Revista Andes, Antropología e Historia
Vol. 2, Nº 32, Julio - Diciembre de 2021
Esta obra está bajo licencia de Creative Commons
Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 1668-8090
EL SUR DE CÓRDOBA ENTRE LOS SIGLOS XVII Y XVIII: LA CONFORMACIÓN DE LA
FRONTERA[1]
THE SOUTH OF CÓRDOBA BETWEEN THE 17TH AND
18th CENTURY: THE CONFIGURATION OF THE BORDER
Sabrina
Vollweiler
Centro de Investigaciones Sociales
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET)
Instituto de Desarrollo Económico y
Social (IDES).
Argentina.
vollweiler.sabrina@gmail.com
Fecha de ingreso: 22/07/2020
Fecha de aceptación: 15/12/2020
Resumen
Los territorios localizados al sur de la ciudad de Córdoba,
en la actual Argentina, fueron explorados por los conquistadores desde fines
del siglo XVI en adelante. Algunos pueblos originarios de la región fueron
repartidos en encomiendas y, con el paso de los siglos, se crearon estancias en
las que se desarrollaron diversas actividades económicas. Este fue el caso del
río Cuarto donde se estableció una frontera militar, interétnica, cultural y
social reconocida como tal desde fines del siglo XVIII. Atenderemos al uso de
las categorías utilizadas por los funcionarios desde la ciudad de Córdoba, en
particular para aquellos territorios que se extienden hacia el sur de esa
ciudad, cercanos al río Cuarto, con el objetivo de aproximarnos a las ideas que
las autoridades coloniales se formularon sobre la región entre los siglos XVII
y XVIII. Esos funcionarios y otros actores interactuaron con los grupos
indígenas e implementaron estrategias defensivas para superar los conflictos
con ellos, por lo que analizaremos qué se entendía por frontera en el río
Cuarto y qué función cumplió para la ciudad de Córdoba.
Palabras claves: río Cuarto, relaciones
interétnicas, pueblos originarios, fuertes, período colonial
Abstract
The territories located south of the city of Córdoba,
in present-day Argentina, were explored by the conquerors from the end of the
16th century onwards. Some indigenous people of the region were distributed in encomiendas and, over the centuries,
ranches were created in which various economic activities were developed. This was the case of the Cuarto River, where a
military, inter-ethnic, cultural and social border was established, recognized
as such since the end of the 18th century. We will review the use of the
categories established by colonial government officials to refer to the city of
Córdoba, especially regarding the territories south of the city, close to the Cuarto River, with the objective of
approaching the ideas that the colonial authorities had about the region in the
period between the 17th and the 18th centuries. These government officials and
other actors interacted with the indigenous groups and implemented defensive
strategies to avoid conflicts with them, so, we will analyze how the border at
the Cuarto river was understood and what role it played for the city of
Córdoba.
Key words: Cuarto river, inter-ethnic relations, indigenous
people, forts, colonial period
Introducción
La ciudad de Córdoba, en la actual República Argentina, fue
fundada en el año 1573 como parte del virreinato del Perú. Desde allí se
exploraron nuevos territorios y se reconocieron sus habitantes, pueblos
originarios que eran vistos como potencial mano de obra. El fundador de
Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera (I), se otorgó una encomienda una vez
asentado en la ciudad junto con otros integrantes de la hueste conquistadora a
quienes también entregó otras encomiendas[2].
Tras la muerte de los beneficiarios, algunas vacaban mientras que otras eran
sucedidas en segunda vida. En los alrededores de Córdoba, el apellido Cabrera
se mantuvo a lo largo de todo el siglo XVII como beneficiario de encomiendas,
entre las que destacamos la de “indios pampas” en el río Cuarto[3].
Además, el sistema de conquista dio paso al repartimiento de mercedes de tierras
y, luego, al establecimiento de estancias donde se desarrollaron diversas
actividades económicas. Así, una vez establecidos los asentamientos, los nuevos
pobladores procedieron a instalarse en sus cercanías y a explorar las regiones
circundantes.
Hacia fines del siglo XVIII, en el contexto de las reformas
borbónicas, se modificó la política defensiva implementada en las décadas
previas[4].
Los conquistadores consideraban que poseían soberanía sobre los territorios
americanos en nombre de la corona española, por lo que la expansión fronteriza
se realizó sobre tierras calificadas como realengas[5].
Es decir, no estimaron que las tierras pertenecían a los grupos indígenas por
lo que la disputa era por la ocupación efectiva. Con el objetivo de proteger a
los habitantes –tanto de la ciudad como los de los territorios hacia el sur– de
los grupos indígenas libres que no habían logrado someter ni reducir, se
estableció un sistema de fuertes defensivos a cargo de milicianos primero y,
más adelante, de cuerpos más profesionales. Sobre las márgenes del río Cuarto,
el Gobernador Intendente de Córdoba, marqués de Sobremonte, elaboró una
estrategia defensiva para reforzar las escasas fortificaciones existentes y crear
otras nuevas[6].
La negociación con los pueblos originarios también formó parte del proyecto y,
desde fines de ese siglo, se acordaron alrededor de diez tratados de paz entre
diversos caciques ranqueles y las autoridades coloniales y nacionales entre los
que se destaca el del año 1796[7].
En las últimas décadas, las investigaciones han avanzado en
el estudio de las interacciones entre los habitantes del territorio de Córdoba
y sus alrededores. Tell y Castro Olañeta estudiaron las encomiendas y los
pueblos de indios en la jurisdicción de Córdoba[8],
Rustán realizó análisis demográficos en los que observó el crecimiento y los
cambios en la composición de la población de Córdoba durante la administración
de Sobremonte (1785-1797)[9].
Por su parte, Punta se centró en el estudio de la frontera oriental de Córdoba
durante la primera mitad del siglo XVIII y su frontera sur durante la segunda parte
del mismo siglo[10],
Sosnowski se ocupó de la configuración histórica de la región de Córdoba en
relación con su frontera oriental[11]
mientras que Tamagnini y Pérez Zavala analizaron las estrategias de los
funcionarios coloniales en el marco de las reformas borbónicas hacia el sur de
la ciudad, en la región del río Cuarto[12]
y Carbonari trabajó en la identificación del espacio regional del río Cuarto a
partir de los registros censales de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX[13].
La frontera sur de Córdoba fue localizada en el río Cuarto a
partir de la instalación, primero, del fuerte de Punta del Sauce en 1752 y,
luego, al oeste del mismo se erigió el de Santa Catalina en 1778 y, al este, el
de Las Tunas en 1779. Estos tres fuertes permanecieron hasta 1869 cuando la
frontera fue trasladada hasta el río Quinto[14].
Sin embargo, en algunas fuentes documentales de los inicios del XVIII se
utilizan conceptos que nos permiten observar cómo fue el proceso por el cual primero
se concibió la idea de frontera y qué estrategias políticas desarrollaron los
actores locales y las autoridades españolas en esos territorios que luego llevaron
a la instalación de fuertes a mediados de ese siglo. En este sentido, uno de
los objetivos de este trabajo es analizar qué se entendía por frontera en el
río Cuarto a principios del siglo XVIII y qué función cumplió para la ciudad de
Córdoba unas décadas más adelante. Entendemos que el término de frontera difiere
en función del lugar y del momento de enunciación, de su ubicación relativa,
por lo que también varía según se empleara desde el río Cuarto o desde la
ciudad de Córdoba. Por esto, en las fuentes documentales que analizaremos, atenderemos
al uso de la palabra “frontera”, así como al de otras categorías como “río”,
“paraje”, “jurisdicción”, “estancia” y “hacienda”, utilizadas por esos actores
y autoridades para organizar el territorio y las actividades económicas al sur
de la ciudad de Córdoba hasta el río Cuarto.
El rastreo de las categorías seleccionadas nos permitirá
aproximarnos a la idea que las autoridades coloniales se formularon de la
región en el siglo XVII, en función de las interacciones con los grupos
indígenas que se encontraban allí y de las estrategias defensivas implementadas
para evitar los conflictos con ellos. Luego, debido a que la configuración del
territorio y de las relaciones que se establecieron en él formó parte de las estrategias
políticas de los funcionarios, analizaremos la utilización del término de
frontera para la región en los documentos administrativos en el transcurso del
siglo XVIII. Dedicaremos especial atención a una sumaria información de 1712 que
incluye declaraciones de los pobladores del sur de Córdoba acerca de los
inicios de la conformación de la frontera en el río Cuarto. Nuestra hipótesis
es que el río Cuarto comenzó a ser percibido como una frontera a partir de las
disposiciones defensivas allí implementadas desde principios del siglo XVIII.
Asimismo, la característica militar de esa frontera se desarrolló de forma
paulatina en relación a las disposiciones administrativas emanadas desde la
ciudad de Córdoba.
