Mariana Godoy**
La irremediable intervención federal a Santiago del Estero[1], envuelta en una de sus peores crisis institucionales por crímenes que involucraban a poderosos y el destape de un sistema extendido de espionaje y represión al amparo del estado[2], había dividido a la provincia entre quienes la apoyaban- en algunos casos con cierta reserva y en otros con insistencia y euforia-, y quienes en cambio parecían haber resuelto resistirse a ella.
La segunda
porción, lo que quedaba de la estructura de gobierno juarista, se enfrentaría
con “palos y cadenas” a la primera, especialmente contra aquellos que habían
participado en forma directa para quebrar el régimen. Los augurios de
“disturbios” y “desmanes” adquirían verosimilitud por las efectivas agresiones
a periodistas, las amenazas a abogados denunciantes del régimen y a
funcionarios nacionales (del ANSES, Juzgado Federal, etc.), y por el anuncio de
la compra de bidones con nafta para provocar incendios. Un “clima de pánico” e
inquietud se ceñía entre la porción enfrentada a los Juárez, varios de los
cuales abandonaban por temor la provincia, y en algún caso “buscaba un revólver
para defenderse” o se amparaban en la custodia de miembros de
En la
porción resistente, ya pequeña, se encontraba por supuesto el PJ-juarista y el
conjunto de sus bases territoriales, entre cuyos recursos para hacer frente a
la “intromisión foránea” como le llamó un intendente juarista a la
intervención, se había anunciado desde cuatro días antes a producida la misma
una “multitudinaria movilización”, que reuniría a 40 mil personas “en apoyo a
las instituciones y a la decisión de no renunciar de la gobernadora” según
manifestó un diputado provincial del juarismo[4].
El acto además fue precedido como en un
prolegómeno por movilizaciones de menor envergadura con la presencia de
ministros, funcionarios, diputados y diputadas juaristas, concentraciones en la
plaza San Martín, ubicada frente a
Dos días antes al martes de celebración el aparato del juarismo se empezaba a movilizar yendo hacia el interior con camiones y colectivos en busca de asistentes para el gran acto que se venía.
El frente de
Finalmente
los Juárez salieron al balcón de
“Nina”
Juárez, la esposa del líder del juarismo y entonces gobernadora, habló muy poco
y sus palabras fueron más pobres que de costumbre, aunque manteniendo la voz
trémula y perturbada que le caracterizaba. Cuando asumí- dijo-, “juré por Dios
y por
Juárez, acostumbrado a emitir discursos de dos horas apenas habló unos minutos. “Casi me caigo de espaldas cuando me informaron que hay más de 30 mil personas”, exageró. Luego volvió a su viejo valuarte de la estabilidad financiera provincial como logro personal: “Me entregaron la provincia con un déficit, y ahora la entrego con 500 millones de pesos”. Le dio continuidad a su presencia providencial, arriba o debajo del trono: “Nina y yo comprometimos nuestra vida, extremadamente sacrificada, para ustedes. Y seguiremos en esto, estemos o no estemos en el gobierno”. Y continuó: “Esta reunión gigantesca no debe servir para crear disensos ni discusión”. Allí se cortó la luz y el audio, y Juárez pareció perderse entre las tinieblas. A los minutos, la luz y Juárez volvieron. “Ya ven cómo yo desafío todos los inconvenientes”, ironizó para despedirse del todo[8].
La jornada terminó sin la multitud que se anunciaba (apenas llegaron a 10 mil participantes según los cronistas), y sin enfrentamientos con “palos y cadenas”. Al régimen no le quedaba energía simbólica ni para el puño cerrado. Se había “debilitado en su corazón y diluido en sus extremos”[9].
Tal como había vivido, pereció así el dominio de Carlos Juárez, absorto en el espectáculo ceremonial[10].
El “régimen juarista” santiagueño, que debe su nombre al cinco veces gobernador de la provincia argentina de Santiago del Estero[11], ha sido definido recurrentemente como un régimen “patrimonialista”[12], “caudillista”[13], con rasgos “clientelares”[14], y el periodismo ha hablado por ejemplo del “reino de los Juárez”[15] así como también de un régimen de “terror”[16]. Recientemente Scnhyder[17] ha preferido conceptualizarlo como un “autoritarismo competitivo”.
En líneas generales, según también sinteticé en otro trabajo[18], puede coincidirse en que el dicho régimen se caracterizó por el dominio hegemónico del Partido Justicialista[19] en la escena partidaria, y la centralidad de Carlos Juárez a su interior, dominando el escenario político y cultural de al menos los últimos 20 años hasta su caída final en el año 2004. Una estructura política “Estado-céntrica”, relativamente aislada del contexto nacional, un esquema de confusión Estado-Gobierno-Partido, o directamente un binomio de identificación Estado-Juárez, donde existía un trayecto dinámico de recursos económicos, de vinculaciones y de legitimidad entre estas esferas que terminaba desdibujando sus límites, caracterizaron el sistema político santiagueño[20].
La impronta personalista de la política santiagueña, en el sentido del imperativo del líder como elemento aglutinante, pero también del modelo de intercambio personal entre el referente político y el demandante individualizado, las redes de poder y movilización electoral y la sobrerrepresentación del esquema de mediadores políticos, constituyen elementos que ayudan a trazar una cartografía de la estructura de dominio juarista. Se suma a esto las prácticas sistemáticas de violación de derechos civiles y políticos de opositores y propios, exacerbadas en el periodo final del régimen[21].
A su vez una estructura política como la descripta parecería sólo posible en el marco de una estructura productiva de baja modernización[22] con escaso o inexistente desarrollo industrial[23], y con una economía sustentada primordialmente en los fondos de la coparticipación federal. Así, los bajos niveles de empleo se concentran en el ámbito urbano en la administración pública y en el sector de servicios que depende a su vez económicamente de la primera, y el resto de los santiagueños (que no han migrado pues este es otro de los dramas demográficos de la provincia) se liga al estado a través de los planes de empleo[24]. Si estos rasgos se traducen en indicadores alarmantes de pobreza y marginalidad[25], también definen que en Santiago del Estero, el acceso a bienes materiales y simbólicos y a espacios de sociabilidad, termina tejiéndose sobre la base de la acción estatal que como dijimos aparecía en aquellos años confundida con la acción del partido dominante.
Ante estas definiciones parecería a menudo que no queda nada para entender e investigar sobre el sistema político santiagueño y en particular sobre el régimen que se sostuvo por tantos años.
Mi interés por el estudio de los actos juaristas cuando incursioné en su estudio (aproximadamente en el año 2001) se dirigía al menos en tres direcciones (direcciones no del todo claras teórica y analíticamente desde el principio). En primer lugar, quería discutir con varias ideas muy arraigadas en el espacio académico santiagueño y también en el discurso periodístico especialmente extra-local, respecto a que la adhesión al juarismo y la participación en el partido eran garantizadas por el reparto “clientelar” de recursos sobre una población despojada material y simbólicamente. Esta relación directa entre “subsistencia” y política, en principio reducía a la segunda a un mero contenido “instrumental”[26]. En segundo lugar, refutar que el juarismo había afirmado su poder sobre un aparato de presión, persecución y opresión desnuda, mirada que otra vez reducía la participación política a un mero contenido coercitivo. En tercer lugar, me interesaba cuestionar una concepción también dominante respecto de que Carlos Juárez (y en parte su esposa) tenía la capacidad de organizar racionalmente un dominio en todas sus escalas.
En Santiago del Estero, los estudios sobre redes de sociabilidad política y en particular del PJ en clave territorial[27] buscan salir en parte del análisis del régimen juarista desde la perspectiva de la construcción a veces abstracta del sistema político.
A la vez, resultan particularmente relevantes para la mirada que intento presentar aquí, los aportes de la antropología política (o tal vez mejor, de la “antropología de la política”) tanto de origen brasilero como argentino en la tarea de re-centrar a los agentes en el principio de sus propias prácticas. Estos autores han demostrado siguiendo a Balbi y Boivin[28], el potencial del análisis etnográfico para el estudio de la política, el Estado y el gobierno, al privilegiar las perspectivas de los actores para acceder al conocimiento de lo social, evitando transmutar procesos sociales complejos y con contenidos polisémicos en entidades abstractas y reificadas, y anteponer especulaciones teórico-normativas de los propios investigadores a conceptos que deben ser investigados en sus propios usos por actores socialmente situados.
