PASTOREO
TRASHUMANTE A COMIENZOS DE UN NUEVO SIGLO: SU VIGENCIA EN SANTA ROSA DE LOS
PASTOS GRANDES (DEPARTAMENTO DE LOS ANDES, SALTA)
Sebastián Abeledo*
Introducción
Uno de los temas
más tratados en el estudio de sociedades especializadas en el pastoreo en los
Andes ha sido la movilidad, aspecto que ha llegado a formar parte de su misma definición
conceptual. La mayoría de los trabajos y análisis comparativos sobre la materia
se han encargado de las diversas formas con las que se enfrentan las variaciones en el tiempo y en el espacio de
los recursos más importantes para el ganado, en los que se ha podido constatar que existen importantes diferencias
relacionadas con las singularidades ecológicas de la geografía andina. Las condiciones naturales de
crecimiento, dispersión y disposición altitudinal de las pasturas en
determinados momentos del año y la composición demográfica y en especies de los
rebaños, resultan fundamentales para entender las variaciones significativas
que pueden darse. Pero para definir de manera precisa las particularidades de
la movilidad pastoril no basta con
remitirse al marco ambiental.
La perspectiva de referencia
del presente trabajo parte de la concepción corriente de la movilidad pastoril
como una forma de adaptación a ambientes con vegetación escasa, pero
incorporando al problema elementos sociales externos al pastoreo que también marcan
los momentos y la organización de los movimientos. En este sentido, la
movilidad no puede reducirse a una mera respuesta adaptativa a determinadas
condiciones naturales, sino que además constituye un acto social[1]
en el que cuestiones como la organización de los grupos domésticos, los
mecanismos de acceso a pasturas, la disponibilidad de mano de obra, las posibilidades
de acceso al mercado, la monetización de las economías domésticas y distintos
grados de relación con estructuras estatales, entre otros, constituyen elementos
de peso a la par de diferentes factores social y culturalmente importantes. Debido
a su especialización económica, los pastores deben establecer
distintas relaciones con el
“mundo de afuera”[2]
para obtener bienes y productos que consideran necesarios. Por ello, prestaremos especial atención a la estrecha
interrelación que puede existir entre las técnicas trashumantes, otras estrategias
económicas complementarias y la incidencia del Estado en el modo de vida
pastoril.
En este trabajo nos
proponemos estudiar las estrategias de movilidad de los pastores de una
localidad de la Puna de Salta en el Noroeste Argentino[3]
analizando aspectos que se relacionan con las particularidades de la ecología
puneña, considerando el conjunto de condicionantes e imperativos generados por
procesos ajenos a la dinámica intrínseca del pastoreo propiamente dicha que
también la influyen. Para responder al objetivo de nuestra indagación, describiremos
de manera detallada una forma de movilidad pastoril propia del sector más árido
de los Andes meridionales, latitudes menos estudiadas en este sentido en
comparación a la sierra sur peruana y el altiplano boliviano. Desde su
especificidad, Pastos Grandes presenta características comunes a otros grupos
de pastores de las tierras altoandinas, pero también particularidades propias
que aportan al conocimiento, comparación y discusión de este modo de vida en
los Andes. En el caso se destacan la importancia de la particular disposición y
recurrencia de las concentraciones de pasturas conocidas como vegas, presentes incluso en su centro poblado que se
emplaza a orillas de una de ellas. Específicamente, en la discusión incluiremos
la dinámica particular de las múltiples relaciones que los mismos pastores han
ido recreando, voluntaria o involuntariamente,
con instituciones estatales y sectores del mercado capitalista, poniendo
el acento en cómo estas, a su vez, afectan a la dinámica de la trashumancia
pastoril. La participación en otras actividades económicas
complementarias, exige
un esfuerzo de coordinación con el resto de las estrategias productivas que
componen el pastoreo. En este sentido, mostraremos las estrategias con las que
los pastores persiguen resolver las tensiones que emergen de este cuadro de
relaciones que llega a afectar la organización de los grupos pastoriles y los
patrones de movilidad. Esta perspectiva analítica nos ayudará a reflexionar de
modo preliminar sobre las posibilidades de articulación del pastoreo local con
otros modos de producción y los juicios de valor proyectados sobre este modo
vida contemporáneo.
La movilidad de los pastores
Las discusiones conceptuales reconocen que el pastoralismo constituye un “modo de vida” que comprende un continuo de estrategias económicas flexibles y específicas con un casi indefinido rango de variaciones[4]. De acuerdo a sus características singulares suele estar asociado a un tipo de economía que implica que la crianza de animales domesticados es una actividad “dominante”[5] en términos económicos, sociales y culturales. Uno de los resultados de esta forma de especialización comprende como estrategia al rasgo más notorio que define a las poblaciones pastoriles del nuevo y viejo continente: un alto margen de movilidad. Centrándose en el traslado o seguimiento de los movimientos propios de la conducta de cada especie, los seres humanos pueden criar, explotar e influir en la dispersión demográfica de los rebaños en un marco flexible de relaciones[6].
Los movimientos periódicos persiguen el óptimo aprovechamiento de forrajes acompañando los ciclos de la naturaleza en ciertos hábitats con vegetación escasa y/o dispersa. En regiones de alta montaña con condiciones ecológicas extremas, los movimientos se efectúan en distintos momentos de un año entre residencias ubicadas a diferentes niveles altitudinales donde se concentran los recursos para el ganado; movimientos que en virtud de su continuidad y repetición alcanzan a describir patrones dentro de un territorio con límites establecidos. Estos movimientos llegan a involucrar a todo el grupo familiar organizando las tareas de sus miembros y estructurándose a la par de otras actividades económicas y culturales.
Los
diferentes tipos de movilidad han dado lugar a la aplicación taxativa de
rótulos tales como nomadismo, seminomadismo y trashumancia[7]
que de todos modos, no logran captar la variedad de formas que adquiere el
pastoralismo móvil a lo largo del mundo. El concepto de nomadismo ha sido usado
para hablar de los movimientos de todo un grupo social organizado alrededor de viviendas
móviles en ausencia de asentamientos y
poblados permanentes.
En su forma más “pura” se definiría por la ausencia total de prácticas
agrícolas[8]. El término trashumancia originariamente ha sido empleado para
describir formas específicas
de pastoralismo propias de las tierras altas de Europa (p.e. Alpes,
Pirineos), definidas por
movimientos verticales y estacionales entre lugares fijos para explotar pasturas
de verano en la montaña y pasturas de invierno en tierras más bajas. Los
“trashumantes” en general poseen poblados estables con hogares permanentes, a menudo
practican la agricultura y suelen separar el ganado del grupo doméstico delegando
el cuidado a pastores de tiempo completo que también pueden ser ajenos a dicho
núcleo social.
En definitiva, la trashumancia enfrenta la
estacionalidad de recursos en contextos ambientales con
superficies de pastoreo espacialmente alejadas. Pero la escasez de vegetación de algunos ambientes áridos y/o de altura
específicos, impone, más bien, una doble movilidad. Existe primero una
movilidad local que se da casi a diario
durante todo el año para apacentar, cuidar el ganado y renovar lugares
de pastoreo. En segundo lugar, se encuentra la movilidad periódica o estacional
propiamente dicha. La
alternancia de una estación seca con una estación húmeda y la correlativa
disponibilidad oscilante de los pastos, obliga
los traslados tanto de personas como de animales a lugares más propicios.
En las tierras altas de los Andes la movilidad pastoril es muy variable.
Los primeros etnógrafos que la estudiaron en las punas andinas emplearon el
término trashumancia estacional o simplemente trashumancia[9]
al referirse a los cambios de residencia en cada estación del año. Sin embargo,
en los Andes no existe un patrón general al que pueda reducirse o simplificarse
la movilidad estacional. Las principales diferencias tienen que ver con la dirección
de los movimientos relacionados con la disposición altitudinal de distintos recursos
asociados a determinados momentos de utilización. Por ejemplo, se conoce que en
zonas de puna más húmedas de los Andes sur peruanos, las pasturas de base
húmeda conocidas como bofedales, suelen
aprovecharse en los meses de la estación seca desde los puestos de altura[10].
Pero también en la misma región, los bofedales pueden ser utilizados en las faldas
de los cerros, reservándose los pastizales verdes de las laderas altas para el
tiempo de lluvias[11].
Hacia el sur de los Andes centrales, en regiones más secas de la puna, pueden establecerse
otras comparaciones[12].
En la Puna de Jujuy (Argentina), durante
la estación seca los desplazamientos
suelen darse desde las residencias principales hacia puestos de
altura cercanos a vegas altoandinas[13]. Pero de modo inverso, en lugares
menos húmedos de la Puna de Atacama, como la Puna de Salta (Argentina), existen
casos en que los movimientos se realizan en esta misma estación hacia regiones
más altas pero en busca de praderas de secano, mientras que los trasladados hacia vegas en lugares mas bajos se dan en la
estación húmeda[14]. La variabilidad de los
desplazamientos puede apreciarse incluso en escalas geoambientales más
reducidas. Por ejemplo en Huancar (Jujuy, Argentina), existen patrones asociados
a dos ecozonas diferentes que difieren en los movimientos verticales: mientras
que en la estación seca las unidades domésticas de la serranía oriental de la
localidad se encuentran subiendo, las del sector occidental se desplazan hacia
abajo y viceversa[15]. Por su parte, en los Andes del norte
de Chile, los tipos de trashumancia de distintas zonas tampoco encuentran
regularidad sino que varían según las distintas combinaciones de formaciones
vegetales disponibles en cada territorio particular[16].
La distribución de las especies vegetales aprovechables
resulta muy importante, dado que la movilidad puede estar organizada sobre la
base de pastizales de diferentes calidades y ya no restringida a su
disponibilidad[17].
En ambientes que presentan una homogeneidad de pasturas más marcada como en la
comunidad de Cerrillos (Potosí, Bolivia), los
movimientos ya no persiguen pasturas de diferentes características
como en los casos que combinan áreas pantanosas con vegetación de altura[18]. Además de los condicionantes ambientales del
espacio andino, las diferencias de movilidad están relacionadas con factores
tales como las especies de animales pastoreadas. Por ejemplo, las alpacas, el
principal ganado en los Andes centrales, prefieren los pastos irrigados de altura
en los que permanecen durante casi todo el año[19].
