidando
los animales de diversas familias, que son mantenidos juntos en el cerro.
Durante ese período, los otros miembros de la comunidad cubren las tareas
agrícolas que el encargado de los animales no puede cumplir mientras se
encuentra en el puesto de altura.
Vale aclarar que sólo las actividades de pastoreo con cabras
y ovejas responden a esta dinámica, en tanto las vacas son llevadas al cerro
para pastar libres durante el verano, mientras permanecen en los campos de
alfalfa durante el invierno. A diferencia del llamado ganado menor, las vacas
no requieren cuidados y vigilancia constante, disminuyendo los requerimientos
de tiempo que plantea su manejo. De esta manera, pasan casi todo el año en el
cerro sin supervisión, y sólo son bajadas una vez al año o en casos puntuales,
dos.
Sector
Centro-este: paraje de Piul y área pedemontana oriental
Este sector posee también fuertes particularidades con
respecto a los otros dos escenarios planteados. En primer lugar, existe un
proceso de abandono de las prácticas de pastoreo en las zonas elevadas, que se
encuentran próximas al paraje pedemontano, lo cual acontece en el contexto de
varios cambios socio-económicos en la zona.
Existe una tendencia a nivel regional hacia el abandono por parte de los
jóvenes de las tareas vinculadas al cuidado de animales y el rastrojo, lo cual
se acentúa en Piul debido a que existe una distancia significativa hasta el
centro administrativo más próximo. El pueblo de Payogasta, cabecera del municipio
homónimo, se encuentra a unos 10 km, allí se encuentra el colegio secundario
más cercano y diversas fuentes de trabajo formal. En términos de tiempo real se
hace imposible cumplir con las tareas que plantean los animales y los cultivos
como prácticas para consumo familiar, con los compromisos que involucra la
actividad en el pueblo.
En segundo lugar, existen restricciones físicas cada vez
mayores para el acceso a los cerros, dado el avance de la privatización y
alambrado de la zona, con la consecuente prohibición de atravesar el territorio
y debiendo efectuar grandes desvíos de muchos kilómetros. Otro factor de
relevancia es el incremento de la población de pumas, asociado a las tareas de
conservación impulsadas desde el Parque Nacional Los Cardones, que se encuentra
muy cerca de este sector, aumentando el riesgo de predación y pérdida de
animales en los puestos de altura.
Como consecuencia de estos factores, sumados al proceso de
aridificación generalizado de la zona[36],
los puestos emplazados a mayor altura se encuentran, casi en su totalidad,
abandonados. Estos lugares, muy presentes en los testimonios de los adultos
mayores de la comunidad de Piul, hasta hace unos 20 a 50 años se utilizaban aún
como puntos clave para la actividad pastoril durante la temporada húmeda.
Sólo los corrales de las vacas, donde se las marca o se las
separa para diferentes destinos (venta, consumo, o intercambio), se encuentran
en zonas más elevadas y alejadas de los rastrojos, de forma de quedar aledañas
a las zonas altas donde, pastan libres todo el año. Como consecuencia de esta
dinámica, el ganado vacuno queda expuesto a los ataques de predadores, y demás riesgos. Además, dado que el acceso a
estos lugares se ha visto limitado desde las últimas décadas, la actividad de
cría vacuna ha disminuido drásticamente en este sector. Muchos pobladores han
optado por abandonar sus animales en el cerro en virtud de las dificultades que
implica bajarlas una vez al año. Los que aún tienen, siguen yendo para la
“bajada”, encontrándose un escenario de viejos
puestos de pastoreo abandonados en un entorno verde hoy desaprovechado.
Lo más común en esta zona son las haciendas conformadas por
pequeños rumiantes, es decir, ovejas y cabras, con predominio de estas últimas.
Actualmente se las mantiene durante todo el año asociadas al rastrojo, o alimentándolas
con fardos en el confinamiento de los corrales; también es común el pastaje
libre, con encierro durante la noche. En este último caso los animales
describen circuitos con un radio de unos 6 km como desplazamiento máximo
diario, regresando por la tarde, tal como se mencionó para Las Pailas. Se suele
dedicar gran atención al retorno de los animales, y si se logra identificar que
alguno no ha regresado, se debe ir a buscarlo para traerlo de regreso. Según
los entrevistados, “los abuelos” tenían sus puestos arriba en los cerros. Allí,
los corrales estaban hechos con muros simples de pirca y forma circular
aprovechando la disponibilidad de rocas, a diferencia del piedemonte actual, donde
se suelen realizar con ramas y trozos de madera formando sencillas empalizadas,
de poca durabilidad, pero de fácil construcción y mantenimiento.
