DE RADICALES A PERONISTAS: LA PRODUCCIÓN DE UNA OPCIÓN POLÍTICA VIVIDA

 

 

Mariana Garzón Rogé[1]

 

 

Este artículo se propone volver sobre un tema clásico de la historiografía argentina, el momento originario del peronismo, pero desde un enfoque menos transitado. Se trata de explorar cómo se produjeron entonces las opciones políticas tratando de captar algunos de los sentidos que tuvieron para los actores involucrados y algunas de las vivencias que los condujeron a realizar adhesiones específicas en la provincia de Mendoza en el curso de 1945. El argumento principal es que esas opciones políticas se realizaron mientras producían a sus protagonistas, en la interacción, de manera relacional y contextual. Los caminos a tomar, desde tal óptica, no preexistían como tales a la particular sucesión de acontecimientos sino que se fueron haciendo al fragor de la actividad política y según un contexto que era vivido de manera heterogénea e intensa: signado por dudas, incertidumbres, rugosidades, marchas atrás, matices, pasos trastabillados. Rutas y opciones fueron históricas, por supuesto, pero no encuentran desde esta perspectiva una explicación lineal y definitiva en tendencias precedentes (por ejemplo, en perfiles ideológicos o en trayectorias partidarias).

 

La hipótesis de trabajo señala que si, en ese proceso, actores en análogas condiciones hicieron recorridos divergentes fue porque atribuyeron sentidos a sus acciones de manera diferente y porque las formas cotidianas de la política los fueron moldeando de manera contrastativa. Si una descripción de ese tipo para muchos comportamientos políticos durante el año 1945 resultara posible, entonces sería necesario esmaltar con otras tonalidades las imágenes de polarización extrema que tutelan el atrabiliario nacimiento del peronismo. Claro que no para concluir que esa polarización no existió, sino para escrutarla a la luz de los complejos e históricos sentidos que los actores le fueron otorgando a una experiencia colectiva que avanzaba a tientas, al ritmo de la vida política cotidiana, sin destinos precisos.

 

Los propósitos de investigación enunciados fueron perseguidos a través de un tratamiento más intensivo que extenso, aceptando las justas objeciones de rigor sobre la capacidad para generalizar los resultados obtenidos pero enfatizando la complejidad de los procesos históricos que puede ganarse gracias a esa modalidad de abordaje. La alteración de la dimensión de observación permite acceder a la producción densa de opciones políticas concretas y según percepciones siempre múltiples del contexto, no evidentes, parciales por definición. En los últimos años historiográficos muchos trabajos en clave micro pusieron de manifiesto las aparentes incoherencias entre las grandes interpretaciones del contexto y las experiencias en el llano[2].

 

Hasta hace algunos años, y por razones casi evidentes, la atención académica sobre los orígenes del primer peronismo se había centrado en la adhesión despertada entre los trabajadores. Los hombres de la política que se habían inclinado hacia el vistoso secretario de la Revolución de Junio, en cambio, eran caracterizados como “cazurros” aventureros dispuestos a transferir un capital militante a cambio de terminar con una marginación de la que nunca hubieran salido si no hubiera sido por el oportuno auxilio oficial[3]. Se trata de una mirada utilitarista de la acción en general y de las opciones por el peronismo en particular que también tuvo eco en los estudios sobre el movimiento obrero, aunque en ese ámbito fue pronto discutida[4]. Desde esa perspectiva las miradas de los actores cuentan poco, son vistas como palabras vacías que disimulan intereses y cálculos, éstos sí verdaderos móviles para la acción nítidamente vislumbrados de antemano y perseguidos según las oportunidades que ofrece un contexto de acción que es visto como homogéneo. Este trabajo se dedica específicamente a los radicales que se hicieron peronistas en 1945[5] desde otro punto de partida[6]. Para ello se utiliza un registro descriptivo de las prácticas y de los lenguajes vividos que, sin ánimos de quedarse en la sucesión anecdótica de los acontecimientos locales, apunta a reconstruir un escenario que podría haberse experimentado también en otros lugares con clivajes diversos. Lo que surge es una imagen tensionada, en donde las opciones no son un desenvolvimiento evidente de disposiciones ideológicas, ni de cálculos utilitarios, ni de trastrocamientos imaginarios que van de arriba hacia abajo sino el resultado de prácticas, del ejercicio de los sentidos sociales, de la vida cotidiana de la política, de las variaciones domésticas.

 

 

“Asumir la responsabilidad de la hora”

 

¿Vale la pena el riesgo de saltar el cerco oficial? ¿Ser llamado traidor por los correligionarios para entrar en una aventura política que hasta ahora no tiene más probabilidades de triunfo que nuestro propio y mayoritario partido? […] ¿A qué trepar a su carro? ¿A gozar las prebendas del oficialismo por unos meses, unas semanas quizás, hasta que el alud opositor lo barriera? ¿Tirar por la borda toda una vida de radicalismo?[7]

 

El régimen castrense instaurado en junio de 1943 invitó al gobierno conservador mendocino a permanecer en el poder. Tal vez como contrapartida al rechazo, los militares iniciaron investigaciones por irregularidades contra el Partido Demócrata Nacional y una vistosa campaña de desprestigio. El interventor federal, coronel Aristóbulo Vargas Belmonte, a partir de 1944 lanzó variados anzuelos con el propósito de mantener o captar a figuras políticas individuales, por fuera de sus estructuras partidarias, para sostener la gestión del Estado provincial. A fines de ese año, conservadores y radicales convivían en las funciones públicas a título personal. Pero la naturaleza de su presencia era distinta: mientras los conservadores constituían un remanente del gobierno depuesto y denostado con dureza por la Revolución, las figuras radicales eran puntos rojos bajo la mirada de una expectante sociedad política.

 

En febrero de 1945, esa situación local comenzó a definirse de manera más acelerada cuando Faustino Picallo, dirigente radical del departamento de San Rafael, aceptó el visible puesto de Comisionado Municipal de la Ciudad de Mendoza[8]. En el acto de asunción, que se realizó en la sede de la intendencia, se aglomeró una vistosa cantidad de personas. El acontecimiento se asemejaba a una liturgia partidaria en la que se conquista un bastión largamente anhelado. Se vitoreaba el nombre de Picallo, al mismo tiempo que se vivaba a la Unión Cívica Radical (UCR). Ante los rasgos que el evento adquiría, el ministro destinado a poner en funciones al nuevo comisionado advirtió que el gobierno no tenía interés, con ese nombramiento, de definirse por un partido político. Enfatizó en su alocución que “va implícito que la acción del gobierno al designar [a] determinadas personas, no implica ninguna definición en ningún sentido, sino la manifestación expresa del propósito de traer gente de nuestra democracia[9]. A pesar de esos reparos, el nombramiento efectuado por la intervención era un signo de apertura sin dobles sentidos hacia la política partidaria y, específicamente, hacia los dirigentes de vertiente radical. No obstante, también Picallo dejó expresado que su colaboración estaba condicionada a su credo:

 

Al recibir el ofrecimiento del cargo […] reflexioné que lo más cómodo para mí hubiera sido no aceptar, pero mi deber cívico ante los problemas de la hora y el influjo de las virtudes doctrinarias de la Unión Cívica Radical, histórico partido que ha orientado todos los actos de mi vida, me impusieron la obligación de no rehuir esta responsabilidad. A fin de afirmar tales principios he venido con entusiasmo a sumar mi decidida contribución a la tarea de saneamiento de la vida administrativa emprendida por las autoridades de la Nación para que el país pueda volver, en breve, a su normalización institucional. En tal sentido afirmo que mi contribución, condicionada a las virtudes de mi credo, subsistirá mientras exista esa coincidencia que considero fundamental para el porvenir de la República[10].

 

Como los partidos políticos se encontraban disueltos por decreto del gobierno militar, no existían en el radicalismo instancias formales capaces de avalar o sancionar la decisión de Picallo. Sin embargo, quienes habían estado al frente de la agrupación hasta 1943 rechazaron la actitud de su correligionario. Los dirigentes Jorge Albarracín Godoy y Leopoldo Suárez dieron su opinión a través de una minúscula solicitada que apareció en el diario Los Andes dos días después. En el texto, asumían los cargos de “presidente” y “secretario” de una entidad que, por razones obvias, no nombraban. Desde esas investiduras, “aclaraban” que la designación de afiliados del partido en la función pública debía ser interpretada como fruto de ofrecimientos personales en los que “la agrupación no ha intervenido en absoluto[11].

 

El mensaje de tono imperativo no resultó suficiente para calmar la inquietud despertada entre muchos partidarios. El médico Luis E. Maziotti, dirigente del mismo tronco político, exigió una aclaración más contundente. La escueta solicitada de Albarracín Godoy y Suárez no precisaba, a su parecer,

 

lo que a la masa radical del país le interesa saber y que es si sus dirigentes tanto nacionales como provinciales, ya que en estos momentos no se puede hablar de autoridades, aceptan o repudian que afiliados del partido, ocupen cargos públicos ofrecidos por el actual gobierno. Parecería que los firmantes reconocen el derecho para hacerlo libremente, sin embargo, la disciplina que debe imperar en un organismo político obliga a lo contrario.