Sin
embargo, los movimientos pastoriles no siempre guardan una modalidad vertical y
estacional[20];
e incluso existen registros de poblaciones pastoriles emplazadas en terrenos
ecológicamente uniformes donde no existen los patrones de trashumancia
asociados al pastoreo[21].
Pero la definición de la trashumancia pastoril tampoco se reduce simplemente a un problema de estacionalidades y alternancia de recursos, sino que también se relaciona con el nivel de importancia de las actividades agrícolas en la organización de la producción pastoril[22]. El mismo grado de desarrollo de la producción agrícola depende de las características físicas del ambiente y del manejo tecnológico que los pastores tienen a disposición, por lo que en las regiones puneñas más secas y áridas, se ve notablemente restringida a unos pocos forrajes y legumbres para uso estrictamente doméstico. Pero más allá del clima, los pastos, el ganado e incluso la agricultura, existen otros condicionantes externos que desde el punto de vista de la trashumancia deben ser considerados. La participación de los pastores en el mercado de trabajo capitalista resulta uno de ellos, ya que debe coordinarse con los tiempos y necesidades del resto de las estrategias pastoriles. Estas formas de intervención mercantil suelen estar subordinadas en distintos grados a las estrategias productivas que componen los calendarios de actividades rurales[23]. En el plano de las instituciones estatales, la incorporación de la educación obligatoria en ámbitos rurales puede incidir decisivamente en los valores culturales de una población de pastores y en sus prácticas trashumantes. Si se trata de un sistema escolar de características sedentarias y obligatorias, los conflictos que pueden producirse con una economía centrada en el pastoreo trashumante practicado por una población diseminada en el espacio se hacen evidentes. Ante estas situaciones, los pastores deben coordinar sus tiempos considerando la asignación de sus recursos de trabajo de acuerdo a la composición, desarrollo y fisonomía de sus grupos domésticos, factores que posibilitan y restringen opciones de movilidad diferenciadas.
Este breve marco de situación de la trashumancia en los Andes, en el que por supuesto faltan elementos y casuística a considerar, sirve de introducción para presentar las particularidades de las estrategias de movilidad pastoril en Pastos Grandes tal como se despliegan en la actualidad.
El
pueblo, sus parajes y el
pastoreo en la actualidad
Santa Rosa de los Pastos
Grandes se encuentra en la vertiente oriental cordillerana en el centro de la
región conocida como Puna de Atacama del Noroeste Argentino, dentro de la subárea circumpuneña. Al oeste de la
provincia de Salta, esta localidad de límites espaciales no precisados con
exactitud, limita al norte con el nevado Quewar y la localidad de Olacapato; al
sur, con Tincalayo en Salar del Hombre Muerto; al este, con los nevados de Cachi
y Palermo; y al oeste con el Abra de Quirón contigua a la localidad de Pocitos.
En términos administrativos pertenece a San Antonio de los Cobres, principal
núcleo poblacional y uno de los dos municipios del departamento de Los Andes[24].
Toda la localidad queda comprendida en los contextos ambientales de la
puna salada o desértica[25]
y presenta las características propias de
las alturas atacameñas, consideradas
habitualmente el sector más árido e inhóspito de las tierras altoandinas[26]. El
paisaje circundante se encuentra a una altitud promedio superior a los 4000 m,
y en su suelo accidentado de
relieve montañoso poblado de cerros y quebradas, se destacan serranías
separadas por depresiones que forman amplios valles con presencia de salares.
Como el ambiente puneño en general, se
define por las bajas temperaturas del invierno, escasas precipitaciones y la
baja productividad vegetal de sus suelos en los que no se hallan
componentes húmicos. El agua es más bien
escasa y las corrientes fluviales se forman a partir de deshielos estivales,
precipitaciones pluviales, granizos y nevadas. La vegetación, pobre y dispersa,
consiste más que nada en tolares, vegas y ciénagas[27]
que definen una alta variabilidad de los recursos críticos para la subsistencia
del ganado.
En Pastos Grandes las
precipitaciones pluviales se concentran en el verano en el lapso de diciembre a
marzo, y están sujetas a fluctuaciones extremas, mientras que en el resto del
año, no llueve siquiera una vez[28].
Según algunos informes, las medias pueden llegar a 85 mm[29].
Las sequías extraordinarias de algunos años por ausencia absoluta de lluvias
suelen tener consecuencias catastróficas. Es en este contexto climático riguroso
y de una fisiografía poco propicia para el desarrollo de la producción agrícola,
que un amplio número de familias pastoriles se dedica a la cría de rebaños
mixtos compuestos de llamas, cabras y ovejas.
Los humedales como las vegas y
bofedales, de notable importancia para la ganadería en los Andes, presentan una
gran heterogeneidad en función de diversos factores como la fisiografía, la altitud
y la salinidad de los suelos. Las vegas, en relación a los bofedales, predominan
y se concentran en el área de puna salada[30].
Son terrenos de base húmeda próximos a ríos o espacios inundables por
vertientes, donde las gramíneas forman cojines de aspecto característico. El agua que corre por ellas
generalmente es potable, y forman en el paisaje notables manchas de color verde
que interrumpen la monotonía de la aridez puneña[31].
Según Cabrera[32],
en las más altas de la “provincia altoandina” (entre los 4.400 hasta el límite
de vegetación) dominan las especias Oxychloe
andina y Distichia muscoides, mientras que en las
de la “provincia puneña” (entre 3.400 y los 4.500 msnm) Scirpus atacamensis, Juncus depauperatus, Plantago tubulosa
e Hypsela oligophylla. Como veremos, las
vegas juegan un rol fundamental de acuerdo a las oportunidades productivas ganaderas
y el establecimiento de circuitos de pastoreo.
Mapa N° 1. Ubicación de Santa Rosa de los Pastos
Grandes.
En todo el departamento de Los
Andes existen pocos poblados; relativamente pequeños- algunos de ellos corresponden
a centros mineros- están distribuidos por toda su extensión a distancias
variables de San Antonio de los Cobres. Estos pueblos están separados por áreas
de asentamiento muy disperso y espacios prácticamente desiertos en muchos casos
sólo habitados temporalmente. En las condiciones que presenta este medio físico
la disponibilidad estacional y esparcida de pasturas y aguadas que se
concentran en lugares puntuales del ambiente, estructura el característico
patrón disperso de las familias pastoriles de la localidad, similar al de otras regiones de la Puna Argentina.
En consecuencia, viven familias de pastores en toda la extensión del
departamento donde se encuentren agua y vegas, entre las que casi no existe presión territorial.
El pueblo de Pastos Grandes se
conecta con el centro urbano de San Antonio de los Cobres del que dista unos 70
km. a través de la ruta provincial N° 129, camino de tierra transitado
diariamente por camiones transportistas de las empresas mineras establecidas en
la zona. Entre las instituciones y servicios públicos se encuentran la
escuela[33],
un puesto sanitario y un centro vecinal. No cuenta con servicios estructurales
de agua corriente, energía eléctrica[34], telecomunicaciones,
antenas de radio ni redes de transporte público. En el pueblo casi todas las familias de la localidad poseen una
vivienda, y las que no residen de forma permanente lo visitan en ocasiones
especiales: reuniones de la comunidad, fiestas patronales, carnavales, para
acompañar el cuidado de los niños en edad escolar y en función de servicios
públicos como el puesto sanitario. Del mismo modo, por motivos como el cobro de
distintos salarios, jubilaciones y asignaciones del Estado en San Antonio de
los Cobres, la gente ocupa transitoriamente sus casas en el pueblo o se
establece en la de parientes cercanos.
La ocupación ganadera desempeña un rol central
en la vida social y cultural de la región, siendo además la principal actividad
económica desde el punto de vista doméstico. El pueblo se emplaza en los márgenes de la vega de Santa Rosa de los Pastos Grandes,
recurso clave para las actividades pastoriles de un número restringido de
familias. Su disposición es de norte a sur en una extensión algo superior a las
50 hectáreas siguiendo el curso del río Pastos Grandes que abastece a este
pastizal abundante en gramíneas verdes y es la única fuente de agua disponible
en el pueblo. En la mayor parte del invierno los ríos permanecen congelados y disminuye
el caudal de agua dejando inutilizables las vegas de la localidad, momento en
que los rebaños son trasladados a pasturas de estancias o puestos de
invierno en el campo y los cerros[35].
La mayoría de las familias pastoriles residen todo el año en sus casas y estancias
en los denominados parajes que
suelen ser identificados como lugar de origen, manifestando el marcado sentido
de pertenencia hacia los
hogares de campo.
Imagen N° 1: El pueblo y los
parajes con familias pastoriles de la localidad de Pastos Grandes.
Fuente: Elaboración
propia.
Como en otros poblados rurales
de la Puna Argentina y el altiplano andino, la unidad doméstica es la base de
la sociedad y desarrolla de manera relativamente autónoma todas las actividades
relacionadas con la producción, distribución, consumo, administración y reproducción
social. Las familias[36], como se describen a sí mismos los grupos
domésticos, están compuestas en un momento de su desarrollo por una familia
extensa, grupo integrado de tres generaciones que incorporan en su núcleo,
además de una pareja o una mujer soltera, a los hijos e hijas de las hijas[37].
En el campo, también es frecuente encontrar parejas de pastores de avanzada
edad solos, cuyos hijos ya se han establecido en el pueblo o han migrado a
otros poblados. También hay hogares matrifocales de mujeres con hijos a menudo de
diferentes padres y hogares conformados por un solo miembro masculino.
En Santa Rosa de los Pastos Grandes actualmente viven unas 250 personas agrupadas en 48 unidades domésticas, número que varía en función de sus traslados a los centros poblados de San Antonio de los Cobres, Campo Quijano o la misma capital de Salta. No existiendo un nivel de organización supradoméstico que ordene a las distintas familias, las decisiones sobre administración del ganado, recursos naturales, asignación de mano de obra familiar a trabajos asalariados y la obtención de prestaciones y asistencia estatal, son atribuciones exclusivas de cada grupo doméstico. Si bien no existen formas asociativas comparables a las comunidades de los Andes peruanos y bolivianos, el reciente reconocimiento jurídico en 2010 de la “Comunidad Andina de Santa Rosa de Los Pastos Grandes” podría replantear este aspecto a futuro, ya que aún se encuentra dando sus primeros pasos.
