Revista Andes, Antropología e Historia

Vol. 1, Nº 33, Enero – Junio 2022

Esta obra está bajo licencia de Creative Commons Atribución - No Comercial CC BY-NC    https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090

 

 

Años de pandemia y dos recopilaciones de Universidades salteñas:

 

Las palabras y las voces

Amelia Royo

Editorial Universitaria UNSA, 2021, 119 páginas

 

Antropólogas de la gran Puna

María Constanza Ceruti

EUCASA editorial, 2020, 162 páginas

 

Alicia Ana Fernández Distel

Espacio de Arte Nicasio Fernández Mar

Tilcara, Jujuy, Argentina

aliciana04@4hotmail.com

 

Los años 2020 y 2021, en pleno aislamiento académico impuesto por la Pandemia de Covid 19, dos catedráticas de Salta emprendieron la compilación y publicación de sendos tomos de historias y entrevistas académicas que venían reuniendo de años anteriores. Son la Magister y Profesora en Letras Amelia Royo quien lo hizo a través de su libro “Las palabras y las voces”, y la Doctora en antropología María Constanza Ceruti, quien lo hizo a través de la obra “Antropólogas de la gran Puna”, respectivamente; el segundo ilustrado con fotografías aportadas por las 6 participantes.

Ambas obras abordan conversaciones e historias de vida, respectivamente, a personas (profesionales hombres y mujeres) que actuaron en la región de Salta y Jujuy en los rubros folklore, teatro y literatura regional, antropología y arqueología. Sobre todo, muy distinguidas por haber generado para el medio local, libros de peso.

Muchos temas se abordan, dejando de lado estereotipos formales consagrados y prejuicios enquistados en la sociedad. De lo último, por ejemplo, el silenciamiento de ciertas formaciones socioculturales por el solo hecho de ser “del interior”, los creadores siempre perjudicados por ser su residencia las provincias del norte (o sea en la “periferia”), la dificultad de las mujeres para instalarse en el ideario de la intelectualidad de elite del momento, la reciente y necesaria valorización de la región por parte de otras provincias e incluso por parte de académicos del Hemisferio Norte. Las “modas metodológicas transatlánticas” con sus aparatos teóricos sobredimensionados e impropios, no le interesan a ninguno de los trece participantes en estas dos compilaciones.

En lo antedicho sobrevuela el espíritu, la idea rectora de los dos libros, del cómo seleccionar los testimonios a incluir:  de gente grande, pletórica de experiencia, y, también miembros del claustro en las dos universidades editoras. Tal vez por ser yo protagonista de uno de los libros, decir que mayoritariamente quienes allí figuramos estamos aunados por una generación, cenáculo, capilla, el tiempo de estudiantes, o como se lo quiera llamar, en el decir de Leonor Arias Saravia. Tiempo de acción directa ubicado en la segunda mitad del siglo XX.

Paradojalmente las aglutinadoras de experiencias a ser volcadas en los dos libros son gente nueva, docentes de peso en las dos Universidades salteñas que forman hoy en Literatura Regional,  Antropología y Patrimonio como son la Universidad Nacional de Salta con su Facultad de Humanidades y la Universidad Católica de Salta con su Facultad de Historia Geografía y Turismo: Amelia Royo es docente en la cátedra de Literatura Argentina en la UNSA y M.C. Ceruti es la fundadora del Instituto de Investigaciones de Alta Montaña de la UCASAL, teniendo sus cátedras en la Licenciatura en Turismo y en la Maestría en Valoración del Patrimonio Natural y Cultural, además de ser  investigadora del CONICET y docente en la Universidad el Salvador de Buenos Aires. 

Es de mucho agradecer esa mirada de las compiladoras sobre el resto de los participantes, ya que ellas entendieron que el imperativo del momento es conocernos desde dentro, como región, en su devenir cultural, olvidando construcciones meramente terminológicas como sería hablar de autores de la posmodernidad literaria o del procesualismo (una perniciosa “arqueología despojada de toda etnografía” según Ceruti).  Tal vez sería exagerado decir que a los 13 autores ingresados (15 si se cuentan los dos ensayos finales escritos por Daniel Medina y María Fernanda Marcó), los une la pasión latinoamericanista, que expresan a través de canales que pueden tener distintos motes provisorios: Literatura oral para Herminia Terrón o folklore para María. C. Bianchetti o Claudia Forgione. Lo importante es el dato recuperado en su momento justo, el haber concretado una especie de salvataje cultural.