 

 Mazziotti se preguntaba qué opinaba la UCR del hecho de que Picallo hubiese invocado al radicalismo como la tradición que guiaría su acción frente al municipio:

 

¿Aprueba o desaprueba? ¿Continúa considerándolos radicales o simplemente independientes? Esto y una declaración categórica respecto al pensamiento que debe guiar la acción del radicalismo en la actualidad, es lo que anhela y necesitan conocer los que militan en sus filas. Los ciudadanos de una fuerza política de valores indiscutidos y de recia contextura democrática necesitan en estos momentos orientación y exigen posiciones claras de aquellos que pretenden dirigir su destino[12].

 

Los radicales que ya estaban convencidos de que iban a adoptar una posición contraria al gobierno sostuvieron que los “colaboracionistas” -tal como comenzaron a llamar a quienes se acercaban al régimen, por considerar que se trataba de una cooperación con fuerzas enemigas, en alusión a la ayuda que la República de Vichy prestó a los nazis en Francia- debían ser expulsados de la UCR. Sin embargo, no disponían de los instrumentos organizativos para producir esa sanción ya que, formalmente, la agrupación estaba disuelta. Recién un mes después de la asunción de Picallo, un grupo se reunió y dio a conocer a través de la prensa una resolución en la que se subrayaba la necesidad de rechazar las ofertas de colaboración y se acusaba al oficialismo “de anarquizar y dividir el partido[13]. La declaración, sin embargo, no había logrado concitar el pleno acuerdo de todos los asistentes a la reunión en la que había sido emitida. Entre ellos, Carlos Mathus Hoyos dejó constancia de su divergencia en una solicitada. Allí aclaró que su participación en la “mesa directiva del radicalismo de esta provincia” no implicaba que él estuviera alineado con las manifestaciones en torno a una supuesta intención del gobierno de romper al tradicional partido al que pertenecía. Mathus Hoyos señaló que se trataba de una “declaración de un cuerpo colegiado tomada por mayoría de votos de modo que la firma [de él] no tiene otro alcance que certificar la verdad de la resolución tomada sin que ello importe establecer que ésa sea mi manera de pensar y estimar los hechos[14]. Es significativo que un alto dirigente del radicalismo mendocino que participaba de las reuniones más selectas y que acataba los procedimientos de toma de decisiones de la agrupación viera con optimismo el ingreso de hombres de la UCR al gobierno y no considerara que ello fuera sinónimo de un intento oficial por destruir al partido.

 

La solicitada de Mathus Hoyos revela aspectos interesantes sobre el momento destemplado que atravesaba el radicalismo provincial en los primeros meses de 1945. En primer lugar, pone en evidencia que, a pesar de que el partido estuviese disuelto, alguna actividad tenía: centros decisionales innombrables, pero existentes. Si la resolución se presentaba como firmada por “dirigentes del radicalismo”, Mathus Hoyos aludía a una “mesa directiva” y a un “cuerpo colegiado”. En segundo lugar, la nota permite indicar que en esos centros decisionales convivían opiniones en conflicto sobre la actitud que debía tomarse frente al gobierno militar hacia fines de marzo de 1945. Esta convivencia de opiniones en la UCR en un momento tan avanzado de la Revolución de Junio revela algo que ha sido pocas veces notado: los radicales no se posicionaron en contra del gobierno militar de manera tan veloz ni tan rotunda. En el plano local, si la conducta de Picallo no fue (o no podía ser) directamente condenada no fue sólo porque la UCR estuviera disuelta, sino también porque algunos de sus altos dirigentes no cerraban filas en torno al asunto. En tercer lugar, el hecho de que Mathus Hoyos expresara en su solicitada que si hacía una aclaración era “a fin de evitar que mis amigos y correligionarios interpreten mal mi actuación o se preste la misma a pensar que exista en mí una dualidad de criterio” habla más de la existencia de discusiones vigentes en los círculos radicales que de posiciones tomadas en torno a la función que le cabía a ese partido en la salida del régimen juniano[15].

 

En este clima de reproches, expectativas, conversaciones y posicionamientos semipúblicos, la comprometedora decisión de Picallo se vio reforzada por la declaración de guerra a los países del Eje que el gobierno nacional realizó en marzo. El dirigente mendocino recibió con orgullo la noticia, alentado por la proximidad temporal entre su nombramiento y la decisión oficial en relación al conflicto bélico. Como si ambos sucesos se hubieran conjugado en una misma ráfaga de viento que torcía la veleta y hacía tomar nuevos rumbos a la Argentina, Picallo caratuló la declaración de guerra como una “definición categórica de democracia” y una “afirmación inequívoca de solidaridad con las naciones de América”. Expresó entonces que, “siendo la Municipalidad una institución eminentemente democrática que tiene el deber de sumarse al regocijo público cuando, como en este caso, celébrase un triunfo del sentimiento popular noblemente interpretado por el gobierno”, se decretaba asueto para los empleados de su dependencia[16].

 

El ingreso de Picallo a las esferas del régimen se realizó ciertamente en un momento de aflojamiento de las tensiones. La modificación de la posición internacional en relación a la guerra, el desplazamiento de ciertos cuadros del nacionalismo que habían actuado en el gobierno, la reincorporación de los profesores cesanteados a las instituciones educativas, el debilitamiento de las restricciones políticas, la liberación de muchos de los presos políticos y la sensación de que la convocatoria a elecciones era inminente, constituían signos de un cambio de época. La Revolución de Junio parecía iniciar su etapa final. Muchas voces, cuya relevancia no provenía tanto de su número como de sus capacidades para tener tribuna (dirigentes partidarios, profesores universitarios y gran parte de la prensa), consideraron y publicitaron que esos cambios tenían que ver más con un debilitamiento del gobierno militar que con un rumbo nuevo timoneado desde el poder. Los cambios fueron leídos como agotamientos, como declive de un rumbo que había fallado. Las banderas del antifascismo avanzaban en Europa y, de un momento a otro, podrían ser estacadas en el corazón del régimen de Junio. Sin embargo, al menos en el análisis del caso de Mendoza, el peso de ese discurso no debería ser sobredimensionado: no fue para todos evidente que el régimen tuviese su suerte echada e incluso, para algunos, semejante predestinación no necesariamente significaba abandonar la causa oficial, como se verá.

 

Las modificaciones del panorama habilitadas por el gobierno militar también dieron lugar a que muchos indecisos operaran cortes en la trayectoria oficial distinguiendo etapas, desechando aquellas que no les resultaban defendibles y haciendo suyas las que creían más aceptables. El caso del sector radical que optó definitivamente por cooperar con el gobierno militar a partir de la declaración de guerra al Eje constituye un ejemplo preciso de esta lectura alternativa del contexto. Mientras una parte de la sociedad política vio a la decisión diplomática del gobierno como signo del comienzo del fin, otra parte aprovechó para dar un paso adelante en el apoyo público a la obra de la Revolución de Junio. ¿Es que la derrota del régimen no era el único panorama disponible para los actores del momento? ¿Es que quedar en el bando victorioso no era el único objetivo de su acción política?

 

El 1° de mayo de 1945 un grupo radicales de la provincia dio a conocer un manifiesto que rubricó el quiebre con la línea partidaria y que luego se repetiría como bandera de una nueva agrupación. El texto comenzaba expresando una vocación democrática que respondía tácitamente a acusaciones opositoras: “es problema impostergable de la hora el retorno del país al juego de las instituciones libres y democráticas consagradas a la Constitución Nacional”. Luego, explicaba que existían dos motivos por los cuales el grupo de firmantes daba su apoyo abierto al gobierno militar. En primer lugar, el haber puesto fin a la década fraudulenta y a su “sarcástica ficción de democracia”. En segundo lugar, haber declarado la guerra a los países del Eje.

 

Uno de ellos [de los motivos por los que apoyaban a la Revolución de Junio], fue el derrocamiento de la situación conservadora que desde el año 1930 gobernaba al país como en los peores regímenes oligárquicos, entronizándose en el poder con espíritu de casta mediante comicios de sangre que ensombrecieron nuestra historia cívica. El reparto familiar de presupuestos, los peculados más asombrosos y la negación y deformación de los principios que sostuvieron los próceres tutelares de la Nación, en cuya grandeza está fundada la cohesión patriótica de las masas argentinas constituyeron las características del nefasto período gubernamental que la revolución de junio derribó, vindicando políticamente a un pueblo que había vivido encadenado a la más sarcástica ficción de democracia.

El otro acontecimiento es la solución lógica dada al problema internacional por la Argentina. El gobierno interpretando fielmente los tradicionales sentimientos de fraternal solidaridad de nuestro pueblo con todos los del mundo que viven, aman y luchan por los principios liberales, ha declarado la guerra a las naciones contrarias a esos principios, sumándose así a un movimiento panamericanista cuya vigorosa médula democrática, fundada en los más generosos postulados del derecho y la colaboración continental, promueve en nuestros espíritus las más generosas esperanzas.