Un importante número de estas mismas familias también se dedica a la crianza y pastoreo de llamas, cabras, ovejas y al cuidado de unos pocos burros a los que no se les dedica mayores atenciones. Lamentablemente los censos ganaderos no precisan datos para la localidad. Muchas familias no poseen animales de las tres especies, hay haciendas[38] formadas por menos de 50 animales y algunas que superan largamente los 300. Puede estimarse provisionalmente que una hacienda considerada “normal” estaría compuesta por 80 llamas, 100 cabras y 60 ovejas. Cada familia pastoril define un territorio de pastoreo propio conformado por vegas, fuentes de agua y campos y cerros con praderas de pasto estacional sobre los que detenta un dominio privativo, excluyendo a personas y animales que no pertenezcan al grupo doméstico. Este dominio, al que se llega a través de derechos adquiridos por relaciones de parentesco, es reconocido por todas las demás familias. Sin embargo, en términos legislativos, la tierra que ocupan corresponde a terrenos fiscales, término de uso común para expresar que las tierras no tienen un dueño o propietario privado.
La cría de ganado conlleva a un grado de organización familiar y división del trabajo determinado para su cuidado y administración. En Pastos Grandes todos los miembros de las familias participan de la producción pastoril, incluyendo a ancianos y niños. Las mujeres son las encargadas del cuidado cotidiano del ganado, ayudadas periódicamente por los hombres que van a campear animales a los cerros cuando se alejan demasiado, son fundamentales cuando hay que mudar de residencia y toman un rol activo y protagónico en tareas puntuales como las señaladas y esquilas. Los niños y niñas, desde temprana edad colaboran en las distintas actividades pastoriles y son de gran ayuda en determinados momentos del año como el invierno, que encuentra a los pastores residiendo en los puestos de altura. Comparativamente las familias pastoriles representan algo más de la mitad del total, lo que define la importancia económica que continua teniendo el pastoreo en la localidad.
Cuadro N° 1: Unidades domésticas de la localidad de Santa Rosa de
los Pastos Grandes en función del lugar en que viven y desarrollan sus
actividades ganaderas.
UDs. |
Pastorean |
No pastorean |
Totales |
Viven en el pueblo |
9 |
20 |
29 |
Viven en el campo |
17 |
2 |
19 |
Totales |
26 |
22 |
48 |
Fuente: Elaborado a partir de información propia.
El total de las familias que pastorean (cuadro 1) se refiere a unidades domésticas individuales dedicadas directamente al cuidado y crianza de haciendas separadas. Práctimante todos los pastograndeños son dueños de animales, aún cuando los tengan al cuidado de parientes cercanos. Pero la mera propiedad de ganado no es lo que define cualitativamente a una persona o familia como pastores o criadores[39], sino sus prácticas pastoriles mediante el manejo de la hacienda. Como es de esperarse, aquellas que no se dedican directamente a la cría de ganado se radican de modo permanente en el pueblo donde encuentran cierta comodidad y acceso a los servicios que valoran, las posibilidades de trabajo, y por supuesto, la sociabilidad con vecinos y parientes. Por otra parte, casi la totalidad de las familias que viven en el campo se dedican al pastoreo. Uno de los casos de una familia que no tiene ganado en el campo, se dedica al cuidado de un campamento minero que funciona de manera intermitente; ellos son campamenteros en los momentos en que se suspenden las tareas mineras. El otro, es un hombre anciano que continúa viviendo en su paraje natal y ya no posee ganado a su cargo.
El destino de la producción pastoril está orientado principalmente al autoabastecimiento y no existen incentivos para producir excedentes para la venta comercial o el intercambio de productos pastoriles en alguna feria dada la inexistencia de mercados en la localidad. En todo caso, sí se aprovecha el acotado excedente cárnico para comerciar localmente con las familias que no tienen hacienda propia y para intercambiar en los viajes hacia los Valles Calchaquíes en los pocos casos en que aún se practican. Las lanas y tejidos tienen el mismo destino doméstico pero también se venden a intermediarios y tejedores asentados en San Antonio de los Cobres. Lo mismo ocurre con los cueros. En las labores dedicadas al tejido, otro aspecto de la economía local, colabora activamente todo el círculo familiar incluyendo a los hombres cuando se encuentran en el hogar.
En el presente, el grado de monetización de las economías domésticas es bastante significativo. Actualmente al menos hombres de unas 30 familias trabajan en las mineras de la localidad, actividad complementaria que más ingresos monetarios derrama en las economías domésticas. Los empleos públicos, el comercio local y la percepción de diversos planes nacionales de asistencia social también han ido ganando terreno en la región en las últimas décadas. Vistas como estrategias de adquisición de recursos monetarios, representan formas económicas alternativas al pastoreo.
Los pobladores de Pastos Grandes destacan como problema
importante a la falta de mano de obra en la producción pastoril que se hace
sentir
particularmente en meses de parición de los animales cuando se precisa mayor
atención. Es notable el éxodo definitivo de jóvenes que abandonan el
pastoreo hacia las localidades de San Antonio de los Cobres y Campo Quijano, “la juventud ya no quiere saber nada de la hacienda” dicen los
pastores. La falta de mano de obra también se relaciona con el desvío de fuerza
de trabajo masculina hacia el sector minero
de la zona que subsume este potencial productivo de los grupos domésticos.
La estrategia trashumante y el sistema de
asentamientos
Los pastores resuelven la
variación estacional de pasturas para el ganado implementando una estrategia trashumante
articulada en un sistema de asentamientos múltiples. En Pastos Grandes puede
reconocerse una combinación de componentes habitacionales de diferentes
características: la casa de campo,
la casa de pueblo y los puestos o estancias[40].
Esta
conformación en base a una residencia principal y asentamientos temporarios o
estacionales, a la que puede sumarse una residencia en el centro poblado, está
muy difundida en la región sur de los Andes[41]. Pero en Pastos Grandes tiene lugar una particularidad propia
del caso que nos lleva a considerar un aspecto fundamental de los tipos de
asentamientos pastoriles en la localidad. La mayoría de las familias pastoriles residen una buena parte del verano en
sus casas de campo localizadas en los
denominados parajes, generalmente en los márgenes de
vegas y a la entrada de quebradas cercanas a fuentes de agua, pastos y leña. La
otra parte del año, se trasladan con
sus ganados a sus puestos o estancias, tal
como los llaman los pastores, para
aprovechar las matas secas de pasturas de secano, pajonales y tolares.
Casi la totalidad de
estas familias también poseen una casa en el pueblo
que utilizan en distintas situaciones aun cuando no les esté permitido llevar su ganado a esa vega. Pero
también existen familias que a diferencia de la mayoría, tienen su casa principal en el pueblo y no en el campo e incorporan a la vega en sus circuitos de pastoreo a
partir de derechos heredados y/o adquiridos a través del parentesco. Estas
familias suelen pastorear sus llamas, cabras y ovejas supervisando su movilidad
y trasladándolas cuidadosamente a lugares permitidos y acordados con las demás
familias que también usan la vega del pueblo[42].
Además, también tienen puestos o estancias que se ubican a distancias variables de cada una
de las casas que poseen en el pueblo.
Por lo tanto, para un conjunto de
familias pastoriles esta casa en el pueblo
no es más que su casa principal, o dicho en otros
términos, es la casa principal en el pueblo. La presencia de una vega en el centro
poblado posibilita la concentración de varias familias de pastores, haciendo
que el sistema de residencias adquiera características bastante peculiares respecto
a lo reportado para los Andes centrales donde sí se ha observado la agrupación
de grupos domésticos emparentados alrededor de grandes bofedales que no
coinciden con los centros poblados[43].
Una clasificación de cada
tipo de asentamiento pensada desde el caso de Susques[44]
definía a las bases residenciales como asentamientos permanentes, y a los puestos
como estacionales y transitorios en función del tiempo de permanencia en
distintos momentos del año. Esta
clasificación podría conducir a asociaciones algo taxativas del tipo
casa/permanente, puesto/estacional o puesto/transitorio[45]. Además, en Pastos Grandes, la
categoría permanente es asignada a aquellas
familias o personas que no practican la trashumancia estacional y que habitualmente
permanecen en el pueblo. Aquí permanente, es
sinónimo de sedentario. Algunas familias pastoriles que tienen casa en el
pueblo, hacen un uso verdaderamente transitorio de ella en momentos claves como
fiestas patronales, reuniones comunitarias o en sus traslados a San Antonio de
los Cobres. También existen familias en el campo que se mueven en verano entre casas y puestos de distintas
vegas, por lo que no sería del todo correcto utilizar el término permanentes en el sentido propuesto anteriormente.
La estrategia trashumante en
Pastos Grandes está fuertemente centrada en el uso de vegas en períodos de
verano, cuando alcanzan su mayor crecimiento y desarrollo. Salvo casos
expecionales como la vega del pueblo, están controladas por familias
individuales o estrechamente emparentadas constituyéndose en un factor de
importancia crítica de todo el ciclo de trashumancia. En los meses restantes del
año, los pastores se trasladan a puestos o estancias que
se ubican a distintas distancias de las casas principales,
que pueden ir de los 30 minutos a un día o más si se camina trasladando el
ganado[46].
Aproximadamente, las distancias de las casas a los puestos pueden ir de los 2 a
los 8 kilómetros. Las casas de campo gozan de ubicaciones preferencialmente más
bajas a la vera de vegas y al reparo de cerros o quebradas, y están conformadas
por un conjunto de construcciones estructuralmente más complejas y elaboradas
que los puestos[47].
La infraestructura de los
puestos, que en general constan de una sola habitación o simplemente un pircado[48],
distan mucho de ser homogéneas. Algunos que estratégicamente son los más usados
están mejor preparados y equipados con enseres, pueden contar con más de una habitación
y hasta con fuegueros aparte.
Cada unidad
doméstica posee sus propios esquemas de
movilidad independientes decidiendo
de forma no sincronizada y relativamente autónoma cuándo y a qué puestos
trasladarse y cuánto permanecer en cada uno. La escasez de agua, uno de los grandes problemas de esta región y
principal factor determinante de la productividad y localización de las
pasturas, tiene una gran influencia sobre la movilidad. Pero además, entre las
situaciones decisivas que definen los traslados se valoran: 1) el estado de las pasturas o de algunas plantas específicas, su distribución y la oportunidad que
representan los pastos nuevos, 2) la
cercanía o escasez de fuentes de
agua, que implica costos energéticos muy elevados para las personas y
los animales, 3) la cantidad de mano de
obra disponible en la unidad doméstica, 4) la composición y el estado de los
rebaños y su disposición a cambiar de sitio, 5) disminución de
temperaturas y fríos intensos en terrenos muy abiertos o donde demora en llegar
el sol, 6) factores climáticos como
heladas, nevadas, lluvias o vientos fuertes.
