Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol. 33, Nº 1, Enero – Junio 2022
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obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
Poder y negocios en la Córdoba
borbónica. La expulsión de los jesuitas en 1767 y lo ocurrido después…
Ana Inés Punta
Ferreyra Editor, Córdoba, 2021, 380 páginas
Edgardo Dainotto
Universidad Nacional de Córdoba
Centro de Investigaciones María Saleme
de Burnichon
Facultad de Filosofía y Humanidades
Argentina
edgardodainotto08@gmail.com
Ana Inés Punta presenta un estudio
exhaustivo de los procesos de liquidación de bienes de la Compañía de Jesús, en
la jurisdicción de Córdoba del Tucumán (1767-1797). La expulsión de 1767 dio
lugar a fenómenos locales que afectaron la vida cotidiana de la población y el
funcionamiento de las instituciones, además de inducir cambios en la propiedad
y uso tanto de la tierra productiva como de la población esclava puesta a la
venta. Este libro se suma a otros, suyos también, sobre la segunda mitad del
siglo XVIII en la jurisdicción de Córdoba del Tucumán, que totalizan un gran
aporte a la historiografía. (Punta, A.I., Córdoba
borbónica. Persistencias coloniales en tiempo de reformas (1750-1800),
U.N.C, Córdoba, 1997, 336 págs; Punta, A.I y Rustán, M.E., -comps.Córdoba borbónica a través de sus documentos, Ferreyra
Editor, Córdoba, 2014, 226 págs; y varios artículos
en revistas especializadas).
La investigación se explaya en: introducción,
ocho capítulos, reflexión final y apéndice documental. En la primera, Punta ofrece
un panorama de la jurisdicción de Córdoba dentro de la Gobernación del Tucumán.
Delimita el espacio efectivamente ocupado y útil en manos de la sociedad
hispano-criolla, sobre todo en la zona serrana. Allí se desarrollaba parte de
la crianza de mulas cuya venta conformaba su principal giro. La conflictividad de sus fronteras se debía a que las etnias
no sometidas buscaban apropiarse de la mercancía y bienes que circulaban por y
desde el distrito. En cuanto a la población, Punta identifica al núcleo ínfimo
dentro del cual se tramará la enajenación de los bienes de la Compañía: una
elite municipal encabezada por 368 vecinos, sobre un total de 42.000 habitantes.
Se detiene en la composición del Cabildo, que corporizaba los intereses de esa
élite; su estudio le permite a la autora ilustrar el avance metropolitano sobre
las instituciones locales. Queda también explicitado el proceso por el que inmigrantes
peninsulares de las primeras décadas del siglo se solapaban con las viejas
familias beneméritas. Éstos sirvieron a la Corona en su cometido de aniquilar a
la Compañía y, de paso, se habrían quedado con sus cuantiosos bienes. Describe cómo
funcionaban las distintas unidades productivas de la Compañía en la
jurisdicción de Córdoba (cinco estancias y el complejo educativo-administrativo
urbano), para dimensionar la producción de bienes y otras prestaciones que era
capaz de motorizar. Presenta un relato vívido del funcionamiento de la
jurisdicción, en cuanto integrada al espacio
peruano. Punta resalta la actividad de la Junta Municipal de Temporalidades, desde donde cada grupo accedió a
la propiedad de lo que ambicionaba, en las mejores condiciones posibles para
sus intereses. Y presenta aquí el método
de su análisis que, para quien se reconoce parte de la tradición historiográfica
materialista de Córdoba, no podía ser otro que el que se inicia por las
mercancías (venta de estancias, ganados, esclavos) para llegar a los grupos que
se los apropiaron, pasando por los esquemas ideológicos y jurídicos-administrativos
que consolidaban la apropiación.
Párrafo propio merece el tratamiento
de las fuentes; además de haberlas organizado en un relato totalmente
comprensible, les hace una seria crítica documental. Por ello logró dilucidar
la composición completa del inventario de las posesiones de los jesuitas al
momento de su expulsión, que había sido objeto de errores en investigaciones previas.
El descalabro del patrimonio ignaciano queda mejor configurado.
En el primer capítulo se muestra
cómo el ímpetu aniquilador que arrasó a los jesuitas emanó de la Corona y de
sus representantes. El Teniente de Rey Fabro, en
aquel carácter, era el instrumento ejecutor en Córdoba de las acciones del gobernador
de Buenos Aires, Bucareli. Describe Punta cómo la oposición inicial del sector
tradicional de la elite cordobesa fue una resistencia incómoda, incisiva,
persistente, a pesar de no tener todavía una inserción oficial en los trámites
de venta del patrimonio jesuítico.
En el capítulo II, Punta comienza a
utilizar el inventario y las tasaciones realizados entre 1767 y 1769; los
conoce con detalle y los presenta con claridad. Aquí se van sucediendo los
actos y actas que ponían precio a las propiedades jesuíticas. Los datos están
agrupados en cuadros que ofrecen una información clara y en clave comparativa. Éstas
serán herramientas hermenéuticas que servirán para mostrar el proceso de
depreciación de las propiedades en el que se apoyaron unas ventas a precios viles.
Las tasaciones incluyen ganados, huertas, muebles, inmuebles y, por cierto, a la
población esclava.
