Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 34, Nº 2, Julio – Diciembre 2023

 

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090

 

AGRICULTURA Y PASTOREO EN EL VALLE CALCHAQUÍ NORTE (SALTA, ARGENTINA). HACIA UNA VISIÓN INTEGRADA DE LAS PRÁCTICAS PRODUCTIVAS DEL PRESENTE Y DEL PASADO

AGRICULTURE AND PASTORALISM IN THE NORTHERN CALCHAQUI VALLEY (SALTA, ARGENTINA). TOWARDS AN INTEGRATED VIEW OF PAST AND PRESENT PRODUCTIVE PRACTICES

 

Jakel, Andrés

Museo de La Plata –UNLP

Argentina

andresjakel@gmail.com

 

Páez, Maria Cecilia

CONICET / Museo de La Plata –UNLP

Argentina

ceciliapaez@gmail.com  

 

Fecha de ingreso: 27/12/2022

Fecha de aceptación: 11/09/2023

 

Resumen

Las investigaciones realizadas en los últimos años en el sector norte del Valle Calchaquí nos han llevado a repensar la importancia de prácticas pastoriles en áreas tradicionalmente asociadas con la agricultura. Las observaciones actuales indican que ambas actividades habrían guardado un estrecho vínculo, tanto espacial como logístico, particularmente en aquellos sectores menos impactados por las lógicas de mercado. Esto parece corresponderse con los datos obtenidos a partir del análisis preliminar del registro arqueológico, en donde los sitios agrícolas presentan evidencia de interacción con camélidos, ya sea dentro de su perímetro o bien en clara proximidad. En función de ello, en este trabajo nos propusimos abordar, desde la etnografía, el lugar que ocupa la cría/pastoreo de animales dentro de la vida cotidiana de los pobladores y los requerimientos en términos del presupuesto temporal de las diversas actividades que suponen vínculos con la agricultura. Entendemos que el estudio contemporáneo de estas prácticas nos puede ayudar en la comprensión de la materialidad del pasado, a la vez que contribuir a una lectura de la historia del valle a partir del manejo de una noción de tiempo largo, de forma tal que este articulo expone los resultados del abordaje etnográfico sobre tres casos de estudio en la región.

Palabras clave: agropastoralismo, etnografía y arqueología, área Andina, paisaje

 

Abstract

Research conducted in recent years in the northern sector of the Calchaquí Valley has led us to rethink the importance of pastoral practices in areas traditionally associated with agriculture. Observations indicate that both activities would have been closely linked, both spatially and logistically, particularly in those sectors less impacted by market logics. This seems to correspond with the data obtained from the preliminary analysis of the archaeological record in which the agricultural sites show evidence of interaction with camelids, either within their perimeter or in close proximity. Accordingly, in this paper we proposed to address, from an ethnographic perspective, the place of animal husbandry/grazing in the daily life of the settlers and time budget requests of several activities implying links with agriculture. We believe that the contemporary study of these practices can help us to understand the materiality of the past, as well as contribute to a reading of the history of the valley based on the management of a notion of long time. This article presents the results of the ethnographic approach of three case studies in the region.

 

Key words: agropastoralism, ethnography and archaeology, Andean area, landscape

 

 

 

Introducción

En el sector norte del Valle Calchaquí tradicionalmente se ha puesto el acento en las prácticas agrícolas por sobre las pastoriles en virtud de la importancia que adquiere actualmente en este tipo de geografías, el cultivo de productos de la tierra por sobre aquellas actividades que involucran el manejo de animales[1]. El estudio de las prácticas pastoriles desde una mirada etnográfica, en cambio, ha estado relegada a la realidad de la puna. Los estudios acerca de la circulación de productos a partir de las caravanas de llamas[2], han sido incorporados por nuestras investigaciones en el valle, pero fundamentalmente para explicar la relación entre agricultura y pastoreo, mayormente en los términos de su complementación.

Las investigaciones realizadas en los últimos años, tanto desde la perspectiva etnográfica, como con relación a la materialidad del pasado, nos han llevado a replantear la utilidad de seguir sosteniendo la agricultura como el fundamento productivo de estos paisajes, para empezar a considerar un modo de relación con el entorno en donde tanto los cultivos como los animales forman parte del habitar de sus pobladores. En la mayor parte de los sistemas productivos modernos, la actividad ganadera compite con la agricultura por el uso del suelo. En estas latitudes, desde mediados de la década de 1990, los cultivos agrícolas tienen mayor rentabilidad al hacer un uso más extensivo del mismo, por lo que, en muchos casos, la actividad ganadera es relocalizada hacia aquellos territorios con menor rendimiento relativo[3]. Esto ha ido definiendo estructuras de producción, circulación y consumo que pocas veces se intersectan, configurando industrias especializadas y diferentes. Así, estas formas de concebir los espacios productivos se han ido gestando con relación al establecimiento del modelo agroexportador no sólo en Argentina, sino también en gran parte de Latinoamérica[4], que también definió destinos diferentes para cada una de las producciones.

En este marco, cabe preguntarnos si estas formas de pensar lo productivo bajo la óptica moderna también condicionan la manera en que es estudiado, tanto a partir del análisis contemporáneo como de las sentidos del pasado que subyacen al registro material. De esta manera, es importante un acercamiento a estas problemáticas alertados de que puedan existir sesgos epistémicos “en los cuales se llevan a efecto mecanismos cognoscitivos (una inferencia, una representación),  lo que orienta al sujeto a la hora de producir mecanismos cognoscitivos justificados o aceptables”[5]. Por esto, en este trabajo nos proponemos dos objetivos centrales: por un lado, profundizar en las dinámicas contemporáneas de cría/pastoreo de los animales en un área de valle como es el sector norte del Valle Calchaquí, y su relación espacial y temporal con las prácticas agrícolas.  Por otro, abordar el impacto que puedan tener dichas configuraciones en la conformación del paisaje local, a partir de la correlación de los datos surgidos con un análisis preliminar del registro material prehispánico, atendiendo -y explicando-, las regularidades y disrupciones a los que da lugar una noción de tiempo largo. Para ello, apelaremos a los conceptos de paisaje y de memoria como diacríticos en el enlace entre el pasado y el presente, invocando su potencialidad para trascender las tipologías cronológicas.

Vale aclarar que este trabajo se encuentra enmarcado en la investigación doctoral del primer autor, por lo que el recorte definido para este trabajo representa sólo una parte de una problemática compleja que viene siendo explorada desde diferentes vías analíticas[6], con un anclaje en el paisaje del pasado mucho más amplio que el aquí presentado liminarmente.