 

El gobierno militar, para este sector radical, había dado muestras “de repudio al fraude, a la corrupción administrativa, represión del totalitarismo, depuración de los partidos políticos y retorno a la normalidad”. En estas condiciones los afiliados a la Unión Cívica Radical que firmaban la declaración consideraban que el partido no podía “permanecer indiferente y pasivo, sin sumar su esfuerzo a lo que ha constituido la razón fundamental de su existencia y el objetivo de su lucha permanente. Por todo ello, manifestaban su

 

solidaridad con los hombres de la Unión Cívica Radical que en forma clara, terminante y sin renunciamientos, aceptan la responsabilidad de la función pública, con los manifestados propósitos de proceder al saneamiento administrativo que habrá de facilitar en el más breve tiempo el restablecimiento de la normalidad institucional que el país necesita y anhela, ya que cada posición tomada por los hombres del radicalismo será un baluarte democrático y liberal que sumará condiciones al futuro político-social argentino y una Bastilla menos en las manos conservadoras y reaccionarias que negaron una Argentina democrática con el más nefasto de los regímenes oligárquicos[17].

 

Unas 160 firmas acompañaban esta importante declaración, cuya autoría se debía al dirigente radical Enrique R. Cherubini[18]. El texto no sólo tenía la finalidad de poner de relieve la existencia de una heterogeneidad de criterios en el seno de la UCR. También ofrecía una argumentación política democrática a aquellos radicales (o simpatizantes de esa tendencia) que no tenían opiniones tomadas respecto del gobierno militar pero que a simple vista no lo rechazaban. Por un lado, el manifiesto se presentaba como un acto de respaldo a quienes aceptaban la “responsabilidad” de integrar el gobierno para acelerar la normalización institucional del país. El uso del término “responsabilidad” no era fortuito. Además de dejar implícitamente catalogados a quienes se negaban a participar del emprendimiento como ‘irresponsables’ ante la realidad nacional y la acechante idea del regreso de los conservadores al poder, también pretendía eliminar cuanto hubiera de ‘interesado’ en ocupar un lugar en el seno del régimen. El término responsabilidad implicaba una obligación consentida y en este caso tenía, también, algo de sacrificio. Después de todo, a juicio de los firmantes, la situación a la que la Argentina había llegado no era consecuencia de la acción de la Revolución de Junio, sino del régimen fraudulento al que ésta había venido a poner fin.

 

Por otro lado, esa argumentación política democrática delimitaba una frontera imaginaria bien diferente a la que ciertos grupos estaban proponiendo para interpretar la situación argentina. Mientras la divisoria ideada por los opositores quería trazarse entre la dictadura y la democracia, la frontera alentada por el sector radical que apoyaba al régimen desde su definición internacional quería distinguir a una ficción de democracia de la democracia verdadera. Así se construyeron encadenamientos de sentidos diferenciados. En la cadena establecida en el manifiesto del 1° de mayo se observa que la ficción de democracia quedaba asociada con: “entronizamiento en el poder”, “espíritu de casta”, “comicios de sangre”, “ensombrecimiento de la historia cívica”, “reparto familiar de presupuestos”, “negación de los principios de los próceres tutelares de la Nación”, “pueblo encadenado”, etc. Por el contrario, la democracia verdadera se vinculaba a la negación de todos esos males y a banderas como: “panamericanismo”, “tradicionales sentimientos de fraternal solidaridad con los pueblos liberales”, “vigorosa médula democrática”, “saneamiento administrativo”, “cooperación en el restablecimiento de la normalidad institucional”, etc. La disyuntiva que planteaban los firmantes, en resumen, señalaba que asumir cargos en el gobierno era ocupar “baluartes democráticos y liberales” y hacer retroceder posiciones a los conservadores y a los reaccionarios. Así, quienes los tildaban de “colaboracionistas” con una “dictadura” quedaban desacreditados por una nueva argumentación que rivalizaba en el plano de los sentidos. Las formas de la legitimación de la propia acción deben ser tenidas en cuenta como pragmáticas significantes fundamentales para comprender las opciones vividas del pasado[19].

 

Cinco días después del manifiesto del 1° de mayo, el otro sector radical respondió. En esta oportunidad no dudó en asumir un rótulo de formalidad (“Comité de la Provincia de la Unión Cívica Radical”), ni en darle a su mensaje un marco de institucionalidad y autoridad partidaria al esgrimir considerandos y al numerar resoluciones. El texto decidía la suspensión de la afiliación de los ex legisladores, ex concejales municipales y miembros de los organismos provinciales y departamentales del partido que hubieran suscrito la declaración del 1 de mayo y advertía que reclamaría ante el congreso del partido. Distinguía a dirigentes de simples afiliados: “la medida correspondiente debe aplicarse a los dirigentes quienes, por su jerarquía partidaria están obligados a dar el ejemplo, y no a los simples afiliados que, por falta de medios propios de información, hayan firmado ese documento sin advertir su trascendencia[20]. Esta aclaración pretendía evitar el corte de amarras con afiliados que habían firmado el manifiesto pero que suponían (o pretendían suponer) indecisos o recuperables.

 

La existencia de una clara voluntad de persuasión en ambos sectores radicales permite conjeturar que efectivamente había un campo de significaciones en disputa desde el punto de vista de los actores. Las mismas dirigencias tenían presente lo matizadas y grisáceas que eran las opiniones en el llano. La radiografía en la escala mediana hacia mayo de 1945 revela la existencia de un campo de opiniones móvil, rugoso, dubitativo, en el que habitan intentos persuasivos de diversas intensidades. Esa imagen relativiza el nivel de polarización extrema que comúnmente se le atribuye a ese momento y también permite iluminar aspectos en torno a cómo los actores estaban en plena realización de sus opciones políticas. Esas opciones eran humanas, vividas, prácticas y significativas, no inscriptas en prístinas y evidentes ideas que habitarían fuera de los contextos.

 

Las advertencias partidarias no lograron amansar a los núcleos radicales mendocinos que veían con simpatía la adhesión al gobierno militar. En los primeros días de junio, quinientas firmas sumaron su adhesión al manifiesto del 1° de mayo apoyando a quienes aceptaban la “responsabilidad” de sumarse al gobierno[21]. Desde una concepción utilitarista de la acción política podría señalarse que lo que motivaba la disidencia radical era el incentivo de acceder a puestos públicos (o por sortear pleitos intrapartidarios o personales a través de nuevos lugares de poder). Ahora bien, la historiografía sobre el período ha señalado ampliamente que, en ese momento (mayo-junio de 1945), la carrera ascendente de Perón se hallaba en picada hacia su fin. Esto llevaría a pensar que los radicales simpatizantes del gobierno no se daban cuenta de lo magra que era la oferta que estaban aceptando o, dicho de otro modo, que no comprendían el contexto en el que actuaban. Una explicación más consistente invita a pensar que el declive que se vaticinaba no era tan incontestable, que existían múltiples miradas contemporáneas sobre el contexto[22]. Una tercera forma de percibir la adhesión de una porción del radicalismo al gobierno de la Revolución de Junio, compatible con la anterior, consistiría en pensar que una visión menos homogénea del contexto convivía con expectativas propias de futuro cocinadas al calor de los dramas cotidianos de las prácticas políticas y del conflicto social que se robustecía[23].

 

El grupo firmante del manifiesto del 1° de mayo no fue el único que se rebeló contra quienes pretendían ser las autoridades de la UCR, aunque sí fue el más numeroso. Inquietudes multidireccionales atravesaban al tronco radical: el faccionalismo largamente cultivado en su seno y la coincidencia en torno a ciertas consignas del régimen eran elementos que intervenían en esa conmoción. La división entre quienes avalaban el nombramiento de Faustino Picallo en la municipalidad y quienes permanecían apegados al mandato partidario no se enraizaba de manera transparente en divergencias del pasado. No hay que retroceder mucho temporalmente para dar cuenta de ello. En elecciones realizadas el 28 de febrero de 1943, habían trabajado codo a codo para hacer frente al Partido Demócrata Nacional (PDN) quienes en 1945 se iban posicionando de maneras cada vez más diferenciadas en 1945. En aquella oportunidad que ahora parecía tan lejana, Albarracín Godoy, Suárez, Rubén Palero Infante, Alfredo R. Vítolo, Edmundo Leopoldo Zara, Hernán Cortés y Leopoldo Suárez (sólo por mencionar a los más conocidos) habían concurrido con sus correligionarios más notorios que en mayo de 1945 habían firmado el manifiesto apoyando al gobierno militar: Alejandro Mathus Hoyos, Lorenzo Soler, José Ramiro Podetti, Enrique R. Cherubini, José G. De Paolis y otros[24]. Por supuesto que las facciones precedentes tienen que haber impactado de alguna manera en la reconfiguración de las divisiones partidarias, pero la magnitud de esa reconfiguración y el nivel de virulencia que fue adquiriendo con el correr de 1945 denota la fuerza de un contexto que era vivido vertiginosa y complejamente.

