¿CURAS, MILICOS Y
CAUDILLOS? UN ESTADO DE LA CUESTIÓN A
PROPÓSITO DE LOS ORÍGENES DEL PERONISMO EN EL INTERIOR
José Vicente Vezzosi*
“Puede ser y, casi tengo la
seguridad de que S.E. conoce estos problemas,
pero puede
ocurrir que por razones de distancia y por no haber actuado en
esta región, escapen a su conocimiento muchos
detalles que (…) en conjunto
dan a nuestro ambiente un concepto social
extremadamente pobre. Esto se
explica porque hasta la fecha se ha legislado para
la Capital Federal, las
provincias de Buenos Aires y Rosario y, en algo
para Córdoba. Insisto en
esto porque si bien las leyes son de carácter
general para todo el país,
al llegar el momento de su aplicación se ha encontrado que muchas de
ellas son inaplicables en esta zona o los
encargados de hacerlo tienen
demasiados intereses creados para cumplir con
ellas” (Amalio Olmos
Castro, Carta al Sr. Vicepresidente de la Nación y
Secretario de
Trabajo y Previsión Cnel. Dn.
Juan D. Perón, 29 de agosto de 1944[1])
Planteo
A riesgo de
alimentar una sobreabundancia, en este trabajo propongo retomar la larga
discusión sobre la cuestión de los orígenes del
peronismo, a partir de algunas conclusiones surgidas de la investigación
realizada en relación a Santiago del Estero[2].
Y digo a riesgo de alimentar una sobreabundancia porque el primer peronismo es uno de los tópicos más
abordados por el conjunto de las ciencias sociales argentinas[3]. Tal vez por las
trasformaciones desarrolladas en la configuración estatal, cultural y social;
por los clivajes sobre los que se montó y profundizó; por el problema
irresuelto que –luego de su derrocamiento- significó durante 20 años para el
sistema político argentino; o por los intereses económicos, políticos e
ideológicos implicados en sus interpretaciones, la literatura producida en
torno al peronismo parece ser un recurso renovable y en disputa. Resulta
dificultoso pensar algún aspecto del peronismo que no haya sido abordado, dando
lugar a un riquísimo -y a veces caótico- debate que no deja de despertar
interés, ser boom editorial y sinónimo de
acaloradas discusiones en espacios académicos y militantes. Es posible que la
irrupción del kirchnerismo como movimiento político a
principios del siglo XXI, haya coadyuvado a la renovación de ese interés, en la
medida en que por momentos pareció querer reeditar algunos de los clivajes y significantes de
aquel peronismo.
A tal punto
parece ser un recurso renovable y en disputa que desde hace ya varias décadas
se puede constatar la existencia de una literatura sobre la literatura de los
orígenes del peronismo. Por caso, Emilio De Ipola a
fines de los ’80 ya propuso un balance de las interpretaciones del peronismo
(1989). No retomaré aquí en profundidad ese texto pero sí reconsideraré un
señalamiento que entiendo fundamental: el eje “ruptura y continuidad” como una
de las claves de aquel balance. En este escrito retomaremos ese eje para
mostrar cómo las interpretaciones ejemplares de los
orígenes del peronismo[4]
han dado lugar a una lógica interpretativa pendular y mutuamente excluyente
entre concepciones rupturistas y concepciones continuistas, conformándose a mi
juicio una encrucijada hermenéutica que ha reducido su complejidad oscureciendo
la posibilidad de dimensionar las significaciones del peronismo particularmente
en el interior del país.
En la larga
tradición de estudios sobre los orígenes se
han desarrollado un sin fin de preguntas cuyas respuestas llevan ya más de
siete décadas de consensos mínimos y provisorios, de amplias diversidades y
disidencias, que recorren algunos cauces muy trabajados y otros que están
actualmente bajo incipientes estudios. Este último es el caso de aquellos que
indagan en las configuraciones provinciales del peronismo, espacios
caracterizados por escenarios políticos, sociales y económicos diferentes a los
de las áreas metropolitanas industrializadas. Al respecto, las “corrientes
explicativas extracéntricas”[5] abrirán un conjunto de interrogantes vinculados a los
orígenes del peronismo en contextos de escasa o nula industrialización, tal el
caso de la mayoría de las provincias argentinas, en las que –no obstante, y al
igual que en los espacios industrializados- se habría articulado un armado
político exitoso de cara a las elecciones de 1946.
Las
explicaciones extracéntricas han destacado el peso de
los “factores tradicionales de poder” en la
mayoría de las articulaciones originarias de los peronismos provinciales: en
contextos de debilidad de las organizaciones obreras, la posibilidad de éxito
del peronismo habría radicado en la participación de actores y tradiciones
discursivas vinculados a la vieja estructura política conservadora, las fuerzas
armadas y la Iglesia Católica. En función de estos avances cabría preguntase
¿cómo se vinculan los estudios extracéntricos con lo
que anteriormente definimos como una lógica pendular y mutuamente excluyente
entre las rupturas y las continuidades? ¿Qué aportan los estudios referidos a
Santiago del Estero?
Un primer acercamiento
a los estudios del fenómeno en Santiago del Estero, parecería confirmar las
aproximaciones de las corrientes extracéntricas, y
por lo tanto situarse en el punto “continuista”
del péndulo imaginario que proponemos para pensar el devenir de la lógica
interpretativa sobre el surgimiento del peronismo. La literatura existente (Alén Lascano, Tenti,
Martínez) ha señalado que en una provincia con una estructura económica fundamentalmente
primaria, con altos niveles de sobreexplotación laboral ante la oferta de mano
de obra (absorbida fundamentalmente en los obrajes madereros), bajos niveles de
urbanización (estimados en el 30%), escasa sindicalización e históricos
problemas demográficos (derivados de cíclicas migraciones de importantes
porciones de la PEA hacia centros urbanos industrializados)[6],
los “factores tradicionales de poder” habrían
sido claves en la “invención” del
peronismo santiagueño.
Ahora bien ¿la
participación de esos actores resulta suficiente para encuadrar al peronismo
como un proceso “continuista”? En este trabajo intentaré mostrar que una
lectura de ese tipo queda entrampada en la encrucijada interpretativa
anteriormente señalada y dificulta mirar las complejidades del fenómeno en una
provincia como Santiago del Estero. Al efecto, propondré una reconstrucción
crítica del estado de la cuestión sobre los orígenes del peronismo que incluya
las lecturas extracéntricas, lo que me permitirá
enunciar algunos elementos metodológicos que –a mi entender- permitirían salir
de la encrucijada “ruptura-continuidad” como polos mutuamente excluyentes a la
hora de interpretar de los orígenes del peronismo en espacios provinciales.