 

Acerca de las nociones de paisaje y tiempo

 

La idea de tiempo ha sido fundamental en los esquemas de organización de las sociedades, ya sea para actuar sobre ellas o para proclamar su autonomía[7]. Las rupturas que la modernidad proclamó para apropiarse de la noción de tiempo histórico en América[8] lograron ocultar las grandes continuidades que, desde entonces, y con diferentes grados de protagonismo y visibilidad, han estado presentes en las configuraciones contemporáneas de las sociedades andinas[9]. En la importancia del calendario agrícola para el ordenamiento de la vida social y biológica, tanto en el área andina[10] como en otros territorios no-Occidentales[11], por ejemplo, es posible identificar la vigencia de los sistemas de organización indígena para la medición del tiempo.  Los motivos de esto último tal vez respondan a que los paisajes (y sus temporalidades) requieren ser comprendidos en el marco de los modos de entender y aprehender el mundo y a su acontecer en el tiempo, con una mensura sostenida más bien en el terreno de la memoria, que en la métrica implacable de la historia[12].

Concatenada a la noción de tiempo está la de paisaje, sobre la cual numerosos autores aportan una discusión valiosa para trascender la idea de un espacio contenedor de la acción humana, e incorporar el valor de la práctica o la experiencia[13], algo similar a lo que en el mundo andino se define como el ser o el habitar[14]. Esto representa algo más que una lógica de interrelación, en tanto apunta a confluir lo que se define en los términos de la concepción occidental como el espacio y el tiempo, a través de una categoría que incorpora a los sujetos, sean estos humanos o no-humanos, como agentes intervinientes en la producción y reproducción de los sentidos sociales. Esta noción de paisaje se conecta con abordajes disciplinares menos atomizados en cuanto a la conexión entre lo actual y lo pretérito[15], que apuntan a rescatar el hilo conductor de las temporalidades y materialidades poniendo el acento no sólo en las rupturas devenidas con la modernidad, sino también en las continuidades que sobrevivieron a ella. En este proyecto epistemológico, la noción de memoria se constituye en el centro de la noción de paisaje e invita a (re)pensar de qué manera aquellos procesos elaborados colectivamente en torno a la experiencia se resignifican en lo cotidiano, creando a su vez, nuevos sentidos[16]. Rastrear su devenir representa el interés de este trabajo.

 

El sector norte del Valle Calchaquí

 

La región de los Valles Calchaquíes atraviesa parte de las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca en el Noroeste Argentino y forma parte de una subregión ecológica en torno al río Calchaquí, el cual corre entre los 2000 y los 3000 msnm adyacente al margen oriental de las Sierras Subandinas[17]. Comparte características geomorfológicas y climáticas, lo que le da un sentido de unidad en términos ambientales, así como cierta unidad a nivel sociocultural en función de los procesos históricos que operaron a nivel regional. Estas y otras particularidades permiten definir el sector norte del Valle Calchaquí como una “región” en términos analíticos[18], criterio en el cual se basa el recorte del área de estudio para este trabajo (Figura 1).   

 

 

   

 

Figura 1: Área de estudio

 

Fuente: tomado de Páez et al. 2016a, adaptado de Raffino 2007[19].

 

Este sector incluye el departamento de Cachi, con su cabecera homónima y localidades aledañas, en particular Payogasta, Cachi Adentro, Piul, Punta de Agua, Palermo Oeste, Río Blanco, Las Pailas, entre otras. Diversas condiciones ambientales del valle resultan acordes para el desarrollo de actividades agrícolas, con ayuda de sistemas de riego, las cuales están acompañadas por actividades pecuarias[20]. Predomina la producción a pequeña escala para consumo familiar, y ocasionalmente intercambio y comercialización[21]. La producción agrícola a gran escala se limita a las fincas de vid, las cuales en muchos casos son propiedad privada de capitales extranjeros. En cuanto a la producción local a mediana escala, se encuentra el pimiento para pimentón, cereales para grano, legumbres, principalmente el poroto pallar, hortalizas y aromáticas, muchas de ellas para el mercado extra-regional además del consumo local[22]. Se encuentran también importantes áreas de forraje vinculadas a la producción ganadera[23].

En lo que respecta a la ganadería, gran parte de los productores posee una reducida hacienda, conformada por ovejas y cabras, y minoritariamente vacas, encontrándose, en proporciones muy menores, camélidos en las zonas más elevadas[24]. La alimentación de los animales se realiza durante parte del año en campos comunales o privados, con el pago de un canon por pastaje[25], siendo el primero, el caso para todos los ejemplos abordados en este trabajo.

 

Metodología de trabajo

 

El abordaje de las formas de integración y organización agrícola y pastoril requirió una metodología etnográfica basada en la observación participante y directa[26], así como entrevistas en movimiento[27] y entrevistas semi-estructuradas[28]. Por otra parte, diversos trabajos desde los cuales se ha abordado la temática [29]dejan ver la relevancia de estudiar la integración entre prácticas agrícolas y pastoriles en lo que respecta al presupuesto temporal implicado en los compromisos que plantea cada actividad y su dimensión espacial asociada. Las variables contempladas en el estudio incluyeron: las características de la actividad y organización de la misma, el grado de movilidad, la relación con otros elementos del paisaje, el grado de integración/agregación social, el vínculo espacial con el cultivo, la relación con las necesidades sociales y económicas locales, entre otras.

Las diferentes técnicas mencionadas se aplicaron de forma tal de abordar etnográficamente diferentes parajes dentro del área de estudio, ubicados hacia los sectores intermedios de piedemonte y laderas de los cerros. En lo que respecta a las entrevistas semi estructuradas, se incluyeron para este trabajo una muestra de seis relatos, de entre 40 y 60 minutos de duración, realizadas entre los años 2018 y 2019 con participantes clave (pastores y pequeños productores locales). A esto se sumaron tres instancias de mapeo participativo que complementan lo informado en las entrevistas para cada uno de los escenarios planteados. Por último, se incluyó un gran volumen de información registrado mediante notas de campo, audios, fotografías, videos e información geoespacial, apuntando a lograr instancias de validación y una buena saturación teórica.

En función de variables analizadas mediante las técnicas descriptas, se plantearon tres escenarios correspondientes a distintos sectores del valle, uno de ellos ubicado al sudoeste del área de estudio, en la zona de acceso al Nevado de Cachi, incluyendo los parajes de Las Pailas, Las Arcas y Las Trancas, homónimos de los cursos de agua que bajan desde el Nevado por ese sector. El segundo se sitúa en el Noroeste del área de estudio, donde se encuentra el paraje de Palermo Oeste, en tanto el restante corresponde al sector del piedemonte y laderas orientales (centro-este del área de estudio) donde se encuentra el paraje de Piul (Figura 2).