De una exploración por cierto incompleta, comparto en este artículo el interés acerca de cuál es el recorte temporal (y espacial) de la política[29], pues allí también puede responderse acerca de qué es la política en determinadas poblaciones y entre determinados actores[30]. Asimismo, por entender que las comunidades (unidad de análisis entiendo más abordada por la antropología brasilera) y las organizaciones partidarias y organizaciones de protesta (más bien creo trabajadas por la antropología política argentina) movilizan una serie de recursos y de bienes que en muchos casos los articula con el Estado, pero que lejos de implicar relaciones de dependencia lineal, son estos bienes objetos de disputa y a la vez involucran relaciones de intercambio y obligaciones recíprocas de contenido complejo[31]. Por último, al poner énfasis en las disputas entre “facciones”[32], en las disputas intrafaccionales[33], en la conformación de “líneas” internas en un espacio partidario[34], estos autores tienen la virtud de poner el conflicto como una condición inherente de la actividad política.
El presente artículo propone avanzar en una descripción etnográfica de algunos de los actos más importantes del gobierno y el PJ-juarista en los años finales del régimen (2002 y 2003) en el contexto de una exacerbante política simbólica del gobierno, que intentaba inflar un régimen que se caía. Celebrados en marcos electorales, en fechas de festividad partidaria, en aniversarios de gobiernos, etc., fueron un tiempo fuerte de la política del régimen, por la masividad de la convocatoria en casi todos ellos y porque sucedían entre períodos breves y bajo distintas modalidades, excediendo el tiempo electoral y pre-electoral; por la cantidad de recursos invertidos en ellos por parte del partido, el gobierno, el estado y los territorios dirigenciales involucrados en su organización, y porque allí se jugaban disputas vitales entre los segmentos y facciones del partido.
Para empezar, introduciré algunas de las prácticas simbólicas más importantes del régimen en cuya relación debe leerse el lugar de los actos juaristas. En segundo lugar, me centraré en las distintas instancias escénicas en donde adquieren protagonismo los distintos segmentos de base del partido, sus agrupamientos y enfrentamientos, obviando en este recorte por motivos de espacio, la relevancia de los líderes y sus íconos. Asimismo describiré los rasgos recurrentes en la organización general de un acto, buscaré acercarme a la trama de intercambios y significados que se encuentran detrás de la participación en estas ceremonias.
A diferencia de la descripción del “último acto” para el cual me apoyé principalmente en fuentes secundarias, para el siguiente tratamiento me serví de notas de campo de observación directa, registros filmográficos de televisión y propio, y en menor medida al diario santiagueño “El Liberal”.
En el clásico Negara Clifford Geertz se centra en la naturaleza expresiva del Estado balinés, dirigido no hacia la tiranía sino más bien hacia el espectáculo, hacia la ceremonia, hacia la dramatización pública[35]. En el Estado-teatro de Bali,-dice Geertz- las ceremonias no eran medios para fines políticos: eran fines en sí mismos, era aquello por lo que servía el Estado. El ceremonialismo de la corte era la fuerza conductora de la política de dicha corte; y los rituales de masa, no eran un invento para apuntalar el Estado, sino que más bien el Estado era un invento para la promoción de los rituales de masa. El poder servía a la pompa no la pompa al poder.
El Estado y el Partido Justicialista-juarista, demostraron también que el arte de gobernar es un arte dramático. La semiósis del Estado juarista fijó al matrimonio Juárez como el punto central, modelo y paradigma, desde el cual irradiaban el resto de las posiciones de dominación. En este sentido, cada lugar adentro de la estructura de poder en el partido o en el gobierno, se auto-justificaba por el recurso a la nominación infinita a los líderes. Al mismo tiempo, la nominación infinita volvía a los líderes más poderosos. No había acción de gobierno, ni pronunciamiento oficial o de quienes integraban la ‘corte’ de dirigentes y funcionarios principales, ni había reunión partidaria que no estuviera envuelta en una densa capa de esplendor litúrgico y de reverenciamiento a los líderes máximos, que en semejantes acontecimientos adquirían el estatus de entidades divinas.
Podría
arriesgar que la ley que por unanimidad aprueba
Tales titulaciones, más la designación por parte del congreso provincial de Carlos Juárez como “Asesor de los poderes Ejecutivo y Legislativo” cargo al que igual que el de presidente del PJ nunca había renunciado, hacían que Juárez tuviera real injerencia en los asuntos de Estado provincial, en la promulgación de leyes, decretos y demás decisiones de gobierno. Por otro lado, las titulaciones y sus revalidaciones en cada acto de nominación a los líderes, prefiguraban la compleja modalidad de resolución del problema ligado al retiro de Carlos Juárez, la “sucesión” y el modo en que los actores de poder se irían acomodando en tal escenario. Así, la postrimería a la caída de los Juárez se caracterizó por la construcción de un Estado y un Partido parado sobre los hombros de dos líderes que tenían un doble cuerpo: uno ubicado al interior de la estructura de poder formal, y otro de orden simbólico, que se prolongaba hacia la inmaterialidad espiritual. La característica común a ambos cuerpos sin embargo, residía en que requerían centralidad, y fue allí adonde se orientó la energía expresiva y los recurrentes dramas del Partido-Estado juarista.
Un soporte
para esta construcción repleta de simbología fue sin duda la prensa local[38].
El formato de noticia en la televisión y los diarios, la docena de comunicados
y solicitadas que a veces cubrían una página entera en los periódicos, por
parte de dirigentes y funcionarios del PJ, ramas partidarias, organismos
públicos y privados, a favor del matrimonio y en contra de quienes los
calumniaban, no hacían más que contribuir a crear, a ‘hacer que ocurriera’ una
ontología basada en el orden juarista como modelo, con epicentro de naturaleza
también ‘ejemplar’ en Carlos y “Nina” Juárez. Fue así que cada plan, acción,
obra, ley de gobierno, en el ejecutivo y legislativo, se exponía en el caso del
año 2002- cuando en un pequeño intervalo ninguno de los dos detentaban cargos
públicos formalizados-, como resultado de la gestión anterior de los Juárez,
como idea u orden de ellos, o directamente como logro de los propios Juárez. La
prensa dio voz para que cada funcionario o legislador se ocupara expresamente
de nombrar en sus presentaciones entre dos y tres veces a Carlos Juárez y a Mercedes
Aragonés con todos sus nombres y títulos. En el año 2003, “Nina” como
gobernadora hizo girar el eje de enunciación hacia su persona y hacia
En esa espesura simbólica, como advertí, los actos o movilizaciones[39], se convirtieron tanto por su recurrencia como por su majestuosidad en las manifestaciones por excelencia de la forma cultural que asumieron los años finales del régimen, que al tiempo que endurecía sus mecanismos de dominación extraía también sus fuerzas de grandes manifestaciones simbólicas.
En la
exploración de los dos años considerados registré un total de al menos 14 actos importantes del régimen y más de dos decenas de movilizaciones de menor escala. Encontramos así en el orden
gubernamental y donde se cuenta con la presencia de ambos líderes, grandes
celebraciones ante la asunción de “Nina” Juárez como gobernadora, cuando se
cumplió un año de su gestión, y durante la apertura de sesiones ordinarias en
Si buscáramos representar el “tiempo de la política” en el juarismo, sería suficiente mirar estas instancias extraordinarias para concluir que sus coordenadas no podrían delimitarse al periodo electoral y preelectoral como describen Palmeira y Heredia acerca de algunas poblaciones rurales en Brasil[41], y a diferencia también de dichas comunidades, ese tiempo referiría a una definitiva continuidad entre política y cotidianeidad, y a que la política fuera más bien una trama interior (más que algo exterior) en dichos grupos, lo que contribuía a conformar una sociedad altamente politizada, aunque para algunos esa política fuese demasiado clientelar o personalista.
