RECONSTRUYENDO EL PAISAJE TARDÍO DEL VALLE

DE HUALFÍN: APORTES DESDE LOMA DE LA ESCUELA VIEJA (PUERTA DE CORRAL QUEMADO, DEPTO. DE BELÉN, CATAMARCA)

 

 

Federico Wynveldt[1] y María Emilia Iucci[2]

 

 

Introducción

 

Los restos arqueológicos correspondientes al pasado prehispánico en el sector norte del Valle de Hualfín (Depto. de Belén, Catamarca) (Figura 1) han llamado la atención de investigadores y expedicionarios desde los comienzos de la arqueología argentina. Tanto Bruch[3] en su expedición al valle ingresando por el Campo del Arenal, pasando por Nacimientos y Hualfín, como el Ing. Weiser y su ayudante Wolters, en sus numerosas incursiones a la región[4], o Schreiter[5] en su visita a las localidades de Villavil, Corral Quemado y Puerta de Corral Quemado, hacen referencia a la riqueza arqueológica del área, particularmente a los restos que hoy día asociamos con el Período Tardío o de Desarrollos Regionales. Ya en los años ’60, Alberto Rex González realizó excavaciones en dos de los sitios tardíos más importantes de la porción norte del valle, que Weiser en 1924 había denominado “Pueblo Viejo de El Molino” (o El Molino) de Puerta de Corral Quemado y “Pueblo Viejo de El Eje”. A partir de los resultados de sus intervenciones, González definió a estos sitios como pertenecientes a la cultura Belén en sus fases II y III[6], es decir, como ocupaciones inmediatamente pre-inkaicas y de época inka[7].

 

Años después, Sempé incluyó dichos emplazamientos “Belén” en su propuesta de un marco geopolítico para todo el Valle de Hualfìn[8], integrando nuevos sitios de diversas localidades del norte, como Corral Quemado, Trapiche y Villavil, entre otras, además de mencionar a Hualfín para la época inkaica, relevado por Raffino[9]. Uno de esos sitios dados a conocer por Sempé, denominado Loma de la Escuela Vieja, fue descubierto a escasos 600 m de El Molino, en Puerta de Corral Quemado. Consiste en un conjunto de recintos de paredes de piedra, distribuidos de manera aislada en una mesada plana y alargada que se eleva sobre la orilla Sur del río Corral Quemado, frente al pueblo actual, emplazado en la margen opuesta del río (Figura 2). Las actividades de Sempé consistieron en un relevamiento general y en recolecciones superficiales[10]. A partir de estas prospecciones, el sitio fue clasificado entre los pueblos conglomerados defensivos, y lo caracterizó por la presencia predominante de cerámica Belén acompañada por cierto porcentaje del tipo Santa María. Esta asociación se confirmó en varios de los sitios del sector norte del valle, lo que llevó a Sempé a sostener un intenso intercambio entre las “culturas” Belén y Santa María[11]. Más allá de estas referencias generales, hasta el momento este sitio nunca había sido objeto de excavaciones ni se había presentado información arquitectónica o espacial de sus estructuras, por lo cual tampoco se habían desarrollado interpretaciones acerca del lugar particular que ocupó este sitio en el paisaje tardío del Valle de Hualfín.

 

En 2007 retomamos los trabajos arqueológicos en la zona de Puerta de Corral Quemado, confeccionando un plano completo de Loma de la Escuela Vieja, y en 2009 llevamos a cabo la excavación de uno de sus recintos. El objetivo de este trabajo consiste en la presentación del sitio y en el análisis de la información generada como producto de las recientes intervenciones, abordando su estudio desde una perspectiva relacional del paisaje, considerado en sus dimensiones espacial, social y temporal[12]. A partir de los resultados obtenidos, se proponen algunas líneas interpretativas en relación al uso del espacio intrasitio y al rol que pudo haber ejercido Loma de la Escuela Vieja a nivel local y regional.

 

 

Figura 1. Mapa del Valle de Hualfín con la ubicación de las

localidades mencionadas en el texto.

 

   

Figura 2. Imagen satelital de Puerta de Corral Quemado (Depto. de Belén, Catamarca) con la indicación de los sitios Loma de la Escuela Vieja y El Molino.

 

El paisaje relacional y sus dimensiones

 

Tradicionalmente el concepto de espacio en las ciencias sociales ha sido utilizado desde dos perspectivas contrapuestas: por un lado, como una categoría absoluta, y por el otro, como una construcción subjetiva. Desde el absolutismo espacial se sostiene que el espacio es una clase única de objeto que no cambia a través del tiempo, que es empíricamente incomprensible y que se puede inferir sólo a través de fenómenos observables. Para Criado Boado[13] esta idea se corresponde con la concepción de “espacio capitalista y moderno”, según la cual el espacio es entendido como un problema natural, geográfico, o bien como un mero lugar de residencia y expansión de un pueblo o Estado, reduciéndose a la dimensión de territorio. En esta línea, se ha conceptualizado al paisaje, por ejemplo, como sinónimo de “medio ambiente”, de “patrón de asentamiento”, factible de ser estudiado a través de la observación[14], o como un conjunto de fuerzas impersonales que modelan la existencia humana[15], apuntando a la aplicación de enfoques cuantitativos.

 

Los enfoques subjetivistas, por su parte, incorporan al análisis del espacio otras dimensiones distintas a la estrictamente material teniendo en cuenta los lazos entre diferencias culturales y formales y explicando cómo distintos pueblos construyen diversas formas de vida. Sin embargo, estas aproximaciones no aportan herramientas para determinar de qué manera los espacios son imbuidos de significado, y tampoco toman en cuenta la organización social de la producción y los aspectos económicos involucrados en la construcción de esos espacios. Por otro lado, estas posturas suelen olvidar la materialidad del espacio, así como su capacidad para significar, restringir, direccionar y ordenar relaciones físicas y sociales, ignorando el papel que desempeña  el poder en la construcción del espacio social[16].

 

A partir de las críticas que recibieron las posiciones absolutistas y subjetivistas, se han generado propuestas alternativas para una definición del concepto espacio. Una de ellas, que ya ha sido desarrollada y aplicada en otros trabajos[17] es la noción de espacio relacional de Smith[18], que desarrolla en su idea de “paisajes políticos”. Este autor sostiene que las discusiones sobre el concepto de espacio se deben centrar en las relaciones entre sujeto y objeto en términos de prácticas sociales, más que en las propiedades esenciales de cada uno. Desligándose del “espacio constante” de los absolutistas, Smith propone una posición relacional para entender el espacio como inmerso únicamente en el reino práctico de lo social, donde no todos los individuos tienen la misma capacidad para comprometerse en la producción de los espacios en el nivel de la experiencia o de la percepción, por lo cual existe una desigualdad de poder en la producción y significación de espacios particulares.

 

Basándose en esa idea relacional del espacio, Smith descompone el concepto en elementos analíticos y sugiere la necesidad de darle unidad a la experiencia, la percepción y la imaginación en la práctica espacial, a partir del concepto de paisaje. Las tres dimensiones prácticas del paisaje son entonces: el espacio físico del ambiente, el espacio percibido de los sentidos y el espacio representacional de la imaginación, como dominios interconectados de la vida social[19]. Afirma que los paisajes no son simplemente expresiones de organización política, son en sí mismos, orden político; por lo tanto, ninguna noción de paisaje puede sostener un concepto apolítico de espacio. La experiencia espacial (prácticas materiales) describe el flujo de cuerpos y cosas a través del espacio físico. Comprende no sólo el movimiento a través de espacios construidos sino también las técnicas (o procedimientos) y tecnologías (o conocimientos) de la construcción. La percepción espacial describe la interacción sensorial entre actores y espacios físicos. Es un espacio de signos, señales, claves y códigos, que intenta superar a las teorías subjetivistas de la comunicación aclarando que ésta no se debe reducir a un sistema de codificaciones y decodificaciones. Considera al espacio evocativo como un dominio analítico en el que los términos afectivos describen interacciones entre los seres humanos y su ambiente, superando a las tendencias fenomenológicas. Mientras que la percepción espacial se mantiene ligada a la forma, la imaginación espacial surge enteramente en los discursos sobre el espacio, como los correspondientes al dominio analítico de las representaciones, desde mapas y paisajes pictóricos a la teoría y la filosofía espacial.