 

 

 

Figura 2. Detalle del sector norte del Valle Calchaquí, indicando los lugares donde se realizaron las observaciones etnográficas y los sitios arqueológicos con evidencias de agricultura y pastoreo.

 

 

Fuente: elaboración propia: autor Andrés Jakel

 

La información obtenida acera de los distintos escenarios, fue integrada al corpus de datos arqueológicos, cronológicamente ubicado en el último milenio de ocupación prehispánica del área. Estos corresponden a diferentes pesquisas realizadas particularmente en la localidad arqueológica de Las Pailas[30] y en el ámbito del Valle Calchaquí Norte, así como también se consideraron las investigaciones de colegas en el área más inmediata, particularmente hacia el sur del departamento de Cachi[31].

 

 

La importancia actual del pastoreo y el vínculo con la agricultura

 

Los espacios observados conciernen a parajes de las zonas intermedias, asociadas al piedemonte y laderas de los cerros que circunscriben el valle. Si bien existe una gran variedad de estrategias que se llevan adelante en diferentes sectores, se ha podido observar una tendencia en favor de la dicotomía entre las dinámicas del fondo de valle, orientadas hacia la producción de excedentes para satisfacer las demandas del mercado, y las áreas intermedias, en las cuales se desarrollan programas de pequeña escala, tendientes al consumo e intercambio. La composición de los grupos familiares, en estos últimos casos, es variable. Puede estar integrado por padres e hijos, y hermanos o sobrinos de forma pasajera o permanente, compartiendo la residencia con más de una generación.  Todos los miembros participan en las actividades, y la división de las tareas resulta muy variable por lo que no se ha podido identificar un patrón con relación al género. Hay casos en los que las tareas de pastoreo y extracción de leche están a cargo de las mujeres, mientras que las tareas agrícolas, así como la esquila o la faena, son masculinas, y otros casos en los que se observa todo lo contrario. Los niños ayudan en todas las faenas, pero suelen tener un rol más relevante en las actividades de cría y cuidado de los animales.

La composición de los rebaños generalmente incluye una mayoría de pequeños rumiantes, en particular cabras (Capra hircus) y ovejas (Ovis aries). Asimismo, con dinámicas marcadamente diferentes, algunos grupos familiares poseen vacas (Bos Taurus), y también hay registros de llamas (Lama glama). Los nacimientos se producen con mayor frecuencia al final del verano y comienzos del otoño, coincidiendo con el momento en que las hembras están mejor alimentadas y en mejores condiciones para gestar y alimentar a sus crías. Cuando hay crías en los corrales, se dedica un tiempo, por la mañana, previo a liberar la hacienda, para cuidar que se alimenten de forma adecuada y que ninguna quede sin lactar. Luego de eso, en el caso de las cabras, se extrae un excedente de leche que se utilizará para hacer queso. Esta actividad suele llevar aproximadamente entre una y dos horas, dependiendo de la cantidad de animales adultos, de crías, y de las personas que intervienen en la tarea (Figura 3).  

 

Figura 3. Extracción de leche en el corral (izquierda), y escena de pastoreo asociado a la zona de restrojos (derecha)

 

 

Fuente: fotografía tomada por Andrés Jakel

 

En lo que respecta a los camélidos, existen actualmente muy pocos ejemplos en el área de rebaños de llamas, algunos de los cuales forman parte de emprendimientos textiles privados. Sin embargo, en términos generales se observa que la mayor parte del año se encuentran separados de las huertas. En el caso de que deban ser alimentados con productos agrícolas durante el invierno, ante la eventual escasez de pastos naturales, estos productos provienen de zonas más bajas.  En la región de la Puna los camélidos no duermen en corrales, sino que se agrupan para formar un dormidero y es el propio guano el que define la zona en la que se reúnen. Al caer la tarde se recuestan y salen a pastar a la mañana sin necesidad de intervención[32]. Sin embargo, en el área abordada en este trabajo se encuentran llamas encerradas en corrales, las cuales son alimentadas con excedentes agrícolas. La función del corral en este caso tendría que ver con la necesidad de mantenerlas agrupadas durante el día, lo cual se hace necesario para alimentarlas en momentos invernales, cuando no hay disponibilidad de pastos.

Esta situación se observa con claridad en el paraje de Las Cuevas, que está en la vía de acceso sur a la cima del Nevado de Cachi, hacia las laderas occidentales del Valle. Allí se encuentra una estancia y una serie de puestos de pastoreo distribuidos según radios de movilidad estacional, asociadas a tropas (rebaños uniespecificos) de un par de cientos de llamas. Este parece ser el único ejemplo significativo del área en lo que respecta a la presencia de lo que podría ser definido como pastoreo trashumante de camélidos. La actividad pastoril es exclusiva para el grupo familiar, demandando un gran compromiso en términos temporales. Sólo los ancianos permanecen todo el año en la altura, bajando al pueblo de Cachi para realizar compras de mercadería, o completar algún trámite administrativo, en tanto sus hijos y nietos, que poseen trabajos asociados a la actividad turística o los cultivos del fondo de valle, suben frecuentemente para ayudar en tareas específicas en momentos clave del ciclo anual.

Sobre la base de lo observado, se pueden diferenciar dos tipos de movilidad asociada a las estrategias de manejo de animales en los casos particulares abordados. Por un lado, una movilidad de tipo estacional de gran alcance que consiste en el traslado a estaciones o puestos de pastoreo ubicados a unos 15 o 20 km uno del otro. El tiempo de permanencia en cada puesto varía de acuerdo con la disponibilidad de las pasturas, promediando dos semanas a un mes. El otro tipo de movilidad constituye el radio alcanzado en la jornada diaria de pastoreo en las inmediaciones del puesto, este puede alcanzar unos 5 km desde las primeras horas de la mañana hasta el atardecer. En invierno la movilidad se reduce considerablemente, permaneciendo los animales en los corrales próximos a la estancia donde son alimentados con productos forrajeros.

Por fuera de este ejemplo particular no hay grandes variaciones entre los distintos sectores del valle observados donde se encuentran rebaños conformados por pequeños rumiantes. Sin embargo, es posible encontrar particularidades que derivan del propio vínculo con los animales, por ejemplo, en cuanto a la organización y la movilidad pastoril[33], así como la relación con el cuidado de la chacra. La descripción de cada uno nos permitirá avanzar después en su análisis posterior.