Entre los investigadores hay consenso en entender la
frontera como un territorio amplio, difuso, fluido, poroso, permeable y
flexible donde hispanocriollos y pueblos originarios se contactaron y
relacionaron a lo largo del tiempo y donde se produjeron un sinfín de
relaciones interétnicas y mestizajes culturales[15].
Las fronteras fueron pensadas como zonas de contacto
donde diversas culturas se relacionaron durante un período prolongado en el
marco de relaciones asimétricas de dominación[16],
como un tercer término entre el mundo indígena
de la tierra adentro y los terrenos donde se asentaba la población cristiana[17]
y como espacios dinámicos de interacción entre individuos, grupos y sociedades
hispanocriollas e indígenas[18].
Esta categoría se utiliza para analizar, entre otros aspectos, el vocabulario
de las fuentes documentales, haciendo énfasis en que debemos distinguir nuestra
perspectiva en el presente –que nos permite
comprender las interacciones, intercambios y mestizajes de esas poblaciones en estos
territorios– de la perspectiva que las sociedades con sistemas políticos,
valores y formas de vida disímiles tenían en el período colonial[19].
Durante la colonia, se podía diferenciar entre los territorios donde se ejerció
la dominación colonial y aquellos que estaban habitados por actores que no respondían
a las autoridades coloniales y eran considerados como un “límite” entre
elementos diferentes. Mediante un trabajo de conquista y sometimiento, esos
límites fueron creados como fronteras territoriales, sociales y culturales[20].
Las fuentes que aluden a las poblaciones locales son numerosas
ya que formaron parte del contexto administrativo colonial. Como ha señalado
Wilde, desde las ciudades, estancias, reducciones y presidios, entre otros
lugares, se han producido documentos específicos en los que podemos identificar
la presencia indígena de modo diverso[21].
El corpus documental seleccionado para este trabajo corresponde al Fondo
Documental Monseñor Pablo Cabrera (en adelante FDMPC) y al Archivo Histórico de
la Provincia de Córdoba (en adelante AHPC), ambos situados en la ciudad de
Córdoba, Argentina. Esas fuentes documentales fueron elaboradas en el contexto
local de la ciudad de Córdoba y los territorios que se extendían hacia el sur
de la misma, donde interactuaron individuos y grupos del orden colonial y de
los pueblos originarios libres. Por lo tanto, si bien fueron producidas por
funcionarios que respondían a los intereses y necesidades de la corona española
también reflejan, de manera indirecta, las voces indígenas[22].
A continuación, sintetizaremos las primeras exploraciones entre
Córdoba y el río Cuarto, el otorgamiento de mercedes reales de encomiendas, de
tierras y solares y la proliferación de las estancias a lo largo del siglo XVII
centrándonos en las categorías empleadas en las fuentes. En segundo lugar, indagaremos
en el proceso de conformación del territorio del sur de Córdoba en un espacio
fronterizo a lo largo del siglo XVIII para, por último, preguntarnos por los
inicios de la utilización de la categoría de frontera en el río Cuarto a partir
de las declaraciones de los vecinos en una sumaria información del año 1712.
Las primeras exploraciones y relaciones
interétnicas en el río Cuarto
En las fuentes se mencionaba al río Cuarto por su
característica geográfica principal y su distancia respecto de la ciudad de
Córdoba –sobre el río Primero–, ya que era el cuarto río en dirección norte a
sur. Desde el punto de vista de la administración colonial, hacia el sur de la
ciudad se otorgaron mercedes de encomiendas y de tierras y solares y, más
adelante, se establecieron y prosperaron estancias en la región. En este
apartado analizaremos las categorías empleadas en las fuentes documentales para
aludir al río Cuarto en función de las relaciones entabladas entre algunos
representantes del orden colonial con los grupos indígenas de la región -“encomiendas”– y el uso que
realizaron del territorio –“río”, “paraje”, “hacienda” y “estancia”–,
categorías que variaban en función del contexto en el que fueran utilizadas.
Los habitantes del río Cuarto compartieron ese territorio
con grupos indígenas que no se subordinaron a las instituciones de algunos
representantes de la corona española. En este marco, nos interesa comprender el
contexto en el cual la región del río Cuarto, donde individuos y grupos de
distintas sociedades estuvieron en contacto desde fines del siglo XVI, se fue
conformando como una frontera defensiva por parte de algunos representantes del
orden colonial. Si bien nuestro interés no reside en hacer una cronología de
las exploraciones, encomiendas y estancias de la región, nombramos algunas de
ellas ya que las fuentes con las que trabajamos las mencionan.
La encomienda consistía en una merced real que designaba a
una persona, el encomendero, como el encargado de percibir los tributos de una
cantidad determinada de indígenas y, en Córdoba, fue la institución mediante la
cual se reglamentó la distribución de mano de obra[23].
El encomendero brindaba sus prestaciones militares a la corona y era
responsable del adoctrinamiento y bienestar de los indígenas de quienes recibía
un tributo[24].
Si bien las mercedes reales que otorgaban encomiendas eran diferentes de
aquellas que permitían usufructuar las tierras y sus recursos naturales a los
particulares, en la práctica, se han hallado conexiones entre la distribución
de mano de obra en encomiendas y la apropiación del suelo[25].
Por su parte, la estancia era una unidad de producción de extensiones variables
que tuvo vigencia a lo largo del siglo XVII y, a fines de ese siglo, fue
utilizada en la documentación como sinónimo de hacienda[26].
En los alrededores de la ciudad de Córdoba, algunas encomiendas y estancias se
integraron ya que, en algunas ocasiones, se establecieron en los territorios
habitados por los grupos indígenas y, en otras, los indígenas encomendados
residieron en las estancias. De esta manera, la integración de la encomienda a
la estancia, “la disponibilidad de capital, la importancia
decreciente de la agricultura independiente, el acceso a la tierra y la
influencia de los mercados regionales” fueron elementos
constitutivos de estas unidades productivas[27].
A nivel administrativo, a fines del siglo XVI el actual
territorio argentino estaba dividido en tres distritos: Cuyo –bajo la
dependencia de Chile- y las gobernaciones del Tucumán y del Río de la Plata[28].
La ciudad de Córdoba –de la gobernación del Tucumán– formó parte del territorio
del Virreinato del Perú hasta 1776 cuando, tras su división, se creó el Virreinato
del Río de la Plata y luego, desde 1785, fue cabecera de la Gobernación
Intendencia de Córdoba. El término “ciudad” tiene un sentido distinto a su uso
contemporáneo; según Punta, durante la colonia se hablaba de “Córdoba y su jurisdicción” para referir al núcleo urbano y “cincuenta leguas a los cuatro vientos”[29].
Hacia fines del siglo XVIII estaba conformada por dieciséis manzanas donde
vivían siete mil habitantes; el censo de 1778 registró un total de 43.511 habitantes
para la totalidad de Córdoba y su jurisdicción, de los cuales más del 80% se
encontraba en la campaña[30].
La ciudad de Córdoba compartió algunas tendencias generales
de la región como la ocupación española del territorio en una guerra constante
con los pueblos originarios que no fueron sometidos y la explotación de mano de
obra indígena encomendada, con la consecuente caída demográfica y
desestructuración de sus sociedades[31].
En el plano económico, orientó su producción a la demanda del mercado minero de
Potosí por lo que, durante el siglo XVI y comienzos del XVII sus habitantes se
dedicaron al cultivo de algodón y luego se centraron en el sector ganadero con
el objetivo de exportar primero vacunos y luego mulas hacia Potosí. La familia
Cabrera[32]
organizó las tareas en sus estancias para el cultivo de algodón en el obraje de
La Lagunilla, la producción de ovejas en la estancia de San Lorenzo y la cría
de mulas y vacas en los terrenos de San Blas de la Sierra[33].
Las primeras exploraciones de la región sur de la ciudad de
Córdoba datan desde principios del siglo XVI y continuaron durante todo el período
colonial. El capitán Lorenzo Suárez de Figueroa partió de Córdoba en 1573 y recorrió
el territorio hacia el sur[34],
mientras que Gonzalo de Abreu –gobernador de Tucumán en 1578– partió de
Santiago del Estero, pasó por Córdoba y, tras acampar en los márgenes del río
Cuarto, llegó hasta el reino de Chile[35].
Las exploraciones fueron seguidas de entregas de encomiendas y mercedes de
tierras y, a principios del siglo XVII, se encontraba “el capitán
Juan de Avila y Zarate en el Río Tercero, el capitán Jerónimo Luis de Cabrera
(II) en el Río Cuarto y el Capitán Juan de Mitre en el Río Quinto”[36].