La estructura argumental
que seguirá el artículo tendrá como punto de partida la revisión de la
construcción del peronismo como hecho social que desde mediados de la década
del 50 ha estado atravesado por clivajes propios del campo
político y por una suerte de centralismo epistemológico que circunscribe la historia nacional a lo que acontece en la zona cercana a
Buenos Aires. A partir de allí fundamentaremos la necesidad no sólo de incluir
en el análisis los espacios alejados de las zonas metropolitanas
industrializadas, sino también de elaborar lecturas relacionales y situadas
para repensar el supuesto continuista que subyacería a las lecturas extracéntricas. Finalmente, enunciaremos algunos principios
metodológicos que nos permitieron ver que, más allá de la participación de
actores que no resultaban novedosos en el espacio social santiagueño (políticos
conservadores y radicales anti personalistas y agentes vinculados al
catolicismo local), la emergencia del peronismo implicó un conjunto de
conflictos, negociaciones e intercambios que darán lugar a reconfiguraciones en
el espacio provincial, derivadas del
desarrollo de una construcción discursiva alternativa a la legitimidad liberal
dominante (apoyada –en gran medida- en elementos discursivos vinculables al
mundo religioso católico)[7].
La construcción de los “orígenes” como hecho social
La cuestión de los orígenes del peronismo atraviesa el desarrollo de las
indagaciones científicas acerca de la realidad social argentina cual metáfora
de lo inexplicable, de lo incomprensible, de lo inabarcable ¿por qué? Objetivar
al peronismo parece haber sido desde el principio una tarea compleja. Los primeros estudios,
surgidos en tiempos de prohibición y proscripción –así como de búsqueda de
cientificidad para la novel sociología-, reprodujeron los clivajes existentes
en el ámbito político-partidario. En un contexto de marcado anti
peronismo –particularmente hondo en las universidades y los ámbitos
intelectuales-, las primeras formulaciones del peronismo como problema social
estuvieron condicionadas por la necesidad de consolidar a la Sociología como
disciplina dentro del campo académico[8].
Posteriormente,
el crecimiento de los espacios académicos de reflexión sociopolítica habría dado
lugar a la complementación de paradigmas y enfoques disciplinares. Las
hipótesis interpretativas se diversificaron, sin poder mantenerse del todo al
margen del devenir político nacional, que influirá sobre esas interpretaciones,
articulando un proceso mutuo de condicionamiento académico de lo político y
político de lo académico[9]. Como resultante de
ello, numerosa literatura da contenido a un rico debate que agrupa las
interpretaciones sobre los orígenes en torno a una lógica pendular entre la
patología y la normalidad, las rupturas y las continuidades[10].
Si las
primeras interpretaciones darán cuenta del peronismo como una patología[11]
histórica asociada al modo en que los nuevos migrantes internos
se habrían incorporado a la vida política y económica[12],
la reconsideración de los procesos económicos (asincronía
entre acumulación y distribución) y políticos (redefinición del rol del Estado)
que venían teniendo lugar en el país desde la década del 30 y del rol
desempeñado por la vieja guardia sindical[13]
dará lugar a la introducción paulatina de una lectura normalizante. Esta lectura posteriormente se habría
transformado en una tendencia
generalizada de los estudios sobre el primer peronismo, que buscará encauzarlo
dentro de un relato historiográfico de corte socialdemócrata, des-traumatizado,
progresivo y progresista que tuvo como principal consecuencia haber dejado en
un segundo plano su carácter disruptivo[14].
Será en la década del 30 -época de cambios políticos, sociales, económicos y
culturales estructurales- donde habría que buscar la génesis del peronismo.
Sin embargo,
quedaría un núcleo irreductible a la domesticación, un aspecto inasimilable que
el peronismo habría despertado entre las clases populares; y que implicaría un
problema conceptual “que excede largamente las
matrices de fe liberal-progresista con las que se quiso definir la democracia,
en sede historiográfica, desde 1983”[15].
Así lo había hecho notar Daniel James[16]
destacando la disrupción simbólica que el peronismo significó para los trabajadores
del conurbano bonaerense en su búsqueda por reconstruir los lazos identitarios
que llevaron a los obreros a adherir al peronismo[17].
Pero también, desde el campo de la teoría política venía desarrollándose una
corriente que propondrá repensar la dimensión ideológica del
peronismo. Desde finales de los 70 –contexto signado por la violencia política
enmarcada en la confluencia entre peronismo e izquierda- su recuperación en
clave populista[18]
permitirá pensarlo más allá de los actores sociales comprometidos en su
surgimiento. Ernesto Laclau desarrollará una línea de
análisis que indaga en el modo de construcción de las lógicas de identidades colectivas[19].
El debate surgido a partir del trabajo de Laclau
mantendrá vivo el cuestionamiento al dogma demócrata-liberal durante los años
en que su triunfo parecía definitivo, recuperando el carácter rupturista de los
populismos, entendiéndolo como la presentación de la interpelación
popular-democrática a partir de un complejo sintético-antagónico respecto de la
ideología dominante, como un modo de constituir lo político, que se define por
la forma en la que el discurso dominante de una determinada época es
interpelado más allá de su contenido articulador (conservador, liberal,
socialista)[20]. En función de este
esquema conceptual surgirán un conjunto de estudios sobre el peronismo que
señalarán su dimensión disruptiva en la historia argentina, entre ellos los
aportes de G. Aboy Carles (2001)[21],
S. Barros (2011)[22] y A. Groppo (2009)[23].
De modo que hasta bien entrada la década del 80 las líneas de
investigación dominantes en los estudios sobre el peronismo estarán signadas
por una lógica oscilante entre la ruptura (primero bajo la clave patológica, luego por la de la dislocación
de las identidades políticas) y la continuidad (con pretensiones de
su normalización), en la búsqueda de las
razones por las cuales el nuevo movimiento político habría concitado masivas
adhesiones.
Sin embargo, y más allá de los interesantes aportes alcanzados al
respecto[24], legaron un evidente
vacío vinculado a la circunscripción de los análisis al área metropolitana de
Buenos Aires, dejando en un cono de sombras la posibilidad de comprender la
integralidad y complejidad del fenómeno a escala nacional, al no considerar los
espacios provinciales, de características socioeconómicas, productivas,
demográficas e históricas diferentes a las de los centros urbanos
industrializados, en los que no parecen haber tenido lugar los actores ni los procesos
socioeconómicos emergentes de los espacios metropolitanos en vías de
industrialización (el reciente migrante interno,
el proceso de acumulación por parte de las clases económicas dominantes, el
viejo obrero industrial). ¿Cómo explicar el surgimiento del peronismo incluyendo
tales espacios?