 

Sector Sudoeste: zona de acceso al nevado de Cachi

 

En lo que respecta al paraje de Las Pailas (Figura 2), los datos provienen del trabajo con tres grupos de participantes, con quienes se han puesto en práctica las técnicas etnográficas ya mencionadas. En primer lugar, un grupo familiar en la margen norte del río Las Pailas, que cuenta con una “tropa”, o rebaño de unas 50 cabras (Capra hircus), quienes se encuentran todo el año en el mismo lugar, aunque variando estacionalmente las dinámicas, en términos de los espacios a los que se acude y el tiempo invertido en ellos. En segundo lugar, uno que ocupa la margen sur del río mencionado, quienes cuentan con unas 40 cabras y 20 vacas, y se asientan en una chacra emplazada a menor altura durante el invierno y en un puesto de mayor altura durante el verano, ambos asociados a rastrojos (campos agrícolas de pequeña escala). La tercera familia está emplazada en un sector próximo llamado Las Arcas, quienes poseen una hacienda conformada de unas 30 cabras, y 15 ovejas, y permanecen todo el año en la misma chacra, aunque, como en el primer caso, variando las dinámicas implicadas.  

Durante este tiempo, las cabras y ovejas tienden a permanecer en la cercanía del rastrojo, debido a la presencia de pastos naturales dentro del radio de 6 a 8 km desde la chacra. Las Pailas representa un ejemplo singular por la mayor disponibilidad de pasturas en la cercanía, debido a que se trata de un paraje emplazado a una altura elevada (2500 a 3000 msnm), en relación con otros sectores del Valle (Figura 4). El forrajeo de los animales suele desarrollarse dentro de ese rango espacial durante toda la jornada, en los meses en que los pastos se encuentran disponibles, quedando la posibilidad de alimentarlos dentro del corral cuando las pasturas escasean. Esto se da en la temporada seca, tanto para los casos en que las familias permanecen en el ámbito de la chacra durante todo el año, como en aquellos en los que se desplazan a puestos más elevados. Las diferencias en tal sentido no se relacionan directamente con las diferentes dinámicas mencionadas, ya que la alimentación en el corral puede ser necesaria tanto en una situación de proximidad al barbecho, como a los pastos naturales. De esta forma tal práctica queda librada a la posibilidad o imposibilidad de acudir a puestos de altura, tanto como a la disponibilidad de los mismos en términos de estacionalidad y de acuerdo con la posición de la chacra en el paisaje en cada caso.

De esta forma, el primer ejemplo es un caso claro en el cual la chacra se encuentra muy próxima a las pasturas naturales, de forma tal que no se requiere una movilidad estacional marcada. Por otra parte, en el segundo ejemplo, la alternancia de dos emplazamientos diferentes responde a diversas cuestiones: la presencia del barbecho en una zona de menor altitud, la disponibilidad de una chacra con mayores comodidades y espacios diversos, etc., mientras que las ventajas de acceder a un puesto de altura en verano se asocian con dos variables combinadas: la proximidad a las pasturas estivales, y la disponibilidad de espacio en tierras comunales.  

  

 

 

 

Figura 4. Ovejas pastando en áreas con pasturas naturales de Las Pailas

 

Fuente: fotografía tomada por Andrés Jakel

 

Siguiendo esta lógica, en el primero de los casos registrados (margen norte del río Las Pailas), los animales son liberados por la mañana a una zona que se encuentra a unos 50 m de la chacra. Desde ahí las cabras hacen un recorrido por encima y por detrás del cerro al pie del cual se encuentra la misma, de unos 7 Km, para volver por la tarde hacia el corral. Estos circuitos generan huellas que tienden a seguir día a día repitiendo la ruta, los cuales son muy visibles en el territorio. Algunas veces los pastores acompañan la hacienda, otras se limitan a supervisar su regreso, lo que es especialmente cuidado frente a los peligros que implica que los animales pasen la noche en el cerro, por la presencia de pumas y otros carnívoros. Si los pastos naturales no son suficientes en la temporada seca, pueden ser confinados al corral y alimentados con fardos de alfalfa, o bien conducidos a los campos en barbecho dentro del rastrojo. Según los entrevistados, en el pasado, las tierras de pastaje de altura eran privadas y había que pagar por el forraje, lo cual fue revertido con el acceso comunitario a los territorios (Ley 26160). De acuerdo con esto, son las mismas familias quienes van trazando sus circuitos de forma tal que todas las haciendas puedan acceder de forma equitativa a las pasturas.  

En lo que respecta a las vacas (Bos taurus), solo presentes en el segundo de los casos mencionados, son liberadas en cierto punto dirigiéndose luego por sí mismas a las zonas más altas, próximas a las rutas de acceso al Nevado de Cachi. A causa de esto, sus corrales están más arriba con respecto a la chacra. El confinamiento se produce sólo durante la temporada seca de forma tal de mantenerlas cerca y vigiladas, alimentadas con alfalfa, ya sea en los campos, o bien con fardos que compran a otros productores o que intercambian por productos con sus vecinos. Previo a la llegada de la época húmeda, generalmente en octubre, las vacas “van para arriba” al ser liberadas del corral, y se dirigen al mismo lugar que lleva el nombre de La Herradura. Para mayo, cuando está comenzando la temporada seca se las baja, actividad que requiere de gran logística y el trabajo coordinado de varios participantes. En varios sectores de los Valles Calchaquíes, esta tarea recibe el nombre de “corridas de ganado”[34].  

 

Sector Noroeste: Palermo Oeste

 

El paraje de Palermo Oeste se encuentra en el cuadrante Noroeste del área de estudio, sobre el margen Oeste del río Calchaquí o “río Grande” en la zona de convergencia con el Río Pucara, que desciende desde la cara Norte del Nevado de Cachi (Figura 2). Allí viven y realizan sus actividades unas 150 familias. Presenta ciertas peculiaridades con respecto a otros lugares del valle debido a que estas tierras pertenecieron, hasta el año 1987, a una finca privada llamada Finca Palermo, cuya propiedad fue cedida a sus habitantes, situación que se mantiene hasta la actualidad[35]. Esta circunstancia ha condicionado las dinámica de las actividades y la forma de organización que mantienen los pobladores en torno a la producción.

Las observaciones y entrevistas indican que, durante la temporada seca, los animales son alimentados con fardos de alfalfa dentro de corrales próximos al rastrojo (en el ámbito de la chacra) y se realizan, en este mismo contexto, tareas de pastoreo dentro del perímetro de los campos de alfalfa (Figura 5). La hacienda incluye ovejas, cabras y vacas, aunque estas últimas no siempre están presentes. La disponibilidad de alfalfa en los campos colectivos es administrada de forma tal que la totalidad de los miembros de la comunidad tengan un acceso adecuado para alimentar a sus animales.   

