LA
POSESIÓN DEL ABORIGEN EN NUESTRA SEÑORA DE TALAVERA DE MADRID DE ESTECO
(1609-1650)[1]
Norma
Estela Aguilar[2]
Introducción
El escrito constituye un avance de un
proyecto de investigación que tiene por fin abordar la temática de la
conformación del Chaco Occidental como espacio de frontera, desde una óptica
particular, la de los lules, pobladores de la periferia chaqueña, encomendados
en Nuestra Señora de Talavera de Madrid. El análisis se centra en un tramo del río
Salado, nombrado Pasaje- Balbuena, límite natural entre la jurisdicción de la
ciudad colonial y el Chaco y actual lindero de los departamentos salteños de
Metán y Anta.
Ajustaremos la atención a las cuatro
primeras décadas de creada, desde fines de 1609 y hasta 1650, lapso en que se
observa un proceso de disminución acelerado de las poblaciones indígenas
encomendadas. Partimos de la hipótesis de que tal tendencia ha sido generada
por la persistencia del servicio personal[3],
entendido este como un sistema de trabajo fundado en la explotación directa de
la mano de obra indígena de carácter compulsivo, no remunerado y enmarcado
jurídicamente para el Tucumán, en las Ordenanzas de Abreu. Historizando el
proceso de configuración del espacio analizaremos la evolución de Talavera y la
Villa de Madrid, tratando de definir las causas
que llevaron al traslado y fusión de ambas al sitio de Río de las Piedras, con
el nombre de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, para luego determinar las
condiciones creadas con la mudanza, que hubieran favorecido la continuidad de
la relación directa entre el encomendero y el encomendado, dificultando la
aplicación efectiva de las Ordenanzas de Alfaro desde 1612.
A tono con las producciones interesadas
por las sociedades indígenas, considerándolas como el sitio desde donde abordar
el conocimiento del mundo colonial y sus efectos, nos mueve el interés de
conocer el impacto que estos pueblos han sufrido al contacto con el español. La
ausencia de documentos en los que aparezca reflejada la voz de los aborígenes,
nos obligó a profundizar en algunos indicios brindados por las fuentes, buscando
elaborar con ellos posibles explicaciones al hecho del rápido vaciamiento de
los repartimientos. Así el descubrimiento en un título de encomienda[4],
de la solicitud de un vecino feudatario pidiendo la incorporación para su
usufructo, de los artículos en los que Alfaro expresó las modificaciones a las
ordenanzas para el Tucumán en relación al tributo, nos llevó a indagar hasta qué
punto la explotación del aborigen en este espacio se habría dado al amparo de estas
prerrogativas.
Entre las fuentes documentales centrales
para el análisis está la Relación sobre Nuestra Señora de Talavera, formada por
el teniente de Gobernador de la ciudad hacia 1608[5],
la que proporcionó datos de suma importancia en relación al estado de la
ciudad, cantidad y calidad de pobladores, posesiones y grupos de indígenas
encomendados. Puesta en diálogo con las cifras de los diezmos recaudados en el
Obispado de Tucumán entre 1590 y 1601[6],
se pudo profundizar en las causas que motivaron el pedido de traslado. Contrastada
esta información con la
que brinda el plano de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Esteco[7]
de 1609, se descubren los rasgos de un acto fundacional, que contradicen la
simple visión de traslado y fusión de los dos núcleos urbanos originarios.
Otros documentos permitieron rastrear la
continuidad de las condiciones generadas por el traslado en el tiempo. El primero
de ellos[8],
un juicio de desalojo de una chacra, al abarcar la primera mitad del S. XVII, descubre
una ocupación particular al momento de la “fundación”, del espacio aledaño a la
planta de la ciudad, sitio que adquirió gran importancia como lugar generador
de recursos a medida que la población aborigen disminuía y los ataques de
calchaquíes y chaqueños arreciaban. La información del Cabildo[9]
y un Pedimento[10],
pusieron en evidencia las necesidades y problemas que a poco de andar
experimentó Esteco.
La
fundación de Talavera en los inicios de la conquista
Luego del alzamiento diaguita-calchaquí, la
región del noroeste perteneciente hoy a la República Argentina, logró en 1563
autonomizarse de la Capitanía de Chile, poniendo fin al conflicto
jurisdiccional mantenido con el Perú. La nueva entidad política “Gobernación
del Tucumán, juríes y diaguitas”, creada por cédula real del 29 de agosto del
mismo año, quedaba sometida al Virreinato del Perú en asuntos de gobierno y en
cuestiones de justicia al distrito de la Audiencia de Charcas. La rebelión,
dejaba como saldo la destrucción de tres ciudades que a fines de la década de
1550, Pérez de Zurita había logrado fundar en la zona del contrafuerte andino
por orden de García de Mendoza: Londres (1558) en el Valle del Quimivil, actual
Catamarca, Córdoba (1559), en el Valle Calchaquí y Cañete (1560) en Tucumán.
Sólo permaneció en pie la ciudad de Santiago del Estero, expuesta al ataque
aborigen, al haber desaparecido la defensa constituida por esos tres núcleos
urbanos, y aislada al estar desiertos los caminos del Tucumán a Charcas.
Lo urgente de la situación hizo que el
Virrey Conde de Nieva, nombrase como Gobernador del Tucumán a Francisco de
Aguirre, reconocido por su experiencia y por el conocimiento de la zona. Su
estrategia consistió en iniciar la creación de un cerco de ciudades que
sirvieran de contrafuerte a la zona sublevada, a la vez que centros de
abastecimiento y protección en el camino hacia el Perú. Diego de Villarroel, por
él comisionado, fundó la ciudad de Tucumán en mayo de 1565. A partir de 1566 sus
acciones se encuadraron, en una concepción geoestratégica, existente desde los
inicios de la conquista, que buscaba la salida hacia el Atlántico no ya desde
el Pacífico, sino proyectándose desde Santiago del Estero y Córdoba, hasta
alcanzar dos puertos a instalarse en el Paraná y el Río de la Plata. Esta idea,
recogida por el Oidor de la Audiencia Lic. Matienzo, postulaba la creación de
un sistema comercial que alteraba la ruta existente en la circulación económica
del Virreinato, abandonando el Circuito Portobello- Lima por el Pacífico y de
allí al sur, por una vía mucho menos gravosa y directa, donde las ciudades
proyectadas sobre el espacio semivacío del Tucumán, constituirían postas claves
en el camino hacia Chile y el Perú[11].
En cumplimiento de esos objetivos Aguirre
se dirigió hacia la Región de los Comechingones y en el trayecto un grupo de
sesenta hombres se subleva, liderado por Jerónimo de Holguín y secundado por
Diego de Heredia y Juan de Berzocana. Conducido a Santiago del Estero fue
acusado y procesado por haber pronunciado palabras heterodoxas en materia de
religión; se inició así un proceso inquisitorial impulsado por el clérigo
Julián Martínez, que sirvió de justificación a lo ejecutado por indicación
directa del Presidente de la Audiencia de Charcas don Pedro Ramírez de
Quiñones. Los amotinados levantaron sobre la ribera este del Salado, en la
provincia aborigen de Esteco, la ciudad de Cáceres, ubicada sobre el camino a
la Plata a cuarenta y cinco o cincuenta leguas de Santiago del Estero. A cargo
de la nueva población quedó Diego de Heredia, en tanto que el jefe de la
rebelión Jerónimo de Holguín y el clérigo Martínez emprendieron el camino a Charcas
con los prisioneros.
Mientras para algunos historiadores la
instalación de Cáceres tuvo un carácter fortuito, para Revello[12]
la fundación, sin título y sin poderes legítimos, fue llevada a cabo conociendo
el plan de Matienzo y de Aguirre de asentar en Esteco una ciudad, apresurándose
a erigirla como una forma de lograr el perdón de las autoridades por deponer un
funcionario designado legalmente. Diego Pacheco, sucesor provisorio de Aguirre,
dio existencia legal el 15 de agosto de 1567 a la ciudad, llamándola Nuestra
Señora de Talavera de Esteco. Lozano sostuvo que lo actuado por el Gobernador,
fue una legalización y no una nueva fundación, aceptando tácitamente al no
mudarla la conveniencia del sitio elegido por los rebeldes. Juan Gregorio de
Bazán designado Capitán y Teniente de gobernador, distribuyó solares, chacras,
huertas y estancias. Al reasumir Francisco de Aguirre la gobernación a fines de
1569, anuló cuanto habían hecho en lo referente al reparto de encomiendas y
desterró algunos vecinos de Santiago y Talavera. Dio la orden al Capitán Tomás
González, sucesor de Bazán para que la traslade a un sitio mejor y más cómodo “por estar la dicha ciudad primeramente poblada y fundada por tiranos y
otras personas que ni tuvo poder para ello ni fue Gobernador”[13]. Esta
disposición nunca fue cumplida al haber sido apresado Aguirre nuevamente y
mandado a Lima por órdenes del Virrey Toledo.
Superados los inconvenientes de los
tiempos iniciales el núcleo comenzó a prosperar, situación que se refleja en la
información de los servicios prestados por Talavera, levantada en 1589 y
llevada a España por su procurador Hernán Mexía Mirabal[14].
Allí se reconocía la posición de privilegio en la ruta de Buenos Aires a la
Plata, distante a cuarenta y cinco leguas de Santiago del Estero, capital de la
Gobernación. La ciudad obtenía los beneficios del tráfico de carretas que
detenían su marcha antes de proseguir el camino hacia el norte, engrosando sus caudales
con el producto de las granjerías.
La llegada del Virrey Toledo implicó un
cambio en la concepción geoestratégica imperante. Convencido “que sin el oro y la plata estos reinos no son nada”,
consideró necesario asegurar el desarrollo de las minas del Potosí, con un
dispositivo militar que controlara la presión indígena sobre la frontera, deteniendo
la expansión hacia el sur en Santiago del Estero, concentrando fuerzas y
fundando en los territorios intermedios. Assadourian planteó como algo no
aventurado, suponer que gran parte de esas ideas estuvo influida por la
necesidad de asegurar el aprovisionamiento de la zona minera; tal requerimiento
era motivo suficiente para que las autoridades pusieran el acento en mantener
comunicaciones regulares con el Tucumán asegurando los caminos, con nuevas
fundaciones en los Valles de Salta y Jujuy[15].
Esta visión le asignó a la Gobernación un papel importante, aunque
complementario, en relación a la economía de las zonas peruanas, atendiendo a
su riqueza particular: mano de obra indígena, tierras propicias para el cultivo
y cría de ganado.
Puesto en marcha el plan del Virrey nombra
Gobernador a don Gerónimo Luis de Cabrera; a pesar de tener mandato de levantar
una ciudad en el valle de Salta, se dirigió hacia el sur fundando Córdoba en
1573 y luego el puerto de San Luis de Paraná, respondiendo sus acciones a los
planes que buscaban la salida hacia el Atlántico. Otras nuevas pero de escasa
durabilidad fueron la de San Francisco de Alava, en el valle de Jujuy en 1575 y
San Clemente I, II, III, en los valles de Calchaquí y Salta. Corrió mejor
suerte la ciudad de Salta, levantada en 1582 por Hernando de Lerma y sostenida
por el esfuerzo de los vecinos comarcanos.
El final
de la conquista y la fundación de la Villa de Nueva Madrid
El gobierno de Juan Ramírez de Velasco
cerró la etapa final de la ocupación española. Como producto de sus campañas
surgieron las ciudades de Todos los Santos de la Nueva Rioja (1591), San
Salvador de Velazco de Jujuy (1593) y la Villa de Nueva Madrid (1592). Sumando
Salta a estas fundaciones se consolidaba la conquista y se aseguraba la vía
Tucumán-Charcas, constituyendo los nuevos núcleos poblados, un cerco a la zona
sublevada.
Tres fueron los motivos que llevaron al
Gobernador a tomar la decisión de fundar la Villa: asegurar de los ataques
aborígenes el camino entre Talavera y Salta, encomendar los naturales y “acomodar a muchos pobres”[16].
El capitán Gerónimo Rodríguez Macedo cumplió la orden de Velasco asentando el 2
de febrero de 1592, un nuevo núcleo urbano, en un punto equidistante, a veintidós
leguas de Talavera y Salta, a treinta de San Miguel y a cincuenta y cinco de
Santiago del Estero. Roberto Levillier[17]
reconoce como uno de los títulos de gloria del Gobernador, el haber establecido
esa defensa en un punto estratégico llamada la Villa de Nueva Madrid y conocida
posteriormente con el calificativo de “las Juntas”, porque como Lozano
explicaba “(…) hízose sobre el río Salado en un sitio, donde
con este se junta el río de las Piedras, y donde se encontraban los dos caminos
que de Esteco y San Miguel de Tucumán iban a Salta”[18]. Las
rutas referidas son las que conectaban Córdoba- Santiago de Estero- Talavera-
Salta- La Plata y la vía Córdoba- Santiago del Estero- San Miguel- Salta- La
Plata[19].
Esta posición estratégica al interior de
la Gobernación del Tucumán y en relación a Charcas, significó para la Villa un
lento pero sostenido crecimiento económico, entre 1590 y 1601, reflejado en la
contribución de los diezmos que Nueva Madrid entregaba al Obispado de Tucumán[20].
Partiendo de la base que ellos fueron el aporte que cada jurisdicción hizo de
la décima parte del valor de los frutos del trabajo agrícola- ganadero, se
consideraron como un reflejo de las condiciones existentes[21],
indicadores de un sostenido incremento en la producción. Así mismo, la
importancia adquirida por la Villa se podría constatar si se considera el hecho
que en el Sínodo de 1597 realizado en Santiago del Estero, se estableció la
creación del “Colegio Seminario en la Villa de La Nueva
Madrid de las Juntas”[22],
pero del que se ignora si llegó a fundarse[23].
Diezmos
correspondientes a la Villa de Nueva Madrid[24]
Período |
1590/1 |
1591/2 |
1592/3 |
1593/4 |
1594/5 |
1595/6 |
1596/7 |
1597/8 |
1598/9 |
1599/00 |
1600/01 |
Pesos |
- |
- |
300 |
300 |
290 |
410 |
470 |
620 |
860 |
1350 |
1650 |
En los tres primeros años de existencia,
la módica contribución reflejaría una economía en cierne, pero estable, producto
del proceso de consolidación natural del núcleo. A partir de 1595 y hasta 1601
el incremento fue sostenido a tono con un período de tranquilidad que atravesó
la Gobernación entendido “como resultado de la
consolidación de las ciudades durante el período de paz que se inicia luego de
haber rodeado, cercado, la zona sublevada en los Valles Calchaquíes con esta
cadena de ciudades”[25]. A
lo anterior debiera sumarse para el caso de la Villa, los beneficios del
descubrimiento de un camino nuevo hacia el Perú ahorrando veinte leguas en el
tránsito de Buenos Aires a Potosí. La existencia de esta ruta ya se anunciaba
en septiembre de 1592, en un memorial que el Cabildo envía al rey: “y los caminos reales estarán seguros demás de que mediante esta
población se ahorran más de veinte leguas de camino desde Buenos Aires a Potosí
y Chile, por haberse descubierto nuevo camino y de carretas después que se hizo
esta población”[26].
