Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol. 2,
Nº 32, Julio - Diciembre de 2021
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https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
La novela gauchesca de Eduardo Gutiérrez: prensa, discurso
judicial y folletín en la génesis de una literatura popular.
Carlos Hernán Sosa
Buenos
Aires: Katatay, 2020, 550 páginas
María
Gabriela Boldini
Universidad
Nacional de Córdoba
Argentina
“El porvenir es triunfalmente nuestro. Nos lo hemos ganado
con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la Underwood, que golpeamos con
manos fatigadas hora tras hora, hora tras hora. (…)
Y que el futuro diga”.
Roberto Arlt,
“Prólogo” a Los Lanzallamas (1931).
Asomarse a las orillas para leer las literaturas de la
Argentina plantea nuevos desafíos críticos y epistemológicos, insoslayables y
sumamente necesarios para revisar los procesos históricos de conformación de
nuestra literatura y desestimar su pretendida homogeneidad. Con este estudio
focalizado en las primeras novelas gauchescas de Eduardo Gutiérrez (entre 1879
y 1881), Carlos Hernán Sosa abre toda una serie de discusiones en este sentido,
planteando ‒como señala en la dedicatoria‒ que “los pobres, los iletrados y los parias también forman
parte de los discursos y prácticas de la literatura”. Desde este punto de
partida y posicionamiento crítico/político, la investigación analiza de qué
manera se conforma un proyecto moderno de literatura popular, a fines del siglo
XIX, que abreva en distintas tradiciones y géneros discursivos, y que ubica a
Eduardo Gutiérrez como su principal exponente.
Esta lectura crítica de la producción escritural de
Gutiérrez pone de relieve la centralidad que tuvieron los proyectos literarios y
periodísticos populares en la conformación del campo intelectual finisecular, y
el desarrollo ulterior de nuestra literatura. Tensiona y complejiza, además,
ciertas lecturas simplificadoras o reduccionistas que la crítica académica ha
realizado en torno al sistema literario del 80, focalizando la mirada solo
sobre escritores canónicos del periodo (Miguel Cané, Eugenio Cambaceres, Lucio V. López, Eduardo Wilde, entre otros),
y/o producciones literarias que circulan por el ámbito de la alta cultura. La
investigación desmantela prejuicios y juicios condenatorios en torno a la
escritura de Eduardo Gutiérrez. “Censurados, desprestigiados hasta el
hartazgo”, los folletines de este escritor permiten leer las contradicciones
derivadas del proceso de modernización y la conformación política del estado
nacional. Recuperan como referente el mundo de la marginalidad social (urbana y
rural). Construyen personajes corrosivos del sistema, que resisten la violencia
estatal y luchan por su supervivencia. Plantean toda una serie de cuestionamientos
en torno al proceso de recepción, que Carlos Hernán Sosa analiza de manera minuciosa
a lo largo del estudio. La conclusión deja en claro que cualquier acercamiento o
análisis del campo cultural/ político/ intelectual, del 80, no puede prescindir
de estas producciones subalternizadas, de tendencia
“filo popular”.
El estudio suma aportes significativos para pensar la
especificidad de la producción del autor, sedimentada a partir de una serie de
cruces o impregnaciones discursivas con discursos provenientes del ámbito
periodístico, judicial y literario, propiamente dicho. Indaga, además, en las
condiciones de producción discursiva que mediatizan el proyecto escritural de
Gutiérrez, en estrecha relación con los cambios y nuevas regulaciones que
impone la incipiente industria cultural a fines del siglo XIX: la
profesionalización de la actividad literaria, la centralidad de la prensa, los
nuevos consumos culturales, la ampliación del lectorado, la mercantilización de
la literatura. A ello, se suma el desarrollo de la crítica y los debates en
torno a las pedagogías de lectura, en articulación con modelos de nación y
ciudadanía. Como antesala de un nuevo siglo, el 80 traza las primeras
coordenadas que conforman el campo intelectual moderno ‒con sus centros y periferias‒, en el que convergen proyectos culturales/literarios/políticos
que entran en tensión, y operaciones de canonización. Por eso, como advierte
Sosa, la escritura de Gutiérrez ocupa un lugar clave en esta coyuntura.