Los grupos indígenas de la región fueron desplazados en
función de los intereses y necesidades de los encomenderos. Según las fuentes
en las que se basa Montes y el análisis que hace de ellas, al momento de la
visita de indios ordenada por el gobernador de Córdoba del Tucumán, en 1617, “la línea del Río Cuarto era la más alejada de Córdoba por el sur, y los
únicos pueblos de indios de esa frontera eran los que pertenecían a don
Jerónimo Luis de Cabrera [II], el gran latifundista del sur cordobés”[37].
Si bien algunos indígenas fueron incorporados a las estancias, la presencia de
grupos libres se sostuvo a lo largo de toda la colonia. En el Río Cuarto los
hispanocriollos interactuaron con grupos indígenas denominados en muchas
oportunidades como “pampas”, en otras como “serranos” y, en algunos casos,
“pampas y serranos” o “pampas serranos”[38].
La ciudad de Córdoba y la estancia del río Cuarto
en la primera mitad del siglo XVIII.
Fuente: Mapa base del IGN con la ubicación de
la estancia a partir del testamento de José de Cabrera, según Barrionuevo
Imposti[39].
Dibujo de Beatriz Bellelli sobre una idea de la autora.
Barrionuevo Imposti detalla cronológicamente la formación de
estancias por parte de la familia Cabrera y la transferencia de las propiedades
entre padres e hijos, como las del Río de los Sauces (San Lorenzo Liesin) y del
río Cuarto (San Esteban de Bolón y otras), que Jerónimo Luis de Cabrera (I) dejó
en manos de su hijo homónimo a principios del siglo XVII[40].
En 1663 las propiedades que para ese entonces poseía Jerónimo Luis de Cabrera
(III) en el río Cuarto fueron ampliadas a partir del reclamo de tierras más
alejadas –en el río Quinto, al sur de Córdoba, y en el paraje de Melincué, al
sur de la actual provincia de Santa Fe– hacia donde se habían retirado los
ganados vacunos que también reclamaba como propios. Al igual que había sucedido
con sus antecesores, en 1689 tras la muerte de Jerónimo Luis de Cabrera (III),
sus hijos obtuvieron sus propiedades: José de Cabrera y Velasco las estancias
del Río Cuarto (mapa), el Tambo, la Esquina y San Bernardo, Francisco de
Cabrera las de Achiras, las Lajas y la estancia de Las Peñas, María Rosa de
Cabrera y Velasco las de San Bartolo de la Sierra y San Lorenzo y Juan Arias de
Cabrera la de San Francisco del Cano.
La proporción del territorio en manos de una sola familia
llevó a Montes a sostener que, “en realidad y desde el
punto de vista de la población española, la historia antigua de la ciudad de
Río Cuarto, es la historia del gran latifundio Cabrera”[41].
Si bien esto se observa en las fuentes para gran parte del siglo XVII, había
también otros propietarios como Pedro Diez Gómez a quien Cabrera le había vendido
algunas de sus tierras y que también había obtenido, en 1683, una merced cerca
del río Cuarto y, en 1686, otra hacia el oriente, por lo que sus tierras se
extendían desde el paraje del Espinillo hacia las tierras llamadas “La Cruz
Alta”[42].
Las estancias o centros de producción eran conocidas según
los nombres de los parajes en donde se instalaban, o los de sus propietarios.
Esas denominaciones funcionaban como una referencia que los pobladores y
transeúntes utilizaban en sus desplazamientos por la región. Por ejemplo,
Francisco Caballero, un jesuita que intentó reducir a los grupos indígenas
libres que se encontraban en la región a fines de 1680 y comienzos de 1690,
transitó el camino entre el río Cuarto y la ciudad de Córdoba en ambos sentidos
y en varias oportunidades ya que debía negociar con los caciques y las
autoridades coloniales los pormenores de la reducción que se haría en “las
tierras” o “el puesto” del Espinillo, según sus propias palabras[43].
Al mencionar el territorio más amplio donde se encontraba ese puesto se refirió
a él como “estancia” y “hacienda”, siempre en el “río Cuarto” y, luego de pasar
la última noche entre los indígenas, fue hacia la “estancia” de Pedro Díaz[44].
Desde el punto de vista de la administración colonial, las
interacciones con los grupos indígenas durante el siglo XVII habían estado
enmarcadas en las estrategias que sus representantes llevaban adelante para
poblar y controlar los territorios americanos[45].
Sin embargo, estos intentos perdían peso en la “tierra adentro”, donde se
extendía el control de los grupos indígenas no sometidos a las autoridades
coloniales, como sucedía en el caso de las vaquerías en las que los
hispanocriollos se dirigían hacia la extensa llanura pampeana, al sur de
ciudades como Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires, para recoger ganado
cimarrón[46].
Una vez allí, debían negociar con los grupos indígenas frente a los que se
encontraban en desventaja, por lo que los conflictos interétnicos se resolvían
entre dos sociedades regidas por normas disímiles y las negociaciones podían
costar, según Campetella, la pérdida del ganado recolectado o situaciones de
violencia física que incluso podían terminar con la muerte de los vaqueros y
los miembros de su tropa, como sucedió con el capitán Antonio de Garay junto
con otras nueve personas en Tandil en el año 1707[47].
Las tensiones interétnicas que se manifestaban en la región
pampeana también se registraron en los alrededores del río Cuarto. Desde el “paraje y estancia de difunto Juan de Guebara”, le avisaron
a José de Cabrera y Velasco que “los indios pampas de la encomienda de dicho capitán don Pedro de Herrera, tenían muy
frecuentes pláticas con dichos serranos” para matarlo a él “y a toda la gente de este río y robar las
haciendas”. Los conflictos
eran entre los indígenas pampas y José de Cabrera, quien había arribado “a este paraje del referido río Cuarto” donde tenía su “estancia”[48]. Si nos detenemos
en los vocablos utilizadas en estos documentos en relación con el territorio y con
los grupos indígenas de la región, observamos que la categoría de “río” estaba
reservada para el río Cuarto, “paraje” y “estancia” para las propiedades de Juan
de Guebara y José de Cabrera y “encomienda” para los indígenas pampas de Pedro
de Herrera.
Unos meses más
adelante, los funcionarios estaban preocupados porque un grupo de indígenas
pampas y serranos, luego de “haber cometido diferentes delitos[,] pasaron al territorio y estancias de
esa jurisdicción donde hicieron diferentes
muertes, y robos con tanto desafuero que llegaron al río Cuarto”. El temor se
debía a que había “más de dos mil indios a
distancia de treinta leguas de las haciendas de
río Cuarto”[49].
Hasta 1710, aproximadamente, encontramos estas categorías de forma reiterada en
la documentación en los fragmentos en los que se narran las relaciones entre indígenas
e hispanocriollos en la región del río Cuarto.
Si bien las fuentes indican robos y muertes cometidos por
los grupos indígenas, en la mayoría de los casos son escuetas en los detalles,
por lo que podría tratarse más de un temor generalizado que de casos
específicos, como sostienen Punta para la región y Roulet para Buenos Aires[50].
A continuación, examinaremos las estrategias defensivas desplegadas en el sur
de la ciudad de Córdoba con el objetivo de indagar en el proceso de
conformación de una frontera allí.
La conformación de la frontera sur de Córdoba durante
el siglo XVIII
Los funcionarios coloniales en la ciudad de Córdoba y su
región tenían la preocupación de ser invadidos, desde cualquier dirección, por
grupos indígenas libres que rodeaban la ciudad. Por este motivo, procuraban
establecer fuertes y organizar expediciones a fin de prevenir y controlar esos
posibles ataques[51].
La conformación de la frontera sur de Córdoba fue un proceso gradual que llevó
varias décadas y que fue variando a lo largo del tiempo. En este apartado
analizaremos algunos documentos que dan cuenta de las medidas desarrolladas
desde la ciudad en relación con los grupos indígenas que la rodeaban, con el
objetivo de observar cómo la región del río Cuarto fue establecida como un territorio
fronterizo en el marco de las otras fronteras para, en el siguiente acápite,
centrarnos en el caso particular del río Cuarto a comienzos del siglo XVIII.
Entre las estrategias defensivas implementadas en los
territorios que rodeaban la ciudad, en 1727 un funcionario de Salta informó al
cabildo de Córdoba que postergaría unos meses una entrada planificada y,
asimismo, que estaba al tanto de “las providencias que se
han dado en el río Segundo, Tercero, y Cuarto, para refrenar y contener al
enemigo”, entre otras cuestiones[52].
Para ese entonces, el río Cuarto era considerado como una de las regiones hacia
el sur de la ciudad de Córdoba en la que tomaban precauciones para evitar
conflictos con el “enemigo”.
En 1729, mientras planificaban una “entrada general
[…] para el castigo del enemigo bárbaro” y “la
guarnición de la frontera del Tío”, sobre el río Segundo, querían
asegurarse de contar con suficientes víveres y ganado para estas cuestiones y
para el mantenimiento de la frontera, ya que de haber falta de ellos “resultará el retirarse la guarnición y despoblar las viviendas del río
Primero y Segundo y será esta ciudad [de Córdoba] frontera del enemigo en gran
perjuicio de todos los vecinos y su jurisdicción”[53].