Levillier planteó, que quizás fuese la vía Santiago- Madrid[27],
hipótesis que se refuerza cuando se ubica en la información del Cabildo de
Nuestra Señora de Talavera de Madrid en el año 1664[28],
que el camino real pasaba por la Estancia de la Almona, propiedad de
Castellanos, ubicada en la cara interna del río Salado hacia el oeste[29],
alejado de Talavera y sobre la línea mencionada anteriormente. Si el nuevo
trazado del camino real acarreó ventajas económicas, también lo hizo el camino
de la Gobernación[30]
o de carretas, que atravesaba el territorio del Tucumán por Córdoba, Santiago
del Estero, San Miguel, Nueva Madrid. En estos itinerarios de la circulación
comercial, las Juntas obtuvo los beneficios de las operaciones comerciales que
los pobladores realizaron con los que transitaban por allí; un centro de
aprovisionamiento en el tráfico interregional con paso de carretas y mercaderes
de una ciudad a otra, vía Santiago o vía Tucumán.
Talavera
antes del traslado
Población
La conquista en el Tucumán tuvo un
carácter privado[31],
los costos de las fundaciones y de la lucha contra los indios recayeron sobre
las finanzas de los conquistadores, afectando por consiguiente la economía de
las ciudades que habitaban, Talavera fue un ejemplo. La Corona se interesó en
este espacio sólo como ruta hacia el Atlántico y desde los tiempos de Toledo,
como región subsidiaria del sistema colonial dado la carencia de minerales[32];
aportando solamente en situaciones extremas, las campañas de Albornoz en 1630 y
las de Mercado y Villacorta hacia 1659. Para Assadourian esta condición implicó
la obligación de premiar a los participantes de la avanzada conquistadora, una
forma de incentivar el interés, presentando la entrega de mercedes, indios y
tierras, como un reconocimiento a los servicios, provistos por el mismo medio
conquistado[33].
Sin embargo la distribución de los recursos no fue practicada de manera igualitaria
entre los que colaboraron en las expediciones; por ser la de Talavera una
sociedad de antiguo régimen, los aspectos corporativo y jerárquico se visualizaban
en la conformación de grupos de población, de los cuales sólo los estratos superiores
gozaron de tales prerrogativas.
En la segunda parte de la relación que el
Teniente de Gobernador elevó en 1608, aparecen las declaraciones individuales
de los habitantes y surgen tres categorías por las que se diferenciaban los
pobladores: vecinos, moradores y residentes. Al dejar sin catalogar al
escribano de Cabildo y a tres clérigos, se presentó la dificultad de situarlos
dentro de la estructura de población. En referencia a los sacerdotes Gastón
Doucet utilizó la noción de “clérigos”[34]
y en un escrito posterior la de “habitantes”[35],
no en el sentido literal de la palabra sino para distinguir a los no
comprendidos en las condiciones principales. La última acepción resultaría
operativa para el análisis, sin embargo y dado que en una fuente del S. XVII[36],
los presbíteros aparecen designados como residentes[37]
y moradores[38],
idénticas calidades a las del resto de la población y al estar definidos en el
documento con claridad los grupos[39],
se observó el lugar en que aparecieron sus dichos como una manera posible de clasificarlos;
los indicios llevaron entonces, a considerar a los sacerdotes como moradores.
En el caso del escribano de Cabildo se
optó por la de “estantes o pasantes”, atendiendo a la definición dada por Nidia
Areces: los que “llegaban por negocios, para ejercer alguna
función pública o por cualquier otro motivo”[40]. Es
necesario aclarar que la condición se encuentra mencionada en un expediente
colonial del S. XVII: “el dicho señor teniente
general hizo juntar los vecinos, moradores, estantes y habitantes de esta
ciudad” [41],pero
sin dar mayores detalles que permitan entender sus rasgos particulares.
Cuadro
1: Grupo de pobladores de Nuestra
Señora de Talavera
Fuente:
ANB, CACH 630 – Talavera – 1608.
Nota:
con registro de procedencia y
oficio.
Siguiendo las categorías que la autora
precitada utilizó para marcar las diferencias entre los habitantes se pudo señalar
en Talavera la existencia de dos grupos que contienen a los anteriores, uno al
que se considerará como “estables”, con residencia permanente en el núcleo, constituido
por vecinos y moradores y el de los “no estables” conformado por residentes y
estantes. La diferencia entre ambos estaría dada por la tenencia de
propiedades: casa, chacra, estancia e indios, generadores de recursos que
permitían la subsistencia personal y familiar y la permanencia en la ciudad.
Centrado el análisis en el agrupamiento de
pobladores no estables, se observa que sus integrantes carecieron de posesiones
y se sostuvieron con el fruto de sus labores. En el grupo de residentes se
distinguió una minoría de españoles; en general no tuvieron propiedades, ni
indios y desarrollaron oficios: sedero, pulpero, zapatero, sillero, sastre,
cirujano o actividades como las de mercader, tratante o arriero. La soltería de
todos ellos es quizás un rasgo sintomático de lo magro que resultaron los
ingresos para sostener una familia[42].
Entre los estantes, el escribano debió sustentarse con las ganancias de sus
funciones las que le resultaban insuficientes, por lo que emparentado con un
vecino por vía del matrimonio, criaba ganado y tenía algunos indios.
En el grupo de los pobladores estables,
los vecinos ostentaron una “categoría particular de
privilegio a la que se accedía, luego de 1554, con la propiedad de una casa
poblada, la jefatura de una familia, la autorización previa de sus pares y si fueran
extranjeros con la obligación de contraer matrimonio con españolas o nativas de
la región”[43].
Del total de vecinos quince fueron españoles, trece montañeses o mestizos, tres
portugueses y en tres casos no se pudo definir el origen. Se consideraban españoles
los que por naturaleza o descendencia, no registraron mezcla con otras razas,
procediendo de los “reinos de España” y “montañeses” los mestizos, eufemismo
utilizado por los mismos declarantes para disimular la carga, a veces incómoda,
de antecedentes indios. Las cifras reflejan una fuerte presencia del componente
mestizo en el nivel superior de la sociedad de Talavera[44].
Sin embargo, sea cual haya sido la ascendencia, esa personería vecinal les
permitió “acceder a la propiedad de la tierra, el dominio de
encomiendas, a cargos en el Cabildo, poseer armas, integrar la milicia local,
participar en el reparto del botín, de las expediciones de conquista entre
otras prerrogativas”[45];
de hecho este grupo monopolizó la posesión del grueso de la población aborigen y
concentró la propiedad de las tierras, bajo la forma de chacras y estancias.
Fuente:
ANB, CACH, 630, Talavera, 1608.
Los moradores en tanto, podrían definirse
como vecinos lato sensu[46],
tuvieron en menor medida el acceso a la tierra, a la posesión del indio y la
obligación de acudir con sus armas a los llamados de guerra. La diferencia
entre ambos habría estado definida por la posibilidad de los vecinos a acceder
a cargos de gobierno:
Declaramos
y mandamos que en la elección que se hiciese en los cabildos de los pueblos
donde no estuvieren vendidos los oficios de regidores y otros concejiles, no pueden ser elegidos ningunas personas que no sean vecinos
y que tuviere casa poblada aunque no sea encomendero de indios[47]
En este grupo fueron mercaderes o
practicaron oficios aquellos que no tenían pertenencia alguna. Refiriéndose a
los presbíteros, el vicario se sustentaba con las rentas del curato, el cura de
naturales del pago de la doctrina de los indios que vivían en casas y chacras,
mientras que el clérigo no tenía beneficios ni haciendas.
Fuente:
ANB, CACH, 630, Talavera, 1608.
La
posesión del aborigen
A tono con la realidad de la Gobernación,
donde la actividad agrícola ganadera era el eje del desarrollo económico, la
posesión de encomiendas, como fuente potencial de mano de obra, se transformó en
una prioridad y como contrapartida en la doble obligación para quien las poseyó
de adoctrinar e instruir a los indígenas y acudir a los llamados de guerra. A
pesar de que los treinta y cuatro vecinos encomenderos concentraron la posesión
de mil setenta y siete naturales y que los moradores ostentaron la ínfima cantidad
de treinta y siete, ambos grupos afirmaron asistir con sus armas y “servirse de
sus indios conforme a las Ordenanzas de Abreu”. Las declaraciones dejaron al
descubierto la forma particular en que estuvieron sometidos los indios en Talavera,
dentro de la Gobernación del Tucumán hacia 1608, semejante a los modos de
aprovechamiento de la sociedad indígena en el Perú antes de 1545 y el dictado
de las Leyes Nuevas. En esos tiempos y en ese lugar los conquistadores
transformados en vecinos encomenderos construyeron y afianzaron un poder
independiente de la Corona, a partir de la relación directa con los indios de
su repartimiento. La explotación se dio de una manera y con una intensidad sólo
regulada por la voluntad del encomendero y su capacidad para imponerla,
manteniéndose el carácter de la tributación incaica donde los pueblos
entregaron principalmente trabajo como tributo; esa modalidad de encomienda
recibió el nombre de “servicios personales”.
La relación de sujeción personal directa,
se cortó en el Perú hacia 1570, con las disposiciones del Virrey Toledo,
instalándose un sistema de dominación indirecta, basado en el pago de un
tributo que los indígenas dieron a los funcionarios de la Real Hacienda,
cubierto no con trabajo sino a través de una tasa anual. Tales cambios no se
aplicaron en el Tucumán dada las características particulares y la gran
duración del proceso de conquista, dentro del cual el encomendero constituyó una
pieza clave en la defensa. La Corona fue flexible ante el sector autorizando
formas de relación directa entre los vecinos feudatarios y sus encomendados. En
un ámbito sin riquezas mineras, el español vio en las encomiendas de servicios
personales, el medio para generar ganancias y donde “el
tributo no
era sino el resultado de la aplicación de la mano de obra que proporciona el repartimiento a empresas productivas del poseedor de este”[48].
Este sistema de explotación de la mano de obra aborigen, encontró su marco
legal en las Ordenanzas de Abreu de 1576, las que no pretendieron hacer
desaparecer el poder de los encomenderos, sino constituyeron una primera injerencia
estatal orientada a establecer pautas en la explotación de los indios de paz;
tratando de hacer respetar recursos y descansos mínimos que permitieran la
evangelización y evitaran la desestructuración total[49].
En 1578 el Virrey Toledo desconoció la legalidad de las disposiciones y ordenó
quitar el servicio personal, reduciendo a los indios en pueblos, tasando los
tributos en productos de la tierra y considerando como tributarios a los
hombres entre dieciocho a cincuenta años; estas medidas no tuvieron aplicación
efectiva hasta 1612 fecha en que se dictan las Ordenanzas de Alfaro.
Hacia 1608, en Talavera, existió una
población aborigen de mil ciento veinte indios, entre los cuales se registraron
de manera diferenciada dieciocho repartimientos. Los vecinos reconocieron
servirse de su trabajo en los lugares que les asignaron, casas, chacras,
estancias, o las mismas tierras de comunidad. Si esto estuvo declarado sin
tapujos fue porque se sintieron amparados por las Ordenanzas y así lo manifestaban;
las normas facultaron a los dueños de repartimientos a delimitar el territorio
para el pueblo o designarles el lugar de permanencia. Es paradigmático el caso
de Bartolomé de la Cámara que siendo propietario de una encomienda de sesenta
indios y no de tierras los repartió en las estancias de sus deudores para que
produzcan, todo esto a cambio de darles doctrina, alimento y cura en sus
enfermedades. Un cuadro de situación semejante se enmarcaría en las
conclusiones que hizo Lorandi sobre el servicio personal, al definirlo como
“una superposición de obligaciones” porque no estaban tasados y no pagaban
tributo con los productos provenientes de las tierras comunales[50].
Si los aborígenes, como los vecinos en reiteradas oportunidades señalaron, no
tuvieron capacidad de generar excedentes para pagar los tributos, la única
solución consistió en recurrir a este sistema de trabajo basado en la
explotación directa de la mano de obra indígena, caracterizado por lo
compulsivo y lo no remunerado. En él la figura del mayordomo fue de fundamental
importancia; presente en ocho de los grandes repartimientos de Talavera sólo se
puede especular, conociendo las descripciones que sobre ellos y su forma de
actuar existen, el efecto nocivo que tuvieron sobre las comunidades.
Decadencia
La evolución de Talavera en su economía
fue diametralmente diferente a la de la Villa. Considerando los diezmos
entregados por la ciudad al Obispado, se pudo apreciar a simple vista el rasgo
de la inestabilidad. En las cifras se distinguen dos períodos de crecimiento (1591/1593
y 1595/1599) y dos de baja (1593/1595 y 1599/1601), alternados con los
anteriores.
Diezmos
correspondientes a Nuestra Señora de Talavera[51]
Período |
1591/2 |
1592/3 |
1593/4 |
1594/5 |
1595/6 |
1596/7 |
1597/8 |
1598/9 |
1599/0 |
1600/01 |
Pesos |
1125 |
1550 |
1300 |
900 |
1030 |
1150 |
1250 |
1500 |
1230 |
1200 |
Esta información analizada a la luz de los
datos consignados en la relación inicial, sobre aspectos generales de la
ciudad, dada como respuesta por el Capitán Diego López Correa, Teniente de
Gobernador, al traslado que Alonso de la Ribera le hizo[52],
permitió obtener algunos indicios para entender lo inestable de la economía de
Talavera y desentrañar los motivos de su decadencia, que llevaron posteriormente
a solicitar el traslado.
Correa señaló tres causas, para explicar
el proceso de decadencia que sufría su ciudad: dos pestilencias generales,
lipe-lipe, viruela y sarampión; la saca de vecinos e indios para poblar Salta y
la Villa y el cambio en la traza del camino hacia el Perú. Palomeque[53]
marcó, haciendo referencia a CGV 2935, que en el año 1590 hubo una gran peste
general de viruelas que afectó tanto a Tucumán como a Charcas. Considerando
esta información y observando las cifras de los diezmos, la ciudad durante el primer
período (1591/1593) habría estado recuperándose de los efectos de la epidemia y
también de la salida de vecinos e indios que poblaron Salta. La baja inmediata
(1593/1595), respondería a la segunda causa marcada por el Capitán, el traslado
de vecinos e indios hacia la Villa (1592), mientras que la etapa de crecimiento
(1595/1599), estaría delimitando el tiempo de paz y prosperidad señalado para
toda la Gobernación. La baja de los diezmos desde 1599, reflejaría el
decrecimiento económico producto de haber quedado fuera del circuito comercial,
al modificarse la traza del camino que ya no pasaba por la ciudad; mercaderes y
pasajeros comenzaron a usar con mayor asiduidad, por ser más directo, el de
Santiago a las Juntas.
De los sesenta y seis pobladores que hacia
1608 habitaron la ciudad, trece vecinos y cuatro moradores fueron propietarios
de estancias en la Villa. Los cuarenta y nueve restantes se mantuvieron con la
producción lograda en las chacras, en las tierras de sus pueblos de indios, en
las estancias ubicadas en la jurisdicción de Talavera y en el caso particular de
algunos moradores, de los residentes y de los estantes, del fruto de sus
oficios. Estos datos constituyen la base de una afirmación anterior, cuando se
consideró que la evolución económica de Talavera y de Madrid, siguieron itinerarios
diferentes. Las ganancias que pudo haber obtenido este grupo minoritario de
estancieros al participar del circuito comercial con la Villa, resultaron
insuficientes para revertir la tendencia de empobrecimiento. Francisco de
Barraza y de Cárdenas, Gobernador del Tucumán, confirmó este hecho, en un
memorial del 17 de marzo de 1605, como respuesta a la cédula real[54]
que indagaba sobre los motivos y el lugar elegido para el traslado, cuando
explicaba que “en las Juntas hay consumo de los frutos que
cogen y tienen salida para otras partes y aprovechamientos, en Esteco no sino
que si cogen pocas comidas se las comen y si muchas también sin tener salida
dellas para ninguna parte”[55]. La
desvalorización de la tierra no dependió solamente del aislamiento de la ciudad
en relación al circuito comercial, sino también de la gran cantidad de salitre
que “se van comiendo las paredes y toda la vida”[56].
