Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol.
2, Nº 31, Julio - Diciembre de 2020
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Reseña
Ana Teresa Martínez (Coordinadora), Discursos de identidad y geopolítica interior. Indios, gauchos,
descamisados, intelectuales y brujos, Biblos,
Buenos Aires, 2019, 274 páginas.
Carlos Hernán Sosa
Universidad Nacional de Salta–CONICET
chersosa@hotmail.com
En principio, me gustaría señalar la
satisfacción que representó para mí leer este volumen colectivo, con
perspectiva interdisciplinaria, que surge en el marco de un grupo de
investigación interinstitucional que articula una universidad pública y un
instituto de investigación del CONICET ubicados en el noroeste argentino, es
decir, un lugar de enunciación periférico que ya nos interpela en tanto
construcción situada del conocimiento. Aun cuando el libro, como producto de una
apuesta polifónica, propone como objetos de estudio prácticas y discursos muy
diferentes a los que han formado parte de mi propio derrotero de investigación,
para decirlo más rápidamente mis anteojeras disciplinares considerando que
vengo del campo de las letras, me resulta muy valioso porque muestra en ese tránsito
de investigación diferente ecos y resonancias cercanos a mis propios intereses.
En ese sentido es posible encontrar un
aire de familia con ciertas disputas críticas referidas a lo literario, en
relación con algunos recorridos de lecturas propuestos por el libro que se
articulan a partir de la elección de objetos de estudio ubicables en el margen
(por los procesos de canonización y prejuzgamiento); una situación que, para el
caso de las discursividades y prácticas asociadas a las producciones literaria
del interior, aún constituye un debate fuertemente trabado en una pulseada con
la desfalleciente aunque nunca suficientemente desahuciada literatura nacional.
Las literaturas regionales, el sector de discusión disciplinar donde siento que
podrían ubicarse mis últimas derivas en investigación, delinean todavía un ámbito
de producción teórica y de análisis que no tiene los niveles de legitimidad -en
tanto constitución de un campo de estudio específico- tal como se alcanzó, por
ejemplo, en el caso de las trayectorias críticas de los estudios referidos a la
historia regional. Como suele ser frecuente, uno siempre lleva agua para su
molino, y en este punto el libro me ha servido para pensar desde el juego
especular de similitudes y diferencias algunas problemáticas cercanas, como las
resoluciones metodológicas encaradas particularmente para los estudios de caso que
se presentan o el manejo tensionado de escalas de análisis (de lo micro a veces
cercano a lo citadino, a lo provincial y lo nacional, a la frontera y lo
andino). Con sus matices, uno podría señalar estos aspectos como incertidumbres
de tipo comodín que están presentes también cuando se calibran modos de
abordaje de las producciones literarias regionales.
De hecho, el título -que es largo y
sincero, algo que no siempre ocurre- focaliza en un entramado de categorías
teóricas -discursos de identidad y geopolítica interior- que funcionan como un
corredor común de accesos disciplinares que el libro se esfuerza por
operativizar en los abordajes de investigación particulares que cada
contribución propone con la mirada puesta en Santiago del Estero y, en menor
medida, en Salta. Me parece más interesante que hacer una reseña individual de
los artículos intentar destacar algunas líneas de sentido transversales al
volumen, al menos aquellas que me han resultado más interesantes o sugestivas
para seguir pensándolas en otros objetos. Creo que es también un acto de
justicia para el texto, que opta por la división en capítulos, se organiza
puertas adentro de cada contribución con parámetros discursivos similares que
invitan a una apropiación de conjunto -donde, claramente, se arriesga en su desarrollo,
por lo menos, una historia sociocultural sobre los procesos de discursividad
indentitaria en Santiago del Estero-; y que presenta, además, un capítulo primero
y otro de cierre -ambos escritos por Ana Teresa Martínez-, donde de manera explícita
se sintetizan y articulan dinámicas de estudio y recorridos de investigación internos
al libro con alcances orgánicos.