 

A mediados de julio, la división radical se profundizó. Se creó una Comisión Organizadora de la Unión Cívica Radical (UCR (CO)), encabezada por el médico Lorenzo Soler e integrada por figuras con amplia trayectoria en el radicalismo local[25]. El grupo apeló nuevamente al tópico de “la responsabilidad” histórica del radicalismo frente a la posibilidad de recuperar las instituciones del país y lograr una salida democrática al régimen militar. La declaración que hizo llegar a la prensa de la provincia aplaudía

 

los propósitos expresamente proclamados por el gobierno revolucionario de repudio al fraude, la violencia, la venalidad, el totalitarismo y la corrupción administrativa y política, y en consecuencia, exige la condigna sanción para quienes no guardaron el debido decoro en sus posiciones públicas o partidarias.

 

De todos modos, el grupo firmante continuaba cobijándose en el seno partidario y expresaba “la necesidad de la unidad partidaria como base indispensable para el más perfecto cumplimiento de los postulados político-sociales de la Unión Cívica Radical”. Aseguraba que era en nombre de la justicia social inspirada en la obra del ex presidente Hipólito Yrigoyen que veía con interés la obra del gobierno[26].

 

La reafirmación de la posición asumida constituía una renovación de la palabra empeñada ante un contexto que se tornaba día a día más polarizado en el plano político y social. Un mes antes, la labor del coronel Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión había sido sonoramente criticada por sectores empresarios en el Manifiesto de las Fuerzas Vivas. Además, a pesar de que el estado de sitio seguía vigente, ya se estaban realizando reuniones públicas y actos masivos contrarios. El 2 de junio, con el visto bueno del interventor federal, opositores mendocinos celebraron el triunfo de los aliados en un mitín que según la prensa convocó a miles de asistentes. El 6 de julio, en la comida de camaradería de las Fuerzas Armadas, el presidente Edelmiro Farrell había anticipado que los comicios serían convocados antes de fin de año. A pesar de que estos elementos eran signos de que se avecinaba el fin del régimen, un grupo de dirigentes radicales mendocinos afianzaba su postura de compromiso con él.

 

También en el orden nacional ciertas figuras radicales, aunque de manera más tenue, habían comenzado a cooperar con el gobierno militar. El 24 de julio de 1945 se realizó un acto en el Parque de Retiro cuyos asistentes se definieron como yrigoyenistas y llegaron hasta el balcón del departamento de Perón a pedirle que les dirigiera unas palabras. El 2 de agosto, el país recibió la noticia de que el correntino Hortensio Quijano se convertía Ministro del Interior. En breve, también serían encumbrados Armando Antille (en Hacienda) y Juan I. Cooke (en Cancillería). Fue el mismo Quijano quien anunció el levantamiento del estado de sitio el 6 de agosto. En Mendoza, para entonces, la totalidad de las intendencias y otros puestos relevantes de la administración provincial se hallaban bajo el mando de radicales disidentes[27].

 

A mediados de agosto, la UCR canceló las credenciales de todos los afiliados que se encontraran ocupando cargos gubernamentales[28]. La decisión del partido desató debates que quedaron estampados en la prensa. Rafael César Tabanera, abogado del municipio de la Capital, respondió a la cancelación de su afiliación distinguiendo conceptualmente entre ser afiliado al radicalismo y ser radical.  Indicó que “ustedes no pueden ordenar la cancelación de mi afiliación porque hace varios años que renuncié a ella”. A lo que no había renunciado era a “ser radical, aunque me mantuve alejado de la vida de un partido” a cuya dirección debía imputársele, según sostenía, el haber avalado el fraude sólo para mantener sus posiciones en el período que había clausurado la Revolución de Junio. Tabanera cerró su solicitada apuntando contra la arrogancia de quienes, en nombre del partido, conversaban con dirigentes de otras agrupaciones para formar un frente electoral opositor:

 

No sé si ustedes pueden felicitarse del aplauso que les tributan conservadores, socialistas y comunistas, pero sí sé que el pueblo radical los ve actuar con asombro y estupor y espero que cuando pase esta campaña de confusionismo, se sientan ustedes como todos, simples afiliados de la Unión Cívica Radical[29].

 

Con la cancelación de las afiliaciones, el tiempo de las dudas llegaba a su fin. Ahora comenzaba, en otros términos, la disputa que tenía como objetivo conquistar a los radicales del llano y a sus votantes de Mendoza. Quienes quedaron en la vieja estructura, seguramente opinaban que sus ex compañeros de militancia iban camino a un suicidio político al acompañar a un gobierno de facto que, hacia septiembre de 1945 y según las noticias que llegaban desde Buenos Aires, estaba a punto de derrumbarse.

 

 

Disputa radical por la democracia

 

A fines de julio, días antes de que se levantara el estado de sitio, la UCR Comité Provincia (CP) organizó una reunión partidaria a la que asistieron unas dos mil personas. El objetivo era preparar al partido para cuando entrara en vigencia un estatuto que regularía la vida de las agrupaciones políticas. A pesar de que los radicales consideraban que tal regulación era perniciosa, querían “asegurar la continuidad legal del partido y preservar los derechos indiscutidos al nombre de Unión Cívica Radical ante todo intento de usurpación[30]. El “intento de usurpación” era, obviamente, el que propulsaban  sus ex correligionarios que habían aceptado puestos de gobierno y sus sostenedores.

 

La disputa, producida la escisión, convertía en un campo de batalla semántico al conjunto de los símbolos y rituales partidarios. Pocos días después de esa reunión, el intendente Picallo propició por su parte un primer evento político en el que se filiaba nuevamente a la tradición radical. El objetivo del acto era bautizar una plaza del distrito con el nombre de Hipólito Yrigoyen. Se realizó un lunch en homenaje al ex presidente en el que había, según el diario Los Andes, más de cinco mil comensales que vivaron a la UCR entre gallardetes radicales y retratos del caudillo. Lorenzo Soler, quien ya era reconocido como la cabeza de la disidencia, argumentó entonces que ellos no pretendían “arrogarse la dirección del Partido usurpando funciones que sólo podrían ser ejercidas por autoridades legítimas del partido luego de la reorganización. Sugirió que los diferentes criterios en el seno del radicalismo tenían que ver con “la acción de camarillas que sólo buscaban la satisfacción de sus oscuras ambiciones personales”. Expresó que

 

una cerrada intolerancia con el gobierno de la Revolución, sólo puede conducirnos a facilitar el juego de los intereses de las fuerzas conservadoras, y es por esto que ellas miran con odio no disimulado nuestra acción y en cambio aplauden sin reservas la posición contraria pretendiendo resucitar la mala política que tan gráfica y eficazmente Yrigoyen calificara como contubernio[31].

 

Los dirigentes disidentes tenían claros sus argumentos en torno a por qué habían aceptado cargos en el gobierno y por qué estaban reñidos con quienes se autotitulaban los auténticos representantes de la UCR. En primer lugar, por los motivos explicados en el manifiesto del 1° de mayo: el fin de la década conservadora y la solución diplomática en torno a la guerra mundial. En segundo lugar, señalaban que en el interior del tronco partidario, muchos dirigentes se creían dueños del radicalismo y no dejaban crecer a los demás[32]. Habían, así, “obstruido anhelos de cambio y avance” ya que no comprendían que la “nueva fórmula de convivencia” en el mundo ya no era la democracia liberal a secas, sino la “democracia social[33].

 

La competencia por los símbolos partidarios se agudizaba al ritmo que el conflicto sociopolítico se densificaba. Mientras unos fundaron el Club Radical Hipólito Yrigoyen con la finalidad de “estrechar vínculos entre los radicales, como así convertir dicho centro en escuela de civismo, práctica democrática y capacitación”, los otros crearon el Club Cívico Cultural Alem-Yrigoyenen el que se desarrollará su acción cívico principista y programa concreto de aspiraciones colectivas[34]. Aunque no estaba en los planes iniciales de muchos radicales romper de manera definitiva, el quiebre se iba consolidando con el paso de los días, definiendo andariveles diferenciados para dos grupos que iban marcando sus diferencias en vistas a obtener sus propios retratos[35]. El 26 de agosto las dos fuerzas radicales se cotejaron a través de actos públicos simultáneos en los que escenificaron modalidades disímiles de la política. Las citas fueron un mitín partidario de la UCR (Comité Provincial) y un acto para celebrar el ‘Día de la Municipalidad’ encabezado por Picallo[36]. La disputa de adherentes debía escenificarse en el espacio público para comprometer aún más a los radicales a tomar parte en la división[37].

