LA
MASACRE OBRERA DE 1928 EN LA
ZONA BANANERA DEL MAGDALENA-COLOMBIA. UNA HISTORIA INCONCLUSA
Jorge Enrique Elías Caro
A manera de Introducción
Una de las variables
primordiales- que no se puede desconocer- por la cual Colombia siempre ha
aparecido en las noticias internacionales es justamente por los sucesivos actos
violentos que se llevan a cabo en su territorio y en los que la población de
forma constante se ve afectada. Entre estos tenemos el terrorismo, los
secuestros, las extorsiones y por supuesto, el que argumenta este trabajo, las
masacres y los asesinatos políticos de líderes obreros y sindicales.
En
la historia política y social de Colombia existen muchos hechos que marcan de
manera profunda la conciencia de sus habitantes, primordialmente por lo
doloroso que resultaron esos acontecimientos; pero ninguno tan valorado a la
luz de la literatura y la historia como el sucedido en la madrugada del 6 de
diciembre de 1928 en Ciénaga, Magdalena, dónde se masacraron a varios
huelguistas trabajadores del negocio bananero.
Suceso que ha sido llevado a numerosas páginas de premiadas novelas
y que ha permitido a su vez, desarrollar
trabajos socioeconómicos y políticos, elaborados por reconocidos
historiadores nacionales y extranjeros.
Tanto es así que hoy en día sigue siendo uno de los episodios más importante de
la memoria colectiva, pues a pesar de haber ya transcurrido más de ochenta años
de acaecerse los hechos, aún sigue produciendo sentimientos encontrados entre
investigadores, historiadores y novelistas; asimismo porque sigue originando
interpretaciones adversas, como dicen el profesor de literatura Joaquín Robles
y el historiador Mauricio Archila, “puesto que aún no hay
claridad ni consenso sobre lo que verdaderamente ocurrió en esos acontecimientos
de esa noche en esa recóndita población de la Región Caribe
colombia”.
La
Zona Bananera
del Caribe colombiano se hallaba situada en la primera mitad de siglo XX en lo
que hoy es el actual departamento del Magdalena, y se extendía entre la Sierra Nevada de
Santa Marta y la
Ciénaga Grande de Santa Marta por una llanura de 40.000 hectáreas.
Se encuentra a nivel del mar y su temperatura supera los 30 grados centígrados
en promedio. Durante la primera mitad del siglo XX su producción competía con
la de países enteros de la cuenca del Caribe, ocupando una importante cuota del
mercado mundial, iniciándose su decadencia en la década de los 60 del siglo
pasado. Las exportaciones de bananas comenzaron por iniciativa de la United Fruit Company
(UFC), la cual invirtió en preparar infraestructuras para convertir ciertos
núcleos urbanos en un enclave exportador. Las favorables condiciones de
producción y exportación sólo se vieron interrumpidas por dos coyunturas: la de
la Gran Depresión
y la de La Segunda
Guerra Mundial.
Los hechos en cuestión parten desde el día 12 de Noviembre
de 1928 cuando estalla una gran huelga en toda la región bananera del
Magdalena. Una huelga que contó con la participación de más de 25 000
trabajadores de las plantaciones bananeras, los cuales se negaban a cortar la
fruta hasta tanto sus condiciones laborales y prestacionales no fueran
mejoradas. Esta huelga obrera básicamente tuvo como finalidad presionar a la
multinacional estadounidense United Fruit Company para que legalizara las condiciones
contractuales de los obreros que por jornal laboraban en sus plantaciones.
Se estimaba que había 150 000 obreros dedicados al negocio bananero a cargo de la UFC en toda la Gran Cuenca del
Caribe, de lo que se infiere que el 16,7% del total de los trabajadores de la
compañía multinacional correspondía a empleados colombianos y por ende, los
huelguistas. La producción de la
UFC en la región bananera del Magdalena para el año del
conflicto ascendía a 10,3 millones de racimos exportados, lo que dio como
resultado que Colombia se ubicara como el tercer productor de banano en el
mundo. Además, hizo que este producto estadísticamente fuera el 7% del total de
las exportaciones del país
y una de las mayores fuentes de empleo en el Caribe colombiano.
