Artículos
PRODUCTORES
CARBONEROS EN LA ZONA DE SAN JOSÉ DEL BOQUERÓN (SANTIAGO DEL ESTERO,
ARGENTINA). UN ESTUDIO EXPLORATORIO DE SUS ESTRATEGIAS DE VIDA Y REPRODUCCIÓN
CHARCOAL
PRODUCERS IN THE AREA OF SAN JOSÉ DEL BOQUERÓN (SANTIAGO DEL ESTERO,
ARGENTINA). EXPLORATORY STUDY OF THEIR LIFE AND REPRODUCTION STRATEGIES
Lorenzo Langbehn lorenzolan@hotmail.com
Universidad
Nacional de Santiago del Estero, Argentina
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
PRODUCTORES CARBONEROS EN LA
ZONA DE SAN JOSÉ DEL BOQUERÓN (SANTIAGO DEL ESTERO, ARGENTINA). UN ESTUDIO
EXPLORATORIO DE SUS ESTRATEGIAS DE VIDA Y REPRODUCCIÓN
Andes, vol. 33, núm. 1, 2022
Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades
Esta obra está bajo una Licencia Creative
Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
Recepción:
21/12/2020
Aprobación:
13/09/2021
Resumen: En este artículo
caracterizo en términos cualitativos el lugar de la producción de carbón
vegetal en las estrategias de vida y reproducción de los sujetos que se dedican
a ella en la zona de San José del Boquerón, en el norte de Santiago del Estero,
Argentina. El carbón allí es producido siempre en pequeña escala en el marco de
sistemas múltiples, en complementación con otras actividades prediales y
extraprediales; sin embargo, la actividad carbonera no define a un sujeto
económico homogéneo, y su valencia funcional depende del sistema en cuyo
contexto se realiza. El producto se comercializa a través de acopiadores
locales; en este primer eslabonamiento no se advierte una asimetría de poder
que coloque a los productores en una situación de dependencia, sino un mercado
competitivo, aunque al margen de la ley. La sostenibilidad de la economía de
los carboneros depende de los modos en que gestionan los límites de los
sistemas naturales en los que desarrollan su producción, es decir, del manejo
del monte que realizan, que caracterizo aquí de manera preliminar. Un aspecto
crítico de la producción de carbón es su impacto en la salud de los
trabajadores, que ellos mismos reconocen, y por ende en sus trayectorias
laborales; discuto aquí cómo intentan gestionar ese riesgo, principalmente
limitando el trabajo a cierto periodo de la vida. Este artículo, de carácter
exploratorio, se basa en un extenso trabajo de campo realizado en 2019.
Palabras
clave: carbón
vegetal, pequeños productores, pluriactividad.
Abstract: In this paper I give a qualitative account of the place of
charcoal production in the life and reproduction strategies of the subjects who
engage in this trade in the area of San José del Boquerón, in the north of
Santiago del Estero, Argentina. Charcoal there is invariably produced on a
small scale within the framework of multiple systems, in combination with other
on- and off-farm activities. However, charcoal production as such does not
define a homogeneous economic subject, and its functional value depends on the system
within which it is carried out. The product is marketed through local traders;
in this first link of the value chain, we don’t find an asymmetric power
relationship placing the producers in a situation of dependency, but rather a
competitive market, albeit outside the law. The sustainability of the charcoal
burners' economy depends on the ways in which they manage the limits of the
natural systems in which they work, i. e. on the forest management they carry
out, of which I offer a preliminary characterization here. A critical aspect of
charcoal production is its impact on workers' health, which they themselves
recognize, and therefore on their work trajectories; I discuss here how they
try to manage that risk, mainly by limiting work to a certain period of life.
This exploratory work is based on extensive fieldwork carried out in 2019.
Keywords:
charcoal,
small-scale producers, pluriactivity.
Introducción
El carbón vegetal es uno de los principales productos forestales
de Santiago del Estero. En 2016, según las estadísticas oficiales, la
producción de la provincia fue de unas 100 mil toneladas, lo que coloca a
Santiago en segundo lugar después de la vecina provincia del Chaco, que produjo
en ese año 266 mil toneladas; juntas, éstas dos son responsables de más del 90%
del carbón vegetal que se produce en Argentina[1].
Pese a su importancia local, existen pocos estudios publicados sobre la
producción de carbón vegetal en Santiago del Estero y en Argentina en general[2].
El presente trabajo busca contribuir a colmar ese vacío a partir
de un estudio exploratorio realizado en la zona de San José del Boquerón, en el
norte de la provincia, durante el año 2019. El objetivo de este estudio es
caracterizar, en términos cualitativos, el lugar de la producción de carbón
vegetal en las estrategias de vida y reproducción de los sujetos involucrados
en ella. Para ello es necesario atender, por un lado, a una dimensión más
propiamente económica, que se refiere a las maneras en que se organiza la
producción, a los modos en que se combina con otras actividades en el marco de
esquemas de pluriactividad, y a las modalidades de comercialización. Pero, por
otro lado, es necesario atender también a los modos en que se gestionan los
límites de los sistemas naturales de los que depende la producción, es decir,
al manejo del monte que realizan los productores carboneros, que tiene
consecuencias directas para la sostenibilidad de su economía. Interesa explorar
asimismo los modos en que ponen en riesgo o “sacrifican” su salud, con lo que
esto significa para sus trayectorias laborales. Esta complejidad no puede ser
agotada en el marco de un trabajo exploratorio como el que aquí se presenta,
pero éste habilita desde ya algunas conclusiones preliminares que merecen ser
expuestas.
El conocimiento de la producción carbonera de pequeña escala es
relevante desde el punto de vista de las políticas de protección y
aprovechamiento de los bosques nativos. El ordenamiento territorial de bosques
nativos (OTBN) de la provincia de Santiago del Estero (ley 6942, decreto
reglamentario actualizado 3133/15), dictado en conformidad con la ley nacional
26.331 (la llamada “Ley de Bosques”), clasifica más de 6 millones de hectáreas
como bosques de “mediano valor de conservación”, lo que implica que no pueden
ser desmontados y deben ser usados de manera sustentable. Uno de los
principales usos a los que son sometidos actualmente, y que constituye una
importante fuente de ingresos para muchos productores de pequeña escala, es
justamente la extracción de leña y su transformación en carbón vegetal. En
efecto, como han mostrado Rueda y colegas[3], la
producción de carbón vegetal en pequeña escala es actualmente la única
actividad económica que implica una apropiación significativa de biomasa en los
bosques del chaco seco; en un contexto marcado por el avance de la
deforestación, señalan las autoras, esta actividad es una de las pocas que
“otorgan un incentivo de mercado” para la preservación de estos bosques. En
este sentido, un mejor conocimiento de los modos en que se realiza la
producción de carbón y de lo que ella implica para las economías de los hogares
rurales puede aportar a la construcción de políticas más adecuadas y eficaces,
apropiadas al contexto en el que se elabora este producto en la región
chaqueña.
El trabajo se estructura del siguiente modo: en primer lugar,
después de esta introducción, expongo los principales antecedentes en los que
me apoyo para organizar el análisis; en segundo lugar, explico la metodología
empleada e indico el área de estudio; en tercer lugar, desarrollo los
resultados, que conforman el cuerpo principal del trabajo; en una última
sección recapitulo las principales conclusiones e indico algunas líneas de
indagación futura.
Antecedentes
Los modos en que se organiza la pluriactividad en los hogares
rurales de Santiago del Estero y las estrategias mediante las cuales éstos
aseguran su reproducción social han sido objeto de diversos estudios desde los
años 1970. Centrados, de una parte, sobre la sociología del trabajo y las
migraciones laborales[4] y, de otra parte, sobre
la economía de las actividades agropecuarias de los pequeños productores y
especialmente sobre la ganadería caprina[5],
estos trabajos hacen poca o nula referencia a las actividades forestales y en
particular a la producción de carbón. Por otro lado, hay un creciente número de
investigaciones sobre la producción de carbón vegetal a pequeña escala y sus
implicaciones económicas, sociales y ambientales, provenientes principalmente
de África subsahariana y de Brasil, o referidas a esas zonas. Si bien sus
resultados no pueden extrapolarse sin más a la región chaqueña argentina, esa
literatura internacional nos proporciona alguna guía con respecto a los
elementos concretos de la actividad carbonera, y en muchos aspectos las
similitudes y los contrastes entre lo allí reportado y el caso que presento
aquí pueden resultar instructivos.
Con respecto a las estrategias de vida y reproducción de los
hogares rurales en Santiago del Estero, se ha destacado tempranamente la
importancia de las migraciones temporarias o incluso definitivas de miembros
que, sin embargo, permanecen vinculados económicamente a los hogares; la
división familiar de las tareas productivas y reproductivas abarca así a
miembros tanto presentes como ausentes[6]. Vale
mencionar que la relación entre trabajo migrante e ingresos familiares no es
unívoca, sino que lo decisivo es la combinación de esa fuente de ingresos con
otras actividades: se ha mostrado que las migraciones estacionales, si bien
están asociadas a las condiciones estructurales de pobreza propias de la
provincia y sus zonas rurales, no involucran únicamente a miembros de los
hogares más pobres, y por el contrario entre los hogares rurales tienden a
tener mayores ingresos aquellos que combinan trabajo asalariado migrante y
producción agropecuaria para la venta y el autoconsumo, seguidos por aquellos
que se concentran en la producción para la venta y el autoconsumo, y en tercer
lugar por los hogares donde se combina el ingreso por trabajo asalariado
migrante con la producción para el autoconsumo[7].
El lugar de las actividades forestales en este tipo de combinación no parece
haber sido analizado; no obstante, según diré, puede construirse un argumento
análogo con respecto a la actividad carbonera: su valencia económica para los
hogares depende de las combinaciones en las que interviene, más que de esa
actividad considerada en forma aislada.
Por su parte, los estudios que ponen el foco sobre la
organización productiva de las explotaciones campesinas en Santiago del Estero
han señalado una serie de estrategias que les permiten asegurar su reproducción
en condiciones económicas adversas. Entre éstas se mencionan “estrategias de
no-mercantilización”, que buscan contener los costos monetarios mediante la
producción para el autoconsumo, la autoproducción de insumos y el intercambio
en especies. A su vez, la integración flexible de actividades prediales y
extraprediales en un esquema multifuncional ofrecería un reaseguro frente a
fluctuaciones de los mercados y los riesgos productivos. Por su parte, la
preferencia por circuitos cortos de comercialización permitiría reducir la
dependencia de intermediarios y de mercados poco transparentes[8].
Se trataría entonces de estrategias que privilegian la resistencia y
resiliencia de la explotación y con ella la reproducción del grupo familiar,
más que la maximización del ingreso. La contribución de la actividad carbonera
a este tipo de estrategias puede resultar relevante.
En efecto, estudios realizados en países de África con respecto
al lugar de la producción de carbón vegetal en sistemas multifuncionales de
pequeña escala han mostrado que suele representar un reaseguro frente a la
inestabilidad de los rendimientos productivos de otras componentes de estos
sistemas y a las oscilaciones de sus precios[9].
Por ello, la literatura sobre la relación entre producción de carbón y pobreza
ha pasado de una perspectiva muy desfavorable, en la que el carbón era visto
como una “trampa” en la que los productores, generalmente pobres, socavaban la
base de su propia economía mediante una explotación no sustentable de sus
bosques, a perspectivas más matizadas, que distinguen escenarios favorables, en
los que la producción de carbón puede contribuir a aliviar la pobreza e incluso
a generar acumulación en hogares rurales pobres, y escenarios en los que ocurre
lo contrario[10]. También en Brasil trabajos
centrados en los estados más australes, donde las características de producción
y consumo se asemejan a las de Argentina, encuentran un impacto económico
favorable de esta producción, realizada mayormente en forma artesanal por
pequeños productores[11]. No obstante, en ambos
continentes el juicio es en definitiva bastante matizado y depende de las
características de cada zona y de cada explotación. Argumentaré que tampoco en
mi zona de estudio es posible subsumir a todos los productores de carbón en una
evaluación única o establecer una relación unívoca entre producción de carbón y
pobreza, y que en muchos casos esa producción cumple una función de reaseguro o
amortiguación como la descrita en la literatura internacional.
Un aspecto que se ha tematizado de manera recurrente, en
vinculación con el lugar de la actividad carbonera en las economías de los
hogares rurales, es la participación de los productores primarios en los
ingresos totales generados por la cadena de valor del carbón, participación que
muchas veces resulta en ingresos insuficientes para ellos, merced a relaciones
de poder asimétricas que permiten a intermediarios y/o a agentes estatales que
controlan el flujo del producto a través de “impuestos privados” (sobornos,
extorsión) capturar la mayor parte de los beneficios[12].