Naturalmente uno de los ejes de lectura
fuerte es la discusión desesencializadora de lo identitario. En este punto,
como lo clarifica Ana Teresa Martínez en la “Introducción” y el primer capítulo
-que constituyen un pequeño vademécum sobre la cocina de la investigación-,
después de desbrozar conceptualmente líneas teóricas y propuestas de análisis
de lo identitario en su cruce con las materializaciones discursivas que las
ponen en circulación social, la escena de la construcción del andamiaje teórico
metodológico -que allí se observa- es también modélica de esas escaramuzas que
uno emprende al momento de pensar y discutir categorías inexcusables, que no
por ser imprescindibles dejan de ser problemáticas, como los discursos identitarios
y las complejidades centrífugas que acarrean cuando se los quiere estudiar en
situaciones específicas o las derivas satelitales que proponen como negociación
de lo individual y lo colectivo, que parecen colocarlas en el lugar antipático
de ser un mal necesario.
Independientemente de las
particularidades de cada caso, los capítulos del libro avanzan con un
deliberado interés común por desmontar las artificialidades implicadas en sus
construcciones y las operatividades políticas -de fabricación, uso, camuflaje y
re-enmascaramiento- con las que las discursividades identitarias han ido
mutando en la historia social de Santiago del Estero y Salta, durante un
proceso de largo aliento desde fines del siglo XIX y sus derivas hasta la
actualidad.
El subtítulo anticipa algunas de estas
operaciones discursivas que intervienen sobre lo identitario, representadas por
un puñado de ejemplos (indios, gauchos, descamisados, intelectuales y brujos),
que en verdad no agotan los que presenta el libro, y funcionan como un
muestrario del funcionamiento del lenguaje como arena de lucha -tal como lo pensaba
Mijaíl Bajtín-. Se avanza sobre ellas en las contribuciones, recalcando siempre
los matices particulares, que el análisis de la contextualización -en Santiago
de Estero y Salta- y a partir del andamiaje de categorías y encuadres teórico
metodológicos abrevados en distintas disciplinas permite articular, en un
recorrido general desde la historia, la sociología, la sociología de la
cultura, los estudios literarios, la antropología social, la teoría política, entre
otros.
Buena parte de los capítulos se detienen
en construcciones identitarias donde se fundan procesos de alterización. Uno de
los elementos retomado en varios momentos es la prefiguración estigmatizadora o
de reapropiación sesgada del mundo indígena. Así ocurre en el análisis del
relato expedicionario de Alejandro Gancedo -en el contexto de expansión de la frontera
chaqueña a fines del siglo XIX-, donde Pablo Concha Merlo analiza la
conformación de polarizaciones conceptuales, en torno de lo chaqueño versus lo
santiagueño y todo un fructífero desborde de categorías más o menos “blanqueadoras”
o excluyentes -gaucho, paisano, shalako, indio manso, salvaje- donde se
redefine, en un nuevo espacio marginal, el dilema conceptual
civilización-barbarie. En otro capítulo, Héctor Andreani detiene la mirada en
la trayectoria de Mario Tebes, un escritor en lengua quichua, como un
intelectual de provincia, destacando en su seguimiento las instancias de
legitimación con los grupos de especialistas en Buenos Aires, que Tebes emprende
como autor de literatura y voz autorizada para intervenir en polémicas de orden
lingüístico, donde se negocian modos de circulación del quichua que no anulan
las asimetrías sociohistóricas que atraviesan hasta hoy el bilingüismo en
Santiago del Estero. Además, en el último capítulo, también de autoría de
Andreani, se aborda el estudio de un caso particular, enmarcado en un proceso regional
de etnicidad S.A., donde a partir de las
irrisorias búsquedas de legitimación del libro de Antonio Castiglione, que se
anuncia como todo un manual de rapiña identitaria -El Imperio
Inca llega hasta Santiago del Estero (en la Argentina). El camino del Inca. El
quichua santiagueño-, se desnudan las operaciones de refundación en
torno del valor económico de la identidad y el despliegue de alianzas entre la
elite y el empresariado de provincia, ante la declaración del Qhapaq Ñan
por parte de la UNESCO como patrimonio cultural de la Humanidad.