 

Figura 5. Ovejas y cabras pastando en los campos de Palermo Oeste

Fuente: fotografía tomada por Andrés Jakel

               

Durante el verano, cuando reverdecen los cerros a causa de las lluvias, los animales son conducidos a los puestos de mayor altura, donde describen radios de pastoreo diario de aproximadamente 3 km, y rotación entre uno y otro cada 15 o 20 días, dependiendo de la disponibilidad de pasturas. Dado que existen compromisos que se establecen en virtud de las actividades asociadas al rastrojo, se plantea una organización en turnos según la cual los diversos miembros de la comunidad permanecen aproximadamente una semana cuidando los animales de diversas familias, que son mantenidos juntos en el cerro. Durante ese período, los otros miembros de la comunidad cubren las tareas agrícolas que el encargado de los animales no puede cumplir mientras se encuentra en el puesto de altura.

Vale aclarar que sólo las actividades de pastoreo con cabras y ovejas responden a esta dinámica, en tanto las vacas son llevadas al cerro para pastar libres durante el verano, mientras permanecen en los campos de alfalfa durante el invierno. A diferencia del llamado ganado menor, las vacas no requieren cuidados y vigilancia constante, disminuyendo los requerimientos de tiempo que plantea su manejo. De esta manera, pasan casi todo el año en el cerro sin supervisión, y sólo son bajadas una vez al año o en casos puntuales, dos.

 

Sector Centro-este: paraje de Piul y área pedemontana oriental

 

Este sector posee también fuertes particularidades con respecto a los otros dos escenarios planteados. En primer lugar, existe un proceso de abandono de las prácticas de pastoreo en las zonas elevadas, que se encuentran próximas al paraje pedemontano, lo cual acontece en el contexto de varios cambios socio-económicos en la zona.  Existe una tendencia a nivel regional hacia el abandono por parte de los jóvenes de las tareas vinculadas al cuidado de animales y el rastrojo, lo cual se acentúa en Piul debido a que existe una distancia significativa hasta el centro administrativo más próximo. El pueblo de Payogasta, cabecera del municipio homónimo, se encuentra a unos 10 km, allí se encuentra el colegio secundario más cercano y diversas fuentes de trabajo formal. En términos de tiempo real se hace imposible cumplir con las tareas que plantean los animales y los cultivos como prácticas para consumo familiar, con los compromisos que involucra la actividad en el pueblo.

En segundo lugar, existen restricciones físicas cada vez mayores para el acceso a los cerros, dado el avance de la privatización y alambrado de la zona, con la consecuente prohibición de atravesar el territorio y debiendo efectuar grandes desvíos de muchos kilómetros. Otro factor de relevancia es el incremento de la población de pumas, asociado a las tareas de conservación impulsadas desde el Parque Nacional Los Cardones, que se encuentra muy cerca de este sector, aumentando el riesgo de predación y pérdida de animales en los puestos de altura.

Como consecuencia de estos factores, sumados al proceso de aridificación generalizado de la zona[36], los puestos emplazados a mayor altura se encuentran, casi en su totalidad, abandonados. Estos lugares, muy presentes en los testimonios de los adultos mayores de la comunidad de Piul, hasta hace unos 20 a 50 años se utilizaban aún como puntos clave para la actividad pastoril durante la temporada húmeda.     

Sólo los corrales de las vacas, donde se las marca o se las separa para diferentes destinos (venta, consumo, o intercambio), se encuentran en zonas más elevadas y alejadas de los rastrojos, de forma de quedar aledañas a las zonas altas donde, pastan libres todo el año. Como consecuencia de esta dinámica, el ganado vacuno queda expuesto a los ataques de predadores,  y demás riesgos. Además, dado que el acceso a estos lugares se ha visto limitado desde las últimas décadas, la actividad de cría vacuna ha disminuido drásticamente en este sector. Muchos pobladores han optado por abandonar sus animales en el cerro en virtud de las dificultades que implica bajarlas una vez al año. Los que aún tienen, siguen yendo para la “bajada”, encontrándose un escenario de viejos puestos de pastoreo abandonados en un entorno verde hoy desaprovechado. 

Lo más común en esta zona son las haciendas conformadas por pequeños rumiantes, es decir, ovejas y cabras, con predominio de estas últimas. Actualmente se las mantiene durante todo el año asociadas al rastrojo, o alimentándolas con fardos en el confinamiento de los corrales; también es común el pastaje libre, con encierro durante la noche. En este último caso los animales describen circuitos con un radio de unos 6 km como desplazamiento máximo diario, regresando por la tarde, tal como se mencionó para Las Pailas. Se suele dedicar gran atención al retorno de los animales, y si se logra identificar que alguno no ha regresado, se debe ir a buscarlo para traerlo de regreso. Según los entrevistados, “los abuelos” tenían sus puestos arriba en los cerros. Allí, los corrales estaban hechos con muros simples de pirca y forma circular aprovechando la disponibilidad de rocas, a diferencia del piedemonte actual, donde se suelen realizar con ramas y trozos de madera formando sencillas empalizadas, de poca durabilidad, pero de fácil construcción y mantenimiento. 

 

Regularidades encontradas en los tres escenarios de observación

 

Sobre la base de los resultados expuestos y lo obtenido hasta el momento, se pueden plantear una serie de aspectos que pudieron observarse a partir del trabajo etnográfico. En primer lugar, el hecho de que existe complementariedad entre cultivos y cuidado de los animales, teniendo como prioridad aprovechar los recursos naturales en un contexto de equilibrio ambiental y respeto por el entorno. La organización productiva está orientada, principalmente, al autoconsumo y sostenida por los lazos de parentesco o comunitarios, con una percepción del entorno que, como será descripto en las próximas líneas, difiere de que aquella del fondo de valle y que puede ser entendida en los términos de las nociones locales de campo y cerro[37]. 

Es común que entre vecinos se realicen intercambios tanto de productos animales como agrícolas, por ejemplo, guano como abono por porotos, o fardos de alfalfa para alimentar a los animales en momentos de escasez a cambio de queso, carne o lana, etc. Los intercambios pueden realizarse de acuerdo con un patrón de cambio convencional, generalmente la equivalencia es de uno a uno (por ejemplo, un fardo de alfalfa por una carretilla de poroto pallar), o bien mediado por un valor monetario o precio de mercado, como ocurre en otros sectores del valle[38]. Esta transacción suele implicar relaciones de confianza o cercanía entre las personas que lo practican.

