Revista Andes, Antropología
e Historia
Vol.
33, Nº 1, Enero – Junio 2022
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licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
El rastro escrito medieval y moderno de
Belmonte de Tajo: documentación parroquial
Nicolás Ávila Seoane
Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Instituto de
Estudios Históricos UEDD-CONICET, Córdoba, 2020, 350 pp.
María del Pilar Torreblanca
Universidad Católica de Córdoba
Argentina
mdptorreblanca@gmail.com
Publicado bajo los auspicios de la recientemente creada
área de Estudios sobre Cultura Escrita y Archivología del Centro de Estudios
Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, el libro de Nicolás Ávila Seoane,
dedicado a los documentos custodiados en el archivo parroquial de Belmonte de Tajo,
hoy municipio integrante de la Comunidad de Madrid, presenta de manera
didáctica y original una meticulosa investigación que abarca un período que
corre desde mediados del siglo XVI hasta el final de la Edad Moderna.
La conocida frase
atribuida a León Tolstoi: “pinta tu aldea y pintarás el mundo” calza muy bien
en este trabajo, pues permite al lector, al recorrer sus páginas, adentrarse en
la vida cotidiana de un pueblo agrario español durante la Edad Moderna a través
de múltiples aspectos sonsacados de la documentación conservada en su archivo
parroquial.
Fue justamente a raíz del Concilio de Trento (1545-1563) cuando
se dispuso que las parroquias debían llevar al día los libros sacramentales de
nacimientos, matrimonios y defunciones; y proceden de estos libros gran parte
de la documentación transcripta y desmenuzada con minuciosidad por el autor: Nicolás
Ávila Seoane, actualmente profesor titular de Paleografía y Diplomática del
Departamento de Historia de América y Medieval y Ciencias Historiográficas de
la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, Universidad
por la que se doctoró en Historia.
Para conocer acerca de la historia de Belmonte de Tajo,
el espacio geográfico en el cual se despliegan los diversos tópicos desarrollados
en el libro comentado aquí, es necesario remitirnos a un estudio previo que
publicó el autor en 2008: Belmonte de Tajo hasta el siglo XVI en las fuentes
documentales, que puede
considerarse la primera parte de esta vasta investigación que coronará
próximamente con una tercera entrega sobre la cual hace referencia en diversas ocasiones
en las páginas de El rastro escrito…
En el primer trabajo sobre Belmonte de Tajo, Ávila Seoane
refiere que fue un señorío de los obispos de Segovia entre los años 1149 y
1579. En este último año pasó a conformar el señorío de la familia Toledo hasta
1592, año en que se convirtió en villa con jurisdicción propia y fue incorporada
al realengo a perpetuidad. Sin embargo, la jurisdicción de la villa se volvió a
vender en subasta pública al duque de Uceda en 1612, quien tomó posesión un año
más tarde y peticionó al rey Felipe III para que el nombre del lugar fuese
Belmonte -y no Pozuelo o Pozuelo de Belmonte como figura en la documentación
más antigua-, hecho que coincide con el otorgamiento del título de marqués de
Belmonte a los primogénitos de la casa de Uceda por parte del rey en 1613. En
1654 a causa de la expropiación a los duques de Uceda, Belmonte pasó a ser
señorío de la familia Prado que se llamó heredera de los Toledo para legitimar
su posesión. El primer estudio, que comprende la más antigua documentación referida
a aquel lugar, dispersa en variados repositorios, se complementa con la segunda
entrega de la cual damos cuenta aquí, centrada en la documentación que congrega
el archivo parroquial. Los pormenores de la organización del archivo se
encuentran en el primer capítulo, de vital importancia, porque gracias a él es
posible apreciar con mayor precisión las dificultades que se presentaron al abordar
las fuentes, atinentes a su estado de conservación, a las vicisitudes acaecidas
en el archivo, a las falencias que se producían en las copias que se realizaban