Otro bloque de revisiones horizontales del
libro está conformado por las adecuaciones en la tipicidad representativa del
gaucho, una figura polifacética que, tras su sanción por el nacionalismo
cultural del Centenario porteño, habría de resemantizarse en los diferentes
campos culturales provinciales, siempre a disposición de las tradiciones emergentes
y la urgencia de los imaginarios sociales locales que los procesos de
discursividad intelectual, especialmente desde la historiografía y la
literatura, comienzan a poner en marcha desde la década de 1930. El capítulo a
cargo de Andrea Villagrán analiza la ritualidad de los festejos y homenajes que
anualmente se repiten para honrar la figura de Martín Miguel de Güemes, el más
conspicuo héroe local salteño. Con una lectura minuciosa sobre la ritualidad -prácticamente
inalterable- con la que se va reiterando una liturgia de los festejos en la
capital provincial, la autora desmenuza las tensiones irresueltas en torno de
las desigualdades sociales y los modos sectarios de intervención en una fiesta
que, paradójicamente, estaría pensada “para todos” aunque las ubicaciones
espaciales, los grados de decisión y tipos de participación están calibrados
por un grupo de voces autorizadas en la elite de los fortines tradicionalistas.
El rastreo de la diseminación de todo un repertorio imaginario sobre los tipos
de gauchos (gauchos cholos o gauchos de apellido frente a los gauchos pobres o
gauchos sin tierra) pone en evidencia, en el plano de la sociabilidad colectiva,
las estrategias de negociación transitoria con las que la festividad unge cada
año la figura de Güemes en el panteón local. El capítulo que escriben Paula
Rivero y Mariana Salomón también bascula en torno a la recuperación del gaucho
en el ámbito del festejo, en este caso de un festival de doma y folklore local.
También en el marco de festividades, en este caso por la fundación de la ciudad
capital de Santiago del Estero, desde el año 2006 se reinstala como una performance
aligerada el rescate del gaucho asociado a una serie de prácticas -la doma, el baile
y la payada, entre otras-, donde se reciclan componentes identitarios de larga
data, articulados ahora en la composición del gaucho como figura social desconflictuadora,
baluarte de valores y pivote narcotizador de desigualdades, a escasos años del doble
crimen de la Dársena que significó el declive del juarismo político en la provincia.
En este mismo bloque, el capítulo a
cargo de Irene López revisa un conjunto de letras del folklore moderno,
producidas en Salta entre 1940 y 1970, donde orbitan modos de figuración de la
salteñidad a partir de la recuperación de la imagen de Güemes como héroe gaucho.
Este proceso de reivindicación discursiva en el tratamiento de Güemes contamina
diversa franjas culturales, inicialmente desde la producción literaria de
Dávalos y los trabajos historiográficos de Bernardo Frías y Atilio Cornejo, para
sostenerse en un juego de avales en las lecturas esencialistas del pasado prolongadas
por César Perdiguero y de distanciamiento en las letras discordantes de Manuel
J. Castilla. La entronización del gaucho -asalteñizado- y su mundo rural aspectualizan
algunos usos de la tradición gauchesca rioplatense pero asociándolo a un
período particular -el de la independencia- y bajo el ala paternalista del
héroe local. Esta filiación batalladora e independentista del gaucho tiene una
contrapartida interesante en la recuperación de la zamba “La Felipe Varela”,
donde el catamarqueño retrotrae la silueta bárbara del caudillo, no modélica, a
la luz de la fabulación de la memoria de las familias patricias que reescribieron
con ese episodio la fábula del zorro en el gallinero, sobreimprimiendo una
figura cara a los constructos identitarios como es la del invasor.
Por otra parte, aparecen incorporados
otros cuatro trabajos que resultan también muy provechosos en sus planteos al
analizar discursividades donde es la perspectiva geopolítica la que permite
encontrar matices diferenciadores, para descentrar modos de interpretación
de distintos procesos sociohistóricos
enfocados desde una atención que priorice la búsqueda de generalidades en
desmedro de las particularidades que distinguen al fenómeno situado. En ese
sentido, el trabajo de Mercedes Vargas y José Vezzosi permite deconstruir un
lugar común en la bibliografía sobre la articulación política del peronismo en
las provincias, aquel que problematiza los pares continuidad/ruptura y
tradición/modernidad, a partir del análisis de una operación mediática del
diario El Liberal. La nota disidente surge de
interpretar la oposición al partido laborista desde 1945, ejercida por un
diario regenteado y sostenido por sectores de la dirigencia férreamente instalados
en la administración provincial donde, entre otras operaciones como la
desproletarización de la figura del descamisado, se tensionan factores locales
que sirven para probar que no siempre el peronismo nutrió su afianzamiento en
las provincias sobre la base del aparato conservador que le habían
proporcionado las dirigencias locales. También en el contexto del primer
peronismo, en el capítulo de José Vezzosi y Victoria Suárez, se analizan la
tensión entre espiritismo y catolicismo, a partir del análisis de un caso de
inserción del grupo espiritista Luz y Verdad en Santiago del Estero. El estudio devela, nuevamente gracias al examen de los
factores intervinientes en este contexto particular, modos de tolerancia que no
respondían al programa religioso católico oficializado y que, por el contrario,
relajaron instancias de disciplinamiento para favorecer la empresa de creación
de toda una población, Colonia Jaime, organizada bajo los regímenes del
espiritismo.