Población
aborigen originaria
Durante el período prehispánico, el
territorio sobre el que se extenderá la jurisdicción de Nuestra Señora de
Talavera de Madrid estuvo en contacto sin solución de continuidad, con el
sector sud occidental del Chaco, hábitat natural de los lules. El carácter
particular de estos aborígenes chaqueños, durante el S. XVII y su emplazamiento
al momento de erigirse la ciudad, ocasionó que los nuevos repartimientos se
conformaran en su mayoría con estos indígenas.
Para hablar de los lules se hace necesario
referirse previamente al Gran Chaco. Morfológicamente constituye una gran
llanura ubicada sobre la franja cálida, surcada por los ríos Pilcomayo, Bermejo
y Salado y enmarcada al oeste por las Sierras Subandinas, al este con los ríos
Paraguay y Paraná y el curso del Salado al sur. Sobre tan basta superficie se
distinguen, el Chaco boreal, comprendido del Pilcomayo al norte, el central
entre el Pilcomayo y el antiguo cauce del Bermejo (el Ypitá) y el austral
extendido desde esa línea hasta la confluencia del Salado con el Paraná.
Históricamente “la toma de posesión” del espacio por parte de la corona
española, estuvo a cargo del Gobernador del Tucumán Ángelo de Peredo en 1673,
incorporándolo bajo el nombre de las Provincias del Río del Dorado y Chaco[57],
lo que no implicó el dominio de los aborígenes que lo habitaban. Durante el S.
XVII, el río Pasaje-Balbuena-Salado[58]
constituirá la línea divisoria entre el Chaco, la Gobernación del Tucumán y
dentro de ella, la ciudad de Esteco. A la vez será la zona más vulnerable ante
las embestidas, por desembocar allí la senda de Macomita utilizada por los chaqueños
en las incursiones ejecutadas sobre todo en los meses más lluviosos del año,
desde enero a abril[59],
a sabiendas de la dificultad para el ingreso de los españoles, por el
predominio de formaciones boscosas y lo pantanoso que se tornaba el terreno.
En ese espacio se diferenciaba una zona
periférica en contacto con las jurisdicciones de las ciudades de la
Gobernación, habitada por los grupos lule-vilela y mataco-mataguayo, y una
interior de difícil penetración dominada por los guaycurú, familia lingüística
integrada por los toba, abipón, mocoví, mbayá, caduveo y payaguá[60].
Esta localización, propia del S. XVII, fue producto de un proceso de
traslaciones y reubicaciones durante el S. XVI, anterior a la entrada de los
conquistadores, provocado por el ingreso del grupo guaycurú, caracterizado por
su belicosidad y procedente de las llanuras situadas al sur del Chaco[61].
Así los matacos que ocupaban la zona a ambas márgenes del Bermejo medio, por
esta presión, en especial la de los tobas, se desplazaron hacia el Chaco
occidental, apropiándose de las tierras cercanas al Bermejo superior,
desplazando a los lules y ubicándose en un espacio que luego los hará
fronterizos de la ciudad de Jujuy. Los lules en tanto, migraron hacia el
sudoeste quedando reducidos al oeste del Chaco austral y soportando la presión
desde varios frentes, al norte los mataco-mataguayo, al este los guaycurú y al
sudoeste los colonos españoles, pero oprimiendo ellos a su vez a los tonocoté:
por no
permitir que los lules que es una gente salteadora y belicosa, no los acabasen
y destruyesen porque los tenían acorralados y metidos en pucaranaes y fuertes
quitándoles y talándoles las heredades y chácaras que tenían de maíz, quinua y
zapallo, que es el principal sustento que tenían, porque los dichos lules no
vivían de otra cosa sino de robar, hurtar y matar y no sembraban, comiéndoles
cuanto tenían, que son figurados a los alarves y si los dichos conquistadores
los dejaran hubieran destruido, acabado y asolado los dichos naturales[62]
Así situados, resultó ser el primer grupo
de chaqueños localizados por las huestes colonizadoras procedentes del Perú y
encomendados en las ciudades fundadas inicialmente dentro del territorio del
Tucumán. En 1582 Pedro Sotelo Narbaez[63],
reconoció la existencia de estos pueblos en las encomiendas de San Miguel de
Tucumán y Talavera, ubicándolos, en este último caso, sobre las riberas del río
Salado, compartiendo el espacio con los tonocoté. Del relato trasciende el
carácter particular “los lules es una gente
que no tiene asiento y se sustentan de caza y pesquería por lo cual no están
del todo de paz”[64],
ahondando en su naturaleza al mostrarlos como “indios de
guerra todos lules gente sin asiento y que siembran muy poco”[65].
Quizás uno de los aspectos más discutidos
en los ámbitos académicos y que trasciende de las citas sea el del “nomadismo”;
ellas introducen una referencia en cierto sentido ambigua: a la par de no tener
asiento, “sembraban”, aunque fuera muy poco. El hecho podría ser explicado si
se tiene en cuenta que al ubicarse en la región pedemontana del occidente
chaqueño, recibieron la influencia de las culturas andinas, clasificándolos
como “agricultores de escasa movilidad”[66].
El rasgo se mantuvo desde el S. XVI al XVIII; el jesuita Pedro Lozano relató en
sus escritos que los lules cultivaban el maíz en “cortas
sementeras”, como así también calabazas y legumbres “con que se sustentaban hasta que se acaba”[67],
aclarando que no fue el único medio para mantenerse, completaron su
alimentación con lo obtenido en las actividades de caza, pesca y recolección de
frutos silvestres y miel.
La segunda cualidad que las citas
iniciales (S. XVI) le atribuyeron, es la “belicosidad” y a diferencia de la
anterior mutó con el correr del tiempo. Si en el siglo XVI los conquistadores
les temieron sobre todo por las alianzas
con los chiriguanos, el S. XVII los encontrará con vestigios de haber
sido encomendados y evangelizados y sin haber incorporado a sus hábitos el manejo
del caballo:
vinieron
dos curacas voluntariamente a darles la paz, y que irían a traer su gente como
lo empezaron a hacer pues trajeron 22 indios de armas que llaman gandules, los
cuales conforme iban llegando iban entregando los arcos, flechas y dardos que
son sus armas con mucha alegría y confianza del español (…) es gentío que anda en cueros y se mantiene con peces y miel y algún
maíz por ser poco el que siembran, todos ellos andan a pie y no saben andar a
caballo ni se atreven a montar porque así lo experimentó el dicho teniente
Ignacio Ibáñez son de nación que llaman lule y sus abuelos fueron bautizados y
encomendados a la primer ciudad que se fundó en la Provincia del Tucumán
llamado Esteco el viejo y habrá cien años que huyeron a los montes
de cuyas familias resultan las presentes[68]
Su combatividad se limitó al uso de arco,
flecha y dardos; la no incorporación del caballo, mantuvo su agresividad en
parámetros manejables por el conquistador. Este rasgo hizo que los españoles
los identificaran con el calificativo de “gente de a pie”, representando un
mayor grado de docilidad frente a los de tierra adentro, como los mocoví. El
apremio que sobre ellos ejerció este grupo, potenciado en su belicosidad por el
dominio ecuestre, será el motivo determinante por el que se los encontrará a
inicios del S. XVIII pidiendo la reducción y transformándose de indios
fronterizos enemigos a indios amigos:
Su natural es modesto y no hay noticias de que tengan
ídolos, son de buena disposición y acérrimos enemigos de los
mocovíes y demás naciones bárbaras del Chaco con quienes tienen
continua guerra en que siempre sacan estos pobres
el peor partido por ser gente de a pie y
tener los otros mucha caballería no porque en el valor les excedan ante sí les
aventajan circunstancias que además de la general obligación de asistirles
compele a la brevedad de su reducción[69]
El
traslado
Surgimiento
de Nuestra Señora de Talavera de Madrid
En la historia de la Gobernación los
traslados de ciudades fueron procedimientos comunes que obedecieron en la
mayoría de los casos “al impropio temperamento del paraje”[70]
y “a las adversas y no previstas condiciones del sitio originario”[71].
Las mudanzas respondieron a motivos conscientes y racionales de los pobladores
y siguieron un trámite formal en base a principios legales. En la iniciación
del proceso actuaban el Cabildo y los vecinos, luego se necesitaba la voluntad
del cuerpo Capitular, y el proveído favorable del gobernador, requiriendo finalmente
la ratificación de la Corona[72].
En Talavera los vecinos se dirigieron al
Rey y agilizaron la emisión de la Real Cédula fechada en Valladolid, el 2 de
abril de 1604[73],
a cuyo destinatario el presidente de la Audiencia de Charcas, Alonso de Maldonado
de Torres se le pidió su parecer acerca de los motivos y el lugar elegido para
el traslado. Derivada el 17 de marzo de 1605 al Gobernador del Tucumán, Francisco
de Barraza y Cárdenas elevó en respuesta un memorial[74]
avisando que habiendo reunido al pueblo todo y en Cabildo abierto la mayoría
había decidido la mudanza al sitio de la Villa, considerando que “son dos pueblos ruines y si se juntasen sería uno bueno y a donde si
hubiera de mudar la Catedral, estaría bien”[75]. Por
razones que todavía se desconocen la Villa de Madrid,
inició en los primeros años del siglo XVII, un proceso de decadencia reflejado
en las cifras que el gobernador Alonso de la Ribera hizo constar hacia 1607 en
carta al Rey, la población se componía solamente por diez vecinos y ciento
ochenta y ocho indios[76].
Analizando el contenido del memorial de
Barraza, surgen los inconvenientes que los vecinos plantearon sobre la mudanza.
El primero se refería a la situación de privilegio que en la disposición de
cuadras y solares alrededor de la plaza tendrían los de la Villa, si se daba la
agregación, ellos “los más antiguos” ocuparían “lo peor” del espacio y las “peores
tierras”. La segunda dificultad fue una inquietud compartida por “los mayores y también algunas personas que hay pobres” que al
no poseer repartimientos de indios no podrían construir en la nueva población.
El tercero, que cuatro o cinco repartimientos ubicados a diecisiete o dieciocho
leguas de Esteco, en la parte contraria de las Juntas vendrían a estar, de la
nueva población a cuarenta y dos. El último planteo tuvo que ver con la dificultad
en la elección de los alcaldes pues consideraban que cada núcleo querría
designarlo.
Frente a estas dificultades, el Gobernador
concibió las siguientes soluciones: a lo primero dejaba en manos de quien
hiciera el traslado la responsabilidad de redistribuir los solares, atendiendo
a los privilegios de los vecinos de Talavera, por varias razones: haber sido
los más antiguos, porque de allí partieron los que la poblaron, porque de los
dueños de repartimientos en la Villa, cuatro a cinco fueron originarios de
Esteco, porque cuando se fundó estaba subordinada a la ciudad y un alcalde de
ella iba a gobernarla. A la tercera, Barraza propuso a los propietarios de pueblos
de indios alejados de las tierras o estancias que poseían en las Juntas, los trasladasen
y ubicasen en ellas, con la condición de mudarlos luego de pasar todos,
especulando que de hacerlo antes, el peso de la acción recaería en los pocos
indios y pobladores que quedaban en la ciudad. En cuanto a las designaciones
planteó la no existencia de problemas, si se la consideraba como una unidad;
sin necesidad de hacer distinciones entre los núcleos urbanos, las elecciones debían
recaer en las personas beneméritas.
El escrito de Barraza tuvo resolución
inmediata y el 2 de marzo de 1606 una Real Cédula fechada en el Pardo y
dirigida al Presidente de la Audiencia, Nuño Núñez de Villavicencio, autorizó
el traslado. A su muerte se hizo cargo nuevamente, Alonso Maldonado de Torres
quien emitió un auto[77]
comisionando a Alonso de la Ribera a trasladar la ciudad al sitio de la Villa.
Dentro de las instrucciones resaltan tres, la primera y considerando lo
planteado por Barraza, exigió se respete al momento del reparto, la calidad de
las posesiones que habían tenido los vecinos de Esteco, en segundo lugar la
ciudad debía llamarse Nuestra Señora de Talavera de Madrid y por último las
mercedes, indios y tierras concedidas a los vecinos previamente en cada núcleo,
debían conservarse sin acrecentarlas, remarcando que no era una nueva población
sino un traslado.
Como señala Lorandi[78]
los Gobernadores recibían instrucciones precisas, pero generalmente no las
cumplían o diferían su ejecución. En este caso La Ribera cumplió a medias las
órdenes, mudó la ciudad, le impuso el nombre señalado, pero cambió el sitio a
Río de las Piedras, un paraje distante a tres leguas de las Juntas, Pasaje por
medio.
No se
ofrece cosa de nuevo más de que estoy ocupado por orden de vuestra alteza
trasladando la ciudad de Talavera y La Villa de las Juntas a un puesto que se
llama río de las piedras, veinticinco leguas de la vieja ciudad de Esteco y
tres de la Villa de las Juntas a la vuelta de Salta y Jujuy camino del Perú[79]
Si “el mudar de sitio implicaba
riesgos y la adopción de una decisión consensuada, lograda por el cuerpo
capitular, para elegir el lugar y alterar la distribución de los solares”[80]
en una ciudad, cuántos más riesgos y menos consensos si Alonso de la Ribera
acataba las indicaciones de Barraza removiendo a los pobladores de la Villa y
colocando a los de Talavera en los espacios principales. Es posible encontrar
aquí una explicación al cambio, considerando que luego del período de auge de
la Villa, habría existido un grupo de vecinos fuertes que resistió la medida.
La hipótesis se refuerza cuando Pedro Lozano relata que en los primeros meses,
el gobierno fue ejercido de manera compartida
Así
se efectuó el día ocho de noviembre de 1609, juntándose en el nuevo sitio los
vecinos, pero gobernando los alcaldes y regidores de ambos
pueblos hasta el día primero del año de 1610, que se eligieron dos
nuevos alcaldes como en cualquier otra ciudad, siendo los primeros dos
Francisco Mejía y de Pedro de Valdivieso, alférez real Marcos de Retamoso, alguacil
mayor Rodrigo de Soria y primer teniente de gobernador Pedro de Sueldo que
todos se hallaron presentes con el Gobernador para levantar el árbol de
justicia, hacer las ceremonias acostumbradas en las nuevas fundaciones[81]
La segunda desobediencia se relaciona con
la categoría fundación marcada por Lozano. Si bien esto era una traslación
Alonso de la Ribera ejerció tres derechos inherentes a la categoría de fundador:
repartir tierras, asignar la vecindad y encomendar indios[82],
inobediencias que serán analizadas a continuación.