Lecturas
relacionales y situadas
Hacia la década del 40, la mayoría de las provincias argentinas
presentaban estructuras económico-productivas primarias basadas en algún
monocultivo extractivista (caña de azúcar, vid,
madera, trigo, algodón) en torno al cual se generaba una pequeña cadena
productiva destinada a su procesamiento, pero que lejos estaba de dar lugar a
la configuración de un sector obrero como el descripto para las áreas
metropolitanas industrializadas, fundamentalmente por las condiciones laborales
de explotación en las que operaban. Esto condicionaba la estructura
socioeconómica en los espacios provinciales, atravesados por clivajes
diferentes a las de las áreas metropolitanas en vías de industrialización, que
terminaban configurando sociedades de escasa movilidad y marcadas
desigualdades, en contextos de expulsión antes que recepción migratoria, y con
una memoria cultural más ligada al pasado colonial que a los intentos
decimonónicos por construir la argentina moderna.
Vinculado a una concepción historiográfica de corte centralista en la
que la construcción de una historia nacional
queda circunscripta al horizonte rioplatense, y “todo intento de explicar
procesos semejantes desde la perspectiva de las provincias no lograba traspasar
los límites de una historia regional que sólo podía aspirar a ocupar un espacio
marginal en el cual oficiara de apéndice para ampliar o complementar la
historia nacional”[25], el vacío que
mencionaba en el apartado anterior se naturalizó como un obstáculo
epistemológico y metodológico que comprimirá la complejidad histórica,
sociológica y politológica del peronismo al espacio porteño, reduciendo las
lecturas provinciales al “recuento de anécdotas
pintorescas de sabor local”[26].
Más allá de
las interesantes discusiones en clave de colonialismo interno[27]
que podrían surgir en torno a la doble condición periférica –epistemológica- de
los espacios provinciales (la situación periférica de Argentina respecto de los
grandes centros occidentales de producción teórica se replica en torno a la relación Buenos
Aires-resto de las provincias)[28], el estudio de la
articulación de los procesos políticos que se precian de nacionales en los
espacios provinciales, es una perspectiva que, en contextos como el de
Argentina, caracterizado por profundas desigualdades económicas, sociológicas,
históricas, políticas, culturales y étnicas (en muchos casos no asumidas y por
lo tanto no trabajadas) entre las distintas regiones y provincias, asume
particular importancia y demandan el desarrollo
de perspectivas más complejas en torno a la construcción de lecturas nacionales sobre el peronismo.
En esa
dirección, la perspectiva acerca de la dimensión nacional de
los orígenes del peronismo –construida a partir de la experiencia de la zona
metropolitana cercana a la ciudad de Buenos Aires- ha ido cediendo espacios
frente al desarrollo de miradas regionales y provinciales, dando lugar a un
incipiente proceso de problematización
metodológica, empírica y teórica, íntimamente vinculado a la construcción
analítica en torno al peronismo, un fenómeno fundamentalmente metropolitano,
obrerista y modernizador de la política y el Estado o un proceso político
continuista, anti-liberal –y anti-moderno- y demagógico, de fuerte anclaje
territorial en viejas redes clientelares montadas por el antiguo
conservadurismo en el “interior” del país[29].
La complejización y crecimiento del campo académico argentino
(a partir del retorno democrático en la década del ’80) coadyuvará al
desarrollo de perspectivas situadas sobre los procesos históricos, políticos,
económicos y sociales que se replicará en los estudios sobre el peronismo. Un
trabajo pionero en esa dirección será el de César Tcach,
“Sabattinismo y Peronismo” publicado por primera vez
en 1991[30], que a su vez, será
la base para el surgimiento de las interpretaciones extracéntricas[31].
Si bien el
trabajo compilatorio de Macor y Tcach no será el
primero en abordar la cuestión de los peronismos provinciales, sí serán
pioneros en la construcción de una problemática colectiva que
atravesaría varias provincias[32], situando sus
hipótesis en el centro de un prolífico debate cuyas indagaciones empíricas
recorren prácticamente la totalidad de casos, abarcando inclusive los viejos
territorios nacionales y algunos municipios[33].
Según estos estudios “en un universo donde la
clase obrera era débil y el fenómeno inmigratorio nulo, el peso de los factores
tradicionales fue central en la configuración del peronismo originario”[34].
Políticos
conservadores[35], miembros de las
fuerzas armadas, y actores vinculados a la Iglesia Católica aparecen en los
distintos estudios extracéntricos
conformando un armado político que habría asumido características vinculables a
un continuismo de tipo conservador en la mayoría de las provincias[36].
Sin embargo,
lecturas meramente continuista-conservadoras de las perspectivas extracéntricas eclipsarían
su aporte más importante: la necesidad de problematizar
metodológica, empírica y teóricamente la posibilidad de construir lecturas
nacionales que omitan las referencias a espacios sociales –como los
provinciales- en los que, pese a la ausencia de la huella industrializadora
–que torna dificultoso e insuficiente ponderar el rol de los viejos obreros
industriales o los recientes migrantes internos como causas explicativas-, el
peronismo supo erigirse no sólo como un armado político exitoso en términos
electorales[37], sino también como
una oferta simbólica alternativa que disputará con el imaginario
liberal dominante en torno a la configuración y dinámica de las relaciones de
poder locales.
A modo de cierre: una aproximación analítico-
metodológica
Como han
señalado Macor e Iglesias, no se trata del estudio de un caso en el que la
comprensión de lo local sea referenciada como
autosuficiente -y al margen de contextos de referencia significativos- ni como
espejismo exótico de un proceso exógeno; sino de “considerar a los espacios
provinciales como territorios de producción de lo político, es decir, donde se
generan procesos que ayudan a explicar no sólo el devenir de los
acontecimientos –locales y nacionales-, sino también importantes rasgos de la
identidad política de los sujetos colectivos que se constituyen en ese devenir
y la funcionalidad de los sujetos en relación al poder”[38].
Allende las
advertencias acerca de una posible sobre-ponderación
del rol de los trabajadores organizados en los estudios nacionales
sobre los orígenes del peronismo[39], la imposibilidad de
pensar en la dislocación[40]
producida por la emergencia de la clase obrera en el espacio público político,
retornaría la mirada hacia las precondiciones que
remiten a la modificación del rol del Estado en la década del ’30 -vinculado a
un fuerte proceso de autonomización y crecimiento de funciones, sobre todo en
relación a lo económico y social[41]- y a la crisis de
legitimidad derivada del quiebre del discurso político dominante articulado en
torno a la conjunción entre liberalismo y democracia[42].
La redefinición del clivaje liberalismo-comunismo frente al avance del
fascismo y los nacionalismos en el contexto internacional, influirán en la
convulsionada década del 30 argentina, signada por el primer quiebre
institucional de su historia -que alumbrará la emergencia del factor militar en
el campo político[43]
-, los cuestionamientos a las bondades de la democracia liberal[44]
y la naciente confluencia entre ideas nacionalistas y católicas. El paulatino
resquebrajamiento del modelo liberal hegemónico dará lugar a la incipiente
emergencia de nuevas ofertas simbólicas en el
espacio social argentino, entre las que reviven no sólo anarquistas y
socialistas, sino también católicas[45]. Fruto de diversos procesos
que tendrán lugar hacia dentro del campo religioso católico -aunque también en
el campo militar y en el político- el imaginario católico antiliberal y anti
comunista[46]
cimentará la construcción de una nueva configuración simbólica sobre la que
abrevará –de manera no pasiva - el peronismo[47]
para enunciar
un concepto de democracia despegado de la tradición liberal y una respuesta no
comunista a la cuestión social.