Regularidades encontradas en los tres escenarios
de observación
Sobre la base de los resultados expuestos y lo obtenido
hasta el momento, se pueden plantear una serie de aspectos que pudieron
observarse a partir del trabajo etnográfico. En primer lugar, el hecho de que
existe complementariedad entre cultivos y cuidado de los animales, teniendo como
prioridad aprovechar los recursos naturales en un contexto de equilibrio
ambiental y respeto por el entorno. La organización productiva está orientada,
principalmente, al autoconsumo y sostenida por los lazos de parentesco o
comunitarios, con una percepción del entorno que, como será descripto en las
próximas líneas, difiere de que aquella del fondo de valle y que puede ser
entendida en los términos de las nociones locales de campo y cerro[37].
Es común que entre vecinos se realicen intercambios tanto de
productos animales como agrícolas, por ejemplo, guano como abono por porotos, o
fardos de alfalfa para alimentar a los animales en momentos de escasez a cambio
de queso, carne o lana, etc. Los intercambios pueden realizarse de acuerdo con
un patrón de cambio convencional, generalmente la equivalencia es de uno a uno
(por ejemplo, un fardo de alfalfa por una carretilla de poroto pallar), o bien
mediado por un valor monetario o precio de mercado, como ocurre en otros
sectores del valle[38].
Esta transacción suele implicar relaciones de confianza o cercanía entre las
personas que lo practican.
Otro de los aspectos a destacar es la estacionalidad en las
actividades, que se integran en el ciclo anual, sin que esto implique
necesariamente un cambio en el uso del espacio o las estrategias de movilidad,
dependiendo de un gran número de variables socio-ambientales que varían de un
sector a otro. Las dinámicas y estrategias que se ponen en práctica resultan
extremadamente variables, e incluso pueden modificarse de un año a otro, dependiendo
de las condiciones que se presentan, la evaluación de las mismas y los diversos
criterios que intervienen en la toma de decisiones.
Si bien esta variabilidad y la dinámica de las actividades
impiden que pueda efectuarse un modelo general para la región, el factor
estacional es importante en la organización de las tareas, condicionadas sobre
todo por el régimen de lluvias y la disponibilidad de pastos. No obstante,
frente a esta situación, las estrategias asumidas en los diferentes escenarios
pueden variar. Por ejemplo, mientras en las zonas altas de acceso al Nevado de
Cachi, los pastos de altura se encuentran muy próximos a la chacra, con lo cual
no existe necesidad de mover los animales en verano a puestos de altura (Las
Pailas, Las Trancas, Las Arcas y El Algarrobal), en Palermo sí ocurre esto,
mediando una organización comunitaria para responder a los compromisos
planteados por las actividades agrícolas. De acuerdo con lo descripto en las
entrevistas, las dinámicas observadas también parecen haber ocurrido en Piul en
el pasado reciente, pudiendo proyectarse a un intervalo más remoto al que
refiere la memoria local. Sin embargo, según los testimonios, se fue
abandonando ante las dificultades de articular estas tareas con los
requerimientos del trabajo formal y la escolaridad, teniendo en cuenta las
distancias geográficas al pueblo de Payogasta.
También resulta importante mencionar que existe un vínculo
afectivo con los animales, ellos son parte de la vida cotidiana, e intervienen
en todas las dinámicas al punto que son miembros (no humanos) de la familia.
Algunos animales tienen su nombre y se los reconoce e individualiza con mucha
facilidad. Un buen ejemplo de esto es el hecho de que, en algunos casos, si se
produce un lazo especialmente fuerte, ya no se lo carnea. Los animales se
encuentran a tal punto involucrados en el modo de vida local, que la pregunta
acerca del por qué tener animales en muchos casos carece de sentido. Más bien
cabría preguntar por qué alguien no habría de tenerlos, y de hecho es muy raro
en estos sectores encontrar a alguien que no tenga, al menos, unas pocas cabras
u ovejas. Las tareas de pastoreo implican un gran goce, acompañar a los
animales suele ser un momento de reflexión y conexión con el entorno, en esas
tareas “los animales son compañeros”. Estas lógicas de afectividad, que suelen
replicarse también con relación a la chacra, tal como describen otros autores
para el área[39],
representan una diferencia importante con las concepciones de los animales y
los cultivos inducidas por el mercado, situación que se reproduce en otras
regiones de los Andes[40].