Por otro lado, la diversidad de estos actos en cuanto al origen de la convocatoria, en ciertos rasgos celebratorios, y en el hecho de que contaran con distintas escalas de organicidad, o que no siempre tuvieran la contención institucional del partido y el gobierno, llama a destacar la particularidad de las distintas variantes, pero sin embargo permite agruparlos en una misma categoría en tanto todos ellos agitan idénticas insignias del PJ, mezcladas y re-impresas sobre una simbología juarista propia, llaman a la devoción a los líderes y sobre todo movilizan a las redes dirigenciales del partido cuyos símbolos y disputas se muestran tanto en la escena de las celebraciones como en la propia trama organizacional. Así, a la tendencia ‘centrípeta’ propia del ritual del Estado, es decir, el efecto unificador de las ceremonias bajo el liderazgo de Carlos Juárez y su esposa, se superponen las fuerzas ‘centrífugas’ propias de la estructura de dicho estado, es decir, el carácter intrínsecamente dispersor y segmentario de la política juarista[42], que estaba hecha también de un sistema de poder compuesto por docenas de dirigentes independientes o semi-independientes en mayor o menor grado[43].
El principio de la segmentación que incluye la división hacia el interior y el aislamiento hacia el exterior se observa en que sobre todo en los últimos años, primó en su organización y estructura de distribución de funciones, recursos y poder, el fraccionamiento en Ramas Partidarias: Rama Política, Generación Intermedia, Rama Gremial, Rama Femenina y Juventud Peronista, cada una de las cuales operó como un verdadero grupo corporativo con símbolos y un estilo de actuación propio. A su vez existió una partición más global del espacio partidario, que tenía como criterio el género: de un lado la poderosa Rama Femenina, que había crecido exponencialmente de la mano de su presidenta “Nina” Juárez y del otro todas las ramas masculinas. Como veremos, la representación en los actos de la “lógica de la segmentación”[44]- esto es, la unidad de conflicto para combatir un adversario común, en nuestro caso las fracciones de cada rama para combatir a otra rama o bien subiendo una escala, la agrupación entre ramas para combatir al otro partido- podía superponerse a la “lógica de la facción” sobre todo en los espacios masculinos donde las unidades en conflicto más bien se activaban en ocasiones específicas (en general aquí sí en las contiendas electorales), conformándose como grupos no permanentes.
A continuación realizaré una composición narrativa de los hechos y símbolos que siendo típicos o particulares a algunos actos, permiten presentar una pintura de cualquiera de ellos, pero como dije, regulando la mirada hacia donde ganan centralidad los segmentos y facciones de base del partido. Para ello me basaré en tres actos que aún cuando se celebraron en contextos y con motivos diferentes[45], tienen la particularidad de haber logrado las movilizaciones más masivas de esos años[46], y el mayor despliegue en cuanto a la organización de la puesta en escena, (recursos técnicos, escenario, protocolo, etc.).
El día de un acto importante en Santiago, el trajín cotidiano de la ciudad parecía interrumpirse: el mundo juarista invadía el espacio público, tomando buena parte de él, y el canal de aire local reemplazaba su transmisión habitual para quedar copado por largas horas con las escenas previas a la ceremonia y la ceremonia de principio a fin.
Desde horas tempranas de la tarde se inicia el desfile de vehículos que traslada a militantes desde las diversas Unidades Básicas (UBs) diseminadas a lo largo y ancho de la ciudad y del interior de la provincia al punto de encuentro. Camiones, camionetas, combis y colectivos al ritmo de bombos y redoblantes circulan por las calles anunciando la celebración.
Otras columnas, en general provenientes de los barrios más o menos próximos a los lugares donde está llamada la celebración, realizan el trayecto a pie, y entonces el casco céntrico de Santiago se convierte de un lado en un grueso peregrinar de bandas de varones de todas las edades y del otro, de mujeres que cargan a sus hijos y a sus estandartes propios: corazones hechos en cartón, forrados en papeles coloridos, rodeados de flecos también multicolores y respaldados por un palo para llevarlos[47].
De hecho, desde que los participantes se reunieron en las UBs para preparar el traslado al acto, y hasta incluso volver a ellas después del mismo, varones y mujeres no podrán mezclarse, fiel al mandato de división por género en la organización partidaria.
El lugar de
concentración siempre es un punto céntrico, por lo general
Entre dos y tres horas antes de la ceremonia, la exhibición pomposa y estridente en las adyacencias del lugar donde esta ocurre, no es la de los líderes sino de las redes dirigenciales del partido. Es que los colectivos y camiones no se detienen en la plaza misma, sino a una distancia de cuatro o cinco cuadras alrededor.
En mi
registro uno de los puntos intermedios de ‘concentración exhibitoria’ antes de
llegar definitivamente a
Impacta a
quien observa por primera vez el despliegue, la procesión de columnas
multitudinarias también estructuradas por ramas, que va cortando
Otros
hombres y mujeres se desparraman más desordenadamente en
Esta especie de invasión del centro por los barrios, bajo formas teatralizadas no es un fenómeno socialmente menor. Si bien podría decirse que el centro de Santiago admite la circulación de una población bastante heterogénea[52], no ocurre cotidianamente la incursión masiva de columnas provenientes de la periferia de la ciudad, violando una frontera espacial para construir un territorio de soberanía política.
La intervención organizativa y de recursos por parte del gobierno provincial se advertía en la infraestructura con que se había acondicionado la plaza y el escenario para recibir a la multitud y preparar la liturgia.
Cuatro o cinco pantallas gigantes, dispuestas alternativamente en la plaza, transmitían el acontecimiento en forma simultánea a los mismos participantes del acto y a través de Canal 7, el canal de aire provincial. Para ello, dos camarógrafos se trepaban a dos carros de una grúa de iluminación que sobresalía en lo alto. A uno de los lados del escenario montado en la esquina de las calles Leandro Alem y Rivadavia, y al final de la plaza, detrás de donde se concentraba la muchedumbre, se iba elevando pieza sobre pieza una gigantesca estructura de sonido, y se habían diseminado baños químicos en la superficie de la plaza y alrededores. Desde un tiempo antes del inicio del cortejo, ya entraba en acción un animador contratado para presentar la ocasión, darle la solemnidad al festejo y mantener al gentío agitado. También aportaba a la convulsión la bandita de música integrada al parecer por algunos miembros de la policía provincial, pero sin uniformarse.
Docenas de vendedores ambulantes que ofrecen gaseosas, “choripanes”, “panchuquer”, “sanguches”, están parados con sus carros en la parte periférica de la plaza o bien caminan intermitentemente entre la muchedumbre.
El vallado
de hierro con inscripción del diario local El Liberal
custodiado por policías de la provincia, servía para cercar todo el frente de
La división
sexual de roles en la conformación del juarismo, y el enfrentamiento entre
segmentos de su estructura, privilegiando las tendencias centrífugas en su
interior, se objetiva otra vez en el espacio físico del acto: el vallado de
hierro se prolonga para demarcar sitios en los cuales los sexos no pueden
encontrarse, y para asegurarse de ello algunos hombres se disponen en los
interludios de acceso. A
A cada una
le cabe una función distintiva en la puesta en escena: los hombres y especialmente
los que integran
Las mujeres
en cambio aportan los colores y el movimiento: miles de corazones de todos los
tonos, hechos en telgopor o madera y forrados en papel “creep”, celofán y “glassé”,
con las inscripciones “Nina te queremos”,
“Nina
La identidad juarista[58] y la adhesión a sus líderes y consignas se inventa y reafirma en estos escenarios en los que se encuentran líderes y militantes en un vínculo directo, sin mediaciones y en los que la sociodicea del peronismo juarista adquiere su forma más solemne. Los gobernantes juegan a ser poderosos y agitan las insignias que así lo prueban y los militantes juegan a ser juaristas y muestran los signos que permiten reconocerlo. Pero lo que me interesa destacar es que al mismo tiempo hay una identidad juarista múltiplemente partida por estos segmentos que a su vez se encuentran internamente fraccionados.
