Revista
Andes, Antropología e Historia
Vol.
2, Nº 30, Julio-Diciembre 2019
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Atribución - No Comercial CC BY-NC
https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/ ISSN Nº 0327-1676
SOCIABILIDAD, IDENTIDAD Y POLÍTICA.los fascistas Y LA NOCIÓN DE
ÍTALO-ARGENTINIDADCOMO GENERADORA DE vínculos AL EXTERIOR DE LA COLECTIVIDAD
ITALIANA
(BAHÍA BLANCA, 1930-1936)
SOCIABILITY, IDENTITY AND POLITICS. FASCISM
AND THE IDEA OF italo-argentineness AS A TOOL TO CREATE RELATIONSHIPS OUTSIDE
THE ITALIAN COMMUNITY (BAHÍA BLANCA, 1930-1936)
Bruno Gerardo Cimatti
CONICET
Centro de
Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”
Departamento de Humanidades
Universidad Nacional del Sur
Bahía Blanca-Argentina
bgcimatti@gmail.com
Fecha
de ingreso: 24/05/2018
Fecha
de aceptación: 03/12/2018
Resumen
El
artículo busca indagar acerca de los usos hechos por los fascistas bahienses de
la noción de ítalo-argentinidad de cara a la sociedad local para generar
vínculos y redes sociales al exterior de la colectividad italiana. Así
entendida, la noción aludida permite demostrar la capitalización de la
visibilidad y el prestigio en términos individuales por parte de los sectores
dirigentes de la colectividad vinculados al fascismo.
Mediante
el análisis de la prensa local y de los archivos de la Sociedad Italiana de
Socorros Mutuos de Bahía Blanca, se reconstruyen los modos en que la idea de la
ítalo-argentinidad operó cultural y políticamente desde la fundación del
Instituto Ítalo-Argentino de Cultura, en abril de 1930, hasta el fin de la
Segunda Guerra Ítalo-Etíope y la consiguiente declaración del Imperio Italiano,
en mayo de 1936.
En
síntesis, el estudio realizado parte de un caso local para observar los
mecanismos del uso instrumental y selectivo de la política del país de origen
en la sociedad receptora como elemento para la construcción de capital
simbólico en el marco de esta última, lo que consideramos que puede otorgar
renovada complejidad a la historia política de la inmigración en general, y a
la del fascismo ítalo-argentino en particular.
Palabras
Claves: Fascismo – Ítalo-argentinidad –
Sociabilidad – Cultura política
Abstract
This article looks forward to
inquire into the use that local fascists made of the notion of
Italian-Argentineness with regard to Bahía Blanca’s society in order to
generate social nets and bonds outside the local Italian community. With that understanding,
the previously mentioned notion allows us to demonstrate the capitalization of
visibility and prestige in individual terms by the collectivity’s leading
sectors related to fascism.
By the analysis of local press and
the Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía
Blanca’s files, we reconstruct the ways in which the idea of
Italian-Argentineness operated cultural and politically from the foundation of
the Instituto Ítalo-Argentino de Cultura, on
April 1930, to the end of the Second Italian-Ethiopian War and the resulting
declaration of the Italian Empire, on May 1936.
To sum up, this study departs from a
local case to observe the mechanisms of the instrumental and selective use of
the homeland’s politics in the host society as an element for the construction
of symbolic capital within the latter, which we consider can give a renew
complexity to political History of immigration, as well as that of
Italian-Argentinian fascism in particular.
Key words:
Fascism – Italian-Argentineness – Sociability –
Political culture
Introducción
El fuerte contingente italiano de la República Argentina ha podido y
debido llevar algo de la italianidad eterna a la argentinidad, pero habrá de
llevarlo en argentino. En argentino, tanto en lengua como en espíritu.
Miguel de Unamuno, “Sobre la argentinidad”, La Nación, 11 de marzo de 1910[1].
¿Puede una
configuración identitaria ser utilizada como un elemento nodal en el armado de
redes de sociabilidad política? Buscando dar respuesta a tal interrogante, en
el presente artículo, analizamos el uso que los sectores fascistas de la
colectividad italiana de Bahía Blanca[2]
hicieron de la noción de ítalo-argentinidad para constituir redes y vínculos al
exterior de la misma. En particular, intentamos registrar qué implicancias tuvo
esa idea en relación con la construcción de formas de sociabilidad que pudieran
luego capitalizarse políticamente en apoyo para Italia en el plano
internacional. A su vez, indagamos sobre qué papel jugaron los intereses
concretos de los fascistas bahienses en la utilización del concepto aludido[3].
El trabajo que
presentamos, que forma parte de nuestra investigación doctoral en curso, se
basa en la hipótesis de que el fascismo italiano fue objeto de una utilización
instrumental selectiva por parte de los sectores dirigentes de la colectividad
italiana bahiense a fin de capitalizar individualmente la visibilidad y el
prestigio, lo que permitió que los individuos que profesaron dicha simpatía
política se valieron de la misma para alcanzar y/o mantener posiciones sociales
de poder y prestigio. Creemos que esta idea, sobre la que volveremos en las
consideraciones finales del artículo, abre a los estudios sobre la relación
entre sociabilidad, identidad étnica-nacional y política, vinculados a la
inmigración (en este caso italiana) en la Argentina, un nuevo y prometedor
horizonte de análisis.
El marco temporal
propuesto se inicia con las primeras manifestaciones locales a gran escala del
concepto de ítalo-argentinidad, en ocasión de la fundación del Instituto
Ítalo-Argentino de Cultura (en adelante IIAC) a comienzos de 1930[4],
y finaliza con la guerra de conquista que Italia libró en Etiopía entre 1935 y
1936, proceso en el cual el concepto fue cobrando relevancia hasta ser clave
durante las repercusiones de contienda bélica en la ciudad. En esa ocasión, la
evocación de la idea ítalo-argentinidad fue el eje de las actividades
desarrolladas desde el fascismo para apoyar al gobierno de Mussolini durante y
después del conflicto.
A partir de
fuentes periodísticas locales disponibles en la hemeroteca de la Biblioteca
Popular Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca y de documentación interna de la
Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca, rastrearemos el alcance
del discurso que se dirigió a la población argentina, exaltando la herencia
común que la ligaba cultural y hasta étnicamente con Italia. A su vez,
resaltaremos los vínculos que la idea aludida contribuyó a tender con sectores
dirigentes de la política y la sociedad bahienses, afianzando la posición del
fascismo en la esfera pública de la ciudad.
Estructuramos
nuestro trabajo en tres segmentos principales. El primero procurará reflexionar
sobre el propio concepto de ítalo-argentinidad, intentando delinear los
alcances que éste tuvo en la Argentina de la primera mitad de los años ’30,
como conjunción entre las nociones de italianidad y argentinidad.
Posteriormente, realizaremos una breve síntesis del desarrollo de la disputa
entre fascismo y antifascismo en Bahía Blanca, a fin de contextualizar nuestro
análisis. En tercer lugar, analizaremos qué resultados tuvo en la práctica el
uso de esta noción por parte de los sectores fascistas para ampliar sus
vínculos en la sociedad bahiense, tornándose así en una herramienta clave en la
construcción de espacios y redes de sociabilidad.
Los estudios sobre
la sociabilidad política se revelan de gran utilidad para el análisis del
fascismo italiano en Bahía Blanca, en buena medida por las características que
adoptó el accionar de los sectores de la comunidad de ese origen que adoptaron
abiertamente el fascismo[5].
El hecho de que mayormente se tratara de individuos de posición social
desahogada y de una trayectoria prestigiosa en el entramado asociacionista de
la colectividad previa a la existencia misma del fascismo tuvo como resultado
el hecho de que, a diferencia de lo acontecido en otros países[6],
las formas sociales adoptadas para la difusión del fascismo entre sus
connacionales fueran aquellas que sus mismos actores frecuentaban, esto es,
banquetes, conferencias y festivales teatrales, entre otras actividades[7].
En este sentido, vale la pena recuperar las afirmaciones realizadas por Andrés
Bisso para el caso del antifascismo argentino, quien afirma que la vinculación
entre política y sociabilidad se realiza a partir de formas sociales
ampliamente difundidas en cada época[8],
por lo que la relación entre ambos elementos se dio tanto por el rol que la
política jugaba en la cotidianeidad social, como por la influencia que las
prácticas de sociabilidad tuvieron sobre los mecanismos de transmisión de ideas
y movilización política[9].
De este modo, los
fascistas bahienses articularon su acción política en el seno de la comunidad
italiana local a partir de las prácticas sociales mencionadas. Como veremos, la
noción de ítalo-argentinidad significó una herramienta de importancia que les permitió
ampliar sus vínculos y relaciones al vincularse con sectores ajenos a la
colectividad, al abandonar su vinculación unívoca a lo italiano a partir de la
incorporación de lo argentino. En este punto es preciso reflexionar sobre los
conceptos de italianidad y argentinidad, de importante vigencia en la época que
nos interesa, así como del significado que tuvo su articulación en el período
para los distintos actores involucrados.
Algunas reflexiones sobre el
concepto de ítalo-argentinidad
Cuando el filósofo
español Miguel de Unamuno publicó el breve artículo del que extrajimos el
epígrafe de este trabajo, que operó “como iniciador del
discurso sobre la argentinidad dentro del campo intelectual argentino”[10],
hizo referencia al uso extendido de la voz italianità
entre los italianos[11].
En una reflexión historiográfica sobre el concepto de italianidad para su
aplicación a la filología italiana, Aurora Conde Muñoz establece que la misma fue
construida desde una perspectiva cultural, como resultado de que fue el campo
de la cultura aquél en el que Italia ha sido destacada, ocultando a su vez
otros elementos característicos de la historia de la península tales como las
continuas guerras y la fragmentación política y económica[12].
De esta manera, la idea de italianidad se asoció más bien “con la
inteligencia pragmática, la elegancia, la delicadeza, la sensibilidad, la
creatividad”[13].
Así, como veremos,
la italianidad fue concebida fundamentalmente desde una perspectiva cultural,
en tanto permitió oponer a la tardía organización de un Estado unificado y al
aislamiento geopolítico en relación con el desarrollo económico europeo durante
la Modernidad “una centralidad innegable (…) desde la
perspectiva cultural”[14].