Acerca del pasado
Atentos a observar estos paisajes desde una noción de tiempo
largo, uno de los aspectos a considerar es la manera en que estas formas de
organización que definen el ámbito pedemontano del valle se relacionan o no,
con aquellas que ocurrieron en tiempos pasados. Al respecto, para el Valle de
Ambato, entre el siglo VI y XI d.C., los arqueólogos Laguens, Dantas y
Figueroa, ponen el acento en la importancia de analizar arqueológicamente el
vínculo entre la agricultura y el pastoreo, más allá de la concepción que alude
a la complementariedad entre dos estrategias diferentes y delimitadas.[41]. Resulta sugerente, de acuerdo con
algunos indicios que serán descriptos a continuación, pensar en la posibilidad
de una intersección entre las tareas que involucran la
chacra y los animales también en el pasado arqueológico local, al punto de
poder pensar en un paisaje construido a partir de la relación entre ambos desde
momentos prehispánicos.
De acuerdo con esta perspectiva, algunas materialidades, muy significativas
en cuanto al alcance de la agricultura prehispánica en el sector norte del
Valle Calchaquí[42],
podrían ser repensadas a la luz de nuevas evidencias sobre el manejo de
camélidos (para referencia de los lugares ver Figura 2). Tal es el caso de
sitios como Las Pailas, que destacan en el paisaje por su gran extensión de
campos de cultivo y obras de irrigación[43],
entendiendo a la agricultura como la principal estrategia productiva para el
período de tiempo que cubre el último milenio de ocupación humana en la región.
El sitio se divide en dos sectores, el primero de ellos contempla unas 200 ha
de campos cultivados e irrigados, en tanto el sector 2 tiene una extensión
similar, unidos ambos por un camino[44].
En los últimos años, no obstante,
también se registraron evidencias de pastoreo dentro de los límites del perímetro
del primero de los sectores, a partir del análisis de restos arqueofaunísticos,
particularmente de camélidos[45].
Tales estudios, basados mayormente en los perfiles etarios y anatómicos, así
como la composición específica de distintas muestras arqueofaunísticas del
sitio, revelaron la existencia de múltiples usos y actividades entre las cuales
se destaca el pastoreo de camélidos domésticos. Esto se complementa asimismo
con la presencia de estructuras arquitectónicas de pirca circulares vinculadas
a los cuadros de cultivo, que, dadas sus propiedades morfométricas, podrían
remitir a corrales cuyo patrón espacial se asemeja a lo observado en el
presente[46],
y a la arquitectura referida para el área de Ambato[47].
Esto también permitiría explicar algunos hallazgos aislados en el sitio,
como por ejemplo una falange de camélido en la excavación de un contexto ritual
en medio de los cuadros de cultivo[48],
en consonancia con el valor sagrado que se les asigna a estos animales al igual
que lo que ocurre en otros sitios del Noroeste argentino[49].
Es posible inferir que actividades de esta naturaleza en medio de las parcelas
cultivadas puedan relacionarse con la fertilidad y la reproducción, con un
impacto tanto en la vida vegetal como animal.
La ubicación de Las Pailas es un condicionante importante para el
desarrollo de ambas prácticas. En este sector del piedemonte occidental, es
posible aprovechar los ríos que se forman a partir del deshielo del Nevado de
Cachi, situación que se torna decisiva al momento de la siembra ya que el agua
es un recurso crítico para la región, sobre todo en la temporada seca. Por otro
lado, una altitud elevada (alrededor de los 3000 msnm), también representa una
ventaja en cuanto al acceso a pastos naturales para la supervivencia de los
animales en aquellas estaciones en las que no es posible el cultivo, dado que
estas pasturas brotan en las laderas de los cerros. Evidencias de pastoreo
también se han identificado un poco más al sur, en el sitio Molinos I[50],
en un área que también presenta agricultura[51].
De igual modo, su ubicación en un área pedemontana, a 2020 msnm y en la confluencia
de dos ríos, respalda la idea de que este tipo de geografías tuvieron mucho que
ver en el desarrollo simultáneo de ambas actividades.
Por su parte, la propuesta del uso de productos cultivados para la
alimentación de las llamas y de que estas habitaron, aunque sea parcialmente,
en corrales es algo que también se desprende del análisis del arte rupestre local.