Por esta razón, la literatura subraya la importancia de dispositivos que
favorezcan la gobernanza de la cadena de valor[13],
y señalan como aspecto crítico en este sentido el acceso a la legalidad por
parte de los productores[14]. Para Santiago del
Estero, un estudio de reciente publicación registra que la participación
porcentual de los productores primarios en el precio de venta final es de un
20% aproximadamente, para el caso de que el carbón sea comercializado en Buenos
Aires[15]; pese a su título, sin embargo, ese
trabajo no indaga en los restantes eslabones de la cadena (acopio,
concentración, distribución, venta al público); en otro trabajo reciente se
describe someramente esa cadena y se estima su importancia económica a escala
nacional, pero no parecen existir estudios de mayor detalle.[16]
Aquí únicamente podré aportar una descripción del eslabonamiento inicial entre
productores y acopiadores locales, aunque un estudio completo de la cadena
sería de gran interés para entender la economía del carbón vegetal. Sin
embargo, quedará claro que en la zona de estudio los productores no están
sujetos al poder extorsivo de un comprador único ni de funcionarios capaces de
controlar el flujo del producto.
Un aspecto poco estudiado, pero que resulta clave para entender
las estrategias de los productores carboneros (como de otros productores que
realizan actividades forestales), se refiere a los modos en que gestionan los
límites de la capacidad de provisión de los ecosistemas en los que desenvuelven
su producción. Este problema ha sido abordado en la literatura internacional en
términos de la existencia (o no) de tradeoffs entre
la producción carbonera y la oferta de otros servicios ecosistémicos de
importancia local, sean de provisión (madera, pasto, frutos, etc.), de
regulación (prevención de la erosión, regulación hídrica, y otros) o culturales
(esparcimiento, culto)[17]. Bajo otra
perspectiva, se analiza lo sostenible que resulta la producción a lo largo del
tiempo, es decir, si hay un proceso de deforestación o de degradación
progresiva del monte que restringe la producción futura, ya sea a escala de un
productor individual o a escala zonal o regional[18].
Para Santiago del Estero, diversas autoras, provenientes de la biología y las
ciencias forestales, han establecido una vinculación entre las estrategias de
uso múltiple típicas de la población campesina y la heterogeneidad del paisaje,
que permite la provisión sostenida de diversos servicios ecosistémicos de los
que depende la continuidad de los sistemas productivos estudiados[19]. Sin embargo, queda por trazar la conexión entre
estos análisis y aquellos que estudian las estrategias de reproducción
económica y social de los hogares. En otros términos, se trataría de entender
cómo las modalidades de uso y gestión de los sistemas naturales forman parte de
las estrategias de reproducción económica y social de los hogares. Cuando esta
última depende en una medida significativa de actividades forestales, ese
vínculo resulta esencial, ya que la disponibilidad futura de materia prima, y
con ello la continuidad de la actividad y de la economía basada en ella, depende
directamente de los modos de aprovechamiento que se realizan en el presente. Un
análisis preciso de estas relaciones requeriría un abordaje interdisciplinario
y excede los límites de este estudio, pero señalaré que muchos de los
productores con los que he dialogado despliegan estrategias deliberadas de
largo plazo para manejar el monte del que depende su actividad, en las que
combinan consideraciones de tipo económico, ecológico, y referidas al ciclo de
vida del propio productor y su familia.
Un punto sobre el que hay pocas dudas es el impacto negativo de
elaboración de carbón vegetal en la salud de los productores, al punto que
Villazón-Montalván et al., en su estudio de impacto
ambiental global de la producción de carbón por pequeños productores del sur de
Brasil, consideran éste como el impacto más claramente negativo[20].
Numerosos trabajos documentan las enfermedades respiratorias de trabajadores
carboneros[21], registran la presencia de
compuestos mutagénicos en su orina[22] y señalan
riesgos de accidentes laborales[23], entre otras
complicaciones referidas a la salud laboral. Como veremos, los productores carboneros
en nuestra zona de estudio son conscientes de lo insalubre de su actividad y
reflexionan sobre lo que ello implica para su trayectoria vital. Quizá una de
las manifestaciones más palpables de la condición de pobreza estructural de la
zona reside en el hecho de que sus habitantes incluyen a sabiendas este y otros
trabajos insalubres como parte de sus estrategias de vida y reproducción. Si
bien existen tecnologías que permiten reducir en considerable medida los
impactos negativos de la actividad carbonera en la salud, resultan
económicamente inviables para los productores, como también señalaré.
En resumen, la literatura nos proporciona un conjunto de
herramientas conceptuales y análisis empíricos que nos permiten abordar
diversos aspectos del problema, sin que contemos con una teoría que lo articule
en su complejidad. En efecto, para entender el lugar de la actividad carbonera
dentro de las economías pluriactivas en cuyo marco se la realiza es necesario
dar cuenta de la interdependencia entre las estrategias económicas y las
dinámicas de los sistemas naturales de los que aquella depende y sobre los que
a su vez influye. Aquí bosquejaré una visión panorámica de esta complejidad,
reservando para futuras investigaciones un análisis más estricto que incorpore
también herramientas cuantitativas.
Método y zona de estudio
Para este estudio se ha empleado un método cualitativo, basado
en entrevistas y observación participante. El trabajo de campo se realizó entre
abril y octubre de 2019, durante una estancia prolongada, en el marco de una
investigación que busca caracterizar los diferentes usos del monte en la zona
de estudio. He realizado un centenar de entrevistas en profundidad sobre
diversos temas vinculados al uso del monte, 14 de las cuales se centraron principalmente
en la producción de carbón, por involucrar a productores que se especializan en
esta actividad; también en muchas de las restantes entrevistas hay referencias
más o menos extensas a la actividad carbonera, que he utilizado igualmente para
este trabajo. A esto se añadieron interacciones cotidianas en formatos que
fueron desde mantener una conversación breve a la vera del camino o participar
en eventos sociales, pasando por realizar “caminatas conversadas” por el monte
junto con algunos productores, hasta participar con ellos en tareas del ciclo
de producción del carbón (rodear la leña, cargar el horno, encenderlo,
controlar su combustión, descargarlo). En la fase inicial del trabajo realicé
entrevistas grupales en varios parajes para comunicar a la comunidad el
carácter de mi investigación, recabar información general, hacer croquis de los
territorios y concertar posteriores visitas a sujetos individuales[24]. La selección de los interlocutores
individuales siguió un criterio de oportunidad, en parte retomando contacto con
personas anteriormente conocidas, en parte siguiendo una dinámica de “bola de
nieve”, y en parte por la disposición de los sujetos manifestada en las
mencionadas entrevistas grupales. Seleccioné principalmente interlocutores que
realizaran algún tipo de actividad forestal (carbonera o maderera), aunque
también entrevisté a algunos técnicos, docentes y religiosos; la selección
persiguió un criterio de diversidad, en el sentido de abarcar a productores que
realizaran diferentes producciones forestales y/o las combinaran de diferentes
maneras con otras actividades, en la medida en que las entrevistas con
productores de características similares conducían a una cierta saturación o
redundancia de la información obtenida.
Las entrevistas, como también las observaciones, fueron
registradas mediante notas; solo en algunos casos se realizaron entrevistas
grabadas. A partir estos registros caracterizo en términos cualitativos la
producción de carbón vegetal en la zona, haciendo referencia a los aspectos
mencionados en el apartado precedente. En términos generales, para llegar a un
diálogo fructífero con los productores es necesario “hacerse conocer” en los
parajes y establecer paulatinamente relaciones de confianza. Para ello resultó
clave el hecho de haber trabajado en la zona en 2017 como técnico de algunos
PIC (“Planes Integrales Comunitarios”) en el marco del proyecto Bosques Nativos
y Comunidad, gestionado desde el Ministerio de Ambiente de la Nación. La relación
establecida en ese contexto con la parroquia San José de las Petacas (en
Boquerón) y particularmente con el hno. Rodrigo Castells facilitó la llegada a
algunos interlocutores, aunque posiblemente dificultara la llegada a otros; lo
mismo puede decirse del vínculo con el equipo provincial de Bosques Nativos y
Comunidad, que seguía trabajando en la zona en 2019. También facilitó la
conexión con muchos interlocutores la presencia, en gran parte del trabajo de
campo, de la ecóloga Patricia García, con más trayectoria en la zona, que
realizó paralelamente una investigación sobre el aprovechamiento de las abejas
nativas sin aguijón.
Las entrevistas y observaciones se llevaron a cabo en diversas
comunidades en la zona de San José del Boquerón, en el norte de Santiago del
Estero, a unos 300 km de la capital provincial. El trabajo se concentró
principalmente en Santa Rosa y Piruaj Bajo (dto. Copo) y en Chañar Bajada (dto.
Pellegrini), pero se extendió con diverso grado de asiduidad a una veintena de
parajes en un radio de aproximadamente 40 km desde San José del Boquerón. De
acuerdo al “bosquero” (inspector de bosques) que tiene su oficina en esta
localidad, en su área de incumbencia, que incluye los parajes que he visitado y
otros más distantes, se registran semanalmente unos 12 a 15 (llegando a veces a
20) “equipos”, es decir cargamentos de camión de aproximadamente 25-28
toneladas; esto equivale anualmente a casi 20 mil toneladas de carbón, una
quinta parte de lo que se produce en la provincia.
Resultados
Producción de carbón y
economía familiar
En la zona estudiada no existen grandes productores de carbón,
de acuerdo con la clasificación propuesta por Rueda y colegas[25].
Toda la producción que hemos podido registrar se realiza en hornos que se
encuentran solos (es decir que no hay otro horno en el mismo sitio), aunque
varios de los productores con los que hemos conversado tienen dos o más hornos
en diferentes puntos de su predio (o de varios predios), especialmente los que
usan hornos de pequeñas dimensiones. No hemos visto baterías de tres o más
hornos; el único conjunto de dos hornos que hemos registrado, en El Puesto,
está en desuso; de acuerdo a su dueño, la producción no resultaba viable con
mano de obra asalariada, de manera que la abandonó, ya que se dedica a otras
actividades (comercio minorista).
En coincidencia con lo que afirma ese interlocutor, la
producción es principalmente familiar: en general no se ocupa mano de obra
asalariada, o se la ocupa solo de forma subsidiaria. Casi todos los productores
carboneros entrevistados realizan el grueso de las tareas por sí mismos,
trabajando solos, o de a dos o tres (por ejemplo entre hermanos, o entre padre
e hijos), pero a veces contratan o “mingan”[26]
ayuda para tareas pesadas que deben realizarse en poco tiempo. Entre éstas se
puede destacar la “rodeada” (transporte de la leña hasta el horno),
especialmente cuando se realiza con un vehículo alquilado: en ese caso es
necesario rodear toda la leña en una jornada, y se suele movilizar mano de obra
extrafamiliar. Los que trabajan solos también suelen convocar a uno o dos
ayudantes en el momento de descargar el horno.
La actividad es realizada en su mayor parte por varones, aunque
en algunos casos las mujeres también intervienen; en los casos que he
observado, se trata de familias que no tienen hijos varones en edad laboral
viviendo en el lugar. En contraste con ello, Carla Rueda y colaboradoras han
detectado una importante participación femenina en la actividad en el
departamento Figueroa[27].
Prácticamente todos los productores de carbón realizan esta
actividad en el marco de un sistema múltiple, combinada en diferentes
proporciones y modos con otras actividades económicas, que realizan ya sea en
el mismo predio, en otros lugares cercanos (sin migración estacional,
generalmente actividades no agropecuarias), o en lugares más distantes (con
migración estacional, casi siempre actividades agropecuarias).
Entre las actividades que se realizan en el mismo predio, las de
mayor importancia económica son otras actividades forestales (elaboración de
postes, extracción de rollos) y la actividad ganadera, sea de vacunos o
caprinos. A éstas se añaden, con menor peso económico: la cría de otros animales
como gallinas o cerdos, en la mayor parte de los hogares; la agricultura, menos
frecuente, que se realiza en pequeños cercos de cultivo donde se produce
forraje y alimento humano, mayormente “para el gasto” (es decir, para el
autoconsumo); el meleo o recolección de miel silvestre, destinada en general al
autoconsumo, con venta ocasional de excedentes, y más raramente la apicultura;
la caza, importante fuente de alimento para algunas familias a la vez que
actividad recreativa para muchos varones. Además, varios productores carboneros
ejercen en sus lugares de vivienda oficios como la fabricación de ladrillos, la
carpintería, el trenzado de cuero y otros, con mayor o menor grado de
especialización.