En este sentido, según la autora, el período más simbólico y característico de
la italianidad habría sido el Renacimiento, época en la que la fragmentada
península itálica floreció en distintos campos de la cultura. En el parecer de
Conde Muñoz, ese hecho es puramente arbitrario, ya que “los
elementos de la «italianidad» rastreables en el período son los mismos que la
Edad Media ha ido ofreciendo”[15],
cuyo denominador común es la variedad cultural.
En resumen, el
concepto de italianidad fue construido con el objetivo de reivindicar los
elementos más positivos de la historia italiana para favorecer la constitución
de la identidad nacional en tiempos del Risorgimento,
seleccionando los mejores productos de Italia para transmitirlos a través de canales
culturales. En tal sentido, Francesco Mineccia recupera la función política de
la cultura en tiempos de la Italia liberal, en tanto fue considerada como el
instrumento predilecto para forjar la italianidad, esto es, el sentimiento de
identidad nacional de los italianos[16].
Puede encontrarse en esta construcción un antecedente del posterior afán del
fascismo de consolidar la unión espiritual de los italianos. En efecto, Emilio
Gentile sostiene que fue luego de la unificación italiana que comenzó la necesidad
de lograr la “unidad moral e ideal de las masas”[17]
como corolario de la unidad política. Se buscaba de este modo “transformar a las poblaciones divididas políticamente desde la caída
del Imperio romano (…) en un pueblo de ciudadanos libres, educándolo en la fe y
el culto a la ‘religión de la patria’”[18].
Desde esta perspectiva, la italianidad pasó a ser considerada como un
sentimiento de identidad patriótica o de conciencia nacional, el cual se buscó
preservar en los emigrados tanto durante el período liberal como durante el
ventennio fascista[19].
Por su parte, la
argentinidad había sido definida por su ideólogo original como “aquellas cualidades espirituales, (…) aquella fisonomía moral –mental,
ética, estética y religiosa– que hace al (…) argentino argentino”[20].
El desarrollo del concepto, que el autor español consideraba necesario fomentar
en el marco de su amplio interés por la América hispana[21],
debe entenderse en el entrecruzamiento entre el fenómeno de la inmigración
masiva y las celebraciones por el Centenario en 1910, “a partir de
los cuales se produce una profunda reestructuración de las condiciones de
dominación previamente existentes en la Argentina”[22].
En su análisis
sobre el concepto de argentinidad, Luis García Fanlo historiza la noción en
tres momentos: el primero marcado por el cambio de siglo en el cual, desde la
sociología positivista, se fundamentaron políticas estatales construyendo una
argentinidad entendida como un instrumento para gobernar; el segundo, surgido
desde la década del ’20, marcado por una noción de argentinidad de tipo
esencialista y fundamentalmente xenófoba y nacionalista; finalmente, en las
décadas del ’60 y el ’70, la sociología argentina estructural funcionalista
definió al ser argentino a partir de los estilos de
vida de la personalidad básica argentina[23].
A partir del análisis realizado por el autor podemos considerar que, en el
período que nos interesa, la argentinidad era concebida en una forma
nacionalista, tendiente a estigmatizar a la inmigración en tanto esta habría
degradado el tipo argentino originario [trayendo] consigo el odio de
clase, la deformación lingüística, la estigmatización de lo español y la
religión católica, y el cuestionamiento de las jerarquías sociales, los
valores, costumbres, y sentimientos del alma o espíritu nacional[24].
En efecto, si bien
la situación de los inmigrantes italianos en la Argentina era más benigna en
términos generales que aquella de sus compatriotas que, por ejemplo, habitaban
en los Estados Unidos, sí se produjeron ciertos conflictos en relación con la
colectividad y su incorporación al Estado argentino. De este modo, Ema Cibotti
establece que la italianidad sirvió para “cohesionar a los
connacionales a través de la comunidad de lengua, usos, tradiciones y costumbres”[25]
en oposición a la idea de un crisol de razas que eliminara todo tipo de
particularidades étnicas. En su análisis de la participación política de los
inmigrantes italianos en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del
XX, la autora hace hincapié en la hostilidad que la élite argentina mantuvo
frente a la inmigración, concebida a modo de amenaza. Así, “la élite dirigente en pleno proceso de argentinización sólo se
reconocía en las raíces hispanas”[26],
lo que motivó en lo sucesivo el intento por parte de miembros de la
colectividad italiana de reivindicar el papel que sus connacionales habían
tenido en la edificación del país. En este sentido, podemos entender que el
modelo de argentinidad vigente en la época abordada tendía a entenderse en clave
nacionalista, con un fuerte tono reivindicativo de lo argentino frente a lo
extranjero (que obviamente incluía a lo italiano).
Los que nos
interesa por lo tanto, en lo que respecta al caso bahiense, es reconocer en qué
consistió la italianidad que, en cada uno de los dos momentos analizados, se
combinó con la noción de argentinidad. Como veremos, si en el primer caso se
trató de aquella concepción tradicional de italianidad que desarrolla Conde
Muñoz, vinculada fundamentalmente a la cultura y al arte, en el caso de la
conquista de Etiopía se presentará de un modo distinto, en un proceso que se
relaciona con el intento de Mussolini de convertir a Italia en una potencia
imperialista.
Por último, y
antes de abocarnos al estudio que nos hemos propuesto, es preciso aclarar el
modo en que concebiremos el concepto de ítalo-argentinidad a lo largo del
trabajo. Lejos de asumir posturas esencialistas, coincidimos con la posición de
García Fanlo, que problematiza el concepto de argentinidad a partir del
análisis de qué objetivos tuvo su creación. En su opinión, “la argentinidad fue inventada no para reflejar a los argentinos tal
como éramos o somos, sino para mostrarnos que nunca llegábamos a ser lo que
debíamos ser”, invención a partir de la cual se constituyeron “un conjunto de saberes para corregirnos, para que dejemos de ser lo que
éramos (y somos) y nos convirtiéramos (…) en otra cosa”[27].
Lo que extraemos para nuestro análisis es el carácter construido e instrumental
que el autor identifica para el concepto. En efecto, como vimos, también la
idea de italianidad había sido construida con una finalidad, esto es, la
posibilidad de construir una identidad nacional destacando los aspectos
positivos (culturales) que permitieran superar la fragmentación política que
históricamente caracterizó a la península. En este sentido, Eduardo Míguez ha
enfatizado esta característica de la noción de italianidad al definirla como
una etnicidad inventada por los núcleos dirigentes de la colectividad italiana
para construir una identidad homogénea que incluyera y subsumiera las
identidades regionales que traían consigo los inmigrantes, a fin de consolidar
sus bases de poder personal[28].
De igual modo,
creemos que es posible preguntarse, para el caso de la ítalo-argentinidad, cuál
fue la finalidad de su construcción y, paralelamente, a quién benefició. Como
veremos más adelante, consideramos que la noción de ítalo-argentinidad pudo
haber sido una herramienta por parte de los sectores fascistas de la ciudad no
para acrecentar la influencia del gobierno italiano en la colectividad italiana
de Bahía Blanca sino para obtener un beneficio individual en lo relativo a su
posición en la vida pública de la comunidad. Así, el estudio a que nos abocamos
pretende pensar el accionar de los fascistas italianos en la Argentina no como
meros transmisores de los planes ideados desde Roma sino como individuos que se
valieron de las posibilidades que su adhesión al fascismo les brindó en lo
personal.
Los orígenes de la disputa
fascismo-antifascismo en Bahía Blanca
Resulta necesario,
antes de proceder a nuestro análisis sobre los usos que desde el fascismo local
se hizo de la noción de ítalo-argentinidad de cara a la sociedad bahiense,
realizar una breve síntesis de los orígenes de la disputa entre fascistas y
antifascistas en el seno de la colectividad italiana local[29].
En efecto, ciertos elementos del proceso nos brindarán elementos que nos
permitirán abonar la idea de que el uso de la noción de ítalo-argentinidad
respondió más a los intereses concretos de quienes la utilizaron que a los
objetivos geopolíticos del gobierno italiano.
Las primeras
manifestaciones de la lucha entre fascismo y antifascismo pueden encontrarse,
para Bahía Blanca, en 1926, año en que fueron fundados, con un mes de
diferencia, tanto el fascio “Giulio
Giordani” como el Centro Antifascista “Giacomo Matteotti” que, en octubre de
ese año, pasaría a formar parte del Frente Único Antifascista, constituido a
partir de la adhesión de distintas entidades políticas, obreras, culturales de
la ciudad[30].
En cuanto a los
fascistas locales, es preciso señalar que varios de los primeros miembros del
directorio del fascio poseían ya una importante
trayectoria previa en el seno de la colectividad italiana, tanto por su
actividad económica o profesional como por su labor institucional. Entre otros,
puede mencionarse al cavaliere ufficiale Luis
Godio, presidente honorario del fascio,
propietario del importante Hotel D’Italia y del molino “La Sirena” (uno de los
más grandes de la ciudad y la región), y presidente de la Sociedad Italia Unita en los períodos 1912-1913 (lo que lo convierte
el primer presidente de la institución), 1914-1917 y 1924-1925; al cavaliere ufficiale Juan Antonio Canessa, presidente
honorario del fascio, único importador y
distribuidor de automóviles Ford en la región, miembro del Jurado de Honor de
la Sociedad Italia Unita en el período 1924-1925 y
socio benefactor de la misma; a Luis Salvadori, presidente honorario del fascio, destacado comerciante local y presidente de la
Cámara Italiana de Comercio de Buenos Aires Sección Bahía Blanca; al cavaliere ufficiale Giorgio Foresti, vicecónsul de Italia en
Bahía Blanca, y tesorero y vocal del fascio, y a
Ubaldo Monacelli, vocal del fascio,
reconocido artista plástico local y presidente de la entidad mutual italiana en
los períodos 1917-1918 y 1919-1922, entre otros.