Surge entonces el interrogante, ¿el aspecto continuista que presentaría
el peronismo se deriva del carácter anti-liberal de esta configuración
simbólica sobre la que habría abrevado? Las corrientes explicativas extracéntricas parecen depositar su calificativo no tanto
en esto, sino en la caracterización del tipo de actores
que habrían formado parte del primer peronismo en el interior.
Mi propuesta es tratar de complejizar esta lectura retomando a los espacios extracéntricos, periféricos, como espacios en los que lo político es reproducido
pero también producido en torno a una tensión siempre conflictiva con el plano
regional, nacional e internacional. En ese sentido cabría observar cómo se
habría configurado lo liberal y cuál
es la posición relativa en el espacio que esos actores -que son considerados a priori como significantes de continuidad- ocupaban.
Un breve
repaso por la literatura existente sobre los orígenes del peronismo en Santiago
del Estero, nos brinda un panorama en el que la debilidad
de las organizaciones obreras[48]
sucumbe frente a las estrategias de dirigentes “más avezados en trances
políticos”[49], entre
los que se terminarán definiendo las principales candidaturas. Si los años
formativos del partido peronista nacional
estuvieron signados por el conflicto entre sindicalistas y políticos[50],
en Santiago la disputa pareció haberse zanjado a favor de los segundos, en gran
medida por el rol desempeñado por la masa de trabajadores rurales no
organizados cuyos votos estaban “más ligados a la obtención de pequeños
beneficios rurales (postas médicas o pozos de agua) y dependían de los antiguos
caudillos conservadores reciclados en radicales y ahora en peronistas”[51].
Pero rápidamente quedará al descubierto el verdadero clivaje en torno al cual
se jugaría la interna partidaria local hasta bien entrada la década del 50:
“entre los conservador/radicales y el grupo nacionalista social-católico”[52].
Configurando un panorama en el que –desde una perspectiva que focalice en las
características de los actores involucrados- no se percibirían cambios en las
estructuras de poder provincial.
Pero, más allá
de la caracterización del tipo de agentes
que formaron parte del armado peronista inicial (los factores tradicionales en las corrientes
explicativas extracéntricas[53]), surge el interrogante acerca
de los modos en que se habría resuelto en el espacio social santiagueño –en función
de los actores existentes y las condiciones de posibilidad de los mismos- la
crisis de legitimidad liberal y el desarrollo de las nuevas capacidades
estatales para afrontar la cuestión social[54]: las negociaciones,
los
intercambios y conflictos que las habrían hecho –o no-
posibles.
Como ha
destacado Ariza, la lógica ruptura/continuidad no operaría de manera excluyente
a la hora de pensar las articulaciones del peronismo, sino en relación a la
configuración de “un espacio de ruptura relativo y un lugar ocupado
por un cambio político que ocurre [también] a nivel de las prácticas y
de la representación”[55]. Es
en esa dirección que comprendemos los aportes de los distintos estudios extracéntricos; en la medida que dan cuenta de un panorama
diverso y complejo tanto en lo que respecta a las características de los
actores principales que formaron parte de las distintas estructuras electorales
y gubernativas de los peronismos provinciales[56]; las tradiciones
político-ideológicas que convergieron en ellos (los nacionalismos católicos,
variantes conservadoras, corporativismos filo-fascistas, radicales antipersonalistas e yrigoyenistas) -condicionando las
principales definiciones doctrinarias y el carácter de las medidas educativas,
sociales y económicas implementadas-[57];
la situación del
movimiento obrero en cada provincia[58]; y las
distintas reformas implementadas a nivel estatal (administrativo,
constitucional, económico y jurídico) y político (la estructura
partidaria interna, su dinámica y los vínculos con la conducción nacional).
Asumir las
provincias como espacios en torno a los
cuales las prácticas y relaciones políticas –de poder- serán definidas y
redefinidas en un proceso dinámico, en
función de las condiciones de posibilidad de cada espacio, implicará asumirlos también en
su especificidad: comprender al peronismo
santiagueño involucraría la reconstrucción de las circunstancias estructurales
en que se definía la vida política provincial en la primera mitad del siglo XX,
analizando la dinámica de los actores políticos, sociales, económicos y
culturales, su juego de posiciones y oposiciones en función de las ideas y
discursos que venían asomando en el espacio público santiagueño.
En la propuesta analítica que vengo desarrollando, no asumo la clave analítica
ruptura/continuidad en términos mutuamente excluyentes para pensar el peronismo
santiagueño, sino en términos de “rupturas relativas”, en relación a la
conformación de un complejo proceso articulado en torno a viejos y nuevos
intereses, sobre la base de un sistema simbólico alternativo montado sobre
actores e ideas que venían asumiendo protagonismo desde la década del 30, en
función de una dinámica enmarcada en las siempre irresueltas tensiones con
otros espacios y escalas de análisis.
Para salir de
la encrucijada excluyente “ruptura/continuidad” a la hora de pensar la
emergencia del peronismo en el “interior”, no sólo se debería contemplar los
actores sobre los que se montó la estructura originaria de poder peronista en
la provincia, sino también el complejo juego de posiciones, relaciones y tomas
de posición que hicieron posible sus significaciones y re-significaciones, los
capitales puestos en juego y los conflictos desatados en el plano simbólico
respecto del lugar y rol del Estado, de la política, de la economía, en función
del carácter herético de su emergencia en relación al canon liberal que venía
ocupando el centro de la escena discursiva, en sí mismo y en relación a un
espacio nacional. No se trata de explicar al peronismo solamente, sino de
comprender la dinámica del espacio social santiagueño a partir de la emergencia
de ese movimiento político que llamamos peronismo.
José
Vicente Vezzosi
PRIESTS,
MILITARY MEN AND CAUDILLOS IN SANTIAGO ¿CONSERVATIVE PERONISM? A STATE OF THE
QUESTION WITH REGARD TO THE ORIGINS OF PERONISM IN THE INLAND OF ARGENTINA
Abstract
This
paper seeks to take up the long discussion about the origins of Peronism,
providing a critical review of the state of the question that includes "extracentral interpretations" in order to escape from
the hermeneutical crossroads in which the current discussion is: the pendular and mutually exclusive interpretive logic between
the axes rupture/continuity. Considering the issue from the progress made in a
study referred to the emergence of Peronism in Santiago del Estero, the article
proposes to recover the construction of Peronism as a social fact in a critical
way; it also considers the need to do relational and situated readings on the
issue and proposes some methodological elements that would allow to avoid
interpretive crossroads.