En combinación con estas diversas actividades prediales, muchos
productores de carbón realizan actividades extraprediales en la misma zona,
casi siempre de tipo no agropecuario y en general como cuentapropistas. Entre
éstas he registrado: fletes, albañilería, comercio minorista, instalación y
venta de servicio de internet, empleo público, ayudante de sonidista para
espectáculos y bailes, elaboración y venta de alimentos, y otras.
Por último, una fuente de ingresos importante en la zona son los
trabajos rurales que implican migraciones temporales. Casi siempre se trata del
trabajo asalariado estacional en las cosechas en provincias relativamente
cercanas: de aceitunas en La Rioja y Catamarca, de limones y arándanos en
Tucumán, de cebollas y otras hortalizas en el área de riego del Río Dulce (o
sea, en la misma provincia de Santiago del Estero). En algunos casos los
productores carboneros migran para realizar otro tipo de tareas rurales:
destronque, instalación de alambrados, plantación de caña de azúcar, etc.
En resumen, existe una gran diversidad de actividades, tanto
locales como migratorias, que se combinan con la elaboración de carbón, lo que
implica en cada caso una organización específica del tiempo y de los recursos
disponibles. De hecho, no he encontrado ningún productor que se dedique
únicamente a hacer carbón (AC,[28] uno de mis
entrevistados de San José del Boquerón, declara orgullosamente que se dedica
“solo al carbón”, pero su principal actividad es el acopio y reventa, y solo en
segundo lugar la producción). El método de investigación no me ha permitido
cuantificar la proporción de productores carboneros que realizan trabajo
migrante, pero sí permite afirmar que no son todos, ni la amplia mayoría[29]; en cambio, los productores sin excepción
realizan otros trabajos en sus predios o en la zona.
Entre los productores de carbón entrevistados, algunos derivan
su principal ingreso de esta actividad y muchos otros la realizan como
complemento de otras actividades más importantes para su economía, sean otras
producciones forestales, la ganadería o algún trabajo extrapredial. Esta
composición sin duda no es estática y puede variar de año a año. Por ejemplo,
JG, un joven carbonero de Santa Rosa, suele trabajar como ayudante de campo
para un ingeniero forestal, tarea que le resulta más atractiva y quizá más
lucrativa que la elaboración de carbón; algunos años tuvo mucho trabajo e hizo
de esa actividad su ingreso principal, pero en 2019 sus servicios tuvieron
menor demanda y volvió a intensificar la elaboración de carbón, produciendo
unas 45 a 50 toneladas ese año; a la vez, viene dedicándose en forma creciente
a la instalación de servicio de internet por antena, y ocasionalmente colabora
con su padre en la producción de ladrillos, un trabajo que “le sale igual” que la
producción de carbón, en términos de ingreso por jornada. JR, de Nueva
Esperanza (Copo), es principalmente ganadero y agricultor, pero tiene un horno
grande (de 6 toneladas) en su parcela de monte; según el precio relativo del
carbón y la intensidad de sus restantes ocupaciones, algunos años produce dos
hornadas, otros una, y otros no produce carbón. RC y CS (un matrimonio), de
Chañar Bajada, producen carbón en forma constante de febrero a diciembre, en
dos hornos pequeños; hacen unas 4 toneladas por mes, siempre con leña que
recuperan de tareas de desarbustado en sus potreros cercados; crían vacunos y
cerdos, cultivan melones y sandías para la venta y maíz y zapallo para el
consumo propio, y a fines de julio y comienzos de agosto instalan un puesto de
venta de comida para la fiesta de la Virgen de Huachana, que les reporta un
ingreso considerable. La importancia económica de estas diferentes actividades
varía de acuerdo a la suerte de las cosechas, el estado del ganado y la
afluencia de peregrinos, mientras que el carbón es un ingreso modesto pero
permanente (aunque en 2019 su precio relativo era favorable y su importancia,
por lo tanto, mayor).
La producción de carbón presenta una fluctuación estacional:
crece en otoño-invierno, que es la época de mayor demanda, en la que también
sube el precio[30]. El incremento del volumen
producido se da por la incorporación de muchos productores que hacen carbón
únicamente en esa época, a lo que se suma la intensificación del trabajo en
aquellos que producen todo el año. Además de la variación en la demanda, la
estacionalidad de la producción se relaciona con las dificultades de producir
en verano: los intensos calores, que suelen rondar los 35-40º C durante el día,
reducen la jornada laboral disponible para este trabajo pesado a las primeras
horas de la mañana. Asimismo, como el verano es la estación lluviosa y los
caminos son en su gran mayoría de tierra, muchos parajes se vuelven poco
accesibles para los compradores. A esto se añade que el carbón puede sufrir
daños si queda expuesto a las lluvias, lo que exige cuidados suplementarios.
Todo esto no impide que en verano también se produzca carbón, pero se lo hace
en menor cantidad, y muchos carboneros interrumpen la producción[31].
Otro factor que incide en la organización temporal de la
actividad es la estacionalidad de los restantes trabajos que realiza cada
productor. Esto se refiere tanto los empleos temporarios fuera de la zona como
a las otras producciones que realizan en sus predios. Por ejemplo, como se ha
dicho, un destino importante del trabajo estacional para los habitante de la
zona es actualmente la cosecha de la aceituna, que se realiza entre febrero y
mayo o junio en La Rioja y Catamarca[32]. Al
regreso de ésta, muchos trabajadores se vuelcan a las producciones forestales
que hacen por cuenta propia, entre ellas la de carbón. Por otro lado, en el
caso de productores cuya principal actividad es la ganadería, ésta es la que
pauta los ritmos del año, y el carbón se hace “cuando queda tiempo”, lo que
suele suceder en otoño y a comienzos del invierno, ya que avanzado el invierno
es necesario atender diariamente a los animales para asegurarles la bebida,
entre otras faenas. Un caso aparte lo constituye el ya mencionado productor que
es principalmente acopiador de carbón: en la época invernal ésta última es su
actividad principal, ya que otros producen mucho, mientras que el resto del año
dedica más esfuerzo a la producción propia. En cuanto a las actividades
no-agropecuarias, en muchos casos se realizan cuando hay demanda (como en el
caso de fletes, albañilería, y otras), y entonces la producción de carbón se
adapta a la disponibilidad de tiempo.
Un aspecto que merece ser destacado es la gran flexibilidad que
exhiben los productores carboneros de esta zona en cuanto a los arreglos
mediante los cuales movilizan los factores de producción necesarios. Muchos
productores, quizá la mayoría, aportan todos los factores de la producción:
tienen uno o más hornos, una “zorra” (carro tirado generalmente por un mular),
poseen un monte del que extraen leña, y realizan el trabajo personalmente o con
intervención de la familia. Sin embargo, hay muchas otras combinaciones.
Mencionaré a título ilustrativo los siguientes casos, referidos a productores
concretos que he entrevistado:
· Dos productores carboneros, hermanos entre sí, que extraen
leña de su propio monte pero alquilan el horno de un vecino; trasladan la leña
en un pequeño camión de su propiedad, y pagan a un jornalero que interviene en
todas las tareas del ciclo de producción; además para “rodear” la leña (es
decir, transportarla al horno), suman a dos familiares más (sus sobrinos).
· Una mujer, agente del sistema de salud provincial, que tiene
un horno y una parcela de monte heredados de su padre, y que paga jornales para
hacer producir carbón (“una o dos hornadas por año”).
· Un acopiador y productor de carbón, que trabaja en el campo de
un productor ganadero; ha construido allí su horno y hace carbón con la leña
que resulta de las mejoras que realiza, pactadas con el dueño del campo: abre
picadas, hace desarbustados, siembra pasto; no hay pago en dinero ni en un
sentido ni en otro, el trabajo se intercambia por la leña.
· Cuatro hermanos carboneros que arriendan una parcela de 10 ha,
donde han construido un horno; pagan una suma anual y extraen todo lo que
consideren conveniente; además tienen monte propio y hornos en otro paraje, y
cuentan con una camioneta.
· Un productor que tiene su propio monte y sus hornos, y que
paga solamente por el servicio de rodear la leña, para lo cual contrata a un
vecino que dispone de una zorra y dos mulares, y a uno o dos jornaleros.
Como se puede ver, los arreglos son bastante diversos. En muchos
casos, como ya he señalado, en lugar de intercambiar jornales por dinero se
solicita (se “minga”) trabajo de favor; puede ocurrir, como lo he observado,
que entre las mismas personas algunos trabajos se hagan mediando un pago en
dinero y otros como favor, en función de las posibilidades de devolver el
servicio recíproco.
En resumen, en la zona de estudio la producción de carbón es
realizada por pequeños productores en el marco de sistemas múltiples, donde se
combina con actividades agropecuarias y no agropecuarias, que en algunos casos
implican la migración estacional. La organización temporal de la actividad
carbonera está pautada por la temporalidad de esas otras actividades, por la
estacionalidad de la demanda y por las condiciones climáticas, que son más favorables
para la producción de carbón en la estación seca y fresca. La producción es
eminentemente familiar,y generalmente es realizada por un productor que tiene
su horno en una parcela propia, emplea sus propias herramientas y aporta su
propio trabajo (contratando o “mingando” ayuda para tareas puntuales), aunque
existen toda clase de arreglos para combinar los factores de producción.
El lugar de la producción de carbón dentro de las estrategias
económicas de los productores es igualmente diverso. En algunos casos se trata
de la actividad principal, en torno a la cual se organiza el resto de las
producciones, pero más frecuentemente la producción de carbón complementa las
otras actividades, ya sea como un modo de valorizar tiempos “muertos” (por
falta de demanda de trabajos extraprediales o por ser momentos de baja
intensidad en las otras actividades prediales), ya sea en una complementación
más estrecha, como en el caso de productores que elaboran carbón con la leña
extraída en operaciones de desarbustado con finalidad ganadera. En general, las
estrategias se caracterizan por su flexibilidad, y los productores intensifican
aquellas actividades que les reportan mayor ingreso o que mejor se acomodan a
sus circunstancias por diversas razones, sin dejar de llevar adelante otras
actividades en segundo y tercer plano. En cuanto al razonamiento económico,
generalmente el criterio de comparación que explican los productores se refiere
al ingreso por día de trabajo (o por esfuerzo equivalente); es decir que, en lo
que se refiere al carbón, no toman en cuenta el valor del la leña como recurso,
sino únicamente la mano de obra invertida. A esto se añaden otras
consideraciones, como la posibilidad de trabajar sin necesidad de migrar, el
impacto del trabajo carbonero en la propia salud y en el estado del monte (como
veremos más abajo), y por otro lado, las necesidades y posibilidades económicas
que justifican o no determinado esfuerzo o “sacrificio”.
Vale señalar que los pequeños productores carboneros no
necesariamente se encuentran entre los actores más pobres de la zona estudiada,
y en muchos casos se trata de productores con una cierta capacidad de
acumulación[33]. En efecto, la actividad
carbonera no define a un sujeto económico homogéneo; si bien en todos los casos
se trata productores que operan a pequeña escala y ocupan poca o ninguna mano
de obra asalariada para la actividad carbonera, su situación económica es
diversa, y la valencia funcional de esa actividad depende del sistema,
invariablemente pluriactivo, dentro del cual se realiza. En este sentido, la
actividad carbonera no es siempre una “trampa de pobreza” o un último recurso,
sino que en muchos casos constituye una opción de diversificación que
contribuye a la eficiencia y resiliencia de los sistemas productivos. En
efecto, tal como lo han señalado diferentes autores para situaciones
comparables en África y en el sudeste asiático[34],
la producción de carbón vegetal puede constituir un reaseguro frente a fluctuaciones
estacionales o interanuales en otras fuentes de ingreso. Al tratarse de una
actividad relativamente previsible en cuanto a la relación entre esfuerzo y
producto, puede cumplir una función de amortiguamiento de los riesgos asociados
a otras actividades agropecuarias[35], y al
realizarse en tiempos de baja actividad en otros rubros permite una
diversificación de ingresos[36]. Por otra parte,
entre los productores carboneros de la zona también se encuentran muchos que
carecen de posibilidades de acumulación o se encuentran directamente en una
situación próxima a la indigencia; cómo opera la producción de carbón en estos
casos, y hasta qué punto contribuye a perpetuar la pobreza, es un punto que requeriría
un análisis que excede las posibilidades de este trabajo. Una comprensión más
acabada del lugar del carbón vegetal en la economía de las familias campesinas
del norte santiagueño requeriría un análisis económico detallado, que distinga
diferentes tipos de productores.