 

El acto público de la UCR (CP) tenía dos objetivos manifiestos: pedir la derogación del estatuto de los partidos políticos y la inmediata convocatoria a elecciones[38]. La concurrencia mostraba, con sus carteles y pancartas exclamando que “hoy los puestos son funestos”, cuál era otra de las motivaciones de la reunión[39]. Pausadamente, se leyeron adhesiones de dirigentes nacionales que venían desde todo el país como credenciales que pretendían certificar que ése era el sitio en donde estaban nucleados los ‘verdaderos radicales’. Los oradores concentraron sus discursos en criticar a la Revolución de Junio desde diversos ángulos. Leopoldo Zara describió un panorama desolador gobernado por la bancarrota financiera, el desprestigio en el plano de las relaciones exteriores y el caos político. Continuó diciendo que “se pensó destruir a los partidos políticos y a la Unión Cívica Radical, olvidando que ésta es dueña de un pedazo de la historia del país”, pero que el gobierno había fallado en ese intento ya que, aunque “se maniobró para minarla”, la UCR seguía “apegada a las viejas consignas”. Zara bregaba, en definitiva, para que “se quiebre pero no se doble: que se pierdan cien gobiernos pero que se salven los principios”. Tomás González Funes, después de afirmar que “los militares han demostrado que son pésimos administradores de la cosa pública”, en un intento de matizar el antimilitarismo que traslucían sus afirmaciones, sostuvo que el radicalismo no actuaba en contra del ejército como un todo sino contra el “desenfreno incontrolado de la dictadura ejercida por una treintena de generales y coroneles que, sin programa confesado, pretenden mantener en sus manos el gobierno[40].

 

El presidente del Comité Provincia, en su discurso para cerrar el acto, propuso un paralelo entre el reinicio de la actividad partidaria en la Argentina y la victoria de los aliados en el frente internacional: “por primera vez en más de dos años, la Unión Cívica Radical levanta su tribuna pública en Mendoza, en el mismo histórico mes de agosto, en que se ha producido en el mundo el triunfo de las Naciones Unidas sobre el último de los regímenes totalitarios combatientes”. Aseguró que “hubiera sido locura pensar que el pueblo argentino habría de arrodillarse ante la fuerza, la arbitrariedad, y la dictadura. Como hubiera sido locura pensar que los patriotas franceses habrían de someterse al mando horrible del nacionalsocialismo alemán”. Albarracín Godoy condenó el hecho de que “mientras nadie podía expresar su pensamiento, como no se valiera de la prensa clandestina, la Secretaría de Trabajo y Previsión había organizado con dinero del Estado la más desembocada campaña presidencial para sostener la candidatura del Coronel Perón”. Sin embargo, la crisis estaba siendo superada y el radicalismo continuaría su histórica tarea “sin pactos ni entendimientos con nadie”, es decir, sin formar un frente electoral con otros partidos. A pesar de que en pocos días el partido nacional decidiría participar de la Unión Democrática, el dirigente mendocino sentía la obligación de refugiar a su fuerza política del terremoto interno que estaba atravesando:

 

La Unión Cívica Radical, el partido tradicional de las masas argentinas, de pie y compacto, como hace 50 años, repite hoy: aquí estamos para preservar el ideario democrático. Sin guerra civil ni gritos estentóreos, sin declaraciones vacías ni amenazas, sin pactos ni entendimientos con nadie aunque en los objetivos primordiales coincidamos con algunos: aquí estamos para afirmar nuestra fe democrática, y para afirmar nuestra fe sin límites en el futuro democrático de la Argentina[41].

 

Los radicales disidentes, simultáneamente, realizaban un acto festivo por el “Día de la Municipalidad”. El objetivo primordial era demostrar cómo su acción de colaboración con el régimen militar era positivo para la población. Por la mañana, el intendente Picallo y sus funcionarios presenciaron la colocación de la piedra fundamental del panteón municipal. En la ocasión habló el radical Jorge I. Segura, Secretario de Obras Públicas e Higiene, para señalar que se cumplía así con banderas de la justicia social ya que se ofrecería un servicio hacia los empleados y funcionarios de la ciudad[42]. Luego Picallo comentó detalladamente la obra pública realizada por el municipio a través de la radio, como una forma de rendir cuentas “a la colectividad [de la] forma en que se ha cumplido un cometido público, dando así realidad y satisfacción a uno de los postulados básicos de la democracia[43]. La democracia podía ser evocada como sinónimo de responder a las demandas sociales y hacer transparente la acción de gobierno publicitándola. Al mediodía se inauguró una calle, a la que no casualmente se denominó ‘Julián Barraquero’, en homenaje al pensador krausista mendocino vinculado a Hipólito Yrigoyen. Después de otras piezas oratorias, hubo un festival con música y números de gimnasia artística y se inauguró el Campo Municipal de Deportes e Instalaciones Sanitarias e Higiénicas para el personal de la comuna. Se ofreció un banquete a los obreros del municipio, en donde se le otorgó una medalla de oro al mejor empleado. Para estrenar el nuevo predio, hubo torneos deportivos y al finalizar la tarde, se colocó la piedra fundamental de una Plaza de Ejercicios Físicos para Niños. Por la noche, se realizó otro banquete con el personal en Playas Serranas, un parador ubicado en el parque, y se entregaron más medallas a los trabajadores[44].

 

No se trataba de concepciones totalmente diferenciadas de la política las que desplegaban unos y otros radicales, pero sí de concepciones en un intenso y vívido proceso de diferenciación. La diferenciación se pronunciaba en el mismo ejercicio cotidiano de la política[45]. Ciertamente tenían intereses distintos, valoraciones diversas del contexto y horizontes de expectativa diferentes[46]. Pero lo fundamental es que los grupos fueron tejiendo sus prácticas y sus lenguajes según relaciones de fuerza móviles, siguiendo dinámicas de oposición mutua: los deportes bajo el sol vs. encendidas denuncias de corrupción, el discurso radial del intendente vs. el declamar fervoroso de solemnes dirigentes, el reconocimiento con medallas a los mejores trabajadores vs. la alegría del fin de la Segunda Guerra Mundial. Podría pensarse que mientras los radicales ortodoxos se hallaban dedicados al trabajo político militante, los radicales disidentes se enorgullecían de estar también dedicados al trabajo político profesional[47]. Es decir que mientras los primeros estaban plenamente abocados al proselitismo (lo cual no supone solamente un interés por ganar elecciones sino también por participar de lo que implica una campaña), los segundos además llevaban a cabo (y así lo publicitaban) actividades que, más allá de la cuenta de sufragios que ello pudiera redituarles en un eventual comicio, trascendían lo proselitista: le otorgaban un sentido concreto a la fuerte decisión partidaria que habían tomado y demostraban en qué medida aquella ‘responsabilidad’ contraída había valido la pena.

 

Dos días después de aquella jornada de mitines, las autoridades nacionales de la UCR aceptaron formar un frente común con el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Comunista en la Junta Democrática, aunque sólo a los fines de reclamar la ‘normalidad institucional’ y con la condición de que se excluyera de ella a los conservadores. Más tarde ingresarían en una alianza electoral con esas fuerzas. Los radicales del Comité Provincial de Mendoza acataron esta decisión nacional. Pero el pronunciamiento negativo en torno a los pactos con otros partidos que había hecho dos días antes el dirigente Jorge Albarracín Godoy es una muestra de que al radicalismo local le costaría asumir la disposición unitaria y también de la rapidez con la cual se estaban tramando perspectivas distintas del contexto.

 

El influyente dirigente comunista Benito Marianetti, durante el primer acto público de su partido, remarcó la importancia que el ‘colaboracionismo’ tenía en el ámbito local:

 

Mendoza ha sido y es uno de los almácigos del colaboracionismo radical. La planta de la traición, que no ha prosperado en otros medios, se ha extendido peligrosamente entre nosotros. Ello se ha debido principalmente a la falta de una línea clara de lucha y de repudio contra la dictadura, error en que durante dos años ha incurrido la Unión Cívica Radical[48].

 

La Unión Democrática sentaba sus bases en Mendoza, ciertamente, a duras penas. ¿Cómo comprender que en tan poco tiempo los destinos de quienes se habían cortejado durante años en la lucha política se enfrentaran ahora tan rudamente? El conflicto se había ido construyendo, no era el resultado de dos ideas prístinas que se habían desarrollado ante el gobierno militar, sino que se había ido ejercitando y robusteciendo al calor de las discusiones sobre cada punto y sobre cada posicionamiento de una coyuntura especial de salida de una crisis duradera.

 

El radical disidente Rafael César Tabanera, en septiembre, renunció al directorio del ‘politizado’ Colegio de Abogados. En esa ocasión manifestó, en relación a los conservadores que convivían en esa entidad con dirigentes políticos de izquierda, que

 

sería interesante que quienes pretenden encabezar violentas oposiciones al Gobierno Revolucionario expliquen en la misma forma clara y sencilla su colaboración o silencio de ayer cuando existía estado de sitio, la libertad de prensa estaba suprimida, existían presos políticos, […] ni se hablaba de la convocatoria a elecciones, como es interesante también conocer la posición de todos los actuales pregoneros de la libertad y de la democracia durante la dictadura de Uriburu y gobiernos fraudulentos de Justo, Ortiz y Castillo[49].