Jurisdicción
de la Ciudad
Con las “Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y
pacificación de las Indias”[83]
sancionadas por Felipe II en Bosque de Segovia el 13 de julio de 1573, se
sistematizan un conjunto de disposiciones, que constituyeron una política de
ocupación territorial única, aplicada en cada una de las fundaciones realizadas
en el Nuevo Mundo, aunque con ciertas peculiaridades para cada caso, como se
verá en el de Nuestra Señora de Talavera de Madrid. De gran minuciosidad, la
legislación preveía en cuanto a las calidades de los asientos que las
poblaciones debían establecerse cerca de cursos de agua para que esta pudiera
ser conducida a la ciudad, derivándola si fuera posible con el fin de lograr un
mejor aprovechamiento[84].
Esteco estuvo enmarcada por cuatro cursos de
agua; una de sus caras, “la que cae de la ciudad abajo
de la parte del río”[85] daba
al río de las Piedras, la otra considerada “la entrada de la dicha ciudad por cima de ella hacia la acequia camino de Metán”[86], que
tomaba sus aguas del mismo río y una tercera, “al
principio de la ciudad viniendo por el camino del Perú”[87] se enfrentaba a Manantiales,
con naciente en un ojo de agua y desembocadura en el Pasaje, la cuarta “al fin de la ciudad camino de la Gobernación”[88]
era la excepción.
Mapa
N° 1: Jurisdicción de Nuestra Señora de
Talavera de Madrid[89]
El concepto “ciudad” no sólo contuvo al
espacio destinado a la población urbana y a la vecindad de sus casas sino
también a lo rural, comprendiendo chacras y estancias, que para el caso estudiado
se extendieron al sudoeste del Pasaje sobre un espacio en el que hoy existen
los Departamentos de Metán y Rosario de la Frontera y hacia el este en la zona
aledaña al río en lo que es Anta. La Jurisdicción de Nuestra Señora de Talavera
de Madrid se desplegó territorialmente sobre la cuenca del Pasaje- Balbuena y
dentro de ella en dos subcuencas conocidas en la actualidad como Metán y
Rosario-Horcones. En el siglo XVII, los ríos principales de cada una de ellas, Conchas
y Rosario-Horcones, recibían respectivamente los nombres de Biosmep[90]
y la Almona[91],
reconociendo sus nacientes el primero en las Sierras de Vichime[92]
al presente, nombradas de Metán y el segundo en las de Carahuasi[93]
(Caraguazi), desembocando ambos en el Pasaje. El espacio tuvo y conserva la
particularidad, al ser surcado por una gran cantidad de ríos, de parcelarse
naturalmente y sobre cada sector se instalaron estancias, potreros y tierras.
De acuerdo a Felipe de Albornoz[94],
la ciudad contó con tres partidos: Esteco el Viejo, Culicas y Yatasto. El
primero ubicado en las tierras que fueron de Talavera, el segundo sobre el
dominio de los Culicas[95],
en el territorio recorrido por el río Almona, a la sazón Rosario de la
Frontera, y el último de ellos Yatasto, conformado por dos pampas[96]
delimitadas de norte a sur entre los ríos Metán, Yatasto y las Cabas.
Solares y
vecindad
En el ámbito de lo urbano, el primer
reparto de tierras correspondía a los solares[97];
el punto material y legal desde donde se formaba la ciudad y se dividían las
futuras posesiones de los vecinos fue la plaza, trazándose sobre cada uno de sus
lados las calles principales y debiendo dar ellas a las puertas y caminos, también
principales[98].
La forma de urbanización resultante es la de damero- plano de parrillas de
hierro- en la que cada una de las divisiones se individualizó por ley como
solar[99],
a su vez fraccionado en cuatro “suertes”[100].
Para el caso de Esteco el nuevo[101],
esta distribución se plasmó en un plano que Alonso de la Ribera elevó al Rey[102],
allí se observa la particularidad de la traza, los lados del cuadrado no
estaban enfrentados a cada uno de los puntos cardinales sino que fueron sus
vértices los que lo hacían; si al sentido de esto se lo busca en la legislación
sería “porque saliendo así las calles de la plaza no
estarán expuestas a los cuatro vientos que será de mucho inconveniente”[103].
En la planta de la ciudad[104]
aparecen consignadas al pie cuatro columnas. En cada una y de izquierda a
derecha se puede leer la cantidad de indios dados en encomienda por vecino, el
nombre del mismo y la/s suerte/s asignada/s dentro de los solares,
identificadas con un número comprendido entre uno y ciento sesenta y ocho. Como
regla general se otorgaban en tanta cantidad cuanto “cada
uno de los pobladores se obligare a edificar”[105];
iniciándose el reparto desde la plaza mayor, las no concedidas se guardaban para
posteriores mercedes.
En Esteco la forma de distribución de las
suertes presentó ciertos rasgos particulares:
· Ocupar “los mejores sitios”, no implicó instalarse
alrededor de la Plaza Principal, los grandes encomenderos aparecen dispersos
sobre toda la traza sin que se pueda apreciar una lógica precisa.
· Los vecinos feudatarios con grandes
repartimientos como Francisco Mexía Mirabal, Diego López de Correa, el Capitán
Andrés García, Isabel González o Pedro Gómez concentraron dos suertes de tierra
dentro de un mismo solar, o en solares enfrentados.
· Mexía Mirabal, incrementó el patrimonio
familiar, cuando dos de sus hijos se ubicaron en las suertes restantes,
logrando concentrar la propiedad de un solar completo. Situado en una “posición
estratégica” por estar enfrentado al Río de las Piedras tuvo garantizado el
abastecimiento de agua.
· La mayor cantidad de suertes sin ocupar se
encontraban en la última línea de la cuadrícula enfrentada a la acequia y a
Manantiales.
El plano revela que Nuestra Señora de
Talavera de Madrid tuvo ciento diecinueve vecinos de los cuales cincuenta y uno
procedían de Talavera. Según Razori participar de la nómina levantada al momento
de la fundación, creaba en beneficio del morador efectivo la capacidad jurídica
inherente al vecino, siendo esto así, la planta revela un cambio en el status
de algunos de los pobladores reubicados. De los veintiún moradores existentes
en Esteco el viejo se trasladaron doce con la nueva calidad, entre los que se
contaba el cura de naturales Melchor Ximenez de Arteaga y siete en calidad de
encomenderos. De los residentes y estantes o pasantes, se mudaron dos con ese
estado: el arriero Hernando Gutiérrez y el escribano Paulo Núñez de Victoria.
Fueron vecinos además, dos hijos de Francisco Mexía Mirabal y doña Felipa de
Sueldo, tutora y curadora de Pedro Méndez, además de Diego de Sueldo, hermano
de Juan de Sueldo. En estos últimos casos la extensión de la vecindad reconoce
como antecedente el artículo 93 de las Ordenanzas de Felipe II, al definirse
como vecino “el hijo o hija o hijos del nuevo poblador o sus
parientes dentro o fuera del cuarto grado teniendo sus casas y familias
distintas y apartadas y siendo casados y teniendo cada uno casa de por sí”.
Areces marcó este rasgo para el siglo XVII, cuando a medida que se consolidaron
las ciudades se amplió la condición
a los hijos y parientes y a los habitantes que hubieran residido en el lugar
durante el período mínimo de cuatro años, tuvieran propiedades y hubieran
asistido a los cabildos convocados por los regidores.
Chacras[106]
Confinante con la planta se tendrían que
haber ubicado, de acuerdo a las disposiciones, el ejido, entendido como el
terreno reservado para el aumento probable de la población y aledaño a él las
dehesas, lugares de pastoreo; ambos servían de pastos comunes para los animales
que por razones de sustento y defensa, poseían los vecinos dentro de la traza
urbana. Más allá de ellos se localizarían las tierras para propios, cuya
explotación constituía uno de los recursos del Cabildo e inmediatamente las de
labor, a las cuales el Gobernador debía distribuir en suertes iguales entre los
pobladores[107].
En este caso Alonso de la Ribera volvió a desobedecer, repartió entre vecinos y
moradores las cuadras destinadas a ejido y pastos comunes sobre los cuatro
frentes de la ciudad.
Cuando el Oidor de la Audiencia de Charcas,
Francisco de Alfaro, visitó la Gobernación y llega a Esteco dictó un auto el 1°
de febrero de 1611, en el que “le parecía justo conveniente y forzosamente necesario que esta ciudad tenga baldíos ejidos y pastos comunes el que las entradas y salidas de ella queden libres y desembarazadas y que la ciudad sea la que participe de la primera agua y no haya quien se la impida proveyendo justicia”[108];
apoyándose en la legislación, instruyó que tres hiladas de cuadras en el
contorno de Talavera de Madrid fueran despejadas; ordenándole al Gobernador que
hiciera una nueva repartición de acuerdo a los méritos.
Esta medida no revestía mayores dificultades,
si se la aplicaba en el tiempo en que se estaba levantando la ciudad; practicar
la mudanza se presentaba como una tarea fácil por la escasez de ocupantes y de
hecho había sido acordada entre “el procurador general que aquel año fue y demás justicias y cabildo que a esta razón lo trataron con el dicho oidor y visitador”[109].
Sin embargo su ejecución fue diferida en dicha oportunidad y en cada uno de los
momentos en que se solicitó el desalojo, 1615, 1622, 1637, 1640 y 1653. Para comprender
los motivos por los que no se respetó la normativa, se torna necesario recrear quiénes
ocuparon ese espacio, el modo y sobre todo sopesar las ventajas y desventajas
de su implementación. En 1622 el Procurador General, Diego Núñez del Sueldo, abogó
por la no aplicación de la norma, ya que estaban instaladas más de doscientas
personas entre españoles e indios, con casas, chacras, tierras de labores,
molinos y viñas[110],
adjuntando a su alegato un informe detallado de algunos de los ocupantes. La
disposición también fue resistida por el Protector de Naturales, Marcos de
Retamoso; advertía que si mudaban los indios que habitaban los alrededores con
sus familias, despojándolos de la tierra, se podría ocasionar “notable daño a ambas repúblicas de españoles e indios”[111].
Ambos coincidieron que con lo producido en ellas se mantenía la ciudad y se
sostenían los pobres. La disposición se dejó sin efecto en esa oportunidad a
través de un auto de cabildo fechado el 30 de mayo de 1622[112].
El interés por estos espacios en
particular y la resistencia a dejarlos, no sólo por los pobres sino por los
grandes encomenderos, se explicaría por la confluencia de una serie de
factores, entre ellos la disminución de los aborígenes; eran esos terrenos, de
menor extensión que las estancias, donde los indios habitaban y producían desde
el momento de la traslación. En 1611 cuando Alfaro dictó el auto lo hace
previendo el crecimiento futuro de la ciudad recién creada, pero desde la
segunda década de instalada, Talavera de Madrid había iniciado un proceso de
acelerada disminución de la población española y aborigen, con lo que las
provisiones perdieron su razón de ser; la prioridad entonces fue mantener a los
pobladores y a los pocos indios. Las acciones llevadas adelante por el teniente
de Gobernador Manuel Gutiérrez de Toranzos a mediados de la década del 50,
cuando comienza a hacerse más pronunciado el proceso de decadencia de la ciudad
por los ataques de calchaquíes y mocovíes y la depresión económica de la
Gobernación por la crisis del Potosí[113],
pusieron en evidencia su valor y las convirtieron en presa de botín por ser las
que garantizaban la generación de recursos. Respaldado por el alcalde
ordinario, a la sazón su suegro, y apoyándose en disposiciones legales logró
expropiar, aunque temporalmente, no sólo las tierras sino también la
producción. Argumentos fundados en razones prácticas, se impusieron al apelar
ante una instancia de Justicia extramuros de la ciudad, como la Audiencia de Charcas,
fallando a favor de Juan del Sueldo con una real provisión del 16 de marzo de
1655[114].
Estancias
Según los indicios brindados por las
fuentes, la distribución hecha por el Gobernador Alonso de la Ribera de
estancias, tierras y potreros no sólo se limitó a señalar en el nuevo
asentamiento heredades de idéntica calidad a las que los vecinos poseyeron en
Talavera, sino a distribuirlas entre quienes no las tuvieron. Así por ejemplo
López Correa aparece reubicado en la estancia de Metán, mientras Bartolomé de
la Cámara, sin propiedades en el núcleo original, logró dos, la de Santa
Catalina de Yatasto en la primera pampa y la de la Cámara en el partido de los
Culicas. Hernando Gutiérrez, residente devenido en vecino, obtuvo la estancia
de San Esteban, donada por sus sucesores a la Compañía de Jesús.
Se ha logrado hasta el momento, recrear
parcialmente el espacio de la jurisdicción de la ciudad correspondiente al S.
XVII, localizando algunas propiedades y propietarios[115].
Sobre ello cabe hacer dos apreciaciones, la primera que las estancias incluidas
en la circunscripción de la Villa, se situaban en ambas márgenes del Pasaje,
mientras que las nuevas asignadas ocuparon la parte interna hacia el oeste y
cercanas a las serranías en una posición más protegida. La aparición de nombres
que no constan en la planta original hace suponer que nuevos pobladores se
avecindaron posteriormente, entre ellos la Compañía de Jesús, establecida en la
ciudad en forma permanente hacia 1620[116]
con casa e iglesia, ubicándose en las tierras conocidas luego como Pampa de la
Compañía[117].
Cuadro Nº 2: Propiedades y propietarios del S. XVII en Talavera de
Madrid
ESTANCIAS
S. XVII |
PROPIETARIOS |
DENOMINACIÓN
ACTUAL |
1º Pampa de
Yatasto. Estancia de Santa Catalina de Yatasto |
Bartolomé de la Cámara (vecino
de Talavera sin tierras) |
Yatasto |
Juan de la Serda Mirabal y
Francisco de Sandi (esposo de Catalina de la Serda Mirabal) |
||
Estancia de Juan Solórzano |
Juan de Solórzano (no
pertenecía a la planta original) |
Conchas |
2º Pampa de
Yatasto- Estancia de Luis Figueroa |
Luis de Figueroa. (No
pertenecía a la planta original) |
Las Cabas |
Lucas de Figueroa |
||
Sebastián Pardo de Aguiar |
||
Estancia de Metán |
Diego López de Correa (vecino
de Talavera reubicado) |
Metán |
Thereza de Rivera Cortes
(esposa de Correa) |
||
Estancia de Montoya |
Joseph de Montoya |
Los Sauces |
Julián de Sotomayor(esposo de
Luisa de Montoya, hija del 1º propietario) |
||
Estancia de San
Esteban |
Capitán Hernando de Gutiérrez
(Residente de Talavera- sin tierras) |
San Esteban |
Alonso Romero (Juana de
Estrada) - Antonio Gutiérrez |
||
Compañía de Jesús (por donación
16 de octubre de 1632) |
||
Estancia de la
Cámara |
Bartolomé de la Cámara (vecino
de Talavera sin tierras) |
Cámara |
Estancia de Barrasa
|
Pedro de Barrasa (vecino de la
planta original sin procedencia) |
Barrasa |
Estancia de Ovando |
Licenciado Ovando (no
pertenecía a la planta original) |
Ovando |
Pampa de la
Compañía |
Compañía de Jesús |
Rosario de la
Frontera |
Estancia de la
Almona |
Tomás Castellanos (hijo de
Lorenzo Castellanos - vecino de Talavera con estancia en la Villa) |
Almona |
Estancia de Matos |
Andrés de Matos (no pertenecía
a la planta original) |
La Palata |
Manuel de Toranzos |
||
Estancia de Pedro
Gómez de Balbuena |
Pedro Gómez de Balbuena (vecino
de Talavera) |
Sitio de Balbuena |
Pedro Gómez de Buytrón (vecino
de Talavera con estancia en la Villa) |
||
Estancia de
Marmolejo |
Gonzalo Ortiz de Marmolejo
(vecino de Talavera con estancia en la Villa) |
Rio Piedras |
POTRERO |
PROPIETARIOS |
|
Potrero de Ana
Moreira |
Gabriel de Moreira (vecino de
Talavera) |
Metán Viejo |
Ana Moreira |
||
Potrero de
Balderrama |
Jacinto de Balderrama (no
pertenecía a la planta original) |
Balderrama |
Luis de Balderrama |
||
TIERRAS |
PROPIETARIOS |
|
Tierras de Duarte
Pinto |
Duarte Pinto (no pertenecía a
la planta original- su padre Vasco Pinto fue residente en Talavera) |
|
Tierra de los
Culicas |
A cargo de la Compañía de Jesús |
|
Francisco de Ávalos
(administrador nombrado luego del éxodo de los Jesuitas) |
||
Tierra de María
Lapa |
María Lapa ( no pertenecía a la
planta original) |
Tierras de María
Lapa |
Fuentes:
AGI, Charcas, 103, N° 14.