A 1 km de Las Pailas se encuentra otro sitio, La Herradura, con 4 plataformas
con grabados, que también se extienden por el camino que conecta un sitio con
otro. En una de las rocas presentes en el trayecto se puede observar la figura
de un camélido comiendo de una gran parva de forraje, cuya altura casi iguala a
la del animal, lo que hace suponer que este amontonamiento no sería producto de
factores naturales[52].
Figura 6. Ubicación y
diseño rupestre de camélido comiendo de una parva
Fuente: adaptado de
Jakel et
al. (2022), fig. 9b.
Hacia el norte de estos sitios, aproximadamente 12-15 km, se ubica otro, también
con evidencias rupestres afines denominado Los Cerrillos, donde se observa una
importante cantidad de figuras de camélidos (Acuto et
al. 2011 Ob. Cit., p. 23, fig. 5). Las escenas representadas incluyen llamas preñadas y llamas con su cría,
en clara alusión a circunstancias de reproducción animal. Uno de los aspectos
más llamativos de este sitio es que estos grabados están rodeados por una línea
que recrea la representación de un corral (Ob.
Cit.). Basados en referencias etnográficas que hay para el área
andina central, sería posible que esta gráfica se corresponda a ahijaderos. Tales estructuras funcionarían como reservas
estratégicas de forraje para ser utilizadas en momentos críticos o durante el
período de destete de las crías. Esta etapa coincide con la estación seca,
cuando la disponibilidad y calidad de los pastos es menor, y las necesidades de
los animales jóvenes en crecimiento, mayores. Así, para evitar que el ganado se
disperse, se delimita los perímetros con muros de piedra y se mantiene a los
camélidos en su interior[53].
Las similitudes de esta práctica actual con el registro rupestre de Los
Cerrillos son claras, no sólo en lo que respecta al uso de los corrales para
mantener el grupo, sino también a la asociación con las etapas reproductivas de
los animales, que es cuando tienen más necesidades nutricionales.
Figura
7. Ubicación y
diseño rupestre de camélidos en un corral
Fuente: tomado de Acuto et
al. 2011, p. 23, fig. 5.
Cabe destacar que, al igual que en Las Pailas, el arte rupestre de Los
Cerrillos está próximo a un conjunto de campos y canales de riego, conocido
como Río Blanco, en proximidades del paraje de Piul[54].
Así como Las Pailas y La Herradura se ubican dentro de lo que fue descripto
etnográficamente como parte del Sudoeste, el
caso de Los Cerrillos y Río Blanco se localizan dentro del escenario que
corresponden al Centro-este (Figura 2). Si bien
se trata de distintos sectores del valle, el denominador común son las
altitudes promedio, que ubican toda la región en el sector de piedemonte,
aprovechado para las actividades agrícolas y propicio para el desarrollo del
ganado. Otras referencias de grabados afines se han registrado en cercanías,
tanto en lo que respecta a la entrada al valle por el este[55]
como en su continuidad hacia el sur[56],
y en algunos de ellos, replicando el vínculo con los cultivos.
Partiendo de esta evidencia, analizada en los términos de líneas
complementarias de abordaje del registro material -incluyendo arqueofauna, arte
rupestre, arquitectura y patrones espaciales-, ambas actividades (agricultura y
pastoreo), no sólo habrían sido contemporáneas, sino que podría proponerse
además que habrían mantenido una dependencia mutua en la región. De esta forma,
para el mantenimiento de los animales se podría haber utilizado el barbecho, en
tanto para el transporte de la copiosa producción de cultivos a diferentes
puntos del valle se apelaba a la capacidad de carga de las llamas. Si bien aún
resta mucha evidencia para analizar en la amplia extensión del valle, son
sugerentes los puntos de anclaje entre este registro material y las
observaciones etnográficas actuales, al punto de que una puede auxiliar a la
otra sin riesgo de caer en analogías que resulten poco pertinentes.
Discusión y conclusiones
El análisis simultáneo de las estrategias agrícolas y
pastoriles contemporáneas y pretéritas en esta región nos ha permitido pensar
el paisaje del valle a través del tiempo. La intención de poner el acento,
sobre todo, en las últimas, se relaciona con la idea instalada de que, en estas
geografías, la agricultura es la actividad principal en la vida productiva de
sus habitantes, importancia que no parece necesitar demostración. Sin embargo,
también se ha podido observar que el desarrollo de la práctica pastoril aporta
una mayor complejidad al escenario productivo local y su problematización es
indispensable como punto de partida para pensar en los vínculos entre ambos.