Los días de permanencia en el puesto están supeditados, en primer término, a la cantidad, calidad y disposición de las pasturas, por lo que los pastores se cercioran con anterioridad que “haya pasto suficiente”. Pueden estar 2, 8, 15 días o hasta meses en un mismo puesto, e incluso existen lugares donde en ausencia de estructuras se duerme a la intemperie. La cercanía a fuentes de agua también es muy importante para decidir el destino y el tiempo de permanencia. Las casas reposan sobre ríos recorridos por vegas que bajan de quebradas, pero la mayoría de los puestos están a distancias considerables del agua para la hacienda. Para el transporte del agua de consumo humano que en algunos casos llega a hacerse a diario, se utilizan bidones y tachos que se cargan en burros o se procura que algún vehículo, dadas las posibilidades de acceso, provea de mayores cantidades. Cuando las cabras y ovejas están por parir o recién han parido (entre los meses de junio y agosto) se busca permanecer cerca de fuentes de agua para evitar la movilidad del ganado y las crías. En inviernos rigurosos se prefieren puestos calientes, resguardados del viento y del frío en quebradas o cerros “con más sol y menos viento”. En los ubicados a mayor altura llega antes la luz del día, por lo que se dice “son más calientes”. Los menos utilizados son “porque el sol demora mucho” y “son muy fríos” o se consideran muy alejados del agua. Otra de las razones para trasladarse las dan los animales, que muchas veces marcan insistentemente el momento y a qué puestos moverse. En general, en cada mudanza se traslada a todos los animales; no existen en la actualidad manejos separados y diferenciados por especie en este sentido. Los pastores acompañan los movimientos del ganado cuando “las llamas se van para el cerro, para el puesto” o se “vienen las ovejas y las cabras” buscando pasto de vega. Hay puestos a los que ya no van las personas pero sí frecuenta la hacienda, en los que el pastor circunstancialmente puede quedarse uno o dos días. Pueden pasar años sin visitarse puestos que sin embargo siempre son tenidos en cuenta, mientras que otros definitivamente ya no se usan. También pueden construirse puestos nuevos aunque esto no es para nada común en Pastos Grandes.
El trasladarse al puesto o el desplazarse entre cada uno de ellos es
algo que implica trabajo. Por lo común, cada familia echa mano de toda su
capacidad de trabajo disponible para transportar utensilios, mercaderías y
materiales indispensables. Esto depende de la composición demográfica del grupo
doméstico que puede variar circunstancialmente. De todos modos, los traslados
se completan en continuas idas y venidas a la casa
durante todo el ciclo. Además, especialmente cuando se trata de un puesto que no haya estado en uso por algunos años, es
necesaria su reparación y reacondicionamiento que comúnmente encaran los
hombres antes del traslado. Incluso, actividades rutinarias como el ir a la leña o al agua,
requieren de más trabajo debido a la mayor dispersión y distancia de estos
recursos. Por supuesto, para muchas de estas actividades también puede apelarse
a un círculo de parientes y amistades del que pueden obtenerse favores como
facilidades de transporte vehicular, participación activa para conducir la
tropa al puesto y colaboración por algunos días.
Algunas familias recurren a parientes y a la contratación de peones o puesteros[49] por carecer de fuerza de
trabajo familiar en momentos críticos de parición de la hacienda menuda[50].
Por distintos motivos como el éxodo de los jóvenes a poblaciones urbanas,
las migraciones laborales y las posibilidades de trabajo en el pueblo, las
personas que residen en el contexto rural de los parajes
cada vez son menos, hecho que se hace visible en las casas
abandonadas. A medida que en el grupo doméstico disminuye la fuerza de trabajo
y el esfuerzo reposa cada vez más sobre los hombros de pastores ancianos o directamente
en pastoras solas, la movilidad estacional tiende a reducirse y también tienden
a retraerse la movilidad diaria, y como consecuencia, el tamaño de los hatos.
El ciclo de movilidad
En suma, el conjunto de los traslados realizados
a lo largo de un año, conforma un ciclo de movilidad anual. En términos
generales, este ciclo de desplazamientos tiene dos partes marcadas por el
advenimiento de la época de lluvias y la irrupción de la época seca. La primera parte del ciclo en la
estación de lluvias (diciembre a marzo) se desarrolla
mayormente en las partes bajas
donde se hallan las
residencias principales. Esto es común para localidades pertenecientes a
la misma región, como Susques (Jujuy), donde se suele permanecer en las casas principales en los veranos de diciembre a marzo[51] y Huancar (departamento de Susques,
Jujuy), donde también se mantienen en esos meses entre las casas
principales y las estancias[52].
Analizado
en detalle, el período en el que los pastograndeños suelen permanecer en sus casas principales, no coincide exactamente con la época de
lluvias o verano (diciembre a marzo) sino que comienza algunos meses antes. En
Pastos Grandes el ciclo- no los desplazamientos- iniciaría en las casas principales, dado que desde la perspectiva trashumante
“el año siempre comienza en la casa”, aproximadamente
entre los meses de setiembre y octubre. Una vez que comienza a hacer menos frío, los cursos de agua se descongelan,
aumentan su caudal y en octubre comienza a “componerse
la vega”, momento del año que los pastores conocen como el inicio del tiempo de la vega. Para esta época, los animales empiezan a frecuentarlas más y las familias emprenden el retorno a sus casas principales o puestos cercanos a
ellas. Si bien los meses de mayo/junio marcarían el comienzo de
los movimientos, el período comprendido entre setiembre/octubre y aquellos
meses, no envuelve exactamente lo que podría entenderse como la fase sedentaria
del ciclo, puesto que algunas familias tienen más de una casa de
campo o puestos en las cercanías de vegas entre las que se desplazan
entre noviembre y marzo[53].
La segunda parte de este ciclo comienza aproximadamente en mayo, ya en la época de seca (abril a noviembre) e implica una mayor movilidad. Corresponde a la fase trashumante propiamente dicha en la que la familia comienza a migrar con el ganado a los puestos o estancias. Puede suceder que sea sólo una parte de la familia la que se traslada al puesto para aprovechar las oportunidades productivas[54]. En el pasado, en Pastos Grandes se practicaba un tipo de fragmentación del grupo doméstico en la que algunas personas permanecían en un puesto con una parte de la hacienda, mientras que el resto se quedaba en la casa o en otro puesto con el resto. Hoy en día, según afirman los pastograndeños, el tamaño de los hatos significativamente menor a épocas pasadas no justificaría esta práctica, y lo que es más, pocas familias disponen de la cantidad de miembros para llevarla a cabo. Los traslados a los puestos se dan entre los meses de marzo y junio, aunque la mayoría activan sus movimientos en mayo. Los pastores pasan algunas semanas en sus puestos sin tener contactos con otras personas; esto ocurre en los meses de más frío y sequedad cuando las pasturas de las vegas se encuentran cubiertas de hielo, con poca irrigación y no disponibles para el consumo de la hacienda. Los pastos estacionales considerados de calidad inferior al de las vegas, se encuentran más dispersos y su abundancia depende de las precipitaciones acontecidas en la estación húmeda de ese respectivo año. Si llueve mucho, especialmente en los meses de enero y febrero, puede que el pasto logre permanecer todo el invierno. Entre los pastos de lluvia se mencionan mucho la malva (Malvastrum nubigenum), yerba sal (Cistanthe salsoloides?), illinkuma (?) y peludilla (Bouteloua simplex). Cuando los pastos no abundan o comienzan a escasear, la hacienda también se alimenta de plantas como las añaguas (Adesmia horridiuscula) y pajas de diferentes especies (por ejemplo Stipa sp., Calamagrostis sp. y Festuca sp.). Es posible que las granizadas y nevadas, si no son muy fuertes, humedezcan la tierra y favorezcan el crecimiento de algunas especies vegetales como el chuchar (Sisymbrium lanatum). Los meses de agosto y septiembre son los meses más duros en términos del pastoreo, y es en este momento que comienza a sentirse severamente la merma de pasturas y se apoya la nutrición de la hacienda con forrajes de alfalfa y granos de maíz[55]. En el tránsito de estos meses comienzan a templarse más los días y desde setiembre muchas familias consideran indicado emprender el retorno a las vegas. Avanzado este mes sus animales “se vuelven” buscando pastos de vega que comienzan a liberarse de los hielos e inician su recuperación donde el agua empieza a fluir. Los pastograndeños extienden sus regresos hasta diciembre, pero la mayoría vuelve a sus hogares entre setiembre y octubre cuando aún no comenzó la época húmeda, dando inicio a un nuevo ciclo.
En general, los primeros traslados interestacionales suelen tener un sentido vertical con una variación altitudinal entre los 3900 msnm y los 4300 msnm para los puestos más altos. En contraste, en los cambios espaciales intraestacionales, es decir, dentro de los mismos períodos estacionales, predominan movimientos longitudinales.
En los años malos[56] pueden ocurrir dos cosas: que se incrementen los traslados, incluso a puestos que no son utilizados habitualmente, o que se reduzcan los desplazamientos debido a la ausencia de pasturas en el campo. En estos años, tanto en el pueblo como en el campo, se intensifica el uso de las vegas y la puesta en práctica de estrategias de control reproductivo del ganado como la castración de los machos reproductores y el sacrificio de crías que no llegarían a sobrevivir. En períodos de sequía, los pastores sufren a la par de la hacienda la falta de pasturas, se desmoralizan y manifiestan abiertamente la desilusión de ver morir su ganado.
Podemos aún realizar una observación más respecto de este
ciclo. Hemos visto que en Pastos Grandes es posible dividir el ciclo de
movilidad en dos partes. Pero en el período que más o menos corresponde
con la época de lluvias, a su vez, pueden distinguirse dos modalidades que
derivan del
lugar donde las familias comienzan su ciclo. La primera corresponde a
los que tienen su casa principal en el campo a la que se trasladan a la llegada de
la estación húmeda[57],
y la segunda a los que tienen su casa principal en el
pueblo y disponen de tierras de pastoreo en la vega. Aunque realmente
no alcanzan a determinar distintas formas de trashumancia, el centro poblado
como parte del ciclo de movilidad representa toda una peculiaridad para lo que
conocemos del pastoreo en los Andes.