Comercialización
La participación de los productores primarios en los ingresos
generados por la cadena de valor del carbón es uno de los aspectos que
determinan el impacto de esa actividad en su economía. Relaciones de poder
asimétricas con los compradores o con agentes estatales u otros sujetos capaces
de controlar el flujo del producto pueden redundar en una participación muy
baja en los ingresos totales. Aquí caracterizo solamente el eslabonamiento
inicial de la cadena de valor, que involucra a los productores y a los
acopiadores. En efecto, la gran mayoría de los productores de la zona vende el
carbón al pie del horno, ya sea a un acopiador local, como ocurre generalmente,
o más rara vez a un comprador que viene de mayor distancia y compra
directamente a los productores primarios. Prácticamente no hay consumo local de
carbón, de manera que se trata de un producto íntegramente destinado al
mercado.
Los acopiadores locales necesitan disponer de un vehículo
adecuado, que es o bien una camioneta con remolque, o bien un camión pequeño.
Los sitios de acopio se encuentran sobre la ruta o en otros lugares accesibles
para un camión de gran envergadura. En general cuentan con instalaciones
mínimas: apenas un playón de tierra de tamaño suficiente para que opere un
camión, generalmente junto a la vivienda del acopiador. El carbón se compra ya
sea a granel o embolsado en bolsas de 20-25 kilos, provistas por el mismo
acopiador (se emplean bolsas de rafia usadas, por ejemplo las de azúcar).
Incluso los acopiadores suelen comprar el producto embolsado aunque luego lo
revendan a granel, por falta de otro medio para determinar la cantidad que
compran: cargado en bolsas parejas, se pesa un cierto número al azar con una
romana y se calcula el peso total. Este proceso es bastante laborioso, pero en
la zona hay muy pocas básculas para camiones y generalmente no se lleva el
producto a pesar allí[37].
La mayoría de los acopiadores locales son además productores de
carbón. El margen que obtienen de la reventa es de un 10%, aproximadamente.
Según MR, un acopiador que a la vez produce con sus cuatro hijos gran parte del
carbón que vende, el principal beneficio está en que sobre su propio producto
recarga ese mismo margen en la venta: compra la tonelada a $4.000 y la vende a
$4.400, tanto para el carbón comprado como para el que hace él con sus hijos,
que es más de la mitad de lo que vende (precios de julio de 2019). La actividad
de intermediario le permite, entonces, alcanzar el volumen que necesita para
las transacciones con los compradores mayoristas. Otro acopiador, cuya única
actividad durante el invierno es el acopio y reventa, maneja volúmenes más
importantes y dedica la mayor parte de su tiempo a mover cargas con su pequeño
camión, pero los precios de compra y venta son similares. En otros casos, los
acopiadores son a la vez comerciantes de otros ramos (almaceneros).
No hay diferencias importantes entre lo que pagan los diferentes
acopiadores, y en la zona en general los productores están bien informados
sobre los precios que se manejan (y recaban los precios actualizados si el
interlocutor estuvo días anteriores hablando con otros productores o
acopiadores). Sí existe una cierta diferencia en el precio que pueden obtener
los productores que se encuentran alejados de la ruta; según VM, un productor
de La Morenita, paraje que dista unos 45 km del asfalto, podía vender su carbón
a $3400 por tonelada en momentos en que sobre la ruta se pagaba $3800, es decir
que obtenía un 10% menos por su carbón, aproximadamente. El pago es siempre al
contado. Si bien habitualmente los productores venden a un mismo acopiador, no
tienen un compromiso firme y pueden vender a otros, ya sea por diferencias de
precio o por otras razones (por ejemplo, porque la calidad exigida por uno y
otro sea diferente).
De los acopiadores, que son los primeros intermediarios, el
producto pasa a compradores que cargan grandes camiones con acoplado, que
transportan entre 25 y 30 toneladas de carbón. El destino son en general los
grandes centros urbanos del país, principalmente Buenos Aires, aunque también
se vende a otros lugares (en una ocasión me señalaron, con asombro, que el
carbón vendido iba a Tierra del Fuego). No he estudiado el resto de la cadena
comercial, pero el producto generalmente sale a granel y se fracciona en la
zona de destino. En la Zona Norte del Área Metropolitana de Buenos Aires en
noviembre de 2019, de acuerdo a una inspección ad hoc
en tres comercios, el precio de venta al público rondaba los $200 por bolsa de
10 kg, es decir que la participación del productor primario en el precio de
venta final es del 20% aproximadamente, lo que coincide con la estimación que
realizan Araujo et al[38].
En unos pocos casos hay compradores “de afuera” que tratan
directamente con los productores primarios, sin pasar por los acopiadores.
Estos compradores se mueven en vehículos de dimensiones más reducidas (con
capacidad para unas 8 o 10 toneladas), que pueden transitar por los difíciles
caminos interiores de la zona y que pueden completar su carga tratando con solo
uno o dos productores. Los que hemos conocido vienen de Tucumán y tienen
conexiones familiares en la zona. Según nos explicaba un acopiador, para un
transportista con un camión de gran tamaño no es rentable pasar dos o tres días
en la zona recorriendo los parajes hasta completar la carga. En cambio, la
operación es conveniente para un camión más pequeño y una distancia intermedia
(San José del Boquerón queda a unas 3 o 4 horas de San Miguel de Tucumán), que
permite al comprador completar su carga y regresar en el día.
Resumiendo, el primer eslabonamiento de la cadena comercial del
carbón vegetal está dado por acopiadores locales que revenden el producto con
un recargo de aproximadamente el 10% a compradores extrarregionales. Si bien
los acopiadores necesitan algún capital (para mantener un vehículo y adelantar
el precio del carbón que luego revenden), su situación económica no difiere
grandemente de la de muchos de sus proveedores; no se trata de potentados
locales con un poder de extorsión. A su vez, los acopiadores son varios y los
productores primarios están bien informados sobre los precios que pagan, de
manera que la situación es competitiva en ese eslabón y no implica una
dependencia. Del mismo modo, los compradores extrarregionales con los que
tratan los acopiadores también son numerosos y el mercado parece ser
competitivo. Sería de sumo interés analizar en detalle el conjunto de la cadena
para detectar posibles ineficiencias e inequidades.
El segundo aspecto que discute la literatura vinculado a la
participación de los productores primarios en los ingresos generados por la
cadena comercial del carbón es, como he dicho, el que se refiere al acceso a la
legalidad y a los costos de la ilegalidad, que pueden materializarse en la
captura de una parte del ingreso por parte de agentes con poder para regular el
flujo del producto.
En este sentido, lo primero que cabe señalar es que no hemos
conocido un solo productor primario que vendiera su carbón con las formalidades
que la ley exige: son siempre los compradores quienes se hacen cargo de
“conseguir” la guía de transporte, que los camioneros deben exhibir
obligatoriamente en los controles viales. Según afirman acopiadores y otras
personas vinculadas a la cadena comercial, el carbón “no sale” (de la zona o de
la provincia) sin guía. Si bien es imposible determinar qué proporción del
producto se consume localmente o se comercializa sin guía dentro de la
provincia (o eventualmente en Tucumán), las entrevistas con acopiadores indican
que la mayor parte del carbón tiene destinos más lejanos. En cualquiera de los
dos casos, el productor primario vende el carbón al margen de la legislación
forestal.
Esto obedece a un sistema reglamentario evidentemente disfuncional.
Para extraer legalmente productos forestales, el productor debe tener un “plan
productivo” aprobado por la Dirección de Bosques de la provincia (ley 6841).
Para ello uno de los requisitos es contar con documentación que pruebe que el
solicitante es propietario las tierras sobre las que se formula ese plan o que
detenta la posesión (ley 6841, art. 63-65 y reglamentación); esta condición en
la práctica resulta de cumplimiento imposible. De los productores que he
entrevistado ninguno tiene título de sus tierras; al igual que gran parte de la
población rural santiagueña, se trata de poseedores sin papeles, asentados hace
generaciones en tierras fiscales o en viejos lotes que en algún momento
tuvieron propietarios y figuran en el registro de la propiedad como tierras
privadas[39]. Una forma de dar fe de la
posesión, aparentemente accesible, es contar con un informe del Comité de
Emergencia, un organismo provincial que interviene en conflictos de tierras;
sin embargo, en la práctica no conocemos productores que hayan accedido esa
posibilidad, excepto en el marco de proyectos financiados por el estado (como
el proyecto Bosques Nativos y Comunidad), y también en ese caso las
dificultades en la mayoría de los casos resultaron considerables o insalvables.
Además de la exigencia de probar la titularidad o posesión de la
tierra, el “plan” debe ser formulado por un ingeniero forestal u otro
profesional autorizado, y requiere la realización de un inventario forestal. El
costo mínimo de estos servicios era (a mediados de 2019) del orden de 70 mil
pesos, o unas 17 toneladas de carbón, sin computar la dificultad de conseguir
un profesional calificado. A esto se añadiría el costo de ir a realizar
trámites a la capital de la provincia. De todos modos, los productores
desconocen los detalles de los trámites necesarios; ya el primer paso, como ir
a la capital a iniciar un trámite o conseguir un profesional que los asesore
está lejos del horizonte de la mayoría de ellos. Por otra parte, dado que la
actividad se desarrolla sin sobresaltos en las condiciones actuales (es decir,
al margen de la ley), existen pocas razones para avanzar en trámites tan
onerosos.
Dado que los requisitos legales son de cumplimiento imposible
para la mayoría (o la totalidad) de los productores carboneros de la zona, pero
a la vez la guía forestal es requerida para transportar y vender los productos
fuera de la provincia, los intermediarios “consiguen” la guía de manera ilegal;
no se trata de guías falsificadas, sino de guías auténticas emitidas con datos
falsos. Esta situación, que no afecta solo al carbón sino a todos los productos
forestales, es conocida y tolerada por las autoridades de la Dirección de
Bosques de la provincia, a falta de mejores alternativas. Como intento de
solución, hace algunos años se ha puesto en marcha un programa piloto de guías
forestales que simplifica mucho los requisitos, con el propósito de conducir la
producción a un cauce legal. Sin embargo, el programa piloto hasta el momento
se aplica sólo en la zona de Monte Quemado y solamente para la madera destinada
al aserrado (rollos de quebracho blanco y colorado), pero no para el carbón; en
la medida en que el programa piloto resulte exitoso está previsto que se lo
extienda a otras zonas y actividades[40]. Entre
tanto, la emisión irregular de guías es la condición de funcionamiento para la
actividad carbonera, que es una de las principales actividades productivas de
la zona de estudio.
A pesar de no contar con títulos, todos los productores con los
que hemos hablado tienen una (o más) áreas bien delimitadas de las que extraen
la leña; estas áreas pueden ser compartidas con familiares cercanos (hermanos,
hijos), pero normalmente no son de uso comunitario, ni mucho menos de “acceso
abierto” (como lo define Ostrom[41]). En este
sentido, la situación de tenencia permite un manejo del bosque con un horizonte
de largo plazo, como en efecto lo hemos encontrado. Sin embargo, en muchos
casos existe una amenaza inherente a la situación precaria de tenencia, que
tarde o temprano puede devenir en un conflicto o incluso en la expulsión de los
productores, como ha ocurrido en innumerables casos en la provincia[42]. Pero, si bien solo la solución de estos
problemas de tenencia puede asegurar el sostenimiento de la actividad en el
largo plazo frente al avance de otros modos de uso del suelo basados en la
deforestación, en lo inmediato una solución como la que viene ensayándose con
el sistema piloto de guías en la Cuenca Maderera Monte Quemado puede al menos
asegurar el acceso de los productores a la legalidad, y en contrapartida,
asegurar al estado un mínimo de control sobre la actividad, aunque más no sea
en el sentido de contar con información cierta sobre los volúmenes producidos y
su origen.
Sin embargo, cabe preguntarse si los actores involucrados
(productores, intermediarios, agentes estatales) tienen algún incentivo para
cambiar el funcionamiento actual. En la literatura internacional suele
argumentarse que asegurar el acceso a la legalidad permite a los estados
mejorar sus ingresos fiscales a partir del cobro de tasas[43];
en relación a esto, el caso santiagueño es un tanto atípico, porque los
productos “salen” con una guía auténtica (aunque con datos fraguados), es decir
que pagan la tasa correspondiente, lo que reduce los incentivos para el estado
de mejorar los controles. Para los productores, es dudoso que el acceso a la
legalidad resulte en beneficios palpables como un mayor precio de venta, dada
la evidente facilidad con que los intermediarios consiguen “legalizar” la
mercadería. En cuanto a los intermediarios, en esta estadía de campo solamente
he tomado contacto con los acopiadores locales, que no son los que “resuelven”
la cuestión legal. Sería tarea para una investigación centrada específicamente
en la cadena comercial del carbón precisar los intereses e incentivos de los
restantes actores involucrados. En cualquier caso, en la medida en que el acceso
a la legalidad no represente una ventaja para los diferentes actores
involucrados, difícilmente llegue a prevalecer.