A fines de la segunda década del siglo XVIII, el concepto de frontera se
encuentra presente en el vocabulario de los funcionarios cordobeses: el maestre
de campo era también “capitán a guerra de esta
ciudad de Córdoba su jurisdicción y fronteras” [54].
Hacia 1735, en respuesta a una Real Cédula con fecha en
Sevilla el 30 de marzo de 1731 en relación con las estrategias defensivas –los
fuertes existentes y su distancia de las ciudades así como la construcción de
nuevos para asegurar la defensa de la provincia– Córdoba era presentada como
una ciudad “fronteriza” en todas direcciones. Hacia
el este Santa Fe, hacia el sur el río Tercero y el camino hacia Buenos Aires,
hacia el oeste San Juan, Mendoza y Chile, desde donde “la invaden
los indios aucaes […] por los campos del río Cuarto jurisdicción de esta ciudad”
y hacia el norte “sobre el río Seco partido de Sumampa, la
asesta el dicho enemigo mocoví con naciones no menos feroces, y guerreros” [55].
El panorama que presentaban era de robos de ganado, “muertes de
80 hombres” y la consecuente despoblación del río Tercero, por lo
que, sostenían, “toda la provincia” se encontraba
“desolada” y resultaba imposible de
sostener con las medidas defensivas existentes[56].
Entre los fuertes construidos mencionaron los que estaban en el río Segundo, a
veintidós y a treinta leguas, en el Fraile Muerto y en Cruz Alta, en el paraje
de Yuto, y otros en las jurisdicciones de las ciudades de Salta y Jujuy, a
trescientas leguas.
De acuerdo con la política española implementada en las
colonias y transcurrido el primer cuarto del siglo XVIII, en América continuaba
la conformación de una estructura militar. En Córdoba estaban preocupados por
los robos y muertes causados por los grupos indígenas en los territorios
cercanos a las ciudades por lo que debían definir cómo sustentar a las compañías
“para socorro de las fronteras de las tres fronteras”,
“río seco, cruz alta, y río cuarto”, por
lo que en el Cabildo se decía:
se teme que el
enemigo hallado el río Tercero despoblado, y desoladas las principales
haciendas del Segundo, y parte de este Primero, inmediato a la ciudad, se
internen a los contornos de ella, e impida la entrada de víveres y salida para
lo demás necesario, lo que se recela, ejecute dentro de mes, y medio, o dos que
es el tiempo acostumbrado de sus invasiones como se tiene de experiencia[57].
Como se puede observar, el territorio del río Cuarto era
considerado una de las fronteras entre la ciudad de Córdoba y los grupos
indígenas que se hallaban entre la ciudad y la “tierra adentro”. Asimismo, las
autoridades habían incorporado funcionarios que se ocupaban de los asuntos
fronterizos, como queda evidenciado por la propuesta del Cabildo Justicia y
Regimiento en 1744 para que se nombrara como “maestre de
campo general de estas fronteras al sargento mayor don Juan Albares”[58].
A nivel poblacional, Rustán sostiene que la primera mitad
del siglo se había caracterizado por crisis económicas, alzas de precios y
sequías, sumado a las epidemias (1729/31 y 1742/44) que provocaron un aumento
en la mortalidad, en mayor medida, de los pueblos originarios[59].
A nivel defensivo, Punta sitúa el proceso de militarización de la frontera
entre 1736 y 1785, primero a cargo de las milicias y a partir de 1752 a cargo
del cuerpo de Blandengues[60].
El primer fuerte de la región, Punta del Sauce (1752) (luego La Carlota) fue
seguido por Santa Catalina (1778) y Las Tunas (1779), dos fuertes secundarios[61].
Además de la estrategia de instalar fuertes en los parajes donde los
funcionarios se relacionaban con los grupos indígenas libres, las autoridades
coloniales definieron, a mediados de siglo XVIII, otras medidas para ocupar el
territorio como la fundación de misiones en la región pampeana a partir de 1740
a cargo de la Compañía de Jesús[62].
Punta entiende los enfrentamientos entre los hispanocriollos
y los grupos indígenas de la región del río Cuarto entre 1760 y 1785 –en muchos
casos debido a la competencia por el ganado– como parte del escaso control que
los pobladores y las autoridades coloniales tenían sobre esas regiones,
manifestado por la reiterada presencia de grupos indígenas allí[63].
Por su parte, Rustán coincide con esta periodización pero sostiene que si bien
en esas décadas se produjeron diversos ataques de grupos indígenas, sobre todo
en los caminos entre Buenos Aires y Chile, también se desarrollaron relaciones
diplomáticas y acuerdos no formales[64].
La llegada de Sobremonte en 1784 como primer gobernador
estuvo marcada por el interés en garantizar el control del tráfico comercial,
por lo que fundó una línea de fuertes y determinó el establecimiento de
poblaciones junto con una política de paz con los grupos indígenas. En 1786 se
fundó Villa de la Concepción del Río Cuarto, formalizado a partir de una
situación ya existente[65].
Según Rustán, en la segunda mitad del siglo XVIII se produjo un progreso
demográfico en la jurisdicción de Córdoba, a diferencia de la primera mitad y
en el marco de un crecimiento poblacional general. Los últimos cuarenta años
del virreinato estuvieron marcados por relaciones pacíficas entre los grupos
indígenas e hispanocriollos[66],
centradas en el intercambio comercial[67].
En suma, la frontera sur de Córdoba se conformó a lo largo
del siglo XVIII como una estrategia interétnica, militar y social para evitar
que los grupos indígenas que habitaban en la región pampeana lograsen atacar a
los habitantes desde el río Cuarto hasta
la ciudad. A lo largo de los años, las autoridades coloniales delegaron en
algunos individuos estas tareas, crearon puestos defensivos y, unos años más
adelante, se propusieron mejorar la estructura existente por lo que, hacia
fines del siglo XVIII, el río Cuarto funcionaba como una de las fronteras de
Córdoba. A continuación nos centraremos en un episodio de principios de siglo
XVIII que da cuenta de los inicios de este proceso en la región.
Las estrategias defensivas en el río Cuarto a
principios del siglo XVIII
En la ciudad de Córdoba y su región, en donde las
interacciones con los grupos indígenas eran habituales, la defensa militar consistió
en una de las alternativas implementadas por las autoridades para su control. En
este marco, a fines de la primera década del siglo XVIII en el río Cuarto, los
funcionarios de la colonia y los actores locales modificaron las estrategias
defensivas con el objetivo de resguardar las haciendas y sus habitantes. José
de Cabrera implementó medidas nuevas como la creación de guardias en las que “se ocuparon […] las compañías y soldados que fueron alternativamente a
aquellos parajes”[68]
y, a partir de este momento, a las estancias y haciendas del río Cuarto “le han dado nombre de frontera”[69].
Por lo tanto, y siguiendo los términos que los diversos declarantes usaron
cuando se los interrogó acerca de las disposiciones implementadas por José de
Cabrera en el río Cuarto, postulamos que, desde ese momento en adelante, la
región comenzó a ser conocida como una frontera.
En efecto, se realizó una información sumaria con el
objetivo de “averiguar el estado de la frontera del Rio
Cuarto confín de los indios infieles pampas y sus movimientos” que
habían dado origen a estas guardias. Para ello, luego del pedido del gobernador
de Tucumán, Esteban de Urizar y Arespacochaga, se interrogaron aproximadamente
veinte testigos en los partidos de los ríos Primero, Segundo, Tercero y Cuarto,
es decir, el territorio hacia el sur de la ciudad de Córdoba que, entre los
ríos Cuarto y Quinto –los más australes de la jurisdicción– se acercaban a la
“tierra adentro”. El objetivo era averiguar el motivo que había originado la implementación
de las guardias, el tiempo que duraron, la cantidad de soldados que fueron, los
días y meses que permanecieron allí, las tareas que realizaron y las
consecuencias que esas disposiciones ocasionaron en la región, por lo que
permite conocer el estado del avance desde la ciudad de Córdoba hacia los
territorios al sur de la misma.
Muchos de esos testigos coincidieron en que el comienzo fue
a partir del “pretexto de que los indios infieles llamados
pampas habían hecho muertes hostilidades y robado las estancias que confinan en
aquellos parajes”[70].
Sin embargo, una vez en el río Cuarto, sus habitantes negaban esas actitudes
por parte de los grupos indígenas ya que “estaban de paz y lo han
estado siempre sin que haya habido daño ninguno en las estancias no sólo en las
del dicho maestre de campo ni en otras de aquel territorio hasta el río Quinto”[71].