de los libros sacramentales, a los faltantes de folios, a las hojas sueltas que
iban apareciendo a medida que se avanzaba en la investigación, todo lo cual da
cuenta el autor al detalle. La descripción del contenido de los volúmenes
permite al lector conocer también aquellos libros no sacramentales consultados
y conservados en el archivo parroquial, entre ellos los de las cofradías, los
libros de cuentas, de inventario de alhajas de la parroquia, entre otros. Los títulos
de los capítulos restantes y sus apartados presentan temas que refieren categorías,
situaciones y lugares comunes que el autor despejó del corpus documental y que suelen
ilustrar sobre los dramas y vicisitudes de Belmonte de Tajo de antaño, su
entramado social, y sus instituciones ligadas a la Iglesia, entre otros. Cada
capítulo evidencia, asimismo, un prolijo y complicado backstage de transcripción, análisis y procesamiento de fuentes,
como también de interrelación de la información brindada en ellas, enriquecidas,
a su vez, con documentos ajenos al archivo parroquial, pero atinentes a lo
abordado, a lo que se suma bibliografía y explicaciones sobre el contexto y
fotografías de los originales consultados, que permiten observar los diversos
tipos de escritura utilizadas a lo largo del período abordado. La impronta y el
valor evidente de este trabajo, vale decir, es el despliegue de
transcripciones, que permiten al lector afrontar de primera mano pormenores de
este universo documental congregado aquí, que conforma la trama sobre la que
Ávila Seoane tejerá su laboriosa urdimbre.
“Infortunios y desgracias” es el tema señero que preludia
el segundo capítulo, basado en los datos extraídos, en su mayoría, de los
libros de difuntos del archivo parroquial. Este apartado hace referencia a las
muertes súbitas y accidentales, y desvela también crímenes de pasión y venganza,
dramas que habrán sido la comidilla de los habitantes de Belmonte de Tajo y
aledaños. De las partidas que integran los libros de difuntos se desprende
también el capítulo sexto, dedicado a los “Males de muerte y otras dolencias”,
especialmente porque a mediados del siglo XVII se acostumbró consignar en
dichas partidas las causas de muerte. El capítulo décimo puede enmarcarse
también en la utilización de los libros de difuntos y testamentos, al dedicarse
al tema de los entierros, destacando una pormenorizada presentación de los
sitios de los sepelios hallados en las fuentes, especialmente en lo que se refiere
al interior de la iglesia, en donde las fuentes ofrecen detalles de la
disposición del lugar (como altares, asientos, puertas) y hasta de la posición
social del difunto.
En el extremo opuesto, los libros de bautismo conforman
el sustento principal del capítulo tercero dedicado a los “Hijos póstumos,
naturales y expósitos”, en donde aparte de esas problemáticas, se abordan
sucesos atípicos como las bodas reservadas y los casamientos in articulo mortis para el caso de los
hijos póstumos. Asimismo, ofrece datos de menores adoptados en Belmonte de Tajo
procedentes de la Inclusa de Madrid, y presenta información sobre el hospicio
del Espíritu Santo que los clérigos menores tenían también en aquella ciudad,
tema en el que es posible apreciar otras fuentes consultadas, como los libros
de cuentas del hospicio, de la cofradía del Espíritu Santo, y distintos libros
parroquiales en donde figuran los profesos de la orden, como también los niños
abandonados en el hospicio.
De la misma manera, el capítulo séptimo titulado “Agua de
socorro” se nutre particularmente de los libros de bautismo. El autor recurre a
referencias sinodales sobre las precauciones que se debían considerar en los
casos de bautismos en peligro de muerte, y los recaudos que tuvieron los
visitadores eclesiásticos al revisar las partidas. Expone distintos casos a
través de transcripciones y tiene la delicadeza de instruir al lector con la
información necesaria acerca del contexto en las citas al pie, que iluminan los
extractos documentales, procedimiento que repite en los demás apartados.