 

Desde el punto de vista arqueológico, definimos operativamente al paisaje considerando tres dimensiones que pueden vincularse con los conceptos de Smith. Una primera dimensión del paisaje es espacial, e incluye todos aquellos indicadores arqueológicos que puedan asociarse con la experiencia y la percepción espaciales: emplazamiento del sitio, su topografía, visibilidad, cantidad y particularidades de los recintos, su distribución, superficie, comunicación con el exterior y con otros recintos, los materiales utilizados en su construcción, las técnicas constructivas implementadas, etc. En lo que refiere a la experiencia espacial, deben diferenciarse las prácticas vinculadas con la construcción del espacio físico de aquellas que atañen al flujo de cuerpos y cosas a través del mismo. Estos dos tipos de prácticas se vinculan entre sí, ya que el espacio construido no es estanco, sino que sufre modificaciones en la experiencia, y en definitiva las estructuras analizadas serían únicamente un reflejo (parcial) de los últimos momentos en el uso de ese espacio, con las probables alteraciones o innovaciones que puede haber traído aparejadas. Más allá de esta observación, el análisis detallado de las características arquitectónicas y de la configuración espacial de las estructuras sirve como herramienta para hacer inferencias acerca de cómo pudo ser estructurado y utilizado ese espacio, considerando que, más allá de las posibles modificaciones constructivas y los abandonos de determinados sectores que pueden darse en un sitio, la organización espacial tiene características más estables y estructurantes que otros elementos que conforman el medio ambiente construido[20]. En relación a la percepción espacial, interesa particularmente indagar en aspectos tales como los límites físicos (como reflejo de límites conceptuales), la visibilidad, vinculada con el control del entorno y la defensibilidad, y la proxémica, dirigida al análisis de la interacción sensorial entre actores y espacios físicos en función de las distancias que existen entre las estructuras en un espacio construido.

 

Una segunda dimensión del paisaje apunta a analizar todos los aspectos que permitan generar inferencias acerca de los objetos y la vida social, refiriéndonos particularmente a los objetos muebles hallados en los sitios, por lo cual serán de interés su cantidad, su distribución, los materiales empleados en su manufactura, la calidad, características, ubicaciones relativas, condiciones de depositación, etc. Finalmente, la dimensión temporal incluye los indicadores que proporcionen información sobre la sincronía y diacronía de las construcciones, ocupaciones y abandonos de los sitios, y de todo tipo de objetos y eventos.

 

Con esta propuesta se busca interpretar la información procedente del paisaje, teniendo en cuenta la materialidad del espacio y también su capacidad para significar, expresar y direccionar relaciones sociopolíticas entre los grupos. A partir del análisis de los indicadores arqueológicos considerados para las dimensiones mencionadas se abordará entonces la reconstrucción del paisaje tardío de Loma de la Escuela Vieja.

 

 

La dimensión espacial

 

Como primer paso para una reconstrucción de la dimensión espacial en Loma de la Escuela Vieja, es necesario describir detalladamente su entorno y su emplazamiento. El sitio se presenta aislado en todo su perímetro, y está flanqueado por el río en su lado N, por terrazas bajas y llanas al O y al E, las cuales hoy día son irrigadas y cultivadas, y por una pequeña quebrada en todo su lado sur, que separa al sitio de otra serie de lomadas de mayor altura, que se extienden más al sur y al E. Hacia la margen opuesta del río, más allá de la planicie aluvial, en la cual se emplaza el pueblo actual, se eleva otro cordón de lomadas que se pierden hacia el N. Al NE se puede observar una planicie de gran extensión, por la cual corre la ruta actual que se dirige a Villavil, el Valle del Bolsón y Antofagasta de la Sierra, mientras que al E se observa el río que, luego de un recorrido de poco más de 1 km, cambia su dirección hacia el S; algo más lejos hacia el E se destaca el Cerro Colorado de Hualfín, que obstruye la vista del río Villavil en su confluencia con el Hualfín, donde se encuentra el mencionado sitio Pueblo Viejo de El Eje. Hacia el O, en un primer plano se destaca el sitio El Molino, y por detrás la vista se pierde en los cerros de Altohuasi, con sus característicos médanos blancos depositados cerca de la cima (Figura 3).

 

 

 

 

Figura 3. Vista hacia el Oeste desde la ladera Norte de Loma de la Escuela.

El sitio El Molino aparece remarcado en su contorno.

 

 

 

Las estructuras que conforman el espacio construido de Loma de la Escuela Vieja se emplazan en una lomada que presenta dos niveles altura: la Mesada Baja, con una altura de 26 m y una superficie de 14761 m2 (1,5 has), y la Mesada Alta de 50 m de altura y 14.475 m2 de superficie (1,4 has) (Figura 4). El acceso a la loma se realiza actualmente desde una finca privada ubicada al pie, y el ascenso está facilitado por una senda que lleva hasta la cruz de madera que se halla en el extremo E de la Mesada Baja.

 

Se identificó un número probable de 54 recintos (espacios cerrados), de los cuales la mayoría muestra sus paredes completas, mientras que otros se encuentran tapados o destruidos parcialmente. La identificación se realizó a partir de la posibilidad de inferir un área cerrada, más allá de la visibilidad o no de las paredes en toda su longitud, en base a indicios observados en superficie, como piedras sueltas alineadas y ángulos. Por otra parte, se identificaron estructuras anexas a la salida de recintos o adosadas a ellos que configuran espacios construidos, seguramente abiertos, adyacentes a los recintos. Además existen varias pircas sueltas que podrían corresponder a recintos u otro tipo de estructuras, halladas sobre todo en la Mesada Alta. Del total de probables recintos la mayoría (36) se encuentra en la Mesada Baja (Tabla 1). Sobre los 54 probables recintos, se seleccionaron 38 para su análisis, ya que para 16 de ellos no pudo determinarse un área cerrada que permitiera delimitar una superficie precisa ni reconocer la forma con claridad.

 

 

 

 

 

Figura 4. Plano de Loma de la Escuela Vieja, realizado en conjunto con el Ing. Ariel Del Viso (Dirección Provincial de Antropología de Catamarca).

 

 

 

 

 

Tabla 1. Recintos identificados en Loma de la Escuela Vieja y sus principales características arquitectónicas. Los recintos marcados con fondo gris se

excluyen del análisis.

 

Sector

Estructura o Recinto

Forma

Sup. (m2)

Paredes

Puertas

Pirca Simple

Pirca Doble

Pirca Simple en Terraplén

Ancho (m.)

Largo (m.)

Comunic.

Orient.

Mesada Baja

1

rectangular

10,0

4,0

 

 

0,4

1,1

Exterior

E

2

circular

12,0

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

3

cuadrado

17,0

1,0

1,0

2,0

0,5

1,1

Exterior

NE

4

rectangular

20,5

 

2,0

2,0

1,0

1,0

Exterior

N

5

rectangular

8,0

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

6

subcircular

9,0

 

1,0

3,0

0,7

1,8

Exterior

NE

7

circular

20,0

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

8

circular

 

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

9

cuadrado

16,0

3,0

1,0

 

0,6

1,0

Exterior

NE

10

rectangular

19,5

 

4,0

 

0,7

1,5

Exterior

NE

11

rectangular

28,0

 

3,0

1,0

0,7

1,7

Exterior

NE

12

subcircular

8,0

1,5

2,5

 

 

 

Exterior

SE ?

13

cuadrado

6,5

 

1,0

3,0

0,5

1,4

Exterior

N

14

cuadrado

16,0

 

1,0

3,0

0,8

1,5

Exterior

NW

15

rectangular

11,0

 

4,0

 

0,6

1,0

Exterior

NE

16

cuadrado

 

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

17

subcircular

 

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

18

cuadrado

14,0

 

1,0

3,0

0,6

1,2

Exterior

E

18b

rectangular

 

3,0

 

 

 

 

Exterior

 

19

rectangular

12,0

1,0

 

3,0

0,4

0,7

19b

NE

19b

 

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

20

cuadrado

15,5

 

 

4,0

 

 

Exterior

 

20b

 

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

21

rectangular

 

2,0

 

 

 

 

Exterior

 

22

rectangular

 

2,0

 

1,0

 

 

Exterior

 

23

rectangular

 

1,0

 

2,0

 

 

Exterior

 

24

rectangular

 

1,0

 

2,0

 

 

Exterior

 

25

rectangular

19,0

2,0

1,0

1,0

0,5

2,0

Exterior

NE

26

cuadrado

12,0

3,0

1,0

 

0,8

1,5

26b

NE

26b

 

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

27

subcircular

13,0

1,0

1,5

1,5

0,5

1,2

Exterior

N

28

rectangular

11,0

4,0

 

 

0,6

1,0

Exterior

E

29

subcircular

 

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

30

subcircular

6,5

1,5

1,0

1,5

0,5

1,0

Exterior

SW

31

circular

9,5

4,0

 

 

0,7

0,3

Exterior

NE

32

rectangular

 

2,0

 

 

 

 

Exterior

SW

33

cuadrado

14,0

4,0

 

 

0,5

1,2

Exterior

E

34

rectangular

 

1,0

2,0

 

0,3

0,8

Exterior

E

35

rectangular

10,0

4,0

 

 

 

 

Exterior

SE?