Debe destacarse
que los fascistas bahienses no constituyeron un grupo que, ajeno a la vida
comunitaria, se integró a la misma a través de su adhesión al fascismo sino
que, por el contrario, se definieron como fascistas en tiempos en los que
poseían un importante capital social al interior de la colectividad. De esta
manera, puede pensarse que el uso realizado por los mismos de la noción de
ítalo-argentinidad (profundamente ligada a la readaptación local que hicieron
del fascismo) pudo estar enfocada a aumentar su prestigio y poder en la
sociedad local al vincularlos más fluidamente con sectores de la sociedad
bahiense ajenos a la propia colectividad.
Sin embargo, su
adhesión al fascismo no fue gratuita, en tanto la denuncia realizada desde el
antifascismo, y fundamentalmente desde las páginas del bisemanario socialista Nuevos Tiempos (órgano de prensa del Centro Socialista de
Bahía Blanca), les valió en gran parte una dura derrota en las elecciones
generales de la Sociedad Italia Unita de
enero de 1927[31],
que los dejó fuera de la conducción de la institución, al frente de la cual se
hallaban desde su fundación en 1912. Con posterioridad, la entidad mutual sería
gobernada por los antifascistas ligados al socialismo local hasta 1931, año en
que comienza un período turbulento (y de dificultosa reconstrucción histórica)
que finaliza con el fin de la Sociedad Italia Unita y la
refundación, en diciembre de 1933, de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos
de Bahía Blanca por parte de los fascistas locales, hecho que consideramos como
un triunfo sobre sus adversarios, que no volvieron a disputarles el liderazgo
de la institución.
No es casual, en
nuestra opinión, que la fundación del IIAC se encuentre inserta en el período
en que la Sociedad Italia Unita se
hallaba bajo dirección antifascista, ya que representó un claro ejemplo de la
lucha institucional entre ambos bandos en pugna al interior de la colectividad,
que buscaron disputar los espacios y las formas de sociabilidad de sus
connacionales. Por su parte, los meses del conflicto ítalo-etíope se enmarcan
en un período en que, una vez de vuelta en las posiciones que tradicionalmente
habían ocupado, los sectores ligados al fascismo local buscaron reafirmar y
consolidar la posición recientemente recuperada en la cúpula de la
colectividad.
La sucinta
síntesis realizada, cuyas problemáticas hemos desarrollado a lo largo de
nuestra investigación, tiene por objetivo caracterizar los actores sociales que
nos ocupan. En otras palabras, buscamos indagar sobre quiénes fueron los que
utilizaron la noción de ítalo-argentinidad para ampliar y afianzar sus redes
sociales y sus vínculos al exterior de la colectividad, tanto en tiempos en que
ello era necesario en virtud de las disputas políticas intestinas como cuando
debieron consolidar el triunfo obtenido sobre sus rivales. Como vimos, se
trataba de individuos de la colectividad italiana que poseían, además de una
posición socioeconómica desahogada, cierto grado de prestigio social, expresado
en algunos casos en cargos nobiliarios, o en otros simplemente por la fama y el
renombre local.
En resumen,
creemos que el accionar de los fascistas locales adquiere mucha más relevancia
e interés si no se los piensa como meras correas de transmisión de los planes
del gobierno romano para controlar el entramado asociativo de la colectividad
italiana de Bahía Blanca y, en cambio, se los considera como actores que,
persiguiendo sus propios intereses, hicieron un uso creativo de la ideología y
el discurso fascistas, generando estrategias propias vinculadas a sus
realidades concretas.
La noción de ítalo-argentinidad y
la sociedad bahiense. Entre la vinculación cultural y la expansión imperial
Como mencionamos
más arriba, rastrearemos las implicancias de la noción de ítalo-argentinidad en
dos momentos históricos en los que la misma presenta características diferentes
pero entre los que pueden establecerse similitudes desde la perspectiva
planteada. Ambos momentos serán, por un lado, la inauguración del IIAC, el 27
de abril de 1930 y, por el otro, las distintas actividades realizadas en el
marco de la Segunda Guerra Ítalo-Etíope, entre octubre de 1935 y mayo de 1936.
La fundación del
IIAC y sus meses previos de organización se enmarcaron en un proceso que
podemos analizar en dos niveles: en primer lugar, estuvo marcado por el interés
puesto por el fascismo en la transmisión de la cultura italiana como medio para
preservar la italianidad de sus connacionales emigrados y de italianizar la opinión pública de los países receptores; en
segundo lugar, no puede soslayarse que el Instituto fue inaugurado en el marco
de la disputa entre fascistas y antifascistas por el control de los espacios de
sociabilidad en el seno de la colectividad italiana bahiense, representando un
triunfo de los primeros sobre sus antagonistas políticos.
En cuanto al
primer punto, debe destacarse el rol preponderante en la política exterior del
fascismo que el gobierno otorgó a la instrucción de los jóvenes italianos o
hijos de italianos en el extranjero, en tanto permitía la fascistización de la
juventud, elemento social que Mussolini juzgaba “imprescindible
para apuntalar su nuevo sistema cultural”[32],
En este sentido, hacia los años ’30 las escuelas se convirtieron “en uno de los instrumentos más importantes de propaganda cultural y
política fascista”[33].
Este tipo de
actividades marcaron una continuidad con la etapa liberal, en tanto ya
Francesco Crispi (primer ministro durante los períodos 1887-1891 y 1893-1896)
había formulado la importancia de “la propaganda de la
cultura como medio de penetración política y de influencia comercial”[34].
En efecto, la difusión de la cultura itálica fue un aspecto central de la
política exterior del fascismo, contándose como antecedente del IIAC, en el
caso bahiense, la inauguración de la Casa del Italiano el 9 de octubre de 1927,
institución de fachada apolítica y expresamente vinculada a cuestiones de
índole cultural[35].
Es posible
apreciar de qué modo se preserva entre ambos períodos la centralidad de la
cultura como aquello que hace a lo italiano, en consonancia con la idea
presentada más arriba que Conde Muñoz construye sobre la noción de italianidad
como preservación de los aspectos positivos de la historia italiana, casi
exclusivamente de índole cultural. La fundación del IIAC se enmarca entonces en
la senda abierta por la inauguración de la Casa del Italiano en 1927, aunque ya
en su nombre incorporará una referencia a la Argentina, dejando de apuntar
exclusivamente a la colectividad italiana para pasar a dirigirse a un público
más amplio a partir de la noción de ítalo-argentinidad.
En cuanto al
segundo punto arriba mencionado, como vimos, la fundación del Instituto se
enmarcó a su vez en la disputa que, desde las elecciones de la Sociedad Italia Unita de enero de 1927, dividía institucionalmente a
la colectividad italiana entre la entidad mutual, controlada por el
antifascismo, y el tándem fascio-Viceconsulado
de Italia, representantes del fascismo italiano en la ciudad[36].
Hacia 1929, la Sociedad Italia Unita
atravesaba una profunda crisis económica que la llevó a la quiebra en 1932,
contexto en el cual empezó a discutirse el elevado costo que las escuelas
italianas dependientes de la misma representaban en el presupuesto
institucional[37].
La problemática se agravó hacia 1930, año en el que se planteó la posibilidad
de cerrar las escuelas para que la sociedad se dedicase exclusivamente a
brindar sus servicios asistenciales de salud, con la posibilidad de mantener
sus funciones de instrucción en caso de conseguir nuevos socios benefactores o
establecer cuotas a los alumnos[38].
Es de destacar
que, por entonces, los propios socios benefactores aconsejaron la clausura de
las escuelas[39].
Al respecto, el consejero Celestino Lucchetti argumentó que la comisión no
debía guiarse por el parecer de las personas consultadas, en tanto estas tenían
interés en que las escuelas cerraran[40].
En efecto, los dos nombres propios que aparecen mencionados en el informe son
los de Nicolás Lista y Ernesto Bianco, personajes vinculados al fascio local y que más tarde formarían parte de la dirección
del IIAC. Consecuentemente, desde esa fecha las escuelas italianas no volverían
a aparecer como un tema en las asambleas societarias, siendo incierta la fecha
de su cierre formal. Con todo, en abril de 1930, una nueva institución
vinculada a la instrucción surgió en el seno de la colectividad italiana de
Bahía Blanca: si bien el IIAC no se presentó a la sociedad con un carácter
político explícito, al declararse propio de la órbita cultural y artística de
la ciudad, fue fundado bajo el auspicio del Viceconsulado y el fascio locales, así como de otras instituciones fascistas de
la ciudad.
Así, acatando la
directiva enviada a los italianos en el extranjero por el príncipe Humberto de
Saboya de que el dinero recolectado con objeto de los obsequios por su
casamiento fuesen empleados en obras de beneficencia o de cultura[41],
“los dirigentes de las instituciones italianas
locales Fascio Giordani, Casadell’ Italiano, Associazione Combattenti y el
Dopolavoro” solicitaron al vicecónsul Rafael Casertano la
constitución de una institución cultural. La decisión final consistió en
utilizar los fondos recaudados para la creación de un instituto que tuvo como
primer objetivo “acercar siempre más, con la recíproca
comprensión, la juventud italiana con la juventud argentina”[42].
Es interesante constatar que en el objetivo formulado, y junto al elemento
representado por la juventud, clave en la retórica fascista, hacía su aparición
la idea de ítalo-argentinidad, en lo relativo a la necesidad del acercamiento
espiritual entre ambas juventudes como resultado de los vínculos culturales y étnicos
que unían a ambos países.
Es en este último
concepto que consideramos oportuno detenernos antes de continuar, puesto que
consideramos que consiste en una reconfiguración local del discurso que desde
Roma se dirigía a la Argentina, en tanto país constituyente del mundo latino.
Desde nuestra perspectiva tal concepto representa, por un lado, un aggiornamiento frente a la pretensión del gobierno
peninsular de la conservación de la italianidad y, por el otro, una respuesta
de tipo reivindicatorio frente al discurso fascista de la latinidad.
En cuanto a la
primera idea, puede apreciarse cómo la noción de ítalo-argentinidad se presentó
como una forma alternativa de tratar con el ya entonces inevitable proceso de
argentinización de los inmigrantes italianos[43],
reconocido incluso por la propia jerarquía fascista[44].