Keywords: Peronism
– Santiago del Estero – Rupture/continuity
José Vicente Vezzosi
*Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas- Instituto de
Estudios para el Desarrollo Social / Universidad Nacional de Santiago del
Estero. josevezzosi@gmail.com
[1] Carta
publicada en Olmos Castro, Una vida al Servicio del
Público, Ed. del autor, Santiago del Estero, 1945. Olmos Castro
había sido director del Departamento Provincial del Trabajo, removido a la
dirección de estadísticas en 1944, luego de haber denunciado y aplicado multas
a varios obrajes madereros ante el incumplimiento de normas laborales básicas.
[2]Vezzosi, José Vicente, Influencias religiosas católicas en los orígenes del peronismo en Santiago del Estero. Rupturas y continuidades en el campo santiagueño del poder (1943-1948), Tesis doctoral inédita en Ciencia Política, CEA-Universidad Nacional de Córdoba, Defendida el 7 de julio de 2015.
[3] Y por la historiografía en general en lo que
respecta a América Latina, sólo equiparable cuantitativamente con las
revoluciones Mejicana o Cubana según Rein, quien
afirma que “Hoy en día es casi imposible seguir todo lo publicado
acerca de este fenómeno político-social tan importante”. Rein, Raanan, “De los grandes relatos a los estudios de ‘pequeña
escala’: algunas notas acerca de la historiografía del primer peronismo”, en Rein, Raanan, Barry, Carolina,
Quiroga, Nicolás y Acha, Omar, Los estudios
sobre el primer peronismo: aproximaciones desde el siglo XXI,
Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, la Plata, 2009.
[4] De Ipola, Emilio, “Ruptura y continuidad. Claves parciales para un balance de las interpretaciones del peronismo”, en Revista Desarrollo Económico, Vol. 29 N°115, IDES, Buenos Aires, 1989.
[5] Macor, Darío y Tcach, César (comp.), La invención del peronismo en el interior del país, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2003.
[6] Zurita, Carlos, El trabajo en una sociedad tradicional, UNSE, Santiago del Estero, 1999.
[7] Vezzosi, José, “Religión y política en los orígenes del peronismo santiagueño: afinidades discursivas y pertenencias católicas de A. Mittelbach y C. Juárez”, en Sociedad y Religión, Vol. 24 N° Nº41, CEIL-PIETTE, Buenos Aires, 2014, pp. 79 – 118.
[8] Hacia 1956, Gino Germani, de fuertes
vínculos con el mundo liberal vernáculo desde su llegada al país a mediados de
la década del 30 funda el departamento de Sociología en la UBA, posicionándose
como referente de la nueva disciplina cuyo éxito parecía depender de la
posibilidad de brindar una explicación científica del peronismo, su naturaleza
y sus orígenes. Desde entonces “‘explicar’ el peronismo se
transformó en una cuestión central en la producción de las ciencias sociales en
el país (…) y los conflictos entre las diferentes interpretaciones pasaron a
servir de argumento para la definición de toda nueva heterodoxia en las
disciplinas sociales”. Neiburg, Federico,
“Ciencias sociales y mitologías nacionales. La constitución de la sociología en
la Argentina y la invención del peronismo”, en Revista Desarrollo
Económico, Vol. 34 N° 136, IDES, Buenos Aires, 1995, pp. 533.
[9] Barry, Carolina: “Pero… ¿sos peronista?
Perspectivas de análisis, abordajes y dificultades en los estudios sobre el
primer período peronista”, en Rein, Raanan, Barry, Carolina,
Quiroga, Nicolás y Acha, Omar, Los estudios
sobre el primer peronismo: aproximaciones desde el siglo XXI, Instituto
Cultural de la Provincia de Buenos Aires, la Plata, 2009, pp. 62. Para Barry el clivaje político “peronismo-antiperonismo”
parecería demandar una suerte de profesión de fe de parte de quien pretende
abordar desde las ciencias sociales su estudio, induciendo “a posicionarse y a posicionar a quien escribe, e implica también poner
en tela de juicio la veracidad de las conclusiones aportadas”. Y
reconoce que si bien “hay un avance marcado en
la posibilidad de realizarlos desde una distancia crítica”, todavía
existe “una suerte de necesidad de enfrascar al
investigador con el eventual consecuente menoscabo del producto”.
Por nuestra parte entendemos que las dificultades al objetivar
al peronismo no se agotan allí, puesto que resulta evidente también un fenómeno
similar pero en dirección contraria. Esto es, el discurso académico sobre el
peronismo ha actuado en determinadas coyunturas
con pretensiones de eficacia en el convulsionado campo político,
aspirando a intervenir en la configuración o reconfiguración del clivaje
peronismo-anti peronismo.
[10] Como consignamos más arriba, los conceptos de “ruptura” y “continuidad” como claves analíticas para esquematizar las interpretaciones sobre el peronismo han sido utilizados –con algunas particularidades- por De Ipola, Emilio, 1989, Ob. Cit.
[11] Para los sectores vinculados a las clases altas y medias -a las que pertenecían los sectores tanto de la derecha como de la izquierda tradicional-, el peronismo había significado una experiencia traumática traducida en persecuciones, censuras y pérdida de privilegios. Así lo expresan los trabajos literarios (Borges, Sábato) y los ensayos políticos, que utilizarán categorías como fascismo, bonapartismo e inclusive nazismo para su conceptualización (tal el caso del pensador de la izquierda nacional Jorge Abelardo Ramos que brindará una interpretación del peronismo en términos de bonapartismo antimperialista de corte progresista; José Luis Romero, representante de la historiografía liberal, entenderá al peronismo en clave de fascismo vernáculo. Plotkin, Mariano, “Perón y el peronismo: un ensayo bibliográfico”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 2. Nº 1, Tel Aviv University, Israel, 1991, pp. 113 – 146.
[12] Germani inicia el primer momento de una tradición canónica de los estudios sobre el peronismo, en el que la búsqueda inicial en torno a su verdadero sentido tendrá como punto de partida una preocupación política: la naturaleza del peronismo debía buscarse en las causas que llevaron a la base social a adherir a un militar autoritario, transformándolo en un líder popular. La noción de disponibilidad -que partía de las hipótesis nunca cuestionadas sobre la existencia de bases sociales huérfanas de líderes y de un líder sin bases sociales-, permitirá a Germani dar cuenta del peronismo como resultado de una etapa de transición de una sociedad tradicional a una moderna, en la que el modo en que el reciente migrante rural (nuevos obreros provenientes de las provincias) se incorpora a la vida social y política argentina será la clave de comprensión. Germani, Gino, Política y sociedad en una época de transición, Paidós, Buenos Aires, 1962.
[13] Murmis, Miguel y Portantiero, Juan Carlos, Estudio sobre los orígenes del peronismo, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004 [1971]; Torre, Juan Carlos: “Interpretando (Una Vez Más) los orígenes del Peronismo”, en Desarrollo Económico, Vol. 28, Nº 112, IDES, Buenos Aires, 1989, pp. 525-548. Torre, Juan Carlos, La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1990.