36

cuadrado

13,5

3,0

 

1,0

0,5

2,0

Exterior

E

Mesada Alta

37

cuadrado

44,0

2,0

2,0

 

0,8

1,7

Exterior

E

37b

 

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

38

subcircular

12,0

1,0

3,0

 

0,7

1,3

Exterior

NW

39

 cuadrado

23,0

 

1,0

2,0

 

 

Exterior

E?

40

rectangular

14,0

 

1,0

3,0

0,4

0,7

Exterior

SW

41

cuadrado

28,5

 

2,0

1,0

 

 

Exterior

 

42

cuadrado

30,0

 

4,0

 

0,5

1,5

Exterior

E

43

rectangular

32,0

 

4,0

 

1,0

1,4

Exterior

E

44

subcircular

14,0

 

 

4,0

0,5

1,0

Exterior

S

45

circular

 

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

46

subcircular

 

3,0

 

 

 

 

Exterior

 

47

cuadrado

13,0

3,0

1,0

 

0,5

1,8

Exterior

E

48

cuadrado

12,0

1,0

 

3,0

0,4

1,2

Exterior

NE

49

cuadrado

8,5

4,0

 

 

 

 

Exterior

 

50

cuadrado

29,0

3,0

1,0

 

 

 

Exterior

 

51

rectangular

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

52

rectangular

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

53

subcircular

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

54

rectangular

 

 

 

 

 

 

Exterior

 

 

 

 

No hay recintos conectados por medio de pasillos ni aberturas. Sólo existen algunos muy próximos entre sí, que podría decirse que comparten uno de sus lados (19 y 20; 22, 23 y 24; 25 y 26). Los recintos restantes se encuentran dispersos y no comparten sus paredes. Por otro lado, hay espacios abiertos adyacentes a algunos recintos (18b, 19b, 20b, 26b y 37b), con pequeños tramos de paredes de contención, que permitieron conservar un terreno plano por fuera del espacio cerrado.

 

La construcción de los recintos se llevó a cabo con materia prima local, posiblemente obtenida en la misma loma y en el río, que corre junto al sitio. Las piedras seleccionadas son cantos rodados de distintos tamaños; los más grandes son de forma oblonga y plana, y se utilizaron como base para las paredes hacia el interior de los recintos; a diferencia de lo observado en sitios como Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo y Loma de los Antiguos de Asampay, donde afloran otro tipo de materiales[21], no existen en la zona lajas naturales y se observaron muy pocas piedras canteadas para lograr superficies más planas. Los rodados de tamaños medios a pequeños tienen formas redondeadas e irregulares, y se colocaron en los sectores superiores de las paredes, encimados y encastrados unos con otros (Figura 5). En general, se emplearon las mismas modalidades constructivas observadas en otros sitios tardíos, combinándose pircas dobles rellenas con pircas simples, en algunos casos “en terraplén”. Este tipo de paredes se empleaba en sectores desnivelados del terreno; luego de la nivelación del piso del recinto, se cavaba en los sectores más altos del terreno y se colocaba una hilada de piedras contra la superficie vertical de las futuras paredes, logrando así muros subterráneos.

 

Existen pocas variantes en cuanto a la forma de los recintos: los hay cuadrados y rectangulares, que constituyen la mayoría, y circulares o sub-circulares. Al menos 29 recintos presentan un acceso con pasillo, que en promedio tienen un ancho de 0,5 m, mientras que los largos varían entre 0,7 y 2 m.

 

 

Figura 5. Detalle del muro interno del recinto 6, donde se observan los rodados aplanados y de mayor tamaño utilizados como base, y rocas más pequeñas por encima.

 

En cuanto a la comparación entre ambas mesadas, pudo determinarse que en la Mesada Alta el 41,67% de los recintos analizados tiene más de 25 m2 de superficie (5/12), mientras que en la Mesada Baja sólo un recinto (N° 11)  de 26 (3,8%). Los recintos de la Mesada Alta son en promedio 8,15 m2 más grandes que los de la mesada anterior. Otra diferencia está en la proporción de pircas dobles: mientras que en la Mesada Baja sólo un 19% de las paredes están construidas en pircas dobles, entre los recintos de la Mesada Alta ese número aumenta a un 40,91%. Entre los recintos de la Mesada Alta los números 37, 38, 42 y 43 se destacan por la altura de sus paredes, hechas en pirca doble, y contrastan con el resto de las construcciones, que al combinar paredes de pircas simples -a veces en terraplén, por lo cual son semi-subterráneas- con dobles, sobresalen menos en el terreno. Debe tenerse en cuenta también que varios recintos de la Mesada Alta están bastante deteriorados.

 

Por otro lado, los porcentajes obtenidos con respecto a la forma de los recintos muestran que los circulares/sub-circulares en la Mesada baja rondan el 23% y los rectangulares/cuadrados el 77%, mientras que en la Mesada alta la proporción es algo menor para los circulares/sub-circulares (16,6%) y mayor para los rectangulares/ cuadrados (83,4%). Sin embargo, si se incluyen la totalidad de los recintos para los cuales se pudo determinar si presentan ángulos (esquinas) o no, la proporción es la misma para ambas mesadas: 28% sin ángulos y 72% angulares.

 

Con respecto a la orientación de los accesos, se analizó un total de 33 recintos, de los cuales 22 (66,6%) presentan sus entradas orientadas al NE (11) y E (11). Llama la atención que entre los recintos que se orientan al NE, diez corresponden a la Mesada Baja, representando un 41,6%, mientras que en la Mesada Alta cinco recintos se orientan al E (55,5%). Es significativo también el hecho de que apenas 6 recintos (18,2%) orientan su acceso al SE, SO o S. Posiblemente, los fuertes vientos que soplan predominantemente del S habrían llevado a construir los accesos preferentemente hacia el E y NE, permitiendo a su vez una mayor entrada de luz y calor.

 

También en relación a la orientación de los espacios construidos, en la Mesada Baja puede observarse una tendencia en cuanto a la alineación de las estructuras, que presentan mayormente su lado más largo en sentido NO-SE, siguiendo a la vez la orientación general de la mesada. Esta alineación no se observa en los recintos de la Mesada Alta.

 

 

Los objetos y la vida social

 

Una segunda dimensión para el análisis del paisaje arqueológico se vincula con el estudio de la cultura material y su relación con las personas. En este sentido, los objetos muebles hallados en los sitios constituyen un tipo de expresión material de dicha relación, que puede permitirnos abordar todo un espectro de problemáticas sociales, y en una primera aproximación tratar cuestiones como la producción, circulación y uso de determinados ítems materiales, o la interpretación de las actividades llevadas a cabo en espacios específicos.

 

Para el caso de Loma de la Escuela Vieja, los objetos hallados en sus espacios construidos proceden, como se mencionó anteriormente, de recolecciones superficiales y de la excavación de uno de sus recintos. Si bien no se tuvo acceso a los materiales recolectados por Sempé en la década de 1980, se recuperaron algunos fragmentos cerámicos y artefactos líticos de superficie en distintas campañas realizadas en 2005, 2007 y 2009. Entre estos, los materiales cerámicos corresponden en su mayor parte a fragmentos pequeños del tipo Belén Negro sobre Rojo y ordinarios, y en segundo término, unos pocos tiestos del tipo Santa María Bicolor. Un único fragmento de cerámica oxidante corresponde a un posible plato de estilo inkaico que presenta un apéndice en forma de cabeza zoomorfa, con restos de pintura roja (Figura 6)[22]. Este tipo de representación no se ha reconocido entre los apéndices modelados de otros platos inkaicos conocidos para la región[23]. En cuanto al material lítico superficial, se halló un mortero fracturado de roca volcánica, posiblemente basalto, de 27 x 33 cm y unos 20 cm de altura, con una oquedad con un diámetro aproximado de entre 18 y 14 cm. Por otro lado, el análisis de activación neutrónica realizado sobre una muestra de obsidiana hallada también en superficie, permitió determinar su origen en la fuente Ona de Antofagasta de la Sierra[24].

 

 

   

 

 

 

Figura 6. Apéndice zoomorfo de un posible plato inkaico, hallado

en superficie en Loma de la Escuela Vieja.