           

Marianetti, vicepresidente del Colegio de Abogados, le contestó que “lo que no comprenden ni comprenderán nunca los argentinos es la invocación del nombre de un partido de tradicional raigambre popular y democrática, para encubrir el contrabando de la mercancía nazi y dictatorial[50]. Tabanera le envió al dirigente comunista sus padrinos, para que aceptara un reto a duelo por este agravio, pero Marianetti se negó a participar justificando que su credo político no le permitía utilizar ese tipo de procedimientos para dirimir opiniones[51]. El conflicto sociopolítico al que se asistía, que recién en el segundo semestre de 1945 había colocado el tinglado sobre el cual se ejecutaría durante las décadas siguientes (la dicotomía peronismo/antiperonismo), se tramaba sobre situaciones cotidianas de la vida política. Fue en el ejercicio de la política que se produjo el involucramiento cada vez más apasionado de los actores en una orilla o en la otra. El tiempo de la política iniciado en octubre de 1945 y cerrado hacia mediados de 1946 naturalmente iba a remachar esos contornos antes ensayados más livianamente[52]. Con todo, era una historia que recién comenzaba a fraguarse[53].

 

 

Algunos comentarios finales: ¿puede uno lavarse de la política?

 

El (más tarde) célebre escritor Julio Cortázar era, en 1945, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. En una carta destinada a su amiga Mercedes Arias, fechada el 21 de julio, se excusaba de no haberle escrito antes, argumentando que las actividades políticas se habían apoderado por completo de su tiempo:

 

Me he empeñado en olvidar toda esa baja y sucia política de provincia. No crea sin embargo que he salido indemne de la pelea. Me siento distinto, mundano, relajado. Por las noches (en las semanas críticas) volvía a mi casa y miraba mis libros como pidiéndoles perdón por el abandono en que los tenía. He sabido lo que es pasar veinticuatro horas en continuo cabildeo, barajando argucias, destruyendo ataques, redactando solicitadas, organizando manifestaciones periodísticas y devolviendo cuanto proyectil honorable tenía a mano. ¿Puede uno lavarse de algo semejante? No sé, viera usted cómo corta el jabón el agua de Mendoza[54].

 

Cortázar declamaba contra la “política de provincia”, aunque debía reconocer que no había salido “indemne” de ella y que se sentía -curiosa descripción- “distinto, mundano, relajado”. Su enojo se fundaba en que también a él lo habían rotulado de “nazifascista” por haber ingresado a la universidad durante la gestión nacionalista de Baldrich y eso lo había puesto ante la ‘necesidad de demostrar’ que era un hombre ‘democrático’. Las palabras del autor de El examen traslucen una imagen del involucramiento en actividades políticas que echa luz sobre cómo se fueron adoptando posiciones públicas en 1945. La política era algo de lo que uno no podía “lavarse”, en tanto que uno se encontraba ejerciéndola y dejando que ella lo moldeara, que lo constituyera. Y esa dimensión vivida de las opciones políticas que se iban realizando era la que daba sentido a las divergencias cada vez más acendradas y dramáticas, a pasar tantas horas de “continuo cabildeo”. Hay que decir, aunque no sea el objeto de este artículo, que el conflicto sociocultural en marcha nutría en simultáneo la densidad de las opciones de los actores[55].

 

Hasta mediados de 1945, los radicales en Mendoza estuvieron sumidos en una experiencia plena en matices, dudas y ensayos. La polarización a la que se asistió de forma rotunda en la segunda mitad de ese año no se dio de manera natural, ni según evaluaciones comunes del contexto. No fue la versión evolucionada de un encontronazo entre dos entidades ya existentes. Se trató de una construcción conflictiva en la que los actores (que se fueron comprometiendo con un sector u otro, enfatícese el gerundio) fueron esculpiendo, en el ejercicio, sus prácticas y sus lenguajes propios y comunes. Los ensayos de diferenciación profundizaban los contrastes y marcaban cada vez más pronunciados territorios de adhesión y de rechazo al gobierno militar.

 

Es necesario tomar en serio que las apuestas de quienes apoyaron a la Revolución de Junio no fueron pocas y que se hicieron sin conocer la deriva histórica. En medio del desgaste del gobierno militar y al calor del crecimiento opositor, la adhesión que realizaron difícilmente pueda ser pensada como efecto de intereses advenedizos de conquistar puestos de gobierno. Esto no sólo dice algo en torno a esos dirigentes particulares o en torno a los radicales que se filiaron con el futuro peronismo, sino que también dice algo sobre la complejidad de las percepciones contemporáneas en 1945 que se han visto frecuentemente a través de los resultados que nadie conocía.

 

Resulta poco fecundo el intento de comprender cómo se produjeron las opciones políticas en ese momento con un prisma utilitarista. Muchos aspectos de ese proceso permanecerían incomprendidos si las acciones fueran vistas como simples estrategias conscientes para ganar la partida[56], con su consecuente vocabulario que mide éxitos y fracasos en relación a un contexto homogéneo y preestablecido que es fruto de una mirada anacrónica[57]. Quedarían inexplicados los comportamientos de quienes tomaron caminos alternativos, perdedores o arriesgados. No tendrían cabida las condiciones inadvertidas de la acción, ni sus consecuencias no buscadas, ni las transformaciones que las vivencias produjeron sobre los actores. También es poco fértil atender al pasado político local reduciéndolo a su dimensión moral, buscando demostrar que los radicales que se hicieron peronistas no eran “arribistas” o “políticos de segunda” sino que tenían ideas propias y auténticas sobre el futuro de la Argentina y que hicieron sus propias opciones. Ésa sería una respuesta a una pregunta tendenciosa. Más allá de ella, en todo caso, poner el foco en la dimensión moral, en clave reivindicativa, sería cambiar la naturaleza de lo perseguido (de los “puestos públicos” a “la justicia social”) sin dar cuenta de las formas concretas del estarse haciendo de los anhelos/temores/rencores/definiciones que afectaban la vida de personas reales. Finalmente, tampoco parece posible zanjar el asunto de cómo se produjeron los alineamientos en 1945 poniendo el énfasis en la dimensión emocional/sentimental del conflicto porque difícilmente se pueda captar de ese modo la complejísima trama política, social y cultural que se coaguló en ese momento histórico original.

 

Si se acepta que los caminos (creados al andar) no tuvieron una entidad esencial o una única motivación que podría ser diseccionada por la mirada analítica, el horizonte de la investigación se extiende hacia la actividad cotidiana de la política (particularmente inflamada y caótica por el fin de la Segunda Guerra Mundial y por las incertidumbres de la hora) y hacia las encendidas vivencias sociales acerca de lo que estaba sucediendo. Tal vez haya sido allí en donde se labraron posiciones que se fueron inteligiendo como dicotómicas durante el correr de los días y sobre las cuales los actores fueron sobreimprimiendo un conjunto de sentidos nuevos. Tal vez fue en la lucha por definir en qué se fundaba ese gran desacuerdo (que habían ido labrando, entre muchos) que algunos radicales mendocinos se hicieron peronistas y que otros se rehicieron radicales.

 

 

Recibido: 28/08/12

Aceptado: 28/11/13


De radicales a peronistas: la producción de una opción política vivida

 

 

Resumen

 

            El artículo propone una revisita sobre el tema clásico de los orígenes del peronismo. Se trata de explorar cómo se generaron opciones políticas que condujeron a determinadas adhesiones desde los sentidos y las vivencias de los actores involucrados.  Se retoma  un estudio de caso puntual: el viraje de los radicales de Mendoza hacia el peronismo en el curso del año 1945. El argumento principal es que esas opciones políticas se produjeron de manera relacional, mediante la interacción, al mismo tiempo que sus protagonistas se producían a sí mismos. Esta perspectiva implica pensar a las opciones políticas no como preexistentes a la sucesión de acontecimientos, sino como una construcción elaborada al fragor de la actividad política y en un contexto heterogéneo e intenso. La hipótesis de trabajo señala que si, en ese proceso, actores en análogas condiciones efectuaron recorridos divergentes fue porque atribuyeron sentidos a sus acciones de manera diferente y porque las formas cotidianas de la política los fueron moldeando de manera contrastiva.

Palabras clave: Radicales, peronistas, política vivida, Mendoza.

 

Mariana Garzón Rogé

 

 

From Radicals to Peronists: making an experienced political option

 

 

Summary

 

This article aims to revisit the classic topic of the origins of Peronism. It explores how political options were made trying to capture the particular meanings they had for the actors involved and the experiences that led them to choose whom they support. The case studied refers Radicals who became Peronists in the province of Mendoza during 1945. The principal argument is that many political options occurred in a relational manner through interaction, while their protagonists produced themselves. The paths to take, from this perspective, did not preexist as such to the particular sequence of events. They were created in political activity and in a context, which was lived intensely and heterogeneously. The hypothesis states that if actors in similar conditions made divergent choices it is because they attributed different meanings to what they were doing and because the everyday forms of politics shaped them in a contrastive manner.