[14] Acha, Omar y Quiroga, Nicolás: “Pliegues
de la normalización de los estudios sobre el primer peronismo: complementos y
aclaraciones” en Rein, Raanan, Barry, Carolina, Quiroga, Nicolás y Acha, Omar, 2009, Ob. Cit. Para estos autores la investigación sobre el primer
peronismo se ha constituido en una práctica satisfecha de sí misma, que ha
conducido la inexistencia dentro de la producción historiográfica de lecturas excepcionalistas y tomas de posición sobre el fenómeno,
cayendo en la tendencia hacia la normalización. “La
normalización es una estandarización, es decir, la imposición de una norma de
construcción de los relatos históricos relativos al primer peronismo”.
Acha, Omar y Quiroga, Nicolás, “La normalización del
primer peronismo en la historiografía argentina reciente”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe,
Vol. 20. N° 2, Tel Aviv University, Israel, 2009, pp.
82.
[15] Acha, Omar y Quiroga, Nicolas
en Rein, Raanan,
Barry, Carolina, Quiroga, Nicolás y Acha, Omar, 2009, Ob. Cit., pp. 24.
Por ejemplo las tensiones simbólicas suscitadas en torno a la aparición
fenoménica del cabecita negra en la política
argentina, ya que –en la búsqueda por incorporar al peronismo dentro del macro
relato historiográfico de corte socialdemócrata- buscan neutralizar la crisis de la deferencia (Torre, Juan Carlos, 1990, Ob. Cit.) reduciéndolo a un problema de formas, a un exceso
en los modos en que se produjo la democratización (velocidad y tono desafiante
inicial). El concepto de crisis de la deferencia
hace referencia al cuestionamiento del orden social por parte de los sectores
subalternos, al percibirlo como injusto dejan de aceptar el lugar que se les
otorgaría en dicho orden. En el planteo de Torre es un elemento constitutivo
para el surgimiento de la identidad peronista. Barros, Sebastián, “La crisis de
la deferencia y el estudio de las identidades políticas en los orígenes del
peronismo”, en Papeles de Trabajo, N° 5(8), IDAES, San Martín, 2011, pp. 13-34.
[16] James, Daniel, Resistance
and Integration. Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976,
Cambridge University Press, Cambridge, 1988.
[17] Para el autor, entender al peronismo implica -además de dimensionar
las medidas políticas concretas tomadas- ponderar su impacto social herético
por el orgullo, respeto y dignidad que generaron esas reivindicaciones. La
década infame aparece como una referencia implícita como tiempo de humillación
que será nominada en el discurso público de Perón, en un desplazamiento
semántico que pondrá en cuestión el orden semántico tradicional al subvertir el
sentido de nociones -como la de descamisado, cabecita negra- y de criterios
tácitos de segregación espacial (la irrupción de los excluidos en la Plaza de
Mayo, el centro simbólico del país). No obstante James reconoce los límites a
esa herejía en la ambivalencia del legado social del peronismo, que en el
intento por institucionalizar el desafío herético en un nuevo orden ortodoxo
estatal terminan canalizando a través de la figura de Perón y su construcción
estatal sus demandas.
[18] Siendo conscientes de la vaguedad e indeterminación del concepto, de la carga peyorativa que habitualmente se le atribuye, y sin desconocer que tanto los esquemas ortodoxos como heterodoxos toman como punto de partida la categoría de populismo para pensar el peronismo, hemos decidido dejar de lado su problematización y conceptualización –no por considerarlo un debate irrelevante- en la medida en que nos desviaría de nuestra línea argumentativa fundamental. Al respecto, Mackinnon, Moira y Petrone, Alberto, Populismo y Neopopulismo en América Latina: el problema de la Cenicienta, EUDEBA, Buenos Aires, 1999.
[19] Laclau, Ernesto, Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo, Siglo XXI, México, 1978; Laclau, Ernesto, La Razón Populista, FCE, Buenos Aires, 2005.
[20] A partir de la distinción entre la lógica de la equivalencia y la lógica de la diferencia Laclau explicará la distinción entre las demandas democráticas y las populares. “Las primeras pueden ser incorporadas a una formación hegemónica en expansión; las segundas representan un desafío a la formación hegemónica como tal” (Laclau, Ernesto, 2005, Ob. Cit., pp. 108), el pasaje de las primeras a las segundas está condicionado por la frustración de un conjunto de demandas sociales, y por un contenido ideológico que sobre determina la literalidad de las demandas. El pueblo no constituye una expresión ideológica, sino una relación real entre agentes sociales (Laclau, Ernesto, 2005, Ob. Cit., pp. 97), que por cierto, no es la única, existen otras lógicas que configuraran identidades diferentes a la populista “El populismo requiere la división dicotómica de la sociedad en dos campos –uno que se presenta a sí mismo como parte que reclama ser el todo- que esa dicotomía implica la división antagónica del campo social, y que el campo popular presupone, como condición de su constitución, la construcción de una identidad global a partir de la equivalencia de una pluralidad de demandas sociales” (Laclau, Ernesto, 2005, Ob. Cit., pp. 110)
[21] Aboy Carlés, Gerardo, “Repensando el Populismo”, XXIII Congreso Internacional Latin American Studies Association, Washington D.C., 200. Partiendo también de los conceptos de lógica equivalencial y lógica diferencial y de hegemonía y hegemonismo, mostrará que en el peronismo convive un proyecto de ruptura y un proyecto de orden (partido reformista y partido de orden) simbolizados en los conceptos de justicia social y de identidad nacional.
[22] Para Barros, más que por los resultados instrumentales, las conductas de los adherentes al peronismo pueden ser explicadas “como efectos de la dislocación de los lugares sociales que produjo la emergencia del peronismo” (Barros, Sebastián, 2011, Ob. Cit., pp. 22), a partir de la existencia de un conflicto que pre-existe a la posibilidad de desplegar una racionalidad instrumental, vinculado a la necesidad de ser considerado parte de una comunidad. La emergencia de un sujeto que –transformada su estima-de-si- osa correrse del lugar asignado en el orden hegemónico vigente y reclama ser oído en clave legítima tendrá como efecto la dislocación de aquello que vincula la vida comunitaria, deslegitimando la distribución de lugares sociales, transformando el espacio comunitario en un lugar de litigio entre quienes reclaman legitimidad y aquellos que la niegan. La constitución de una frontera interna parte a la comunidad en campos antagónicos, dando lugar a que el “sujeto en tanto víctima exige una reparación y pretende la representación plena y total de esa comunidad” (Barros, Sebastián, 2011, Ob. Cit., pp. 31).