Para las primeras tres
décadas del siglo XX, la industria bananera se expandió rápidamente, en donde la United Fruit Company
no sólo desarrolló sus operaciones en Colombia, sino que lo hizo de manera
simultanea en Jamaica, Cuba, República Dominicana, Costa Rica, Panamá, Honduras
y Guatemala.
Según Catherine Legrand, la UFC
en la década de 1920 tenía 1.383.485 hectáreas de terreno cultivadas de
banano, había construido 2.434 kilómetros de líneas ferroviarias y
poseía noventa barcos de vapor conocidos como la Gran Flota Blanca, que
transportaban el banano de estos países referenciados hacia Europa y
Norteamérica.
El poderío de la United Fruit Company
era tan grande que ya para 1928 había construido 5.636 kilómetros
de cables telegráficos y telefónicos y 24 estaciones de radio.
Lo que se pretende con este escrito es detallar cómo
ocurrieron los hechos
y analizar el porqué de las cosas, especificando además quiénes intervinieron y
qué repercusiones tuvo el suceso para la región y el país. En este conflicto,
los trabajadores de las
plantaciones bananeras no fueron los únicos afectados y vinculados a la huelga,
sino también obreros que estaban empleados en el puerto al servicio de la Gran Flota Blanca y del
ferrocarril propiedad de la
Santa Marta Railway Company; igualmente pequeños
agricultores, comerciantes y tenderos.
Días previos a la
Masacre
El problema en cuestión radicaba en que la compañía
multinacional no quería contratar de manera directa a los trabajadores de las
plantaciones. Lo que siempre hacía para evitar el pago de contraprestaciones
laborales era subcontratar a través de terceros, ya que al momento de ser
contratado un trabajador, en una de las cláusulas del convenio laboral se
estipulaba “todos los detalles del trabajo serán a cargo del
contratista, y ni el contratista ni sus empleados serán trabajadores de la United Fruit Company”.
De todas estas artimañas contractuales se valía la multinacional, incluso para
evadir sus responsabilidades ante la legislación colombiana, porque alegaban
que los obreros de las plantaciones no eran trabajadores suyos sino de un
contratista, y era el contratista quien tenía la obligación y no ellos como
empresa. El objetivo primordial de la huelga era que la UFC reconociera como suyos a
los obreros, pues desde 1915 el Gobierno colombiano
ya había emitido leyes que regulaban las condiciones de los trabajadores
y que por supuesto la
United Fruit Company
se rehusaba a cumplir, ya que le implicaba extender los beneficios que otorgaba
esta norma a los trabajadores de las plantaciones.
Ocho días antes de presentarse los sucesos de la matanza de
los huelguistas, los periódicos regionales sobre el conflicto en sí reseñaban
un halagador panorama, como lo mencionó La Prensa de
Barranquilla, donde se aludía que la
Huelga se estaba arreglando satisfactoriamente, producto de
una conferencia telegráfica realizada desde Bogotá por el jefe de la Oficina del Trabajo, Dr.
Hoyos Becerra, en el que se anunciaba que los ministros de Industrias y de
Gobierno, apoyados por miembros de dichos gabinetes, se encontraban en la
región bananera del Magdalena para tratar asuntos relacionados con la solución
de la huelga. Según los reportes periodísticos, mencionaban que la situación se
encontraba en condiciones amigables, ya que los funcionarios superiores del
Gobierno y los trabajadores delegados de la huelga habían sabido mantenerse
dentro de las leyes, con moderación y civismo ejemplar.
A raíz de la huelga, y en aras de mermar la presión ejercida
hacia la compañía, producto de la agitación obrera, la United Fruit el día
jueves 29 de Noviembre de 1928 paga la primera quincena de los salarios que
adeudaba a los trabajadores, por valor $30.000, suma que según la multinacional
podía servir para resistir la huelga otros días, máxime que la situación del
comercio era angustiosa; las ventas disminuyeron tres cuartas partes y los
bancos confrontaban una sensible baja en los cobros.