De esta manera, el nuevo concepto permitió conjugar esa argentinización en
aumento con la preservación de una cierta herencia italiana, compatibilizando
esa doble pertenencia, noción que aún en la actualidad puede apreciarse en la
vida comunitaria de las asociaciones étnicas italianas en nuestro país.
Retomando a Cibotti, puede incluso pensarse como una estrategia para intentar
insertarse en una argentinidad que había rechazado lo italiano en aras de su
acercamiento a lo español o lo criollo. Así, la noción de ítalo-argentinidad
permitiría la fusión de dos identidades: una étnica (italiana) y otra nacional
(argentina).
Por otra parte, y
en relación con el discurso de la hermandad latina que se proponía desde el
fascismo[45],
basado en el mito imperial romano y la cultura compartida entre los países del
mundo latino, consideramos que en la noción de ítalo-argentinidad pudo existir
también una tendencia a reivindicar la posición de lo argentino en relación con
lo italiano. En otras palabras, frente al discurso fascista de una latinidad
comandada desde Roma, en relación con la cual los distintos pueblos latinos
ocupaban una posición de filiación[46],
el concepto de ítalo-argentinidad subrayó continuamente el hermanamiento entre
ambos pueblos y ambos países, enfatizando una posición de paridad.
El IIAC fue
oficialmente inaugurando el 27 de abril, comenzando sus clases pocos días
después, el 5 de mayo, con una nómina de más de 120 inscriptos[47].
La cifra resulta significativa si tenemos en cuenta que en la asamblea del 23
de febrero de la Sociedad Italia Unita se
había reducido a 25 el número mínimo de inscriptos a partir del cual
funcionarían las escuelas “en caso de que no fuese
posible obtener la inscripción de 80 alumnos”[48].
Una primera hipótesis que podemos introducir para explicar la diferencia de
convocatoria entre ambas instituciones educativas puede relacionarse con el
carácter apolítico que presentó el IIAC, en oposición a la politización de la
Sociedad que desde 1927 había realizado el antifascismo. Si consideramos que la
apoliticidad constituía desde larga data una de las bases del asociacionismo
italiano en nuestro país, podemos pensar que el IIAC se mostró más afín a esa
tradición.
En este sentido,
el eje fundamental de los actos inaugurales no resultó ser el fascismo sino la
noción de ítalo-argentinidad. El presidente de la institución, Pilade Maffi, fue
el primero en remarcar la importancia que el Instituto tenía “para el desarrollo de la cultura y el estrechamiento de lazos amistosos
entre argentinos e italianos”[49],
idea que fue retomada por el vicecónsul Rafael Casertano en referencia al
aporte que la nueva institución realizaba a la creación de un ambiente
espiritual de ítalo-argentinidad[50].
Esta idea, simbolizada por la doble pertenencia oficial de sus dos presientes
honorarios, el vicecónsul y el intendente Florentino Ayestarán[51],
apuntaba a la vinculación de los dos países por su afinidad étnico-cultural,
situación que hacía a la Argentina particularmente receptiva al “nuevo renacimiento”[52]
que se estaba produciendo Italia, según comentara Maffi a La Nueva
Provincia en una entrevista brindada el día de la inauguración. En
su discurso, el vicecónsul también remarcó la celeridad con que la nueva
institución había sido puesta en funcionamiento, desde su formulación en enero
de ese mismo año, cuestión que atribuyó al hecho de que “cada corazón
en que palpita sangre italiana, sea por nacimiento, sea por descendencia,
reconoce su origen y encarna el deber de contribuir espontánea y amorosamente a
la grandeza de los dos pueblos”[53].
El posicionamiento
de los sectores ligados al fascismo en la ciudad representó un brusco cambio
con respecto a la mayor politización que presentaron en sus primeros pasos
organizativos[54],
presentando una imagen que les valió la permanencia en la dirección de la
institución mutualista hasta los años cincuenta. Consideramos que este cambio
se relaciona con la constatación de que, más allá de la adhesión al fascismo o
al antifascismo, la mayoría de los italianos propugnaban alafascismo[55],
hecho que se relacionaba con la progresiva argentinización de los inmigrantes,
que sólo se vinculaban instrumentalmente a las instituciones que conformaban el
entramado asociacionista italiano en la Argentina.
De este modo, como
mencionamos más arriba, consideramos que la idea de ítalo-argentinidad
proveniente de los sectores fascistas y filofascistas de la ciudad pudo
representar un intento de probar la falsedad de la dicotomía italianidad/argentinización,
al cristalizar la posibilidad de una doble pertenencia cultural. Además, la idea expresaba la posibilidad de
otorgar un papel de importancia a lo argentino en relación con lo italiano,
reivindicando el primer elemento en el plano cultural, en tanto desde el IIAC
se fomentaba el intercambio entre ambos países, introduciendo la cultura
italiana en la Argentina pero a su vez, y como indicara el presidente de la
institución, “haciendo conocer en Italia los valores y el
alma de esta tierra”[56].
Consideramos, por lo tanto, que el concepto de ítalo-argentinidad representó un
viraje estratégico por parte de los fascistas locales que les permitió afianzar
su posición en la colectividad italiana local, contrarrestando su tendencia
mayoritariamente afascista y crecientemente argentinizada.
La fundación del
IIAC representó por lo tanto el primer paso realizado en ese sentido desde el
fascismo local, al tratarse de una institución de carácter nacional y de
fachada apolítica, abierta a toda la comunidad ítalo-argentina como un espacio
que pudiera integrar a los individuos interesados en el arte y la cultura. De
este modo, a través de la difusión de la cultura itálica y del acercamiento de
ambos pueblos, se buscó fomentar esa idea de ítalo-argentinidad, buscando la
solidaridad entre los dos países, que en parte se vio reflejada poco tiempo
después con la conquista de Etiopía por parte de las armas italianas.
Sin embargo, como
adelantamos, la noción de ítalo-argentinidad no estuvo cargada del mismo
contenido cuando, cinco años después, el ejército italiano invadió Etiopía
dando inicio a una guerra que culminó, el 5 mayo de 1936, con la declaración
del Imperio Italiano por parte de Mussolini. En efecto, si en los tiempos de la
fundación del IIAC la idea de lo italiano se vinculaba a la cultura y al arte[57],
modelo que se vincula con la forma en que la noción de italianidad había sido
forjada en tiempos del Risorgimento
para consolidar la unidad nacional frente a los largos siglos de fragmentación
política y social en la península, la guerra ítalo-etíope y la posterior
(re)constitución del Imperio hicieron que las características del componente
italiano de la ítalo-argentinidad variaran.
De este modo,
durante y tras la conquista de Etiopía lo italiano no fue ya únicamente
cultural sino que tuvo un fuerte carácter político y hasta militar, en tanto
comenzó a vincularse con la Italia que comenzaba a forjar el nuevo Imperio,
dejando atrás su crónica falta de unidad y su aislamiento geopolítico. En este
contexto, la noción de ítalo-argentinidad dejó de hacer referencia
exclusivamente a los vínculos culturales entre ambos pueblos que tenían base en
su afinidad étnica, sino que también reveló las obligaciones para con Italia
que ésta última acarreaba. En otras palabras, si en etapas previas la
ítalo-argentinidad apuntaba a la vinculación cultural, pudiendo incluso
entenderla como un mecanismo de penetración política, hacia fines de 1935 ésta
representaba un instrumento de la expansión imperial en tanto implicaba el
apoyo (moral, material y hasta militar) de la comunidad ítalo-argentina a
Italia en el plano internacional. El cambio mencionado puede ser considerado
como una manifestación de la idea de la romanidad como legitimadora de las
pretensiones de poder del Estado fascista a nivel mundial[58],
la cual consistió en una batería de mitos e ideas que buscaban fundamentar “la misión de diseminar las virtudes y los valores romanos por el mundo”[59]
cuestión que, ligada a la noción de latinidad desarrollada más arriba,
implicaba necesariamente el apoyo del resto de las naciones latinas.
El discurso de
apoyo a la campaña fascista en África oriental se dirigió a la sociedad
bahiense fundamentalmente desde la sección local del Comité Argentino
Pro-Italia, conformado oficialmente el 27 de noviembre de 1935 con el objetivo
de evitar “cualquier medida que pueda alterar la noble y
cordial armonía que desde los albores de nuestra organización política vincula
a Argentinos e Italianos por lazos espirituales y sagrados hondamente
arraigados”[60],
lo que en la práctica significaba la adhesión a un petitorio que se dirigió al
Congreso Nacional con el fin de evitar que la Argentina mantuviese una posición
sancionista frente a Italia, y que llegó a reunir 4.563 adhesiones a comienzos
de junio de 1936[61].
Los argumentos utilizados eran la relación de confraternidad entre los pueblos
argentinos e italianos y, particularmente vinculada a la realidad bahiense, la contribución
realizada por los italianos desde los orígenes de la ciudad para su progreso y
desarrollo. En relación con lo último, se utilizó la dicotomía sarmientina de
civilización/barbarie para homologar el par antagónico italiano/etíope al par
italiano/indio al rescatar la participación de la Legión Agrícola Militar Italiana
en la sofocación del último malón que atacó el Fuerte Argentino (posteriormente
devenido en la ciudad de Bahía Blanca), en 1859.
Desde el Comité se
declaraba, por lo tanto, que no se invocaba únicamente el llamado de la sangre
sino el “reconocimiento a un pueblo sano, fuerte y laborioso
que como ninguno se ha adaptado a nuestras modalidades contribuyendo con su
músculo y su pensamiento a la obra de nuestro engrandecimiento nacional”[62].
En tal sentido, la invitación a firmar el petitorio mencionado se dirigió
entonces “a todos los argentinos y argentinas”[63],
tanto de origen italiano como meros simpatizantes del país peninsular.
En adelante, el
discurso predominante de los sectores adherentes al fascismo sobre la guerra
pasó a asentarse sobre dos elementos primordiales: en primer lugar, se procedió
a una apolitización y nacionalización del conflicto, esto es, a no aludir a la
campaña como una empresa fascista sino de Italia toda (idea que descansaba en
la tácita ecuación “fascismo=Italia” que sostenía la doctrina del movimiento),
imbuyéndola de un fuerte sentido patriótico destinado a deslegitimar el boicot
a la guerra que planteó el antifascismo internacional; en segundo lugar, se volvió
continuamente a la secular relación de afinidad y amistad entre la Argentina e
Italia como un elemento que obligaba al pueblo argentino a interceder ante su
gobierno en beneficio de esta última[64].