Especialmente interesantes son los capítulos que hacen
referencia al universo social de Belmonte de Tajo, con un trabajo de fuentes aún
más complejo. Los cruces de diversos documentos posibilitan la reconstrucción
de historias de vida y de vínculos, e incluso el lector se sorprenderá al
encontrar que ciertos personajes desfilan de manera reiterada, aún en otros
capítulos. En esta tesitura, el apartado cuarto referido a forasteros y pobres,
se vale mayormente de varios libros parroquiales: de bautismo, de matrimonio, y
de difuntos. El autor menciona la procedencia de los forasteros y también nos
instruye que podían ser transeúntes o avecindados. Para exponer los casos de
los pobres de Belmonte también se vale de las mandas testamentarias que
disponían dar alimentos o vestir a los pobres mendicantes o aquellos que no
osaban pedir limosna. Las transcripciones de los extractos documentales, una
constante en todo el libro, sorprenden por su minuciosidad y denotan el arduo
trabajo en compilarlos. El panorama social puede apreciarse asimismo, en el
capítulo quinto dedicado a las distintas profesiones y ocupaciones halladas en
las fuentes (libros de matrimonios, difuntos, bautismos, libros de cofradías, libro
del hospital, testamentos, cuentas concejiles), que ilustran acerca de las
actividades ejercidas en aquel lugar durante los siglos XVI y XVII: desde oficios
derivados del trabajo del esparto, pasando por pastores, carpinteros,
albañiles, mesoneros, criados, pregoneros, comadronas, maestros y sastres -entre
otros-, hasta llegar a los escribanos y notarios. En este último punto Ávila
Seoane especifica con cuidado los años que aparecen por primera vez en los libros,
reconstruye sus familias, vicisitudes y accionar. Para el caso de las
ocupaciones aludidas antes, es interesante leer acerca de quienes las
ejercieron y sobre circunstancias que reflejan de manera más acabada el
contexto y “los gajes del oficio”, como las aguas de socorro impartidas a
recién nacidos por los cirujanos.
“Curas, monjes y sacristanes” es el título del capítulo
octavo, que no solo tratará sobre los párrocos de Belmonte de Tajo y sus
sacristanes, sobre los que conoceremos su historia familiar; también está
dedicado a los frailes -ya sea mendicantes o contratados para efectuar una boda
o algún bautismo, o pronunciar un sermón- y los visitadores eclesiásticos. Las
fuentes utilizadas en este apartado se extienden más allá de los libros parroquiales,
para abarcar el fondo Inquisición del Archivo Histórico Nacional, especialmente
para abordar el caso del belmonteño Manuel Montaña, religioso lego de los
clérigos menores acusado por el Santo Oficio.
El resto de los capítulos abarcan diversos temas, entre
ellos los enseres de la parroquia, para lo que el autor tuvo en cuenta el libro
inventario de alhajas (capítulo noveno); el caso de la procesión a Valdelaguna
en 1612 para pedir por lluvias -relación que se halla en el libro de matrimonios-
que encontraremos en el capítulo undécimo. El siguiente apartado está dedicado
a las cofradías, al hospital para refugio de mendigos, y a las romerías y
legados efectuados a las numerosas ermitas edificadas en el lugar -algunas de
ellas aún existentes-. Para este capítulo el autor ha indagado no solamente los
libros sacramentales, sino además en testamentos y ordenanzas y libros de cofradías.
Para cerrar, Ávila Seoane presenta un apéndice muy
interesante y fuera de los límites temporales del libro referido a un disturbio
ocasionado entre algunos vecinos de Belmonte de Tajo y el recién llegado cura
ecónomo, en reemplazo del cura regente don Eusebio Palomar que había sido destituido.
El motín, que tuvo lugar en 1900, al igual que la labor del novel cura Domingo
Gómez Cornejo, se hallan narrados en un libro de bautismos cuya transcripción
podemos leer, al igual que la de otros documentos conservados en el Archivo
Diocesano de Getafe que dan cuenta de los incidentes que terminaron con el
alejamiento de Gómez Cornejo.
Este libro, que pone al lector en contacto con las
fuentes (organizadas temáticamente) y sin necesidad de conocimientos
paleográficos, hace que sea de interés para lectores curiosos, pero
especialmente para historiadores interesados en los temas desarrollados, e
incluso filólogos, quienes pueden aún desarrollar estudios utilizando las
transcripciones expuestas en él.
Esperamos con ansias el nuevo libro de Ávila Seoane que
completará esta trilogía de Belmonte de Tajo, tantas veces insinuado en las
páginas de la segunda entrega comentada aquí.