Asimismo la
homogeneidad del régimen también se desdibuja cuando la observación muestra que
por momentos la efervescencia y la respuesta a los discursos parece sobreactuada
y sobre-dirigida, y de hecho casi siempre es la banda de música la que acomoda
la intermitencia entre los aplausos y los silencios. Por otro lado, si en vez
de mirar el acto en un sentido panorámico intentamos mezclarnos entre la
muchedumbre observamos que la atención a la celebración no es de ningún modo
uniforme y en cambio se diluye a medida que nos vamos alejando del escenario.
En las zonas más periféricas la celebración se transforma en espacio de
encuentro o incluso en una verdadera fiesta: grupos de jóvenes beben, fuman y
dialogan, tiran piropos a las mujeres que pasan, y ni siquiera las pantallas
gigantes los obligan a conectarse con lo que ocurre en el palco. Del mismo modo
en ciertas zonas en las que se dispone
La descripción del acontecimiento principal, no debe hacernos olvidar de que el ritual, era un asunto prolongado. En verdad, el evento central se situaba en una especie de paréntesis limitado por un lado, por un largo crescendo de preparativos, y, por el otro, por una agonizante cascada de puntos finales. Probablemente la significación del asunto reposaba sobre todo en el trayecto, en el prólogo y en el desbande, tanto como en la propia ceremonia[59].
Con el
objetivo de intentar un primer acercamiento a algunos modos de organización
previa en diferentes territorios dirigenciales y UBs, a los recursos que
movilizaban, al modo en que se vivía un día del acto en tales espacios y a los
diversos y a veces contradictorios sentidos que alentaban la participación en
los mismos y en la trama organizacional, recurrimos a entrevistas realizadas a
dirigentes de base de diferentes territorios dirigenciales de la capital
pertenecientes a las dos ramas que actuaron más fecundamente en instancias de
movilización partidaria:
Con este primer ordenamiento y análisis de algunos relatos de miembros del PJ-juarista que además ocupan niveles diferentes en la estructura dirigencial he intentado acercarme a un tipo de registro que logre correrse de cierto modo del plano totalmente externo de la observación (ya sea directa o bajo el soporte filmográfico) y de la descripción también externa que a veces puede tratar a los hechos “como si se tratase de un film documental un poco anticuado”[60]. Un modo de evitar esto ha sido atender especialmente a la trama de intercambios que conforman la estructura organizativa de un día de un acto, compartiendo el modo en que los antropólogos y antropólogas argentinas y brasileras que he mencionado en la introducción, han buscado evitar que el prejuicio intelectual sobre el sistema político impere sobre la significación de la política de los propios actores. Siguiendo a los autores clásicos para el tema de los intercambios (Malinowsky, Mauss y Bourdieu en mi caso) entiendo que focalizar un sistema de transacciones permite colocar a la estrategia en el principio de la práctica, y atar de este modo la lucha por el posicionamiento político y por la supervivencia a las concepciones culturales sobre la política. En este último sentido esta segunda parte nos acerca de alguna manera a interrogar con Rosato y Quirós acerca de qué se trata el “trabajo político” y la “actividad militante” en una organización partidaria, y qué relaciones se recrean entre militantes y dirigentes durante ese proceso.
Las fuerzas centrípetas del PJ parecían impulsar la gesta inicial de un acto más que la propia organización, incorporada en cambio a la dinámica segmentaria de la estructuración partidaria.
Cuando la burocracia central del PJ anunciaba un acto, los dirigentes principales se conformaban en comisiones de trabajo entre las que se destacaba la “Comisión de Transportes” por la cantidad de personas a las que debía trasladarse desde los barrios de capital y el interior de la provincia[61].
En el caso
de
Lo más
importante ocurría en los territorios dirigenciales y UBs. Un dirigente de
En una UB de
En algunas
de las UBs de
Entre los
varones de
En cuanto al transporte, predominaban las unidades de alta capacidad: especialmente colectivos y también, camiones, combis y camionetas.
Según
diferentes relatos de
Temprano el mismo día del acto, a las tres o cuatro de la tarde, cada dirigente principal enviaba representantes de las UBs de los distintos barrios pertenecientes a su dominio, a retirar los vehículos que le correspondían, y estos representantes, estaban encargados de conducirlos a las UBs, de acuerdo al trayecto que en forma centralizada se había diseñado desde la sede de la dirigente principal. Este trayecto calculaba una ordenación del recorrido que atendía a la distancia relativa de las diferentes UBs respecto al lugar del acto, e iba de una unidad a la otra hasta llenarlo y luego recién se dirigía al lugar de la ceremonia.
En algunos casos, los miembros de las UBs relativamente cercanas al punto de encuentro hacían el trayecto caminando, y hasta se podía ver positivamente esta modalidad de traslado, vinculándola al menos en el relato con alguna vieja práctica del peronismo[66]. En otro caso, la modalidad de concurrir al lugar de concentración caminando, se explica por la incomodidad y desagrado que el colectivo suponía, al ser llevados prácticamente como “sardinas” y en medio de un calor intenso[67].
Sin embargo
en un testimonio de una mujer, la recorrida a pie, surgía como producto de una
racionalidad en la distribución de una dotación de vehículos siempre escasa.
Dicha racionalidad en la colocación de vehículos, se podía expresar en la
decisión de los dirigentes de dosificar la movilización y adaptarla,- disminuyéndola-
a la disponibilidad de vehículos. En el grupo de
Los recursos materiales necesarios para convocar y movilizar a las redes dirigenciales del PJ-juarista, eran en parte aportados por el propio partido y por el estado provincial confundido con él, y otra parte no menos importante se extraía del propio patrimonio de las UBs y de sus dirigentes. No tiene sentido intentar deducir cuál de los dos actores era relativamente el mayor ‘inversor’, porque es incorrecto comparar cien colectivos financiados a través de las arcas estatales con una camioneta que pudo costearse con un bono contribución que compraban o vendían miembros que apenas tenían un ingreso de un plan Jefas y Jefes de Hogar por establecer un ejemplo sólo hasta cierto punto caricaturizado.
1- Del análisis de la información de las entrevistas y la observación surge que el Partido y el Estado aportaban:
- El grueso del parque automotor para el traslado de participantes desde las UBs hacia los actos.
- En una entrevista a una miembro de
- La observación y uno de los relatos de
- En varios casos las entrevistadas de
La contemporaneidad en la entrega de los bolsines hubiese supuesto, según una dirigente, la “utilización” de los mismos “para llevar gente” cosa que “no [era] buena”.
Sin embargo, según el testimonio de otra dirigente, en realidad el bolsín operaba como incentivo o recompensa para los participantes o potenciales participantes, y tal recurso de motivación estaba lejos de verse encerrado en un comportamiento falto de ética.
Lo interesante es que en un par de casos hay una percepción de que el partido, no aportaba nada en absoluto para el funcionamiento de la jornada. “No, nunca nos ha dado nada”, asegura una entrevistada, “aparte de por ejemplo bolsines que te den, el Ministerio; que te digan: -vete retirá bolsines-”. “No no no, nada, nada, nada. No no, nada, absolutamente nada” no duda otra. Una tercera en cambio matiza dicha percepción: “era mitad y mitad te diría…”
2- Lo cierto es que las UBs además del trabajo aportaban o generaban dinero para:
- contratar vehículos con el objeto de complementar la dotación que aportaba el partido, cuando esta era insuficiente.
- Preparar “sanguches” y comprar gaseosas o jugos para distribuir
antes o durante el acto en el caso de
- Comprar carne, chorizo y vino para las UBs del sector de
En una UB de
menor nivel dichos recursos se producían con actividades colectivas entre los
miembros de
En otra en
cambio, no existía una organización permanente de actividades para recaudar fondos,
y en cambio el día de un acto funcionaba con financiamiento de cada una de las
integrantes de
En el caso
de una dirigente de primer nivel que también era diputada provincial, tal contribución
estaba asociada y en ella se jugaba su investidura y posición personal, que
incluía la responsabilidad de proteger a sus militantes del ajetreo del acto y
hasta del “sufrimiento” que implicaba mantenerse tantas horas en la ceremonia[69].