Bajo esta
perspectiva se organizaron las actividades relativas a la Semana de Italia, del
14 al 22 de diciembre de 1935, que –decían– “al mismo
tiempo que expresión concreta de la confraternidad ítalo-argentina, lo [serían]
de latinidad, de ese complejo racial que ahora (…) se afirma y anuncia un nuevo
Renacimiento”[65].
Vemos aquí cómo se presenta una idea de latinidad, vinculada a la concepción
imperial del fascismo, que retomó el rol de Roma como punta de lanza de la
civilización latina, a la que las distintas partes constituyentes del mundo
latino, tanto europeas como americanas, debían fidelidad y apoyo.
El programa de la
Semana de Italia consistió a grandes rasgos en el embanderamiento de casas y
edificios públicos con enseñas italianas, la emisión de conferencias
radiofónicas y la celebración de una velada literario-musical[66].
Es precisamente en las conferencias radiofónicas que pueden encontrarse ciertos
elementos de interés a la hora de pensar la noción de ítalo-argentinidad en
este período, dentro de la cual la italianidad se relacionó con el discurso de
la latinidad ya caracterizado. Hemos podido acceder únicamente al contenido de
una de ellas, transcripto en la prensa local, en la que el orador remarcaba la
obligación de los argentinos para con Italia en esos tiempos: “Debemos todos los argentinos amar a Italia porque Italia ama a la
Argentina”[67].
La disertación, que abogaba por los fuertes vínculos existentes entre ambos
países, finalizaba con una alusión al Himno Nacional Argentino: “al gran pueblo italiano, salud”[68].
Días antes, se había brindado otra conferencia, a cuyo contenido no pudimos
acceder, titulada “El comité argentino pro
Italia y nuestro deber de argentinos”[69].
Finalmente, tras
el desenlace final del conflicto, se volvió a hacer uso de la noción de
ítalo-argentinidad en el marco de la organización de un festival que pretendió
ser “un elocuente exteriorización de los sentimientos de
solidaridad espiritual y de afecto que nos unen con Italia, al mismo tiempo que
de adhesión a la causa que la gran nación latina defiende con la tenacidad”[70].
Allí, volvió a expresarse la idea de la conquista de Etiopía como una empresa
gloriosa concerniente a toda la nación italiana, digna de ser apoyada por la
sociedad argentina en virtud de los vínculos que unían a ambos pueblos.
En resumen, hemos
percibido cómo en tiempos de la conquista de Etiopía el contenido de lo
italiano en la noción de ítalo-argentinidad adoptó un carácter imperial que le dio
un mayor peso específico. En otras palabras, si durante la fundación del IIAC
la noción de ítalo-argentinidad pudo ser utilizada para reivindicar lo
argentino en una posición de paridad cultural frente a lo italiano, vemos cómo
hacia 1936 la ítalo-argentinidad representaba más una obligación de fidelidad y
apoyo a una visión de lo italiano vinculada al mito del Nuevo Imperio Romano,
lo que nos permite concebirla incluso como un mecanismo de poder blando,
concepto desarrollado por Joseph Nye y que da cuenta de los medios para la
construcción de poder que no se basan en el ejercicio de la fuerza militar y de
la presión económica[71].
Bajo esta perspectiva, la noción de ítalo-argentinidad podría verse en este
período como un instrumento del gobierno fascista para ganar adhesiones a la
causa italiana en el plano internacional[72].
Lo expuesto hasta
el momento nos permitiría ubicar fácilmente la noción de ítalo-argentinidad en
el marco de la historiografía que tradicionalmente se ocupó de la temática del
fascismo all’estero. En efecto, ésta siempre se
centró en el accionar que desde Roma se desarrolló en el seno de las distintas
colectividades italianas residentes en distintos países del mundo, haciendo
énfasis en la doble estrategia de cooptar las instituciones preexistentes
(sociedades Dante Alighieri, sociedades de socorros mutuos, escuelas italianas,
etcétera), y de crear otras nuevas, específicamente ligadas al fascismo (tales
como los Fasci Italianiall’ Estero, el dopolavoro, la Opera Nazionale Balilla,
los institutos de cultura, las Case d’Italia o
los fascifemminili). Desde esta perspectiva
dominante, incluso si consideramos esa posible paridad de lo ítalo-argentino
durante la fundación del IIAC, se puede concebir a la noción de
ítalo-argentinidad como un instrumento que desde Roma fue utilizado para
garantizar la penetración cultural y hasta política que le permitiera
posteriormente ejercer una influencia sobre la opinión pública argentina de
cara a su proyecto de expansión imperialista.
Creemos, sin
embargo, que es posible pensar la relación entre el fascismo y la inmigración
italiana en la Argentina en un sentido bidireccional, que no sólo tenga en
cuenta el accionar del primero sobre la segunda sino que permita tener en
cuenta las reconfiguraciones que de la ideología y la cultura política
fascistas se hicieron desde la colectividad italiana local, recuperando la
influencia que la cultura asociacionista italiana, de gran desarrollo en
nuestro país, tuvo sobre el fascismo all’estero,
convirtiéndolo en algo muy distinto a su modelo original italiano.
Desde esta nueva
perspectiva, la noción de ítalo-argentinidad puede ser interpretada de un modo
diverso al que planteáramos más arriba, pero igualmente vinculado a la idea,
planteada por García Fanlo, de que no se trató de algo realmente existente sino
que representó una construcción tendiente a un objetivo, de manera homóloga a
como lo fueron las nociones de italianidad y de argentinidad.
Reflexiones finales, o ítalo-argentinidad
¿para quiénes?
Hasta aquí hemos
rastreado los modos en que la noción de ítalo-argentinidad fue empleada en el
marco de la colectividad italiana bahiense para construir espacios y formas de
sociabilidad por parte de los sectores de la misma que se vincularon al
fascismo. Resta entonces retomar el interrogante con que finalizamos el
apartado sobre el concepto de ítalo-argentinidad: si se puede pensar a esa idea
como un producto con un fin instrumental, ¿cuál fue la finalidad de su construcción
y a quiénes benefició en última instancia?
Una posible
respuesta, como vimos, es la que esbozamos más arriba y que vinculamos a la
visión que tradicionalmente se tiene en el análisis del fascismo all’estero. Según esa perspectiva la noción de ítalo-argentinidad
habría sido ideada como un instrumento del gobierno italiano para acrecentar su
influencia en la opinión pública argentina utilizando a la colectividad
italiana como correa de transmisión para lograr un apoyo a Italia por parte del
gobierno argentino. De esta manera, la ítalo-argentinidad consistiría en un
elemento más de la política cultural del fascismo en nuestro país, entendida
como un mecanismo de poder blando.
No obstante, como
mencionamos, consideramos que es posible realizar otra interpretación de los
hechos presentados, que permita rescatar el accionar de los fascistas locales
no como meros transmisores de las órdenes y planes ideados en Roma sino como
individuos con trayectorias previas e intereses propios en el seno de la importante
colectividad italiana bahiense. Desde esta perspectiva, creemos que la
construcción de espacios y redes de la sociabilidad hacia el exterior de la
colectividad que la idea de ítalo-argentinidad brindó más beneficios a sus
representantes locales que a los ideólogos de la política exterior del
fascismo. En efecto, no se logró que la Argentina apoyara en el ámbito
internacional la empresa italiana en Etiopía, pero la campaña en pos de la
ítalo-argentinidad dio visibilidad y prestigio a los individuos ligados al
fascismo en la ciudad, elementos que en parte habían perdido con la derrota en
las elecciones de 1927 cuando su adhesión al movimiento liderado por Mussolini
era todavía reciente[73].
En otras palabras,
creemos que el concepto de ítalo-argentinidad, de aparición oficial en la
ciudad con la fundación del IIAC, puede inscribirse dentro del viraje en la
estrategia de los fascistas locales, que abandonó su marcado carácter político
de fases iniciales adoptando una fachada de carácter apolítico y fundamentalmente
patriótico. Este cambio, unido a la quiebra de la Sociedad Italia Unita
en manos de los antifascistas hacia fines de 1932, puso a los individuos
ligados al fascio y al viceconsulado en lo más alto
del asociacionismo italiano bahiense tras la reconstrucción de la Sociedad
Italiana de Socorros Mutuos de Bahía Blanca, el 24 de diciembre de 1933. A
partir de entonces, y hasta entrada la década del ’50, esto es, casi diez años
después de que el fascismo desapareciese del plano político internacional,
distintos individuos ligados al fascio ocuparon
altos cargos en la dirección de la entidad mutual.
Como mencionamos,
los hombres que conformaron el fascio local no
fueron advenedizos al asociacionismo italiano en la ciudad sino que contaban
con largas trayectorias previas (y contaron con trayectorias posteriores) a la
existencia del fascismo en la ciudad. Dicho esto podemos preguntarnos: ¿qué rol
pudo haber cumplido la noción de ítalo-argentinidad en la estrategia de los
fascistas locales, no para la fascistización de la colectividad y la opinión
pública bahienses sino para la construcción de espacios y redes de sociabilidad
que los potenciaran en el seno de la política de la colectividad?
En el caso del
IIAC, como vimos, la ítalo-argentinidad cumplió un rol central en la
inauguración de un importante espacio de sociabilidad en la esfera cultural y
artística bahiense. Podemos pensar que el importante éxito que tuvo ya en su
inauguración se asoció con el carácter apolítico que se dio a la institución,
en oposición a la politización que la Sociedad Italia Unita
presentó desde que en 1927 estuvo bajo el control de los antifascistas ligados
al Centro Socialista de Bahía Blanca. Si consideramos que la apoliticidad
constituyó desde larga data una de las bases del asociacionismo italiano en la
Argentina[74],
podemos pensar que el IIAC se mostró más afín a esa tradición al mostrarse como
una institución de carácter nacional aunque no exclusivamente italiana y
vinculada al intercambio cultural y artístico entre nuestro país e Italia.