[23] Groppo, Alejandro, Los dos príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas. Un estudio comparado del populismo latinoamericano, Eduvim, Villa María, 2009. La nominación de un sujeto político invisibilizado –producto del desplazamiento en la lógica de representación política al abandonar el Estado su supuesta neutralidad asumiendo como propios los intereses de sectores marginados- junto a la introducción de una visión no condicionada de justicia social coadyuvará a la articulación de una construcción identitaria antagónica articulada en torno a una lógica equivalencial, dando lugar al desarrollo de un conflicto político que será capaz de cuestionar e interpelar los límites de la sociedad y sus relaciones de poder. Según Groppo, hacia 1944 la posibilidad de naufragio del movimiento político que había realizado la revolución un año antes, conduce a la decisión de introducir un giro ideológico trascendental al borrar del imaginario de la Revolución su contenido político institucional, posicionando en el centro al significante justicia social (proceso que será posible gracias a la nacionalización de la revolución social, la politización y burocratización de las relaciones laborales). Empero, la interpelación ideológica de un sector marginado no basta para desencadenar un proceso de antagonización política, resulta necesario comprender el poder del peronismo sobre los discursos políticos competidores. Una vez en el poder el peronismo dará inicio a un proceso de sutura de la dislocación (domesticación del antagonismo) tanto en términos discursivos como en sus consecuencias institucionales.
[24] Entre los ensayos de síntesis que se han constituido en clásicos estados de la cuestión sobre los orígenes del peronismo podemos mencionar el de Plotkin, Mariano, 1991, Ob. Cit., pp. 113-146, escrito en una coyuntura en la que el menemismo interpelaba acerca de la naturaleza ideológica del peronismo en el marco de la implementación del neoliberalismo en el país; el de Macor, Darío y Tcach, César, 2003, Ob. Cit.; quienes en la introducción del libro “La Invención del peronismo en el interior del país” problematizarán la cuestión de las corrientes explicativas sobre los orígenes del peronismo, enmarcadas en la zona metropolitana en vías de industrialización. También Rein, Raanan, 2009, Ob. Cit., intenta un repaso –bastante detallado- de los trabajos existentes a nivel nacional y en el extranjero referidos al peronismo. Para una mayor profundización al respecto ver: De Ipola, Emilio, 1989, Ob. Cit. y Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945 – 1955, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2010.
[25]Leoni, María y Solís Carnicer, María, La política en los espacios subnacionales. Provincias y Territorios en el nordeste argentino (1880-1955), Prohistoria, Rosario, 2012. Y que tendrá como resultado posicionar a las reflexiones sobre los procesos sociales y políticos a escala provincial o regional en una situación epistemológica doblemente periférica, en la medida en que se replica la condición periférica argentina respecto de los grandes centros de producción teórica occidental, en torno a la relación Buenos Aires-resto de las provincias. Lo que sucede a nivel provincial o regional forma parte de lo que sucede a nivel “local”, periférico, quedando circunscripto lo “nacional” a lo que acontece en Buenos Aires.
[26] Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945 – 1955, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2010, pp. 7.
[27] Gonzalez Cassanova, Pablo, Sociología de la explotación, CLACSO, Buenos Aires, 2006 (1969).
[28] Los conceptos centro-periferia fueron acuñados por las ciencias económicas latinoamericanas (Cepal, 1949) para aludir a la relación asimétrica en que se basaría el funcionamiento de la economía mundial, que tiene como resultado la desigualdad creciente derivada de las diferencias en las estructuras productivas de los distintos países que se traduce en relaciones de intercambio dependientes. Di Tella, Torcuato y otros, Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas, Emecé, Buenos Aires, 2008. Con el paso del tiempo, la complejización de la visión centro-periferia permitirá el abordaje de otras relaciones de dependencia, como en el área de los bienes culturales o la producción de conocimiento, y no se circunscribirá a relaciones entre países; incluirá vínculos entre espacios geográficos asimétricos.
[29] Sobre la influencia de factores tradicionales de poder –y el cuestionamiento
de las concepciones rupturistas y obreristas- en la configuración originaria
del partido peronista, Mackinnon, Moira, Los años formativos del partido peronista, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2002.
[30] Para
profundizar la incidencia en el campo historiográfico del trabajo pionero de Tcach. Solis Carnicer,
María, “A veinte años de Sabattinismo y peronismo.
Algunas reflexiones sobre la historiografía política argentina de las últimas
décadas”, en Estudios Sociales N° 42, UNL,
Santa Fe, 2012, pp. 171-186. La historiadora correntina plantea que “Sabattinismo y peronismo” ocupó el lugar de “modelo
ejemplar” en el desarrollo de la historiografía argentina de los últimos 20
años, en la medida en que fue la base para el surgimiento de toda una vertiente
de la historia política especializada en el abordaje de la “invención” del
peronismo en los espacios provinciales.
[31] Macor, Darío y Tcach, César, 2003, Ob. Cit.
[32] Hasta ese momento el análisis de los peronismos provinciales eran estudiados de manera particular.
[33] En los tomos 1 y 2 de “La invención del peronismo en el interior del país” Ob. Cit. se recorren los casos de las Provincias de Córdoba, Santa Fe, Jujuy, Salta, Tucumán, Mendoza, Corrientes, Catamarca, Santiago del Estero; asimismo se analizan distintos aspectos de la situación en los territorios nacionales de Río Negro y Neuquén, Santa Cruz y Comodoro Rivadavia y de las ciudades de Río Cuarto y Bahía Blanca. Otro importante trabajo compilatorio es el de Aelo, Oscar, 2010, Ob. Cit., en el que se tratan las configuraciones del peronismo en las provincias de Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Mendoza, Cordoba, Santa Fe, Buenos Aires y los territorios nacionales de La Pampa y Santa Cruz. Por fuera de esos trabajos compilatorios, también existe una prolífica producción, entre la que podemos mencionar la referida a la Patagonia, la Provincia de Buenos Aires, Provincia de Salta y Corrientes.
[34] Macor, Darío y Tcach, César, 2003, Ob. Cit., pp. 30.
[35] No se trata de una alusión circunscripta a una pertenencia partidaria, al Partido Conservador, sino a una característica o condición ideológico-política atribuible al actor, según el uso que le dan Macor y Tcach. Por ello la expresamos con minúscula. Cuando hagamos referencia a la pertenencia partidaria se utilizará la mayúscula.
[36] Continuismo diferente al que plantean las lecturas normalizantes, en la
medida que aquellas buscan rescatar al peronismo de su carácter patológico,
postulándolo distribuidor antes que disruptivo, mientras que éstas parecieran
dar cuenta de él como un movimiento conservador
[37] La
coalición electoral que representó al peronismo en los distintos espacios se
impuso en la categoría de gobernador en todas las provincias salvo Corrientes y
en la categoría a presidente salvo en Córdoba, San Luis y San Juan.
[38] Macor, Darío e Iglesias, Eduardo, El peronismo antes del peronismo. Memoria e historia en los orígenes del peronismo santafesino, UNL, Santa Fe, 1997, pp. 12.