El tercer capítulo nos acerca a la
trama política; la autoridad regia, representada por el Teniente de Rey Fabro, debe compartir tareas desde 1770 con la Junta Municipal de Temporalidades. Hasta
su puesta en marcha, Fabro había decidido con
autonomía y quienes lo enfrentaban lo hacían con cierta nocturnidad. Es
oportuno recordar que lo propio de una “junta” es reunir en un ámbito colegiado
a los representantes de las corporaciones con interés legítimo en un tema. Así,
representantes de la Corona, del Cabildo, del Obispado y del “común”, constituyeron
la Junta para la liquidación del patrimonio de los expulsos. El representante
de la Corona era un actor principal, pero en un escenario más complejo y sujeto
a la mayoría.
En el capítulo IV se ve el
funcionamiento de la Junta, que equilibró fuerzas entre las jurisdicciones que
la componían. Las intenciones de Fabro de hegemonizar
su funcionamiento con vecinos proclives al regalismo anti-jesuítico fueron
obturadas –curiosamente- por la propia Junta Provincial, con sede en Buenos
Aires –el ámbito de poder de Bucareli-. Punta recoge los hilos que vienen de un
pasado no muy lejano, en el que algunos vecinos cordobeses habían puesto en
jaque al gobernador Campero; historias que mostraban las tensiones cruzadas que
sostenían el andamiaje de gobierno de la Provincia. Reviven en el nuevo
contexto antiguas formas de vetar la iniciativa gubernamental regia.
El capítulo V logra exhibir las
articulaciones y tensiones de la élite y las corporaciones, y comienza el
análisis de las ventas de los bienes; se dedica a la de los ganados y población
esclava. Sobre ganados, queda claro que algunos vecinos lucraron gracias a una
modalidad que queda en un claroscuro perfectamente planificado. Para
dimensionar el fenómeno de la venta de la población esclava, la autora llama
“cosificación” al conjunto de valoraciones denigrativas que tenían los
contemporáneos hacía ella. No esconde la autora la perplejidad que produce al
lector actual aquella forma de conceptuar y tratar a otros seres humanos.
También deja en claro las diferencias de trato de los jesuitas como dueños de
esclavos con prácticas de sus sucesores.
El capítulo VI avanza en el tiempo y
en el despojo; ya se estudian las subastas de las estancias las de San Ignacio,
Santa Catalina y la Candelaria; en el capítulo VII aborda la de Altagracia y en
el VIII la de Jesús María. Los procedimientos judiciales son puestos al
servicio de construir e imponer imágenes distorsionadas sobre los precios y
potencialidades de cada unidad productiva, con el solo fin de apropiarse por
poco dinero de aquellos latifundios. Esto ya escandalizaba a los mismos
contemporáneos; y Punta cita una frase que vale la pena reiterar aquí: cada
oferta constituía una “propuesta inadmisible por sí y digna del mayor
desprecio”. Esta claridad no sirvió para frenar su desarrollo, pero sí para que
nosotros, lectores del siglo XXI, entendiésemos que aún para la época lo que se
estaba haciendo era inmoral y ajurídico, y que
merecía condena dentro del ordenamiento mismo de quienes dominaban.
La reflexión final recoge en
conclusiones correctas los procesos analizados. Compone con los datos parciales
de las tasaciones y ventas de esclavos, por ejemplo, imágenes de su vida
cotidiana; por caso, el régimen de autosuficiencia productiva que utilizaban
los jesuitas, el ejercicio de oficios, etc.- Y también expone cómo en pocas
décadas los latifundios jesuíticos se fraccionaron, dando lugar a un nuevo mapa
de la propiedad rural colonial. El apéndice es un aporte a la profundización de
los temas tratados; y una invitación a seguir las rutas de los esclavos que,
mezclados en la campiña cordobesa con los demás campesinos, ayudaron a formar
la masa demográfica y el entramado cultural de una Córdoba mestiza.
En conjunto, Punta ha logrado dos
objetivos de notable envergadura académica: uno, es ofrecer un relato
cronológico comprensible de la multitud de actos judiciales-administrativos que
requirieron las ventas del patrimonio jesuítico de Córdoba del Tucumán, entre
1767 y casi fin de siglo. Un millar de folios producidos por diversos actores
individuales e institucionales cobran sentido gracias a la reconstrucción de
los derroteros de cada grupo de bienes subastados –o sustraídos. Otro logro ha
sido poder agrupar en redes a esos actores, en las que los intereses económicos
aparecen, a veces, como más fuertes que el parentesco sanguíneo mismo; redes
que podían movilizar recursos de variada índole para legalizar sus negocios con
el beneplácito del ordenamiento jurídico-judicial. Redes, además, que lograban
birlar las expectativas de la Hacienda del rey, a la que se incorporaban
esporádicos, escasos y tardíos pagos por propiedades que ellas usufructuaban
sin tapujos. Pero la pintura de la sociedad cordobesa que queda expuesta a
partir de este estudio, se hace más dramática al describir la venta de la
población esclava. Desaparece, si alguna vez estuvo, la imagen plácida de una elite
piadosa y benevolente, solo afecta a los disturbios de oficina y de sacristía;
la garra de la racionalidad económica no afloja el cuello de las familias esclavas,
que pagaron con los gritos de sus hijos separados de sus padres las tardanzas
de los expedientes, los gastos de mantención, la amortización de su precio...
A partir de las conclusiones y datos
presentados por la autora, se nos presentan dos posibles temas que
enriquecerían la historia tardocolonial de la jurisdicción de Córdoba del
Tucumán: la estructura de la propiedad de
la tierra productiva en el siglo XIX y la importancia de la fuerza de trabajo
esclava en el proceso de acumulación de los sectores dominantes locales; temas
que, desde nuestro punto vista, todavía no tienen un desarrollo investigativo acorde
a su relevancia y que en este libro encuentran un piso firme para avanzar en su
conocimiento.