De modo similar,
el concepto de ítalo-argentinidad operó como un instrumento para despolitizar y
nacionalizar el conflicto en Etiopía. En otras palabras, frente a la denuncia
por parte del antifascismo local de que se trataba de un atropello fascista a
un pueblo indefenso, los fascistas locales “italianizaron” o incluso “italo-argentinizaron”
el conflicto, quitándole toda referencia explícita al movimiento político que
gobernaba Italia. En esta tesitura, el manifiesto inaugural de la sección
bahiense del Comité Argentino Pro-Italia establecía que la organización
revestía un “carácter profundamente apolítico, es decir,
ajeno por completo a las ideologías sociales y a los regímenes gubernamentales
que actualmente imperan o puedan imperar”[75].Esta
posición permitió que, tras el desenlace del conflicto, los sectores ligados al
fascismo pudieran capitalizar la victoria, al contar con una gran concurrencia
a las celebraciones alegóricas[76]
así como con dividendos resultantes de las mismas[77].
En resumen, en
ambos casos el concepto de ítalo-argentinidad operó como un agente apolitizador
y nacionalizante que permitió a los fascistas locales hacerse con un espacio de
sociabilidad y de impronta prestigiosa en el caso del IIAC, y acrecentar su
influencia en la colectividad italiana local al ser reconocidos como quienes
habían apoyado a Italia en el conflicto frente a compatriotas que sostenían un
discurso “anti-italiano” en tiempos difíciles para el país de origen. En ambos
momentos, además, se contó con el auspicio de las autoridades municipales y de
personas ajenas a la colectividad italiana, que respondieron en parte a la idea
de ítalo-argentinidad que los fascistas locales propugnaron. Al comenzar el
trabajo nos propusimos analizar los modos en que la noción de
ítalo-argentinidad fue utilizada por parte de los fascistas bahienses para
generar vínculos al exterior de la colectividad italiana mediante la construcción
de formas y espacios de sociabilidad que pudieran capitalizarse en apoyo para
Italia. Sin embargo, los casos analizados nos permitieron analizar que tal
apoyo se reveló, fuera de lo simbólico, inexistente en términos concretos,
mientras que sí observamos una capitalización de la visibilidad y el prestigio
en términos individuales de los sectores de la élite de la colectividad
vinculados al fascismo.
Más aún, incluso
luego de la caída del fascismo la noción de ítalo-argentinidad continuó siendo un
elemento crucial en la retórica de los líderes étnicos, encontrándose presente
aún en la actualidad. El inevitable proceso de argentinización indudablemente
vinculaba más a los fascistas locales con la realidad bahiense que con la
italiana, hasta el punto de poder considerar que hacia fines de 1935, más que
el destino de la conquista de Etiopía, lo que estaba en juego era la
colectividad italiana local, que se disputaban con el antifascismo desde hacía
casi diez años.
En respuesta a la
frase de Miguel de Unamuno que hace las veces de epígrafe de este trabajo, podemos
los fascistas locales trajeron la italianidad en argentino,
pero no sólo en lengua y en espíritu sino también en función de sus intereses
concretos, utilizando la noción ítalo-argentinidad como una herramienta
discursiva que les permitió afianzar sus posiciones en el asociacionismo local
por largo tiempo.
Si consideramos
que la utilización que los fascistas locales hicieron del fascismo y, en
particular, de la idea de ítalo-argentinidad, cabe la posibilidad de postular
que, lejos de evidenciarse una adopción acrítica o verticalista del fascismo
por parte de los sectores dirigentes de la colectividad italiana bahiense,
existió un margen relativo de autonomía que permitió realizar una apropiación
selectiva del fascismo en función de los intereses que tales sectores
detentaban en el marco local.
En efecto, la
constatación de que la utilización del fascismo y de conceptos ligados al mismo
por parte de los fascistas locales les sirvió para asentar sus posiciones de
privilegio en la colectividad italiana y la sociedad bahiense en general, nos
permite pensar que pudo existir una bifurcación entre el fracaso de los
proyectos de la diplomacia italiana y el éxito de los fascistas locales (de la
cual el caso bahiense representa apenas una muestra, y que sería necesario
constatar mediante estudios vinculados a la experiencia fascista en distintas
localidades del país, campo que aún dista mucho de encontrarse agotado).
Entonces, ¿en qué sentido puede hablarse de un fracaso del fascismo en Bahía
Blanca cuando, si bien sus instituciones no sobrevivieron al resultado de la
Segunda Guerra Mundial, las personas que lo profesaron se mantuvieron en
posiciones de prestigio y poder?
El análisis
realizado en este trabajo, así como otros estudios en curso vinculados a
nuestra investigación sobre el fascismo ítalo-argentino, nos permite constatar
el hecho de que hubo una utilización instrumental del fascismo por parte de los
sectores dirigentes de la colectividad italiana bahiense que se identificaron
con él o, más precisamente, con una readaptación local y selectiva del mismo.
Más aun, consideramos que esa presencia no institucionalizada del fascismo, y
readaptada en clave local, ligada a personalidades individuales (tanto de
posición encumbrada como en posiciones menos visibles pero igualmente activas),
puede resultar significativa a la hora de indagar acerca de la historia
política de la sociedad receptora a lo largo del siglo XX, en tanto tales
personajes pudieron obrar como transmisores de ciertos elementos de la
ideología fascista hacia sectores receptivos y abiertos a ciertos elementos de
la misma en el marco de la política local.
Así, tal
transmisión puede ser considerada como una traducción, tanto en el sentido
literal como metafórico: parafraseando una vez más a Miguel de Unamuno puede
pensarse que los mismos trajeron el fascismo “en
argentino, tanto en lengua como en espíritu”[78],
creando una nueva versión de esa ideología que, creemos, tuvo más difusión y
penetración en nuestro país de la que puede considerarse si se piensa al
fascismo tan solo desde una perspectiva que ponga el eje en las instituciones
oficialmente fascistas o en las manifestaciones de un fascismo más “puro” o alla italiana. En otras palabras, proponemos abandonar la
perspectiva “italianocéntrica”, denunciada
hace ya tiempo por Loris Zanatta[79],
para comprender el alcance y la influencia que su readaptación local ha tenido
en ciertos sectores de la sociedad receptora incluso después del fin de la
Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, y retomando a Leticia Prislei, se
trata de “enfrentar un espejo donde, quizás, no nos gusta
mirarnos”[80]
pero, quizás también, tenga algo que mostrarnos.
Es preciso
destacar que, al hacer alusión al sesgo italianocéntrico señalado por Zanatta,
no estamos haciendo referencia a una perspectiva basada únicamente en fuentes
italianas o centradas en la política exterior del gobierno italiano, sino a
aquellas que, aunque basadas en fuentes o casos argentinos, han soslayado la
agencia de los actores locales y la autonomía que detentaron para adaptar las
emanaciones romanas a sus intereses en el ámbito local y tender lazos de
sociabilidad al exterior de la colectividad. Así, por ejemplo, existen enfoques
que han otorgado preeminencia a la acción propagandística y de control
realizada el gobierno italiano de cara a sus connacionales en un sentido
descendiente y unidireccional[81].
Por su parte, existen otros que, ya desde una perspectiva bidireccional, han
excluido la cuestión política como parte fundamental de la adopción y
reelaboración del proyecto nacional emanado desde Italia hacia los inmigrantes
en nuestro país[82],
o bien, privilegiando la cuestión política y su influencia en el ideario del
nacionalismo argentino, ha considerado tal influencia como una elección
autónomamente argentina[83].
En este sentido, pueden
recuperarse las ideas planteadas por Eugenia Scarzanella en cuanto a la
utilización que ciertos sectores de la colectividad italiana porteña hicieron
del fascismo en función de sus intereses económicos[84].
No obstante, el caso presentado por Scarzanella hace alusión a sectores medios
que se vincularon al fascismo para “sacar ventajas de la
inserción en el nuevo circuito de asociaciones fascistas”[85],
lo que en última instancia permitiría “a los ‘nuevos ricos’
ufanarse de los títulos y los estatus acorde con su reciente ascenso económico”[86].
En este sentido, cabría agregar que la adopción del fascismo no tuvo únicamente
un fin económico sino que, como apreciamos en el caso bahiense, también implicó
objetivos vinculados a la capitalización simbólica del prestigio y la
visibilidad por parte de sectores dirigentes que ya se hallaban
socioeconómicamente consolidados con antelación. En otras palabras, debe
resaltarse que un análisis realizado en el marco de la colectividad italiana
local no puede soslayar el importante grado de agencia que sus componentes
detentaron, en este caso para realizar una utilización selectiva del fascismo
en función de sus propios intereses, como así tampoco la receptividad con que
contaron en influyentes sectores de la sociedad bahiense.
El historiador
canadiense Ronald Newton concluye su trabajo pionero sobre el fascismo en
nuestro país sosteniendo, en relación a los inmigrantes italianos, que “Argentina, y no Italia, era su realidad”[87].
De manera similar, y en relación con las instituciones italianas, Zanatta ha
enfatizado el “carácter por lo demás argentino asumido con el tiempo por gran
parte de esas asociaciones”[88],
al tiempo que remarca su función como canales de integración de sus miembros a
la sociedad argentina. Ambas consideraciones se articulan, desde luego, con lo
que hemos concluido a partir de nuestro análisis del uso de la noción de
ítalo-argentinidad en la sociedad bahiense. Creemos que esto revela que, lejos
de encontrarnos haciendo únicamente una historia de los italianos all’estero y de su accionar como extranjeros en nuestro país
(cuestión que podría considerarse un aspecto de la historia de Italia), debemos
tener en claro que una historia del fascismo ítalo-argentino es también, y fundamentalmente,
una faceta insoslayable de la historia argentina.