Así, también se aclara que el aporte surgía como decisión autónoma de las
dirigentes, y no como mandato de la presidenta de
Por otro
lado, entre las dirigentes de
Para otra dirigente era importante el tipo de comida que se entregaba a quienes participaban del acto, intentando dentro de las limitaciones de dinero reemplazar la mortadela por la paleta y el queso e incorporando frutas y gaseosas.
En el
testimonio del dirigente de
Como he sugerido, la entrega de mercadería o de comida podía significar un aliciente para participar de los actos.
En un eje de percepción de más largo plazo, se esperaba que la concurrencia al acto se situara en una matriz de recompensas que finalmente abriera paso al acceso a un puesto en la administración pública, que en Santiago es de las perlas más preciadas.
En una dirigente está presente la idea de que eran “obligadas” a participar, pero no como resultado de una imposición externa sino como exigencia del propio trabajo dirigencial. En otro caso, el sentido de “obligación” se asociaba a la percepción de que la asistencia al acto se constituía en el único recurso con el que contaban para incrementar la probabilidad de conseguir trabajo.
La participación en las celebraciones del partido y en la organización de la movilización, podía explicarse también, en el caso de las mujeres mejor posicionadas pero de una práctica dirigencial de larga trayectoria y con formación doctrinaria, por un regocijo personal determinado por la identificación con los líderes. Es así que escuchar a los oradores podía representar la parte que solemnemente justificaba su asistencia[72]. Estas mismas mujeres comentan no sin desdén y reprobación que en cambio un grueso grupo de mujeres no tenía una motivación clara sobre su concurrencia y menos esta motivación podía encontrarse en el conocimiento de la doctrina o en el referenciamiento con los Juárez:
“…hay chicas que por ejemplo van y lo que menos saben es lo que están hablando. Ni se les ocurre escuchar. Van por decir vamos. Porque las meten en el colectivo, como salen a dar una vuelta has visto? Cargaban a todos, todos los que estaban en la casa, no quedaba ninguno”. (Entrevista a Irma)
En otro
orden como explica la misma entrevistada, el encuentro con conocidas en el acto
era estimulante, al igual que la posibilidad de distinguir a las rivales y
especular sobre el capital de movilización que detentaban[73].
Para
Incluso de un relato se desprende que la propia “Nina” Juárez estimulaba desde su posición central la competencia entre dirigentes de primer nivel, y premiaba o sancionaba personalmente a quienes cumplían o no con el mandato de movilizar masivamente.
“Me dice (habla de “Nina”): -cuánta gente llevaste
vos, me dice un día-
A una movilización. Este. -Cuarenta Señora le digo. -¡Heee, cómo vas a
llevar tan poco, qué mirá- (imita su tono de reprimenda); -pero reales-.
-Yo he llevado cuarenta reales con nombre y apellido y domicilio. Un
colectivo. Las otras iban y decían –ay yo he traído doscientas, yo tengo
quinientas-
–Qué me quieres decir con eso?, me estás subestimando?! Me estás diciendo que las otras me mienten!!. -No señora, yo no le quiero decir nada, nada más que yo le digo que yo he llevado gente real con nombre y apellido y domicilio”.[74]
El pequeño
diálogo que parodia Patricia, es muy rico y aquí corro el riesgo de no darle la
densidad que amerita un análisis que requeriría poder hacer uso de la información
que dispongo sobre su trayectoria, vivencias y representaciones sobre
diferentes aspectos del espacio de poder donde esta dirigente participaba. Sin
embargo puedo adelantar en esta presentación que por un lado el trabajo
dirigencial de base y de movilización era especialmente merituado por la
estructura de recompensas de
En este esquema de relaciones personales con la líder principal, el “chisme” o el “chusmerío” se había convertido en una forma instituida de relación entre “Nina” Juárez y sus dirigentes más próximas, transformándose en el medio por excelencia del que hacían uso algunas dirigentes para desplazar a otras. Así, los entretelones de la información que circulaba de abajo hacia arriba eran oscuros, enrevesados y adquirían su propia veracidad en el mismo juego comunicativo: unas armaban versiones sobre el comportamiento incluso personal de algunas dirigentes y luego la implicada debía enfrentarse individualmente frente a “Nina”, pudiendo salir o no airosa de la inquisición.
En un nivel
de significación, que incorpora, a diferencia de las mujeres, una matriz de lo
político como confrontación, en el relato del dirigente de
Las estrategias de auto-exhibición eran muchas y perfectamente ensayadas: desde llegar todos juntos al acto y descender en tropel de los colectivos, hasta pintar y desplegar enormes banderas con la identificación de la rama y el dirigente, u organizar el ‘circo de bombos’ y arrojar bombas que anunciaban la llegada del grupo. Incluso el poner a jugar tales estrategias podía disfrutarse y vivirse con espera y entusiasmo.
A veces el
enfrentamiento entre segmentos de
“…cuando fuimos a retirar los vehículos hemos tenido que pelear inclusive nos mandaban a pegar entiendes, o sea… no no es fácil o sea, hasta habido que pelear digamos…”
Por otro lado el acto servía también según este entrevistado para medir la solidez y la motivación de los diferentes grupos dirigenciales.
Es interesante también el hecho de que la actividad y los servicios que las UBs realizaban cotidianamente en un barrio, podían trasladarse como efecto multiplicador a una movilización, incrementando la capacidad de convocatoria, porque el acto para algunos vecinos podía presentarse como un lugar donde podían manifestar la ponderación o agradecimiento respecto a las “soluciones” que había brindado el grupo a algún vecino cercano. Esto explica en parte el hecho de que los participantes asiduos de las UBs, fueran apenas una porción de la totalidad de los asistentes de un acto.
Finalmente Pablo introduce la idea de que algunos compañeros asistían a los actos por el sólo hecho de escuchar la arenga de Carlos Juárez, persona de entidad extraordinaria[78].
A partir del análisis de algunos de los actos celebrados por el juarismo en los dos últimos años de su gobierno, busqué acercarme a la trama simbólica que caracterizó el desenlace del régimen.
Asimismo, mostrar que el dominio juarista lejos de constituirse como un tejido sin fisuras, no sólo mantenía un enfrentamiento con su exterior sino que fundamentalmente estaba atravesado internamente por un juego propio al PJ-juarista y de sus redes dirigenciales, de enfrentamientos y luchas por los recursos del partido, el gobierno y el estado como por un capital de reconocimiento de los líderes Carlos y “Nina” Juárez y de los referentes territoriales más próximos. Así, la escena, y la trama organizativa de los actos, en vez de ocultar las escisiones del poder, es capaz de mostrarlas con contundencia, en particular la constitución segmentaria del partido, esto es, la división estable en ramas partidarias, la desigualdad entre sí en cuanto a recursos de movilización, acceso a los líderes, etc. y las confrontaciones al interior de cada una de ellas.
Esta constitución compleja del partido dominante, termina de describirse al atender a los recursos involucrados en la organización de las ceremonias y al sistema de intercambios sobre el cual se articulan dichos recursos y sus portadores, iluminando también las relaciones complejas entre militantes y dirigentes con el estado juarista. También, la heterogeneidad del PJ-juarista se puede leer en las significaciones diversas- atadas también a la estructuración segmentaria del partido- que sus actores asignan a su participación en los actos y en el espacio partidario.
De alguna manera este trabajo busca realizar una discusión profunda con conceptos como “clientelismo”, “patrimonialismo” o incluso “autoritarismo” muy empleados para definir el juarismo, al menos cuando estos conceptos se emplean de un modo que terminan anulando una comprensión compleja sobre las relaciones entre política y subsistencia, entre acción y coacción.
Es necesario introducirse en los principios que animan las acciones de los participantes de un espacio, suponiendo alguna legitimidad en lo que los actores piensan sobre lo que hacen, aunque esto no suponga reificar sus dichos sin someterlos como una hoja transparente sobre la textura que les da un proceso histórico singular.