 

 

 

 

Excavaciones en el Recinto 6

 

En octubre de 2009 se concretó la excavación del Recinto 6 de Loma de la Escuela Vieja (Figura 7). Para su elección se tuvieron en cuenta principalmente su buen estado de conservación y la importancia de contar con información contextual de un recinto tardío de morfología circular, considerando que desde nuestras propias intervenciones únicamente se habían excavado recintos de este tipo en la Loma de los Antiguos de Asampay[25]. Una particularidad de este recinto es su pasillo de acceso con deflector en forma de “L”, ubicado en el sector NE, (Figura 7).

 

 

 

Figura 7. Fotografías del recinto 6 antes y después de su excavación.

 

 

 

Se excavó la totalidad de la superficie interna del recinto y el pasillo de acceso. Para la excavación del interior se dividió al recinto en cuatro sectores partiendo de un nivel 0 (cero) arbitrario ubicado en el punto más alto de sedimento, casi llegando al borde superior de la pirca. Hacia los 40 cm comenzaron a abundar los hallazgos, mientras que la mayor parte se concentró entre los 60 y 70 cm, especialmente en los sectores NE y SO (Figura 8). En el nivel 70-80 cm comenzaron a escasear los hallazgos, a la vez que el sedimento fino dio lugar a un pedregullo irregular. En el pasillo, por su parte, se hallaron varios fragmentos cerámicos, y hacia los 40 cm se encontró un sedimento con pedregullo, a la vez que en el sector más próximo al acceso al recinto se encontraron dos lajas dispuestas a modo de escalones que descienden hacia el interior.

 

La cerámica está representada por 212 fragmentos, 92 de los cuales son chicos (hasta 9 cm3), 102 medianos (> 9 cm3 hasta 81 cm3), y 15 grandes (> 81 cm3). La mayoría (132) corresponden a cerámica fina (Belén y Santa María), y 80 son de tipo ordinario. Si bien el grado de fragmentación es relativamente bajo, a partir del remontaje no fue posible reconstruir vasijas completas.

 

 

 

Figura 8. Planta de excavación del recinto 6.

 

           

 

 

Entre la cerámica fina se identificaron fragmentos de al menos 8 vasijas diferentes (Figura 9), aunque sólo dos se hallaban en un porcentaje importante. Uno de los conjuntos de fragmentos corresponde a una tinaja de tipo Santa María bicolor, representada por fragmentos de cuerpo, cuello y base. Entre las piezas Belén, se remontaron varios conjuntos de fragmentos de cinco tinajas, un puco y una ollita. Las piezas mejor representadas del recinto, que puede suponerse se hallaban enteras al momento del abandono de la estructura, son una tinaja Belén de perfil continuo, con paredes muy arenosas y decoración borrada en gran parte por erosión, y la ollita mencionada, pulida y de paredes muy finas.

Por su parte, se remontaron varios conjuntos de fragmentos ordinarios, aunque no fue posible reconstruir ninguna pieza en un porcentaje importante. Sin embargo, se identificaron una serie de conjuntos que corresponderían a una misma vasija (Figura 10). Sería una pieza restringida independiente, inflexionada, con base bicóncava, asas horizontales remachadas con orificio, labio convexo y superficie externa rugosa e interna algo más alisada.

 

 

 

Figura 9. Cerámica fina hallada en el recinto 6.

 

 

 

 

 

Figura 10. Conjuntos correspondientes a la base y parte del cuerpo de

 una vasija ordinaria hallada en el recinto 6.

 

 

En cuanto al material lítico, hacia los 60 cm, en A1 se descubrió un mortero de granito de forma aplanada, cuyas dimensiones son 30 x 40 cm, con una altura de 19 cm,  y una oquedad de 16 x 16 cm de diámetro y 5 cm de profundidad. A unos 50 cm de distancia se halló contra la pared del recinto una posible mano. Hacia el nivel 70-80 cm terminó de destaparse el mortero, observándose una capa de pequeñas piedras sobre la que se hallaba afirmado (Figura 11).

 

 

Figura 11. Mortero hallado en el recinto 6, in situ.

 

 

 

 

Entre los materiales antracológicos se hallaron restos pequeños de madera y varios marlos y concentraciones de granos de maíz, todos carbonizados. Los restos arqueofaunísticos, actualmente en proceso de análisis, están representados por una importante cantidad de fragmentos hallados en los cuatro sectores del recinto; algunos de ellos se encontraron quemados y mezclados con cenizas, y se reconocieron varios huesos largos de animales grandes.

 

 

 

 

 

Dimensión temporal

 

La cronología del Valle de Hualfín ha sido un tema relevante para la arqueología del NOA desde los primeros trabajos de González en la zona, al establecerse allí la primera secuencia cronológica relativa para el área Valliserrana. En dicho esquema la “cultura Belén” es la entidad representativa del Período Tardío (1100 – 1480 AD), con una subdivisión en tres fases de acuerdo a ciertas características arquitectónicas y algunos otros rasgos de un conjunto particular de sitios arqueológicos[26]. Si bien dicha subdivisión fue puesta en duda en sus fundamentos por diferentes razones[27], los tipos de materiales asociados a los períodos Tardío e Inca en general, hoy día siguen siendo utilizados como elementos diagnósticos para su ubicación temporal relativa. En este sentido, la asociación de cerámica Belén Negro sobre Rojo, Santa María Bicolor y ordinaria, hallada en un sitio emplazado sobre una lomada o mesada, con recintos de piedra, como es Loma de la Escuela Vieja, lleva a su consideración como una ocupación tardía. Por otro lado, aunque existe una diferencia muy marcada entre el patrón aislado de los recintos de Loma de la Escuela Vieja y el aglutinamiento propio de otros sitios de la región N del valle, como El Molino (compárense las figuras 4 y 12) o Pueblo Viejo de El Eje, la aparición de los mismos tipos de materiales en todos estos sitios, sumada a los numerosos contextos funerarios en los que se repiten las mismas asociaciones, confirman la presencia de una importante ocupación humana que compartió, no solamente una misma época, sino probablemente los mismos espacios, materialidades y rituales.

 

En 1975, González y Cowgill presentaron una nueva secuencia cronológica, generada a partir de la contrastación de las fases relativas con varios fechados radiocarbónicos. Particularmente para el caso Belén, a pesar de la contradicción entre muchos de los fechados y las fases que se habían propuesto anteriormente, los autores mantuvieron la estructura de la primera secuencia, incorporando además las fechas tentativas para cada fase: Belén I (1100-1300 AD), Belén II (1300-1480 AD) y Belén III (1480-1535 AD)[28]. La primera fase estaba representada por el sitio Corral de Ramas, con dos fechados; la segunda fue definida en Cerrito Colorado de La Ciénaga de Arriba, con otros dos fechados. A las fases II y III se asociaron cuatro fechados, correspondientes a dos de los sitios ya mencionados para el N del valle: El Molino de Puerta de Corral Quemado y Pueblo Viejo de El Eje.

 

En los últimos años se generó un número importante de dataciones para diversos sitios tardíos del valle, algunas realizadas sobre muestras procedentes de excavaciones de González, a la vez que se analizaron distintas problemáticas ligadas al muestreo, la intercomparación entre laboratorios, la calibración, etc. A partir del análisis del total de las edades radiocarbónicas disponibles para los sitios tardíos pudieron observarse, además de las incongruencias con las fases Belén que González ya había detectado, diferencias muy marcadas entre fechados de un mismo sitio, incluso de un mismo recinto. En este sentido, se propuso aceptar únicamente las nuevas dataciones, considerando los problemas que pudieron intervenir en muchos de los fechados realizados antes de 1970 y en los realizados en laboratorios que no se sometían a intercomparación[29].

 

Loma de la Escuela Vieja es uno de los sitios datados recientemente por AMS, para el cual se obtuvo una edad C14 de 521 ± 36 AP. Esta fecha es bastante coincidente con las otras nuevas obtenidas para El Molino (585 ± 44 AP), Pueblo Viejo de El Eje (602 ± 42) y Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo (539 ± 43 AP, 493 ± 34 AP y 478 ± 38 AP). En cambio, las dataciones obtenidas para las localidades de Asampay y La Ciénaga (a excepción de las del Cerro Colorado) son en conjunto más modernas (Tabla 2).

 

Tabla 2. Fechados radiocarbónicos para sitios tardíos del Valle de Hualfín. Con fondo gris figuran las dataciones que han sido cuestionadas en trabajos anteriores, por posibles problemas de experimentación, muestreo y contaminación, o por falta de coherencia con otros fechados del mismo evento.