Confirmación de encomienda de Brosmepe. 11-07-1676; AGI, Charcas, 26, R.15, N° 113. Cartas de
Gobernadores: Carta de Alonso de Mercado Gobernador de Tucumán.16-07-1664;
AGI, Charcas, 257. Confirmaciones de
encomiendas de indios. 1715/1716; ANB, EC1662-33. El mayordomo del Hospital de
Jesús en la ciudad de Ntra. Sra. de Talavera de Madrid de Esteco sobre censo de
la Estancia de Sta. Catalina; ANB,
EC1694-26. Visita de Tucumán hecha por el Oidor más antiguo de esta Real
Audiencia Dr. Antonio Martínez Luján de Vargas; ANB, EC1765-76. Expediente
seguido por los Jesuitas con Joseph Arias Rengel por las tierras de la Pampa
del Rosario y estancia de la Compañía; AHS, Judiciales Caja 13 A- 1804. Nota: Incluye las denominaciones actuales.
Un segundo detalle a señalar es el dominio
que los vecinos feudatarios tuvieron sobre el espacio, materializándose ese
poder en la designación de estancias y potreros con sus apellidos, muchos de
los cuales se mantienen; mientras que las denominaciones originarias sólo
algunas se conservan, “Metán”[118]
y “Yatasto”. Idéntica situación se registra en los nombres de los ríos.
Cuadro 3: Nominación de ríos S.XVII / Actualidad
Ríos |
|
S. XVII |
Actualidad |
Rio
Balbuena |
Rio
Balbuena |
Rio
Marmolejo |
Rio
Piedras |
Rio
Biosmep-(originario) |
Rio
Conchas |
Rio
Solórzano |
|
Rio
Montoya |
Rio
del Sauce |
Rio
Almona |
Rio
Rosario |
Rio
Metán |
Rio
Metán |
Rio
Yatasto |
Rio
Yatasto |
Fuente:
AHS, Judiciales, caja 13 A-1804
Población
aborigen encomendada
Otra de las atribuciones propias de
fundador ejercida por Alonso de la Ribera, fue la de otorgar mercedes de
indios. Los sesenta y seis repartimientos iniciales de Nuestra Señora de
Talavera de Madrid, concentraron una población total de mil ochocientos tres aborígenes;
de ellos treinta y ocho pertenecían a pobladores originarios de Talavera,
agrupando mil trescientos sesenta y dos naturales, lo que representaba el 75% del
total; los cuatrocientos cuarenta y un restantes fueron propiedad de vecinos
cuya procedencia se desconoce. Para el análisis de la gráfica, referida al
grupo de encomenderos trasladados desde Esteco el viejo, se parte de considerar
como grandes repartimientos a aquellos integrados por más de cincuenta indios, medianos
los que tuvieron entre veinte y cuarenta y nueve y pequeños, menos de veinte.
Entre las encomiendas localizadas en la
jurisdicción de Esteco, deben diferenciarse las conformadas con aborígenes
trasladados desde los núcleos originales, Talavera y la Villa y las nuevas
asignadas al momento de erigirse la ciudad. En el lapso comprendido entre que
se levanta la información en 1608 y la mudanza, cuatro vecinos de Talavera,
vieron reducidos sus repartimientos (números negativos), mil veinticinco fueron
los trasladados y trescientos treinta y siete los nuevos dados por el
Gobernador. Con estos últimos, los más beneficiados resultaron los grandes
encomenderos, pero también los moradores (señalados con “m”) que pasaron a ser
vecinos con encomiendas pequeñas. Si bien Alonso de la Ribera incrementó en
menor medida a estos y a los medianos, satisfizo el pedido que los pobladores
de Talavera le plantearon a Barraza y que él no contempló en sus soluciones,
referido a la poca disposición de indios para construir sus casas en el nuevo
sitio y poder sostenerse; en síntesis estas entregas, aunque minúsculas,
constituyeron pequeños incentivos para la permanencia.
Gráfico III: Encomiendas en Esteco
pertenecientes a vecinos originarios de Talavera, discriminando aborígenes
trasladados y nuevos
Fuentes:
AGI, MP-Buenos Aires, 6, Plano de la Ciudad de Nuestra Señora de Talavera de
Madrid o Esteco (en línea): http://pares.mcu.es; ANB, CACH
630, Talavera-1608.
En relación a los reasentados, cabe
recordar, que Barraza había autorizado a los propietarios de grandes
repartimientos a ubicarlos dentro de sus estancias en la Villa, lo mismo harían
en sus nuevas posesiones, los dueños de pueblos y tierras en la jurisdicción de
Talavera y los que mantuvieron a sus indios en chacras, casas y propiedades prestadas.
Cuadro 4: Pueblos de indios trasladados
Pueblos trasladados |
Caciques |
Encomenderos |
Yolesliguala |
Alonso
Cepo |
Francisco
de Agüero |
Afastiné |
Pedro
Hoco |
Pedro
Gómez Buytrón |
Ataca
o Atará? |
Don
Alonzo |
Bartolomé
de la Cámara |
Guataliguala |
Don
Juan Nala |
Domingo
Díaz Moreno |
Socotonio |
Lorenzo
Cusa |
Francisco
Mexía Mirabal |
Lorenzo
Olorcan |
||
Diego
y Francisco Passai |
||
Magastiné |
Alonso
Ismán |
Miguel
Moreno |
Atalá |
Yusepe |
Cristóbal
López |
La
Madalena |
Don
Martín |
Andrés
García de Valdez |
Don
Alonso |
||
Don
Pablo |
||
Olcos |
Don
Lerenes |
Juan
de Chávez |
Anganombo |
Pascual |
Gonzalo
Ortiz de Marmolejo |
Calopostine |
Pablo
Ismán |
Gerónimo
Díaz Moreno |
Olcos |
Don
Alonso |
Tomasina
González |
Anganombo |
Don
Antonio |
Diego
de Baldenebro |
Socosliguala |
Don
Alonso |
Isabel
de Tapia |
Nune |
Don
Diego |
Jiminiano
Rabanal |
Esteco
|
Don
Juan |
Pedro
Méndez |
Anganombo |
Don
Pascual |
Diego
López Correa |
Afastiné |
Don
Juan |
Isabel
González |
Fuente: ANB. CACH 630-1608
Diferenciar los grupos aborígenes es una tarea
difícil e incompleta, sobre todo por lo exiguo de la información y considerando
la existente, la escasa posibilidad de identificar la pertenencia étnica. En
las encomiendas pequeñas los declarantes dieron exclusivamente el número y en
los pueblos algunos mencionaron su filiación (se discriminan los lules en
particular) y las parcialidades contenidas. Tomando como base la documentación,
varios etnónimos de los consignados en los cuadros individualizan grupos lules
dentro de la jurisdicción de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid:
lules propiamente dichos- parcialidades
de bomagualamba y mayre, olcos, bomagualamba[119]- parcialidades de bomagualamba, bocalinguala, afostiné,
tombagualamba- calopostine, olostine, culicas[120], isistiné.
Cuadro
5. Pueblos encomendados con
posterioridad al traslado
Pueblos encomendados |
Parcialidades |
Caciques |
Encomenderos |
Biosmepe |
Luis
Vejecam |
Diego
López Correa |
|
Thereza
de la Ribera Cortez |
|||
Juan
de Solórzano |
|||
Calopostine |
Don Francisco |
Vacan
por muerte de Francisco de Orellana Alonso Sánchez de Alcayaga |
|
Olostine |
|||
Bomagualamba |
Bomagualamba |
Pedro
Gómez Buytrón |
|
Bocalinguala |
Alcayero
Boque |
||
Tombagualamba |
Lajocane |
||
Lules |
Bomagrealamba? |
Alotoguaspa |
|
Mayre |
Boqueasque |
||
Bomagualamba |
Alotoguaspa |
||
Guastatine |
Guabiogualamba |
Amayama |
|
Yanto |
|||
Culicas |
|
|
A
cargo de la Compañía de Jesús. Al abandonar la Ciudad se los da en encomienda
a Francisco de Abalos. |
Isistiné |
|
|
Andrés
Matos. |
Manuel
de Toranzos |
|||
Fuentes:
AGI, Charcas, 101, N° 35. Confirmación de encomienda de
Bomagualamba.24-07-1624, AGI, Charcas, 101, N° 45. Confirmación de encomienda
de Nune, etc. 05-01-1631; AGI, Charcas, 101, N° 52. Confirmación de encomienda
de Anganombo. 01-01-1632; AGI, Charcas, 103, N° 14.Confirmación de encomienda
de Brosmepe.11-07-1676; AGI, Carchas, 102, N° 23.Confirmación de encomienda de
Calopostine, etc. 23-06-1662; ANB, EC1765-76. Expediente seguido por los
Jesuitas con Joseph Arias Rengel por las tierras de la Pampa del Rosario y
estancia de la Compañía, fs.2v-3r-4v5r10v-11r-12v.
Atendiendo a las conclusiones dadas por
Canals Frau[121],
debiéramos agregar a lo precedente, los etnónimos cuya desinencia haya sido
“stiné”, final que identificaría a grupos lule, como guastatine con la
parcialidad de guabiogualamba y magastine; conclusiones atendibles si se
comparan los nombres dados y los que aparecen en el S. XVIII: isistiné,
toquistiné y oristiné, sobre los que sí hay certeza de su origen. Más allá de
esta acotación, relegada al plano de hipótesis, el análisis además, pretende
aportar datos que descubran a los pobladores originarios del espacio estudiado,
poniendo en discusión la existencia de aborígenes a los que las producciones
historiográficas referidas al mismo ámbito, individualizaron como “meptanes”[122].
En el espacio de la jurisdicción de Esteco
el nuevo, se han podido identificar hasta el momento sólo dos encomiendas
pueblos: el de Biosmepe ubicado en el valle de Metán y el de los Culicas sobre
el río de la Almona. En el segundo de los casos la información brinda indicios
mínimos que permiten asignarle la entidad de encomienda pueblo, sobre todo la
posesión de tierras, una estructura urbana, organizada en torno a la capilla y
una filiación étnica[123],
aunque confusa.
al
tiempo que se mudó la ciudad a Talavera de Madrid de Esteco trajeron los dichos
padres de la Compañía de Jesús a los dichos indios
culicas y a la parcialidad de que no me acuerdo el nombre,
ciertamente que unos y otros son y eran de la nación lule
a sus tierras y allí les dieron tierras y se vista el pueblo
y los vestigios que hasta ahora están de la capilla y casas de los dichos
padres (…) y que después que salieron de Talavera de Madrid de
Esteco la que se arruinó, dejaron los indios en
cabeza de su majestad y le pusieron administrador por los señores gobernadores
de esta provincia y que con la novedad se fueron huyendo a sus
tierras y que se dispararon todos y que el administrador quedó
en sus tierras[124]
Las tierras de este pueblo se
individualizaron como “de los culicas” hasta la segunda década del S. XVIII y
colindaron hacia el oeste con la llamada Pampa de la Compañía[125].
El testimonio inserto en la cita plantea que estuvo “a cargo” de los jesuitas “los más firmes opositores a la continuidad de los servicios personales”[126]
y al retirarse por los continuos ataques de los mocovíes, en la segunda mitad
del siglo, habría sido declarado vacante y dado posteriormente en merced. Así
se explicaría que otros testimonios señalen a Francisco de Ábalos como su
encomendero y lo sitúen habitando en las tierras del pueblo; este hecho, de ser
cierto, marcaría un avance del vecino feudatario sobre las tierras comunales.
y el Capitán Francisco de Ábalos que este vivía en
los culicas (…) yendo río abajo por la parte del oriente dando
vuelta a las tierras de los indios culicas que fueron
de nación tonocoté de la encomienda de Francisco de Ábalos[127]
Las declaraciones difieren en cuanto a la pertenencia
étnica y a la procedencia, no se sabe aún si los culicas fueron lules o
tonocotés, originarios o trasladados.
Para el caso de Biosmepe[128]
las fuentes sólo brindan pruebas de su localización, el repartimiento contó con
seis indios tributarios, sin señalar filiación y al que Ángel de Peredo agregó
en merced, familias y piezas de los desnaturalizados del Chaco, como
retribución a su nuevo encomendero, Juan de Solórzano, por su participación en
la campaña de 1673.
por
cuanto por dejación que hizo doña Teresa de Ribera Cortez viuda del Capitán
Diego López de Correa de los indios y pueblo de Biosmepe
que se hallan situados en el valle de Metán jurisdicción de esta
ciudad de Talavera de Madrid de Esteco que ha poseído en segunda vida como
sucesora en dicho feudo por muerte del dicho su marido[129]
Asignada
la calidad de vecino, repartidas las tierras y los indios, por el Gobernador
Alonso de la Ribera, como un acto de desobediencia que buscaba la conciliación,
les tocó a los vecinos lograr el reconocimiento real. Probablemente todo lo que
hasta aquí se ha descripto haya sido el motivo por el que en el ítem Nº 13 del
pedimento al Rey de 1624[130],
solicitaron
se
confirme todo lo hecho y actuado por el Gobernador Alonso de la Ribera en la
traslación y fundación de la ciudad y se le concedan todos los honores,
gracias, mercedes, prerrogativas, libertades, términos y límites que se dieron
por los primeros fundadores y por el dicho Gobernador Alonso de Ribera[131].
Las modificaciones de las Ordenanzas de Alfaro en Nuestra Señora de
Talavera de Madrid y la persistencia del servicio personal
Las Ordenanzas de Alfaro constituyeron
para el Tucumán desde 1612, las normas que buscaron cortar la relación directa
entre encomendero y aborigen. Partiendo de una organización propia del período
toledano se resolvió la separación de la República de españoles y la de indios
con la formación de pueblos, en los que en teoría el encomendero no tendría
mayor injerencia salvo la de beneficiarse con la mitad de los rindes de la
chacra de comunidad, aportando bueyes, arados y aperos. Se estableció que todos
los naturales fueran libres y vasallos de la corona, por ende se prohibió el servicio
personal, el yanaconazgo, las expediciones militares realizadas con el fin de
cautivarlos, el traslado para chacras y estancias, las ventas, la esclavización
y la extracción de hombres hacia otras jurisdicciones, salvo a la de la ciudad
más próxima. Procurando la disponibilidad de mano de obra indígena, para
quienes carecieron de ella y la ganancia por parte de los encomendados, en
dinero o en especie, que les permitiera el pago del tributo, se favorecieron
los conciertos, trabajo voluntario y libre por jornal, además de las mitas
obligatorias que los tributarios debían prestar a sus encomenderos y a las
ciudades (mitas de plaza), también a cambio de un salario.