Cuadro N° 2: Unidades domésticas pastoriles de la
localidad de Santa Rosa de los Pastos Grandes en función del lugar en que viven
y practican la estrategia trashumante.
UDs. |
Con movilidad |
Sin Movilidad |
Totales |
Casa principal en el pueblo |
7 |
2 |
9 |
Casa principal en el campo |
16 |
1 |
17 |
Totales |
23 |
3 |
26 |
Fuente: Elaborado a partir de información propia.
En primer lugar, cabe hacer algunas consideraciones comparativas a partir del cuadro 2. Las familias que viven en el campo, en promedio, tienen más puestos que las del pueblo. Aunque aún no hemos podido determinar con exactitud la totalidad de los puestos que corresponden a cada familia de la localidad, según nuestros registros[58], los pastores que viven en el pueblo poseen puestos en un rango de 0 a 5, de los que utilizarían en promedio 2 en cada ciclo. Los pastores que viven en el campo poseen de 2 a 13 puestos (muchos ya en desuso)[59] de los que utilizarían alrededor de 4 en cada ciclo. En proporción, algo similar ocurre con la cantidad de movimientos que se realizan en un año. Mientras que en el pueblo alcanzan un máximo de 5, una familia del campo puede completar hasta 8 movimientos que pueden ir en aumento. Por lo tanto, desde estos datos las distancias recorridas en cada ciclo son también mayores en el campo que en el pueblo, donde además relativamente “todos los puestos quedan cerquita”. Puede decirse incluso que la movilidad alcanza niveles más altos de lo expresado en estos párrafos, ya que muchos pastores al estar en sus puestos emprenden continuas idas y venidas a sus casas.
Aunque minimamente representados, los casos excepcionales de
sedentarismo en familias pastoriles tanto en el pueblo como en el campo,
merecen ser mencionados para conocer los mecanismos que se ponen en práctica y las
situaciones que obligan a ello. El caso de la familia
pastoril que vive en el campo y no practica la movilidad estacional (ver cuadro
2), es decir es permanente, corresponde a una
pareja de pastores viejitos que en
virtud de que sus todos sus hijos migraron fuera de la localidad, no disponen
de fuerza de trabajo, ayuda y colaboración para las demandas de ciertas tareas
pastoriles. Su pequeña hacienda permanece
todo el año en la vega de su paraje. En el
pueblo también hay familias
pastoriles permanentes que implementan diferentes
mecanismos para acceder a pasturas complementarias. Este es el caso de dos que encargan
el cuidado conjunto de sus llamas a un pariente. Además, una de ellas mantiene
un acuerdo con una familia que no
pastorea en la vega, mediante el que concede el uso de una casa de
campo consiguiendo en retribución el cuidado de sus cabras. La otra familia mantiene un acuerdo al cuidar
encargando sus cabras a otra a la que concede el uso de un puesto para que puedan
trasladarse al cerro en el invierno[60].
Tales serían los aspectos fundamentales que nos
permitirían hablar de un patrón general de movilidad para Pastos Grandes. Pero veamos ahora casos de trashumancia
en concreto para afinar algunas observaciones sobre sus variados aspectos y los efectos de otras actividades
que alteran su normalidad.
Ciclos
ideales de trashumancia en el pueblo y en el campo
Describir un ciclo de movilidad concreto es muy complicado ya que los circuitos van alternándose- y alterándose- de acuerdo a circunstancias particulares. En un buen año, puede que una familia sólo se traslade a un puesto con mucho pasto, mientras que al siguiente esa misma familia lo haga entre todos sus puestos. Estas variaciones nos hablan de la flexibilidad adaptativa de esta estrategia para hacer frente a situaciones como la escasez de pasturas. Pero esta flexibilidad tiene sus límites, y puede verse obstaculizada por períodos de sequía que desestabilizan los ciclos estrechando los espacios de opción llegando a suprimirlos por completo. Dado que en la mayoría de los casos los desplazamientos no suelen repetirse de modo constante, el término ciclo, en rigor, cubre un significado distinto al que pretendemos darle aquí. No obstante, los pastores suelen describir un ciclo de movilidad en abstracto a partir de lo que ellos hacen en promedio o de lo que harían en condiciones ideales. Estos ciclos ideales representan una posibilidad, la más probable, de que en un buen año se siga el circuito indicado. En los ciclos con los que trabajamos complementamos la información ideal con la de circuitos reales que pudimos registrar para los años 2008, 2009, 2010 y parte del 2011, por lo que representan una suerte de combinación resumida de toda la información que pudimos recolectar al respecto.
Caso 1: En la vega del pueblo. La familia que representa este caso se compone de los padres, sus hijos e hijas menores y un hijo de una de las hijas. Aun siendo una familia desarrollada de tres generaciones en su fase de dispersión, con hijos ya adultos que formaron sus propios hogares, los padres solo rondan los cincuenta años. La madre se encarga del cuidado de la hacienda durante todo el año mientras que su cónyuge hace más de un lustro trabaja en una de las principales empresas mineras de la zona cumpliendo un ciclo de 20 días de trabajo continuos y 8 días de descanso[61]. Cuatro de sus hijos aún se encuentran en edad escolar. El sistema de asentamientos que controla esta familia comprende la casa principal en el pueblo con acceso a la vega y 4 puestos o estancias de pastoreo. El ciclo anual de movilidad ideal puede describirse en el siguiente gráfico.
Imagen N°
2: Ciclo anual de
movilidad ideal de una unidad doméstica con casa principal en el
pueblo
Caso 2: En un paraje del campo. Esta familia desarrollada en tres generaciones, está compuesta por una madre sexagenaria, dos de sus hijas mayores de unos treinta años y otro hijo de alrededor de veinte años. Conviven también el cónyuge de una de las hijas con los hijos e hijas que tienen juntos, y los hijos e hijas de la otra que es soltera. Todos son pastores. El cónyuge de la hija trabaja también en la minería por temporadas, pero cuando no está ocupado se conchaba en trabajos ocasionales en el pueblo o hace lo mismo que el grupo familiar. Todos los hijos e hijas menores van a la escuela. El sistema de asentamientos de esta familia está compuesto por su casa principal en el campo y una casa en el pueblo. Pero además, comprende otras dos casas de campo: una que es herencia de un pariente emigrado a San Antonio de los Cobres que además dejó su hacienda al partir; y otra que es utilizada como puesto (actualmente casi en desuso), que había pertenecido a la madre de la pastora mayor de esta familia. Esta familia nos ha llegado a nombrar alrededor de 12 puestos o estancias de pastoreo. Aun cuando muchos no se usan, representan una posibilidad que nunca descartan retomar a futuro. Un ciclo de movilidad que más o menos vienen practicando en años recientes puede graficarse como sigue.
Imagen N°
3: Ciclo anual de
movilidad ideal de una unidad doméstica con casa principal en campo.
Estos dos casos ejemplares reflejan algunas características que planteamos en el apartado anterior. En primer lugar, en el campo se poseen más puestos y se mueven más que en el pueblo, o al menos es mayor la cantidad de movimientos. Para los pastores del pueblo, la necesidad de salir al puesto es mayor que en el campo, ya que en relación a las dimensiones de la vega son muchos los animales que pastorean allí. Es necesario supervisarlos para evitar el entrevero de las haciendas. Este problema en particular no existe en el campo, aunque puede suceder que en invierno se entreveren algunos animales de haciendas distintas.
Según la pastora del caso
1, en abril los animales “ya quieren salir al pasto”
y en cada jornada comienzan a dirigirse cada vez más hacia los puestos y sus pastoreos. Pero aunque siempre intenta iniciar
el traslado a sus puestos en ese mes, tal como consta
en el ciclo ideal descripto por ella misma, no siempre logra cumplir con sus
expectativas- ni con las de los animales-. La mayoría de las veces debe
acomodar el traslado al calendario escolar de sus hijos. En cambio, en el caso
2, para cumplir con las obligaciones escolares de los niños, las hijas adultas se
trasladan al pueblo para atender y cuidarlos mientras los demás se ocupan del
ganado en el campo. A pesar de las variaciones, algo que suele ser más constante en estos ciclos es el
primer puesto al que una familia decide
moverse, que también es el que más usan. En el caso 1 es el puesto Sepultura, el más alejado de la casa y con agua en sus cercanías.
Allí pueden permanecer hasta el mes de junio “si es que
hay para que coma la hacienda” o ir a otros puestos
prácticamente en desuso como Agüadita, que además- paradójicamente- no tiene agua. En junio puede trasladarse a Falda por algo más de un mes para luego dirigirse al alto, Agua de Zorro,
hasta agosto. Este último queda más cerca de la casa. En el mes de setiembre,
nuevamente instalada en Sepultura,
comienza a planear el retorno a su casa principal en el pueblo, ya que se “vienen las ovejas” a la vega. Para el caso 2, el primer movimiento a
los puestos que realiza esta familia se da
entre los meses de abril y mayo a Puesto Caliente,
un puesto con un microclima
muy favorable como- esta vez sí- lo valora su nombre. Pueden quedarse un
par de meses allí yendo y viniendo a Pinco incluyendo
alternativamente otros puestos como Falda Blanca
hasta agosto. En estos puestos altos no hay
agua, por lo que hay que trasladarla en burros cada 2 días desde Ciénega
Chica. Luego bajan a la vega de Redonda donde por
lo general se mueven con la hacienda a Cancha, la otra
casa donde pueden también pasar algunos
meses en el verano. Aún ya entrado noviembre, en pleno tiempo de la
vega, pueden mudarse unos cuantos días a Cancha
para que “descanse la vega de Redonda”.
Todo este cuadro pierde significancia en años malos,
ya que debido a la escasez de pasturas que se esperan encontrar en el campo y
en el cerro se mueven distinto. Esto pudo verse reflejado en el año
2010, dado que por la ausencia de lluvias en los dos veranos anteriores
(2008/2009 y 2009/2010) muchos no emprendieron sus ciclos, y los que lo
hicieron, tan sólo se movieron hacia un único puesto. En ese año, la pastora
del caso 1 permaneció solo unos días del invierno en el puesto Sepultura ya que “no había qué coma la hacienda”, y
luego se trasladó a la vega de su casa principal en el
pueblo. En el caso 2, cuando “hace años malos y no hay pasto en el campo”, se mueven menos entre los puestos y pueden pasar
el año redondo entre las casas de Redonda, Cancha y Chachas a la vera de sus vegas.