Otro de los aspectos a destacar es la estacionalidad en las actividades, que se integran en el ciclo anual, sin que esto implique necesariamente un cambio en el uso del espacio o las estrategias de movilidad, dependiendo de un gran número de variables socio-ambientales que varían de un sector a otro. Las dinámicas y estrategias que se ponen en práctica resultan extremadamente variables, e incluso pueden modificarse de un año a otro, dependiendo de las condiciones que se presentan, la evaluación de las mismas y los diversos criterios que intervienen en la toma de decisiones. 

Si bien esta variabilidad y la dinámica de las actividades impiden que pueda efectuarse un modelo general para la región, el factor estacional es importante en la organización de las tareas, condicionadas sobre todo por el régimen de lluvias y la disponibilidad de pastos. No obstante, frente a esta situación, las estrategias asumidas en los diferentes escenarios pueden variar. Por ejemplo, mientras en las zonas altas de acceso al Nevado de Cachi, los pastos de altura se encuentran muy próximos a la chacra, con lo cual no existe necesidad de mover los animales en verano a puestos de altura (Las Pailas, Las Trancas, Las Arcas y El Algarrobal), en Palermo sí ocurre esto, mediando una organización comunitaria para responder a los compromisos planteados por las actividades agrícolas. De acuerdo con lo descripto en las entrevistas, las dinámicas observadas también parecen haber ocurrido en Piul en el pasado reciente, pudiendo proyectarse a un intervalo más remoto al que refiere la memoria local. Sin embargo, según los testimonios, se fue abandonando ante las dificultades de articular estas tareas con los requerimientos del trabajo formal y la escolaridad, teniendo en cuenta las distancias geográficas al pueblo de Payogasta.

También resulta importante mencionar que existe un vínculo afectivo con los animales, ellos son parte de la vida cotidiana, e intervienen en todas las dinámicas al punto que son miembros (no humanos) de la familia. Algunos animales tienen su nombre y se los reconoce e individualiza con mucha facilidad. Un buen ejemplo de esto es el hecho de que, en algunos casos, si se produce un lazo especialmente fuerte, ya no se lo carnea. Los animales se encuentran a tal punto involucrados en el modo de vida local, que la pregunta acerca del por qué tener animales en muchos casos carece de sentido. Más bien cabría preguntar por qué alguien no habría de tenerlos, y de hecho es muy raro en estos sectores encontrar a alguien que no tenga, al menos, unas pocas cabras u ovejas. Las tareas de pastoreo implican un gran goce, acompañar a los animales suele ser un momento de reflexión y conexión con el entorno, en esas tareas “los animales son compañeros”. Estas lógicas de afectividad, que suelen replicarse también con relación a la chacra, tal como describen otros autores para el área[39], representan una diferencia importante con las concepciones de los animales y los cultivos inducidas por el mercado, situación que se reproduce en otras regiones de los Andes[40]. 

 

Acerca del pasado

 

Atentos a observar estos paisajes desde una noción de tiempo largo, uno de los aspectos a considerar es la manera en que estas formas de organización que definen el ámbito pedemontano del valle se relacionan o no, con aquellas que ocurrieron en tiempos pasados. Al respecto, para el Valle de Ambato, entre el siglo VI y XI d.C., los arqueólogos Laguens, Dantas y Figueroa, ponen el acento en la importancia de analizar arqueológicamente el vínculo entre la agricultura y el pastoreo, más allá de la concepción que alude a la complementariedad entre dos estrategias diferentes y delimitadas.[41]. Resulta sugerente, de acuerdo con algunos indicios que serán descriptos a continuación, pensar en la posibilidad de una intersección entre las tareas que involucran la chacra y los animales también en el pasado arqueológico local, al punto de poder pensar en un paisaje construido a partir de la relación entre ambos desde momentos prehispánicos.

De acuerdo con esta perspectiva, algunas materialidades, muy significativas en cuanto al alcance de la agricultura prehispánica en el sector norte del Valle Calchaquí[42], podrían ser repensadas a la luz de nuevas evidencias sobre el manejo de camélidos (para referencia de los lugares ver Figura 2). Tal es el caso de sitios como Las Pailas, que destacan en el paisaje por su gran extensión de campos de cultivo y obras de irrigación[43], entendiendo a la agricultura como la principal estrategia productiva para el período de tiempo que cubre el último milenio de ocupación humana en la región. El sitio se divide en dos sectores, el primero de ellos contempla unas 200 ha de campos cultivados e irrigados, en tanto el sector 2 tiene una extensión similar, unidos ambos por un camino[44].

 En los últimos años, no obstante, también se registraron evidencias de pastoreo dentro de los límites del perímetro del primero de los sectores, a partir del análisis de restos arqueofaunísticos, particularmente de camélidos[45]. Tales estudios, basados mayormente en los perfiles etarios y anatómicos, así como la composición específica de distintas muestras arqueofaunísticas del sitio, revelaron la existencia de múltiples usos y actividades entre las cuales se destaca el pastoreo de camélidos domésticos. Esto se complementa asimismo con la presencia de estructuras arquitectónicas de pirca circulares vinculadas a los cuadros de cultivo, que, dadas sus propiedades morfométricas, podrían remitir a corrales cuyo patrón espacial se asemeja a lo observado en el presente[46], y a la arquitectura referida para el área de Ambato[47].

Esto también permitiría explicar algunos hallazgos aislados en el sitio, como por ejemplo una falange de camélido en la excavación de un contexto ritual en medio de los cuadros de cultivo[48], en consonancia con el valor sagrado que se les asigna a estos animales al igual que lo que ocurre en otros sitios del Noroeste argentino[49]. Es posible inferir que actividades de esta naturaleza en medio de las parcelas cultivadas puedan relacionarse con la fertilidad y la reproducción, con un impacto tanto en la vida vegetal como animal.

La ubicación de Las Pailas es un condicionante importante para el desarrollo de ambas prácticas. En este sector del piedemonte occidental, es posible aprovechar los ríos que se forman a partir del deshielo del Nevado de Cachi, situación que se torna decisiva al momento de la siembra ya que el agua es un recurso crítico para la región, sobre todo en la temporada seca. Por otro lado, una altitud elevada (alrededor de los 3000 msnm), también representa una ventaja en cuanto al acceso a pastos naturales para la supervivencia de los animales en aquellas estaciones en las que no es posible el cultivo, dado que estas pasturas brotan en las laderas de los cerros. Evidencias de pastoreo también se han identificado un poco más al sur, en el sitio Molinos I[50], en un área que también presenta agricultura[51]. De igual modo, su ubicación en un área pedemontana, a 2020 msnm y en la confluencia de dos ríos, respalda la idea de que este tipo de geografías tuvieron mucho que ver en el desarrollo simultáneo de ambas actividades.