En los tiempos iniciales de aplicación de
las ordenanzas, la resistencia se plasmó en las observaciones y quejas
presentadas por el Cabildo de Santiago del Estero, en representación de los
vecinos encomenderos al momento de ser promulgadas, el 7 de enero de 1612.[132]
Tales planteos inclinaron al Oidor a hacer “ciertas concesiones a la
realidad”[133]
expresadas en una serie de prerrogativas: reducción de los jornales por mitad,
definición de los equivalentes del tributo en moneda de la tierra
(hilados-trigo) o en servicio (ciento veinte días), aumento del trabajo en la
chacra comunal, autorización para que un encomendero por doctrina vigilara el
cobro de un tributo duplicado (diez pesos); medidas que sólo se aplicarían
durante el período de vigencia de las encomiendas formadas al dictar Alfaro las
normas.
Instituir un sistema tributario, tasándolos
por cabeza entre dieciocho y cincuenta años, llevó en sí mismo la intención de
erradicar el servicio personal, sin embargo existieron ciertas condiciones que
afectaron de modo desigual su implementación dentro de la Gobernación. Si bien Lorandi[134]
planteará en general que el tributo como tal no existió, reduciéndose a algodón
o a productos de recolección, se reconocen en el Tucumán situaciones diversas.
La no posesión de la tierra por parte del aborigen y su instalación en las
propiedades de sus encomenderos, llevará a que en jurisdicciones como las de
Catamarca y Córdoba, la tributación se diera bajo la forma de servicio personal
a la vieja usanza[135].
En el extremo opuesto del espectro, Santiago del Estero y particularmente Jujuy
muestran que sus pueblos aborígenes, localizados en tierras comunales, fueron
notablemente ricos en comparación con los de otras jurisdicciones, hallándose
claros indicios del pago en moneda. En una situación intermedia Boixadós[136],
refiriéndose a La Rioja, señalará a la escasez de circulante, como un factor
que pudo favorecer la continuidad del tributo expresado en trabajo, sumando
además la resistencia de los vecinos feudatarios a ceder el espacio que les
permitía acceder con muy pocas limitaciones a la explotación inmediata de la
mano de obra indígena.
Elaborar un panorama sobre la tributación
en Talavera de Madrid obligó, por la escasez de fuentes, a prestar atención a
algunos indicios, particularmente al surgido de un expediente de confirmación
de encomienda de Pedro Gómez Buytrón. Se observó que a su pedido incorporaron
al título de propiedad los artículos 90, 91, 92[137]
correspondientes a las modificaciones de las ordenanzas en relación al tributo.
Por el primero se dejaba establecido que al ser los repartimientos del Tucumán,
de pocos indios resultaba conveniente tasarlos por cabeza, fijando el valor en
cinco pesos y debiéndolo pagar a su encomendero; el segundo planteaba que dicha
tasa debía ser cobrada cuando vacaran los formados al momento de dictarse las normas,
mandándose por el último artículo que hasta tanto eso no sucediera, pagaran
como tasa diez pesos. Si Buytrón, como vecino feudatario en primera vida
solicitó la incorporación de las modificaciones, con miras a un posible usufructo,
fue porque ellas representaban beneficios ciertos para la explotación del aborigen
por el tiempo de dos vidas. Con esto se abrió el interrogante de cuantos feudatarios
estarían en una situación semejante y que porcentaje de la población aborigen
se vería afectado por las medidas en la larga duración.
En 1609 cuando se instaló la ciudad se
ubicaron en la jurisdicción mil ochocientos tres indios. Considerando solamente
los que estuvieron en posesión de vecinos originarios de Talavera: trescientos
treinta y siete correspondían a repartimientos nuevos dados por el Gobernador
La Ribera, cuatrocientos cuarenta y uno de los indígenas trasladados
pertenecían a encomenderos que los poseían en primera vida, y quinientos
ochenta y cuatro a encomiendas de trasladados[138]
en segunda vida. El pedido de Pedro Gómez Buytrón, podría estar señalando la
existencia de una condición particular generada con el traslado: si todos los
encomenderos con repartimientos en alguno de los dos primeros grupos, hubieran
solicitado el usufructo de las reformas, un 43% de
la población total aborigen[139]
se habría visto obligada a pagar un tributo duplicado por el tiempo de dos
vidas.
Existe sin embargo una segunda
circunstancia que coadyuvó a la primera y profundizó los efectos por su
continuidad en el tiempo: la permanencia de los indios en estancias y chacras. Hacia
1613 se levantó una información a pedido del Cabildo[140],
donde se muestra una situación de extrema pobreza agravada por la existencia de
escasos indios de tasa en la jurisdicción, hecho que les impidió terminar de
poblarla y de construir los edificios, con el agravante de que los encomendados
“no tenían capacidad para pagar el tributo”. En el interrogatorio aparecieron
dos planteos bien definidos, por un lado que el traslado había sido efectuado
contrariando la voluntad de muchos vecinos, y por otro dejaron constancia de
los inconvenientes que acarrearon las Ordenanzas al dejarlos “libres”, al
exigirles la organización en pueblos y al cobro de la tasa.
A sólo tres años de instalada la ciudad se
declaraba que existían cuarenta y ocho vecindades, “las demás
de ellas tan tenues y de pocos indios que hay muchas que no llegan a ocho o
diez indios y otras no llegan a veinte y no hay tres que lleguen a setenta ni
cuatro de a treinta”[141],
con un total de mil indios y de ellos quinientos a seiscientos de tasa. Los
planteos resultaron sugestivos si se comparan con los datos iniciales de
población y aún más cuando se comprueba que tres de los nueve suscribientes
fueron encomenderos que concentraban un tercio de los aborígenes declarados,
Bartolomé de la Cámara (ochenta indios), Francisco Mexía Mirabal (ciento
cuarenta) y Andrés García (cien).
El cabildo alertaba sobre los efectos que
provocaría la aplicación de las ordenanzas al dejarlos libres y organizarlos en
pueblos. Se pudo apreciar, por lo que señalan las fuentes, que en Talavera de
Madrid de Esteco, los encomenderos favorecidos con la distribución dada al
momento del traslado desplegaron la estrategia de no organizar a sus
encomendados en pueblos de indios, manteniéndolos en sus estancias y chacras.
Entre los argumentos que respaldaron tal desobediencia aparecía el hecho de que
al ser tan escasos en número no se podían formar pueblos, tornándose necesario
la permanencia dentro de las tierras de los vecinos[142].
Aclaraban que si los establecían en espacios diferentes, esos centros que eran
los únicos generadores de ganancias, desaparecerían al quedar sin mano de obra
y por consiguiente la ciudad se iba a despoblar[143].
El hecho de centrar allí las poblaciones, llevaba en sí mismo la ventaja de
poder controlarlos, planteando en relación a la tasa que por “el poco trabajo que
tenían en ellas” sería suficiente con darles doctrina, curarlos, alimentarlos y
vestirlos, argumentos utilizados en el período de vigencia de las Ordenanzas de
Abreu.
Una década después, la documentación
refleja una baja pronunciada en la población aborigen, a la par que los
repartimientos continuaron ubicados en tierras de encomenderos, sin asumir la
forma de pueblos. En el octavo ítem del pedimento que hace el Cabildo de
Talavera de Madrid al Rey, en 1624 se repite el argumento agregando otro pedido
particular, dejarlos perpetuados en los lugares en que estuvieran ubicados,
pasando a los descendientes de los vecinos:
la Ciudad
que no tiene 400 indios de tasa… suplican a su majestad les haga merced que estos indios queden perpetuados en dichas estancias y chácaras y
pasen a los sucesores y descendientes de los encomenderos que los poseen
conforme a derecho y se cumpla con darles doctrina y cura en sus enfermedades[144].
Lo que haría más comprensible esta última
petición sería considerar un problema originado en la disposición particular de
los indios por el traslado. Tierras y aborígenes fueron mercedes con calidades
diferentes, las primeras pasaban a los herederos, mientras las encomiendas se
usufructuaban en dos vidas, para luego quedar “en cabeza de su majestad” y ser
otorgadas en nuevas mercedes; es posible que por esto se hayan generado
conflictos entre los poseedores de las tierras y los nuevos propietarios.
La estrategia de no organizarlos en
pueblos habría permitido la continuidad de la relación directa, respaldada
sobre todo por el discurso referido a la idiosincrasia de los lules. Su
incapacidad para generar excedentes que cubrieran el tributo justificó que el
dueño del repartimiento conmutara el pago con días de trabajo:
la nación
lule es la más bárbara y de menos razón de esta Provincia y como tal y que es
gente mal asentada no tiene géneros en que pagar tasa a su encomendero están
tasados por las dichas ordenanzas de esta Provincia a que den por ello a su encomendero
y en su compensación 60 días de trabajo[145].
Podría decirse que en este espacio los
límites a la explotación de la mano de obra indígena se definieron sólo por la
voluntad del vecino, dado que los controles por parte de la Corona, con
posterioridad a la visita de Alfaro fueron escasos, en 1676 la del gobernador
don José de Garro y entre 1692 y 1694 la del doctor don Antonio Martínez Luján
de Vargas, oidor de la Real Audiencia de La Plata, momentos en que la población
aborigen de toda la Gobernación del Tucumán estaba en franca decadencia.
Conclusiones
Reconstruir el proceso de surgimiento de
la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Esteco, permitió develar
las circunstancias particulares generadas con el traslado y fusión de Talavera
y la Villa de Nueva Madrid en el sitio de Río de las Piedras. Las
desobediencias cometidas por Alonso de la Ribera en el proceso, lo muestran
como un acto fundacional; la asignación de mercedes: vecindad, indios y
tierras, constituyeron incentivos para la permanencia en un espacio que nunca
perdió su condición de frontera, hostigado por calchaquíes y mocovíes, excluido
paulatinamente del itinerario comercial de la Gobernación y alejado de los controles
de la Corona. Prontamente la ciudad recreó el proceso de decadencia de los
núcleos que le dieron origen; imágenes de pobreza se proyectaron desde los
inicios mientras que la opulencia tan mentada quedó relegada al plano de los
mitos.
En las jurisdicciones de las ciudades del
Tucumán coexistieron dos formas de encomiendas, cada una de ellas con un modo
de tributación específico; mientras que el tributo en metálico o “en monedas de
la tierra” pareciera dominar en las encomiendas pueblos, el servicio personal
en su forma primigenia habría tenido vigencia en los repartimientos ubicados en
tierras privadas. Jujuy y Catamarca encarnan los dos polos en la posesión del
aborigen, cada uno de ellos con efectos diferenciados; mientras el primero
coadyuvó a la preservación de las comunidades, el segundo incidió en los
procesos de desestructuración. Los indicios han brindado, para Talavera de
Madrid, evidencias sobre el vínculo particular entre encomendero y aborigen. La
relación de sujeción personal directa fue cimentada desde el momento de
creación de la ciudad, en especial por la prerrogativa de instalar a los
naturales en las tierras de los vecinos feudatarios.
Esta condición sumada a la reticencia de
organizarlos con posterioridad a las ordenanzas de Alfaro, en encomiendas
pueblos y al usufructo de las modificaciones por aquellos que poseyeron los
repartimientos en primera vida, hizo que luego del análisis se consideraran
como factores que tuvieron una incidencia negativa, al momento de implantar el
sistema de dominación indirecta. La obligación de dar un tributo duplicado y la
posibilidad de cobrarlo en trabajo por el propio dueño del repartimiento,
escudándose en la idiosincrasia de los encomendados, durante un período de dos
vidas, habría obstaculizado la intención de la norma, favoreciendo el proceso
de desestructuración de la población aborigen de Nuestra Señora de Talavera de
Madrid.
La disminución de los encomendados significó
para Esteco el menoscabo de su riqueza, la pérdida de encomiendas y el éxodo de
muchos vecinos que abandonaron la ciudad, mientras que otros solicitaban el
traslado al Valle de Choromoros[146],
una zona donde fuera más redituable la empresa de sostener la conquista por las
armas. La falta de aborígenes, sumado al constante asedio de los chaqueños,
marcaron la pobreza irremediable de Esteco; en la segunda mitad del siglo
reconocía solamente al Pueblo de Biosmep ubicado en la estancia de Metán, con
cinco indios tributarios, al que se intentó mantener con la agregación de los
acalianes, desnaturalizados del valle Calchaquí en 1665, y la de los tobas
luego de la campaña al Chaco en 1673[147],
la encomienda de los isistinés ubicados en la estancia de La Palata, posesión
de Manuel de Toranzos[148]y
la del Sargento mayor don Julián de Sotomayor con el pueblo de chuccha[149].
Cabe preguntarse si fueron las
agregaciones el motivo por las que estas encomiendas se mantuvieron hasta
principios del S. XVIII, si hubo un cambio en la relación entre encomendero y
aborigen o si la organización en pueblos de indios contribuyó a su permanencia.
Más allá de estos casos, por el momento únicos, luego del terremoto de 1692
cuando la ciudad de Esteco es destruida, los lules que quedaban reducidos en el
interior del Gran Chaco, se organizaron tardíamente bajo la forma de pueblos,
con las reducciones jesuíticas asentadas a la vera del Pasaje-Balbuena, en la
segunda década del XVIII.
Aceptado: 10 de octubre de
2011
La posesión del aborigen en Nuestra Señora de
Talavera de Madrid de Esteco (1609-1650)
Resumen
Los núcleos urbanos de Talavera y la Villa
de Nueva Madrid transitaban, en los primeros años del S. XVII, un proceso de
franca decadencia. El traslado y fusión de ambas al sitio de Río de las
Piedras, con el nombre de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Esteco,
buscaba revertir la tendencia hacia el empobrecimiento. Las acciones llevadas
adelante por Alonso de la Ribera, devuelven la imagen de un acto fundacional,
en el que la asignación de mercedes, vecindad, aborígenes y tierras, tuvieron
como fin incentivar a los pobladores a permanecer en el sitio y a contribuir
con la conquista y defensa.
El espacio puso en hechos la expresión de
Alfaro: “y faltando indios no hay riquezas, así considerando
la causa espiritual como temporalmente”. La disminución de los
naturales encomendados señaló de manera inexorable su decadencia, motivada,
según los indicios que señalan las fuentes, por la persistencia del servicio
personal. La permanencia de este sistema de dominación directa entre el español
y el indio se habría dado al amparo de las modificaciones hechas para la
Gobernación del Tucumán a las Ordenanzas de Alfaro y de las permisiones dadas
por los Gobernadores a los pobladores al momento del traslado, so pretexto de
la idiosincrasia particular de los encomendados, entre ellos los Lules.
Palabras claves: Talavera;
Villa de Nueva Madrid; Nuestra Señora de Talavera de Madrid; Servicio Personal;
Modificaciones a las Ordenanzas de Alfaro; Lules
Norma
Estela Aguilar
The aboriginal´s possession in our lady of Talavera de Madrid de Esteco
(1609-1650)
Abstract
Talavera and New Madrid Village urban areas were
undergoing, in the early seventeenth century, a process of decline. The
transfer and merger of both of them to the site of Rio de las Piedras, under
the name of Our Lady of Talavera de Madrid de Esteco, tried to reverse the
trend towards impoverishment. Actions carried out by Alonso de la Ribera,
return the image of a founding act, in which the allocation of grants, neighbourhood,
aboriginal and land, were designed to encourage people to stay in place and
contribute to the conquest and defence.