En resumen,
creemos que una historia política de la inmigración resulta indispensable no
sólo para la comprensión holística de un fenómeno que artículo la modernización
social, si no de la Argentina al menos de las áreas que la recibieron
masivamente, sino también para profundizar nuestro conocimiento sobre la
sociedad y la cultura política argentinas en general, más allá del origen de
cada individuo en particular. Esperamos, en resumen, que el aporte realizado
permita echar luz a las relaciones entre sociabilidad, redes sociales y cultura
política en el marco de una de las dos principales corrientes migratorias que
se asentaron en nuestro país y que, de diversas maneras, contribuyó fuertemente
a la historia política de nuestro país durante el siglo XX.
[1] De Unamuno, Miguel, Americanidad, Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2002,
p. 37.
[2] Para tener una noción del importante
peso de la colectividad italiana en la población bahiense, podemos recurrir al
Tercer Censo Nacional, realizado en 1914, fecha que coincide con la
finalización del período de inmigración masiva en la Argentina (1880-1914). En
ese año, residían en el partido de Bahía Blanca 70.269 habitantes, de los
cuales 13.215 eran italianos, representando un 18,80% de la población. Más aún,
si nos ocupamos únicamente de la población urbana del partido (que comprendía a
las ciudades de Bahía Blanca, Punta Alta, Ingeniero White y Cuatreros –hoy
General Daniel Cerri–), la proporción asciende a un 19,71%, ya que en los
centros urbanos del partido residían 12.257 italianos sobre un total de 62.191
habitantes. Resta realizar dos aclaraciones sobre los datos analizados: la
primera es que la falta de desagregación de datos en el censo de 1914 no
permite acceder a la proporción de habitantes italianos residentes únicamente
en la ciudad de Bahía Blanca (que contaba con 44.143 habitantes) ; la segunda
es que a todas las cifras y proporciones obtenidas debería sumarse, para
reconocer el impacto social y cultural de la inmigración italiana en la ciudad
y la región, a los argentinos descendientes de italianos. Tercer Censo
Nacional, Tomo II, pp. 155-156; y Tomo IV, p. 469.
[3] Una versión preliminar de este trabajo
fue presentada en el marco de las VI Jornadas Nacionales de
Historia Social/IV Encuentro de la Red Internacional de Historia Social,
realizadas en la localidad de La Falda, Córdoba, del 17 al 19 de mayo de 2017.
Agradezco en tal sentido los aportes realizados por la Dra. Sara Mata y la Dra.
Mabel Cernadas.
[4] Si bien es posible recuperar en etapas
previas alusiones a lo ítalo-argentino, fue en ocasión de la fundación del IIAC
que la noción tuvo una presencia considerable en la prensa de la época, además
de dar nombre a una institución étnica.
[5] Para mayor información sobre el
fenómeno del fascismo italiano fuera de Italiaen un nivel general consultar,
entre otros, Cannistraro, Philip y Gianfausto Rosoli, “Fascist Emigration Policy
in the 1920s: An Interpretative Framework”, en International
Migration Review, vol. 13, n° 4, Center for Migration Studies of New
York, Nueva York, 1979, pp. 673-692; De Caprariis, Luca, “‘Fascism for Export’?
The Rise and Eclipse of the Fasci Italianiall’ Estero”, en Journal of
Contemporary History, vol. 35, n° 2, Sage Publications, Londres,
2000, pp. 151-183; De Caprariis, Luca “I Fasciitalianiall’estero”, en Franzina,
Emilio y Matteo Sanfilippo (Comps.), Il fascismo e gliemigrati,
Editori Laterza, Roma-Bari, 2003, pp. 3-26; González Calleja, Eduardo, “De
emigrantes a representantes de la nación en el extranjero: la política de
encuadramiento partidista de los Fasci Italianiall’Estero”,
en Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea,
n° 11, Universidad de Alicante, Alicante, 2012, pp. 19-39.
[6] Si bien los estudios realizados para
el fascismo italiano en la Argentina reflejan unas características
socioeconómicas que muestran a sus representantes con características similares
a las mencionadas, otros casos nacionales presentan características diferentes,
como resultado de tratarse de colectividades más pequeñas (como las de España o
Portugal) o menos integradas a la sociedad receptora (como la de los Estados
Unidos) que la colectividad italiana en nuestro país, de gran tamaño y peso
relativo frente al resto de la población, y cuyos sectores dirigentes supieron
consolidarse en la élite argentina.
[7] Para un análisis de mayor profundidad sobre la extracción social de los fascistas
bahienses, así como de las trayectorias de muchos de ellos en la dirección de
la Sociedad Italia Unita, puede consultarse Cimatti,
Bruno, “Fascistas y antifascistas en las elecciones de la Sociedad Italia Unita de Bahía Blanca (enero de 1927)”, en Avances del CESOR, vol. XIII, n° 14, Universidad Nacional de
Rosario, Rosario, 2016a, pp. 117-136 [en línea] http://web2.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/Avances
Cesor/article/view/v13n14a06 [Consulta: 8 de marzo de 2018]; y Cimatti, Bruno,
“La sociabilidad fascista en construcción. El fascismo y la colectividad
italiana de Bahía Blanca (1926-1927)”, en Pasado Abierto. Revista de
Historia del CEHis, n° 3, Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar
del Plata, 2016b, pp. 6-24. [en línea]
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto/article/view/1742
[Consulta: 8 de marzo de 2018].
[8] Bisso, Andrés, Sociabilidad,
política y movilización, Buenos Libros, Buenos Aires, 2009, p. 24.
[9] Bisso, Andrés,
2009, Ob. Cit., pp. 69-70.
[10] García Fanlo, Luis, “La argentinidad:
un marco interpretativo”, en Polis. Revista
Latinoamericana, n° 29, CEDER-Universidad de Los Lagos, Osorno, 2011,
pp. 1-16. [en línea] http://journals.openedition.org/polis/2053 [Consulta: 8 de
marzo de 2018].
[11] Unamuno, Miguel de, 2002, Ob. Cit., p. 31.
[12] Conde Muñoz, Aurora, “La recepción de
la «italianidad»: problemas historiográficos”, en Cuadernos de
Filología Italiana, N° 5, Servicio de Publicaciones UCM, Madrid,
1998, pp. 81-98.
[13]Conde Muñoz, Aurora, 1998, Ob. Cit., p. 83.
[14] Conde Muñoz, Aurora, 1998, Ob. Cit., p. 87.
[15] Conde Muñoz, Aurora, 1998, Ob. Cit., p. 95.
[16] Mineccia,
Francesco, “Fare gli italiani: la divulgazione della storia nazionale nel primo
cinquantennio postunitario”, en Rizzo, Maria Marcella (Comp.), “L’Italia è”. Mezzogiorno, Risorgimento e post-Risorgimento,
Viella, Roma, 2013, pp. 205-243.
[17] Gentile, Emilio, El culto del littorio: la sacralización de la política en la Italia
fascista, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2007, p. 24.
[18]Gentile, Emilio,
2007. Ob. Cit., p. 17.
[19]Aliano, David, Mussolini’s
National Project in Argentina, Fairleigh Dickinson University Press,
Madison, 2012, p. 29. Todas
las traducciones son nuestras.
[20] Unamuno, Miguel de, 2002, Ob. Cit., p. 31.
[21] Donofrio, Andrea, “Unamuno y América,
una intensa relación”, en Estudios de Historia de
España, n° 16, Pontificia Universidad Católica Argentina, Buenos
Aires, 2014, pp. 191-213.
[22] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 2.
[23] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 12.
[24] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 11.
[25] Cibotti, Ema, “Del habitante al
ciudadano: La condición del inmigrante”, en Zaida Lobato, Mirta, Nueva Historia Argentina, El progreso, la modernización y sus límites
(1880-1916), Sudamericana, Buenos Aires, 2000, Tomo V, p. 374.
[26] Cibotti, Ema,
2000, Ob. Cit., p. 406.
[27] García Fanlo, Luis, 2011, Ob. Cit., p. 5. El agregado entre paréntesis es del autor.
[28] Míguez, Eduardo, “Tensiones de
identidad: reflexiones sobre la experiencia italiana en la Argentina”, en
Devoto, Fernando y Eduardo Míguez, Asociacionismo, trabajo e
identidad étnica. Los italianos en América Latina en una perspectiva comparada,
CEMLA-CSER-IEHS, Buenos Aires, 1992, pp. 338-343.
[29] Para un análisis del impacto y la
recepción del fascismo italiano en Argentina por fuera del caso bahiense
consultar, entre otros, Gentile, Emilio “L’emigrazione italiana in Argentina
nella politica di espansione del nazionalismo e del fascismo”, en Storia Contemporanea, año XVII, n° 3, Il Mulino, Bologna,
1986, pp. 355-396; Newton, Ronald, “Ducini, Prominenti, Antifascisti: Italian Fascism
and theItalo-Argentine Collectivity, 1922-1945”, en The Americas,
vol. 51, n° 1, Cambridge University Press, Cambridge, 1994, pp. 41-66; Zanatta,
Loris, “I Fasci in Argentina neglianni Trenta”, en Franzina Emilio y Matteo Sanfilippo
(Comps.), 2003, Ob. Cit., pp. 140-151; Grillo,
María Victoria, “Creer en Mussolini. La proyección exterior del fascismo
italiano (Argentina, 1930-1939)”, en Ayer, n° 62,
Asociación de Historia Contemporánea-Marcial Pons Ediciones de Historia, 2006,
pp. 19-39;Scarzanella, Eugenia, “El fascismo italiano en la Argentina: al
servicio de los negocios”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), Fascistas en América del Sur, Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires, 2007, pp. 167-248; Cattarulla, Camilla, “‘¿Qué le diría a
Mussolini si tuviese la oportunidad de hablarle?’: una encuesta para Il Mattinod’Italia”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), 2007, Ob. Cit., pp. 249-285; Blengino, Vanni, “La marcha sobre Buenos
Aires (Il Mattino d’Italia)”, en Scarzanella,
Eugenia (Comp.), 2007, Ob. Cit., pp.
287-323; Sergi, Pantaleone, “Fascismo e antifascismo nella stampa italiana in
Argentina: così fu spenta «La Patria degli Italiani»”, en Altreitalie.