El texto está organizado en cuatro grandes bloques que
analizan distintos aspectos de la obra literaria y periodística de Eduardo
Gutiérrez. El primero se centra específicamente en el desarrollo del marco
teórico-metodológico que sustenta la investigación. Sosa recupera planteos sociocríticos de Mijail Bajtín,
particularmente, los aportes que realiza en torno a las categorías de género
discursivo, dialogismo, polifonía y el concepto de novela, propiamente dicho.
Repasa también, las peculiaridades del campo literario porteño a comienzos de
la década del 80, y el complejo lugar que ocupa Gutiérrez en este contexto, en
relación con los miembros de su clase. En este sentido, advierte que el
proyecto literario de este escritor está tensionado por dos circuitos (culto y
popular), que inciden sobre su práctica de escritura. Sosa nos invita a leer la
obra de Gutiérrez en su insondable complejidad y contradicciones, desatendiendo
todo tipo de encasillamiento que la crítica especializada ha realizado, en
ocasiones, sobre la producción literaria de este escritor. Gutiérrez desarrolla
un proyecto de escritura popular para un público que no pertenece a su grupo
social. ¿Traiciona, por esta razón, su habitus
de clase? ¿Se configura como una rara avis? Como bien explica Sosa, las
motivaciones escriturales de Gutiérrez y sus elecciones estéticas responden cabalmente
a un proyecto de “escritura profesional” (aún novedoso para la época), que
impone sus propias lógicas de producción, circulación y consumo. De hecho, un
eje nodal de esta investigación gira en torno al proceso de “devenir autor”. Gutiérrez
se consagra como escritor profesional, mediante un sostenido proyecto de
escritura que lleva a cabo como cronista en La Patria Argentina (empresa
periodística familiar), en un recorrido que transita inicialmente por géneros
discursivos periodísticos, vinculados específicamente con el ámbito policial (“fait divers”,
“casos célebres”), para derivar finalmente en un proyecto literario propiamente
dicho que coagula con el surgimiento de la novela popular gauchesca. En este
devenir, es posible reconocer una progresiva literaturización
de los géneros discursivos ligados al periodismo o al discurso
judicial-policial, que se nutre, además, con las convenciones genéricas del folletín
europeo. Un importante segmento de la obra explora los mecanismos de novelización presentes en Juan Moreira (1879) y Hormiga
negra (1881), estableciendo un cotejo entre los expedientes judiciales
seguidos contra los sujetos históricos en cuestión (Juan Moreira, Guillermo
Hoyo –alias “Hormiga negra”‒), y sus modelizaciones literarias,
como héroes de folletín. Un análisis comparativo entre ambas producciones da
cuenta de que la producción escritural de Gutiérrez se direcciona
progresivamente hacia una mayor literaturización.
Esto responde, básicamente, a las demandas y expectativas de una franja del
público consumidor, que empatiza con sus protagonistas y trama, de esta manera,
un discurso de resistencia popular, antiestatal.