Una vez descripto el modo de vida trashumante de Pastos Grandes nos resta hacer una consideración preliminar sobre las diferentes actividades económicas complementarias e institucionales que involucran a los pastores e influyen y repercuten en esta estrategia. En esta consideración, dejaremos parte del análisis para futuras investigaciones enfocadas específicamente a esta cuestión.
Trashumancia, minería y la
incidencia del Estado: una consideración
Los trabajos que tratan el tema de la trashumancia en sociedades de pastores, toman a las estacionalidades climáticas y las condiciones limitantes del ambiente como punto de partida para hablar de los patrones de movilidad, y muchas veces es lo único que tienen en cuenta sobre sus diversas formas. Ciertamente, y como lo hemos visto, el ambiente es una variable de análisis muy importante, pero a los factores ambientales deben conjugarse otras dinámicas de orden social que también marcan los momentos y la organización de los movimientos.
Situando a la trashumancia dentro del conjunto mayor de las estrategias económicas adoptadas por las familias pastoriles de Pastos Grandes, observaremos un cuadro de relaciones hasta ahora no tan evidente. En la actualidad, los miembros que aportan al fondo familiar participan en diversas actividades para aumentar sus fuentes de ingresos monetarios combinando estrategias como la venta de fuerza de trabajo en las mineras de la zona, el empleo público, las actividades de comercio local y la percepción de diversas asignaciones y planes nacionales de asistencia social[62]. Cada una de estas actividades se rige por ritmos y fechas más o menos fijos en el curso de un año, y que una familia debe coordinar administrando los usos específicos de sus tiempos[63]. Para algunas familias el ganado ocupa un lugar inferior entre sus prioridades, mientras que el acceso al dinero resulta importante y hasta imprescindible, por lo que intensifican sus participaciones en estas actividades económicas. Sin embargo, para las familias que continúan pastoreando, el calendario marcado por el propio ciclo de movilidad anual es significativo, ante lo cual se torna necesario hallar un modo de integración. ¿Cómo puede verse este problema desde la estrategia trashumante?
En el presente, el trabajo asalariado en la minería de boratos se desarrolla prácticamente durante todo el año[64]. Su expansión productiva desde la segunda mitad del siglo XX viene provocando una fuerte reconfiguración del modo de vida pastoril que todavía no se ha resuelto. Pese a que el régimen de ciclos plantea períodos relativamente pautados que permiten predecir el retorno de los hombres, la minería se superpone a los tiempos pastoriles, llegando a afectar decisiones referidas al manejo trashumante del ganado que en muchos casos dependen de si hay hombres para concretar los movimientos. Cuestiones muy precisas como el momento decisivo en el que se resuelve el traslado a los puestos en invierno, son asuntos que suelen efectuarse en arreglo a esta actividad, e incluso acomodados a sus tiempos. Los primeros movimientos pastoriles no sólo exigen el traslado de la hacienda completa, también puede resultar necesario transportar cantidad de otros bienes y artefactos para lo que para algunas familias es conveniente esperar a que los hombres salgan de ciclo y disponer de su ayuda. Un joven pastor que trabaja en la minería nos hizo un comentario en relación a esto:
Es que no se va al puesto, ella [su esposa] me tiene que esperar para que la lleve [al puesto] que me largue el jefe, ahí cuando salgo me espera para que le traslade yo las cosas. No sale al puesto si no […] Cuando va a otro puesto, [me espera] para que haga las cargas, que cargue todo, las cosas con los burros, el agua, la mercadería […] (HR, 2011).
Las estrategias domésticas para procurase ingresos monetarios también incluyen relaciones con estructuras estatales. La imagen que los pastograndeños construyeron del Estado representado por los políticos de turno de pertenencia municipal y provincial es en gran parte, al menos desde épocas recientes[65], la de una fuente de extracción de recursos monetarios (asignaciones, planes y tickets) y materiales (bolsones de mercaderías, forrajes, combustibles, etc.). Esta relación signada por una actitud de consumo[66] es la principal fuente de ingresos económicos de muchas familias. Naturalmente, la variedad de recursos que conforman las jubilaciones, pensiones y asignaciones, en muchos casos no requieren contraprestación laboral alguna y permiten permanecer en el campo junto al ganado. No obstante, sí requieren del dominio de una serie de habilidades y relaciones sociales para su consecución y una migración periódica normalmente en los primeros días de cada mes para sus tramitaciones y cobros en San Antonio de los Cobres[67]. En momentos en los que hay que cobrar y es preciso mantenerse en el campo con el ganado, muchas personas optan por pedir ayuda a parientes o directamente contratan peones o puesteros a los que se les provee de hojas de coca, comida y se les retribuye con dinero y/o mercaderías.
En otro orden, sumado a las migraciones de los hombres
al sector minero y los traslados periódicos a propósito de las fechas de cobro,
debemos notar que los habitantes de Pastos Grandes se enfrentan a otro problema
básico de falta de mano de obra que interfiere directamente con el pastoreo
trashumante: la vinculación de los niños a la escuela. El calendario escolar se
desarrolla en período especial de verano de setiembre a mayo del año que sigue.
En primer lugar, ya hemos mencionado la importancia económica de los niños para
el cuidado de la hacienda. Pero la complicación mayor radica en que los niños
deben permanecer en el pueblo durante el ciclo escolar al cuidado de algún adulto
que inevitablemente debe pertenecer al núcleo doméstico cuando no se cuenta con
parientes cercanos dispuestos a cuidarlos en el poblado. Ante esta situación, los pastores han
elaborado dos tipos de respuestas que ya hemos mencionado. Una, practicada
comúnmente por familias del campo que tienen niños en edad escolar se refiere a
una forma particular de fragmentación del grupo doméstico. Como resultado de este solapamiento de
temporalidades, los pastores han ido fragmentando sus unidades domésticas
“perdiendo” por lo común mujeres- madres o hermanas mayores- que se trasladan a
la casa del pueblo para acompañar y atender
a los niños desviándose esta mano de obra de la producción pastoril. Es
decir, si los cambios espaciales
puntuales entre cada residencia se regían mayormente por motivos de
subsistencia del ganado, los pastores debieron incorporar otras razones
para moverse, esta vez al centro poblado, en períodos en que justamente el
pastoreo requiere de la activación del ciclo de movilidad. Aunque otra opción es dejarlos en la escuela
albergue, esto depende de la voluntad de los niños que prefieren evitar estar
internos. El
otro tipo de respuesta, similar a la tomada respecto de la minería, consiste en
reacomodar los tiempos trashumantes al calendario escolar. No son pocas las
familias que deciden ir al campo o al puesto “cuando salgan
los escoleros” modificando en varias semanas o aunque mas no sea en
días los tiempos de traslado a los puestos. Recordemos el ejemplo en el caso 1,
de la pastora que no siempre logra concretar su ideal de traslado a los puestos
entre los meses de abril y mayo, y comúnmente lo hacía “después que salgan los
chicos de la escuela”.
El cumplimiento de
estas actividades demanda mucho esfuerzo y la escasez de
mano de obra tiene una incidencia directa sobre los cuidados adecuados de los
animales y la efectivización de los traslados. En consecuencia, no pueden
aprovecharse de manera óptima los recursos a su disposición. Y lo que es más, las estrategias con las que hacen frente a
las estructuras estatales y capitalistas, no siempre aportan a favor de un
balance positivo en las evaluaciones y estimaciones que las familias pastoriles hacen de su situación. Quizás por estas
exigencias que, en suma, impactan sobre el modo de vida pastoril plagándolo de
contradicciones en su estructura interna, muchas personas consideran que el
criar hacienda es algo muy trabajoso que excede largamente los beneficios que
retornan en comparación con las posibilidades alternativas de consecución de
recursos monetarios a su alcance con las que puede prescindirse del pastoreo.
Reflexiones
finales
Luego de transcurrida la primera década del siglo XXI, investigaciones etnográficas recientes continúan mostrando que el pastoreo trashumante como forma de vida no ha perdido total vigencia en lugares de los Andes meridionales, donde sigue teniendo importancia económica, social y cultural. Teniendo en cuenta al entorno local, nuestro esfuerzo en este trabajo apuntó a mostrar de manera detallada una forma de trashumancia propia del sector más árido de las tierras altoandinas, situado en la Puna de Salta del Noroeste Argentino, incluyendo en el análisis las relaciones con el ambiente y los condicionantes externos a la estrategia pastoril propiamente dicha.
Aunque caracterizamos la movilidad pastoril de Pastos
Grandes como un sistema trashumante, se ha llamado la atención de que al
desplazarse todo el grupo doméstico sería más adecuado hablar de un sistema
seminómade[68].
En Pastos Grandes, como hemos visto, el sistema presenta variaciones en este
sentido ya que bien puede moverse todo el grupo o tan solo algunos de sus
miembros, y aun cuando consideramos correcta dicha observación, preferimos conservar
el término trashumante acorde a la terminología que viene usándose en los
estudios sobre movilidad pastoril en los Andes aquí citados. A diferencia de otros
lugares de los Andes en los que no abundan las vegas y bofedales, la trashumancia en Pastos Grandes
guarda estrecha relación con estas concentraciones de pasturas de un rol
protagónico en los circuitos de pastoreo. Además, estos humedales son
utilizados principalmente en verano, momento del año en que sus pastos alcanzan
un mayor desarrollo. Tendencias de este tipo, también pueden encontrarse
mencionadas en casos del norte de Chile[69].
Algo no muy común para lo
registrado en este sector de los Andes es la concentración de residencias
pastoriles alrededor de una de estas pasturas, que dio lugar a la conformación
de un pueblo habitado por pastores que establecen allí sus casas principales[70].
Esto lleva a una peculiar combinación de un modo de vida que mira hacía lo
urbano/sedentario, con un modo de vida de características esencialmente
trashumantes. Las observaciones comparativas de la movilidad de los pastores que
viven en el pueblo y en el campo muestran varias diferencias en la cantidad de
puestos que utilizan y disponen, los movimientos que practican y las distancias
recorridas. Si bien los pastores que viven en el pueblo continúan practicando la
estrategia trashumante, ya se han concretado casos de sedentarismo. Pese a
todo, estas variaciones no alcanzan a definir formas de trashumancia distintas.