 

Sitio

Año de medición

Código

Muestra

Edad C-14 convenc. AP

Calibración AD (Curva SHcal04)

1 Sigma

2 Sigma

Eje de Hualfín, Recinto 72

1969/71

Tx-991

Carbón vegetal

1090 ± 60

898-920 (0,13)

945-1042 (0,82)*

886-1151 (1,0)

Eje de Hualfín, Recinto 37

1969/71

Tx-990

Carbón vegetal

1040 ± 70

989-1052 (0,48)

1076-1148 (0,52)

897-921 (0,04)

943-1202 (0,96)

El Molino, Recinto 68

1969/71

Tx-989

Carbón vegetal

930 ± 70

1046-1086 (0,28)

1130-1219 (0,66)**

1027-1267 (1,0)

Eje de Hualfín, Recinto 53

2011

AA-94601

Lama sp.

602 ± 42

1323-1345 (0,34)

1389-1421 (0,66)

1307-1361 (0,38)

1378-1441 (0,62)

El Molino, Recinto 110

2010

AA-88363

Hueso humano

585 ± 44

1328-1336 (0,1)

1391-1433 (0,9)

1315-1357 (0,25)

1381-1448 (0,75)

Loma de la Escuela Vieja, Rec. 6

2010

AA-88362

Maíz carboni-

zado

521 ± 36

1419-1447 (1,0)

1401-1458 (1,0)

Eje de Hualfín, Recinto 72

1969/70

Lu-371

Carbón vegetal

520 ± 50

1410-1452 (1,0)

1326-1340 (0,02)

1390-1499 (0,97)

* Existe un 0,05 de prob. para el rango 1091-1100 AD.

** Existe un 0,06 de prob. para el rango 1109-1119 AD.

 

En síntesis, la distribución de los rangos calibrados para los sitios del norte, incluyendo al fechado del recinto 6 de Loma de la Escuela Vieja, abarca desde fines de siglo XIV hasta mediados del siglo XV, mientras que las fechas más modernas, obtenidas en sitios de La Ciénaga y Asampay, salvo la excepción del Cerro Colorado, se agrupan con mayores probabilidades desde mediados de ese siglo hasta épocas coloniales.

 

 

Hacia una reconstrucción del paisaje

 

Ya descriptas las evidencias correspondientes a las diferentes dimensiones consideradas, nos adentraremos en algunas interpretaciones derivadas de cada una de ellas, para luego relacionarlas en un intento de reconstrucción del paisaje tardío de Loma de la Escuela Vieja.

 

 

Un espacio doméstico productivo en vísperas de la conquista inkaica

 

A partir de los resultados de la excavación del recinto 6 de Loma de la Escuela Vieja abordaremos la reconstrucción del paisaje tardío desde el punto de vista de las relaciones entre los objetos y las personas. La ubicación en el espacio de los objetos recuperados en los contextos arqueológicos, el análisis de cada uno de ellos y la comparación con otros contextos similares de la región, es una forma -parcial, pero que puede ser progresivamente completada en la medida en que se continúe con los estudios arqueológicos- de aproximarse a dicha reconstrucción.

 

Retomemos brevemente la información sobre las características del contexto general del recinto y la serie de hallazgos recuperados. En primer lugar, debe destacarse la morfología circular del recinto 6, con su largo pasillo con deflector y la presencia de un mortero empotrado en el piso, junto a una posible mano de moler. El piso del recinto se encontró a poco más de 80 cm de profundidad a partir del extremo superior de la pirca. Si bien no se hallaron restos que pudieran identificarse como evidencias de techumbre dentro de la estructura, la existencia del pasillo en forma de “L” nos lleva a interpretar que debió ser un espacio cubierto, en el que por las características de las actividades allí desarrolladas, era necesario resguardarse de las inclemencias del tiempo. La observación de las pircas en superficie, tanto del recinto 6 como de las restantes estructuras de la Mesada Baja, indica que la parte superior de las paredes de piedra se iniciaban prácticamente al nivel de la superficie actual, dado que no existen restos significativos de derrumbes; además, en contraste, algunos recintos de la Mesada Alta, sí presentan pircas dobles sobre elevadas. La escasa altura de las paredes lleva a pensar en dos posibles modalidades de construcción para el techo del recinto 6: por un lado, pudo existir una prolongación en la pared con materiales perecederos hasta alcanzar una altura que brindara más comodidad para moverse en el interior del recinto, o bien el techo pudo elevarse directamente desde el borde mismo de la pirca, por lo cual, en este último caso, su forma debió ser necesariamente cónica.

 

En cuanto a la variedad y representatividad de los tipos cerámicos, se identificaron restos de distintas vasijas Belén, una Santa María y otra de tipo ordinario, reconstruidas en muy bajos porcentajes, habiendo a lo sumo tres piezas bien representadas. La asociación de estos tipos se comprobó también para la recolección superficial. Por otro lado, se hallaron algunos restos dispersos de marlos y granos de maíz carbonizados y varios huesos de animales. No hay indicios de un fogón definido, aunque sí restos de combustión.

 

La agrupación de estos objetos, sus características y su disposición nos permiten interpretar que el recinto 6 correspondió a un espacio productivo, posiblemente utilizado por un grupo familiar, en el que se procesaban distintos tipos de alimentos. Por un lado, el mortero fue seguramente utilizado para la molienda de granos de maíz; además, debió extraerse la carne de distintos animales, entre ellos camélidos y/o cérvidos. En ocasiones se encendió algún fuego para la cocción de estos productos. Posiblemente en el recinto se depositaran transitoriamente los marlos de maíz a los que luego se les extraían los granos para su molienda. No se descarta el procesamiento de otros productos, aunque no se detectaron otros tipos de semillas entre el material antracológico recuperado. Durante la realización de estas actividades, el pasillo con deflector y el piso semi-subterráneo sirvieron como protección del frío y de los fuertes vientos del sur. El uso continuado de este espacio debió generar el tipo de registro fragmentario y variado que se observó para la cerámica: ocasionalmente, durante el proceso de almacenaje o el traslado de granos o harina, alguna vasija podía romperse por accidente, quedando parte de sus tiestos dispersos en el piso.

 

Con respecto a la dimensión temporal, de acuerdo al fechado radiocarbónico realizado, el recinto 6 habría sido ocupado con toda probabilidad en algún momento de la primera mitad del siglo XV, contemporáneamente con otros sitios protegidos próximos como El Molino y Pueblo Viejo de El Eje, y con otros más alejados como Cerro Colorado de La Ciénaga de Abajo. En función de las características de los contextos datados en todos estos sitios -un único piso de ocupación con pocos desechos de facto, y en algunos casos evidencias de incendios con el colapso de los techos- y de los tipos de muestras fechadas -vegetales de corta vida (marlos y granos de maíz) y restos óseos de entierros humanos dentro de recintos, posteriores a su uso como espacios domésticos- podemos sostener que estas ocupaciones se corresponden con las últimas actividades realizadas en cada uno de esos recintos.

 

Si aceptáramos las posturas clásicas acerca de la conquista inka del NOA, que la ubican hacia el año 1470 DC, la ocupación (y probable abandono) del recinto 6 correspondería a un momento pre-inkaico. Sin embargo, la fecha históricamente aceptada para la expansión imperial ha sido puesta en duda en los últimos tiempos a partir de toda una serie de fechados radiocarbónicos que la retrotraerían a la primera mitad del siglo XV[30]. Si bien hasta el momento los datos cronológicos y los recintos excavados son escasos, una posibilidad que debemos contemplar es que los contextos datados evidencien el abandono de distintos poblados protegidos del Valle de Hualfín, por lo cual existiría una correspondencia entre estos episodios y la instalación del Tawantinsuyu en la región.

 

 

Un poblado protegido y disperso

 

Los resultados del análisis de la dimensión espacial permiten sostener, en primer lugar, que si bien el sitio no presenta construcciones que puedan interpretarse como defensivas (murallas de circunvalación, muros cortos a diferentes niveles, atalayas, refugios, zanjas, plataformas, etc.), y a pesar de que la Mesada Baja no tiene una altura importante (26 m), la lomada sobre la que se emplaza el sitio es una importante restricción en cuanto al acceso. Consideramos que el sitio puede definirse, al menos, como protegido teniendo en cuenta su elevación sobre el río y los campos que rodean en todo el perímetro a la lomada.