En relación con ello, en el estudio de la configuración
contemporánea, se destaca la coexistencia de ambas actividades productivas y su
mutua afectación en términos las dinámicas espacio-temporales, de forma
transversal a las particularidades de cada uno de los escenarios descriptos.
Esto conduce a pensar en la existencia de un vínculo estrecho entre las
diversas prácticas cuya relación podría ser analizada en términos de sinergia (sensu Figueroa y colaboradores)[57],
donde los tiempos y compromisos se encuentran entrelazados y se manifiestan
espacialmente sobre la base de una movilidad estacional de alcance
micro-regional. La movilidad en el manejo del ganado suele estar condicionada
por los tiempos que impone la chacra, que también provee de alimento a los
animales cuando no hay pastos naturales o son insuficientes. Por su parte,
actualmente el transporte de los productos cultivados se realiza en camionetas
o camiones, pero durante el siglo XIX y parte del siglo pasado, esta tarea sólo
era posible con la ayuda de los animales de carga. Los registros censales
disponibles para estos momentos dan cuenta de que la producción del valle tenía
como destinos comerciales no sólo provincias vecinas, sino también países
limítrofes y que el transporte era a través de mulas[58].
Es decir, los vertiginosos y constantes cambios que promueve la modernidad hacen
que estas circunstancias se hayan ido modificando, disminuyendo la dependencia
entre ambas actividades, lo que es más notorio en aquellos contextos más
subordinados a las lógicas del mercado. En cambio, los escenarios que nosotros
describimos parecen ajustarse menos a una lógica dicotómica, lo que tal vez
tenga que ver con que estos paisajes productivos tienen como principales destinatarios,
los propios núcleos familiares, que producen y consumen lo que la tierra les
provee y les deja criar. Esto acontece, no de acuerdo con estrategias lineales
o técnicas estandarizadas, sino con una gran soltura para desenvolverse en
escenarios complejos y variables.
Así, para pensar estos paisajes es fundamental considerar el
conjunto de factores de orden histórico que fueron haciendo posible los
ordenamientos que actualmente vemos. El análisis del registro arqueológico ha
mostrado algunos elementos de continuidad, tanto en lo que respecta a la
cercanía entre espacios agrícolas y pastoriles, como a la dependencia entre
ambas actividades. Hay otros que fueron cambiando como parte del proceso
histórico, y un sinnúmero que resta investigar. No obstante, no se puede
desatender el significado de aquellos que prevalecen en configuraciones
temporalmente disímiles y que nos permiten hablar, tanto hoy como en el pasado,
de una conformación agropastoril.
Por otra parte, los resultados descriptos dejan ver marcadas
diferencias con las estrategias planteadas por diversos autores para la Puna, en
particular en lo que respecta al encierro de los animales en corrales y la
alimentación con productos agrícolas. De esta manera, encontrándonos ante un
trabajo exploratorio, resulta importante repensar la validez de los modelos
dicotómicos cuando está demostrado el protagonismo que tuvo la actividad
agrícola desde tiempos prehispánicos, a la par de las evidencias que sugieren
que la cría y el pastoreo de los animales constituyó una parte sustancial en
las relaciones, no sólo del presente sino también del pasado.
Para finalizar, desde un punto de vista analítico, se podría
esperar que el presente incluya, en sus sentidos y dimensiones experienciales,
aquellos paisajes del pasado, ya sea confrontados, sostenidos o bien resignificados,
y esto ocurre debido a su capacidad de memoria En esto radica la importancia de
vincular el presente con el pasado, más allá de los eventos históricos y las
particularidades culturales[59].
Agradecimientos: A la Universidad Nacional de La Plata (PPID
N037) y al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (PIP 11220150100783) por el financiamiento necesario para realizar este
trabajo, a Gimena Marinangeli y Jorge Cabral por el aporte de valiosos datos y
sugerencias que han enriquecido este trabajo. A los pobladores de Cachi que nos
abrieron las puertas de su cotidianeidad y a las autoridades del Museo de
Antropología de Salta y Museo Pío Pablo Díaz de Cachi, por facilitar las
investigaciones. Finalmente, a los evaluadores anónimos que permitieron mejorar
sustancialmente la versión original del manuscrito y a los editores y demás
miembros de la revista Andes, por posibilitar la difusión de nuestras
investigaciones.
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