Esta aproximación crítica recorre la obra de Gutiérrez en
sus múltiples aristas. En primer lugar, propone una lectura genealógica que evidencia
cómo se entraman el periodismo y la literatura en la escritura “fronteriza” del
folletín, y cómo fluctúan ambos campos discursivos en la diacronía, conforme a
sus respectivos procesos de autonomización disciplinar. El folletín de
Gutiérrez, entonces, no se constituye como una ficción liminar, ni tampoco como
una mera “adaptación” o “aclimatación” del folletín europeo. Sobre la base de
un riguroso trabajo de archivo, el estudio analiza los elementos folletinescos,
presentes en los géneros periodísticos antes mencionados, y se centra
particularmente en los “casos célebres” que La Patria Argentina incluye
en su sección de “Variedades policiales”. Estas biografías de delincuentes (que
generan una gran atracción en el gran público, por su morbosidad y
truculencia), son concebidos por Sosa como auténticos “protofolletines”
que aportan elementos significativos para el surgimiento de la novela
gauchesca. De hecho, la investigación echa luz sobre tres producciones de
autoría anónima, que pueden ser adjudicadas a Gutiérrez: Juan Carnaval, El
hijo del crimen y José Vivado. (Parricida), todas publicadas en la
prensa, en 1879. Estos relatos preparan el terreno para el debut autoral de
Gutiérrez con Un capitán de ladrones en Buenos Aires (biografía del
bandolero Antonio Larrea), a lo que le sigue inmediatamente Juan Moreira,
a fines de 1879. Este texto termina de fijar las convenciones del folletín
gauchesco. El proceso de literaturización aporta una
perspectiva diferente en el orden moral: victimización del reo, discurso
contestatario, rebeldía popular.
La investigación propone, además, una lectura integrada de
estas producciones periodísticas y literarias en el marco de la textura
discursiva global del periódico. Esto contribuye al análisis de los préstamos
discursivos, pero también abre un horizonte de interpelación en torno al lectorado
amplio y heterogéneo, que convoca La Patria Argentina, y el público
popular que la crítica académica ha señalado insistentemente como el principal
consumidor de los folletines gauchescos. El estudio problematiza estos clichés
de la crítica y revela, entre otras cosas, que fueron los sectores letrados los
lectores directos de estas obras, y quienes sostuvieron, en definitiva, el éxito
editorial de Gutiérrez, mediante las suscripciones. También advierte sobre las
diversas formas de acercamiento que los sectores populares entablaron con estas
producciones literarias: lectura de primera mano, lectura oralizada,
lectura de “oídas” (oyentes).
Otro núcleo central de problematización es la reflexión en
torno a la figura del gaucho y el modo en que se inscribe la novela popular de
temática gauchesca, dentro de esta tradición literaria popular, de larga data
en nuestra literatura. El estudio recorre de manera analítica los folletines gauchescos
de Eduardo Gutiérrez. Indaga en las reactualizaciones y modernización de la
imagen del gaucho que proponen estas escrituras finiseculares, sobre la base de
dos tipos de gauchos que Sarmiento ya expone tempranamente en el Facundo:
el gaucho malo y el gaucho cantor. Lee, también, las disputas y contrapuntos
que estos textos establecen con representaciones modélicas y apeonadas del
gaucho, como se advierte en el personaje de Martín Fierro, en La vuelta. En
este diálogo con el poema de Hernández, Sosa entronca el bandolerismo gaucho
del folletín con personajes corrosivos del sistema como Viscacha
o Picardía.
Es evidente que estas novelas gauchescas se inscriben de
lleno en un terreno de disputas literarias, políticas, ideológicas, propias de
una sociedad y un campo intelectual en amplia transformación. Abren nuevos
derroteros para establecer continuidades y proyecciones de la literatura gauchesca,
con artefactos de la cultura popular. Desacralizan el “mito gaucho” nacionalista
que los sectores de la elite ya habían comenzado a construir en el 80, y que se
afianza en las primeras décadas del siglo XX.
Sobre Eduardo Gutiérrez ha pesado la excomunión literaria y
el señalamiento de la falta. Su obra fue juzgada de manera parcial y arbitraria
por la crítica académica. Literatura menor, para lectores menores.
E incluso el diminutivo que Sarmiento elige para designar al autor, de forma
peyorativa: Gutierrito, también opera en esta
misma dirección. El minucioso abordaje crítico que Sosa realiza de la
producción inicial de Gutiérrez viene a reparar una serie de injusticias sobre
la obra de este escritor. También, sobre otras literaturas históricamente marginalizadas
(la de las mujeres y disidencias; la de las provincias; la de los pueblos
originarios) que han transitado subrepticiamente por los bordes del campo
literario, conteniendo la violencia de un cross
a la mandíbula… Y que el futuro diga.