Por su parte, la propuesta del uso de productos cultivados para la alimentación de las llamas y de que estas habitaron, aunque sea parcialmente, en corrales es algo que también se desprende del análisis del arte rupestre local. A 1 km de Las Pailas se encuentra otro sitio, La Herradura, con 4 plataformas con grabados, que también se extienden por el camino que conecta un sitio con otro. En una de las rocas presentes en el trayecto se puede observar la figura de un camélido comiendo de una gran parva de forraje, cuya altura casi iguala a la del animal, lo que hace suponer que este amontonamiento no sería producto de factores naturales[52].

 

Figura 6. Ubicación y diseño rupestre de camélido comiendo de una parva

 

 

Fuente: adaptado de Jakel et al. (2022), fig. 9b.

 

 

Hacia el norte de estos sitios, aproximadamente 12-15 km, se ubica otro, también con evidencias rupestres afines denominado Los Cerrillos, donde se observa una importante cantidad de figuras de camélidos (Acuto et al. 2011 Ob. Cit., p. 23, fig. 5). Las escenas representadas incluyen llamas preñadas y llamas con su cría, en clara alusión a circunstancias de reproducción animal. Uno de los aspectos más llamativos de este sitio es que estos grabados están rodeados por una línea que recrea la representación de un corral (Ob. Cit.). Basados en referencias etnográficas que hay para el área andina central, sería posible que esta gráfica se corresponda a ahijaderos. Tales estructuras funcionarían como reservas estratégicas de forraje para ser utilizadas en momentos críticos o durante el período de destete de las crías. Esta etapa coincide con la estación seca, cuando la disponibilidad y calidad de los pastos es menor, y las necesidades de los animales jóvenes en crecimiento, mayores. Así, para evitar que el ganado se disperse, se delimita los perímetros con muros de piedra y se mantiene a los camélidos en su interior[53]. Las similitudes de esta práctica actual con el registro rupestre de Los Cerrillos son claras, no sólo en lo que respecta al uso de los corrales para mantener el grupo, sino también a la asociación con las etapas reproductivas de los animales, que es cuando tienen más necesidades nutricionales.

 

 

 

 

 

Figura 7. Ubicación y diseño rupestre de camélidos en un corral

 

Fuente: tomado de Acuto et al. 2011, p. 23, fig. 5.

 

 

Cabe destacar que, al igual que en Las Pailas, el arte rupestre de Los Cerrillos está próximo a un conjunto de campos y canales de riego, conocido como Río Blanco, en proximidades del paraje de Piul[54]. Así como Las Pailas y La Herradura se ubican dentro de lo que fue descripto etnográficamente como parte del Sudoeste, el caso de Los Cerrillos y Río Blanco se localizan dentro del escenario que corresponden al Centro-este (Figura 2). Si bien se trata de distintos sectores del valle, el denominador común son las altitudes promedio, que ubican toda la región en el sector de piedemonte, aprovechado para las actividades agrícolas y propicio para el desarrollo del ganado. Otras referencias de grabados afines se han registrado en cercanías, tanto en lo que respecta a la entrada al valle por el este[55] como en su continuidad hacia el sur[56], y en algunos de ellos, replicando el vínculo con los cultivos.

Partiendo de esta evidencia, analizada en los términos de líneas complementarias de abordaje del registro material -incluyendo arqueofauna, arte rupestre, arquitectura y patrones espaciales-, ambas actividades (agricultura y pastoreo), no sólo habrían sido contemporáneas, sino que podría proponerse además que habrían mantenido una dependencia mutua en la región. De esta forma, para el mantenimiento de los animales se podría haber utilizado el barbecho, en tanto para el transporte de la copiosa producción de cultivos a diferentes puntos del valle se apelaba a la capacidad de carga de las llamas. Si bien aún resta mucha evidencia para analizar en la amplia extensión del valle, son sugerentes los puntos de anclaje entre este registro material y las observaciones etnográficas actuales, al punto de que una puede auxiliar a la otra sin riesgo de caer en analogías que resulten poco pertinentes.

 

Discusión y conclusiones

 

El análisis simultáneo de las estrategias agrícolas y pastoriles contemporáneas y pretéritas en esta región nos ha permitido pensar el paisaje del valle a través del tiempo. La intención de poner el acento, sobre todo, en las últimas, se relaciona con la idea instalada de que, en estas geografías, la agricultura es la actividad principal en la vida productiva de sus habitantes, importancia que no parece necesitar demostración. Sin embargo, también se ha podido observar que el desarrollo de la práctica pastoril aporta una mayor complejidad al escenario productivo local y su problematización es indispensable como punto de partida para pensar en los vínculos entre ambos.

En relación con ello, en el estudio de la configuración contemporánea, se destaca la coexistencia de ambas actividades productivas y su mutua afectación en términos las dinámicas espacio-temporales, de forma transversal a las particularidades de cada uno de los escenarios descriptos. Esto conduce a pensar en la existencia de un vínculo estrecho entre las diversas prácticas cuya relación podría ser analizada en términos de sinergia (sensu Figueroa y colaboradores)[57], donde los tiempos y compromisos se encuentran entrelazados y se manifiestan espacialmente sobre la base de una movilidad estacional de alcance micro-regional. La movilidad en el manejo del ganado suele estar condicionada por los tiempos que impone la chacra, que también provee de alimento a los animales cuando no hay pastos naturales o son insuficientes. Por su parte, actualmente el transporte de los productos cultivados se realiza en camionetas o camiones, pero durante el siglo XIX y parte del siglo pasado, esta tarea sólo era posible con la ayuda de los animales de carga. Los registros censales disponibles para estos momentos dan cuenta de que la producción del valle tenía como destinos comerciales no sólo provincias vecinas, sino también países limítrofes y que el transporte era a través de mulas[58]. Es decir, los vertiginosos y constantes cambios que promueve la modernidad hacen que estas circunstancias se hayan ido modificando, disminuyendo la dependencia entre ambas actividades, lo que es más notorio en aquellos contextos más subordinados a las lógicas del mercado. En cambio, los escenarios que nosotros describimos parecen ajustarse menos a una lógica dicotómica, lo que tal vez tenga que ver con que estos paisajes productivos tienen como principales destinatarios, los propios núcleos familiares, que producen y consumen lo que la tierra les provee y les deja criar. Esto acontece, no de acuerdo con estrategias lineales o técnicas estandarizadas, sino con una gran soltura para desenvolverse en escenarios complejos y variables.    