Ingresó 25 de noviembre de 2008
Aceptado 29 de marzo de 2010
Propongo
analizar el despliegue intenso del Partido Justicialista-Juarista en Santiago
del Estero, durante los actos partidarios y de gobierno en 2002 y 2003, etapa
de acentuación de la crisis del régimen juarista, donde se endurecen los
mecanismos de dominación a la vez que se apela enérgicamente al recurso
simbólico. Describo las prácticas de escenificación del partido, especialmente
en lo que respecta a la actuación de un conjunto amorfo y relativamente
independiente de la burocracia partidaria y del liderazgo centralizado de
Carlos y “Nina” Juárez, de diversos segmentos que se unen o enfrentan en la
escena, anclando en especial en
Palabras clave: Peronismo/Juarismo; representación/escenificación; segmentación; sistemas de intercambios
Mariana Godoy
The
last events. PJ-Juarez celebrations in its final stage. Santiago del Estero
2002-2003
I analyze the intense deployment of the “Partido Justicialista-Juarista”
in
Key Words: Political Party/Peronism;
representation/staging; segmentation; exchange systems
Mariana Godoy
* Este artículo (fechado en
febrero de 2010), constituye una versión revisada y en buena parte re-escrita
de un capítulo de mi tesis de Licenciatura en Sociología en
**
Socióloga. Becaria doctoral del CONICET con sede en
[1]
Ubicada en la región noroeste de
[2]
La consumación del régimen juarista se aceleró por el escándalo que generó
sobre todo a nivel nacional el llamado “Doble Crimen de
Después de varias marchas
y contramarchas
[3] Dos crónicas sobre los rumores de “desmadre” en la antesala de la intervención y sobre las presiones en los últimos días a dirigentes opositores y militantes de DDHH fue escrita por Alejandra Dandan en el diario Página 12 con los títulos “Palos y cadenas por el juarismo” (30-03-2004) y “Cuando Macondo parece Estocolmo” (31-03-2004).
[4] Diario Página 12, 30-03-04.
[5]
Diario local El Liberal, 29-03-04.
[6]
Diario Clarín, 31-03-04.
[7] Diario Página 12, 30-03-04.
[8] Diario Clarín, 31-03-04.
[9]
Geertz, Clifford, Negara; El Estado-teatro en el Bali del
siglo XIX, Paidós, Barcelona, 2000, p. 34. Los “extremos” refieren a
los segmentos de una estructura de dominación, sobre la actuación de esta
estructura segmentaria del PJ-juarista durante los actos partidarios y de
gobierno se refiere este artículo.
[10] Geertz, ob.cit., p. 28.
[11] Carlos Juárez fue cinco veces gobernador de Santiago del Estero entre 1949 y 2001, y alternó este cargo con el de Senador Nacional. Su esposa Mercedes Marina (“Nina”) Aragonés de Juárez, lo sucedió en el cargo de gobernadora en diciembre de 2002 y condujo los años finales del régimen.
[12] Saltalamacchia y Silveti, ob.cit.
[13]
Dargoltz, Raúl, Gerez, Oscar y Cao, Horacio, El nuevo
santiagueñazo: cambio político y régimen caudillista, Editorial
Biblos, Buenos Aires, 2006.
[14]
Salas, Norma, “Carlos Juárez: Poder, política y clientela en Santiago del
Estero a fines del siglo XX”, Tesis de Maestría en Estudios Sociales para
América Latina, Universidad Nacional de Santiago del Estero, 2002.
[15]
Carreras, Sergio, El reino de los Juárez. Medio siglo de
miseria, terror y desmesura en Santiago del Estero, Editorial
Aguilar, Argentina, 2004.
[16]
Dandan, Alejandra, Heguy, Silvina y Rodríguez, Julio, Los Juárez,
terror, corrupción y caudillos en la política argentina, Editorial
Norma, Buenos Aires, 2004.
[17]
Schnyder Celeste, “Incentivos y restricciones de la política democrática a la
formación de regímenes no democráticos a nivel sub-nacional. El caso del
juarismo en Santiago del Estero”, en Silveti, María Isabel, (comp.), El Protector Ilustre y su régimen. Redes políticas y protestas en el
ocaso del juarismo, Ediciones CICyT-UNSE, 2009.
[18]
Godoy, Mariana, “Recordar/narrar el juarismo.
[19]
El Partido Justicialista (PJ) nace en los años ‘40 en
[20] Salas se refiere al ‘Juarismo-justicialista’ como un ‘Partido-Estado’ donde los líderes con normas y procedimientos de excepción, transformaron el partido en una herramienta personal y trasladaron al gobierno el funcionamiento partidario. Salas, ob.cit., p. 121. Schnyder encuentra que el proceso de descentralización del Estado nacional en los ‘90, al igual que la creciente territorialización de la competencia partidaria, fortaleció a los gobernadores como actores estratégicos de la política provincial al otorgarles mayor poder sobre la administración de los recursos estatales (políticas sociales, acceso al empleo) creando las condiciones para la “colonización del estado provincial por parte del PJ-juarista y la extrapolación de la lógica partidaria al funcionamiento del estado provincial”. Schnyder, ob.cit. Martínez va más lejos, hasta la década del ‘40, para describir el origen del proceso por el cual el Estado como campo burocrático desaparece en tanto campo, mientras curiosamente es sobredimensionado, pero como espacio monopolizado de política partidaria y de obtención de negocios rentables para los grupos económicos. Martínez, Ana Teresa, “Obrajes, leyes del trabajo y prácticas políticas. Las luchas por la construcción del Estado en el proto-peronismo. Santiago del Estero. (1943-1945)”, en Revista Andina, Nº 44, CBC, Cusco, Perú, 2007, pp. 117-142. En otro artículo (2008) la misma autora se refiere a que el campo propiamente político, el de los partidos, queda orientado a apropiarse por completo del Estado.
[21]
Ver asimismo el Informe Santiago del Estero producido por el Ministerio de
Justicia Seguridad y Derechos Humanos de
[22] Carlos Zurita recurre indirectamente a esta calificación al estudiar el sistema productivo y laboral en una “sociedad tradicional”. Carlos Zurita, El trabajo en una sociedad tradicional, CICYT-UNSE, 2000. Salas se refiere a “una provincia con rasgos de modernización dentro de una estructura socioeconómica propia de la pobreza y el atraso”. Salas, ob.cit., pp. 11.
[23] El parque industrial santiagueño está conformado por tres fábricas de mosaicos, una hilandería, una fábrica de soda domiciliaria y un hipermercado. Dandán, et. al., ob.cit., p. 22.
[24] Según Dandán, Santiago del Estero tiene 55 mil empleados públicos y 55 mil que reciben planes sociales sobre una población de 720 mil personas. La autora razona que si detrás de cada ayuda social hay una familia de cuatro personas, el 61 % de la población vive de la caridad estatal. Dandán, et. al., ob.cit., p. 22.
[25]
En Silveti y Saltalamacchia, ob.cit., se hace referencia a que la pobreza y la
indigencia representan el 63 % y el 29 % respectivamente de la población total.
[26]
Quirós, Julieta, “Piqueteros y peronistas en la lucha del Gran Buenos Aires.
Por una visión no instrumental de la política popular”, en Cuadernos de
Antropología Social, Nº 27, Sección de Antropología Social,
Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA, 2008, pp. 113-131.
[27]
Vommaro, Gabriel, “Redes políticas y redes territoriales en la construcción del
posjuarismo”, en Silveti María Isabel (comp.), El Protector
Ilustre y su régimen. Redes políticas y protestas en el ocaso del juarismo,
Ediciones CICyT-UNSE, 2009.
[28]
Balbi, Fernando y Boivin, Mauricio, “La perspectiva etnográfica en los estudios
sobre política, Estado y gobierno”, en Cuadernos de Antropología
Social, Nº 27, Sección de Antropología Social, Instituto de Ciencias
Antropológicas, FFyL-UBA, 2008, p. 10.
[29]
Palmeira, M. y B. Heredia, “Os Comícios e a Política de Facçoes”, en Anuario Antropológico /94, Río de Janeiro, 1995. Palmeira,
Moacir, “Política, facciones y votos”, en Rosato, Ana y Balbi, Fernando (ed.), Representaciones sociales y procesos políticos. Estudios desde la antropología social, Editorial
Antropofagia, Buenos Aires, 2003, pp. 31-44. Heredia, Beatriz, “Conflictos y
desafíos: luchas en el interior de la facción política, en Rosato, Ana y Balbi,
Fernando (ed.), Representaciones sociales y procesos
políticos. Estudios desde la
antropología social, Editorial Antropofagia, Buenos Aires, 2003, pp.