[39] Aspecto que ha sido señalado entre otros por Torre, Juan Carlos, 1990, Ob. Cit.
[40] Barros, Sebastián, 2011, Ob. Cit.
[41] En un trabajo en co-autoría con Elisa Pastoriza, Torre recuperará este giro argumentativo
brindando una interpretación del peronismo en clave de “democratización del
bienestar”. Otorgando fuerte centralidad al Estado en el proceso de
movilización social ascendente que tiene lugar en el país a partir de 1946
(políticas de vivienda, de protección social, la salud pública, etc.),
entenderá que los cambios introducidos por el peronismo tienen como resultado
la extensión, popularización de los ideales socioeconómicos de las clases
medias hacia los sectores populares. Para los autores, el intento de construir
una democracia social en argentina tendrá un desenlace conflictivo –no por el
enfrentamiento de lógicas e identidades políticas divergentes- sino por la
reacción de los sectores medios y altos de las zonas urbanas concentradas que
no habrían tolerado el inicial tono desafiante que tuvieron los cambios
introducidos en pro de la democratización del bienestar. Torre, Juan Carlos y Pastoriza, Elisa, “La democratización del Bienestar”,
Torre, Juan Carlos (dir.), Los años peronistas
(1943-1955), Sudamericana, Buenos Aires, 2002.
[42] Laclau, Ernesto 1978, Ob. Cit.
[43] Rouquié, Alain, Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina, II (1943-1973), EMECE, Buenos Aires, 1983.
[44] Halperin Donghi, Tulio, La Argentina y la tormenta del mundo, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004.
[45] Bianchi, Susana, Catolicismo y Peronismo: Religión y Política en la Argentina 1943-1955, Trama-Prometeo-IHS, Buenos Aires, 2001. Mallimaci, Fortunato “Los diversos catolicismos en los orígenes de la experiencia peronista”, en Mallimaci, Fortunato y Di Stefano, Roberto (comp.), Religión e Imaginario Social, Manantial, Buenos Aires, 2001.
[46] Mallimaci, Fortunato, El catolicismo integral en la Argentina, Biblos, Buenos Aires, 1988.
[47] Cucchetti, Humberto, Religión y Política en Argentina y en Mendoza (1943-1955): lo religioso en el primer peronismo, CEIL-PIETTE, Buenos Aires, 2005.
[48] Tenti, María Mercedes y Salas, Norma, El Movimiento Obrero santiagueño en la gestión presidencial de Perón. 1946-1953, Ed. del Autor, Santiago del Estero, 1995.
[49] Alen Lascano, Luis, Historia de Santiago del Estero, Plus Ultra, Buenos Aires, 1992, pp. 591.
[50] Mackinnon, Moira, Los Años formativos del Partido Peronista, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.
[51] Martínez, Ana Teresa, “Estado, economía y política en Santiago del Estero 1943-1949. Exploración de algunas condiciones estructurales de la cultura política”, en Andes: Antropología e Historia, N° 19. CEPIHA, Salta, 2008, pp. 89.
[52] Martínez, Ana Teresa, 2008, Ob. Cit., pp. 89.
[53]Aelo, Oscar, 2010, Ob. Cit., ha problematizado las líneas argumentativas extracéntricas señalando que el aporte Conservador en los peronismos provinciales resulta muchas veces sobre ponderado, ya que se trata de una participación excepcional –tal vez deducido de algunos casos particulares, como el de la provincia de Córdoba-, que ha tenido como consecuencia infra valorar el aporte radical –yrigoyenista o renovador- que sí resultaría mayoritario en el conjunto de las provincias. Por ejemplo en el caso de la peronismo jujeño no se observa injerencia Conservadora alguna, pero sí resalta la figura del dirigente yrigoyenista e intransigente Miguel Tanco -que venía hegemonizando el espacio opositor al entente conservador antipersonalista (fuertemente ligado a la industria azucarera) en la provincia durante los años previos a 1943-, liderazgo en torno al cual se constituyeron los sucesivos armados peronistas en la provincia. Entendemos que el panorama provincial es complejo y demanda una mirada que permita dar cuenta de sus complejidades
[54] Nótese que en función de esta construcción analítica, la cuestión social no estaría circunscripta a los problemas surgidos por la emergencia de las demandas de los obreros urbanos industrializados, sino que se asume también en un sentido situacional en función del cual la condición y características de los sujetos que están incluidos en la problemática de la cuestión social se define de manera relacional.
[55] Ariza, José, “¿Qué hay de nuevo? Una aproximación al estudio del primer peronismo en Catamarca”, en Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945 – 1955, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2010, pp. 145. Este posicionamiento analítico le permite comprender el surgimiento de una nueva elite en los orígenes del peronismo catamarqueño, que termina modificando las relaciones de fuerzas en el escenario de poder local, en el intento –siempre conflictivo- por construir otra hegemonía en la Provincia.
[56] Por ejemplo los estudios referidos a Córdoba, Salta y Tucumán dan
cuenta de la participación de familias tradicionales oligárquicas en las
primeras líneas gubernamentales. Mención aparte merece la Provincia de Buenos
Aires, cuyo análisis ha estado vinculado a la participación de los militantes
del Partido Conservador. Sin embargo, Aelo, Oscar, 2010,
Ob. Cit., pp. 333, destacará la
importancia de las tradiciones radicales renovadoras, yrigoyenistas
y forjistas, planteando que la nota distintiva del
peronismo bonaerense fue la emergencia de una nueva “camada” de dirigentes, sin
ningún –o con muy escasos- antecedentes políticos previos” (Aelo,
Oscar, 2010, Ob. Cit., pp. 334).
[57] En Córdoba nacionalistas católicos antiliberales confluyen en el primer armado peronista (Tcach, César 2003, Ob. Cit.). Darío Macor plantea que la ruptura con el consenso liberal precedente habría permitido la articulación de un nuevo paradigma conformado en torno al catolicismo a través de la confluencia del nacionalismo y del radicalismo yrigoyenista, y que se habría concretado en las reformas educativas implementadas en la provincia, y en la conducción de la Universidad Nacional del Litoral en la Provincia de Santa Fe (Macor, Darío, 2003, Ob. Cit.). El peronismo catamarqueño habría sido comandado por radicales antipersonalistas y conservadores, bajo la tutela de la Iglesia Católica local. En Mendoza, el primer gobernador gravitante (hacia 1948) será un militar nacionalista acompañado por radicales conservadores y algunos laboristas.
[58] Varios estudios han destacado la condición dependiente del movimiento obrero respecto del Estado -a través de la actuación de las delegaciones locales de la Secretaría de Trabajo y Previsión- o –luego de 1946- de la CGT o los gobiernos provinciales. Así lo muestra el trabajo de Tcach respecto de Córdoba, de Michel y Torino respecto de Salta y Rubinstein respecto de la Provincia de Tucumán.