Yendo más allá de las distancias recorridas y la periodicidad de los traslados que nos dan una muestra de la particular relación de los pastores con su ambiente, la inclusión de los condicionantes externos incorporó al análisis de la movilidad las dinámicas de algunos cambios que vienen atravesando a lo largo de este último siglo. Pudimos apreciar que las lógicas de movilidad, como acto social, también dependen de las estrategias de diversificación económica desarrolladas en contextos de relaciones de producción capitalistas y de influencia del Estado. Los efectos de las formas de intervención mercantil que buscan intensificar estas relaciones, subsumen la fuerza de trabajo al capital minero y provocan la ausencia de los hombres en la economía pastoril. A esto se suman las características del sistema escolar que entran en conflicto con una economía de características itinerantes, representando un límite infranqueable para los grupos domésticos dada su obligatoriedad. Los impulsos de orientación centrípeta que emanan de estas instituciones, dispersan a los miembros de las familias fuera de su grupo doméstico, dejando traslucir cierta conflictividad con los requerimientos centrífugos del pastoreo que buscan concentrar mano de obra para las ocupaciones ganaderas. Los pastores han respondido a estas situaciones principalmente de dos maneras: reacomodando sus tiempos trashumantes y fragmentando los grupos domésticos. De esta forma cumplen con las obligaciones institucionales de una “vida instruida” y, además, echan mano de lo que entienden como beneficios de una “vida moderna”, manteniendo dentro de ciertos límites un modo de vida pastoril trashumante.
La forma en que la economía vernácula se articula con otras estrategias
resume la capacidad de flexibilidad que tienen los pastores de complementarse
con otro sistemas económicos. Pero esta articulación conlleva un cambio en el
modo cultural de interpretar sus beneficios. Desde su propia racionalidad, los
pastograndeños juzgan imprescindible y en sus deseos llegan a privilegiar la
ganancia monetaria por encima de las actividades pastoriles, sobre todo los
jóvenes que ya no continúan con el pastoreo. Pero en Pastos Grandes, ¿es
posible afirmar que la economía pastoril ha sido efectivamente “subordinada” a
la participación en el mercado, al asistencialismo estatal y a sus
instituciones?
En particular, hablar de subordinación puede sonar exagerado. Si bien
es innegable la importancia de estas instituciones en la vida de Pastos Grandes,
es necesario un mejor entendimiento de los modos en que, especialmente los
pastores, modificaron aspectos de sus mecanismos productivos sin comprometerlos
del todo. Para las familias que continúan pastoreando los grados de
flexibilidad de sus prácticas y los intentos de mantener en equilibrio las
relaciones entre los demás componentes de sus actividades productivas y obligaciones
institucionales, condujo a la elaboración de respuestas estratégicas que, si
bien no evitan del todo la subordinación del pastoreo trashumante a ellas,
persiguen no comprometerlo y mantenerlo dentro de los márgenes posibles.
Aunque para comprender mejor las relaciones de los pastores con el
“mundo de afuera” que influyen a la trashumancia en la actualidad se hizo
necesario un tratamiento analítico por separado, entendemos que en definitiva,
estamos hablando de distintas lógicas productivas que forman parte de una misma
organización social de la producción de los pastores pastograndeños. Sin
embargo, el resultado de esta síntesis que proponemos, no debería esconder la
contradicción específica siempre latente que se expresa, no solo en el plano de
la trashumancia propiamente dicha, sino también, entre el constante despliegue
de relaciones sociales capitalistas y la influencia del Estado, y la estructura
del pastoreo como modo de vida. En contextos donde el valor
cultural del pastoralismo comienza a denigrarse[71]
la dinámica
contradictoria acarrea también una alta conflictividad con los valores
culturales de la sociedad mayor que no se limita al terreno de las decisiones
económicas. En la mirada de la sociedad proyectada a través
de escuelas, medios masivos de comunicación y empresarios mineros, los pastores
trashumantes contemporáneos son apreciados como marginales y atrasados. En el
mejor de los casos, se los observa con una actitud paternalista y como el
relicto de un pasado que no tiene lugar de desarrollo en el mundo actual. Los
jóvenes son constantemente alentados a abandonarlo, a continuar con sus
estudios fuera de la localidad y a emprender una carrera laboral sea en una
minera local o migrando a aglomerados urbanos. En la trashumancia se consensan
variados aspectos de la vida social y cultural de los pastores pastograndeños, por
ello, la necesidad de
estudiar también sus lógicas culturales y el marco ideológico como fuerzas
sociales que embeben la racionalidad de las prácticas trashumantes de los
pastores puneños del Noroeste Argentino es materia urgente de futuros ensayos.
Ingresó: 27 de marzo de 2012
Aceptado: 26 de setiembre de 2012
Pastoreo
trashumante a comienzos de un nuevo siglo: su vigencia en Santa Rosa de los
Pastos Grandes (departamento de Los Andes, Salta)
Resumen
En este trabajo
nos proponemos estudiar las estrategias de movilidad de los pastores de Santa
Rosa de los Pastos Grandes, una localidad de la Puna de Salta en el Noroeste
Argentino. Para ello describimos de manera detallada sus características y
particularidades, poniendo el acento en cómo afectan a su dinámica las múltiples relaciones
que los pastores sostienen con instituciones estatales y sectores del mercado
capitalista. Desde esta perspectiva analítica elaboramos una reflexión
preliminar sobre las posibilidades de articulación del pastoreo local con otros
modos de producción y los juicios de valor proyectados sobre este modo vida
contemporáneo.
Palabras claves: Modo de vida pastoril; Pastoreo trashumante; Ciclos de movilidad; Estrategias económicas complementarias
Sebastián Abeledo
Pastoralism
at the beginning of a new century: its validity in Santa Rosa de los Pastos
Grandes (departamento de Los Andes, Salta)
Abstract
In this paper we propose to study the mobility strategies of herders of
Santa Rosa de los Pastos Grandes, a town of the Puna de Salta in northwest Argentina.
We describe in detail its characteristics and particularities, with emphasis on
how affect its dynamics the multiple relationships that herders hold with state
institutions and sectors of the capitalist market. From this analytical
perspective we developed a preliminary reflection on the possibilities of articulation
local pastoralism with other modes of production and the projected value
judgments about this contemporary way of life.
Keywords: Pastoralist way of life; Transhumance;
Mobility cycles; Complementary economic strategies
Sebastián Abeledo
* Licenciado en Ciencias Antropológicas. Becario doctoral Conicet.
Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras.
Universidad de Buenos Aires. Argentina.
[1] Galaty, John G. y Douglas L. Johnson, “Introduction: Pastoral Systems in
Global Perspective”, en J. G. Galaty y D. L. Johnson (eds.), The World of Pastoralism. Herding Systems in Comparative Perspective, The
Guilford Press, New York, 1990, pp. 1-32.
[2] Khazanov, Anatoly, Nomads and the Outside World, The
University of Wisconsin Press, Madison, 1994.
[3]
Nos remitiremos específicamente a la movilidad estacional de los pastores
aunque cabe aclarar que en dicha localidad, la estrategia trashumante forma parte de un conjunto de otras prácticas de movilidad a las
que no nos referiremos, como las caravanas de intercambio, los traslados hacia
las mineras, diversos viajes temporales a otros pueblos y localidades, etc.
[4] Khazanov, Anatoly, 1994, ob.cit., p. 32.
[5] Galaty, John G. y Douglas L. Johnson, 1990, ob.cit., p. 2.
[6] Núñez, Lautaro y
Tom Dillehay, Movilidad
giratoria, armonía social y desarrollo en los Andes Meridionales: Patrones de
Trafico e interacción económica, Universidad Católica del
Norte, Antofagasta, 1995, p. 155.
[7] Galaty, John G. y Douglas L. Johnson, 1990 ob.cit., p. 22.
[8] Khazanov, Anatoly, 1994, ob.cit., p. 19.
[9] Flores Ochoa, Jorge A., “Pastores de alpacas en los Andes”, en J. A. Flores Ochoa (comp.), Pastores de Puna. Uywamichiq punarunakuna, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1977, pp. 14-49. Custred, Glynn, “Las punas de los Andes centrales”, en J. A. Flores Ochoa (comp.), 1977, ob.cit., pp. 55-85. Merlino, Rodolfo J. y Mario A. Rabey, “El ciclo agrario-ritual en la puna argentina”, en Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, N° 12, Buenos Aires, 1978, pp. 47-70; etc.
[10] Flores Ochoa, Jorge A., 1977, ob.cit.
Custred, Glynn, 1977, ob.cit. Orlove, Benjamin S., “Native Andean Pastoralists:
Traditional Adaptations and Recent Changes”, en P. Salzman (ed.), Contemporary Nomadic and Pastoral Peoples: Africa and
Latin America. Studies in Third World
Societies N° 17,
Williamsburg/Virginia, 1981, pp. 95-136.
[11]
Palacios Ríos, Félix, “Bilateralidad y propiedad en una comunidad de pastores”, en J. A. Flores Ochoa
(comp.), Llamichos y paqocheros. Pastores de llamas y
alpacas, Centro de Estudios Andinos,
Cuzco, 1988, pp. 179-190.
[12] En el Noroeste Argentino, la región puneña comúnmente es dividida en dos sectores: la Puna de Jujuy, que comprende los departamentos de Rinconada, Cochinoca, Santa Catalina y Yavi en esa provincia; y la Puna de Atacama, de mayor extensión que la anterior, que comprende el sur de Jujuy (departamento de Susques), el oeste de Salta (departamento de Los Andes) y el norte de Catamarca (departamento de Antofagasta de la Sierra). La primera, más húmeda, coincide con la zona ambiental denominada puna seca; mientras que la segunda, más seca y con mayor presencia de salares, es conocida también como puna salada o desértica.
[13] Merlino, Rodolfo J. y Mario A. Rabey,
1978, ob.cit. Merlino, Rodolfo J. y Mario A. Rabey, “Pastores del altiplano
andino meridional: religiosidad, territorio y equilibrio ecológico”, en Allpanchis, N° 21, Cuzco, 1983, pp. 149-171.
[14] Abeledo, Sebastián,
Los pastores de la altura. Una mirada evolutiva de
la vida en la Puna de Atacama, Tesis de licenciatura, Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires, 2008.