45-60.
[30]
Palmeira, 2003, ob.cit. Heredia, 2003, ob.cit. Rosato, Ana y Quirós, Julieta,
“De militantes y de militancia: el trabajo de dos partidos políticos en las
elecciones legislativas de 2001 en
[31] Palmeira, 2003, ob.cit. Rosato y Quiroz, 2004, ob.cit., Quiroz, 2008, ob.cit. Gastañaga, Julieta, “¿Qué es el trabajo político? Notas etnográficas acerca de militantes y profesionales de la política”, en Cuadernos de Antropología Social, Nº 27, Sección de Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA, 2008, pp. 133-153. Soprano, Germán, “Doña Silvia. Análisis de redes políticas en el peronismo de la provincia de Misiones durante una campaña electoral municipal”, en Revista Andes, Nº 19, CEPHIA-UNSa, 2008.
[32] Palmeira, 2003, ob.cit.
[33] Heredia, 2003, ob.cit.
[34]
Rosato, Ana, “Líderes y
candidatos. Las elecciones “internas” en un partido político”, en Rosato, Ana y
Balbi, Fernando (ed.), Representaciones sociales
y procesos políticos. Estudios desde la antropología social, Editorial
Antropofagia, Buenos Aires, 2003, pp. 61-79.
[35]
Geertz, Clifford, Negara. El Estado-teatro en el Bali del siglo XIX, Paidós,
Barcelona, 2000.
[36]
Ley 6.570. El 14 de abril de 2004 fue derogada por el interventor Pablo
Lanusse. Asimismo en junio de 2002, “Nina”, fue declarada ‘Ciudadana Ilustre’
de la ciudad de
[37]
Este título surge a raíz de la creación en 1998 del Ministerio de
[38] Lo que sigue se basa en un análisis del diario santiagueño El Liberal de 2002: fines de abril a principios de octubre, y 2003: principios de enero a fines de octubre.
[39]
El término “acto” es más bien empleado desde los agentes que los anuncian o
publicitan y en cambio los militantes del PJ emplean indistintamente la palabra
“acto” y “movilización” para hablar de este tipo de celebraciones.
[40] Es interesante que estos oficios, aunque intentaban mantenerse ascéticos en cuanto a las manifestaciones de efervescencia, siempre contenida por los organizadores, fueron capaces de incorporar a los principios del ritual católico y a su doctrina, la liturgia juarista completa, relacionada con la presencia reverencial de los líderes y la movilización de la estructura de base del partido. Los dos oficios celebrados en 2003 contaron con entre 25 y 30 mil asistentes.
[41] Palmeira y Heredia, 1995, ob.cit.
[42] El politólogo Steven Levisky ha introducido especialmente el aspecto informal y segmentario de la organización partidaria en el PJ. Este autor sugiere que los vínculos de masas en el PJ son informales antes que burocráticos puesto que el poder, los recursos, la información, las carreras políticas pasan a través de redes semi-autónomas e informales antes que por la estructura formal del partido (p. 32). También introduce la ‘segmentación’ y la ‘descentralización’ de los componentes de la organización del partido, como rasgos derivados de su carácter movimientista. El primer rasgo refiere a la ausencia de vínculos horizontales entre los componentes del partido, las sub-unidades son mayormente autónomas unas de otras y no hay interacción regular entre ellas (p. 57). El segundo refiere a la ausencia de vínculos verticales en la organización y para lo que nos interesa al hecho de que los componentes de base están desconectados o son mayormente autónomos respecto a los líderes centrales del movimiento y de la burocracia formal. Levisky, Steven, “Una “Des-Organización Organizada”: Organización informal y persistencia de estructuras partidarias locales en el peronismo argentino”, en Revista de Ciencias Sociales, Nº 12, Universidad Nacional de Quilmes, 2001, pp. 7-62.
[43] La idea de oposición entre una ‘alta centralización’ en el aspecto representacional y ‘alta dispersión’ en el componente institucional de la vida política ha sido tomada de Clifford Geerz, ob.cit., pp. 35 y 228. El autor agrega “el elemento cultural iba desde la cima hacia abajo y del centro hacia fuera. El elemento del poder crecía desde el fondo hacia arriba y desde la periferia hacia adentro”. (p. 35)
[44] Rosato, ob.cit.
[45] El acto de setiembre de 2002 de cierre de campaña de la fórmula “Díaz-Nina” para la elección a gobernador, tenía un doble papel: legitimar el escabroso llamado a elecciones anticipadas en el marco de la llamada “ley de emergencia política” impulsada por el propio Carlos Juárez y afirmar el liderazgo de éste último y la continuidad del régimen a través dos figuras sucesoras: Carlos Díaz y “Nina” Juárez. El acto de abril de 2003, en apoyo a la candidatura a presidente de Néstor Kirchner servía más que para re-ubicar a Santiago entre las diferentes facciones del PJ-nacional, para exhibir a nivel interno la capacidad de despliegue de redes dirigenciales y la adhesión a los mandatos del matrimonio, cuando ya estaba candente la crisis al interior del juarismo. El acto de diciembre de 2003, celebrado con motivo del aniversario del primer año de gestión del gobierno de “Nina” Juárez, tiene ya al régimen en jaque con altas probabilidades de intervención a la provincia, y constituye una invención desesperada del partido, para enseñar a los extranjeros la fortaleza del gobierno.
[46]
En el acto de 2002 se informaban alrededor de 30 mil asistentes (El Liberal, 13-09-02). En el del 11 de diciembre de 2002, 55
mil (El Liberal, 12-12-03) y no hay datos
sobre el número de participantes del acto de apoyo a la candidatura de
Kirchner. Las cifras pueden estar más o menos infladas, pero en la observación
el ‘efecto de multitud’ es una imagen real, tanto respecto en la imponente
concentración en la plaza o en el club, como en las grandes caravanas que van
llegando al escenario central.
[47]
Estos corazones fueron los símbolos de
[48]
[49]
En la observación de Parque Norte, sobresalen las pancartas de
[50]
Por ejemplo: “Gracias Sra. Nina”,
[51] En el acto de diciembre de 2003 se repartieron cientos de botellas pequeñas de agua mineral para las mujeres. También se ven a algunos jóvenes con botellas de plástico que contienen cerveza, aunque no puedo afirmar que esa bebida haya sido distribuida por el partido.
[52] No sucede lo mismo con el territorio céntrico y la plaza central de la ciudad de Salta, donde los mecanismos de producción de la ciudad desde el Estado provincial, o lo que es lo mismo, las inscripciones gubernamentales y prácticas de control, gestión y administración del espacio público, construyen un espacio destinado exclusivamente a la alta elite salteña o bien a los turistas extranjeros. Ver al respecto: Godoy y Villagrán, “Sobre los adoquines. Escrituras en el espacio urbano de Salta”, en Revista ACILBÚPER, 2006. www.acilbuper.com.ar. En todo caso lo que afirmo arriba alienta a una investigación sobre los usos políticos y sociales del centro de Santiago.
[53]
Así llaman a los Juárez quienes deben hablar sobre ellos en público, los militantes
se refieren a él como “el Doctor” y a ella como “
[54]
Los estandartes de
[55]
En el acto de diciembre de 2003 fue también importante el despliegue de
distintos sindicatos provinciales, representados por las 62 Organizaciones y
nucleados partidariamente en
[56] En realidad se sabe que en los actos participan las barras de distintos clubes de Santiago e incluso se enfrentan allí, ‘trayendo’ al acto político las diferencias en la adhesión a un cuadro de fútbol.