The space put into action Alfaro’s expression: “where Indians are missing there are no riches, considering in this way,
the spiritual cause as something temporal”. The diminution of entrusted
natives, showed inexorably its decline, motivated, according to evidence, by
the persistence of personal service. The permanence of this system of direct
domination between Spanish and Indian, could have happened under amendments to
Alfaro Ordinances for Tucuman Government and permissions given by the governors
to the residents upon transfer under pretext of the particular idiosyncrasy of
those entrusted, including Lules.
Keywords: Talavera; New Madrid Village; Our Lady of Talavera de
Madrid; Personal Service; amendments to Alfaro Ordinances; Lules
Norma
Estela Aguilar
[1]
Avance del proyecto de investigación que, como trabajo final de la
Especialización en Historia Argentina de la Universidad Nacional de Salta, se
lleva adelante sobre: La conformación del Chaco Occidental como espacio de
Frontera desde el S. XVII a fines del período colonial “Pueblos de indios,
encomiendas y reducciones en la Frontera del Pasaje- Balbuena”.
[2]
Miembro del Proyecto CIUNSa N° 1893/2, dirigido por el Magister Marcelo
Marchionni, integrado al Programa N° 1893 bajo la Dirección de la Dra. Sara Mata
de López. Alumna de la Especialización en Historia Argentina. Universidad
Nacional de Salta, en su fase final de presentación de Tesina. Profesora en
Historia Regional y Ciencias Sociales.
[3]
Ana María Lorandi, con su obra “El servicio personal como agente de
desestructuración del Tucumán colonial” en 1988, inicia una línea de
investigación que muestra al servicio personal como el agente que aceleró el
proceso de desaparición de las comunidades aborígenes. Punto de referencia para
análisis posteriores, entre ellos el nuestro, generó en los ámbitos académicos
una discusión sobre los efectos de la conquista y la colonización en los grupos
aborígenes del Tucumán, materializándose en una serie de investigaciones a
partir de los 90. Estos estudios agregaron matices a la tendencia desfavorable
marcada por Lorandi, presentaron casos de pueblos de indios que demostraban su
persistencia y transformación, descubriendo las estrategias que pusieron en
juego en un marco de dominación. Lorandi, Ana María, “El servicio personal como
agente de desestructuración del Tucumán colonial”,
en Revista Andina, N° 6, Centro Bartolomé
de las Casas, Cuzco, 1988, pp. 35-73.
[4]
Archivo General de Indias (en adelante AGI), Charcas, 101, N° 35, Confirmación
de encomienda de Bomagualamba, 24-07-1624.
[5]
Archivo Nacional de Bolivia (en adelante ANB), CACH 630, Talavera, 1608.
[6]
Palomeque, Silvia, “El Tucumán durante los siglos XVI- XVII. La destrucción de
las tierras bajas en aras de la conquista de las tierras altas”, en Martini, Yoli, Graciana Pérez Zavala y Yanina Aguilar
(comps.), Las sociedades de los paisajes semiáridos y áridos
del centro-oeste argentino, VII Jornadas de Investigadores en
Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste del país, Universidad Nacional de
Río Cuarto, en prensa, 2008.
[7] PARES: AGI, MP-Buenos Aires, 6, Plano de la Ciudad de
Nuestra Señora de Talavera de Madrid o Esteco, [en línea], http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet?accion=2&txt_id_fondo=1931454.
[8]
ANB, EC1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña, en la
ciudad de Esteco.
[9]
Levillier, Roberto, Nueva crónica de la
conquista del Tucumán, 1574-1600, Vol. III, Nosotros, Buenos Aires,
1931, pp. 370 a 384.
[10]
AGI, Charcas, 34, Cartas y expedientes de Cabildos seculares, 1577-1699.
Incluye pedimento al rey del Cabildo de Ntra. Señora de Talavera de Madrid,
1624.
[11]
Assadourian, Carlos, “La conquista”, en Historia argentina 2- De
la conquista a la independencia, Paidós, Buenos Aires, 2005, pp. 13
a 114.
[12]
Torre Revello, José, Esteco y Concepción del
Bermejo dos ciudades desaparecidas, Peuser, Buenos Aires, 1943, p.
18.
[13]
Comisión dada por Francisco de Aguirre a Tomás González, su teniente en
Talavera. Citado por Torre Revello, José, 1943, ob.cit.;
p. 23.
[14]
Torre Revello, José, 1943, ob.cit., p. 35.
[15]
Assadourian, Carlos, 2005, ob.cit., pp. 43-44.
[16]
Información de Servicios de Juan Ramírez de Velasco, citada en Torre Revello, José,
1943, ob.cit., pp. 37.
[17]
Levillier, Roberto, 1931, ob.cit., p. 216.
[18]
Lozano, Pedro, Historia de la conquista del Paraguay, Río
de la Plata y Tucumán, Tomo IV, Cap. XIV, Imprenta popular, Buenos
Aires, 1874, p. 403.
[19]
Levillier, Roberto, 1931, ob.cit., p. 216.
[20]
Palomeque, Silvia, 2008, ob.cit. En este estudio se analizan los diezmos como
los primeros indicadores que reflejan la situación económica de cada
jurisdicción y por ende de la Gobernación a partir de la integración con otras
referencias. Las cifras consideradas, correspondientes a la última década del
S. XVI han sido extraídas de la colección García Viñas 3361, Tomo 172.
[21]
Palomeque, al analizar la masa total de los diezmos para la Gobernación del
Tucumán opta por considerar de manera unificada los de Talavera y los de la
Villa por tres razones: la primera que ambas se localizaban en tierras cálidas
por donde corre el Salado, la segunda porque de Talavera partió la mayor parte
de vecinos que la poblaron y por último que ambas se fusionaron hacia 1609 en
una sola población. A los efectos de este trabajo, se analizarán los aportes de
los núcleos urbanos por separado ya que la evolución económica de ambos, como
las cifras de los diezmos lo indican, habrían seguido trayectorias diferentes.
[22]
Bruno, Cayetano, Historia de la Iglesia en Argentina,
Vol. II, Ed. Don Bosco, Buenos Aires, 1967, p. 363.
[23]
Bruno, Cayetano, 1967, ob.cit., p. 368.
[24]
Palomeque, Silvia, 2008, ob.cit.
[25]
Palomeque, Silvia, 2008, ob.cit.
[26]
“Memorial al rey del 02-09-1592, del Cabildo de la Villa de Madrid”.
Transcripto parcialmente por Torre Revello, José, 1943, ob.cit., p. 36.
[27]
Levillier, Roberto, 1931, ob.cit., p. 217.
[28]
Información del Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Esteco,
1664, en El español de la Argentina- Documentos para su
Historia (Noroeste), Vol. II, Univ. Nacional de Salta, 1998, p. 131.
[29]
Ver mapa.
[30]
ANB, EC1655-10, Isabel González contra varios por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco, incluye Auto del Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid,
30-05-1622, fs.18v.
[31]
Assadourian, Carlos S., 2005, ob.cit., pp. 28 a35.
[32]
Lorandi, Ana María, “El servicio personal como agente de desestructuración del
Tucumán colonial”, en Revista andina, N°
6, Centro de Estudios Regionales Andinos
Bartolomé de las Casas, Cuzco, 1988, pp. 135 a 173.
[33]
Assadourian, Carlos S., 2005, ob.cit., pp. 35.
[34]
Doucet, Gastón Gabriel, “Sobre el componente mestizo de los grupos sociales
superiores en la periferia del Virreinato peruano: el caso de los montañeses o
mestizos de la ciudad de Esteco (1608)”, en Historia y Cultura,
N° 20, Sociedad boliviana de Historia,
Editorial don Bosco, La Paz Bolivia, 1991, p.115.
[35]
Doucet, Gastón Gabriel, “Vecinos, moradores, residentes y otros habitantes de
tres ciudades tucumanenses en 1608”, en Genealogía, Revista del
Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Nº 29, 1996, pp.507.
[36]
AGI, Charcas, 98, N° 1, Informaciones: Bartolomé Dávalos.
[37]
AGI, Charcas, 98, N° 1/1/1 verso: “En la ciudad de Nuestra
Señora de Talavera de Madrid de Esteco en diecisiete días, del mes de agosto de
1665 por parte del Maestro Bartolomé Dávalos, clérigo
presbítero residente…”
[38]
AGI, Charcas, 98, N° 1/1/7: “El licenciado don Juan
Ibáñez de Ávila clérigo presbítero
morador en esta ciudad…”
[39]
Sólo al final del grupo de los residentes aparecen consignados de manera alternada 3 moradores.
[40]
Areces, Nidia, “Las sociedades urbanas coloniales”, en Tandeter, Enrique
(dir.), Nueva Historia Argentina- La sociedad colonial,
Tomo II, Sudamericana, Buenos Aires, 2000, p. 151.
[41]
ANB, EC1684- 46, Pedido de los vecinos de Esteco para que el Gobernador de
Tucumán asista seis meses en la ciudad…, Fs. 6r.
[42]
Se descarta la posibilidad que
tal soltería obedeciera a la falta de mujeres. En la Información levantada por
el Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de 1613 al rey, los vecinos
y moradores, al ser tan pobres, solicitaban en el ítem 18, fundar un convento
de monjas para acomodar a las muchas hijas mayores que tenían en sus casas y no
podían casar.
[43]
Areces, Nidia, 2000, ob.cit., p. 150.
[44]
Doucet, Gastón Gabriel, 1991, ob.cit., pp.125-126.
[45]
Areces, Nidia, 2000, ob.cit., pp. 150, 151.
[46]
Definición dada por Doucet, Gastón, 1991, ob.cit., p.115.
[47]
Porrúa, Miguel Ángel, Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias- 1681, Libro IV,
Título 10, Ley 6°, Escuela Libre de Derecho, México, 1987. El remarcado es
nuestro.
[48]
Doucet, Gastón Gabriel, “Los réditos de Quilpo: funcionamiento de una
encomienda cordobesa a fines del siglo XVI”, en Jahrbuch für
Geschichte von Staat Wirtschaft and Gesellschaft Lateinamerikas, Nº
23, Colonia, 1986, pp.63-119.
[49]
Palomeque, Silvia, “El mundo indígena. S.XVI- XVIII”, en Tandeter, Enrique
(comp.), Nueva Historia Argentina- La sociedad colonial, Tomo II, Sudamericana, Buenos Aires,
2000, p.114.
[50]
Lorandi, Ana María, 1988, ob.cit, p. 148.
[51]
Palomeque, Silvia, 2008, ob.cit.
[52]ANB,
CACH 630-Talavera, 1608. Una información equivalente fue realizada para
Santiago del Estero el 9 de octubre de 1608. El original se ubica en el ANB,
CACH 1095, la transcripción del mismo en Vicente Juan Pérez Sáez y Mary F.
Pérez Sáez, El español de la Argentina, Vol. I,
UNSa, 1997. Existe constancia en el Tomo I de Expedientes (1552-1698), catálogo
de Gunnar Mendoza, ANB, que también se realizó en ese mismo año en San Miguel
de Tucumán (EC 1608-5), San Salvador de Jujuy (EC1608-6), Villa Madrid de las
Juntas (EC1608-9), Salta (EC1608- 12), pero en la actualidad estos no se hallan
entre los legajos del fondo documental.
[53]
Palomeque, Silvia, 2008, ob.cit.
[54]
Real Cédula, Valladolid, 02-04-1604 en Torre Revello, José, 1943, ob.cit., p.
38.
[55]
Memorial del Gobernador Barraza y Cárdenas, 17-03-1605, en Torre Revello, José,
1943, ob.cit., p. 39.
[56]
Torre Revello, José, 1943, ob.cit., p. 39.
[57]
AGI, Charcas, 283, Expediente de la guerra contra los indios tobas y mocovíes,
1675- 1699. Informe de Ángelo Peredo sobre la conquista de las Provincias del
Río del Dorado y Chaco, 10-10-1673.
[58]
Sobre los distintos nombres del Salado ver: Sierra, Vicente, Historia de la Argentina, 1700-1800, Editorial científica
argentina, Buenos Aires, 1973, 3°ed., p.138.
[59]
ANB, EC1690-37, El Gob. da cuenta que un cabo de la guarnición de Esteco entró
80 leguas tomando varios indios, Fs. 3v.
[60]
Kersten, Ludwig, Las tribus indígenas del Gran Chaco hasta
fines del siglo XVIII (Una contribución a la etnografía histórica de
Sudamérica), Universidad Nacional del Nordeste, Resistencia, 1968,
pp.39-40.
Kersten elabora una clasificación de los
grupos chaqueños teniendo en cuenta su afinidad lingüística: guaycurú,
mataco-mataguayo, vilela-chunupí-lule, maskoi, lengua-enimagá-guentusé, samucu,
chiriguano, y guaná-chané.
[61]
Susnik, Branislava, Los aborígenes del
Paraguay. Etnología del chaco boreal y su periferia. Siglos XVI y XVII,
Tomo I, Museo etnológico Andrés Barbero, Asunción del Paraguay, 1978, p. 63.
[62]
AGI, Charcas, 34, Alonso Abad, vecino de Santiago del Estero, eleva una
información al rey, 1585, en Vicente Juan Pérez Sáez, El español
de la Argentina- Documentos para su historia, Vol. I, Consejo de
Investigación, UNSa, 1998, pp.15 a 23. Visión coetánea e idéntica a la del
evangelizador y lingüista Barzana, S. XVI.
[63] Relación de Pedro Sotelo Narbaez, dirigida al
presidente de la Real Audiencia de Charcas… en
“Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización
rioplatense”. Tomo I. Casa Jacobo Peuser, Buenos Aires, 1941, pp.79 a 85.
[64]
Relación de Pedro Sotelo Narbaez…
Descripción que corresponde a los lules de San Miguel de Tucumán, p. 82.
[65]
Relación de Pedro Sotelo Narbaez…
Descripción de los lules ubicados entre el valle de Lerma y Talavera, p. 83.
[66] Kersten, Ludwig, 1968, ob.cit., p. 26.
[67]
Lozano, Pedro, Descripción corográfica del Gran Chaco
Gualamba, Instituto de Antropología, Universidad Nacional de
Tucumán, Tucumán, 1941, p. 105.
[68]
ANB, EC1690-37. El Gobernador da cuenta que un cabo de guarnición de Esteco
entró 80 leguas tomando varios indios, Fs. 9r. El remarcado es nuestro.
[69] AGI, Charcas, 210, Cartas y expedientes del
Gobernador del Tucumán, 1705- 1756. Carta del Gobernador Esteban Urízar y
Arespacochaga, 23-11-1708. El remarcado es nuestro.
[70]
Razori, Amílcar, Historia de la ciudad argentina,
Tomo I, Imprenta López, Buenos Aires, 1945, p.550.
[71]
Areces, Nidia, 2000, ob.cit., p. 161.
[72]
Razori, Amílcar, 1945, ob.cit., p.553.
[73]
Real Cédula 02-04-1604, en Torre Revello, José, 1943, ob.cit., p.38.