La huelga en la región bananera del Magdalena comenzó en la segunda semana de
noviembre; y aunque para el último día del mes y ya transcurridos tres semanas
de huelga, la información que llegaba a los medios de comunicación por parte
del Gobierno sobre la relación de un probable término del movimiento resultaban
manifiestamente contradictorias. Lo único cierto era que el estado de cesación
del trabajo aún persistía. La
huelga de por sí tuvo dos comisiones de trabajadores; la primera de ellas era
la encargada de llevar a cabo las actividades de logística y apoyo que los
manifestantes requerían, pues su principal función era la de llevar comida,
abrigo y bebidas a los huelguitas, los cuales- como segunda comisión- tenían la
tarea de hacer la actividades de vigilancia. Estos últimos tenían como
finalidad asegurarse de que en las fincas de los productores que no apoyaban la
huelga, no se cortara, transportara o comercializara la fruta.
Esta situación ocasionaba cada vez más grandes perjuicios,
pues en la dinámica económica y social, los trabajadores en huelga no eran los
únicos perjudicados, sino también los empresarios y el comercio grande y
pequeño.
Eran casi 30.000 pesos oro que diariamente se sustraían de la economía del
departamento del Magdalena a causa de huelga, lo que quiere decir que, en
promedio, en menos de un mes que duró el conflicto fue de 1.000.000 pesos oro
la suma que dejó de recibir y en la que el tejido empresarial del Magdalena
mermó sus ingresos.
Otro agravante lo constituía el hecho que el
transcurrir de la vida en los pueblos del Magdalena giraba alrededor de la
economía bananera.
Aquí lo único importante era trabajar en las plantaciones. Esta coyuntura se
convirtió en una generalidad o constante, hasta el punto que lo social se
descuidó, es el caso de la educación, la cual era casi que inexistente, ya que
había pocos colegios en el radio total de la Zona Bananera y sólo
se construyeron después de 1930.
Los cultivadores de banano para la década de
1920 poseían 35.000
hectáreas sembradas de la fruta, contribuyendo con el
57% de las exportaciones del Caribe colombiano.
Los pequeños cultivadores que tomaron parte de la huelga fueron en primera
medida por el monopolio que ejerció la compañía en la comercialización del
banano en los mercados internacionales,
esencialmente porque no les permitía vender la fruta a ellos de manera directa
sin tener que acudir a su intermediación; y en segunda medida, porque dependían
de la UFC para
realizar operaciones de crédito, riego y mercadeo de su producto a nivel
mundial, lo que le permitía a la multinacional manipular los precios del banano
e imponerle a los productores condiciones para comprar y vender sus productos.
Para el caso de los créditos, si uno de ellos lo quería hacer, debía firmar un
contrato de producción exclusiva para la
UFC por un término no inferior a cinco años, cuyas cláusulas
eran diseñadas unilateralmente por la multinacional, todo con el fin de
asegurar la exclusión de compañías competidoras locales y garantizar su
posición como única comercializadora internacional, manipular la demanda global
de la fruta y asegurar su posición frente a los cambios políticos, sociales y,
por consiguiente, económicos que apareciesen en el entorno internacional.
En todos los pueblos de la región bananera vivían
comerciantes que comercializaban ron, alimentos, herramientas para el trabajo y
ropa. Su prosperidad dependía de los que le vendían a los trabajadores de las
bananeras. Pero como la compañía tenía sus propios comisariatos, y se convirtió
en competencia directa de éstos, originó que los comerciantes locales tomaran
partido en contra de la multinacional y participaran de la huelga,
primordialmente porque los almacenes de la empresa transnacional vendían hasta
un 20% más barato que los tenderos locales. La compañía como estrategia de
venta conservaba los precios bajos para mantener a ese mismo nivel los salarios
en periodos de inflación general. Por eso los comerciantes, se sublevaron.
Además, la compañía ya no pagaba los salarios en moneda sino en forma de vales,
para que sacaran todo lo requerían de sus comisariatos (ver figura 1).
Figura 1
Bodega y Almacén de los Comisariatos de la United Fruit Company
en Ciénaga
Fuente:
Colección Fotográfica de la
United Fruit Company, box 30, Nº 643. Fotografía del 14 de marzo de 1929. Autorizada su publicación por Baker
Library Historical Collections, Harvard Business School.