El capítulo que aportan César Daniel Gómez
y José Vezzosi analiza un hecho sustancioso como es el proceso de
oficialización de la fundación de la ciudad de Santiago del Estero en 1953, en
el contexto de los festejos del IV Centenario de la ciudad que trajo como
consecuencia la reapertura del dilema (entre aguirristas y pradistas) respecto
de la fecha de fundación. La pérdida del acta de fundación de Santiago del
Estero entraña un embrión para escribir toda una novela policial o un falso
tratado sobre las consecuencias nefastas ocurridas cuando el azar mete la nariz
en cuestiones referidas al deseo esclerosador, distintivo, en la fundación
imaginaria de los comienzos. Esta colaboración estudia los pormenores sobre
cómo la solidaridad gremial de las redes sostenidas entre la Junta de Estudios
Históricos de Santiago del Estero, un órgano de gestión cultural local, y la
Academia Nacional de la Historia, sumada a la capitalización política ejercida
por el gobernador peronista Francisco Javier González, terminó por dirimir aquí
la oficialidad del relato de los orígenes.
Por último, el capítulo de Vanessa
Barrionuevo, Emanuel Maximiliano Ruiz y Raúl Esteban Ithurralde avanza hacia la
década de 1990 para revisar, en el proceso de reforma constitución provincial
de 1997, la inserción de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas de
Santiago del Estero. Es otra vez el análisis de una polémica con sus visos
paradójicos -debido a la oposición belicosa del obispo Gerardo Sueldo
defendiendo la educación pública laica- lo que permite recoger las
particularidades en un contexto nacional de fuerte intromisión de las lógicas neoliberales
en la administración pública, y que alcanzan un cariz propio cuando se revisa
la trayectoria de los actores políticos del juarismo movilizadores de la
reforma constitucional y la trayectoria de denuncia del obispo sobre las
crecientes instancias de desmedido control social y violación de derechos gestionados
por la gobernación.
Para ir cerrando, tras la lectura general,
me parece necesario destacar también las estrategias a partir de las cuales se
van definiendo los propios objetos de estudio de este libro, muchas veces
observados a partir de las vinculaciones entre centros y periferias, entre las
administraciones provinciales y Buenos Aires, pero también -y sobre todo- dentro
de las propias jurisdicciones, entre Santiago del Estero y su propia periferia
interna: la frontera chaqueña a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la zona
extractiva de los obrajes en el siglo XX, otros fenómenos de marginalización
asociados a la población sobrante. De esta manera, en el trazado discursivo se
dibuja y desdibuja cartográficamente a partir de los modos de pensar Santiago
del Estero, se establecen filiaciones y continuidades con algunos fenómenos de
mayor espectro como la industria del turismo y el folklore moderno en Salta,
atetando frecuentemente contra las construcciones metonímicas más vitales de los
localismos identitarios provinciales. Puesto que, aunque se proclamen desde una
pulcra y perimetrada enunciación -la santiagueñidad, la salteñidad- programáticamente
se sustentan con las simplificaciones interesadas de los estereotipos; construyen
así provechosas posiciones maniqueas u optan por los ocultamientos y las
negaciones como en el caso de las borraduras étnicas, en pos de objetivos de
representación colectiva bien suturados y sin el sinceramiento de dinámicas más
estancas donde, en verdad, se suelen urdir y retroalimentar, desde los enclaves
de las elites y la dirigencia de las capitales del interior, como un “hallazgo”
de la comunidad provinciana.