[74]
Memorial del Gob. Barraza y Cárdenas, 17-03-1605, en Torre Revello, José, 1943,
ob.cit., p.39.
[75]
Memorial del Gob. Barraza y Cárdenas, 17-03-1605, en Torre Revello, José, 1943,
ob.cit., p.39.
[76]
Carta del Gob. La Ribera al rey, 19-03-1607, citado por Torre Revello, José,
1943, ob.cit., p.41; original en AGI, Audiencias de Charcas, Legajo 26.
[77]
Auto dado por Maldonado a Alonso de la Ribera, incluido en la carta del
Presidente de la Audiencia enviada al Rey desde Potosí, el 22-01-1609.
Transcripto parcialmente en Torre Revello, José, 1943, ob.cit., pp. 48-49.
[78]
Lorandi, Ana María, 1988, ob.cit.
[79]
Carta de la Ribera al Rey, 11-04-1610. Transcripta parcialmente en Torre
Revello, José, 1943, ob.cit., p. 50.
[80]
Areces, Nidia, 2000, ob.cit., p. 162.
[81]
Lozano, Pedro, 1874, ob.cit., p. 404. El remarcado es nuestro.
[82]
Razori, Amílcar, 1945, ob.cit., p. 578.
[83]
Felipe II, Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las
Indias, en Biblioteca
Garay [en línea], http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1573_382/Ordenanzas_hechas_para_los_descubrimientos_nuevas_poblaciones_y_pacificaciones.shtml
[84]
Ibídem, Ordenanza 39.
[85]
ANB, EC 1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco. Cita extraída del Auto del Oidor Alfaro, fechado el
01-02-1611, incluido en el expediente como prueba, Fs. 9v.
[86]
ANB, EC 1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco. Cita extraída del Auto del Oidor Alfaro, fechado el
01-02-1611, incluido en el expediente como prueba, Fs. 9v.
[87]
ANB, EC 1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco. Cita extraída del Auto del Oidor Alfaro, fechado el
01-02-1611, incluido en el expediente como prueba, Fs. 9v.
[88]
ANB, EC 1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco. Cita extraída del Auto del Oidor Alfaro, fechado el
01-02-1611, incluido en el expediente como prueba, Fs. 9v.
[89]
Fuentes: AGI, Charcas, 103, N° 14, Confirmación de encomienda de Brosmepe,
11-07-1676. Charcas, 26, R. 15, N° 113, Carta de Gobernadores: Carta de Alonso
de Mercado Gobernador de Tucumán, 16-07-1664. Charcas, 257, Confirmaciones de
encomiendas de indios, 1715/1716. ANB, EC1662-33, El mayordomo del Hospital de
Jesús en la ciudad de Ntra. Sra. de Talavera de Madrid de Esteco sobre censo de
la Estancia de Sta. Catalina. EC, 1694-26, Visita de Tucumán hecha por el Oidor
más antiguo de esta Real Audiencia Dr. Antonio Martínez Luján de Vargas. EC,
1765-76, Expediente
seguido por los Jesuitas con Joseph Arias Rengel por las tierras de la Pampa
del Rosario y estancia de la Compañía. Archivo
y Biblioteca Histórico de Salta (en adelante ABHS), Judiciales, Caja 13 A,
1804.
Nota: Los datos se fueron ubicando sobre
la estructura de las cuencas hidrográficas, tomada de la cartografía de la
provincia de Salta producida por el Instituto Geográfico Nacional. Las
propiedades han sido señaladas con el apellido de sus dueños.
[90]
ABHS, Caja Nº13 A, 1804, Fs. 134v.-135.
[91]
ANB, EC1765-76, Expediente
seguido por los Jesuitas con Joseph Arias Rengel por las tierras de la Pampa
del Rosario y estancia de la Compañía, Fs. 7.
[92]
ABHS, Caja Nº13 A, 1804, Fs. 131 v.
[93]
ANB, EC1765-76, Expediente
seguido por los Jesuitas con Joseph Arias Rengel por las tierras…, Fs. 8v.
[94]
Carta de Felipe de Albornoz al Rey, Santiago del Estero, 28-12-1628, en Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y
colonización rioplatense, Tomo I, Peuser, Buenos Aires, 1941, p.
242.
[95]
ANB, EC1765-76, Expediente
seguido por los Jesuitas con Joseph Arias Rengel por las tierras…, Fs.3-4v-5-10v.
[96]
ABHS, Caja Nº 13 A, 1804, Fs. 123v.-125.
[97]
Felipe II, Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las
Indias, Ordenanza 90, en Biblioteca Garay [en línea], http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1573_382/Ordenanzas_hechas_para_los_descubrimientos_nuevas_poblaciones_y_pacificaciones.shtml
[98]
Ibídem, Ordenanza 111.
[99]
Razori, Amílcar, 1945, ob.cit., pp. 490, 491.
[100]
Razori, Amílcar, 1945, ob.cit., pp. 490, 491.
[101]
La denominación “Esteco el viejo” aparece en la documentación de la época,
utilizada por los pobladores de la ciudad para referirse a Talavera, por
ejemplo en ANB, EC1690-37, Fs. 9r. En la actualidad Alfredo Tomasini la utiliza
en contraposición a “Esteco el nuevo”, refiriéndose a Talavera de Madrid. Ambas
expresiones se corresponden con los títulos de dos de sus publicaciones:
Tomasini, Alfredo y Alonso Ricardo, Esteco, el Viejo, Breve historia y localización de Nuestra Señora de Talavera, 1566-1609, Gofica Editora, Salta, 2001. Tomasini, Alfredo, Esteco el Nuevo, Contribución al estudio de Nuestra Señora de Talavera
de Madrid, 1609-1692, Ediciones AM, La Plata, 2008.
[102] PARES:
AGI, MP-Buenos Aires, 6, Plano de la Ciudad de Nuestra Señora de Talavera de
Madrid o Esteco [en línea], http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet?accion=2&txt_id_fondo=1931454.
[103]
Felipe II, Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las
Indias, Ordenanza 114, en Biblioteca Garay [en línea], http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1573_382/Ordenanzas_hechas_para_los_descubrimientos_nuevas_poblaciones_y_pacificaciones.shtml.
[104] PARES:
AGI, MP-Buenos Aires, 6, Plano de la Ciudad de Nuestra Señora de Talavera de
Madrid o Esteco [en línea], http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet?accion=2&txt_id_fondo=1931454.
[105]
Felipe II, Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las
Indias, Ord. 104 en Biblioteca garay [en línea], http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1573_382/Ordenanzas_hechas_para_los_descubrimientos_nuevas_poblaciones_y_pacificaciones.shtml.
[106]
La información que aparece en este apartado ha sido extraída del Expediente EC
1655-10 del ANB. Si bien está catalogado como: Isabel González contra varios,
por despojo de una viña, en la ciudad de Esteco, el juicio se entabló contra
Juan del Sueldo y sus sucesores.-
[107]Ordenanzas
de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias: 90 - 104 a
109, en Biblioteca Garay [online], http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1573_382/Ordenanzas_hechas_para_los_descubrimientos_nuevas_poblaciones_y_pacificaciones.shtml.
[108]
ANB, EC1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco, Fs. 9r. y v.
[109] ANB, EC1655-10, Isabel
González contra varios, por despojo de una viña en la ciudad de Esteco, Fs. 16 r.
[110] ANB, EC1655-10, Isabel
González contra varios, por despojo de una viña en la ciudad de Esteco, Fs. 11v.
[111]
ANB, EC1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco, Fs. 14 r.
[112]
ANB, EC1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco, Fs. 19 r.
[113]
Beato, Guillermo, “La época colonial entre los años 1600 y 1750”, en Historia Argentina 2: De la conquista a la Independencia”,
Paidós, Buenos Aires, 2005, p.158.
[114]
ANB, EC1655-10, Isabel González contra varios, por despojo de una viña en la
ciudad de Esteco, Fs. 63 r.
[115]
Ver cuadro Nº 2.
[116]
Bruno, Cayetano, Historia de la Iglesia en la Argentina
1600-1632, Vol. II, Don Bosco, Buenos Aires, 1967, p.423.
[117]
Estas tierras fueron abandonadas cuando comenzaron a arreciar los ataques
indígenas. Ocupadas por el Gobernador Juan de Zamudio se erigió, luego del
terremoto de 1692 con el que se destruyó la ciudad de Esteco, el presidio de
Nuestra Señora del Rosario de Esteco, origen del actual Rosario de la Frontera.
[118]
En relación al nombre “Metán”, aparece tempranamente en el Auto del Oidor
Alfaro del 01-02-1611, incluido en el expediente del Archivo Nacional de
Bolivia, EC1655-10, Fs. 9v. y 10r. El uso que de él se hace, refiriéndose a un
paraje al que toman como referencia, lleva a pensar que haya sido un nombre
originario, como Yatasto o Culicas que designaban los partidos de la ciudad.
Una interpretación de su posible significado se consigna en: Solá, José
Vicente, Diccionario de regionalismos de Salta, Amorrortu,
Buenos Aires, 1947, p. 192 y que se transcribe a continuación: “cree el Dr. Atilio Cornejo, que dicho nombre proviene de la voz lule
mep= miel y del vocablo cacano tshao=lugar, pueblo.
Atendiendo al empleo de la raíz “mep” cabe
hacer una aclaración basándose en la información contenida en El arte y vocabulario del padre Antonio Machoni, referido a
la lengua lule y publicado por Lafone Quevedo en 1894, del que se extrae la
siguiente definición: “mé, terminación
de voz que dice miel, ver ynemé. En quichua misqui” (p.326). La raíz
utilizada como el empleo que de ella hace con carácter de prefijo no sería el
correcto, básicamente porque la lengua lule tuvo un carácter sufijador.
[119] “Título de encomienda de varias
parcialidades y pueblos de indios de los términos y jurisdicción de la ciudad
de Nuestra Señora de Talavera, dado por el gobernador de Tucumán, Gonzalo de
Abreu, a favor del Capitán Tomás González (…), 20-08- 1574”, en Levillier
Roberto, 1931, ob.cit., pp. 248 a 250. En él, el nombre bomagualamba designa
una parcialidad lule.
[120] ANB, EC1765-76, Expediente seguido por los jesuitas
con José Arias Rengel…, Fs. 3-4v-5-10v. Los testimonios que hacen referencia a
este grupo aborigen no son coincidentes en cuanto al origen, unos declarantes
los identifican como lules y otros como tonocotés.
[121]
Canals Frau, Salvador, Los pobladores indígenas de la Argentina- Su origen su pasado y su
presente, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, p.429.
[122] Poma, Eduardo, Historia de Metán y de la frontera salteña, Talleres
gráficos de Centergraf, Salta, 1994, p.61. Sin hacer mención de fuente y en relación a su
supuesta presencia establecen correspondencia con el surgimiento del topónimo
Metán.
[123]
Farberman, Judith y Boixadós, Roxana, “Sociedades indígenas y encomienda en el
Tucumán colonial. Un análisis de la visita de Luján de Vargas”, en Revista de Indias, Vol. LXVI, N° 238, 2006, p. 609.
[124]
ANB, EC. 1765, 76, Expediente seguido por los jesuitas con José Arias Rengel
por las tierras de la Pampa del Rosario y Estancia de la Compañía. Declaración
de Agustín Figueredo, Capitán de caballos sobre las tierras de los culicas,
Salta, 28 de junio de 1715, Fs. 10v. El remarcado es nuestro.
[125]
ANB, EC. 1765, 76, Expediente seguido por los jesuitas con José Arias Rengel
por las tierras de la Pampa del Rosario y Estancia de la Compañía. Declaración
de Agustín Figueredo, Salta, 6 de octubre de 1714, Fs. 4v.
[126]
Palomeque, Silvia, 2000, ob.cit., p. 122.
[127]
ANB, EC. 1765, 76, Expediente seguido por los jesuitas con José Arias Rengel
por las tierras de la Pampa del Rosario y Estancia de la Compañía. Declaración
del Sargento Mayor Antonio de Godoy Saavedra, Salta 26 de octubre de 1714, Fs.
5 r.
[128]
AGI, Charcas, 103, N° 14, Confirmación de la encomienda de Brosmepe, 11 de
julio de 1676.
[129]
AGI, Charcas, 103, N° 14, Confirmación de la encomienda de Brosmepe, 11 de
julio de 1676, Fs. 1r.
[130]
AGI, Charcas, 34, Cartas y expedientes de Cabildos seculares, Pedimento del
Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid al rey, 1624.
[131]
AGI, Charcas, 34, Cartas y expedientes de Cabildos seculares, Pedimento del
Cabildo de Nuestra Señora de Talavera de Madrid al rey, 1624.
[132]
Sierra, Vicente, Historia de la Argentina- Consolidación de
la labor pobladora- 1600-1700, Editorial Científica argentina,
Buenos Aires, 1972, p.86.
[133]
Sierra, Vicente, 1972, ob.cit. Expresión usada por el autor refiriéndose a las
modificaciones de las ordenanzas.
[134]
Lorandi, Ana María, 1988, ob.cit., pp. 135 a 173.
[135]
Farberman, Judith y Boixadós, Roxana, 2006, ob.cit., p. 610.
[136]
Boixadós, Roxana, “Los pueblos de indios de La Rioja colonial. Tierra, trabajo
y tributo en el S. XVII”, en Farberman, J. y R. Gil Montero (comps.), Los pueblos de indios del Tucumán colonial, Univ. Nacional
de Quilmes y Ediciones EdiUnju, Bernal, Buenos Aires, 2002, pp.15 a 58.
[137]
AGI, Charcas, 101, N° 35, Confirmación de encomienda de Bomagualamba,
24-07-1624.
[138]
Ver gráfico N° 3.
[139]
Ese porcentaje sería mayor si se contara con los datos de la Villa, semejantes
a los que están disponibles para Talavera.
[140]
“Información inédita hecha a pedimento del Cabildo Justicia y Regimiento de la
Ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid…, 07-02-1613”, en Levillier,
Roberto, 1931, ob.cit., pp. 370-384.
[141]
Levillier, Roberto, 1931, ob.cit., p. 373.
[142]
Levillier, Roberto, 1931, ob.cit.
[143]
Este argumento se repite en el juicio por desalojo de las chacras, seguido
contra Juan de Sueldo. ANB, EC1655-10.
[144]
AGI, Charcas, 34, Cartas y expedientes de Cabildos seculares, 1577/1699.
Pedimento del Cabildo secular de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de
Madrid o Esteco, 1624. El remarcado es nuestro.
[145]
Charcas, 102, N° 23,
Confirmación de encomienda de Calopostine, etc., 23-06-1662, Fs. 13v.
Declaración de Juan de Sueldo 06-06-1629.
[146]
AGI, Charcas, 23, R. 7, N° 72, Cartas de Audiencia, 1679-11-30/ 1681-09-27.
Expediente de traslado de la ciudad de Talavera de Madrid al Valle de
Choromoros.
[147]
AGI, Charcas, 103, N° 14, Confirmación de encomienda de Brosmepe, 11-07-1676.
[148]
ANB, EC1694 -26, Visita de Tucumán hecha por el Oidor más antiguo de esta Real
Audiencia Dr. Antonio Martínez Luján de Vargas, Fs. 146v. a 147v.
[149]
ANB, EC1694 -26, Visita de Tucumán hecha por el Oidor más antiguo de esta Real
Audiencia Dr. Antonio Martínez Luján de Vargas, Fs. 129 a 130r.