Los comerciantes más afectados eran los de Ciénaga, que
acompañados por las grandes casas comerciales de Barranquilla- quienes eran los
que importaban las mercancías-, fueron los que más coadyuvaron a agitar las
masas, pues eran los más afectados con estas medidas impuestas por la United. A
eso se le debe sumar que para comienzos del año de 1928 el comercio de
Barranquilla se exasperó porque los barcos de la Gran Flota Blanca
llegaban al puerto de esa ciudad a vender mercancías que traían de Europa,
Estados Unidos y las Islas del Caribe. Todo ello originó que los comerciantes
quisieran manejar el comercio en general y hacer que los vales se eliminaran,
de ahí que presionaron a lo trabajadores para que incluyeran ese punto en el
pliego de peticiones. En compensación ellos apoyarían totalmente la huelga.
Este conflicto como todo conflicto se hubiese resuelto si
los trabajadores en primera instancia hubieran aceptado los puntos que los
empresarios en sus pliegos de peticiones ya habían admitido. Los demás los hubieran
ido ganando a través del tiempo por medios judiciales y actos de Gobierno,
entre estos estaban los que versan sobre la interpretación y aplicación de las
leyes de protección obrera, como eran los accidentes de trabajo, los seguros
colectivos obligatorios, etc. Asimismo, si los funcionarios del Estado se
hubiesen comprometido en hacer unos estudios serios sobre la verdadera
situación de la cuestión y sobre esos resultados, se debía proceder con la
emisión de una resolución ministerial, en donde se hubiese puesto en vigor los
puntos de reforma propuestos por los trabajadores y aceptados ya por los
empresarios.
Fuera de la legalización contractual de los trabajadores
por parte de la multinacional y no del contratista, los obreros solicitaban la
construcción de hospitales en toda la zona y la compensación por accidentes de
trabajos. Además de facilitar las cosas para acceder a una vivienda digna en la
que no peligrara su salud, pues según los trabajadores en los campamentos de
las plantaciones donde los alojaban, eran unos ranchos de aspecto miserable,
insalubres, con poca capacidad de alojamiento, lo que hacía se presentara
hacinamientos y estuvieran atestados de insectos. Según el relato de un
habitante de la zona, estos más que campamentos eran unos “cambuches”, en donde
dormían hasta siete personas en un solo cuarto de tres por tres metros, en el
cual para poder dormir debían colgar sus hamacas unas por encima de otras,
además de no poseer ventilación, agua potable, duchas o retretes (ver figura 2).
Figura 2. Campamento de labores Indiana en las plantaciones
bananeras del Magdalena
Fuente:
Colección Fotográfica de la
United Fruit Company, box 30, Nº 600. Fotografía del 10 de octubre de 1928. Autorizada su publicación por Baker
Library Historical Collections, Harvard Business School.
El pliego de peticiones estaba compuesto por
nueve demandas, el cual fue aprobado unánimemente en una reunión llevada a cabo
en la localidad de Ciénaga-Magdalena el día 6 de octubre de 1928 y realizada
por la Asamblea General
de la Unión Sindical
de Trabajadores del Magdalena.
En éste solicitaban a los grandes productores y a la United Fruit Company:
1) seguro colectivo obligatorio; 2) reparación por accidentes de trabajo; 3) habitaciones higiénicas y descanso dominical remunerado; 4) aumento en 50% de los jornales de los empleados que
ganaban menos de 100 mensuales; 5) supresión de
comisariatos; 6) cesación de préstamos por
medio de vales; 7) pago semanal; 8) abolición del sistema de contratistas; y 9) mejor servicio hospitalario.
La sede en Ciénaga del Comité Ejecutivo de la Unión Sindical de
Trabajadores del Magdalena durante todo el tiempo que estuvo vigente la Huelga fue en la residencia
del migrante curazaleño Christian Vengal, quien a su vez era el presidente del
Sindicato de la Federación
de Trabajadores del Ferrocarril. Por mucha influencia que pudiese tener este sindicato de
ideas liberales o revolucionarias, éste pliego de peticiones, por lo que se
estaba solicitando, de ninguna manera se constituye en sí en un requerimiento
revolucionario; a pesar que la compañía negara que legalmente fueran los
obreros sus trabajadores, no podía negar que de ellos era que obtenía toda su
riqueza. Lo único que pedían eran reconocimiento y se cumpliera lo pactado en
las leyes colombianas. En virtud
que las partes no llegaban a un acuerdo, una semana antes de la masacre el
Gobierno hizo llegar más tropa para la región bananera. En la primera página,
el periódico de Barranquilla La Prensa anunciaba el acontecimiento, de
la siguiente manera:
MÁS TROPA PARA