Rivista di studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 35,
Fondazione Giovanni Agnelli, Turín, 2007, pp. 4-43; Cortese, Luis, “El fascismo
en el Club Italiano. Buenos Aires (1922-1945)”, en Rivista
dell’Istituto di Storia dell’EuropaMediterranea, n° 6, CNR-Piamonte,
Turín, 2011, pp. 413-446; Aliano, David, 2012, Ob. Cit.; Prislei, Leticia, Los orígenes del fascismo argentino, Edhasa, Buenos Aires,
2008; Sergi, Pantaleone, “Un modelo fascista de emigración italiana en
Argentina. Así nació Villa Regina (Alto Valle del Río Negro)”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año XXVI, n° 72,
CEMLA, Buenos Aires, 2012, pp. 187-221; Sergi, Pantaleone, Patria di
carta. Storia di un quotidiano coloniale e del giornalismo
italiano in Argentina, Luigi Pellegrini Editore, Cosenza, 2012, pp. 217-254;
Capizzano, Hernán, Presencia fascista en
Argentina. Relatos y apuntes / 1930-1945,
Memoria y Archivo, Buenos Aires, 2013.
[30]Tales organizaciones eran, además del mencionado Centro Antifascista «Giacomo
Matteotti», el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Sociedad Cocheros
Unidos, la Unión Ferrioviaria Sección Bahía Blanca Nor-Oeste, la Unión
Ferroviaria Sección Ingeniero White, la Sociedad Propietarios de Carros Unidos,
la Sociedad Empleados de Comercio, el Centro Juan Bautista Alberdi, el Centro
Del Valle Iberlucea y Centro Socialista de Ingeniero White. Hemeroteca de la Biblioteca
Popular Bernardino Rivadavia (en adelante HBPBR), Diario Nuevos
Tiempos, 11/06/1927, p. 4
[31] Para mayor información consultar
Cimatti, Bruno, 2016a, Ob. Cit.
[32] Domínguez Méndez, Rubén, “La
fascistización de las escuelas italianas en el extranjero. El caso de Barcelona
(1922-1929)”, en Historia de la educación: Revista
Interuniversitaria, n°33, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2014,
pp. 232.
[33] Fotia, Laura, La política culturale
del fascismo in Argentina (1923-1940), tesis de Doctorado en
Ciencias Políticas, sección Estudios Europeos e Internacionales, Università de glistudi
di “Roma Tré”, 2015, p. 382.
[34] Grassi, Fabio, “Il
primo Governo Crispi e l’emigrazione como fattore di una politica di potenza”,
en Bezza, Bruno, Gli italiani fuori d’Italia, F.
Angeli, Milán, 1983, p. 87.
[35] Para mayor información consultar
Cimatti, Bruno, Bahía Blanca, camisas negras. El fascio
Giulio Giordani y la constitución de la sociabilidad fascista en Bahía Blanca
(1926-1927), tesis de Licenciatura en Historia, Bahía Blanca, Universidad
Nacional del Sur, 2016c, pp.35-37.
[36] Cimatti, Bruno,
2016a, Ob. Cit.
[37] Archivo de la Sociedad Italiana de
Socorros Mutuos de Bahía Blanca (en adelante ASISMBB), Verbalid’ Assemblee
in Italiano, Asamblea ordinaria del 13/01/1929, p. 199.
[38] ASISMBB, Verbali del Cons/Dirett. Redatti in Italiano, Sesión
extraordinaria del 07/02/1930, p. 114.
[39] ASISMBB, Verbali del Cons/Dirett. redatti in Italiano, Sesión
extraordinaria del 23/02/1930, p. 115.
[40] ASISMBB, Verbali del Cons/Dirett. redatti in Italiano, Sesión
extraordinaria del 23/02/1930, p. 115.
[41] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 06/01/1930, p. 12.
[42] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 06/01/1930, p. 12.
[43] Bertonha, João
Fábio, “Emigrazione e politica estera: la «diplomazia sovversiva» di Mussolini
e la questione degli italiani all’estero, 1922-1945”, en Altreitalie.Rivista di
studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 23, 2001, pp. 38-60.
[44] Al respecto, el propio Mussolini
comentaría en 1936 al entonces embajador italiano en la Argentina, Raffaele
Guariglia: “Questi italiani d’Argentina non ci comprendono ne
ci amano”, en Devoto, Fernando, Historia de los italianos
en la Argentina, Biblos, Buenos Aires, 2008, p. 363.
[45] Domínguez Méndez, Rubén,
“Presentación”, en Pasado y Memoria. Revista
de Historia Contemporánea, n° 11, Universidad de Alicante, Alicante,
2012, p. 13.
[46] Trento, Angelo, “‘Donde haya un
italiano, allí estará la bandera tricolor’. La penetración del fascismo entre
los emigrantes en el Brasil”, en Scarzanella, Eugenia (Comp.), Fascistas en América del Sur, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2007, p. 30.
[47] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/04/1930, p. 6.
[48] ASISMBB, Verbali d’Assemblee in Italiano, Asamblea general
extraordinaria del 23/02/1930, p. 218.
[49] HBPBR, Diario El Atlántico,
28/04/1930, p. 5.
[50] HBPBR, Diario El Atlántico,
28/04/1930, p. 5.
[51] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 25/04/1930, p. 6.
[52] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/04/1930, p. 6.
[53] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/04/1930, p. 6.
[54] Cimatti, Bruno,
2016c, Ob. Cit., pp. 19-27.
[55] Devoto,
Fernando, Ob. Cit.,
p. 363.
[56] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/04/1930, p. 6.
[57] El idioma y la cultura italianos, así
como la enseñanza de dibujo, pintura y otras artes ocuparon un lugar
preponderante tanto en el programa de la institución como en las muestras
abiertas al público que se realizarían en años sucesivos.
[58] Nelis, Jan, “Constructing Fascist
Identity: Benito Mussolini and the Myth of ‘Romanità’”, en The
Classical World, vol. 100, n° 4, p. 415.
[59] Visser, Romke, “Fascist Doctrine and
the Cult of Romanità”, en Journal of Contemporary
History, vol. 27, n° 1, p. 17.
[60] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/11/1935, p. 9.
[61] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 06/06/1936, p. 8.
[62] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/11/1935, p. 9.
[63] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/11/1935, p. 9.
[64] Por motivos de extensión, no
ahondaremos aquí en los matices internos al fascismo que hemos podido observar
respecto a la recepción de la guerra en la colectividad italiana bahiense, lo
que nos ha llevado a postular la existencia de dos fascismos que accionaron
paralelamente en el marco del conflicto bélico (el fascismo institucionalizado
y el asociacionismo filofascista). Al respecto, puede consultarse Cimatti,
Bruno, “Una guerra, dos fascismos. Indagaciones sobre la recepción de la Guerra
Ítalo-Etíope en la colectividad italiana de Bahía Blanca”, en Altreitalie. Rivista di studi sulle migrazioni italiane nel
mondo, n° 55, Accademia University Press, Turín, 2017, pp.
76-92.[en línea] http://www.altreitalie.it/pubblicazioni/rivista/n--55/acquista-versione-digitale/una-guerra--dos-fascismos--indagaciones-sobre-la-recepcion-de-la-guerra-italo-etiope-en-la-colectividad-italiana-de-bahia-blanca.kl
[Consulta: 8 de marzo de 2018]
[65] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 05/12/1935, p. 8.
[66] Cimatti, Bruno,
2017, Ob. Cit., p. 85.
[67] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 20/12/1935, p. 9.
[68] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 27/11/1935, p. 9.
[69] HBPBR, Diario La Nueva Provincia, 15/12/1935, p. 10.
[70] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/05/1936, p. 10.
[71] Nye, Joseph. Soft Power:
the means to success in world politics, Public Affairs, New York,
2004.
[72]Debe tenerse en cuenta que la
aplicación del concepto acuñado por Joseph Nye al caso del fascismo italiano ha
sido puesta en tela de juicio por Fabio Ferrarini, quien sostiene que “contrariamente a la definición de Nye, la diplomacia cultural fascista
fue un instrumento preliminar y preparatorio para provocar una guerra armada”,
Ferrarini, Fabio, “Il «peccatooriginale» della diplomazia culturale italiana
(1889-1943)”, en Altreitalie. Rivista
internazionale di studi sulle migrazioni italiane nel mondo, n° 55, Accademia
University Press, Turín, 2017, p. 22.[en
línea]http://www.altreitalie.it/pubblicazioni/rivista/n--55/acquista-versione-digitale/il-peccato-originale-della-diplomazia-culturale-italiana-1889-1943.kl
[Consulta: 8 de marzo de 2018]. No
obstante, utilizaremos la expresión a falta de un término más claro para dar
cuenta de la acción indirecta de un Estado sobre otro.
[73] El fascio Giulio
Giordani, primera institución fascista en la ciudad, había sido formado el 15
de mayo de 1926, es decir, 8 meses antes de las elecciones.
[74] Devoto, Fernando, “Participación y
conflictos en las sociedades italianas”, en Devoto, Fernando y Gianfausto
Rosoli (Eds.), La inmigración italiana en la Argentina,
Biblos, Buenos Aires, 2000.
[75] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 27/11/1935, p. 9.
[76] HBPBR, Diario La Nueva
Provincia, 18/05/1936, p. 14.
[77] ASISMBB, Libro de
Actas del Consejo Directivo, Sesión ordinaria del 14/05/1936, p. 79.
[78] Unamuno, Miguel de, 2002, Ob. Cit., p. 37.
[79] Zanatta, Loris,
2003, Ob. Cit., p. 142.
[80] Prislei, Leticia,
2008,Ob. Cit., p. 175.
[81] Prislei, Leticia,
2008, Ob. Cit.
[82] Aliano, David,
2012, Ob. Cit.
[83] Finchelstein,
Federico, Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad
en Argentina y en Italia, 1919-1945,
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, p. 146.
[84] Scarzanella,
Eugenia, 2007, Ob. Cit.
[85] Scarzanella,
Eugenia, 2007, Ob. Cit., p. 174.
[86] Scarzanella,
Eugenia, 2007, Ob. Cit., p. 175.
[87] Newton, Ronald, 1994, Ob. Cit., p. 66.
[88] Zanatta, Loris,
2003, Ob. Cit., p. 146.