 

Keywords: Radicals, Peronists, experienced politics, Mendoza.

 

Mariana Garzón Rogé



[1] Instituto Ravignani - UBA/CONICET. Correo electrónico: mariana_garzonroge@yahoo.com.ar

[2] La bibliografía sobre el primer peronismo es vasta y creciente. En trabajos de reciente aparición se puede obtener un ingreso actualizado a la misma: Rein, Raanan, Barry, Carolina Acha, Omar y Nicolás Quiroga, Los estudios sobre el primer peronismo. Aproximaciones desde el siglo XXI, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2009. Acha, Omar y Nicolás Quiroga, El hecho maldito. Conversaciones para otra historia del peronismo, Prohistoria, Rosario, 2012.

[3] La excepción fueron las referencias a la experiencia forjista, aún si frecuentemente se concibió a ese grupo más como un conjunto de intelectuales que como un núcleo específicamente político. Ellos habrían hecho una opción ideológica (bienintencionada, podría leerse) por el peronismo.

[4] ¿De qué naturaleza fue el apoyo obrero al peronismo en sus orígenes? Se ha escrito mucho al respecto: de la tesis de la manipulación se pasó a la idea de la alianza de clases y también se barajó la noción de la identidad colectiva y la estructura de sentimientos. Un reciente texto de Silvia Sigal volvió sobre ese viejo cuestionario apuntando que tanto las investigaciones que destacan el mejoramiento económico como las que ponen de relieve el reconocimiento dan por supuesto que las carencias que el peronismo saldó estaban inscriptas en una situación previa. Sigal, Silvia, “Del peronismo como promesa”, en Desarrollo Económico, Vol. 48, N° 190/191, Buenos Aires, 2008, pp. 269-286. Ese debate sobre los orígenes no es, en realidad, un debate que limite sus alcances. Desde la antropología de la política popular contemporánea, Julieta Quirós discutió la concepción académica pendular entre el clientelismo y la resistencia. Según comenta la autora, cuando se trata de política no-contestataria prevalecería un “economicismo” de naturaleza instrumental.  Complementariamente, cuando se trata de política contestataria prevalecería un análisis que ella identifica como “moralismo” en el que se apela a motivaciones no instrumentales (dignificación, reconocimiento, etc.). Ambas maneras de abordar las experiencias políticas tienen pérdidas en cuanto sólo piensan la acción con arreglo a fines y olvidan lo que las prácticas producen en los actores y en los contextos. Quirós, Julieta, El porqué de los que van. Peronistas y piqueteros en el Gran Buenos Aires (una antropología de la política vivida), Antropofagia, Buenos Aires, 2011, pp. 274-276.

[5] Esta fórmula, también presente en el título del artículo, se esgrime como una manera simplificadora de expresar algo que es problemático. Lo que iba a ser “ser peronista” no estaba diseñado en 1945. Sería más preciso referirse en este caso a “los radicales que formaron la Junta Renovadora y acompañaron al binomio Perón-Quijano en las elecciones de 1946” pero por razones de comodidad se dirá que “se hicieron peronistas”, cosa que en todo caso terminaron por “hacerse”.

[6] Otras investigaciones que abordan ese paso son las de Lacoste, Pablo, La Unión Cívica Radical en Mendoza y en la Argentina (1890-1946), Ediciones Culturales, Mendoza, 1994 y la de Álvarez, Yamile, “En torno a los orígenes del peronismo mendocino”, en Macor, Darío y César Tcach, La invención del peronismo en el interior del país. Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2003, pp. 365-383. 

[7] Luna, Félix, El 45, De Bolsillo, Buenos Aires, 2005, pp. 166-167.

[8] Picallo había sido delegado por Mendoza ante la Convención Nacional de la UCR en 1934 y participado de las internas partidarias de 1936. También había ocupado el rol de apoderado de la organización en el sur provincial en las elecciones de enero de 1941. En el archivo fotográfico del Archivo General de la Nación se puede ver una fotografía en donde Picallo es protagonista que en su reverso afirma que se trataba de los “Primeros encuentros Pro Perón, 1944” (c. 3148 – inv. 108113). Este documento podría sugerir que fue uno de los primeros seguidores locales de quien luego sería consagrado presidente. Sin embargo, el agregado en lápiz no es prenda de verdad histórica: la fecha de 1944 podría haberse colocado años después al calor de las luchas facciosas y con el objetivo de certificar que Picallo era de los dirigentes ‘de la primera hora’.

[9] Hemeroteca Mayor de la Biblioteca General San Martín (En adelante HMBGSM). Discurso transcripto en Los Andes, 20/02/1945.

[10] HMBGSM. Discurso transcripto en Los Andes, 20/02/1945. Con Picallo asumió un equipo de dirigentes radicales.

[11] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 23/02/1945.

[12] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 24/02/1945.

[13] HMBGSM. Resolución publicada en Los Andes, 22/03/1945.

[14] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 25/03/1945.

[15] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 25/03/1945.

[16] HMBGSM. Decreto publicado en Los Andes, 28/03/1945.

[17] HMBGSM. Manifiesto publicado en Los Andes, 01/05/1945.

[18] Cherubini era hombre de leyes, había sido diputado provincial por el radicalismo en el último período antes del golpe de Estado y director del periódico de orientación partidaria Diario de Mendoza en 1943.

[19] Sobre las pragmáticas de legitimación de la acción ver Cerutti, Simona, “Histoire pragmatique, ou de la rencontré entre histoire sociale et histoire culturelle”, en Tracés. Revue des Sciences Humaines, N° 15, 2008, pp. 147-168.

[20] HMBGSM. Resolución publicada en Los Andes, 06/05/1945.

[21] HMBGSM. Declaración publicada en Los Andes, 03/06/1945.

[22] Una noción multívoca de los contextos históricos en Revel, Jacques, Un momento historiográfico. Trece ensayos de historia social, Manantial, Buenos Aires, 2005. Ver nota 53 para un desarrollo de las nociones funcionalistas de contexto histórico.

[23] La antropología de la política aporta herramientas útiles para captar la dimensión vivida y cotidiana de los conflictos que tienen lugar en el mundo de la política. Ver Kuschnir, Karina, O cotidiano da política, Ed. Zahar, Rio de Janeiro, 1999.

[24] HMBGSM. Listas de candidatos publicadas en Los Andes, 28/02/1943.

[25] Entre los más notorios: Ramiro Podetti, Héctor Gailhac, Francisco Giménez Vargas, Enrique Cherubini, Salvador Pujol, Lorenzo Larraya, los hermanos Carlos y Alejandro Mathus Hoyos, Ángel Cremaschi, José Federico Moreno, Rafael César Tabanera, Salvador Catapano Carbone, Pedro Segura, Roberto Mosso Furlotti, Antonio Camardella, Mario Guido Moreschi, Alberto Saá y Roque Pichetto. Los Andes, 22.07.1945. Soler había sido concejal en la ciudad, diputado y senador provincial. Había presidido el Ateneo Lautaro que bregaba por la educación laica. Es muy posible que haya actuado en la masonería. Gailhac puede considerarse un referente de la UCR Tradicionalista ya en 1931. Larraya había participado como delegado en la Convención Nacional del radicalismo en 1934. Alejandro Mathus Hoyos se había desempeñado como auxiliar de contaduría de la provincia (1919), secretario de la gobernación (1923), subsecretario de gobierno (1926-1928), intendente de Guaymallén (1928), diputado provincial (1936-1939 y 1939-42) y convencional constituyente para la reforma de la Constitución Provincial (1943). Moreno, Segura y Pichetto habían participado en las internas de 1936. Tabanera había cumplido una importante tarea durante la unificación de las facciones radicales en los años treinta.

[26] HMBGSM. Declaración publicada en Los Andes, 22/07/1945.

[27] Las municipalidades quedaron a cargo de José Ramón Balmaceda en San Rafael, Mario Carra en San Martín, Eduardo Guiñazú en Luján de Cuyo, Luis Lugones en Tunuyán, Amadeo Tassi en Tupungato, Severino Maestrí en San Carlos, Miguel Ángel Centeno en Las Heras, Alberto Burgos en Junín, Leandro Della Santa en Santa Rosa, Bautista Aristegui en Rivadavia, Rafael García Guiñazú en Lavalle, Lelio Melli en Maipú, Humberto Moreschi en Godoy Cruz, Marcelo Ortiz en General Alvear y José Luis Moreno en Guaymallén. Otros dirigentes radicales ocuparon además la Dirección de Rentas, Vialidad Provincial, la Delegación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, policías departamentales y otros espacios. Los Andes, 16/08/1945.

[28] HMBGSM. Resolución publicada en Los Andes, 16/08/1945.

[29] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 18/08/1945.

[30] HMBGSM. Declaración transcripta en Los Andes, 30/07/1945.

[31] HMBGSM. Discurso transcripto en Los Andes, 06/08/1945.