Producción de carbón y
manejo del monte
Como he sostenido más arriba, para entender el lugar de la
elaboración de carbón en las estrategias de vida y reproducción de los
productores es necesario entender cómo gestionan los límites de la capacidad de
provisión de los ecosistemas en los que desenvuelven su labor, es decir, cuáles
son sus estrategias de uso y gestión de los sistemas naturales. No pretendo
aquí agotar este difícil problema, sino solamente hacer algunos señalamientos
de índole general.
En la zona de estudio no se producen diferentes clases de
carbón. Si bien algunos productores conocen la existencia de las clases “mezcla
liviana” y “mezcla pesada”, no utilizan estos términos para referirse al carbón
que venden al mercado. El carbón se paga al peso, independientemente de la leña
empleada, y según los productores va “todo junto”, sin distinguir clases[44].
Pero los compradores no aceptan cualquier calidad, de manera que
los carboneros mantienen una mezcla más o menos definida, evitando las especies
que producen un carbón de malas características: demasiado ligero, demasiado
frágil o friable, que humee o chisporrotee al arder, o que deje mucha ceniza. A
su vez, los acopiadores mezclan el carbón de diferentes productores para
obtener una calidad homogénea. Así, JO, un productor de Chañar Bajada que hace
un carbón con mucho vinal, me explicaba que esta leña produce un carbón
demasiado liviano, pero que el acopiador lo mezcla con el de otros carboneros
de la zona y de esa manera “pasa”: hasta una parte en diez de la mezcla final
puede ser de esa leña. Otros productores confirmaron esta proporción.
La principal especie que se utiliza es el quebracho blanco (aspidosperma quebracho-blanco), que es abundante y da un
producto con buenas características de combustión. Sin embargo, produce un
carbón relativamente ligero, y en general se incorporan otras especies más pesadas,
como guayacán (caesalpinia paraguariensis), churqui
(mimozyganthus carinatus, llamado “lata” en otras
zonas), mistol (ziziphus mistol), o quebracho
colorado (schinopsis lorentzii), aunque se evita
incorporar gran cantidad de éste último porque el carbón producido con él
chisporrotea al arder[45]. También se utilizan
otras especies como quenti taco (prosopis adesmioides),
vinal (prosopis ruscifolia), árbol negro (prosopis nigra) y otras. Son pocas las especies que no se
utilizan; en la zona se evita en general el árbol blanco (prosopis
alba) y definitivamente no se usa el chañar (geoffroea
decorticans). La brea (cercidium praecox) se
utiliza para sellar los hornos de ladrillo nuevos; para ello se realiza una
hornada con gran cantidad de esa leña, cuya goma se deposita en las hendijas y
las sella. La brea también se añade a veces en pequeña cantidad cuando se
produce carbón para la venta, y le da un brillo o pátina característica.
Sin embargo, más que las consideraciones acerca de la calidad
del carbón, las decisiones sobre el tipo de leña a utilizar dependen del tipo
de bosque disponible y, frecuentemente, del manejo que se le quiera dar en
función de otros usos, diferentes de la producción de carbón. En este sentido,
muchos productores que tienen ganado siguen criterios vinculados al valor
forrajero del monte. Esto se traduce en que evitan cortar árboles de fruto como
el mistol o el guayacán. RR, un productor de Chañar Bajada, nos explicaba,
recorriendo su predio, cuáles mistoles prefería dejar para los animales, y
cuáles podían transformarse en carbón por su bajo aporte de frutos (árboles
viejos, enfermos o dañados). Similares explicaciones hemos oído en zonas con
presencia de guayacanes, árboles muy apreciados porque dejan caer sus frutos
con los vientos de agosto y septiembre, en la época de mayor penuria de
forraje.
En otros casos, siempre en el marco de un uso ganadero del
monte, se extraen árboles y arbustos en vistas al acondicionamiento de un
predio (desarbustado, apertura de caminos, alambrado), y la leña extraída se
transforma en carbón. Hemos conocido en Chañar Bajada a varios pequeños
productores carboneros y ganaderos que desarbustan manualmente sus potreros y
producen carbón con lo extraído. El carbón tiene para ellos una importancia
económica comparable a la de la ganadería, y les representa un ingreso más
permanente que ésta. Mientras avanzan en el desarbustado (tienen cada uno entre
30 y 65 ha apotreradas total o parcialmente, además de una zona de pastoreo
comunal), los sectores donde han comenzado el trabajo 10 o 15 años atrás vienen
recuperando el arbustal. Esta estrategia es viable gracias a las condiciones de
suelo y humedad de esos predios, cercanos al río, donde el monte tiene una
composición favorable para la producción de carbón (rico en churqui y mistol,
con algunos quebrachos blancos) y donde crece abundante pasto una vez que se
realiza el desarbustado.
Un caso particular lo constituye JO, un productor también de
Chañar Bajada, cuya principal actividad, además de la producción de carbón, es
la carpintería. En un monte ribereño con algarrobos y vinales, este productor
selecciona los ejemplares de valor maderero para el aserrado, y produce carbón
con los que presentan defectos o deben ser raleados, y con otras especies
también presentes. En otra porción de monte más seco, alejada del río, sigue un
criterio similar, pero extrayendo para la carpintería huiñaj (tabebuia nodosa) y quebracho blanco.
Pero incluso en aquellos casos en los que el carbón es el
principal producto, la extracción para este destino es selectiva: como nos
explicaba JG, de Santa Rosa, al cortar leña para el horno evita extraer los
ejemplares con potencial maderero, que en su monte son principalmente
quebrachos colorados con aptitud para poste y quebrachos blancos que pueden
llegar a venderse como rollos o que pueden utilizarse en la construcción local
(para viviendas y corrales). Otro tanto nos explica VM, un productor forestal
de La Cañada, que se dedica tanto al carbón como al poste y a los rollos de
quebracho blanco y colorado, cambiando de actividad según el precio de los
diferentes productos. Si bien actualmente su principal actividad es la
elaboración de carbón y, en segundo lugar, la extracción de rollos, y no está
haciendo postes, cuando extrae la leña para el horno evalúa el potencial de
cada árbol como rollo o como poste[46].
Estos criterios, por lo demás, son flexibles y pueden
balancearse con consideraciones sobre lo económico de la actividad carbonera.
Por ejemplo, en El Salvador hablamos con RM, un productor ganadero que hace
carbón y que expresa que prefiere no cortar guayacanes con ese fin por su valor
forrajero. Sin embargo, a veces sí los usa, y le preguntamos en qué casos lo
hace. Su respuesta es: “cuando están fieros o cuando están fáciles”. Es decir,
o bien extrae árboles defectuosos, o bien, como nos explica, los que se
encuentran cerca de los caminos existentes y pueden ser sacados del bosque con
facilidad. El valor relativo de transformar ese árbol en carbón con poco
esfuerzo puede entonces pesar más que el criterio forrajero.
Además de la extracción selectiva de la leña, con frecuencia se
menciona también el trabajo extrapredial como estrategia para “cuidar el
monte”. Conversando con un grupo de productores en Santa Rosa, a la pregunta de
si toman algún tipo de precaución para que no se agoten los recursos, varios
coincidieron en la respuesta “trabajar en otra cosa”, por ejemplo como
albañiles. También el trabajo en las cosechas es mencionado en este sentido. El
caso más extremo es el de un productor de Ishkay Pozo que directamente abandonó
la producción de carbón porque, según dice, “es una pena voltear el monte”. Me
explica que haciendo poco carbón es posible mantener el monte, pero que con eso
le bastaría solo para comer; para “vivir bien” tendría que producir más y
entonces el monte se arruinaría. Por eso, hace más de una década que trabaja
únicamente en las cosechas de limón y arándano, en Tucumán, pasando la mitad
del año fuera de su casa. Pero sin llegar a esa medida radical, muchos
carboneros ven el trabajo fuera del predio no solo como una oportunidad de
mejorar o diversificar sus ingresos, sino a la vez como un modo de “mezquinar”
el monte.
La mayoría de los productores carboneros que hemos entrevistado
se dedican a la actividad hace más de una década, y estiman que, trabajando al
ritmo que lo hacen y con los mencionados cuidados, no corren el riesgo de
agotar el monte. En algunos casos existe la experiencia previa de haber agotado
una porción de monte, de manera que ya no resultaba interesante trabajar allí
produciendo carbón. JG, por ejemplo, un productor de Santa Rosa ya mencionado,
comenta que con su padre y su hermano trabajaron durante diez años en una
parcela de 100 ha que tienen en un paraje cercano, hasta que ya “no les
rendía”. Sin embargo, él trabaja hace varios años en otra parcela que tienen en
Santa Rosa, y estima que la parcela anterior se irá recuperando hasta que
resulte conveniente volver a ella; el padre, por su parte, ha cambiado de
actividad y se dedica a la fabricación de ladrillos.
Otro productor de Santa Rosa, JC, trabaja hace 17 años en un
horno que produce 4,5 toneladas por carga, y hace una hornada por mes, salvo en
los meses de verano; rodea la leña en un radio de 300 a 500 metros, y a la
pregunta de si el monte no se agota, responde que de la parte norte ya no queda
mucha leña, y que está trabajando hacia el sur del horno, pero no se muestra
preocupado; también él tendría la posibilidad de trasladar su horno a otra
porción de monte si fuera necesario. En cuanto a los ya mencionados carboneros
de Chañar Bajada, que producen su carbón a partir de un laborioso desarbustado
con fines ganaderos, el arbustal se recupera más rápido de lo que ellos pueden
producir carbón. Y, por su parte, los carboneros ocasionales, que hacen “un par
de hornadas al año”, tampoco se enfrentan a problemas de continuidad en la
producción.
Esto no significa que no existan también experiencias de un agotamiento
del monte que han impactado de manera negativa en la economía. Por ejemplo, BG
de Santa Rosa (tío de JG), dice que se excedió en la producción de carbón y que
ya “no le queda” monte; ahora se dedica a la albañilería. Otros carboneros de
su edad (alrededor de 60 años) en Santa Rosa relatan una experiencia similar, y
aconsejan a los más jóvenes ejercer la prudencia y diversificar sus
actividades.
Una expresión que hemos oído en muchas oportunidades, en
relación con el cuidado del monte, se refiere a la necesidad de “dejar algo
para que puedan trabajar los hijos”. No se trata de una visión meramente
abstracta. En una ocasión, caminando por el monte en Santa Rosa en compañía del
mencionado BG, nos encontramos con una pila de postes recién labrados, pertenecientes
a su sobrino: “muchas veces uno dice ‘este quebracho lo voy a dejar para que lo
trabaje mi hijo’, y aquí los ve — estos los dejó mi hermano cuando trabajaba
aquí, y ahora los está labrando [JG, hijo del hermano]”. Otro productor, RC de
Chañar Bajada, lamenta la ausencia del único hijo varón, que ha optado por
trasladarse a la ciudad y no continuará con los trabajos del padre, y se
pregunta quién se hará cargo una vez que él no pueda continuar en la tarea[47]; el horizonte temporal de su estrategia
productiva excede su propio tiempo de vida laboral.
En todas las entrevistas y observaciones he registrado este tipo
de criterios de uso, que implican una perspectiva de mediano o largo plazo
sobre el estado del recurso y su aptitud para diversos usos; incluso los
relatos de experiencias fallidas y montes agotados contribuyen a fortalecer esa
mirada[48]. Esos criterios involucran un
conocimiento detallado de la vegetación local y unas hipótesis implícitas sobre
su evolución a lo largo del tiempo bajo determinados tratamientos, y apuntan a
lograr ciertos estados del monte que lo vuelven apto para determinados usos. En
este sentido, se puede decir que los productores despliegan verdaderas
estrategias de manejo, aunque éstas no se encuentran formuladas en abstracto,
sino que operan a través de un “sentido práctico”[49].
Magdalena Abt-Giubergia, a partir de un extenso trabajo en parajes del Salado
Centro, habla en este sentido de un “manejo campesino” del monte[50];
si bien los productores con quienes ella trabajó no se dedican principalmente a
la actividad carbonera, la matriz de pensamiento-acción que la autora describe
se corresponde con lo que he observado en este estudio.