Si bien las hostilidades adjudicadas a los indígenas denominados pampas
resultaron falsas, sí había otros encuentros entre hispanocriollos e indígenas
en la región. Por ejemplo, un declarante sostuvo que “ni vio más
indios que los que asisten en el dicho río Cuarto y para que salen de tierra
adentro algunas familias todos los años al paraje de las Pulgas estos son
amigables porque vienen a coger algarroba y a vender sus lazos y riendas”[72].
Algunos de los declarantes que habían sido comisionados al
río Cuarto sostuvieron que era “todo falso”[73],
un rodeo para enviar hombres a las estancias, un “fraude solo
a fin de poblar y recoger sus ganados y entablar las crías”[74].
Su presencia era utilizada para el trabajo en la hacienda de José de
Cabrera en el río Cuarto, en la estancia de su hermano Juan Arias –donde “se formó compañía de mulatos”[75]–
y en la estancia de Las Lajas de su otro hermano Fernando de Cabrera –donde
trabajaban en “arrancar paja y hacer una casa en aquella
estancia para los conchabados”[76]–.
Según los relatos de los testigos, “se
aprestaron todas las compañías milicianas” en “guardias
continuas que duraron tiempo de tres años”[77].
Cada uno iba entre una y tres veces durante intervalos que oscilaban entre los
quince días y los cuatro meses[78].
Además, un declarante sostuvo que “se retiraron dichas
compañías y solo quedó guardia continua que duró casi tres años en cuyo
intermedio todos los meses continuaron en diez de cada compañía”[79].
Durante ese período comenzaron a aparecer en el río Cuarto algunos elementos
defensivos. Entre ellos, “se habían hecho con los
soldados un gran cerco de palos en que quedaron adentro las casas y oficinas de
dicho maestre de campo don José de Cabrera y solo la iglesia o capilla estaba
fuera”[80].
Además, un declarante sostuvo que “vio puesta una picota muy
alta para atemorizar a todos los soldados”[81]
y otro una garrocha en el patio[82].
Luego de tres años en los que se habían
implementado las medidas mencionadas, realizaron un proceso contra José de
Cabrera en el que lo acusaban, entre otras cuestiones, de utilizar el “pretexto de frontera de indios” para que otros trabajaran en
“domar potros, recoger yeguas, vacas cimarronas,
ranchos, y otras utilidades”, por lo que
le suministró el dicho don José de Cabrera su misma codicia imponer
nombre de frontera ahuyentando a los pobres vecinos precisados con su
violencia, y rigurosas órdenes a ausentarse a distintas jurisdicciones unos con
sus familias, y otros abandonándolas, y dejándolas expuestas a perecer, y a lo
que trae consigo la miseria humana, lo que les ha sido de tanto terror, y
clamor que unos ausentes, y los vecinos sin tener en qué traficar ni comprar
una mula, y cuando la dicha llamada frontera está en el camino real[83].
Las medidas tomadas por Cabrera habían
afectado el escenario de la región ya que las familias se alejaban para
eximirse de las tareas “por reconocer no era en
servicio del Rey nuestro señor”[84].
Consideramos –como afirma Punta[85]–
que estos testimonios deben entenderse como intentos de los soldados para dejar
de cumplir con las tareas impuestas por Cabrera. Sin embargo, aquí nos interesa
puntualmente la adjudicación del nombre de frontera a esa región a partir de
ese momento. Lo que se entendía por frontera en 1712, cuando se comenzó a
emplear esa categoría para hablar de la zona, era diferente del concepto de
frontera que sus habitantes utilizarían unas décadas más adelante. La frontera
no representaba una línea fija en el suelo, sino que había sido percibida por
los funcionarios coloniales a partir del reconocimiento de un grupo diferente,
los indígenas pampas, con los que compartían un mismo territorio.
A la hora de establecer una separación allí, los pueblos
originarios eran presentados como un “otro” homogéneo del que debían
resguardarse, sin reconocer diferencias en su interior. Los declarantes dieron
cuenta de la presencia de indígenas en la región (para la recolección de la
algarroba así como para la venta de lazos y riendas), por lo que la separación
que se pretendía hacer no era entre indígenas e hispanocriollos –separación que
sabemos que funcionó como un ideal pero no como una realidad– sino entre
aquellos que aceptaban el orden colonial –incluyendo a los indígenas que los
vecinos empleaban para sus actividades productivas y domésticas– y aquellos que
no –los indígenas pampas y serranos, que eran libres y se acercaban
periódicamente a la región del río Cuarto para recolectar y comerciar–. Como ha
sostenido Roulet, los pueblos originarios en general fueron considerados
infieles que se debían reducir y encomendar o enemigos que debían enfrentar y
combatir[86].
Cuando a comienzos del siglo siguiente diversos registros presentaron la región
como una frontera, el objetivo fue mejorar el control del territorio, la
separación entre aquellos grupos indígenas que estaban encomendados de los que
eran libres y considerados una amenaza para la población local. Para el caso
del río Cuarto, estaríamos ante un límite-frontera
social y cultural que existía desde hacía varias décadas[87].
Lo novedoso a principios del siglo XVIII fue la planificación y el
establecimiento de guardias durante dos o tres años y la modificación del
territorio, por ejemplo, a partir de construcciones como “una picota
muy alta y un cerco de palizada”[88].
El objetivo era, entonces, transformar la estancia de José de Cabrera en una
frontera territorial, en un límite que separaría a sus habitantes de los grupos
indígenas pampas.
Como sostienen Nacuzzi y Lucaioli, los poblados y puestos
defensivos se establecieron en aquellos territorios donde el dominio colonial
era más débil[89].
En el río Cuarto hacia 1712, José de Cabrera se encontraba en el proceso de
establecer el límite con los grupos indígenas pampas. Si tenemos en cuenta que
los soldados declararon haber realizado otras tareas como recoger el ganado,
organizar los rodeos y dedicarse a las crías, podemos analizar, a nivel local, los
inicios de la creación de la frontera como una estrategia de Cabrera para
contar con la mano de obra de los soldados en sus estancias y, a un nivel más
amplio, los comienzos de la conformación de una de las fronteras que rodeaban
la ciudad de Córdoba, desde donde se desarrollarían diversas estrategias para
resguardar el territorio como analizamos en el apartado anterior.
En suma, las disposiciones militares en el río Cuarto fueron
parte de una política más general delineada desde la ciudad de Córdoba que
continuó implementándose más adelante tanto en el sur de la ciudad como en los
territorios localizados en otras latitudes. Si bien el primer fuerte en el sur
de Córdoba data de mediados del siglo XVIII, podemos situar los inicios de la
creación de la frontera sur a principios del mismo. El establecimiento de una
frontera militar, como se conoció hacia fines del siglo, fue un proceso largo y
estuvo relacionado con los sucesos más generales de las autoridades instaladas
en otras ciudades y no únicamente con las medidas implementadas en el río Cuarto.
A modo de
cierre
En este trabajo atendimos al proceso de conformación de la
frontera sur de Córdoba entre los siglos XVII y XVIII en función de las
relaciones entabladas entre los distintos individuos y grupos que se
establecieron hacia el sur de la ciudad desde las primeras exploraciones
coloniales. Nos centramos en el análisis del vocabulario que hallamos en las
fuentes documentales como una de las formas disponibles para conocer las
relaciones interétnicas que se desarrollaban en estos lugares y, de esta forma,
comprender el contexto en el cual se implementaron las diversas medidas
defensivas que dieron lugar a la conformación de una frontera interétnica,
militar, cultural y social en el río Cuarto con el transcurso de los años. En
este sentido, argumentamos que la frontera en el río Cuarto se estableció
paulatinamente, como parte de un largo proceso que abarcó a otras regiones
fronterizas tanto cercanas a la ciudad de Córdoba como de otras ciudades.
Así, analizamos las estrategias implementadas por los
actores locales, en perspectiva con las políticas que los funcionarios
coloniales de Córdoba aplicaban siguiendo las directivas de la corona española.
En primer lugar, repasamos las estrategias llevadas adelante por algunos individuos
que realizaron exploraciones del territorio, fueron beneficiarios de mercedes
de encomiendas y de tierras y establecieron estancias a lo largo del siglo. Observamos
cómo, en el marco de las políticas ofensivas y defensivas implementadas desde
la ciudad de Córdoba, se organizaron expediciones de carácter punitivo, se
designaron funcionarios especializados en los asuntos de frontera y se
planificaron y construyeron fuertes en parajes alejados de la ciudad.