[15] Göbel, Bárbara, “La arquitectura del pastoreo: Uso del espacio y
sistema de asentamientos en la Puna de Atacama (Susques)”, en Estudios Atacameños, N° 23, San Pedro de
Atacama, 2002, pp. 53-76.
[16] Gundermann, Hans K., “Ganadería aymara,
ecología y forrajes: Evaluación regional de una actividad productiva”, en Chungará, N° 12, Arica, 1984, pp. 99-124.
[17] Custred, Glynn, 1977, ob.cit.
[18] Nielsen, Axel, “Competencia territorial y riqueza pastoril en una comunidad del
sur de los Andes centrales (Dpto. Potosí, Bolivia)”, en D. Elkin, C. Madero, G. Mengoni Goñalons, D. Olivera, M. C. Reigadas
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Vol.2, Universidad
de Buenos Aires-Grupo Zooarqueología de
Camélidos, Buenos Aires, 1996,
pp. 67-90.
[19] Orlove, Benjamin S., 1981, ob.cit.
[20] Inamura, Tetsuya, “Relación estructural
de pastores y agricultores en las fiestas religiosas de un distrito”, en J. A.
Flores Ochoa (comp.), 1988, ob.cit., pp. 203-214.
[21] West, Terry L., “Rebaños familiares y
propietarios individuales: ritual ganadero y herencia entre los aymara de
Bolivia”, en J. A. Flores Ochoa (comp.), 1988, ob.cit, pp. 191-201.
[22] Flannery, Kent V., Joyce Marcus y
Robert G. Reynolds, The Flocks of the Wamani:
A Study of Llama Herders of the Punas of Ayacucho, Peru, Academic
Press, San Diego, 1989. Webster, Steven, “Native Pastoralism in the South
Andes”, en Ethnology, Vol. 12, N° 2, 1973, pp.
115-133.
[23] Platt, Tristan, “Calendarios tributarios e intervención mercantil. La articulación estacional de los ayllus de Lípez con el mercado minero potosino (Siglo XIX)”, en O. Harris, B. Larson y E. Tandeter (eds.), La participación indígena en los mercados surandinos: Estrategias y reproducción social. Siglos XVI a XX, Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, La Paz, 1987, pp. 471-557.
[24] El otro es el Municipio de Tolar Grande.
[25] Ubicada en el extremo sur de
los Andes centrales, la puna salada o desértica comprende porciones del sudoeste boliviano, del
noreste chileno y del noroeste argentino.
[26] Troll, Carl, Las culturas
superiores andinas y el medio geográfico, Publicaciones del
Instituto de Geografía, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1958.
[27] Braun Wilke, Rolando, Plantas de interés ganadero de Jujuy y Salta,
noroeste argentino, Universidad
Nacional de Jujuy, Jujuy, 1995.
[28] Los habitantes de Pastos Grandes suelen reconocer sólo dos estaciones, a saber: invierno y verano.
[29] Según Braun Wilke, Rolando, 1995, ob.cit.
[30]
Castro
Lucic, Milka, “Llameros de puna salada en los Andes del norte de Chile”, en J.
Flores Ochoa y Y. Kobayashi (eds.), Pastoreo altoandino.
Realidad, sacralidad y posibilidades, Editorial Plural-Museo
Nacional de Etnografía y Folklore, La Paz, 2000, pp. 85-109.
[31] Vilela, Cesar R., Descripción
Geológica de la hoja 6c, San Antonio de los Cobres. Carta Geológico-Económica
de la Republica Argentina, Dirección Nacional de Minería y Geología,
Buenos Aires, 1969.
[32]
Cabrera, Ángel L., Regiones fitogeográficas argentinas, Editorial ACME, Buenos Aires, 1976.
[33] Fue fundada en el año 1907. En la actualidad, la educación corriente comprende desde pre-jardín hasta noveno grado inclusive.
[34] Este servicio, que aún no alcanza a la totalidad de las viviendas del pueblo, se provee a través de un generador que funciona a base de gasoil.
[35] Para diferenciar en el texto el empleo de las categorías nativas emplearemos las cursivas sin comillas.
[36] En adelante, utilizaremos familia (en cursivas y sin comillas) para referirnos a la definición nativa del grupo doméstico.
[37] Ver también Göbel Bárbara, 2002, ob. cit.
[38] Modo común de llamar al ganado familiar en el Noroeste Argentino.
[39] Ambos términos son de uso común en Pastos Grandes y significan lo mismo.
[40] También en Göbel, Bárbara, 2002, ob.cit., p. 56.
[41] Por ejemplo, Gundermann, Hans
K., 1984, ob.cit. Nielsen, Axel, 1996, ob.cit. Yacobaccio, Hugo
D., Celina M. Madero y Marcela P. Malmierca, Etnoarqueología
de pastores surandinos,
Grupo de Zooarqueología de Camélidos, Buenos Aires, 1998. Göbel, Bárbara, 2002,
ob.cit. Tomasi, Jorge, Geografías del pastoreo. Territorios, movilidades y espacio doméstico en Susques (provincia de Jujuy), Tesis Doctoral, Universidad de
Buenos, Buenos Aires, 2010.
[42] Para una descripción de sus formas de
uso ver Abeledo, Sebastián, 2008, ob.cit.
[43] Flores Ochoa, Jorge A, Los pastores de Paratía. Una introducción a su
estudio, Instituto Indigenista Interamericano, México, 1968. Inamura,
Tetsuya, “Relaciones estructurales entre pastores y agricultores de un distrito
altoandino en el sur del Perú”, en S. Masuda (ed.), Etnografía e
historia del mundo andino, Universidad de
Tokio, Tokio, 1986,
pp.141-190. Palacios Ríos, Félix, 1988, ob.cit.
[44] Yacobaccio, Hugo D. et. al, ob.cit., pp. 37-38.
[45] Tomasi había referido observaciones de este tipo también desde el caso de Susques. Tomasi, Jorge, 2010, ob.cit.
[46]
Las distancias de los
traslados en Pastos Grandes son comúnmente apreciadas en tiempo y no de acuerdo
a una escala métrica.
[47] Pueden consultarse trabajos especialmente dedicados a las características de la arquitectura pastoril: Yacobaccio Hugo et al., ob.cit., Göbel Bárbara, 2002, ob.cit. y Tomasi, Jorge, 2010, ob.cit.
[48] Pirca refiere a construcciones hechas de piedras apiladas que se sostienen por si solas. Pueden remitirse a las paredes de una casa, a corrales o a pequeños muros.
[49] Los peones o puesteros pueden ser personas con o sin ganado, jóvenes o adultos y hombres o mujeres, que por períodos cortos de tiempo (de 2 días a un par de semanas), se ocupan del ganado y/o de tareas muy puntuales relacionadas al pastoreo.
[50] Las cabras y ovejas.
[51] Yacobaccio Hugo et al., 1998, ob.cit. Tomasi, 2010, ob.cit.
[52] Göbel Barabara, 2002, ob.cit.
[53] En Pastos Grandes existen familias
pastoriles que tienen más de una casa en el campo. Esto tiene directa relación
con el abandono del pastoreo por parte de familias que migraron a centros
poblados o que no se renuevan generacionalmente. Parientes cercanos quedan a cargo de
estos hogares que utilizan también en su ciclo trashumante. En
este período, una familia dice realizar comúnmente hasta 3 desplazamientos
entre distintas casas y puestos de
verano de su propiedad.
[54] En tales casos, la decisión de quiénes se trasladan corresponde a cada familia y es un aspecto íntimamente ligado a la composición del grupo doméstico y a las actividades complementarias en las que éste participa a través de sus miembros.
[55] La alfalfa puede obtenerse de los pequeños rastrojos que todavía conservan algunas familias; mientras que el maíz, que anteriormente se obtenía mediante los viajes de intercambio a los valles bajos más fértiles, puede comprarse en el mercado. A su vez, entre otros recursos, tanto la alfalfa como el maíz pueden ser provistos por la Municipalidad.
[56] De acuerdo a las precipitaciones estivales acontecidas, los años se califican en buenos si llueve mucho o malos si llueve poco o nada.
[57]
Como ya lo hemos dicho, la
mayoría de estas familias también poseen una casa
en el pueblo.
[58]
Trabajamos también con
información referida a 17 casos, en su mayoría completos.
[59] Algunas personas pueden enumerar más, entre los que incluyen canchoncitos y puestos antiguos que hace muchos años que no usan y quizás no vuelvan a usar.
[60] Otro acuerdo de este tipo es al partir. Cumplido un año de cuidado de la hacienda, se divide o se “parte el multiplico” en cantidades iguales.
[61] Los mineros denominan turnos a los períodos de trabajo continuos que pueden llegar a superar los 30 días según la compañía y los años a que se refieran, y ciclos a los períodos de descanso también continuos que pueden alcanzar los 15 días en relación a la cantidad de tiempo trabajado.
[62]
La diversificación económica no representa algo novedoso para los pastores. En
el pasado siempre han intentado complementar la economía pastoril con otras
estrategias económicas como la caza de vicuñas y chinchillas, el intercambio
itinerante a otras zonas ecológicas y, aunque en menor medida, también con el
trabajo migratorio fuera de la localidad.
[63] Platt, Tristan, 1987, ob.cit.
[64]
En la actualidad, la minería de boratos se produce sin mayores interrupciones
durante todos los meses del año. De acuerdo al proceso de secado que es
necesario emprender cuando se trabaja con materiales húmedos, sólo una de las
empresas más importantes suspende el trabajo en época de lluvias, lo que
implica una mayor ocupación general en la época seca.
[65] Esto factiblemente sucede a partir de la implementación de programas estatales a mediados de la década de 1990 (ej. Plan Trabajar) y distintas asignaciones sociales que se extienden hasta el presente.
[66] Göbel, Bárbara, “La
plata no aumenta, la
hacienda sí: continuidades y cambios en la economía pastoril de Susques (Puna
de Atacama)”, en A. Benedetti (comp.), Puna de
Atacama (Sociedad, economía y frontera), Alción Editora, Córdoba, 2003, pp. 199-242.
[67] Estos viajes también suelen aprovecharse para comprar mercaderías en los comercios del pueblo.
[68] Göbel Bárbara, 2002, ob.cit., p. 69.
[69] Por ejemplo, Gundermann, Hans K., 1984, ob.cit
[70] Abeledo, Sebastián, 2008, ob.cit.
[71] Salzman, Philip C., Pastoralists: Equality,
Hierarchy, and the State, Westview Press, Boulder, 2004.