Vale destacar que la producción de carbón a pequeña escala, como
otras actividades forestales a pequeña escala (en especial la elaboración de
postes), parece remontarse aproximadamente a la década de 1980, es decir,
parece no ser una actividad antigua; previamente esas actividades eran
organizadas por los obrajes madereros, que contrataban a algunos pobladores
como hacheros y realizaban una explotación generalmente insostenible. En este
sentido, las experiencias de manejo son, en términos forestales, relativamente
recientes.
Así, sin duda, lo acertado de los criterios aplicados por los
productores en términos de la sustentabilidad ecológica y económica del sistema
productivo podría analizarse y discutirse caso por caso, para lo cual se requerirían
estudios interdisciplinarios minuciosos y de largo aliento. Pero el estereotipo
de un pequeño productor carbonero que saquea sin miramientos el monte y deja
tras de sí un páramo, como lo describiera por ejemplo Saravia Toledo[51] y como está presente todavía en un imaginario
bastante difundido, carece de todo sustento empírico, al menos en lo que se
refiere a los productores de la zona estudiada. Más bien parece desprenderse de
mis observaciones y entrevistas la imagen de productores que despliegan
verdaderas estrategias de manejo, que entiendo como la producción deliberada a
lo largo del tiempo de determinados estados del paisaje, valorados por su
capacidad de satisfacer determinadas necesidades o prestar determinados servicios.
Estas estrategias combinan criterios de selección de los ejemplares que se
extraen del bosque (en función de su valor maderero o forrajero, o de la
necesidad de producir desarbustados y otras intervenciones con fines
ganaderos), la diversificación de actividades para reducir la presión
extractiva sobre el monte, y otras consideraciones como las necesidades
económicas presentes y futuras, incluyendo las de la generación siguiente.
Salud de los productores y
tecnología utilizada
La principal desventaja de la producción de carbón a pequeña
escala, desde el punto de vista de los productores, es que es riesgosa e
insalubre. Esto se debe en buena medida a la tecnología empleada, que es
notablemente uniforme: a excepción de un puñado de productores que recientemente,
a partir de un financiamiento externo, han incorporado hornos metálicos, todos
utilizan el horno semiesférico de ladrillo u horno “media naranja”[52].
De por sí, el trabajo en estos hornos es extremadamente pesado;
debido a su forma (con una o dos entradas de pequeño tamaño), la carga no puede
realizarse con el auxilio de elementos mecánicos, lo que implica que las trozas
de leña, de algo más de un metro y a veces hasta 40 cm de diámetro, deben
moverse a pulso, con riesgo de accidentes. Pero los trabajadores mencionan como
especialmente duro el momento de abrir el horno, después de quemar el carbón:
es necesario ingresar rápidamente al recinto, repleto de humo y gases, para
asegurarse de que no haya un fuego activo que pueda avivarse con el ingreso del
aire y consumir el carbón. En caso de que haya fuego, es necesario extinguirlo
con agua. El resto de la operación de descarga implica ingresar y salir del
horno reiteradas veces, exponiéndose al humo y gases restantes y al polvillo.
Los trabajadores dicen que durante uno o dos días después del trabajo “botan”
flemas de color negro, aun si algunos de ellos se cubren el rostro con un paño
como protección.
Como ya hemos señalado en los antecedentes, existe una amplia
literatura que documenta diversos impactos negativos de la producción artesanal
de carbón sobre la salud de los trabajadores. Los carboneros de nuestra zona de
estudio en general son conscientes de lo insalubre de su trabajo. He
entrevistado a varias personas que solían producir carbón pero abandonaron la
actividad — según sus explicaciones, porque “el humo te mata” (RS), o porque
“es un trabajo bruto de punta a punta” que implica sacrificar la salud (HM);
esto, desde luego, supone la existencia de alternativas, y en los casos que he
conocido, se trata de productores que han logrado una economía ganadera o
maderera que les permite prescindir del ingreso del carbón. Pero también los
productores en actividad saben que están poniendo en juego su salud. RC,
carbonero de Chañar Bajada, descansando después de su ardua jornada, lo resume
con parca elocuencia: “¿Qué vamos a tener vida larga nosotros?”, pregunta de
improviso, sin esperar respuesta. Incluso el “sacrificio” de la salud puede
aparecer como una vía ineludible: en una ocasión, hablando con vecinos de
Piruaj Bajo sobre un paraje cercano donde se produce más carbón, me hicieron
notar que “no va a encontrar gente vieja ahí”. Y, sin embargo, esos mismos
vecinos estaban emprendiendo la producción de carbón, porque el estado de su
monte no les permite extraer otros productos en cantidad suficiente.
Desde el punto de vista de las estrategias de vida, es frecuente
que la actividad carbonera se limite a los años de juventud, o que el productor
aspire a que así sea. El mismo productor que se interroga sobre la duración de
la vida del carbonero (RC) y que en su juventud fue cosechero de caña en
Tucumán, un trabajo según él aún más duro, aspira a dejar la producción de
carbón antes de cumplir los 50 años; en el momento de nuestra conversación
tiene 43. Un productor de unos 60 años que hace solamente postes (JC) me
explica que solía hacer carbón cuando sus hijos eran pequeños, pero una vez que
ellos comenzaron a trabajar, pudo abandonarlo; los hijos actualmente hacen una
o dos hornadas de carbón al año para afrontar gastos eventuales. El hecho de
que los habitantes incluyen a sabiendas este y otros trabajos insalubres como
parte de sus estrategias de vida y reproducción constituye quizá una de las
manifestaciones más palpables de la condición de pobreza estructural de la
zona.
Vale aclarar que existen tecnologías modernizadas que permiten
reducir considerablemente los impactos negativos de la actividad carbonera en
la salud. La más sencilla consiste en el uso de hornos metálicos móviles, de
los que existen algunos en la zona de estudio, entregados por el proyecto
Bosques Nativos y Comunidad, un programa estatal de desarrollo. Pero el horno
de ladrillos presenta ventajas que lo hacen insuperable desde el punto de vista
de los productores, aún si conocen lo insalubre de su operación.
De éstas, la principal es el bajo costo y la sencillez de la
construcción, que permite que el horno sea mantenido y reparado por el propio
productor (aportando a un esquema de “no-mercantilización”). Además, los hornos
de ladrillo son muy durables: hemos conocido uno de 17 y otro de 16 años que
están en producción y según sus usuarios no presentan signos de deterioro (MA,
una ingeniera forestal, grafica este punto diciendo que “dura más el horno que
el monte”). Se trata, por otra parte, de una tecnología relativamente eficiente
en comparación con otros métodos artesanales en cuanto a la conversión de leña
en carbón[53] y requiere relativamente poca
atención durante el proceso de carbonización. Por último, la flexibilidad de la
tecnología, que permite construir hornos de diferentes dimensiones, permite
adaptarlos a las necesidades de diferentes productores.
Los hornos metálicos, por su parte, en comparación con el horno
“media naranja” no ofrecen las mismas ventajas de facilidad de construcción
local y durabilidad, y su costo es mucho mayor. A precios de junio de 2019 un
horno de ladrillo de 3,20m de diámetro realizado por un constructor experto
(BG, de Santa Rosa) costaba 20 mil pesos entre material y mano de obra, lo que
equivalía a cinco toneladas de carbón; un horno metálico marca Iralof costaba,
entregado en Copo, 3900 dólares, o sea unos 170 mil pesos al cambio de julio de
2019[54]. Amén de la enorme diferencia de
precio, que equivale a casi un año de trabajo de un carbonero dedicado, no es
posible comprar el horno metálico en la zona. Los que han sido entregados por
el mencionado programa de desarrollo fueron comprados en Chaco y trasladados a
Copo, una gestión que ningún pequeño productor podría realizar. La eficiencia
de conversión de los hornos metálicos es igual a la de los hornos de ladrillo,
según el sitio web de una empresa proveedora[55],
o algo mayor, según los productores consultados (estiman que produce un 10 a
15% más de carbón con igual cantidad de leña, posiblemente porque aprovechan
más la leña fina). Su durabilidad es limitada: según el mismo sitio web, es
necesario cambiar algunas piezas cada dos años, y el cilindro inferior cada 4
años aproximadamente; otras partes pueden durar más de 10 años. En la zona no
existen experiencias para corroborar estos datos.
Los hornos metálicos, a diferencia de los de ladrillo, permiten
trabajar “al aire libre”, ya que se desarman para extraer el carbón, y esta
característica es apreciada por quienes los utilizan, precisamente porque de
este modo el trabajo de descarga resulta menos insalubre. Otra ventaja que
tienen estos hornos es el hecho de ser móviles: desarmados en sus piezas, es
posible trasladarlos en zorra o en camioneta, o incluso rodándolos, según hemos
observado (una práctica que probablemente reduzca la vida útil). Esto permite
trasladar el horno en lugar de rodear la leña. Los pocos productores que han
recibido estos hornos en la zona los usan para producir carbón con los residuos
de otras actividades madereras, en concreto con las copas de los quebrachos
blancos que apean para vender los rollos, una combinación que les resulta
económica, ya que las tareas preparatorias como abrir una picada, desarbustar
al pie del árbol, e incluso desramar el árbol se aprovechan doblemente. Sin
embargo, debido a la gran diferencia de precio y durabilidad entre los hornos
metálicos y los de ladrillo, es poco probable que los productores decidan y
puedan volcarse a esta tecnología por sus propios medios.
Por otra parte, el pequeño tamaño de los hornos metálicos
(producen como máximo 1 t de carbón por hornada), favorable para un uso
“complementario” como el recién descrito, puede no satisfacer las necesidades
de un productor para el cual el carbón es la principal actividad y que trabaja
con un mayor volumen. En efecto, existen hornos media naranja de muy diversos
tamaños, de acuerdo con las necesidades del productor. En general se utilizan
hornos de entre 3,2 y 6,5 metros de diámetro en la base, aunque los hay más
grandes (de hasta 7,5 metros de diámetro en la base), y más pequeños (el más
pequeño que hemos encontrado tenía aprox. 2,8 m de diámetro)[56].
El tamaño de los hornos utilizados depende de varios factores. El principal
parece ser el tipo de leña disponible, pero también consideraciones como el
tiempo de carga y la manera en que la actividad carbonera se integra con otras
actividades resultan relevantes. Así, un productor me explicaba que la ventaja
del horno pequeño es que se tarda menos en cargarlo y descargarlo: “es plata
rápida”, lo que resulta relevante en especial para un trabajador que también
realiza otras tareas o trabajos ocasionales y no dispone del tiempo necesario
para cargar el horno grande.
En conclusión, la tecnología del horno “media naranja” ofrece
ventajas difícilmente superables en cuanto a costos, facilidad de construcción
local, flexibilidad en su tamaño y sencillez en su operación. Frente a ello, la
insalubridad del trabajo, si bien es conocida y comentada por los productores,
es aceptada como condición inherente a esta producción. Las estrategias para
lidiar con ella apuntan principalmente a limitar el trabajo, dentro de lo
posible, al periodo de juventud del productor, o bien a momentos específicos en
los que se requiere un ingreso suplementario.
Recapitulación y
perspectivas
La producción de carbón vegetal es, y seguirá siendo dentro del
futuro previsible, una de las principales actividades económicas que se
realizan en los montes de Santiago del Estero y en mi zona de estudio. Allí es
realizada por pequeños productores en el marco de sistemas múltiples, que
incluyen otras actividades prediales (principalmente madereras y ganaderas) y
extraprediales, en la misma zona o en destinos de migración temporaria. Dentro
de estos sistemas, la producción carbonera ocupa diferentes lugares, pudiendo
constituir el principal ingreso o una actividad de segundo o tercer orden de
importancia, ya sea frente al trabajo asalariado o frente a otras actividades
realizadas por cuenta propia, tanto agropecuarias o forestales como
no-agropecuarias. La presencia de esta actividad no define, entonces, un sujeto
económico homogéneo. Sin embargo, en la amplia mayoría de los casos el carbón
se produce con poca o ninguna mano de obra asalariada.
En muchos casos, el carbón sirve como reaseguro frente a las
fluctuaciones de otras componentes del sistema o como modo de valorizar
“tiempos muertos”, y para algunos productores es un modo de rentabilizar
labores de acondicionamiento ganadero de sus predios (desarbustado, etc.). En
este sentido, puede aportar de diversas maneras a la eficiencia y resiliencia
de los sistemas dentro de los que se lo produce. Una comprensión más cabal de
estas interacciones requeriría establecer una tipología y acudir a herramientas
cuantitativas de análisis económico.