En cuanto a la región del río Cuarto, se establecieron
dispositivos de carácter defensivo –la implementación de guardias y la
confección de un cerco que separara las propiedades de Cabrera de los grupos
indígenas libres–, como se desprende de una sumaria de 1712 en la que
declararon testigos de los partidos de los ríos Primero, Segundo, Tercero y
Cuarto que concurrieron compulsivamente para realizar esas tareas. En suma, observamos
que el término “frontera” se encontraba
presente a comienzos del siglo XVIII en el río Cuarto –asociado a la estancia
de Cabrera–, previo a que esa región fuera conocida como una frontera en relación
con la instalación de fuertes defensivos. Asimismo, examinamos el uso que se
realizó de dicha categoría, entre otras, desde la ciudad de Córdoba en relación
con las expediciones, los cargos y los fuertes creados para defender las otras
fronteras de la ciudad. De esta manera, esperamos haber realizado un aporte en
relación con el proceso en el cual se percibió y conformó la frontera al sur de
Córdoba durante el período colonial.
[1] Este trabajo
fue realizado con el financiamiento otorgado por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (PIP 11220170100365) y por la Agencia
Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT 2017-0662).
[2] Castro Olañeta,
Isabel (2005), “La cédula de encomienda a favor de Don Gerónimo Luis de Cabrera.
Copias y traslados de un mismo documento durante los siglos XVI y XVII”, Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., nº
7, pp. 215-233.
[3] Años más tarde,
en 1689, Pedro de Herrera y Velazco solicitó que se le otorgara la “encomienda
de indios pampas” debido a que era descendiente legítimo de Jerónimo Luis de
Cabrera, AHPC, esc. 2, leg. 8, exp. 3, fs. 8 v. en Castro Olañeta, Isabel,
2005, Ob. Cit., pp.
215-233.
[4] El control del territorio y sus
habitantes por parte de los funcionarios que respondían a las autoridades
españolas fue realizado, durante el siglo anterior, en el marco de la política
implementada por los Habsburgo desde España. En América, los representantes de
la monarquía hispánica fueron las figuras de los virreyes y los gobernadores,
seguidas por los oficiales por ellos seleccionados para llevar adelante los
dispositivos de control en los territorios.
[5] Quijada, Mónica
(2002), “Repensando la frontera argentina: concepto, contenido, continuidades y
discontinuidad de una realidad espacial y étnica (siglos XVIII -XIX)”, Revista de Indias, vol. 62, nº 224,
pp. 103-142.
[6] Tamagnini,
Marcela y Pérez Zavala, Graciana (2010), El fondo de la tierra.
Destinos errantes en la Frontera Sur, Córdoba, Serie Lo Fundamental,
Río Cuarto, Editorial de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
[7] Tamagnini,
Marcela y Pérez Zavala, Graciana (2009), “El tratado de paz de 1796: entre la
delimitación de la frontera sur cordobesa y el reconocimiento político de los
ranqueles”, Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos,
vol. 1, pp. 167-184. Tamagnini, Marcela y Pérez
Zavala, Graciana (2013), “La frontera sur cordobesa a fines del siglo XVIII.
Una aproximación a partir del juicio contra el comandante del fuerte del
Saladillo (1785)”, TEFROS, vol. 11,
nº 1-2, pp. 1-21.
[8] Tell,
Sonia y Castro Olañeta, Isabel (2011), “El registro y la historia de los
pueblos de indios de Córdoba entre los siglos XVI y XIX”, Revista del
Museo de Antropología, vol. 4, nº 1, pp. 235-248. Tell, Sonia y
Castro Olañeta, Isabel (2013), “Los pueblos de indios de Córdoba del Tucumán y
el pacto colonial (Siglos XVII a XIX)”, Revista del Museo de
Antropología, vol. 9, nº 2, pp.
209-220.
[9] Rustán, María
Elizabeth (2005), De perjudiciales
a pobladores de la frontera Poblamiento de la
frontera sur de la Gobernación Intendencia de Córdoba a fines del siglo XVIII,
Córdoba, Ferreyra Editor.
[10] Punta, Ana Inés
(2001), “Córdoba y la construcción de sus fronteras en el siglo XVIII”, Cuadernos de Historia, nº 4, pp. 159-194.
[11] Sosnowski,
Daniela (2020), “La frontera oriental de Córdoba. Expansión colonial,
relaciones interétnicas y dispositivos de control en un espacio de interacción
(siglo XVIII)”, TEFROS, vol. 18, nº 2, pp.
75-109.
[12] Tamagnini,
Marcela y Pérez Zavala, Graciana, 2009, Ob. Cit., pp.
167-184. Tamagnini, Marcela y Pérez Zavala, Graciana 2010, Ob.
Cit. Tamagnini,
Marcela y Pérez Zavala, Graciana, 2013, Ob. Cit., pp. 1-21.
[13] Carbonari, María Rosa (2015), “Espacio,
población y familias en el Río Cuarto colonial. De “este lado” de la frontera”,
TEFROS, vol. 13, nº 1, pp. 51-88.
[14] Tamagnini, Marcela y Pérez Zavala,
Graciana, 2010, Ob. Cit.
[15] Quijada, Mónica, 2002,
Ob. Cit. Boccara, Guillaume (2003), “Fronteras, mestizaje y etnogénesis en las
Américas” en Mandrini, Raúl y Paz, Carlos (Comps.), Las
fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos
XVIII-XIX, Neuquén/Bahía Blanca/Tandil, CEHIR/UNS/IEHS, pp. 63-108. Boccara,
Guillaume (2005), “Génesis y estructura de los complejos fronterizos
euro-indígenas. Repensando los márgenes americanos a partir (y más allá) de la
obra de Nathan Wachtel”, Memoria Americana, nº 13, pp. 21-52. Roulet,
Florencia (2006), “Fronteras de papel. El periplo semántico de una palabra en
la documentación relativa a la frontera sur rioplatense de los siglos XVIII y
XIX”, TEFROS, vol. 4, nº 2, pp. 1-26. En línea: http://www2.hum.unrc.edu.ar/ojs/index.php/tefros/article/view/128
[consulta: 07 de mayo 2020]. Nacuzzi, Lidia y Carina Lucaioli (2014),
“Perspectivas antropológicas para el análisis histórico de las fronteras”, en
Hugo Trinchero, Luis Campos Muñoz y Sebastián Valverde (comps.), Pueblos indígenas, estados nacionales y fronteras.
Tensiones y paradojas de los procesos de transición contemporáneos en América
Latina I, Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras,
pp. 27-71.
[16] Pratt, Mary
Louise (2011), Ojos imperiales. Literatura
de viajes y transculturación, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica.
[17] Roulet,
Florencia, 2006, Ob. Cit., pp. 1-26
[18] Nacuzzi, Lidia y
Lucaioli, Carina, 2014, Ob. Cit., p. 28.
[19] Quijada, Mónica,
2002, Ob. Cit., p. 108.
[20] Boccara, Guillaume, 2003, Ob. Cit., p. 71.
[21] Wilde,
Guillermo (2014), “Fuentes indígenas en la Sudamérica colonial y republicana:
escritura, poder y memoria. Parte 2”, Corpus, vol. 4, nº 1,
p. 2.
[22] Nacuzzi,
Lidia (2018), “Introducción”, en Nacuzzi Lidia, coordinadora, Entre los datos y los formatos.
Indicios para la historia indígena de las fronteras en los archivos coloniales,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, IDES, pp. 1-6. En línea: http://periplosfronteras.com.ar/periplos-publicaciones-datos-formatos.html
[consulta: 07 de mayo 2020].
[23] Piana
de Cuestas, Josefina (1992), “De encomiendas y mercedes de tierras: afinidades
y precedencias e la jurisdicción de Córdoba (1573-1610)”, Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Américana “Dr. E. Ravignani”, tercera serie, nº 5, pp. 7-24.
[24] Presta, Ana María
(1997), “Encomienda, familia y redes en Charcas Colonial: los Almendras,
1540-1600”, Revista de indias, vol. 57, nº 209, pp.
21-53.
[25] Piana
de Cuestas, Josefina, 1992, Ob. Cit.
[26] González Navarro,
Constanza (2009), “La estancia: su génesis y su estructura en Córdoba
(gobernación del Tucumán, virreinato del Perú, 1573-1700)”, Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, nº 74, pp. 13-51.
[27] González Navarro, Constanza, 2009, Ob. Cit., p. 45.
[28] Assadourian,
Carlos, Guillermo Beato y José Chiaramonte (2005), Historia
Argentina 2. De la conquista a la independencia, Buenos Aires,
Paidós.
[29] Punta, Ana Inés
(2001), “Córdoba y la construcción de sus fronteras en el siglo XVIII”, Cuadernos de Historia, nº 4, p. 168.
[30] Carbonari, María Rosa, 2015, Ob. Cit., pp. 51-88. Punta, Ana Inés, 2001, Ob. Cit., pp. 159-194.
[31] Tell,
Sonia y Castro Olañeta, Isabel (2016), “Los pueblos de indios de Córdoba del
Tucumán y el pacto colonial (siglos XVII a XIX)”, Revista del
Museo de Antropología, vol. 9, nº 2, pp. 209-220.