El primer libro adopta el formato de entrevista pautada, con preguntas extensas y detalladas, distintas para cada entrevistado. Son los colegas David Slodky, Zulma Palermo, Leonor Arias Saravia, Genevieve Despinoy, Herminia Terrón, Daniel Pellegrino.

El segundo libro agrupa anécdotas del trabajo de campo en la región andina (que en el título figura como “Puna”). También incluye impresiones sobre la tarea profesional y la recepción por parte del habitante rural de la presencia de las investigadoras o sea las reacciones de los informantes ante las preguntas. Subyace a esta compilación, el hecho de subrayar que son mujeres las “trabajadoras”, recorriendo nuestro agreste altiplano Norte, recogiendo información delicada, en condiciones de vida arriesgadas, posponiendo asuntos personales o familiares. Las convocadas fueron Claudia Forgione, Maricel Pellegrin, María Cristina Bianchetti, Marjorie Snipe , la propia María Constanza Ceruti y quien escribe.

Los influjos culturales de las invitadas extranjeras tienen su lugar en estos libros: uno de ellos incluye a una europea (Genevieve Despinoy exégeta del literato puneño Carlos Aparicio) y otro una estadounidense (Marjorie Snipe, antropóloga dedicada al tema de la vida pastoril en las grandes alturas). Conmueve leer los testimonios de ambas mujeres, pues no solo llegaron a dominar el castellano y el habla andina regional, sino que también denotaron seriedad en lo que estudiaron, con verdadera pasión por difundirlo en sus respectivas lenguas madres: el francés y el inglés respectivamente. Es decir que son nuestras embajadoras culturales.

Un tema recurrente en la compilación de Royo es el de la crítica literaria: género en sí mismo, ninguno de los entrevistados se asume como muy entusiasmado con este rubro, que por lo   demás es necesario en todo cenáculo cultural. La pregunta ¿de qué sirve la crítica? surge ante un descarnado testimonio como el de Héctor Tizón quien reconoce que él entró a las universidades europeas y fue traducido, gracias a un camino que se le fue abriendo (luego del boom del realismo mágico) por la fama de haber sido un “exilado”, según testimonio recogido por G. Despinoy .

El tema de la popularización de las investigaciones a través de las mass media, también se aborda, sobre todo en la primera entrevista a Daniel Slodky y de la quinta a G. Despinoy: videos, películas, obras de teatro, shows… por lo general son ajenas a las mentalidades investigadoras, encasilladas en documentar sin descanso. Sin embargo, los dos antes citados hicieron importantes esfuerzos en este campo, cosa que el ambiente literario- antropológico debe agradecer.

En todas las contribuciones, en ambos libros, además de la ponderación de la cátedra universitaria como gestora de vocaciones que redundan en dedicaciones extensas y decantadas, está la alusión a los congresos, simposios, talleres, institutos (como el Instituto de Investigación Luis E. Soto o el Instituto de Arqueología de Alta Montaña) en los cuales las compiladoras y los incluidos en el libro se fueron conociendo para luego actuar en red. El diálogo como herramienta es la palabra multipresente en las obras comentadas y es el único y verdadero protagonista en el titulado “Las palabras y las voces”.

Diálogo que le llevó a A. Royo a convocar a Claudio Simiz como prolongador de la obra, a quien le compete realizar el perfil personal de cada una de las “voces”.  A su vez, la compiladora tomó la decisión de incorporar dos trabajos de crítica, ambos tratando de revalorizar una novela de Francisco Zamora, salteño, quien con el tiempo debe ser aceptado en toda antología que se conciba.

Con su epílogo, Amelia Royo evoca la palabra con que iniciamos esta reseña:  la pandemia, el aislamiento involuntario y obligatorio, la reflexión concomitante. Aunque como antes se mencionó todas las contribuciones de ambas compilaciones ya estaban previstas. El epílogo de M.C. Ceruti expresa que “Antropólogas de la gran Puna” es tan solo un comienzo, que debe alentar a que se produzcan en el campo de los testimonios de vida científica, más obras como la mencionada.

Parece paradójico el tener que aclarar, que en los últimos meses, precisamente en diciembre de 2021, una de las antropólogas nos dejó. Se debe y mucho, agradecer este último diálogo entre ella y la sociedad a quien dirigía sus ensayos; vaya mi admiración a María Cristina Bianchetti.