 

Esta interpretación no tendría sustento si se juzgara el asentamiento en términos defensivos clásicos, a partir de los cuales la ausencia de los rasgos mencionados llevaría a descartar una necesidad de protección por parte de los ocupantes del sitio. Sin embargo, creemos que la evaluación del carácter protegido de una ocupación no puede ni debe efectuarse en términos absolutos, sino considerando las características de los grupos involucrados en un eventual conflicto, el contexto socio-político general en el que se inserta un sitio, y las situaciones particulares que pudieron intervenir en el vínculo entre dichos grupos. Por otra parte, no debe descartarse la posibilidad de la existencia de barreras perecederas como troncos y/o vegetación espinosa, que pudieron ser muy efectivas en situaciones de violencia entre grupos poco numerosos que portaran armas como las que debieron emplearse en tiempos prehispánicos[31].

 

Además del resguardo natural del emplazamiento en altura, al abordar la percepción espacial debe considerarse la protección que otorga el campo visual obtenido desde el sitio, sobre todo desde la Mesada Alta (50 m), que permite controlar tanto el entorno más próximo al sitio como los espacios más distantes y los principales corredores de acceso al lugar, además de garantizar una comunicación fluida con otras ocupaciones contemporáneas, como El Molino, y quizás Pueblo Viejo de El Eje, y facilitar el conocimiento acerca de los movimientos ocurridos en dichas poblaciones. El emplazamiento sobre esta lomada bien pudo persuadir a potenciales atacantes sobre la inconveniencia de acceder al río y a los campos al pie, o de aventurarse por las laderas del poblado. En este punto, la percepción espacial también debió ser relevante, considerando que el perímetro aislado de la lomada, como límite físico, pudo evocar un límite simbólico entre quienes lo percibieran, reforzando la idea de la unidad del conjunto del poblado.

 

En cuanto al análisis de la experiencia espacial intrasitio, al igual que en la mayoría de los sitios tardíos analizados, puede afirmarse que la construcción de las estructuras se llevó a cabo sin introducir modificaciones importantes en la superficie natural. Se intervino a partir de la construcción de pircas en terraplén combinadas con otras sobre elevadas para la nivelación del piso de los recintos en los sectores más irregulares. Los materiales utilizados para las construcciones fueron seleccionados entre las rocas que afloran en el propio sitio o que se encuentran en el lecho del río. En la disposición de las estructuras, con la orientación del acceso preferentemente hacia el NE y E, puede interpretarse que se intentó evitar la incidencia del viento sur, a la vez que se aprovechó la luz y el calor del sol. Con respecto a la distribución de las construcciones en el espacio, los recintos aparecen dispersos y sin formar conjuntos, quedando además, espacios libres de construcciones. En este punto, el flujo de cuerpos a través de los  espacios en cada una de las Mesadas no tuvo restricciones, más allá del acceso a los recintos mismos.

 

Con respecto a las diferencias constructivas entre los espacios intrasitio, en la Mesada Alta los recintos (particularmente aquellos ubicados en el sector E) son mayores en superficie, tienen una mayor proporción de pircas dobles, por lo cual las paredes se desatacan sobre el terreno, contrastando con el carácter semisubterráneo de mayoría de las estructuras de la Mesada Baja. El emplazamiento sobre esta mesada de mayor altura también les habría otorgado mayor protección. Por otra parte, como mencionamos anteriormente, en cuanto a la percepción espacial la Mesada Alta presenta un campo visual más importante, que incluye el dominio de la misma Mesada Baja.

 

Considerando las diferencias mencionadas en cuanto al espacio intrasitio, pueden proponerse, al menos, dos líneas interpretativas, que podrán contrastarse en un futuro con nuevas excavaciones. En primer lugar, la idea de que las diferencias en el tamaño de los recintos puedan deberse a una cuestión funcional. Como ha sido interpretado para otros sitios tardíos del valle, quizás los recintos cuadrangulares de tamaño medio (4 x 4 m) fueran espacios de vivienda en los que un grupo familiar descansaba, se refugiaba del frío y se alimentaba[32]. Los grandes recintos de la Mesada Alta (37, 42 y 43) en este caso podrían corresponder a espacios dedicados a alguna  actividad de tipo supra-familiar, como se interpretó para un conjunto del Cerro Colorado, donde se habría procesado chicha[33]; también pudieron servir como lugares de depósito, y por qué no corrales. En cualquier caso, el hecho de estar a mayor altura les daría más protección y los mantendría apartados de las viviendas comunes.

 

Por otro lado, las diferencias entre la Mesada Alta y la Baja quizás no representen espacios funcionalmente distintos, y más bien reflejen una desigualdad al interior del grupo que habitaba Loma de la Escuela Vieja. El análisis de la asociación entre recintos con distintas morfologías puede apoyar esta hipótesis. Como se mencionó anteriormente, los resultados de las excavaciones del recinto 6 y de varias estructuras de Loma de los Antiguos de Asampay demuestran que, en el ámbito regional tardío los recintos circulares habrían sido utilizados como espacios productivos. Observando particularmente el sector E de la Mesada Alta, el notable el hecho de que junto a los recintos rectangulares -que corresponderían a viviendas- existen estructuras circulares (recintos 38 y 44), por lo cual la coexistencia de ambos tipos de recintos en un mismo sector del sitio podría conformar un espacio doméstico en el que el grupo que lo habitaba realizaba todas las actividades de la vida cotidiana, incluyendo el procesamiento de alimentos para su consumo. Si así fuera, sus ocupantes disponían de espacios relativamente mayores para vivir y de cierto aislamiento, además de una ubicación privilegiada en cuanto a protección y al control del entorno, aunque no estarían exentos de llevar a cabo las mismas actividades productivas que los pobladores emplazados en la Mesada Baja.

 

Más allá de estas conjeturas, debe considerarse que hay muchas estructuras que no fueron incluidas en el análisis por las razones antes mencionadas; además, harán falta nuevas excavaciones para avanzar en la contrastación de estas ideas con evidencias más profundas y precisas que la observación superficial.

 

 

El paisaje tardío desde Loma de la Escuela Vieja

 

A partir del análisis de las dimensiones propuestas hemos abordado la materialidad arqueológica con el fin de reconstruir algunos aspectos del paisaje tardío de Loma de la Escuela Vieja, considerando la experiencia y la percepción del espacio, las relaciones entre las personas y los objetos, y los aspectos temporales vinculados a su ocupación. Los resultados nos permiten definir al sitio como un poblado protegido, en el que habitaron algunos grupos familiares que utilizaron este espacio para llevar a cabo todas las actividades de la vida cotidiana. Quizás las diferencias en cuanto a las características constructivas, de emplazamiento y de protección entre los recintos de la Mesada Baja y la Mesada Alta sean el correlato de cierta desigualdad de poder al interior del grupo que habitaba este asentamiento. Diferencias de este tipo se han observado en otros sitios del valle, por lo cual se ha sostenido la probable emergencia de líderes en un contexto de conflictos intergrupales, no existiendo evidencias de grupos institucionalizados de poder[34].

 

Saliendo del espacio intrasitio, se han considerado algunos aspectos acerca de la ubicación geográfica y cronológica del sitio en relación con otros asentamientos tardíos, del sector N en particular, y del Valle de Hualfín en general. En primer lugar, llama la atención la diferencia existente entre la configuración espacial de Loma de la Escuela Vieja y el sitio tardío más próximo: El Molino. La organización espacial de este último poblado es excepcional para los sitios del Valle de Hualfín (Figura 12). El Molino presenta una diversidad de formas y tamaños de estructuras muy conglomeradas, con pasillos, sendas sobre las pircas y murallas, conformando un patrón más semejante a algunos sitios propios de otras regiones al N, como los valles de Yocavil y el Cajón.

 

 

 

 

 

Figura 12. Vista parcial del plano de El Molino, confeccionado por Weiser (1924), corregido y retocado por nosotros.

 

 

 

La muy probable contemporaneidad entre Loma de la Escuela Vieja y El Molino nos lleva a preguntarnos a qué pueden deberse tan marcadas diferencias. Si bien hasta el momento son escasas las excavaciones realizadas, existe abundante información para el sector norte del valle acerca de la coexistencia de una importante cantidad de cerámica Santa María con la típica cerámica Belén local[35]. Un análisis pormenorizado sobre la distribución de estos tipos cerámicos tardíos en el Valle de Hualfín fue llevado a cabo por Iucci[36], quien estudió la alfarería de un total de 115 tumbas y de varios de los antiguos poblados. Considerando tanto la cerámica funeraria como la hallada en excavaciones y recolecciones superficiales en sitios de habitación, pudo determinarse que en la zona norte –que incluye distintas localidades, entre ellas Puerta de Corral Quemado- el tipo Santa María representa un 30% de la cerámica fina (39 piezas), mientras que en las zonas oeste, sur y sudoeste, apenas llega a un 1%, 4% y 6% respectivamente (3 piezas en total). En cuanto a los sitios en particular, llama la atención la proporción de los distintos tipos cerámicos en El Molino, donde de un total de 33 piezas finas identificadas, 14 son santamarianas. Con respecto a Loma de la Escuela Vieja, el porcentaje del tipo santamariano es bajo, aunque la muestra obtenida hasta el momento es muy pequeña como para desprender de ella conclusiones generales.