El producto se comercializa en su mayor parte a través de
acopiadores locales, quienes lo revenden a compradores extrarregionales. Este
eslabón de la cadena comercial es competitivo, y no observamos una dependencia
de los productores con respecto a un acopiador determinado. La totalidad de la
producción y la venta en este primer eslabón se realizan al margen de la ley;
no obstante, ello no obstaculiza de manera sensible el movimiento del producto,
y no parece generar situaciones de extorsión como las descritas en la
literatura internacional. El estudio de la cadena comercial del carbón vegetal,
desde que sale del horno hasta que se vende al consumidor final en carnicerías,
verdulerías o supermercados de Buenos Aires y otras ciudades, sería un valioso
aporte a la investigación.
Un aspecto que también requiere de ulterior estudio y al que
aquí sólo he podido aportar algunas consideraciones generales se refiere a lo
que he llamado estrategias de manejo del monte, es decir, a los modos en que
los productores gestionan los límites de la capacidad de provisión de los
sistemas naturales en los que desempeñan su labor. Todos los productores con
los que he hablado expresan la necesidad de cuidar el monte y aplican
determinadas estrategias que apuntan a lograr estados futuros del monte que
consideran deseables. En cuanto a la sostenibilidad en el tiempo de la
producción, muchos carboneros ejercen su oficio hace quince años o más y
estiman que podrán seguir usando el monte del mismo modo por tiempo indefinido;
también existen casos de productores que han sobreexplotado sus parcelas y han
debido cambiar de rubro, pero esta situación de ningún modo es general. En
otros casos, el manejo del monte se orienta a otras producciones,
particularmente la ganadera, para la cual se acondicionan los predios mediante
desarbustados o se dejan en pie los árboles de valor forrajero. Muchos
interlocutores afirman que realizar trabajos extraprediales (en la zona o
migrando en forma estacional), además de diversificar y mejorar sus ingresos,
es un modo de cuidar el monte. Un análisis de la dinámica de la vegetación en
relación con esas estrategias de manejo y con el desempeño económico de los
sistemas requeriría un minucioso trabajo interdisciplinario, y seguramente no
redundaría en conclusiones uniformes para toda la zona o la región.
Un aspecto crítico de la producción de carbón, como lo documenta
la literatura y como lo perciben los productores, es el impacto negativo que
tiene ese trabajo sobre la salud, en función de la tecnología con la que se lo
produce. Sin embargo, en el contexto concreto de la economía de estos
productores no parece haber alternativas viables; incluso una herramienta
relativamente simple como los hornos metálicos portátiles es de difícil
adopción para estos productores, no porque no disciernan sus ventajas en
términos de salubridad, sino por la incomparable superioridad del horno de
ladrillo en cuanto a costo, disponibilidad local, durabilidad y flexibilidad.
Aquí la gestión de la propia salud entra como variable en las estrategias de
vida de los productores, que en muchos casos intentan limitar la actividad
carbonera a determinados periodos de la vida o a momentos específicos de
necesidad económica.
Entender la contribución de la actividad carbonera a la
reproducción económica y social de los hogares rurales santiagueños exige
entender cómo interactúa con otras actividades económicas, y a la vez con los
sistemas naturales de los que depende su continuidad. He ofrecido aquí una
primera aproximación a este complejo entramado, que deberá ser complementada
por investigaciones futuras. Sólo una comprensión profunda de los sistemas
dentro de los cuales se produce el carbón puede alumbrar políticas de
desarrollo y propuestas técnicas que contribuyan positivamente a la economía,
el ambiente y la salud de los trabajadores del carbón.
Notas
[1] Ministerio de Ambiente y
Desarrollo Sustentable de la Nación, en Anuario de Estadística Forestal 2016,
Buenos Aires, 2018.
[2] Si, a modo de diagnóstico,
repasamos los índices de la revista Quebracho, la principal revista de ciencias
forestales del país, que se edita precisamente en Santiago del Estero,
comprobamos que en sus 28 años de existencia ha publicado solo tres trabajos
referidos al carbón vegetal: un análisis de su demanda en centros urbanos del
país, un trabajo sobre la estructura microscópica del carbón de ciertas
especies y un estudio técnico de un horno fabricado con un tambor de 200
litros, para la producción a micro-escala.
[3] Rueda, Carla; Baldi,
Germán; Gasparri, Ignacio; y Jobággy, Esteban (2015), “Charcoal production in
the Argentine Dry Chaco: Where, how and who?”, Energy for Sustainable
Development, vol. 27, pp. 46-53.
[4] Forni, Floreal; Benencia,
Roberto y Neimann, Guillermo (1991), Empleo, estrategias de vida y
reproducción. Hogares rurales en Santiago del Estero, Buenos Aires, CEAL;
Neiman, Guillermo, y Craviotti, Clara (2006), Entre el campo y la ciudad.
Desafíos y estrategias de la pluriactividad en el agro, Buenos Aires, Ciccus;
Quaranta, Germán y Blanco, Mariela (2012), “Formas actuales de circulación y
conformación de patrones migratorios de hogares rurales en la provincia de
Santiago del Estero, Argentina”, Ruris, vol. 7 nº 1, pp. 127-158; Quaranta,
Germán (2017), “Estrategias laborales y patrones migratorios de trabajadores
agrícolas de hogares rurales de Santiago del Estero”, Desarrollo Económico,
vol. 57, nº 221, pp. 119-146; Ledesma, Reinaldo; Paz, Jorge y Tasso, Alberto
(2011), Trabajo rural estacional en Santiago del Estero, Buenos Aires,
OIT/Programa CEA ARGENTINA/ Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social
(MTEySS).
[5] Entre otros: Paz, Raúl;
Castaño, L. y Álvarez, R. (2008), “Diversidad en los sistemas cabriteros
tradicionales y estrategias tecnológico-productivas”, Archivos de Zootecnia,
vol. 57, nº 218, pp. 207-218. Paz, Raúl; Rodríguez, Ramiro; González, Víctor;
Lipshitz, Héctor (2014), “Producción económica en una pequeña explotación
lechera caprina: hacia un diseño alternativo de desarrollo rural”, en Archivos
Latinoamericanos de Producción Animal, vol. 18, nº 3-4, pp. 97-111. Diversos
trabajos en Paz, Raúl; Rodríguez Sperat, Ramiro y Jara, Cristian (2018),
Sistemas comunales y explotaciones sin límites definidos: persistencia del
campesinado en Argentina, EDUNSE, Santiago del Estero.
[6] Forni, Floreal y Benencia,
Roberto (1988), “Asalariados y campesinos pobres: el recurso familiar y la
producción de mano de obra. Estudios de casos en la provincia de Santiago del
Estero”, Desarrollo Económico, vol. 28, nº 110, pp. 245-279.
[7] Blanco, Mariela; Alegre,
Silvina y Jiménez, Dora (2010), “Reflexiones sobre las limitaciones
conceptuales de la pobreza rural”, Trabajo y Sociedad, vol. XIII nº 14, pp.
1-17.
[8] Paz, Raúl, et al., 2008,
Ob. Cit.; Paz, Raúl, et al., 2011, Ob. Cit.; Paz, Rodríguez Sperat y Jara,
2018, Ob. Cit. Se ha discutido la pertinencia de la categoría de “campesinos”
en este contexto, dado que en muchos casos los principales ingresos provienen
del trabajo asalariado estacional, y en otros, de una producción volcada al
mercado que persigue estrategias de acumulación: Desalvo, Agustina (2016), “Una
aproximación a la estructura de clase del ‘campesinado’ santiagueño: el caso de
Figueroa”, Ruris, vol. 10, nº 1, pp. 311-334.
[9] Ainembabazi, John; Shively,
Gerald y Angelsen, Arild (2013), “Charcoal production and household welfare in
Uganda: a quantile regression approach”, Environment and Development economics,
vol. 18, nº 5, pp. 537-558, doi:10.1017/S1355770X1300017X; Kiruki, Harun; van
der Zanden, Emma; Kariuki, Patrick y Verburg, Peter H. (2020), “The
contribution of charcoal production to rural livelihoods in a semiarid area in
Kenya”, Environment, Development and Sustainability, vol. 21,
doi:10.1007/s10668-019-00521-2; Jones, Daniel; Ryan, Casey y Fisher, Janet
(2016), “Charcoal as a diversification strategy: The flexible role of charcoal
production in the livelihoods of smallholders in central Mozambique”, en Energy
for Sustainable Development, vol. 32, pp. 14-21.
[10] Angelsen, Arild y Wunder,
Sven (2003), Exploring the forest–poverty link: key concepts, issues and
research implications, Jakarta: CIFOR (serie CIFOR Occasional Papers Nº 40);
Msuya, Neema; Masanja, Enock; Temu, Abrahamu (2011), “Environmental burden of
charcoal production and use in dar es Salaam, Tanzania”, Journal of
Environmental Protection, vol. 2011-2, pp. 1364-1369, doi:10.4236/jep.2011.210158;
Zulu, Leo y Richardson, Robert (2013), “Charcoal, livelihoods, and poverty
reducion: Evidence from sub-Saharan Africa”, Energy for Sustainable
Development, vol. 17, pp. 127-137; Ndegwa, Geoffrey; Anhuf, Dieter; Nehren,
Udo; Ghilardi, Adrian e Iiyama, Miyuki (2016), “Charcoal contribution to wealth
accumulation at different scales of production among the rural population of
Mutomo District in Kenya”, Energy for Sustainable Development, vol. 33, pp.
167-175; Hänke, Hendrik; Barkmann, Jan; Coral, Claudia; Enfors, Elin y
Marggraf, Rainer (2017), “Social-ecological traps hinder rural development in
southwestern Madagascar”, Ecology and Society, vol. 22, nº 1, art. 42,
doi:10.5751/ES-09130-220142.
[11] Villazón-Montalván,
Roberth; Machado, Marina; Pacheco, Renata; Nogueira, Tadeu; Pinto, Cátia y
Fantini, Alfredo Celso (2019), “Environmental concerns on traditional charcoal
production: a global environmental impact value (GEIV) approach in the southern
Brazilian context”, Environment, Development and Sustainability, vol. 21, pp.
3093-3119, doi:10.1007/s10668-018-0177-0.
[12] FAO, Métodos simples para
la fabricación de carbón vegetal, Roma: Organización de las Naciones Unidad
para la Alimentación y la Argricultura, 1983; Mwampamba, Tuyeni; Ghilardi,
Adrián; Sander, Klas y Chaix, Kim (2013), “Dispelling common misconceptions to
improve attitudes and policy outlook on charcoal in developing countries”,
Energy for Sustainable Development, vol. 17, pp. 75-85.
[13] FAO, The charcoal
transition: greening the charcoal value chain to mitigate climate change and
improve local livelihoods, Roma: Organización de las Naciones Unidad para la
Alimentación y la Argricultura, 2017.
[14] Mwampamba, Tuyeni, et al.,
2013, Ob. Cit.
[15] Araujo, Publio; Escalada,
Cecilia; Rueda, Marta y otras (2019), “Producción del carbón vegetal en
sistemas campesinos de Santiago del Estero. Una aproximación desde el enfoque
de cadena de valor”, Nexo Agrario, vol. 7, nº 1, pp. 3-10.
[16] De Bedia, Gonzálo y Gómez,
Milton (2021), “Una mirada a la cadena de valor de la producción de carbón de
madera en Argentina”, en Area, Cristina; Lupi, Ana María y Escobar, Patricia
(eds.), Ciencia y Tecnología Forestal Argentina, Buenos Aires, CONICET, pp.
419-423.
[17] Zorrilla-Miras, Pedro;
Mahamane, Mansour; Metzger, Marc; Baumert, Sophia; Vollmer, Frank; Luz, Ana;
Wollen, Emily; Sitoe, Almeida; Patenaude, Geneviève; Nhantumbo, Isilda; Ryan,
Casey; Paterson, James; Matediane, Maria; Ribeiro, Natasha y Grundy, Isla
(2018), “Environmental conservation and social benefits of charcoal production
in Mozambique”, Ecological Economics, vol. 144, pp. 100-111,
doi:10.1016/j.ecolecon.2017.07.02.
[18] Chidumayo, Emmanuel y
Gumbo, Davison (2013), “The environmental impacts of charcoal production in
tropical ecosystems of the world: A synthesis”, Energy for Sustainable
Development, vol. 17, pp. 86-94, doi:10.1016/j.esd.2012.07.004; Msuya, , Neema,
et al., 2011, Ob. Cit.