Así, para pensar estos paisajes es fundamental considerar el conjunto de factores de orden histórico que fueron haciendo posible los ordenamientos que actualmente vemos. El análisis del registro arqueológico ha mostrado algunos elementos de continuidad, tanto en lo que respecta a la cercanía entre espacios agrícolas y pastoriles, como a la dependencia entre ambas actividades. Hay otros que fueron cambiando como parte del proceso histórico, y un sinnúmero que resta investigar. No obstante, no se puede desatender el significado de aquellos que prevalecen en configuraciones temporalmente disímiles y que nos permiten hablar, tanto hoy como en el pasado, de una conformación agropastoril.

Por otra parte, los resultados descriptos dejan ver marcadas diferencias con las estrategias planteadas por diversos autores para la Puna, en particular en lo que respecta al encierro de los animales en corrales y la alimentación con productos agrícolas. De esta manera, encontrándonos ante un trabajo exploratorio, resulta importante repensar la validez de los modelos dicotómicos cuando está demostrado el protagonismo que tuvo la actividad agrícola desde tiempos prehispánicos, a la par de las evidencias que sugieren que la cría y el pastoreo de los animales constituyó una parte sustancial en las relaciones, no sólo del presente sino también del pasado.

Para finalizar, desde un punto de vista analítico, se podría esperar que el presente incluya, en sus sentidos y dimensiones experienciales, aquellos paisajes del pasado, ya sea confrontados, sostenidos o bien resignificados, y esto ocurre debido a su capacidad de memoria En esto radica la importancia de vincular el presente con el pasado, más allá de los eventos históricos y las particularidades culturales[59].

 

Agradecimientos: A la Universidad Nacional de La Plata (PPID N037) y al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (PIP 11220150100783) por el financiamiento necesario para realizar este trabajo, a Gimena Marinangeli y Jorge Cabral por el aporte de valiosos datos y sugerencias que han enriquecido este trabajo. A los pobladores de Cachi que nos abrieron las puertas de su cotidianeidad y a las autoridades del Museo de Antropología de Salta y Museo Pío Pablo Díaz de Cachi, por facilitar las investigaciones. Finalmente, a los evaluadores anónimos que permitieron mejorar sustancialmente la versión original del manuscrito y a los editores y demás miembros de la revista Andes, por posibilitar la difusión de nuestras investigaciones.

 

 



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[22] Marinangeli, Gimena y Páez, María Cecilia, 2019, Ob. Cit., pp. 101-113.

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[28] Bernard, 2017, Ob. Cit.

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[35] Pais, Alfredo, 2011, Ob. Cit.

[36] Zelarayán, Ana y Fernández, Daniel, 2015, Ob. Cit., pp. 2-148

 [37] Tomasi, Jorge (2013), “Espacialidades pastoriles en las tierras altoandinas. Asentamientos y movilidades en Susques, Puna de Atacama (Jujuy, Argentina)”, Revista de Geografía Norte Grande,  n° 55, pp. 67-87.

[38] Marinangeli, Gimena, et al. 2022, Ob. Cit., pp. 73-97.

[39] Marinangeli, Gimena, et al. 2022, Ob. Cit., pp. 73-97.

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[41]Laguens, Andres, Figueroa, German y Dantas, Mariana (2013), “Tramas y prácticas agro-pastoriles en el Valle de Ambato, Catamarca (siglos VI y XI dC)”, Arqueología, vol. 19, n° 1, pp.  131-152. Dantas, Mariana, Figueroa, German y Laguens, Andrés (2014), “Llamas in the cornfield: Prehispanic agropastoral system in the Southern Andes”. International Journal of Osteoarchaeology, vol. 24, n° 2, pp. 149-165.

[42] Páez, María Cecilia et al. 2012, Ob. Cit., pp. 339-357.

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[44] Páez, María Cecilia, et al. (2012) Ob. Cit., pp. 339-357.

[45] Belotti, Carlos, 2015, Ob. Cit., pp. 461-476.

[46] Jakel, Andrés et al., 2022, Ob. Cit., pp. 00-00.

[47] Laguens, Andrés et al., 2013, Ob. Cit., pp. 131-152.

[48] Páez, María Cecilia, et al. (2014) Ob. Cit., pp. 275-284.

[49] Valderrama, Mariana y Giovannetti, Marco (2019), “Animales y ritualidad en el mundo Inka. Un caso de estudio en el sitio arqueológico El Shincal de Quimivil (Londres, Catamarca)”, Comechingonia, vol. 23, n° 2, pp. 11-35.

[50] Izeta, Andrés, Urquiza, Silvana, Baldini, Lidia (2009), “La arqueofauna del Período Tardío en el NOA: una aproximación desde los conjuntos del sitio Molinos I (provincia de Salta, Argentina)”, Arqueología,  n° 15, pp. 63-84.

[51] Baldini, Lidia y Villamayor, Virginia (2007), “Espacios productivos en la cuenca del Río Molinos (Valle Calchaquí, Salta)”, Cuadernos de la UNJu, n° 32, pp. 35-51.

[52] Páez, María Cecilia, et al. (2016a) Ob. Cit., pp. 137-156. Páez, María Cecilia, et al. 2017, Ob. Cit., pp. 149-170. Páez, María Cecilia, et al. 2019 Ob. Cit., pp. 1226-1237.

[53] Raggi, Luis (1989). Fisiología digestiva y aspectos nutricionales en camélidos domésticos. Tópicos sobre Biología y manejo de camélidos sudamericanos. Santiago de Chile, Universidad Nacional de Chile. 

[54] Páez, María Cecilia, et. al. 2021, Ob. Cit., pp. 71-80.

[55] Martel, Álvaro (2011). “El espacio ritual pastoril y caravanero. Una aproximación desde el arte rupestre de Valle Encantado (Salta, Argentina)”. En Nuñez A., L. y Nielsen, A., Arqueología, historia y etnografía del tráfico sur Andino, Córdoba, Encuentro Grupo Editor, pp. 111-149.

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[57] Figueroa, German et al. 2010, Ob. Cit., pp. 6-13.

[58] Pifano, Pablo, Ermili, Lucio y Páez, María Cecilia (2021), “La producción harinera en el norte del Valle Calchaquí durante los siglos XIX y XX (provincia de Salta, Argentina). Análisis del contexto de funcionamiento del molino harinero de Payogasta”, Diálogo Andino, vol. 69, pp. 143-154.

[59] Halbwachs, Maurice (2006), A Memória Coletiva, São Paulo, Centauro. Pollak, Michael (2006), Memoria, Olvido, Silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite, La Plata, Ediciones Al Margen.