[32] Las primeras
décadas de las estancias de la familia Cabrera y en el resto de la región del
río Cuarto han sido estudiadas en trabajos que incluyen la transcripción de
fuentes tempranas como los de Grenón, S. J. (1927), Los Pampas.
Documentos Históricos coleccionados por el P. Grenón S. J, nº 18,
sección indígena, tomo segundo, Córdoba, Talleres Gráficos de la Penitenciaría.
Cabrera, Monseñor Pablo (1933), Tesoros del pasado argentino: tiempos y campos heroicos,
Córdoba, Imprenta de la penitenciaría. Montes,
Aníbal (1953), “Historia antigua de la ciudad de Río Cuarto”, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, vol. 40, nº 3,
pp. 1-52 y, en una fecha más reciente, Barrionuevo Imposti, Víctor (1986), Historia del Río Cuarto. En la Época Hispánica y en la Independencia,
Tomo I, Buenos Aires, TIPENC S.R.L.
[33] Assadourian, Carlos (1982), “Economías
regionales y mercado interno colonial: el caso de Córdoba en los siglos XVI y
XVII”, en El sistema de la economía colonial. Mercado
interno, regiones y espacio económico, Lima, Perú, Instituto de
estudios peruanos, pp. 18-55.
[34] Para un análisis
de la expedición de Lorenzo Suárez de Figueroa ver Mayol Laferrere, Carlos (1973), Lorenzo
Suárez de Figueroa y el descubrimiento del Río Cuarto, 1573-1973,
Huanchilla, Argentina, Instituto de Estudios Históricos Lorenzo Suárez de Figueroa.
[35] Montes,
Aníbal, 1953, Ob. Cit.,
pp. 1-52.
[36] Barrionuevo Imposti, Víctor, 1986, Ob. Cit., p. 16. Por su parte, Montes, Aníbal,
1953, Ob. Cit., pp. 1-52 detalla los beneficiarios de
encomiendas durante este período, los pueblos de indígenas encomendados y los
parajes donde se encontraban, con especial atención a los topónimos utilizados
en las fuentes.
[37] Se visitaron los
indios de la estancia de Yucat sobre el río Tercero, la estancia de doña
Catalina de Figueroa debajo de Yucat sobre el mismo río, los indios denominados
pampas a cargo de Alonso Díaz Caballero en el río Tercero en la Reducción de
San Antonio donde había indígenas reducidos hacía seis años (visitados por el
oidor Alfaro en 1611). Además, un vecino de Córdoba realizó la visita en la
estancia de San Esteban de Bolón del general Jerónimo Luis de Cabrera, en el
río Cuarto, donde también fueron llevados los indígenas de las estancias de Las
Peñas, del Tambo y de San Bartolomé de las sierras. Escr. 1ª, leg. 53,
exp. 2 en Montes, Aníbal, 1953, Ob. Cit., pp. 23-24.
[38] La discusión en torno a los rótulos
étnicos con los que se denominaron a los grupos indígenas de la región pampeana
es el tema principal de la investigación que estoy desarrollando. Sin embargo y
de acuerdo con los objetivos de este trabajo, en esta oportunidad utilizaré las
categorías mencionadas en las fuentes en cada oportunidad sin detenerme en el
análisis de las mismas. Una primera aproximación a su análisis puede consultarse
en Vollweiler, Sabrina (2020), “Nombres y rótulos étnicos en la región pampeana
durante la segunda mitad del siglo XVII”, Memoria Americana,
vol. 28, nº 1, pp. 42-58.
[39] AHPC, Trib., escr. 1, leg. 268, exp.
1, Concurso de Acreedores, Sucesión de J. de Cabrera, año 1732 en Barrionuevo Imposti, Víctor, 1986, Ob. Cit, p. 30.
[40] Barrionuevo
Imposti, Víctor, 1986, Ob. Cit.
[41] Montes,
Aníbal, 1953, Ob. Cit.,
p. 29.
[42] Barrionuevo
Imposti, Víctor, 1986, Ob. Cit.
[43] Si bien las tierras del Espinillo
fueron dispuestas para el establecimiento de la reducción, su propiedad estaba
disputada entre José de Cabrera y Velasco y Francisco Díaz Gómez. Por lo tanto,
las autoridades en Córdoba decidieron que recompensarían a quien resultare ser
el dueño de las mismas con otra merced de tierras equivalente.
[44] Una transcripción
de la relación que elaboró Caballero una vez finalizado el intento de reducción
fue publicada por Page, Carlos (2007), “La relación del P. Francisco Lucas
Cavallero sobre la formación de la reducción jesuítica de indios pampas en
Córdoba (15-07-1693)”, Revista de la junta provincial
de Historia de Córdoba, Córdoba, Segunda época, pp. 429-454.
[45] En otros lugares
como por ejemplo la ciudad de Buenos Aires, las estrategias defensivas
consistieron en la construcción de un fuerte, el establecimiento de una tropa
paga y la relocalización de los grupos indígenas libres en las cercanías de la
ciudad a principios del siglo XVII. Para un estudio de las tres reducciones
establecidas en Areco, la costa del río de la Plata y el arroyo de Baradero consultar
Carlón, Florencia (2006), “Políticas
correctivas del comportamiento social indígena y formas de resistencia en las
reducciones de Baradero, Tubichaminí y del Bagual (primeras décadas del siglo
XVII)”, Mundo Agrario, vol. 7, nº
13, pp. 1-16. Tapia, Alicia, Eugenia Néspolo
y Verónica Noya (2015), Origen y evolución del
pueblo de indios de Baradero, según documentos del siglo XVII y XVIII en
Santiago del Baradero. Origen y evolución del pueblo de indios. Documentos del
Archivo General de Indias (siglos XVII y XVIII), Buenos Aires, Pangea
Ediciones de la Tierra.
[46] Estas prácticas
habían comenzado a mediados de 1650 para subsistir y poblar las estancias y
pronto fueron convertidas en un negocio. Bechis, Martha (2008), “Ángulos y
aristas de la guerra por las vacas en los comienzos del siglo XVIII:
“divertimentos”, asesinatos y rivalidades jurisdiccionales”, en Piezas de Etnohistoria del sur sudamericano, Madrid, CSIC,
pp. 53-80.
[47] Campetella,
Aandrea (2005), “Las vidas y las vacas: Indios e hispanocriollos en el área
interserrana a principios del siglo XVIII”, X
Jornadas Interescuelas, Jornadas
llevadas a cabo en la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades
y Artes, Universidad Nacional del Rosario, Rosario.
[48] FDMPC, doc. 7217,
Testimonio de los autos obrados por el Sr. Maestre de Campo D. José de Cabrera
y Velasco, sobre el castigo de los indios pampas, Río Cuarto, 6/12/1707. El destacado es mío.
[49] FDMPC, doc. 3197, Testimonio de carta del gobernador de Buenos
Aires Manuel de Velasco y Tejada a Cabrera y Velasco, Buenos Aires, 03/03/1708.
El destacado es mío.
[50] Punta, Ana Inés,
2001, Cit., pp. 159-194 y Roulet, Florencia (2018), “Violencia indígena en el
Río de la Plata durante el período colonial temprano: un intento de
explicación”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos,
debates, pp. 1-22. En línea: https://journals.openedition.org/nuevomundo /72018
[consulta: 7 de mayo 2020].
[51] Algo similar había
sucedido en Buenos Aires, donde los primeros intentos por resguardar la ciudad
–tanto de otras potencias europeas que podían invadirlos por la costa como de
los vecinos grupos indígenas que podían arribar por tierra– tuvieron entre sus
medidas la construcción de un fuerte y la creación de una tropa con sueldos
pagos, como señala Trujillo, Oscar José (2017),
“Los Habsburgo en el Río de la Plata: Gobernadores de capa y espada en el
Buenos Aires colonial temprano”, Anuario del Instituto de
Historia Argentina, vol. 17, nº 2, pp. 1-26. Además de los
cargos con sueldo, los pobladores rurales, basados en una estructura militar,
también fueron involucrados en la defensa del territorio, como indica Néspolo,
Eugenia (2012), Resistencia y complementariedad, gobernar en
Buenos Aires. Luján en el siglo XVIII: un espacio políticamente concertado,
Villa Rosa, Escaramujo. Hacia la década de 1740 se instalaron fuertes, guardias
y fortines entre Buenos Aires y el río Salado, seguidos de otros emplazados en
la década de 1770, como apuntan Nacuzzi, Lidia, Lucaioli, Carina y Nesis, Florencia
(2008), Pueblos Nómades en un estado colonial. Chaco,
Pampa, Patagonia, siglo XVIII, Buenos Aires, Antropogafia.
[52]AHPC, Gobierno,
tomo 3, leg. 49, Baltazar Abarca acusa recibo de la nota que se le participa la
imposibilidad que se haga la entrada de gente, Salta,
9/9/1727.