[19] Abt Giubergia, Ma.
Magdalena (2015), El bosque como espacio multifuncional para las familias
campesinas de Santiago del Estero, Argentina, tesis doctoral, Facultad de
Ciencias Forestales, Universidad Nacional de Santiago del Estero; Aristide,
Pablo (2014), Apropiación de la naturaleza en agroecosistemas y bosques del
Chaco semiárido (Santiago del Estero, Argentina), tesis doctoral, Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires; Guzmán, Analía
(2017), Sistema productivo campesino y conservación del paisaje forestal en el
Salado Centro, Santiago del Estero, Argentina, tesis doctoral, Facultad de
Ciencias Forestales. Universidad Nacional de Santiago del Estero; Riat,
Patricia (2015), Puesta en valor de plantas sub-utilizadas: aporte a la
conservación de los recursos naturales en Los Juríes (Sgo. del Estero), tesis
doctoral, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP; Riat, Patricia;
Stampella, Pablo y Pochettino, Lelia (2018), “Incidencia de la estrategia de
uso múltiple en la autosubsistencia de dos comunidades campesinas de la
Argentina”, Gaia Scientia, vol. 12, nº 1, pp. 128-145; Urdampilleta, Constanza
(2020), Relación entre diversidad vegetal y formas de apropiación de la
naturaleza en socioecosistemas campesinos del departamento Guasayán, Santiago
del Estero, tesis doctoral, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales,
Universidad de Buenos Aires.
[20] Villazón-Montalván,
Roberth, et al., 2018, Ob. Cit.
[21] Entre otros: Hamatui,
Ndinomholo; Naidoo, Rajen y Kgabi, Nnenesi (2016), “Respiratory health effects
of occupational exposure to charcoal dust in Namibia”, Intern. Jour. Occup. and
Environ. Health (online, sin volumen ni paginación)
doi:10.1080/10773525.2016.1214795; Obiebi, Irikefe y Aiwuyo, Henry (2018),
“Exposure to wood smoke accentuates risk of respiratory diseases: a case of
charcoal workers in a developing nation, Sub-Sahara Africa”, EC Pulmonolgy and
Respiratory Medicine, vol. 7 Nº 6, pp. 353-358; Pramchoo, Walaiporn; Geater,
Alan; Jamulitrat, Silom; Geater, Sarayut; Tangtrakulwanich, Boonsin (2017),
“Occupational tasks influencing lung function and respiratory symptoms among
charcoal-production workers: a time-series study”, en Safety and Health at
Work, vol. 8, pp. 250-257, doi:10.1016/j.shaw.2016.11.006.
[22] Kato, Mina; Loomis, Dana;
Brooks, Lance; Gattas, Gilka; Gomes, Leni; Carvalho, Albertinho; Rego, Marco y
De Marini, David (2004), “Urinary biomarkers in charcoal workers exposed to
wood smoke in Bahia State, Brazil”, Cancer Epidemiology, Biomarkers &
Prevention, vol. 13, Nº 6, pp. 1005-1012; Olujimi, O.O.; Ogunseye, O.O.;
Oladiran, K.O.; Ajakore, S.D. (2018), “Preliminary investigation into uirinary
1-hydroxypyrene as a biomarker for polycyclic aromatic hydrocarbons exposure
among charcoal workers in ogun and Oyo States, Nigeria”, Safety and Health at
Work, vol. 9, pp. 416-420, doi:10.1016/j.shaw.2017.12.004.
[23] Kato, Mina; De Marini,
David; Carvalho, Albertinho; Rego, Marco; Andrade, A.; Bomfim, A. Loomis, Dana
(2005), “Charcoal producing industries in northeastern Brazil”, Occupation and
Environmental Medicine, vol. 62, pp. 128-132, doi:10.1136/oem.2004.015172
[24] Estas entrevistas grupales
o bien podían ser convocadas ad hoc mediante la radio local (el hecho de haber
trabajado anteriormente en la zona y ser ya conocido por muchas personas
resultó útil en este sentido), o bien producirse en el contexto de reuniones realizadas
por otros motivos (por ejemplo, convocadas por el programa Bosques Nativos y
Comunidad); en general participaron más varones que mujeres, y aproximadamente
una persona por casa en cada paraje.
[25] En su estudio, que abarca
gran parte de la región chaqueña argentina, Rueda et al., 2015, Ob. Cit., han
mostrado que la mayoría (58%) de los hornos de carbón se encuentran en sitios
con tres hornos o menos, y un 35% corresponden a sitios con un solo horno. Esto
indica que la elaboración de carbón está en gran parte en manos de productores
de pequeña escala, como los que hemos encontrado en la zona de San José del
Boqurerón.
[26] “Mingar”, en el uso de la
zona, equivale a “pedir prestado”, cuando se refiere a una cosa (mingar una
herramienta) o “pedir a título de favor recíproco”, cuando se refiere a un
trabajo: se “minga” ayuda con el sobreentendido de que se prestará en el futuro
una ayuda recíproca, aunque sin una contrapartida estricta, en la lógica del
don y el contra-don, más que de una transacción comercial. Sin embargo, el que
presta el trabajo espera que el otro le retorne el favor más adelante, y entre
los más jóvenes he presenciado conversaciones en las que se hacía, si bien en
tono jocoso, el cálculo del trabajo que uno había hecho y el otro no había
retribuido de forma suficiente (el perezoso en general, y en especial el que no
cumple su parte en un caso como este, es calificado de “puerco”).
[27] Comunicación personal,
julio 2019.
[28] Todas las entrevistas y
conversaciones se realizaron entre abril y octubre de 2019 en los lugares de
residencia y/o trabajo de los interlocutores, a quienes identifico con sus
iniciales (ficticias).
[29] Como lo han mostrado
ampliamente los estudios sobre las migraciones laborales, existe una relación
estrecha entre éstas y la composición de los hogares; no he podido determinar
una relación específica con la actividad carbonera.
[30] En junio de 2019 los
productores podían obtener por una tonelada de carbón, al pie del horno, $3700
-3800, mientras que en febrero del mismo año, según los informantes
entrevistados, el precio era de unos $2500-2700; incluso descontando una
inflación de aproximadamente 20%, esto representa un incremento estacional del
precio de un 15%.
[31] Así venía siendo, en todo
caso, en los años previos al trabajo de campo; según el “bosquero” de San José
del Boquerón, consultado en noviembre de 2019, ese año la producción no había
mermado después del invierno.
[32] La cosecha del algodón, que
se hacía por la misma época del año, ya no atrae mano de obra migratoria, pues
se ha mecanizado.
[33] Ésta se materializa
generalmente en forma de bienes muebles (un vehículo, ganado, etc.) o
eventualmente de un terreno o casa en una zona urbanizada. También podría
contabilizarse aquí el hecho de “hacer estudiar” a hijas o hijos, especialmente
en el nivel terciario (que requiere trasladarse a Santiago u otro centro
urbano). Debido a las modalidades de tenencia de la tierra, no existe en la
práctica la posibilidad de ampliar las explotaciones, y desde luego no hay
acceso a herramientas financieras de ahorro.
[34] Barney, Keith (2016),
“Sparking development or consuming the countryside? Lao charcoal commodity
networks in the Mekong Region”, Asia Pacific Viewpoint, vol. 57, nº 2, pp.
194-206, doi:10.1111/apv.12123.
[35] Barney, Keith, 2016, Ob.
Cit.
[36] Jones, Daniel, et al.,
2016, Ob. Cit.
[37] El relato de un caso puede
ilustrar acerca de lo inusual de ese procedimiento. Un productor cuenta que un
determinado comprador siempre subestimaba la carga y le pagaba de menos. Una
vez la discusión llegó a tal punto que decidieron ir a la báscula.
Efectivamente, el comprador había subestimado el peso en media tonelada, un 10%
del peso total. El productor me aclara que el costo de ir hasta la báscula y
pagar por su uso no compensaba la diferencia en esa venta puntual, pero que
luego no le vendió más a ese comprador.
[38] Araujo, Publio, et al.,
2019, Ob. Cit.
[39] Para un estudio detallado
de este tipo de situación de tenencia, véase la compilación de Bonetti referida
al paraje Pozo del Castaño (dto. Figueroa): Bonetti, Carlos (2019), Tierras y
territorios en el chaco santiagueño. Antropología de los conflictos del
campesinado en Pozo del Castaño, Santiago del Estero, Bellas Alas.
[40] Información presentada por
las autoridades en la II Jornada de Actualización de la Cuenca Foresto
Industrial de Monte Quemado, realizada en el IFIA Monte Quemado el 20 de
septiembre de 2019.
[41] Ostrom, Elinor (1990),
Governing the Commons, Cambridge, CUP.
[42] REDAF [Red Agroforestal
Chaco Argentina], Conflictos sobre tenencia de tierra y ambientales en la
región del Chaco argentino: 3º Informe, REDAF, Reconquista, 2013.
[43] Mwampamba, Tuyeni, et al.,
2013, Ob. Cit.; FAO, 2017, Ob. Cit.
[44] De acuerdo al estándar
comercial, todo el carbón producido en la zona corresponde a la clase “mezcla
liviana”. Ver el boletín de precios que publica la Cátedra de Economía y
Administración Forestal de la Facultad de Ciencias Forestales de la UNSE
disponible en: https://fcf.unse.edu.ar/index.php/boletin-de-precios-forestales/
(último acceso 30/03/2020), publicado también en Quipu Forestal Nº 5, pp.
22-23.
[45] Por otra parte, el
quebracho colorado es valioso como madera, de modo que nadie hace carbón con un
fuste sano de ese árbol, como sí puede suceder con el quebracho blanco y otras
especies. A su vez, el desrame del quebracho colorado suele quedar en el lugar
y ser aprovechado al cabo de unos años como leña estacionada (“leña campana”),
ya que es imputrescible.
[46] Solo los quebrachos blanco
y colorado se venden como rollo, y los postes se hacen únicamente de quebracho
colorado, de manera que es a estas especies que se aplica tal criterio
selectivo.
[47] Desde el punto de vista de
las relaciones de género, interesa señalar que RC baraja la alternativa de que
una de sus tres hijas lo suceda en el trabajo; en la generación anterior esto
hubiera sido impensado: actualmente en el paraje no hay ninguna mujer a cargo
de una explotación.
[48] El único caso que he
registrado en el que rige solamente el criterio de la máxima extracción para
carbón se da en un lote arrendado, donde el acuerdo es que los carboneros
saquen “todo lo que sirva” a cambio de un pago anual. Sin embargo, también aquí
parece haber alguna estrategia de manejo de parte del dueño (no he podido hablar
con él), ya que da en arriendo solo una pequeña fracción de su campo (10 ha),
mientras que conserva el resto con monte.
[49] Bourdieu, Pierre (2007), El
sentido práctico, Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 84-7.
[50] Abt Giubergia, 2015, Ob.
Cit. Ver también Guzmán, Analía; Abt, Ma. Magdalena; Brassiolo, Miguel (2012),
“Tipificación de las estrategias de uso del bosque por pequeños productores
campesinos en Santiago del Estero”, Quebracho - Revista de Ciencias Forestales,
vol. 20, nº 1-2, pp. 39-48.
[51] Saravia Toledo, Carlos,
1986, Ob. Cit.
[52] Es interesante señalar que
su adopción en la zona parece ser más bien reciente, ya que hasta los años 1970
era común la producción de carbón en parvas. Santiago Bilbao, quien recorrió los
alrededores de San José del Boquerón a comienzos de los años 1960, no menciona
la existencia de hornos, y en cambio describe con detalle y registra
fotográficamente las parvas, evidentemente la única tecnología que observó.
Bilbao, Santiago (1965), “Poblamiento y actividad humana en el extremo norte
del chaco santiagueño”, Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, vol.
5, pp. 143-192.
[53] Ver la tabla comparativa en
FAO, 2017, Ob. Cit., pp. 145 y siguientes.
[54] Ese fue el precio pagado
por el proyecto Bosques Nativos y Comunidad por una compra en cantidad
(información brindada desde la Unidad Ejecutora provincial); el precio
minorista podría ser mayor.
[55]
https://www.teknycampo.com.ar/productos-de-teknycampo/hornos-para-elaboracion-de-carbon/;
último acceso 30/12/2019. También según los datos recopilados en FAO (2017:145
y sigs.) la eficiencia de conversión de ambos sistemas es comparable.
[56] En otras zonas de la
provincia se observan hornos pequeños de forma ligeramente cónica, más que semiesférica;
no hemos visto esa clase de hornos en la zona de nuestro estudio.
HTML
generado a partir de XML-JATS4R por