 

Teniendo en cuenta estas evidencias, proponemos dos conjeturas para avanzar en la explicación de las diferencias entre estos asentamientos, que podrán evaluarse a partir de los resultados de las futuras investigaciones. Por un lado, si se acepta que ambos sitios son de origen preinkaico, y además se los considera contemporáneos entre sí, una posibilidad es que El Molino correspondiera a una parcialidad más afín a grupos del Valle de Yocavil, y Loma de la Escuela Vieja a un grupo local. La proximidad entre ellos indicaría una coexistencia pacífica o alianza entre estos grupos. Por otra parte, una alternativa a esta explicación podría sostener que las diferencias entre estos sitios tengan que ver con cambios en el tiempo en cuanto a la manera de organizar los espacios. En este caso, aun no existen datos cronológicos que permitan definir momentos de ocupación diferentes, por ejemplo, pre y pos-inkaicos. Más allá de esto, tanto la diversidad material como las diferencias entre estas dos poblaciones tan próximas nos hablan del carácter más cosmopolita de las poblaciones del Sector Norte del valle[37], quienes tenían un acceso directo a la puna, sosteniendo relaciones más frecuentes con grupos de ese ámbito y de los valles del Cajón y de Yocavil, manufacturando, usando y haciendo circular diferentes alfarerías, entre ellas la cerámica propia de los valles norteños y variantes que sintetizan diferentes rasgos locales y vecinos.

 

Asimismo, se ha destacado el tipo de emplazamiento defensivo, o al menos protegido, de estos sitios. Esta característica, que se repite en diversas localidades (Corral Quemado, Villavil, El Eje, San Fernando, Palo Blanco, Asampay, Huasayacu, La Ciénaga de Arriba y de Abajo, La Toma) representa sin duda una necesidad de resguardo de las poblaciones locales desde tiempos previos a la llegada de los inkas a la región, y en casos como el de Asampay, probablemente durante momentos hispano-indígenas, considerando los fechados obtenidos. Evidentemente este patrón es la expresión local de un fenómeno que se expande por todos los Andes Centro-Sur durante el Período Intermedio Tardío o de Desarrollos Regionales, con fuertes evidencias de conflictos intergrupales[38]. Si bien los indicadores arqueológicos de violencia física directa en el Valle de Hualfín al día de hoy son escasos, lo cual contrasta con su presencia constante en otras regiones del NOA, la existencia de arquitectura defensiva y de poblados protegidos demuestra al menos una sensación de inseguridad en la región[39]. La ubicación geográfica de Loma de la Escuela Vieja es estratégica considerando su proximidad a un cauce permanente, en un lugar que hoy día funciona como nexo entre los valles y puna, más allá de la ausencia de arquitectura defensiva en el sitio. Quizás la seguridad de sus pobladores no sólo estuviera sostenida en el emplazamiento en altura, el control visual del entorno o alguna eventual barrera perecedera que dificultara el acceso, sino también en el vínculo con el numeroso grupo de El Molino.

 

Finalmente, queda por tratar la discusión sobre el rol de Loma de la Escuela Vieja a nivel local y regional en relación a la conquista inkaica. Si bien no debe descartarse que el sitio siguiera parcialmente ocupado, el fechado radiocarbónico obtenido parece indicar que las últimas actividades realizadas, al menos en el recinto 6, tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo XV. Situaciones similares podrían estar representadas por los fechados de El Molino y Pueblo Viejo de El Eje. Todas estas dataciones coinciden con las nuevas evidencias sobre una expansión más temprana del Tawantinsuyu al NOA. Por otra parte, la existencia de algunos restos de cerámica con rasgos inkaicos en la zona, tanto en contextos funerarios como en superficie, incluyendo el fragmento de plato hallado en la misma Loma de la Escuela Vieja, así como la proximidad de la única instalación inka “pura” del sector norte del valle -Hualfín Inka- demuestran la presencia imperial en la zona. Una explicación posible a esta cuestión podría sostener una intervención del estado inka en los sitios protegidos del norte del valle, trasladándose (parcial o totalmente) las poblaciones a lugares más fácilmente controlables o a instalaciones dedicadas a determinadas actividades productivas. De más está decir que tanto esta hipótesis como el resto de las ideas sostenidas a lo largo de este artículo deberán ser contrastadas con nuevas evidencias procedentes básicamente de excavaciones y fechados radiocarbónicos de los sitios del valle.

 

 

Recibido: 30/08/12

Aceptado: 22/07/13


Reconstruyendo el paisaje tardío del Valle de Hualfín: aportes desde Loma de la Escuela Vieja (Puerta de Corral Quemado, Depto. de Belén, Catamarca)

 

 

Resumen

 

El objetivo de este trabajo consiste en la presentación del sitio Loma de la Escuela Vieja (Puerta de Corral Quemado, Belén, Catamarca) y el análisis de la información generada en las recientes intervenciones, abordando su estudio desde una perspectiva relacional del paisaje, considerado en sus dimensiones espacial, temporal y social. Se presenta el plano del sitio y se describen las características del emplazamiento, del entorno y de las estructuras arquitectónicas y su disposición en el espacio. Se analizan los resultados de la excavación de un recinto y los materiales recuperados, y finalmente se compara un fechado radiocarbónico del sitio con la totalidad de los datos cronológicos obtenidos para sitios tardíos del Valle de Hualfín. Con la integración de las dimensiones mencionadas proponemos una reconstrucción del paisaje local, considerando el recinto excavado como un espacio productivo, y el sitio en general como un poblado protegido ocupado por grupos familiares, con un probable abandono del recinto excavado hacia los inicios de la conquista inkaica. Finalmente, sugerimos algunas líneas interpretativas acerca del rol del sitio a nivel local y regional, considerando los conflictos intergrupales característicos del Período de Desarrollos Regionales y la influencia que debió ejercer la anexión del territorio al Tawantinsuyu.

 

Palabras clave: Loma de la Escuela Vieja, Paisaje relacional, Desarrollos Regionales, conquista inkaica, Valle de Hualfín.

Federico Wynveldt

María Emilia Iucci

 

 

Reconstructing the Late Landscape of Hualfín Valley: a Contribution from Loma de la Escuela Vieja (Puerta de Corral Quemado, Belén Department, Catamarca)

 

 

Abstract

 

The purpose of this paper is to present the site Loma de la Escuela Vieja (Puerta de Corral Quemado, Belen, Catamarca) and to analyze information generated in recent research, from a relational approach of landscape, considered in their spatial, temporal and social dimensions. We present the site plan and we describe both the environment and architectural structure characteristics, and their arrangement in space. We analyze the results of a room’s excavation and the materials recovered, and finally, we compare a radiocarbon date with all chronological data obtained from late sites in Hualfín Valley. With the integration of these dimensions we suggest a reconstruction of the local landscape, considering the excavated room as a productive space, and the whole site as a protected village, occupied by family groups. The excavated room was probably abandoned towards the beginnings of the Inka conquest. Finally, we suggest some different interpretations about the role of the site at local and regional levels, considering the typical intergroup conflicts of Regional Development Period and the influence occurred due the annexation of territory to Tawantinsuyu.

 

Keywords: Loma de la Escuela Vieja, Relational landscape, Regional Developments Period, Inka conquest, Hualfín Valley.

 

Federico Wynveldt

María Emilia Iucci

 

 

 



[1] Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP - CONICET. Correo electrónico: wynveldtf@fcnym.unlp.edu.ar.

[2] Laboratorio de Análisis Cerámico, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP - CONICET. Correo electrónico: emiliaiucci@yahoo.com.ar.

[3] Bruch, Carlos, “Exploraciones arqueológicas en las provincias de Tucumán y Catamarca”, Revista del Museo de La Plata, T. 19 (1ra. parte, 2ª Serie, T. VI), La Plata, 1911.

[4] Weiser Wladimiro y Federico Wolters, Cuadernos y libretas de la Colección Benjamín Muñiz Barreto. Departamento Científico de Arqueología, Museo de La Plata. Ms., 1924-25.