[57]
Algunos de los corazones tienen en su revés el nombre de la dirigente, el
circuito o el barrio de pertenencia. En una entrevista una dirigente nos
confiesa que “últimamente” “Nina” Juárez no permitía que escribiesen en los
corazones el nombre de las dirigentes, porque “no era necesario” y “porque ya
algunas ya se ponían por figurar”. Esta directiva muestra que al interior de
[58]
En este artículo no he trabajado tanto sobre ese “nosotros” general y opuesto a
un “otro” también generalizado, pues sobre todo no presenté rasgos de los
discursos de los oradores ni los símbolos que decoran la tarima, donde está de
algún modo la síntesis de la representación oficial sobre qué es el juarismo y
el PJ. Se puede ver esa reconstrucción de un “nosotros” y del “enemigo” común a
un espacio partidario de izquierda a
través del análisis de la representación de la “temporalidad” en tres actos en
Quirós, Julieta, “Sobre el tiempo en la política. Notas etnográficas de la
militancia de un partido de izquierda”, en Intersecciones en Antropología, Nº 8, Facultad
de Ciencias Sociales, UNCPBA, 2005, pp. 199-209.
[59] Idea también narrada por Geertz, ob.cit.
[60] Balbi, Fernando, “La lealtad antes de la lealtad: honor militar y valores políticos en los orígenes del peronismo”, en Rosato, Ana y Balbi, Fernando (ed.), Representaciones sociales y procesos políticos, Editorial Antropofagia, Buenos Aires, 2003.
[61]
A esta comisión le estaba encomendada la distribución de colectivos y demás
vehículos a las diferentes UBs para trasladar a dirigentes, militantes y
adherentes al punto de concentración, y devolverlos luego a sus respectivas
UBs.
[62]
Un esquema de la estructura jerárquica de
[63] Incluía varios barrios de la zona oeste, tres de zona norte, y uno o dos de la zona sur.
[64]
Según las entrevistas realizadas a diferentes miembros de
[65]
“Y no, bueno desde las primeras horas del día.
Claro. Siete de la mañana empezábamos a andar, o nos juntábamos así tomábamos
unos mates, ocho salíamos y el acto por ejemplo era a las 20, 21 horas,
entonces ese día es un día dedicado a eso y nada más. Y terminas fundido no?
porque terminás de repartir todas las cosas como a las doce de la noche hasta
que cierras todo el local todo te vas a tu casa y como a la una, una y media. Y
estás fundido.” Entrevista a Pablo, dirigente de segunda línea de
una UB perteneciente a un dirigente principal. Este grupo que tenía epicentro
en un barrio de la zona oeste de la ciudad conformaba una línea marginal y
enfrentada al grupo oficial de
[66]
“Eh, no no es lejos. Es cerquita. Porque yo a veces
le decía a ella que vayamos caminando en vez de ir en colectivo, que mejor es
en grupo así caminando”. Entrevista a Julia. “Siiiiiii, yo
este, las veces que me ido caminando a
[67] Es interesante que la militante que manifiesta esto, pertenecía a una UB de un barrio de clase media baja, no marginal, y el desagrado se relacionaba también con el hecho de tener que viajar con mujeres y niños de barrios de otros sectores sociales que mantenían una conducta incomprensible para ellas: llevar a criaturas en esas condiciones.
[68]
Esta posición concuerda con la idea sostenida a lo largo de la entrevista por esta
dirigente respecto a que el aporte de dinero además del trabajo en todo tipo de
emprendimiento del grupo, por parte de las militantes y dirigentes que
“gracias” al partido habían accedido a un puesto de trabajo estable consistía
en una “obligación moral”. En el esquema estratificado al interior de
[69]
“Nosotros sí hacíamos este, Yo, Yo (lo
subraya) compraba “sanguches”, les daba a los ch a la
gente. Yo, con mi plata. […] Daba, no
[70]
“Eso (se refiere a la comida y bebida) lo tenemos que bancar nosotros, lo tenemos que bancar nosotros, eso lo
comprábamos nosotros. Entonces ahí se complicaba. Y por qué nos pasaba esto,
porque éramos un grupo bastante sólido, numeroso, bueno, entonces, qué pasa,
nos trataban… en política te tratan de voltear, cuando vos vas creciendo no te
dejan crecer, te tratan de voltear, entonces qué pasa, ya decían no no nos
daban, o sea era muy evidente que nos querían voltear porque nos daban algún
ehh -medios de movilidad van a tener- bueno -¿qué más va haber?-, -bueno sí, va haber otras cosas y
nunca se concretaba, nos mandaban encima en cuanto a medios de movilidad nos
mandaban muy poco.” Entrevista a Pablo, ya citada. Recordemos que
este dirigente pertenecía a un grupo marginal y enfrentado a la conducción
oficial de
[71]
“Claro, nosotros prácticamente como que nos tenían
marginadas del partido, porque nos decían –ah, ya vienen las del Palomar-,
entonces pedíamos vehículos para movilizar no no nos daban porque decían nosotras que podíamos ir por nuestros propios
medios. Pero por ejemplo chicas de otras unidades sí, si les dan para que
movilicen. Y quizá les ayudaban más.” Entrevista a Irma. Es
interesante cómo aparece nuevamente el hecho paradójico de que las UBs con
mujeres mejor posicionadas socialmente se ubicaban en escalafones inferiores
respecto al acceso a recursos de organización del partido. La dinámica propia
de la interacción entre mujeres y UBs definía los criterios estratificadores.
[72]
“Y aparte, va hay
mucha gente que le gusta. A mí si me gusta. Pero como te digo que cuando
ellos han renunciado no, como se ve que nos han echado un balde de agua fría.
Ya no es lo mismo”. (Julia)
[73]
“…nos conocíamos todas, nos conocíamos todas, ya
sea del partido o de la movilización, de los actos así que nos conocíamos
todas, un poco chusmeábamos (se ríe) también –mirála aquella con cuántas ha
venido- porque así es, fijáte qué cantidad lleva una y qué cantidad lleva otra”.
Entrevista a Irma.
[74] Entrevista a Patricia. Era dirigente de primera línea, su territorio dirigencial tenía epicentro en un barrio de zona oeste-norte de la capital. Tuvo cargos importantes de gobierno y su pertenencia al círculo íntimo de “Nina” Juárez no estaba exenta de tensiones. En la entrevista, al especificar “con nombre y apellido” la entrevistada no quiere decir al menos desde su posterior aclaración, que necesariamente tenía un registro de las mujeres que trasladaba, sino que de ser necesario podía hacer una lista identificando el número de personas movilizadas porque conocía personalmente a cada una de ellas, a diferencia de otras dirigentes.
[75]
“…cada movilización es un desafío, de alguna
manera, y se miden fuerzas digamos, entonces sirven para crecer, para que vos
puedas crecer más también, entiendes? o sea, vos te vas a un acto, estás llevando
tanta cantidad de gente, de dirigentes, entonces de esa manera se mide…”.
Entrevista a Pablo, ya citada.
[76]
“Entonces nosotros que queríamos hacer?,
demostrarle a Carlos Juárez que podíamos ser primeros candidatos digamos.
Entonces hubo actos previos, en donde “pactamos” digamos, pactamos en el sentido
de que convocamos muchísima gente
poniendo plata nuestra para que… para
ir al acto y cantar y hacerlo sonar en nombre de Alberto por ejemplo, y
decir -mirá somos todos estos digamos, hemos llenado una tribuna él sólo, somos
todos estos los dirigentes que queremos que Alberto sea [se refiere a que el
dirigente principal sea Concejal o al menos un dirigente reconocido] entiendes?”
Ídem.
[77]
“Ahí por ejemplo cuando ya estábamos separados por
ejemplo [Se refiere a la ruptura con la línea oficial de
[78] “Muchos iban por escuchar un discurso de Carlos Juárez… tengo amigos que se saben los discursos, y no son ni radicales ni justicialistas, porque Carlos Juárez es un caudillo, me entiendes? entonces, y se alzaba los discursos impresionante, ni yo me los sé, yo sé pedazos digamos así partes, pero…porque en su provincia tenían un caudillo… que se yo iban y escuchaban por admiración muchos. Por lo que ha hecho, por, lo que ha hecho no lo hace cualquiera digamos, presidir tanto tiempo un gobierno; o sea, bajarlo, estar preso, después volver y ser de nuevo, es es una locura…” Ídem.