[53] AHPC, Gobierno,
tomo 3, leg. 53, Expediente y exhorto sobre el castigo que se piensa dar al
enemigo bárbaro. 1728, Córdoba, 05/01/1729.
[54] AHPC, Gobierno,
tomo 3, leg. 53, Expediente y exhorto sobre el castigo que se piensa dar al
enemigo bárbaro. 1728, Córdoba, 05/01/1729.
[55] AHPC, Gobierno,
tomo 3 bis, leg. 60, Carta del Cabildo de Córdoba. Resoluciones del Cabildo
sobre impuestos para el sostenimiento de la guerra y defensa de los fuertes.
1734, Córdoba del Tucumán, 21/01/1735.
[56] AHPC, Gobierno,
tomo 3 bis, leg. 60, Carta del Cabildo de Córdoba. Resoluciones del Cabildo
sobre impuestos para el sostenimiento de la guerra y defensa de los fuertes.
1734, Córdoba del Tucumán, 21/01/1735.
[57] AHPC, Gobierno,
tomo 3 bis, leg. 60, Carta del Cabildo de Córdoba. Resoluciones del Cabildo
sobre impuestos para el sostenimiento de la guerra y defensa de los fuertes.
1734, Córdoba del Tucumán, 21/01/1735.
[58] AHPC, Gobierno,
tomo 3 bis, leg. 100, Resoluciones del Ilustre Cabildo. 1744, Córdoba,
02/07/1744.
[59] Rustán, María
Elizabeth, 2005, Ob. Cit.
[60] Punta, Ana Inés,
2001, Ob. Cit., pp. 159-194.
[61] Tamagnini, Marcela y Graciana Pérez
Zavala, 2009, Ob. Cit.,
pp. 167-184.
[62] “Nuestra
Señora de la Purísima Concepción de los Pampas”, “Nuestra Señora del Pilar del
Volcán” y “Nuestra Señora de los Desamparados” fueron emplazadas al sur del río
Salado y en el extremo oriental del sistema serrano de Tandilia pero fueron
abandonadas unos pocos años más adelante, hacia 1753. Han
sido estudiadas por diversos investigadores entre los que se encuentran los
trabajos de Pedrotta, Victoria (2015), “Acerca de la información hecha
sobre la reducción de los indios pampas que está a cargo de los RRPP de la
Compañía de Jesús”, IHS. Antiguos jesuitas en
Iberoamérica, vol. 3, nº 2, pp. 217-245. Hernández
Asensio, Raul (2003), “Caciques, jesuitas y chamanes en la frontera sur de
Buenos Aires (1740-1753)”, Anuario de Estudios
Americanos, vol. 60, nº 1, pp. 77-108. Néspolo, Eugenia (2007), “Las
misiones jesuíticas bonaerenses del siglo XVIII, ¿una estrategia
político-económica indígena?”, TEFROS, vol. 5,
nº 1, pp. 1-47. Irurtia, María Paula (2008), “El cacicazgo en la región
pampeana norpatagónica argentina a mediados del siglo XVIII. La actuación de
los caciques en torno a la instalación de las misiones jesuíticas”, ANTHROPOLOGICA, vol. 26, nº 26, pp. 199-227. Arias, Fabián
(2014), “El mapa de Tomás Falker, S. y su representación de la red de
rastrilladas indígenas de la región de las Pampas y Patagonia (mediados del
siglo XVIII)”, Coordenadas, Revista de Historia local y
regional, vol. 1, nº 1, pp. 1-26. Arias,
Fabián (2015), “El subsistema reduccional jesuítico del borde oriental de las
pampas y su vínculo regional con los establecimientos productivos de Buenos
Aires, 1740-1753”, Boletín geográfico, nº
37, pp. 61 – 92. Vasallo, Jorge Nahuel
(2018), “Las reducciones jesuíticas del sur del imperio español: los conflictos
fronterizos y el accionar misional, 1742-1753”, Revista
Latino-Americana de Histórica, vol. 8, nº 20, pp. 161-184.
[63] Punta, Ana Inés,
2001, Ob. Cit., pp. 159-194.
[64] Rustán, María
Elizabeth, 2005, Ob. Cit.
[65] Punta, Ana Inés, 2001, Ob. Cit., pp.
159-194.
[66] Rustán, María Elizabeth, 2005, Ob. Cit.
[67] Punta, Ana Inés, 2001, Ob. Cit., pp.
159-194.
[68] FDMPC, doc. 3200,
1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por los indios
infieles en el Rio Cuarto, Río Primero, 12/05/1712.
[69] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de
Lazaro Moreno], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por
los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712.
[70] FDMPC. doc. 3200,
[Declaración de Francisco de la Cueva], 1712. Sumaria introducida con motivo de
los avances hechos por los indios infieles en el Río Cuarto, Río Primero,
12/05/1712.
[71] FDMPC. doc. 3200, [Declaración de
Francisco de la Cueva], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances
hechos por los indios infieles en el Río Cuarto, Río Primero, 12/05/1712.
[72] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de
Pedro Vasquez], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por
los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712.
[73] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de
Pedro Vasquez], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por
los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712.
[74] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de Juan
Pablo Fernandez], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos
por los indios infieles en el Rio Cuarto, río Cuarto, 12/05/1712.
[75] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de Juan
Pablo Fernandez], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos
por los indios infieles en el Rio Cuarto, río Cuarto, 12/05/1712.
[76] FDMPC. doc. 3200, [Declaración de
Francisco de la Cueva], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances
hechos por los indios infieles en el Río Cuarto, Río Primero, 12/05/1712. Según
otro testigo, “se ocuparon en trabajar y hacer unas dos casas” FDMPC, doc.
3200, [Declaración de Juan Pablo Fernandez], 1712. Sumaria introducida con
motivo de los avances hechos por los indios infieles en el Rio Cuarto, río
Cuarto, 12/05/1712.
[77] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de
Lazaro Moreno], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por
los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712.
[78] En la colonia, la
población civil realizó prestaciones militares organizadas en milicias, según
Barbuto, Lorena (2009), “Estado nación, frontera y milicias: de avances y
resistencias. Córdoba 1860-1870”, Memoria Americana,
17 (2), pp. 213-239. Hacia mediados del siglo XVIII, se conformaron los
primeros cuerpos de milicias en respuesta a la necesidad de complementar las
fuerzas regulares, como sostienen Tamagnini, Marcela y Ernesto Olmedo (2011),
“Militares y milicianos. Algunas notas sobre los cuerpos armados en la frontera
sur de Córdoba. Un análisis comparativo del siglo XVIII y XIX”, Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos, 3 (5), pp.
287-305.
[79] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de
Bernabé de Aeballo], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos
por los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712.
[80] FDMPC, doc. 3200,
[Declaración de Pedro Vasquez], 1712. Sumaria introducida con motivo de los
avances hechos por los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712.
[81] FDMPC. doc. 3200,
[Declaración de Francisco de la Cueva], 1712. Sumaria introducida con motivo de
los avances hechos por los indios infieles en el Río Cuarto, Río Primero,
12/05/1712.
[82] En el mismo
momento en que en la estancia del río Cuarto estaban intentando tomar estas
medidas, en Buenos Aires procuraban amurallar y ampliar la fortaleza. Por medio
de un ingeniero militar enviado por Felipe V, hacia 1710 habían conseguido
revestir de piedra algunas partes de la fortificación pero las reformas se
completaron recién hacia 1720, una vez finalizada la guerra de Sucesión
española. Birocco, Carlos María (2015), “El Presidio de Buenos Aires entre los
Habsburgo y los Bordones: el ejército regular en la frontera sur del imperio
español (1690-1726)”, en Reitano, Emir y Possamai, Paulo (coords.), Hombres, poder y conflicto. Estudios sobre la frontera colonial
sudamericana y su crisis, La Plata, Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, pp. 117-150.
[83] FDMPC, doc. 475, Diligencias
promovidas por Iñigo de la Pascua en nombre de Antonio de Quijano contra don
José de Cabrera y Velasco 23/12/1711.
[84] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de
Lazaro Moreno], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por
los indios infieles en el Rio Cuarto, 12/05/1712
[85] Punta, Ana Inés, 2001, Ob. Cit., pp. 159-194.
[86] Roulet,
Florencia (2016), Huincas en tierra de indios. Mediaciones e identidades en los relatos
de Ziajeros tardocoloniales, Buenos Aires, Eudeba.
[87] Boccara, Guillaume, 2003, Ob. Cit.
[88] FDMPC, doc. 3200, [Declaración de Juan
Juarez], 1712. Sumaria introducida con motivo de los avances hechos por los
indios infieles en el Rio Cuarto, Río DE Córdoba, 12/05/1712.
[89] Nacuzzi, Lidia y Lucaioli,
Carina, 2014, Ob. Cit.,
pp. 27-71.