[5] Schreiter, Rodolfo, “Enterratorios Indígenas en las Grutas de Villavil, Departamento de Belén, Catamarca”, en Boletín de la Universidad Nacional de Tucumán, vol. 2, n° 6, San Miguel de Tucumán, 1936, pp. 3-8. Schreiter, Rodolfo, “Nota Preliminar sobre una exploración arqueológica en Loma de La Florida, Corral Quemado, Depto. de Belén, Catamarca. Enterratorio indígena con alfarería draconiana”, en Boletín del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional de Tucumán, vol. 2, nº 7, Tucumán, 1936, pp. 9-16.

[6] González, Alberto R. y George Cowgill, “Cronología arqueológica del Valle de Hualfín, Pcia. de Catamarca, Argentina. Obtenida mediante el uso de computadoras”, en Actas del Primer Congreso de Arqueología Argentina, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 1975, pp. 383-395.

[7] Las fases Belén han sido discutidas tanto en cuanto a los rasgos arquitectónicos y cerámicos que las definen, como en relación a los aspectos cronológicos. Wynveldt, Federico, La Loma de los Antiguos de Azampay. Un sitio defensivo del Valle de Hualfín (Catamarca, Argentina), Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2009.

[8] Sempé, M. Carlota, “La cultura Belén”, en Actas del XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, T. II, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 1999, pp. 250-258.

[9] Raffino, Rodolfo A., Poblaciones Indígenas en Argentina, TEA, Buenos Aires, 1988.

[10] Sempé, María C., Informe CONICET sobre tareas en el Valle de Hualfín, Depto. de Belén, Catamarca, Ms., 1982.

[11] Sempé, María C., “El Período Tardío en Azampay: el señorío Belén y su modelo geopolítico”, en Sempé, M. C., Salceda, S. y M. Maffia (eds.) Azampay: Presente y Pasado de un pueblito catamarqueño, editado por, Al Margen, La Plata, 2005, pp. 365-380.

[12] Wynveldt, 2009, ob. cit. Wynveldt, Federico y Bárbara Balesta, “Paisaje socio-político y beligerancia en el Valle de Hualfín (Catamarca, Argentina)”, en Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, N° 8, Bogotá, 2009, pp. 143-167.

[13] Criado Boado, Felipe, “Construcción social del espacio y reconstrucción arqueológica del paisaje”, en Boletín de Antropología Americana, vol. 24, Organización de los Estados Americanos, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México, 1991, pp. 5-29.

[14] Anschuetz, Kurt F.; Richard H. Wilshusen y Cherie L. Scheick, “An Archaeology of Landscapes: Perspectives and Directions”, en Journal of Archaeological Research, vol. 9, n°2, Springer, Nueva York, 2001, pp. 152-197.

[15] Braudel, Fernand, The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip II, Harper and Row, New York, 1972.

[16] Smith, Adam T., The Political Landscape, University of California Press, Los Angeles, 2003.

[17] Wynveldt, 2009, ob. cit. Wynveldt, Federico y Bárbara Balesta, 2009, ob. cit. Wynveldt, Federico y Manuel López Mateo, “Pueblos protegidos, murallas y divisaderos: un paisaje arqueológico defensivo en La Ciénaga”, en Balesta, B. y N. Zagorodny (eds.) Aldeas protegidas, conflicto y abandono. Investigaciones arqueológicas en La Ciénaga, Al Margen, La Plata, 2010, pp. 277-324. González Dubox, Raúl; Wynveldt, Federico; Val, Valentín y Manuel López Mateo, “Análisis espacial del Cerrito Colorado de La Ciénaga de Arriba (Depto. de Belén, Catamarca)”, en La Zaranda de Ideas, n°7, 2011, pp. 23-48.

[18] Smith, Adam, 2003, ob. cit.

[19] Smith, Adam, 2003, ob. cit.

[20] Rapoport, Amos, Aspectos humanos de la forma urbana, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1978.

[21] Flores, Marina, Aprovisionamiento y manejo de materias primas líticas durante el Período de Desarrollos Regionales/Inka en el Valle de Hualfín (Depto. de Belén, Catamarca). Tesis doctoral inédita, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, 2013.

[22] Cabe mencionar que este particular tiesto fue encontrado junto a un pequeño muñeco de material plástico muy próximo a la cruz que se encuentra al final de la senda de acceso a la Mesada Baja, en el extremo E del sitio.

[23] Ambrosetti, Juan B., “Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de ‘La Paya’ (Valles Calchaquí–Provincia de Salta). Campañas 1906 y 1907”, en Revista de la Universidad de Buenos Aires, Tomo VII, Publicaciones de la Sección Antropológica. N°3, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1907. Manasse, Bárbara, Arqueología en el borde andino del noroeste argentino: sociedades del último milenio en el valle de Tafí (Prov. de Tucumán, República Argentina), Tesis doctoral inédita, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, 2012. Giovanetti, Marco y Páez, M. Cecilia, “Las prácticas alfareras tras la presencia inkaica: un análisis a partir de los platos del noroeste argentino”, en La cerámica arqueológica en la materialización de la sociedad. Transformaciones, metáforas y reproducción social, Páez M. C. y G. De la Fuente (eds.). BAR International Series 2294, Archaeopress, Oxford, 2011.

[24] Flores, Marina, 2013, ob. cit.

[25] Wynveldt, Federico, 2009, ob. cit.

[26] González, Alberto R., “Contextos culturales y cronología relativa en el área central del NO argentino (nota preliminar)”, en Anales de Arqueología y Etnología, vol. n°11, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Mendoza, 1955, pp. 7-32.

[27] Wynveldt, Federico, 2009, ob. cit.

[28] González, Alberto y George Cowgill, 1975, ob. cit.

[29] Wynveldt, Federico, 2009, ob. cit. Wynveldt, Federico y Manuel López Mateo, 2010, ob.cit. González Dubox, Raúl y otros, 2011, ob. cit. Wynveldt, Federico y María E. Iucci, “La cronología Belén en el norte del Valle de Hualfín: viejos problemas, nuevas perspectivas”, en Revista Arqueología, vol. 19 (1), Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, 2013, pp. 187-195.

[30] Williams, Verónica I. y Terence N. D’Altroy, “El sur del Tawantinsuyu: un dominio selectivamente intensivo”, en Tawantinsuyu, vol. n°5, The Australian National University, Canberra, 1998, pp. 170-178. Schiappacasse, Virgilio F., “Cronología del Estado Inca”, en Estudios Atacameños N° 18, Universidad Católica del Norte. Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo R. P. Gustavo Le Paige, San Pedro de Atacama, 1999, pp. 133-140.

[31] Nielsen, Axel, “Armas Significantes: Tramas Culturales, Guerra y Cambio Social en el Sur Andino Prehispánico”, en Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, vol n° 12(1), Museo Chileno de arte Precolombino, Santiago de Chile, pp. 9-41.

[32] Wynveldt, Federico, 2009, ob. cit.

[33] Balesta, Bárbara; Valencia, Celeste y Federico Wynveldt, “Procesamiento de maíz y producción de chicha en el tardío del Valle de Hualfín”, 2013, Ms.

[34] Balesta, B.; N. Zagorodny y F. Wynveldt, “La configuración del paisaje Belén (Valle de Hualfín, Catamarca)”, en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, vol. n°36, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2011, pp. 149-175.

 

[35] Sempé, María C., 1999, ob. cit.; Sempé, María C., 2005, ob. cit.; Wynveldt, Federico. 2009, ob. cit. y Iucci, María E., “Caracterización de la forma, tamaño y función de las vasijas ordinarias de Puerta de Corral Quemado (Dto. De Belén, Prov. de Catamarca)”, en Comechingonia, vol n°12, Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba, 2009, pp. 31-53.

[36] Iucci, María E., Producción, circulación y uso de cerámica tardía en el Valle de Hualfín (Catamarca, Argentina). Tesis doctoral inédita, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, 2013.

[37] Iucci, María E., 2013, ob. cit. Wynveldt, Federico; Balesta, Barbara y María E. Iucci, “El paisaje tardío del Valle de Hualfín: una reconstrucción arqueológica desde los poblados protegidos”, en Comechingonia, vol. n°17 (2), Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Córdoba, 2013, pp. 191-215.

[38] Nielsen, Axel, 2007, ob. cit.

[39] Wynveldt, Federico y Bárbara Balesta, “Violencia o inseguridad análisis de las evidencias de conflicto intergrupal para momentos tardíos en el Valle de Hualfín (Catamarca)”, en Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, J. Roberto Bárcena y Horacio Chiavazza (eds.), Tomo II, 2010, pp. 613-618.