[32] Un pasquín nacionalista local acotaba que la juventud “censura al cónclave de ancianos que mantienen […] una intransigencia que responde a la pragmática del malogrado Alem: ‘que se rompa pero que no se doble’”. HMBGSM. Crónica, 03/08/1945. El clivaje etario entre los grupos, de todos modos, podría no haber tenido real importancia. La caracterización de lo viejo y lo nuevo no necesariamente tenía que ver con la edad. De hecho, varios dirigentes que permanecieron en la UCR eran muy jóvenes.

[33] La desarticulación entre el liberalismo y la democracia estaba en juego como vía de construcción de un nuevo conjunto de sentidos políticos, como apuntó Ernesto Laclau en Política e ideología en la teoría marxista, Siglo XXI, Madrid, 1978. Sin embargo, en Mendoza no se atacaba abiertamente al liberalismo sino a una ‘sarcástica ficción de la democracia’ que había estado vigente, según se exclamaba, durante toda la década anterior. El mismo Perón, señaló Carlos Altamirano, “no dejó que dos consignas de la oposición civil, libertad y democracia, fueran patrimonio exclusivo de sus adversarios. Las hizo suyas y las volvió contra ellos: la libertad y la democracia eran ficticias sin el fundamento de la justicia social; el movimiento de junio buscaba la democracia y la libertad verdaderas”. Altamirano, Carlos, “Ideologías políticas y debate cívico”, en Torre, Juan Carlos (dir.), Los años peronistas, 1943-1955, Sudamericana, Buenos Aires, 2002, pp. 207-255.

[34] HMBGSM. Los Andes, 03 y 04.09.1945. Altamirano ha señalado que la reivindicación de Yrigoyen fue realizada por múltiples fuerzas en la contienda de 1945-1946. Altamirano, Carlos, 2002, ob. cit., p. 230.

[35] Algunos de los radicales que habían firmado el manifiesto del 1° de mayo se retractaron al ver que el partido se rompía, lo que refuerza la idea de que las opciones no fueron lineales y de que la política se hacía mientras se ejercía. Francisco Campati, por ejemplo, pidió que se retirara su nombre de la lista de adherentes al manifiesto. Explicó que lo había firmado porque creía que esa acción no importaría la división partidaria. HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 15/08/1945.

[36] La simultaneidad no fue casual. El acto municipal estaba programado para una semana antes y luego se cambió.

[37] Sobre las escenificaciones políticas en Mendoza durante el primer peronismo se puede consultar Garzón Rogé, Mariana, “Una mise en scène peronista provincial: discursos, imaginarios y performances del gobierno de Blas Brisoli en Mendoza”, en Macor, Darío y Cesar Tcach (eds.), La invención del peronismo en el interior del país. Tomo II, Editorial de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2013, pp. 359-393.

[38] HMBGSM. Cartel de convocatoria publicado en La Libertad, 26/08/1945.

[39] El Comité Provincia había dispuesto que sólo podrían exhibirse carteles autorizados.

[40] HMBGSM. Discursos transcriptos en Los Andes, 27/08/1945.

[41] HMBGSM. Discurso transcripto en La Libertad, 27/08/1945. El destacado es mío.

[42] HMBGSM. Discurso transcripto en Los Andes, 27/08/1945.

[43] HMBGSM. Discurso transcripto en Últimas Noticias, 26/08/1945.

[44] HMBGSM. La Libertad, 27.08.1945.

[45] Acerca de la producción de lo político, es decir, de lo político como algo que no conviene definir a priori, ver Berger, Mathieu, Cefaï, Daniel y Carole Gayet-Viaud, Du civil au politique. Ethnographies du vivre-ensemble, Peter Lang, Bruxelles, 2011.

[46] Tanto en la UCR Junta Renovadora (JR) como en la UCR (CP) militaban hombres que décadas atrás habían pertenecido al lencinismo (Alejandro Mathus Hoyos y Jorge Albarracín Godoy, por ejemplo). Las diferencias en la manera de hacer política que se observan en esta jornada del 26 de agosto de 1945 no son atribuibles al hecho de que un grupo proviniese (y otro no) del populismo vernáculo de los años veinte, el lencinismo, porque ambos habían estado vinculados a esa tradición. La posible relación entre las formas de hacer política en Mendoza y la experiencia lencinista debería ser objeto de un análisis específico y ciudadoso.

[47] La distinción entre ambas categorías es de Gaztañaga, Julieta, “¿Qué es el trabajo político? Notas etnográficas acerca de militantes y profesionales de la política”, en Cuadernos de Antropología Social, N° 27, 2008, pp. 133-153.

[48] Discurso transcripto en Los Andes, 10/09/1945. Este señalamiento de Marianetti era de oportunidad y no se corresponde con una verdad histórica. En otras provincias también amplios sectores radicales simpatizaban con el gobierno militar como ha quedado demostrado en numerosos trabajos de investigación recientes. Ver Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo. Actores y prácticas políticas, 1945-1955, Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 2010. Macor, Darío y César Tcach (eds.), La invención del peronismo en el interior del país. Tomo II, Editorial de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2013.

[49] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 15/09/1945.            

[50] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 16/09/1945

[51] HMBGSM. Solicitada publicada en Los Andes, 18/09/1945. En esas ocasiones de coraje desmesurado la racionalidad instrumental (la idea de que los hombres sólo calculan costos y beneficios) muestra todas sus falencias como herramienta para comprender las realidades sociales. Las acciones riesgosas de la vida política, tal como retarse a duelo por una declaración, exigen ejercitar conceptualizaciones más comprensivas en torno a la perspectiva de los actores y los sentidos situados con los cuales revisten sus acciones. Craig Calhoun interpretó (sobre manifestaciones estudiantiles en la plaza de Tiananmen) cómo se tornan posibles ciertos “actos de coraje desmesurado”. Calhoun, Craig, “The Problem of Identity in Collective Action”, en Huber, Joan (ed.), Macro-Micro Linkages in Sociology. Sage Publications, 1991, pp. 51-75.

[52] El concepto de “tiempo de la política” ha sido desarrollado por la antropología de la política desarrollada en Brasil en las últimas décadas y sirve para reflexionar de manera comprensiva sobre los procesos electorales como recortes sociales del tiempo que dan forma a la vida cotidiana de las personas. Ver, entre otros trabajos, Heredia, Beatriz y Moacir Palmeira, “O voto como adesão”, en Teoria e Cultura, N° 1, 2006, pp. 35-58.

[53] Sobre la formación del Partido Peronista en Mendoza y sus primeros años de vida se pueden consultar los siguientes trabajos: Garzón Rogé, Mariana, “La experiencia formativa del Partido Peronista en Mendoza, 1946-1949”, en Aelo, Oscar (comp.), Las configuraciones provinciales del peronismo: actores y prácticas políticas 1945-1955, La Plata, Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, 2010, pp. 177-207. Garzón Rogé, Mariana, “Prácticas políticas en la construcción del Partido Peronista, 1946-1948”, en Estudios Sociales, N° 42, Santa Fe, 2012, pp. 91-118.

[54] Cortázar, Julio, Cartas, 1937-1954, Alfaguara, Buenos Aires, 2012, pp. 228-231.

[55] Garzón Rogé, Mariana, “¿“Hermosa, optimista y rosada ficción”? La obra del coronel Perón desde la perspectiva de una federación obrera mendocina”, en Revista ASET - Estudios del trabajo, N° 39/40, 2010, pp.135-156. Garzón Rogé, Mariana, “Antifascistas y política en la dimensión local. Mendoza, 1943-1945”, ponencia presentada en el Primer Encuentro sobre Género y Trayectorias Antifascistas, Universidad Nacional de La Plata, 2013.

[56] Para Quirós, en su etnografía de la política vivida contemporánea, tanto el economicismo como el moralismo son variantes de una explicación teleológica “en la medida que ambas comparten la presunción del origen y continuidad de los vínculos y/o acciones en cuestión residirían en algo -material, económico, moral, político- que las personas buscarían y/u obtendrían (recursos de subsistencia, reconocimiento, capital social, político, simbólico, reputación, pertenencia, empoderamiento, resistencia, identidad, poder, etc.). Sea como necesidad “material” o como necesidad “simbólica”, lo que está siendo privilegiado es un tipo de acción con arreglo a fines y a valores”. Quirós, Julieta, 2011, Ob. cit., p. 275.

[57] Esa es una noción funcionalista del contexto en la que los ajustes que dan coherencia al conjunto de las acciones se realizan de manera automática. Jacques Revel apuntó que una noción no funcionalista del contexto se diferencia de: 1. los usos retóricos del contexto (allí se lo presenta para producir un efecto de verdad alrededor del objeto de investigación), 2. los usos argumentativos del contexto (allí se lo presenta como el marco evidente dentro del cual una realidad encuentra su lugar) y 3. los usos interpretativos del contexto (cuando ofrece las razones generales para comprender situaciones particulares). Revel, Jacques, 2005, ob. cit., p. 52.